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The Babadook: El terror de ser padre.

Por Fernando Bustos Gorozpe

Frente a todo ese cine de terror contemporáneo caído en lugares comunes, The Babadook
(2014), cinta australiana escrita y dirigida por Jennifer Kent, es quizá de lo más refinado y
propositivo que se ha hecho en los últimos años.

La cinta, que tuvo su origen en el cortometraje Monster también de Kent, nos cuenta la
historia de Amelia y Sam (Essei Davis y Noah Wiseman), madre e hijo que habitan una
tristísima casa con aires de abandono. No hay un padre bajo ese techo, el mismo día que
Sam nace, su papá muere en un accidente automovilístico en el que Amelia era la copiloto.
Desde entonces, parece, ella no ha podido recuperarse y deambula su día entre el trabajo en
un asilo de ancianos y el cuidado de su hijo, que ha resultado ser un niño problemático que
no deja de meterla en situaciones incómodas que terminan por avergonzarla.

Un día cualquiera, antes de ir a la cama, Sam selecciona un libro para que su madre se lo
lea: The Babadook. Ahí el personaje principal, es un ser que se esconde en las sombras de
las casas y que poco a poco se va apoderando de las personas que las habitan. Un monstruo
que cada que intentas negarlo se hace más fuerte. Amelia, por supuesto, siente temor al
leerlo y decide apresurar la lectura para cerrarlo: su hijo le advierte que no quiere que nada
malo le pase a ella, pues él está seguro de ya haberlo visto en la casa.

El resto de la película sucede en el tenor que uno podría esperar de este género:
apariciones, ruidos extraños, una voz que se apropia del cuerpo de Amelia y gente escéptica
ante su situación. Pero lejos de ser una simple historia de monstruos, fantasmas o cosas
sobrenaturales, The Babadook es una película más realista que explora un terror mundano:
ser madre (ser padres) ¿Cómo cuidar a mi hijo? ¿Cómo educarlo? ¿Qué prohibirle? ¿Qué
es lo correcto? Pero sobre todo: ¿Soy una buena madre?

Por supuesto la cinta puede disfrutarse desde la capa sosa, la superficial: un monstruo se
quiere apoderar de Amelia y el hijo es un lío. Pero aquí, lo interesante deviene de la lectura
simbólica que parece más honesta y pedagógica, y por ende, gozable. Kent, brinda un filme
serio que se teje en dos dimensiones: la fantasía y la realidad. El Babadook, ese temible
monstruo, nos habita a todos: son los temores que cargamos a diario, que nos limitan y que
al final nos consumen (sin afán de que esto suene a optimismo New Age), y que aquí, claro,
es el recuerdo reprimido y funesto del esposo de Amelia, del que nunca quiere hablar,
menos a su hijo porque, quizá, es algo que sigue sin integrar a su horizonte epistémico,
siendo esa misma reticencia a aceptar (¿abrazar?) la muerte e incorporarla a su cotidianidad
la que le ha impedido llevar una vida ‘feliz’ al lado de su hijo y que abre la pregunta que
delinea la trama: ¿Qué debe hacer para darle una buena vida a Sam?
Con su ópera prima, The Babadook, Jennifer Kent ha logrado cesura con el género que
había decaído en hotel de costumbrismos. Desde una construcción fantasiosa se adentra a
una pesadilla cotidiana bastante sombría que es más real y lúgubre que la de las entidades
malignas sobrenaturales que plagan al terror ordinario. Kent evidencia a la muerte como
eso Real que somos incapaces de confrontar en tanto que no logramos integrarlo al
horizonte de sentido y que entonces cobra vida bajo el aspecto de fantasmas. Como ha
mencionado Žižek: “Lo Real está del lado de los fantasmas”.

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