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Cruzadas

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Para otros usos de este término, véase cruzado.
«Cruzada» redirige aquí. Para otras acepciones, véase Cruzada
(desambiguación).

Cruzadas

Representación del asedio de Antioquía durante la primera


cruzada en una miniatura medieval (Jean Colombe).

Fecha 1096-1291

Lugar Tierra Santa

Resultado Primera: Victoria cristiana


Segunda: Victoria musulmana
Tercera: Victoria musulmana
Cuarta: Victoria cristiana y Creación del Imperio
Latino
Quinta: Victoria musulmana
Sexta: Victoria cristiana
Séptima: Victoria musulmana
Octava: Statu quo ante bellum
Novena: Victoria musulmana.
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Cruzadas

 Reconquista

 Primera

 Popular

 1101

 Noruega

 Baleares

 Venda

 Segunda

 Tercera

 1197

 Cuarta

 Albigense

 De los Niños

 Quinta

 Sexta

 Séptima

 Octava

 Novena

 Aragonesa

Las Cruzadas fueron una serie de guerras religiosas impulsadas por la Iglesia
católica en Plena Edad Media. Dichas campañas militares tenían como objetivo
declarado recuperar para la Cristiandad la región de Oriente Próximo conocida
como Tierra Santa, la cual se encontraba bajo el dominio del islam desde
el siglo VII. En muchos casos, estas cruzadas fueron causa de persecuciones
contra judíos, cristianos ortodoxos griegos y rusos. Los participantes de las
cruzadas, conocidos como cruzados, tomaban votos religiosos de manera
temporal y se les concedía indulgencia por sus pecados.
Las cruzadas del Mediterráneo Oriental, las primeras a las que se les aplicó este
nombre, fueron llevadas a cabo por señores feudales y soberanos de Europa
Occidental, sobre todo los de la Francia de los Capetos y el Sacro Imperio
Romano, pero también de Inglaterra y Sicilia, a pedido del Papado y, en principio,
del Imperio Romano Oriental (bizantino). Tuvieron lugar durante un período de
casi dos siglos, entre 1096 y 1291, llevaron al establecimiento efímero de un Reino
cristiano en Jerusalén y la conquista temporal de Constantinopla.
Otras guerras con sanción religiosa en España y Europa Oriental, algunas de las
cuales culminaron en el siglo XV, recibieron la calificación de cruzadas por parte de
la Iglesia. Entre estas se encuentra la lucha de cristianos contra los
gobernantes musulmanes de territorios españoles; la cristianización forzada de los
pueblos paganos eslavos y bálticos (prusianos y lituanos sobre todo);
la persecución contra cataristas en el sur de Francia y, en algún caso, contra el
Imperio bizantino o los otomanos.

Índice

 1Sobre los motivos


 2Sobre el término
 3Antecedentes
 4Consecuencias
o 4.1Religiosas
o 4.2Sociales
o 4.3Económicas
o 4.4Culturales
 5Las nueve cruzadas
 6Primera cruzada
o 6.1El paso de los cruzados por el Reino de Hungría
o 6.2La cruzada de los Príncipes
 7Cruzada veneciana
o 7.1Preparación
 8Segunda cruzada
 9Tercera cruzada
 10Cuarta cruzada
 11Las cruzadas menores
o 11.1Quinta cruzada
o 11.2Sexta cruzada
o 11.3Séptima cruzada
o 11.4Octava cruzada
o 11.5Novena cruzada
 12Guerras con la calificación de cruzada en territorio europeo
o 12.1Las cruzadas bálticas
o 12.2Cruzada contra los albigenses
o 12.3Cruzada aragonesa
o 12.4Cruzadas en la Reconquista ibérica
o 12.5La cruzada de Segismundo de Hungría
o 12.6Cruzada de Juan Hunyadi, regente de Hungría
 13Véase también
 14Referencias
 15Bibliografía
 16Enlaces externos

Sobre los motivos[editar]

Caballeros franceses de la quinta cruzada llegan al fuerte de Damieta (actual Egipto) en 1249.

Las cruzadas fueron emprendidas para liberar los «Lugares Santos», es decir, las
regiones donde vivió Jesucristo, de la dominación musulmana. Sus orígenes se
remontan a 1095, cuando el emperador bizantino Alejo I solicitó protección para
los cristianos de oriente al papa Urbano II, quien en el concilio de Clermont inició
la predicación de la cruzada. Al terminar su alocución con la frase
del Evangelio «renuncia a ti mismo, toma tu cruz, y sígueme» (Mateo 16:24), la
multitud, entusiasmada, manifestó ruidosamente su aprobación con el grito Deus
lo vult, o Dios lo quiere.12
Posiblemente, las motivaciones de quienes participaban en ellas fueron muy
diversas, aunque en muchos casos se puede suponer un verdadero fervor
religioso. Se arguye, por ejemplo, que fueron motivadas por los intereses
expansionistas de la nobleza feudal, el control del comercio con Asia y el afán
hegemónico del papado sobre las monarquías y las iglesias de Oriente, aunque se
declararan con principio y objeto de recuperar Tierra Santa para los peregrinos, de
los cuales los turcos selyúcidas y zanguíes, una vez
conquistada Jerusalén en 1076, abusaban sin piedad, a diferencia de la época de
los Califas fatimíes (909-1171) cuya regla fue la libertad de pensamiento y la razón
extendida a las personas, que podían creer en lo que quisieran, siempre que no
infrinjan los derechos de otros.

Sobre el término[editar]
El origen de la palabra y del porqué se denominó así se atribuye a la cruz de tela
usada como insignia en la ropa exterior de los que tomaron parte de esta empresa
de reconquista de Tierra Santa.3
Escritores medievales utilizan los términos crux (pro cruce transmarina, Estatuto
de 1284, citado por Du Cange,
s.v. crux), croisement (Joinville), croiserie (Monstrelet), etc. Desde la Edad Media,
el significado de la palabra cruzada se extendió para incluir a todas las guerras
emprendidas en cumplimiento de un voto y dirigidas contra infieles, p. ej. contra
musulmanes, paganos, herejes, o aquellos bajo edicto de excomunión.4
Las guerras que desde el s. VIII d. C. mantuvieron los reinos cristianos del norte de
la península ibérica contra el musulmán Califato de Córdoba, y que la
historiografía conoce como Reconquista, continuaron de forma igualmente
discontinua desde el siglo XI contra los reinos de taifas, los almorávides y
los almohades. En algunas ocasiones, el papa les otorgó la calificación de
«cruzada», como sucedió con la batalla de Las Navas de Tolosa (1212) o con el
episodio final de la Reconquista, la guerra de Granada (1482-1492). En el norte de
Europa se organizaron cruzadas contra los prusianos y lituanos. El exterminio de
la herejía albigense se debió a una cruzada y, en el siglo XIII, los papas predicaron
cruzadas contra Juan Sin Tierra y Federico II Hohenstaufen.
Pero la literatura moderna ha abusado de la palabra aplicándola a todas las
guerras de carácter religioso, como, por ejemplo, la expedición de Heraclio contra
los persas en el s. VII d. C. y la conquista de Sajonia por Carlomagno. Nuevamente
resonó dicho término durante la primera mitad del siglo XX, utilizado por
las potencias del Eje o de su círculo de influencia: la guerra civil española o
la invasión alemana de la URSS, recibieron tal calificativo por parte de la
propaganda oficial.
Sin embargo, utilizada con un criterio estricto, la idea de la cruzada corresponde a
una concepción política que se dio solo en la cristiandad desde el siglo XI al XV.
Suponía una unión de todos los pueblos y soberanos bajo la dirección de los
papas. Todas las cruzadas se anunciaron mediante la predicación. Después de
pronunciar un voto solemne, cada guerrero recibía una cruz de las manos del
papa o de su legado, y era desde ese momento considerado como un soldado de
la Iglesia. A los cruzados también se les concedían indulgencias y privilegios
temporales, tales como la exención de la jurisdicción civil o la inviolabilidad de las
personas y propiedades. De todas esas guerras emprendidas en nombre de la
cristiandad, las más importantes fueron las cruzadas orientales, que son las
tratadas en este artículo.

Antecedentes[editar]

Europa y el Mediterráneo en la época de la primera cruzada.


La dinastía selyúcida en su período de mayor extensión.

Para poder comprender qué razones tenían los dirigentes de Europa y del Oriente
Próximo para tomar semejantes decisiones, debemos remontarnos a los años
inmediatamente anteriores al comienzo del fenómeno cruzado y conocer al
antecedente de las cruzadas.4
En torno al año 1000, Constantinopla se erigía como la ciudad más próspera y
poderosa del «mundo conocido» en Occidente. Situada en una posición fácilmente
defendible, en medio de las principales rutas comerciales, y con un gobierno
centralizado y absoluto en la persona del Emperador, además de un ejército capaz
y profesional, hacían de la ciudad y los territorios gobernados por esta (el Imperio
bizantino) una nación sin par en todo el orbe. Gracias a las acciones emprendidas
por el emperador Basilio II Bulgaroktonos, los enemigos más cercanos a sus
fronteras habían sido humillados y anulados en su totalidad.
Sin embargo, tras la muerte de Basilio, monarcas menos competentes ocuparon el
trono bizantino, al tiempo que en el horizonte surgía una nueva amenaza
proveniente de Asia Central. Eran los turcos, tribus nómadas que, en el transcurso
de esos años, se habían convertido al islam. Una de esas tribus, los turcos
selyúcidas (llamadas así por su mítico líder Selyuq), se lanzó contra el Imperio de
Constantinopla. En la batalla de Manzikert, en el año 1071, el grueso del ejército
imperial fue arrasado por las tropas turcas, y uno de los coemperadores fue
capturado. A raíz de esta debacle, los bizantinos debieron ceder la mayor parte
de Asia Menor (hoy el núcleo de la nación turca) a los selyúcidas. Ahora había
fuerzas musulmanas apostadas a escasos kilómetros de la misma Constantinopla.
Por otra parte, los turcos también habían avanzado en dirección sur,
hacia Siria y Palestina. Una tras otra las ciudades del Mediterráneo Oriental
cayeron en sus manos, y en 1070, un año antes de Manzikert, entraron en la
Ciudad Santa, Jerusalén.
Estos dos hechos conmocionaron tanto a Europa Occidental como a la Oriental.
Ambos empezaron a temer que los turcos fueran a dominar lentamente al mundo
cristiano, haciendo desaparecer su religión. Además, empezaron a llegar
numerosos rumores acerca de torturas y otros horrores cometidos
contra peregrinos en Jerusalén por las autoridades turcas.
La primera cruzada no supuso el primer caso de Guerra Santa entre cristianos y
musulmanes inspirada por el papado. Ya el papa Alejandro II había predicado la
guerra contra el infiel musulmán en dos ocasiones. La primera fue en 1061,
durante la conquista de Sicilia por los normandos, y la segunda en el marco de las
guerras de la Reconquista ibérica, en la cruzada de Barbastro de 1064. En ambos
casos el papa ofreció Indulgencia a los cristianos que participaran.5
En 1074, el papa Gregorio VII llamó a los milites Christi («soldados de Cristo»)
para que fuesen en ayuda del Imperio bizantino tras su dura derrota en la batalla
de Manzikert.6 Su llamada, si bien fue ampliamente ignorada e incluso recibió
bastante oposición, junto con el gran número de peregrinos que viajaban a Tierra
Santa durante el siglo XI y a los que la conquista de Anatolia había cerrado las
rutas terrestres hacia Jerusalén, sirvieron para enfocar gran parte de la atención
de occidente en los acontecimientos de oriente.7
En 1081, subió al trono Bizantino un general capaz, Alejo Comneno, que decidió
hacer frente de manera enérgica al expansionismo turco. Pero pronto se dio
cuenta de que no podría hacer el trabajo solo, por lo que inició acercamientos con
Occidente, a pesar de que las ramas occidental y oriental de la cristiandad habían
roto relaciones en el Gran Cisma de 1054. Alejo estaba interesado en poder contar
con un ejército mercenario occidental que, unido a las fuerzas imperiales, atacaran
a los turcos en su base y los mandaran de vuelta a Asia Central. Deseaba en
particular usar soldados normandos, los cuales habían conquistado el reino
de Inglaterra en 1066 y por la misma época habían expulsado a los mismos
bizantinos del sur de Italia. Debido a estos encuentros, Alejo conocía el poder de
los normandos. Y ahora los quería como aliados.
Alejo envió emisarios a hablar directamente con el papa Urbano II, para pedirle su
intercesión en el reclutamiento de los mercenarios. El papado ya se había
mostrado capaz de intervenir en asuntos militares cuando promulgó la llamada
«Tregua de Dios», mediante la cual se prohibía el combate desde el viernes al
atardecer hasta el lunes al amanecer, lo cual disminuyó notablemente las
contiendas entre los pendencieros nobles. Ahora era otra oportunidad de
demostrar el poder del papa sobre la voluntad de Europa.

Rutas de las cruzadas.

En 1095, Urbano II convocó un concilio en la ciudad de Plasencia. Allí expuso la


propuesta del Emperador, pero el conflicto de los obispos asistentes al concilio,
incluido el papa, con el Sacro Emperador Romano Germánico, Enrique IV (quien
estaba apoyando a un antipapa), primaron sobre el estudio de la petición de
Constantinopla. Alejo tendría que esperar.

 La sociedad europea, en su devenir, había ido acumulando un considerable


potencial bélico. Por otra parte, el islam se había erigido en un peligroso y
fuerte enemigo. Ambas cosas se aunaron y dieron origen a las cruzadas,
proyectadas por la cristiandad occidental para salvar a la cristiandad oriental
de los musulmanes. El resultado, sin embargo, quedó lejos de los propósitos y,
en puridad, el movimiento cruzado, considerado históricamente, fue un fracaso
discutible (aunque más de cien años de comercio demuestren lo contrario).
 Steven Runciman lo resume así:[cita requerida] Cuando Urbano II predicó su
magno sermón en Clermont, los turcos estaban a punto de amenazar
el Bósforo. Cuando el papa Pío II predicó la última cruzada, los turcos estaban
cruzando el Danubio. Rodas, uno de los últimos frutos del movimiento, cayó en
poder de los turcos en 1523, y Chipre, arruinada por las guerras
con Egipto y Génova, y anexionada finalmente a Venecia, pasó a ellos en
1570. Todo lo que quedó para los conquistadores de Occidente fue un puñado
de islas griegas que Venecia mantuvo precariamente en su poder.
 El avance turco fue contenido por el esfuerzo conjunto de la cristiandad, y por
la acción de los Estados a quienes atañía más de cerca, Venecia y el Imperio
de los Habsburgo, con Francia, la antigua protagonista de la guerra santa,
ayudando al infiel de modo continuado.
 Hubo nueve cruzadas desde el siglo XI hasta el XIII.

Consecuencias[editar]
Religiosas[editar]
Fueron una prueba del poder de la Iglesia Latina y le permitieron tomar contacto
con las comunidades cristianas de Oriente. Sin embargo, provocaron un conflicto
con la Iglesia Ortodoxa que agravó la situación abierta por el cisma de 1054.
La conquista latina de Constantinopla provocó el resentimiento de los ortodoxos,
hasta el punto de que dos siglos y medio más tarde, ante el sitio turco de la
ciudad, pudieran decir: «es preferible el turbante del Sultán antes que la tiara del
Papa». En los reinos de Occidente, la cruzada adquirió un prestigio religioso que
perduró por largo tiempo, y su proclamación sirvió de base para las
primeras guerras religiosas de la Cristiandad, la cruzada contra los albigenses,
la Reconquista y la cruzada de Livonia. En relación con los musulmanes, las
Cruzadas marcaron el punto más bajo en las relaciones entre ambas religiones
abrahámicas; el cristianismo presentó al musulmán como un enemigo ante el cual
no cabía otra posibilidad que aniquilarlo (solamente Francisco de Asís cuestionó
esta idea) y el islam dejó de respetar a los cristianos como uno de los «pueblos del
Libro», considerándolo un enemigo natural. Por su parte, los judíos sufrieron las
mayores persecuciones hasta entonces en Europa y las cruzadas marcaron el
inicio de los primeros pogromos.
Sociales[editar]
Las cruzadas debilitaron a los señores feudales; muchos perdieron la vida o
quedaron en Oriente; otros se empobrecieron por la venta de sus tierras; además,
la prolongada ausencia les impidió vigilar sus derechos. Los reyes se incautaron
de los feudos vacantes y redujeron tenazmente los privilegios de los señores. Por
su parte, los siervos y vasallos alcanzaron su libertad a cambio de riquezas. Las
ciudades y la burguesía resultaron beneficiadas con las ganancias que
proporcionaban el aprovisionamiento, el transporte de los ejércitos y el incremento
de tráfico con Oriente. Los franceses, principales participantes de las cruzadas,
gozaron de una influencia en los países orientales que alcanzó hasta la época
contemporánea.
Económicas[editar]
Se introdujeron en Occidente nuevos cultivos y procedimientos de fabricación
tomados de los pueblos musulmanes. El comercio, sobre todo marítimo, adquirió
mayor impulso. Los puertos de Génova, Venecia, Amalfi, Marsella y Barcelona
fueron los más favorecidos.
Culturales[editar]
El arte y la ciencia árabe y bizantina mejoraron la cultura occidental; las
costumbres experimentaron sensibles cambios y el género de vida se hizo menos
rudo.89

Las nueve cruzadas[editar]


Entre 1096 y 1272, se llevaron a cabo nueve cruzadas, con distintos resultados y
duración. Incluso algunas de ellas, no son reconocidas por algunos estudiosos
como cruzadas, aquí se incluye la cronología de cada una de ellas, después un
breve resumen de cada una, y un enlace al artículo que las estudia.

Cruzada comienza termina

Primera cruzada 1095 1099

Segunda cruzada 1144 1148

Tercera cruzada 1187 1192

Cuarta cruzada 1198 1204

Quinta cruzada 1217 1222


Sexta cruzada 1228 1229

Séptima cruzada 1248 1254

Octava cruzada 1270 1270

Novena cruzada 1271 1272

Primera cruzada[editar]
Artículo principal: Primera Cruzada

Gregorio VII fue uno de los papas que más abiertamente apoyó una cruzada en la península ibérica.

Gregorio VII fue uno de los papas que más abiertamente apoyó la cruzada contra
el islam en la península ibérica10 y quien, a la vista de los éxitos conseguidos,
concibió utilizarla en Asia Menor para proteger a Bizancio de las invasiones
turcomanas.11
Su sucesor, Urbano II, fue quien la puso en práctica. El llamamiento formal tuvo
lugar en el penúltimo día del Concilio de Clermont (Francia), el martes 27 de
noviembre de 1095. En una sesión pública extraordinaria celebrada fuera de la
catedral, el papa se dirigió a la multitud de religiosos y laicos congregados para
comunicarles una noticia muy especial. Haciendo gala de sus dotes de orador,
expuso la necesidad de que los cristianos de Occidente se comprometieran a una
guerra santa contra los turcos, que estaban ejerciendo violencia sobre los reinos
cristianos de Oriente y maltratando a los peregrinos que iban a Jerusalén.
Prometió remisión de los pecados para quienes acudieran, una misión a la altura
de las exigencias de Dios y una alternativa esperanzadora para la desgraciada y
pecaminosa vida terrenal que llevaban. Deberían estar listos para partir al verano
siguiente y contarían con la guía divina. La multitud respondió apasionadamente
con gritos de Deus lo vult ('¡Dios lo quiere!') y un gran número de los presentes se
arrodillaron ante el papa solicitando su bendición para unirse a la sagrada
campaña.12 La primera cruzada (1095-1099) había comenzado.
El paso de los cruzados por el Reino de Hungría[editar]
La predicación de Urbano II puso en marcha en primer lugar a multitud de gente
humilde, dirigida por el predicador Pedro de Amiens el Ermitaño y algunos
caballeros franceses. Este grupo formó la llamada cruzada popular, cruzada de los
pobres o cruzada de Pedro el Ermitaño. De forma desorganizada se dirigieron
hacia Oriente, provocando matanzas de judíos a su paso. En marzo de 1096 los
ejércitos del rey Colomán de Hungría (sobrino del recientemente fallecido
rey Ladislao I de Hungría) repelerían a los caballeros franceses de Valter Gauthier
quienes entraron en territorio húngaro causando numerosos robos y matanzas en
las cercanías de la ciudad de Zimony. Posteriormente entraría el ejército de Pedro
de Amiens, el cual sería escoltado por las fuerzas húngaras de Colomán. Sin
embargo, luego de que los cruzados de Amiens atacasen a los soldados escoltas
y matasen a cerca de 4000 húngaros, los ejércitos del rey Colomán mantendrían
una actitud hostil contra los cruzados que atravesaban el reino hacia Bizancio.

Captura de Jerusalén durante la primera cruzada.

A pesar del caos surgido, Colomán permitió la entrada a los ejércitos cruzados de
Volkmar y Gottschalk, a quienes finalmente también tuvo que hacer frente y
derrotar cerca de Nitra y Zimony, que al igual que los otros grupos causaron
incalculables estragos y asesinatos. En el caso particular del sacerdote alemán
Gottschalk, este entró en suelo húngaro sin autorización del rey y estableció un
campamento en las cercanías del asentamiento de Táplány. Al masacrar a la
población local, Colomán, enrabietado, expulsó por la fuerza a los soldados
germánicos invasores.
Después los húngaros detendrían a las fuerzas del conde Emiko (quien ya había
asesinado en suelo alemán a unos cuatro mil judíos) cerca de la ciudad de Moson.
Colomán de inmediato prohibió la estancia en Hungría de Emiko y se vio forzado a
enfrentarse al asedio del conde germánico a la ciudad de Moson, donde se
hallaba el rey húngaro. Las fuerzas de Colomán defendieron valientemente la
ciudad y, rompiendo el sitio, lograron dispersar las fuerzas cruzadas del sitiador.
Al poco tiempo, el rey húngaro forzó a Godofredo de Bouillón a firmar un tratado
en la abadía de Pannonhalma, donde los cruzados se comprometían a pasar por
el territorio húngaro con pacífico comportamiento. Tras esto, las fuerzas
continuarían fuera del territorio húngaro escoltadas por los ejércitos de Colomán y
se dirigirían hacia Constantinopla. A su llegada a Bizancio, el Basileus se apresuró
a enviarlos al otro lado del Bósforo. Despreocupadamente se internaron en
territorio turco, donde fueron aniquilados con facilidad.
La cruzada de los Príncipes[editar]

Sitio de Jerusalén en 1099.

Mucho más organizada fue la llamada cruzada de los Príncipes (denominada


habitualmente en la historiografía como la primera cruzada) cerca de agosto de
1096, formada por una serie de contingentes armados procedentes principalmente
de Francia, Países Bajos y el reino normando de Sicilia. Estos grupos iban
dirigidos por segundones de la nobleza, como Godofredo de Bouillón, Raimundo
de Tolosa y Bohemundo de Tarento.
Durante su estancia en Constantinopla, estos jefes juraron devolver al Imperio
Bizantino aquellos territorios perdidos frente a los turcos. Desde Bizancio se
dirigieron hacia Siria atravesando el territorio selyúcida, donde consiguieron una
serie de sorprendentes victorias. Ya en Siria, pusieron sitio a Antioquía, que
conquistaron tras un asedio de siete meses. Sin embargo, no la devolvieron al
Imperio Bizantino, sino que Bohemundo la retuvo para sí creando el Principado de
Antioquía.
Con esta conquista finalizó la primera cruzada, y muchos cruzados retornaron a
sus países. El resto se quedó para consolidar la posesión de los territorios recién
conquistados. Junto al Reino de Jerusalén (dirigido inicialmente por Godofredo de
Bouillón, que tomó el título de Defensor del Santo Sepulcro) y al principado de
Antioquía, se crearon además los condados de Edesa (actual Urfa, en Turquía) y
Trípoli (en el actual Líbano).
Tras estos éxitos iniciales se produjo una oleada de nuevos combatientes que
formaron la llamada cruzada de 1101. Sin embargo, esta expedición, dividida en
tres grupos, fue derrotada por los turcos cuando intentaron atravesar Anatolia.
Este desastre apagó los espíritus cruzados durante algunos años.

Cruzada veneciana[editar]
Artículo principal: Cruzada veneciana
El asedio de Tiro (1124) por los cruzados y la flota veneciana.

La cruzada veneciana de 1122-1124 fue una expedición a Tierra Santa lanzada


por la república de Venecia que logró capturar la ciudad de Tiro. Fue una victoria
importante al comienzo de un período en que el reino de Jerusalén se expandiría
hasta su mayor extensión bajo el rey Balduino II. Los venecianos obtuvieron
valiosas concesiones comerciales en Tiro. A través de incursiones en el territorio
del Imperio bizantino, tanto en el camino a Tierra Santa como en el viaje de
regreso, los venecianos obligaron a los bizantinos a confirmar, así como a ampliar,
sus privilegios comerciales con el imperio.
Preparación[editar]
Balduino de Bourg era sobrino de Balduino I de Jerusalén y conde de
Edesa desde 1100 hasta 1118. En 1118 murió su tío y él ascendió al trono como
Balduino II de Jerusalén.13 En la batalla de Ager Sanguinis, disputada cerca
de Sarmada el 28 de junio de 1119, las fuerzas de Ilghazi, el señor
de Mardin infligieron a los francos una aplastante derrota. Ese mismo año,
Balduino recuperó parte del territorio que se había perdido como consecuencia del
descalabro, pero los francos quedaron seriamente debilitados.14 Balduino pidió
ayuda al papa Calixto II. El papa envió la solicitud a Venecia.15
Los términos de la cruzada se acordaron mediante negociaciones entre los
enviados de Balduino II y el dux de Venecia. Una vez que los venecianos
decidieron participar, el papa Calixto II les envió su estandarte papal para expresar
su aprobación. En el Primer Concilio de Letrán confirmó que los venecianos
gozaban de privilegios cruzados, incluida la remisión de sus pecados. 16 La iglesia
también extendió su protección a las familias y propiedades de los cruzados.17
En 1122, el dux de Venecia, Domenico Michiel, emprendió la cruzada marítima.18
La flota veneciana de más de ciento veinte barcos que transportaban a más de
quince mil hombres zarpó de la laguna veneciana el 8 de agosto de 1122.15 Esta
parece haber sido la primera cruzada en la que los caballeros llevaron consigo sus
caballos.19 Cercaron Corfú, entonces en poder del Imperio bizantino, con el cual
Venecia tenía una disputa sobre privilegios.18 En 1123, Balduino II fue capturado
por Balak de Mardin, emir de Alepo, y fue encarcelado en Jarput; Eustaquío de
Grenier asumió la regencia de Jerusalén.13 Los venecianos abandonaron el asedio
de Corfú cuando recibieron la noticia pusieron rumbo a Tierra Santa; llegaron a la
costa palestina en mayo de 1123.18

Segunda cruzada[editar]
Artículo principal: Segunda cruzada

Divisiones políticas de la zona en torno a 1140.

Gracias a la división de los Estados musulmanes, los Estados latinos (o francos,


como eran conocidos por los árabes), consiguieron establecerse y perdurar. Los
dos primeros reyes de Jerusalén, Balduino I y Balduino II fueron gobernantes
capaces de expandir su reino a toda la zona situada entre el Mediterráneo y el
Jordán, e incluso más allá. Rápidamente, se adaptaron al cambiante sistema de
alianzas locales y llegaron a combatir junto a estados musulmanes en contra de
enemigos que, además de musulmanes, contaban entre sus filas con guerreros
cristianos.
Sin embargo, a medida que el espíritu de cruzada iba decayendo entre los
francos, cada vez más cómodos en su nuevo estilo de vida, entre los musulmanes
iba creciendo el espíritu de yihad o guerra santa agitado por los predicadores
contra sus impíos gobernantes, capaces de tolerar la presencia cristiana en
Jerusalén e incluso de aliarse con sus reyes. Este sentimiento fue explotado por
una serie de caudillos que consiguieron unificar los distintos estados musulmanes
y lanzarse a la conquista de los reinos cristianos.
El primero de estos fue Zengi, gobernador de Mosul y de Alepo, que en 1144
conquistó Edesa, liquidando el primero de los Estados francos. Como respuesta a
esta conquista, que puso de manifiesto la debilidad de los Estados cruzados, el
papa Eugenio III, a través de Bernardo, abad de Claraval (famoso predicador,
autor de la regla de los templarios) predicó en diciembre de 1145 la segunda
cruzada.
A diferencia de la primera, en esta participaron reyes de la cristiandad,
encabezados por Luis VII de Francia (acompañado de su esposa, Leonor de
Aquitania) y por el emperador germánico Conrado III. Los desacuerdos entre
franceses y alemanes, así como con los bizantinos, fueron constantes en toda la
expedición. Cuando ambos reyes llegaron a Tierra Santa (por separado)
decidieron que Edesa era un objetivo poco importante y marcharon hacia
Jerusalén. Desde allí, para desesperación del rey Balduino III, en lugar de
enfrentarse a Nur al-Din (hijo y sucesor de Zengi), eligieron atacar Damasco,
estado independiente y aliado del rey de Jerusalén.
La expedición fue un fracaso, ya que tras solo una semana de asedio infructuoso,
los ejércitos cruzados se retiraron y volvieron a sus países. Con este ataque inútil
consiguieron que Damasco cayera en manos de Nur al-Din, que progresivamente
iba cercando los Estados francos. Más tarde, el ataque de Balduino III a Egipto iba
a provocar la intervención de Nur al-Din en la frontera meridional del reino de
Jerusalén, preparando el camino para el fin del reino y la convocatoria de la
tercera cruzada.

Tercera cruzada[editar]
Artículo principal: Tercera cruzada
Las intromisiones del Reino de Jerusalén en el decadente califato fatimí de Egipto
llevaron al sultán Nur al-Din a mandar a su lugarteniente Saladino a hacerse cargo
de la situación. No hizo falta mucho tiempo para que Saladino se convirtiera en el
amo de Egipto, aunque hasta la muerte de Nur al-Din en 1174 respetó la
soberanía de este. Pero tras su muerte, Saladino se proclamó sultán de Egipto (a
pesar de que había un heredero al trono de Nur al-Din, su hijo de solo doce años
que murió envenenado) y de Siria, dando comienzo la dinastía ayyubí. Saladino
era un hombre sabio que logró la unión de las facciones musulmanas, así como el
control político y militar desde Egipto hasta Siria.
Como Nur al-Din, Saladino era un musulmán devoto y decidido a expulsar a los
cruzados de Tierra Santa. Balduino IV de Jerusalén quedó rodeado por un solo
Estado y se vio obligado a firmar frágiles treguas tratando de retrasar el inevitable
final.[cita requerida]
Tras la muerte del rey Balduino IV de Jerusalén, el Estado se dividió en distintas
facciones, pacifistas o belicosas, y pasó a convertirse en rey, debido al enlace
matrimonial que mantenía con la hermana del fallecido patriarca, el general en jefe
del ejército unido de Jerusalén: Guido de Lusignan. Él mismo apoyaba una política
agresiva y de no negociación con los sarracenos y abogaba por su sometimiento y
derrota en combate, cosa a la que sus detractores se oponían habida cuenta de la
inferioridad numérica que los cristianos tenían ante las tropas de Saladino. La
radicalidad religiosa y el apoyo al brazo más radical de la orden de los Templarios
en sus ataques a diversas localidades y estructuras sarracenas desembocarían en
un enfrentamiento final entre Guy de Lusignan y el propio Saladino. De hecho, se
hace culpable a Guy de Lusignan de la derrota y pérdida de Jerusalén por su
obsesión en enfrentarse al ejército de Saladino y su falta de visión para la
protección de la ciudad y de sus habitantes.
Crac de los Caballeros. Esta fortaleza, considerada inexpugnable, controlaba el paso desde el interior
de Siria a la costa de Líbano y estuvo bajo el mando de los Caballeros Hospitalarios hasta 1271.

Reinaldo de Châtillon era un bandido con título de caballero que no se


consideraba atado por las treguas firmadas. Saqueaba las caravanas e incluso
armó expediciones de piratas para atacar a los barcos de peregrinos que iban a La
Meca, ciudad muy importante para los musulmanes. El ataque definitivo fue contra
una caravana en la que iba la hermana de Saladino, que juró matarlo con sus
propias manos.
Declarada la guerra, el grueso del ejército cruzado, junto con los Templarios y
los Hospitalarios, se enfrentó a las tropas de Saladino en los Cuernos de Hattin el
4 de julio de 1187. Los ejércitos cristianos fueron derrotados, dejando el reino
indefenso y perdiendo uno de los fragmentos de la Vera Cruz.
Saladino mató con sus propias manos a Reinaldo de Châtillon. Algunos de los
caballeros Templarios y Hospitalarios capturados fueron también ejecutados.
Saladino procedió a ocupar la mayor parte del reino, salvo las plazas costeras,
abastecidas desde el mar, y en octubre del mismo año conquistó Jerusalén.
Comparada con la toma de 1099, esta fue casi incruenta, aunque sus habitantes
debieron pagar un considerable rescate y algunos fueron esclavizados. El reino de
Jerusalén había desaparecido.
La toma de Jerusalén conmocionó a Europa y el papa Gregorio VIII convocó una
nueva cruzada en 1189. En esta participaron reyes de los más importantes de la
cristiandad: Ricardo Corazón de León (hijo de Enrique II y de Leonor de
Aquitania), Felipe II Augusto de Francia y el emperador Federico I
Barbarroja (sobrino de Conrado III). Este último, al mando del grupo más
poderoso, siguió la ruta terrestre, en la que sufrió algunas bajas. Cerca de Siria,
sin embargo, el emperador murió ahogado mientras se bañaba en el río Salef (en
la actual Turquía) y su ejército ya no continuó hacia Palestina.
Barbarroja durante su estadía en el Reino de Hungría le había pedido al
príncipe Géza, hermano del rey Bela III de Hungría que se uniese a las fuerzas
cruzadas, así, un ejército de dos mil soldados húngaros partió al lado de los
germánicos. Si bien luego de los conflictos bélicos el rey húngaro habría llamado
de regreso a sus fuerzas, su hermano menor, Géza, permaneció
en Constantinopla y desposó a una noble bizantina, puesto que no tenía buenas
relaciones con Béla III.
Los ejércitos inglés y francés llegaron por la ruta marítima. Su primer (y único)
éxito fue la toma de Acre el 13 de julio de 1191, tras la cual Ricardo realizó una
matanza de varios miles de prisioneros. Esta matanza militarmente le dio oxígeno
para seguir hacia el sur a su meta final: Jerusalén, y además le valió el nombre por
el que sería reconocido en la historia, Corazón de León.
Felipe II Augusto estaba preocupado por los problemas en su país y molesto por
las rivalidades con Ricardo Corazón de León, por lo que regresó a Francia,
dejando a Ricardo al mando de la cruzada. Este llegó hasta las proximidades de
Jerusalén, pero en lugar de atacar prefirió firmar una tregua con Saladino,
temiendo que su ejército diezmado de 12 000 hombres no fuera capaz de sostener
el sitio de Jerusalén. Pensando en una próxima cruzada y en no arriesgar
militarmente una derrota que no les daría a los cristianos la posibilidad del control
posterior de la Ciudad Santa, pactaron con el mismo Saladino, quien también
estaba cansado y diezmado, la tregua que permitía el libre acceso de los
peregrinos desarmados a la Ciudad Santa.
Saladino falleció seis meses después. Ricardo murió en 1199 por una herida de
flecha en su regreso a Europa. De esta forma, se cerraba la tercera cruzada con
un nuevo fracaso para los dos bandos, dejando sin esperanzas a los Estados
francos. Era cuestión de tiempo para que desapareciera la estrecha franja litoral
que controlaban. Sin embargo, resistieron aún un siglo más.

Cuarta cruzada[editar]
Artículo principal: Cuarta cruzada

Fortalezas templarias.

Tras la tregua firmada en la tercera cruzada y la muerte de Saladino en 1193, se


sucedieron algunos años de relativa paz, en los que los Estados francos del litoral
se convirtieron en poco más que colonias comerciales italianas. En 1199, el
papa Inocencio III decidió convocar una nueva cruzada para aliviar la situación de
los Estados cruzados. Esta cuarta cruzada no debería incluir reyes e ir dirigida
contra Egipto, considerado el punto más débil de los estados musulmanes.
Al no ser ya posible la ruta terrestre, los cruzados debían tomar la ruta marítima,
por lo que se concentraron en Venecia. El dux Enrico Dandolo se coaligó con el
jefe de la expedición Bonifacio de Montferrato y con un usurpador bizantino, Alejo
IV Ángelo para cambiar el destino de la cruzada y dirigirla contra Constantinopla,
al estar los tres interesados en la deposición del basileus del momento, Alejo III
Ángelo.
Inicialmente, los cruzados fueron empleados para luchar contra los húngaros
en Zadar, por lo que fueron excomulgados por el papa. Desde allí se dirigieron
hacia Bizancio, donde consiguieron instalar a Alejo IV como basileus en 1203. Sin
embargo, el nuevo basileus no pudo cumplir las promesas hechas a los cruzados,
lo que originó toda clase de disturbios. Fue depuesto por los propios bizantinos,
que coronaron a Alejo V Ducas. Esto provocó la intervención definitiva de los
cruzados, que conquistaron la ciudad el 12 de abril de 1204. A la mañana
siguiente, fueron informados de que disponían de tres días para dedicarse al
saqueo y ejercieron su prerrogativa de forma nunca conocida hasta entonces. El
saqueo de la ciudad fue terrible. Se desvalijaron y destruyeron mansiones,
palacios, iglesias, bibliotecas y la propia basílica de Santa Sofía. Se ultrajó y
asesinó a hombres, niños y mujeres hasta tal punto que el historiador Nicetas
consideró que los sarracenos habrían sido más indulgentes.20 Europa occidental
recibió un aluvión de obras de arte y reliquias sin precedentes, producto de este
saqueo.
El Imperio bizantino fue desmembrado en una serie de Estados, algunos latinos y
otros griegos. Los cruzados establecieron el llamado Imperio latino, organizado
feudalmente y con una autoridad muy débil sobre la mayoría de los territorios que
supuestamente controlaba (y nula sobre los Estados griegos
de Nicea, Trebisonda y Epiro). El llamado Imperio de Nicea, uno de los Estados
griegos sucesores que nacieron de la conquista de Constantinopla,
conseguiría retomar la ciudad y restaurar el Imperio bizantino en julio de 1261. Sin
embargo, el daño que dejó la cruzada fue irreversible. El Imperio Romano Oriental
continuó existiendo dos siglos más, pero como una mera sombra de lo que alguna
vez fue.
La cuarta cruzada asestó un doble golpe a los Estados francos de Palestina. Por
un lado, los privó de refuerzos militares. Por otro, al crear un polo de atracción en
Constantinopla para los caballeros latinos, produjo la emigración de muchos que
estaban en Tierra Santa hacia el Imperio Latino, abandonando los Estados
francos.

Las cruzadas menores[editar]


Tras el fracaso de la cuarta, el espíritu cruzado se había apagado casi por
completo, pese al interés de algunos papas y reyes por reavivarlo. Si los Estados
francos sobrevivieron hasta 1291 fue por la intervención de los mongoles que, al
acabar con el califato abasí en 1258 y conquistar la región de Oriente Medio,
dieron un respiro a los latinos, al no ser los mongoles hostiles al cristianismo.
La convicción de que los reiterados fracasos se debían a la falta de inocencia de
los cruzados, llevó a la conclusión de que solo los puros podrían reconquistar
Jerusalén. En 1212 un predicador de 12 años organizó la llamada cruzada de los
niños, en la que miles de niños y jóvenes[cita requerida] recorrieron Francia y
embarcaron en sus puertos para ir a liberar Tierra Santa. Fueron capturados por
capitanes desaprensivos y vendidos como esclavos. Tan solo algunos
consiguieron regresar al cabo de los años.
Quinta cruzada[editar]
Artículo principal: Quinta cruzada
La quinta cruzada fue proclamada por Inocencio III en 1213 y partió en 1218 bajo
los auspicios de Honorio III, uniéndose al rey cruzado Andrés II de Hungría, quien
llevó hacia oriente el ejército más grande en toda la historia de las cruzadas.
Como la cuarta cruzada, tenía como objetivo conquistar Egipto. Tras el éxito inicial
de la conquista de Damieta en la desembocadura del Nilo, que aseguraba la
supervivencia de los Estados francos, a los cruzados les pudo la ambición e
intentaron atacar El Cairo, fracasando y debiendo abandonar incluso lo que habían
conquistado, en 1221.
Sexta cruzada[editar]
Artículo principal: Sexta cruzada
La organización de la sexta cruzada fue un tanto audaz. El papa había ordenado
al emperador Federico II Hohenstaufen que fuera a las cruzadas como penitencia.
El emperador había asentido, pero había ido demorando la partida, lo que le valió
la excomunión. Finalmente, Federico II (que tenía pretensiones propias sobre el
trono de Jerusalén) partió en 1228 sin el permiso del papa. Sorprendentemente, el
emperador consiguió recuperar Jerusalén mediante un acuerdo diplomático. Se
autoproclamó rey de Jerusalén en 1229 y también obtuvo Belén y Nazaret.
Séptima cruzada[editar]
Artículo principal: Séptima cruzada
En 1244 volvió a caer Jerusalén (esta vez de forma definitiva), lo que movió al
devoto rey Luis IX de Francia (san Luis) a organizar una nueva cruzada, la
Séptima. Como en la V, se dirigió contra Damieta, pero fue derrotado y hecho
prisionero en El Mansurá (Egipto) con todo su ejército.
Caída de Acre, en 1291.

Octava cruzada[editar]
Artículo principal: Octava cruzada
25 años después; Luis IX de Francia una vez más organizó otra cruzada, la octava
(1269), el plan era desembarcar en Túnez y moverse en tierra hasta Egipto; esto
fue propuesto por Carlos de Anjou rey de Nápoles, con la intención de reunir las
tropas en la próspera región comercial de Túnez dónde se obtendría fondos para
la invasión. Desembarcaron desconociendo que había una epidemia de disentería
en la región, Luis fue infectado y murió a los pocos días. (1270).
Novena cruzada[editar]
Artículo principal: Novena cruzada
La novena cruzada a veces es considerada como parte de la Octava. El príncipe
Eduardo de Inglaterra, después Eduardo I, se unió a la cruzada de Luis IX de
Francia contra Túnez, pero llegó al campamento francés tras la muerte del rey.
Tras pasar el invierno en Sicilia, decidió continuar con la cruzada y comandó sus
seguidores, entre 1000 y 2000, hasta Acre, a donde llegó 9 de mayo de 1271.
También le acompañaban un pequeño destacamento de Bretones y otro de
flamencos, liderados por el obispo de Lieja, que abandonaría la campaña en
invierno ante la noticia de su elección como nuevo papa, Gregorio X. Eduardo y su
ejército se limitaron a ser una guerrilla que luego de un año acabó con la firma de
una tregua el 22 de mayo de 1272 en Cesarea. No obstante, era conocida por
todos la intención de Eduardo de volver en el futuro al frente de una cruzada
mayor y más organizada, por lo cual enviaron un agente Hashshashin que apuñaló
al príncipe con una daga envenenada el 16 de junio de 1272. La herida no fue
mortal pero Eduardo estuvo enfermo varios meses, hasta que su salud le permitió
partir de vuelta a Inglaterra el 22 de septiembre de 1272.
Aunque Eduardo y algunos papas intentaron predicar nuevas cruzadas, ya no se
organizaron más y, en mayo de 1291, tras la caída de Acre, los cruzados
evacuaron sus últimas posesiones en Tiro, Sidón y Beirut. A fin de cuentas, el
único triunfo relevante de la cristiandad durante los dos siglos de más de ocho
cruzadas fue la toma de Jerusalén por Godofredo de Bouillon en la primera
cruzada en el año 1099, la cual, a pesar de las matanzas de sarracenos y judíos
(hombres, mujeres y niños), logró sostener la Ciudad Santa por muchos años, y
encontró los objetivos marcados inicialmente por los defensores de la idea de
reconquistar la tierra llamada santa para los cristianos de Europa.

Guerras con la calificación de cruzada en territorio


europeo[editar]
Las cruzadas bálticas[editar]
Artículo principal: Cruzadas bálticas
Fueron una serie de campañas emprendidas por los líderes cristianos
de Alemania, Dinamarca y Suecia, entre los siglos XII y XVI, con el objetivo principal
de subyugar y convertir a los pueblos paganos de la cuenca del Báltico y contra
otros pueblos cristianos considerados igualmente infieles. Uno de los actores
principales de dichas campañas fue la Orden Teutónica, que había sido
previamente creada en Palestina.
Las cruzadas en el Báltico responden a un movimiento social desarrollado en el
Imperio alemán a mediados del siglo XII. Este movimiento se conoce como Drang
nach Osten.

El papa Inocencio III condena a los cátaros.

Cruzada contra los albigenses[editar]


Artículo principal: Cruzada albigense
En 1209 el papa Inocencio III proclamó la cruzada albigense con el fin de eliminar
la herejía de los cátaros y erradicarlos del sur de Francia.
Cruzada aragonesa[editar]
Artículo principal: Cruzada contra la Corona de Aragón
La cruzada contra la Corona de Aragón fue declarada por el papa Martín IV contra
el rey de Aragón Pedro III el Grande, en 1284 y 1285.
Cruzadas en la Reconquista ibérica[editar]
Artículo principal: Reconquista
Dibujo de la batalla del libro de Cantigas de Alfonso X el Sabio.

Algunos momentos del período final de la Reconquista recibieron del papa la


calificación de cruzada, dada su condición de enfrentamiento de reinos cristianos
contra reinos islámicos. No obstante, la motivación de la búsqueda de tal
denominación no era tanto el interés por lograr la presencia de nobles europeos
del otro lado de los Pirineos (muy poco importante), como la de obtener algún tipo
de derechos fiscales para la monarquía (sobre los ingresos del clero o como Bula
de Cruzada). Las ocasiones principales fueron la batalla de Las Navas de
Tolosa (1212), en la que estuvieron presentes casi todos los reyes cristianos
peninsulares, y la guerra de Granada (1482-1492).
La cruzada de Segismundo de Hungría[editar]
Artículo principal: Batalla de Nicópolis
Esta cruzada es considerada la última de magnitud paneuropea que se libró contra
el Imperio otomano. En 1396, el rey Segismundo de Hungría organizó una cruzada
para asediar la ciudad de Nicópolis, por entonces bajo control turco otomano. Los
ejércitos del príncipe Mircea I de Valaquia y del duque Juan I de
Borgoña avanzaron bajo la dirección del rey Segismundo decididos a expulsar a
los otomanos de los territorios de los Balcanes.
La defensa de la ciudad resultó imposible de vencer, y la falta de máquinas de
asedio por parte de las fuerzas aliadas concluyó en una severa derrota. La victoria
turca en el asedio de Nicópolis supuso una amenaza para las naciones
centroeuropeas y consolidó el poder otomano en la frontera con el reino de
Hungría.
Cruzada de Juan Hunyadi, regente de Hungría[editar]
Artículo principal: Sitio de Belgrado
El sitio de Belgrado en 1456.

El avance turco sobre el Reino de Hungría resultaba inminente. El fracaso de los


ejércitos cruzados del rey Segismundo de Hungría en la batalla de Nicópolis de
1396 y la derrota de los ejércitos húngaros en la batalla de Varna en 1444 en la
cual murió el rey Vladislao I de Hungría le dio fortaleza al Imperio otomano. De
esta forma, continuó su marcha en dirección hacia Belgrado, ciudad serbia
fronteriza con el reino húngaro en 1456. De inmediato, el regente húngaro Juan
Hunyadi (quien tras la muerte del monarca conducía el reino mientras el príncipe
heredero Ladislao el Póstumo cumplía la mayoría de edad para ascender al trono)
respondiendo al llamado del papa Calixto III y asistido por san Juan Capistrano,
organizaron un ejército cruzado húngaro que hizo frente a los otomanos invasores.
La batalla concluyó con una total victoria para el regente húngaro y la amenaza
turca fue detenida por casi un siglo más. Ante la victoria de Belgrado de los
húngaros, el papa ordenó que las campanadas del mediodía en las iglesias de
todo el mundo sonasen en honor a tal acontecimiento.

Véase también[editar]

 Portal:Iglesia católica. Contenido relacionado con Iglesia católica.


 Batalla de Poitiers (732)
 Sitio de Antioquía (1097-1098)
 Sitio de Antioquía (1268)
 Batalla de Dorilea
 Guerras Husitas
 Batalla de Lepanto
 Las cruzadas vistas por los árabes
 Violencia religiosa
 Expansión musulmana
 Alianza franco-mongola
 Incursiones de los mongoles en Palestina

Referencias[editar]
1. ↑ Runciman, 1983, p. 113.
2. ↑ Mayer, Historia de las Cruzadas, p. 20, emplea la expresión Deus lo vult.
3. ↑ Historia de la Prehistoria a la Edad Media. Mandioca. 2013. ISBN 9789874113207.
4. ↑ Saltar a:a b «Reconquista, cruzada y órdenes militares». Consultado el 2 de junio de 2017.
5. ↑ Biografía de Alejandro II en www.artehistoria.com
6. ↑ Runciman, The First Crusade, p. 39.
7. ↑ Asbridge, Thomas. The First Crusade: A New History, the Roots of Conflict Between
Christiniaty and Islam. Oxford: Oxford University Press, 2004, pp. 15-20.
8. ↑ Georges, Duby (1987). Atlas Histórico Mundial. Madrid: Editorial Debate. p. 56, 57, 58 y 59.
9. ↑ Astolfi, José C. (1980). "Historia 1, Antigua y Medieval". Buenos Aires: Editorial Kapelusz.
p. 237, 238, 239, 240 y 241.
10. ↑ Runcinman, 1983, p. 98.
11. ↑ Runciman, 1983, p. 105.
12. ↑ Runciman, 1983, pp. 112-113.
13. ↑ Saltar a:a b Snell, 1911.
14. ↑ Smail, 1995, p. 79ff.
15. ↑ Saltar a:a b Madden, 2005, p. 44.
16. ↑ Blincoe, 2008, p. 198.
17. ↑ Blincoe, 2008, p. 199.
18. ↑ Saltar a:a b c Riley-Smith, 1986.
19. ↑ Riley-Smith, 1995, p. 61.
20. ↑ Runciman, Steven (1981). Historia de las Cruzadas. Vol. 3: El Reino de Acre y las últimas
cruzadas (2.ª edición). Madrid: Alianza Editorial. p. 123. ISBN 84-206-2061-0.

Bibliografía[editar]
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 Flori, Jean (2004). La Guerra santa. La formación de la idea de cruzada en el
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 Heers, Jacques (1997). La primera cruzada. Andrés Bello. ISBN 978-84-89691-11-
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 Maalouf, Amin (2005). Las cruzadas vistas por los árabes. Alianza
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 Mayer, Hans Eberhard (2001). Historia de las Cruzadas. Colección
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 Pernoud, Régine (1991). La mujer en tiempo de las cruzadas. Ediciones
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 Runciman, Steven (1973). Historia de las cruzadas. Alianza Editorial. ISBN 978-
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 Runciman, Steven (1983). Historia de las Cruzadas. Vol. 1. La primera
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 Zaborov, Mijaíl (2016). Historia de las cruzadas. Akal. ISBN 978-84-460-4165-8.

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