Está en la página 1de 8

SOLILOQUIOS

Este tipo de discurso es de utilidad ya que muchas veces al poner en voz alta lo que alguien
está sintiendo o pensando, le pude ayudar a reflexionar sobre ese tema en particular y hacer
que pueda encontrar una solución o entender mejor su pensar y sentir.

El soliloquio por lo general es en voz alta, a solas y puede verse como un dialogo interior.

Expresión en voz alta

Una de las principales características del soliloquio es que su pronunciamiento se realiza en voz
alta. Lo anterior significa que el mensaje es escuchado por la misma persona que lo emite o
por un receptor que no participa en lo expresado.

A solas

Este rasgo del soliloquio se refiere a la conversación o diálogo que un sujeto tiene con él
mismo. En este caso no se produce la retroalimentación o contestación que se da en una
comunicación habitual.

Subjetividad

El soliloquio sobresale por su contenido subjetivo, personal o individual. Lo que se expresa en


un soliloquio está íntimamente relacionado con lo que siente o piensa el emisor.

Reflexivo

El carácter reflexivo de este tipo de expresión tiene como principal objetivo conocer a
profundidad el interior del sujeto que lo está aplicando. Un soliloquio saca a relucir un
sentimiento o pensamiento de forma coherente sobre una situación determinada.

El soliloquio y el monólogo

Como ya se dijo, la Real Academia Española tiene al soliloquio y al monólogo como sinónimos,
de hecho, ambos vocablos entran en lo que se conoce como “formas monologales”. Sin
embargo, hay una serie de diferencias que es necesario acotar entre ellos.

Primeramente, se entiende por monólogo uno de los géneros del teatro, así es conocido por
todos, mientras que el soliloquio trata de un discurso que realiza un personaje determinado
dentro de una obra teatral. Eso sí, aquí la diferencia es sutil, el soliloquio es aplicado como
monólogo, pero dentro de una obra teatral que lo abriga.

Otro detalle interesante que puede destacarse de las pequeñas diferencias que hay entre el
monólogo y el soliloquio, es que cuando este último ocurre, el personaje que lo va a llevar a
cabo se aparta de un grupo. Mientras que en el monólogo (como un género de obra teatral) el
personaje está solo.
SOLILOQUIOS

Ricardo II, Acto 3, escena 2

Después de que el rey Ricardo confiscara los bienes del difunto padre de Bolingbroke, éste
regresa de su destierro y organiza una revuelta en contra del rey. La rebelión crece y se hace
de aliados que otrora fueran fieles al monarca. Al enfrentar la inminencia de su derrota, el Rey
Ricardo le habla de esta manera a los cortesanos y aliados que aún lo acompañan.

REY RICARDO:

¿Qué más da dónde? Que nadie hable ya de consuelo,

hablemos de tumbas, de gusanos y epitafios,

en este pliego de arena y con los ojos húmedos,

plasmemos nuestra pena en el seno de la tierra;

nombremos ejecutor, dictemos testamentos,

más que a nuestro sepulcro un cadáver destronado?

De Bolinbroke son ya nuestra tierra, nuestra vida

y la muerte es todo lo que ahora poseemos,

eso y el ínfimo pedazo de la tierra yerma

que sirve de argamasa y cubierta a nuestros huesos.

Por amor de Dios, sentémonos sobre la tierra,

relatemos tragedias de reyes fallecidos:

unos depuestos, otros caídos en batalla

o perseguidos por las almas que destronaron,

envenenados por su esposa, muertos en su lecho.

Asesinados todos, pues en la corona hueca

que ciñe las sienes mortales de un monarca

la Muerte hace su corte y el cruel bufón aguarda,

burlón ante su rango, sonriente ante su pompa;

le permite respirar, gozar algo de gala,

reinar, amedrentar y matar de una mirada;

le infunde vanidad, lo anima a ser engreído.


SOLILOQUIOS

Como si la carne que contiene nuestra vida

fuese un metal invulnerable. Y halagado así,

llega ella en la hora postrera y con un alfiler

penetra la muralla de su fuerte y ¡adiós, Rey!

Cubran ya su testa y no injurien carne y hueso

con parca reverencia. Desechen el respeto,

la tradición, la forma y el deber ceremonioso,

pues eso que han visto en mí no es más que un espejismo:

me nutro de pan, como ustedes, siento carencia,

pruebo el dolor, preciso amigos. Esclavo así,

¿cómo pueden ustedes decirme que soy rey?

***

Enrique IV, Acto 5, Escena 1

El rey Enrique IV enfrenta una revuelta organizada por un grupo de nobles liderados por
Northumberland y su hijo Percy. Falstaff, el amigo ladrón y disoluto del libertino príncipe Hal es
reclutado para luchar en contra de los rebeldes. Falstaff pide al príncipe que lo proteja en el
campo de batalla, a lo cual el joven responde que Falstaff le debe a Dios su muerte. El viejo
reacciona con esta disertación sobre el honor.

FALSTAFF:

No es hora aún. Me vería renuente a pagarle antes de Su hora. ¿Qué necesidad tengo de ser
tan arrojado con Aquel que aún no me llama? En fin, no importa, el honor me da espuela. Sí,
pero si el honor me clava la espuela cuando avance, ¿entonces qué? ¿Puede el honor sanar
una pierna? No. ¿O un brazo? No. ¿O borrar la punzada de una herida? No. ¿El honor no es
hábil cirujano entonces? No. ¿Qué es el honor? Una palabra. ¿Qué hay en esa palabra, honor?
¿Qué es ese honor? Aire. ¡Fina recompensa! ¿Quién lo posee? Aquel que murió antier. ¿Acaso
lo siente? No. ¿Lo escucha? No. ¿No puede percibirse entonces? No por los muertos. Pero, ¿no
ha de vivir con los vivos? No. ¿Por qué? A la calumnia no le es dado padecerlo. Por lo tanto, no
me apetece en lo absoluto. El honor es un mero blasón. Y así concluye mi catecismo.

***
SOLILOQUIOS

Macbeth, Acto 5, Escena 5

Tras asesinar al rey Duncan y declararse soberano de Escocia, Macbeth se encierra en su


castillo esperando el contraataque de Malcolm, el hijo de Duncan. Mientras aguarda, un
sirviente le informa de la muerte de su esposa, Lady Macbeth —quien lo había alentado a
asesinar al rey—, a lo cual responde con esta amarga sentencia.

MACBETH:

Un mañana tras un mañana tras un mañana

se arrastra así, a este paso lento de un día a otro,

hasta la última sílaba en el libro del tiempo.

Y nuestros ayeres le han alumbrado a los necios

el camino a la muerte. ¡Ahógate, breve flama!

La vida no es sino un espectro, un histrión torpe

que gasta en pavoneo y angustia su hora en escena

y jamás vuelve a ser mencionado. Es un cuento

que narra un idiota, pleno de ruido y de furia,

vacío de significado.

***

HAMLET

(1599/1601)

Acto III. Escena IV

Hamlet.- Ser o no ser: todo el problema es ése.

¿Qué es más noble al espíritu: sufrir

golpes y dardos de la airada suerte,

o tomar armas contra un mar de angustias

y darles fin a todas combatiéndolas?

Morir..., dormir; no más y con un sueño

saber que dimos fin a las congojas,


SOLILOQUIOS

y a los mil sobresaltos naturales

que componen la herencia de la carne,

consumación es ésta que con ruegos

se puede desear. Morir, dormir,

¡Dormir! ¡Tal vez soñar! ¡He ahí el obstáculo!

Porque el pensar en qué sueños podrían

llegar en ese sueño de la muerte,

cuando ya nos hayamos desprendido

de este estorbo mortal de nuestro cuerpo,

nos ha de contener. Ese respeto

larga existencia presta al infortunio.

pero ¿quién soportará los azotes,

los escarnios del mundo, la injusticia

del opresor, la afrenta del soberbio,

del amor desairado las angustias,

las duras dilaciones de las leyes,

la insolencia del cargo y los desprecios

que el pacienzudo mérito recibe

del hombre indigno, cuando por sí solo

podría procurarse su descanso

con un simple estilete? ¿Quién querría,

llevar cargas, gemir y trasudar

bajo una vida por demás tediosa,

sin el temor de algo tras la muerte

(esa ignota región cuyos confines

no vuelve a traspasar viajero alguno)

que nuestra voluntad deja perpleja

y antes nos hace soportar los males

Departamento Virtual de Lengua Castellana y Literatura

www.departamentovirtual.com
SOLILOQUIOS

que ya tenemos, que volar a otros

que nos son, en verdad, desconocidos?

Así, de todos hace la conciencia

unos cobardes, y el matiz primero

de la resolución, así desmaya

bajo el pálido tinte de la idea;

y las empresas de vigor y empeño,

por esta sola consideración

tuercen el curso inopinadamente

y dejan de tener nombre de acción.

JULIO CÉSAR

(1599)

Acto III. Escena II

Antonio.- Amigos, romanos, compatriotas, escuchadme: he venido a enterrar a

César, no a ensalzarlo. El mal que hacen los hombres les sobrevive; el bien suele quedar

sepultado con sus huesos. Que así ocurra con César.

Bruto os ha dicho que César era ambicioso: si lo fue, era la suya una falta grave,

y gravemente la ha pagado. Por la benevolencia de Bruto y de los demás, pues Bruto es

un hombre de honor, como lo son todos, he venido a hablar en el funeral de César. Fue

mi amigo, fiel y justo conmigo; pero Bruto dice que era ambicioso. Bruto es un hombre

honorable. Trajo a Roma muchos prisioneros de guerra, cuyos rescates llenaron el

tesoro público. ¿Puede verse en esto la ambición de César? Cuando el pobre lloró, César

lo consoló. La ambición suele estar hecha de una aleación más dura. Pero Bruto dice

que era ambicioso y Bruto es un hombre de honor.

Todos visteis que, en las Lupercales, le ofrecí tres veces una corona real, y tres

veces la rechazó. ¿Eso era ambición? Pero Bruto dice que era ambicioso y es indudable

que Bruto es un hombre de honor.

No hablo para desmentir lo que Bruto dijo, sino que estoy aquí para decir lo que

sé. Todos le amasteis alguna vez, y no sin razón. ¿Qué razón, entonces, os impide ahora

hacerle el duelo? ¡Ay, raciocinio te has refugiado entre las bestias, y los hombres han

perdido la razón!... Perdonadme. Mi corazón está ahí, en esos despojos fúnebres, con
SOLILOQUIOS

César, y he de detenerme hasta que vuelva en mí...

EL MERCADER DE VENECIA (1600) Acto III. Escena I Shylock.- Él me había avergonzado y


perjudicado en medio millón, se rió de mis pérdidas y burlado de mis ganancias. Despreció a
mi nación, desbarató mis negocios, enfrío a mis amigos y calentó a mis enemigos; ¿y cuál es su
motivo?: “Soy un judío”. ¿Es que un judío no tiene ojos? ¿Es que un judío no tiene manos,
órganos, proporciones, sentidos, afectos, pasiones? ¿Es que no se alimenta de la misma
comida, herido por las mismas armas, sujeto a las mismas enfermedades, curado por los
mismos medios, calentado y enfriado por el mismo verano y por el mismo invierno que un
cristiano? Si nos pincháis, ¿no sangramos? Si nos hacéis cosquillas, ¿no nos reímos? Si nos
envenenáis, ¿no nos morimos? Y si nos ultrajáis, ¿no nos vengaremos? Si nos parecemos en
todo lo demás, nos pareceremos también en eso. Si un judío insulta a un cristiano, ¿cuál será la
humildad de éste? La venganza. Si un cristiano ultraja a un judío, ¿qué nombre deberá llevar la
paciencia del judío, si quiere seguir el ejemplo del cristiano? Pues venganza. La villanía que me
enseñáis la pondré en práctica, y malo será que yo no sobrepase la instrucción que me habéis
dado.

Ser o no ser, he aquí la cuestión. ¿Que es más elevado para el espíritu, sufrir los golpes y dardos de
la insultante fortuna o tomar armas contra el piélago de calamidades y, haciéndoles frente, acabar
con ellas? Morir..., dormir; no más ¡Y pensar que con un sueño damos fin al pesar del corazón y al
los mil naturales
conflictos que constituyen la herencia de la carne! ¡He aquí un término devotamente apetecible!
¡Morir... dormir, tal vez soñar! ¡Si, ahí está el obstáculo! Pues es forzoso que nos detenga el
considerar qué sueños pueden sobrevivir en ese sueño de la muerte, cuando nos hayamos liberado
del torbellino de la vida.

¡Esta es la reflexión que da tan larga vida al infortunio! Pues ¿Quién soportaría: los ultrajes y
desdenes del mundo, los agravios del opresor, las afrentas del soberbio, los tormentos del amor
desairado, la tardanza de la ley, las insolencias del poder y los desdenes que el paciente mérito
recibe del hombre indigno, Cuando uno mismo podría procurar su reposo con un simple estilete?

¿Quién querría llevar tales cargas, Gemir y sudar bajo el peso de una vida afanosa, Sino fuera por:
Temor a algo tras la muerte, la ignorada región de cuyos confines ningún viajero retorna,
Temor que desconcierta nuestra voluntad y nos hace soportar los males que nos afligen antes de
lanzarnos a otros que desconocemos? Así la conciencia nos vuelve cobardes a todos y así el
primitivo matiz de la resolución desmaya con el pálido tinte del pensamiento, y las empresas de
gran aliento o importancia, por esa consideración, tuercen su curso y pierden el nombre de acción.
Pero... ¡la hermosa Ofelia! Graciosa niña, espero que mis defectos no serán olvidados en tus
oraciones.

Ejemplo de soliloquio:

Este camión va muy lento si no se apresura seguramente llegaré tarde a clase y el profesor no
me va a dejar entrar. Lo malo es que no es la primera falta y si sigo así voy a reprobar por
inasistencias, que ni siquiera son mi culpa.
SOLILOQUIOS

Me levanté muy temprano y salí con buen tiempo, pero ahora este chofer quiere ir esperando
a todos a los que se les hace tarde para llevarlos y no tiene atención por los que sí nos
levantamos temprano.

Ahora tengo que pensar qué excusa le doy a profesor para que me deje entrar, yo creo que
ando llegando como a las 8:15, si el chofer no se atrasa más, así que no será muy tarde pero ya
el pretexto del camión no puedo decirlo, ya que lo usé la semana pasada que sí me levanté
tarde.

Tiene que ser un pretexto convincente.  ¿Qué estoy enfermo del estómago? No, no me la va a
creer tampoco. ¿Que mi papá me entretuvo con unas cosas que quería que le ayudara? Podría
ser, eso o algo por el estilo. Bueno, parece que ya va más rápido el camión y sí voy a llegar a
tiempo.

También podría gustarte