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Lección 16
Decepción
Una de las grandes invenciones de la humanidad fue el microscopio. Quizá usted tenga
una opinión diferente y considere que la televisión, la radio o tal vez la aeronavegación
representaron avances históricos de trascendencia para toda la humanidad. Sin embargo
me reafirmo: considero un paso agigantado la articulación del microscopio. Ha permitido
a los científicos apreciar en una dimensión mayor partículas diminutas que escapan a la
visibilidad.
Ahora, vamos a la vida práctica. Hay personas que asumieron en su vida un microscopio
espiritual. ¿Por qué razón? Porque los problemas, por diminutos y triviales que sean, los
agigantan a proporciones descomunales. A partir de insignificancias desatan verdaderas
tormentas que nada le envidiarían al diluvio universal.
Un pueblo así fue al que debió guiar Moisés. ¿Qué hubiera hecho usted en su caso?
Probablemente habría renunciado.
Moisés, un líder que se forjó con el paso del tiempo y quien compartió las expectativas
que nos asaltan a usted y a mi en diferentes períodos de la existencia, sacó al pueblo del
territorio próximo al mar Rojo y cuando, después de tres días de camino, atravesaban el
desierto de Shur, se encontró con enormes dificultades cuando no se halló agua dulce
para beber.
“Entonces el pueblo murmuró contra Moisés, y dijo: ¿Qué hemos de beber? Y
Moisés clamó a Jehová, y Jehová le mostró un árbol; y lo echó en ellas aguas, y
las aguas se endulzaron, y allí los probó...”(Éxodo 15:24, 25).
Ahora, algo más que aprendemos es que los problemas no son para siempre. “Y
llegaron a Elim, donde había doce fuentes de aguas, y setenta palmeras; y
acamparon allí junto a las aguas”(Éxodo 15:27).
Los líderes tienen la característica de ser motivados por una visión. No conozco la
primera persona que vuelque sus esfuerzos a trabajar y trabajar sin que medie un
propósito o un objetivo claro. Quien lidera, generalmente sabe a dónde quiere llegar.
Etapas así la han enfrentado todos aquellos que lideran. No es algo nuevo, por el
contrario, se trata de una actitud muy frecuente.
Dos meses después de salir de la cautividad, cuando se encontraban entre Elim y Sinaí y
a pocos días de haber superado el impase de las aguas amargas, surgió otro
inconveniente:
“Partió luego de Elim toda la congregación de los hijos de Israel, y vino al desierto
de Sin, que está entre Elim y Sinaí, a los quince días del segundo mes después que
salieron de la tierra de Egipto. Y toda la congregación de los hijos de Israel
murmuró contra Moisés y Aarón en el desierto; y decían los hijos de Israel: Ojalá
hubiéramos muerto por mano de Jehová en la tierra de Egipto, cuando nos
sentábamos a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos; pues nos
habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud”(Éxodo
16:1-3).
La gente buscaba algo por qué protestar. ¿Ha visto creyentes así o tal vez compañeros
de trabajo quienes a todo le encuentran problema? Se convierten en hombres y mujeres
expertos en ver lo malo antes que lo bueno. “Y Jehová dijo a Moisés: He aquí yo os
haré llover pan del cielo, y el pueblo saldrá, y recogerá diariamente la porción de
un día, para que yo lo pruebe si anda en mi ley, o no”(versículo 4).
El Señor salió al paso con una solución. Si Él le llamó a servirle, no le dejará solo. Usted
tiene Su divino respaldo. Este es un principio que debió aprender Moisés en la práctica.
Justo cuando estaba más inquieto, el Señor respondía. Era tanto como si le dijese:
“Esfuérzate y sé valiente, estoy contigo”.
“Dijo también Moisés: Jehová os dará en la tarde carne para comer, y en la mañana
pan hasta saciaros; porque Jehová a oído vuestras murmuraciones con que habéis
murmurado contra él; porque nosotros, ¿qué somos? Vuestras murmuraciones no
son contra nosotros, sino contra Jehová”(versículo 8). Dios cumplió su promesa. Por
segunda vez respondía a las murmuraciones del pueblo. ¿Cuándo aprenderán?
Hay un término muy en boga en Latinoamérica que nuevamente les recuerdo. Dice:
“Recibe palo porque bogas y palo porque no bogas”. Se refiere a los que polemizan y
generan problemas porque sí y porque no. No tardan mucho en encontrar falencias,
aunque todo luzca perfecto en apariencia.
“Toda la congregación de los hijos de Israel partió del desierto de Sin por sus
jornadas, conforme al mandamiento de Jheová, y acamparon en Refidin; y no había
agua para que el pueblo bebiese. Y altercó el pueblo con Moisés, y dijeron: Danos
agua para que bebamos. Y Moisés les dijo: ¿Por qué altercáis conmigo?¿Por qué
tentáis a Jehová?”(Éxodo 17:1, 2).
Les asaltó la sed y, ¿hacia quién volcaron su frustración? Hacia Moisés. Un líder, en
buena parte de las ocasiones, lleva consigo el peso del pueblo al que está guiando. Lo
más complejo es que siempre recibe críticas y pocas veces una voz de estímulo por la
labor que realiza. ¿Vale la pena que renunciemos? En absoluto. Usted y yo fuimos
llamados a vencer, no a dejarnos vencer.
El patriarca actuó como ya se estaba acostumbrado a obrar: “Entonces clamó Moisés
a Jehová, diciendo: ¿Qué haré con este pueblo? De aquí a un poco me
apedrearán”(versículo 4).
Aprendiendo a delegar
Hasta aquí hemos apreciado a un líder inmerso en problemas, no porque los haya
buscado sino porque el pueblo al que guiaba, era rebelde. Pero las dificultades le
llevaron a un aprendizaje progresivo, lo que capacitó para que actuara con excelencia.
“Viendo el suelo de Moisés todo lo que él hacía con el pueblo, dijo: ¿Qué es esto
que haces tú con el pueblo?¿Por qué te sientas tú solo, y todo el pueblo está
delante de ti desde la mañana hasta la tarde? Entonces el suegro de Moisés le dijo:
No está bien lo que haces”(Éxodo 18:13-17).
La ingratitud contraataca
Pasados ya tres problemas complejos, surgió uno más: los israelitas se cansaron de
comer el maná. “Aconteció que el pueblo se quejó a oídos de Jehová; y lo oyó
Jehová, y ardió su ira, y se encendió en ellos fuego de Jehová, y consumió uno de
los extremos del campamento. Y la gente extranjera que se mezcló con ellos tuvo
un vivo deseo, y los hijos de Israel también volvieron a llorar y dijeron: ¡Quién nos
diera a comer carne...”(Números 11:1, 4).
La situación generó en Moisés una crisis, hasta tal punto que fue a Dios con amargura.
Le dijo: “No puedo yo solo soportar a todo este pueblo, que me es pesado en
demasía. Y si así lo haces tú conmigo, yo te ruego que me des la muerte, si he
hallado gracia en tus ojos; y que yo no vea mi mal”(versículos 14, 15).
¿Le han asaltado etapas de desesperación? Es probable que sí. Todos las hemos
enfrentado. Pese a ello, es menester seguir adelante. Para lograrlo, buscamos en Dios la
fortaleza y damos un nuevo paso, y luego otro más, y otro... pronto habremos recorrido
un largo trecho.
Ahora, Dios respondió enviando codornices a los israelitas, pero pagaron su codicia con
la muerte, como leemos entre los versículos 31 y 34.
Me gusta utilizar refranes que identifican nuestra cultura latinoamericana. De paso vale la
pena resaltar que son frases cortas que encierran una enorme sabiduría. Uno de ellos
reza: “No hay cuña que más apriete que la del mismo palo”. Indica de manera directa,
que los más cercanos son en ocasiones quienes mayores problemas nos causan.
¿Ha enfrentado una situación así como líder? Sin duda. Moisés también vivió una
situación así.
“María y Aarón hablaron contra Moisés a causa de la mujer cusita que había
tomado; porque él había tomado mujer cusita. Y dijeron: ¿Solamente por Moisés
ha hablado Jehová?¿No ha hablado también por nosotros? Y lo oyó
Jehová”(Números 12:1, 2).
¿Cómo debió sentirse nuestro protagonista? Sin duda abrumado. Pero no estaba solo,
como usted y yo tampoco lo estamos. Si Dios nos escogió para alguna tarea de
liderazgo, es porque conoce quiénes somos, nuestras capacidades y lo lejos que
podemos llegar si caminamos tomados de Su mano.
Producto de su rebeldía, María acarreó las consecuencias. Se vio cara a cara con la
desgracia: vino sobre su cuerpo la lepra. Pese a ello, la nobleza y disposición de perdón
que asistía a Moisés, intercedió a su favor: “Entonces Moisés clamó a Jehová,
diciendo: Te ruego, oh Dios, que la sanes ahora”(versículo 13).
Momentos difíciles hemos atravesado todos. Usted y yo no somos ni los únicos ni los
últimos, como repetiré hasta la saciedad. ¿Cuál es el secreto para sobreponernos con
éxito? Confiar en Dios cuando arrecia la tormenta. ¡Venceremos! No olvide que fuimos
llamados a vencer y no a la derrota...
10. Un principio sumamente importante para un líder (que aprendió Moisés con Jetro)
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