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Una orden que causa especial preocupación instruye a los soldados que no “exijan
perfección” al momento de ejecutar ataques letales, incluso si tienen preguntas
significativas sobre los objetivos que están atacando. Algunos militares dicen que esa
orden implica que reduzcan sus normas para proteger a civiles inocentes de ser
asesinados, y que ya ha ocasionado muertes sospechosas o innecesarias.
EXPLORA NYTIMES.COM/ES
Pero esas tácticas causaron la indignación nacional cuando se supo que los soldados,
con el objetivo de cumplir sus cuotas, cometieron asesinatos generalizados y
desapariciones de civiles.
Ahora, otra encarnación de esa política está siendo impulsada por el nuevo gobierno
contra los grupos criminales, guerrilleros y paramilitares del país, según las órdenes
revisadas por The New York Times y tres oficiales de alto rango que hablaron sobre
esas medidas.
Las nuevas órdenes han generado incomodidad entre los militares. El ejército de
Colombia sigue siendo investigado por la serie de asesinatos ilegales ocurridos a
mediados de la década de 2000, conocidos como “falsos positivos”.
Los soldados mataban a campesinos y afirmaban que eran guerrilleros, a veces incluso
vistiéndolos con uniforme y plantando armas cerca de sus cuerpos. Las tácticas
surgieron de los superiores que exigían un mayor número de cuerpos, de acuerdo con
los fiscales.
En largas entrevistas, dos oficiales dijeron que los soldados colombianos vuelven a estar
bajo una intensa presión y que este año ha comenzado a surgir un patrón de asesinatos
sospechosos y encubrimientos.
En una reunión relatada por uno de los oficiales, un general ordenó a los comandantes
“hacer lo que sea” para mejorar sus resultados, incluso si eso significaba “aliarse” con
grupos criminales armados para obtener información sobre objetivos, una estrategia de
dividir y conquistar.
Más allá de eso, dijeron los oficiales, a los soldados que aumentan sus muertes en
combate se les ofrecen incentivos como vacaciones extra, un patrón que —temen— es
notablemente similar al de los asesinatos ilegales ocurridos a mediados de la década de
los 2000.
“Hemos regresado a lo que estábamos haciendo antes”, dijo uno de los oficiales,
quienes hablaron con la condición de mantener su anonimato por temor a las represalias
de sus superiores.
“La amenaza criminal se incrementó”, dijo. “Si seguimos al ritmo que veníamos
anteriormente no vamos a cumplir los objetivos”.
Aun así, el general cuestionó cómo los oficiales han interpretado sus instrucciones.
“La orden que hay es de ser operacionalmente efectivos”, dijo. “Unos me dijeron
superar el 10 por ciento. Listo, usted quiere superar el 10. Otros dijeron: ‘Yo quiero
hacer el 50 por ciento más de las afectaciones, pero nunca de muertos’. Otros: ‘Yo
quiero hacer el 100 por ciento’. Hay unos que la han cumplido, otros que no la han
cumplido”.
También reconoció que las órdenes instruyen a los comandantes para que realicen
operaciones cuando todavía no están seguros de sus objetivos.
“El respeto absoluto a los derechos humanos es lo más importante”, dijo. “Todo lo que
hagamos tiene que estar en el marco de la ley”.
Pero la orden misma dice: “Hay que lanzar operaciones con un 60-70 por ciento de
credibilidad y exactitud”, lo que deja suficiente margen de error como para que esa
política ya haya ocasionado asesinatos cuestionables, dijeron dos oficiales.
Las nuevas órdenes indican un aumento en las campañas militares contra la guerrilla y
los grupos paramilitares en Colombia, un país que hace apenas dos años logró firmar un
acuerdo de paz con el mayor grupo guerrillero de la nación, las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia.
Colombia también está bajo la presión del gobierno de Donald Trump para mostrar
resultados en la lucha contra el narcotráfico, una estrategia que ha tenido pocos
progresos a pesar de los 10.000 millones de dólares de ayuda estadounidense que recibe
el gobierno colombiano.
Martínez dice que no participó en ninguno de los homicidios y que no está siendo
investigado por la Fiscalía General de la Nación.
Dos de los oficiales que hablaron con el Times dijeron que estaban activos durante la
época de los asesinatos y fueron ascendidos de rango en períodos subsiguientes.
También dijeron que hubo un cambio importante cuando el general Martínez convocó a
una reunión de sus principales oficiales en enero, un mes después de asumir el mando.
La reunión incluyó a los cincuenta principales generales y coroneles del país, quienes se
reunieron en un hangar en las montañas afuera de Bogotá. Muchos estaban ansiosos por
saber si habría cambios con el nuevo liderazgo.
El formulario les pedía a los comandantes que enumeraran en una columna la “suma
aritmética de presentaciones voluntarias, capturas y muertes en desarrollo de
operaciones militares” de varios grupos armados durante el año anterior, y luego debían
establecer una meta para el año siguiente.
Poco después, recibieron la misma orden del general Martínez por escrito.
“La meta es doblar los resultados operacionales en todos los niveles del mando”, dicen
las órdenes, que tienen su firma.
La sugerencia de trabajar con un grupo armado para derrotar a otro creó un silencio
entre los asistentes de la reunión, dijo uno de los oficiales.
Pero las instrucciones sobre el umbral requerido para ordenar ataques letales fueron el
mayor cambio respecto de la política anterior, dijeron los oficiales.
Uno de los oficiales citó un asesinato que un informe del ejército simplemente calificó
como la muerte de un miembro del grupo paramilitar Clan del Golfo, el 25 de febrero.
En el documento se decía que tres miembros del grupo habían luchado contra un
pelotón del ejército, y que el combate terminó en una muerte y dos arrestos. Una pistola
y un revólver fueron encontrados con los hombres.
El informe fue proporcionado al Times por un oficial que cree que es poco probable que
tres delincuentes con armas ligeras se enfrentaran a un pelotón de 41 hombres.
Quizás el asesinato más controversial desde que el general Martínez tomó el mando
sucedió alrededor del 22 de abril, cuando el cuerpo de Dimar Torres, un excombatiente
que había dejado las armas bajo el acuerdo de paz, fue encontrado en las afueras de un
pueblo cerca de la frontera con Venezuela.
Un video tomado con un teléfono celular por los vecinos muestra el cuerpo de Torres
con un disparo en la cabeza. Se puede escuchar a los campesinos gritando contra el
ejército, acusando a los militares de actuar en nombre de grupos paramilitares.
Los militares hicieron una copia de una presentación de febrero que llevaba el título
Días sin combate. En ella se enumeraban las brigadas y fuerzas operativas y se contaba
el tiempo que habían pasado sin tener enfrentamientos. Según los oficiales, las
instrucciones eran claras: aumentar las muertes, capturas y rendiciones.