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DEFINICIÓN DE MODELO CONCEPTUAL

Un modelo conceptual es la representación gráfica-descriptiva de un sistema de aguas


subterráneas que incorpora la interpretación de las condiciones geológicas, hidrogeológicas e
hidrogeoquímicas prevalecientes (Baalousha, en König y Weiss, 2009).
Es la parte más importante de la modelación de las aguas subterráneas y es el paso siguiente
después de haber identificado los objetivos que sugieren la elaboración de un modelo de flujo
o transporte. Sin embargo, generalmente no es posible incorporar íntegra y totalmente la
complejidad de un sistema, y en su desarrollo se deben incluir simplificaciones válidas, acerca
de las condiciones hidrogeológicas identificadas (Anderson y Woessner, 1992). Esta
aseveración es de suma importancia, ya que es común que muchos de los errores asociados
con la modelación numérica a menudo se relacionen con deficiencias o limitaciones en el
modelo conceptual.
La construcción de un modelo conceptual de funcionamiento de las aguas subterráneas
requiere de información confiable y veraz de diferentes disciplinas, como son: geología,
geofísica, hidrogeología e hidrogeoquímica, sobre aspectos diversos como pueden ser:
distribución de unidades hidroestratigráficas, tipos de condiciones de frontera, definición de
parámetros hidráulicos, etc.
Un buen modelo conceptual debe describir la realidad de una manera simple que satisfaga los
objetivos de la modelación y los requerimientos del manejo del recurso hídrico (Bear y Verruijt,
1987).
En síntesis, la conceptualización debe resumir nuestro entendimiento del flujo de las aguas
subterráneas; por tanto, los puntos clave de un modelo conceptual son:
1. Dominio y geometría del sistema.
2. Condiciones de frontera.
3. Determinación de parámetros hidráulicos.
4. Definición de los sistemas jerárquicos de flujo del agua subterránea.
5. Recarga del agua subterránea.
6. Identificación de fuentes y/o sumideros.
7. Balance de aguas subterráneas.

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METODOLOGÍA PARA LA CONCEPTUALIZACIÓN DEL SISTEMA
1. Dominio y geometría del sistema.
Para elaborar un modelo conceptual se tienen que cubrir todos los aspectos que
definan su funcionamiento hidrodinámico. En primera instancia, se selecciona la escala
del modelo. En este sentido, el caso que nos ocupa es la unidad hidrogeológica
(sistema-acuífero) en su totalidad.
Identificado el dominio de interés, se procede a la “geometrización” del sistema, que
consiste en definir la distribución de las unidades geológicas (estratigrafía) del
subsuelo y sus estructuras tectónicas, como pueden ser: anticlinales-sinclinales
(plegamientos), fosas y pilares (estructuras extensivas, compresivas o de corrimiento),
sistemas de fallas, diaclasas, fracturas y grietas, domos, discordancias, cambio de
facies, etc. a partir de información geológica y geofísica, que podrá ser de estudios
previos o de la que se genere “ex profeso” para la conceptualización del sistema. En
este caso, los métodos geofísicos que se utilicen podrán ser de diversa índole, como
pueden los métodos: eléctrico, electromagnético, gravimétrico, sísmico, radar, registro
de pozos, etc. Lo importante son los resultados obtenidos para interpretarlos
geológicamente, con lo cual se estaría estableciendo la geometría del sistema en su
entorno e internamente. Esta etapa es clave, como punto de partida para identificar y
diferenciar a las unidades hidroestratigráficas, además de conocer su comportamiento
hidráulico y saber sobre la relación que guardan entre ellas desde el punto de vista del
concepto “acuífero-acuitardo”.
2. Condiciones de frontera.
Una etapa fundamental en la conceptualización de un sistema de aguas subterráneas
es la referente a las condiciones de frontera. Se trata de definir el comportamiento
tridimensional del flujo de agua subterránea en los límites del dominio. En este caso, la
frontera superior será el nivel freático o nivel potenciométrico, según sea el
comportamiento hidráulico del sistema. La frontera inferior se refiere a la posición
(forma y profundidad) del basamento (acuicludo). Las fronteras laterales, estarán
relacionadas con las zonas de parteaguas subterráneos (no-flujo o recarga). En
resumen, el entendimiento de estas fronteras, posibilita definir su comportamiento con
respecto a la carga hidráulica y/o al flujo de agua subterránea que esté fluyendo por
ese límite, según los tipos de frontera existentes (Tipo Dirichlet, Neumann o Cauchy).
3. Determinación de parámetros hidráulicos.
Esta fase se refiere a la estimación de parámetros hidráulicos, tales como:
conductividad hidráulica, almacenamiento específico y rendimiento específico o sus
parámetros derivados (transmisividad y coeficiente de almacenamiento), entre otros, a
partir de diferentes metodologías de campo o laboratorio. Los más utilizados son los
ensayos de bombeo, que se interpretan por métodos analíticos convencionales (Theis,
Cooper-Jacob, Hantush, Walton, Neuman, Recuperación de Theis) o por métodos
numéricos alternativos como es el de Rushton. Esta valoración permite establecer
cuantitativamente los contrastes de conductividad hidráulica entre unidades
hidroestratigráficas y su comportamiento desde el punto de vista acuífero-acuitardo, lo
que conlleva al entendimiento de los patrones preferenciales de flujo horizontal y
vertical.
4. Definición de los sistemas jerárquicos de flujo del agua subterránea.
Un sistema de flujo de agua subterránea se define como el conjunto de líneas de flujo
en el que dos líneas adyacentes permanecen así a través de todo el dominio, pudiendo
intersecarse en cualquier lugar con una superficie continua, donde el flujo es en una
dirección (Tóth, 1963). Por lo tanto, la configuración de cualquier sistema de flujo se
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puede definir por aquellas superficies que la engloban y la distribución espacial de los
sistemas se llama patrón o distribución de flujo. Un conocimiento de este patrón,
implica saber la dirección e intensidad del flujo en un punto cualesquiera de la región
(Tóth, 1970).
Tóth (1963) sugirió que en la mayoría de las redes de flujo y áreas de campo se
pueden diferenciar sistemas locales, intermedios y regionales de flujo de agua
subterránea, como esquemáticamente se ilustra en la Figura 1, aclarando que donde
exista un relieve local despreciable, sólo se desarrollan sistemas regionales; por lo
contrario, donde se tenga un relieve local pronunciado, se generan sistemas locales.
Estos términos no son específicos, pero proveen una estructura cualitativa útil (Freeze y
Cherry, 1979) y que Freeze y Witherspoon (1966, 1967, 1968) discuten ampliamente
mediante una serie de modelos analíticos y numéricos experimentales de redes de flujo
en perfil para sistemas heterogéneos, poniendo gran énfasis en la topografía y
geología.

Figura 1. Sistemas jerárquicos del flujo de las aguas subterráneas (Tóth. 1963).

A continuación se definen los sistemas de flujo del agua subterránea y las


componentes que los caracterizan:
- Sistema de flujo local de agua subterránea. Es el sistema de flujo que tiene su área de
recarga en un alto topográfico y el área de descarga en un bajo topográfico, es decir,
localizados uno al lado del otro (Tóth, op. cit.).
- Sistema de flujo intermedio de agua subterránea. Es aquel sistema que aunque sus
áreas de recarga y descarga no ocupan lugares de elevación alta y baja,
respectivamente en la cuenca, uno o más altos y bajos topográficos se localizan entre
el los (Tóth, op. cit.).
- Sistema de flujo regional de agua subterránea. Un sistema de flujo se considera
regional si el área de recarga ocupa la divisoria del agua (water divide) y el área de
descarga se localiza en el fondo de la cuenca (Tóth, op. cit.).

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La figura anterior ilustra que estos sistemas de flujo presentan tres componentes
particularmente diferentes:
A. Un área de flujo vertical descendente (zona de recarga) es aquella parte del sistema
en que la red de flujo saturada de agua subterránea se aleja del nivel freático
(Figura 2).

Figura 2. Flujo vertical descendente (zona de recarga), (Domenico, 1973).

B. Un área de flujo lateral u horizontal (zona de transición) es aquella parte del sistema
donde la dirección de movimiento del agua es aproximadamente paralela al nivel
freático (Figura 3).

Figura 3. Flujo lateral u horizontal (zona de transición), (Domenico, 1973).

C. Un área de flujo ascendente (zona de descarga) es aquella parte del sistema en


que la red de flujo saturada de agua subterránea se dirige hacia el nivel freático
(Figura 4).

Figura 4. Flujo vertical ascendente (zona de descarga), (Domenico, 1973).

En cuencas con materiales geológicos isótropos homogéneos, la topografía puede


crear sistemas complejos de flujo de agua subterránea. La única ley inmutable es que
los terrenos topográficamente altos son áreas de recarga y terrenos topográficamente
bajos son áreas de descarga. Para la mayoría de las configuraciones topográficas más
comunes, la línea media se encuentra más cerca a los fondos de los valles que a las
partes topográficamente altas (Freeze y Witherspoon, 1967). En una carta
hidrodinámica, las áreas de descarga comúnmente constituyen sólo el 5-30 % de la

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superficie total de una cuenca (Freeze y Cherry, 1979). Aunque la heterogeneidad y la
anisotropía modifican los detalles del patrón de flujo (Freeze y Witherspoon, op. cit.),
las propiedades básicas de la geometría del flujo permanecen sin cambiar bajo estas
condiciones (Tóth, 1970).
La heterogeneidad geológica es de gran importancia debido a que (Freeze y
Witherspoon, 1967) puede tener un efecto profundo sobre el flujo de agua subterránea
regional y afectar: i) la interrelación entre sistemas locales y regionales, ii) al patrón
superficial de áreas de recarga y descarga y iii) a las cantidades de flujo que son
descargadas a través de los sistemas.
Rasgos indicadores de sistemas de flujo
Los rasgos superficiales del flujo de agua subterránea incluye todas las observaciones
que se pueden utilizar para averiguar la ocurrencia del flujo; por lo tanto, la
comprensión de tal ocurrencia superficial del agua del subsuelo requiere del
conocimiento de la naturaleza de los "afloramientos" de agua subterránea (Meyboom,
1966), o sea, de rasgos indicadores de sistemas de flujo.
Los trabajos de Meyboom (1966, 1967), Tóth (1966, 1972), Mifflin (1968) y (Ophori y
Tóth, 1989), muestran la gran relación que existe entre la descarga y recarga
hidráulicas del agua subterránea y los fenómenos naturales que ocurren en el campo.
Por· lo tanto, uno de los principales objetivos de campo consiste en estimar el patrón
de flujo del agua subterránea, tanto como las manifestaciones o indicadores de campo
lo permitan (Tóth, 1989b).
Los rasgos observados en campo pueden ser producto del agua superficial, del agua
subterránea o de ambos. Es evidente, por consiguiente, que áreas donde el agua
subterránea se mueve hacia la superficie terrestre, poseerá mayor humedad por arriba
de la zona saturada que áreas donde el agua subterránea se aleja de la superficie
terrestre.
Consecuentemente, áreas de movimiento ascendente del agua subterránea (áreas de
descarga) estarán caracterizadas por manantiales, filtración o "lloraderos" (seepage),
niveles freáticos someros, pozos brotantes, aguas con alta conductividad eléctrica,
altos índices de sólidos totales disueltos, freatofitas, precipitación de sales, cosechas
"quemadas", arenas movedizas, disminución de humedad y algunos tipos de
construcciones hechas por el hombre (Tóth, 1972; Ophori y Tóth, 1989) aprovechando
estas circunstancias.
En áreas con movimiento descendente del agua subterránea (áreas de recarga)
estarán determinadas por deficiencia de humedad conteniendo una conductividad
eléctrica relativamente baja, mínimas concentraciones de sólidos totales disueltos,
freatofitas (pueden o no estar presentes), niveles freáticos relativamente profundos y en
general, carencia de rasgos de descarga como los anteriormente mencionados (Tóth,
1972; Ophori y Tóth, 1989).
Durante las visitas de campo que se realicen, se deben considerar de utilidad todos los
rasgos indicadores de flujo para poder estimar el patrón de flujo del agua subterránea.
Estos indicadores son: i) topografía, clima, mediciones potenciométricas, patrones
hidroquímicos, manantiales, pozos brotantes, flujo base y vegetación.
A continuación se hace una descripción de estos indicadores de campo, bajo la
consideración que son solo válidos para regiones áridas o semiáridas, donde el agua
no es lo suficientemente abundante como para enmascarar u ocultar los efectos
superficiales del flujo del agua subterránea (Domenico, 1972) .

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Topografía. Este indicador es bastante obvio y permite suponer que la dirección de
flujo del agua subterránea se dirige de las partes topográficamente altas (áreas de
recarga) hacia las partes topográficamente bajas (áreas de descarga) o como lo define
Hubbert (1940), el flujo siempre ocurrirá de regiones donde los valores de carga
hidráulica son altos hacia regiones con valores bajos de carga hidráulica. El
movimiento del agua a través de la zona de saturación ocurre en respuesta a las
fuerzas de gravedad y presión. La gravedad, de hecho, actúa de forma tal que hace
que el agua descienda, sin embargo, las fuerzas de presión pueden provocar
movimiento del agua en flujo ascendente, por lo tanto, generalmente no es correcto
decir que "el agua se mueve cuesta abajo "cuando se refiere al agua del subsuelo
(Anderson, 1987). También es importante señalar que la configuración del nivel freático
tiene gran influencia y control sobre el patrón de distribución de flujo del agua
subterránea y de su velocidad. En áreas donde la configuración del nivel freático es
una réplica de la topografía, las propiedades de las características geométricas de la
superficie terrestre pueden ser sustituidas con buena aproximación para calcular los
patrones de flujo (Tóth, 1970).
Clima. Los principales factores climatológicos que afectan ciertos parámetros del
régimen del agua subterránea son la precipitación, la temperatura del aire y la
evapotranspiración actual. Por lo tanto, dentro de una región con una topografía y
geología dada, el balance entre la recarga y descarga atmosférica determinan la
configuración del nivel freático, que a la sazón de las cosas es el límite superior de la
región de flujo saturado y los factores mencionados son los que controlan el desarrollo
del patrón de flujo (Tóth, 1970). En regiones con un exceso de precipitación, el nivel
freático será una réplica más exacta de la topografía, resultando en un máximo de
posible diferencia de flujo potencial, en cambio en áreas con precipitación deficiente, el
relieve del nivel freático es menos acentuado resultando en una menor diferencia de
potencial de flujo y bajo número de sistemas de flujo local (Tóth, op. cit.).
Mediciones potenciométricas. El indicador más directo para determinar los tipos de
sistemas de flujo del agua subterránea son las mediciones potenciométricas o
piezométricas. Por eso, hablando con rigor, una superficie potenciométrica sólo será
válida cuando exista flujo horizontal en sistemas-acuíferos horizontales. En este
sentido, la condición de flujo horizontal únicamente ocurre en sistemas-acuíferos con
conductividades hidráulicas mucho más altas que en capas “confinantes” asociadas
(Freeze y Cherry, 1979). Esto significa que si un plano potenciométrico se configura a
partir de los datos de pozos con diferente profundidad, la superficie resultante será un
compuesto de mediciones de potencial (Domenico, 1972), debido a que en realidad se
presentan componentes de flujo vertical (Figura 5). Por tanto, este tipo de
configuraciones, simplemente muestran la dirección global o general del flujo de agua
subterránea en el plano x-y.
Para una mejor comprensión de la dirección del flujo de agua subterránea es
conveniente construir redes de flujo en perfil (x-z) utilizando los mismos datos
piezométricos. El procedimiento consiste en realizar una sección topográfica paralela al
flujo preferencial del agua subterránea con el mayor número de pozos proyectados, a
los cuales se les asigna su carga hidráulica correspondiente, justo en el punto medio
del tramo de tubería ranurada que efectivamente permanezca en la zona de saturación
del subsuelo.
Esta consideración es importante porque evita interpretaciones erróneas; por ejemplo,
cuando se detectan diferentes niveles estáticos del agua entre pozos cercanos, no es
raro que se comente que se debe a la presencia de “varios acuíferos”, cuando en
realidad se trata de sólo uno, en una área de flujo vertical y probablemente, con
presencia de diferentes sistemas de flujo.

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Figura 5. Perfil de componentes verticales del flujo de las aguas subterráneas
(modificado de Mifflin, 1968).

Mediante la gráfica generalizada de profundidad del pozo versus profundidad al nivel


estático del agua (Figura 6) propuesta por Freeze y Cherry (1979), se pueden
establecer las zonas de recarga, descarga y de flujo horizontal.

Figura 6. Gráfico de profundidad al nivel estático vs profundidad del pozo (modificado


de Freeze y Cherry, 1979).

Manantiales. Conociendo las características físicas y químicas de los manantiales y su


localización dentro del ambiente hidrogeológico, estos son indicadores de campo
importantísimos en la búsqueda.de zonas de descarga de los diferentes sistemas de
flujo.
Pozos brotantes. Los principales factores que controlan la presencia de un pozo
brotante son la topografía y el ambiente geológico de un lugar determinado (Freeze y
Cherry, 1979). Este elemento es prueba suficiente para argumentar que se emplaza en

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una zona eminentemente de descarga. Este indicador, aunado a otros elementos como
puede ser la geología determinarán cuanta influencia pueden tener las variaciones de
la carga de presión o si se trata simplemente de un efecto topográfico o geológico; es
decir, no necesariamente se trata de una asociación de flujo brotante con estratos
arcillosos o de baja permeabilidad.
Flujo base. En zonas donde existen descargas de volúmenes de aguas subterráneas
hacia los ríos se conoce como flujo base. Esta componente es un rasgo conspicuo de
una zona de descarga de un sistema de flujo, que combinado con otros indicadores
definirán el tipo de sistema de descarga (local, intermedio o regional).
Freatofitas. La presencia de vegetación en ocasiones pueden ser buenos indicadores
del comportamiento del agua subterránea. Particularmente las freatofitas, por el hecho
de ser vegetación que toma agua directamente del nivel freático, son buenas
indicadoras de zonas de descarga y recarga, como lo han hecho notar los trabajos de
Meinzer (1927) y Meyboom (1966, 1967). Por citar un ejemplo histórico bastante
elocuente, pensemos en los ahuehuetes o sabinos que abundaban en los alrededores
del otrora lago de Tenochtitlán, en el Valle de México.
A continuación, a manera de resumen se presenta en la Figura 7 un esquema general
sobre las manifestaciones (rasgos) de campo indicadores de los sistemas de flujo del
agua subterránea.

Figura 7. Manifestaciones de campo de los rasgos indicadores de sistemas de flujo del


agua subterránea (Tóth, 1999).

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5. Recarga de las aguas subterráneas
En esta apartado se identifican las fuentes de recarga a la zona saturada del subsuelo,
ya sean de tipo natural que tienen como fuente la precipitación pluvial o las que se
producen de manera inducida por efecto de las actividades antropogénicas, todo ello
enmarcado dentro del marco geológico definido previamente.
En el caso de la recarga natural, están incluidas las entradas subterráneas que se
producen en los frentes de montaña, a través de los pie de monte, y las infiltraciones de
la lluvia que se originan a lo largo de los escurrimientos superficiales y sobre los valles.
Como fuentes de recarga inducida, es necesario identificar las zonas agrícolas,
especialmente en regiones como esta que se considera uno de los graneros más
importantes del país, ya que en ellas se produce la infiltración de volúmenes
importantes del agua destinada a las actividades agrícolas, por efecto de los retornos
del riego que representan la ineficiencia de la aplicación en las parcelas.
Adicionalmente, las pérdidas por conducción en los canales no revestidos o en mal
estado, representan otra fuentes de recarga en las zonas agrícolas. Por otra parte, en
las zonas urbanas tiene lugar la infiltración de las fugas de los sistemas de distribución
del agua potable y de las redes de alcantarillado, cuyos volúmenes pueden
eventualmente incorporarse al nivel de saturación de agua.
6. Identificación de fuentes y/o sumideros
Esta etapa está muy relacionada con la anterior y constituyen la parte medular para el
planteamiento del balance de aguas subterráneas. Se refiere a la identificación de las
fuentes de extracción de aguas subterráneas y a los sumideros. En cuanto a los
sumideros, son los sitios de infiltración del agua contenida en los cuerpos superficiales
de agua, ya sean de origen natural, como puede ser los ríos y lagos, o debidas a las
obras artificiales, como son las presas. En cuanto a las fuentes de aguas subterráneas,
los principales ejemplos son las obras de alumbramiento (pozos, norias, galerías
filtrantes, tajos, etc.). En este sentido, es importante identificar las zonas de
concentración de los aprovechamientos, ya que son el origen de los cambios en la
dirección preferencial del flujo subterráneo, respecto de sus condiciones naturales, y
pueden ocasionar abatimientos importantes que se pueden convertir en riesgos
financieros, sobretodo si las condiciones de extracción intensiva prevalecen por largos
periodos de tiempo.
7. Balance de las aguas subterráneas
Con la información de los apartados anteriores, se puede plantear un balance de aguas
subterráneas, con lo cual se pueden cuantificar y comparar todas y cada una de las
componentes que intervienen en el subsistema subterráneo del ciclo del agua.
También, se pueden valorar aquellas componentes que se tienen como inciertas
(incógnitas), como comúnmente ocurre con la recarga media anual que recibe el
sistema de aguas subterráneas, mediante la aplicación de una ecuación que incorpora
todas las componentes de entrada y salida identificadas, para la porción del sistema
subterráneo previamente definido como área de balance.

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