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Tras los muros de la Fortaleza Roja se esconden grandes misterios.

A lo largo del
tiempo, la Alhambra ha sido la cuna de grandes leyendas, esta es una de ellas.
Miles de historias se han ido difundiendo entre los habitantes de Granada durante
siglos, y de generación en generación. Esta leyenda fue publicada en la segunda
edición de la antología Cuentos de la Alhambra (1851) de Washington Irving.

Cuenta la leyenda que un estudiante de la Universidad de Salamanca se dedicaba a


viajar durante el verano por otras ciudades de España, siempre acompañado de su
guitarra para conseguir dinero y poder pagar así sus estudios.

Víspera de la noche de San Juan llegó a Granada y , en uno de sus paseos, se


encontró con un soldado equipado con una antigua armadura y una lanza. El joven
estudiante le preguntó al soldado quién era y este respondió que, desde hacía 500
años, una maldición le obligaba a proteger y custodiar el tesoro del rey Boabdil
eternamente. Solo podía salir de aquel escondrijo una vez cada 100 años, durante la
noche de San Juan.

El joven se ofreció a ayudarle y el soldado le ofreció la mitad del tesoro a cambio


de que rompiera el hechizo. Para ello necesitaban a una joven cristiana y a un
sacerdote en ayunas.

A la joven no fue difícil encontrarla, pero el único sacerdote al que localizaron


tenía debilidad por la comida. Entonces, el estudiante prometió al párroco parte de
las ganancias si accedía a ayunar.

Durante la noche, el estudiante, el sacerdote y la joven subieron a la torre de la


Alhambra, donde se encontraba el escondite del soldado. Una vez allí pudieron ver
el tesoro escondido, sin embargo, el párroco no pudo resistir a la comida que el
joven había llevado para después. De este modo, el hechizo no pudo romperse y,
dicen, que el soldado permanece prisionero en la torre custodiando el tesoro de la
Alhambra.

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