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(ED.)
LAS ARTES
Y LA
ARQUITECTURA
DEL
Poder
UNIVERSITAT JAUME I
© de esta edición:
BIBLIOTECA PUBLICACIONS
DE LA UNIVERSITAT JAUME I.
DE LA Dades
U catalogràfiques
NIVERSITAT JAUME I, 2013
www.tienda.uji.es • publicaciones@uji.es
Las artes y la arquitectura del poder / Víctor Mínguez (ed.) −−
Castelló de la Plana
Corrección : Publicacions
de textos: JUAN Cde la Universitat
HIVA BELTRÁN, DJaume
AVID MI, ARTÍNEZ
D.L. 2013BONANAD
p.;
YC cm.
RISTINA REVERT.
Bibliografia.
Coordinación Recull
de lade ponències
edición: M. Cpresentades al XIX
ARME PINYANA IGCongreso
ARÍ CEHA,
celebrat el 2012 a la Universitat Jaume I
ISBN 978-84-8021-938-9
ISBN: 978-84-8021-968-6
1.DOI
Art – Espanya – Història – Congressos.
: http://dx.doi.org/10.6035/Arte. 2. Arquitectura
XIX.CEHA .2013 i Estat –
Congressos. 3. Art i Estat – Congressos. I. Mínguez, Víctor, ed. II. Universitat
JaumeDI.EPÓSITO
Publicacions.
LEGAL: III. Congreso Español de Historia del Arte (19é.
CS-190-2013
2012. Castelló de la Plana)
7(460)(063)
IMPRESIÓN: GUADA IMPRESSORS - ALDAIA
72:321(063)
7:321(063)
AC
AM
JP
1DSE
ISBN: 978-84-8021-968-6
DOI: http://dx.doi.org/10.6035/Arte.XIX.CEHA.2013
Toda imagen tiene intrínsecamente como sentido propio la persuasión. Desde el arte
conceptual desarrollado por las civilizaciones próximas más antiguas que nos precedie-
ron –Próximo Oriente o Egipto–, no cabe duda de que el deseo de persuadir ha guiado toda
la creación artística. Con la autonomía del arte, conquistada al compás de la revolución
griega, los artistas descubrieron también la posibilidad de crear libremente –sin someterse a
los fines del poder– y los espectadores de gozar de la poética artística en aquel breve periodo
de tiempo que conocemos como el siglo de Pericles, o periodo clásico de la civilización
griega. También en esta situación primaría, como uno de los componentes fundamentales de
la estética, el deseo de comunicar y persuadir sobre algo. Solamente con la llegada de la mo-
dernidad –no obstante la rehabilitación del concepto de independencia creadora, elevada a
valor estético supremo– se ha podido llegar a aflojar el sentimiento de «persuasión», lo que
habría que enmarcar dentro de lo que podríamos entender como una crisis en la producción
de imágenes por parte de los artistas individuales que han continuado cultivando las artes
visuales con arreglo a la plástica tradicional: la pintura, la escultura, el grabado, etc.
Es complejo explicar las razones de dicha crisis, y no es este aquí tampoco el propósito.
Se suma una serie de factores, entre los cuales dos de ellos tienen especial relevancia: la de-
mocratización de la comunicación visual –y audio-visual–, producida por la revolución de
los medios de comunicación de masas –algo nuevo y característico de la modernidad– que
han relevado a las tradicionales «artes plásticas» en las funciones persuasivas que antaño des-
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Las artes y la arquitectura del poder
empeñaban, y en segundo lugar el hecho de que la imagen artística tradicional haya perdido
su función como «comunicadora» del conocimiento, aspecto que ya advirtió con gran cla-
rividencia Edgar Wind, en aquel memorable ciclo (monográfico) de conferencias reunidas
en el volumen Art and Anarchy.1
Dentro de la riqueza de sugerencias que contiene este ciclo, una de sus ideas centrales era
que el artista del siglo XX, que optó por desarrollar lo que a lo largo del periodo contempo-
ráneo se llamaría «arte puro»,2 se encontraba aislado, puesto que había renunciado a que su
obra fuera, como lo llegó a ser a lo largo de los siglos anteriores a la modernidad, un medio
de conocimiento.3 Mantuvo que el arte contemporáneo ocupaba una posición marginal, no
solo porque la ciencia lo había desplazado, sino también por propio impulso centrífugo del
arte: «el poeta es agente en aquellos cambios y transformaciones de los que se ve a sí mismo
como víctima».4 Así mismo el arte de la modernidad se fundamentaba en su capacidad de
sorprender dislocando nuestros hábitos perceptivos: «cuando los colores, las formas, los
tonos o las palabras aparecen en audaces dislocaciones o colisiones, liberados de esa manera
de sus habituales inmediaciones y circunstancias, sentimos con una nueva intensidad su ca-
lidad de sensaciones brutas». De este modo, señaló la proximidad entre el «arte puro» y la
barbarie. Además, la innovación se había convertido en un fin en sí mismo, y se producía de
una manera casi incidental respecto de las funciones vitales de que el arte era subsidiario: el
arte se había hecho experimental. También se refirió al menosprecio del arte didáctico, actitud
que caracterizó a los románticos y continuó vigente a lo largo de los siglos XIX y XX. Trató
de hacer ver cómo en otras épocas el arte participaba en actividades del conocimiento: «Los
grandes ciclos religiosos del pasado eran casi todos didácticos, las esculturas y las vidrieras
de las catedrales francesas, por ejemplo, o los frescos de la Capilla Sixtina, o las tapicerías del
Triunfo del Sacramento, diseñadas por Rubens. [...] Si se pregunta cómo podía ser absorbida
tanta ciencia en el arte, la respuesta está lejos de ser difícil: los grandes artistas han sido in-
telectualmente despiertos».5 A partir del siglo XIX, las causas por las que decayeran los temas
didácticos eran claras: «a medida que el arte se replegaba en sí mismo y retrocedía hacia la
periferia de la vida donde podía reinar como su propio dueño y señor, empezó a perder el
contacto con el saber, como perdió el contacto con otras fuerzas que configuraban nuestras
experiencias. [...] Como resultado de esto, [el arte didáctico] decayó, y para todos los efectos
prácticos se ha desvanecido completamente: un claro signo del divorcio del saber y del arte».6
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1. Este volumen, publicado en 1963, recoge el conjunto de conferencias pronunciadas dentro de las Lectures Reith de la
BBC en 1960. Tr. esp. WIND, Arte y Anarquía, Madrid, Taurus Ediciones, 1967.
2. Por tal cosa, en nuestra opinión, Wind entiende la producción artística que tiene como único fin el componente
poético-expresivo, relegando a algo secundario la función significante objetiva por llegar a ser ésta un ingenio sub-
jetivo, críptico e impreciso por obedecer únicamente a un código individual y momentáneo, cuando no se llega a
prescindir totalmente de esta función.
3. LLOYD-JONES, H., «semblanza biográfica», en WIND, E., La elocuencia de los símbolos, Madrid, Alianza, 1993, p. 37.
4. WIND, op. cit., p. 30.
5. WIND, op. cit., p. 72.
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RAFAEL GARCÍA MAHÍQUES - Sacra neteja. L’endemà
A partir de aquel momento, los artistas han tenido que deambular errantes como autodi-
dactas, y «el aislamiento, que consideramos esencial para la creación artística, ha sido llevado
a un punto en que los artistas tienen que pensar demasiado porque necesitan ideas y aquellos
para quienes el pensamiento es ocupación primordial no se las suministran».7 Wind quiere
poner de relieve que si a la imaginación artística se le ofrece la función de la instrucción,
puede adquirir un agudo filo de refinamiento al responder a las instancias del pensamiento.
Esta circunstancia hizo que Rafael pudiera erigir La escuela de Atenas, un sublime ejemplo de
arte concebido por medio del conocimiento y puesto al servicio de este: «al seguir el argu-
mento en el cuadro de Rafael, descubrimos acentos visuales, modulaciones y corresponden-
cias que no advertirá quien no siga el pensamiento. La articulación visual del cuadro se hace
transparente, y se revela infinitamente más rica de lo que una visión «pura» que recorriera
las figuras sin comprender su sentido podría posiblemente percibir. La mirada proyéctase de
modo distinto cuando es intelectualmente guiada».8
Este aspecto de «arte al servicio del conocimiento» no cabe duda de que constituye la
principal aportación de la obra que trato de presentar aquí: Sacra neteja. L’endemà (2007) del
pintor Joan Costa [fig. 1], un artista en cuya trayectoria cuenta el deseo de que su obra pueda
ser entendida como él la creó y que su discurso visual, didáctico y persuasivo, llegue al es-
pectador de acuerdo con su construcción discursiva originaria –independientemente de que
este pueda también ejercer su propia interpretación–, aspecto que caracterizó siempre a las
Fig. 1. Sacra neteja. L’endemà. Joan Costa, 2007. Gandía, Iglesia de las Escuelas Pías
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6. WIND, op. cit., p. 73.
7. Ibidem.
8. WIND, op. cit., p. 77.
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RAFAEL GARCÍA MAHÍQUES - Sacra neteja. L’endemà
estructura jerárquica se valora cada elemento en atención al efecto global de la obra, el cual
no es otro que una narración visual. Primero se componen los planos (compositio superficiorum);
los planos sirven para formar miembros (compositio membrorum); los miembros sirven para for-
mar cuerpos (compositio corporum); por último, los cuerpos sirven para formar la escena cohe-
rente de las pinturas narrativas (historia).11 Veamos esto en su propia expresión:
La composición es el procedimiento al pintar por el que las partes se ponen juntas en una pintura. La mayor
obra de un pintor no es un coloso, sino una «historia». Pues el ingenio merece mayor alabanza en una «historia»
que en un coloso. Las partes de la «historia» son cuerpos, una parte del cuerpo es un miembro, y una parte de
un miembro es una superficie. Por lo que las primeras partes de la obra son las superficies, porque de éstas de-
rivan los miembros y de los miembros los cuerpos y de éstos, la «historia», que constituye la última y absoluta
obra de un pintor.12
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11. BAXANDALL, op. cit., pp. 188-189.
12. ALBERTI, L. B., De pictura, lib. II, 35. «Est autem compositio ea pingendi ratio qua partes in opus picture componuntur. Amplissimum
pictoris opus non Colossus, sed historie. Maior enim est ingenii laus in historia quam in colosso. Historie partes corpora, corporis pars
membrum est. Membri pars est superficies. Prime igitur operis partes superficies, quod ex his membra, ex membris corpora, ex illis historia».
Tr. esp.: De la pintura y otros escritos sobre arte, Introducción, traducción y notas de Rocío de la Villa, Madrid, Tecnos,
1999, pp. 97-98.
13. ISID., Orig. 2, 18, 1: «Componitur autem instruiturque omnis oratio verbis, commate et colo et periodo. Comma particula est sententiae.
Colon membrum. Periodos ambitus vel circuitus. Fit autem ex coniunctione verborum comma, ex commate colon, ex colo periodos». San
Isidoro de Sevilla, Etimologías, texto latino, versión española y notas por J. Oroz Reta y M. A. Marcos Casquero, Madrid,
BAC, 1982, p. 381: «Toda oración se construye con palabras, y se estructura en comma, colon y periodo. Comma es una
pequeña parte de la oración. Colon es un miembro de la misma. Periodo es la frase completa. El comma está integrado
por la combinación de palabras; la coordinación de cómmata forma un colon; y, a su vez, la de cola, compone un periodo».
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Ciertamente se trata de un método de composición para los artistas, que implica haber
compuesto una historia partiendo de las unidades formales más elementales. Baxandall ha
subrayado que este modelo fue aplicado por pintores que pueden ser clasificados como al-
bertianos: Piero della Francesca y Andrea Mantegna, y de los dos fue este último quien llevó
al grabado los modelos visuales de la compositio albertiana, modelos que responden a la apli-
cación de los patrones compositivos de la narración según el tratado De pictura de Alberti.14
El modelo albertiano no debe ser confundido como un modelo historiográfico, pero no
cabe duda de que ofrece un perfil que ayudará al historiador a abordar un acercamiento más
aproximado a la creación artística, y por lo tanto a la comprensión de las imágenes –léase
también: obras, historias, etc.– con el fin de construir el discurso histórico. Probablemente
sea excesivamente artificiosa la actitud humanística de un artista como Alberti, pero su tratado
nos viene a demostrar dos cosas muy importantes a tener en cuenta por el historiador del
arte, las cuales suele pasar por alto el historiador morfologista tradicional: la interrelación
mutua entre lenguaje verbal y lenguaje visual, algo que se conforma por medio de la retórica,
y en segundo lugar, la importancia de la «historia narrada» como culminación del proceso
creativo o efecto global logrado a través de un jerarquizado proceso formal de creación. Esta
segunda consideración es de máxima importancia y debe ser siempre orientada también como
la culminación del relato o la interpretación que hace el historiador. El tradicional formalismo
tiende a organizar el relato al revés: consciente de que la historia es lo que da razón al proceso
creativo, establece primero ésta y luego desciende a los pormenores formales convencido de
que éstos constituyen los «valores artísticos» por excelencia, meta por tanto del argumento
histórico-artístico. En este sentido, no está de más advertir que los propios artistas no com-
partían esta escala de valores. En el mismo tratado De Pictura, Alberti distingue la conforma-
ción técnica y formal de la pintura respecto del contenido, que él llama historia o invención en
la cual culmina y da razón de ser al proceso. Lo primero –configuración formal–, es desglo-
sado en tres aspectos: circunscripción mediante líneas, composición o unión de las partes y
recepción de luz. Si para esto exige del pintor un dominio de la geometría, para lo segundo:
la historia o invención, es decir la «composición» propiamente dicha, lo será de la retórica y la
poesía:
Así pues afirmo que el arte geométrico no puede ser descuidado por los pintores en lo más mínimo. Luego de
esto, será que se deleiten con los poetas y retóricos. Pues éstos tienen muchos ornamentos comunes con el
pintor. Y no poco le ayudarán a construir perfectamente la composición de la historia los literatos abundantes
en noticias de muchas cosas, cuya principal alabanza consiste en la invención. En efecto, la invención tiene tal
fuerza que por sí misma, sin representación pictórica, deleita.15
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14. Baxandall introduce el análisis del grabado de Mantegna, Las lamentaciones por Cristo muerto, donde un grupo formado
por diez figuras componen la narración del acontecimiento. Estos grabados surgieron de la confluencia de un prín-
cipe humanista: Ludovico Gonzaga, y dos artistas que trabajaban para él: L.B. ALBERTI y A. MANTENGA, op. cit., pp.
193-194.
15. ALBERTI, De pictura, lib. III, 53, en trad. esp. cit., p. 114.
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RAFAEL GARCÍA MAHÍQUES - Sacra neteja. L’endemà
Aspectos formales
Desde el punto de vista estilístico, esta obra puede ser definida como clasicista en un
sentido post-moderno, al haber heredado el artista el modo de la tradición desarrollada en
el arte de Occidente de los últimos siglos, aunque matizado con el procedimiento personal.
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Como nota esencial, presenta una gran aproximación a la naturaleza, incluso toma modelos
concretos de la vida cotidiana de tiempos relativamente actuales, como se advierte en deter-
minados aspectos del mobiliario o del modo de vestir. Todo esto tiene un sentido expresivo
y funcional, puesto que, rompiendo con los estereotipos de época, el artista ha sido consciente
de que tal cosa permitirá mejor acercar el contenido discursivo a la sensibilidad del especta-
dor-escuchante de nuestro tiempo. Todo ello conviene a un discurso narrativo, si bien aquí
se han acentuado con fines significantes, más allá de lo expresivo, determinados aspectos.
Así por ejemplo, si la luz principal, natural, procede del sur, entrando el sol directamente
desde la puerta del lado derecho, el artista –de un modo inconsciente, según su testimonio
oral– ha acentuado la luz procedente del vano del fondo, proyectada a través del mantel col-
gante de la mesa en la parte delantera, en el suelo, así como también en el techo. Todo esto
nos conducirá a una interpretación simbólica que en su lugar abordaremos.
No debería ser necesario advertir que la creación, según Alberti, de «planos», «miembros»
y «cuerpos» –la organización formal propiamente dicha– constituye la formulación ideal de
un proceder que transfiere a la pintura el modelo retórico de organización de la composición
literaria –independientemente de los intentos concretos de llevarlo estrictamente a la práctica,
como lo demuestran los citados grabados de Mantegna. Lo importante es ser conscientes
aquí de que el artista ha manifestado con claridad su deseo de proteger su criterio frente el
posible falseamiento de su intención compositiva por parte del espectador al amparo una
previsible «creatividad interpretativa» de este, promovida por la estética de la modernidad;
en otras palabras, ha elegido el camino que ya señaló Alberti en su concepto de compositio, en-
tendiendo por tal cosa no sólo una cuidada y virtuosa organización formal, sino también un
discurso visual concreto.
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De acuerdo con esto, interesa en este apartado dedicado a los aspectos formales, tratar
de explicar cómo ha procedido el artista para organizar formalmente sus obras. En el caso
de la Sacra neteja, lo primero es abordar la conformación del escenario del relato. En ello es
evidente que el artista ha partido del cenáculo que pintó Leonardo para situar la Santa Cena
en el refectorio de Santa Maria delle Grazie de Milán. El pintor explica que ha pretendido cons-
truir también unos espacios laterales en donde ha abierto sendas puertas, con lo cual se ob-
tiene una visión más amplia del recinto que servirá también para situar mejor los personajes
intervinientes que le servirán para establecer concretos aspectos del discurso visual. Los es-
bozos [figs. 2 y 3] muestran su proceder prolongando las líneas de fuga del pavimento, del
techo, así como del resto de elementos que se ordenan dentro de dicho espacio.
Continuando con la Sacra neteja, el pintor se ha referido también en su discurso verbal a
determinadas «citas» intencionadas respecto de algunos pintores. Desde el punto de vista
estilístico en unos casos y expresivo en otros, convendría reseñar los siguientes: Goya, recor-
dando el perro procedente de las Pinturas negras de la Quinta del sordo (Madrid, Museo del
Prado), tenemos el perro al que da de comer el sobrante de la mesa la mujer situada al exterior
de la puerta izquierda; Caravaggio, en algunos aspectos como el rostro y los pies descalzos de
la limpiadora del suelo, que recuerdan detalles tales como la Judit (Roma, Galleria Nazionale
d’Arte Antica) en la disposición del rostro de la limpiadora o de la Madonna di Loreto (Roma,
San Agostino) en los pies descalzos; Van Gogh como un artista que llegó a pintar sus zapatos
(New York, Metropolitan), como puede ser observado en los zapatos junto a la puerta de la
derecha; los bodegones de Zurbarán mediante la vajilla cumulada sobre la mesa; Sorolla, a
través del efecto de sus emparrados mediterráneos bajo el sol, como se puede apreciar en el
vano de la derecha donde aparece una mujer tomando los frutos de un árbol; el Guernica de
Picasso, mediante la mano con el quinqué; por último, Mondrian, en el paño de limpieza
que utiliza una de las limpiadoras del suelo de primer término, con un valor expresivo que
habla por sí solo y con lo que el pintor ha querido poner de relieve la conocida opinión de
Salvador Dalí, quien en tono despectivo llegó a manifestar que las composiciones de Mon-
drian eran como las bayetas usadas en la limpieza.
Aproximación al significado
El asunto central y objetivo de esta composición no es otra cosa que la limpieza del ce-
náculo en el primer Viernes Santo de la historia: el día siguiente a la Última Cena celebrada
en dicho lugar por Cristo y los apóstoles. No es un tema que figura en ninguna fuente lite-
raria. El artista ha imaginado, como algo que forma parte de la tradición en la cultura occi-
dental, que se trataría de un trabajo de mujeres. Si bien la Iglesia como tal aún no existe,
puesto que nacerá en este mismo lugar en el día de Pentecostés, se trataría, según el docu-
mento del artista de la primera limpieza de una iglesia en la historia de la cristiandad.
Dentro del contexto representado, operan, con el sentido de Iglesia, dos simbolismos re-
ligiosos esenciales, relacionados también entre sí debido a que apuntan ambos al misterio
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visual», habida cuenta de que en nuestra tradición cultural, la imagen ha tenido que ir siempre
de la mano de la palabra con el fin de que el discurso resulte persuasivo, algo que olvidarán
las artes visuales de la modernidad y que explica la crisis en la creación de imágenes por parte
de los artistas, como hemos apuntado más arriba en la primera parte de esta reflexión. De
acuerdo con todo esto, debe ser puesto de relieve que el eje de todo este discurso toma la
forma de una metáfora, recurso del ornatus retórico: la limpieza de la iglesia como metáfora
de la renovación (limpieza) de la Iglesia (con mayúscula). En realidad, en un sentido más
técnico, se trataría de todo un conjunto de metáforas armonizadas bajo este denominador
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RAFAEL GARCÍA MAHÍQUES - Sacra neteja. L’endemà
El que sean 12 mujeres, libera el tema de la literalidad historicista para sugerirnos, ya en el ámbito de los sig-
nificados metafóricos, una posible alegoría sobre la Iglesia como institución: hay mujeres que trabajan a la de-
recha y las hay que lo hacen a la izquierda; unas lo hacen a la luz del reconocimiento público y otras en la
obscuridad del anonimato.
Recurre, en primer lugar, al contraste entre hombres y mujeres. Doce son las mujeres, el
mismo número de los apóstoles –Jesucristo continúa presente por medio del simbolismo de
la luz–, y en línea con ello va estableciendo puntuales registros. Tiene importancia la impar-
cialidad de la Caridad: el discurso cristiano está por encima de parcialidades ideológicas,
como la derecha o la izquierda políticas, y tan válidas son las obras hechas en público como
las anónimas. Evidentemente las mujeres que fatigosamente friegan el suelo, en primer tér-
mino, como se hacía antes del invento de la «fregona», marcan el referente más persuasivo,
Fig. 6. «Unas tienen el poder de quitar y poner, de espaldas a las nuevas generaciones»
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siendo algo que convence por la propia expresividad del hecho en sí, para cuya comprensión
no es necesaria más que la experiencia cotidiana. Pero hay otros aspectos significantes que
indudablemente pueden pasar desapercibidos si el espectador solamente se deja guiar por los
valores expresivos –algo que, sea recordado de paso, es lo propio de la estética de modernidad,
la cual suele abandonar el discurso a la libre interpretación del espectador cuando existen
elaboraciones que van más allá de lo expresivo en el discurso compositivo originario. Es evi-
dente que necesitamos también del discurso objetivo testimonial del artista, y no solo de la
expresividad visual para tener un mínimo referente sobre el cual situar el discurso del histo-
riador del arte. Así, podremos entender que la mujer que da de comer lo sobrante a un perro
[fig. 4] es alguien que «practica la caridad extramuros de la propia Institución», es decir, per-
sonas como el ex-jesuita Vicente Ferrer –testimonio oral del artista–, y la mujer del extremo
opuesto que recoge frutos [fig. 5], es aquella que, en virtud de los méritos de la Redención,
es capaz de alcanzar la santidad: «una Eva elevada y redimida recoge los frutos de la santidad».
Dentro de este juego de metáforas, es muy significativo el grupo situado al fondo [fig. 6] en
que la «capataz», con una larga pica de mando en la mano –clara alusión al báculo episco-
pal–, se nos muestra de espaldas en una denuncia de la actitud refractaria de la actual jerarquía
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RAFAEL GARCÍA MAHÍQUES - Sacra neteja. L’endemà
eclesiástica frente a las inquietudes de las generaciones más jóvenes, las cuales están represen-
tadas en el grupo de las tres niñas [fig. 7] que a un lado de la mesa juegan a imitar la fracción
del pan realizada por Jesucristo en ese mismo lugar el día anterior, lo que sin duda debe ser
interpretado como un pronóstico de lo que puede ser el futuro acceso de la mujer al carisma
del sacerdocio. El artista con breves palabras es también claro en la expresión de todo esto:
«Unas tienen el poder de quitar y poner, de espaldas a las nuevas generaciones que, como en
un juego intrascendente, se acercan al legado sacramental».
El pintor concluye con que «en este punto, deja de ser un cuadro de iglesia para conver-
tirse en una pintura sobre la Iglesia». Al final, todo encaja dentro de la gran metáfora de la
limpieza en el sentido de la necesaria renovación del viejo clericalismo estéril. Como conclu-
sión, el mensaje global de este discurso visual se podría condensar en la «sacra limpieza de
la Iglesia» como esperanza de la pervivencia entre los hombres del misterio soteriológico
cristiano.
Muy diferente es la historia que presenta la Sacra neteja que conserva el patronato Martínez
Guerricabeitia [fig. 8], la cual se repite también en otro lienzo que actualmente se exhibe en
la iglesia parroquial de Barx (Valencia). La composición formal es prácticamente la misma,
pero no está presente la ampliación del espacio que abre sendas puertas a derecha e izquierda,
desapareciendo así el simbolismo espacial, y tampoco están presentes los elementos relativos
a la religión y al clero que contiene la versión de las Escuelas Pías, en especial el grupo de las
mujeres que descuelgan el tapiz a las órdenes de la capataz, y las niñas que juegan a la fracción
del pan. El componente cristiano, por tanto, no está presente, o al menos no es esencial, li-
mitándose la historia a la reivindicación social feminista.
Fig. 8. Sacra neteja. L’endemà, Joan Costa, 2008. Universitat de València, Patronat Martínez Guerricabeitia
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Las artes y la arquitectura del poder
Con todo, es evidente que el cuadro, en su versión original de la iglesia de las Escuelas
Pías, es polémico y ha despertado tanto simpatías como rechazos. Dicha polémica no tiene
lugar en el plano de los valores morfológicos o estilísticos, la compositio corporum, sino en el de
su historia. Creo que no es necesario poner de relieve que este cuadro puede no llegar a ser
considerado como digno de que figure dentro de una iglesia y retirado del lugar en donde
actualmente se encuentra y para donde fue concebido. Tal cosa quizás haya sido siempre un
temor que el mismo artista haya albergado en todo momento, y probablemente a ello pueda
aludir, de modo inconsciente, la acción que están realizando las dos mujeres que descuelgan
el tapiz del fondo en presencia de la capataz que aparece de espaldas y cumpliendo las órdenes
de ésta.
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RAFAEL GARCÍA MAHÍQUES - Sacra neteja. L’endemà
IV. Gracias a estas mujeres aquí representadas, el cenáculo leonardiano se transforma en decorado de un cuadro
de historia. De tema sacro pasa a tema social, con un acontecimiento histórico nunca tenido en cuenta, inad-
vertido y ninguneado.
V. El que sean 12 mujeres, libera el tema de la literalidad historicista para sugerirnos, ya en el ámbito de los
significados metafóricos, una posible alegoría sobre la Iglesia como institución: hay mujeres que trabajan a la
derecha y las hay que lo hacen a la izquierda; unas lo hacen a la luz del reconocimiento público y otras en la
obscuridad del anonimato. En el extremo derecho, una Eva elevada y redimida recoge los frutos de la santidad.
En el extremo opuesto, alguien practica la caridad extramuros de la propia Institución. Unas tienen el poder
de quitar y poner, de espaldas a las nuevas generaciones que, como en un juego intrascendente, se acercan al
legado sacramental. En este punto, deja de ser un cuadro de iglesia para convertirse en una pintura sobre la
Iglesia.
VI. Finalmente, el espectador avezado podrá rastrear citas sobre la pintura del pasado, comenzando por las del
propio Leonardo. Estas citas están cifradas en forma de objetos y modos estilísticos que hacen referencia a
pintores célebres, como si de un tapiz de fragmentos se tratara. Es en este uso del reciclado de imágenes, ya
utilizadas anteriormente, donde reside el concepto primigenio del cual se partió al inicio de esta pintura: debe
de ser el espectador el que, con su contemplación, acabe la obra. Con esta finalidad se ofrecen algunas claves
para encontrar referencias visuales de Caravaggio, Velázquez, Zurbarán, Goya, Van Gogh, Sorolla, el Guernica
de Picasso, Mondrian, Dalí... y algunas más que, aunque el autor no las haya pintado, el espectador podrá
encontrar por su propia voluntad y en uso de su legítimo derecho.
Gandía, 10 de marzo de 2008
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