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el cambio climático
Los recientes ganadores del Nobel de Economía son dos
ejemplos de cómo esa ciencia es parte de la solución y no
del problema.
Por Tim Harford
Nordhaus y Romer recibieron sus premios por sus aportes para lograr responder
esta pregunta. Nordhaus analizó la interacción entre el cambio climático y la
economía; Romer desarrolló una forma elegante de modelar la innovación como
una parte intrínseca del proceso de crecimiento, en lugar de un milagro caído del
cielo. Estos son logros intelectuales impresionantes, pero mi fascinación por
ambos hombres se debe a algunos de sus trabajos más informales.
El costo ambiental pagado por esa luz también ha disminuido. Desde principios
de la década de 1960, las emisiones de dióxido de carbono por persona en el
Reino Unido casi se han reducido a la mitad, pero la producción económica del
país se ha triplicado en términos reales. Esto se debe en parte al traslado de la
producción al extranjero, pero la mayor parte se debe a que produce más valor
con menos recursos físicos y mucho menos carbón.
Ideas verdes
Si bien el trabajo de Romer hace suposiciones particulares sobre quién paga por
las nuevas ideas y quién se beneficia cuando se producen, su trabajo informal de
redacción y política destaca que estas cosas no pueden darse por sentadas.
Debemos constantemente buscar mejores formas de hacer las cosas; Romer lo
hizo él mismo con una exitosa incursión en el aprendizaje digital y más tarde con
su audaz y controvertido impulso a favor de las “ciudades chárter”, en las que un
país con instituciones débiles podría externalizar la gobernanza de una ciudad a
Canadá o Noruega.
Todavía hay razones para creer que el progreso material es consistente con la
supervivencia del ecosistema. El ingenio humano es asombroso. Sería bueno si
los políticos realmente lo dirigieran hacia las energías bajas en carbono.