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El Milagro de Jánuca

“Como una forma de conmemoración, un kabbalista se concentra en la conexión, es


decir, en la oportunidad de aprovechar la energía única que existe en ese momento
específico, en el tiempo. Los días festivos, son literalmente, fuentes de energía a los
que podemos acceder a través de las herramientas y las enseñanzas de la Kabbalah”.

-El Rav, Días de Poder, Vol. 2

La festividad de Jánuca

Tradicionalmente se ha pensado que Jánuca es un período de tiempo en el mes de diciembre, en


donde las familias se reúnen para celebrar la histórica victoria de los Macabeos, conmemorándola
con el encendido de las velas y el intercambio de regalos. A través de los ojos de los kabbalistas,
estas festividades (días santos), como Jánuca, son vistas no sólo como celebraciones con significado
de las tradiciones religiosas; sino más bien, estos son planos universales, horarios cósmicos utilizados
para extraer la energía disponible para todos nosotros, con el fin de mejorar nuestro bienestar, tanto
físico como espiritual, en un nivel muy práctico.

Como el Rav nos recuerda en Días de Poder, las festividades anuales como Rosh Hashaná, Pésaj,
Sucot, y Jánuca pertenecen a toda la humanidad. "Las energías de las diversas festividades no son
judías, cristianas, hindúes, ni budistas. Ellas son simplemente, aspectos básicos de la forma en que el
universo funciona, y que están más allá de la identificación con cualquier nación o religión”.
Desde una perspectiva kabbalística, entendemos que Jánuca es la época del año en que la energía
espiritual de los milagros se libera en el universo. Esta energía puede aprovecharse para producir
milagros en nuestras propias vidas. Por lo tanto, no estamos simplemente celebrando el éxito de
personas que vivieron hace miles de años, estamos utilizando la misma ventana cósmica que ellos
usaron.

Al encender las velas durante éste tiempo, utilizando meditaciones kabbalísticas, e inyectando una
conciencia de compartir, podemos conectar nuestras almas a las energías predominantes en el
cosmos, durante los ocho días de Jánuca, y podemos plantar la semilla de milagros, grandes y
pequeños, para llenar el año completo.

La Historia y el Origen de Jánuca

En tiempos del reinado del Imperio Griego, el Santo Templo fue profanado, y a los israelitas se les
prohibió estudiar la espiritualidad. El día 25 de Kislev (Sagitario), la guerra llegó a un final repentino,
con una victoria de los israelitas liderados por los Macabeos. Ese día, un pequeño frasco de aceite
puro que pertenecía al sumo sacerdote, fue encontrado y utilizado para prender la menorá. El aceite
que se utilizó, debía durar un sólo día, pero ardió durante ocho días.

Los kabbalistas de ese tiempo descubrieron que durante esos ocho días, el universo había sido
infundido con el poder de los milagros, lo que permitía una conexión con los mundos superiores. A
través de la Kabbalah, entendemos que la poca probable derrota de un ejército, no fue el resultado
de la potencia militar de los israelitas, sino más bien, fue el resultado de la revelación del poder del
Creador, una ráfaga de Luz que liberó a los israelitas de la opresión en esta fecha señalada del
calendario.

Oculta, dentro de la historia de Jánuca, está la historia de Hana. En resumen, Hana se negó a
someterse a la idolatría de los dominadores griegos, y prefirió sacrificarse junto con sus siete hijos,
en el nombre de Dios, antes de permitir el sometimiento espiritual.

Según la Kabbalah, en esta historia, Hana representa nuestro mundo físico de Maljut – el aspecto
femenino y el deseo de recibir. Cuando añadimos las dos letras arameas de Kaf y Vav al nombre de
Hana, creamos la palabra Jánuca. Estas dos letras tienen un valor numérico de 26, y nos conectan al
tetragramatón de Dios. Cuando Hana transformó su Deseo de Recibir para Sí Misma, por el
concepto kabbalístico natural de compartir, se formó una conexión con la Luz del Creador.

Cuando realizamos el encendido de las velas de Jánuca, y combinamos la conciencia de compartir y


las meditaciones kabbalísticas, también podemos conectarnos con la Luz del Creador, en su forma
más poderosa, al igual que Hana lo hizo hace muchísimos siglos. Durante Jánuca, esa misma ventana
cósmica que Hana utilizó para triunfar sobre el Deseo de Recibir para Sí Misma, está abierta para
todos nosotros.

Conectar con la Energía de los Milagros

Un milagro se define como cualquier evento que no sigue el curso de la naturaleza. Sólo un milagro
puede convertir el caos en Luz, y así restablecer el orden y la armonía. En Jánuca no celebramos ni el
milagro del frasco de aceite, ni la victoria sobre el Imperio Griego, sino más bien, la conexión a la
Sefirot de Hod y Biná, y la conciencia de Zeir Anpín, el Deseo de Compartir. Es aquí, donde nos
unimos a la causa de todos los milagros en nuestro mundo.

La conexión con la Sefirot de Biná y Hod fortalece nuestro ADN físico y espiritual, así como al
mundo que nos rodea: nuestra relación con los demás, las fuerzas de la naturaleza, y así
sucesivamente. El Rav nos recuerda que la festividad de Sucot, al igual que la de Jánuca, también
dura ocho días. La conciencia de una festividad de ocho días, nos ofrece la oportunidad para
elevarnos del marco de las siete esferas menores de la Sefirot, a la conexión de la energía cósmica
reservada para los Mundos Superiores. Al igual que en Sucot, no tenemos que aplicar ninguna
restricción física para beneficiarnos de la festividad de Jánuca, y la comunicación requerida para
conectarnos con ésta Luz, puede llevarse a cabo en nuestros propios hogares.

Antes de encender las velas de Jánuca, debemos estar en un estado de dar y compartir, de la misma
manera en que una llama enciende otra llama, sin disminuir. Cuando cada vela es encendida,
recordamos la manera de dar y compartir con abundancia. Esta es la razón por la que el frasco de

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aceite fue descubierto y la menorá encendida, nos enseñan a tener similitud con la Luz. Las velas
también proporcionan un canal para la transferencia de energía, en virtud de una estructura interna
que forma una conexión entre nuestro mundo y los Mundos Superiores.

El Arí escribe, "El secreto de los ocho días de Jánuca: Maljut recibe la Luz de la Sefirah de Hod, no a
través de Zeir Anpín”. Sin el marco y los circuitos de las velas y las meditaciones, sería imposible
conectarse directamente con la energía cruda de Biná. Las velas, o mechas de aceite, son un medio
para atraer hacia nosotros la Luz de Biná de Nétsaj, Biná de Hod, y Biná de Yesod. El milagro de
Jánuca es el resultado de esta conexión con Hod, haciéndolo posible durante los ocho días de
Jánuca, para conseguir alcanzar el estado de mente sobre materia, a través del poder del
pensamiento. Debemos integrar la meditación al acto del encendido de las velas, ya que crea canales
para que la Luz fluya hacia nosotros, alimenta cada parte de nuestro mundo, y nos vacuna contra la
negatividad para el próximo año. Este conocimiento en sí, forma parte de nuestra conexión.

Los Kabbalistas también revelan que Jánuca puede ser considerado como un mini Rosh Hashaná,
que nos permite redimir cualquier deuda espiritual que hubiéramos pasado por alto, a sabiendas o sin
saberlo, durante Rosh Hashaná. En Jánuca podemos aumentar nuestra fuerza vital y completar
aquello de lo que carecemos.

Los canales precisos para la conexión con los milagros de Jánuca, no fueron conocidos sino hasta la
revelación de los escritos de Rav Isaac Luria, “Puertas de la Meditación”. Si bien estas enseñanzas
habían estado disponibles durante los últimos 400 años, no fue hasta que los escritos fueron
interpretados por Rav Brandwein y posteriormente, difundidos en todo el mundo por el Rav y
Karen a través de El Centro de Kabbalah, que nuestra generación comenzó a reconocer lo que
Jánuca significa realmente, no es sólo una celebración tradicional religiosa, sino más bien un
momento increíble para manifestar el poder de los milagros en nuestras vidas.

Cada uno de nosotros puede utilizar este tiempo para lograr una revolución cósmica y revelar esta
Luz para el mundo.

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