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Técnicas de Investigación

en Delitos Complejos
(Edición 2019)
Instituto Universitario de la Policía Federal Argentina
Rosario 532
Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Argentina
http://www.iupfa.edu.ar

Coordinador Pedagógico:
Zubiaurre, Claudia

Diseño y edición
Gastou, Daniela
Asesinos seriales
Introducción..................................................................................................4
1. Asesinos en serie.........................................................................................4
1.1. Estereotipos de Asesino en Serie..............................................................................5
1.2. Tipología..................................................................................................................6
1.3. Asesinos en Serie psicópatas y psicóticos..................................................................9
2. Argentina y los Asesinos en Serie..................................................................9
2.1. Nuestros Asesinos...................................................................................................12
2.2. El vampiro de la Ventana.........................................................................................12
2.3. El Asesino Puntual...................................................................................................14
3. La investigación de Asesinos en Serie..........................................................17
3.1. La importancia del primer hecho............................................................................19
3.2. Evolución...............................................................................................................20
3.3. Antecedentes.........................................................................................................20
3.4. Perfilaciones..........................................................................................................21
3.4.1. Tipos de perfilación..............................................................................................22
3.5. Otras técnicas.........................................................................................................25
3.6. El manejo de la prensa............................................................................................26
Conclusión...................................................................................................26
Bibliografía.................................................................................................27

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Introducción
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En esta Unidad nos introduciremos en un mundo fascinante, pero también siniestro y oscuro.
La investigación de Homicidios Seriales es todo un desafío, ya que nuestro objetivo por lo
general, es una persona con un alto coeficiente intelectual y una motivación muchas veces
más allá de nuestra lógica. Pero por sobre todo porque dependerá de la perspicacia del
investigador, de su capacidad de relacionar datos, y de su permeabilidad para interactuar
con profesionales de otras disciplinas, evitar que el homicida continúe con su carrera asesina.
Este tipo de investigación demandará una sensibilidad extrema, amplios conocimientos
en distintas áreas y el indispensable aporte interdisciplinario de la Psiquiatría Forense, la
Criminología, y por supuesto la Criminalística, entre otras.
Quizá por la alarma que genera, por su crudeza o el desafío intelectual que su estudio exige,
los asesinatos en serie han sido uno de los principales fundamentos del estudio del criminal.
Hasta hoy no se ha podido establecer de manera definitiva cuál es el perfil psico-clínico que
delimita al asesino en serie de un ciudadano normal.
Según el FBI, los asesinos en serie (asesinos seriales) son personas que matan por lo menos
en tres ocasiones con un intervalo entre cada asesinato. Los crímenes cometidos son
resultado de una compulsión, que puede tener sus orígenes en la juventud o en desajustes
psicopatológicos del asesino, contrariamente a aquellos que están motivados por ganancias
monetarias (por ejemplo, asesinos a sueldo) o los que tienen motivaciones ideológicas o
políticas (por ejemplo, terroristas, genocidas).
En el transcurso de esta Unidad, intentaremos una aproximación a los Asesinos Seriales y a
las técnicas de investigación criminal que demandan investigaciones relacionadas a ellos.

1. Asesinos en Serie
Para propósitos didácticos y de investigación criminal hay que señalar que el asesino en serie
es solo un tipo de asesino múltiple.

La mayoría de las definiciones del asesinato serial incluyen tres elementos: el número de
víctimas, el tiempo y la motivación (Keeney y Heide, 1995). El número de víctimas requerido
ha variado según diferentes autores, nada menos desde las dos hasta las diez víctimas. Así,
la definición original de FBI planteaba dos o más homicidios separados, cometidos por el
mismo delincuente (FBI, 1994). A partir de 1998 el FBI ha cambiado ese criterio y ahora
exige tres homicidios. No obstante, ciertos autores mantienen la idea de que dos homicidios
deberían bastar para cualificar a alguien como asesino en serie; sin embargo, la definición
más extendida incluye “tres o más víctimas”, como señalábamos anteriormente.

Por lo que respecta al elemento temporal, se distingue, en primer lugar, entre Homicidio
Múltiple de grupo u Homicidio Múltiple de un solo acto (mass murder), que define el hecho
de varias muertes ocurridas en una misma unidad de tiempo y de espacio; el homicidio en
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serie, en segundo lugar y el homicidio itinerante o frenético (spree homicide), en ambos de
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los cuales el criminal mata a lo largo del tiempo y en diferentes lugares. Estos dos últimos
tipos de homicidios suelen distinguirse en función de si el delincuente ha experimentado
un “enfriamiento emocional” (emotional cooling-off) entre los delitos. El asesino en serie
experimenta ese periodo de cadencia, esa frialdad emocional, mientras que el asesino itinerante
o frenético no la sufre. (Greswell y Hollin, 1994). En todo caso parece obvio que el asesino en
serie puede actuar en tiempos muy separados entre sí, mientras que el asesino itinerante, si
tiene que mantener el “tono emocional” adecuado para matar, no puede demorarse mucho. De
ahí el término “Frenesí”(spree): se entiende que hay una ligazón de unidad temporal entre las
diferentes muertes, aunque haya un tiempo de separación entre ellas.

En relación con la motivación, se ha solido argüir, para el caso del asesinato serial, la
gratificación sexual o la gratificación psicológica interna (Egger, 1998) pero en buena
medida se trata de algo que todavía ha sido estudiado de manera muy escasa, y no siempre
resulta claro lo que motiva a este homicida, al homicida múltiple de grupo o en un solo acto
y al homicida itinerante o “frenético”.

La mayoría de las definiciones de asesinato serial excluyen homicidios cometidos en conexión


con el servicio militar, el terrorismo político o el crimen organizado (Kenney y Heide, 1994)
(Garrido, 2013)

1.1 Estereotipos de Asesinos en Serie


Si nos preguntan, todos coincidiremos que el estereotipo del asesino en serie es un hombre
blanco, en sus veinte o primeros treinta años, que mata con sadismo a mujeres o niños,
y aunque claramente existe en la realidad, no cubre ni todos los casos, ni mucho menos.
Las llamadas “viudas negras”, mujeres que asesinan a sus maridos para cobrar seguros o
herencias, o los “ángeles de la muerte”, enfermeras o cuidadoras que matan por compasión
a sus pacientes; no son varones, ni actúan con sadismo sexual, pero no por ello son menos
asesinas seriales.

El Doctor Harold Shipman, quizá el mayor asesino en serie de la historia de Inglaterra (no se
sabe el número real de víctimas, pero al menos incluye varias decenas), mataba con dosis
elevadas de morfina a sus ancianas pacientes, y aunque parece que el dinero jugaba un
papel en todo esto al final, (ya que se comprobó, en su último homicidio, que había falseado
el testamento de la anciana para beneficiarse), lo cierto es que el poder de sentir como podía
administrar la muerte, era su móvil fundamental. Durante años ejerció esa forma sistemática
de matar, sin que su apariencia y modales dejarán relucir ese lado tan siniestro.

En los casos de mujeres asesinas, la violencia directa brilla por su ausencia; es el veneno el
arma elegida con abrumadora frecuencia, pero no solo ellas lo emplean, como revela el caso
del médico inglés.

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Es justamente por este tipo de creencias que se contraponen con la realidad que la definición
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de asesino en serie debe atenerse a lo esencial: es el homicidio de dos (tres según la idea más
extendida hoy) o más personas, cometidos en tiempos diferentes. Normalmente es posible
encontrar un patrón en los tipos de víctimas elegidos, o en los métodos empleados (modus
operandi), o en los motivos para cometer esos crímenes. No obstante, en todos los casos
podríamos encontrar un móvil esencial que uniría a todos los asesinos en serie, y quizás a los
asesinos múltiples: la necesidad de control y poder, es decir, que su acción influye de manera
crítica, extrema, en su ambiente inmediato, lo que les confiere una gran sensación subjetiva
de dominio. (Garrido, 2012).

1.2 Tipología
A modo de introducción de las tipologías de asesino en serie, hay que reflejar que el
objetivo del FBI era que el Asesino en Serie no fuera definido por los profesionales mediante
tecnicismos o palabras que solo pudieran comprender las personas de ciertas profesiones,
sino que querían que la tipología la pudiera entender cualquier persona interesada en el
fenómeno. Por esto mismo, cuando acudían a una escena del crimen en la que ellos -con
conocimientos psicológicos y jurídicos- atribuían a un asesino psicópata la denominaban
“organizada” y, por el contrario, cuando se encontraran ante una escena de crimen cometida
por alguien con otro trastorno psicótico, “desorganizada”.

Es verdad que dentro del propio FBI se dieron cuenta de que esta distinción entre organizados
y desorganizados no bastaba para aplicar esto a cualquier caso de asesinato serial. Resultaba
una dicotomía demasiado simple y perfecta como para atribuirse a todos los casos, y se
estudió aquellos casos en los que los autores del crimen tenían rasgos de ambos tipos,
entonces se les denominó “mixtos”. Un ejemplo de un asesino en serie mixto sería Edmund
Kemper, el cual era altamente organizado, pero luego mutilaba a sus víctimas, lo que es un
rasgo de los asesinos desorganizados (Ressler & Shachtman, 2005).

Por tanto, y sabiendo que la categoría de mixto es una mezcla de algunas de las características
de los organizados y de los desorganizados, vamos a dar paso a explicar rápidamente,
cómo serían estas tipologías, siempre acorde al libro de Ressler y Shachtman “Asesinos en
serie”. Es importante recordar que aunque, por ejemplo, los desorganizados consten de 10
características cualquier asesino en serie desorganizado no ha de cumplir todas ellas. Para
estudiar o determinar si un Asesino en Serie es organizado o desorganizado, lo primero que
hay que hacer es observar la escena del crimen, bien en directo o mediante fotografías; y
también observar y trabajar con toda la información que exista sobre la víctima (por ejemplo,
si el matarla o atacarla supone riesgo para el autor del crimen o no).

Según Ressler y Shachtman, (2005) el crimen puede dividirse en cuatro fases, las cuales
vamos a explicar mencionando las características de los organizados y los desorganizados.
Las cuatro fases serían: antecedentes del delincuente, el crimen en sí mismo, el modo en que
el asesino se deshace del cuerpo y el comportamiento posterior a la comisión del crimen.
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Cuando hablamos de los antecedentes al crimen no nos referimos a los antecedentes penales,
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sino al nivel en el que este haya podido planificarse o no. En el caso del asesino organizado
este llevaría la planificación del crimen, premeditándolo e incluso recreándose en la propia
premeditación. El asesino desorganizado, en cambio, no planifica el crimen, sino que actúa
según sus impulsos y, por esto mismo, es por lo que es más fácil de atrapar o saber quién ha
cometido el crimen en estos casos.

La segunda fase se refiere al crimen en sí mismo. Dentro del crimen se da importancia a


las víctimas y a los actos criminales que van más allá del mero asesinato. En este caso, el
delincuente organizado escoge a víctimas que no tienen ninguna relación con él y que le son
desconocidas, aunque emplee tiempo en seleccionarlas con cierto criterio. Normalmente,
para ello, suele vigilarlas para saber si encajan en el tipo de perfil que ellos buscan o no, ya
que el asesino organizado no elige cualquier víctima. A menudo engaña o utiliza trucos para
controlarla o engatusarla (Cleckley, 1988; Hare, 1991; Ressler et al., 2005).

Los aspectos físicos de la víctima influyen a que el asesino quiera escogerla o no. Este sujeto,
por tanto, posee inteligencia y es listo, tiene habilidades verbales que le ayudan en el control
que ejerce sobre la víctima. A modo de paréntesis, ante esto último comentado, Godwin y
Rosen (2006) difieren de esta idea, ya que en un estudio realizado por los mismos sobre
Asesinos en Serie en EEUU llegaron a la conclusión de que sólo el 34% había acabado el
instituto y, por esto, deducían que no eran tan inteligentes como se apunta.

Continuando con Ressler et al. (2005), el asesino organizado planifica cuidadosamente sus
crímenes y con el tiempo mejora sus estrategias o fallos anteriormente cometidos. El asesino
desorganizado, al contrario, no selecciona a sus víctimas con minuciosidad. Es más, no lo
hace ni siquiera de manera lógica, y de este modo muchas veces elige a una víctima que
supone riesgo para él mismo como, por ejemplo, que esta se resista mucho o incluso le deje
al agresor heridas defensivas. Por ello, la característica principal que se le atribuye al asesino
organizado es la planificación de sus crímenes y la del asesino desorganizado es la falta de
lógica en la comisión de sus crímenes.

Otra característica del asesino organizado es la adaptabilidad y movilidad a la situación para


la comisión de un crimen (Ressler & Shachtman, 2005; Garrido, 2012). Y además, suelen
mejorar de un crimen a otro y perfeccionando la técnica de comisión de sus crímenes,
teniendo cada vez mayor grado de organización.

Cuando se está trabajando, por parte de la policía, en la investigación de una serie de


crímenes en el que todos tienen el mismo modus operandi se aconseja coger el primer
crimen como referencia, ya que el propio asesino va mejorando sus técnicas y aprendiendo
de sus errores. Por ejemplo, esto pasa con los cuerpos, que en el primer crimen igual se ha
trasladado el cuerpo, pero según avanzan los crímenes el cuerpo se traslada aún más lejos de
la escena del crimen. Los asesinos organizados son tan previsores que a veces incluso portan
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un “kit de violación con el fin de no tener problemas al someter a la víctima, y de este modo
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puede disponer de una víctima sumisa, el cual es un elemento fundamental en sus fantasías”
(Ressler & Shachtman, 2005, p. 175).

Por tanto y contando con la característica de adaptabilidad, ¿qué se podría deducir


del empleo de un coche en un crimen determinado? Bien es cierto que el delincuente
desorganizado también podría emplear uno, pero en el caso de encontrarlo ese coche estaría
sucio, descuidado y en malas condiciones, probablemente como todas las pertenencias de
este delincuente. El coche de un delincuente organizado, sin embargo, estaría impecable.
En cuanto al arma es importante señalar que el delincuente organizado suele portar su
propia arma y jamás abandona esta en el lugar del crimen, ya que es consciente de que le
implicaría en el delito. El asesino desorganizado no se preocupa por eso, y a menudo emplea
armas que ha encontrado en la escena del crimen y que ha utilizado al momento, dejándolas
posteriormente ahí.

Existen situaciones en las que el delincuente organizado quiere jugar, vacilar o despistar a
la policía, eligiendo el lugar de un crimen o disponiendo la muerte de una manera especial
de forma que la policía se sienta confundida. Esto sólo puede ser obra de una mente lógica
y racional, con amplias capacidades intelectuales. Los asesinos desorganizados no serían
capaces de manipular las escenas del crimen porque ya de por sí el caos es lo que predomina
en ellos. Una escena desorganizada presenta confusión y rasgos de espontaneidad, e
incluso pueden existir algunos elementos en ella que reflejen sus delirios. En el caso de los
delincuentes desorganizados la escena del crimen es la misma que la escena de la muerte.

En cuanto a los trofeos, el delincuente organizado suele conservar a menudo objetos


personales de sus víctimas u objetos que se situarán en la escena del crimen, para
posteriormente recrearse en sus crímenes mediante este objeto que le recuerde ese
momento. Lo que quiere decir esto es que no se llevan estos objetos por un valor intrínseco,
sino que su importancia es de otro tipo, para que ayuden al criminal a recordar su crimen
e incluso puede ser objeto de futuras fantasías. A veces este trofeo se lo llegan a regalar a un
familiar, esposa o amigo/a, conociendo sólo ellos el significado cuando portan ese objeto. El
delincuente desorganizado, en cambio, no colecciona trofeos ni le interesan. En su mente reina
una confusión y si algo se llevan de la escena del crimen pueden ser trozos del cuerpo de la
víctima o incluso pelo de esta. Estos crímenes tienen siempre una naturaleza sexual.

El asesino organizado completa el acto sexual con la víctima viva, aprovechando su situación
de superioridad y violándola siempre que tenga ocasión, incluso torturándola antes de morir.
Cuando el sujeto es impotente en una relación sexual normal puede llegar a consumar el acto
perfectamente cuando está torturando hasta llegar a asesinar a su víctima. El organizado quiere
mantener viva a la víctima el mayor tiempo posible, pero el desorganizado realiza ataques
fugaces, aunque en ocasiones suele realizar actos pervertidos con ella después de matarla.

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Después de esto nos encontramos con la fase tercera y cuarta, que se refieren a cómo se
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deshace del cuerpo el asesino y su comportamiento posterior. En estas fases los asesinos
organizados y desorganizados tienen una personalidad muy distinta. Los asesinos
organizados no se sienten inferiores al resto, sino lo contrario. De hecho, a menudo siguen el
progreso (o la ausencia del mismo) de la investigación por parte de la policía en los medios
de comunicación. El asesino desorganizado se desentiende del crimen una vez cometido.

Por tanto, según el FBI, existen dos tipologías fundamentales de asesinos en serie: organizados
y desorganizados; añadiéndose la categoría de mixto, la cual tendría características de ambas
tipologías. Ressler y Shachtman (2005) refieren que en las investigaciones realizadas por el
FBI, que sólo un tercio de los asesinatos seriales corresponderían a asesinos desorganizados,
mientras que dos tercios serían asesinos organizados. Es importante mencionar que, según
el FBI, la cantidad de asesinos organizados puede estar creciendo hoy en día debido a la
difusión de armas de destrucción masiva y la movilidad social, que son factores que ayudan
a que los criminales puedan cometer sus crímenes con mayor facilidad y a evadir la justicia.

1.3 Asesinos en serie psicópatas y psicóticos.


No parece que una persona que cometa varios asesinatos sea alguien “normal”, en especial
si, como es el caso del asesino en serie, realiza sus crímenes con el tiempo suficiente para
planificar y ver las consecuencias de sus actos. Y en efecto, ni los psicópatas ni los psicóticos
son “normales”, aunque las características de las patologías sean bien diferentes.

En la práctica, un asesino en serie ha de ser, o bien un psicópata o bien un psicótico. Lo


que separa a ambos es el contacto con la realidad. El psicópata razona con lógica (al menos
de acuerdo con sus metas), no tiene problemas de alucinaciones (percibir cosas que no
existen), o delirios (tener creencias inamovibles que son absurdas, sin ninguna base real,
como la de ser espiado y estar en peligro de muerte). Lo que falla en el psicópata es su
capacidad para implicarse emocionalmente con los demás, para sentir y expresar afecto de
un modo auténtico. Por ello, dado que carece de la capacidad de sentirse realmente ligado a
alguien, no siente remordimientos por lo que pueda hacer. Y sin remordimientos, no puede
haber sentimiento de culpa, y si no hay culpa, no hay conciencia. Hay, eso sí, conocimiento
de lo que está bien o mal, pero es un saber que no se traslada a la moral, es decir, es un
conocimiento que no tiene implicaciones morales. El psicópata, entonces, es una persona
que obra sin atadura moral alguna, que comprende que está dañado, pero que obtiene un
beneficio por ello, y esa es la razón suficiente para justificar sus actos.

2. Argentina y los asesinos en serie.


Casi todo el material existente en este tópico es importado de países anglosajones, como
Estados Unidos, Canadá y el Reino Unido. En los últimos años, algo proviene de España,
estando generalmente la bibliografía en idioma Inglés. Los estudios desarrollados en estos
países son invaluables para entender este fenómeno, aunque también debemos tener en

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cuenta, como lo referimos en unidades anteriores, que ellos se basan en las sociedades
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donde coexisten.

No podemos comparar el entorno donde desarrolló su carrera criminal Jeffrey Lionel Dahmer,
apodado El Caníbal de Milwaukee o El Carnicero de Milwaukee, responsable de la muerte de
17 adultos y menores varones entre 1978 y 1991, con el Bajo Flores donde Marcelo Antelo
cometió los cuatro homicidios en honor a San La Muerte, por los que fue condenado.

De esta manera todo lo escrito nos sirve para entender mecanismos, para establecer
parámetros, y sobre todo, para adaptarlo a la idiosincrasia de la sociedad en la que nos
desarrollamos, o, para ser más exactos, en la que se interactúa el propio criminal.

Hay quienes opinan que el asesino en serie es propio de las sociedades Anglosajonas, ya
que el temperamento de las personas que conforman las sociedades Latinas, y más aún las
Latinoamericanas no son compatibles con ese tipo de conducta.

Indudablemente existe un condicionamiento ambiental, no podemos negar que el contexto


influye en las personas. Desde los albores de la historia, las teorías ambientalistas tuvieron
un importante desarrollo.

El Barón de Montesquieu, importante cronista de la ilustración francesa atribuye a la


influencia del medio natural los contrastes observados entre las culturas. Concibe en el
entorno, una de las causas más poderosas de la diferenciación cultural y política humana,
planteamientos que se evidencian en su obra “Del Espíritu de las Leyes” publicada en 1748,
donde expresa que “las necesidades en los diferentes climas han dado origen a los diversos
tipos de leyes” señalando luego que “sí es verdad que el carácter del alma y las pasiones del
corazón son muy diferentes según los distintos climas, las leyes deberán ser relativas a la
diferencia de dichas pasiones y de dichos carácteres”1.

Si pensamos en el estereotipo de Asesino Serial, no podemos alejar de nuestra mente a


Hannibal Lecter, el metódico psicópata al que Thomas Harris da vida en su saga novelística
iniciada con Dragón Rojo, interpretado en su versión cinematográfica por el genial Anthony
Hopkins, siendo “El silencio de los inocentes” (The silence of the lambs, 1988) la película que
lo inmortalizara.

Ahora pensemos en Asesinos Seriales reales. John Wayne Gacy, Jeffrey Dahmer, Ted Bundy…
todos Norteamericanos.

No existen Asesinos en Serie en la historia Criminal Argentina? Por supuesto que resuena el
nombre de Santos Godino, el “Petiso Orejudo”. También el mencionado Antelo, el “Asesino de
San La Muerte” y otros menos conocidos como el Tucumano Florencio Roque Fernández, “El 1 Montesquieu, (2007) Del Espíritu de
las Leyes, Barcelona, Losada.
vampiro de la ventana” o Francisco Laureana “El asesino puntual”.
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Si indagamos un poco más en los anales de la historia criminal de nuestro país, poco a poco
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van surgiendo. Con más o menos renombre, muchas veces con datos incompletos, pero la
lista no es corta.

Podemos afirmar entonces que los Asesinos en Seriales no son un producto anglosajón, sino
un fenómeno criminal también presente en estas latitudes. La diferencia está radicada en
que países como Estados Unidos y Canadá, dedicaron mucho dinero y recursos humanos en
estudiar ese fenómeno, obviamente, en base a su propia idiosincrasia.

La expresión “Asesino Serial” fue acuñada por el Médico Psiquiatra Norteamericano Robert
Ressler, quien elaboraba perfiles para el FBI, y quien entre otras obras escribió el magnífico
estudio “El que Lucha con Monstruos”. El canadiense Robert Hare escribió “Sin Conciencia”.
Ambos se hallan traducidos al español.

Sin menoscabar la capacidad de los Científicos Anglosajones, también debemos reconocer


que estos Países cuentan con otra ventaja para poder articular todo el andamiaje necesario
para este tipo de investigaciones, que abarca las aéreas científicas, sociales, psiquiátricas,
criminológicas y tantas otras.

Estamos hablando de los registros, tanto públicos como privados existentes en la mayoría de
estos países. Estudios anteriores, de muchos tópicos, relacionados directa o tangencialmente
con el tema. Años de investigación subvencionado por Instituciones Privadas o Estatales,
inclusive por los organismos de Seguridad.

La Investigación es el único medio para conocer un problema, y en esos países mucho se ha


investigado y mucho también se ha invertido.

Sería injusto no referirnos al genial Alfredo B. Palacios, quien a principios del Siglo XX
descollaba en el ámbito académico de la Sociedad Argentina, catapultándose al mundo. Pero
el contexto, como repetimos hasta el hartazgo… el contexto no determina, pero influye. En
esos años la Nación entera florecía. Éramos “el granero del mundo”. Durante los años 20 se
mantuvo como uno de los 10 países más ricos del planeta, con una riqueza comprable e,
incluso, superior al de la mayoría de países europeos, similar al de Francia o Alemania, y
mayor que Italia o Japón; el salario promedio seguía superando al que percibían los europeos.
De hecho, durante los años 30, EEUU, Canadá, Australia y Argentina se mantenían entre los
países más ricos del mundo, con un PIB per cápita en torno a los 5.000 dólares.

Luego de esto Argentina es uno de los países que mayor deterioro económico sufrió en los
últimos años, extendiéndose este deterioro a muchos ámbitos, descuidando las inversiones,
pero también el interés, la cultura y sobre todo permitiendo que los investigadores científicos
de muchas áreas busquen un horizonte más al norte… donde están “esos” asesinos en serie.

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2.1 Nuestros asesinos en serie.
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En nuestra organizada desorganización, dentro de los homicidios sin resolver de los
últimos cincuenta años (por delimitar un lapso de tiempo), cuantos asesinos en serie
dieron rienda suelta a sus impulsos sin ser siquiera detectados? Cuantos hechos se hallan
vinculados con otros?

Solamente con una búsqueda simple comenzamos a entrever historias que asoman
tímidamente en las crónicas policiales y que nos hacen pensar en la reflexión anterior.
Cuántas de ellas jamás fueron contadas?

Ahora bien, en cualquiera de los textos nombrados, podemos leer sobre Gacy, Dahmer,
Bundy. Por eso quiero compartir algunos casos nuestros, casi desconocidos para cualquiera.

2.2 El vampiro de la ventana.


Florencio Roque Fernández, fue un ciudadano tucumano que asesinó a unas 15 mujeres
durante la década del ‘50 y pasó a la historia criminal argentina como “El vampiro” o “El
vampiro de la ventana”.

Fernández había nacido en 1935 en un ambiente de pobreza extrema, en la periferia de


Monteros, el pueblo donde cometió todos sus homicidios. A raíz de una serie de disturbios
y conductas raras durante su niñez, un médico psiquiatra lo trató y le diagnosticó un tipo
específico de esquizofrenia que, de haber sido medicada, no le hubiera acarreado problemas
demasiado graves.

Sin embargo, la familia de Fernández tenía un origen muy humilde y vivía en la miseria,
por lo cual no lo acompañó en el tratamiento y lo abandonó a su suerte: desde adolescente
debió mendigar, rapiñar algún mendrugo en comercios o revolver los residuos domiciliarios
para alimentarse. Un caso típico de marginación social: era “el loco del pueblo”.

Con apenas 17 años, no sólo se convirtió en un ser solitario, sino que comenzó a sufrir
alucinaciones. Según le contó a los peritos legistas mucho más tarde, llegó a creer que era
un vampiro (había sido un éxito en la Argentina la película de Tod Browning, con Bela Lugosi
en el papel del Príncipe de las Tinieblas). La misma enfermedad le producía una irresistible
atracción hacia la sangre humana. Ese cóctel explosivo de delirios, desatención social e
indigencia lo condujo a cometer algunos de los delitos más crueles que se conozcan en la
provincia de Tucumán.

Un día de marzo de 1953, antes de cumplir veinte años, Florencio Fernández comenzó
a vigilar a una mujer y, no bien se aseguró de que estaba sola en su vivienda, decidió
atacarla. Aprovechó que en Monteros, como en otros tantos pueblos de provincia, las
ventanas quedaban abiertas durante las noches calurosas de verano e ingresó: llegó hasta
el dormitorio, la golpeó con un garrote y, una vez que estaba inconsciente, la mordió en el
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cuello. Así, al estilo estereotipado de los “resucitados” de Hollywood, sació su necesidad de
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sangre y escapó. La dueña de casa murió desangrada.

Esa costumbre campera de dejar puertas y ventanas abiertas provocó, un mes después, una
segunda víctima. Algo que sorprendió a la policía fue encontrar en la escena del crimen un
martillo y un palo de escoba partido, pese a que la mujer había muerto por la partición de
su tráquea a destelladas.

De la noche a la mañana, un pueblito tranquilo y seguro como Monteros se convirtió en


un infierno chico y la leyenda de “El vampiro” fue propagada por la prensa en la provincia y
enseguida en toda la Argentina. Algunas vecinas, presas del pánico, llegaron a declarar a la
policía que el asesino era un maniático sexual que pretendía violar a mujeres castas. Otras,
que ingresaba volando por las ventanas, por lo cual un diario bautizó al atacante como “El
Vampiro de la ventana”.

No obstante, a medida que se acumulaban en el juzgado criminal de Monteros las causas


judiciales, los médicos forenses se topaban con mujeres desangradas a las que les habían
mordido profundamente sus gargantas. Era un trabajo rudimentario, a “tarascón limpio”,
escribieron. En cambio, no había signos de violencia sexual ni de violación. Tampoco era
necesario planear para entrar en aquellas casas bajas.

El tema se transformó en un rompecabezas para los investigadores porque el homicida


tenía una capacidad asombrosa para borrar sus huellas en la noche. Un detective especuló,
incluso, con que el asesino era un hombre de clase alta, instruido y terriblemente inteligente
que los había burlado en más de una ocasión.

De esta forma, los casos se sucedieron uno tras otro, a veces con una regularidad de
dos meses y otra con saltos de un año. Entre 1953 y 1960, al menos quince mujeres,
de todas las edades y condiciones sociales, fueron degolladas a mordiscones por “El
vampiro de la ventana”.

Por supuesto, la mitología pueblerina impulsó a algunos cronistas a poetizar la tragedia y


redactaron que el hombre bebía el plasma de las mujeres hasta dejarlas resecas… O que
“el aparecido” lograba llegar al éxtasis sexual con sus libaciones. Claro que ninguna de
estas afirmaciones, fabricadas al calor de una redacción, pudo ser probada por los peritos.
Ni siquiera cuando fue reportado el caso de una mujer a la que le habían diseccionado
la arteria carótida, como hacía el Conde Drácula con sus víctimas, según la mitología del
irlandés Bram Stoker.

Lo único cierto es que, a fines de 1959, al denunciarse el caso número 15 de “El Vampiro”,
brigadas conjuntas de la Policía Federal y de la tucumana hicieron un mapeo de los lugares
donde habían sido halladas las mujeres muertas y quedaron estupefactos: la mayoría de las
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viviendas intrusadas estaba a un distancia similar de una cava abandonada en la periferia
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de Monteros. Así se dedujo que se enfrentaban a un asesino sedentario y focalizaron la
búsqueda en los alrededores de la gruta.

El 14 de febrero de 1960, tres meses después de su último homicidio, Florencio Roque


Fernández, entonces de 25 años, intentó su décimo sexto golpe, pero se descubrió envuelto
por un operativo de pinzas policial. Mientras pretendía volver a su cueva, un detective lo
divisó, lo siguió sigilosamente y, al advertir el lugar de escondite, avisó a sus compañeros.

“El Vampiro” fue detenido en un foso lindante a la cava, donde solía pasar las horas diurnas
porque, además, sufría de fotofobia. Los agentes encontraron signos de indigencia y
hacinamiento que lo llevaba a defecar en el mismo lugar donde dormía. Fernández no opuso
ninguna resistencia, salvo a la luz del sol. Parecía más bien aliviado de haber sido capturado.
Apenas fue sentado en un tribunal, el juez penal de turno ordenó que se le practicarán pericias
físicas y psicológicas. Ahí manifestó un alto grado de esquizofrenia y relató sus alucinaciones
monstruosas. Lógicamente, no hubo juicio: fue declarado inimputable y llevado de inmediato
a un hospital psiquiátrico de San Miguel de Tucumán. Murió de causas naturales ocho años
después, según se estima, porque tampoco hay registros de su defunción.

2.3 El asesino puntual


Existen sólo tres fotografías de Francisco Antonio Laureana (22) y todas fueron tomadas por
peritos forenses en la morgue, antes de la necropsia. La mirada fría de su cuerpo sin vida no
distaba de la que tuvo mientras vivía, según un testigo que aportó datos claves para realizar
el identikit con el que prácticamente se empapeló la zona norte de la provincia de Buenos
Aires. Los investigadores le adjudican quince violaciones y trece crímenes, entre 1974 y 1975,
pero no pudieron saberlo con certeza porque ese cazador de mujeres y niñas fue acribillado a
balazos antes de que pudiera confesar.

Las portadas de los diarios le dieron un espacio a su muerte y lo apodaron «el sátiro de
San Isidro». En esas líneas lo describían como un inhumano que mataba a sangre fría
y con absoluta premeditación: señoritas y niñas de ese barrio que tomaban sol en casas
coquetas o que esperaban algún colectivo, al igual que las pequeñas que jugaban en los
jardines, eran el blanco fácil de aquel maleante. «Fue uno de los criminales que más daño
le hizo a la sociedad, peor que Robledo Puch», reflexionó en una oportunidad un periodista
especializado en policiales, sobre el hombre que terminó baleado en el fondo de una casa
ubicada en Esnaola 666.

«La policía de la provincia de Buenos Aires solicita al vecindario, en el caso de observarse


circular por las arterias de la zona a personas cuyas características fisionómicas guarden
similitud con la imagen, se de inmediato aviso telefónico a la dependencia más cercana»,
decía el texto que acompañaba esta imagen.

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Laureana nació en Corrientes en 1952, su infancia trascurrió como interno en un colegio
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católico en la ciudad de Corrientes, fue seminarista en una orden religiosa, lugar del que
huyó luego de haber violado y ahorcado a una monja en las escaleras del establecimiento.
La dejó colgada del techo con una soga. Luego de eso -quizás su primer crimen- se mudó
a Buenos Aires en julio de 1974 y se instaló en San Isidro, donde vendía aros, pulseras y
collares que él mismo hacía. Al poco tiempo, fue a vivir con una mujer que tenía tres hijos.
«No saques a los pibes porque hay muchos degenerados sueltos», le aconsejaba.

Casi todos los miércoles y jueves cerca de las 6 de la tarde una mujer o una niña en la ciudad
desaparecían y sus cuerpos eran encontrados poco tiempo después en baldíos, con signos de
haber sido violadas y asesinadas salvajemente: las estrangulaba o las baleaba con un revólver
calibre 32, contó el escritor Rodolfo Palacios en un artículo sobre «el asesino puntual».

Su modus operandi incluía el robo de objetos personales de las víctimas, como un anillo,
una pulsera, una cadenita, etc., que guardaba como un trofeo en una bota que tenía en la
casa que compartía con su mujer e hijos. Quienes analizaron su conducta aseguraron que
«en ocasiones regresaba al mismo lugar para revivir el momento del crimen». Señal de una
mente morbosa y siniestra.

Dos niñas de 5 y 7 años, hijas de un matrimonio joven, fueron asesinadas a fines de enero
de 1975. Una tarde, alrededor de las 17:30, la madre de las pequeñas había salido a hacer
las compras por los comercios cercanos y al regresar se encontró con el peor panorama: el
cuerpito de Carmen, su hija de 5 años, estaba tendido en el suelo del comedor con signos de
haber sido estrangulada. Presa de un ataque de nervios, salió a la calle a pedir socorro a sus
vecinos y al retornar con ellos a la casa vio que en la cama matrimonial yacía el cuerpo de
Nora, su otra niña de 7 años. Tenía una almohada tapándole la carita. Al quitarla vieron que
un disparo en la frente la había matado.

Unas horas más tardes, una vecina declaró a la policía que había escuchado un ruido en
aquella vivienda y que se acercó para ver qué pasaba, pero solo vio a un hombre alejarse de
esa casa. «Como levantó la mano para saludar creí que sería uno de los tíos» de las menores.
Cuando mataron a Laureana, la testigo fue a la morgue y lo reconoció como la persona que
vio aquel día.

Hubo un testigo clave en este caso: el hombre que se topó con Laureana luego de que
cometiera uno de sus aberrantes crímenes. Lo vio saltando un techo y recibió varios disparos
como respuesta, pero resultó ileso. De inmediato, aportó datos para que se dibujara el
identikit y de ese modo poner en alerta a toda la sociedad. Había un asesino y sátiro suelto.
«Jamás olvidaría ese rostro y esa mirada», aseguró a los peritos que lo dibujaron.

«Altura: 1,70; andar: ágil y esbelto; acento: norteño o de país limítrofe», decía la descripción
del retrato policial, dibujo gracias al cual finalmente cayó luego de haber sido reconocido
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por una vecina que lo vio merodeando su casa. «(…) una mujer domiciliada en Tomkinson
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observó en actitud sospechosa detrás de un alambrado a un individuo joven que vestía de
sport. El sospechoso había entrado por un camino, propiedad de la mujer, que colinda con
una mansión en cuya pileta de natación había mujeres y niñas bañándose», informó el caso
la revista policial “Así” publicada el 4 de marzo de 1975. Esa misma publicación detalla el
accionar delictivo y levanta testimonio de quienes fueron protagonistas de la redada. Dijo
entonces el sargento Domingo Ledesma: «Era ágil y saltaba los cercos como un gato, pero no
pudo despistarnos; (…) lo seguimos hasta que lo vimos desaparecer en una casa de la calle
Esnaola», donde minutos después fue abatido.

Por su parte, el casero de ese domicilio, Ciro Sandoval, mostró el lugar donde Laureana murió
y aseguró a la revista: «Mi perra marcó el lugar donde se había escondido el delincuente». Y
así fue. El hombre se escondió, primero, en el parque de la vivienda que estaba rodeada de
árboles; luego buscó refugio en una habitación externa de la casa que usaban de depósito
de víveres y donde había algunas gallinas. Fue allí donde Rina lo «marcó» y comenzó a ladrar
hasta que los efectivos lo vieron y dispararon. Nunca pudo saberse si hubo un enfrentamiento
o si Laureana estaba desarmado. «Mi perrita marcó un bulto y entonces se escuchó un
disparo. Ahí estaba, bañado en sangre. Irreconocible».

La mujer de Francisco Laureana declaró que jamás vio actitudes sospechosas ni extrañas
en su marido. «Lo único malo de él era que «conducía como un loco» un viejo Fiat, por lo
que nadie lo quería acompañar. (…) Cada vez que salía me pedía que cuidara a los chicos
«porque hay muchos locos sueltos en la calle»». Al momento de allanar su casa, en el
interior de una bota, encontraron los anillos y aros que había robado a sus víctimas y que
celosamente guardaba para recordarlas.

En ese mismo tono se expresaron la hermana y la madre del hombre que fue abatido: «El
rostro del identikit en nada se parece a mi hermano (…) solo yo sé que Francisco era un
excelente hermano y muy buen padre de familia», dijo a la revista Así la joven. Por su parte,
la mujer se quejó sobre el accionar policial: «Tendrían que haberlo interrogado en vez de
matarlo, pero ahora estando muerto quién sabe si es él el sátiro que buscaban. Mi hijo fue
inocente».

El destacado perito forense Osvaldo Raffo estuvo a cargo de practicarle la necropsia. En las
imágenes se lo ve midiendo la altura del criminal y esa imagen es altamente impactante:
Francisco Antonio Laureana murió con los ojos abiertos. Su mirada fría y penetrante, quizás
la misma que vieron sus víctimas, quedó para siempre congelada en el tiempo.

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3. La investigación de Asesinos en Serie.


La investigación de Asesinos en Serie requiere un grado de perspicacia muy elevado. Exige ser
metódicos, detallistas, observadores, y por sobre todo, saber escuchar a otros profesionales.

El primer paso es la detección del Asesino en Serie. Generalmente son detectados luego de la
comisión de varios delitos, y deberemos poder detectar el primero de ellos, para iniciar desde
aquí nuestra investigación.

Como en cualquier Homicidio, la participación de la Unidad Criminalística Móvil será


fundamental, y como siempre, encadenado a esto, será primordial la preservación del lugar del
hecho, lo que nos lleva, como es usual, a una de las figuras más importantes y poco reconocidas
en estas investigaciones: El primer interventor.
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Llamamos así al primer policía que llega al hecho. Lo que este funcionario haga o deje de hacer
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va a repercutir directamente en el resultado de la Investigación. Hoy en día, con la puesta
en vigencia del Protocolo Federal de Preservación, se espera garantizar (de ser empleado
efectivamente) que al arribo de la Unidad Criminalística, el lugar del hecho se halle en las
condiciones más parecidas posibles al momento en que se retiro del mismo el autor.

Todos los servicios que conforman la Unidad aportaran una parte de la historia, reflejaran
pieza a pieza lo ocurrido, y por supuesto, el Médico Legista en un principio y el Forense luego,
aportaran todo lo que el cadáver, y su entorno inmediato nos pueden decir.

Locard sostenía que todo delincuente deja algo de sí en el lugar del hecho, y se lleva consigo
también algo del lugar. Es el conocido principio de Intercambio, fundamental para este tipo
de investigaciones. “Toute action de l’homme, et a fortiori, l’action violente qu’est un crime,
ne peut pas se dérouler sans laisser quelque marque” - La police et les méthodes scienifiques
(Locard, E. 1934), página 8. Traducido al Español significa “Cualquier acción de un individuo, y
obviamente la acción violenta que constituye un crimen, no puede ocurrir sin dejar rastros“.

Por supuesto, todo investigador que se precie de tal debe atenerse al propio e innato “Principio
de Curiosidad”, por lo que inmediatamente debe reunir toda la información posible sobre el
lugar del hecho y la víctima.

Sobre el lugar deberá efectuar relevamientos en la zona en busca de cámaras de filmación,


públicas o privadas, testigos, determinar que funcionaba en el lugar, si se trataba de un comercio
o una vivienda, si eran conocidos sus moradores, el movimiento usual en el lugar, determinar
acorde a la hora del crimen que tipo de entorno había en la zona, etc.

Sobre la víctima, una vez identificada, determinar la existencia de parientes, su domicilio, con
quien vivía, forma de vida, e iniciar una pormenorizada búsqueda en bases de datos, redes
sociales, y en todo lugar donde se pueda recurrir, a los efectos de determinar si la persona en
vida se vinculaba con algún factor de riesgo, o cualquier otro aspecto que la hiciera vulnerable
a un ataque como el sufrido.

Muchas veces, tal como se adelantó, se cae en la cuenta de que se está tras los pasos de
un Asesino en Serie luego de varios hechos, iniciándose de esta manera, una búsqueda
retrospectiva hacia el primer hecho cometido. Otras veces, la calidad del delito cometido nos
trae a la mente “algo”. Un indicio oído o tal vez un detalle que ya vimos en otra investigación. La
disposición del cuerpo, la forma u orden de las heridas, la semejanza de las víctimas. Aquí juega
el grado de perspicacia, el grado de minuciosidad del investigador. Puede ser una casualidad,
o no. Eso dependerá de búsquedas en archivos, testimonios y consultas con otros funcionarios,
para poder relacionar o descartar estos indicios.

De la misma manera, si estamos ante un hecho que por la forma de comisión denota un grado
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de salvajismo extremo, tal como descuartizamiento, desmembración, remoción de las vísceras
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o algo por el estilo, indica que claramente estamos ante una persona muy perturbada, y es muy
difícil que se llegue a ese grado de perturbación de la noche a la mañana. Probablemente algo
haya ocurrido antes de ese delito.

Quizá no fue otro crimen. Tal vez mala conducta, violencia familiar, maltrato animal. Pero algo
ocurrió previamente, y si hallamos esta relación, tenemos grandes probabilidades de esclarecer
el hecho.

3.1 La importancia del primer hecho


Dijimos que en una secuencia de homicidios en serie, necesitamos investigar retrospectivamente
el primero de ellos.

Esto no es caprichoso. Muchos autores concuerdan que de la misma manera que un profesional
perfecciona sus métodos con la experiencia y el paso del tiempo, de la misma manera el Asesino
en Serie va a ir ganando confianza, e inclusive va a ir mejorando sus técnicas de captación,
trabajo sobre la víctima, forma de dar muerte etc. Incluso se estima que a medida que vaya
adquiriendo esta “confianza” se va a alejar cada vez más de su zona de confort, ampliando su
“coto de caza”, por llamarlo de alguna manera.

Si analizamos lo dicho, se infiere entonces que los primeros hechos van a ser menos elaborados,
y tenemos más probabilidad de hallar en estos algún rastro, un indicio que nos permitan
dilucidar la identidad del autor.

No nos olvidemos que durante la Investigación Criminal, de manera permanente recolectamos


información. Quizá aún no lo sabemos, pero uno de estos datos puede ser determinante. Por
ello se recomienda un buen manejo de los cuadros de relación, mapas conceptuales, y todo
gráfico que nos permita de un golpe de vista abarcar varios aspectos de la pesquisa.

El primer crimen, cronológicamente hablando, también será el más burdo. Será la primera vez
que el asesino pone en práctica lo que tantas veces recreó en su mente. Será la primera vez que
sienta la sangre humana manar de un cuerpo, la primera vez que tome una vida. Por ello es más
probable que se equivoque. Que no sepa controlar el caudal de sangre, que no esté preparado
para las tantas vicisitudes que conlleva matar a una persona.

Aquí viene a cuento uno de los aspectos que destacamos de los países Anglosajones donde
tanto se desarrolló el estudio de este fenómeno. El correcto registro de sucesos ocurridos en el
pasado. La estadística veraz, y completa.

A estos datos deberemos recurrir para analizar, con nuevos ojos ese “primer” crimen
documentado.

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3.2 Evolución
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En la evolución del criminal debemos separar entre Asesinos en Serie organizados y
desorganizados, ya que no presentan las mismas características.

Debemos entender que aquellos que comenten crímenes que nada tienen que ver con el dinero
son una especie diferente de los criminales corrientes cuya motivación es el lucro. Asesinos,
violadores y pedófilos no buscan un beneficio monetario; de una perversa, aunque a veces
comprensible manera, están buscando una satisfacción emocional.

Los Asesinos en Serie calman su ansia asesina llevando a la práctica las representaciones que
recrean en sus mentes. Estas representaciones son siempre placenteras, pero generalmente al
llevarlas a la práctica, si bien le causa satisfacción, no llegan al nivel de sus representaciones.
Luego del periodo de latencia criminal, generado por la satisfacción obtenido mediante la
“puesta en escena” de sus representaciones, el ansia vuelve a ser irresistible generando un
nuevo crimen.

Por supuesto que lo resumido en el párrafo anterior llevó años de investigación y gran
cantidad de estudios y libros donde se desarrollaron estas teorías, con lujo de detalles y
fundamentos científicos.

El Asesino en Serie desorganizado vive su ansia asesina como un torbellino que consume su
voluntad hasta que estalla como una necesidad incontrolable. Por ello se caracteriza por su
falta de planificación. Quizá con el paso del tiempo y la consumación de hechos tome coraje
para alejarse de su zona de confort, que es el lugar donde se siente seguro, bien por ser un
terreno conocido por vivir cerca, trabajar, o desarrollar cualquier tarea que le permita un cierto
conocimiento o cobertura, pero generalmente son oportunistas o se dejan llevar por un deseo
incontrolable que es liberado ante una circunstancia determinada. Sus intentos de ocultar el
cadáver o los rastros, si los hay, son torpes y hasta infantiles.

Por el contrario, en quien más se observa esta evolución entre homicidio y homicidio es en el
Asesino en Serie organizado, quien sí planifica, acecha, observa y actúa muy meticulosamente.
Lamentablemente su progreso se observa en su obra, en cómo lleva a la realidad proyecciones
de su mente cada vez más compleja, que se traducen en un verdadero suplicio para la víctima,
llegando a calcular el grado de dolor infringido, cuidándose de no provocar la muerte hasta
el momento justo. A menudo también se traduce en puestas en escena más elaboradas, que
buscan también un mayor impacto en su “público” en el caso de que los hechos hayan tomado
trascendencia e incluso puede que quiera establecer una diálogo o juego con los propios
investigadores, a través de acertijos o mensajes.

3.3 Antecedentes
Nos referimos anteriormente a la importancia del primer hecho. Si hablamos de un crimen
anterior, deberemos recurrir a los archivos locales, en principio e ir ampliando la zona de
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búsqueda ya que debemos contemplar una gran gama de posibilidades.
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No nos detendremos en el estudio de los factores que se cree, derivan en un Asesino en Serie.
No es el objeto de la materia, y al que le interese ese aspecto, mucho se ha escrito, discutido
y estudiado sobre el tema. Solamente partiremos de los resultados más aceptados, para
referirnos al aspecto de la investigación.

Generalmente los Asesinos en Serie inician su carrera criminal luego de su adolescencia.


Tenemos la excepción de Santos Godino, que la inició a los doce años, pero acorde al estudio
de los casos documentados, los trastornos que llevaran al futuro Asesino en Serie se inician
en la niñez, se acentúan en la adolescencia y se manifiestan en la temprana adultez.

Como dijimos antes, esto no ocurre de un día para el otro. El Asesino Serial es el resultado de
un largo proceso, y ese camino muchas veces deja rastros. Es común que los Asesinos en Serie
de niños hayan tenido conductas extremadamente violentas con otros niños, con animales,
problemas de conducta en el sistema educativo e inclusive que hayan sido internados en
instituciones psiquiátricas o Institutos para menores.

No siempre el antecedente es otro delito. Debemos buscar indicios en todo lo nombrado. Y


el éxito de nuestra búsqueda va a depender de la claridad del registro tomado hace quizá
quince años atrás, cuando el Oficial a cargo de un móvil de alguna Comisaría haya registrado,
o no, en el libro Registro de Jefes de Servicio Externo, la aparición de varios perros mutilados
en una determinada zona, o alguna nimiedad por el estilo.

Tal grado de minuciosidad en un registro sonsacará una sonrisa en quienes hayan estado a
cargo de un Móvil en alguna Comisaría, y quien escribe también es consciente de ello. Pero
lamentablemente, en muchas investigaciones se hubiera ahorrado tiempo, y sobre todo vidas
humanas, si se hubieran registrado debidamente el motivo de la llamada al 911, y no se hubiera
escudado la intervención en la conocida frase “Incidencia, Solucionado en el lugar”.

3.4 Perfilaciones
La primera iniciativa realmente importante y metodológicamente transmisible en la
elaboración de un perfil criminal orientado a la detención de los asesinos en serie la
desarrollaron Robert Ressler y John Douglas durante su trabajo como agentes especiales
para el FBI.

El FBI ha sido un referente en la lucha contra el crimen, y en su base localizada en Quantico


(Virginia) se recopila una base de datos muy extensa sobre asesinos en serie de todo el
mundo. El trabajo de estos agentes fue la realización de numerosas entrevistas con los peores
asesinos en serie para conocer todos los datos sobre sus crímenes, como su motivación, su
método, etc., y así elaborar patrones de conducta comunes (Rámila, 2010).

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Esto no quiere decir que esta técnica no se hubiera llevado a cabo con anterioridad, pero no de
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tal manera ni de forma tan eficaz. De hecho, según Garrido y López (2006), la primera vez que
se planteó una propuesta de perfilación criminal la llevó a cabo James Brussel, al aplicar un
razonamiento lógico deductivo ayudado por su experiencia y por la probabilidad, que supuso a
la captura en 1957 de George Metesky, más conocido como “the mad bomber”. Pero es verdad
que la perfilación criminal se afianza y resulta útil para la investigación criminal a principios de
los 80 gracias a los agentes del FBI que hemos nombrado.

Antes de realizar las entrevistas con los criminales (debido a que, en su opinión, la mejor forma
de conocer los crímenes era hablando con aquellos que los habían cometido) se pusieron en
contacto con otros cuerpos y departamentos de policía, pidiéndoles las fichas de los criminales
violentos, estudiándolos individualmente y haciendo una equiparación o sacando a relucir una
relación entre ellos (Vaca y Dzib, 2012).

Con la elaboración del perfil criminal se pretende destacar ciertas características criminales que
sean útiles para las actuaciones judiciales y de investigación (Garrido & López, 2006; Vaca & Dzib,
2012). Rámila (2010) sostiene que la elaboración del perfil criminal se basa en plantear una
estimación física y psicológica que se acerque (en la mayor medida de lo posible) a la realidad
de una persona sospechosa de la comisión de un delito. Es importante en este caso resaltar la
idea de Ressler, y cito textualmente, que “no hay dos crímenes ni dos criminales exactamente
iguales. La persona que está elaborando el perfil busca patrones e intenta encontrar las
características del probable autor de un delito. Es un proceso basado en hechos mediante el
que se utilizan razonamientos analíticos y lógicos. Aprendemos todo lo que podemos de lo que
pasó, empleamos nuestra experiencia en saber por qué ocurrió y dibujamos un retrato criminal.
En unas palabras: qué más por qué igual a quién” (Ressler & Shachtman, 2005, p. 202).

3.4.1 Métodos de perfilación


Dentro de la propia investigación criminal hay distintos tipos de perfiles a elaborar, que
corresponderían a los perfiles de criminales conocidos, perfiles de criminales desconocidos y
el perfil geográfico, según exponen Vaca y Dzib (2012). El perfil de criminales desconocidos
(método clínico o deductivo) es el más trabajado por el FBI en Estados Unidos y el perfil de
criminales conocidos (método estadístico o inductivo) y el perfil geográfico tienen como
precursor a David Canter.

En primer lugar, el método clínico desarrollado en su mayoría por el FBI hace uso del
razonamiento deductivo para la elaboración del perfil. El método deductivo es utilizado para
conocer casos desconocidos basándose en la experiencia (Hikal, 2005).

Para su elaboración, se recurre a los casos previamente investigados y al conocimiento sobre


la conducta humana para descubrir la motivación del autor con sus crímenes. Este método
tiene en cuenta el análisis previo de diversos estudios de caso existentes (Morales, 2003;
Norza, Morales, Merchán y Meléndez, 2013). El procedimiento mediante el cual se elabora el
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perfil está relacionado con los diagnósticos clínicos que hacen los profesionales, partiendo del
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conocimiento que exista sobre los trastornos psicológicos y conductuales (Morales, 2003). De
este modo, el perfil se realiza en base a los conocimientos clínicos preexistentes y al modo en
que se presente la conducta humana en cada crimen.

Como se ha mencionado, el FBI ha trabajado este perfil en profundidad y, concretamente,


Robert Ressler, quien sostiene que su postulado serviría para averiguar el qué, el por qué y el
quién, tanto del delito como del delincuente (Burgess et al., 1986).

Estos autores dividen el método clínico en seis etapas: 1) etapa de entradas, en la que se recaba
toda la información relacionada con el caso, escena del crimen, modus operandi, estudio
victimológico e informes policiales u otros documentos disponibles; 2) el proceso de decisión
de modelos, en la cual se selecciona el modelo por el cual va a clasificarse el delito y se valora
la vulnerabilidad de la víctima, la peligrosidad criminal del delincuente, horarios, etc.; 3) etapa
de evaluación del crimen, en la que se reconstruyen los hechos del crimen; 4) etapa del perfil
criminológico, en la que se analiza toda la información ya obtenida y se comienza a elaborar el
perfil, el cual debe constar de información sobre datos demográficos, físicos, hábitos, creencias,
valores del delincuente, etc.; 5) etapa de investigación, en la que se compara el perfil que se
haya realizado con los sospechosos, siendo muy importante la revisión y retroalimentación del
caso constante, ya que si hay evidencias obtenidas posteriormente hay que tenerlas en cuenta;
y 6) la etapa de aprehensión, posterior a la aprehensión y procesamiento del delincuente, en la
que se contrasta el perfil realizado con las características del delincuente y se tienen en cuenta
los aciertos y los errores para la retroalimentación del proceso.

Las críticas existentes a este método están dirigidas a las inferencias del investigador acerca
de lo evidenciado en la escena del crimen y el riesgo de basarse únicamente en teorías o
fundamentos científicos. También se recoge que hay factores ambientales que pueden
interferir en el comportamiento criminal y no se tienen en cuenta, por lo que la escena del
crimen contaría con elementos que no pertenecen a la personalidad del criminal y puede
inducir a error en la investigación.

Con los datos obtenidos mediante el método deductivo se ha propuesto por el FBI una tipología
que clasifica a los delitos y delincuentes en organizados y desorganizados –aunque como sabemos
existe la mixta también, combinando características de ambas tipologías- (Morales, Muñoz,
Santillán, Arenas & Ponce de León, 2007; Norza et al., 2013). Esta clasificación dicotómica trata
de identificar los rasgos psicológicos y criminológicos del perpetrador del crimen, atendiendo
a las evidencias encontradas en la escena del crimen y otros elementos del perfil. La escena del
crimen organizada tendría evidencias de haber sido planificada y el autor suele ser metódico,
inteligente, con habilidades sociales y sexuales (aunque superficiales) (Godwin & Rosen, 2006;
Morales et al., 2007; Norza et al., 2013). Las escenas desorganizadas, por su parte, carecerían
de planificación y las acciones de los autores suelen ser fruto de su enfermedad mental (la
esquizofrenia), caracterizándose las escenas del crimen como desordenadas, desorganizadas y
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descuidadas (Bernabeu, 2010). Los asesinos en serie desorganizados son personas impulsivas y
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carentes de habilidades sociales y sexuales (Morales et al., 2007).

El enfoque del FBI se basa en la experiencia de los agentes en la investigación de crímenes


durante su carrera profesional y en entrevistas en profundidad con los propios criminales.

Por otra parte, el método estadístico está basado en el método utilizado por la psicología
experimental. Se lleva a cabo la formulación de hipótesis que posteriormente son sometidas
a prueba mediante un análisis estadístico (Garrido, 2000; Garrido, Redondo & Stangeland,
2001). El método estadístico es un método inductivo, el cual parte de casos particulares
que estudia y analiza para elevarlos a conocimientos generales (Hikal, 2005) o, dicho de
otra manera, “se generaliza un perfil a un criminal individual a partir de las características
conductuales y demográficas compartidas por otros criminales ya estudiados en el pasado”
(Soria, 2006, p. 367). Es decir, se parte de lo específico a lo general y mediante ciertas
premisas (como la edad, la raza, agresiones específicas de agresores conocidos) se llega a
una hipótesis (Vaca y Dzib, 2012).

Por ejemplo: un investigador se encuentra en una cárcel investigando a criminales con


psicopatía, habla con uno de ellos y diagnostica falta de empatía, habla con otro y resulta igual,
y habla con un tercero y lo mismo. Si esto se da de manera reiterada, se podrá asociar a la
psicopatía la falta de empatía. El instrumento más utilizado para obtener los datos mediante el
método estadístico es la entrevista con delincuentes que hayan sido condenados por el mismo
delito y, en ocasiones, que no tengan posibilidad de salir de la cárcel para que esto no influya
a sus discursos. “Los investigadores también se nutren de datos provenientes del expediente
judicial y con base en todas estas fuentes se construye el perfil inductivo” (Vaca y Dzib, 2012,
p.109; citando a Ressler, 1999).

Los autores que apoyan la propuesta del perfil inductivo apuntan que una de sus ventajas es
que no es aplicable únicamente en casos de asesinatos seriales sino que se puede realizar para
delitos de hurto, piromanía, crimen organizado, etc. (Canter, Alison, Alison & Wentink, 2004;
Morales et al., 2007). Además, otro aspecto positivo es su eficacia, ya que ofrece características
individuales con menos esfuerzo -y en un periodo menor de tiempo- que el empleado en el
método deductivo debido a que parte de unas premisas en las que ya se incluyen aspectos
básicos del delincuente y del delito que ayudan a configurar su perfil y predecir futuras
actuaciones (Soria, 2006; Turvey, 2008; Rámila, 2010).

En cambio, Vaca y Dzib (2012) refieren que los opositores de este método de perfilación recogen
diversas desventajas respecto a este: la existencia de una muestra acotada para su estudio, la
posibilidad de que los testimonios de los entrevistados sean falsos, la fiabilidad y validez de
los instrumentos utilizados, etc. Otra desventaja puede ser, según apunta Soria (2006), que se
generaliza unas características de un sujeto a partir de los ya muestreados, y los datos obtenidos
pueden no ser fiables o válidos.
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David Canter es el principal exponente de este método, y señala que el material en el que se
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basa la inferencia en el proceso de perfilación es limitado, debido a que pueden obtenerse
datos de procesos mentales, características de personalidad, etc., son escasas y poco fiables
(Canter, 2000). Según Canter, para la elaboración de un perfil se deben obtener los mayores
datos posibles relacionados con el delito y el delincuente; para ello, se centra en patrones como
violencia utilizada, nivel de planificación y relación entre agresor-víctima.

Canter comenzó revisando la evidencia disponible acerca de la validez de los perfiles y su


capacidad de inferir las características de delincuentes desconocidos a partir de lo analizado en
sus crímenes. Encontró numerosas deficiencias en el método deductivo, como el poco respaldo
empírico (Canter, Alison, Alison & Wentink, 2004). En este contexto, Canter planteó el realizar un
nuevo diseño de estudio con mayor rigor metodológico que permitiera identificar las variables
del delito y del delincuente y evaluar empíricamente la relación entre dichas variables. Para
ello, contempló grandes muestras de casos ya resueltos de delincuentes que se encontraran
cumpliendo la condena, para luego aplicar los resultados al análisis de casos específicos. El
modelo de David Canter se sirve de las mismas fuentes que el FBI (examen y fotografías de la
escena, información sobre la víctima, modus operandi, etc.) pero contextualiza la información
desde el conocimiento empírico y teorías y modelos ya conocidos (Soria, 2006), ya que una el
perfil siempre ha de estar basado en una comprobación empírica (Porter et al., 2003).

Como se puede observar, ambos métodos tienen sus detractores y defensores. Lo cierto es que
es de gran utilidad hacer uso de ambos para mayor rigor científico en la perfilación, sirviéndonos
para tener las mayores probabilidades de identificación y detención del delincuente y resolución
del caso, además de la predicción de futuras actuaciones violentas.

3.5 Otras técnicas


Obviamente la perfilación criminal no es una técnica que está al alcance de cualquiera.
Por supuesto que se debe tener la formación necesaria y contar con un respaldo teórico y
metodológico para sustentarla. Debe ser realizada por profesionales, pero será necesaria la
interacción activa del investigador.

Asimismo como referimos varias veces ya, toda investigación criminal va a estar sustentada por
las tareas básicas de recolección y análisis de datos, sin las que difícilmente podemos llegar a
sostener una hipótesis que justifique el empleo de técnicas complejas.

Y nuevamente recalcamos la responsabilidad del operador en el desarrollo de las técnicas


básicas de investigación, ya que estas son las pequeñas bases donde se asentará nuestra
investigación, y la solidez de esta dependerá de la eficacia de las tareas básicas, como las
constataciones de domicilio, el relevamiento de cámaras, la compulsa de algún archivo o
entrevistas aparentemente sin importancia sobre hechos ocurridos años atrás.

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3.6 Manejo de Medios
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El manejo de medios es una tarea que muchas veces se descuida hasta que se convierte en
un verdadero contratiempo. Casi todas las Unidades Investigativas de Delitos Complejos del
mundo, cuentan con Oficinas dedicadas exclusivamente al manejo de prensa. De esta manera,
evitan el confronte con los medios, aportan la información permitida, y en ocasiones hasta se
cuenta con el apoyo de estos, consensuando en que momento dar a conocer ciertos datos.

La Policía Federal Argentina cuenta para ello a la División PRENSA, centralizándose allí todo el
manejo de medios, ante la intervención de la Fuerza en cualquier tipo de delito.

Debemos ser conscientes de la importancia de esto, ya que ante una serie de crímenes como los
relatados en esta Unidad, los medios masivos de comunicación pueden hacer cundir el pánico
entre la población, cosa que nos traerá más presión para resolver el hecho, o por otra parte, bien
manejados, pueden hasta cooperar con la investigación.

CONCLUSIÓN
Con esto damos por concluido un tema que generalmente despierta mucho interés en los
futuros investigadores. Como vimos es todo un desafío, pero a la vez, casi nunca se toma en
cuenta la magnitud de un hecho en sí.

La inmensidad de verse envuelto dentro de un siniestro juego donde una mente perturbada
de una u otra forma puede sesgar vidas de una forma tan atroz, representar escenas terribles,
frutos de una mente atormentada, y sin embargo evitar que ese fuego nos afecte, lograr
equilibrar nuestra participación, dejando todo el asunto fuera de nuestra vida personal.
Lamentablemente, en mi experiencia, el detective siempre se lleva su trabajo a casa. En mayor
o menor medida, es inevitable.

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Bibliografía Consultada
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