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Look But Don’t Touch

Jenna Rose
(Filthy Dirty Desires 08)

Traducción de Fans para Fans, sin fines de lucro

Traducción no oficial, puede presentar errores

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Sinopsis
Regla número 1 del código de hombres: nunca toques a la
hija de tu mejor amigo, especialmente cuando te han pedido
que la protejas mientras él está en la cárcel durante seis
meses. Pero eso es mucho más fácil de decir que de hacer,
sobre todo cuando su hija es una auténtica belleza que
debería estar firmando con una agencia de modelos en lugar
de solicitar la entrada en la universidad.

Y la forma en que Becca me mira... apenas tiene dieciocho


años. ¿Sabe siquiera lo que está haciendo? Prometí
protegerla, no ponerle las manos encima, pero mantener esa
promesa es cada día más difícil. Mi deseo amenaza con
llevarme a la locura. ¿Cumpliré mi promesa o la ataré a mí
sin importar las consecuencias?

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Capítulo 1
Becca

—Sólo estoy diciendo, nena. Tienes casi dieciocho años. No


puedes seguir usando esa excusa de ser menor de edad
conmigo.

Puede que no me estremezca por fuera, pero me


estremezco tanto por dentro que estoy segura de que algunos
de mis órganos se están reorganizando en mi cuerpo. Acelero
el paso y empiezo a caminar hacia mi remolque, esperando que
Trevor capte el mensaje y no me siga. Pero, por supuesto, no
lo hace.

Trevor nunca recibe ninguno de mis mensajes. Ni los


primeros setenta y cuatro que le envié cuando le dije que 'no
estaba teniendo citas por el momento', ni los siguientes
veintiséis cuando empecé a utilizar la excusa de que mi padre
no me dejaba salir hasta los dieciocho años. Eso ni siquiera es
cierto. Puede que mi padre sea muy protector e intimidante,
pero si encontrara al chico adecuado, me dejaría salir. Trevor,

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por supuesto, no es el chico adecuado. Ni para mí ni para
nadie, por lo que puedo decir.

Trevor ha intentado ligar con todas las mujeres, solteras o


no, de todo Singing Pines Trailer Park desde que la
testosterona empezó a fluir por su espeluznante cuerpo de
duende. Si hubiera un opuesto al romance, Trevor lo sería en
forma humana.

Pensé que entendería que no estaba interesada y que


simplemente pasaría a otra cosa, pero por alguna razón, me
tiene en el punto de mira como una especie de misil teledirigido
y no se va a ir, lo que hace que me resulte difícil pasear por el
parque o incluso salir de mi remolque sin que me acose.

—¿Recuerdas lo que te dije antes de decirte que no tenía


dieciocho años, Trevor?

—Sí —se ríe. —Me dijiste que no estabas teniendo citas,


pero eso fue como... hace una eternidad. Tampoco puedes usar
esa excusa conmigo para siempre.

Esta es una de esas veces en las que desearía ser más


ruda, como Charlize Theron o Gal Gadot, y tener las pelotas
para darme la vuelta y decirle a la cara lo que pienso de él. Que
es un asqueroso y una basura repugnante y cachonda que sólo
busca a cualquier chica que le dé la hora. Pero, por desgracia,
no soy ese tipo de chica.

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La confrontación me da ganas de vomitar. Incluso el
pensamiento de la confrontación me hace sentir náuseas. No,
no tengo otra opción. Tengo que hacer lo que siempre hago:
dejar que mi padre lo maneje por mí.

—¿Me oyes? —grita Trevor.

—Sí —respondo, riendo nerviosamente.

Veo mi remolque más adelante y empiezo a caminar más


rápido, con el ritmo cardíaco acelerado, pero es entonces
cuando siento los dedos fríos y finos de Trevor rodeando mi
brazo por detrás. Me detiene y tira con fuerza, haciéndome
girar para mirarlo.

Su aliento huele a cigarrillos y cerveza mientras me sonríe


como una especie de director espeluznante que sabes que tiene
mujer e hijos en casa.

—¿Por qué siempre huyes de mí, eh? —Trevor iba unos


años por delante de mí en el instituto antes de que
abandonara. Lo último que supe es que vendía hierba y carnets
falsos a los de primer año.

—Yo... tengo que ir a casa, Trevor —miento. —Mi padre


quiere ayuda con la cena.

—Una chica que sabe cocinar. —Él asiente con


aprobación. —Eso me gusta.

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Sin previo aviso, Trevor coloca una mano en mi costado,
casi como si estuviéramos bailando, pero con lo más alejado
del romanticismo en su mirada.

—Trevor, yo...

—¡Hola! —La voz de mi padre retumba detrás de mí,


rompiendo al instante la tensión del momento y enviando una
oleada de alivio a través de mí. Miro por encima del hombro y
lo veo acercarse a nosotros a grandes zancadas, con el rostro
firme y los puños cerrados. —Quítale las manos de encima si
quieres volver a caminar.

Al instante, el comportamiento de Trevor cambia.

—Whoa, sólo estábamos hablando, Sr. Malone —dice


mientras me suelta con ambas manos.

—Sí, apuesto a que sí —gruñe mi padre mientras me rodea


con un brazo y me arrastra detrás de él. —Ahora ve a hablar
con tu madre, pequeño, y no vuelvas a hablar con mi hija. O
no vivirás para lamentarlo.

El miedo puro baña el rostro engreído y arrogante de


Trevor. Comparado con mi padre, Trevor parece un niño
pequeño. Levanta ambas manos delante de él y comienza a
caminar rápidamente hacia atrás.

—¡Claro! —Sonríe. —¡Está bien! ¡No hay problema, Sr.


Malone! Nos vemos!

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—No, Trevor —responde mi padre. —No nos verás a
ninguno de los dos.

Trevor asiente y se ríe nerviosamente, tropieza con una


rama y casi se cae.

—¡Bien! De acuerdo.

Intento no soltar una risita mientras lo vemos irse, pero es


difícil no sentir un poco de alegría por su humillación.

—Vamos, cariño —dice mi padre, rodeando mis hombros


con su brazo. —Vamos dentro. Te prepararé un poco de
chocolate caliente.

—¿Chocolate caliente? —pregunto mientras caminamos.


—Ya no tengo ocho años, papá.

—Oh, no lo sé —se ríe. —Mi trabajo era mucho más fácil


entonces. No tenía que ahuyentar a basuras enloquecidas por
el sexo, solo a algún que otro niño que te tiraba del pelo o tenía
que dar mi desafortunada opinión sobre cuál de tus conjuntos
era más bonito.

Le sonrío a mi padre mientras me sujeta la puerta del


remolque.

—Oye, hiciste lo mejor que pudiste.

—Bueno, si tu madre se hubiera quedado y hubiera hecho


su trabajo, no habría tenido que hacerlo.

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Sonrío mientras entramos, pero no puedo evitar pensar
que papá está actuando de forma un poco extraña ahora
mismo: ofreciéndose a prepararme chocolate caliente, algo que
no ha hecho en años, y sacando a relucir a mamá, algo que
nunca hace. Es un tema delicado para los dos. No puedo evitar
preguntarme si tiene algo en mente.

El mero olor del chocolate caliente cuando lo pone delante


de mí me transporta a mi infancia, cuando mamá entraba y
salía de mi vida y papá tenía que asumir la doble función de
padre antes de que ella se fuera para siempre.

—¿Crema batida?

—Sí, por favor. —Sonrío. Me echa una buena ración en la


taza y se sienta a mi lado. —Escucha, Becca, tengo que
hablarte de algo. Algo bastante serio.

—¿Qué es, papá?

—Bueno, yo... —En la cara de papá aparece una mirada


que rara vez veo: una mirada casi de miedo. Casi. —Voy a irme
por un tiempo.

—¿Irte? ¿Como... como a la cárcel?

El término no es precisamente extraño por estos lares,


pero mi padre siempre se ha mantenido limpio, ha trabajado
como mecánico y como reparador, y nunca ha acabado yendo

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por el camino equivocado. Así que escucharlo decir algo así...
bueno, no tiene sentido.

Sin embargo, asiente con la cabeza y pone su mano sobre


la mía. —Sí, durante unos seis meses.

—¿Qué? ¿Por qué? —Apenas puedo creer lo que estoy


escuchando.

—Cómplice de un gran robo de auto...

—¿Grand theft auto? —suelto, atónita. —¿Como el


videojuego1?

—Cómplice de —se ríe papá. —Y no. Nadie fue asesinado,


y no hubo strippers involucradas.

—Oh, bien —respondo con sarcasmo. —¡Al menos no hubo


strippers involucradas! Papá, ¿qué hacías robando un coche?

—No lo hacía, cariño —dice suavemente. —Todo es una


gran confusión, pero las pruebas me señalan, y no hay forma
de limpiar mi nombre, así que... tengo que cumplir la condena.

Mi estómago se hunde como un ancla que va directa al


fondo de la parte más profunda y oscura del océano, donde
están esos peces con cosas brillantes en la cabeza.

1 El videojuego GTA

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—Papá, yo... no lo entiendo. ¿Cómo pueden hacer eso? ¿No
hay nada que podamos hacer?

—Me temo que no —responde él, negando con la cabeza.


—Esta es la situación, cariño. Tengo que ajustarme el cinturón
y cumplir la condena. Eso es todo lo que hay que hacer.

—¿Cuándo? ¿Cuándo vas a ir?

Papá hace una pausa y suspira. —Mañana.

—¿Mañana? —suelto, sintiendo que el pánico sube en mí


como una sopa a punto de hervir y derramarse por toda la
cocina. —Papá, ¿por qué no me lo has dicho?

—No quería que te preocuparas. —Sonríe. —Me voy


mañana, sólo son seis meses, y volveré antes de que te des
cuenta. ¿De acuerdo?

Es casi demasiado para asimilarlo. Me desplomo en mi


silla y dejo que mis ojos se concentren en la nada mientras
intento procesar.

La cárcel. Mi padre va a ir a la cárcel por un delito que no


ha cometido. No es lo suficientemente duro venir de Singing
Pines, un maldito parque de remolques donde ni siquiera hay
pinos (y si los hubiera, seguro que no cantarían), ¿ahora mi
padre tiene que ir a la cárcel por lo que hizo otra persona?

—Esto es una pesadilla...

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—No te preocupes, cariño —dice mi padre. —Mi amigo Dax
vendrá a cuidarte mientras yo no esté. Asegúrate de que el viejo
Trevor no se pase de la raya.

Frunzo el ceño. —Papá, no necesito que alguien me cuide


mientras tú no estás. Voy a cumplir dieciocho años. Puedo
cuidarme sola.

Papá sacude la cabeza. —Sí, eso no va a pasar. No te voy


a dejar sola aquí sin supervisión mientras yo no esté. Te guste
o no, él vendrá.

Afuera, oigo el sonido familiar del motor de una


motocicleta acercándose. Papá levanta la vista y sonríe.

—De hecho, debería ser él ahora.

—Papá, yo... —empiezo a protestar, pero papá me lanza


esa mirada de advertencia que me hace saber que debo
detenerme, así que lo hago. Se levanta de la mesa, se acerca a
la ventana y mira hacia afuera. Sonríe y se dirige a la puerta.

—Espera aquí. Así te presentaré.

Sale por la puerta, dejándome sentada sola sintiendo los


efectos de un latigazo bastante severo.

¿Mejor amigo? Nunca he oído hablar de este tipo Dax


antes. Su nombre suena como una especie de superhéroe o
agente secreto, ¿y se supone que son mejores amigos? ¿Cómo
es que papá nunca me lo ha mencionado?

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Oigo el sonido de la moto que se detiene en la puerta y
estaciona, espero unos veinte segundos y luego me acerco a la
ventana para ver a mi padre saludando a un hombre
corpulento con una chaqueta de cuero negra. Mi padre mide
algo más de un metro noventa y este hombre, que debe ser
Dax, lo iguala. Dax me da la espalda mientras se dan la mano,
pero veo que mi padre sonríe ampliamente. Empiezan a hablar,
pero sus palabras llegan amortiguadas. Tan silenciosamente
como puedo, presiono mi oído contra el cristal.

—¿Te he oído bien? —pregunta Dax. —¿Dijiste que tu


chica aún no tiene dieciocho años?

—Su cumpleaños es dentro de dos días —responde mi


padre. —Así que relájate. ¿Qué te importa a ti, de todos modos?
No debería preocuparte de todas formas.

Dax suelta una risa profunda y masculina que hace que


sus anchos hombros reboten.

—Oye, tú vas a ir a la cárcel por un delito que no has


cometido, viejo amigo. No necesito darle a la policía ninguna
munición contra mí. ¿Entiendes lo que digo?

—Sí, bueno, mantén tus manos donde todos puedan verlas


y estarás bien —responde mi padre. —Entra y los presentaré a
los dos.

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Rápidamente, me alejo de la ventana y vuelvo a mi asiento
en la mesa justo cuando se abre la puerta y mi padre vuelve a
entrar. Sonrío con mi chocolate caliente y hago lo posible por
parecer una buena hija obediente, pero entonces Dax entra
detrás de él y todo cambia.

Es como si el mundo entero se detuviera.

Ya me he sonrojado antes delante de chicos -sobre todo


con Josh Harrison en séptimo curso, cuando se me cayó el
libro en el pie al entrar en la clase de historia-, pero cuando
mis ojos se posan en Dax, su rostro ardiente y sexy, sus ojos
fieros enmarcados por unos pómulos altos y afilados, y unos
labios deliciosos enmarcados en una mandíbula que parece
haber sido dibujada por un sabio del arte... Siento que un
rubor me recorre todo el cuerpo, un calor arrollador que me
invade de un modo que nunca había sentido en mi vida.

Es rudamente apuesto, debe de tener más de treinta años,


pero aún conserva un encanto infantil cuando me sonríe y me
tiende la mano. Sé que me está diciendo algo -debe ser así
porque sus labios se mueven-, pero mi cerebro no lo procesa.

¡Di algo, tonta!

—¿Becca? —La voz severa de mi padre me saca de mi


estupor inducido por Dax. Mi cuerpo se estremece
literalmente, como cuando te acaban de asustar en una
película. —¿Hay alguien en casa?

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—¿Eh? —jadeo. —Sí, lo siento. Sólo estaba... pensando en
algo.

—Soy Dax —repite Dax, todavía tendiendo la mano. —Soy


el amigo de tu padre de hace tiempo. Estoy aquí para cuidar
de ti mientras tu padre cumple su condena.

Ambos se ríen, pero todo lo que puedo hacer es tomar la


mano de Dax y permitir que la estreche y tratar de no dejar mi
boca abierta mientras le devuelvo la mirada.

—Uh-huh... —consigo responder. —Encantada de


conocerte.

Oh, sí. Cuida de mí, papi. Por favor...

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Capítulo 2
Dax

Esto es malo.

Muy, muy, muy malo.

Si hubiera sabido lo increíblemente sexy que era la hija de


Jerry, nunca habría aceptado cuidarla. ¡Maldita sea, él debería
habérmelo dicho!

¿Pero cómo habría sido esa conversación?

—Oye, Dax, necesito que cuides a mi increíblemente sexy


hija mientras estoy en la cárcel, ¿de acuerdo? Sí, pronto
cumplirá dieciocho años y tienes que mantener tus manos
lejos de ella durante seis meses mientras vives en el remolque
con ella. ¿De acuerdo, amigo? ¡Nos vemos!

Sí, ninguna posibilidad. Hizo lo que tenía que hacer; le


pidió a su viejo amigo -yo- que lo ayudara en un aprieto, y

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ahora tengo que hacer lo más responsable y cumplir como un
hombre.

Pero Dios, será casi imposible hacerlo.

En el momento en que la vi, supe que estaba en un aprieto.


Inmediatamente sugerí llevar a Jerry a una cena de despedida
sólo para poder salir de ese remolque y alejarme de Becca y
sus turgentes tetas y su increíble culo.

Y Jesús, esos ojos... ¿me estaba dando señales allí atrás?


Cuando me presenté a ella, fue como si no me escuchara. He
tenido muchas chicas coqueteando conmigo antes, y
ciertamente sentí que eso era lo que estaba pasando.

¡Pero si ni siquiera tiene dieciocho años! Ella no puede


saber lo que estaba haciendo.

Llevé a Jerry fuera e hice todo lo posible para no pensar en


la tentadora que me esperaba en su remolque. Pero por mucho
que lo intentara, ese dulce cuerpo suyo seguía invadiendo
todos mis pensamientos, y cuando lo llevé a casa y me invitó a
una cerveza, tuve que asegurarme de que la tomáramos fuera,
donde ella no estuviera.

Debería haber estado pensando en que mi amigo iba a


pasar seis meses en la cárcel por un delito que no había
cometido, pero lo único en lo que podía pensar era en las

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horribles y sucias cosas que quería hacerle a su hija y en cómo
iba a intentar evitar hacerlo mientras él no estuviera.

Luego, por la mañana, lo llevé a la cárcel. Fue la despedida


más dura de mi vida. No sólo porque sabía lo que significaba
para Jerry, sino porque sabía lo que significaba para mí.

Ahora, mirando el remolque de Jerry, sabiendo que no


tengo otra opción que ir allí y cumplir con las
responsabilidades que asumí, tengo que enfrentar los hechos...

—Estoy jodido.

He evitado venir aquí todo el día. Me tomé la tarde


revisando mi apartamento con un peine de dientes finos sólo
para asegurarme de que había apagado todo, que no había
dejado nada allí que necesitara, y luego hice un ajuste en mi
moto para que funcionara perfectamente.

Le envié un mensaje a Becca para informarle de que


llegaría tarde. Me contestó diciendo que había un problema
con el fregadero que necesitaba que mirara 'de inmediato', pero
le dije que no usara el agua de la cocina hasta que yo llegara.

Si no lo supiera, pensaría que se estaba inventando una


excusa para que fuera antes...

—No puedo hacer esto —murmuro mientras miro


fijamente el remolque de Jerry. El solo hecho de saber que está
allí me hace ponerme cachondo por debajo de los vaqueros. Ya

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es bastante malo que sea la única hija de Jerry, ¡pero si ni
siquiera es legal todavía! Su cumpleaños es pasado mañana, y
aunque de alguna manera perdiera todo el control de mí
mismo, no pretendo terminar en una celda allí con mi amigo,
que sin duda sería mi enemigo cuando se enterara de por qué
estoy allí.

En ese momento se abre la puerta del remolque y aparece


Becca. Está sonriendo, y no lleva más que un pantalón corto
de gimnasia y un crop top amarillo con tirantes. Tampoco lleva
sujetador...

Sonríe y saluda, pero sus pechos rebotan hacia arriba y


hacia abajo y tiran de mis ojos de una forma que cualquier
hombre de sangre roja entendería. Siento que mis niveles de
testosterona suben y mi sangre empieza a fluir como si me
preparara para una pelea. Dios, ella es increíble.

Su cara es como un retrato de la belleza, pero su cuerpo


gotea de atractivo sexual. Necesito toda mi fuerza de voluntad
para apartar mi mirada de ella.

—¡Hola, Dax! —grita con la voz más adorablemente


inocente que he oído en mi vida.

Sí, inocente porque ella es inocente, ¡tonto! pienso mientras


me echo la bolsa al hombro y me dirijo al remolque,
manteniendo los ojos en el suelo delante de mí, haciendo lo

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posible por no pensar en el color de las bragas que lleva bajo
esos pantalones cortos, o si lleva alguna.

La rozo y me dirijo al interior, percibiendo su olor al pasar.


Una especie de acondicionador para el cabello que se instala
instantáneamente en mis pulmones y en mi mente como un
recuerdo que sé que no podré olvidar pase lo que pase a partir
de ahora.

Hace un pequeño e incómodo chillido detrás de mí cuando


paso junto a ella: —¿Dax? ¿No vas a saludarme?

No quiero ser maleducado, pero tampoco quiero entablar


conversación con ella. Esta noche no. Simplemente no puedo.

Tiene diecisiete años, por el amor de Dios. Ya es bastante


malo que Jerry me haya involucrado con ella, para empezar,
pero no voy a caer en el error de perder el control de mis
acciones, así que sacudo la cabeza y voy directamente a la
habitación de su padre, que será la mía hasta que termine su
condena.

—Estoy cansado —respondo sin girarme. —Me voy a ir a


la cama. Nos vemos mañana.

Hace otro sonido, un sonido de evidente decepción que


toca mi fibra sensible, pero sigo caminando, directamente por
el estrecho pasillo del remolque hasta la habitación. Cierro la
puerta tras de mí, dejo el bolso y me derrumbo en la cama.

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—Joder...

Sí, esto va a ser aún más difícil de lo que pensaba.

***
El resto del día pasa lentamente. Oigo los pasos
amortiguados de Becca moviéndose por el remolque desde el
salón a la cocina, a su habitación y luego de vuelta al salón,
donde pasa la noche viendo la televisión. Incluso la oigo hacer
lo posible por arrastrarse por el pasillo hasta la puerta de mi
habitación. No sé qué demonios está tramando, pero debe
pensar que no la oigo andar de puntillas por ahí.

Me quedo donde estoy, me salto la cena y al final consigo


dormirme, pero me despierta alrededor de la medianoche el
sonido de la voz de un hombre en la puerta del exterior.

Me levanto al instante y salgo de la habitación para ver a


Becca en medio de una discusión con alguien que intenta
entrar por la fuerza en el remolque.

—¡No! ¡He dicho que no puedes entrar! Tienes que salir de


aquí!

Durante un breve segundo, un terrible pensamiento entra


en mi mente: ¿un novio?

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Pero entonces se gira hacia mí, y veo la expresión de su
cara y me doy cuenta de que eso es completamente erróneo.
Sea quien sea, Becca no lo quiere aquí.

—Deja de hacerte la difícil —responde el tipo, arrastrando


las palabras, evidentemente borracho como una cuba. —Sólo
admite que lo quieres y déjame entrar. Sé que tu padre se ha
ido, ¿cuál es el problema?

—¡Yo soy el problema! —Me acerco a Becca a grandes


zancadas y veo a un enjuto matón de mala muerte con una
camiseta blanca manchada y los dedos sucios enroscados en
una cerveza, de pie en los escalones, con los ojos vidriosos
mirando a Becca con la lujuria de un perro en celo. Cuando
me ve, se ríe.

—¿Y quién eres tú? ¿Su hermano mayor?

Me pongo delante de Becca, impidiendo que la vea, y la


miro a sus preciosos e inocentes ojos. —Ve a tu habitación. Yo
me ocuparé de esto.

Becca asiente y me mira con una confianza que me


atraviesa el pecho. —De acuerdo.

La veo irse, sus caderas balanceándose mientras se aleja


de puntillas hacia su habitación. Lleva un par de pantalones
cortos como los que usan las chicas para dormir, tan cortos
que la hendidura de su culo se asoma. Espero a que cierre la

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puerta de su habitación antes de volver a dirigirme al imbécil
borracho.

—¿Quién demonios eres tú? —gruño.

—Whoa —se ríe el imbécil, derramando cerveza mientras


levanta las manos como si lo estuviera apuntando con una
pistola. —Soy Trevor, amigo. ¿Quién eres tú? Nunca te he visto
por The Pines antes...

—Soy nuevo. Estoy reemplazando al Sr. Malone mientras


no está. Piensa en mí como si fuera él mientras está ausente.

—Ah, así que tú eres el nuevo bloqueador de pollas, ¿eh?

Una oleada de ira se eleva en mí como un cohete


estallando. Me abalanzo sobre él, lo agarro por la camiseta de
tirantes y lo atraigo hacia mí. Apesta como un trapo viejo y
húmedo que se ha utilizado para limpiar el desastre de la fiesta
de anoche.

—Escúchame, pequeño pedazo de mierda —gruño,


enseñándole los dientes. —Si te vuelvo a oír hablar así de
Becca, te romperé la cara. ¿Me entiendes?

—J-Jesús... —balbucea.

—Voy a decir esto una vez. —No necesito que me cuenten


toda la historia para saber que este tipo ha estado molestando
a Becca durante un tiempo, y eso va a terminar esta noche. —
Estoy aquí ahora. Las cosas están cambiando. Te veo cerca de

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ella otra vez, y te arrepentirás. Asiente con la cabeza si lo
entiendes.

Trevor abre la boca para hablar, pero le levanto un dedo


en la cara.

—He dicho que asientas si me entiendes.

Se detiene, enfoca sus ojos ebrios en mí, y luego asiente


lentamente.

—Bien —respondo. —Ahora vete de aquí y no vuelvas.

Por suerte para él, Trevor lo entiende y, aunque tarda unos


segundos, termina dándose la vuelta y alejándose, tropezando
con él mismo mientras avanza. Lo observo hasta que se va,
respirando con dificultad, tratando de comprender las
emociones que me invaden.

Nunca en mi vida había sentido tanta posesividad,


especialmente por una chica que acabo de conocer. Apenas he
estado en presencia de Becca durante más de unos minutos, y
es como si ella significara para mí más que nada en el mundo.
La sola idea de que esa basura la molestara, y mucho más que
le pusiera las manos encima, me tenía al borde de una furia
total e incontrolable.

Incluso ahora, de espaldas al remolque, es como si pudiera


sentir su presencia detrás de mí como un tesoro radiante, algo
de extremo valor que debe ser protegido a cualquier precio. Y

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esto va más allá de mi amistad con su padre; es algo que ocurre
en lo más profundo de mi alma.

—Joder —me maldigo mientras vuelvo a entrar.

—¿Se ha ido? —La voz de Becca a mi izquierda me hace


girar. La veo asomar tímidamente la cabeza desde su
habitación.

—Sí. —Asiento con la cabeza. —Vete a la cama.

Antes de que pueda continuar la conversación, me doy la


vuelta y vuelvo a mi habitación y cierro la puerta tras de mí.
Apago la luz y me quedo un rato en la oscuridad mientras me
calmo. Cuando miro mi teléfono, veo la hora: 12:45 a.m.

Dios, ahora es legal.

Podría ir directamente a su habitación, despojarla de esos


diminutos pantaloncitos, exponerla desnuda debajo de mí y
hacer lo que quiera con ella. Pero no lo hago. Cierro los ojos,
saco mi polla y me acaricio hasta el clímax, pensando en cosas
terribles y sucias que nunca debería pensar sobre la hija de mi
mejor amigo.

Pero cuando todo ha terminado, y me estoy limpiando, esa


claridad y culpabilidad posterior al orgasmo que normalmente
tiene un hombre... bueno, simplemente no está ahí. No estoy
pensando en que nunca debería haber fantaseado con Becca,
en que debería limpiar mis actos y encontrar a alguien de mi

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edad, o en lo terrible que soy por encontrarla sexy en primer
lugar; en realidad estoy deseando que esté aquí en mi
habitación para poder envolverla en mis brazos y dormirme
con ella.

En lugar de quererla menos, la quiero más.

Hombre, oh hombre, estoy en problemas.

25
Capítulo 3
Becca

Es una sensación muy extraña mirar la puerta de la


habitación de mi padre y sentirme excitada. Casi me hace
sentir perversa, culpable o retorcida de alguna manera, pero
luego me recuerdo que no es mi padre quien duerme hoy ahí
atrás, sino su magnífico, sexy y temible amigo Dax, que ha
venido a protegerme y a cuidarme mientras él no está.

Dax no sabe que anoche estuve mirando por la ventana


cuando se deshizo de Trevor. No sabe lo mucho que me excitó
verlo defenderme de esa manera o cómo apenas pude dormir
anoche pensando en el despliegue de masculinidad cruda y
desenfrenada que hizo ahí fuera. Y lo peor es que no puedo
quitarme de la cabeza que todo fue por mí.

Me desperté cuando el sol apenas se asomaba por el


horizonte, sintiendo calor y molestias y cosquilleos por todo el
cuerpo. Me di una ducha más fría de lo normal, pero no tuvo

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ningún efecto sobre las sensaciones extrañas que recorrían mi
cuerpo.

Pasé media hora maquillándome y luego otros veinte


minutos tratando de pensar qué ponerme para él. Finalmente,
me decidí por unos pantalones cortos como los que llevaba
anoche, pero de color verde lima en lugar de rojo, un par de
calcetines altos a rayas y una sencilla camiseta blanca. Es
grande y cómoda, pero también ha sido lavada tantas veces
que es prácticamente transparente, y no llevo sujetador
debajo.

Es perfecto. Si Dax dice algo, que no lo hará, puedo decirle


que los calcetines son porque tengo los pies fríos y que la
camiseta es muy cómoda. Pero, por supuesto, no dirá nada
porque es el mejor amigo de mi padre y sería irrespetuoso por
su parte comentar lo que llevo puesto.

Pero se dará cuenta. Quiero que se dé cuenta.

Quiero que arrastre sus ojos por cada centímetro de mi


cuerpo y que luego haga algo al respecto. No sé qué. No podría
decirlo. Nunca he tenido una experiencia real con un chico
antes, y mucho menos con un hombre de verdad como Dax. Lo
único que sé es que el mero hecho de estar en su presencia ha
despertado un lado femenino en mí que no sabía que existía, y
no puedo dejar de pensar en hacerle la comida, plancharle la
ropa o masajear su enorme y musculosa espalda.

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¿Qué me pasa? pienso mientras cambio de posición en el
sofá. Debería estar pensando en cómo le va a mi padre en la
cárcel, no en si a Dax le gustan los huevos revueltos o pasados.

En ese momento, se abre la puerta de la habitación de mi


padre y Dax sale con unos pantalones cortos de gimnasia y
una camiseta de tirantes estirada sobre los músculos de su
pecho. Nunca me había dado cuenta de lo grandes que eran
los músculos de sus brazos hasta este momento.

¿Hace ejercicio o está genéticamente dotado? No me


imagino a un hombre como Dax yendo a un gimnasio.

—Buenos días —dice simplemente al entrar en la


habitación. —Y feliz cumpleaños. Yo... no te he comprado
nada.

—¡Oh, gracias! Está bien, no esperaba que lo hicieras —


respondo alegremente. —Y siento mucho lo de anoche. Ese es
Trevor, y siempre me ha estado atosigando y...

—No lo hagas —interrumpe Dax sacudiendo la cabeza. —


No te disculpes nunca por las acciones de los tipos imbéciles.

Eso me hace sonreír, y hago lo posible por no sonrojarme


cuando capto sus ojos recorriendo mi cuerpo mientras
comprueba mi atuendo.

Está funcionando...

—¿Quieres desayunar? —me pregunta.

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—¡Oh, no! —respondo, levantándome de un salto. —Yo lo
prepararé. ¿Cómo te gustan los huevos?

Agarro rápidamente una sartén y la pongo en el fuego. Dax


ladea la cabeza y me examina como si hubiera perdido la
cabeza.

—¿Qué? —pregunto.

—¿Sabes cocinar?

—No te hagas el sorprendido —respondo. —Mi padre me


enseñó algunas cosas.

Dax sonríe, y yo prácticamente me derrito por dentro.

—Revuelto está bien —dice.

—Así es como me gusta a mí también. ¿Las grandes


mentes piensan igual?

Dax no responde. Se dirige al armario y saca el pan, luego


va a la nevera y encuentra la mermelada. —¿De fresa está
bien?

—Mi favorita —digo mientras empiezo a revolver los


huevos. —También puedo hacer tocino.

—Eso sería genial. Pero tienes que dejarme ayudar...

—No, no tengo que hacerlo —respondo rápidamente. —Ve


a sentarte allí en la mesa y déjame cocinar. Es lo menos que

29
puedo hacer por lo que hiciste anoche, por todo lo que estás
haciendo incluso estando aquí y cuidando de mí.

Una vez más, Dax sonríe y toma asiento en la mesa, y mi


estómago se llena de burbujas mientras un sentimiento de
orgullo me recorre. He preparado el desayuno para mi padre
antes, pero nunca para nadie más, y menos para un hombre
tan asombrosamente apuesto como Dax.

Por la cantidad de miradas que le dirijo, casi termino


cocinando demasiado los huevos, pero consigo salvarlos justo
a tiempo y ponerlos en los platos, que llevo a la mesa junto con
las tostadas y la mermelada. Luego me acerco a la nevera y
saco el zumo de naranja. Prácticamente puedo sentir los ojos
de Dax sobre mí mientras camino, ¿o es solo mi imaginación?

¿Estoy deseando que me desee, o realmente se siente


atraído por mí?

Ciertamente, un hombre de su edad, con su buena


apariencia, no estaría interesado en una chica joven e
inexperta como yo. Quiero decir, ¿qué tengo yo realmente que
ofrecer, aparte de algo de comida para el desayuno y tal vez un
plato de pasta o dos? Además, le prometió a mi padre que me
cuidaría, no que me miraría.

—Buenos huevos —dice Dax mientras da su primer


bocado.

30
—Gracias —respondo. Entonces, —¿Cuántos años tienes?

La pregunta se me escapa y me arrepiento al instante. Es


el tipo de cosa que una adolescente podría preguntarle a un
chico que acaba de conocer mientras recorre un campus
universitario; definitivamente no es una pregunta apropiada
para el mejor amigo de su padre.

Dax frunce el ceño y luego, casi divertido, levanta las cejas


hacia mí. —¿Por qué lo preguntas?

—Um, no lo sé —balbuceo, tratando de encontrar una


buena razón para mi pregunta idiota. —Papá mencionó que se
conocían de antaño, así que me preguntaba si tenían la misma
edad.

—Ah. —Dax sonríe. Sí, no hay manera de que se haya


creído eso. —Bueno, tu padre es unos años mayor que yo.
Tengo treinta y ocho.

Treinta y ocho...

¿Estoy loca por pensar que es el número perfecto? Sólo con


mirarlo ahora... está tan lejos de los chicos que he tenido que
aguantar por aquí, chicos como Trevor que parece que sólo
saben burlarse y acosar y molestar cuando están borrachos.

No hace ni un día que conozco a Dax y ya me da la misma


sensación de seguridad que tengo cuando estoy cerca de mi
padre. Sólo que hay algo más dentro de mí que definitivamente

31
no existe cuando mi padre está cerca, y cuando Dax me mira
desde el otro lado de la mesa, esa sensación sigue creciendo.

Es tan... intenso, pero también tan calmado al mismo


tiempo.

Nunca he estado con un hombre; siempre he sido


demasiado tonta y torpe, pero los pensamientos y las fantasías
empiezan a recorrer mi mente sin previo aviso. Pensamientos
sobre cómo podría cocinar para él y luego mostrarle mi cuerpo
mientras me inclino sobre el fregadero para limpiar y fregar los
platos, o cómo podría desabrochar sensualmente cada botón
de su camisa después de que entrara en casa tras un duro día
de trabajo, cómo podría mirarlo a los ojos y hacerle saber
exactamente lo que estoy pensando...

Pero, por supuesto, conociendo mi suerte y mi forma de


hacer las cosas, acabaría pareciendo que me esfuerzo
demasiado en el fregadero y quedaría como una tonta, o me las
arreglaría para estropear su camisa mientras intento
quitársela del cuerpo, y él se reiría y me miraría como la chica
torpe, desesperada e inexperta que soy.

Pero me las arreglé para hacer el desayuno, ¿no? Tal vez


pueda aprender a ser más de lo que soy. Tal vez pueda dejar
de ser una niña tonta y aprender a ser una mujer.

32
—El hecho de que tu padre vaya a la cárcel me ha dejado
con el culo al aire —comenta Dax. —Debe haberte dejado de
piedra a ti también.

—Sí. —Asiento con la cabeza. —Él esperó hasta el último


momento para decírmelo.

—¿Te dijo que era inocente?

—Sí. Le creo.

—Yo también —responde Dax. —Aunque eso no te ayuda


mucho, ¿verdad?

—No —suspiro. —He estado pensando en conseguir un


trabajo en la cafetería. Ya sabes, para ganar algo de dinero
mientras él está fuera.

Dax sacude la cabeza y me mira con firmeza. —Eso no va


a pasar.

La intensidad de sus ojos es casi aterradora, pero entonces


las comisuras de los labios de Dax se tuercen en una pequeña
sonrisa.

—Becca, no vas a trabajar —dice. —Al menos no mientras


yo esté cerca.

—Pero... ¿qué pasa con el dinero? ¿Qué voy a hacer


para...?

33
—Yo me ocuparé de ti. —Sonríe. —Tengo dinero por ahora
y puede que tenga mucho más en breve. Así que ni se te ocurra
pensar en ir a esa cafetería de mala muerte y conseguir un
trabajo, señorita. No me importa lo buenos que puedas hacer
los huevos. ¿Me entiendes?

Las palabras de Dax me envuelven como una cálida manta


y mi cara empieza a calentarse. Asiento con la cabeza y miro
hacia otro lado antes de empezar a sonrojarme por completo.
Terminamos la comida en silencio y llevo los platos al fregadero
y empiezo a lavarlos.

Esto es todo, pienso. Quizá pueda llevar esto adelante.

Aunque no tengo ni idea de lo que estoy haciendo,


mientras restriego los platos, muevo las caderas de un lado a
otro y arqueo la espalda mucho más de lo necesario. De hecho,
me arqueo hasta que me duele, haciendo todo lo posible por
imitar lo que hacen esas chicas sexys y seguras de sí mismas
en Instagram. Puede que esté fracasando estrepitosamente,
pero saber que Dax está detrás de mí y que probablemente me
está mirando me hace hacer cosas que nunca haría en
circunstancias normales.

Se aclara la garganta y yo frunzo los labios, intentando no


sonreír.

¿Funciona? ¿Va a acercarse a mí por detrás y hacer un


movimiento? ¿Me va a decir lo sexy que cree que soy?

34
—Oye, Becca, tengo que salir un rato —dice Dax,
poniéndose rápidamente en pie y agarrando las llaves. Me giro.

—¿De verdad? ¿Por cuánto tiempo?

—No estoy seguro. Tengo que ocuparme de algunos...


asuntos. Puede que me lleve todo el día. Dejé mi número de
móvil en el mostrador. Si me necesitas, llámame. Volveré más
tarde.

—De acuerdo, te veré pronto...

Pero antes de que pueda sacar las palabras de mis labios,


Dax está saliendo por la puerta y lanzando una pierna sobre
su motocicleta. El motor se acelera y se aleja dejando una nube
de humo a su paso.

Me desinflo como un globo.

No, tan torpe como siempre.

***
Me paso todo el día deprimida en el remolque
compadeciéndome de mí misma, preguntándome cuándo va a
volver Dax.

Se pierde el almuerzo, así que me hago un sándwich de


pavo bastante terrible y veo la televisión hasta la hora de la
cena. Una parte de mí quiere cocinar para que él tenga algo

35
que comer cuando llegue a casa, pero ni siquiera sé cuándo
volverá, así que me hago unos macarrones con queso y acabo
de nuevo en el sofá esperando y preguntándome.

¿He ido demasiado lejos?

—Dios, ¿por qué soy tan torpe? —gimoteo, levantándome


y colocando bruscamente mi plato en el fregadero. Ya lo lavaré
más tarde. Vuelvo al sofá y me dejo caer como una piedra. —
¿Qué me pasa? ¿Por qué no puedo...?

Y entonces lo oigo: el sonido de la motocicleta de Dax que


se acerca a la puerta. De repente, cada centímetro de mi
cuerpo se tensa, lo que hace casi imposible fingir que estoy
relajada en el sofá cuando él entra, un poco sudado, pero con
un aspecto estupendo.

—¿Hay alguien aquí? —pregunta.

—¿Qué? Oh, no. Sólo estaba... hablando con la televisión


—miento, sin querer admitir que estaba despotricando contra
mí misma sobre lo torpe que soy, y así parecer aún más torpe
ante el hombre del que estoy absolutamente obsesionada.

Su pecho sobresale y parece que está a punto de


arrancarse la camisa con su siguiente movimiento. Me observa
un momento y luego va al lavabo y se lava las manos. No puedo
dejar de mirarlo. Cada pequeño movimiento hace que sus
músculos se flexionen y que mi imaginación se dispare.

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—¿Has tenido un buen... día? —pregunto, estirándome en
el sofá, sintiéndome tan torpe como siempre, pero haciendo lo
posible por parecer sexy y segura de mí misma, como una de
esas chicas que nunca seré.

Dax me mira. Cierra el grifo y toma un trapo para secarse


las manos, mientras sus ojos recorren mi cuerpo,
examinándome como un médico. Siento que mi cara se
calienta de nuevo. Cada centímetro de mí, de hecho.

¿Por qué no puedo tener confianza y decirle lo que quiero?

¿Por qué no puedo simplemente encontrar sus ojos con los


míos y darle una mirada que le diga te deseo?

—Tenía que irme —dice, tirando el trapo en la encimera


mientras se acerca al sofá.

¿Veo un bulto en sus vaqueros?

Nuevos impulsos fluyen a través de mí, tomándome por


sorpresa.

Quiero abrir las piernas para él, mostrarle las partes más
íntimas de mi cuerpo. Quiero levantarme el top para él,
presentarme ante él como un regalo y decirle: —¡Tómame! Haz
lo que quieras conmigo.

Pero no tengo las agallas para hacer algo así. Apenas


puedo mantener la compostura en este momento y evitar salir

37
corriendo hacia mi habitación porque me intimida lo sexy que
es mientras se acerca y se coloca a sólo unos metros de mí.

—Tenía que irme —repite. —Pero... no quería.

Oh, Dios mío.

¿Qué me está pasando?

¿Qué es este calor que florece entre mis muslos? ¿Por qué
mi corazón se acelera como si acabara de terminar un sprint?
¿Por qué tengo sofocos que empiezan en los dedos de los pies
y suben hasta las mejillas?

Dax me mira, con los ojos entrecerrados y una expresión


entre el ceño y la sonrisa.

¿Está esperando que diga algo?

—¿Tú... no lo hacías? —Apenas puedo hablar, estoy


temblando tanto.

Lentamente, sacude la cabeza y da otro paso adelante.

Dios mío. Ahora está casi encima de mí, imponiéndose


como un guerrero musculoso.

Ni siquiera sé qué hacer ahora. Lo único que puedo hacer


es mirarlo como un conejo indefenso acorralado por un
cazador.

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—Soy un buen hombre, Becca —dice tras una larga pausa.
—Quiero que lo sepas.

—De acuerdo —respondo, tragando con dificultad.

—Pero tú... —Arrastra sus ojos por mi cuerpo y luego se


lame lentamente el labio inferior. —Me das ganas de ser muy,
muy malo.

Se acerca con una velocidad cegadora y, de un tirón, me


encuentro entre sus brazos.

Sí. Oh, sí.

39
Capítulo 4
Becca

Mi corazón se detiene, vuelve a empezar, luego late con


fuerza y pesadez, cada latido como un tambor resonando
dentro de mi pecho.

¿Esto está sucediendo realmente? me pregunto. Entonces


siento que me levantan, me hacen girar y me depositan de
nuevo en el sofá. Siento el cuerpo firme, cálido y musculoso de
Dax contra el mío, y respiro su aroma en lo más profundo de
mis pulmones y me doy cuenta de que sí, sí está sucediendo.

Mi pulso salta, se acelera, enviando calor por todo mi


cuerpo. No tengo ni idea de qué hacer en una situación así. Por
suerte, Dax toma la iniciativa.

—Eres hermosa, ¿lo sabes? —Es una pregunta, pero por


la forma en que me lo dice, puedo decir que no busca una
respuesta. Y eso es bueno, porque no hay manera de que le dé
una ahora mismo. Lo único que puedo hacer es mirarlo a los

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ojos, esos ojos azules que parecen ver dentro de mí, mientras
me rodea la cintura con un brazo y me acerca.

Me besa, y es como si mi ser, mi esencia, se elevara al cielo


como si estuviera en un cohete rumbo a la luna.

Mi primer beso...

Y no podría imaginar que fuera con un hombre mejor.

Puede que nos acabemos de conocer, pero de alguna


manera siento que esto estaba destinado a suceder, como si
hubiera estado esperando durante mucho tiempo a que él
hiciera su movimiento. Es como si estuviéramos enlazados
cuando sus labios presionan contra los míos. Tal vez esté loca,
pero eso es lo que siento mientras dejo que mi boca se abra
para aceptar su lengua.

La cabeza me da vueltas por lo mucho que lo deseo. Mi


lujuria alcanza nuevas cotas cuando separa sus labios de los
míos y empieza a bajar por mi cuello, con el suave calor de su
aliento acariciando todo mi cuerpo.

Sé que está mal, pero de alguna manera eso hace que se


sienta aún más correcto.

—Yo... wow —consigo gemir. Vuelve a acercar sus labios a


los míos y siento su sonrisa en ellos.

—¿Te gusta eso? —pregunta. Lo único que puedo hacer es


asentir.

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Más de lo que jamás podrás saber.

Ojalá tuviera palabras para expresar lo que siento en este


momento, pero Dax me está dominando de la forma más
deliciosa posible. Sus ojos me miran con intensidad mientras
se levanta sobre uno de sus musculosos brazos y desliza el otro
por mi camiseta hasta tocar mis pechos.

Jadeo ante su toque, el primer hombre que me toca ahí.

Así que esto es lo que se siente, pienso mientras mis


hormonas se disparan. Claro que he sentido deseos sexuales
antes, incluso frustración a veces, pero nunca nada como esto.
Es como si el toque de Dax hubiera enviado mi cuerpo a un
lugar nuevo. Puedo sentir la humedad entre mis muslos y el
deseo desesperado de ser llenada, una sensación tan fuerte
que ni siquiera podría expresarla con palabras si lo intentara.

Hay una atracción gravitacional ahí abajo, empujando


hacia Dax, rogando por su toque, desesperada por que tome el
control como el hombre que es y me utilice plenamente como
la mujer en la que me he convertido recientemente. Mi pulso
se acelera. Mi cuerpo grita. Mi espalda se levanta del sofá,
haciendo cualquier cosa para estar más cerca de él.

Dax me agarra de la muñeca y guía mi mano entre sus


piernas, colocando mi mano en el grueso bulto bajo sus
vaqueros. Todas las sensaciones en mi interior aumentan de
algún modo, algo que no habría creído posible.

42
Está muy duro ahí abajo, y eso es gracias a mí...

No puedo evitar que una sonrisa tonta se dibuje en mis


labios. ¿La tonta y torpe yo ha tenido tal efecto en un hombre
como Dax? Es como un cuento de hadas hecho realidad.

—Eso no debería estar así —sonríe Dax, con su voz grave


y feroz. —Eres la hija de mi mejor amigo y no debería estar todo
duro por ti, Becca. Pero... no puedo evitarlo. Me conviertes en
un perro. No puedo controlarme.

Las palabras de Dax me encienden por dentro, llenándome


de un orgullo que nunca antes había sentido. Una cosa es ser
atosigada por borrachos como Trevor, pero otra muy distinta
es tener este tipo de efecto en un hombre como Dax, un
hombre con el que sin duda innumerables mujeres morirían
por estar.

—Bien —gimoteo. —Me gusta eso... No necesitas


controlarte conmigo.

Dax sonríe. —Es fácil para ti decirlo. Vamos, sácala por


mí.

Mi corazón revolotea con un temblor nervioso que intento


que no se me note en la cara. Por supuesto, hago lo que me
dicen y trato de no tantear su cremallera mientras la bajo. Dax
aspira su estómago e inclina sus caderas hacia atrás cuando
meto la mano en sus bóxers y encuentro el sólido y cálido

43
grosor que sólo puede ser una cosa. Tan suavemente como
puedo, tiro y su polla se libera.

Verla de cerca... bueno, es realmente increíble. La longitud


es asombrosa, pero supongo que no debería sorprenderme.
Tiene todo el sentido del mundo, sólo hay que ver el resto de
su cuerpo. Es gruesa, tan gruesa que empiezo a preguntarme
si realmente cabrá dentro de mí. Gruesa y venosa, con una
corona aún más gruesa en la punta que parece gotear algún
tipo de líquido cristalino hacia mi vientre desnudo.

—Oh, Dios —jadeo, antes de darme cuenta de lo que estoy


diciendo. —No te has... ya... ¿verdad?

Dax deja escapar una pequeña risa, pero luego ve en mi


cara que no estoy bromeando. Su expresión cambia y frunce el
ceño, haciendo que me quede helada. He hecho algo malo. Algo
muy malo.

—Espera, no hablas en serio, ¿verdad? —pregunta.

—Yo...

—Es presemen, Becca —dice como si fuera evidente y yo


debiera saber lo que dice. Y debería, si hubiera hecho esto
antes. —Sabes lo que es, ¿verdad?

—Sí, por supuesto —respondo con mi mejor risa falsa. Por


desgracia, Dax no se cree mi actuación. Se endereza y me mira
con el ceño fruncido.

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—Becca, ¿has... has hecho esto antes?

Mierda.

Podría inventar algo, pero aparentemente no soy la mejor


actriz del mundo, ¿verdad? ¿Y realmente quiero que mi
primera vez con Dax se base en una mentira? Lentamente,
siento que empiezo a desinflarme. Sacudo la cabeza.

—No —admito. —Soy virgen, Dax.

—Mierda. —Dax se levanta y se mueve hacia el asiento del


sofá a mi lado. Observo cómo se guarda dentro de los
pantalones y exhala un fuerte suspiro.

Por dentro, una parte de mí se rompe.

—Yo... lo siento, Dax, ¡no te decepcionaré! —empiezo a


suplicar mientras me levanto y me inclino sobre él. —¿A los
chicos no les gustan las vírgenes? ¿No quieres ser el primero?

Dax niega con la cabeza y levanta una mano. —No es eso,


Becca —responde. —No es que seas virgen, es que... eso me ha
recordado que eres la hija de Jerry. Que se supone que debería
estar aquí cuidándote, velando por ti, y aquí estoy intentando
follarte. Y tú no eres una chica con todo tipo de experiencia,
eres una chica inocente, y yo sólo...

Ni siquiera me mira. Sus ojos están fijos en la pared frente


a nosotros mientras se sube lentamente la cremallera de los
pantalones y se abrocha el botón superior.

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Mi cuerpo sigue en un estado de excitación desenfrenada.
Prácticamente me muero de ganas de que me toque mientras
me arrodillo junto a él, con los ojos suplicándole que se gire,
me mire y se entregue a sus deseos como sé que quiere hacer.

Pero no lo hace.

—No puedo —dice.

Se levanta rápidamente y camina por el pasillo hacia la


habitación. Lo único que puedo hacer es verlo irse. Una parte
de mí quiere llorar. Me siento rechazada, inadecuada, como si
Dax se hubiera dado cuenta de que no se estaba enrollando
con una chica preciosa, segura de sí misma y con experiencia
como creía, sino que en realidad estaba pasando las manos por
encima de una virgen torpe e inexperta que ni siquiera sabe la
diferencia entre semen y presemen.

Pero otra parte de mí desea aún más a Dax mientras lo veo


cerrar la puerta de la habitación de mi padre y cerrarla tras de
sí. Dax es todo lo contrario a Trevor y a todos los demás tipos
sórdidos como él; realmente es capaz de controlarse, y eso es
un signo de ser un hombre.

Si tan sólo no hubiera elegido controlarse en ese preciso


momento.

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Capítulo 5
Dax

Apenas duermo. Me despierto a la mañana siguiente


sintiéndome muy culpable.

Es la hija de Jerry, idiota. ¿En qué estabas pensando?

Me masturbo en la ducha, intentando quitarme de la


cabeza lo que pasó anoche, pero eso no hace nada para frenar
mi apetito por la diosa que vive al final del pasillo.

Sus ojos, su preciosa cara, sus dulces tetas y su esbelta


cintura, y la forma en que sus labios se apretaron contra los
míos... es la perfección absoluta, y no se puede negar. Cuando
estaba encima de ella, besándola, a punto de hacerla mía,
nunca me había sentido más hombre. Estaba volando con la
droga que es Becca, pero entonces llegó la revelación, y todo se
vino abajo.

—Una virgen... —murmuro para mí mismo mientras miro


al techo.

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En otras circunstancias, estaría extasiado, tal y como
Becca pensaba que estaría. ¿El único hombre que ha estado
dentro de ella? Dios, ser así de afortunado. Pero cuando pensé
en el hecho de que ella era así de inexperta, y que había sido
Jerry, mi mejor amigo desde hace mucho tiempo, quien había
estado cuidando de ella y manteniendo a todos los tipos de
mierda lejos de ella durante todo este tiempo, fue como un
balde de agua helada en la cara.

La realidad de la situación se impuso, y ya no tenía mis


manos sobre la mujer más sexy que había visto en mi vida;
tenía mis manos sobre la hija de Jerry. En momentos como ese
es cuando desearía no tener conciencia.

Ahora, sin duda, he herido sus sentimientos, pero esto es


lo correcto. Le hice una promesa a Jerry, y tengo la intención
de mantenerla. Sólo tengo que encontrar la manera de
explicárselo a Becca para que lo entienda.

Puedo hacerlo, ¿verdad?

Respirando profundamente, abro la puerta y me dirijo a la


cocina, esperando encontrar a Becca desayunando sin mí.
Para mi sorpresa, no la encuentro allí. Tampoco está en el sofá.
Me dirijo a su habitación y llamo, pensando que tal vez todavía
esté allí, pero no responde. Empezando a preocuparme, vuelvo
a la cocina y saco el teléfono para llamarla cuando veo un trozo

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de papel arrancado de un cuaderno en la encimera. En él hay
una nota que dice:

He ido a pasar el rato con Trevor. Vuelvo más tarde.

-Becca

—¿Qué demonios? —Suelto la nota y la aprieto en el puño,


mientras una oleada de ira se apodera de mí como un volcán
a punto de estallar. —¿Trevor?

Me está provocando. Tiene que ser eso. No hay forma de


que salga con ese hijo de puta por voluntad propia. Esto es un
castigo por lo que hice anoche, pero de ninguna manera voy a
dejar que pase un segundo más con él. Agarro el teléfono y
llamo a su número.

Para mi sorpresa, oigo el sonido del timbre de la habitación


de Becca. Abro la puerta y encuentro su teléfono sobre su cama
perfectamente hecha, con mi nombre en el identificador de
llamadas como si se burlara de mí. Ha tenido mi número en su
teléfono todo este tiempo. Jerry debe habérselo dado.

—Joder —gruño, terminando la llamada.

¿Hasta dónde va a llevar esto? Me vienen a la mente


visiones de ella volviendo al remolque esta noche y contándome
cómo perdió la virginidad con Trevor. Prácticamente puedo
sentir cómo se eleva mi presión sanguínea mientras mis puños
se convierten en pelotas cerradas a mis lados.

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¿Lo llevaría hasta allí para vengarse de mí? Es difícil de
creer, pero no puedo arriesgarme. Las chicas jóvenes son
impulsivas, y si está realmente enojada conmigo, podría ir y
hacer algo impulsivamente estúpido como acostarse con ese
idiota sólo para vengarse de mí por no haberla tomado cuando
tuve mi oportunidad.

—¡Joder! —Con un gruñido, agarro mi abrigo del gancho,


tomo las llaves y salgo. Intento bloquear esos sucios
pensamientos de mi mente mientras doy una patada al motor
de mi moto y me alejo del remolque. No tardo en preguntar la
dirección de Trevor. Está a unas cuantas calles de aquí, pero
cuando llego y llamo, no es él quien abre la puerta, sino una
rubia en camisón fumando un cigarrillo.

—¿Sí? —pregunta. —¿Puedo ayudarte?

No puedo decir si está borracha o si viene a por mí.

—Estoy buscando a Trevor —le digo.

—Bueno, no está aquí —responde con una sonrisa. —Pero


puedes entrar y esperarlo si quieres.

—Gracias, pero estoy bien...

—Seguro que sí —responde con un guiño. Bien,


definitivamente viene a por mí.

—¿Tienes alguna idea de dónde puede estar tu hijo? —le


pregunto.

50
—¿Qué eres, un policía?

—¿Parezco un policía? —pregunto.

Se encoge de hombros y se ríe. —Cazando. Pescando.


Jugando a los bolos, tal vez. En el río con esa chica Carla...

—¿El río?

—Sí, siempre la lleva al puente —responde ella. —Esa es


la idea que tiene mi hijo de una escapada romántica...

—Gracias —interrumpo, dándome la vuelta y volviendo a


subirme a la moto. La oigo gritar algo tras de mí mientras me
alejo a toda velocidad, pero la ignoro. Es fácil ver de dónde sacó
Trevor su 'encanto'.

Salgo a toda velocidad del parque de remolques y bajo por


la colina hacia el río. No tardo mucho en llegar al puente. Veo
un conjunto de viejas bicicletas apoyadas junto a la barandilla,
me detengo junto a ellas y estaciono. Mientras apago el motor,
oigo el inconfundible sonido de la voz de Becca desde abajo y
me apresuro a bajar la pendiente para encontrarla a ella y a
Trevor sentados incómodamente cerca el uno del otro,
colgando los pies en el agua. Ambos se giran y miran cuando
llego a la esquina del terraplén.

Trevor pone inmediatamente la cara de 'oh-mierda'. Becca,


en cambio, me dedica una sonrisa de satisfacción. Sí,
definitivamente ha planeado esto.

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—Hola, Dax —dice. —¿Qué estás haciendo aquí?

—Vamos —le digo. —Nos vamos a casa.

—¿Nos vamos? —contesta ella, ladeando la cabeza con


una mirada desafiante que sólo puedo suponer que Jerry ha
visto innumerables veces.

—Sí. Nos vamos.

No importa lo que pase entre Becca y yo, nunca dejaré que


esto ocurra.

¿Ella y Trevor? Ni en un millón de años.

Ahora mismo, todo lo que puedo pensar es en rodear su


garganta con mi mano y arrojar su escuálido trasero al río,
donde pertenece, pero eso estaría mal. Él es sólo un peón
inocente en todo esto. Este es el pequeño juego que Becca está
jugando, y él sólo está atrapado en él.

Aún así, será mejor que se mantenga a raya si sabe lo que


es bueno para él.

—Hey, tranquilo, amigo —me dice. —Sólo estamos


pasando el rato, ¿sabes? Todo es inocente.

—¿Qué te he dicho? —le pregunto, mostrando los dientes.


—¿Recuerdas lo que te dije? ¿Que si alguna vez te veía cerca
de ella, te ibas a arrepentir?

52
—Sí, yo... —La voz de Trevor se interrumpe mientras
desvía la mirada. Tengo que reconocer el mérito del chico; sabe
cuándo está vencido y cuándo debe retroceder. —Me acuerdo.

—Bien —digo, volviendo mi atención a Becca. —Ahora


vamos. Nos vamos a casa.

Los ojos de Becca brillan con algún tipo de excitación


mientras me mira. Pasa un momento y se encoge de hombros.

—De acuerdo. Está bien, papá. —Su tono suena


sarcástico, pero sus palabras tocan una fibra sensible en lo
más profundo de mi ser, llevando mi deseo por ella a nuevas
cotas. De repente, mi ira es reemplazada por una lujuria
insaciable. Sólo puedo pensar en la noche anterior, en mi
cuerpo apretado contra el suyo, en mi mano en su camiseta y
en la suya en mis pantalones y en lo cerca que estuve de sellar
el trato.

Dios, quiero arruinarla.

Tengo que ser yo quien lo haga. La sola idea de que otro


hombre, un joven que esté un poco por encima de Trevor, le
quite la virginidad, me produce una rabia tan intensa que
apenas puedo procesarla.

Ver cómo su delicada figura se retuerce y se balancea


mientras se levanta y camina hacia mí hace que mis impulsos
internos entren en guerra. Pero uno de ellos gana, y sé que,

53
sea o no hija de Jerry, ya no hay forma de que me resista a
ella.

Mi necesidad se ha impuesto. Mi lujuria ha ganado.

La tendré ahora sin importar las consecuencias.

—Bonito juego —gruño mientras subimos la colina hasta


mi moto.

—No sé de qué hablas —responde con una sonrisa


diabólica.

—Sube —le digo mientras me deslizo en el asiento de mi


moto.

—Sí, señor —contesta Becca mientras gira una pierna y se


sube a la moto y luego rodea mi pecho con sus delicados
brazos.

Pongo la moto en marcha y me alejo a toda velocidad,


regresando al parque de remolques, sin dejar de tener
pensamientos terribles, sucios y asquerosos para la niña de mi
mejor amigo.

Lo siento, Jerry, pero no deberías haber tenido una hija tan


diosa. Después de todo, sólo soy un hombre.

54
Capítulo 6
Dax

—¿Crees que eres graciosa? —bramo mientras entramos.


—¿Haciendo un pequeño truco como ese?

No esperaba que mi rabia se manifestara, pero cuando


llegamos al remolque y veo a Becca de pie ante mí, rebosante
de atractivo sexual y deliciosa feminidad, no puedo
contenerme. La idea de que Trevor pudiera disfrutar de un
segundo con ella me hace estallar de furia.

Becca se gira hacia mí, con la cara roja, los ojos


entrecerrados y llenos de ira. Joder, es preciosa. Ni siquiera
lleva maquillaje, y por Dios que no lo necesita. Lleva un
pantalón de yoga verde oliva y una camiseta vieja sin
sujetador. No es nada elegante, pero mi cuerpo me pide a gritos
que la tome aquí y ahora, de forma cruda y brutal, y que ponga
un bebé dentro de ella como debería hacer un hombre.

55
—¿Qué te importa? —suelta con rabia. —Tuviste tu
oportunidad anoche, ¿recuerdas? Y la dejaste pasar. ¿Qué te
importa lo que haga o a quién vea ahora?

—Tienes razón —le digo. —Anoche cometí un error. Un


error que no cometeré dos veces.

Me acerco y la agarro con ambas manos por la cintura. Es


tan pequeña que no hace falta fuerza para atraerla hacia mí.
Su cálido cuerpo y sus suaves pechos se presionan contra mí,
avivando el ya ardiente fuego que hay en mi interior hasta
nuevos niveles.

Deslizo las dos manos por su camiseta, tomo sus


hermosos pechos y los aprieto. Unas tetas perfectas,
regordetas, de dieciocho años. Mi polla se pone dura al instante
cuando Becca suelta un gemido que silencio con mis labios.

La beso profundamente, introduzco mi lengua en su boca


y le muestro lo que significa un profundo beso francés. ¿No
sabe nada? Bueno, yo le enseñaré todo. La convertiré en mi
pequeña puta y le enseñaré exactamente cómo complacer a su
nuevo papá, y haré que grite mi nombre y se corra una y otra
vez. Y sabrá que no debe volver a jugar conmigo.

Nuestra lujuria se retuerce entre nosotros mientras


nuestros besos se vuelven cada vez más animales. Aprende
rápido.

56
Agarrando un puñado de su pelo, tiro de su cabeza hacia
atrás y desnudo mis dientes, manteniendo mis labios en suave
contacto con los suyos. —Voy a enseñarte todo, nena. Quieres
eso, ¿verdad?

Su respiración es jadeante y me mira desesperadamente.

—Sí —gime, con los labios fruncidos, pidiendo más


atención de mis labios. Pero no lo va a conseguir. Todavía no.
Tengo otros planes.

Paso mi otra mano por su vientre liso y plano hasta el


dobladillo de sus pantalones y veo cómo cambia su expresión.
Sus ojos se abren de par en par por la anticipación y luego se
llenan de una necesidad casi suplicante cuando me mantengo
donde estoy por un momento. Luego, un largo y prolongado
gemido sale de sus labios mientras aplico presión en su cálido
montículo.

Dios, es como música para mis oídos.

Ningún otro hombre la ha tocado ahí, ni ha escuchado ese


sublime sonido. Es absolutamente embriagador. Puedo sentir
que no lleva bragas. También puedo sentir que ya está mojada.

Estoy muriendo por su coño. Me muero por ver lo que hay


debajo de la fina tela de sus pantalones de yoga. Un gruñido
sale de mi pecho mientras tiro del dobladillo, intentando

57
bajárselos lo antes posible. Pero se enganchan en sus amplias
caderas y me obligan a tirar con las dos manos.

Bajan, y entonces estoy de rodillas ante ella, cara a cara


con el coñito más hermoso que he visto nunca. No está
desnudo, sino enmarcado por un pequeño mechón de pelo
perfectamente recortado sobre su pequeño coñito rosado.

Joder, lo quiero. Quiero arrastrar mi lengua a lo largo de


él, enterrar mi cara en él, pasar horas allí adorándolo hasta
que ella haya experimentado tanto placer que ya no pueda ni
recordar su nombre. —Cristo, es hermoso. —Beso cada uno de
sus muslos interiores, mi polla cada vez más dura, a punto de
explotar en mis pantalones. —Prácticamente ya me estoy
corriendo, nena. ¿Quieres que lo lama?

Por supuesto que sí, pero necesito oírla decir que sí, verlo
en sus ojos.

Me mira y deja que sus piernas se abran ligeramente.


Luego asiente inocentemente con la cabeza, sus ojos llenos de
una traviesa vacilación; sabe que no deberíamos estar
haciendo esto, pero lo desea tanto como yo.

Su aroma femenino me llama a acercarme, y saco la lengua


y la arrastro suavemente por su coño, haciendo que todo su
cuerpo se estremezca con tanta fuerza que tiene que estirar la
mano y apoyarse en la pared.

58
—Dios mío, Dax...

Sonrío contra ella, dejando que sus jugos me mojen las


mejillas y la barbilla mientras le lamo el coño como un perro
hambriento. Sus gemidos son más rápidos y deja escapar un
suave grito cuando empiezo a bailar sobre su clítoris,
acariciándolo suavemente para calentarla antes de ponerme a
trabajarla de verdad.

Su respiración es ahora corta y acelerada, mientras se


estira y enreda sus dedos en mi pelo. Su cuerpo se estremece
como si tuviera frío, y sus suaves muslos se aprietan alrededor
de mi cara mientras aplico más y más presión. La siento cada
vez más cerca mientras atiendo con mi lengua su punto dulce,
dándole a su pequeño coño virgen todo lo que tengo para dar.

Me encanta esto. Al levantar la vista, veo su cara retorcida


de placer, casi en shock por la experiencia que le estoy dando.
Pero esto no es nada. Apenas he empezado. Voy a dejarla
boquiabierta una y otra vez porque este es mi lugar, mostrarle
a Becca cómo es ser manejada por un hombre experimentado
que sabe lo que hace.

Dios, hasta sabe tan dulce como parece. Sus jugos se


derraman por mi barbilla mientras sus caderas comienzan a
moverse salvajemente. Está cerca. Su primer clímax se lo ha
dado un hombre. Y seguiré siendo el único hombre que le haga

59
cosas así. Nadie más pondrá un dedo en el cuerpo de esta
diosa.

—Yo... yo...

Pero Becca no puede ni siquiera terminar la frase. Su


cuerpo se estremece cuando su orgasmo la sacude. Sus
caderas se agitan, pero yo la agarro con fuerza por su culo
perfecto y la atraigo hacia mí, enterrando mi cara en su
montículo mientras se corre, empapando mi cara con su
humedad. Joder, eso es. Podría pasarme toda la vida entre
estos muslos y seguiría sin tener suficiente.

Mueve su cuerpo contra mi barbilla, con gemidos brotando


de sus labios mientras su cuerpo tiembla y se estremece,
sobrellevando su clímax mientras la mantengo cerca hasta que
finalmente se sacude con un estremecimiento que señala la
culminación del primero de los muchos placeres que le daré.
Se desploma hacia delante y se apoya con ambas manos en
mis hombros y deja escapar un profundo suspiro.

—Dax, eso... ha sido increíble.

Me pongo de pie, me limpio los labios con el dorso del


antebrazo y sonrío. —Preciosa, solo estoy empezando. —Miro
el bulto de mis pantalones y vuelvo a mirarla a ella. —Sácala,
como antes.

60
Los ojos de Becca se iluminan cuando se acerca a mis
vaqueros, desabrocha el botón y baja la cremallera. En otro
momento, podría esperar y dejar que ella hiciera todo el
trabajo, pero mi testosterona está en ebullición, así que la
ayudo a bajarme los pantalones.

Mi polla se libera, dura como el acero y apuntando


directamente a su coño como la lanza de un gladiador. Mis
pelotas están a punto de explotar y vaciarse sobre su lindo
montículo si no me meto dentro de ella ahora. Mi pecho se agita
y mi corazón late como un tambor mientras la atraigo hacia mí
y le levanto la camiseta por encima de la cabeza, dejando al
descubierto sus impecables pechos.

—Dios, realmente eres un ángel.

Con delicadeza, casi como si tuviera miedo de hacerme


daño, Becca estira la mano y me toca la polla. Incluso su suave
toque me hace sentir una corriente que casi me lleva al límite.
Joder, va a hacer falta un acto de Dios para que pueda
aguantar una vez que esté dentro de ella.

—Es... es tan grande —susurra.

—Quiero estar dentro de ti —le digo. —No puedo esperar


más. Lo quieres, ¿verdad?

Su asentimiento es tan inocente, tan desesperado y tan


sumiso. —Sí... papi.

61
Ahí está de nuevo, como en el río. Sólo que esta vez no es
'papá' y no es sarcástica; esta vez es 'papi', y lo dice seria. Y yo
soy un hombre sucio, sucio, por amarlo.

Con fiebre por ella, le bajo los pantalones hasta el final,


dejándola desnuda ante mí, y luego me quito los vaqueros y
tiro la camiseta a un lado. Estoy a punto de empujarla hacia
el sofá cuando me viene a la cabeza un pensamiento terrible.

No, Dax. No deberías.

Pero no puedo evitarlo.

Con un rápido movimiento, levanto el pequeño y perfecto


cuerpo de Becca en mis brazos y la llevo por el pasillo hasta la
habitación de su padre. Cuando abro la puerta con la rodilla,
la oigo susurrarme al oído: —Oh, Dios mío...

La coloco en la cama debajo de mí, presionando mi peso


contra ella y rozando con mis labios la suave piel de su cuello,
sintiendo cómo sus piernas se abren para mí. Presiono la
cabeza de mi polla contra su húmedo agujero y le susurro: —
Cállate. Sabes que te encanta.

Siento que sus labios se curvan en una sonrisa mientras


asiente. —Sí, papi.

Dios, me ha convertido en un animal salvaje, loco por


follar. El calor y la humedad de su coño me hacen ver las
estrellas. Sé que debería ir con calma porque es su primera

62
vez, pero lo único que quiero es machacarla hasta que no
pueda pensar con claridad.

—Haré lo posible por ir despacio, nena —le digo


suavemente. —Y facilitarte las cosas, pero si pierdo el control
y es demasiado para ti, dímelo. Siéntete libre de abofetearme o
algo así, ¿de acuerdo?

—¿Abofetearte? —jadea.

Sonrío. —Cualquier cosa para llamar mi atención. ¿Estás


lista?

Becca me mira fijamente, con los ojos llenos de confianza,


y asiente lentamente. —Sí, estoy lista.

Y eso es todo. Presiono mis caderas hacia adelante, más


rápido de lo que debería, y deslizo mi polla en su coño virgen.

Al instante, casi exploto. Es como ser recibido en el cielo.


Suelto un gemido salvaje y la rodeo con mis brazos,
atrayéndola hacia mí mientras le clavo mis centímetros. Hay
una sensación de presión y luego de liberación cuando hago
estallar su cereza. Becca se queja, gime y grita mi nombre
cuando entro hasta el fondo y me entierro dentro de ella.

Es mía. Ahora es mía.

Un extraño dolor me recorre el pecho y me doy cuenta de


que no he respirado. Tomo aire, lleno los pulmones y empiezo
a empujar. Cada embestida es la sensación más increíble que

63
he sentido en mi vida, eclipsando la anterior, llevándome cada
vez más alto como un cohete que nunca se quedará sin
combustible.

Dios, esto está sucediendo realmente. Realmente estoy


desflorando a la hija de Jerry después de todas las promesas
que hice de que mantendría mis manos lejos de ella. Joder. Soy
un viejo sucio, y he cruzado una línea de la que nunca podré
volver.

Pero ahora no puedo pensar en eso. Todo lo que puedo


pensar es en la placentera sensación que me envuelve, en las
cuerdas invisibles que nos unen a Becca y a mí mientras me
deslizo dentro y fuera de su empapado agujero.

—Dax. —El gemido de Becca es miel en mi oído. Beso su


cuello hasta que mis labios encuentran los suyos, y luego
deslizo mi lengua en su boca, uniéndonos aún más mientras
muevo mis caderas, bombeando mi polla en su delicado coño.
Ella me rodea con las piernas, acercándome aún más.

Su apretado coño está ordeñando mi polla, como si


estuviera rogando que mis pelotas se descarguen. Estoy al
borde, y siento que apenas he empezado. Pero maldita sea,
pronto estaré listo para dárselo de nuevo.

—Joder —gruño mientras me levanto y la agarro por su


pequeña cintura, bombeando con más fuerza, viendo cómo sus
pechos rebotan con cada embestida. Ella es mágica. Mi polla

64
encaja perfectamente en su interior, como si su pequeño
agujero estuviera moldeado exactamente a mis dimensiones.
Sus ojitos llenos de lujuria me miran con una feminidad tan
ansiosa como si me desafiara a correrme dentro de ella.

—No hay manera de que estés en el control de la natalidad,


¿verdad?

Becca sacude la cabeza. —No.

Eso me excita aún más. Joder, realmente soy un


degenerado.

Jerry estará fuera durante seis meses. Eso significa que


para cuando él salga, ella estará muy avanzada en su
embarazo. Seguramente entenderá entonces que ella y yo
necesitamos estar juntos. Una mujer debe estar con el padre
de su hijo.

—Quiero correrme dentro de ti —le digo. —¿Quieres


sentirlo?

Becca asiente inmediatamente, casi suplicándome. —Sí,


papi.

—Dime que lo quieres. Necesito oírlo.

—Córrete dentro de mí —gime, con los ojos llenos de


desesperación que hacen que mi polla se dilate dentro de sus
apretadas paredes. —Córrete dentro de mí, papi. Lléname.

65
Dios, ¿dónde aprendió a hablar así?

Ya no importa. He perdido todo el control. Mis pelotas se


tensan y mi polla explota dentro de ella. Becca chilla cuando
el primer chorro explosivo de mi semen la rocía por dentro
como una manguera de jardín. Aprieta sus piernas alrededor
de mi cintura, tirando de mí más profundamente mientras
descargo mis pelotas.

Ella también se corre, gritando mientras su coño se aprieta


sobre mi polla.

—¡Dax! —grita, amando cada parte de mi brusquedad. —


¡Dios, puedo sentirlo!

Disparo chorro tras chorro en su agujerito hasta que noto


que mi liberación se derrama y gotea por su culo hasta la cama
que tenemos debajo. Justo cuando creo que he terminado,
sigo. El orgasmo más largo que he tenido nunca me golpea.
Gruño, caigo encima de ella y me sacudo mientras se aferra a
mi espalda con las uñas y chilla de éxtasis. Los sonidos más
dulces que he escuchado en mi vida.

Finalmente, con un gruñido de satisfacción, me derrumbo


sobre ella, respirando con dificultad, haciendo lo posible por
no aplastarla bajo mi peso. Respiro profundamente,
intentando procesar lo que acaba de ocurrir, pero sé que mi
mundo ha cambiado. Las cosas han cambiado. Me prometí a

66
mí mismo que mantendría mis manos lejos de esta chica, y las
rompí. Eso me convierte en un mal amigo y en un mentiroso.

Pero también sé que era lo correcto, porque lo que acaba


de ocurrir entre Becca y yo va mucho más allá de la lujuria.
Algo invisible nos une ahora. Algo mágico por lo que daría mi
vida, y lo único que puedo hacer es rezar para que la próxima
vez que vea a su padre pueda explicárselo y que él lo entienda.

—Soy un hombre malo —me río, envolviéndola en mis


brazos.

Después de un momento, Becca se ríe. —Sí, sí lo eres.

67
Capítulo 7
Becca

Me despierto en los brazos de Dax y, antes de abrir los ojos


a la mañana, respiro profundamente e inhalo su aroma. Es lo
más reconfortante para mí en este momento, eso y la sensación
de su grueso bíceps sobre mí.

Me invade una sensación de vértigo que me recorre el


estómago como un millar de peces dorados mientras los
recuerdos de lo que ocurrió anoche me invaden. Dax y yo
unimos nuestros cuerpos, sí, pero fue mucho más que eso;
unimos nuestras almas, nos convertimos en uno, y mi vida
cambió para siempre.

Abro los ojos y veo un sol brillante entrando por la


ventana. Por supuesto, hoy no está lloviendo, no podría ser. El
mundo es más brillante, incluso el aire parece más ligero y
fresco cuando respiro profundamente. Todo parece mejor.

68
Hasta ahora, no sabía lo que era ser objeto del afecto de
un hombre de verdad. Los chicos que me gustaban nunca
correspondían a mi afecto, y con los que no quería tener nada
que ver, como Trevor, me trataban como un trozo de carne y
nada más.

Pero Dax... me hizo sentir especial desde el principio. Por


supuesto, estaba claro que se sentía atraído por mí, pero no
era sólo eso. Me di cuenta por la mirada en sus ojos, por la
forma en que se enojó cuando hice mi pequeño truco para
ponerlo celoso. No, Dax realmente se preocupa por mí, y el
mero hecho de reconocerlo hace que un calor crezca y se
extienda dentro de mi pecho.

Hay un futuro con este hombre.

Eso es, si mi padre no intenta matarnos a los dos cuando


salga de la cárcel.

—Sé que estás despierta —me susurra Dax al oído,


apretándose contra mí desde atrás.

—Dios mío —me río. —¿Eres psíquico?

—Tu respiración cambia cuando duermes —responde Dax.

—Oh, Dios. ¿Ronco? Por favor, dime que no ronco. —Me


giro para mirarlo y me encuentro con sus labios, que atrapan
los míos en el abrazo más perfecto. Su mano se desliza por mi

69
cadera, mi cintura, y luego toma mi pecho, despertando mi
cuerpo al instante.

La piel áspera de su mano y la barba de su mejilla me


hacen arder. Su tamaño empequeñece el mío, me hace sentir
tan pequeña jugando a la cuchara pequeña con su cuchara
grande. Inclino mis caderas hacia atrás y empujo mi trasero
contra su bulto, que ya sé que estará ahí.

Su excitación me excita muchísimo y me llena de orgullo.

Se trata de un hombre que podría salir con supermodelos,


pero yo, la pequeña y torpe Becca, le he hecho eso.

Sólo llevo un tanga, que Dax aparta fácilmente con dos


dedos. Levanto una pierna mientras él se baja los bóxers, y
siento la punta de su polla contra mi entrada, que ya está
goteando para él. Además, todavía tengo algo de su carga
dentro de mí de la noche anterior, lo que sólo sirve como
lubricante adicional mientras él se desliza.

Al principio hago una mueca de dolor por el estiramiento,


pero luego gimo en su boca cuando el placer se apodera de mí.
Se me ponen los ojos en blanco y pierdo la capacidad de
hacer... cualquier cosa. Mi boca se abre contra su beso, y Dax
toma el relevo, chupando mi labio inferior mientras sus
caderas empiezan a moverse hacia delante y hacia atrás
mientras me folla por detrás, con una mano en mi pecho y la
otra agarrando mi cadera para hacer palanca mientras me

70
empuja hacia él, metiendo su polla más y más profundamente
hasta que siento sus pelotas golpeando mi clítoris con cada
embestida.

—Joder, joder, joder —tartamudeo mientras me trata


como a su muñeca sexual, martilleándome con un hambre
animal, una necesidad casi incontrolable.

Está voraz, me besa descuidadamente los labios, la cara y


el cuello, me abraza con fuerza como un poseso.

Aquí mismo, en la cama de mi padre. Soy tan traviesa.

Siento mi clímax como una ola a punto de llegar a la


cresta. Dax mueve sus labios hacia el punto en el que mi cuello
se une a mi hombro y deja que sus dientes rocen mi piel.
Gruñe. —Podría despertarme con este pequeño coño apretado
todos los días.

—¿Sí? —gimo, meciéndome contra él, desesperada por


más. —Úsame, papi. Jodidamente úsame.

No sé de dónde viene todo esto, pero Dax me hace querer


ser sucia. Me hace querer aprender todo lo que no sé para él,
para poder complacerlo. Quiero que mi cuerpo esté ahí para él
cada vez que lo quiera, sólo para poder oírlo susurrar cosas
sucias como esa en mi oído. Sólo para poder sentir los cálidos
chorros de su liberación dentro de mí otra vez.

71
—Voy a llenar ese pequeño agujero, ángel. ¿Quieres mi
semen?

—¡Sí, papi! Dámelo. Haz que me corra.

Echo el brazo hacia atrás, me agarro a sus musculosas


nalgas mientras él empuja, y grito cuando el primer chorro de
su liberación sale disparado dentro de mí. Eso es todo lo que
necesito para llegar al límite. Gimo y muevo las caderas hacia
atrás cuando el clímax me golpea como un camión,
congelándome en el lugar. Mis cuerdas vocales se agarrotan,
mi respiración se bloquea en mi pecho y todo pensamiento
abandona mi mente.

No puedo hacer nada más que quedarme allí y recibir todo


lo que Dax tiene para darme, que es mucho.

Siento cada una de las expansiones de su polla, cada uno


de los chorros de semen que descarga dentro de mí. Sus manos
me agarran con tanta fuerza que empieza a doler, pero el dolor
es hermoso, y él es el único hombre en la tierra del que podría
pensar eso. Un gruñido profundo surge del centro de su pecho
y sale de sus labios mientras sus dientes se cierran alrededor
de la base de mi cuello.

Por un momento creo que va a morderme, y por un


momento casi deseo que lo haga. Pero entonces siento la
última sacudida de su liberación, el último chorro de su

72
semilla dentro de mí, y su cuerpo empieza a relajarse. Su
agarre se suaviza y deja escapar un profundo suspiro.

Recupero mis facultades y respiro. —Mierda, eso ha sido


increíble. ¿Puedes ser mi despertador, por favor?

—Si eso significa que te despertarás a mi lado el resto de


mi vida, me apunto.

Las palabras de Dax me toman tan desprevenida que


suelto un jadeo audible. De hecho, me giro para mirarlo, sólo
para asegurarme de que no me he imaginado lo que acabo de
oír.

Pero lo cierto es que me devuelve la mirada, con esos ojos


azules tan intensos que me sostienen la mirada con tanta
seguridad que no hay ninguna duda.

Estoy fascinada. ¿Qué se supone que debo decir ahora?


¿Quiere decir lo que creo que quiere decir?

—Dax, no sé qué decir —admito, sintiéndome ligeramente


tonta.

—Sólo di sí, papi.

—Sí, papi —respondo, aliviada y enamorada al mismo


tiempo. Se inclina y me besa suavemente en la frente,
llenándome de burbujeante felicidad.

73
—Bien. Ahora vamos a lavarnos y a desayunar. Tengo algo
que quiero mostrarte hoy.

Me tambaleo ligeramente al ponerme en pie, pero Dax me


toma del brazo y me estabiliza hasta que recupero el equilibrio.
Sonríe mientras me lleva a la ducha con él. —Un poco más
intenso que cuando te lo haces a ti misma, ¿no?

—Se puede decir que sí —me río.

Dax y yo nos turnamos para lavarnos mutuamente bajo el


agua caliente. Sé que acaba de estar dentro de mí, pero esto
tiene que ser una de las cosas más íntimas que he hecho
nunca. Puedo recorrer con la mirada cada centímetro de su
cuerpo y dejar que él vea cada centímetro del mío. Ninguno de
los dos es capaz de ocultar nada al otro, y es tan liberador.

Después, nos secamos y vamos a la cocina, donde


preparamos el desayuno juntos. De nuevo, yo hago los huevos
y el bacon y Dax prepara las tostadas y pone la mesa con todo
lo que necesitaremos. —Uno de estos días te voy a hacer mis
waffles mundialmente famosos —sonríe mientras acerco los
platos.

—¿Mundialmente famosos? —pregunto.

—Los conocen hasta en Japón —se ríe.

—Bueno, un día tendrás que llevarme allí para que


podamos confirmarlo.

74
—Nena —dice, inclinándose para darme un beso, —te
llevaré a cualquier lugar que quieras ir.

Me derrito por dentro. Dax puede pasar de sucio y sexy a


absolutamente encantador en un abrir y cerrar de ojos. ¿Cómo
he tenido tanta suerte? ¿Es posible que mi padre me haya
preparado esto? Como... ¿sabía que Dax era el chico perfecto
para mí y lo envió aquí para que me cuidara sólo como excusa
para que estuviéramos juntos?

No, eso no es posible. Lo oí hablar con Dax afuera cuando


no sabía que yo estaba escuchando. Definitivamente le dijo que
se mantuviera alejado de mí, y definitivamente mataría a Dax,
o a ambos, si supiera lo que estamos haciendo ahora. Habrá
que explicarle seriamente lo que sucede cuando salga de la
cárcel para que no se vuelva loco.

Dax me sonríe y vuelvo a sentir esa sensación profunda y


chispeante en el estómago. Excitación, lujuria, pero también
algo mucho más. Es estimulante y me recuerda lo que hemos
hecho esta mañana, lo que hicimos anoche. Pero más allá de
eso, incluso el mero hecho de estar sentada aquí, desayunando
con él, preparando nuestra comida juntos, cosas que ni
siquiera son de naturaleza sexual, esas cosas también me dan
tal sensación de pertenencia cuando estoy con Dax que el mero
hecho de estar cerca de él es como estar envuelta en una gran
manta esponjosa de calidez dorada.

75
Dios, ¡no sé ni qué hacer conmigo misma!

—¿Estás bien ahí, dulzura? —La voz de Dax me hace dar


un respingo y me doy cuenta de que he estado soñando
despierta, mirando con estupor como una tonta, volviendo a
ser mi antigua y torpe persona.

—¡Lo siento! —suelto. —Sólo estaba... pensando.

Dax sonríe, asintiendo a mi plato, ahora cubierto sólo por


unos pocos trozos de corteza. —¿Todo terminado?

—Sí. —Sonrío.

—Bien. Porque ahora tengo algo que mostrarte. —Se


levanta y me toma la mano como un príncipe. —Vamos, ángel.
Vamos a dar un paseo.

76
Capítulo 8
Dax

Cristo, esto es incluso mejor de lo que pensé que sería. Con


Becca a mi lado, me siento invencible. Cada una de mis
aspiraciones, sé que las conseguiré. Ahora tengo que hacerlo;
no tengo otra opción. Antes, sólo buscaba mejorar mi propia
posición en el mundo, pero ahora debo ascender para
mantenerla a ella. Y de ninguna manera voy a fracasar en eso.

Me siento más fuerte, más lúcido, como si mi corazón


latiera con un vigor renovado. Cada obstáculo en mi camino
parece insignificante ahora, y todo es gracias a ella. ¿Cómo
puede una chica de dieciocho años tener tal efecto en mí?
Puede ser que yo...

Jesús, estoy tan lleno de coraje pero la idea de eso me


asusta.

No porque tenga miedo, sino porque la idea de decirle a


Jerry que me he enamorado de su única hija tendrá

77
consecuencias que sé que serán un desastre para nuestra
amistad.

Él confió en mí para que cuidara de ella, y yo tomé esa


confianza y la aplasté, la destrocé, la prendí fuego y pisoteé sus
cenizas. Dudo que siquiera intente entender, y mucho menos
perdonarme. Pero ahora estoy metido de lleno en el asunto. No
hay vuelta atrás. Cuando miro a Becca, sus ojos me miran con
tanto afecto e inocencia, que sé que no puedo renunciar a ella.
Por nadie.

—No puedo creer que creciendo en un parque de


remolques, nunca hayas montado en la parte trasera de una
moto.

—Mi padre nunca me dejó —responde ella. —Decía que si


me subía a la parte de atrás de la moto de 'algún payaso',
terminaría consiguiendo que me mataran.

—Sí, eso suena a Jerry. —Asiento con la cabeza,


palmeando el asiento de mi moto. —Por suerte, yo no soy 'un
payaso'. Así que sube y vamos.

Becca, con una sonrisa que podría iluminar la oscuridad


del espacio, lanza su pierna sobre mi moto y luego me rodea la
cintura con ambos brazos. Arranco el motor y me alejo en
dirección a la carretera principal.

78
Es como algo sacado de una película: yo en mi moto, Becca
en la parte trasera, sus delicados brazos rodeándome,
confiándome su vida. Apoya su cabeza en mi espalda,
refugiándose detrás de mí para evitar que el viento convierta
su pelo en un tornado, y yo sonrío mientras mi pecho se llena
de un calor que nunca había conocido.

No tardamos mucho en llegar a la fábrica. Estaciono en la


parte de atrás, junto al muelle de carga, y saludo a unos tipos
que descargan un camión en el espacio contiguo al mío. Becca
parece confundida mientras se baja de la moto.

—¿Qué... qué hacemos aquí?

—¿Qué quieres decir? —me burlo. —¿No crees que las


grandes naves industriales sean un buen lugar para una cita?

Parpadea, sin saber qué decir. La tomo de la mano y la


hago salir del apuro. —Entra. Lo entenderás.

La conduzco por las escaleras traseras, pasando por la


zona de descarga y atravesando las puertas dobles que dan a
la planta principal de la fábrica. Hoy está vacía de todo el
personal, pero puedo ver el progreso que se ha producido en
los últimos días mientras yo estaba fuera.

Casi listo. Tan cerca.

—¿Qué es esto, Dax? —pregunta Becca mientras mira el


equipo, todo extraño para ella. Todo era extraño para mí no

79
hace mucho tiempo, y tuve que dedicar tiempo a educarme en
todo ello para asegurarme de que era precisamente lo que
necesitaba y de que no se estaba gastando mi dinero
innecesariamente.

—Esto, dulzura —digo con orgullo, —es mi futuro.


¿Recuerdas el dinero que te dije que iba a recibir? Pues lo estás
viendo.

Becca mira a través del espacio y parpadea un par de


veces. —¿Estás produciendo metanfetamina?

Me echo a reír. —No, eso sería más bien el área de


experiencia de Trevor. En realidad, voy a hacer salsa de
espaguetis. —

—¿Salsa de espaguetis? —Becca parece sorprendida, pero


también genuinamente interesada. Tomando su mano de
nuevo, la conduzco hacia la puerta que lleva a la sala de
muestras y la mantengo abierta para ella.

—Así es —le digo. —Mi madre, que en paz descanse, solía


hacer la mejor salsa del mundo antes de morir. También
guardaba la receta en un viejo libro de cocina encima de la
nevera. Después de que ella se fuera, decidí empezar a
producirla.

Levantando uno de los botes de muestra de la estantería,


abro la tapa y meto el dedo dentro. —Abre —le digo a Becca.

80
Obedientemente, abre la boca y deslizo el dedo entre sus
labios. Ella chupa la salsa y yo siento que mis pantalones
empiezan a apretarse.

Pero entonces, sus ojos se abren de par en par y deja


escapar un gemido de evidente aprobación.

—¡Dax! —exclama. —¡Esto está tan bueno! Como... ¡en


serio!

Me hincho de orgullo, no sólo por el duro trabajo que he


realizado para hacer realidad la salsa, sino por mi madre, que
fue quien la creó en primer lugar.

—Mi madre estaría encantada de oírte decir eso.

—¡Sé cocinar pasta! —me dice. —¡Trae un poco a casa y te


la prepararé esta noche!

—Eso suena maravilloso. —Sonrío, tirando de ella para


que se acerque.

—¿Y qué es lo siguiente? —pregunta. —¿Haces un montón


y ves si la gente lo compra?

—Bueno, ya tengo un distribuidor en fila y algunas


tiendas. Muchas locales, pero también algunos más grandes,
incluida una cadena nacional.

—¿En serio? —jadea. Cristo, realmente la amo.

81
—Así es. —Sonrío. —Les encantaron las muestras y creen
que se venderá bien. Todo lo que estoy esperando es que este
lugar se ponga en marcha y sea aprobado para la producción
de alimentos. Entonces me pondré manos a la obra, como se
suele decir.

Becca esboza una sonrisa de tal aprobación que hace que


todo el trabajo que he realizado durante el último año y medio
merezca la pena. Ya tenía ganas de que terminara este proceso,
pero ahora prácticamente me muero por que todo esté en orden
para poder cobrar mi dinero y sacarla de ese maldito remolque
y darle la vida que se merece.

—Estoy tan impresionada —dice ella. —Mi novio


motociclista fabricante de salsa de espagueti.

Me río. —Lo dices como si fuera extraño.

—No lo sé. —Se encoge de hombros. —Es que no es lo que


hubiera imaginado.

—No, imaginaste metanfetamina —le respondo, dándole


un codazo en el costado.

—¡Estaba bromeando!

—Sí, pues ahora vas a pagar por ello. —Gruñendo, meto


los cinco dedos en el tarro de salsa y se los paso directamente
por el rostro, dejándole una bonita cara roja. Becca jadea y se
congela, con la mandíbula abierta y los ojos muy abiertos.

82
—¡No lo has hecho!

—Claro que sí —respondo, burlándome de ella con el tarro.


—¿Qué vas a hacer al respecto, chiquilla?

Veo que se le enciende el fuego en los ojos mientras se lame


la salsa de los labios. Como un lobo, se adelanta, mirándome
mientras empieza a hacer su movimiento.

—Oh, nada... —dice lentamente. —¡Sólo esto!

Becca se lanza hacia delante y me arrebata el tarro que


tengo en la mano. Me alejo, pero al mismo tiempo, ella se lanza
sobre mí como un mono araña, rodeando mi cintura con sus
piernas y usando ambos brazos para agarrar mi brazo con toda
su fuerza.

—Oh, mierda —me río. —¡No es justo!

—¡Dame esa salsa! —grita.

—¡Nunca!

Extiendo el tarro todo lo que puedo, pero Becca es enérgica


y luchadora y consigue doblar mi brazo hacia atrás y mojar
una mano en la salsa. Me agacho, pero es demasiado tarde.
Con un grito triunfal, me unta la receta secreta de mi madre
directamente en el pelo.

—¡No! —Me río mientras voy a por todas y hundo la otra


mano en la salsa. Riendo, Becca se quita de encima y corre por

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la habitación. Pero justo cuando estoy a punto de perseguirla,
suena mi teléfono móvil. Frunciendo el ceño, dejo el tarro sobre
la mesa y uso mi mano limpia para sacarlo del bolsillo.

—Vamos, chico grande —se burla Becca. —No vas a dejar


que una pequeña llamada telefónica se interponga en nuestra
batalla, ¿verdad?

—Podría ser una llamada de negocios —respondo. Pero al


comprobar el identificador de llamadas, veo que es algo mucho
más importante. —Mierda. Es la prisión, lo que sólo puede
significar una cosa. Es tu padre.

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Capítulo 9
Dax

Normalmente, estaría encantado de venir a visitar a mi


amigo, pero cuando suena la puerta de acero reforzado, el
guardia asiente para dejarme pasar, y entro en la sala de
visitas y veo a Jerry sentado detrás de un cristal con los ojos
brillantes esperándome, lo único que puedo pensar es: traidor.

Este hombre me dejó a cargo de su hija, lo más importante


de su vida, y me dio claras instrucciones de no ponerle las
manos encima. Acepté, y él confió en mí, y luego, como
cualquiera de los malnacidos de este lugar, falté a mi palabra
y lo apuñalé por la espalda.

Cuando me acerco al cristal y tomo asiento, apenas puedo


mirarlo a los ojos.

A mi lado hay un anticuado auricular de teléfono que


descuelgo. Jerry levanta el suyo y ladra un alegre saludo. —
¡Eso es, amigo! ¿Cómo diablos estás?

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Amigo, pienso sintiendo que se me cae el estómago. Ya no
merezco ese título.

—¿Qué cómo estoy yo? —pregunto, forzando una sonrisa.


—¿Cómo estás tú? Tú eres el que lo está pasando mal.

—Eh, tiempo fácil —responde Jerry. Se hace el duro, pero


¿qué otra cosa va a decir? —Pero eso no significa que no quiera
salir de aquí.

—No es el Four Seasons, ¿verdad?

—Al servicio de habitaciones le vendría bien un poco de


trabajo —se ríe. —Entonces, ¿cómo está mi niña?

—Está bien —respondo, tratando de no encogerme ante la


pregunta ni dejar que nada se lea en mi cara. Jerry y yo nos
conocemos desde hace mucho tiempo; él sabe todo lo que digo.
Esto no va a ser fácil.

—¿Le has dicho que siento haberme perdido su


cumpleaños? —pregunta.

—Ella lo sabe —respondo. —Vamos, que lo sabe.

—Sí, es que —Jerry cierra el puño y lo golpea contra su


rodilla. —Joder. Siento que la estoy defraudando, ¿sabes?

—No lo haces, Jerry. Ella lo entiende. No está enojada


contigo.

Sólo dispárenme ahora mismo. Ni Judas puede conmigo.

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Debería soltarlo y decírselo. Hacerle saber las cosas que
han pasado entre Becca y yo, que me he enamorado de ella y
que no hay nada que hubiera podido hacer para evitarlo.

Está encerrado. Le dará tiempo a pensarlo sin venir a


matarme, y para cuando salga, ella estará muy avanzada en
su embarazo, y él no querrá matar al padre del hijo de su hija.

¿Verdad?...

—Oye, Jerry...

—Recuerdas nuestra pequeña charla, ¿verdad? —


interrumpe. —¿Sobre mantener tus manos para ti?

Mierda.

—¿Cómo podría olvidarlo?

—Bien. —Sonríe. —Porque sabes... he aprendido nuevas


formas de matar a un hombre mientras he estado aquí. Formas
creativas.

Se ríe, pero conozco a Jerry desde hace tiempo para


reconocer la risa que da cuando está bromeando a medias. Es
una de esas risas que utiliza para aliviar la tensión pero no
para negar lo que acaba de decir.

Sinceramente, me ofende un poco que saque el tema. ¿No


confía en mí? ¿Cuánto tiempo llevamos siendo amigos?

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Pero entonces me recuerdo a mí mismo que sí traicioné su
confianza, y que tiene todo el derecho a sospechar.

Díselo. Díselo y termina con esto.

Me siento como un hombre en una cuerda floja entre dos


edificios cuando empieza a soplar una fuerte brisa. Podría dar
la vuelta y volver a un lugar seguro, o podría empujar
rápidamente hacia adelante y arriesgarme a caer.

—Formas creativas, ¿eh? —murmuro, retorciendo la tela


de mis pantalones entre el pulgar y el índice.

—Así es —se ríe Jerry. —Y no dudaré en usarlas cuando


salga en unos días.

Eso llama mi atención. —Espera, ¿unos días? ¿Qué


quieres decir? ¿Te han reducido la condena o algo así?

Los ojos de Jerry se iluminan. —No, pero voy a conseguir


que lo hagan. Y tú vas a ayudarme.

—¿Voy a hacerlo? ¿Cómo voy a hacer eso?

Las cosas van de mal en peor.

No es que quiera que mi mejor amigo esté en la cárcel, pero


al menos esperaba que Becca y yo tuviéramos algo de tiempo
juntos antes de que llegara el momento de enfrentarnos a la
realidad: tiempo para que Jerry se hiciera a la idea y aceptara

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que tenemos algo real, algo especial, algo más allá de una fugaz
atracción física.

—Fue el padre de Trevor quien robó el coche —dice Jerry.

—¿Trevor? ¿Ese hijo de puta que ha estado atosigando a


Becca? —Siento que se me aprieta el pecho y se me acelera el
pulso.

—El mismo. —Jerry asiente, apretando la mandíbula. —


Su padre no es mucho mejor. Me ha tendido una trampa para
que cargue con la culpa, pero un tipo de aquí dice que sabe
dónde escondió el dinero del trabajo y también algunas de las
herramientas. Si encuentras eso, puedes sacarme de aquí.
Pero tienes que moverte rápido antes de que desaparezca.
¿Entendido?

—Claro —respondo rápidamente. —Sólo dame los detalles.

Escucho mientras Jerry me explica todo sobre dónde


encontrar el escondite del padre de Trevor y lo que estoy
buscando. Asimilo toda la información, pero en lo único que
puedo pensar todo el tiempo es en cómo nos va a afectar esto
a Becca y a mí.

Si Jerry sale realmente en una semana, volverá a casa, y


eso significa que yo estaré fuera del remolque. Eso significa
que si quiero verla, tendrá que salir a hurtadillas a verme, y
entonces no sólo estaré viendo a la hija de mi mejor amigo, sino

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que me estaré escabullendo a sus espaldas como un
adolescente punk del instituto.

Me quedo un rato más y me despido de Jerry. Me subo a


la motocicleta y dejo atrás la prisión, con una parte de mí
deseando no haber venido nunca.

Cristo, soy un terrible bastardo. Voy a espaldas de mi


amigo y me follo a su hija, y ahora estoy deseando ni siquiera
haber venido a verlo, porque si no lo hubiera hecho, no estaría
ahora atrapado en este dilema moral sobre si ayudarlo o no a
salir de la cárcel antes de tiempo.

Pero por supuesto que tengo que ayudarlo. Si no, soy la


mayor mierda del mundo, y no puedo tirar por la borda todos
estos años de amistad porque me preocupa cómo reaccionará
cuando se entere de lo de Becca y yo.

Aunque tengo que confesar que, mientras miro la dirección


que me dio, la idea de borrarla de mi teléfono y volver a casa
es atractiva.

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Capítulo 10
Becca
Cinco días después…

No puedo parar de dar vueltas por el salón. A este paso,


voy a hacer un agujero en la alfombra y derrumbar el suelo.
Después de que Dax me dijera que existía la posibilidad de que
papá llegara a casa antes de tiempo, mi primera reacción fue
asustarme por completo.

—¿Antes de tiempo? —exclamé. —Pero, pero, pero, ¿pero


cómo? ¿Qué le vamos a decir? ¡Me va a matar! ¡Nos va a matar!

Esas fueron las primeras palabras que salieron de mi boca.


No '¡Esto es genial!' o '¡Oh, estoy tan feliz!' o '¡Gracias a Dios!'

En cuanto terminé, me sentí inmediatamente como la peor


hija del mundo. Pero ya había visto a mi padre enojarse antes,
y estaba muy preocupada por lo que pasaría entre él y Dax
cuando se supiera la verdad.

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Así que tomé una decisión, y esa noche, después de que
Dax y yo hiciéramos el amor, le dije que sería yo quien le
contara a mi padre nuestra relación. Le dije que eso suavizaría
el golpe. Claro, tal vez se enojaría, pero no se pondría agresivo
conmigo, y yo podría poner las cosas en perspectiva de una
manera que tal vez Dax no podría.

—Siempre se me ha dado bien hablar con él —le dije a Dax.


—Deja que yo me encargue.

Pude ver por la expresión de su cara que Dax no estaba


entusiasmado con la perspectiva, pero asintió.

—De acuerdo —dijo. —Si tú lo dices.

Debería estar llena de ira por lo que hizo el padre de Trevor:


robar un coche y luego inculpar a mi padre por el crimen.
Debería estar emocionada por la forma en que Dax lo ayudó,
encontró las pruebas que demostraron su inocencia, lo sacó de
la cárcel y envió al padre de Trevor en su lugar, pero todo lo
que puedo pensar es en lo que voy a decir cuando llegue a casa
y vea que tengo algo que necesito contarle.

Mi padre es así de bueno.

—¿Cuál es el problema, cariño? —me preguntará. —Parece


que tienes algo en mente.

Intentaré actuar como si no fuera nada para poder hablar


de mi relación con Dax a mi manera y en mi momento, pero

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me presionará y dirá que se da cuenta de que estoy ocultando
algo. Me quebraré y le contaré todo, y lo único que puedo hacer
es rezar para no arruinar mi explicación en ese momento, para
no desmoronarme bajo la presión. Porque si lo hago, no sólo
habré decepcionado a mi padre, sino que también habré
decepcionado a Dax.

Estoy a punto de dar la que debe ser mi centésima vuelta


al salón cuando oigo el sonido de la moto de Dax acercándose
desde fuera. Inmediatamente se me dispara el pulso.

Eso es todo, pienso, y mis manos buscan inmediatamente


algo que hacer, algo a lo que agarrarse. Lo único que encuentro
es un paño de cocina en la encimera. Lo agarro y empiezo a
amontonarlo entre los dedos mientras el sonido del motor se
hace cada vez más fuerte. Pronto, está justo afuera, y miro por
la ventana y veo a Dax estacionándose, con mi padre sentado
en la parte trasera de la moto.

Estaciona y ambos se bajan. Por alguna razón, ninguno de


los dos sonríe. ¿Podría haber pasado algo de camino a casa?

No, no seas tonta, Becca.

Estoy segura de que papá sólo está cansado. Ha estado en


la cárcel, y debe ser raro para él estar fuera. No puedo esperar
que ya sea todo sonrisas.

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Haciendo todo lo posible para que no cunda el pánico, me
dirijo a la puerta. Pongo la mano en el pomo y respiro
profundamente.

Eso es todo. Mantén la calma.

Estoy a punto de girar el pomo cuando la puerta se abre


sola y me encuentro con la cara de mi padre mirándome desde
los escalones.

—Ahí está mi niña. —Sonríe y me invaden demasiadas


emociones a la vez. Simplemente no puedo procesarlas todas y
hago lo que cualquier chica haría en una situación como esta:
Rompo a llorar.

—¡Papá! —Le echo los brazos al cuello y caigo en sus


brazos. No fue hasta este momento que me di cuenta de lo
mucho que lo echaba de menos. —Me alegro mucho de verte.

—Yo también me alegro de verte, cariño.

—No te han matado —me río entre sollozos.

—No pudieron matarme —se ríe. —Ni siquiera pudieron


retenerme. Y no gracias a tu nuevo hombre.

Mi corazón se detiene. También mis sollozos. Todo mi


cuerpo se congela.

Lentamente, como si me moviera a cámara lenta, doy un


paso atrás y miro a mi padre. Me lanza una de esas miradas

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que siempre lanza cuando sabe algo. Y ahora mismo, sólo
puede saber una cosa.

Los escalones crujen y miro por encima de su hombro para


ver a Dax de pie detrás de él con un ojo morado.

—Oh, no... —Mi corazón cae, pero para mi sorpresa, Dax


sonríe.

—Hola, nena.

Me entra el pánico. Una descarga masiva de adrenalina.

—¿N-nena? —tartamudeo. —¿Qué... de qué estás


hablando?

—Relájate, Becca —dice mi padre. —Está bien.

—Le hablé de nosotros —dice Dax.

—¿Tú... tú lo hiciste?

Dax señala su ojo. —¿De dónde crees que salió esto?

Mi primer instinto es correr al lado de Dax, rodearlo con


mis brazos y cubrirlo de besos. Pero con mi padre allí, no me
atrevo a hacerlo. En lugar de eso, me pongo las manos en las
caderas y lo miro fijamente.

—¿Por qué has hecho eso? —pregunto en mi tono más


exigente.

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Mi padre se encoge de hombros, pero es Dax quien
responde. —No pasa nada, Becca. Él tenía que hacerlo.

—Es una cosa de hombres —dice mi padre. —No lo


entenderías.

¡¿Cosa de hombres?!

Vuelvo a mirar a Dax en busca de algún tipo de


explicación, pero se limita a encogerse de hombros y a asentir
con la cabeza.

¿Está sucediendo esto en serio? Toda la emoción y la


adrenalina que fluye a través de mí hace que mi cabeza dé
vueltas. Antes de que volvieran a casa, necesitaba
desesperadamente una bola de estrés, pero ahora siento que
soy una bola de estrés que ha visto demasiado uso.

—Entonces... ¿estás bien con esto? —le pregunto a mi


padre. Esto no es lo que esperaba, y aunque ambos actúan
como si todo estuviera bien, sigo sintiendo que estoy
caminando sobre un campo minado y que un paso en falso, o
en este caso una palabra, y todo va a estallar en mi cara.

Mi padre respira hondo y exhala, se acerca a mí y me


estrecha. Se gira y, juntos, miramos a Dax, que aún no ha
entrado y sigue de pie en la escalera.

—Esa es una buena pregunta, Becca —dice. —¿Estoy bien


con esto?

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Dax frunce el ceño, pero también devuelve una especie de
sonrisa y cruza los brazos sobre el pecho, como si esperara que
mi padre le diera una buena bronca.

—¿Me parece bien que el tipo al que puse a cuidar a mi


hija adolescente, que dijo que no la tocaría y que luego se
acostó con ella mientras yo estaba en la cárcel, que le dobla la
edad... me parece bien que los dos estén ahora juntos?. —Dax
esboza una mueca de culpabilidad. Mi padre me mira. —
Bueno, solo hay una forma de averiguarlo. Déjame preguntarte
algo, Becca. ¿Amas a este hombre?

—Yo... —La pregunta de mi padre surge de la nada y me


hace tambalear. Un sentimiento se eleva en mi pecho. Sé cuál
es la respuesta, pero ni siquiera Dax y yo nos hemos dicho las
palabras.

Creo que sé cuál será su respuesta, pero ¿y si es algo


diferente? ¿Y si no está preparado para responder? ¿Y si...?

—Yo sé que la amo —dice Dax, rompiendo el silencio. Sus


ojos me envuelven en su abrazo. Lo siento ahora: el vínculo
irrompible entre nosotros, tan real como cualquier cosa que
pudiera alcanzar y tocar con las manos, y cualquier última
duda que tuviera dentro de mí se desvanece.

—No te lo he preguntado —dice mi padre. —Se lo pregunté


a ella...

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—Sí —respondo al instante. —Lo amo. Te amo, Dax.

Mi corazón palpita intensamente tras una confesión tan


monumental. Otra primicia para mí. Nunca le había dicho eso
a un hombre, ni siquiera a un amor de instituto o algo así
aunque no lo dijera en serio. Siempre supe que si decía esas
palabras, esas palabras sagradas, querría que significaran
realmente algo. Y ahora sé que Dax y yo estamos unidos con
un vínculo que nunca se romperá.

Dax entra en la casa y mi padre se aparta para hacerle


lugar.

—Bueno, eso es suficiente para mí —dice. —Porque no


puedo pensar en un hombre mejor en la Tierra para cuidar de
mi niña.

Mi padre levanta el brazo que me rodea y da un paso atrás.


Siento que las lágrimas se agolpan en mis ojos cuando Dax se
adelanta, desliza una mano alrededor de mi cintura y me atrae
hacia él.

—No me lo creo —susurro. —Quiero decir... ¡sinceramente


no me lo creo!

—Todo salió bien —me susurra. —Y quiero que sepas que


ahora mismo realmente quiero besarte.

Suelto una risita y miro hacia atrás para ver a mi padre


mirándonos, con una pequeña sonrisa en la cara.

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—Sí, no delante de mi padre. Todavía no.

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Epilogo
Dax
Cinco años después…

Entro en la casa y un maravilloso olor llena mis fosas


nasales. Al instante se me hace agua la boca. Dejo las llaves
en el suelo y entro en la cocina para encontrar a mi bella
esposa en la cocina sin más ropa que un delantal de cocina y
un par de tacones negros.

—¿Es la nueva receta? —le pregunto con una sonrisa.

—Seguro que lo es —responde con una floritura de su


cuchara de madera. —Igual a como la hacía mamá.

Está removiendo una olla de salsa de espaguetis, un lote


de prueba para nuestra última receta, que con un poco de
suerte, estará en los estantes dentro de los próximos tres
meses. Se unirá al resto de nuestros siete sabores que han
lanzado nuestro negocio a una empresa de gran éxito que nos

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sacó del parque de remolques y nos llevó a esta magnífica casa
de cinco habitaciones que ahora compartimos.

Digo nuestro negocio porque así lo considero. Puede que


yo haya puesto las cosas en marcha, y puede que tenga que
agradecer a mamá la receta original y clásica, pero Becca se
involucró en cuanto se aprobó el espacio del almacén para la
producción de alimentos.

Al principio, actuó básicamente como mi secretaria, una


secretaria muy sexy, y me ayudó a ahorrar una tonelada de
dinero al principio, pero a medida que las cosas progresaban y
las cosas empezaban a despegar, demostró tener mucha visión
en el lado de la comercialización de las cosas en cuanto a
dónde deberíamos gastar los dólares de la publicidad, a quién
deberíamos comercializar, y a qué tiendas deberíamos
expandirnos primero. Al cabo de un año, éramos el producto
de moda en el sector de las salsas. Todo el mundo hablaba de
nosotros.

Por supuesto, ella tuvo que empezar a trabajar desde casa


cuando nació Jacob, nuestro primer hijo. Pero los dos
estábamos más que bien con eso. Nunca pensé que podría
amar más a mi mujer hasta que vi su cuerpo crecer y cambiar,
hasta ese día en que fuimos corriendo al hospital y trajo al
mundo ese pequeño y lloroso paquete de alegría. Fue como ser
testigo de la verdadera magia.

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Jerry también se quedó boquiabierto.

—Soy abuelo —se rió al ver a Jacob. —Y mucho antes de


lo que pensaba.

Lo incorporé a la empresa y lo convertí en mi jefe de


producción. Supervisa todas mis instalaciones y se asegura de
que todo funcione bien, básicamente mantiene a todo el
mundo en forma y es la única persona, aparte de Becca y yo,
que conoce nuestras recetas. Gracias a Dios es una operación
familiar, porque algo así podría ser derribado por un topo en el
interior. Con Jerry y Becca de mi lado, no tengo que
preocuparme por eso.

—¿Está durmiendo? —pregunto mientras doy la vuelta al


mostrador y recorro con la mirada sus piernas, la curva de sus
caderas, el montículo de su perfecto culo enmarcado por el lazo
del delantal atado justo encima. Becca no perdió tiempo en
'ponerse en forma' después de su embarazo. Aunque le dije que
no se preocupara y que me encantaba su cuerpo tal y como
estaba, volvió al gimnasio y a hacer ejercicio en un abrir y
cerrar de ojos. De alguna manera, creo que su culo está aún
más firme y regordete de lo que nunca estuvo.

—Lo está. —Sonríe. —Lo acosté hace veinte minutos.

Paso mis manos por su muslo, me inclino hacia ella y la


beso suavemente detrás de la oreja, justo donde le gusta. —

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Bueno, déjame ir a verlo muy rápido y volveré a bajar para...
saludarte.

—Mmm —gime ella, acurrucándose contra mí. —No te


vayas mucho tiempo.

Subo a la habitación de Jacob y lo encuentro dormido en


su cama, con la luz de su nave espacial girando lentamente
como a él le gusta. Me da una sensación de propósito verlo
acostado ahí tan tranquilo, tan seguro. Sé que haría cualquier
cosa para mantenerlo a salvo y seguir creando un mundo
mejor para que él y su madre vivan. Sin despertarlo, me inclino
y le doy un suave beso en la mejilla antes de cerrar la puerta
tras de mí, dejándola abierta unos centímetros como él siempre
pide, para que los monstruos no lo atrapen.

Cuando vuelvo a bajar a la cocina, me recibe una vista


perfecta de mi mujer por detrás. Dios, ¿cómo he tenido tanta
suerte?

Es difícil creer que ya han pasado cinco años desde que


nos conocimos y le quité la virginidad. Era tan dulce, tan
inocente, tan inexperta. Ahora es mi perfecta y obediente
muñequita para follar que sabe exactamente lo que quiero y
me lo da siempre que lo necesito. Y del mismo modo, sé cómo
complacerla y todavía no puedo evitar tomarla al menos una
vez al día. Incluso entonces, eso no suele ser suficiente. Justo
lo que necesito para mantener mi apetito a raya, en realidad.

103
Lo que prefiero es tenerla por la mañana al levantarme y de
nuevo al llegar a casa del trabajo. Tal vez una vez más justo
antes de dormir para ayudarnos a ambos a conciliar el sueño.

Se podría decir que soy adicto a su coño. Puede que mi


madre tuviera la receta secreta de una salsa superventas, pero
Becca tiene algo que me mantiene hambriento todo el tiempo.

Me desabrocho los vaqueros, me pongo a su lado y


presiono mi bulto contra su culo, dejando que sienta mi
creciente excitación. Con un suave gemido, se presiona contra
mí.

Oigo su respiración, una simple inhalación apasionada, y


siento que me pierdo en su hechizo. Este vínculo que tenemos
entre nosotros se hace más y más profundo cada día que
estamos juntos. Cada año que pasa, nuestros votos
matrimoniales parecen más relevantes. Vivo con ella, trabajo
con ella, duermo con ella y crio un hijo con ella, y siempre es
mágico.

Ojalá todo el mundo pudiera experimentar lo que tenemos


juntos.

Me acerco a ella y bajo el fuego de la salsa. —Dejémoslo


cocer a fuego lento por ahora —susurro mientras uso mi rodilla
para abrirle las piernas.

—¿Ah, sí? ¿Tienes algo más en mente?

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Paso mi mano por sus muslos hasta que siento la
humedad de su deseo por mí. Está absolutamente empapada,
y eso es todo lo que hace falta para endurecerme del todo. Hay
algo en el hecho de que mi mujer no lleve bragas que me excita
como ninguna otra cosa.

—Mañana le diré a todos los demás que no vengan al


trabajo —digo mientras saco mi polla de los calzoncillos. —Y
puedes venir con lo mismo que llevas puesto ahora.

Su cuerpo se estremece y deja escapar un gemido de placer


cuando froto la punta de mi polla contra la empapada entrada
de su agujero.

—¿Quieres que sea tu secretaria sexy, papi? —pregunta,


arqueando la espalda. Miro hacia abajo y la abro con las dos
manos, con los ojos clavados en la brillante carne rosada de su
coño. —¿Que te la chupe bajo tu escritorio mientras te
comportas como un gran jefe?

—Joder —gruño. No puedo aguantar más y empujo mis


caderas hacia delante, llenando su agujerito con mi hinchada
circunferencia. Chilla y se apoya con las dos manos en el
mostrador. Empiezo a bombear, más fuerte y más rápido de lo
que debería en un principio, pero no puedo evitarlo. Becca es
mi droga, mi obsesión, y a veces mi lujuria primaria se impone.

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—Fóllame, papi —gime mientras mis muslos golpean su
culo. Por suerte para mí, esta noche está de humor para ser
machacada, así que no tengo que contenerme.

—Me encanta cuando dices cosas así, ¿sabes? —gruño,


deslizando mis manos en la parte delantera de su delantal para
ahuecar sus pechos.

—Me encanta que me folles, papi —contesta ella,


echándose hacia atrás contra mí, llevándome más profundo.
Las paredes interiores de su estrecho agujero se contraen
alrededor de mi polla, indicando la llegada de su clímax.

Ya está ahí. Sonrío y muevo mis caderas hacia arriba,


llegando a ese punto que sé que la llevará al límite.

—¡Sí, papi! —grita. —Justo ahí. ¡Joder!

El calor. La humedad. Me abruma. Me inclino y beso la


base de su cuello, subo hasta el lugar detrás de su oreja y le
susurro: —Te amo, nena.

—¡Yo también te amo, papi! —grita.

Se echa hacia atrás cuando el clímax la golpea, se aferra a


mi cintura para sostenerse con una mano y se apoya en el
mostrador con la otra. Yo grito y muevo las caderas cuando mi
orgasmo me golpea.

Nos corremos al mismo tiempo. Dios, es lo que más me


gusta hacer. La tomo por el rostro y atraigo sus labios hacia

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los míos, abrazándola con toda la pasión y el amor que tengo
para dar.

Puede que haya roto una promesa para llegar aquí, pero
esto es lo que es. Aquí es donde debo estar, por siempre y para
siempre.

Fin

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