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FABIO OSPITIA GARZÓN

Magistrado Ponente

SP2732-2022
Casación No. 54871
Acta No. 176

Bogotá, D.C., tres (03) de agosto de dos mil veintidós


(2022).

I. OBJETO DE DECISIÓN

Se resuelve el recurso de casación interpuesto por la


defensa de ÉDINSON RODRÍGUEZ GARCÍA y LUIS
MIGUEL OCHOA MÉNDEZ en contra del fallo proferido el
27 de noviembre de 2018 por el Tribunal Superior de
Bogotá, que revocó el fallo absolutorio emitido el 19 de
marzo de 2015 por el Juzgado Veinticuatro Penal del
Circuito de esa ciudad y, en consecuencia, los condenó por
el delito de acto sexual abusivo con incapaz de resistir,
agravado por la coparticipación.
CUI 11 001 60 00017 2012 16317 03
Casación n.° 54871
LUIS MIGUEL OCHOA MÉNDEZ
EDINSON RODRÍGUEZ GARCÍA

II. HECHOS

La Fiscalía acusó a ÉDINSON RODRÍGUEZ GARCÍA y


LUIS MIGUEL OCHOA MÉNDEZ por el delito de acceso
carnal abusivo con persona incapaz de resistir. Señaló que
el 22 de noviembre de 2012, en horas de la noche, los
procesados fueron a un bar a ingerir licor con sus
compañeras de estudio Yovana Tenorio Padilla y Lina
Viviana Godoy Romero, quien se fue para su casa alrededor
de las 10 de la noche, mientras la primera permaneció en el
lugar. En las horas de la madrugada, los tres tomaron un
taxi, en cuyo interior los procesados, aprovechando el
estado de inconsciencia de la mujer, empezaron a tocarle
los senos e introducirle los dedos en su vagina. Los hechos
fueron denunciados por el taxista, quien al ver lo que
ocurría al interior del vehículo abordó unos agentes de
policía, quienes constataron que en medio de los
procesados viajaba una joven en estado de inconsciencia,
con el dorso descubierto y los pantalones en la rodilla.

PROCESAL RELEVANTE

El 24 de noviembre de 2012, la Fiscalía les imputó el


delito de acceso carnal abusivo con incapaz de resistir,
agravado por la coparticipación, previsto en los artículos
210, 211.1 y 212 del Código Penal. Estos cargos fueron
replicados en la acusación. Cabe resaltar que la Fiscalía
entremezcló los hechos jurídicamente relevantes con el

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testimonio del conductor del taxi en el que se transportaban


los estudiantes.

El 19 de marzo de 2015, el Juzgado Veinticuatro Penal


del Circuito los absolvió, por considerar que existían dudas
sobre la ocurrencia del abuso sexual y, consecuentemente,
de la participación que en el mismo pudieron tener los
procesados. Sostuvo que:

(i) A la víctima solo le consta que, casualmente, salió a


departir con sus compañeros de universidad, con
quienes se dedicó a la ingesta de licor y, luego,
despertó en un hospital.

(ii) Lo demás que relató corresponde a prueba de


referencia, que no fue incorporada legalmente,
concretamente, a la versión del conductor del taxi
en el que se transportaba, quien, a su vez, le contó
a la progenitora de la víctima lo que supuestamente
sucedió.

(iii) Se demostró que la víctima ingirió una gran


cantidad de licor, toda vez que, varias horas
después de haber sido internada, aún presentada
un estado de embriaguez grado II, lo que le hace
concluir que estaba mucho más ebria para cuando
se transportaba en el taxi.

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(iv) No se estableció que la víctima haya ingerido


escopolamina, toda vez que los medicamentos
suministrados en el hospital pudieron generar un
falso positivo.

(v) Mucho menos, puede asegurarse que una sustancia


de ese tipo le haya sido suministrada por los
procesados.

(vi) La Fiscalía no dispuso la realización de estudios


ginecológicos suficientes, orientados a establecer si
la escoriación que la víctima presentaba en su
vagina corresponde a un abuso sexual, ya que
incluso la médica que presentó en el juicio oral hizo
hincapié en que no analizó a la paciente, al tiempo
que resaltó que esa lesión no es necesariamente
indicativa de abuso.

(vii) Se refirió a la falta de credibilidad de los policiales


que realizaron la captura de los procesados.

Sobre este último punto, señaló lo siguiente:

(i) Los uniformados no presenciaron los hechos, pues


se basaron solo en lo que les contó el taxista que
acudió ante ellos para reportarles una irregularidad.

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(ii) Fueron imprecisos al referirse a la secuencia de los


acontecimientos, pues la captura de los procesados
fue registrada después de las cuatro de la
madrugada, mientras que la víctima fue recibida en
el hospital una hora antes.

(iii) Igualmente, se contradijeron en lo que concierne al


teléfono de la joven, pues uno de ellos asegura que
los policiales de apoyo le contaron que esta se los
entregó cuando se dirigían para el hospital,
mientras que su compañero asegura que recibió el
auricular de manos del taxista y que marcó varias
veces, pero no le contestaron, aunque más adelante
señaló que no pudo marcar porque no tenía la
clave.

(iv) En contravía de lo expuesto por su compañero en el


juicio oral y de lo vertido en el informe de captura
en flagrancia, el policial Edison Duarte dijo haber
visto cuando los procesados tocaban los senos de la
víctima, bajo el entendido de que ese tema tampoco
lo ventiló durante el interrogatorio directo y el
contrainterrogatorio, pues lo trajo a colación
durante el interrogatorio redirecto y la posterior
intervención de la defensa.

El fallo absolutorio fue apelado por la Fiscalía y el


representante de las víctimas. Esto activó la competencia

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del Tribunal Superior de Bogotá, que el 27 de noviembre de


2018 lo revocó y, en su lugar, condenó a los procesados a
las penas de 128 meses de prisión e inhabilitación para el
ejercicio de derechos y funciones públicas por el mismo
tiempo, tras hallar probado el cargo incluido en la
acusación, con la aclaración que se demostraron los
tocamientos más no el acceso carnal. Consideró
improcedentes la suspensión condicional de la ejecución de
la pena y la prisión domiciliaria.

El Tribunal descartó la posibilidad de utilizar las


versiones rendidas por el taxista por fuera del juicio oral,
toda vez que esa prueba fue inadmitida porque la Fiscalía
no agotó los trámites dispuestos para ello, entre los que se
cuenta la demostración de una de las circunstancias
excepcionales de admisibilidad previstas en el artículo 438
de la Ley 906 de 2004.

Igualmente, le restó relevancia probatoria a la


escoriación vaginal, por las mismas razones expuestas por
el Juzgado.

Sin embargo, considera que la presunción de


inocencia, a pesar de no existir «pruebas directas”, fue
desvirtuada por la vía de la prueba indiciaria, bajo el
entendido que se demostró que: (i) la joven estaba
inconsciente cuando se encontraba en el taxi; (ii) estaba
semidesnuda en medio de los dos procesados; (iii) el taxista
que los transportaba buscó abruptamente la intervención

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de los policiales; y (iv) la presencia de los dos procesados en


el taxi, con una joven semidesnuda e inconsciente entre
ellos, es indicativa de que le retiraron sus ropas y tocaron
sus “partes íntimas”.

Finalmente, hizo alusión a que no era necesario


demostrar que los procesados le suministraron
escopolamina a su compañera de estudio, porque fueron
acusados por haberse aprovechado de la incapacidad para
resistir (art. 210 del Código Penal), mas no por haber realizado
la conducta sexual luego de haber puesto en esa condición
a su víctima (art. 207 ídem).

El fallo de segunda instancia fue objeto del recurso de


casación por parte de la defensa.

IV. LA DEMANDA

Al amparo de la causal de casación prevista en el


artículo 181, numeral 3º, de la Ley 906 de 2004, la
defensora planteó que la condena emitida en segunda
instancia es producto de un error de hecho, en la
modalidad de falso raciocinio.

Inicialmente, resaltó que el Tribunal no tuvo en cuenta


las múltiples contradicciones en que incurrieron los
policiales que realizaron la captura. Al efecto, trajo a
colación los argumentos expuestos en la sentencia
absolutoria proferida en primera instancia.

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De otro lado, consideró que el Tribunal utilizó una


falsa máxima de la experiencia, pues sostener que los
ciudadanos buscan a las autoridades para ponerlas al tanto
de delitos o hechos anómalos, no tiene dicho carácter. En
su opinión, esta argumentación finalmente se basa en lo
afirmado por el conductor del taxi, quien no compareció al
juicio oral.

En la misma línea, sostiene que el fallador de segundo


grado desconoció una verdadera máxima de la experiencia,
que da cuenta de que “siempre o casi siempre que se
presenten contradicciones sobre aspectos principales de un
testimonio se afecta su veracidad”. Agrega que se
desatendieron otras máximas de la experiencia, a saber: (i)
“las personas que, sin tener interés en el proceso rinde (sic)
testimonio en este, dicen la verdad”; y (ii) “los que no tienen
interés en el proceso merecen confianza en sus
declaraciones”.

Tras referirse a la falta de credibilidad del taxista


Edwin Manuel Gómez Ortiz y de reiterar los argumentos
expuestos por el Juzgado para sustentar la absolución,
concluye que la condena se basó únicamente en “evidencia
circunstancial”, en todo caso insuficiente para demostrar la
responsabilidad penal más allá de duda razonable.

Basada en lo anterior, solicita a la Corte casar el fallo


impugnado, en orden a que recobre vigencia el de carácter
absolutorio emitido en primera instancia.

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V. LA AUDIENCIA DE SUSTENTACIÓN

Se llevó a cabo el 11 de junio de 2019.

En esa oportunidad, la defensa reiteró lo expuesto en la


demanda.

Hizo hincapié en que: (i) el Tribunal le otorgó una


excesiva credibilidad a los testigos de cargo; (ii) el taxista
Gómez Ortiz fue el único que presenció lo sucedido, pero no
compareció al juicio oral; (iii) el dictamen sobre la ingesta de
escopolamina no es concluyente, toda vez que las muestras
se tomaron nueve horas después del ingreso al hospital, por
lo que es posible que hayan sido suministrados
medicamentos que condujeran a un falso positivo; (iv) si la
universitaria pudo suministrarle la dirección al taxista,
como lo afirma su compañera Lina Godoy, no es claro que
hubiera estado inconsciente; y (iv) los tres estudiantes
estaban ebrios, tal y como lo resaltó el administrador del
bar.

El delegado de la Fiscalía, por su parte, pidió desestimar


la pretensión de la impugnante. En su opinión, con el
examen de alcoholemia practicado a la víctima y el informe
rendido por el toxicólogo Uribe Granja, aunado a lo que
expresaron los agentes captores, se demostró el estado de
inconsciencia de aquella.

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Los policiales se basaron en lo que les contó el taxista


(trae a colación el contenido de esta prueba de referencia ), razón por
la cual se trasladaron al vehículo, donde pudieron ver a la
joven, semidesnuda, inconsciente, en medio de dos
hombres. Concluye que los testimonios de los policiales
fueron bien valorados, dado que dieron cuenta de lo que
percibieron y de lo que “les contó el taxista”.

Finalmente, sostiene que las inconsistencias de los


policiales frente a la línea de tiempo y el hallazgo del
teléfono de la víctima no son suficientes para minar su
credibilidad.

En síntesis, plantea que la condena se sustenta en


prueba directa y prueba indiciaria y que, frente a esta
última, los hechos indicadores fueron debidamente
acreditados.

En el mismo sentido y, en esencia, con los mismos


argumentos, se pronunció la delegada del Ministerio
Público. Resaltó que durante el juicio oral se demostró que
la joven universitaria estaba inconsciente, pues el
administrador del bar dijo que estaba ebria y el toxicólogo
que declaró a instancias de la Fiscalía hizo alusión a la
probable ingesta de escopolamina, lo que se aviene a lo
expuesto por los policiales que realizaron la captura de los
procesados.

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Tras referirse a la desnudez de la joven cuando fue


hallada por los uniformados, así como a su estado de
inconsciencia, resaltó que durante el juicio oral “se
probaron los actos sexuales descritos por el taxista”.

Así, concluyó que existe prueba suficiente sobre la


ocurrencia de los actos sexuales, la participación de los dos
procesados y el hecho que estos últimos, dolosamente, se
aprovecharon de la indefensión de su compañera.

VI. CONSIDERACIONES

VI.1. Cuestión preliminar

Como el Tribunal emitió la primera condena en contra de


los procesados, la Sala analizará a profundidad los
fundamentos fácticos y jurídicos del fallo impugnado, en
orden a garantizar el derecho a la doble conformidad.

6.2. Delimitación del debate

El Juzgado y el Tribunal coinciden en lo siguiente: (i)


las declaraciones anteriores del taxista que transportaba a
los procesados y a la víctima son inadmisibles, porque la
Fiscalía no agotó el procedimiento de solicitud e
incorporación, sin perjuicio de lo expuesto en su momento –
cuando dicha prueba fue inadmitida- sobre la identidad de ese
testigo y los múltiples procesos penales que obran en su

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contra; y (ii) no existe “prueba directa” del abuso sexual,


por lo que la responsabilidad penal debe evaluarse sobre la
base de prueba indirecta o indiciaria. Estos aspectos no
fueron cuestionados por la impugnante.

En los fallos de primer y segundo grado se discute lo


siguiente: (i) la credibilidad de los testimonios de los
policiales que realizaron la captura; (ii) las circunstancias
bajo las cuales la víctima ingirió el licor y otras sustancias
que provocaron su inconsciencia temporal; y (iii) si los
hechos indicadores debidamente acreditados permiten
inferir más allá de duda razonable que el abuso sexual
ocurrió y que los procesados lo perpetraron.

Además, aunque el Tribunal hizo énfasis en la


imposibilidad de valorar las declaraciones anteriores al
juicio, rendidas por el conductor del taxi en el que se
transportaban los tres jóvenes, la impugnante sostiene que
las tuvo en cuenta para fundamentar la condena. Al
respecto, se advierte que en la audiencia de sustentación
del recurso de casación los representantes de la Fiscalía y el
Ministerio Público dieron por sentado implícitamente que la
declaración del conductor del taxi fue incorporada
legalmente, puesto que la incluyeron en sus alegatos con el
claro propósito de que sea considerada por la Corte.

Así, para solucionar este asunto, la Sala seguirá el


siguiente derrotero: (i) estudiará lo concerniente a la prueba
de referencia; (ii) analizará la credibilidad de los policiales

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que realizaron la captura; (iii) verificará lo atinente a la


prueba indiciaria; (iv) establecerá los errores en que
incurrió el Tribunal y su trascendencia; y (v) determinará la
solución del caso.

6.3. La prueba de referencia

No se discute que las versiones del conductor del taxi


en el que se transportaban los tres estudiantes constituyen
prueba de referencia, como quiera que se trata de: (i)
declaraciones, esto es, de relatos sobre los hechos
jurídicamente relevantes, realizados con el propósito de que
se tuvieran por ciertos por las respectivas autoridades; (ii)
rendidas por fuera del juicio oral, pues es claro que el
testigo no compareció a dicho escenario; y (iii) que
pretendieron ser presentadas por la Fiscalía como medio de
prueba de varios hechos jurídicamente relevantes (Art. 437
de la Ley 906 de 2004. CSJAP, 30 sep 2015, Rad. 46153,
entre muchas otras).

Es igualmente claro que el Juzgado y el Tribunal


decidieron que esas declaraciones son inadmisibles, en
esencia porque el fiscal no demostró una circunstancia
excepcional de admisibilidad, ni agotó el debido proceso
para su incorporación. A ello se suma lo expuesto por el
juzgador de primer grado sobre la decisión del testigo de
identificarse con datos falsos, así como la considerable

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cantidad de procesos que obran en su contra, en la mayoría


por delitos que implican mentira y engaño.

Al respecto, el Tribunal puntualizó:

Es indudable que las declaraciones de los patrulleros contienen


relatos de hechos apreciados directamente por ellos, como de
otros que escucharon del taxista, mientras el testimonio del
investigador se basa en lo que le narró el mismo conductor del
taxi durante la entrevista que le recibió. En consecuencia, los
aspectos que no les constan personalmente corresponden a
manifestaciones anteriores llevadas al juico oral a través de
dichos deponentes, razón por la cual constituyen prueba de
referencia.

Se observa, sin embargo, que para su práctica no se siguieron las


pautas legales necesarias para su validez, pues aun cuando la
Fiscalía descubrió oportunamente la entrevista rendida por el
taxista “Róbinson Ávila Tibabija”, cuyo verdadero nombre, según
se supo posteriormente, es Edwin Manuel Gómez Ortiz, es lo
cierto que ni esa exposición ni la manifestación suministrada por
éste a los patrulleros Pinzón Santos y Duarte Ruíz, constitutivas
de declaraciones anteriores al juicio oral, se solicitaron como
prueba de referencia en la audiencia preparatoria. En ese
escenario solamente se adujo que la entrevista sería utilizada
para refrescar memoria o impugnar credibilidad.

Como era de esperarse, en la referida audiencia tampoco se


solicitaron como medios de prueba para introducir al juicio oral
las referidas declaraciones anteriores, los testimonios de los
uniformados ni del investigador Ricardo Vigoya Torres. Menos
aun se demostró allí alguna de las causales excepcionales de

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admisibilidad de la prueba de referencia contempladas en el


artículo 438 de la Ley 906 de 2004. De ahí, precisamente, que la
Fiscalía en el juicio oral, ante la no comparecencia al mismo de
Edwin Manuel Gómez Ortiz intentó introducir la referida
entrevista a manera de prueba de referencia a través de Vigoya
Torres, pero el juez de conocimiento, mediante decisión del 23 de
septiembre de 2013, negó dicho testimonio, providencia
confirmada por este Tribunal mediante la suya de fecha 22 de
noviembre siguiente.

Por ahora, basta resaltar que no se advierten


irregularidades ni errores en la decisión de inadmitir las
referidas declaraciones.

Si ello es así, resulta claro que las declaraciones


anteriores del citado testigo no podían ser referidas y,
mucho menos, valoradas por los juzgadores, toda vez que la
consecuencia natural de la inadmisión ( como también sucede con
el rechazo y la exclusión ), es que las pruebas objeto de estas
decisiones no pueden ser tenidas en cuenta para resolver
sobre la responsabilidad penal ( en el mismo sentido, C-591 de
2005, entre otras).

En este contexto, adquiere especial relevancia lo


expuesto por esta Sala sobre la imposibilidad de que los
fiscales, al formular la imputación y la acusación,
entremezclen los hechos jurídicamente relevantes con los
contenidos probatorios (CSJSP3168, 8 marzo de 2017, Rad.
44599, entre otras).

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Esas prácticas inadecuadas, no solo conspiran contra


el carácter sucinto y claro de los cargos ( artículos 288 y 337 de
la ley 906 de 2004), sino que, además, pueden dar lugar a la

incorporación subrepticia de los contenidos probatorios, tal


y como sucedió en este caso.

En efecto, la Fiscalía, al acusar, se refirió


expresamente al contenido de la declaración rendida por el
taxista. A su manera, el Tribunal replicó ese yerro, toda vez
que, en el acápite de los hechos, se refirió a lo que el
conductor supuestamente les dijo a los policiales, esto es,
trajo el contenido de una declaración que había sido
inadmitida en ambas instancias. Dijo:

El 23 de noviembre de 2012, a la altura de la calle 95 con avenida


Suba de esta ciudad, en horas de la madrugada, cuando miembros de
la Policía Nacional realizaban labores de vigilancia en ese sector,
fueron abordados por el taxi (…), cuyo conductor les informó que al
interior del mismo ... (se relaciona el relato del taxista).

De esa manera, los policiales pudieron constatar que en medio de Luis


Miguel Ochoa Méndez y Édinson Rodríguez García viajaba Yovana
Tenorio Padilla, quien estaba inconsciente, con el dorso descubierto y
los pantalones hasta las rodillas. Por tanto, procedieron a la captura de
los individuos y al traslado de la víctima a un centro asistencial de
salud.

Según se verá más adelante, esta forma de proceder


parece haber incidido en la valoración de las pruebas y,
finalmente, en las conclusiones sobre la responsabilidad
penal de los procesados.

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Por ahora, basta resaltar que el delegado de la Fiscalía


y la representante del Ministerio Público, en la audiencia de
sustentación del recurso de casación, parecen dar por
sentado que esa declaración se incorporó legalmente, lo que
ilustra sobre los efectos negativos de la inclusión de los
contenidos probatorios en la premisa fáctica de la
acusación o la sentencia.

6.4. Los testimonios de los policiales que


capturaron a los procesados

Ante la inadmisión de la declaración del único testigo


presencial de lo sucedido al interior del taxi, los testimonios
de los agentes que efectuaron la captura se tornaron
determinante, en cuanto dan cuenta de los hechos
indicadores que, a juicio del Tribunal, le brindan el
principal respaldo a la conclusión sobre la procedencia de
la condena, a saber: (i) la ubicación de los procesados en el
taxi; (ii) el estado de inconsciencia de la víctima para ese
momento; y (iii) la desnudez de la joven Tenorio Padilla.

Sobre este tema, se advierte que el Juzgado se refirió a


las múltiples contradicciones en que incurrieron estos
servidores públicos. El Tribunal mencionó varias de ellas,
pero les restó importancia. La Sala advierte lo siguiente:

Es claro que los uniformados fueron permeados por la


versión del taxista, al punto que uno de ellos ( Edison Duarte),

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en la última parte el interrogatorio cruzado, aseguró haber


visto cuando los procesados tocaban los senos de la joven,
lo que, como bien lo concluyeron el Juzgado y el Tribunal,
es del todo inverosímil, toda vez que:

(i) En el informe de captura en flagrancia, y en sus


testimonios en juicio –salvo este cambio de versión de
última hora-, los policiales aseguraron que la
privación de la libertad se fundamentó en lo
expuesto por el taxista, a lo que se aunó que ellos
pudieron ver a la joven desnuda e inconsciente.

(ii) En la primera parte de su testimonio, Edison


Duarte expresó categórica y reiteradamente que no
presenció los abusos.

(iii) Su compañero –Pinzón Santos-, que se encontraba en


la misma situación, negó haber presenciado los
tocamientos.

(iv) Edison Duarte se mostró dubitativo al relatar lo


que supuestamente presenció, pues, en principio,
dijo no recordar cuál de los dos jóvenes estaba
realizando los tocamientos, para luego aseverar que
fueron ambos.

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Aunque lo anterior es suficiente para restarle credibilidad


a lo expuesto por el policial, no puede pasar inadvertido lo
siguiente:

Estos testigos aseguran que aquella madrugada


estaban en un puesto de control, hasta donde llegó
abruptamente un taxista, quien estuvo cerca de
embestirlos. Aseguran, además, que el conductor se bajó
del carro y les contó lo que allí estaba ocurriendo.
Igualmente, indicaron que los dos hombres que estaban en
el taxi tenían signos de haber ingerido licor, pero estaban
conscientes de lo que sucedía.

Aunque, bajo esas condiciones, era evidente e


inminente la intervención policial, los testigos de cargo dan
a entender que los procesados permanecieron en el vehículo
perpetuando su conducta ilícita, lo que hace más
inverosímil su relato, pues era de esperarse que los
supuestos abusadores cesaran en la ilicitud para evitar
posibles consecuencias.

En todo caso, no se trata de un asunto de poca monta,


como parece darlo a entender el Tribunal, porque el policial
Duarte quiso hacer más gravosa la situación de los
procesados, al presentarse como testigo directo de los
hechos narrados por un tercero. Y no lo es, porque genera
dudas sobre los apartes de los relatos de los policiales que
corresponden a lo que realmente pudieron observar, y lo
que expresaron a partir de lo que un tercero les manifestó.

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Lo anterior, sin perjuicio que se trata de servidores


públicos, que conocieron de estos hechos en ejercicio de sus
funciones, lo que reafirma su compromiso de relatar los
sucesos de manera fidedigna y objetiva, si es que se
pretende que la Judicatura confíe en sus testimonios para
decidir un asunto tan complejo como la responsabilidad
penal.

Cabe resaltar que este aspecto no fue considerado por


la Fiscalía y el Ministerio Público cuando pidieron
desestimar la pretensión de la impugnante.

Por las mismas razones, tampoco son irrelevantes las


contradicciones de los policiales sobre lo que sucedió con el
teléfono de la víctima. Ello, no solo por lo que concluyó el
Juzgado acerca de que debería existir suficiente claridad
sobre un aspecto tan puntual y relevante, sino además
porque alude al estado en el que se encontraba la
universitaria.

Tras indicar que la joven fue transportada al hospital


en el taxi, escoltados por una patrulla, el policial Manuel
Francisco Santos Pinzón aseguró que, según el reporte de
los otros agentes, en el trayecto la estudiante sacó el celular
de su bolsillo y “ahí fue que ubicaron el número de la
mamá”.

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Frente al mismo tema, Edison Duarte señaló que el


taxista les pasó el teléfono de la joven y, cuando el fiscal le
preguntó si el conductor “llevaba el teléfono de la
muchacha”, respondió que sí. Más adelante, dijo: “comencé
a llamar a la mamá y nadie me contestó”. Luego, aseguró
que el taxista le entregó el referido celular, pero estaba
bloqueado y, por tanto, no pudo llamar.

Estos datos deben ser armonizados con lo expuesto


por Lina Viviana Godoy Romero, quien departió durante un
tiempo con los procesados y la víctima en el bar donde
consumieron tequila. Esta testigo asegura que alrededor de
las 12:30 de la madrugada, cuando ya estaba en su casa,
recibió la llamada de otra compañera, quien le indagó por la
víctima. Ante ello, la llamó desde el teléfono de sus padres y
pudo escuchar que Jovana gritaba la dirección y luego le
pasó el auricular al taxista.

Así, surge la duda acerca de si los policiales se


refirieron a lo que realmente percibieron en lo que concierne
al uso del teléfono, o si, por el contrario, sobre este aspecto
también incluyeron en su relato apartes de lo que les relató
el taxista.

Esto, porque existen notorias diferencias en las


versiones, pues una cosa es que la universitaria haya
logrado sacar el teléfono de su bolsillo mientras era
transportaba al hospital (lo que descarta totalmente que los agentes
captores hayan accedido al auricular durante el procedimiento de

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Casación n.° 54871
LUIS MIGUEL OCHOA MÉNDEZ
EDINSON RODRÍGUEZ GARCÍA

aprehensión), y otra muy distinta que los policiales Duarte y


Pinzón hayan tenido acceso a dicho aparato
inmediatamente después de que el taxista los contactó, bajo
el entendido que el traslado al hospital estuvo a cargo de
otros uniformados, como al unísono lo afirmaron.

En la misma línea, no es lo mismo acceder a un


teléfono y realizar varias llamadas, con resultados
negativos, que la imposibilidad de utilizarlo por no contar
con la respectiva clave.

Además, lo anterior genera dudas sobre la extensión


del estado de inconsciencia de quien ahora comparece en
calidad de víctima, si se tiene en cuenta que tanto su
compañera de estudio como uno de los policiales aluden a
que pudo disponer de su teléfono. Ello, bajo el entendido
que no existe una necesaria coincidencia entre la
inconsciencia a la que aluden los policiales y la falta de
recordación expuestas por la joven y por el toxicólogo que
declaró a instancia de la Fiscalía, pues no es extraño que,
por ejemplo, una persona no recuerde todo lo que hizo
mientras estaba embriagada.

En ese contexto, las inconsistencias frente a la línea de


tiempo referida por los policiales deja de ser un hecho
aislado. En efecto, como bien se resalta en el fallo de
primera instancia, la captura fue reportada alrededor de las
4:30 de la madrugada, siendo claro que desde las 3:30 la

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Casación n.° 54871
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EDINSON RODRÍGUEZ GARCÍA

joven universitaria ya estaba en el hospital, según las


anotaciones de la historia clínica.

En síntesis:

(i) La desnudez parcial y la inconsciencia de la joven


universitaria –cuando viajaba en el taxi- tienen como
soporte determinante la versión de estos policiales.

(ii) Estos hechos indicadores son medulares en la


sustentación de la condena.

(iii) Quedó claro que uno de los policiales aseguró


haber presenciado hechos que le fueron contados
por el taxista, con el claro propósito de hacer más
gravosa la situación de los retenidos.

(iv) Los uniformados presentaron versiones


contradictorias sobre la utilización del teléfono de la
joven, en aspectos sustanciales.

(v) La línea de tiempo no fue suficientemente aclarada,


a pesar de su importancia para la solución del caso.

(vi) Existe un vacío en lo que concierne a la actitud y/o


reacción de los procesados al percatarse de que el
taxista arribó abruptamente a un retén policial y se
bajó del vehículo para contarles a los uniformados

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Casación n.° 54871
LUIS MIGUEL OCHOA MÉNDEZ
EDINSON RODRÍGUEZ GARCÍA

lo que venía sucediendo, pues se da a entender que


continuaron abrazados a la joven semidesnuda y
que incluso se dedicaron a tocar sus senos en ese
preciso momento, lo que se contrapone a la
tendencia de ocultarse que usualmente se presenta
en esta clase de ilicitudes.

Al respecto, no es de recibo lo que plantea la


impugnante sobre la existencia de una supuesta máxima de
la experiencia, según la cual, “siempre o casi siempre que se
presentan contradicciones sobre aspectos principales de un
testimonio se afecta su veracidad”. Ello, porque un
enunciado de esa naturaleza no corresponde a la
observación de fenómenos cotidianos, que permitan extraer
una regla sobre la forma como casi siempre ocurren las
cosas, lo que constituye la principal característica de las
referidas máximas. Lo mismo puede predicarse de las otras
“máximas” que invocó para sustentar su pretensión.

Sin embargo, ello no implica que ese tipo de


contradicciones deban ser desatendidas por el juzgador,
máxime cuando revelan que el testigo pudo actuar con la
intención de hacer más gravosa la situación de los
procesados, como parece haber sucedido en este caso.

6.5. La prueba indiciaria

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Casación n.° 54871
LUIS MIGUEL OCHOA MÉNDEZ
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Sobre los indicios, se tiene claro que:

(i) Los testimonios, documentos u otras pruebas


practicadas en el juicio oral no atañen
directamente al hecho jurídicamente relevante,
sino a datos a partir de los cuales estos pueden ser
inferidos.

(ii) Los datos o “hechos indicadores” deben estar


suficientemente demostrados:

(iii) Debe verificarse – y explicarse-, el paso de los


hechos indicadores al hecho indicado.

(iv) Es posible que el paso del dato conocido al


inferido se haga a través de una máxima de la
experiencia o de una regla técnico científica.

(v) Cuando esto último sucede, debe verificarse que el


enunciado general y abstracto reúne los requisitos
de las máximas de la experiencia o que la regla
técnico científica fue debidamente demostrada.

(vi) En otros casos, el paso de los datos conocidos al


desconocido no se explica de forma silogística –
como en el evento anterior-, sino a partir de
plurales hechos indicadores que, en virtud de su
convergencia y concordancia, pueden llegar a

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brindarle un respaldo suficiente a la conclusión


sobre la ocurrencia del hecho indicado.

(vii) En todo caso, debe considerarse el estándar de


conocimiento dispuesto para la condena, para
cuya verificación juega un papel trascendente el
concepto de hipótesis factuales alternativas
verdaderamente plausibles (CSP1465, 12 OCT
2016, RAD. 37175, entre otras).

En este caso, el Juzgado y el Tribunal descartaron la


relevancia probatoria de las escoriaciones halladas en la
vagina de la víctima cuando fue atendida en el hospital. No
existe ningún reparo frente a esa conclusión, toda vez que:

(i) La Fiscalía omitió ordenar un reconocimiento


médico legal orientado a establecer las
características puntuales de ese hallazgo, en orden
a establecer su relación con un posible abuso
sexual.

(ii) Incluso, esto fue resaltado por la perito presentada


por la Fiscalía, quien igualmente aludió a la
imposibilidad de emitir un dictamen por cuanto no
pudo revisar el cuerpo de la joven, al tiempo que
resaltó que el hallazgo puede tener otras causas.

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(iii) En el mismo sentido, el perito que compareció a


instancias de la defensa trajo a colación los estudios
que dan cuenta de la multiplicidad de causas que
pueden tener ese tipo de lesiones, ajenas a un
abuso sexual.

(iv) La Fiscalía, además de omitir un dictamen de esa


naturaleza, no se ocupó de indagarle a la víctima
por ese aspecto en particular, lo que, llevado a cabo
con la mesura necesaria para garantizar la
intimidad y la dignidad de la joven, pudo resultar
útil para esclarecer este punto.

(v) Ello coincide con el hecho que la Fiscalía no


presentó las prendas que vestía la estudiante esa
madrugada, a pesar de que fueron debidamente
recolectadas en el hospital, ni incluyó ese aspecto
en el interrogatorio que le practicó durante el juicio
oral.

En cuanto al estado de la joven, a pesar de que existen


algunos desacuerdos sobre la presencia de sustancias
diferentes al alcohol, que hubieran podido afectar su
consciencia, puede concluirse que ésta efectivamente se
encontraba en alto grado de vulnerabilidad, pues se
estableció que:

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(i) Varias horas después de su ingreso al hospital, en


su cuerpo fue detectada una considerable cantidad
de alcohol (145 ml), que corresponde, según los
expertos que declararon en el juicio, a una
embriaguez aguda grado II.

(ii) Es razonable lo que plantea el perito de la defensa,


en el sentido que el nivel de embriaguez era mucho
más alto antes de que la joven ingresara al hospital,
toda vez que el organismo puede metabolizar
alrededor de 15 ml por hora, y, según la historia
clínica, el ingreso ocurrió a las 3:30 am y la toma de
la muestra se llevó a cabo aproximadamente a las
tres de la tarde, lo que se aviene a lo expuesto por el
administrador del bar sobre la cantidad de licor que
consumieron los estudiantes.

(iii) La universitaria dijo no recordar nada de lo


sucedido en el taxi, pues fija su último recuerdo en
el bar y, luego, se ubica en el hospital donde fue
atendida.

(iv) Este relato es verosímil, no solo por su coherencia


interna y externa, sino además porque la testigo no
agregó nada que perjudicara a los procesados ni
suprimió los aspectos que les pueden favorecer.

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(v) Esto se aviene a lo expuesto por los agentes


captores en torno a la condición de la joven que
observaron en el taxi, sin perjuicio de los aspectos
resaltados en el acápite anterior.

La probable presencia de escopolamina, a que hizo


alusión el toxicólogo presentado por la Fiscalía, no resulta
determinante para el caso, en buena medida por las
razones expuestas en ambas instancias, entre ellas:

(i) La Fiscalía no halló mérito para concluir que los


procesados le suministraron una sustancia de esa
naturaleza a su compañera, lo que se vio reflejado
en las premisas fáctica y jurídica de la acusación.

(ii) Ello coincide con la circunstancia de que el


encuentro de los estudiantes fue casual, como lo
expuso claramente la presunta víctima, lo que
permite descartar una planeación previa.

(iii) El perito de la Fiscalía se refirió a la probable


presencia de escopolamina, pero aclaró que no se
estableció su cantidad.

(iv) El perito de la defensa trajo a colación la posibilidad


de un falso positivo, por los medicamentos que le
fueron suministrados a la joven, aunque es claro

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que este tema no fue abordado con suficiente


amplitud durante el juicio oral.

No puede perderse de vista que con los procesados


sucedió algo parecido a lo que ocurrió con la víctima, esto
es, que el examen de alcoholemia se practicó varias horas
después. Según el experto presentado por la Fiscalía,
aproximadamente a las 11:30 de la mañana se practicó
examen clínico a los dos jóvenes, el que arrojó como
resultado una embriaguez aguda. Si se tiene en cuenta que
la prueba fue practicada alrededor de siete horas después
de la aprehensión, es razonable pensar que cuando
viajaban en el taxi el grado de ebriedad era mayor.

Lo anterior coincide con lo expuesto por los demás


testigos que comparecieron al juicio oral ( la otra universitaria
que hacía parte del grupo y el administrador del bar donde estuvieron

reunidos), quienes hicieron alusión a varias botellas de

tequila y al hecho que –este último- les tuvo que


suministrar una “bomba” para tratar de mitigar los efectos
del licor.

Luego, no parece verosímil que los procesados hayan


querido poner a la víctima en indefensión y, al tiempo,
hayan optado por ponerse ellos mismos en un alto estado
de ebriedad.

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En este contexto, si se da por cierto que los policiales


pudieron observar que la joven estaba semidesnuda, en
medio de los dos procesados, tiene razón el Tribunal en
cuanto considera como “hechos indicadores” de la
ocurrencia del abuso sexual y de la participación de los
procesados, los siguientes: (i) un taxista, que se identificó
con un nombre falso, llegó esa madrugada hasta el retén
policial para alertar sobre una situación irregular; (ii) en el
interior del taxi hallaron a los procesados, quienes estaban
a lado y lado de una joven; (iii) la muchacha tenía desnudo
el torso y su pantalón había sido bajado hasta la rodilla; y
(iv) la joven estaba dormida o inconsciente.

A ello habría que agregar que los tres jóvenes estaban


ebrios, producto de la ingesta de varias botellas de tequila.

En el fallo condenatorio, el paso de los datos a la


conclusión se explicó de la siguiente manera:

Sobre la llegada del taxista hasta donde se hallaban


los policías para poner en conocimiento de ellos lo que venía
sucediendo en el automotor, el Tribunal sostuvo que,

Las reglas de la experiencia enseñan que los ciudadanos buscan a las


autoridades para que les brinden información, protección o para
ponerlas al tanto de irregularidades de las que han sido víctimas o
informar acontecimientos delictuales que han observado directamente,
como en este evento.

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Así, es coherente concluir que el taxista abordó a la autoridad policial


porque al interior se estaba perpetrando un hecho anómalo, pues no
tendría razón de ser que se acercara a ellos sin motivo alguno. Y,
efectivamente, al asomarse los patrulleros al rodante pudieron advertir
la presencia al interior del mismo de una joven inconsciente con los
senos descubiertos y el pantalón junto con la ropa interior en las
rodillas, quien se encontraba en medio de los individuos.

Es discutible que la situación planteada por el


Tribunal esté gobernada por una máxima de la experiencia,
pues no se trata, precisamente, de situaciones que puedan
observarse en la cotidianidad y que acontezcan de manera
uniforme, al punto que pueda extraerse una regla sobre la
manera como casi siempre suceden. Es claro que pueden
existir múltiples razones para que una persona se acerque a
una patrulla policial.

En todo caso, incluso si se aceptara que el


acercamiento del taxista al puesto de control ocurrió porque
algo “anómalo” estaba ocurriendo, no puede asumirse que
ello corresponde necesariamente a un delito, toda vez que,
por esa vía, terminaría introduciéndose veladamente la
prueba de referencia que fue expresamente inadmitida por
el Juzgado y el Tribunal.

Sobre el estado de la joven y la presencia de los dos


procesados en el taxi, el Tribunal planteó lo siguiente:

En consecuencia, el llamado del taxista a las autoridades y la


forma como se encontraba la víctima al interior del vehículo

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permite inferir que los actos sexuales en realidad existieron, por


lo menos los tocamientos. Ciertamente, no obra explicación
razonable para que la dama, quien como se dijo se encontraba en
incapacidad de resistir, estuviera en estado de desnudez y que
sus acompañantes Edinson Rodríguez García y Luis Miguel
Ochoa Méndez, en quienes depositó su confianza como para
departir con ellos un momento ingiriendo bebidas alcohólicas,
observaran la escena sin hacer absolutamente nada, ni siquiera
que tuvieran la intención de cubrirla. Así, entonces, fácilmente
se puede concluir1 que los procesados desnudaron a la
ofendida a la vista del conductor de servicio público para
vulnerar su libertad e integridad sexual, ejerciendo sobre ella
actos de tocamiento en sus partes íntimas.

Contrario a lo que expresa el Tribunal, de estos hechos


no se infiere “fácilmente” que los dos procesados
desnudaron a la víctima, se aprovecharon de su estado de
indefensión y procedieron a “tocar sus partes íntimas”. De
hecho, el proceso de inferencia parece estar permeado por
la versión suministrada por el conductor del taxi, pues solo
así podría afirmarse tajantemente que: (i) los dos
universitarios propiciaron el estado de desnudez de su
compañera; (ii) ambos procedieron a tocarla; y (iii) los
tocamientos se dieron en las “partes íntimas”.

Lo anterior, máxime si se tiene en cuenta que los tres


jóvenes se encontraban bajo un alto estado de embriaguez,
como bien lo resaltó el mismo Tribunal, en cuanto afirmó
que,

1
Negrillas fuera del texto original.

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Es de anotar que la previa ingesta de bebidas embriagantes aparece


demostrada en la actuación con los testimonios rendidos en el juicio
oral por la propia víctima Yovana Tenorio Padilla y por Lina Viviana
Godoy Romero y Luis Alfonso Ríos Vanegas. Las dos mujeres
coincidieron en manifestar que el 22 de noviembre de 2012, luego de
salir de clases de la universidad, se dirigieron en compañía de los aquí
procesados al bar (…) y allí, mientras veían un partido de fútbol,
consumieron una botella de tequila, tras lo cual, siendo
aproximadamente las 10:00 de la noche, la segunda de ellas optó por
irse a su casa, mientras la primera permaneció en el lugar.

Ríos Vanegas, por su parte, dijo ser el propietario y administrador del


mencionado bar y confirmó el relato de las dos jóvenes. Según declaró
también, luego de que una de ellas se marchara, las otras tres
personas pidieron dos botellas más del mismo licor y empezaron a
bailar, pero cuando observó que estaban muy tomados,
especialmente la muchacha, les ofreció una “bomba” –preparación
de soda, limón y sal- y después, entre 12:30 y 12:45 de la noche,
aproximadamente, les pidió un taxi, el cual llegó a la puerta del negocio
y lo abordaron los dos individuos y la joven 2.

Lo anterior, debe acompasarse con los resultados de


las pruebas de embriaguez, según los cuales los tres
jóvenes seguían ebrios varias horas después, lo que
confirma el consumo de una alta cantidad de licor.

Esto cambia el panorama expuesto por el Tribunal


sobre los hechos indicadores, pues el alto estado de
embriaguez de los tres compañeros de estudio es un dato
relevante. Así, la realidad a partir de la cual deben hacerse
las inferencias tiene los siguientes componentes: (i) cuatro
2
Negrillas añadidas.

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estudiantes universitarios se encontraron casualmente la


noche del 22 de noviembre de 2012 y decidieron ir a un bar
a consumir licor; (ii) tres de ellos permanecieron en el bar,
donde se embriagaron al ingerir tres botellas de tequila; (iii)
luego, abordaron un vehículo de servicio público; (iv) el
conductor del vehículo arribó a un retén policial; (v) cuando
intervinieron los policiales, la joven estaba dormida o
inconsciente y semidesnuda, en medio de los dos
procesados.

A partir de esta información, puede estructurarse la


hipótesis factual expuesta por el Tribunal, según la cual los
dos procesados: (i) desnudaron a su compañera, (ii) la
tocaron en sus “partes íntimas”, y (iii) se aprovecharon de
su estado de indefensión.

Sin embargo, esta hipótesis no encuentra un respaldo


suficiente en las pruebas practicadas en el juicio oral, en el
grado que permita afirmar que fue demostrada más allá de
duda razonable la conducta delictiva, por las siguientes
razones:

Primero, porque en ella se dan por sentadas una serie


de circunstancias que no fueron demostradas en el juicio
oral. Por ejemplo, no puede afirmarse, sin más, que fueron
los procesados quienes desnudaron a la joven, pues todos
ellos estaban ebrios en el bar y no hay evidencia de que
alguno de ellos estuviera inconsciente para el momento que
abordaron el taxi.

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La versión del administrador del bar informa lo


contrario: que los tres salieron por sus propios medios y
tomaron el vehículo. A ello se suma la ausencia de datos
que permitan establecer en qué momento la estudiante se
quedó dormida o entró en estado de inconsciencia y en qué
momento se habrían iniciado los tocamientos.

Es importante recordar que la otra universitaria que


hizo parte del grupo, aseguró que aproximadamente a las
12:30 de la noche, cuando llamó a la presunta víctima, la
escuchó diciendo su dirección al taxista, lo que, de alguna
manera, coincide con lo expuesto por uno de los policiales
en el sentido que dicha joven sacó su teléfono del bolsillo.

Incluso, si se aceptara que la joven fue desnudada


estando en estado de inconsciencia, resulta especulativo
afirmar que los dos procesados participaron al tiempo y
mancomunadamente en los hechos, porque esta conclusión
no puede razonablemente extraerse a partir de la sola
circunstancia de encontrarse la mujer en medio de ellos, y
porque dicho déficit probatorio impide descartar la hipótesis
alternativa de que solo uno de ellos hubiera participado en
la realización de la conducta.

Como no se tienen elementos de juicio para establecer


en qué momento la joven se quedó dormida, es difícil
precisar: (i) si ambos procesados tocaron libidinosamente a
su compañera de estudio, o solo lo hizo uno de ellos; (ii) si

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alguno de los dos tuvo una participación diferente, que


pueda ser subsumida en una norma penal; (iii) si los
procesados optaron por aprovecharse del estado de
indefensión de su compañera; etcétera.

La única forma de llenar estos vacíos, es apelando a la


versión rendida por el taxista por fuera del juicio oral. Pero
ello no es posible, porque esa prueba fue expresamente
inadmitida en ambas instancias, no solo por su
incorporación ilegal, sino por los múltiples factores que
permiten cuestionar su confiabilidad.

Valga aclarar que la Sala no descarta que el abuso


sexual haya ocurrido. De hecho, razonablemente puede
inferirse que la universitaria fue objeto de tocamientos
eróticos. Lo que se quiere resaltar es que esta hipótesis
coexiste con otras que, por su plausibilidad, tienen la
entidad suficiente para generar duda razonable, como
quiera que abarcan temas determinantes para el juicio de
responsabilidad penal, principalmente en lo que atañe a la
participación de ambos procesados en los hechos objeto de
juzgamiento, tal como se indicó en precedencia.

En este orden de ideas, la Sala considera atinados los


argumentos incluidos en la sentencia absolutoria proferida
por el Juzgado, y lo expuesto por el magistrado que salvó el
voto en la segunda instancia, en el sentido que existe duda
razonable sobre las circunstancias en que se habría

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realizado la conducta punible y la responsabilidad en ella


de los dos procesados.

Esto, dando por sentado, desde luego, que los


policiales que realizaron la captura percibieron
directamente la desnudez de la joven universitaria, aspecto
frente al cual no dejan de suscitarse dudas ante las
inconsistencias de sus relatos y el hecho que uno de ellos
se refirió a circunstancias que no pudo observar, lo cual
abre la posibilidad de que otros apartes de sus versiones
correspondan a lo que realmente escucharon del taxista.

No sobra advertir que si se suprime dicho hecho


indicador (que la joven estaba desnuda), los demás datos
pierden completamente su relevancia como soporte de la
hipótesis factual defendida en el fallo impugnado.

6.6. Los errores del Tribunal

La impugnante sostuvo insistentemente que el


Tribunal basó la condena en prueba de referencia ilegal, sin
embargo, no orientó la censura por la senda del error de
derecho en la modalidad de falso juicio de legalidad, como
correspondía de cara al contenido del enunciado.

Aunque es cierto que el Tribunal incurrió en la


impropiedad de incluir en el acápite de los hechos el
contenido de una prueba de referencia inadmitida,
finalmente la misma no fue considerada, por lo menos

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expresamente, como soporte de la condena. Ello explica por


qué en el fallo impugnado se hizo énfasis que la condena se
basaba exclusivamente en prueba indiciaria.

Por tanto, no se alcanzó a configurar el referido error


de derecho, lo cual no quiere decir que dicha prueba de
referencia, indebidamente citada, no haya incidido
negativamente en la valoración de las pruebas practicadas
durante el juicio oral.

La equivocación del Tribunal se presentó, en esencia,


porque: (i) a pesar de haber valorado adecuadamente las
pruebas atinentes a la embriaguez de los tres estudiantes
universitarios, no tuvo en cuenta ese aspecto al evaluar los
indicios; (ii) frente al comportamiento del taxista, trajo a
colación una falsa máxima de la experiencia, que lo condujo
a darle un valor desproporcionado a ese dato; (iii) dio por
sentado varios aspectos determinantes del debate – por
ejemplo, que no medió consentimiento y que ambos procesados contribuyeron

a la desnudez de la compañera -, sin explicar el fundamento de esa


conclusión; (iv) con el mismo déficit, aseguró que ambos
procesados tocaron las “partes íntimas” de la joven; y (v) no
tuvo en cuenta las otras hipótesis factuales plausibles, que
claramente emergían del total de los datos demostrados
durante el juicio oral.

De esa forma, incurrió en diversas modalidades de


falso raciocinio, entre ellas: (i) la falacia de petición de
principio, porque en su disertación dio por probados

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aspectos centrales del debate y, luego, los utilizó para


sustentar sus conclusiones frente a otros temas relevantes;
(ii) utilizó falsas máximas de la experiencia; y (iii) violó el
principio de razón suficiente, porque asumió que los hechos
indicadores que enlistó permitían inferir, según el estándar
previsto para la condena, que los procesados cometieron el
abuso sexual por el que fueron acusados, sin sentar
mientes en que esos mismos datos les sirven de soporte a
otras hipótesis plausibles y, por tanto, generadoras de duda
razonable.

Los yerros son trascedentes, porque, de no haberse


incurrido en ellos, necesariamente se hubiera confirmado el
fallo absolutorio proferido en primera instancia, tal y como
lo concluyó el magistrado disidente.

6.7. El sentido de la decisión

Por las razones que se dejan consignadas, se casará el


fallo impugnado, en orden a que recobre vigencia la
sentencia absolutoria emitida en primera instancia. Se
ordenará la libertad inmediata de los procesados y la
cancelación de cualquier medida que afecte sus derechos en
razón de este proceso.

En mérito de lo expuesto, la Sala de Casación Penal de


la Corte Suprema de Justicia, administrando justicia en
nombre de la República y por autoridad de la ley,

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CUI 11 001 60 00017 2012 16317 03
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LUIS MIGUEL OCHOA MÉNDEZ
EDINSON RODRÍGUEZ GARCÍA

RESUELVE

Primero: CASAR el fallo dictado el 27 de noviembre de


2018 por el Tribunal Superior de Bogotá, con el fin de que
recobre vigencia la sentencia absolutoria emitida el 19 de
marzo de 2015 por el Juzgado Veinticuatro Penal del
Circuito de esta ciudad, a favor de LUIS MIGUEL OCHOA
MÉNDEZ y ÉDINSON RODRÍGUEZ GARCÍA.

Segundo: Ordenar la libertad inmediata de los


procesados, así como la cancelación de cualquier medida
que afecte sus derechos en razón de este proceso.

Contra esta providencia no proceden recursos.

Cópiese, notifíquese, cúmplase y devuélvase al


Despacho de origen.

FABIO OSPITIA GARZÓN


Presidente

JOSÉ FRANCISCO ACUÑA VIZCAYA

MYRIAM ÁVILA ROLDÁN

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LUIS MIGUEL OCHOA MÉNDEZ
EDINSON RODRÍGUEZ GARCÍA

FERNANDO LEÓN BOLAÑOS PALACIOS

GERSON CHAVERRA CASTRO

DIEGO EUGENIO CORREDOR BELTRÁN

LUIS ANTONIO HERNÁNDEZ BARBOSA

HUGO QUINTERO BERNATE

NUBIA YOLANDA NOVA GARCÍA


Secretaria
Secretaria

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