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“La unión hace la fuerza, obtenida esta debe unirse a la prudencia”

M\S\M\ y EECC\

Introducción

Considerando que este grado combina lo esotérico con lo social y lo político, su

simbolismo es múltiple, lo que exige ser estudiado de manera profunda. Desde el punto

de vista político, este grado sostiene que la soberanía del pueblo tiene la necesidad de

evitar los gobiernos regidos por una aristocracia de la sangre o del dinero. Lo anterior,

se relaciona con el Consejo convocado por Ciro el cual se dice fue “el primero en el que

estaban representados los pueblos”. Luego, el presente trazado tiene como objetivo

principal, realizar un análisis de la filosofía del grado XV “Caballero de Oriente o de la

Espada”, que plantea “la unión hace la fuerza, obtenida esta debe unirse a la prudencia”

lo cual se efectúa desde un enfoque filosófico, valórico y simbólico. Intentando

visualizar la razón de sumar una virtud como la prudencia a la mencionada declaración.

Para concluir con el desarrollo de algunas ideas, que intentan sintetizar la explicación y

justificación del mencionado planteamiento filosófico.

Desarrollo

Este grado reconoce que, siendo el hombre libre por derecho natural, la libertad

individual no puede ser atacada por la ley, sino en cuanto esta sea realmente la

expresión de la armonía que debe reinar entre los derechos del hombre aislado y los

deberes de éste para con la sociedad. No sólo la libertad es honrada por los Caballeros

de Oriente; como tales también veneran la igualdad. En efecto, en antiguos Rituales se


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dice que los masones, trabajaban con la espada en una mano y la trulla en la otra,

servían como protectores de los albañiles empleados en la reconstrucción del Templo,

que, además, hacían trabajos en común con los albañiles para mantener el principio de

igualdad. La igualdad también se entendía por el hecho de que todos portaban espada.

También se establecía que los Caballeros debían alternarse en la Maestría del

Capítulo, presidiendo uno diferente en cada sesión, porque todos se consideraban

iguales y ninguno podía ser el “Maestro” de los demás. Todo lo antes mencionado

debía ser con la debida fraternidad.

A partir de lo anterior, se producía una unión que generaba la fuerza entre todos. Pero

¿Cuál era la razón de unirse de manera tan férrea? Según la leyenda era para

atravesar el río que separa la ilusión de la realidad. Para ello es necesaria la voluntad,

capaz de vencer los obstáculos, de liberar y de remontar la adversidad. La voluntad de

construir, de reconstruir, de establecer una continuidad entre el Primer y el Segundo

Templo, de renovar la alianza. En síntesis, es la nueva fase de una Masonería

Renovada. Luego, cruzar el río y reedificar aquello que fue destruido era fundamental,

tanto desde lo alegórico a lo real, pues de nada valen mandiles, pompa, templos o ritual

si no se cumple con la elemental prescripción de este grado: vivir, ser y sentir como

verdaderos seres humanos. Entre la sabiduría y la insensatez se encuentra la espada

del discernimiento, del análisis, la agudeza de los dos filos que discrimina comprende y

selecciona. Y entre la soledad y la masa se encuentra la trulla, que sin olvidar el yo

cimenta la confraternidad.

También cabe recordar que la espada, como símbolo de abrirse paso ante cualquier

dificultad o inconveniente, es un instrumento que permite “rasgar el velo”, dividir la

cortina que separa dos estados diferentes. Por lo tanto, indica la capacidad de “abrirse
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paso”, de penetrar en un territorio desconocido, no con el propósito de clavar el

estandarte de un imperio, sino de fertilizar la tierra que se había vuelto yerma, también,

representa a la justicia y la aventura, el respeto y la transgresión, por su aspecto

dual.

Explicada a grandes rasgos, la fundamentación, simbolismo, valores asociados, es

necesario preguntarse ¿Cuál sería la razón que, una vez lograda la unión para hacer la

fuerza, se agregue la prudencia? Primero, la prudencia en sí es una virtud intelectual,

en tanto permite conocer rectamente la realidad para discernir y ordenar los medios

convenientes al bien objetivo. Dicho de forma clásica, constituye la recta razón en el

obrar. Se puede decir que consiste en una especie de sabiduría práctica aplicada a la

vida. Es por lo que se la considera como la virtud rectora, cuya misión es dirigir a las

demás virtudes en tanto que establece el recto obrar al fijar el término medio en los

actos concretos de justicia, de fortaleza y de templanza. La templanza implica un

conocimiento recto y cabal de la realidad de las cosas, del fin último de nuestra vida y

del valor de los medios disponibles para alcanzarlo. Este conocimiento nos hace

capaces de aplicar a todas las circunstancias los grandes principios morales para

actuar correctamente. En otras palabras, es prudente quien dispone lo que hay que

hacer en orden a un fin, quien acierta bien al elegir la actuación que corresponde en

cada momento porque sabe discernir los medios buenos que llevan al verdadero fin. El

que se equivoca en el fin, aunque sepa discernir los mejores medios para lograrlo, no

posee más que una falsa prudencia o astucia. Quien usa una prudencia falsa, por un fin

malo, dispone cosas adecuadas para lograr ese fin, aunque no sea realmente bueno,

sino solo por la semejanza con sus intereses, por ejemplo, lo que hace buen ladrón y

sus códigos. A diferencia de la astucia, que acabamos de ver, la prudencia verdadera


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encuentra el camino adecuado para conseguir el fin realmente bueno. En concreto y en

función de lo que se entiende por un juicio recto, el hombre prudente es la persona más

indicada para dar consejos sabios y atinados a quienes los necesiten. Sin embargo, de

poco serviría juzgar y aconsejar bien si no tuviéramos el poder de llevar a cabo lo que

entendemos que es correcto. El hombre prudente sabe actuar, cuándo y cómo se debe,

atendiendo a las circunstancias. Las partes integrales de la prudencia son: memoria,

inteligencia, docilidad, sagacidad, razón, providencia, previsión, circunspección,

precaución y/o cautela. Para tomar una buena y prudente decisión, se precisa razonar

bien, evitando lo que pueda desviar o distraer nuestro razonamiento, y tener la

disposición de averiguar lo que no sabemos, antes de tomar precipitadamente una

decisión. Por ello, la persona prudente no es precipitada, ni indecisa; es capaz de

prever para atender a las consecuencias y debe tener la entereza de negarse ante lo

abiertamente malo o improcedente y de actuar cuando entiende que debe hacerlo. Su

necesidad se pone de manifiesto debido a la influencia que ejercen las disposiciones

morales en el juicio práctico: El juicio recto consiste en que la inteligencia comprenda

una como es una cosa en sí misma. Esto se da indirectamente, por la buena

disposición de la voluntad, de la cual se sigue el juicio recto sobre los bienes deseables.

De esta manera, los hábitos de las virtudes morales influyen sobre un juicio recto

virtuoso en torno a los fines, mientras que la sensatez se ocupa más de los medios.

Para entender mejor la adecuada práctica de la prudencia e identificar algunas malas

prácticas profesionales, es útil dar conocer ciertos vicios que se le oponen y que forman

parte de la imprudencia, los cuales se ponen en práctica cuando no hay claridad

absoluta sobre los límites de la prudencia.


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Una vez aclarado el rol de la prudencia, es factible deducir que no basta con que la

unión haga la fuerza, sino que esta debe tener una buena dirección y estar en

consonancia con aquellos objetivos que beneficien a todos los QQHH y la sociedad.

Luego la unión hace la fuerza, obtenida esta debe unirse la prudencia, nos indica,

entre otras cosas que, ante el triunfo, no debemos actuar como Nabuzaradan, general

de Nabucodonosor, quien entró en la capital del Imperio Persa, con los vencidos

cubiertos de cadenas, incluyendo al rey Zedecías. Los eslabones de las cadenas de los

derrotados eran de forma triangular, para burlarse del respeto que, por el Delta, poseían

los vencidos. Si debiera ser como el Rey Ciro, quien sostuvo una política tolerante hacia

los pueblos conquistados, permitiéndoles practicar sus propias religiones y, en muchos

casos, devolviéndoles las posesiones y la libertad. Ciro fue “grande por sus victorias y

por su humanidad”. Cabe señalar que Ciro pidió a Zorobabel revelar los secretos de la

Masonería a cambio de la libertad, quien respondió que sus Juramentos le impedían

revelar aquello que es secreto. Zorobabel mantuvo su negativa, basándose que, en la

Corte de cualquier monarca, no reina la igualdad, a pesar de esta respuesta que habría

enfadado a cualquier rey de la época, este demostró con su decisión de liberarlos a

todos, que sabía actuar de manera justa y con templanza, puesto que sus objetivos

estaban por encima de una acción avasalladora y que era prudente disponer lo

que había que hacer en orden a un fin superior.

Conclusiones:

La filosofía del grado XV lo primero que resalta, es la unión férrea de los QQ HH

porque señala de manera específica que “la unión hace la fuerza” y al respecto, nace

la pregunta de ¿por qué razón es necesaria dicha unión indestructible? porque hay una
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misión importante, audaz y peligrosa. Porque hay que derribar aquellas bestias

peligrosas que cada uno lleva dentro y pasar a través de las aguas que han de

purificarnos y permitirnos una transmutación, para alcanzar la nueva orilla del rio que ha

de presentarnos una realidad verdadera, que nos exige derribar todo aquello que hasta

ese momento dábamos, por cierto, sin dejar de lado fidelidad y la perseverancia, como

tampoco la libertad y la justicia. Por ello, es necesario trabajar como los antiguos

Caballeros, con paciencia y perseverancia, porque actuando de esa manera, podremos

vencer a los que nos ataquen en el cruce del río.

Hay que destacar el sentido de la igualdad que se plantea, la cual tiene su origen en

que todos los Caballeros portaban espada y que, además, debían ejercer en forma

alternada la dirección del Capítulo, presidiendo uno diferente en cada sesión, porque se

consideraban iguales y ninguno podía ser el “Maestro” de los demás, lo cual implica a la

vez, que son todos responsables del destino final de su trabajo y que para ello les basta

con ser hombres y mantener el respeto de sus tradiciones.

Por otra parte, la prudencia, que se reconoce como la recta razón en el obrar y que

consiste en una especie de sabiduría práctica aplicada a la vida, cuya misión es dirigir a

las demás virtudes (justicia, la fortaleza y la templanza). Luego, si a la fortaleza para

defender lo que es realmente justo se le agrega la templanza, implica adherirle el

conocimiento recto y cabal de la realidad de las cosas, del fin último de nuestras vidas y

del valor de los medios disponibles para alcanzarlo. Significa que se está en plena

capacidad para aplicar a todas las circunstancias, los grandes principios morales que

nos permitan actuar correctamente. En otras palabras, se estaría en condiciones de

disponer lo que hay que hacer en función de alcanzar un noble fin, con la seguridad y

certeza de elegir bien la actuación que corresponde en cada momento, porque se


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estaría en condiciones morales y espirituales de discernir los medios buenos que nos

lleven al verdadero fin. Al respecto, no tendremos dudas en actuar de manera recta, sin

vehemencia, pues en nuestro fuero interno será la voz de la conciencia la que nos

mande romper las cadenas del esclavo.

De igual manera, se establece que no basta con la unión para generar la fuerza, sino

que debe incorporarse la prudencia como un elemento vital para dirigirla, de manera de

conseguir buenos logros para los demás y no propiciar cambios que solo sirvan de

beneficio para unos pocos, como suele suceder frecuentemente en el mundo profano.

Se establece, además, que no es suficiente tener claridad sobre lo que hay que hacer

para conseguir un buen objetivo, si no se tiene el conocimiento pleno sobre lo que se

entiende por un juicio recto, por ello se indica que la acción prudente, consiste en saber

actuar, cuándo y cómo se debe, atendiendo a todas las circunstancias, aunque estas

sean contrarias a nuestras propias convicciones, siempre y cuando las demandas sean

justas. Luego, todos unidos férreamente, una vez alcanzado el estado de la prudencia,

será posible lograr los procesos de mejoramiento personal, tanto interno como externo

para ayudar de manera precisa y certera a la sociedad y sobre todo a nuestros

QQHH. Por ello, es necesario trabajar con prudencia para que seamos dignos,

como los antiguos iniciados de Mithra, de llamarnos Hermanos en la Luz y actuar en

función de la Verdad y la Justicia.

S EP

JOSE OMAR VELASQUEZ PEREZ


C P Á  y P R 

Cuerpo Capitular Integrado “Magallanes” N° 1


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ANEXO I
“Estructura del trabajo”
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Estructura del trabajo

Introducción

Desarrollo

Conclusiones
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ANEXO II
“Bibliografía”
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BIBLIOGRAFIA

- SUPREMO CONSEJO DEL GRADO XXXIII, Liturgia del Grado XVIII del Rito
Escocés Antiguo y Aceptado y Monitores Grados XV, XVI y XXVII, Santiago, Chile,
Año 2009

- CORNEJO JORGE NORBERTO, Lecturas para el Capitulo Rosacruz, páginas 8 a


26, documents/capitulo/Liturgia%20y%20recepción%20del%20grado%20XVIII/
Jorge_norberto_cornejo_lecturas_para_el_capitulo_rosacruz.pdf, año 2017.

- SELLÉS JUAN FERNANDO, La virtud de la prudencia según Tomas de Aquino,


páginas 43 a 187, Cuaderno de Anuario Filosófico Nº 90, Universidad de Navarra,
Pamplona, España, Año 1999

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