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GERALDINE HENRÍQUEZ
BÁRBARA MILA
Salud mental: si bien es cierto que no hay una definición única de salud mental, la
Organización Mundial de la Salud (OMS, 1994) ha convenido reunir en una, la
mayoría de los aspectos comunes entre las distintas visiones teóricas y clínicas de
esta área de la salud, indicando que se trata del estado de equilibrio adaptativo
entre una persona y su entorno socio-cultural, permitiendo un funcionamiento
psicosocial acorde con el contexto y con sus propias necesidades humanas,
facilitando con ello su bienestar integral y una correspondiente calidad de vida.
Analizar someramente esta definición permite señalar el carácter “estadístico” de
la misma, en el sentido de que se considera sano mentalmente a aquél que
mantiene un comportamiento “estándar”, acoplado a los patrones socioculturales
del medio en donde se desenvuelve. Asimismo, es posible extraer de esta
definición, su cualidad subjetiva, al tratarse de la percepción de bienestar, lo cual
puede ser francamente distinto de un sujeto a otro, aún en similares situaciones.
Por último, cabe destacar la característica dialéctica entre factores internos y
externos influyentes en el mantenimiento de ese equilibrio bio-psico-social que
demarca esta definición.
En este orden de ideas, vale mencionar que los estados de “salud mental” y
“enfermedad mental” o “trastorno mental” no son considerados por los
especialistas necesariamente como opuestos, es decir, la ausencia de un
diagnóstico de enfermedad mental no indica necesariamente que esa persona
disfrute de salud mental en sentido estricto, asimismo, padecer de un
determinado trastorno mental no constituye necesariamente un impedimento para
disfrutar de una salud mental estimable como idónea. De hecho, hay factores
situacionales que pudieran transitoriamente, cíclicamente o eventualmente, influir
en el estado psíquico, en la conducta y hasta en las consecuencias de la misma,
lo que quiere decir que la salud mental, como la física, no es un cuadro estático e
inamovible, sino un estado fluctuante y dinámico, que haya sus límites en factores
de personalidad, en el contexto psicosocial de procedencia, en distintos elementos
psicofísicos y en todo rasgo de vida estable que le brinde demarcación al estado
de salud integral.
En este sentido, las emociones cumplen una función de motivación que impulsa la
conducta consciente, voluntaria y comprendida cognoscitivamente, hacia un objeto
o situación.
Y, ¿por qué serían distintos los métodos y las respuestas específicas obtenidas
por ambas disciplinas? Porque siendo disciplinas con objeto y métodos de estudio
diferentes, buscando cada una, respuestas ante una misma interrogante, desde
sus referentes teórico-metodológicos, el Derecho buscará la verdad jurídica, y la
Psicología, la verdad subjetiva, siendo la intersección de ambas, el espacio apto
para cimentar un acto jurídico sobre el valor de la justicia.
Inimputabilidad en la Ley:
Se entiende por niño o niña toda persona con menos de doce años de edad. Se
entiende por adolescente toda persona con doce años o más y menos de
dieciocho años de edad
En ese sentido, en primer término hay que dividir dos grandes grupos, uno
en el cual se agrupan los niños, entendidos como toda persona con menos de
doce años, y un segundo grupo, que considera adolescentes a toda persona con
doce años o más, y menos de dieciocho[1] años.
Sostiene Claus Roxin, que disposiciones como éstas guardan –para la
opinión general- una “presunción irrefutable de inimputabilidad, que bien pueden
fundamentarse “bien en que el niño todavía no era normativamente asequible o
bien en que no existe ninguna necesidad preventiva de punición[2]”
Artículo 531. Según los sujetos Las disposiciones de este Título serán aplicadas a
todas las personas con edad comprendida entre doce y menos de dieciocho años
al momento de cometer el hecho punible, aunque en el transcurso del proceso
alcancen los dieciocho años o sean mayores de esa edad cuando sean acusados.
Con respecto a este aspecto, es importante destacar que nuestro Código Penal, a
pesar de haber sufrido un importante número de reformas, sigue siendo un Código
vetusto, distando en demasía con lo que considera un Código Penal moderno[6],
entre otras críticas, ubicamos una en relación al tema analizado, referida al
término “enfermedad mental” empleado por el legislador, término incorrecto y
desajustado al contexto actual.
En ese sentido, tal como sostiene Muñoz Conde, en todo caso, hay que
insistir en que lo que importa a los efectos de determinar la imputabilidad de un
acusado es el efecto psicológico y no el nombre científico de su trastorno mental,
que todo lo más puede servir de pista u orientación para el juez, que, por ejemplo,
está más dispuesto a aceptar la inimputabilidad de un psicótico que de un
psicopata[8]. En este punto la doctrina si ha sido cónsona en resaltar que el
psicópata en principio es imputable, excepto, que tenga otra patología que pueda
influir en la comprensión de la ilicitud de la conducta realizada.
Si se probare que, con el fin de facilitarse la perpetración del delito, o preparar una
excusa, el acusado había hecho uso del licor, se aumentará la pena que debiera
aplicársele de un quinto a un tercio, con tal que la totalidad no exceda del
máximum fijado por la ley a este género de pena. Si la pena que debiere
imponérsele fuere la de presidio, se mantendrá esta. (Imputabilidad- actio libera in
causa)
Si resultare probado que el procesado sabia y era notorio entre sus relaciones que
la embriaguez le hacia provocador y pendenciero, se le aplicarán sin atenuación
las penas que para el delito cometido establece este Código. (Imputabilidad-
disminución)
CONCLUSIÓN:
En todos los casos, considerar el diagnóstico psicológico y psiquiátrico, su estatus,
síntomas, rango, la estabilidad del cuadro clínico, la interferencia de elementos
externos en el síndrome, y el denominado “examen mental”, es decir, el estado de
funcionamiento de los procesos intrapsíquicos y la valoración de los elementos
exógenos y endógenos presentes en el momento de cometerse el hecho punible,
plasmados en un informe psicojurídico adaptado al fuero jurídico que lo requiere,
representan un firme y contundente aporte para la toma de decisión judicial en
casos de inimputabilidad.
[3] http://www.cidh.org/countryrep/JusticiaJuvenil2011sp/jjii.sp.htm
[6] (eso sin adicionar que tenemos un Derecho Penal colateral abundante, en el
cual los delitos innominados están por doquier en nuestra legislación).