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S.A.E.T.

A – Argentina
Seminario Abierto de Enseñanza Teológica para las Américas

CARÁCTER CRISTIANO
01

INTRODUCCIÓN
Es entendido y aceptado comúnmente que la vida cristiana no tiene su fin en el nuevo nacimiento,
ya que solo es el inicio de un caminar o crecer “hasta que todos lleguemos a la medida de la estatura de
la plenitud de Cristo” (Ef 4.13). Cuando una persona acepta a Cristo, nace en la familia de Dios (Jn
1.11-12), y su estado espiritual es el de un bebe. En la situación cada bebe espiritual está en la
capacidad de crecer, no de una manera deformada, sino integralmente así como “el autor y consumador
de la fe” esto es Cristo. Por tanto la vida del creyente tiene que ser formada, moldeada, y grabada a la
imagen de Cristo. En términos generales se podría decir que: el carácter que Cristo reflejó en su estancia
aquí en la tierra, debe ser el mismo que cada cristiano debe reflejar (1 Jn 2.6).

I. DEFINICIÓN DEL TERMINO CARÁCTER

La palabra carácter viene del vocablo griego “charassa”, que significa grabador. Y literalmente
significa “la marca grabada en una cosa que la distingue de las demás”. Carácter significa: Señal o
marca que se imprime, pinta o esculpe. En el sentido de cualidad moral se refiere al modo de ser
peculiar y privado de cada persona. El modo de ser es el conjunto de rasgos y costumbres adquiridos
por herencia, educación, amigos, el medio ambiente y otras influencias.

II. DEFINICIÓN DE CARÁCTER CRISTIANO


Carácter cristiano es grabar o formar la vida de Cristo en el creyente, a fin de reflejar a Cristo en cada
acto nuestro y cumplir el propósito que Dios mismo ha marcado para nosotros. “En esto conocerán
todos que sois mis discípulos, si tuvieres amor los unos con los otros” (Jn 13.35). Esta es la marca
grabada en cada creyente que en verdad ha gustado de la gracia del Señor.

III. CONCLUSIÓN
Por lo tanto podemos concluir que: carácter es un conjunto de reacciones y hábitos de
comportamiento que se han adquirido durante la vida y que dan especificidad al modo de ser individual.
Por carácter cristiano se debe entender la semejanza nuestra con Jesucristo, lo que implica el reto
más importante de la vida cristiana, siendo también nuestro mayor objetivo.

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02
LA MANIFESTACIÓN DEL CARÁCTER
El carácter de una persona se manifiesta a través de por lo menos tres aspectos:
I. FORMA DE PENSAR
La forma de pensar de una persona es percibida por la manera como ella construye su escala de
valores. Su Carácter es determinado en primer lugar por el aspecto moral, o sea, aquello que considere
cierto, errado, permitido, prohibido y así por delante.
Si aprobar lo que es definitivamente errado, entonces puede decir que su carácter es defectuoso, un
“Mal Carácter”. Cuando nos convertimos, la primera cosa que debemos hacer es renovar nuestra
mente, renovar, en este caso significa cambiar la manera que percibimos las cosas y también la escala
de valores. La voluntad de Dios es que tengamos el carácter de Cristo y Su mente (1 Corintios 2.16).

II. ESTILO DE VIDA


El estilo de vida de una persona es determinado por sus blancos, hábitos y costumbres. Si su gran
objetivo es ganar dinero, debe desarrollar un estilo de vida compatible con este objetivo, debe
desarrollar los hábitos y costumbres coherentes con el objetivo que se desee alcanzar.
Si desea practicar deporte y no entrena hay alguna cosa errada, si desea desarrollarse en los estudios,
pero no se dedica a la lectura en su casa, también hay alguna cosa errada. El estilo de vida también hace
parte de nuestro carácter, la prueba es que, normalmente, personas de una misma profesión presentan
características de carácter semejantes, no es difícil percibir eso en empresarios, camioneros,
programadores, etc.

III. CONDUCTA
La conducta es el conjunto de comportamientos que aprehendemos y que se firman dentro de
nosotros. Conducta es todo aquello que hacemos, hablamos, sentimos, esperamos y deseamos.
La conducta se manifiesta en relación con otras personas, el comportamiento delante de otras
personas expresa el carácter, o sea, la forma de pensar y los motivos que están dentro de nuestro
corazón.

IV. CONCLUSIÓN
Estos tres elementos componen nuestro carácter, evidentemente ellos no pueden ser observados
separadamente, en todo aquello que hacemos se manifiesta estos tres aspectos simultáneamente.
Todas las personas al convertirse ya poseen un Carácter formado. Mucho de aquello que aprendimos
está correcto, pero existe parte de nuestra forma de pensar, de nuestro estilo de vida y de nuestra
conducta que deben ser cambiadas. Todo nuestro conocimiento espiritual es demostrado por nuestro
carácter, si con el tiempo acumulamos mucho conocimiento, pero no demostramos ningún cambio en el
carácter, demostramos que el conocimiento fue en vano. El carácter definirá: Los trazos de la naturaleza
divina si es influenciado por la Palabra de Dios, o los trazos de la naturaleza pecaminosa si es
influenciado por el mundo.

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03
LA FORMACIÓN
DEL CARÁCTER
El carácter es formado por la influencia del medio ambiente y, en especial, de las experiencias de
relación interpersonal temprana con los padres, la familia y luego, con la sociedad.
La génesis y estructuración del carácter han sido objeto de diversas investigaciones y propuestas
teóricas. Muchas de estas teorías tienen en común la idea de que el carácter no se manifiesta de forma
total y definitiva en la infancia, sino que pasa por distintas fases hasta alcanzar su completa expresión al
final de la adolescencia. En cierto modo, y en tanto que aprendido, uno es responsable de su propio
carácter. Por tanto comprendemos que el carácter es formado por el aprendizaje, este proceso de
aprendizaje es hecho por: Identificación, imitación, castigo y recompensa.

I. DEFINICIÓN BÍBLICA

En este punto analizaremos algunos términos bíblicos que nos dan ideas claves acerca de la
formación del carácter de Cristo en los creyentes.

A. Crecer (1 P 2.2)
La raíz griega “auxano” que significa, crecer, aumentar, dar crecimiento, se refiere al crecimiento
saludable de un organismo, hasta dar el fruto deseado o esperado. En una planta ella debe de crecer
hasta el momento de llegar a dar el fruto esperado, en un ser vivo, su crecimiento es hasta llegar al
punto de reproducirse. La vida cristiana normal debe ser una vida de crecimiento. El plan de Dios es
que el creyente avance de fe en fe (Ro 1.17), de la infancia a la madurez hasta el punto de poder
reproducirse.

B. Formar o transformar (Gl 4.19; Ro 12.2)


La raíz griega “morpho” que significa “modelar, formar”, está implícito un cambio de carácter
esencial a semejanza de Cristo. Nosotros concebimos la vida cristiana como una “vida transformada”,
pero no es eso. La vida que Cristo nos ofrece es una “vida intercambiada”, en el sentido de que ya no es
la nuestra, sino la de Cristo reproducida o formada en nosotros. Esta no es una vida que tengamos que
reproducir nosotros. Es la vida de Cristo reproducida en nosotros (Gl 2.20). Con sus características y sus
obras (Mt 11.29; Jn 14.12). La imagen de esta palabra es la de un alfarero dando forma o labrando la
arcilla.

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C. Vestirse o revestirse (Col 3.10-15)


El concepto que presenta Pablo en este termino es el de despojarse de la ropa sucia o viejo hombre
(características de la forma de vida antigua), y vestirse del nuevo (las características del nuevo). Implica
un cambio de actitudes según Cristo (Ro 13.14).

Estos tres términos crecer, formar, y vestirse son las bases principales para enseñar que la vida
cristiana implica una semejanza con Cristo o manifestar en nuestras vidas el carácter de Cristo.

II. EL CARÁCTER FORMADO POR EL ESPÍRITU SANTO

Cuando nos convertimos hay un testimonio subjetivo del Espíritu Santo en nuestros corazones dando
testimonio de que somos hijos de Dios (Ro 8.15-16; 1 Jn 4.13). Este testimonio por lo general irá
acompañado de un sentido de ser guiado por el Espíritu Santo en sendas de obediencia a la voluntad de
Dios (Ro 8.14).
Si el Espíritu Santo genuinamente está obrando en nuestras vidas, Él producirá los rasgos de carácter
que Pablo llama de “el fruto del Espíritu” (Gl 5.22). Él menciona varias actitudes y rasgos de carácter
que produce el Espíritu Santo: “amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y
dominio propio” (Gl 5.22-23). Por supuesto, la pregunta no es: “¿Ejemplifico yo perfectamente todas
estas características en mi vida?” Si no más bien: “¿Son todas estas cosas una característica general en
mi vida? ¿Percibo estas actitudes en mi corazón? ¿Ven otros (especialmente los que me conocen más
íntimamente) que mi vida exhibe estos rasgos? ¿He estado creciendo en ellos con el correr de los años?”
No hay ninguna sugerencia en el Nuevo testamento de que algún no creyente, una persona no
regenerada, pueda convincentemente falsificar estos rasgos de carácter, especialmente ante los que
conocen más íntimamente a la persona.

04

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FRUTO DEL ESPÍRITU


I. INTRODUCCIÓN
El Fruto del Espíritu es la manifestación del carácter de Cristo en la vida del cristiano. Tener un
carácter como el de Cristo es ser lleno del Espíritu Santo y de Su fruto. La descripción del fruto del
Espíritu es una descripción de ser semejante a Cristo.

II. DEFINICIÓN DEL VOCABLO “FRUTO”


El termino griego Karpos significa fruto, y es usado para referirse; al producto de los árboles, de los
campos, de la tierra, aquello que es producido por la energía inherente de un organismo vivo.
Metafóricamente para referirse a obras y actos, siendo el fruto la expresión visible del poder que obra
interna e invisiblemente, siendo el carácter del fruto evidencia del carácter del poder que lo produce (Mt
7.16).

III. ¿QUE ES EL “FRUTO DEL ESPIRITU”?


“Es el conjunto de virtudes morales y espirituales que el Espíritu Santo hace madurar en la vida del
creyente como resultado de una permanente comunión con Cristo”. En Gálatas 5.16-26, Pablo contrasta
“fruto” con “obras”, porque el fruto es producido simplemente por la naturaleza del árbol y para él la
naturaleza de los creyentes ha sido hecha nueva en Cristo (Gl 5.24). Así como las expresiones visibles
de las concupiscencias soterradas son las obras de la carne, de la misma manera el poder invisible del
Espíritu Santo en aquellos que son traídos a una unión vital con Cristo (Jn 15.2-8,16) produce el fruto
del Espíritu.

IV. LA FUENTE DEL FRUTO


El cristiano puede producir el buen fruto solamente en sumisión al Espíritu Santo. Cuando nos
rendimos a Él, las características del fruto son producidas en nuestras vidas. Esta verdad es ilustrada por
Jesús en Juan 15.4-5, pues Él habla de su persona como la vid y los cristianos como pámpanos. Sin la
unión espiritual con Cristo a través del Espíritu no ay flujo de vida para los hijos de Dios.

V. LA IMPORTANCIA DEL FRUTO


A. El fruto del Espíritu es importante como prueba de la verdadera espiritualidad.
B. El fruto del Espíritu puede ser producido solamente en individuos guiados por el Espíritu Santo.

C. La naturaleza del fruto previene de los abusos de fines egoístas (1 Co 12.14).


D. La principal característica del fruto es el amor, que es visto claramente como superior a los dones
del Espíritu (1 Co 12.31-13.13). Los dones deben ser regulados por el amor, o ellos no cumplirán su
finalidad determinada, que es edificar el pueblo de Dios.

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05
LA NATURALEZA
DEL FRUTO DEL ESPÍRITU

La forma singular “el fruto”, es sugerente de que en los creyentes se produce la unidad del carácter
del Señor, esto es: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio
propio, todo esto en contraste con las confusas e incoherentes obras de la carne.
Por lo tanto, no tenemos nueve “frutos”, más bien tenemos nueve aspectos o facetas del fruto del
Espíritu.

I. AMOR
En el NT se utiliza el término griego Ágape que señala ese amor espiritual, tanto de Dios hacia los
hombres como de los hombres hacia a Dios o hacia los otros seres humanos, como en (Jn 15.13).
La Biblia no ofrece una definición teórica del amor, sino que lo presenta mayormente en forma de
acción, exponiéndonos lo que el amor hace o no hace. Así, “el amor, es sufrido, es benigno, no es
indecoroso, no busca lo suyo”.
El amor no es tanto un sentimiento como un acto de voluntad, pues el Señor Jesús ordena: “amaos
unos a los otros” (Jn 13.34) por lo cual no se debe pensar que hay que esperar que el amor nazca
espontáneamente en nosotros, sin un esfuerzo consciente por ejercerlo hacia una persona. El verdadero
amor nace de la voluntad y se convierte en sentimiento, no al revés. Sólo Dios ama sin ningún esfuerzo
de voluntad porque Él es, en esencia el amor.

El amor de Dios
En Romanos 5.5 se explaya en el amor como fruto del Espíritu: el amor de Dios ha sido derramado
en el corazón de los creyentes mediante el Espíritu. Se trata del amor de Dios manifestado en Cristo
(Ro 8.25, 38) que inunda sus vidas y brota como una respuesta de amor hacia Dios, hacia Cristo y de
unos a otros, y se desborda por toda la humanidad. El amor de Cristo es la fuerza motriz del ministerio
apostólico de Pablo y, por ello, ruega a hombres y mujeres que, en el nombre de Cristo, se reconcilien
con Dios (2 Co 5.14; 18.20). La celebración paulina clásica del amor de Dios es 1 Corintios 13, cuya
descripción del amor podría ser un retrato en miniatura del carácter de Jesús, como muchos
comentaristas han apuntado. El amor cristiano brota cuando Cristo se encarna de nuevo en un hombre
que se ha entregado por completo a Él.
El amor es la esencia de todas las virtudes morales de Cristo originadas por el Espíritu Santo, e
implantadas en el creyente. El amor en su concepto más sublime, es personificado en Dios. La mejor y
más corta definición del amor es “Dios”, pues Dios es amor. Éste fue manifiesto a la humanidad por
Jesús (Ro 5.8; Jn 13.1) ¿A quién Jesús amó tanto que voluntariamente dio su propia vida? ¿A individuos
perfectos? ¡No!
Uno de los discípulos lo negó; otro dudó de Él; tres de los que hacían parte del círculo interno
durmieron mientras Él agonizaba en el Getsemani, dos de esos deseaban elevadas posiciones en su

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Reino; otro se tornó el traidor. Y cuando Jesús resucitó algunos no creyeron. Pero Jesús los amó hasta el
fin, hasta la plena extensión de su amor

II. ALEGRÍA

A. Definición:
En Gálatas 5.22 la palabra alegría (o gozo) es traducida de la palabra original jara. Este término
bíblico no significa alegría proveniente de las cosas terrenales, mas, de la ejemplar relación con Dios.
Es más que una felicidad momentánea. La alegría como aspecto del fruto del Espíritu, es una calidad de
pleno placer, e independe de las circunstancias, o sea, es constante en cualquier situación, sea buena o
crítica, pues está fundamentada en Dios.
John Hunter, de Inglaterra dijo: “La felicidad es algo que simplemente ocurre por el juego de las
circunstancias, pero el gozo perdura a pesar de las circunstancias.”
Ningún cristiano puede desfrutar del verdadero gozo, si depende de las circunstancias de la vida.

B. Fundamento de la alegría:
El apóstol Pablo escribió a los filipenses la epístola conocida como “La carta de la alegría”. Dos
veces, en el cuarto capitulo, Pablo declaró haber aprendido a vivir contento en cualquier situación (Fil
4.11, 12). En aquel momento, el apóstol de los gentiles estaba en la prisión esperando su juzgamiento.
¿Cuál era la fuente de su satisfacción? ¿Cómo podría estar contento frente a la falta de libertad? Era el
Espíritu Santo que producía en Pablo el fruto de la alegría. Su placer estaba fundamentado en Cristo, y
no en las circunstancias o en el bien estar físico.
Mejor que felicidad, la alegría como aspecto del fruto del Espíritu, no depende de las circunstancias
exteriores. Ella permanece hasta en las dificultades, porque se desarrolla en el interior del creyente por
el Espíritu Santo. Esto fue reconocido por Pablo al escribir a los tesalonicenses (1Ts 1.6).
Esta virtud es infinitamente mejor que la felicidad ofrecida por el mundo, es lo que el apóstol Pedro
llamó de gozo inefable y glorioso. (1P 1.8), está a parte de todos los niveles de contentamiento
puramente humanos. Es resultado de la fe en Dios (Ro 15.13).

C. La fuente de la alegría Espiritual:


Cuando Dios es el manantial de nuestra alegría, nada consigue reducirla. Es una satisfacción perenne
y abundante, una vez que se origina en Él. En la Escritura, las palabras “gozo” y “regocijarse” son
mencionadas frecuentemente como formas de comportamiento cristiano. No son el resultado del
esfuerzo propio, sino la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas, que nos permite pensar en el salmista
cuando dijo: “Tu diste alegría a mi corazón mayor que la de ellos cuando abundaba su grano y su
mosto” (Sal 4.7). La alegría es producto del Espíritu Santo, cuya morada es el interior del creyente.
Hace parte de la propia naturaleza del Espíritu. Esta virtud era característica de los creyentes de la
iglesia primitiva. ¿Por qué? En razón de ellos ser llenos del Espíritu. Ellos podrían sentirse
desanimados, amedrentados, o solitarios, sin embargo, habían aprendido que, en cualquier situación, la
alegría proveniente del Espíritu Santo se tornaba en la fuente de fuerza, ayudándonos a transponer las
adversidades.

III. PAZ
Cristo nos ofrece la paz en vez de angustia, consuelo en lugar de tribulación, paz al revés de obras
de disensiones. Gran parte de la historia del mundo, evidentemente está ligada a las guerras. El siglo

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XX se enfrentó con dos guerras mundiales y muchas guerras menores. Dios nos avisó de que en los
últimos días no habría paz, pero guerras y rumores de guerras, y esto hasta el fin.
El Espíritu Santo produce paz en la vida del creyente regenerado, y hace que sea posible desfrutar de
serenidad en las intemperies de la vida. El amor de Dios trae perfecta paz a los que ponen su confianza
en Él. Esta paz es una de las nueve dimensiones del fruto espiritual.
A. Vida espiritual:
El aspecto paz produce vida espiritual, las principales actividades del Espíritu Santo al desarrollar el
fruto espiritual están entrelazadas con la paz. Consideremos estas referencias:
Gracia y paz. “Gracia y paz sea con vosotros de la parte de aquel que es, y que era, y que ha de
venir” (Ap 1.4). Gracia es la buena voluntad de Dios para con nosotros. Cuando, por la fe, nos rendimos
a Dios, la gracia nos capacita a que hagamos su voluntad. Paz, por lo tanto, es la evidencia y la certeza
de la gracia de Dios extendida a nosotros. Por la operación de la gracia en nuestra vida, las cuestiones
que nos separan de Dios son resueltas. En nuestra nueva relación con Él, efectuada por el cambio de
nuestra naturaleza, tenemos la paz divina.
Amor y Paz. “Sed de un mismo parecer, vivid en paz y el Dios de amor será con vosotros”
(2 Co 13.11). El Dios de amor es también de paz, y ama la concordancia entre sus hijos. La Escritura
nos instruye y exhorta a amarlo, y a estar reconciliados con Él, también a amar nuestros hermanos y a
vivir en paz unos con los otros.
Vida y Paz. “La inclinación de la carne es muerte, pero la inclinación del Espíritu es vida y paz”
(Ro 8.6). La persona que no se somete a la ley de Dios no tiene lo que esperar, sino la muerte. No se
admira que no haya paz en su corazón. Pero, la que se sometió al control del Espíritu queda libre de
preocupación, pues conoce la paz real y permanente.

B. Vida moral:
Santidad y Paz. Es por la paz y unidad en Cristo que el creyente obtiene la santidad y se prepara
para la venida del Señor. “El mismo Dios de Paz vos santifique en todo; y todo vuestro espíritu, y alma
y cuerpo sean plenamente conservados irreprehensibles para la venida de nuestro Señor Jesús” (1Ts
5.23; He 12.14).
Justicia y Paz. “El fruto de la Justicia se siembra en paz, para los que ejercitan la paz” (Stg 3.18).
Este versículo indica que la justicia es sembrada en la paz. El suelo en el cual el Espíritu Santo trabaja
para producir su fruto es el de la paz. Sin embargo en Mateo 13.1-8, cuatro tipos de suelos son
mencionados, apenas uno era ideal para producir fruto. La semilla poseía el sello de calidad del cielo
como garantía, pero la tierra era mala. Nuestro evangelio es de paz, y el cristiano que lo profesa debe
tener paz en su corazón y promover la paz (Ro 10.15)
Justicia, Alegría y Paz. “El reino de Dios no es comida ni bebida, pero justicia, y paz, alegría en el
Espíritu Santo” (Ro 14.17). Justicia, alegría y paz son las marcas del creyente lleno del Espíritu Santo.
Esas características hacen parte de nuestra relación con el reino de Dios.
Confianza y Paz. “Tu conservarás en paz aquel cuya mente está firme en ti; porque el confía en ti”
(Is 26.3). Como un bebe duerme pacíficamente en los brazos de su madre, con entera confianza, así
descansan los que colocan su confianza en Dios. Este versículo enseña que es ventajoso mantener la
mente centrada, en entera confianza en Dios, pues el resultado de hacerlo así, es una paz constante que
nos conserva firmes en todo el tiempo.

Conclusión:

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Cuando hablamos de paz como aspecto del fruto del Espíritu, no estamos aludiendo al alivio
momentáneo proporcionado en momentos de silencio al lado de un lago en la montaña, en una playa
desértica o en otro lugar tranquilo.
No estamos hablando sobre la distracción de las diversiones, que por poco tiempo sacan nuestro
pensamiento de los problemas. No tenemos en mente la paz ofrecida en el consultorio de un psicólogo o
en tranquilizantes y drogas. Estamos refiriéndonos a la paz que se desarrolla en nuestro interior cuando
tenemos el Espíritu Santo habitando en nosotros.

IV. PACIENCIA
Paciencia y perseverancia son virtudes imprescindibles a los que aguardan la venida de Cristo. Ser
paciente es difícil, principalmente cuando estamos en la expectativa concerniente a alguien o a alguna
cosa. Esperamos que nuestros deseos se realicen ahora, y no de modo vago y en un futuro incierto. El
cristiano lleno del Espíritu Santo debe aprender el secreto de la paciencia para que el carácter de Cristo
sea formado en él. La paciencia como aspecto del fruto del Espíritu Santo lleva a la perseverancia,
permanecer firme en la fe, persistir, aunque, humanamente, no haya más nada a hacerse. No estamos
hablando, pues, de paciencia humana, natural. Esta lección pretende ayudarlos a descubrir la
importancia de ser paciente, y a cooperar con el Espíritu Santo mientras Él produce esta virtud en
nosotros.

La Paciencia y los aspectos de la vida cristiana:


La palabra paciencia, en el original, asocia las ideas de longanimidad y serenidad en dimensiones
divinas. Se trata de aprender a esperar en el Señor sin perder la esperanza, mismo que ocurran fallas y
derrotas. Esta virtud capacita el creyente a permanecer firme en la provocación. Significa “aguantar a
pesar de todo”. Es una virtud difícil de obtenerse y mantenerla, esa virtud, el Espíritu Santo desarrolla
en nuestra vida cuando vivimos confiando en él y obedeciendo su orientación. El apóstol Pablo escribió
que podemos ser “corroborados con toda la fortaleza, según la fuerza de su gloria, en toda paciencia, y
longanimidad con gozo (Col 1.11).
La paciencia viene del poder de Dios cuando dependemos de Él, renunciando nuestras inclinaciones
naturales de atacar o alejarnos, entregándonos a la ira y al desespero. Aún cuando los acontecimientos
del momento fluyen contra nosotros, debemos permitir que el Espíritu Santo nos capacite con paciencia.

V. BENIGNIDAD O AMABILIDAD
A. La palabra benignidad es la traducción del término griego “crestotes” que significa, no meramente
bondad como una cualidad, sino la bondad en acción, una benignidad que se expresa en actuaciones
concretas; pero no la bondad expresándose en manera airada contra el pecado, por cuanto se contrasta
en Romanos 11.22 con la severidad, sino en gracia, ternura, y compasión.
La benignidad cristiana es hermosa y amable, y su hermosura proviene del hecho de que ella
significa relacionar con las otras personas del modo que Dios se relaciona con nosotros.
B. Lucas 6.35, habla del Padre que es benigno hasta para con los ingratos y malos y que. Nosotros,
como hijos del Altísimo, debemos proceder igualmente.

VI. BONDAD
A. A partir de los originales se puede comprender como misericordia, favor, benevolencia o aun
como amor constante fundamentado en un pacto (Ef 5.9).

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B. Francis Bacon dijo: “Entre todas las virtudes humanas, la bondad es la sublime, pues revela el
carácter de Dios. Sin ella el hombre es simplemente un ser malvado y menospreciable”. Ser bueno
significa literalmente ser como Dios. Sin embargo, es evidente que el hombre no lo consigue por sus
propios medios. Esto acontece a través del ministerio sobrenatural de la presencia del Espíritu Santo en
el corazón humano, (Ef 5.8-9). La bondad cristiana es una cualidad que se desarrolla en la proporción
de nuestra madurez en Cristo.

C. Bondad, es la práctica de lo bueno. Bernabé, lleno del Espíritu Santo, nos deja un hermoso
ejemplo al conducir el nuevo convertido Pablo a la iglesia, cuando otros todavía dudaban de él (Hch
9.25-26).
Quien posee esta característica en su vida es feliz, (Pr 14.14); es una bendición para otros, (Ro 15, 14);
y alcanza el favor de Dios, (Pr 12.2). En la eternidad será manifiesto que Dios valora la Bondad

VII. FIDELIDAD
A. Es también llamada la virtud de la fe traducida de los originales por “fe” o “fidelidad”, forma
griega pistis. Debemos comprender como fidelidad o fidedigno no trayendo, por tanto, la idea de creer
sino de ser fiel (Mt 23.23).
B. Es la cualidad mediante la cual el siervo bueno y leal es descrito, (1 Corintio 4. 2). Esta es la
palabra que Jesús usa a respecto del siervo fiel. (Mt 24.45; Lc 12.42). Esta lealtad capacitará al hombre
a morir por Jesús, (Ap 2.10; 3,14).
C. Dios es fiel, (1 Co 1.9; 1Ts 5.24; 2 Co 1.18), Jesús es fiel, (Ap 19.11). Su fidelidad permanece
para siempre (2 Ti 2.13); en la llamada, (1 Co 1.9), en el perdón (1 Jn 1.9); cuando somos tentados, (1
Co 10.13); en la santificación (1 Ts 5.23- 24). La fidelidad es una fuerza en nuestras relaciones con Dios
y su palabra, (Hch 5.29; Jn 14.23). Seamos fieles en todo y recibiremos la corona de la vida, (Ap 2. 10).

VIII. MANSEDUMBRE
A. La palabra trae el significado de servil y también puede significar modesto (Lc 18.14).
B. En el pensamiento moderno la mansedumbre no es una cualidad admirable. Para el mundo la
palabra contiene una falta de dinámica, ánimo y fuerza. Jesús dijo en Mateo 5.5: “Bienaventurado los
mansos porque ellos heredarán la tierra”.
C. Mansedumbre. Es una virtud amorosa, por la cual tenemos condiciones de conservarnos
tranquilos, con serenidad y blandura, sin alteraciones, cuando nos deparamos con situaciones adversas,
irritantes, perturbadoras y desagradables. La Biblia habla de la mansedumbre de Cristo (2 Co 10.1). Los
profetas hablaron de su mansedumbre, (Is 53.7; Zac 9.9: Mt 21.5). Él se conservó manso delante de su
traidor, (Mt 26.50) y restauró la oreja del siervo del sumo sacerdote que integraba el grupo que había
ido a arrestarlo, (Lc 22.51). Jesús dijo: “Aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mt
11.29). En el servicio para Dios la mansedumbre es un aspecto muy importante, (2 Ti 2.25; Tit 3.2; Ef
4.2; Gl 6.1; 1 P 3.15).

IX. DOMINIO PROPIO

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A. En el griego enkrateia, siendo traducido por dominio propio, (Gl 5.22; 2 P 1.6). Trayendo la idea
de que las varias capacidades concedidas por Dios al hombre son pasibles de abuso, el uso correcto de
ellas exige el poder controlador de la voluntad bajo la operación del Espíritu Santo.
B. El vocablo tiene el sentido de auto control, refrenarse de hacer alguna cosa. Dominio propio tiene
que ver con la disciplina personal, amorosa, del espíritu, de la mente, del cuerpo y asumir el control.
C. Dominio propio, auto control. Es el freno en el momento de la tentación, cuando nuestro viejo
hombre quiere consentir con la tentación, la pasión, las cosas ilícitas, (Stg 1.14, 15). El fruto del Espíritu
nos concede el dominio para refrenar nuestra inclinación carnal. La voluntad de Dios puede significar
que necesitamos renunciar a algo, y el dominio propio acepta la renuncia.

BATALLA ESPIRITUAL

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01
ESTAMOS EN GUERRA
Al tratar el tema batalla espiritual estaremos tratando sobre el hecho de que estamos en guerra. En
el momento que nos volvemos cristianos, pasamos a hacer parte del ejército de Cristo y entramos en una
batalla que está por encima de nuestra comprensión.
En la epístola a los Efesios capítulo 6 y versículos del 10 al 20 Pablo bosqueja los principios básicos
de la lucha de la Iglesia de Cristo contra los espíritus malignos que dominan este mundo tenebroso;
discurre sobre el combate de la Iglesia contra el demonio y sus ángeles; describe la Iglesia en su
armadura completa, resistiendo firme al ataque atroz, incensaste, cruel y hábil de un enemigo
tremendamente tenebroso, presenta el campo donde cada creyente hace parte del ejército de Cristo y
necesita estar muy consciente de toda esta realidad.

I. LA CONVOCACIÓN PARA EL COMBATE


Pablo escribió la carta a los Efesios con el propósito de mostrar a los lectores todas las bendiciones
espirituales que la Iglesia disfruta en la persona de Cristo. Al final de la carta, el apóstol advierte la
Iglesia que ella encontrará oposición para vivir en este mundo la plenitud de las bendiciones
espirituales. En verdad, cuando nos convertimos, los problemas no acaban, se intensifican (Jn 16.33).
En Ef 6.10-13 tenemos una convocación a la batalla. Es como si Pablo estuviera diciendo a la Iglesia:
“Despierta, nosotros estamos involucrados en un combate, existe una lucha siendo trabada en este
momento y es necesario estar alertas.” Estas instrucciones pueden ser divididas en dos partes:

A. Por lo demás, fortalézcanse en el Señor y en el poder de su fuerza (Ef 6.10)

En este versículo, tenemos la recomendación para fortalecernos en el Señor y en la fuerza de su


poder. Nuestra fuerza viene de Dios, Él es la fuente de poder de la Iglesia para el combate que está
siendo trabado. Necesitamos depender de esa fuerza y eso, a través de la comunión con Dios.
La Iglesia necesita buscar en Dios los recursos para el combate. Este punto no puede ser olvidado.
Pablo apunta hacia Dios como siendo la fuente de la fuerza de la Iglesia para el embate con las fuerzas
de las tinieblas

B. Revístanse con toda la armadura de Dios (Ef 6.11, 14)


En el versículo 11, tenemos otra recomendación: Que vistamos toda la armadura de Dios. A partir
del versículo 14 Pablo empieza a describir todas las piezas de esta armadura. La recomendación es para
que utilicemos toda la armadura pieza por pieza, en su totalidad.
Pablo puede haber sido inspirado en el soldado romano al cual estaba encadenado o en una figura del
Antiguo Testamento en la cual Dios es presentado como un Guerrero Celeste (Is 11.5; 59.17). Este tema
aparece en varias partes del Antiguo Testamento y sin duda está influenciando el lenguaje de Pablo
cuando se refiere a los cristianos como guerreros armados y listos para el combate.

II. MOTIVOS PARA QUE TOMEMOS LA ARMADURA DE DIOS


Aún en estos versículos, Pablo presenta algunas razones por las cuales la Iglesia debe tomar toda la
armadura de Dios.

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A. Primer motivo
Para estar firmes contra las asechanzas del diablo (Ef 6.11). El propósito de la armadura es que la
Iglesia permanezca firme en su posición de victoria, en Cristo Jesús, firme contra las asechanzas del
diablo. Pablo utiliza la palabra griega methodeia que denota astucia, engaño, artimaña. Es una
estratagema sutil, el empleo de medios astuciosos por los cuales se derrota a un enemigo.
Las huestes enemigas de la Iglesia ponen en práctica sus estratagemas y trampas para enredar y
derrotar a los cristianos. La armadura de Dios tiene como objetivo proteger a los creyentes de estas
asechanzas.

B. Segundo motivo
Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra
los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones
celestes (Ef 6.12).
Los creyentes no están siendo atacados por otros seres humanos contra los cuales se emplearían
armas convencionales de guerra. La Iglesia no está peleando contra otras personas como Israel peleó en
el Antiguo Testamento. El conflicto de la Iglesia es contra seres espirituales, poderosos y astutos. No
batallamos contra estos enemigos usando estrategias o métodos descubiertos por la sabiduría humana.
Tales cosas son absolutamente inofensivas contra el diablo y sus ángeles. Las armas de la Iglesia son
espirituales, dadas por Dios, y usadas para el conflicto con los ángeles caídos (2 Co 10.3-5);

C. Tercer motivo
Resistir en el día malo (Ef 6.13).
Pablo ya había dicho que todos los días son malos (Ef 5.16), pero ahora admite que algunos son
peores de que los demás. Día malo expresa la idea de algo maligno, que produce efectos negativos, no
se refiere a un espacio de veinticuatro horas, pero a ocasión, período. El día malo es aquel período o
época en la que los poderes malignos tienen mucho más oportunidad y ocasiones para atacar a la Iglesia
y a los creyentes (Lc 22.31). Son días en los que el diablo usa todos sus recursos para derribarnos. En
las Escrituras tenemos ejemplos de algunos personajes que pasaron por el “día malo”:
 David, cuando fue perseguido por el rey Saúl (1 S 20.3).
 Elías, cuando fue perseguido por la reina Jezabel (1 R 19.3).
 Jesús, cuando estaba listo para dar su vida por nosotros (Lc 22. 39-44).
Momentos de vulnerabilidad y pavor, como por enfermedades, crisis financieras, muerte en la
familia, momentos de agotamiento físico o moral puede transformar cualquier día en “día malo”. Son
ocasiones en las cuales el enemigo espera para atacarnos.
Pablo convoca a los creyentes a que se revistan de la armadura de Dios no sólo para enfrentar
(resistir) el día malo, sino para permanecer firmes, manteniendo la posición hasta el fin, venciendo y
permaneciendo invencibles.

III. PELIGROS RELACIONADOS CON EL COMBATE CRISTIANO


A. Primer peligro

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Inclinación a ver al Diablo en todos los lugares, de atribuir a él y a sus agentes más de lo que es
debido, de darle crédito por más de lo que realmente él es responsable.
B. Segundo peligro
Es el peligro de reaccionar radicalmente a ese primer peligro y lanzarse en el error opuesto, e
igualmente peligroso, es decir, el error de menospreciar y subestimar el mundo espiritual tenebroso.
Corremos el riesgo de explicar los fenómenos extraños que ocurren en nuestro entorno como mera
acción humana, como si todo fuera resultado de la corrupción y de la depravación del género humano.
En cierto sentido, ese punto de vista es cierto, no necesitamos del diablo para pecar o causar tanta
miseria a nuestros semejantes. Pecamos por nosotros mismos, por nuestra naturaleza corrompida e
inclinada al mal. Pero necesitamos recordar que las diversas clases de demonios (Ef 6.12) anhelan
esparcir más miseria y sufrimiento en el mundo que la humanidad es capaz de producir por sí propia.

C. Tercer peligro
Inclinación a aceptar los métodos del moderno movimiento de “batalla espiritual”¹ como una salida
fácil y segura para los problemas que nos afligen en este mundo. Muchos quieren resolver los
problemas de temperamento, de hábitos pecaminosos, de la lengua maliciosa, de pensamientos impuros
o de la opresión económica, simplemente reprendiendo y atando a los demonios que, supuestamente,
producen esos desvíos morales. El camino presentado por la Biblia es el de la santificación, de la
autodisciplina, del estudio persistente de las Escrituras, de aprender y seguir fielmente. Ese es el
camino. No encontramos en las Escrituras ejemplos de expulsión de demonios considerados
responsables por los problemas morales. Si en vez de atar a Satanás, muchos atasen a su lengua, la
Iglesia sería tremendamente beneficiada. El matrimonio de muchos mejoraría, también las relaciones
sociales serían transformadas para mejor, y la vida de muchos experimentaría un gran progreso. Pero lo
que sí se está queriendo con eso es un camino fácil. Por esa razón, tantas personas están buscando salud,
prosperidad, comodidad y bienestar.

1 Movimiento surgido recientemente en los círculos evangélicos mundiales. Existen algunas ramificaciones del
movimiento y sus proponentes no siempre concuerdan entre sí. Sin embargo, comparten una base teológica amplia y
común a todos, lo que justifica identificar sus posiciones como parte del movimiento mundial de “batalla espiritual”. La
mayoría de sus enseñazas son antibíblicas y deben ser rechazadas porque no se basan en las Escrituras, sino en la
experiencia.
En este curso, todas las veces que el término “batalla espiritual” aparece entre comillas, se refiere a este movimiento. En
las demás referencias al término nos estaremos refiriendo al concepto bíblico de batalla espiritual.

02

BATALLA
ESPIRITUAL

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COMO RESISTENCIA

N otemos un punto importante que está implícito en la representación que hace Pablo en Efesios 6
del cristiano, como un guerrero listo para el combate. El soldado cristiano está en una posición de
defensa, de resistencia. Pablo describe la figura de un soldado protegiendo el terreno enemigo ya
conquistado. No es difícil notar esto, pues en este pasaje Pablo exhorta a la iglesia a mantenerse firme y
a resistir varias veces (6.11, 13-14). Aun la espada del guerrero cristiano puede ser vista como siendo
primariamente para su defensa.
Esto no quiere decir que la Iglesia solamente posee armas defensivas, y que la Palabra de Dios, cómo
espada, sirve sólo para nuestra defensa. La cuestión es que, en Efesios 6, Pablo describe el guerrero
cristiano en una posición defensiva. Por supuesto que la Iglesia debe avanzar hacia lugares donde el
Evangelio no fue todavía anunciado. Sin embargo, este no es el punto de Pablo en efesios 6. Él ve la
Iglesia en su posición de victoria, defendiendo el territorio ya conquistado en Cristo Jesús.
En Efesios 6 la posición de la Iglesia es la de un soldado resistiendo a un ataque. Ella está siendo
atacada y necesita resistir. Muchos usan este pasaje para justificar estrategias ofensivas en el combate
espiritual. Sin embargo, Pablo no está escribiendo técnicas ofensivas para invadir y derrumbar las
fortalezas de las tinieblas ubicadas en regiones geográficas o cósmicas, o aún en las estructuras sociales
y políticas.
El soldado cristiano, en la descripción de Pablo, es enviado al campo de batalla con sólo una
orientación: “Tome la armadura y resista firme”. Esa es toda la estrategia del soldado: revestirse de
Cristo y resistir. Él había recibido órdenes para quedar firme, para resistencia al maligno.

I. ARMAS ESPIRITUALES

Un análisis cuidadoso de Efesios 6.14-18 mostrará que las partes que componen la armadura tienen
un tema común. Todas ellas tienen que ver con el Evangelio de Cristo: Justicia, verdad, paz, fe,
salvación, Palabra de Dios. Estas no son armas que fabricamos, ellas ya vienen preparadas por el mismo
Dios. Ninguna de ellas es resultado de nuestra piedad, bondad, fervor o merito.
La razón es simple. Cuando el diablo viene a atacarnos, él no tiene como objetivo principal nuestras
finanzas, o nuestra salud, o nuestro matrimonio o nuestro trabajo. Por supuesto que él buscará atingir
estas áreas también, como parte de su objetivo de destruir lo máximo posible; sin embargo, su blanco
principal es apartarnos de la fe en Cristo, es confundirnos al punto de neutralizarnos con sus
acusaciones. Si el diablo puede debilitar nuestra confianza en Dios, tendrá alcanzado su objetivo.
Nuestra salud y nuestra cuenta de ahorros son cosas secundarias para él.
Las únicas armas que realmente nos protegerán del verdadero propósito de Satanás son la justicia de
Cristo, la verdad del Evangelio, la salvación eterna, la Palabra de Dios, empuñadas con fe, como un
escudo.
Si el blanco primordial de Satanás es causar pobrezas, enfermedades, problemas políticos, injusticias
sociales, en este caso, no precisamos de las armas que Pablo describe aquí. No obstante, si la verdadera
guerra es sobre el destino eterno de las personas, estas armas son perfectas y hacen sentido.

II. COMO USAR ESTAS ARMAS

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Es importante comprender que la guerra espiritual es mucho más una cuestión de carácter personal
de que estrategias, tácticas o maniobras especiales. Más que “tecnología espiritual” necesitamos de
carácter autentico para enfrentar las astutas asechanzas del diablo.
En 1 Pedro 5.8-9, el apóstol Pedro instruye a los creyentes como actuar ante los ataques de Satanás.
El cuadro es bastante parecido con lo que Pablo nos enseña en Efesios 6. Y la exhortación de Pedro
también es semejante: los creyentes deben estar alertas, ejercer dominio propio, ser sobrios y
cuidadosos. Es decir, no deben descuidarse ni un solo momento ni dar lugar al diablo.
En otras palabras, lo que Pedro enseña es que la Iglesia debe permanecer firme ante los ataques
malignos, resistiendo al adversario y a sus acusaciones. ¡Resistir! No cabe lugar a dudas de que esa
resistencia es decir no a todas las tentaciones de Satanás. Es aferrarse a las verdades del Evangelio, a
las promesas de Dios y, por ellas, firmarse en una vida pura, rechazando al pecado y a las tentaciones
del diablo.

03
BATALLA
ESPIRITUAL
COMO PROCLAMACIÓN

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Estudiaremos ahora sobre la cuestión concerniente al avance de la Iglesia del Señor en el mundo.
¿De qué forma la Iglesia debe avanzar y conquistar el mundo para Cristo? Como siempre lo ha hecho
desde su fundación, es decir, predicando el Evangelio de Cristo.
Si la Iglesia tiene un arma ofensiva, ésta es la proclamación de la Palabra de Dios. Es cierto que
Jesús en su ministerio, además de predicar y enseñar, sanaba a los enfermos y expulsaba a los
demonios. No obstante, estas actividades estaban subordinadas a la proclamación de la llegada del
Reino de Dios. Esto es aún más evidente en el ministerio de los apóstoles, y está claramente
especificado en el ministerio del apóstol Pablo en Corinto.

I. LA CIUDAD DE CORINTO – FORTALEZA DE LAS TINIEBLAS


Corinto era probablemente la ciudad más depravada, corrupta, idolatra e inmoral de Asia en el siglo
primero de la era cristiana. En Corinto había templos dedicados a los principales dioses y diosas de la
mitología griega, como Apolo, Atenas, Afrodita, Dionisio, Poseidón y Zeus. Florecían las religiones de
misterio. Y aun las diosas egipcias Isis y Sarapis, tenían sus adeptos en aquella ciudad. Además había
cultos a los dioses romanos y culto al imperador.
Según la enseñanza del movimiento de “batalla espiritual”, Corinto estaba totalmente bajo el poder
de espíritus territoriales. ¿Cómo entrar en esta fortaleza de las tinieblas? El apóstol Pablo debería
confrontarse con esta cuestión.

II. CONQUISTANDO LA FORTALEZA


El apóstol Pablo nos da una descripción de cómo él derribó los poderes y las “fortalezas”, cómo
invadió los “territorios”, “ató” a los demonios y “anuló” toda obra maligna en Corinto¹.
Pablo simplemente anunció a Jesucristo, y Este crucificado, a los moradores de la ciudad. Él
predicó el Evangelio de Cristo y nació, en pleno territorio enemigo, una iglesia llena de vida, con
miembros que se habían convertido de la idolatría, del homosexualismo, del alcoholismo, de la
prostitución y de diferentes estratos sociales de la ciudad (1 Co 6.9-11). Estas personas llenaron la
iglesia. Pablo tuvo una gloriosa victoria. ¿Cuál fue su arma? Él responde en 1 Corintios 2.1-2:

“Por eso, cuando fui a ustedes, hermanos, proclamándoles el testimonio


de Dios, no fui con superioridad de palabra o de sabiduría. Porque nada
me propuse saber entre ustedes excepto a Jesucristo, y Este crucificado.”

Este era su mensaje. Su método era anunciar la cruz. Por eso dijo: “y mi mensaje (mi palabra) y mi
predicación no fueron con palabras persuasivas de sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de
poder…” (v.4) ¿Qué demostración era esta? Era la demostración del poder del Espíritu actuando a
través de la predicación de la Palabra para derribar las fortalezas de la incredulidad y de la resistencia
humana al Evangelio, y así, rescatar personas trayéndolas hacia la luz de Dios (v.5).
Pablo fue tan sencillo en su estrategia para conquistar Corinto para Cristo. Él tenía un arma, el
mensaje sobre la muerte de Cristo en la cruz. Él predicaba a Cristo Jesús, poder de Dios y sabiduría de
Dios. Esta es el arma de la Iglesia y es así que ella avanza, es así que ella “conquista”, que “invade” el
territorio enemigo, utilizando el lenguaje de los defensores de la “batalla espiritual”.

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1 Los términos que aparecen entre comillas son usados por el movimiento de “batalla espiritual”. Según sus enseñanzas
para que “las fortalezas fueran derribadas” sería necesario utilizar las estrategias enseñadas por este movimiento. Sin
embargo, no hay ninguna prueba bíblica de que Pablo haya usado tales estrategias, en verdad, él siquiera las conocía.

04

EL ERROR RELIGIOSO

El arma más poderosa de Satanás contra la Iglesia es el error religioso. Posiblemente no exista arma
más eficaz. La herejías han sido usadas por el diablo contra la Iglesia de Cristo desde que ella nació, y
siempre con resultados terribles. En verdad, fue usando este método que él consiguió seducir y engañar
Adán y Eva, introduciendo el pecado en el mundo (Gn 3.4-5; 2 Co 11.3; 1 Ti 2.14).

I. LA IMPORTANCIA DE LA VERDAD

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El error religioso no proviene solamente de las sectas, pero también nace, muchas veces, en la misma
iglesia. Por eso, necesitamos estar listos, a través de las doctrinas bíblicas ortodoxas, para saber rechazar
las herejías. La única defensa en contra el engaño es “vestir la verdad de Dios” (Ef 6.14).
Lamentablemente pasa el contrario, hay cierta desatención por la Palabra de Dios, por definición y
profundidad teológica, prefiriendo una tolerancia cristiana piadosa, lo que ofrece brechas al adversario.
Sin embargo, debemos preferir la verdad. La Palabra de Dios (Jn 17.17). Y eso no debe ser de manera
superficial (2 Ti 2.15; 1 P 3.15).

II. EL PROPÓSITO DE SATANÁS


Satanás desea impedir que los hombres sean salvos a través de oír y creer en la pura verdad, siendo
que ése es el medio que Dios estableció para la Salvación (Ro 10. 13-14. 16).
Satanás no busca solamente impedir que el Evangelio sea predicado, pero también mancharlo, para
que las personas no oigan la pura verdad y así puedan ser salvas.

III. EL MÉTODO DE SATANÁS

 Impedir que el Evangelio sea predicado (1 Ts 2.18);


 Cegar el entendimiento de las personas (2 Co 4.4);
 Anular el efecto de la Palabra de Dios en los corazones (Lc 8, 5.12);
 Sembrar el error religioso.

Satanás es el padre de la mentira, y padre del error religioso (Jn 8.48; Gn 3.1, 4-5). La “Parábola de
la cizaña y del trigo”, contada por el Señor, expresa bien esta estrategia de Satanás (Mt 13.24-28, 36-
39).

IV. LOS INSTRUMENTOS DE SATANÁS (Mt 13. 24-28, 36-39)

 Doctrinas de Demonios (1Ti 4.12);


 Difusión de doctrinas de demonios, por víctimas del error religioso dentro de la propia Iglesia;
 Hombres mentirosos e hipócritas que tienen sus mentes cauterizadas;
 Doctrinas de Hombres (Mc 7.7; Mt 16.12; Ap 2.14).

V. LA ILUSIÓN DEL ERROR

El error religioso es muy sutil. El diablo sabe como presentarlo de forma atrayente.
 El diablo hace que el error venga disfrazado de verdad.
 El diablo tuerce sutilmente la verdad de Dios, como hizo en el Edén.

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 El diablo se manifiesta como ángel de luz.

VI. EL PELIGRO DEL DESEQUILIBRIO


También hace parte de las estrategias de Satanás hacer con que los creyentes pierdan el equilibrio
teológico. Su método es llevarlos a tomar ciertos puntos doctrinarios secundarios y transformarlos en
puntos centrales, produciendo un desequilibro. Un caso bien actual es la centralidad que la expulsión de
demonios ha recibido en varios movimientos, produciendo un desequilibro que permite que aquello que
es realmente central en la Biblia sea obscurecido o completamente ignorado.
El desequilibro teológico es una forma de error religioso, pues la verdad no es presentada en todas
sus facetas, y el resultado es un evangelio deformado, que produce daño a las almas de aquellos que lo
creen. Satanás usa personas absolutamente sinceras para traer el desequilibrio teológico para dentro de
la Iglesia.

05
LA ARMADURA DE DIOS

I. LA VERDAD COMO UN CINTO


La Iglesia debe ponerse firme antes de más nada, usando el cinto de la verdad (v.14a). Es posible que
Pablo quiera referirse a la verdad ética, en oposición a la mentira, como lo hace en esta misma carta (Ef
4.25; 5.9) Y, de hecho, hablar siempre lo que es verdadero protege al creyente de toda suerte de males,
pues, Satanás es el padre de la mentira. Sin embargo, es más probable que Pablo se refiera aquí a la
“verdad de Dios”, la verdad del Evangelio, la sana doctrina sin errores y ni mentiras, como también ya
se había referido (Ef 4.15), donde el concepto de verdad, aparece en contraste a “vientos de doctrinas”
(Ef 4.14).
Firmada en la verdad revelada de Dios, en las doctrinas puras del Evangelio, la Iglesia está lista para
el combate. El cinto del soldado servía para amarrar las ropas flojas, para colgar las armas y aun para
proteger a los riñones, lomo y vientre. El sentido es este: “La verdad de Dios será como un cinto bien
ajustado en su cintura”.

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II. LA JUSTICIA COMO CORAZA


La Iglesia debe vestirse con la coraza de “justicia” (v.14b). Posiblemente, justicia aquí, signifique un
carácter justo (actitudes justas para con el prójimo), ya que Pablo emplea el término dos veces en
Efesios con este sentido (4.24; 5.9). En el lenguaje militar usado para el guerreo celestial, Dios se
reviste de justicia como un manto (Is 59.17). Significa su carácter justo y recto que sirve de barrera
eficaz contra las tentaciones malignas. Al mismo tiempo que Dios es justo también es justificador de los
que creen en Jesucristo (Ro 3.26).
Es probable que aquí Pablo tenga en vista la justicia que viene de Dios y que justifica al pecador,
tornándolo justo a sus ojos. A propósito, este es uno de los temas más predilectos de Pablo (como
podemos notar en las cartas de Pablo a los Gálatas y a los Romanos). Si este es el caso, “justicia” aquí
es lo mismo que “justificación”, en este sentido funciona como una coraza contra los ataques del
demonio: no hay ninguna condenación para aquellos que están en Cristo (Ro 8.1). En Romanos 8, Pablo
trata este tema con más detalles. Es Dios quien justifica los electos (Ro 8.33), y, por tanto, nada, ni aun
ángeles y potestades (una referencia a las huestes satánicas) podrá separarnos del amor de Dios que está
en Cristo Jesús (Ro 8.83-39). Justificados por la fe estamos revestidos de la coraza de la justicia, no de
la coraza de nuestra religiosidad, de nuestra justicia propia, de nuestra habilidad de orar mucho, sino de
la coraza de la justicia de Cristo, que Él adquirió para su pueblo en la cruz del Calvario con su sangre
preciosa, esa coraza no es “carnal” ni humana, pero viene de Dio

III. LA PAZ DEL EVANGELIO COMO SANDALIA


La Iglesia debe calzar los pies con la (“preparación del Evangelio de la paz”) (Ef 6.15). Esta es,
posiblemente, la más difícil de traducir en la descripción de la armadura. En la lengua original es una
construcción con dos posesivos (genitivos), capaces de transmitir dos o tres sentidos diferentes. Cada
parte de las traducciones modernas prefieren entender el pasaje como una exhortación a que nos
dispongamos para que llevemos el Evangelio de la paz a los demás. O sea, que evangelicemos. Otra
parte, traduce de forma a dar a entender que nosotros calzamos los pies con la preparación que viene del
Evangelio de la paz. Como ambas son gramaticalmente posibles, el contexto puede ayudarnos a
determinar la más probable. No creo que Pablo esté diciendo aquí que evangelizar es un arma de
defensa. Seguro, que el ataque es una forma (según algunos, la mejor) de defensa, pero no veo esta idea
aquí. Sin querer ser dogmático, creo que Pablo se está refiriendo a una mente lista para el Evangelio.
Nada mejor que el evangelio para disponernos para el combate espiritual. En la época de Pablo, los
soldados romanos corrían descalzos en el campo de batalla. Había una ocasión en la que el guerrero
corría calzado, con sandalias en los pies, cuando el enemigo colocaba objetos puntiagudos ocultos en el
suelo, para que el soldado se hiriera. Las sandalias protegían los pies de los soldados. Asimismo, una
mente lista para el evangelio nos protegerá.
Notemos, aun, que esta preparación viene del evangelio de la paz. Pablo se refiere a la paz que es
resultado de nuestra reconciliación con Dios en Cristo, a través del evangelio. En el capítulo 2 de
Efesios, Pablo emplea el término “paz” para la suspensión de las hostilidades entre judíos y gentiles,
que en Cristo se reconciliaron con Dios y entre sí (Ef 2.14-17). La paz, para Pablo, es siempre resultado
de la obra reconciliadora de Cristo (Ro 5.1). Es un estado de plena aceptación de la parte de Dios. Este
estado, por su vez, produce la serenidad y la tranquilidad emocional y mental que necesitamos para
defendernos de los ataques de Satanás. El evangelio produce la paz que nos adorna para el combate,
protegiéndonos, como las sandalias protegen los pies de los soldados en el combate, esa paz no es
humana. Viene como resultado de mi conciencia de que el evangelio es el poder de Dios para salvar
todo aquel que cree; que en el evangelio, Dios se reconcilia con el hombre; que en el evangelio de
Jesucristo podemos tener paz con Dios y su paz en nuestros corazones. Todo eso viene de Dios, es parte
de la armadura que viene de él y nadie puede imitar.

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IV. LA FE COMO ESCUDO


Pablo orienta a la Iglesia a tomar el escudo de la fe con el cual podrá apagar los dardos inflamados
del maligno (Ef 6.16). Fe, aquí, no es resultado de pensamiento positivo, no es confesión positiva, no es
concentración para que una cosa buena acontezca. Fe, como mencionada en la Biblia, siempre exige un
objetivo: es fe en un algo. Y sólo existe una cosa en la Biblia que es el objetivo de la fe genuina el Dios
Triúno, revelado en Jesucristo, en quien todas las promesas de Dios tienen el “sí” en esa parte de la
carta a los Efesios, Pablo menciona la fe en Cristo como el medio a través del cual somos salvos y por
el cual Cristo viene a habitar en nuestros corazones (Ef 1.15; 3.12, 17). La fe funciona como un escudo
protector cuando nos apegamos y nos firmamos en la Palabra de Dios, particularmente, en sus
promesas: nadie va a alejarnos de su amor; nadie nos arrebatará de su mano; aquel que comenzó la
buena obra la completará hasta el día de Cristo Jesús; la sangre de Jesús nos purifica de todo pecado.
Sólo esta fe puede resistir a las agresiones del maligno.
Pablo se refiere aquí a los “dardos inflamados del maligno”. En la antigüedad, flechas, cuyas puntas
eran embebidas en material inflamable, eran usadas como armas eficientes para comenzar incendios en
los terrenos enemigos y sembrar la destrucción. Una defensa eficaz eran los escudos extensos, cubiertos
con pieles de animales embebidas en agua. Con ese escudo los soldados podrían apagar los dardos
incendiarios. Semejantemente, mediante la fe en las promesas que tiene todas el “sí” en Cristo, el
cristiano “apaga” las tentaciones flameantes e incendiarias que Satanás lanza en su mente, buscando
llevarlo al desanimo, a la desesperación y eventualmente al pecado. La importancia de la fe como
defensa contra las tentaciones inflamadas del Diablo y realzada por la expresión, siempre, en realidad,
esta expresión (en el griego, es pasin) puede ser traducida de varias formas. Las diversas versiones traen
“en todo”, “arriba de todo”, “además de esas cosas” o aun, “siempre, en todo las circunstancias, en todo
tiempo”. Cada una de ellas es posible – y todas enfatizan la fe como siendo una de las defensas
mencionadas, la de mayor destaque.

V. LA SALVACIÓN COMO CASCO


Pablo menciona el casco de la salvación (Ef 6.17). En Efesios 2, Pablo habla de la salvación del
pecado y de la muerte, efectuada por Dios en Cristo, totalmente por la gracia e no por cualquier otra
obra de justicia que por ventura hayamos hecho (Ef 2.5-8). El orden que Pablo da es para que
aceptemos la salvación como un casco (el verbo griego es dechomai, aceptar, recibir, dar bienvenida,
aunque tomar también sea posible). Este orden para que aceptemos la salvación refleja la enseñanza de
Pablo de que ella es un don de Dios. La salvación de Dios, recibida por la gracia mediante la fe,
funciona como un casco que protege la cabeza. Es la protección divina para el guerrero cristiano. El
casco para los guerreros de aquella época era de cuero grosero o de metal (1 Sm 17.5). Y era usado para
proteger la cabeza de los golpes de la espada del adversario. La figura de la salvación como un casco
refleja toda la enseñanza bíblica de que aquel que fue salvo por Dios en Cristo, está salvo de los ataques
mortales de Satanás. Aunque pueda ser alcanzado, jamás podrá ser destruido o arrancado de las manos
del redentor. El casco de la salvación representa la enseñanza bíblica de la perseverancia final de los
Santos. La idea de salvación como casco viene de la figura del Antiguo Testamento, de Dios como
guerrero celestial (Is 59.17). Aunque allí el casco de la salvación se refiera al poder salvador de Dios,
Pablo usa el término para describir la salvación de Dios efectuada en su pueblo, que protege de los
ataques del enemigo. Es una salvación presente, recibida aquí y ahora (aunque 1 Ts 5.8 habla de la
“esperanza de la salvación” como casco).

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VI. LA PALABRA DE DIOS COMO ESPADA


Pablo ordena que tomemos (aceptemos) la espada del espíritu que es la Palabra de Dios (Ef 6.17). O
sea, que recibamos la Palabra de Dios como una espada que el Espíritu nos dará para el combate. El
término que Pablo emplea aquí para “Palabra” es rhema, como siendo una palabra hablada y logos una
palabra escrita. Los que piensan así, piensan que se refiere a una palabra hablada con fe, con autoridad,
la cual es poderosa para crear o realizar aquello que es comandado por el creyente. Según esa
interpretación Pablo aquí nos enseña a usar la confesión positiva para enfrentar y vencer el Diablo.
Pero, esa enseñanza consiste en una falsa distinción entre rema y logos. Ambas palabras son usadas en
el griego de la época de Pablo para referirse a algo que fue dicho o mencionado, con énfasis en el
contenido – y no en la forma (escrita u oral).
Esa palabra es de Dios. Tanto puede indicar su naturaleza divina o su procedencia (proviene de
Dios). Cualquiera que sea el caso – ¡Es posible que ambos los sentidos estén presentes! – Pablo se
refiere a la Palabra de Dios escrita (El Antiguo Testamento) y el mensaje del evangelio, anunciado por
los apóstoles, y que ya en la época de Pablo, había especialmente adquirido la forma escrita (2 P 3.14-
16). En la carta a los romanos, Pablo se refiere al Evangelio como siendo rhema (Ro 10.8, 18; 1 P 1.25).
Lo que Pablo está enfatizando es que el mensaje del Evangelio que nosotros recibimos de parte de Dios
(contenida en el Antiguo Testamento y anunciada por Jesús y por los apóstoles) será como una espada
que el Espíritu nos da para que enfrentemos las astutas celadas del Diablo.
Hay dos Palabras mencionadas para espada mencionadas en la Biblia. Una es rhomphaia, que
aparentemente denotaba una espada larga, casi una lanza, semejante a la usada por los soldados de la
Tracia. Esta palabra aparece en Apocalipsis 6.8 con referencia la espada que la Muerte emplea para
diezmar a los moradores de la tierra. La palabra es usada figuradamente en el Nuevo Testamento para
angustia (Lc2.35), y juicio (Ap 1.6; 2.12). La otra Palabra es machaira, que probablemente se refiere a
una espada corta (una daga propiamente) que el legionario romano usaba en la cintura, para el combate
cuerpo a cuerpo. Es esta palabra que el apóstol usa aquí para referirse a las Escrituras. Cuando el Señor
Jesús fue tentado por Satanás en el desierto, durante cuarenta días él usó las palabras de Dios escritas en
el Antiguo Testamento como una espada, para defenderse y rechazar las arremetidas de Satanás (Mt
4.1-11).

VII. LA ORACIÓN INTERCESORA Y LA ARMADURA

Al acabar la descripción, Pablo ordena a la iglesia a que tome la armadura de Dios (Ef 6.18). La
armadura debe ser tomada en oración en el Espíritu. Muchos de los que han sido influenciados por las
ideas de la “batalla espiritual” piensan en la oración aquí descrita como “oración de guerra”, una
confrontación de poder con las entidades espirituales a nivel cósmico. Mientras, ni aquí, ni en lugar
ninguno de las Escrituras es dicho que los creyentes deben en sus oraciones “amarrar” demonios,
“declarar” las caídas de las fortalezas del demonio o “decretar” su ruina. No hay en ningún pasaje de la
Biblia la recomendación de que anulemos por la oración la actuación de los poderes malignos cósmicos.
La oración aquí descrita por Pablo con relación a la guerra espiritual es simplemente intercesora en
favor de los demás cristianos. Pablo recomienda que hagamos “suplica por todo los Santos” (Ef 6.18).
Los santos son los cristianos. Ésta es la oración de la batalla, cuando intercedemos por los soldados,
cuando intercedemos unos por los otros y oramos para que Dios no nos deje caer en tentación, pero nos
libre del mal. Pablo aún añade, “... (Oren) también por mí” (Ef 6.19). Estaba arrestado, encadenado,
impedido de ejercer su ministerio libremente entre los gentiles (Ef 4.1; 6.20). Podría haber dicho para
que los creyentes orasen para que el Diablo fuese reprendido o amarrado. Sin embargo, él no pidió eso,
pero. ...“oren por mí. ...para que me sea dada, en lo abrir de mi boca, la palabra, para, con intrepidez,
hacer conocido el misterio del evangelio...” (Ef 6.19). Es con Pablo que nos tenemos que aprender la
oración de batalla espiritual. Debemos orar a Dios y pedir que impida a Satanás de obstruir la obra de la

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Iglesia, al envés de dirigir orden directa a Satanás, pedir a Dios y dirigirnos directamente a Satanás, son
cosas bien diferentes.

ORACIÓN
01

INTRODUCCIÓN

El carácter de Dios y su relación con el mundo, conduce naturalmente a una consideración de la


doctrina de oración. La oración puede definir como sigue: La oración es la comunicación personal con
Dios.

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Esta definición es muy amplia. Lo que podemos llamar “oración” incluye oraciones de peticiones por
nosotros mismos y por otros (a veces llamadas de oraciones de petición o intercesión), confesión de
pecado, adoración, alabanza y acción de gracia, y también comunicaciones de Dios para indicarnos su
respuesta.

02

¿POR QUÉ DIOS QUIERE QUE OREMOS?

La oración no está hecha para que Dios pueda enterase de lo necesitamos (Mt. 6:8). Dios que oremos
porque la oración expresa nuestra confianza en Dios y es un medio por el cual nuestra confianza en Él
puede aumentar. De hecho debemos orar con fe, lo quiere decir, confianza o dependencia en Dios. Dios,
como nuestro creador se deleita en que confiemos en Él como sus criaturas, porque una relación de
dependencia es la más apropiada para la relación entre el creador y la criatura. Orar en humilde
dependencia también indica que estamos genuinamente convencidos de la sabiduría, amor, bondad y
poder de Dios, y ciertamente de todos los atributos que forman su excelente carácter. Cuando oramos
verdaderamente, como personas, en la totalidad de su carácter. Por tanto, todo lo que pensamos o
sentimos en cuanto a Dios se vuelve expresión en nuestra oración. Es sólo natural que Dios se deleite en
tal actividad y ponga tanto énfasis en ella en su relación con nosotros.
Dios no sólo quiere que confiemos en Él. También quiere que le amemos y tengamos comunión con
Él. Esto, entonces, es una segunda razón por la que Dios quiere que oremos: la oración nos lleva a una
comunión más profunda con Dios, y a Él le encanta y se deleita en nuestra comunión con Él.
Una tercera razón por la que quiere que oremos es que en la oración, Dios nos permite, como
criaturas, participar de actividades que son de importancia eterna. Cuando oramos la obra de Dios
avanza. De esta manera la oración da la oportunidad de intervenir de una manera significativa en la obra
del reino, y así, dar expresión a nuestra grandeza como criaturas hechas a imagen de Dios.

03
LA EFICACIA DE LA ORACIÓN

¿Cómo funciona la oración? ¿Acaso la oración no solamente nos hace bien sino que también afecta
Dios y el mundo?

I. La oración cambia la manera en que Dios actúa


Santiago no dice: “No tienen porque no piden” (Stg. 4:2). Él implica que el no pedir nos priva de lo
que nos daría si le pidiéramos. Oramos, y Dios responde. En (Lc. 11:9-10), Jesús hace una conexión
clara entre buscar cosas de Dios y recibirlas. Cuando pedimos, Dios responde.

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Vemos cómo esto sucede muchas veces en el Antiguo Testamento. El Señor le declara a Moisés que
va a destruir al pueblo de Israel por su pecado (Éx 32: 09-14) Cuando Dios amenaza con castigar a Su
pueblo por su pecado (2 Cr 7:14). Cuando el pueblo de Dios ora (con humildad y arrepentimiento)
entonces Él oye y perdona. Las oraciones de Su pueblo claramente afecto cómo actúa Dios. De modo
similar lo declara Juan en si primera carta capítulo 1 y versículo 9. Nosotros confesamos y entonces Él
perdona.
Si estuviéramos realmente convencidos de que la oración cambia la manera en que Dios actúa, y que
Dios en efecto produce cambios asombrosos en el mundo en respuesta a la oración, como la Biblia
repetidamente que lo hace, oraríamos mucho más de lo que oramos. Si oramos poco es probablemente
porque en realidad no creemos que la oración logre gran cosa.

II. La oración eficaz es posible gracias a nuestro mediador, Jesucristo.


Debido que somos pecadores y Dios es santo, no tenemos derecho de entrar en Su presencia.
Necesitamos de un mediador que intervenga entre nosotros y Dios, y que nos lleve a Su presencia (1Ti
2.5).
Pero si Jesús es el único mediador entre Dios y el hombre, ¿oye Dios las oraciones de los que no
confían en Jesús? La respuesta depende de lo qué queremos decir por “oye”. Puesto que Dios es
omnisciente, Él siempre “oye” en el sentido de que tiene conocimiento de las oraciones que hacen los
inconversos que no acuden a Él a través de Cristo. Dios puede incluso, de tiempo en tiempo contestar
sus oraciones debido a Su misericordia y en un deseo de llevarlos a la salvación en Cristo. Sin embargo
en ninguna parte Dios ha prometido responder a las oraciones de los que no creen. Las únicas oraciones
que ha prometido “oír” en el sentido de escuchar con un oído compasivo y responderlas cuando son
hechas conforme a Su voluntad, son las oraciones que los cristianos elevan a través del único mediador:
Jesucristo (Jn 14. 6).
Entonces, ¿qué de los creyentes del Antiguo Testamento? ¿Cómo pudieron ellos acudir a Dios a
través de Jesús el mediador? La respuesta es que l obra de Jesús como nuestro mediador estaba
prefigurada en el sistema de sacrificios y ofrendas que los sacerdotes hacían el templo (Heb 7.23-28;
8.1-6; 9.1-14). No había ningún mérito salvador inherente en ese sistema de sacrificios (Heb 10.2-4);
Sin embargo, mediante el sistema de sacrificios Dios aceptaba a los creyentes en base a la obra futura de
Cristo que estaba prefigurada por ese sistema (Ro 3.23-26).
La actividad de Jesús como mediador se ve especialmente en Su obra como sacerdote: Él es nuestro
“gran sumo sacerdote que ha travesado los cielos”, que “ha sido tentado en todo de la misma manera
que nosotros aunque sin pecado” (Heb 4.14-15).

III. ¿Qué es orar “en el Nombre de Jesús”?


Jesús dice: “Cualquier cosa que ustedes pidan en mi nombre yo la haré; así será glorificado el Padre
en el Hijo. Lo que pidan en mi Nombre, yo lo haré” (Jn 14. 13-14). También dice que escogió a sus
discípulos, y que “el Padre les dará todo lo que le pidan en mi Nombre” (Jn 15.16).
Claramente esto no significa simplemente añadir la frase “En el nombre de Jesús” después de cada
oración porque Jesús no dijo: “Si piden algo añaden las palabras en el nombre de Jesús después de su
oración, yo lo haré”. Jesús honesta hablando de añadir ciertas palabras como si fueran una especie de
fórmula mágica que imprimiría poder a nuestras oraciones. En verdad, ninguna de las oraciones
anotadas en la Biblia tiene la frase “En el nombre de Jesús” (vea Mt 6.9-13; Hch 1.24-25; 4.24-30;7.59;
9.13-14; 10.14; Ap 6.10; 22.20).
Acercarse en el nombre de alguien quiere decir que otra persona nos ha autorizado para acercarse en
base a su autoridad y no en la nuestra (Hch 3.6; 4.7; 16.18; 1Co 5.4). Orar en el nombre de Jesús, por
consiguiente, es la oración que se hace por autorización de Jesús.

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En un sentido más amplio el nombre de una persona en el mundo antiguo representaba a la persona
misma y, por consiguiente, todo su carácter. Tener un buen nombre (Pr 21.1; Ec 7.1) era tener una
buena reputación. Por tanto, el nombre de Jesús representa todo lo que Él es, Su carácter total. En este
sentido, orar en el nombre de Jesús se acerca mucho a la idea de orar “conforme a Su voluntad” (1 Jn
5.14-15).

IV. ¿Debemos orar a Jesús o al Espíritu Santo?


Un estudio de las oraciones del Nuevo Testamento indican que por lo general se dirigen no a Dios
Hijo ni al Espíritu Santo, sino a Dios Padre. Sin embargo un simple conteo de tales oraciones puede ser
desorientador, porque la mayoría de las oraciones que se notan en el Nuevo Testamento son las de Jesús
mismo, que constantemente oraba a Dios Padre y, por supuesto, no se oraba a si mismo cómo Dios
Hijo. Además, en el Antiguo Testamento, la naturaleza trinitaria de Dios no estaba tan claramente
revelada, y no es sorprendente que no hallemos muchas evidencias de oración dirigida directamente a
Dios Hijo o a Dios Espíritu Santo ante del tiempo de Cristo.
Aunque hay un patrón claro de oración dirigida directamente a Dios Padre a través del Hijo (Mt 7.9;
Jn 16.23; Ef 5.20), hay indicaciones de que la oración dirigida directamente a Jesús también es
apropiada (Hch 7.59; 9.10-17; 1 Co 16-22; Ap 22.20; 2 Co 12.8).
Aunque en el Nuevo Testamento no se registra ninguna oración dirigida directamente al Espíritu
Santo, no hay nada que prohíba tal oración, porque el Espíritu Santo, como el Padre y el Hijo, es
plenamente Dios y es digno de oración, y es poderoso para responder nuestras oraciones. Decir que no
podemos orar al Espíritu Santo es decir que no podemos hablar con Él ni relacionarnos personalmente
con Él, lo que no parece muy correcto. El Espíritu Santo también se relaciona con nosotros de una
manera personal puesto que es un “Consolador” (Jn 14.16, 26), los creyentes “le conocen” (Jn 14.17), y
Él nos enseña (Jn 14.26), nos da testimonio de que somos hijos de Dios (Ro 8.16), y nuestro pecado lo
entristece (Ef 4.30). Es más, el Espíritu Santo ejerce voluntad personal en la distribución en lo dones
espirituales (1 Co12.11). Por consiguiente, no parece ser errado orar a veces al Espíritu Santo
directamente como sobre todo cuando estamos pidiéndole que haga algo que se relaciona con sus
esferas especiales de ministerios o responsabilidad. Pero éste no es el patrón del Nuevo Testamento, y
no debe convertirse en el énfasis dominante en nuestra vida de oración.

V. El papel del Espíritu Santo en nuestra oración.


Los intérpretes de Romanos 8.26-27, defieren en cuanto a si los “gemidos que no puedan expresarse con
palabras” son gemidos que el Espíritu Santo mismo emite o son nuestros propios gemidos y suspiros en
oración, que el Espíritu Santo convierte en oraciones eficaces delante de Dios. Parece ser más probable
que los “gemidos” o “suspiros” sean nuestros propios gemidos. Cuando Pablo dice que “en nuestra
debilidad el Espíritu acude a ayudarnos” (Ro 8.26), la palabra que se refiere en “ayudarme” (gr.
Sunantilambanomai) es la misma palabra que se usa en Lucas 10.40, en donde Marta quiera que María
vaya a ayudarla. La palabra no indica que el Espíritu Santo ora en lugar de nosotros, sino que el
Espíritu Santo torna parte con nosotros y hace eficaces nuestras oraciones débiles. Así, tales suspiros o
gemidos en la oración se entiende mejor con suspiros o gemidos que nosotros emitimos, expresando los
deseos de nuestro corazón y espíritu, que entonces el Espíritu Santo los convierte en oración eficaz.

04

ALGUNAS CONSIDERACIONES

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IMPORTANTES EN LA ORACIÓN EFICAZ

La Biblia indica algunas consideraciones que hay que tomar cuenta para ofrecer la clase de oración
que Dios desea de nosotros.

I. Hay que orar conforme a la voluntad de Dios.


Juan nos dice que si pedimos conforme Su voluntad, Él nos oye (Jn 5.14-15). Jesús nos enseña a
orar: “Haga Tu voluntad” (Mt 6.10), y Él mismo nos da un ejemplo, al orar en el jardín de Getsemaní:
“Pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres Tú” (Mt 26.39).
Pero ¿cómo sabemos cuál es la voluntad de Dios cunado oramos? Si el asunto por el que estamos
orando se menciona en algún pasaje de la Biblia en el que Dios nos da un mandamiento o una
declaración directa de su voluntad, la respuesta a esta pregunta es fácil: Su voluntad es que
obedezcamos su palabra y guardemos sus mandamientos. Por esto el conocimiento de la Biblia es una
ayuda tremenda en la oración, pues nos capacita para seguir el patrón de los primeros cristianos que
citaban la Biblia al orar (Hch 4.25-26).
Es importante que en nuestra oración que no sólo le hablemos a Dios sino también que le
escuchemos. Debemos frecuentemente traer una petición a Dios u luego esperar en silencio ante Él. En
esos tiempos de espera en el Señor (Sal 27.14; 38.15; 130:5-6), Dios puede cambiar los deseos de
nuestro corazón, darnos mayor comprensión de la situación que estamos orando, concedernos más
comprensión de su palabra, traer a nuestra mente un pasaje de la Biblia que nos permita orar más
eficazmente, impartirnos un sentido de seguridad de lo que es su voluntad, o aumentar grandemente
nuestra fe para que podamos orar con mucha mayor confianza.

II. Orar con fe


En Mt 11.24, Jesús evidentemente está diciendo que cuando pedimos algo, la fe que producirá
resultados es una seguridad resuelta de que cuando oramos por algo (o tal vez después de que hemos
estados orando por un período de tiempo), Dios acuerda concedernos nuestra petición específica. En la
comunión personal con Dios que tiene lugar en la oración genuina, esta clase de fe de nuestra parte
puede resultar sólo conforme Dios nos da cierto sentido de seguridad de que Él ha acordado conceder
nuestra petición. Por supuesto, no podemos desarrollar esta clase de fe genuina mediante una oración
frenética o un gran esfuerzo emocional para tratar de obligarnos a creer, ni podemos imponerla sobre
nosotros mismos diciendo palabras que no pensamos que sean verdad. Esto es algo que sólo Dios puede
darnos, y que nos dará o tal vez no nos dará cada vez que oramos.
En Hebreos 11.1nos dice que “la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve”.
La fe bíblica nunca es una ilusión vana ni una esperanza vaga que no tiene cimiento seguro sobre el cual
apoyarse. Esta confianza o dependencia en Dios, cuando tiene un elemento de seguridad o confianza, es
fe bíblica genuina.
Varios otros pasajes nos animan a ejercer fe cuando oramos (Mt 21.22; Stg 1.66).

III. Obediencia
Puesto que la oración es una relación con Dios como persona, cualquier cosa en nuestras vidas que le
desagrada será un estorbo en la oración (Sal 66.18; Pr. 15.8; 15.29; 28.9).

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El apóstol Pedro cita el Salmo 34 para afirmar que “los ojos del Señor están sobre los justos, y sus
oídos, atentos a sus oraciones (1 P 3.12). Puesto que el versículo anterior estimula la buena conducta en
la vida diaria, al hablar y alejarse del mal, y hacer el bien, Pedro está diciendo que Dios que Dios de
buen grado oye las oraciones de los que viven la vida en obediencia a Él.
Ahora bien, no se debe malentender esta enseñanza. No necesitamos estar libres por completo del
pecado antes de que podamos esperar que Dios conteste nuestras oraciones. Si Dios contestará
solamente las oraciones de persona que no pecan, nadie en toda la Biblia, excepto Jesús, jamás hubiera
recibido respuestas por las oraciones. Cuando vivimos ante Dios mediante su gracia, vivimos limpios
por la sangre de Cristo (Ro 3.25; 5.9; Ef 2.13; He 9.14; 1P 1.2). Pero no debemos descuidar el énfasis
bíblico en la santidad personal de la vida.

IV. Confesión de pecados


Debido a que nuestra obediencia a Dios nunca es perfecta en esta vida, continuamente dependemos
de que nos perdone nuestros pecados. La confesión de pecados es necesaria a fin de que Dios “nos
perdones” en el sentido de restaurar su relación diaria con nosotros (Mt 6.12; 1 Jn 1.9). Es bueno al orar
confesarle al Señor todo pecado conocido y pedirle su perdón. A veces cuando esperamos en Él, Él
traerá a nuestra mente otros pecados que debemos confesar. Respectos a estos pecados, que no
recordamos o de los que no damos cuenta, es apropiado orar la oración general de David (Sal 19.12).

V. Perdonar a otros
Jesús dice: “Si perdona a otros sus ofensas, también los perdonará a ustedes su Padre celestial. Pero
si no perdonan a otros sus ofensas, tampoco su Padre les perdonará a ustedes las suyas” (Mt 6. 14-15).
Nuestro Señor no tiene en mente la experiencia inicial del perdón que conocemos cuando somos
justificados por fe, porque eso no pertenecería la oración que elevamos día tras día (vea Mt 6.12 con vv.
14-15). Más bien se refiere a la relación con Dios día tras día que necesitamos que sea restaurada
cuando hemos pecados y lo hemos ofendido.
Mientras el pecado no sea perdonado y la relaciones restaurada, la oración será, por supuesto, difícil.
Es más, si tenemos falta de perdón contra alguien, no estamos actuando de una manera que agrade a
Dios o que no beneficie. Por eso Dios declara (Mt 6.12, 14-15) que Él se alejará de nosotros hasta que
perdonemos a los demás.

VI. Humildad
La humildad es la actitud apropiada que hay que tener al orar a Dios, en tanto que el orgullo es
totalmente inapropiado (Stg 4.6; 4.10; 1 P 5.5).
Dios con todo derecho es celoso de su honor. Por consiguiente, no se agrada en responder a las
oraciones de los orgullosos que se irrogan honor para sí mismos antes de dárselo a Él. La verdadera
humildad ante Dios, que también se refleja en la genuina humildad ante otros, es necesaria para la
oración eficaz.

VII. La oración en privado


Daniel subía a su dormitorio y allí se arrodillaba y se ponía “a orar y alabar a Dios, pues tenia por
costumbre orar tres veces al día” (Dn 6.10). Jesús con frecuencia se iba a lugares solitarios para estar a
solas y orar (Lc 5.16). También nos enseña: “Pero tú, cuando te pongas a orar, entra en su cuarto, cierra
la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto. Así tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te
recompensará” (Mt 6.6). Esta afirmación está en el contexto de evitar el error de los hipócritas a quienes
les encanta orar en las esquinas de las calles “para que la gente los vea” (Mt 6.5). Cuando estamos
verdaderamente a solas con Dios, en lo privado de un cuarto en donde hemos “cerrado la puerta” (Mt
6.6), entonces podemos derramar ante Él nuestros corazones.

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VIII. Oración con otros


Los creyentes hallan fortaleza al orar con otros. De hecho Jesús nos enseña en Mt 18,19-20. Hay
muchos ejemplos en la Biblia de creyentes que oraron juntos, y en donde una persona guió a toda la
congregación en oración (1 R 8.22-53; Hch 4.24). Orar con otros, entonces, es correcto y a menudo
aumenta nuestra fe y la eficacia de nuestras oraciones.

IX. ¿Qué de la oración no contestada?


Debemos empezar reconociendo que entando Dios es Dios y nosotros somos sus criaturas, debe
haber algunas oraciones no contestada. Esto se debe a que Dios mantine oculto sus planes sabios para el
futuro, y aunque la gente ora, muchos acontecimientos no se realizaran sino en el momento sen que
Dios hay decretado (Gá 4.4; Ap 6.10-11).
La oración también quedara sin respuesta porque no siempre sabemos cómo orar como debemos (Ro
8.26), no siempre oramos conforme a la voluntada de Dios (Stg 4.3), y no siempre pedimos con fe (Stg
1.6-8). Y a veces pensamos que ciertas soluciones es mejor, pero Dios tiene un plan mejor, incluso
realizar su propósito mediante el sufrimiento e la adversidad (Gn 37.23-36)

X. Alabanzas y acción de gracias


La acción de gracias, como todo otro aspecto de la oración, no debe ser un repetir mecánico de un
“gracias” a Dios, sino que debe ser palabra que reflejan el agradecimiento de nuestro corazón. Este
agradecimiento debe expresar gratitud a Dios por todas las circunstancias, por todas las cosas de la vida
que Él permite que nos pasa (1Ts 5.18; Flp 4.6; Col 4.2).

AYUNO
01

QUÉ ES EL AYUNO

I. Abstinencia Parcial o Total de Alimentos

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Abstinencia parcial o total de alimentos por un tiempo determinado. También se llama de ayuno al
periodo en que este es practicado. El ayuno es también conocido como “Afligir el alma” (Lv 16.29:
23.27; Nm 29.7).
Vemos en la Biblia ejemplos de la abstinencia parcial de alimentos. Daniel y sus tres compañeros, no
se contaminaram con los manjares del rey, quedaron se diez días solamente comiendo legumbres y
bebiendo agua, y al fin de los diez días, el semblante de Daniel y de sus compañeros estaba mejor que el
de los otros muchachos que comían de la porción de la comida del rey (Dn 1.8-15); en otra ocasión
Daniel, se quedó por tres semanas sin comer “...manjar delicado, ni carne, ni vino...” (Dn 10.3).

II. Un Fortalecimiento y una Preparación Espiritual

El ayuno es un acto de humillación que nos ayuda a reconocer la dependencia de Dios. A través del
ayuno nuestra alma es impulsada a buscar intensamente al Señor y consecuentemente, tendremos más
fuerza para orar y para hacer la voluntad de Dios, despojándonos del pecado y de la voluntad propia.

III. El Ayuno es Más Que Una Práctica Exterior

El ayuno no se limita a una mera práctica exterior, implica abandono del mal y de los placeres
propios (Is 58). El verdadero ayuno está relacionado al arrepentimiento de pecado, asumiendo nuevas
directrices, cambiando actitudes. Actuando de esta manera, permitirá una aproximación más íntima de
Dios, según la gracia del Señor.

02

QUÉ ENSEÑA LA BIBLIA


SOBRE EL AYUNO

I. La Primera Mención
La primera mención de ayuno que leemos en las Escrituras aparece en el Libro de Jueces, cuando en
la guerra civil contra a tribu de Benjamín los israelitas fueran inicialmente derrotados. “Los hijos de
Israel… ayunaran aquel día hasta la noche…” (Jue 20.26-27). De manera que desde este momento, se
menciona el ayuno.

II. Ejemplos en el Antiguo Testamento


Los últimos libros del Antiguo Testamento presentan numerosos ejemplos de ayunos prescritos (Esd
8.21; Neh 9.1; Est 4.3; Sal 35.13; 69.11; 109.24; Dn 6.18; 9.3).

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III. Ejemplos en el Nuevo Testamento


En el Nuevo Testamento, tenemos varios ejemplos de la práctica de ayuno:
A. La profetisa Ana servía a Dios con ayuno (Lc 2.37)
B. Los fariseos ayunaban (Lc 18.12)
C. Los discípulos de Juan el bautista ayunaban (Mt 9.14)
D. El Apóstol Pablo también (2 Co 6.5)
E. El Señor Jesús, en la tentación en el desierto, ayunó (Mt 4.2; Mc 1.13; Lc 4.2)
D. La Iglesia de Antioquia, formada mayormente por gentiles, practicaba el ayuno (Hch 13.1-3;
14.23)

03

QUÉ JESÚS ENSEÑÓ


SOBRE EL AYUNO
En cierta ocasión, los discípulos de Juan el Bautista, se acercaran al Señor Jesús y le preguntaron:
“¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos muchas veces, y tus discípulos no ayunan?”. Jesús no
repudió la práctica del ayuno, sin embargo, declaró que esa práctica era impropia para sus discípulos “...
entre tanto el esposo estuviese con ellos...” (Mt 9.14-17), pero llegaría el día en el que el “Esposo” sería
retirado, entonces sus discípulos tendrían que ayunar.
Además, enseñó que al ayunar, debería cada uno hacerlo en secreto, para no mostrar a los hombres,
sino al Padre. Jesús enseñó que debemos hacer todo lo posible para que los hombres no sepan que
estamos ayunando, pues nuestra recompensa vendrá de Dios y no de los hombres (Mt 6.16-18).

04

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QUÉ NO ES EL AYUNO

I. El Ayuno no es Status de Santidad


Reconocemos que muchos cristianos piensan en el ayuno como un acto que los hará parecer más
santos que otros, sin embargo, esto es nada más que una santidad superficial, una manera de esconderse
tras una máscara, aparentando ser lo que no es.
El ayuno no se hace para competir (Is 58.4) o por exhibicionismo, como hacían los fariseos,
desfigurando sus rostros para mostrar que estaban ayunando (Mt 6.13). Este tipo de actitud, de personas
que quieren recibir gloria para sí, no trae beneficio alguno para la vida espiritual; ayunar sin tener
corazón arrepentido, no obedeciendo la Palabra de Dios, sólo trae cansancio e irritación, pues “mejor es
obedecer que sacrificar” (2 S 15.22).

II. El ayuno no es Negociar Con Dios


El ayuno no es para obtener las respuestas en la hora en que queremos, y tampoco un medio de
conseguir algo para nuestro beneficio propio; de esta forma, el ayuno se volvería una manera de “pagar
un precio” para tener algo de interés propio.
Hay algunos que piensan que el ayuno es para obtener automáticamente la atención de Dios (Is
58.3,4); sin embargo, fue contra estas ideas erróneas que los profetas Isaías, Jeremías y Zacarías,
declararon que, si el ayuno no es apoyado en una conducta correcta, está por demás (Is 58.5-12; Jr 14,
11,12; Zc 7).

05

TIPOS DE AYUNO

I. Ayuno Convocado
Es una manera de buscar la reconciliación con Dios, reconociendo la necesidad de una intervención
divina en determinadas ocasiones; en el caso de una convocación de la iglesia local, de una ciudad o
incluso en el caso de un país. Tenemos ejemplos bien claros en la Biblia del ayuno público para una
intervención divina en tiempos de crisis social o nacional. Dios usó el profeta Joel para desafiar la
nación: “... proclamad ayuno, convocad una asamblea, reunid al pueblo, santificad la reunión...” (Jl
2.15-16). Este tipo de ayuno tiene el propósito de llevar los cristianos a humillarse delante de Dios y a
pedir su misericordia y bendición. De hecho, si atentamos para lo que ha dicho Dios en 2 Cr 7.14,
iremos contemplar sus maravillas.
Cuando Dios estaba a punto de destruir la ciudad de Nínive, en su misericordia, Él primero envió al
profeta Jonás para avisarlos y llamarlos hacia un arrepentimiento (Jon 3.4). El rey se humilló

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inmediatamente, sacó sus vestidos reales, se cubrió con ropas ásperas, convocó al pueblo a arrepentirse
y a abandonar el pecado. El pueblo obedeció y se unió en ayuno y oración.
Dios vio lo que ellos hicieron y como arrepintieron se de sus malos caminos, tuvo compasión y no
envió sobre ellos la destrucción con la cual les había amenazado.
Dios siempre ha honrado el ayuno cuando grupos de oración o una iglesia local pasan un tiempo
buscando a Dios con sinceridad.
Algunas referencias en la Biblia de ayunos en conjunto (1 R 21.9; 2 Cr 20.3; Esd 8.21; Neh 9.1; Est
4.16).

II. Ayuno Individual


Abstenerse de cualquier cosa que afecta la santidad de Dios a fin de crecer espiritualmente y
acercarse más a Dios para servirlo con excelencia, esto es típico en el ayuno. En otras palabras, nos
sometemos a la voluntad de Dios y damos prioridad al estar en su presencia.
El ayuno individual lleva el cristiano a un fortalecimiento espiritual, esto es una preparación contra
las tentaciones y las saetas del enemigo.

06

TIEMPO DE DURACIÓN
DEL AYUNO

El Pentateuco habla acerca del ayuno de Moisés en el Sinaí, donde estuvo “cuarenta días y cuarenta
noches sin comer pan y sin beber agua” (Éx 24.18; Dt 9.9), cuando Dios le dio las tablas de la Ley.
También tenemos el ayuno de Daniel que duró tres semanas (Dn 10.2). En el Nuevo Testamento,
destacase el ayuno del Señor Jesús, que también duró cuarenta días (Mt 4.2). Sin embargo, no hay una
regla especifica de cuantos días se debe ayunar.

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COMO AYUNAR

Una observación muy importante es que la persona que ayuna debe procurar dedicar la mayor parte
del tiempo del día que pueda. Si posible, haga el mínimo de su trabajo; Dios sabe que tenemos
responsabilidades en casa, trabajo o en otras cosas que requieren tiempo. Pero tanto cuanto posible, esté
libre para gastar la mayor parte del día con el Señor.

Curso teológico 34
S.A.E.T.A – Argentina
Seminario Abierto de Enseñanza Teológica para las Américas

Dedique el máximo del tiempo a la oración, separe un período para deleitarse en la Palabra de Dios,
haga de este momento una oportunidad de llenar, alimentar su corazón y su mente de la Palabra del
Señor.

Curso teológico 35

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