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DEBE SER CREADO UN TRIBUNAL DE ETICA Y DEL CLIENTE

Por Óscar Humberto Gómez Gómez

Al igual que aquellos gremios, el nuestro debe tener un tribunal de ética profesional,
integrado por pares nuestros, por juristas –también independientes- que, dada su
vasta experiencia en el ejercicio de la abogacía, conozcan y entiendan la problemática
del abogado, su lucha diaria, las adversidades en las que ejerce su profesión, el estrés
en el que vive día tras día, la inconcebible lentitud con la que avanzan los procesos, la
desgastadora labor de controlar -día tras día, semana tras semana, mes tras mes, año
tras año, durante la bicoca de diez, dieciseises o veinte años- las notificaciones de la
rama judicial para evitar que, digamos, catorce años después de venirlo haciendo sin
pausa se le pase por alto la de un día cualquiera y debido a ello pierda el pleito (pero
no solamente lo pierda, señor Ministro, sino que, además, se le venga encima el poder
castigador del Consejo Superior de la Judicatura y lo aplaste con una sanción
disciplinaria por "falta a la ética profesional" debida a su "falta de diligencia
profesional"; la forma como afectan su imagen ante la gente fenómenos que no está
en sus posibilidades remediar, pero de los cuales sus clientes prácticamente lo culpan,
como la congestión judicial, los errores judiciales, las arbitrariedades judiciales; la
manera como clientes inescrupulosos le timan sus honorarios, la permanente amenaza
de que cualquier día amanezca con el poder revocado y deba iniciar el humillante
peregrinaje en busca de que le paguen los honorarios que se ganó en largos años de
trabajo, la descortesía que debe soportar en las oficinas públicas, los riesgos
personales que rodean su ejercicio profesional, la desprotección de que es víctima en
la vejez o en la invalidez y un largo etcétera.

¿Se ha preocupado el Estado por investigar, al menos, si la irritabilidad, el insomnio, el


infarto cardíaco, la gastritis, la úlcera, la calvicie prematura o el colon irritable,
patologías al parecer asociadas al estrés, son verdaderas "enfermedades profesionales"
del abogado? Y si ya lo hizo (cosa que francamente no recuerdo), ¿qué ha hecho para
evitar que el ejercicio profesional no le signifique al abogado el deterioro de su salud y
hasta la pérdida de su vida? Que sepamos, nada.

Y es que, desgraciadamente, a lo único que se dedicó siempre el Consejo Superior de


la Judicatura, para justificar su existencia, fue a perseguir a los abogados para poder
exhibir largas listas de profesionales sancionados y de esa manera posar ante la nación
como un tribunal duro e inflexible. Pero, a juzgar por el lamentable estado de cosas al
que llegó la Ética Profesional en la abogacía colombiana, no pareciera que el Consejo
persiguiera a los bribones que están acabando con la profesión mediante conductas
reprochables como, pongamos por caso, la vergonzosa rapiña de poderes. Pareciera
que persigue, más bien, a los abogados que nos atrevemos a cuestionarlo por sus
arbitrariedades, su petulancia insoportable, su falta de compromiso para poner en
cintura a los malos jueces y magistrados, su carencia de experiencia en el foro y
consiguiente falta de autoridad moral para juzgar a quienes han estado en él a lo largo
de toda su vida, y su manifiesta falta de preparación académica incluso en temas que
sus miembros deberían dominar porque son inherentes a sus funciones.

Pero esto no es todo. Hay algo peor todavía: Acaso los actuales estudiantes de derecho
lo ignoren, aunque no deberían ignorarlo. Acaso lo ignoren los padres que invierten
grandes sumas de dinero para costear la carrera de sus hijos, aunque no deberían
ignorarlo: el proceso disciplinario contra los abogados, hoy en día, es similar al proceso
penal contra los delincuentes. Al abogado contra quien se adelanta un proceso
disciplinario, por ejemplo, se le denomina "EL DENUNCIADO", y si no se presenta a la
primera audiencia se le declara PERSONA AUSENTE, que es el equivalente a la antigua
declaratoria de REO AUSENTE e igual a la actual declaratoria de PERSONA AUSENTE
que se lleva a cabo en la jurisdicción penal respecto del sindicado de un delito que no
se presenta a indagatoria o no es capturado por las autoridades.

Claro que, en honor a la verdad, debemos reconocer que el trato a los abogados es
peor. En efecto, respecto de los delincuentes, al menos está prohibido el escarnio
público, fue proscrita la picota pública. En cambio, cuando un abogado es sancionado,
así sea sólo con censura, la Sala Jurisdiccional - Disciplinaria del Consejo Superior de la
Judicatura envía, desde Bogotá, su nombre en una lista de sancionados que hace fijar
a la vista del público en todos los despachos judiciales del país, para que toda
Colombia se entere de que a ese abogado lo censuraron.

El Consejo, por demás, se ufana de la cantidad de abogados que sanciona. Y eso, el


que una entidad con poder justifique su existencia con la exhibición de listados la torna
extremadamente peligrosa.

Hagamos votos porque ahora, cuando el Consejo pelea por su no abolición, y en esa
pelea echa mano de mil argumentos para justificar su supervivencia, no se vayan a
masificar las condenas injustas y, consecuencialmente, los listados, con miras a
incrementar las estadísticas.

Pues bien: ese proceso disciplinario infamante, que nos puso a los profesionales del
derecho al mismo nivel de los reos de la justicia penal, fue resultado de un proyecto
propuesto y defendido en su momento adivinen por quién…

¿Por quién?

Sí, adivinaron: Por el Consejo Superior de la Judicatura.

Actividad de reflexión

¿Cual es la tesis central planteada en el texto?

¿Cual es la intención del autor con el texto?

¿A que conclusión llega usted con este texto?

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