Está en la página 1de 13

ASPECTOS PSICOLÓGICOS ASOCIADOS A LA INIMPUTABILIDAD –

GERALDINE HENRÍQUEZ – BÁRBARA MILA – VENEZUELAHome EVENTOS


ASPECTOS PSICOLÓGICOS ASOCIADOS A LA INIMPUTABILIDAD –
GERALDINE HENRÍQUEZ – BÁRBARA MILA – VENEZUELA

ASPECTOS PSICOLÓGICOS ASOCIADOS A LA INIMPUTABILIDAD

GERALDINE HENRÍQUEZ

BÁRBARA MILA

Una de las áreas comunes y en las cuales el entrecruzamiento discursivo de las


especialidades DERECHO y PSICOLOGÍA resulta fundamental, es la de la
responsabilidad penal y la imputabilidad o inimputabilidad del sujeto del Derecho.
La razón de ello radica en que la pregunta fundamental en relación con la
inimputabilidad de una persona que se haya en conflicto con la ley penal, se
constituye en función de si el comportamiento punible lo ha sido en ocasión de
alguna condición que atenúe o niegue la posibilidad de considerar a dicha
conducta, siendo producto de una secuencia de fenómenos en que los procesos
psicológicos de voluntad, cognición o emoción, en el marco de determinada
estructura de personalidad, propia de una persona plenamente consciente de sus
actos y de las consecuencias de ellos.

Para la Psicología, como ciencia que estudia la conducta y para la Psicopatología


como rama del conocimiento científico abocada al estudio de los comportamientos
y procesos psicológicos de base que dan paso a los problemas de salud mental, la
valoración de las condiciones internas al sujeto del Derecho implicado en un
suceso punible han de ser consideradas a través de un minucioso estudio
especializado, pues es la vía objetiva para estimar el estado psicológico en el
momento de cometerse el hecho y así, considerar su capacidad intrínseca para
asumir la responsabilidad plena por sus conductas.

A fines de comprender en su justa medida las implicaciones de lo anterior, resulta


pertinente definir algunas nociones básicas permitiendo con ello el uso inequívoco
de los términos:

Salud mental: si bien es cierto que no hay una definición única de salud mental, la
Organización Mundial de la Salud (OMS, 1994) ha convenido reunir en una, la
mayoría de los aspectos comunes entre las distintas visiones teóricas y clínicas de
esta área de la salud, indicando que se trata del estado de equilibrio adaptativo
entre una persona y su entorno socio-cultural, permitiendo un funcionamiento
psicosocial acorde con el contexto y con sus propias necesidades humanas,
facilitando con ello su bienestar integral y una correspondiente calidad de vida.
Analizar someramente esta definición permite señalar el carácter “estadístico” de
la misma, en el sentido de que se considera sano mentalmente a aquél que
mantiene un comportamiento “estándar”, acoplado a los patrones socioculturales
del medio en donde se desenvuelve. Asimismo, es posible extraer de esta
definición, su cualidad subjetiva, al tratarse de la percepción de bienestar, lo cual
puede ser francamente distinto de un sujeto a otro, aún en similares situaciones.
Por último, cabe destacar la característica dialéctica entre factores internos y
externos influyentes en el mantenimiento de ese equilibrio bio-psico-social que
demarca esta definición.

En este orden de ideas, vale mencionar que los estados de “salud mental” y
“enfermedad mental” o “trastorno mental” no son considerados por los
especialistas necesariamente como opuestos, es decir, la ausencia de un
diagnóstico de enfermedad mental no indica necesariamente que esa persona
disfrute de salud mental en sentido estricto, asimismo, padecer de un
determinado trastorno mental no constituye necesariamente un impedimento para
disfrutar de una salud mental estimable como idónea. De hecho, hay factores
situacionales que pudieran transitoriamente, cíclicamente o eventualmente, influir
en el estado psíquico, en la conducta y hasta en las consecuencias de la misma,
lo que quiere decir que la salud mental, como la física, no es un cuadro estático e
inamovible, sino un estado fluctuante y dinámico, que haya sus límites en factores
de personalidad, en el contexto psicosocial de procedencia, en distintos elementos
psicofísicos y en todo rasgo de vida estable que le brinde demarcación al estado
de salud integral.

Personalidad: constructo que denota un conjunto dinámico de rasgos psicológicos


en una persona, organizados estructuralmente y determinan un patrón de
actitudes, pensamientos, sentimientos y repertorio conductual que caracteriza a
ese sujeto y que tiene una cierta persistencia y estabilidad a lo largo de su vida, de
modo tal que las manifestaciones de ese patrón en las diferentes situaciones
poseen algún grado de predictibilidad conductual (DSM, 2001). Durante el
desarrollo humano, rasgos situacionales se incorporan o desincorporan; la
personalidad puede semejarse a un edificio con base estructural sólida y paredes
flexibles.
A continuación, se definirán algunos procesos psicológicos básicos y de particular
interés para el análisis de la imputabilidad/inimputabilidad.

Consciencia: se refiere al proceso intrapsíquico que revela la capacidad de una


persona para saber que está presente y funcionando en determinado medio
interno y externo, manteniendo referentes apegados al principio de realidad
(Ordóñez, 2009). Se trata de uno de los procesos elementales sobre el cual se
desarrollan otros más complejos, desde la orientación hasta la capacidad
intelectual.
Voluntad: es el proceso intrapsíquico que brinda la capacidad de tomar decisiones
bajo el libre albedrío, conscientemente de sus conductas y que pretende una
determinada intencionalidad (Celedo, 2011).
Cognición: genéricamente se define como la facultad para procesar información a
partir del proceso de percepción, de la experiencia adquirida y de características
internas que permiten evaluar, catalogar y en su oportunidad, introyectar tal
información. Otros procesos como el aprendizaje, atención, concentración,
memoria, solución de problemas, toma de decisiones, se encuentran
intrínsecamente asociados. En este sentido se extrae que la capacidad
cognoscitiva es, entonces, la habilidad para discernir sobre el origen, desarrollo y
consecuencias de una acción propia o ajena o sobre un hecho específico (Finol y
Piña, 2008).
Emoción: es una reacción psicofísica que se presenta como respuesta a estímulos
internos o externos significativos para el sujeto y que altera (influye) otros
procesos como la afectividad, la motivación, la atención, la memoria, provocando
una posición del sujeto en el entorno que impulsa la conducta hacia un objetivo
específico, como reacción biológicamente preestablecida y mediada por el
aprendizaje y los condicionamientos.
Mesa (2007; c.p. Celedo, 2011), concluye sobre la imputabilidad y los procesos
psicológicos que, para que un sujeto actor del delito, pueda ser penado, en aras
de administrar justicia, es necesario que al momento de cometerse el ilícito, éste
mantuviera conscientemente la libre voluntad de ejecutar la acción y tener a su
vez la comprensión cognoscitiva de las consecuencias de ello.

En este sentido, las emociones cumplen una función de motivación que impulsa la
conducta consciente, voluntaria y comprendida cognoscitivamente, hacia un objeto
o situación.

La investigación profesional de los especialistas, tanto en Derecho como en


Psicología, comienza entonces por interrogarse acerca de si el actor del delito
conocía que con su actuación perpetraba un hecho punible, y por ende, si era
capaz de comprender que una consecuencia directa de tal suceso sería un daño,
entendido como una acción contra el bien jurídico protegido socio-jurídicamente.
Las respuestas a las que lleguen y las vías para obtener la respuesta a esta
interrogante han de ser distintas, debiendo entonces buscar la conjunción de
ambas para alcanzar la meta común de contribuir a la óptima administración de
justicia en el caso dado.

Y, ¿por qué serían distintos los métodos y las respuestas específicas obtenidas
por ambas disciplinas? Porque siendo disciplinas con objeto y métodos de estudio
diferentes, buscando cada una, respuestas ante una misma interrogante, desde
sus referentes teórico-metodológicos, el Derecho buscará la verdad jurídica, y la
Psicología, la verdad subjetiva, siendo la intersección de ambas, el espacio apto
para cimentar un acto jurídico sobre el valor de la justicia.

Entonces, la clave psicológica para considerar una conducta como imputable es la


presencia de la tríada “querer, comprender, actuar” en la valoración de los factores
psicológicos implicados en una actuación antijurídica. Ello indica que,
moralmente, el sujeto habrá sido capaz de discernir entre el bien y el mal.

Hasta ahora, se ha dejado servido el complejo psicológico implicado en la


posibilidad de imputar a un sujeto en conflicto con la ley penal.

Se continuará, incorporando elementos psicopatológicos de rigor para sustentar la


decisión jurídica de inimputabilidad:
Alteración de la consciencia: se trata de condiciones donde el sujeto no se
encuentra plenamente vigil, por tanto el resto de sus procesos intrapsíquicos
están, en el mejor de los casos, funcionando temporalmente de acuerdo al estado
de consciencia vigente.
Alteración cognoscitiva: existe una alternación cognoscitiva cuando una persona
no es capaz de comprender la ilicitud de su actuación o las consecuencias dolosas
de su conducta, si se trata de un sujeto en conflicto con la ley penal. En general,
pudiera decirse que una persona con compromiso cognoscitivo tiene disminuidas
sus funciones intelectuales, por ende su nivel intelectual es menor al promedio de
la población de referencia, ya sea debido a una condición pre o perinatal, un
obstáculo en su desarrollo vital o producto del deterioro mental.
No resulta sencillo, en algunos casos, valorar la presencia de compromiso
cognoscitivo para un imputado. Ruiz (1980; c.p. Celedo, 2011) señala al respecto:

Puede darse el caso de que el sujeto no pueda apreciar el valor, o que


apreciándolo no le dé la trascendencia o alcance que tiene o le dé un alcance que
no corresponde con las pautas de valor ético-social que normativamente lo rigen”
(p. 96).

Entonces, tanto el psicólogo evaluador, como el juzgador habrán de considerar,


nuevamente, los elementos socioculturales al momento de valorar la condición de
salud mental del sujeto implicado. Otros dilemas pueden encontrarse en casos en
los que el actor jurídico involucrado en la acción punible tenga diagnóstico de
algún trastorno que comprometa su capacidad cognoscitiva y es el rango o nivel
de deterioro presente lo determinante. A mayor profundidad y gravedad de los
componentes psicopatológicos, menor capacidad cognoscitiva y por ende, mayor
tendencia a la decisión de inimputabilidad debería devenir desde el fuero jurídico.

Alteración de la voluntad: se trata de la discapacidad de autodeterminación del


sujeto. En una persona inimputable, destaca Celedo (2011), la acción no coincide
con la voluntad del individuo, dada la dificultad psicológica, afectiva o conductual.
La alteración de la voluntad se caracteriza por la dificultad para ordenar la
conducta, tanto en intención como en ejecución, apareciendo muchas veces lo
que se ha llamado “comportamiento bizarro” o irracional, bajo el desconocimiento
del propio sujeto, del origen de su conducta. Es frecuente en trastornos de la
personalidad y en la esquizofrenia.
Trastornos de la personalidad: cuentan un conjunto de síntomas psicológicos que
contemplan las dimensiones emocional, relacional, afectiva, cognoscitiva,
normativa, reguladora y motivacional, que afecta su funcionamiento integral y
definen rasgos tendientes a permanecer estables en forma y tiempo. Una
característica propia de los trastornos de personalidad es que son egosintónicos,
es decir, que provocan una percepción de agrado o satisfacción al Yo del sujeto y
por ende, la “disposición” al cambio, cuando aparece, se traduce en un acto
voluntario al conocer la falta de idoneidad de algunas de sus conductas, mas no
por una motivación intrínseca o por necesidad de modificar su patrón
comportamental. Para considerar a un sujeto con trastorno de personalidad como
inimputable, han de confluir otros elementos que afecten considerablemente la
conducta en caso de haberse cometido un hecho punible, ya que la alteración de
los procesos psicológicos con alguno de los trastornos de personalidad no
compromete la comprensión o la determinación voluntaria de su conducta o de las
consecuencias de sus acciones, por ende, el cuidado en el diagnóstico psicológico
o psiquiátrico y la interpretación que haga de ello el jurista serán fundamentales
para desmitificar aspectos vinculados a la afectación de personalidad, como el
trastorno bipolar, el antisocial, el dependiente, entre otros, empleando para bien, el
conocimiento psicológico al servicio de la administración de justicia (Finol y Piña,
2009).

Casos de especial interés:

Existen algunos cuadros o condiciones psicológicas que comprometen la salud


mental e inhiben las capacidades inherentes a la responsabilidad penal, estos son:

La psicosis, enfermedad mental, enajenación mental o esquizofrenia: bajo


cualquier modalidad diagnóstica, un sujeto ubicado por algún especialista de la
salud mental en alguna de estas categorías, para considerarle inimputable, ha de
haber presentado dos características fundamentales al momento de cometerse el
ilícito: perturbación del proceso de la sensopercepción (alucinaciones, por
ejemplo) y del juicio (delirios, regularmente), expone Ordóñez (2009). Estas
características afectan tanto la posibilidad de reconocer la realidad fáctica, como
de organizar su conducta, por ende, no es posible catalogarle como responsable
por su conducta. Sin embargo, en estos casos es importante conocer si la
persona ha sido previamente diagnosticada por algún especialista y si se
encontraba bajo tratamiento, pues se considera un acto voluntario (aún
presentando esta condición de salud mental) el hecho de no cumplir con el
tratamiento indicado, más aún si éste es farmacológico. Por lo tanto, si el hecho
punible fue consecuencia de una crisis o “brote” psicótico, pero el actor del suceso
había sido diagnosticado y se encontraba bajo tratamiento con indicaciones claras
de medicación y/o psicoterapia, y éste no había continuado por motus propio tal
tratamiento, habría que considerar su condición de salud mental como atenuante,
mas no como determinante de inimputabilidad.

El retardo mental, compromiso cognoscitivo y deterioro mental por demencia:


funcionar considerablemente por debajo del promedio poblacional en los procesos
intelectuales, como en caso de diagnósticos de retardo mental severo o profundo,
padecimiento de alguna demencia como la Enfermedad de Alzheimer, son
condiciones que merman la capacidad cognoscitiva y volitiva, por tanto
compatibles con la categoría de inimputable. El avance y rango del trastorno
demarcará la capacidad de responsabilidad “actual” de sus actos, en el paciente
evaluado. Debe procurarse cuidar el diagnóstico diferencial respecto a otros
trastornos, como los del desarrollo, el autismo, por ejemplo, pues no todos los
casos de esta índole conllevan compromiso cognoscitivo como síntoma de co-
morbilidad y explicar esto con detalle resulta fundamental para contribuir
efectivamente a la toma de decisión judicial.

Inimputabilidad en la Ley:

a) Inimputabilidad (Incapacidad de Culpabilidad)


En el Derecho penal actual son tres las causas de exclusión de la
responsabilidad penal que pueden reconducirse, sistemáticamente, el ámbito de la
inimputabilidad. Ahora bien, de seguidas, se clasifican los supuestos incluidos en
la inimputabilidad, a saber: (1) Minoría de Edad; (2) Anomalía o Alteración
Psíquica (permanente) y (3) Estados de Intoxicación por alcohol o drogas

(1) Minoría de edad

El Código Penal vigente, señala en el artículo 69, lo siguiente:

Artículo 69. No es punible: el menor de doce años, en ningún caso, ni el mayor e


doce y menor de quince años, a menos que aparezca que obró con
discernimiento.

El tribunal tomará las medidas que considere oportunas respecto a la educación


del menor irresponsable, el cual será mantenido en adecuado establecimiento de
educación o en casa de familia de responsabilidad.

Ahora bien, es importante destacar que dicho artículo actualmente no rige,


teniendo como norma vigente, la Ley Orgánica para la Protección de Niños, Niñas
y Adolescentes (2007), la cual señala lo siguiente:

Artículo 2. Definición de niño, niña y adolescente

Se entiende por niño o niña toda persona con menos de doce años de edad. Se
entiende por adolescente toda persona con doce años o más y menos de
dieciocho años de edad

En ese sentido, en primer término hay que dividir dos grandes grupos, uno
en el cual se agrupan los niños, entendidos como toda persona con menos de
doce años, y un segundo grupo, que considera adolescentes a toda persona con
doce años o más, y menos de dieciocho[1] años.
Sostiene Claus Roxin, que disposiciones como éstas guardan –para la
opinión general- una “presunción irrefutable de inimputabilidad, que bien pueden
fundamentarse “bien en que el niño todavía no era normativamente asequible o
bien en que no existe ninguna necesidad preventiva de punición[2]”

Como corolario, sostiene el Comité de los Derechos del Niño:

“Los niños se diferencian de los adultos tanto en su desarrollo físico y psicológico,


como por sus necesidades emocionales y educativas. Esas diferencias
constituyen la base de la menor culpabilidad de los niños que tienen conflictos con
la justicia. Estas y otras diferencias justifican la existencia de un sistema separado
de justicia de menores y hacen necesario dar un trato diferente a los niños[3]”

Señalado lo anterior, es importante que los niños son inimputables (tienen


incapacidad de culpabilidad), en todo caso, cuando un niño está incurso en hecho
punible, únicamente se les puede aplicar medidas de protección[4], esto según lo
dispuesto en la Ley Orgánica para la Protección de Niños, Niñas y Adolescentes,
tal como se describe a continuación:

Artículo 532. Niños y niñas Cuando un niño o niña se encuentre incurso en un


hecho punible sólo se le aplicará medidas de protección, de acuerdo a lo previsto
en esta Ley.

Ahora bien, con respecto a los adolescentes, si existe responsabilidad


penal, es decir, tienen capacidad de culpabilidad (un sector importante de la
doctrina hace referencia a una capacidad disminuida), no obstante, se trata de una
responsabilidad penal especial, la cual está regulada en una Ley especial (Ley
Orgánica para la Protección de Niños, Niñas y Adolescentes), consagrándose un
procedimiento especial, que es menos punitivo, y que tiene una finalidad
educativa-preventiva, estableciendo sanciones y no verdaderas penas,
considerando la privación de libertad de manera excepcional y además, se
consagran una serie de principios y garantías especiales que persiguen proteger a
estos sujetos.

Sistema Penal de Responsabilidad de Adolescentes

Artículo 531. Según los sujetos Las disposiciones de este Título serán aplicadas a
todas las personas con edad comprendida entre doce y menos de dieciocho años
al momento de cometer el hecho punible, aunque en el transcurso del proceso
alcancen los dieciocho años o sean mayores de esa edad cuando sean acusados.

En síntesis, tenemos que los niños van a carecer totalmente de


responsabilidad penal, siendo inimputables, sólo pudiendo quedar sujetos a
medidas de protección, a diferencia del caso de los adolescentes, quienes tienen
una capacidad disminuida, a quienes se les aplica un procedimiento especial,
ideado de acuerdo a sus necesidades.

(2) Anomalía o Alteración Psíquica (permanente)[5]

Con respecto a este aspecto, es importante destacar que nuestro Código Penal, a
pesar de haber sufrido un importante número de reformas, sigue siendo un Código
vetusto, distando en demasía con lo que considera un Código Penal moderno[6],
entre otras críticas, ubicamos una en relación al tema analizado, referida al
término “enfermedad mental” empleado por el legislador, término incorrecto y
desajustado al contexto actual.

Los términos, anomalía o alteración psíquica, o trastorno mental transitorio, son


realmente desde el punto de vista científico poco precisos, pero esa misma
vaguedad permite al juez poder incluir en la respectiva eximente a personas que
se encuentran en situaciones tan diversas como la del oligofrénico o la del
esquizofrénico paranoico. En conceptos tan amplios como el de anomalía o
alteración psíquica o el de trastorno mental caben, pues, todas las diversas formas
de enfermedad mental, tales como psicosis y neurosis, pero también, aquellos
defectos o alteraciones del proceso de socialización relevantes para la
determinación de la imputabilidad de un individuo, aunque no sean estrictamente
reconducibles al concepto de enfermedad mental[7].

Dicho lo anterior, preferiremos emplear el término Anomalía o alteración psíquica,


aceptado por la doctrina mayoritaria actual. En términos generales, este supuesto
está referido a la imposibilidad de comprender la ilicitud del hecho o actuar
conforme a esa comprensión. En nuestra legislación se encuentra regulado en
nuestro Código Penal en el artículo 62, que dispone lo siguiente:

Artículo 62. No es punible el que ejecuta la acción hallándose dormido o en estado


de enfermedad mental suficiente para privarlo de la conciencia o de la libertad de
sus actos. (Resaltado nuestro)
Sin embargo, cuando el loco o demente hubiere ejecutado un hecho que equivalga
en un cuerdo a delito grave, el tribunal decretara la reclusión en uno de los
hospitales o establecimientos destinados a esta clase de enfermos, del cual no
podrá salir sin previa autorización del mismo tribunal. Si el delito no fuere grave o
si no es el establecimiento adecuado, será entregado a su familia, bajo fianza de
custodia, a menos que ella no quiera recibirlo.

Visto el artículo plasmado y teniendo en cuenta lo que se sostuvo


anteriormente en referencia al término enfermedad mental, Es importante,
destacar que lo resaltante en este supuesto es el déficit en la capacidad de
culpabilidad de la persona en el momento del hecho, por ello, se aduce que es
indiferente si el trastorno o alteración mental es permanente o no.

El Trastorno o Alteración Psíquica (transitoria), opera siempre que el


trastorno mental sea transitorio y que la persona no lo haya buscado o perseguido
con el propósito de delinquir. La Jurisprudencia extranjera ha establecido que el
trastorno mental transitorio supone una reacción anormal frente a un estímulo
exógeno importante y muy enérgico que priva a la persona de toda capacidad de
comprender y de asumir determinaciones volitivas de forma libre. Asó, se exigen
los siguientes requisitos, señalados por López Barja de Quiroga:

a) Aparición brusca (imprevisible); b) duración breve (desaparece sin tratamiento


alguno); c) curación sin secuelas (que la alteración no persista); d) efectos (capaz
de producir déficit en la capacidad de culpabilidad de la persona, de manera que
produzca una pérdida en la capacidad intelectiva o volitiva, o en ambas); e) no
provocado por el sujeto y f) no se hubiese podido o debido prever. Actualmente no
se exige base patológica alguna.

En resumen, según lo señalado anteriormente, una alteración transitoria


tiene la misma consideración que si fuese permanente, lo importante es
determinar que dicha alteración no sea provocada con la intención de cometer el
hecho, en este caso se tendría que remitir a las reglas de la actio liberae in
causae. No obstante, se advierte que las consecuencias en relación a la
imposición de la pena si pueden diferir.

Ahora bien, en relación a la anomalía permanente, legislaciones como la


española y alemana, exigen dos requisitos: biológico-normativo, desarrollados por
la jurisprudencia extranjera, referidos a la existencia de una causa biopatologica y
que produzca un efecto psicológico, ya que la enfermedad es condición necesaria
pero no suficiente, por ello debe existir una relación causal entre la enfermedad y
el acto delictivo, es decir: A) que exista un anomalía o alteración psíquica y b) que
el autor de la infracción penal (como consecuencia de la alteración) no pueda
comprender la ilicitud del hecho o actuar conforme a esa comprensión.

A manera de de complemento, se entiende que el abogado no es ducho en


términos psiquiátricos, así como en psicología, estas ciencias auxiliares
coadyuvan en el ámbito jurídico-penal, y en dichas áreas se maneja una
terminología propia, en la cual se manejan términos que están más cercanos al
aspecto médico, no enfocados directamente con la imputabilidad, sino con
diagnóstico, tratamiento y curación de tales anomalías. Así la Organización
Mundial de la Salud ha establecido una clasificación actual compleja, que abarca
en detalle la terminología de cada alteración.

Lo importante de este aspecto, es que cada causa de inimputabilidad de


las anteriormente señaladas, debe ser estudiada en cada caso concreto,
verificándose si esta impedía comprender la ilicitud del hecho, es decir, si fue
capaz de influir en la culpabilidad del sujeto. Para ello el Derecho penal se vale de
las ciencias auxiliares, con la práctica de experticias.

En ese sentido, tal como sostiene Muñoz Conde, en todo caso, hay que
insistir en que lo que importa a los efectos de determinar la imputabilidad de un
acusado es el efecto psicológico y no el nombre científico de su trastorno mental,
que todo lo más puede servir de pista u orientación para el juez, que, por ejemplo,
está más dispuesto a aceptar la inimputabilidad de un psicótico que de un
psicopata[8]. En este punto la doctrina si ha sido cónsona en resaltar que el
psicópata en principio es imputable, excepto, que tenga otra patología que pueda
influir en la comprensión de la ilicitud de la conducta realizada.

En síntesis, una vez comprobada la alteración psíquica que pueda tener el


imputado en el momento de cometer el delito y el efecto psicológico que le pudo
producir, se establecerá la consecuencia jurídica, o medida que mejor pueda
corresponder.

(3) Estados de Intoxicación por alcohol o drogas

Por último, encontramos las alteraciones psíquicas o estados de


intoxicación, los cuales encuentran una regulación en nuestro Código Penal
(siendo unos de los pocos Códigos penales a nivel mundial que regula
detalladamente la responsabilidad penal del que ingiere licor) en ocasiones es
duramente criticada.

Sostiene Alejandro Rodríguez que dicha regulación se ubica en el artículo


62 y 64 del Código Penal, abarcando tanto a la embriaguez como a la intoxicación
derivada del consumo de sustancias estupefacientes y psicotrópicas. Igualmente,
apunta que es preciso distinguir entre la embriaguez o intoxicación es plena,
coincidiendo con Caballero y Arteaga, y cuando es plena se afirma la
inimputabilidad y cuando no es plena, la persona actúa con imputabilidad
disminuida.

Ahora bien, no se precisa de los referidos artículos alusión a las sustancias


estupefacientes, únicamente se hace referencia a la embriaguez, no obstante, se
reclama urgente una reforma del Código Penal que incluya tal situación.
En todo caso, las reglas que deben observarse deben tener presente la
actio libera in causa, tal como se ha explicado anteriormente, en este caso la
persona preordena la situación de incapacidad para cometer un delito.

Artículo 64. Si el estado de perturbación mental del encausado en el momento del


delito proviniere de embriaguez, se seguirán las reglas siguientes:

Si se probare que, con el fin de facilitarse la perpetración del delito, o preparar una
excusa, el acusado había hecho uso del licor, se aumentará la pena que debiera
aplicársele de un quinto a un tercio, con tal que la totalidad no exceda del
máximum fijado por la ley a este género de pena. Si la pena que debiere
imponérsele fuere la de presidio, se mantendrá esta. (Imputabilidad- actio libera in
causa)

Si resultare probado que el procesado sabia y era notorio entre sus relaciones que
la embriaguez le hacia provocador y pendenciero, se le aplicarán sin atenuación
las penas que para el delito cometido establece este Código. (Imputabilidad-
disminución)

Si no probada ninguna de las dos circunstancias de los dos numerales anteriores,


resultare demostrada la perturbación mental por causa de la embriaguez, las
penas se reducirán a los dos tercios, sustituyéndose la prisión al presidio.
(Imputabilidad-disminución)

Si la embriaguez fuere habitual, la pena corporal que deba sufrirse podrá


mandarse cumplir en un establecimiento especial de corrección.(Inimputabilidad)

Si la embriaguez fuere enteramente casual o excepcional, que no tenga


precedente, las penas en que haya incurrido el encausado se reducirán de la
mitad a un cuarto, en su duración, sustituyéndose la pena de presidio con la de
prisión (Imputabilidad-disminución).

Es importante indicar que la embriaguez puede ser letárgica, plena,


semiplena o productora de simple excitación[9]. La embriaguez letárgica excluye la
acción. La plena, la culpabilidad, debido a que perturba la conciencia y la
semiplena, supone una perturbación parcial que disminuye la imputabilidad. La
simple excitación es irrelevante a efectos penales.
PSICOLOGÍA JURÍDICA-FORENSE Y DERECHO PENAL: DE LA MANO POR LA
JUSTICIA

Para hacer factible y viable el aporte de la Psicología al Derecho en materia de


inimputabilidad, han de considerarse elementos como los siguientes:

-Los especialistas en Psicología Jurídica-Forense son el personal idóneo para


valorar psicológicamente los aspectos vinculables a la responsabilidad penal.

-La valoración psiquiátrica es complementaria de la psicológica, nunca


intercambiables o equiparables, pudiendo representar en muchos casos, una
visión médica significativa agregada sobre la salud mental del imputado, para
facilitar la toma de decisión judicial desde una perspectiva multidisciplinaria.

-El fuero penal ha de solicitar formalmente y por escrito el informe psicojurídico


(pericial) al especialista de la Psicología, quien emitirá el mismo tomando en
consideración todos los elementos constitutivos, éticos y funcionales del mismo
para fines de facilitar la toma de decisión judicial sobre responsabilidad penal del
implicado.

-En ningún caso, disciplinas o profesionales ajenos a la Psicología podrán brindar


una clara y objetiva visión sobre el estatus psicológico del imputado en cuestión,
debido a que la Psicología, como disciplina científica, humanística, independiente,
tiene su objeto y métodos de estudio y en la especialidad psicojurídica, se afina la
necesidad de uso de tales instrumentos de evaluación.

-Condiciones psicopatológicas como el retardo mental, la demencia, la


esquizofrenia, estados alterados de conciencia, de voluntad, de la capacidad
cognoscitiva general, la pérdida del control impulsivo y la emocionalidad exaltada
acompañante de algunos trastornos de personalidad, factores como la edad,
procedencia sociocultural, el consumo de sustancias, crisis de ansiedad o de
pánico, entre otras, representan elementos de consideración clínica y psicojurídica
altamente significativas al momento de tomar decisiones respecto a la
responsabilidad del sujeto implicado.

-Una condición psicológica evaluada o interpretada parcialmente o de manera


sesgada, pudiera contemplar una confusión entre factores psicosociales
atenuantes y agravantes de la pena, conllevando así a un objetivo contrario a la
administración de justicia. Para ello, se hace necesario que el informe pericial
esté claramente redactado, definitivamente dirigido y sólidamente sustentado;
asimismo, la familiaridad y conocimiento de los profesionales del Derecho frente a
los términos, procesos, condiciones psicológicos y sus implicaciones en casos de
duda sobre la responsabilidad penal del imputado, evitará la interpretación
tergiversada del informe psicológico pericial en su modalidad escrita y su
ratificación oral.

CONCLUSIÓN:
En todos los casos, considerar el diagnóstico psicológico y psiquiátrico, su estatus,
síntomas, rango, la estabilidad del cuadro clínico, la interferencia de elementos
externos en el síndrome, y el denominado “examen mental”, es decir, el estado de
funcionamiento de los procesos intrapsíquicos y la valoración de los elementos
exógenos y endógenos presentes en el momento de cometerse el hecho punible,
plasmados en un informe psicojurídico adaptado al fuero jurídico que lo requiere,
representan un firme y contundente aporte para la toma de decisión judicial en
casos de inimputabilidad.

[1] Artículo 533. Grupos etarios

A los efectos de la aplicación y ejecución de las sanciones se distingue los y las


adolescentes en dos grupos: los y las que tengan de doce años hasta menos de
catorce años y, los y las que tengan catorce años y menos de dieciocho años de
edad.

[2] Roxin, Claus: Derecho Penal. Parte General. Fundamentos. La estructura de la


Teoría del Delito. Tomo I. Civitas. España, 1997. (Reimpresión, 2003). Pág. 847.

[3] http://www.cidh.org/countryrep/JusticiaJuvenil2011sp/jjii.sp.htm

[4] En cualquier caso, se entiende que se trata de una causa de exclusión de


responsabilidad que conlleva a la interposición de una Solicitud de Sobreseimiento
por parte de la representación del Ministerio Público, respecto al niño o niña a
quien se le atribuye la comisión del hecho investigado, fundamentada en lo
previsto en el artículo 300 numeral 2 (3 supuesto, entiéndase culpabilidad), del
Código Orgánico Procesal Penal.

[5] Mal denominada enfermedad mental.

[6] (eso sin adicionar que tenemos un Derecho Penal colateral abundante, en el
cual los delitos innominados están por doquier en nuestra legislación).

[7] 371. Tratado. Muñoz.

[8] Muñoz 371, tratado.

[9] Santiago Mir 592.

También podría gustarte