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© 2022 Vanny Ferrufino. Todos los derechos reservados.

El beso de un canalla.

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“Para todos los lectores que sufrieron por amor y descubrieron que sus
corazones conocen el efecto fénix. Todos resurgimos de nuestras cenizas,
más fuertes y poderosos que nunca”
Índice
Sinopsis
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Epílogo
Sinopsis
Su empresa naviera ha sido perjudicada, alguien ha dejado una bomba
en uno de sus barcos y la pérdida es bastante considerable, por lo que
Thomas Frensby y sus socios, su hermano menor y su mejor amigo, tienen
que regresar a Boston en contra de su voluntad para enfrentar a su nuevo
enemigo y conseguir las pruebas suficientes para hacerlo pagar por sus
crímenes.
No obstante, ellos tampoco son unos santos y las hijas de Lucifer no
dudarán en hacerles la vida imposible una vez que pongan un pie en su
tierra, puesto que las hermanas Gardener jamás olvidarán a los hombres que
arruinaron sus vidas, dejándolas en la ruina total.
Prólogo
Thomas Frensby apenas y podía creer lo que sus ojos leían, cada palabra
que estaba escrita en esa carta no hacía más que empeorar su estado
anímico y no era para menos, habían explotado uno de sus barcos en el
muelle, uno cuya mercadería equivalía a más de cincuenta mil dólares, y el
suceso afectó a más de setenta empleados, contando a las personas que se
encontraban trabajando cerca del navío.
«Un castigo divino», pensó, recordando a las últimas tres damas que
estafaron en los últimos ocho meses, aprovechándose de los corazones
débiles e inocentes de dichas mujeres, cuya protección masculina era nula.
Sus víctimas favoritas solían ser viudas ansiosas por atenciones masculinas,
solteronas desesperadas por una simple caricia o palabra bonita y mujeres
de edad avanzada que comprendían que sólo con dinero conseguirían un
buen amante.
La Tríada infernal, estafadores y contrabandistas de renombre, no
buscaban víctimas que pudieran ser vengadas, sino a mujeres totalmente
desprotegidas, demostrando que, en ciertos aspectos, los hombres más
temidos de América, también podían ser grandes cobardes.
«Somos estrategas», había dicho Sheldon en el pasado, pero para
Thomas ellos sólo eran tres parias de lo más despreciables.
Nunca estuvo de acuerdo con las bajezas que cometía junto a su
hermano menor y su mejor amigo, pero si quería seguir al lado de la única
familia que tenía, sólo podía seguir sus pasos y ser uno más de ellos,
¿verdad?
Desde que tenía uso de razón, siempre estuvieron juntos. No importaba
que fueran tan diferentes como el día y la noche, cuando estaban juntos eran
un equipo imparable.
Sheldon Bass, su mejor amigo y el mayor del grupo por un año, era el
más astuto de los tres y se encargaba de manejar todas las finanzas. Thomas
diría que gracias a su ingenio y crueldad estaban donde estaban, aunque la
mayoría de las veces los que se encargaban del trabajo sucio eran su
hermano y él; Maximiliano, su hermano menor por apenas unos minutos,
era el más indiferente y frío del grupo, él sólo seguía las órdenes de Sheldon
y aplastaba a todo aquel que se pusiera en su camino, las mujeres más que
desearlo solían temerle cuando lo tenían en frente, y en cuanto a él, Thomas
era el seductor del grupo, el encargado de encontrar a las víctimas e
idiotizarlas con sus encantos; y no precisamente porque sus amigos fueran
de mal ver, tanto Sheldon con sus bucles rojizos y atlético cuerpo, como
Max con su mirada color cielo y su piel besada por el sol, podrían tener a la
mujer que quisieran a sus pies, pero ellos tenían muy poco tacto a la hora de
tratar con las féminas, así que ese trabajo le correspondía a él, porque su
buen porte, su exquisito gusto para vestir, combinado con su perfecto
cabello color oro y ojos verdes, eran la perdición de cualquier mujer.
Cualquiera que lo observara, podría determinar que era feliz; es decir,
poseía belleza, dinero y grandes amigos, pero lastimosamente, todo el
dinero que tenía no era suficiente para acabar con el tormento que existía en
su consciencia. Cada vez se sentía más distante de sus amigos, quienes con
el pasar de los años se habían convertido en seres despreciables.
Thomas no podía olvidar todo el daño que causaron a su paso para llegar
hasta donde se encontraban, dejaron atrás a muchas personas, sin pensar en
su bienestar o futuro, y odiaba que sus víctimas, en su mayoría, fueran
mujeres. Había tres mujeres en particular que siempre lo atormentaban, sus
primeras víctimas, tres jóvenes que no hicieron más que abrirles los brazos
y sus corazones, para después ser vilmente traicionadas por ellos.
—¿Qué haremos?
Esa carta sólo significaba una cosa: su regreso a Boston, el lugar donde
se hicieron de la naviera de Gordon Gardener después de su muerte y
dejaron a sus tres hijas sin un solo centavo. Empezó a sudar frío, ellos
nunca volvían a los lugares donde radicaban sus víctimas, por eso ahora
mismo se encontraban en Múnich, probando suerte con nuevas féminas. En
Boston tenían a un hombre de su confianza manejando la naviera, así que su
presencia nunca fue necesaria en aquel lugar, pero ahora Vincent Clarkson
les había escrito para solicitar su regreso inmediatamente.
—¿Cómo es posible? —gruñó Sheldon y golpeó la pared con rabia,
incapaz de soportar una pérdida tan grande. Su amigo amaba cada maldito
centavo que estaba en su cuenta, por lo que le costaría mucho asimilar todo
el dinero que perdieron por la explosión.
Hace más de diez años, el Sheldon que alguna vez fue su mejor amigo,
no habría pensado en el dinero, sino en las vidas que se cobraron
injustamente. Muchas familias debieron verse perjudicadas por el incidente,
así que esperaba que Clarkson estuviera brindándoles su apoyo, era lo
mínimo que ellos podían hacer por sus trabajadores.
—Nunca nos ha sucedido algo así en los últimos siete años. —La
tranquilidad con la que habló su hermano podría hacer creer a cualquiera
que lo que sucedió no era tan grave, pero Max era así, casi nunca tenía una
expresión en el rostro ni revelaba sus emociones.
Era frío, como un tempano de hielo, y si bien era algo muy característico
del pelinegro, con el pasar de los años sus actitudes se habían vuelto
exasperantes.
Lo cierto era que ya no podía reconocer a sus amigos en las dos
personas que estaban junto a él en aquel despacho, era evidente que los
años los habían cambiado y ahora no pensaba como ellos ni quería seguir
sus pasos.
—Repito mi pregunta: ¿qué haremos? —No era momento para que
divagaran en sus pensamientos, si tenían un enemigo que era capaz de volar
uno de sus barcos, era evidente que no tenían mucho tiempo que perder—.
Clarkson pide nuestra presencia en Boston.
—Regresar a Boston implica muchas cosas —comentó Maximiliano,
girando la copa de whisky en su amplia mano—. Para ti y Sheldon —
aclaró.
El recién nombrado dejó de descargar su rabia en la pared y se volvió
hacia ellos, sus ojos celestes pálidos estaban más oscuros de lo normal y su
rostro se parecía al de un toro enjaulado.
—Acaban de volar uno de mis barcos y me arrebataron más de
cincuenta mil dólares, ¿de verdad crees que tres hermanas impedirán mi
regreso a Boston? ¡Quiero mi venganza! ¡Encontraré a ese maldito y lo
mataré con mis propias manos!
En otra situación, quizá habría hecho un chistecito sarcástico, algo así
como «el barco que debería ser de esas tres hermanas», pero como amaba
su vida, decidió no provocar a su amigo.
—Entiendo que Sheldon se sienta comprometido, pero yo no hice nada
malo. —Se atrevió a decir, incluso sabiendo que no era un santo, y su
hermano lo acusó con la mirada—. Nada transcendental —masticó sus
palabras y se cruzó de brazos, pensativo.
«¿De verdad te gusto?, ¿qué tan interesado estás en mí?»
La melodiosa voz llegó a su mente aún en contra de su voluntad y
decidió callarla con rapidez, antes de que el remordimiento lo carcomiera
por dentro. Nunca pidió el amor de Gardenia Gardener y tampoco le
interesó mantener un buen concepto de su persona en la morena, por lo que
robarles no representó una gran pena para él en aquel momento.
—Son mujeres. —Max abandonó el sillón y empezó a caminar por la
estancia—. Las americanas más fastidiosas que he conocido en mi vida,
desde el primer momento que las vi supe que serían un grano en el culo, y
algo me dice que no nos dejarán vivir tranquilos.
—Si somos objetivos: para ti todas las mujeres son un grano en el culo
—acotó, restándole importancia a sus palabras, y Max observó a Sheldon,
buscando una respuesta más madura e interesante.
—¿Crees que puedan tener algo que ver con la explosión? —inquirió el
pelirrojo, estaba tan tenso como una vara—. ¿Querrán venganza?
—Por favor —bufó Max, entretenido—. No confundas, sólo las
considero un dolor de cabeza, no una amenaza. —Hizo un gesto con la
mano para aligerar la tensión en el cuerpo de su amigo—. ¿Qué podrían
hacer tres féminas para afectarnos?, ¿desde cuándo le temes al sexo débil?
—se mofó y su amigo cerró sus manos en dos puños—. ¿Temes ser
seducido una vez más por la más zorra del trio?
—Claro que no —farfulló Sheldon, furibundo, y Thomas se rascó la
nuca, nervioso. No le gustaba hablar de ese tema—. Pero sucede, que
mientras no me case con una de esas hermanas, no soy el dueño legal de la
naviera, ¿lo olvidas?
—No, no lo olvido —dijo Max—, pero Clarkson está de tu parte y
nunca reveló la cláusula del testamento de Gordon.
—La que dice que: si quiero toda su fortuna, debo desposar a una de sus
preciadas hijas —completó Sheldon, más tranquilo—. Tal vez me estoy
preocupando sin razón alguna, estamos hablando de americanas salvajes e
incultas, ellas jamás descubrirían algo así y sería un milagro que siguieran
con vida, considerando que se quedaron en la cochina calle.
Thomas sintió como un escalofrío recorría su espina dorsal y las sienes
le martillearon, no necesitaba imaginarse escenarios desagradables justo
ahora. Sí, las hermanas Gardener eran mujeres burdas y un tanto
exasperantes, pero nunca le cayeron mal, sino todo lo contrario. Ellas y su
padre les dieron una cálida bienvenida cuando nadie quería saber nada de
los ingleses empobrecidos que tocaron tierra americana.
Ahogó un juramento y decidió servirse una copa de whisky, por eso no
le gustaba su trabajo, porque él se encariñaba muy fácilmente con cualquier
fémina que le sonriera.
—¿Entonces iremos a Boston?
Le urgía acabar con esa conversación de una vez por todas, recordar a
esas mujeres no le había caído nada bien.
—¡Claro que sí! —afirmó Sheldon apasionadamente.
—¿Y las hermanas Gardener? —preguntó Max con inmediatez—. No
podemos olvidar a las jóvenes de quince, diecisiete y diecinueve años que
traicionamos, ahora son mujeres adultas y tal vez debamos lidiar con ellas
antes de buscar a nuestro enemigo.
Thomas palideció y miró a su hermano con incredulidad, ¿qué estaba
sugiriendo?
—Una tan bella y radiante como el sol, la otra tan salvaje como el hijo
varón que Gordon siempre quiso y nunca pudo tener, y la tercera la más
insípida de todas —acotó Sheldon con sequedad, sirviéndose una copa de
whisky para aligerar la tensión de su cuerpo.
—Las tres flores de Gordon Gardener: Margarite, Hortensia y Gardenia.
Las mujeres a las que abandonamos a tan sólo un día de la muerte de su
padre —susurró, abatido—. Supongo que si las vemos podemos hacer algo
por ellas —dijo con rapidez, considerando una buena oportunidad para
rectificarse con ellas en vez de causarles algún mal innecesario, y tanto su
hermano como Sheldon lo miraron como si estuviera loco y tuviera tres
cabezas.
—¿Hacer algo por ellas? —repitió su hermano con lentitud.
—La naviera era suya.
—Lo dijiste: era suya, ahora es mía —escupió Sheldon.
—Nuestra —le corrigió Max.
—Deshonraste a una, lo mínimo que puedes hacer…
—Ella se deshonró sola y por su bien que ni se interponga en mi camino
porque la mataré con mis propias manos.
Estar con ellos ya no era divertido, ellos ya no eran personas agradables.
—Alisten sus cosas porque partiremos a Boston mañana mismo.
—¿No armaremos un plan? —preguntó espantado—. Tenemos un
enemigo, esperará nuestro regreso.
—Como si alguien tuviera las agallas para meterse con la Tríada
infernal a plena luz del día —soltó su amigo con indiferencia y abandonó el
despacho de la casa que alquilaban con la intención de preparar sus maletas.
—Esto es una locura —susurró y su hermano se acercó a él con el ceño
fruncido—. ¿Qué?
—Tú odias esto, ¿verdad? —Se tensó y apartó la mirada con rapidez—.
Lo supuse —admitió con desinterés—. Siempre quisiste una familia y
siendo quien eres sólo tendrás dinero.
—¿A dónde quieres llegar?
—Quiero llegar al punto en el que te digo que: si no piensas ser de
ayuda, no nos estorbes.
Lo que le faltaba, llevaba treinta y tres años viviendo junto a ese hombre
y él acababa de pedirle que saliera de su vida como si fuera un animal
indeseado. Claramente su hermano requería de algo de afecto, ¡no podía ser
tan frío toda una vida!
Sin embargo, tal vez seguiría su consejo una vez que llegaran a Boston.
Si era sincero, eso de ser cruel y seducir a las mujeres para tomar su dinero
no era lo suyo. Estaba cansado de ser un canalla, quería un poco de paz en
su vida y eso no lo conseguiría ni con todo el dinero del mundo.
Capítulo 1
Durante la primera semana, el viaje no fue nada cómodo ni entretenido
para Thomas, quien trataba de evitar a su amigo y hermano la mayor parte
del tiempo porque ellos no hacían más que hablar del dinero y el barco
perdido. Ninguno era capaz de pensar en las personas que murieron en
dicha explosión y en la situación de las familias de dichas víctimas, algo
que hace más de diez años no habría sucedido, porque ellos solían tener un
gran corazón.
Cuando vivían en Londres, bajo la protección del conde de Worcester,
un hombre que los acobijó después de que sus padres murieran en combate,
ellos sólo tenían un objetivo: cuidar a las hijas del noble, las hermanas
Answorth, dos damas que consideraban como sus pequeñas hermanas y con
quienes habían cometido muchas travesuras. Lo cierto era que su estadía
junto a Worcester había sido agradable, gracias a él adquirieron
conocimientos y buenos modales, Arnold Answorth llegó a considerarlos
como sus hijos y los envió a América con la idea de convertirlos en
hombres de negocios.
Él se decepcionaría mucho si viera en lo que se habían convertido.
Les inculcó grandes valores y la capacidad suficiente para crear su
propio dinero, pero cuando no eres nadie en el mundo, pocas personas
quieren abrirte las puertas, por lo que cuando consiguieron la naviera de
Gordon Gardener, la ambición pudo con ellos y terminaron buscando más y
más, sin importarles a quienes pisoteaban en el camino.
Eran estafadores, contrabandistas y ni un solo dólar de su cuenta era
dinero honrado.

—¿Y cómo es Londres? —preguntó Gardenia con una cálida sonrisa en


el rostro, buscando llamar su atención, y Margarite giró el rostro en su
dirección, dejando sus flores de lado para escuchar su respuesta—. Debe
ser hermoso.
«Hermoso para las personas que tienen un título y dinero», pensó
distraídamente, arreglando la cajita musical que la morena le llevó esa
mañana para que le ayudara a repararla. Todo indicaba que era muy
importante para ella porque era el único recuerdo que tenía de su difunta
madre.
—¿Cómo son los nobles? —exigió saber Margarite, la rubia de bucles
perfectos y ojos verdosos, la joya más preciada y joven de Gordon
Gardener—. ¿Son guapos, buenos, altos? —Se rio por lo bajo, era evidente
que sólo era una niña—. Deben tener mucho dinero.
«Pero una niña astuta».
—No todos, en su mayoría buscan esposas con grandes dotes para
cubrir las deudas que sus vicios les dejaron —respondió con sencillez, no
muy seguro de cómo solucionar el problema de la cajita musical—. ¿Qué
fue lo que sucedió? —Miró a Gardenia y su rubor lo entretuvo en demasía.
—Se le cayó mientras te miraba cabalgar con Sheldon y Maximiliano.
Sí, ellos llevaban más de tres meses conviviendo y se tenían la suficiente
confianza como para llamarse por sus nombres de pila, algo que a Gordon
le tenía fascinado, porque al parecer quería emparejarlos con sus hijas,
usando toda la fortuna que poseía para encandilarlos.
Una verdadera locura, porque el hombre sólo poseía una hija deseable
y esa era Margarite; no obstante, ellos no peleaban por mujeres, por lo que
sólo el mejor se quedaría con la rubia. Aunque si era sincero, Maggie no
llamaba su atención en lo más mínimo.
—Yo tengo una dote maravillosa —dijo la rubia, regresándolo a la
realidad, y él se rio—. Quiero ser una lady —decretó con firmeza y él no
quiso apagar sus ilusiones.
—¿Podrías relajarte? —ordenó Hortensia, uniéndose al grupo con ese
extraño aspecto varonil que a veces le parecía atractivo, más cuando ella
estaba de espalda y él podía apreciar su lindo trasero y contoneadas
piernas—. La gente como nosotras no les cae bien, ya te lo dije, busca a
alguien que esté a tu nivel.
Era la cruda verdad. Ni siquiera ellos, que eran ingleses, les caían bien
a los nobles.
Sus ojos no pudieron apartarse de la recién llegada, quien tenía un
porte que destilaba seguridad y elegancia, y se preguntó cómo sería su
cabellera castaña cuando creciera, Maggie tenía el cabello rizado y
Gardenia lo tenía lacio. Sabía que estaba rapada, un día mientras ella
jugaba con Sheldon, él le había quitado su gorro de lana, revelando una
cabeza con una diminuta mata de cabellos color chocolate.
«Odio mi cabello, me gusta tener la cabeza así», había dicho en aquel
entonces, un tanto apenada por la sorpresa que ellos mostraron al
descubrir ese hecho.
—¿Qué haces? —Se sentó junto a él y le arrebató la caja musical de su
hermana—. Así no se arregla, ¿los ingleses siempre son así de estúpidos?
—Lo provocó y Thomas se rio por lo bajo, ya se había acostumbrado a sus
comentarios viperinos.
—No tengo hermanas, no estoy acostumbrado a reparar objetos de este
tipo. —Apoyó el mentón en su mano y la miró con una coqueta sonrisa en
el rostro; sin embargo, como de costumbre, Hortensia no pudo percibir
nada y lo ignoró.
—Aquí tienes, Gardenia. —Le entregó la caja musical, totalmente
arreglada, a su hermana mayor con orgullo—. La próxima búscame a mí,
yo te ayudaré en todo lo que quieras. —Hortensia se desvivía mucho por
sus hermanas cuando ni siquiera era la mayor, sino la hermana del medio.
Su sonrisa captó su atención y tuvo que reconocer que sus labios le
gustaban mucho, eran rosas y carnosos, pero su piel era aún más hermosa,
no poseía ni una sola peca como sus hermanas, ella era pálida como la
leche y sus ojos color chocolate eran tentación pura por su inmenso
tamaño.
¿Por qué no podía ser tan femenina como sus hermanas?
—Gracias, hermana. —La voz de Gardenia lo regresó a la realidad y la
buscó con la mirada. Como de costumbre, ella mantuvo su mirada gacha y
eso sólo provocó que dejara de mirarla para observar a Hortensia.
Era puro fuego y pasión, ni siquiera Maggie llamaba tanto su atención
como ella.
—Tú sabes que puedes pedirme lo que quieras.
Y era dulce, tierna y generosa, al menos siempre trataba con amor a sus
hermanas.
—¿Le gustaría tomar el té, señor Frensby?
Gardenia demandó su atención una vez más y en esta ocasión ella no
bajó el rostro, por lo que Thomas pudo notar su disgusto, así que decidió
dejar de mirar a su hermana para centrarse en ella, quizá estaba siendo
algo grosero.
—¿Le gustaría tomar el té, señor Frensby? —Le imitó Hortensia,
empleando un tono de voz desdeñoso, y él se rio con diversión,
comprendiendo que no fijarse en esa mujer era simplemente imposible—.
Yo arreglé tu caja, ofrécemelo a mí —gruñó molesta.
—Claro. —Thomas ignoró a la hermana de en medio, quien provocó un
intenso sonrojo en las mejillas de Gardenia—. Me encantaría.
Ella se esforzaba mucho para pasar tiempo con él, sabía que se sentía
atraída hacia su persona, pero ¿qué mujer no lo haría? Era guapo, galante
y conocía muy bien todas las artes amatorias para complacer a cualquiera.
Aunque… era evidente que Hortensia no se sentía nada atraída por él.
—¿Ah sí? Pues yo también quiero, no los dejaré solos —gruñó la dueña
de sus pensamientos y evitó reírse por lo alto—. ¿Verdad que tú también
quieres un té, Maggie?
—No quiero nada —dijo la rubia con indiferencia.
—Sí quieres —farfulló Hortensia y Maggie enderezó la espalda con
nerviosismo—, ¿verdad?
Ella asintió con rapidez.
Lo que Thomas daría por tener esa autoridad sobre Max, eso sería
entretenido.
—¡Maggie!
La voz de Gordon captó la atención de todos y Thomas frunció el ceño
al ver al hombre junto a Sheldon, últimamente su amigo pasaba mucho
tiempo junto al anciano, era evidente que estaba tramando algo.
Hortensia estiró el cuello con interés, esperando ser llamada, pero eso
no sucedió.
Gordon sólo le pidió a su hija menor que fuera con ellos.
Enarcó una ceja al ver como el brillo de sus ojos decaía, así que la
fierecilla con disfraz de hombre atesoraba sentimientos hacia su amigo. No
le resultó tan divertido, Sheldon estaba interesado en Maggie, podría jurar
que ahora mismo iba a cortejarla, pero el que se llevara tan bien con
Hortensia no estaba siendo de ayuda para ella.
—¿Vamos? —Quiso llamar su atención.
—Ya no quiero.
Hortensia se olvidó completamente de su hermana mayor y Thomas
siguió en silencio a Gardenia, comprendiendo que una vez más la mujer de
su interés prefirió fijarse en uno de sus amigos. Odiaba los terrenos
peligrosos, por lo que estudió a Gardenia con pericia. Su piel no era tan
blanca como las de sus hermanas, poseía una nariz demasiado larga desde
su perspectiva y tenía muchas pecas en el rostro. Lo único lindo que tenía
en el rostro eran sus ojos verdes, puesto que incluso su cabellera era lisa y
oscura, nada que pudiera considerarse llamativo.
No era guapa, ni poseía un cuerpo atractivo, pero era una mujer y él
llevaba mucho tiempo sin disfrutar de una.
—¿Le gusta mi hermana? —Su pregunta lo tomó por sorpresa y más
aún el hecho de que lo mirara con tanta determinación, eso era muy poco
común en ella. Detuvo su marcha, para ver si la intimidaba, y ella no bajó
el rostro—. Sea sincero, para saber si es conveniente que me siga
acercando a usted.
Enarcó una ceja.
—¿Qué cambiaría si te digo que sí?
—Me haría a un lado, jamás pelearía con mi hermana por un hombre.
Vaya, tenían algo en común, él tampoco pelearía con su hermano ni
amigo por una mujer. Dio un paso en su dirección y ella titubeó, pero no
bajó el rostro. Mejor, eso le gustaba más, tener sus grandes ojos en él era
bastante atrayente.
—¿Qué tal si te digo que prefiero ir de paseo al lago en vez de tomar el
té, vendrías conmigo?
—¿Solos? —Abrió los ojos con sorpresa y él asintió—. Pero… pero…
mi pregunta…
—No, no me gusta tu hermana —mintió, era lo que todo canalla hacia
cuando deseaba tomar algo de una mujer—. ¿Por qué nunca me llamas por
mi nombre? Tus hermanas dejaron las formalidades desde hace mucho.
—Yo…
—Dime Thomas, a mí me encantará decirte Gardenia a partir de ahora.
Sus mejillas se tiñeron de un rojo intenso y sus instintos más primitivos
despertaron, indicándole que debía ser rápido si quería salirse con la suya.
Hortensia estaba deprimida, Gordon estaba haciendo de carabina para su
hija menor y Sheldon, y Max… él siempre se mantenía alejado de todo, por
lo que era su oportunidad perfecta para descubrir qué tan apasionada
podía ser Gardenia Gardener.
—¿Vienes? —Le tendió el brazo y la satisfacción que sintió cuando ella
lo sujetó fue indescriptible—. No te arrepentirás —musitó con voz ronca y
muy lentamente se alejaron de la casa, ingresando por la arboleda a una
aventura que no terminaría nada bien para la morena.
Thomas odiaba recordar, pero desde que dijeron que volverían a Boston,
no había hecho más que pensar en las hermanas Gardener y en Laurine, otra
mujer a la que traicionó vilmente porque rechazó su amor, después de
haberle generado grandes ilusiones durante largos años.
«No fuiste tú», farfulló una vocecilla y apretó la mandíbula, claro que
fue él. Todo era su culpa, si hubiera tenido el carácter para detener a
Sheldon y a su hermano, ellos no le habrían robado su dinero ni la receta de
sus perfumes, condenándola a la ruina total.
¿Qué sería de ella?
¿Lo odiaría?
Posiblemente sí, era lo menos que merecía después de semejante
traición. Todavía le parecía un milagro que su hermano, el conde de
Devonshire, no hubiera venido por ellos. Tal vez Laurine no dijo nada al
respecto, quizá ni siquiera acudió a su hermano para pedir ayuda, eso
debería mantenerlo tranquilo; pero no era así, le había quitado todo cuando
una noche antes le había jurado amor eterno.
Se frotó el rostro con frustración, eso de recontar todo el daño que causó
no lo estaba ayudando en lo más mínimo. Algún día la volvería a ver y le
devolvería su dinero, en el fondo sí llegó a enamorarse de la rubia y a
querer a su tierna hija, por lo que no estaba orgulloso de sus acciones.
Cada vez que la recordaba, sólo sentía ganas de vomitar.
—¿Qué te sucede? Has estado actuando raro.
La intromisión no deseada de Sheldon no mejoró su estado anímico,
pero alzó el rostro para recibirlo.
—Pienso.
—¿En qué?
—En que ya no quiero seguir con esto —confesó con voz tensa y su
amigo se sentó junto a él, aprovechando que la cubierta estaba vacía y era
de noche.
—¿Por qué no? Llegamos lejos, conseguimos todo lo que queríamos y
lo hicimos trabajando juntos.
—Pero ¿a qué precio? —preguntó con frialdad, odiando que Sheldon se
sintiera orgulloso de todos sus logros—. Hemos dañado a muchas personas.
—¿Estás así porque volveremos a ver a las hermanas Gardener?
A su amigo le costaba creer que su arrepentimiento fuera sincero.
—No quiero que les hagas nada —aseveró y el pelirrojo enarcó una ceja
—. Si las tocas, juro que dejaré de ser tu mejor amigo.
—Vaya —se rio con socarronería—, al parecer volvió el Thomas
defensor de las féminas.
—Prométemelo.
—Jamás le tocaría un solo pelo a Maggie —dijo con voz ronca, mirando
a la nada—. Gardenia me es indiferente; además, conociéndolas, serán
prudentes y se mantendrán al margen. Son mujeres sensatas.
—Hortensia…
—Ella no debe meterse en mi camino si no quiere salir lastimada —
aseveró y Thomas empuñó las manos—. No puedo prometerte nada cuando
de esa mujer se trata, tú mejor que nadie sabe que está loca y es capaz de
hacer cualquier cosa por conseguir lo que quiere.
Hortensia no estaba loca, ella simplemente actuó sin pensar y dejó que
sus emociones la gobernaran. Se enamoró del hombre equivocado, quiso
conquistarlo y atraparlo de la manera incorrecta, y Sheldon la había
castigado cruelmente.
Sólo esperaba que los años le hubieran enseñado a ser más prudente.
—Tal vez entraron a un convento —trató de ser optimista.
—O tal vez dejaron Boston al no tener a dónde ir.
Lo miró con obviedad.
—¿Y a dónde irían sin dinero?
—Mucha gente las quería, dudo mucho que las hayan dejado solas.
—Otra razón para preocuparse —recordó y Sheldon arrugó el entrecejo
—. La gente las ama y a nosotros nos odiarán por todo el daño que les
hicimos.
—No pueden odiarnos, gracias a nosotros muchas personas tienen un
buen empleo, compramos su confianza.
Pero la confianza no se compraba, eso era algo que uno debía ganarse.
—¿Quién crees que pudo ser el culpable de la explosión?
—Sé que hay una nueva empresa naviera de Londres que empezó a
funcionar hace unos meses en el muelle, algo me dice que la competencia
quiere deshacerse de nosotros.
Era lo más probable.
—No me gusta que actúes de esta manera, Thomas, tú no eres así.
—Volveré a ser yo mismo si te tranquilizas un poco, estás haciendo de
mi viaje una pesadilla. No sabes las ganas que a veces tengo de saltar de
este barco.
Su amigo rompió en una sonora carcajada que le generó algo de
tranquilidad, al menos Sheldon aún recordaba lo que era una risa.
—De acuerdo, te prometo que me relajaré.
—Eso me ayudaría, a veces extraño a mi mejor amigo —confesó con
congoja y el pelirrojo lo miró con curiosidad—. Me pregunto qué sería de
nosotros si nos hubiéramos quedado en Londres.
—Seguiríamos siendo unos donnadies —gruñó.
—Pero al menos seríamos honrados.
—¿De verdad seguirás con eso?
—No. —Sonrió con amargura, ya se había dado por vencido en cuanto a
Sheldon y su hermano—. ¿Entramos? Hace frío.
—Prometes que tomarás el viaje con mayor calma.
¿Acaso tenía otra opción?
Últimamente soportarlos se le había hecho todo un reto.
—Sí.
Capítulo 2
Gardenia aguardó pacientemente para que la señora Irene cerrara los
ojos y minutos después lanzó un suspiro de alivio al ver que por fin pudo
conciliar el sueño. La mujer llevaba tres días sin dormir y su cuerpo se
encontraba débil, la pérdida de su esposo la estaba hundiendo en la tristeza
y eso no era nada bueno, considerando que tenía tres hijos que necesitaban
de ella. Birdie y Scott sólo eran dos adolescentes, no podían hacerse cargo
de la pequeña Susan, que ahora dormía plácidamente en sus brazos.
—Hiciste bien en ponerle el sedante, nana —susurró y Nancy apartó la
vista del pequeño cuenco que tenía en manos—. Ella ama tu comida, estoy
segura que ni siquiera lo notó.
—¿La ama o simplemente estaba hambrienta? —inquirió su nana con
pesar, mirando por la ventana de la pequeña casa que estaba cerca del
muelle—. Muchas familias han quedado afectadas, Bass y los hermanos
Frensby no planean ayudar a la colonia y si las cosas siguen así los niños
morirán de hambre.
—Lo sé —susurró abatida— y Clarkson no hace más que ignorar a
Maggie.
—Le ordenó que no se meta donde nadie la llama, que lo que suceda
con la colonia no es de nuestra incumbencia.
—Pero sí nos incumbe —espetó con frialdad—, esta gente es nuestra
familia. —Dejó a Susan en la pequeña cesta de mimbre y le hizo una seña a
su nana para que salieran de la casa—. Si algo sucede, no duden en ir a
buscarme —les dijo a los niños que la miraban con atención y ambos
asintieron con desenfreno.
—Gracias por la comida.
Era lo menos que podía hacer por ellos, lo cierto era que, si por
Gardenia fuera, haría más que prestarles servicios medicinales y darles un
poco de comida. Desde la explosión en el muelle, la zona había quedado
bastante desprotegida, muchas mujeres se quedaron sin sus maridos y los
niños sin sus padres, y habían más de cuarenta heridos que aún no se
recuperaban en su totalidad. Atender todas las quemaduras de aquellos
hombres le generó una inmensa tristeza, porque ellos no merecían ese
destino, llevaban años trabajando para la naviera y no entendía quién pudo
haberles causado tanto mal.
—Nuestro padre jamás les habría dado la espalda —dijo frustración,
presionando su desgastada falda con rabia—. Él ni siquiera tendría
enemigos tan peligrosos.
Gordon Gardener fue un gran hombre y su mayor error fue confiar en
Sheldon Bass, un desgraciado que juró cuidar de sus hijas y su negocio
cuando él ya no estuviera. Sin embargo, ni bien falleció, Sheldon salió
huyendo con el dinero y dejó la naviera a cargo del administrador que
alguna vez trabajó para su padre.

—¡¿Cómo puede hacer algo así, Clarkson?! —bramó su nana, la mujer


que siempre estuvo junto a ellas desde que su madre falleció—. Son las
hijas del señor, esta es su casa.
—Lo siento, pero el señor Gardener le dejó toda su herencia al señor
Bass y él decidió que las cosas fueran así. No siente ninguna
responsabilidad hacia ninguna de las tres hermanas y el compromiso se
rompió por obvias razones. —Miró a Hortensia con desprecio.
Gardenia se estremeció al ver como sus hermanas palidecían y por
primera vez en años ocupó el puesto de hermana mayor y las sujetó de las
manos con firmeza. Ahora mismo Maggie estaba lidiando con el abandono
de su prometido y Hortensia con el abandono del hombre al que se entregó
hace poco.
La garganta se le cerró, nunca se imaginó que Sheldon les haría algo
así.
¡Habían convivido juntos por más de ocho meses!
Por un momento pensó que eran amigos.
—¿Qué sucederá con ellas? —Su nana se veía muy nerviosa—, ¿a
dónde irán a parar? No tienen nada.
—Y tampoco pueden llevarse nada —aseveró Clarkson y Gardenia
apretó la mandíbula—. Nada de esta casa les pertenece, así que le pediré
que me deje cumplir con mi trabajo. Ellas deben salir de aquí ahora mismo.
¿No podrían llevarse nada?
«Mi cajita musical».
No era momento para pensar en eso, la situación era bastante delicada.
—No —siseó su nana, una mujer de cincuenta años que las estaba
protegiendo con su propio cuerpo del hombre que las miraba sin piedad—.
Es imposible, me rehúso a creer que el señor Gardener les hizo esto a sus
hijas.
—Sea prudente, señora Nancy, usted podrá mantener su trabajo como
ama de llaves y...
—Me iré con ellas —sentenció la mujer, tomándolas a las tres por
sorpresa—. Espérenme afuera. —Se volvió hacia ellas con rapidez—. Iré
por mis cosas, no hablen nada con él. —Se refirió a Clarkson, quien miraba
a Maggie con avaricia—. Encontraremos una solución.

Gardenia jamás olvidaría todo lo que su nana hizo por ellas. De no haber
sido por ella, ni siquiera habrían tenido donde dormir durante las primeras
noches. Gracias a Nancy la estabilidad entre sus hermanas nunca se rompió,
ella pudo lidiar con el odio que Maggie albergó hacia Hortensia y con la
tristeza que consumió a su hermana más fuerte durante meses.
Se frotó las sienes con frustración, odiaba recordar esa etapa de su vida.
—Creo que terminamos por hoy. —Su nana la regresó a la realidad—.
Ya se repartió comida en todos los hogares y se hizo un seguimiento a las
quemaduras de los hombres.
—No sé qué haría sin ti, nana —musitó con ternura y la abrazó por los
hombros—. Gracias por todo.
—Lo hago con gusto, pero nos estamos quedando sin recursos. —
Asintió con tristeza—. La colonia es una gran responsabilidad para ustedes,
Gardenia.
—Gracias a ellos tenemos nuestro pequeño hogar —susurró, incapaz de
olvidar como los empleados de su padre fueron por ellas para brindarles un
hogar y algo de protección cuando se quedaron en la calle—. Si no fuera
por ellos, no estaríamos aquí.
—Se hace tarde, debemos ir por Maggie —le recordó su nana y se
alejaron de la pequeña colonia en silencio, esperando que todo siguiera en
calma hasta el día de mañana.
Margarite trabajaba en un taller de costura, normalmente Nancy siempre
se encargaba de llevarla y esperar por ella, pero desde que sucedió la
explosión, su nana sólo la llevaba y luego regresaba para ayudarla, algo que
agradecía mucho porque si no la presión sería demasiada.
—¿Dónde estaban? Tardaron mucho —gruñó Maggie nada más verlas y
se acercó a ellas con paso altanero.
—En la colonia, Irene no se encontraba bien —respondió y su hermana
rodó los ojos con aburrimiento, lastimosamente ella no apreciaba en lo más
mínimo a las personas de la colonia.
—¿Cómo te fue en el trabajo? —Nancy sujetó el brazo de Maggie con
cariño y eso logró aligerar la tensión en los hombros de la rubia, quien
sonrió abiertamente y le dio una respuesta.
—Es horrible, pero al menos la paga es buena.
Emprendieron camino hacia su casa y Gardenia se preguntó qué habría
pasado si Maggie hubiera seguido sus pasos y los de Hortensia, ¿sería así de
altanera, odiosa y malagradecida?
Tal vez no, pero Hortensia jamás habría permitido que la delicada y
hermosa Maggie se convirtiera en lo que ellas eran.
—¿Cómo que nos estamos quedando sin fondos? —La pregunta de su
hermana hizo que abandonara su letargo y miró a su nana de reojo, no debió
haberle dicho eso—. No pienso permitir que toquen mis ahorros.
Nunca pensaron en pedirle un solo centavo.
—Estoy harta de ser pobre —gruñó y Gardenia contó las calles que le
faltaban para llegar a su casa, eran demasiadas, por lo que no tenía más
opción que escuchar el berrinche de la rubia.
Maggie aún era joven, sólo tenía veintidós años y, de alguna forma,
Hortensia y ella habían impedido que viviera lo más feo de esa vida. La
sobreprotegían y consentían, y todo porque Hortensia nunca se perdonó el
haber arruinado su compromiso para condenarlas a esta vida.
Gardenia suspiró.
Desde su perspectiva, Hortensia no tenía la culpa de nada, Bass y los
hermanos Frensby nunca las tomaron en serio, dudaba mucho que ellos se
hubieran hecho cargo de ellas al final de todo.
—Debe sentirse cansada —musitó su nana una vez que llegaron a su
casa y Maggie subió a su alcoba enfurecida—, durante los últimos días ha
tenido mucho trabajo en el taller de costura.
Se frotó las sienes con frustración, si trabajar en un taller de costura le
parecía una responsabilidad pesada, Maggie no estaba lista para el mundo
exterior.
—¿Sabes a dónde fue Hortensia?
Hortensia estaba desesperada con la situación, amaba los barcos de su
padre, amaba a la gente que solía trabajar para su padre, y ahora mismo
estaba fuera de control porque los dueños de la naviera no querían
indemnizar a las familias ni ayudar con el bienestar de la colonia.
—No. Cuando Maggie dio la noticia de que Clarkson volvió a ignorarla,
ella simplemente subió al techo de la casa de los Robinson y se marchó.
Gardenia se cruzó de brazos, pensativa.
—¿En qué tanto piensas? No me gusta tu mirada.
—Creo que debemos buscarlo.
Los ojos de su nana se abrieron de par en par, su idea no había hecho
más que horrorizarla, y es que llevaban más de un año alejadas de Lucifer y
las crueles tareas que él siempre tenía para ellas; no obstante, sólo él les
daba una paga decente.
—No lo hagan, dijimos que dejarían esa vida.
—Siempre y cuando nuestra situación sea estable —le recordó con
dureza y al ver la tristeza en el rostro de su nana, se pasó una mano por el
cabello con frustración—. No sucederá nada malo, sólo es una idea que se
me ocurrió, aún debo hablarlo con Hortensia.
—Eso no me alivia —comentó la mujer delgada y de cabellos grises—.
Estoy casi segura que ella lleva días planteándose la misma idea, pero no
quiere decírtelo.
Era probable, ellas pensaban de manera muy similar, tal vez porque
habían pasado por muchas cosas juntas, pero no podía pasar por alto el
hecho de que, si Hortensia podía alejarlas del peligro, no dudaría en
sacrificarse a sí misma con tal de conseguirlo. Algo estúpido, porque
Gardenia no pensaba dejarla sola en esto.
No por nada era la hermana mayor.
—Necesito un baño —susurró con cansancio y empezó a preparar todo
lo necesario para tomar uno, en esa casa sólo vivían las cuatro y la única
que no movía un solo dedo era Maggie, algo que ella estaba tentada a
cambiar lo antes posible.
Todavía no podía entender quién pudo dejar una bomba en el barco,
sospechaba que el navío poseía mucha mercadería de contrabando antes de
ser destruido, porque era a lo que se dedicaban sus némesis, pero un
enemigo que quisiera hundir el negocio llevaría a las autoridades, no
lastimaría cruelmente a tantas personas, ¿verdad?
En un principio, sólo había querido ayudar a la gente que fue afectada
por la explosión, pero ahora mismo quería encontrar al culpable y
castigarlo. Empuñó las manos con rabia y empezó a respirar con dificultad,
por esa razón acercarse a Lucifer no era tan mala idea, porque él no sólo les
pedía reliquias valiosas que fueron robadas y necesitaba recuperar, sino que
reclamaba vidas de hombres que ni siquiera deberían existir.
Cuando Lucifer las encontró, no sólo les dio la oportunidad de salir de la
mísera pobreza, sino que las entrenó y preparó durante meses para
convertirlas en mujeres temidas y peligrosas. Las hijas de Lucifer eran el
misterio más grande de Boston y nadie podía imaginarse que dos de las
hermanas Gardener ostentaban ese título.
Hortensia y ella eran las hijas de Lucifer, dos mujeres que no conocían
la piedad.
De vez en cuando, Lucifer solía buscarlas para pedirles uno que otro
favor, pero volver a trabajar con él, bajo sus reglas, significaba algo mucho
más grande y complejo.
Lanzó un gemido cuando el agua tibia rodeó sus entumecidos músculos
y trató de idear otro plan que no implicara volver a sus andadas, la vida que
llevaba como enfermera le gustaba mucho, siempre y cuando nadie
pretendiera meterse en su camino o pasarse de listo, pero ese trabajo no le
daba el dinero suficiente para mantener a toda una colonia. El olor a
gardenias inundó sus fosas nasales y empezó a limpiar su cuerpo con un
paño, esperando que los hijos de Irene se encontraran bien.
—¿Cómo estuvo tu día? —No giró el rostro hacia la ventana, ni mucho
menos mostró expresión alguna cuando su hermana ingresó por la misma,
para después correr las cortinas.
—¿Estuviste robando?
—Sólo un poco, Richman fue al teatro y me pareció una buena víctima
—explicó y ella entendió el porqué de su atuendo.
Hortensia iba vestida de negro, con un corsé de cuero encima de su
camisa y un pantalón holgado que se perdía a la altura de sus rodillas dentro
de sus botas. Por supuesto, no llevaba el sobretodo rojo, porque esa sería
una advertencia para la ciudad, el día que ellas sacaran esa prenda de su
armario, Boston sabría del regreso de las hijas de Lucifer.
Su hermana se quitó la boina y tiró de la media para liberar su cabellera
castaña de su cautiverio, los rizos eran abundantes y rebeldes, por lo que era
normal que ella se sintiera fatigada al tenerlo tan apresado.
—¿Conseguiste algo?
—Conseguí mucho. —Tiró el saco de monedas sobre su pequeña mesa y
puso las manos en jarras—. Bass y los hermanos Frensby llegarán a Boston.
—Cada músculo de su cuerpo entró en tensión y miró a su hermana con los
ojos muy abiertos.
—Imposible, ellos nunca vuelven al lugar donde radican sus víctimas.
—Lo harán, perder un barco y una considerable fortuna es razón
suficiente para que dejen de ser unos cobardes.
Apretó la mandíbula con tanta fuerza que por un momento pensó que
sus dientes tronarían. Odiaba a esos hombres con cada fibra de su ser, por
un momento pensó que nunca más volvería a verlos, pero al parecer el
dinero realmente era capaz de mover lo que sea.
—¿Crees que indemnicen a las familias?
Su hermana caminó por su habitación, pensativa.
—No, claro que no, ellos nunca quieren perder un centavo.
Y eso los hacía más despreciables.
—Necesitamos dinero, he pensado en buscar a Lucifer, él siempre tiene
un trabajo para nosotras.
—Creí haber dejado claro que nos alejaremos de él.
Al parecer, en esta ocasión, ellas no estaban en sintonía.
—No es fácil, cuando eres una de las hijas de Lucifer —se mofó y su
hermana gruñó.
—Yo no quería eso para ti. —Pateó el piso, furiosa—. Me habría
encantado que te mantengas tan inocente como Maggie, sin un pecado que
cargar sobre tus hombros.
—Lo hice por voluntad propia —aclaró y ambas se desafiaron con la
mirada—. Soy tu hermana mayor, no iba a dejarte toda la responsabilidad.
Hortensia gruñó.
—Dices que Bass y los hermanos Frensby volverán. —Se levantó de la
bañera y su hermana le lanzó una toalla—. Clarkson se la ha puesto difícil a
Maggie, ¿qué te parece si las hijas de Lucifer le hacen una visita? —Los
ojos almendrados de Hortensia brillaron con interés—. Tal vez es momento
de desempolvar nuestro uniforme.
—¿Con qué fin?
—Quiero saber cuándo llegarán.
Su hermana se cruzó de brazos, pensativa.
—¿Y eso para qué? Nosotras no tenemos nada que tratar con ellos.
—Si no soltarán el dinero por las buenas, nosotras haremos que paguen
los daños por las malas. —Hortensia sonrió con malicia—. Vamos a darle
una digna bienvenida a la Tríada infernal y verificar qué tan amigos pueden
llegar a ser.
—Eso me gusta más —admitió—, iré a alistarme, vístete y nos iremos.
De más estaba decir que no llevaron a Maggie con ellas, puesto que su
hermanita no podría tolerar la idea de ver a Vincent Clarkson amordazado,
maniatado, y suplicando misericordia con la mirada.
Hortensia no se equivocó al determinar que él estaría en la casa que
alguna vez fue su hogar, seguramente preparando todo para el regreso de
sus señores, y sintió algo de nostalgia al ver que el despacho de su padre
estaba tal y como lo recordaba, pero no dejó que ese hecho la distrajera de
su objetivo.
—Tus jefes llegarán, así que por tu bien dinos cuando. —Giró su
cuchilla sobre la palma de su mano y Hortensia se acuclilló para quitarle el
paño de la boca. Él ganó una gran bocanada de aire—. Habla.
—Las hijas de Lucifer —susurró horrorizado, reconociendo los
sobretodos rojos y las mascarillas que cubrían la mitad de sus rostros de la
nariz para abajo de cuero negro.
El color rojo de su sobretodo sólo tenía una función: recordar a sus
víctimas toda la sangre que podría salir de sus cuerpos si llegaban a ser
atacados por ellas.
—No he robado nada, jamás me he metido en sus asuntos, perdónenme
la vida, por favor —suplicó con lágrimas en los ojos e intercambió una
mirada con su hermana.
—Sólo queremos saber cuándo llegarán los dueños de la naviera, si
hablas te perdonaremos la vida.
—¡Mañana!
Maldición, eso era muy pronto, no había esperado que esa noticia les
llegara tan tarde.
—Es lo que calculo —susurró con nerviosismo.
—Mañana... —Hortensia volvió a cubrirle la boca y se incorporó—.
Entonces mañana ellos llegarán a ayudarte. —Le pateó la pierna, furiosa—.
Más de setenta familias se quedaron a la deriva con la explosión y ellos los
ignoraron, por su bien hagan lo correcto o no vivirán para contarlo.
Más que una amenaza era una advertencia que Clarkson tendría que
transmitir. Ellos debían saber qué era lo que querían y poner de su parte,
porque si no las cosas empezarían a descontrolarse.
Sabía que la Tríada infernal era peligrosa, existían muchos rumores
sobre ellos; pero ellas tampoco eran las jovenzuelas indefensas que
abandonaron hace siete años, ahora eran lo suficientemente fuertes e
inteligentes como para provocar su ruina.
Salieron del despacho como si estuvieran en su casa, y tal vez lo
estaban, porque todo seguía tal cual lo dejaron, y antes de salir por la puerta
principal, miró las escaleras.
«Mi cajita musical».
—No tomaremos nada —susurró Hortensia, como si pudiera leer sus
pensamientos, y ella asintió.
No podían sacar nada, eso sólo llamaría la atención de Bass y los
hermanos Frensby. Además, no podía olvidar que ellas habían evitado
durante años ingresar a esa casa a robar, justamente para evitar encontrarse
con objetos que pudieran generarles un absurdo sentimentalismo.
—¿Iremos por ellos? —inquirió de camino de regreso y Hortensia
asintió.
—Oh sí, claro que iremos por ellos. —Sonrieron con malicia—. Su
estadía en Boston será un verdadero infierno.
Capítulo 3
Cuando el barco llegó al muelle, Thomas se sintió como un león a punto
de ser liberado en su habitad natural. Había sido un viaje tortuoso, ya no
disfrutaba de la compañía de Sheldon y Max, por lo que el aire fresco que
ahora acariciaba sus mejillas no hacía más que regalarle un poco de
tranquilidad.
Boston no era su hogar, pero fue dónde pasó más tiempo antes de
convertirse en un canalla de primera, por lo que le tenía algo de afecto.
Además, de alguna forma, visitar ese lugar era el primer paso que debía dar
para reivindicarse, porque pensaba buscar a las hermanas Gardener sin que
sus amigos lo supieran.
—Me adelantaré —susurró con suavidad, esperando no haber sido
escuchado por sus amigos, y cuando llegó al muelle, sonrió abiertamente y
estiró las manos con satisfacción—. Por fin.
En esta ocasión, no tenía pensado quedarse en la misma casa que Max y
Sheldon, prefería alquilar un piso antes que seguir con toda esa pesadilla
que implicaba convivir con ellos. Su hermano le había dado el permiso para
irse —aunque no era algo que realmente necesitara—, y eso le brindaba
algo de paz porque no los estaba traicionando ni abandonando, simplemente
estaba tomando su propio camino.
Quería un cambio en su vida y ese cambio llegaría ese mismo día.
Sus planes eran bastante claros, pensaba buscar a las hermanas Gardener
y hablar con Clarkson para visitar a las familias que fueron afectadas por la
explosión, necesitaba reorganizar sus ideas y usar su dinero en algo que
realmente valiera la pena.
Un revuelo a pocos metros de distancia llamó su atención y lo obligó a
enderezar la espalda, para prestar mayor atención a lo que estaba
sucediendo. Frunció el ceño al ver cómo la gente se apartaba del camino y
gritaba obscenidades.
—¿Qué estás sucediendo? —susurró y cuando quiso avanzar hacia el
lugar, un agudo dolor atravesó su pierna izquierda y el dolor no le permitió
distinguir el sonido del disparo—. ¡Ah! —rugió desesperado.
—¡Thomas!
Era la primera vez que su hermano gritaba y él podía percibir una
emoción en su voz, pero lastimosamente no pudo girar el cuerpo para verlo,
porque pronto el carruaje que amenazó con atropellar a más de uno se
detuvo junto a él y dos hombres bajaron para montarlo en el mismo y
alejarlo de todo el altercado.
Ahogó una maldición, nada como un balazo y un secuestro de
bienvenida.
El dolor hizo que empezara a sudar sin control alguno y se concentrara
en los gritos del exterior, aún estaban en el muelle, aún existía la posibilidad
de que sus amigos lo ayudaran, pero el oír más disparos hizo que la sangre
se le congelara y lanzó un gruñido cuando algo cayó sobre el techo del
carruaje, indicándole que sus raptores se habían salido con la suya.
Por esa razón debieron idear un plan para llegar a Boston, ¡se suponía
que tenían un enemigo esperando por ellos!
—¿Los disparos estaban dentro del plan? —preguntó el hombre y por el
tono de voz, pudo deducir que se trataba de un jovenzuelo.
—No, claro que no.
—Ella va a enojarse, dijo que debíamos llevarlo intacto.
—Pero fue su hermana quien disparó.
¿Qué?, ¿quién era ella y quién era su hermana?
Thomas quería escuchar más, realmente quería saber quiénes eran sus
raptores y para quienes trabajaban, pero como era de esperarse, su vitalidad
fue apagándose y terminó perdiendo el conocimiento.
«Estoy perdido».

Era una locura y lo sabía, pero al parecer cometió un error al juzgar a


Gardenia en primera instancia, porque en su vida había tenido a una joven
tan apasionada como ella a su merced. Los jadeos femeninos acariciaron la
piel de su cuello y la rodeó con más fiereza de la cintura, pegándola contra
la roca para obligarla a levantar aún más la pierna.
—Thomas, sí, sí…
—Joder, ¿por qué no te pones pantalones como Hortensia? —sugirió
con voz ronca, hundiendo un nuevo dedo en su interior—. No cierres las
piernas —rogó con necesidad—, ya pasará.
Debía ser cuidadoso, era la primera vez que levantaba sus faldas y no
quería lastimarla, ni asustarla, pero sentir su humedad era mil veces mejor
que torturar sus pequeños pechos.
Aunque…
—¡Ah! —poseyó uno con la boca, considerando que le faltaban manos
para poder gozar de ella—. Bésame —suplicó y él gruñó en respuesta.
No iba a besarla, los besos eran algo muy íntimo y él no tenía intención
alguna de hacer algo más que eso con ella, por lo que era su manera de
pedirle que no malinterpretara las cosas.
Las manos femeninas se enterraron en su cabellera, tirando de la misma
con desesperación, y sus dedos aceleraron sus movimientos, haciéndola
llegar con maestría a su preciado orgasmo.
El primero que le regalaba.
—Bien, lo conseguiste —musitó con voz ronca, acariciando su rostro
perlado. Bajo la luz del sol, gobernada por la lujuria, ella se veía preciosa
—. ¿Te ha gustado?
—Sí —confesó y enterró el rostro en su pecho, apenada.
Sonrió y dejó un casto beso en su frente, ayudándole a recuperar el
equilibrio.
—La primera vez sólo besaste mis pechos —le recordó y él presionó su
abrazo—. Esto ha sido mejor, mucho mejor. —La sintió tiritar en sus brazos
y no pudo decidir si su sinceridad le gustaba o asustaba.
—No se lo puedes decir a nadie.
—Lo sé, lo sé —dijo aceleradamente y lo abrazó por la cintura—. Si
quiero que dure, debe ser nuestro secreto.
Y todos estaban tan ensimismados en sus problemas, que ni siquiera
reparaban en Gardenia, por lo que para ellos era muy fácil escabullirse
hacia el lago.
—¿Te quieres sentar?
—Sí —susurró y ambos se sentaron en el césped, mirando a la nada—.
¿Por qué haces esto conmigo? —inquirió ella con voz débil—. ¿Te gusto?
«En realidad, eres mi única opción».
—Sí, me gustas.
Pero si no quería perder esas libertades que ella tenía con él, debía
mentirle.
—¿Entonces por qué no me besas?
Era una buena pregunta, nunca fue receloso con sus labios, sino todo lo
contrario, pero quizá todo se debía a que Gardenia Gardener no le gustaba
en lo más mínimo y no tenía deseo alguno de besarla.
—¿Quieres sentir algo? —preguntó de pronto, dispuesto a hacer lo que
sea con tal de cambiar el tema.
—¿Qué? —Lo buscó con la mirada, esperando ser besada, pero Thomas
sujetó su mano con delicadeza y muy lentamente la apoyó sobre sus
pantalones, en el lugar donde su deseo era bastante notorio—. Thomas…
—Esto es lo que provocas en mí, Gardenia.
Ella empezó a respirar con dificultad y presionó el punto, robándole un
gemido.
—¿Te lastimé?
—No, no, no —dijo con rapidez y la soltó—. Sólo tus caricias pueden
calmarlo, ¿quieres ayudarme? Sólo lo tocarás, aún no es tiempo para que
lo pruebes —musitó con voz ronca y en menos de un minuto, Gardenia
empezó a tomarlo con la mano, llevándolo al límite.
Jamás se imaginó que junto a ella podría pasarla tan bien, por fin su
estadía en el campo dejaría de ser aburrida.

Gardenia… ¿por qué no podía dejar de soñar con ella?, ¿acaso ella lo
necesitaba?
Si no se sintiera tan mal, si tan sólo su pierna izquierda no estuviera
ardiendo en llamas, movería mar y tierra para encontrarla.

—¡¿Lo escuchaste?! —corrió en su dirección, obligándolo a apartar la


vista del semental, y frunció el ceño a verla tan entusiasmada—. Sheldon y
Maggie se casarán, mi padre le ha concedido la mano de mi hermana en
matrimonio.
Vaya… al parecer Sheldon había tomado una decisión un tanto
precipitada, porque en ningún momento les consultó nada al respecto. No
era como si él tuviera que pedirles permiso para casarse, pero ¿no se
suponía que eran amigos o algo así como hermanos del alma?
—Es una noticia agradable. —Forzó su mejor sonrisa, imaginando que
cierta joven podría estar llorando ahora mismo—. Tu padre debe estar
satisfecho, Sheldon es algo así como el hijo deseado que nunca tuvo.
—Sí, aunque Hortensia se enojó mucho.
—¿De verdad? —fingió ignorancia.
—Creo que Sheldon le gusta.
No le dio una respuesta y todas sus alarmas se prendieron cuando ella
lo abrazó por detrás, un gesto algo descarado e incómodo, porque
normalmente era él quien daba muestras de afecto.
—¿Qué haces?
Si bien estaban lejos de la casa, no le gustaba que se tomara esas
libertades.
—Yo quiero la felicidad que Maggie tiene, Thomas. —Maldición, debió
suponer que algo así sucedería. Muy lentamente giró sobre su eje y rompió
el abrazo con delicadeza—. ¿Qué sucede? —Lo miró ceñuda—, ¿acaso tú
no quieres lo mismo que ellos?
—Creo que estás perdiendo el control, la felicidad no te deja pensar con
claridad. —Gardenia palideció—. Aún eres joven y…
—Tengo diecinueve y mi hermana quince, no uses una excusa tan
estúpida —soltó con rabia, mostrándole una faceta suya que no conocía—.
¿Has estado jugando conmigo todo este tiempo?
Se rascó la nuca, abatido.
—Yo diría que hemos estado jugando juntos, ¿no te parece? No se me
puede atribuir toda la culpa cuando tú dejaste que te levantara la falda.
Ella dio un paso hacia atrás, como si en vez de hablar, él la hubiera
golpeado, y Thomas no se sintió nada cómodo al verla tan angustiada.
—Creí que te gustaba.
Y tal vez le gustaba, pero…
—No lo suficiente como para casarme contigo —se sinceró—. Creo que
lo mejor será que nos detengamos, si Sheldon se casa con Maggie nos
veremos muy seguido y seguir con esto sería incómodo.
—¡Debiste pensar en eso antes de seducirme, canalla! —gritó furiosa.
Odiaba lidiar con las lágrimas de las mujeres, pero más detestaba ser el
causante de las mismas—. Hablaré con mi padre, no permitiré que te burles
de mí.
Ahora fue él quien palideció y todo rastro de amabilidad se esfumó de
su rostro.
—No te atreverías.
—¿Quieres probarme? —escupió con rabia y cuando quiso dirigirse
hacia la casa, agradeció con creces que su hermano se interpusiera en el
camino de Gardenia, cortándole el paso—. ¿Qué hace? —La voz de la
morena tembló, de más estaba decir que Max no le agradaba.
—¿De verdad quiere causar un escándalo cuando en la casa grande la
están pasando tan bien? —preguntó con frialdad y ella tragó con fuerza—.
Mi hermano nunca la obligó a nada, podría decir que gustosa dejó que le
levantara la falda y le abriera las piernas.
Él lo sabía, Max siempre estuvo al tanto de sus andares con la señorita
Gardener.
—¡¿Cómo se atreve?! —Gardenia levantó la mano para cachetear a su
hermano, pero Max la sujetó con firmeza, impidiendo tal atrocidad—.
Suélteme.
—No puedo casarme contigo —dijo de pronto, haciendo que la morena
se fijara en él. Se veía muy alterada—. Lo cierto es que no me gustas, sólo
me aproveché de tu enamoramiento para tener un pasatiempo. No me
pareces atractiva.
Gardenia sollozó con amargura.
—¿Por eso nunca me besaste?
Su hermano se rio con malicia.
—Me pregunto si tiene un espejo en su alcoba, señorita Gardener, ¿de
verdad pensó que alguien como mi hermano podría sentir deseo por usted?
Lo correcto habría sido pedirle a Max que guardara silencio, pero quizá
esto era lo mejor, no quería que ella se generara falsas esperanzas.
—Volveremos a la ciudad y tú no dirás nada —aseveró, enseñándole su
lado más desagradable—. Porque te juro que, si me obligas a casarme
contigo, te haré la vida imposible y haré que mis amantes desfilen por tus
propias narices.
Max la liberó de su agarre con violencia y Gardenia trastabilló,
repentinamente asustada por todo lo que estaba sucediendo. Estaba
rodeada por los hermanos Frensby y ninguno de los dos la miraba con
amabilidad o respeto; es más, se veían peligrosos y dispuestos a atacarla
con tal de mantenerla callada.
Siempre pensó que eran como el día y la noche, pero esa tarde se dio
cuenta del gran parecido que poseían; ambos eran muy crueles cuando se
lo proponían.

«Debí casarme con ella», se dijo mentalmente, angustiado, y se aferró a


lo que sea que ahora mismo estaba contra su palma. Si se hubiera quedado
con ella, ahora tendría una familia, muchos hijos y no se habría convertido
en un ser despreciable; es más, habría tratado de cubrir los errores de su
amigo.
«Yo podía cuidarlas a las tres».
Tal vez sería pobre, pero al menos no tendría la conciencia podrida.

—¿Podemos hablar? —preguntó con voz suave, haciendo que Gardenia


dejara de mirarse en el espejo de su peinador, y no le gustó que bajara la
mirada, era como si se sintiera incapaz de mirarlo a los ojos.
—Ya dijo todo lo que tenía que decir, salga de mi alcoba, por favor.
Thomas se pasó una mano por el cabello con frustración, habían
llegado a la ciudad ese día y todos se encontraban dormidos por el fatídico
viaje, pero no entendía por qué sintió la necesidad de venir a verla.
—Gardenia…
—Sólo vete, no se lo diré a nadie, no te molestaré más, pero déjame
tranquila. No quiero volver a tratar contigo y tu hermano. —Odió verla
tiritar en su lugar, su intención nunca fue asustarla de esa manera.
Él jamás sería capaz de hacerle daño.
—Escúchame… —Dio dos pasos en su dirección, pero paró en seco al
ver como sujetaba su camisola y juntaba las piernas con fuerza.
—¿No puedes buscar a una…? —Su voz fue muriendo—. Ya sabes. —No
fue capaz de decir cortesana en voz alta—. En el campo no tenías muchas
opciones, pero aquí abundan.
Empuñó las manos con enojo, ¿podía culparla por temerle?
«No, claro que no, la amenacé junto a Max, como todo un cobarde,
cuando sólo era una dama indefensa».
—Tienes razón —susurró con pesar y en vez de darle una disculpa
sincera, salió huyendo de la habitación como si esa fuera la solución a
todos sus problemas.

Tal vez merecía esa muerte, la había abandonado cuando más lo


necesitaba y en ningún momento se había puesto a pensar en lo mucho que
ella y sus hermanas sufrieron por su traición. Eran tres huérfanas sin la
educación adecuada para subsistir, las tres muy lindas y dulces a su manera.
No quería ni imaginarse todo lo que tuvieron que hacer para sobrevivir en
las frías y crueles calles de Boston.
Capítulo 4
Durante los últimos años, Gardenia jamás encontró una sola razón para
pelear con Hortensia, siempre aceptaba sus decisiones y encontraba el lado
positivo a cada una de sus acciones; sin embargo, ahora mismo, sólo quería
aniquilarla.
—¡Dijiste que no le dispararías! —chilló con impotencia, viendo como
los hijos de los trabajadores de la naviera tendían a Thomas en el piso de su
habitación, y Hortensia puso las manos en jarras.
—Me equivoqué de pistola, tomé la que estaba cargada con balas y no
con los dardos para hacerlo dormir.
—¿De verdad crees que me tragaré ese cuento? —escupió con rabia y se
posicionó frente a su hermana. Era la más alta del grupo, por lo que
Hortensia tuvo que levantar el rostro para mirarla a los ojos—. ¿Por qué lo
hiciste?
—Tal vez merece morir, ¿no crees?
¡No! ¡Él no podía morir!
—Estás loca —susurró angustiada y se arrodilló junto a Thomas, lo
primero que hizo fue ver su temperatura y después comenzó a cortar su
pantalón, debía extraer la bala lo antes posible.
—¿Por qué salvarlo? Él fue cruel y nos abandonó.
—¡Si querías matar a alguien, debiste matar a Sheldon Bass! —explotó,
soltando la tijera con nerviosismo, y miró a su hermana con la furia
inyectada en sus ojos—. Este no era el trato. —Los ojos se le cristalizaron y
Hortensia dio un paso hacia atrás, horrorizada.
—¿Qué diablos pasa contigo? —Una vez más miró a Thomas y
agradeció que su nana decidiera ayudarla, ahora mismo sus manos no
podían dejar de temblarle—. Él te arruinó la vida, por su culpa…
—Yo hice todo lo que hice por voluntad propia —aclaró, sabiendo que
no era una mentira.
Ella quiso convertirse en una mujer fuerte, aceptó matar y robar a
cambio de generosas compensaciones, estuvo dispuesta a vender su cuerpo
por dinero y nunca nadie la obligó a tomar esas decisiones. No como a
Hortensia, claro está.
—No lo culparé por mis decisiones.
—¿Dices que, si la situación no hubiera sido tan mala, igual te habrías
prostituido? —preguntó su hermana con desprecio y ella juntó los ojos con
fuerza, odiando que su nana estuviera escuchando esa discusión.
«No me pareces atractiva».
Tal vez no se habría vendido a cambio de prestar sus servicios, pero sí
habría buscado un amante, alguien que pudiera verla atractiva y la deseara
con cada fibra de su ser.
«¿De verdad pensó que alguien como mi hermano podría sentir deseo
por ustedes?»
Thomas le había enseñado cosas maravillosas, le había hecho sentir lo
que era la gloria y cuando él se fue, la tristeza sólo amortiguó esa necesidad
por unos meses. Su cuerpo había despertado y ella no quiso mantenerlo
dormido, menos cuando sus opciones de casarse o conocer el amor eran
nulas. Nadie se enamoraba de mujeres poco agraciadas, las mujeres como
ella sólo eran un pasatiempo que uno gozaba a puerta cerrada, por lo que
ella aprovechaba tanto como fuera posible con cada uno de sus amantes.

—No te preocupes, hermana —dijo Maggie con una sonrisa perversa en


el rostro—. Papá tiene razón, al menos podrás ser una buena tía para mis
hijos. Yo me aseguraré que mi esposo cuide de ti.
Gardenia no quería odiar a Maggie, ella era su hermana pequeña, pero
mientras más tiempo pasaba la rubia con su padre, más desagradable se le
hacía.
Margarite era la flor más preciada de su padre, él solía llamarla su
última esperanza, y era desagradable que siempre la estuviera comparando
con la rubia cuando las diferencias físicas eran evidentes.
—Tal vez no tiene razón, ¿por qué no existiría alguien en el mundo
capaz de amarme?
—Porque el amor sólo es para la gente linda —dijo con dureza—. Y tú
no lo eres, o al menos eso piensa nuestro padre.
Curioso, porque ella era bastante parecida a su progenitor, a excepción
de los ojos verdes, que eran una clara herencia de su madre.
—La belleza no lo es todo —siseó con los ojos llorosos y Maggie
jugueteó con su bucle dorado—, hay cosas más importantes.
—¿De veras? ¿cómo qué?
Empuñó las manos con enojo y no se atrevió a continuar con esa
conversación, que claramente tenía perdida, y abandonó la habitación de
su hermana con rapidez. Jamás entendería por qué Maggie era tan cruel.
Salió al jardín con lágrimas en los ojos y lanzó un gritillo cuando
Hortensia se metió en su camino.
—¿Por qué lloras? —Su hermana puso las manos en jarras y miró a su
espalda con enojo—. ¿A quién debo golpear?
Le robó una débil sonrisa, Hortensia era su hermana favorita y no
precisamente porque fuera la más amable y generosa del grupo, sino
porque ella capaz de hacer hasta lo imposible con tal de hacerla sentir
bien.
—No fue nada.
—¿Maggie volvió a fastidiarte?
Asintió, analizando una vez más el aspecto varonil de su hermana.
Hortensia nunca dejó que las palabras de su padre la afectaran, el
hecho de que Gordon Gardener nunca hubiera podido engendrar a su
preciado hijo varón era algo que él aún lamentaba en voz alta. No
obstante, su hermana, en vez de cohibirse, le había dicho a su progenitor
que ella sería como el heredero deseado y se había empezado a comportar
de una manera que, en vez de enorgullecer a su padre, lo llevaron a
considerar a Hortensia como un caso perdido.
—No deja de recordarme que soy fea.
Su hermana la sujetó de las mejillas y conectó sus miradas.
—Tú eres hermosa, que nadie te diga lo contrario.
¿Podía creerle?
—Tengo dieciocho años y nunca nadie ha intentado cortejarme, nuestro
padre me tiene tan poca fe que ni siquiera quiso presentarme en sociedad.
—Siéntete agradecida de no haber sido presentada en sociedad, tú eres
mucha cosa para esos patanes. Mereces más que un simple esposo que se
aproveche de tu dote.
Gardenia forzó su mejor sonrisa, en verdad quería creer en sus
palabras, pero no era tan sencillo.
—¿Tú crees que el amor sólo es para la gente linda?
Ella se rio.
—Si fuera así, nuestro padre nunca se hubiera casado, él no es una
linda persona, tratar con él a veces es algo desagradable. —Miró al piso y
jugueteó con una piedra que estaba en su camino—. Gordor Gardener hace
que una prefiera comer en su alcoba.
«Me refería al aspecto físico», pensó con congoja, percatándose de que
no era la única hija que su padre había despreciado a su manera.
Hortensia era hermosa, más bella que Maggie, pero cuando se rapó la
cabeza, su padre dejó de considerarla como una de sus hijas con mayor
potencial para conseguir un buen esposo.
Jamás entendería por qué su hermana hizo algo así, pero de alguna
forma se lo agradecía, porque gracias a sus acciones ya no se sentía tan
sola ni tan poco amada por su padre.

El recuerdo hizo que el enojo hacia su hermana aminorara y su cuerpo


empezara a serenarse. Una vez que logró recuperar la calma, sujetó su
maletín y tomó todo lo que necesitaría para atenderlo.
—Tiene que ser una broma, debí matarlo.
—Vete, Hortensia, no permitiré que le pongas una sola mano encima —
afirmó con sequedad.
Era la primera vez que se molestaba con Hortensia, ni siquiera cuando
pasó lo de Sheldon pudo acusarla por colarse en su cama cuando él estaba
prometido con Maggie, pero ahora mismo sí estaba molesta con ella.
Hortensia era muy impulsiva, ¡debía aprender a controlar su
temperamento!
—Bien —dijo finalmente—, llamaré a alguien para que te ayude.
Pronto tuvo a alguien junto a ella, ayudándola con la extracción de la
bala. No tenía la menor idea de quién era ese hombre, pero era evidente que
sabía lo que hacía. Fueron dos horas tortuosas para Thomas, pero
finalmente él pudo caer en un sueño profundo, alejándose de toda esa
agonía.
—Tardará un tiempo en recuperarse, las siguientes semanas sólo
respirará e ingerirá su medicación y comida. No esperes mucho por el
momento, él tiene que curar esa herida.
—De acuerdo, doctor.
Se alivió en demasía al ver que tenía la mayoría de los remedios que él
le solicitó y una vez que estuvo a solas con Thomas, se dejó caer sobre el
diván que estaba junto al hogar con frustración.
«¿Por qué regresaste?»
Todo habría sido más fácil si él se hubiera mantenido lejos de Boston.
Cuando sugirió un secuestro, en ningún momento se imaginó que su
imprudente hermana realmente consideraría la opción de matar al trío de
sinvergüenzas, pero ¿cómo diablos podría culpar a Hortensia por sus
acciones cuando su odio estaba totalmente justificado?
El odio la cegó y cuando se vio armada, sólo pensó en lastimar a
Thomas.
Lo miró por encima del hombro, podía hacerse una leve idea de lo
furiosos que estarían sus amigos después del altercado en el muelle. Enterró
el rostro en sus manos, ¡lo menos que necesitaban eran más
preocupaciones!

***
—¡¿Y quiénes son las hijas de Lucifer?! —vociferó Max, golpeando el
escritorio, y Clarkson agradeció que Sheldon cortara la soga que lo tenía
maniatado.
—Nadie las conoce, pero ayer invadieron la casa y me atacaron.
—¿Les dijiste que llegaríamos hoy? —preguntó con rabia y el hombre
negó con la cabeza.
—Claro que no, sólo vinieron a advertir que su descuido con las
víctimas de la explosión sería castigado.
—¿Y qué tienen que ver ellas con todo eso? —inquirió Sheldon,
barriendo el lugar con la mirada, seguía tal cual lo habían dejado.
—No lo sé, pero han aparecido después de un año, señor, Boston estaba
en paz con ellas dentro de su escondite.
Sheldon no podía dejar de recordar la imagen de la mujer con sobretodo
rojo cayendo con gracia y habilidad sobre el techo del carruaje que se llevó
a su amigo. Ella estuvo dispuesta a matar, arriesgó a muchas personas en el
muelle sólo por secuestrar a Thomas y saltó desde un segundo piso para
huir, era evidente que no era alguien que pudiera tomarse a la ligera.
—Se llevaron a mi hermano, Clarkson, así que dinos todo lo que sepas.
Se atrevieron a dispararle en un lugar público, con cientos de personas
alrededor.
El hombre palideció y se llevó una mano a la frente, horrorizado.
—Han vuelto —musitó con un hilo de voz—. Ellas son así, no le tienen
miedo a nada, son asesinas de renombre, nadie sabe si son dos, tres o
cientos, pero atraparlas es imposible. Hasta los matones más peligrosos del
muelle les temen.
Max se rio sin humor alguno, pareciendo más un psicópata que un
hermano preocupado, y miró a Sheldon con desesperación.
—¿Puedes creerlo? Les temen a simples mujeres, ¡¿qué tipo de broma
es esta?!
—Han pasado siete años desde que dejamos Boston, Max, es necesario
que nos informen todo lo que sucede por aquí, trata de tomarlo con más
calma.
Sheldon quería parecer sereno, pero lo cierto era que estaba tan
preocupado como su amigo por todo lo ocurrido. Thomas era su familia, su
mejor amigo, por lo que su desesperación por encontrarlo estaba bastante
justificada.
—Y por eso la gente está como está —golpeó el escritorio—.
Encontraré a esas mujeres y por su bien espero que mi hermano esté bien,
porque si no las mataré con mis propias manos.
Sheldon no refutó, pero…
—¿Dónde podemos encontrar a Lucifer?
Clarkson lo miró como si estuviera loco.
—Nadie lo conoce, nadie quiere conocerlo, es un hombre que se
mantiene en las sombras, pero hace que cada uno de sus enemigos pague
con creces por sus crímenes.
Sheldon enarcó una ceja.
—¿Dirías que es bueno?
—Jamás —dijo apasionadamente y él suspiró, la situación se estaba
tornando complicada.
—Entonces prácticamente estamos buscando a personas cuyo paradero
es totalmente incierto. —El hombre adulto asintió con desespero—. Esto es
malo. —Se pasó una mano por el cabello con frustración.
—Tal vez si indemnizamos a las familias…
—¡Perdí cincuenta mil dólares! ¿Qué te hace pensar que perderé más?
—farfulló furioso, odiando su estúpida sugerencia, y Clarkson selló los
labios en una fina línea—. Ahora mismo nos centraremos en la búsqueda de
Thomas, la naviera puede esperar, mi amigo no.
Lucifer y sus dichosas hijas no tenían ni la menor idea de con quién
acababan de meterse. La Tríada infernal no estaba compuesta de hombres
que pudieran tomarse a la ligera.
—Quien sabe y ambos casos estén relacionados —comentó Max,
recordándole que todo había sucediendo de manera continua—. Es evidente
que no tenemos tiempo que perder y debemos ser rápidos con esto, tenemos
más enemigos de los deseados.
—O quizá sólo tenemos uno.
Y ese imbécil sólo quería hacerles la vida imposible.

***
—Normalmente no me gusta meterme donde no me llaman —dijo
Maggie con una inocencia que no existía y Gardenia la miró de reojo—,
pero ¿por qué no puedo entrar a tu habitación?, ¿qué escondes?
—En primer lugar: ¿por qué quieres entrar a mi habitación? —Bebió de
su zumo con indiferencia y la rubia achicó los ojos, curiosa—. Nunca te
importó lo que hay ahí.
—Sí, pero ustedes están actuando extraño.
Hortensia fingió ignorancia.
—Llevan más de diez días actuando de esa manera, ¿me esconden
algo?, ¿acaso fueron a buscar a Lucifer?
—Claro que no —escupió Hortensia y con una simple mirada hizo que
su hermana se callara—. Deberías sentirte feliz, no te estamos metiendo en
los problemas de la colonia, creí que no querías escuchar nada al respecto.
Su hermana se ruborizó.
—¿De dónde sacaron dinero para encargarse de tantas personas si no lo
buscaron a él? —preguntó envalentonada y Gardenia sonrió, eso sí era de
admirar, Maggie solía ser más cobarde—. ¿O es que estás robando otra vez?
Hortensia dejó sus cubiertos sobre su plato, generando un ruido sordo, y
no supo si intervenir o guardar silencio. Si tenían dinero, era porque estaban
usando el saco de monedas que Thomas traía consigo y sólo era cuestión de
tiempo para que vendieran todas las joyas del rubio.
—¿Prefieres que deje de hacerlo y te mueras de hambre? —preguntó su
hermana con dureza, generando un tenso silencio en el comedor—. Haz lo
de siempre y preocúpate por tus asuntos, Maggie, si no mal entiendo te está
yendo de maravilla en el taller de costura donde trabajas, ¿por qué no me
cuentas lo lindo que es la vida ahí dentro?
—¿Qué esconden? —insistió y Hortensia se levantó de su lugar, dando
por terminada su cena.
—Provecho.
Maggie esperó unos minutos para salir detrás de Hortensia, pero
Gardenia no se preocupó. Su cuarto estaba cerrado con llave y su hermana
no tenía la habilidad que ellas poseían para abrir cerraduras y candados.
Ella sólo era la linda del grupo.
—Tal vez deban decirle la verdad —sugirió su nana y Gardenia sonrió
con amargura.
—Es Maggie, es lo suficientemente imprudente como para ir en busca
de Sheldon, recuerda que él la adoraba.
Y tomando en cuenta que ahora era un hombre malditamente rico,
posiblemente su hermana también empezaría a adorarlo y poco importaría
que él hubiera deshonrado a Hortensia, Maggie era más individualista
cuando de su bienestar se trataba.
—¿Cómo se encuentra?
—Cada día mejor, pero aún sigue divagando entre sueños —respondió
en voz baja, mirando su plato con desinterés—. En cualquier momento
despertará y tendré que amordazarlo para impedir que Maggie lo descubra.
—¿Y qué haremos cuando despierte?
—Trataré de negociar con él, quiero pensar que es más generoso que su
amigo y hermano.
Eso no sólo facilitaría las cosas, sino que amansaría un poco el odio de
Hortensia.
Capítulo 5
Sabía que llevaba días recostado y la clara prueba de ello era que la
espalda le dolía horrores; no obstante, ese no era su mayor malestar, porque
el verdadero y punzante dolor estaba localizado en su muslo izquierdo.
«No, ya no se siente tan mal», le dijo una vocecilla, reconociendo que el
dolor había mermado de alguna u otra manera en los últimos días.
Era extraño, las heridas de balas no se curaban por sí solas, por lo que
era evidente que alguien lo estaba asistiendo. ¿Podría ser que su amigo y
hermano lo hubieran rescatado?, de ser así, el que se estuviera recuperando
tendría más sentido.
Nadie disparaba y secuestraba a su víctima para curarlo, ¿verdad?
El lugar donde se encontraba era cálido, el colchón que estaba debajo de
él no era tan cómodo como los que solía utilizar, pero no podía quejarse.
Estaba maniatado, pero no se podía decir que las sogas tuvieran la intención
de cortarle la piel.
¿Dónde estaba?, ¿quién lo tenía en esas condiciones?
Muy lentamente separó sus pesados párpados y una vez más volvió a
cerrarlos al darse cuenta que había alguien en la habitación, pudo ver la
sombra que se movía con total soltura por el lugar, pero no generaba ningún
ruido.
Extraño, ¿desde cuándo un secuestrador era tan condescendiente?
Cuando se removió con inquietud, cayó en cuenta de que no traía
pantalones y la herida de su muslo estaba expuesta. Trató de mantener la
calma al sentir como alguien se acercaba a él y dio un respingo cuando esa
persona empezó a pasar un paño húmedo por su herida.
¿Estaba a salvo o en peligro?
Toda esa situación era muy contradictoria.
Se mantuvo sereno y empezó a analizar la situación con más calma,
tratando de identificar la fuerte fragancia que perfumaba la habitación, era
floral y ahora que su captor estaba cerca era más intensa.
Abrió los ojos con rapidez al reconocer la fragancia de gardenias y se
sintió algo mareado al no poder lidiar con la luz del hogar y las velas.
Imposible, seguro era su imaginación, llevaba noches soñando con esa
mujer y ahora estaba alucinando.
—Es normal, llevas muchos días en la oscuridad —musitó una voz
suave y melodiosa y la garganta se le cerró.
Esto no podía ser verdad.
Separó los párpados una vez más y contuvo el aliento al encontrarse con
el perfil de la mujer que no podía salir de sus recuerdos, la mujer que
llevaba noches visitándolo en sus sueños.
—Gardenia… —susurró con esfuerzo, tenía la garganta seca, le dolía
horrores y lo mejor sería guardar silencio, pero la conmoción no le permitía
pensar con claridad—. ¿Eres tú?
—Supuse que hoy recobrarías el sentido, la herida ha ido muy bien en la
última semana. —Ni siquiera se molestó en mirarlo—. Aunque no sé qué te
conviene más, Hortensia no está teniendo buenos días y no creo que le
guste saber que despertaste.
Thomas parpadeó varias veces, tratando de despertar de ese sueño, pero
cada vez que abría los ojos, ella seguía ahí, de perfil, mirando únicamente la
herida de su muslo. La garganta se le cerró, ella había cambiado, su rostro
estaba más delgado, más anguloso y sus labios… ¿desde cuándo le
gustaban los labios finos?
—Te daré agua —informó y Thomas no opuso resistencia cuando posó
el vaso en su boca, inclinándose hacia él para sujetarlo de la nuca y
facilitarle la tarea de recibir el líquido.
Mejor, la sensación le generó un gran alivio.
—Gracias.
Buscó sus ojos verdosos, pero ella no le dejó encontrarlos. No quería
mirarlo, ella…
—¿Me odias? —No recibió una respuesta y en su rostro no hubo ni un
solo sonrojo o muestra de afecto—. ¿Qué sucedió?, ¿cómo llegué aquí? —
Barrió el lugar con la mirada, no era un calabozo, era la habitación de una
mujer que olía a gardenias.
La habitación de ella.
—Tu herida se está cerrando exitosamente.
¿Por qué sentía como si estuviera hablando a la nada?
—¿Es que no piensas responder a mis preguntas? —farfulló y ella
preparó su bandeja con vendas y ungüentos extraños para abandonar su
lugar en el piso—. No me dejes —pidió con esfuerzo, pero de todas formas
ella se apartó de su lado para dejar todo sobre la pequeña mesa que estaba
junto al hogar.
Si esta era su forma de castigarlo, Thomas prefería los gritos, los
reclamos y un sinfín de golpes; su silencio e indiferencia eran un verdadero
suplicio.
—Quisiera decirte que te irás pronto, pero me temo que eso sólo
dependerá de ti.
¿Irse?, ¿por qué querría irse cuando despertó en el lugar donde más
quería estar?
En su habitación, junto a ella, bajo sus cuidados.
No quería irse, se rehusaba a salir de ese lugar.
Cuando el silencio cayó sobre ellos, Thomas se dio unos minutos para
evaluar su aspecto. Su vestido era extraño, la falda parecía ser un conjunto
de muchas telas remendadas y su corsé de cuero no era algo que se viera
muy seguido por las calles. El cabello azabache lo tenía atado en una cola
alta y caía como una cascada por su delgada y esbelta espalda.
Se veía salvaje y atractiva, ella era la tentación en persona.
¿Cómo algo tan poco convencional podía verse tan lindo?
Cuando ella caminó por la habitación, pudo darse cuenta que traía
pantalones bajo todas las telas que simulaban la forma de una falda, todo
indicaba que empezó a seguir el estilo de Hortensia.
No le molestaba en lo más mínimo, aunque… ante él no estaba la dulce
y tímida joven que conoció hace siete años, sino una mujer que era dueña
de todas sus emociones.
—¿Por qué me secuestraron? —quiso saber y empezó a exasperarse con
su silencio, odiaba saberse ignorado—. Veo que sigues siendo la misma
cobarde de siempre, ni siquiera puedes mirarme a los ojos.
—Los cobardes son aquellos que huyen y tú llevas siete años haciendo
eso; y si no te miro a los ojos, es porque no quiero lastimar a un hombre que
está convaleciente. —Su respuesta lo hirió, pero al menos recibió una, por
lo que lo consideraría como algo bueno.
El aire se atoró en sus pulmones cuando por fin ella se volvió para
mirarlo a los ojos y no fue capaz de emitir palabra alguna por la impresión,
no había rastro alguno de la jovenzuela que conoció hace siete años. Esa
mujer era algo así como una guerrera del olimpo.
—Controla tu lengua, Frensby, no estás en condiciones de insultar ni dar
órdenes, aquí sólo eres un rehén, por lo que modera un poco tu prepotencia.
Quiso decirle «como tú órdenes», pero se mordió la lengua para no
cometer semejante estupidez.
—¿Siempre atiendes a tus rehenes en tu habitación? —La provocó,
debía reconocer que se sentía mejor de lo esperado e irritarla sólo le daba
más energía para seguir con ese juego—. Es un pésimo servicio si no nos
esposas en tu cama.
—Para ti todo es un juego, ¿verdad? —preguntó con desprecio,
congelándole hasta las venas—. ¿No puedes pensar que esto es algo así
como una venganza?, ¿no te da miedo pensar en todo el daño que
podríamos hacerte?
—Si quieren vengarse, desquítense conmigo. Sheldon y Max las
matarán si los fastidian. —Lo menos que quería era que ellas se expusieran
al peligro. Gardenia sonrió con cinismo—. No es broma, para ellos esto no
es un juego.
—Para nosotras tampoco —decretó, tomándolo por sorpresa—.
Además, ya los fastidiamos, llevas doce días secuestrado, según mi gente
están buscándote desesperadamente.
—¿Doce días? —Abrió los ojos con sorpresa—. ¿Y dónde estamos, bajo
tierra?, ¿por qué no pueden encontrarme?
—Fácil. —Sonrió con suficiencia—. Porque estos no son sus dominios,
sino los nuestros. —Hablaba con tal seguridad, que la miró con recelo
incluso en contra de su voluntad, todo indicaba que las habían subestimado
—. Aquí nadie los quiere, Frensby.
—Lo sospechaba —confesó con amargura—, no entiendo por qué no se
deshacen de mí.
—Porque eres el cebo perfecto.
—¿Qué es lo que quieren? Yo les daré lo que quieran, pero dejen a mi
gente en paz.
Gardenia no entendía lo peligrosos que podían llegar a ser Sheldon y
Max, ellos no se iban a tocar el corazón si debían sacarlas de su camino
para siempre y él jamás iba a perdonarse si algo así llegaba a suceder.
—¿Cómo es que tienes tanta vitalidad? —observó de pronto—. Llevas
muchos días convaleciente, tal vez no debí alimentarte tan bien. Hortensia
me advirtió que algo así podría suceder.
Así que ella lo estuvo cuidando mejor de lo esperado, eso sí que era una
sorpresa, considerando que merecía todo el odio del mundo en lo que
refería esa mujer en específico.
—¿Y por qué lo hiciste? —necesitaba conocer su respuesta, ¿podría ser
que aún albergara un lindo sentimiento hacia su persona?
—Porque soy la más tonta de las tres hermanas, ¿contento?
Eso quería decir que aún seguía siendo más bondadosa que Maggie y
Hortensia, pero no lo suficientemente inocente como para creer en sus
palabras y liberar sus manos sólo porque él se lo pidiera.
¿Quién lo diría? Fue secuestrado por las hermanas Gardener y una de
ellas atendió su herida, lo alimentó y lo cuidó para evitar su muerte y… un
momento.
—¿Quién me disparó?
—Ay, por favor, ¿tú quién crees?
Le dijo que no fuera estúpido con una simple mirada, era evidente que
estaba acabando con su paciencia.
—Hortensia —farfulló—, siempre tuvo buena puntería.
—Ahora no es la única que tiene buena puntería —aclaró, relajando sus
músculos—, pero es la más sanguinaria del grupo.
No se tomó la molestia de analizar sus palabras.
—Sheldon la matará cuando lo descubra.
—Si es que ella no lo mata primero. —Se tensó, era normal que esas
palabras le generaran repulsión. Estaban hablando de su mejor amigo—. Su
llegada nos tomó por sorpresa, al parecer no tienen mucho cerebro para
planificar un regreso digno de los estafadores más grandes de América.
Gardenia se puso cómoda en el diván, dispuesta a iniciar una
conversación con él y, una vez más, Thomas se dio un breve lapso para
admirar sus rasgos y lo mucho que había cambiado en los últimos años.
—¿Cómo se enteraron de nuestro regreso?
—Clarkson —respondió con sencillez.
—¿Qué es lo que quieren?
—Lo que sucedió en el muelle fue algo muy grande y dejó a muchas
familias afectadas —ignoró su pregunta, adoptando una pose más tensa—.
Las mujeres perdieron a sus esposos, los niños se quedaron sin padres y hay
muchos hombres que quedaron heridos, la colonia lleva más de un mes
pasando hambre, y todo porque ustedes no pensaron en la gente que debería
ser su prioridad, simplemente los abandonaron.
Eso no era verdad, él llegó a Boston con toda la intención de buscar a
esas familias, algo que, por supuesto, su hermano y amigo no tenían en
mente, ¡pero él no era como ellos!
—Clarkson nos ha ignorado, se atrevió a decirle a Maggie que no se
metiera donde nadie le llamaba, y sólo porque ella quiso pedirle un poco de
apoyo económico para dichas familias.
—Él no iba a hacer nada sin nuestra autorización, pero ahora todo es
diferente.
—Mientes —aseveró y guardó silencio—. Tus amigos llevan doce días
en Boston y no hicieron nada por esas familias, es evidente que no les
importa.
—Es porque me están buscando —trató de excusarlos, pero Gardenia lo
ignoró.
—¿Sabes quién pudo provocar dicha explosión?
El que ella no estuviera al tanto de nada le sorprendió, eso sí era algo
que no había esperado en lo más mínimo. Menos cuando mostraba un
carácter que bien podría hacer creer a cualquiera que era dueña de todo
Boston.
—Tenemos a gente en mente, pero aquí muchos los odian, así que sólo
ustedes pueden esclarecer nuestras dudas.
—¿A quiénes tienen en mente? —preguntó con rapidez y la morena
enarcó una ceja.
—No saben nada, ¿verdad?
Gruñó con disgusto y forcejeó con sus manos para liberarlas, aunque de
nada le serviría porque aún tenía la pierna herida y volver a moverla
tomaría su tiempo.
—Acabamos de llegar, por si no lo has notado.
—Llegaron hace doce días —aclaró y la fulminó con la mirada—. Son
algo patéticos, es obvio que sólo pueden estafar a mujeres porque los
hombres los burlarían con facilidad.
Sus palabras fueron una terrible ofensa, por lo que lo siguiente que dijo
lo hizo sin pensarlo.
—Las estafamos a ustedes, ¿no?
De acuerdo, si quería despertar su odio, lo consiguió. Ella estaba furiosa.
—Tal vez debí dejar que Hortensia te mate.
—Eso es imposible, aunque ya no se vean como las jóvenes inocentes
que dejamos atrás hace siete años, ustedes jamás serían capaces de generar
tanto mal.
—No nos subestimes, las cosas han cambiado mucho en los últimos
años.
—¿A qué te refieres?
—Nosotras no matamos a inocentes, pero tú no eres una blanca paloma,
sino un canalla despreciable.
La sangre se le congeló y su cabeza empezó a trabajar a mil por hora, ¿a
qué se refería con aquellas palabras?, ¿habían matado a alguien en el
pasado? Empezó a sudar frío y su preocupación no hizo más que agrandarse
al ver cómo le sonreía con malicia.
—Te ves nervioso, ¿temes por tu vida?
—¿Qué es lo que quieren? —preguntó una vez más—. Ya les dije que
les daré todo el dinero que quieran, pero no se metan con mi amigo y mi
hermano.
—¿Todo el dinero que queramos?, ¿qué tal si queremos la naviera de
nuestro padre de regreso? ¿Nos la darías?
—Le pertenece a Sheldon.
Aunque eso no era legal, pero era un secreto que no podía revelar ni
hoy, ni mañana, ni nunca, jamás traicionaría a su amigo por mucho que
odiara sus actitudes.
—No me digas que secuestramos al canalla equivocado. —Hizo un
lindo mohín con los labios y se sintió un tanto inquieto por su frialdad—.
No te preocupes, hoy saldremos a buscar a tu amiguito.
—¡No pueden hacerlo! —bramó con impotencia y ahogó una maldición
cuando el muslo empezó a dolerle—. Él no lo tomará de buena manera, si
descubre que estoy herido y maniatado no tendrá piedad de ustedes.
—¿Crees que nosotras seremos piadosas? —Abandonó su lugar y
caminó hacia él de manera amenazante—. Mi padre confió en ustedes, les
dio un techo y comida, nosotras los recibimos con aprecio cuando nadie los
soportaba en Boston, ¿y cómo nos lo pagaron?
—Por favor —bufó—, tu padre nos recibió porque quería que las
desposáramos —escupió, ganándose una vez más su desprecio—. Y hubiera
pasado, si Hortensia no hubiera embaucado a Sheldon. —Gardenia se tensó,
pero decidió no interrumpirlo—. Si quieres culpar a alguien, culpa a tu
hermanita, quien no pudo tolerar que el hombre que quería pusiera sus ojos
en la hermana más bella.
—Creo que estás hablando de más.
—¿Por decir la verdad? —se rio con malicia—. Tú y Hortensia no
tenían oportunidad, no le llegaban ni a los talones a Maggie. —Se estaba
pasando, más porque ahora no pensaba de la misma manera, pero no
pensaba callarse. Todo fue culpa de Hortensia—. Mi hermano y yo jamás
habríamos puesto los ojos en ustedes.
Lejos de ver dolor y vergüenza en sus ojos, vio un deje de diversión.
¡¿Qué diablos estaba pasando?!
—Tal vez tengas razón y Hortensia cometió un terrible error; pero
incluso así, nada de lo que ustedes se apropiaron era suyo, por lo que no
existe justificación alguna para el mal que causaron.
Lo dejó sin palabras, ¿cómo podía decirle lo contrario cuando las
últimas semanas no había hecho más que lamentarse por sus acciones?
—¿Qué es lo que quieren?
Gardenia lo miró con interés y se encogió de hombros.
—Te lo diré cuando lo crea conveniente.
—¿Y eso cuándo se supone que será?
No le dio una respuesta a su pregunta, pero sí siguió hablando.
—Nosotras también queremos saber quién le hizo eso al barco que antes
era de nuestro padre, mucha gente murió y salió herida en el incidente,
queremos vengar a sus familias.
Entonces la comprensión lo golpeó con fuerza.
—¿Hacen esto por esas familias? —Abrió los ojos con sorpresa y
Gardenia lo miró con desprecio—. Vine a ayudarlos, pero si me tienes
encerrado, no podré hacer nada por ellos.
—¿Crees que creeré en tus palabras? Estoy segura que no harás nada
por ellos ni estando libre, por lo que cambia tu estrategia.
—No, tienes que confiar en mí.
—Buscaremos al culpable y lo acabaremos.
—Maldición, ¿qué harían tres mujeres? —soltó con frustración—.
¿Acaso no saben el riesgo que podrían correr al meterse con esos rufianes?
—Es tan lindo de tu parte, preocuparte siete años más tarde de todos los
rufianes que podrían representar un peligro para nosotras —escupió con
desprecio, generándole un mal sabor en la boca.
Estaba herida, realmente dolida, no existían palabras capaces de hacerla
entrar en razón.
—Si me dejas libre, nosotros nos encargaremos de todo. —Lo miró con
desdén—. Es difícil creerme, pero de verdad quiero ayudar a esas familias y
encontrar a los culpables.
—¿Y cómo podrías ayudarlos? Para nadie es un secreto que ustedes no
regalan ni un centavo, compran la lealtad y estafan a mujeres, son
despreciables, nadie en el muelle los aprecia de verdad.
«Los rumores vuelan, ella sabe lo despreciable que soy».
—Sé que es difícil confiar en mis palabras, pero no tengo intención
alguna de burlarme de ustedes, ni mucho menos lastimarlas, no seré un
enemigo para ti, yo…
—La guerra empezó desde que Hortensia tiró del gatillo, quizá tú no
quieras venganza, pero Sheldon y Maximiliano la buscarán y estoy segura
que ninguno sentiría pena a la hora de golpearnos o matarnos.
—No —dijo apasionadamente—. Si me dejas hablar con ellos, no harán
nada.
—La verdad es que no tengo la menor idea de qué hará Hortensia
contigo —confesó con desinterés, mirando el reloj de la pared. Eran las
once de la noche—. Pero es hora de que vaya a trabajar.
—¿Qué?, ¿a trabajar?, ¿a esta hora? —Se alarmó y no le gustó ver como
cubría la mitad de su rostro con una mascarilla negra para esconder su
identidad—. ¿A dónde irás?, ¿a qué te dedicas?
No le dio una respuesta, porque la misma llegó cuando encerró su
cabellera en una media y luego cubrió su cuero cabelludo con una boina.
—Eres una ladrona —susurró sorprendido, viendo como tiraba de las
telas que simulaban una falda para quedar en pantalones.
—Soy más que eso, Thomas. —Lo llamó por su nombre de pila,
generándole un escalofrío en toda la espina dorsal—. Soy una de las hijas
de Lucifer.
Quiso contestarle, pero eso fue imposible, porque pronto lo amordazó
para impedir que gritara o perdiera el control en su ausencia. Esto tenía que
ser una maldita broma, porque la muy desgraciada hizo que levantara las
manos hacia arriba para encadenarlas a una cadena que colgaba del techo de
la habitación.
—Pórtate bien, esto no me tomará mucho tiempo.
Gardenia sujetó su capa oscura y abandonó la habitación, pero no lo
hizo por la puerta de la misma, sino que saltó por la ventana, camuflándose
en la oscuridad de la noche.
—¡Mmm! —trató de llamarla, desesperado, y sacudió su cuerpo con
rabia.
Era peligroso, ella no podía meterse en problemas, los hombres del
exterior podían destruirla en menos de un minuto. Odio saberse atrapado,
pero no porque lo hubieran alejado de sus amigos, sino porque justamente
eso le impedía seguir a la morena para protegerla.
¿Qué fue lo que les sucedió a las hermanas Gardener?, ¿por qué de
repente sentía que toda su inocencia se había evaporado, dando paso a la
maldad y el rencor puro?
Capítulo 6
Thomas había despertado y se encontraba en óptimas condiciones, su
herida no estaba infectada y la fiebre se había ido por completo, lo que
quería decir que ya no habrían noches de desvelo y estúpida preocupación.
Gardenia sabía que su preocupación debía enfocarse en el hecho de que
Hortensia salía todas las noches, sin dar explicación alguna, y no volvía
hasta el día siguiente. Sin embargo, era tan estúpida como para
responsabilizar de su malestar al rubio que ahora estaba maniatado y
amordazado en el piso de su habitación.
«Es suficiente, debo priorizar a mis hermanas», se dijo a sí misma,
brincando de techo en techo con destreza.
Hortensia era lo suficientemente capaz de cuidarse por sí sola y
Gardenia lo sabía, porque su hermana era mucho más fuerte y sanguinaria
que cualquier otro vándalo que conociera —y eso que ellas conocían a
muchos—, pero incluso así, le resultaba un tanto imposible no preocuparse
por ella, puesto que, con el regreso de Sheldon, la castaña se había puesto
insufrible.
En los últimos días, le había pedido a su mejor aliado y compinche,
Scott, el hijo mayor de Irene, que siguiera a Hortensia para así poder tener
una idea de qué diablos estaba haciendo y en qué nuevo problema se estaba
metiendo. Todo indicaba que cada noche visitaba el club de Regina a las
once treinta, sin falta alguna. No tenía claro el fin que podría llevar a su
hermana a ese lugar, pero pensaba averiguarlo esa misma noche.
—Oh, mi Dios, Gardenia, no esperaba verte esta noche por estos lares
—dijo la rubia con un deje nervioso, observando a una larga distancia como
se colaba a su oficina por la ventana que obviamente se arrepentía de no
haber cerrado—. ¿Buscas a alguien? Es poco común que vengas a
visitarme.
Su amiga no estaba actuando como de costumbre.
—Sé que mi hermana viene a verte, así que quiero saber qué está
tramando. —Fue directa, no había necesidad de divagar, ellas no eran
mujeres que quisieran perder el tiempo.
—¿Hortensia? —preguntó con los ojos muy abiertos, como si la sola
idea de que su hermana pusiera un pie en su club fuera absurdo, y Gardenia
puso las manos en jarras.
—Sí, ella viene aquí todas las noches a las once treinta, quiero saber el
por qué.
—Es mentira, no la he visto desde… —Alguien llamó a la puerta.
—¿Estás ahí, Regina?
La rubia apretó los labios con disgusto y ella sonrió victoriosa.
—¿Tienes hora, amiga? —preguntó con retintín, viendo como el reloj de
la pared marcaba las once treinta.
—Vamos a dejar algo en claro: yo no fui de chismosa —bufó y su
hermana abrió la puerta de la oficina, quedando como piedra al verla ahí—.
Fuiste descubierta.
—Maldición —susurró Hortensia y cerró tras de sí, enfurruñada—. Creí
que estabas con el moribundo Frensby. —Se acercó al escritorio como si no
hubiera hecho nada malo y Gardenia se cruzó de brazos.
—Moribundo Frensby está en óptimas condiciones, así que llamémoslo
con propiedad.
—¿Canalla Frensby?
Su hermana no tenía remedio.
—¿Qué hiciste con él?
—Sigue inconsciente. —Mintió, aún no sabía si quería decirle a su
hermana que el rubio recuperó el conocimiento—. ¿Qué haces aquí?
—No hay tiempo para preguntas —dijo rápidamente y miró a su amiga
—. Ellos vienen para acá, debemos escondernos.
La última palabra hizo que se pusiera alerta, ¿quién la estaba
persiguiendo?
—Síganme. —Regina abandonó su lugar con elegancia y apartó tres
libros de su librero, logrando que el mueble se separara de la pared, dejando
ver un largo pasadizo levemente iluminado—. Permite que observemos y
escuchemos todo lo que sucede en el club de manera interna. Hortensia
conoce las salidas, escóndanse ahora.
¿Esconderse?, ¿por qué mejor no huir?
Estuvo a punto de preguntar qué estaba pasando, pero alguien llamó a la
puerta y se vio obligada a empujar a su hermana dentro del pasadizo y
seguirla. Lo primero era poner a Hortensia a salvo, ya luego buscaría su
preciada explicación. El lugar no tenía la mejor iluminación del mundo, en
ese momento la única luz que tenían era la que entraba por la rendija del
marco de la puerta.
—¿En qué te metiste?
—Chist —ordenó Hortensia y ambas se tensaron al oír una voz dura y
varonil.
No pudo darle un rostro, pero por la tensión que percibió en su hermana,
pudo deducir inmediatamente de quién se trataba.
—Caballeros, qué grato es verlos nuevamente en mi club. ¿En qué
puedo ayudarlos esta noche?, ¿se sienten contentos con sus membresías?
Regina no daba membresías a sus miembros sólo porque sí. Su club era
uno de los mejores de Boston, por lo que era evidente que Hortensia le
había pedido un par de favores en los últimos días.
—Por favor, no duden en decirme Regina, aquí todos son mis amigos.
—Usted siempre tan amable, mi querida Regina —dijo la misma voz y
lamentó no poder ver nada de lo que estaba sucediendo al otro lado de la
instancia.
—Vinimos a ver si pudo conseguir lo que le pedimos. —La segunda vez
era gruesa y pétrea, la piel se le erizó de sólo escucharla—. Pensamos ser
generosos.
—Han sido cinco días muy largos y mi gente ha trabajado como no se
imaginan. —No le creyó—. Pero como les dije con anterioridad, encontrar
a Lucifer no es tan sencillo. Nadie en Boston conoce su identidad.
Sólo existían cuatro mujeres que conocían su identidad; sus hermanas,
ella y Regina, y lastimosamente, para Bass y Frensby, su lealtad llegaba
hasta los cielos.
—Nuestro interés recae más en sus hijas.
No debería extrañarle que estén buscando a las hijas de Lucifer, ellas
habían atacado a Clarkson para obtener la información de su regreso, por lo
que era evidente que el hombre iba a contarles todo lo ocurrido y ellos iban
a responsabilizarlas del secuestro de Thomas.
—¿Sus hijas? —Su amiga empleó su mejor actuación y se escandalizó
ante la mención—. Ellas son todo un misterio y una amenaza, aunque
supiera algo de esas mujeres, no diría nada al respecto —reconoció con
respeto—. Aprecio mi vida, caballeros.
Y pensar que Regina pudo haber sido una de ellas; pero no, a ella no le
importaba la fuerza, ni la violencia, ella sólo quería emplear su belleza e
inteligencia para salirse con la suya y formar su propio imperio.
—Esas mujeres secuestraron a nuestro mejor amigo. —Ese era Sheldon
—. La situación es compleja y peligrosa, él está herido.
—Ya veo… —susurró Regina—, ¿y no creen que podría estar muerto?
Ellas son asesinas de renombre.
Gardenia le dio un codazo a su hermana al oír cómo se reía por lo bajo,
¿cuál era su afán de alterar a los hombres? Ni siquiera sabían qué harían
con Thomas y exaltar a su amigo y hermano no podía ser muy inteligente
de su parte.
No hubo una respuesta, eso le agradó.
—En cuanto a este tema no puedo ayudarlos mucho, no entiendo por
qué siguen buscándome.
—Su club es frecuentado por hombres de élite, gente con mucho poder
que no siempre es la más digna de la ciudad. —Curioso, dos estafadores
hablando de gente digna—. Creemos que usted podría darnos unos cuantos
nombres, estoy seguro que sabe qué hace poco volaron uno de nuestros
barcos.
—Sí, de verdad lo siento mucho —dijo Regina con pesar—, sospecho
que muchas familias sufrieron grandes pérdidas.
—Perdimos mucho dinero. —Apretó la mandíbula, eso era lo único que
les importaba—. Queremos venganza, queremos un culpable y
posiblemente ese culpable tenga a mi amigo.
La sangre se le congeló, ¿ellos pensaban que Lucifer y sus hijas estaban
detrás de la explosión del barco? ¿Acaso no habían escuchado los rumores
que garantizaban que ellas sólo mataban a los hombres despreciables? ¿Por
qué diablos buscarían matar a inocentes?
¡Era una locura!
—Su sed de venganza es totalmente aceptable, señor Bass, pero me
temo que una de las políticas de mi club es mantener la reputación de mis
clientes a salvo. No podré ayudarlo con lo que desea, ni por todo el dinero
del mundo.
—¿Está segura? —insistió Max.
—Es extraño que personas como ustedes no tenga en la mira a sus
enemigos. —Pero se necesitaba más que dinero para persuadir a Regina. En
esta ocasión, ellas no estaban buscando algo que Lucifer quisiera, sino algo
que ellas necesitaban: seguridad para la colonia—. Pocas personas conocen
Boston y a sus ciudadanos como la palma de su mano.
La dirección que estaba tomando la conversación empezó a preocuparla,
¿qué diablos estaba haciendo su amiga?
—¿Quiénes son esas pocas personas?
—Una de ellas, Lucifer, por supuesto.
—Y las otras, he de suponer, sus hijas —siseó Sheldon, impaciente.
—¡¿Cómo lo supo?!
Tomarles el pelo era divertido, pero algo de esa conversación no le
estaba gustando en lo más mínimo.
—¿Qué hace?
—Tranquila —susurró Hortensia—, es para despistarlos, debemos
alejarlos tanto como sea posible de la ciudad, ¿no te parece?
En otras circunstancias, Hortensia habría dicho algo así como
«deberíamos matarlos, me están estorbando más de lo necesario».
—¿No crees que si tenías un plan debías conversarlo conmigo
previamente?
¡Era la hermana mayor!
Estaba harta de que Hortensia fuera tan impulsiva, una cosa era
mantener oculto a Thomas y otra muy distinta burlar a los dos miembros
más crueles de la Tríada infernal.
—Estabas ocupada atendiendo a Frensby. —No podía verla, pero sabía
que la estaba acusando con la mirada—. Creí que querías tu espacio.
No le dio una respuesta, no necesitaba empezar una discusión con ella.
—Regina, querida… —La impaciencia era palpable en la voz de
Sheldon—, ¿una de esas personas podría ayudarnos con nuestra búsqueda?
—Posiblemente no le guste mi respuesta. —Juntó los ojos con fuerza—.
Tengo entendido, a base de rumores, que su relación con las hermanas
Gardener es compleja.
Silencio, un maldito e incómodo silencio.
—Bueno, dos de las hermanas Gardener —continuó su amiga—. La
menor es algo despistada, dudo que les sea de ayuda.
Lo que le faltaba, ahora esos imbéciles empezarían a atosigarlas.
¡¿En qué momento su hermana pensó que esa idea sería maravillosa?!
—¿Alguien más? —preguntó Max con frialdad.
—Mmm… creo que no.
—¿Dónde podemos encontrarlas? —Sheldon se oía bastante frustrado y
molesto, ¿con ese carácter pensaba conseguir su ayuda?
—Ellas viven en las afueras de la ciudad. —Abrió los ojos con sorpresa
—. Nadie sabe con exactitud en qué pueblo, ellas vienen y van de posada en
posada, no tienen un hogar fijo. —Ahora empezaba a comprender mejor el
plan de su hermana—. Siempre toman el camino del este para hacer sus
paradas.
—¿Me dice que debemos seguir la carretera al este y parar de pueblo en
pueblo para preguntar por ellas?
—Ciertamente.
Suponía que su hermana ya se había encargado de que uno de sus
ayudantes fuera por esa ruta para dar esa información, dado que con una
sola pregunta la mentira de Regina podría venirse abajo.
—¿Y si ellas no viven en la ciudad?, ¿por qué saben tanto de la gente
que la habita? —Sheldon fue perspicaz.
—Son almas libres, ellas vienen y van, ahora mismo creo que están en el
club.
Mierda, esto no era una buena idea, ¡ella no quería hablar con esos
hombres!
«Tal vez a ellos sí quiera matarlos».
—¿En qué parte? —Gardenia quiso escuchar más, pero su hermana no
se lo permitió e hizo que avanzara por el pasadizo a paso apresurado.
—¿Qué haremos? Querrán hablar con nosotras.
—La cuestión es que nosotras no queremos hablar con ellos —aclaró
Hortensia con voz decidida y abrió una de las puertas, la cual correspondía
a la habitación donde guardaban todos los vestidos de las cortesanas.
—¿Qué haremos? —insistió, nerviosa, y su hermana estudió su aspecto.
—No estás con el sobretodo rojo.
—Claro que no. —La miró con histeria—. Esa prenda no se puede usar,
así como así.
Era la prenda que distinguía a las hijas de Lucifer.
—Elige una de las faldas y colócatela encima de tu pantalón —ordenó
su hermana y sujetó una falda marrón para entregársela—. Póntela, ahora.
—No dejaré que me vean con ropa de cortesana —sentenció y su
hermana le quitó la boina y le arrebató la media para liberar su cabellera.
—Deben vernos como mujeres indefensas, ellos no pueden sospechar de
nosotras.
Ahogó un juramento y al ver que se ponía una falda azul sobre sus
pantalones, no tuvo más remedio que seguir su orden. Ambas estaban
vestidas de manera muy similar, por lo que le aliviaba en demasía admitir
que no parecían dos cortesanas sólo por añadir un pedazo de tela a su
atuendo.
Hortensia se quitó la boina e improvisó un moño bajo con su mata de
cabellos castaños; ella hizo lo mismo, un tanto nerviosa por lo que podría
suceder esa noche, y ambas engancharon su boina a sus botas, porque
dentro de poco las usarían de nuevo para huir por los techos.
—¿Y cuál es el plan? —preguntó una vez que abandonaron el vestidor,
cualquiera que las viera pensarían que eran forasteras o simples meseras.
No se veían nada excepcionales y todo porque sus camisas y corsés
estaban bastante desgastados.
—Están bajando —le informó su hermana y por el rabillo del ojo los vio
junto a Regina, bajando las escaleras—. Vamos hacia la salida, será la
conversación más larga que pienso tener con ellos por el momento.
De acuerdo, iban a ignorarlos. Ese plan le gustaba más.
—¡Queridas! —Ambas pararon en seco, justo bajo el umbral de la
puerta, donde la iluminación era escasa y estaban flanqueadas por dos
guardias, y se volvieron muy lentamente hacia Regina. En ese momento, la
poca iluminación les favorecía—. Hay dos personas que desean verlas.
Mirarlos directamente a la cara le generó una horrible sensación en el
pecho. Ellos las miraban como si fueran dos insectos, con semblantes fríos
y distantes, sin una gota de arrepentimiento en la cara y llevaban ropas
caras y lujosas, cosas que se compraron con el dinero que llevaban años
robando.
¿Por qué Thomas no la miró de esa manera?
—¿Con nosotras? —preguntó con frialdad—. No estamos interesadas.
—Necesitan su ayuda, la paga será buena —dijo Regina y ella achicó
los ojos.
—Pues que se vayan al diablo y se metan su dinero por donde mejor les
quepa —escupió su hermana con frialdad y Gardenia cuadró los hombros
con suficiencia—. De nosotras no obtendrán nada.
Ambas hicieron el ademán de retirarse, pero la voz de Maximiliano las
detuvo.
—Esperen.
¿Estaba dispuesto a pedir ayuda?
Eso sí que era algo muy nuevo para ella.
—Sus problemas no nos interesan —acotó y Hortensia fue la primera en
abandonar completamente el lugar—. No nos fastidien.
Siguió a su hermana, pero la sangre se le congeló cuando la fría mano
masculina rodeó su brazo y tiró de ella en su dirección. Esto tenía que ser
una maldita broma.
—Vamos a hablar, tal vez podamos llegar a un acuerdo —siseó Max y
tragó con fuerza—. Por las buenas —aclaró, como si tuviera la intención de
forzarla a hacer algo que no quisiera, y totalmente ofuscada por su actitud
levantó la pierna y le dio un rodillazo en la ingle.
Maximiliano Frensby se encogió del dolor y recordando que debía
mostrarse más temerosa, como él la recordaba, estiró las manos para
empujarlo por los hombros con un gesto escandaloso, pero entonces su
hermana la hizo a un lado y pateó al hombre en el pecho, haciéndolo caer
de espalda en el piso.
Sí, ellos conocieron a Hortensia con comportamientos poco usuales, por
lo que ese ataque no sería nada nuevo para ellos.
—Toca una vez más a mi hermana y te mato —escupió con desprecio,
roja de la cólera, y Gardenia la sujetó del brazo para hacerla entrar en razón.
Debían comportarse como ellos las recordaban, no como las hijas de
Lucifer.
—¡Maldita! —gruñó Frensby, deseoso de levantarse y atacar a
Hortensia, pero los hombres de Regina se abalanzaron sobre él para
impedirlo—. Las buscaré, ¡no descansaré ni un maldito día hasta
encontrarlas!
—Gracias por el dato —dijo de pronto—. Ahora nos iremos más lejos
de lo que puedes imaginarte. No tenemos intención alguna de ayudar con la
búsqueda de tu hermano, su secuestro es algo popular en la ciudad. —
Dichas esas palabras salieron del club y en cuestión de segundos se
refugiaron sobre el techo de la casa vecina, viendo desde las sombras como
Sheldon y Max salían en su búsqueda—. Son despreciables —susurró con
frustración, imaginándose que Thomas no podía ser muy diferente a ellos.
—Ten cuidado con Frensby —dijo su hermana de pronto, helándole
hasta las venas—. No me meteré en tu vida, pero no te dejes llevar por
estúpidos sentimientos que no son más que una absurda ilusión.
¿Ilusión?
Desde hace mucho que había dejado de tener ilusiones, por lo que su
hermana estaba malinterpretando las cosas.
—Somos sus enemigas, ¿recuerdas? —insistió Hortensia y ella asintió,
acongojada.
Ella era la enemiga de Thomas, no su salvadora, por lo que no había
razón para encubrirlo y evitar un encuentro inevitable.
—Él ha despertado y ha recobrado el sentido —soltó de sopetón—, creo
que está lo suficientemente estable como para recibir tu visita.
—¡¿Cómo qué despertó?! —chilló furiosa, sin poder creer que le
hubiera escondido algo tan importante, y salió corriendo hacia su hogar con
paso apresurado, con toda la intención de dejarla atrás.
Maldición, tal vez fue muy impulsiva al darle una noticia como esa,
pocos minutos después de haber tenido un encontronazo con su hermano.
Corrió tras de ella, odiando que fuera más rápida, pero en ningún momento
redujo su velocidad.
Hortensia no quería que cuidara de Thomas, pero ella no iba a permitir
que le hiciera daño.
—¡Hortensia! —gritó al ver que saltaba hacia su ventana—. ¡Espera,
aún está débil!
El odio que su hermana sentía hacia esos hombres jamás mermaría, por
lo que debía comprender su descontrolada actitud. Saltó sin ningún cálculo
previo y agradeció que su caída hubiera sido precisa, se deslizó dentro de su
habitación, encontrándose con una escena desagradable.
Su hermana ya tenía el revólver en la mano.
—Tú, maldito infeliz —masticó Hortensia, evitando levantar la voz, y
Gardenia logró sobrepasar a su hermana y extender los brazos frente a ella,
para hacer de barrera—. Hazte a un lado.
—Sólo si te calmas, no hagas nada de lo que puedas arrepentirte después
—suplicó y su hermana contuvo el aliento, tratando de controlar su
respiración.
—Vaya, tu humor sigue siendo una mierda, Hortensia.
Juntó los ojos con fuerza y su hermana se las ingenió para pasarla de
largo y atacar al idiota que al parecer quería pasar a una mejor vida.
¡¿Es que no podía quedarse callado?!
—¿Cómo te atreves a llamarme por mi nombre? Tú y tus amigos no
merecen estar con vida. —Lo sujetó de las solapas de su camisa y Gardenia
se alarmó al ver el gesto de dolor en el rostro de Thomas—. Agradece que
no te disparé en el corazón.
—Aún estás a tiempo, te juro que no me moveré —la retó y su hermana
gruñó con disgusto.
—¿A qué estás jugando?, ¿por qué no suplicas por tu libertad?
—Tal vez no quiero ser liberado. —Hortensia lo soltó y retrocedió sobre
su lugar, furiosa—. Quien sabe y me gusta estar aquí, tu hermana ha sido
muy amable conmigo.
Empuñó las manos con enojo, era un patán, ¿por qué no pudo ver
aquello hace siete años, cuando él la usó como su juguete favorito, mientras
ella se enamoraba perdidamente de un canalla de primera?

—Oh, Thomas —gimió con esfuerzo y él cubrió su boca, al tiempo que


sus dedos seguían indagando en los puntos de su cuerpo que aún no
conocían el sol—. Mmm…
—Chist… No queremos que alguien nos escuche, ¿verdad?
¿Cómo iban a escucharlos si estaban a dos kilómetros de su casa, a la
orilla del lago?
Sujetó su muñeca y lo buscó con los ojos llorosos, pidiéndole que
apartara su mano con la mirada, y muy lentamente él cumplió su deseo y le
dio la oportunidad de soltar aquellos sonidos vergonzosos.
—Tu cuerpo me anhela, puedo sentirlo, siente la facilidad con la que
mis dedos se deslizan en ti.
—Sí, me gustas, te deseo —confesó sin pudor alguno, clavando las uñas
en su camisa, y él carcajeó roncamente.
—Déjate ir, Gardenia, dame tu maravilloso orgasmo.
Impulsó el cuerpo para besarlo, pero una vez más, él la privó de sus
labios. Era desesperante, llevaban semanas haciendo lo mismo, pero él
nunca dejaba que lo besara, ¿qué estaba mal en ella?, ¿por qué no quería
sentir sus labios contra los suyos?
—Quiero besarte.
—Los besos no se piden —gruñó con lujuria y empezó a bombear con
sus dedos con mayor determinación—. Se roban.
—Nunca me dejas tomarlos —soltó con esfuerzo, sacudiéndose en su
lugar.
—Entonces tendrás que esforzarte más —musitó y muy lentamente
apartó los dedos de su interior, haciéndola gritar de frustración, pero todo
en ella se sacudió al ver que su boca los reemplazaba a los pocos segundos.
Esto era la gloria, ese hombre había llegado a su vida para enseñarle
cosas impensables, inimaginables, y no podía dejar de pensar cómo sería
casarse con él y pertenecerle únicamente a él por el resto de sus días.

Para Thomas todo fue un juego y ella una chiquilla ignorante fácil de
manipular, pero ahora las cosas eran muy diferentes, quizá no permitiría que
lo mataran ni lastimaran, pero de alguna forma cobraría su venganza.
—Déjalo, Hortensia —pidió con frialdad y su hermana se volvió en su
dirección—. Sólo quiere fastidiarte, ha sido una noche muy larga para
todos, ¿por qué no vas a descansar?
—No pensarás que te dejaré sola con él ahora que ha despertado,
¿verdad?
Se rio con diversión.
—Se ha quedado aquí desde que llegó.
—Porque estaba moribundo y no era una amenaza.
—Ahora tampoco lo es. —Lo señaló—. Está maniatado y herido, su
recuperación es todo un proceso.
Su hermana meditó la situación, pensativa.
—Te dejo mi revólver por si lo necesitas. —Le entregó el arma y por el
rabillo de ojo pudo ver la incertidumbre en el rostro de Thomas, al parecer
aún no podía creer que ellas se hubieran convertido en mujeres altamente
peligrosas.
No podía culparlo, a veces ni siquiera ella podía asimilar la situación.
La única que tenía las manos limpias era Maggie, pero porque ni
Hortensia ni ella pensaban permitir que ella formara parte de ese peligroso
mundo. Eso era simplemente imposible.
—Avísame cualquier cosa —dijo antes de retirarse y una vez que se
quedó a solas con Thomas, se volvió hacia él con las manos en jarras.
—Ella es peligrosa.
—Y tú quieres protegerme. —Sus miradas verdosas se encontraron,
generándole una gran inquietud—. ¿Por qué?, te pusiste en su camino para
que no me alcanzara.
Decidió no darle una respuesta y se acercó a su cama, para dejar el arma
en su mesa de noche.
—Vimos a tus amigos —confesó de pronto y vio como la cadena se
movía—. Nos presentamos ante ellos como dos personas ajenas a lo que
está ocurriendo y tu hermano fue el mismo patán de siempre.
—No lo hagan, ellos son muy peligrosos, lo mejor es que mantengan
distancia.
—Los vimos en un club, seguro les fue difícil reconocernos.
Ya no eran las jóvenes cuyo padre las llenaba de lindos vestidos y lindas
joyas, sino mujeres que tuvieron que forjarse en la calle debido al hambre y
la necesidad de seguir viviendo.
—Libérame, me duelen los brazos —suplicó con voz ronca.
—¿Cómo hiciste para deshacerte del pañuelo que te puse en la boca?
—Tomó tiempo, pero no fue nada del otro mundo.
—¿No gritaste?, era tu oportunidad para pedir ayuda y salir de aquí.
El silencio se cernió sobre ellos y lo respetó, pero incluso así se acercó a
su mesa de remedios y tomó una pastilla del pequeño frasco que solía pasar
inadvertido.
—¿Qué es eso?
—Algo que te ayudará a dormir bien. —Se arrodilló frente a él y sujetó
su mentón con fuerza, admirando lo mucho que había crecido su barba en
los últimos días, y se la metió a la boca, provocando que ambos empezaran
a forcejear por unos segundos, hasta que muy lentamente él fue perdiendo
la energía y cayó totalmente rendido.
Esperó unos minutos, mientras se colocaba su camisola, y una vez que
confirmó que estuviera profundamente dormido, lo desencadenó y desató
sus muñecas, para llevar las manos masculinas a su espalda y atarlo de una
manera que resultara más cómoda y segura para ella.
—Así está mejor —susurró, observando su perfil en silencio, y ladeó la
cabeza en modo de negación—. Sólo espero que colabores, lo único que
queremos es ayudar a la colonia.
«¿Y por qué no se lo dices?»
Porque tenía miedo de recibir una negativa y tener una nueva razón para
decepcionarse de él. Consideraba que, si lo mantenían encerrado por unos
días, la desesperación le haría aceptar sus condiciones, pero también estaba
el hecho de que Sheldon y Max lo estaban buscando y no parecían estar
muy dispuestos a quedarse tranquilos.
Capítulo 7
Thomas debería desear su libertad, luchar por ella, a nadie podía
gustarle el hecho de llevar diecisiete días a manos de sus captores; no
obstante, la realidad era que no quería que nadie lo sacara de esa habitación
ni mucho menos lo alejara de la mujer que ahora aseaba su cuerpo con
paciencia y delicadeza. Tenerla tan cerca le permitía admirar su perfil y lo
mucho que había cambiado en los últimos años, y no sólo físicamente, sino
mentalmente, porque ante él no quedaba rastro alguno de la joven tímida y
cariñosa que sedujo en el campo.
—La herida no se está infectando —comentó ella de pronto, obligándolo
a abandonar su letargo, y la buscó con la mirada.
Odiaba que no lo mirara a los ojos cuando le hablaba.
¿Por qué lo evitaba?
Desde que despertó, ella había sido ajena a él y su compañía, era como
si Thomas no existiera en su mundo. En más de una ocasión lo había dejado
hablando solo, porque durante la mañana y parte de la tarde iba a quien sabe
dónde.
Era Nancy quien lo alimentaba y la mujer ni siquiera le respondía el
saludo. Aceptaba su odio y no la juzgaba por sentirlo, después de todo, esa
mujer siempre quiso a las hermanas Gardener como si fueran sus propias
hijas y ellos les hicieron un gran mal al despojarlas de todo.
Observó la habitación con pesar. En el lugar no había una cómoda llena
de perfumes y joyeros, ni una enorme cama con un colchón cómodo y
hermosos cubrecamas; sino una pequeña mesa llena de remedios, un diván
y una pequeña cama en la que ella tuvo que acostumbrarse a dormir, porque
los lujos dejaron de ser parte de su vida desde hace mucho.
—¿A dónde vas todos los días? —preguntó una vez más, por tercer día
consecutivo.
—¿Crees que puedes pararte? —le respondió con otra pregunta y de no
haber sido una tan importante, se habría molestado.
—Puedo intentarlo.
—De acuerdo —suspiró y conectó sus miradas—, usarás mi cuerpo
como apoyo, debes empezar a mover tu pierna.
Abrió los ojos con sorpresa.
—¿Por qué te preocupas tanto?, ¿acaso no planean acabar con mi vida?
La piel se le erizó cuando se acercó a él y lo rodeó de la cintura,
ignorando sus preguntas.
—Manda el peso a tu pierna derecha y toma impulso.
—Sería mejor si me desataras.
—Ya fui estúpida una vez, no volveré a confiar en ti en mi vida —gruñó
y Thomas siseó una maldición e hizo lo que le pidió, conteniendo una
mueca de dolor durante el proceso—. Eso fue fácil —comentó en voz baja
—. ¿Cómo sientes la pierna?
La sentía bien, mucho mejor que el primer día que despertó, tenía una
grandiosa capacidad para lidiar con las heridas, siempre se curaba con
mayor velocidad, pero eso era algo que no pensaba decirle a Gardenia,
porque eso sólo haría que lo soltara y se alejara de su cuerpo.
—¿Es que debo sentirla? —siseó con los dientes apretados y ella lo
acusó con la mirada—. ¿Qué? Podrás ser amable, pero eso no significa que
no recuerde quien me metió en esto.
—Empecemos a caminar —zanjó el tema con disgusto y los primeros
pasos fueron un suplicio, en más de una ocasión estuvo a punto de caerse,
pero ella no lo permitió, cosa que le sorprendió porque evidentemente su
peso llegaba a lastimarla de alguna u otra manera, e incluso así no lo soltó.
—Paremos —pidió sudoroso y se apoyó en el dosel de la pequeña cama,
el lugar donde ella dormía y él quería recostarse durante las noches—. Te
estoy lastimando, mi peso es demasiado para ti.
—Debes continuar, tu pierna necesita entrar en movimiento.
Juntó los ojos con fuerza, podría jurar que se encontraba tan pálido
como una hoja y el llevar sólo la camisa puesta no estaba siendo de mucha
ayuda para su paz mental. Era incómodo, odiaba sentirse tan vulnerable
frente a ella.
—Por favor… —suplicó y una gota de sudor se deslizó por su frente.
—Mañana te exigiré más —aclaró, vencida, y lo ayudó a llegar al
camastro que estaba al otro rincón de la habitación—. Si no pones de tu
parte, será peor.
—¿Qué saben de mis amigos? —suspiró con alivio una vez que se sentó
y ella puso las manos en jarras, ceñuda—. ¿No volvieron a molestarlas?
—Salieron de la ciudad hacia el este hace cinco días, por ahora
logramos despistarlos.
Eso le generó un gran alivio, pero también algo de conmoción.
—¿De verdad lograron engañarlos? —Si la situación no fuera tan
delicada, le parecería divertido—. Se molestarán mucho si descubren la
verdad.
—¿Por qué? Su ego masculino no tolerará que el sexo débil, del cual
llevan años abusando, haya sido más astuto que ellos.
¿Qué tanto sabía de ellos y sus bajas acciones?
«No pienses en eso», se dijo a sí mismo. «Ni mucho menos toques el
tema, eso sólo te hundirá más».
—¿Dónde aprendiste medicina?
Abordó el tema de su interés, no sentir curiosidad era inevitable, cuando
conoció a las hermanas Gardener, ellas nunca se molestaron en esconder su
ignorancia, puesto que su padre nunca se molestó en invertir en su
educación y a él siempre le pareció normal que sus hijas sólo supieran como
mantener un hogar en buen estado.
Aunque… se suponía que Sheldon iba a enseñarle a leer a Hortensia,
porque ella estaba empeñada en ser más útil para el negocio de su padre.
—En un principio, era yo quien debía atender nuestras heridas. Maggie
no toleraba la sangre y Hortensia se ponía muy nerviosa, lo cual provocaba
que fuera algo torpe.
—¿Qué heridas? —arrastró sus palabras, en ese momento la boca se le
secó, como si la sequía se hubiera extendido por toda su garganta, y ella lo
miró a los ojos.
—Terminamos en la calle —lo dijo con normalidad, como si detrás de
ese hecho no hubiera todo un tormento para ella—, de no haber sido por
Nancy, habríamos dormido en la calle. —Empezó a sudar frío—. Ella
estaba usando sus ahorros y debíamos ayudarla, por lo que empezamos a
robar comida junto a Hortensia. —Avivó el fuego del hogar—. Las
primeras palizas fueron dolorosas, pero no lo soportamos por mucho
tiempo, robar comida no era suficiente para subsistir y nuestra nana no
quería que nos arriesgáramos tanto.
—¿Qué sucedió? —quiso saber más, necesitaba saber cómo llegaron
hasta ahí.
—Fueron tiempos difíciles, la gente de la colonia nos dio un techo y
conseguimos mejores trabajos, con el pasar de los meses alguien llegó a
nuestras vidas y nos ayudó a adquirir conocimientos, él desarrolló mi
habilidad como sanadora.
—¿Quién es él?, ¿vive con ustedes? —No le dio una respuesta, por lo
que formuló una nueva pregunta—: ¿Qué conocimientos?
—Todo lo que mi padre creía innecesario: leer, escribir, sumar y… entre
otras cosas.
—¿Ya sabes leer? —Una de las razones por las que fue fácil engañarlas
con el testamento de su padre, fue justamente esa.
—¿Te sorprende?
—Es que no lo entiendo, todo esto es muy nuevo, ¿qué tanto puedes
aprender durante siete años?
—Mucho, cuando es tu única opción.
—¿Ninguna de ustedes se casó?
Gardenia se rio con sorna, como si acabara de decir la ridiculez más
grande.
—¿Cómo íbamos a casarnos si estábamos arruinadas?, ¿Quién querría
desposar a una de las huérfanas y empobrecidas Gardener?
—Maggie es hermosa, tal vez…
—Los hombres sólo quieren tomar a Maggie como amante —siseó con
disgusto y la sangre se le congeló—. Clarkson no pierde la esperanza de
conseguir una aceptación por parte suya. Él considera que sólo es cuestión
de tiempo para que Maggie acepte su realidad, sabes que mi hermana ama
el dinero y él tiene mucho para ofrecerle.
—¡Pero si podría ser su padre! —observó horrorizado.
—Sí, y Hortensia le advirtió que, si sigue con eso, lo mandará con el
nuestro al infierno.
Lo más probable era que ellas odiaran a su padre por haber dejado todo
a nombre de Sheldon, algo injusto porque Gordon sí pensó en ellas al
redactar su testamento, porque su intención fue dejarlas bajo el cuidado de
Sheldon y así evitar que cualquier canalla quisiera burlarse de ellas.
«Las dejó a manos del peor de los canallas».
La garganta se le cerró, ¿por qué de repente sentía la loca necesidad de
exponer a su mejor amigo?
«No lo hagas, cuando veas a Sheldon, hablarás con él». Era lo mejor, si
bien Gardenia estaba siendo misericordiosa con él, eso no quitaba el hecho
de que estaban siendo algo violentas, lo último que quería era provocar su
muerte.
—Dime algo…
—Sólo si quiero —aclaró con diversión y le gustó ver como sus labios
se curvaban hacia arriba.
—¿Por qué tu hermana me amenaza de muerte?, ¿de verdad es tan
peligrosa?
Silencio.
—Dijiste que eras más que una ladrona, dijiste que eras la hija de
Lucifer, ¿quién es ese hombre? —Lo miró significativamente y abrió los
ojos con sorpresa—. ¿Él les enseñó todo lo que saben?
Asintió.
—¿A cambio de qué?
—Lealtad y entrega total.
Se tensó y apretó la mandíbula.
—¿Él te hizo algo…?
—A mí no.
A ella no.
La piel se le erizó y recordó la mirada llena de rencor de Hortensia.
—¿Hortensia?
—Lucifer es una persona agradable, no pienses cosas que no son —dijo
con rapidez y se dispuso a buscar algo entre todos los remedios que estaban
sobre la pequeña mesa de su habitación—. Fue una bendición en nuestras
vidas, algo irónico si consideramos el significado de su nombre.
—¿Son asesinas?
La tensión se cernió sobre ellos y tragó con fuerza.
—Lo fuimos, pero le juramos a Maggie que nunca más lo haríamos. Ha
pasado más de un año desde nuestro último asesinato.
—Pero ¿por qué?
—Porque la paga era buena y Lucifer se encargaba de desaparecer a
gente que no merecía seguir con vida; violadores, golpeadores y… —pensó
en sus palabras y conectó sus miradas— estafadores.
Thomas palideció.
—¿Él quiere matarnos?
—Curiosamente, nunca pensó en meterse con ustedes.
—¿Nos conoce?
—Sabe todo nuestro pasado, claro que los conoce.
—¿Dices que él no tuvo nada que ver con la explosión de nuestro barco?
Ella golpeó la mesa, furiosa.
—¡Claro que no! —explotó—. Lucifer jamás mataría a tantos inocentes.
Si siquiera castigarlos, los mataría a ustedes.
Enarcó una ceja, ¿por qué lo defendía con tanta entrega?
No sentir celos fue imposible, ¿qué tan amigos eran?, ¿qué había
sucedido entre ellos durante los últimos siete años?
—Además, él jamás tocaría a la gente que nos importa. —Abrió los ojos
con sorpresa—. Lo mataríamos y él lo sabe.
—¿La gente que les importa?
Gardenia sonrió con amargura y se sentó en el diván, agotada.
—Los empleados de nuestro padre fueron muy buenas con nosotras
cuando nos encontraron. Nos dieron comida, techo y una razón para seguir
con nuestras vidas. Nosotras jamás podríamos darles la espalda ahora que la
situación es tan complicada para la colonia.
—¿La colonia?
—El lugar donde viven las familias de los hombres que murieron en la
explosión, personas que ustedes olvidaron por completo.
Lo miró con rencor y la compresión lo golpeó con fuerza.
—¿Me secuestraron para exigir una indemnización para esa gente?
—Al parecer no eres tan imbécil.
—¿Es ahí donde vas durante el día? —No le dio una respuesta—. ¿Por
eso llegas tan cansada, porque ayudas y atiendes a las personas?
—Estamos usando tu dinero y planeamos vender tus joyas, ¿tienes
problema con eso?
—Necesitan dinero —comprendió con rapidez—. Tengo bastante, si me
permiten ir al banco. —Ella negó con la cabeza, todavía no confiaba lo
suficiente en él—. Vendan lo que quieran, sacarán mucho dinero de las
joyas. —En ese momento ni sus preciadas joyas importaban tanto como el
bienestar de la morena.
—Las mujeres están enfermas de la tristeza y la preocupación, los niños
tienen hambre y frío, la razón por la que llego tan cansada todos los días es
porque voy a asistirlos y a ayudarlos en todo lo que puedo. Hay hombres
que sufrieron quemaduras de tercer grado, llevo semanas atendiéndolos,
pero su recuperación es lenta.
Juntó los ojos con fuerza, esto era horrible.
¿Por qué su amigo no estaba haciendo nada por esa gente?
—No sabía que la situación era tan delicada para la colonia.
Aunque lo había sospechado, porque Sheldon no pensó en esa gente
cuando se enteró de la explosión.
—Hemos usado nuestros ahorros para ayudarlos, pero no tenemos tantos
fondos y no podemos tocar el dinero de Maggie.
—Debe representar una gran responsabilidad para ustedes—observó con
pesar.
—Más de cincuenta familias, mi padre jamás les habría dado la espalda.
—Gardenia bajó el rostro con frustración y él se sintió el peor de los
canallas por dejar que esas mujeres se hicieran cargo de una responsabilidad
que era suya y de sus amigos—. Cuando nos enteramos que llegarían,
pensamos en secuestrar a uno para obligar a Sheldon a cumplir con sus
responsabilidades.
—Y ese uno fui yo —susurró.
—Hortensia dice que te alejaste de ellos, en ese momento fuiste su
víctima perfecta.
—Quiero ayudarlas.
—Tú no eres el dueño de la naviera, no puedes hacer nada por esa gente.
—Sí, no soy dueño de la naviera, pero puedo usar mi dinero para ayudar
a esas familias. Puede que no me creas, pero vine a Boston con la intención
de hacer algo bueno con mi vida.
—Eres nuestro enemigo, no te haré nuestro aliado.
—El que me tengan tantos días aquí deja claro que no saben cómo
chantajear a Sheldon. —No podía culparlas, su amigo era cruel y ellas no
querían dar un paso en falso—. Acepta mi ayuda, por favor.
—¿Y por qué nos ayudarías? —Lo miró con desconfianza—. Mi
hermana te disparó.
—Pero tú impediste que muriera.
—Mi hermana quería matarte y posiblemente aún quiera hacerlo.
—Sí, pero pusiste tu cuerpo como barrera para protegerme y sé que lo
harías de nuevo.
Silencio.
Ella no quería hablar de ese suceso.
—¿Maggie sabe que me tienen secuestrado?
Era la única hermana que no había visto hasta ahora.
—No, no sabe nada, preferimos mantenerla en la ignorancia.
—¿Por eso me drogas cada noche?, ¿para impedir que grite y llame su
atención?
La pastilla que le daba era buena, le hacía perder el conocimiento con
inmediatez, pero su duración era corta y al parecer era algo que ella no
había notado.
—No entiendo por qué no luchas. —Se acarició el mentón, pensativa—.
Otros estarían desesperados por obtener su libertad.
—Tal vez no quiero irme. —Lo miró con obviedad—. ¿Por qué no me
crees?
—Esta no es la vida que estás acostumbrado a tener y estoy segura que
no te gusta estar maniatado —comentó con diversión y relajó su espalda,
reclinándose en el asiento que estaba ocupando—. Es imposible que quieras
quedarte.
Era verdad, los lujos le gustaban, amaba la buena comida y tener una
cómoda cama a su disposición, pero…
—Tal vez contigo me siento más cómodo que con todos esos lujos —
arrastró sus palabras y ella no percibió el significado oculto en su tono de
voz, sólo asintió y miró por la ventana.
—No deberías.
—¿Por qué?
—Porque me hiciste mucho daño, tanto que en más de una ocasión
desee enviarte al infierno.
—No te creo. —La enfrentó y ella cuadró los hombros—. Si me
quisieras en el infierno, me habrías dejado morir, pero luchaste durante doce
días para que siguiera con vida.
Gardenia se incorporó, todo rastro de amabilidad se esfumó, por lo que
se sintió algo nervioso.
—¿Y quién dijo que para estar en el infierno debes morir? —La sangre
se le congeló—. Yo llevo viviendo en el mismo siete años, Thomas. —Lo
llamó por su nombre de pila—. La muerte sería un destino muy bueno para
un canalla como tú.
Se marchó, dejándolo totalmente solo en la habitación, y se sintió
bastante frustrado cuando Nancy le trajo la cena. Una vez más, le había
hecho enfadar, ¿es que nunca podrían conversar sin desatar una discusión
en el momento menos pensado?
Gardenia tenía razón, estar con ella en una misma habitación sin poder
tocarla y sentirla contra su cuerpo era un maldito infierno.

***
Sheldon observó cómo su amigo caminaba de un lugar a otro por su
habitación y se cruzó de brazos, estudiando el oscuro camino que mañana
deberían seguir si querían encontrar a las hermanas Gardener.
—Ellas saben algo, estaban al tanto del secuestro de Thomas —susurró
Max, exasperado, y él lo miró de reojo.
De cierta manera, todo Boston sabía sobre el secuestro de su amigo
porque había sido considerado como el día del regreso de las hijas de
Lucifer, algo que había generado una gran conmoción en los ciudadanos.
—¿Qué tan lejos pueden llegar? —inquirió, pensativo, y Max dejó de
moverse como animal enjaulado—. Son dos mujeres, ¿cómo es que nunca
les pasó nada malo?
«No estás seguro de ese hecho», se dijo a sí mismo, inquieto.
—Si ellas no colaboran, acabaré con su buena suerte —siseó el
pelinegro y él suspiró.
—No sé si sea buena idea que seas tan grosero con ellas, recuerda que
por el momento son las únicas que pueden darnos respuestas.
—¡Dejaron claro que mi hermano les vale una mierda!
—Es normal, nos odian, ¿qué esperabas? Que corrieran a nosotros para
ayudarnos con su búsqueda.
Max farfulló unas cuantas palabrotas por lo bajo y Sheldon miró el
camino una vez más, imaginando cómo se verían Hortensia y Gardenia
caminando sin rumbo alguno. No tenían un hogar, ellas iban y venían, era
un milagro que siguieran con vida.

—¿Qué haces? —La castaña respingó en su lugar y Sheldon se


posicionó junto a ella para ver lo que estaba viendo por el gran ventanal.
No había nada—. Ya es tarde, ¿qué haces fuera de tu cama?
—Sólo miro.
—¿La luna?
—No —respondió con un hilo de voz y lo observó de reojo—. ¿No te
parece que es tenebroso?
—¿Qué? —Sonrió con diversión—. ¿Hay algo a lo que le temas?
—Claro que hay algo. —Lo encaró con enojo y Sheldon se rio, era muy
explosiva—. No me gusta la oscuridad del exterior.
Parpadeó varias veces, desconcertado, y observó los pequeños cabellos
color chocolate que ahora no estaban cubiertos por ninguna prenda de mal
gusto, ¿serían ondulados como los de Maggie o lacios como los de
Gardenia?
Ladeó la cabeza con rapidez, no era momento para hacerse ese tipo de
preguntas.
—¿Dices que te asusta la noche? —Ella asintió—. ¿Por qué?
—Por todo. —Hortensia se estremeció—. En el exterior hay muchas
criaturas y personas malas, el peligro es latente, si tuviera que caminar
fuera de mi casa ahora, sentiría mucho pavor. Sería incapaz de dar un solo
paso en falso, ¿sabes?
—Nunca lidiarás con eso. —Alborotó su cabellera, entretenido—. Deja
de pensar en eso, las señoritas como tú, siempre tienen una linda cobija
encima durante las noches.
Hortensia no protestó cuando alborotó su cabellera y eso provocó que
una vez más se viera acariciando su nuca, mientras ella se acercaba a su
cuerpo como un animalito desprotegido.
Sonrió con melancolía, si tan sólo su relación fuera así de buena con
Margarite; pero no, la rubia era esquiva y silenciosa, no había forma de
que él pudiera conversar con ella de la misma forma que lo hacía con
Hortensia ni que ella lo abrazara con tanta devoción y cariño como su
hermana.

«Haré que te arrepientas con cada fibra de tu ser por haberte metido en
mi compromiso, Hortensia Gardener», recordó sus palabras y se alejó de la
ventana para dirigirse a su habitación, ya no tenía nada más que hablar con
su amigo y necesitaba descansar para continuar con el viaje el día de
mañana.
Al final ella aprendió a lidiar con su mayor miedo, puesto que hace un
par de noches había sido muy habilidosa junto a su hermana a la hora de
escapar a mitad de la noche, en un lugar que podría considerarse peligroso
para cualquier mujer.
«En realidad, cualquier lugar era peligroso para una mujer a altas horas
de la noche».
Capítulo 8
Thomas llevaba tres semanas encerrado en su habitación y le parecía un
milagro que no hubiera intentado escapar o gritar en ninguna ocasión, a
veces sentía que él realmente quería estar en esa situación, aunque en más
de una ocasión lo había visto bastante cansado y adolorido por la posición
de sus brazos.
—¿Y ahora qué, lo tendremos como huésped especial? —farfulló
Hortensia, dándole un mordisco a su pan, y la miró de reojo—. Bass y
Frensby han desaparecido, son tan patéticos que descuidaron todo en la
ciudad.
Eso le causaba algo de gracia, pero no dijo nada al respecto.
—Debemos hacer algo con Frensby.
—Él quiere ayudarnos, dijo…
—Thomas es el seductor de la Tríada infernal y lo sabes, su deber es
endulzar los oídos de las mujeres y conquistar sus delicados corazones para
después atacarlas. Dejarlo en libertad podría condenarnos, somos más
astutas que ellos, pero en cuanto a fuerza… supongo que ambas somos
realistas, ¿verdad?
Asintió, cabizbaja.
—¿Qué tienes? —Su hermana dejó su pan de lado y clavó la vista al
frente, no quería mirarla a los ojos porque en el fondo sospechaba lo que
estaba pasando—. ¿Te gusta?
—No —mintió.
—Sé que tuviste un enamoramiento hacia él, así que sé sincera.
Sí, su hermana sabía que Thomas le gustó en su juventud, pero no sabía
que…

—¿Qué haces aquí?, ¿estás loco? —gimió con un hilo de voz,


arqueando la espalda al sentir como rodeaba sus pechos con sus manos y
apresaba su pezón con la boca por encima de su camisola, y tiritó con
necesidad.
—Sí, loco por ti.
Había bebido, eso era evidente.
—Alguien podría venir. —Lo abrazó con las piernas por la cintura,
frotándose contra su excitación, y Thomas gruñó con avidez y empezó a
levantarle la camisola—. Debes calmarte, mañana iremos al lago.
—¿Qué me has hecho? —gruñó con impotencia, quitándole la camisola
por encima de la cabeza, y conectó sus miradas—. Yo no me sentía así.
Frunció el ceño, ¿de qué estaba hablando?
Le sonrió y trató de sentarse, su desnudez no le incomodó, sino todo lo
contrario, por primera vez se sintió segura de sí misma y la belleza que
poseía.
—Te quiero —confesó e intentó besarlo, pero él apartó el rostro—. ¿Por
qué lo haces? —preguntó con un hilo de voz—, ¿por qué no quieres
besarme?
No recibió una respuesta, pero él la abrazó por la cintura y empezó a
moverla sobre su miembro, marcando un agradable vaivén. Estaba
totalmente vestido, pero incluso así ella se lo imaginó desnudo, dentro de su
cuerpo, poseyéndola sin control alguno.
—¡Mmm! —Le cubrió la boca con una mano, acallando su orgasmo,
pero no se detuvo. Siguió bombeando, siguió golpeando contra ella, hasta
que se sacudió con necesidad y la soltó con rapidez, dejándola tumbada
sobre el colchón—. Thomas… —Extendió los brazos para invitarlo a
besarla, pero él gruñó en respuesta y le separó las piernas, para hundir su
rostro entre las mismas.
¿Por qué estaba tan molesto? ¿Por qué se veía tan frustrado?
No lo entendía.

Le dio un sorbo a su taza de té, sintiendo una incómoda humedad entre


sus muslos. Esto no era bueno, su cuerpo pedía a gritos una liberación y
últimamente no podía dejar de pensar en su rehén.
—Hemos escuchado a Sheldon y Max, sabemos que son personas
crueles, pero él…
—¡Yo creí que Thomas era mi amigo e igual nos traicionó! —explotó y
la reprobó con la mirada—. ¿Te lo quieres follar? —Se ruborizó—. Si es
así, hazlo, no te juzgaré, pero no te enamores. No seas idiota.
«Ya fui idiota».
—Yo no dije que me lo quisiera follar —farfulló y su hermana se
incorporó con rapidez, molesta.
—Maggie se quedará a dormir en el taller de costura, le pagarán horas
extras debido a un pedido grande, por lo que Nancy y ella no llegarán esta
noche.
—Ya veo…
—Y yo saldré. —La miró significativamente—. La casa es toda tuya.
En pocas palabras, ella le estaba diciendo que hiciera con Thomas lo que
se le apeteciera.
—¿Sugieres que me aproveche de él? —Trató agregarle algo de
comedia al momento, pero su hermana no se rio—. Debes estar bromeando,
¿me dejarás sola con él?
—Yo también tengo una vida.
Enarcó una ceja.
—¿Un amante? —Su hermana se encogió de hombros—. Él te ha estado
dando dinero para la colonia, ¿verdad? —Una vez más, se encogió de
hombros.
Esto no le gustaba en lo más mínimo, debían traer a Sheldon de regreso
lo antes posible para terminar con toda esta locura de una vez por todas.
—Me voy, cierra todo con llave.
Se quedó totalmente sola en la cocina de su pequeña casa, mirando su
taza de té. No quería ser tan estúpida como para caer una vez más ante los
encantos de Thomas, pero también quería conocer cómo sería recibir placer
del hombre que le enseñó lo que era la pasión.
—Estás loca —se dijo con disgusto y empezó a calentar agua.
Él necesitaba un baño profundo y ahora que había empezado a caminar
con mayor soltura, aprovecharía la oportunidad para acabar con toda la
suciedad de su cuerpo. Mientras calentaba el agua, se le ocurrió la
grandiosa idea de beber un poco de brandy, aunque en algún determinado
momento dejó de contar en qué número de copa iba.

***
Estaba curado.
Thomas dobló su pierna izquierda, sintiendo una leve incomodidad en el
muslo, pero sonrió satisfecho cuando la estiró de nuevo y el movimiento fue
más fluido que el anterior. Evidentemente aún no podía hacer movimientos
muy bruscos, pero estaba seguro que en un par de días su pierna estaría
como nueva.
Escuchó un extraño ruido en el exterior y dio un respingo cuando la
puerta se abrió con violencia y luego Gardenia ingresó con dos calderos con
agua hirviente. La piel se le erizó, ¿iba a bañarse delante suyo?
¿Es que quería matarlo en vida?
Sabía de primera mano que ella se bañaba en otra habitación, por lo que
le parecía algo curioso lo que tenía pensado hacer.
—Voy a bañarte. —Su corazón empezó a bombear sin control alguno
ante la noticia, pero dos pasos más tarde, se dio cuenta que estaba algo
mareada, por lo que se alarmó. Estuvo tentado a levantarse, pero no lo hizo.
No quería que ella supiera lo bien que se sentía, aún no era el momento para
revelar esa verdad.
—¿Tú o Nancy? —preguntó con incomodidad, no quería hacerse falsas
ilusiones.
—Yo, hoy Nancy no está en casa.
—¿Qué?
—Hoy nadie está en casa, sólo tú y yo.
¿Los dejaron solos?
Claramente Hortensia lo estaba subestimando, si hubieran atrapado a su
hermano, Max no habría dudado en usar esa oportunidad para encargarse de
Gardenia. Es decir, no era como si la morena tuviera sus armas muy bien
guardadas, sólo necesitaba llegar al armario para sujetar una de sus cuclillas
y romper la soga que lo tenía maniatado. No obstante, él no era su hermano
y él sí quería seguir ahí.
—No tengo ropa.
—Compré unas cuantas mudas para ti hace poco —le contó con
indiferencia, preparando la bañera, y le sorprendió que hubiera tenido ese
gesto con él—. Sólo tengo jabón con fragancia de gardenias, ¿o quieres que
use alguno de mis hermanas?
—El tuyo está bien.
Porque su olor le fascinaba y lo quería impregnado en su piel.
—Debo cortar tu camisa —le informó de pronto y lo ayudó a levantarse,
para posicionarlo cerca de la mesa y sujetar su cuchilla—. No pienso
desatarte.
—Lo sospeché —admitió con pesar—, pero descuida, me estoy
acostumbrando a la incomodidad.
Era horrible tener los brazos maniatados a su espalda, pero por ella lo
soportaría. Guardó silencio mientras ella desgarraba su camisa y no le pasó
inadvertido el deseo que brilló en sus ojos al verlo con el torso desnudo,
algo extraño considerando que llevaba días aseándolo y tocándolo a su
antojo.
«Aunque jamás al mío».
—Vamos a la bañera —pidió.
—¿Me meterás con los calzoncillos? —inquirió con diversión una vez
que estuvieron junto a la bañera y la sangre se le congeló cuando ella se
inclinó y terminó de desnudarlo.
Hace siete años, esa imagen la habría hecho ruborizarse e incluso
escandalizarse, pero en esta ocasión ella sólo lo instó a entrar en la bañera.
Thomas gimió gustoso cuando el agua caliente rodeó sus músculos y no
pudo dejar de pensar en las reacciones de Gardenia.
¿Por qué le era tan indiferente?
—De verdad lo necesitaba —confesó con esfuerzo y ella empezó a
bañarlo en silencio, como si él fuera un chiquillo—. Gracias.
—Yo sí quiero recibir tu ayuda, esas familias están pasando momentos
muy difíciles. —Sus palabras lo tomaron por sorpresa y la buscó con la
mirada—. Hortensia no puede separar sus problemas personales con los que
realmente importan.
—Te daré toda la ayuda que quieras —respondió sin pensarlo y recibir
su cálida sonrisa le derritió los sentidos.
—Puede costar caro.
—No me importa.
No necesitaba su dinero, el mismo no le había dado ni la más mínima
felicidad en los últimos años.
—¿Puedo rasurarte? —desvió el tema, tal vez aún no quería hablar de
todos los gastos que tendría que afrontar si decidía ayudarla—. Soy buena
con la navaja.
La idea le pareció buena hasta que escuchó ese comentario y recordó
que estaba algo tomada. Tal vez podía resistir un día más con su espesa
barba.
—Sí, haces bien en preocuparte. —Se apartó de la bañera cuando
terminó de bañarlo—. Supongo que quieres disfrutar del agua un poco más.
Asintió, la sensación era muy reconfortante.
—Bien… —Se alejó de la bañera y Thomas se tensó al ver como se
lanzaba sobre su cama. Estaba de espalda a él y su lindo trasero lo estaba
tentando, ¿qué tipo de castigo era ese que prefería cien latigazos?
Se quedó en silencio, tal vez estaba agotada. De cierto modo, tenía
muchas responsabilidades encima y él era una muy grande. No tenía la
menor idea de cuánto tiempo pasó, pero sabía que el agua empezaba a
perder su agradable temperatura y que Gardenia estaba profundamente
dormida.
Tendría que despertarla.
—Gardenia… —Su voz murió al oír su suave gemido y todo su cuerpo
se estremeció al ver como retorcía sus piernas y las presionaba con
necesidad.
¿Qué estaba soñando?
—Ah… —Su miembro despertó en contra de su voluntad.
—¡Gardenia! —La llamó desesperado, no podía hacerle esto, ni siquiera
podría ayudarse con sus manos si las cosas se salían de control.
—¿Qué sucede? —Se sentó de golpe, abriendo los ojos con rapidez, y él
se relamió los labios al ver que tenía las mejillas rojas y los ojos inyectados
de placer—. ¿Ya estás? —Trató de despabilarse y él asintió—. No
necesitabas gritarme —farfulló y abandonó la cama de un salto.
Sujetó la toalla y cuando lo ayudó a levantarse, ella ahogó un jadeo al
ver su miembro tan duro y erecto. No lo buscó con la mirada, sólo lo ayudó
a salir de la bañera y empezó a secarlo con rapidez.
—¿Nerviosa? —susurró con voz ronca y ella lo fulminó con la mirada
—. Antes solía gustarte.
Sus mejillas se colorearon.
—Cállate o te mataré. —Le secó las piernas y cuando quiso girarse para
sujetar su calzoncillo, decidió jugar con fuego.
—Aún no estoy seco. —No lo miró a los ojos—. Falta mi espalda, mis
nalgas, mis piernas y…
—Ya lo entendí.
Lo rodeó y empezó a secarle la espalda, generándole un gran placer que
su miembro no pudo disimular, porque se sacudió y endureció aún más.
—Joder… —Tiró la cabeza hacia atrás y ella se posicionó frente a él.
—¿Feliz?
—Sabes que no —confesó con voz ronca y todo su cuerpo se sacudió
cuando rodeó su falo con la toalla para secarlo—. Sí, por favor —suplicó y
ella empezó a acariciarlo por encima de la prenda, mirándolo a los ojos—.
Más fuerte, Gardenia. —Se acercó y ella no retrocedió, sino que aceleró sus
movimientos, brindándole una liberación pasajera—. Gracias —bajó el
rostro, ansioso, y trató de regularizar su respiración.
—Voy a soltarte. —Su afirmación hizo que la mirara con sorpresa—.
Quiero que te largues.
—¿Qué?, ¿por qué?
Una pregunta estúpida, porque otro en su lugar estaría feliz con la
noticia.
—Eres una responsabilidad con la que ya no quiero lidiar —confesó con
un hilo de voz y Thomas contuvo el aliento cuando lo rodeó para desatarle
las manos—. Creeré en tus palabras, confiaré en que no nos lastimarás, pero
si planeas algo en contra de mis hermanas juro que te mataré con mis
propias manos.
Cuando la soga dejó de ejercer presión en sus brazos, Thomas se
estremeció de satisfacción. Los tenía entumecidos, adoloridos, pero incluso
así ignoró el dolor y empezó a moverlos con suavidad.
—Dile a tu amigo que se haga cargo de la colonia, hagan algo por esa
gente que necesita tanto —pidió con desesperación y se giró muy
lentamente hacia ella, totalmente desnudo.
Se veía angustiada, como si temiera que pudiera atacarla y ella no fuera
rival para él.
—¿Me tienes miedo?
Gardenia tragó con fuerza y retrocedió, pero se aferró rápidamente a su
cuchilla para amenazarlo.
—Vístete y vete, eres libre.
—¿Y si Hortensia se enoja y va por mí? —Caminó lentamente hacia ella
—. ¿Quién me protegerá?
—¡Largo! —chilló y entonces la sujetó de la muñeca e hizo que soltara
la cuchilla—. ¿Qué quieres? —Tiró de ella para pegarla a su cuerpo y
envolverla en sus brazos—. Thomas…
—¿Por qué me liberaste?
—No puedo seguir cuidando de ti.
—¿Estabas soñando conmigo?
El temblor de su cuerpo confirmó su sospecha y sonrió con satisfacción.
—No sientas pena, yo también tengo esos sueños contigo. —Quiso
besarla, pero ella apartó el rostro—. ¿Qué haces? —gruñó y ella lo empujó
por el pecho, pero no pudo apartarlo.
—No quiero besarte. —El karma era una mierda—. Vete.
—¿Qué sabes de mí y mis amigos?
—La Tríada infernal: un grupo de canallas que embauca a las mujeres y
tienen toda una fortuna gracias al contrabando y sus múltiples estafas.
—¿Qué más?
—Son crueles, déspotas y despreciables.
—¿Qué más?
Ella trató de forcejear, pero no consiguió su libertad.
—Siempre consiguen lo que quieren.
Sonrió con suficiencia y ella palideció.
—Buena respuesta. —Atenazó su nuca y la besó con fuerza, empujando
contra sus delgados labios con su lengua, para penetrar en ella—. Mmm…
—gimió con deleite cuando lo consiguió y lejos de recibir una negativa, ella
lo abrazó por el cuello y le respondió con pasión.
No tensarse ante tan ávida respuesta fue inevitable y rompió el beso con
rapidez, implementando una gran distancia entre ellos.
¿Qué fue eso?, ¿cómo era posible que ella le hubiera dado esa
respuesta?
Se alarmó al ver que el placer era reemplazado por la decepción en sus
ojos y cuando quiso avanzar en su dirección, lo siguiente que escuchó hizo
que cubriera sus partes nobles con sus manos.
—No diré manos arriba, pero sí te pediré que te lances al piso, boca
abajo, si no quieres otro hueco en tu pierna derecha. —Maldición, ambos
pecaron de ilusos al creer que Hortensia los dejaría tan tranquilos. Ella
estaba apoyada en el marco de la ventana, apuntándole con un revólver—.
Ahora.
Como no quería irse, no tuvo más remedio que obedecer a la irritante
mujer y dejar que lo maniatara una vez más.
—¿Ni siquiera me dejarán vestirme? —gruñó con disgusto.
—Nancy vendrá mañana.
Observó a Gardenia, quien claramente había malentendido todo y estaba
recordando el día que él y su hermano la hicieron sentir miserable.
—Debo irme.
—¡Gardenia! —gritó desesperado, pero Hortensia presionó la soga y le
arrebató un gemido adolorido.
—Sabía que la lastimarías, no debí fiarme de ti.
—Hay un malentendido, no quería aprovecharme de su pureza.
Hortensia se rio por lo bajo.
—Sí, claro, cuidemos su pureza.
No le gustó su tono burlón, ni mucho menos que lo guiara hasta el
camastro y le tirara una manta encima para cubrir su desnudez.
—Tú ya estás bien —observó sus piernas y usó otra soga para atarlas.
Si las cosas seguían así, terminaría odiando a esa mujer.
—Quiero ayudarlas. —No le dio una respuesta—. Deja que les dé el
dinero que necesitan, la colonia…
—Esa no es tu responsabilidad, sino la de Bass.
—Si realmente te importara la colonia, aceptarías mi ayuda, pero esto es
algo personal, ¿verdad?
La piel se le erizó cuando los ojos almendrados se posaron en él y
agradeció que Gardenia regresara.
—Yo me haré cargo.
Al parecer había recobrado el sentido, ¡no podía dejarlo solo con esa
loca!
—Y justo cuando empezaba a divertirme —siseó Hortensia, pero no
opuso resistencia y se marchó en silencio—. Estaré en mi alcoba —le dijo a
su hermana y luego lo miró— o en tus pesadillas.

***
—¡Esto es una locura! Estamos a siete días de la ciudad, debemos
volver —farfulló Sheldon con disgusto, ¿por qué sentía que se habían
burlado de ellos?—. Nadie sabe nada de ellas, sólo nos mandan de lugar en
lugar, estamos perdiendo tiempo.
—¿Te diste cuenta que sólo hablan de Gardenia y Hortensia?
Sheldon asintió.
—Busquemos a Margarite.
La rubia sería más fácil de doblegar que las dos féminas que enfrentaron
en el club de Regina. Maggie era la femineidad en persona, una mujer bien
portada y hermosa, estaba seguro que ella estaría dispuesta a ayudarlos en la
búsqueda de sus hermanas.
Capítulo 9
Lo más probable era que sus labios le parecieran feos, porque Gardenia
estaba segura de que no tenía mal aliento, y por eso nunca quería besarla.
Era la única explicación que encontraba a su tan rotundo rechazo.
Afiló una vez más su cuchilla, sin poder entender por qué Thomas
apartó su rostro con tanta rapidez si fue él quien la besó y ahogó un
juramento cuando la hoja metálica cortó su dedo y la sangre brotó del
mismo.
—Mierda.
—¿Qué sucede?
Todavía no entendía por qué el idiota de Thomas no huyó cuando lo
liberó. Ciertamente había sido algo irresponsable en esa ocasión, al menos
Hortensia había llegado a tiempo para impedir que se fuera, pero ya había
pasado seis días desde aquel suceso y no podía entender por qué Thomas no
la atacó, no se fue y aceptó complaciente ser maniatado una vez más.
Él ya estaba sano, eso saltaba a la vista y era lo mínimo que se podía
esperar después de veintisiete días de recuperación, pero una persona con
sentido común ansiaría su libertad y no se la pasaría mirándola la mayor
parte del tiempo cada vez que regresaba a su habitación.
—¿De verdad no piensas dirigirme la palabra? —Presionó su dedo
herido contra un paño—. Gardenia, dime que estás bien.
—Estaba mejor que nunca hasta que hablaste.
No quería mirarlo, ese hombre tenía un poder increíble para acabar con
su paz mental.
—¿No crees que estamos perdiendo tiempo valioso? La colonia necesita
ayuda.
—Y la estuvo recibiendo, ¿a dónde crees que voy todos los días? —Se
exasperó, no quería que fingiera interés por algo que lo tenía muy sin
cuidado y para ella era muy importante—. No pretendas ser un héroe
cuando no eres más que un villano.
«Recuérdalo siempre», se dijo a sí misma.
—Debo irme.
—¿Puedo ir contigo? —La sangre se le congeló ante aquella petición y
muy lentamente giró el rostro, seguramente escuchó mal—. Quiero ir, han
pasado veintisiete días desde que llegué aquí y necesito un poco de aire
fresco. Además, me gustaría saber cómo está la situación.
—Debe ser una broma —susurró con un hilo de voz.
—No huiré, tú mejor que nadie sabe que si quiero podría hacerlo, pero
no tengo pensado irme.
—¡¿Por qué?! —se exasperó— ¿Qué diablos quieres?
—Quedarme contigo.
No le creyó, él ni siquiera era capaz de besarla.
—Mientes.
—Ponme a prueba, déjame ir contigo y ayudarte. Si intento huir, perfora
mi cuerpo con seis balas. Me lo mereceré por cobarde.
—¿Cómo sabes que tengo un revólver?
—Tu hermana tiene uno, estoy seguro que en tu armario tienes más
armas de las que una mujer como tú necesita.
—¿Una mujer como yo? —Enarcó una ceja.
—Por favor —rogó con desesperación—, déjame ir contigo.
No lo entendía, de verdad no podía comprenderlo, pero dentro de poco
sus amigos llegarían y ella necesitaba saber si Thomas estaba siendo
sincero, por lo que no tendría más remedio que confiar en él. Después de
todo, sólo era cuestión de días para que fuera libre y saliera de su vida para
siempre.
—Si intentas huir…
—Me matarás, lo entiendo.
Se acuclilló para desatar sus tobillos y luego lo ayudó a levantarse,
aunque era evidente que él ya podía hacerlo por sí mismo, pero estaba
empeñado en mostrarse como un pobre hombre convaleciente.
«No te distraigas, no confíes ciegamente en él».
—Debes desatarme, sólo llevo el pantalón puesto. Necesito una camisa.
Sí, ella también necesitaba que se pusiera una camisa.
—Si me tocas…
—¿Por qué eres tan cruel? Sabes que quiero tocarte.
Lo miró con rencor.
—No lo hagas o te cortaré los dedos.
—¿No me pedirás que no intente besarte?
—Sé perfectamente que nunca querrás besarme. —Lo sintió tensarse y
liberó sus manos con seguridad, esperando un ataque, un movimiento en
falso, pero este nunca llegó.
—No es lo que parece.
—Vístete o me arrepentiré.
Una de las razones por las que quería llevarlo a la colonia, era para que
él viera con sus propios ojos lo tétrica que era la situación de esas familias.
Tal vez y así lograría tocar fibras sensibles, aunque sospechaba que no sería
tan sencillo.
Thomas siguió su orden con movimientos escuetos, era evidente que los
brazos le dolían por la posición en la que lo maniataron, pero no había nada
que pudiera hacer por él.
Al menos no por ahora, todo dependería de la lealtad que demostrara esa
tarde.
—¿Cómo haremos? —preguntó una vez que estuvo vestido y le entregó
una de sus capas—. ¿Crees que es suficiente para esconder mi identidad?
Sujetó una de las cinco boinas que tenía y con habilidad tiró de las
navajas de afeitar que coció en el ribete en caso de emergencias antes de
entregársela.
—Póntela.
—No quieres darme armas, ¿crees que las usaré en tu contra? —observó
él con pesar y se puso la boina, escondiendo su cabellera—. ¿No te parece
que eres demasiado desconfiada?
—Tú no me inspiras confianza.
La barba la tenía larga y espesa, cualquiera podría creer que era un
hombre de avanzada edad. Hizo bien en no rasurársela, si bien nadie lo
conocía en Boston, no pensaba arriesgarse a que alguien los viera juntos.
—¿Saldremos por la puerta principal?
—Sí, no hay nadie en casa. Maggie está trabajando y Nancy siempre la
acompaña.
—¿Y tu tierna hermana? —ironizó.
Eso era algo que ella llevaba días preguntándose.
—Vamos.
—¿Iremos caminando? —Le habría encantado que la siguiera en
silencio—. Ay no, escaleras, ayúdame. —La rodeó por la cintura y la pegó a
su costado.
—Te dije que no me tocaras —siseó y él le sonrió con inocencia.
—Tengo la pierna herida, debo ser cuidadoso.
¡Él ya era capaz de moverse por sí solo!
Salieron de la casa sin hacer mucho revuelo y pudo apreciar de reojo su
incredulidad al ver dónde se encontraban.
—No habrás esperado una zona residencial, ¿verdad?
—¿Dónde estamos?
—Cerca del muelle.
—Se ve peligroso —susurró de pronto, mirando el lugar con recelo. Las
calles estaban sucias, el olor era desagradable y había muchos pasajes y más
de dos vándalos se escondieron en los mismos cuando ellos salieron de la
casa—. Deben salir de este lugar.
Ese lugar era su reino, ahí ellas mandaban y todos las protegían.
—La colonia está a pocas calles de aquí —informó y se puso en marcha
—. Vamos.
—¿Caminando? —se quejó como un niño chiquillo y ella suspiró.
—Mira, si quieres me esperas un momento y te mando a traer un
carruaje real desde Inglaterra —ironizó y Thomas se ruborizó—. Creí
haberte dejado claro que éramos pobres.
No recibió una respuesta, pero él le hizo una seña para que lo pasara de
largo y lo guiara. Para su sorpresa, en ningún momento intentó escapar o
apartarse de su lado, sino todo lo contrario, todo el tiempo estaba a la par
suya, mirando por el lugar.
—Ya sabes, si intentas huir…
—Sí, sí, sí, como sea.
Era un grosero, ella sólo quería darle una advertencia.
—¿Y llegaremos con las manos vacías? —preguntó de pronto y ella
apartó la vista del carruaje que nunca antes había visto por el lugar—. ¿Por
qué no vamos al banco por algo de dinero?
—¿Estás loco? Llamarás la atención y tus amigos sabrán que moviste tu
dinero.
No era tan estúpida como para llevarlo al banco.
«Pero sí como para soltarlo y llevarlo a la colonia», le regañó una suave
vocecilla y la apagó con un gruñido interno.
—No iremos con las manos vacías, Nancy se encargó de mandar la
comida del día. Yo voy a repartirla, para que nadie se quede sin su plato
correspondiente.
—Ya veo.
—No te presentes como Thomas Frensby —pidió a pocas calles de
distancia y captó otro carruaje desconocido—. Ellos los odian.
—¿Por no pensar en ellos? Los entiendo.
—No, por traicionar a Gordon Gardener y abandonarnos.
Cuando llegaron a la colonia, los niños salieron a recibirla como de
costumbre y se alegró al ver a Irene en un estado más óptimo. Durante la
primera hora, mientras repartía la comida, Thomas se quedó a su lado y
decidió ayudarla, lo hizo todo en silencio, limitándose a mirar a los niños y
a las mujeres con curiosidad, cosa que le sorprendió, porque no intentó
escapar en ningún momento ni se quejó de todo el trabajo que le estaba
dando.
—¿Y los hombres? —preguntó con suavidad y lo miró de reojo.
—La mayoría está trabajando en el muelle y algunos están en sus camas,
guardando reposo, hay quemaduras que no son fáciles de asistir, todo es un
proceso y no contamos con toda la medicación necesaria.
—¿Dices que estas mujeres están desempleadas?
—Sheldon no acepta que las mujeres trabajen en la empresa, Clarkson
no quiso darles una oportunidad.
—Pero ese trabajo es muy duro para ellas.
—¿Y qué podemos hacer? —preguntó con impotencia, agradeciendo
que ahora mismo la gente estuviera muy ocupada, comiendo en sus casas—.
Es eso o la… —No se atrevió a decirlo en voz alta, se rehusaba a permitir
que esas mujeres se vendieran por la necesidad.
No por nada durante el último año las estuvo preparando junto a
Hortensia para que supieran defenderse, la vida les había enseñado que una
debía ser lo suficientemente fuerte y valiente para afrontar las adversidades.
—Lo solucionaremos. —Sujetó su mano con firmeza y Gardenia la
apartó como si su tacto quemara—. Te doy mi palabra.
—¿Acaso la tienes? —Lo miró con rencor, incapaz de confiar en nada
de lo que pudiera salir de su boca—. Vamos, debemos hacer chequeos
médicos y no pienso perderte de vista.
Como de costumbre, revisar niño por niño le tomó más de cuatro horas,
pero en esta ocasión Thomas estaba junto a ella y desde el tercer niño
entendió su método de trabajo porque empezó a serle de más utilidad.
—¿Y él quién es? —preguntó la pequeña Eloise, mirando a Thomas
mientras revisaba a su hermano y muchos niños jugaban en la calle—. ¿Tu
novio?
—Mi ayudante —le corrigió con paciencia y Thomas enarcó una ceja.
Debían apresurarse, pronto anochecería y Hortensia iría a buscarla. Ella
se molestaría mucho si no veía a Thomas en su alcoba.
—Es muy lindo —dijo la niña y Thomas se rio.
—Listo, Henry está en perfecto estado. —Se incorporó y cuando su
madre quiso agradecerle, los gritos en el exterior hicieron que la sangre se
le congelara.
—¿Qué está pasando? —Thomas abandonó su lugar y por la ventana del
pequeño hogar Gardenia pudo ver como varios hombres sujetaban a los
niños en contra de su voluntad y se iban calle abajo con ellos en brazos.
—¡No! —bramó con impotencia y las campanas de la colonia
empezaron a sonar para alertar a las personas, era un medio de protección
que habían aplicado hace poco y no se equivocaron al pensarlo.
Incapaz de perder un segundo más, se quitó la falda con habilidad y
tomó su mascarilla para cubrirse el rostro. No necesitaba pensar en sus
armas, sus cuchillas y revólver estaban aferradas a su cinturón de cuero.
—¡Gardenia! —Recordó a Thomas, pero no se detuvo, ni dejó que la
sujetara del brazo para impedir su partida.
—¡Quédate aquí! —ordenó y al ver que Scott era uno de los niños que
estaban siendo llevados, aceleró su marcha calle abajo para atrapar a los
hombres.
Si Thomas quería huir, que lo hiciera. Esos niños eran más importantes
para ella, no estaba para retener a ningún hombre a su lado. Despabiló su
mente, recordando lo que realmente le importaba, y contó a sus rivales.
Eran seis, cuatro tenían a dos niños en brazos y dos a uno, los más grandes
del grupo.
Tiró su cuchilla con habilidad y la misma se clavó en la espalda del
hombre que tenía a Scott. Uno menos, Scott encontró su libertad.
—¡Huye! —gritó y recuperó su cuchilla con rapidez, para seguir a los
otros hombres.
Cuando se dieron cuenta de su presencia, ellos decidieron que lo mejor
sería dividirse. Gardenia agradeció que en ese momento las mujeres salieran
de sus casas con cuchillos y sartenes en manos, al menos ellas no eran unas
cobardes.
Tres hombres siguieron corriendo calle abajo y dos doblaron por la
esquina, justo donde la ropa de muchos estaba tendida, y les dijo a las
mujeres que fueran por ellos.
Las habían entrenado lo suficientemente bien, por lo que pensaría que la
piedad ya no era parte de sus lindos rostros. Aceleró su marcha y una vez
más empleó su cuchilla, dándole la libertad al segundo niño.
Cuando miró encima de su hombro, las cuatro niñas ya se encontraban
corriendo hacia una casa para esconderse y los gritos de las mujeres solo
incrementaron por el enojo. Bien, sólo faltaban cuatro niñas; no obstante, a
lo lejos pudo ver como los carruajes que había notado hace varias horas se
estacionaban a dos calles y su corazón empezó a bombear con fuerza.
Habían planeado ese ataque a la colonia.
Sacó su revólver y apuntó hacia los caballos. Un, dos y tres disparos
bastaron para alterar a los animales y hacer que estos partieran sin control
alguno, dejando sin vehículo a los rufianes.
—¡Mierda! —bramó uno de los hombres y dejó de correr, para
enfrentarla. El segundo se detuvo unos metros más adelante, al parecer
comprendía que no tenían a dónde huir—. Voy a matarte, maldita zorra.
Gardenia empuñó las manos con rabia al ver como tiraba a las niñas al
piso sin piedad alguna y desvainaba dos cuchillas. Guardó su revólver, él
merecía una muerte dolorosa. El hombre se abalanzó sobre ella y Gardenia
esquivó el primer golpe con habilidad, sujetó su muñeca y clavó sus uñas
antes de implantarle un rodillazo en su vientre y arrebatarle una de sus
cuchillas para rodearlo y clavarla en su espalda sin piedad alguna.
—La fuerza no lo es todo en la vida —escupió y sacó el arma
ensangrentada, viendo como el hombre caía a sus pies—. Corran hacia sus
casas —les pidió a las niñas y se volvió hacia el último hombre, quien dio
un paso hacia atrás y clavó la vista en la cuchilla que estaba bañada con la
sangre de su amigo.
—¡Gardenia!
¡¿Por qué diablos la siguió?!
No volvió el rostro hacia Thomas y se concentró en el hombre.
—Suéltalas o te mataré —ordenó y lo vio palidecer.
—Vaya, vaya. —Todas sus alarmas se prendieron y ahogó un juramento
al ver como una mujer delgada y esbelta saltaba desde el segundo piso y
aterrizaba entre ella y el rufián con habilidad.
Al igual que ella, tenía el rostro cubierto y vestía con ropas masculinas.
—Vine con seis hombres y me llevo a uno con vida. —La rubia
desvainó una cuchilla—. Me pregunto si debería matarte por acabar con mis
chicos —escupió y Gardenia se rio con gracia.
—¿Quieres intentarlo?
No sabía que podían existir más mujeres como su hermana y ella.
La pelea dio inicio y en esta ocasión le fue más difícil propinarle un
golpe mortal. Ella no era como esos vándalos que sólo aplicaban la fuerza
bruta, esa mujer sabía cómo pelear y defenderse.
Gardenia logró quitarle la cuchilla, pero entonces ella consiguió
exactamente lo mismo y empezaron una pelea con los puños. Era fuerte,
más de lo que pudo imaginarse, pero ella no era ninguna debilucha, por lo
que pudo darle una lucha decente.
—¡No! —gritó una de las niñas, logrando captar su atención, y su
corazón empezó a bombear sin control alguno al ver que el hombre la tenía
sujeta de los cabellos.
—Nunca quites los ojos de tus enemigos. —Se tensó y cuando giró el
rostro, sólo pudo ver como la cuchilla iba hacia su vientre; no obstante, esta
nunca llegó a clavarse en su piel porque Thomas tiró de la mujer hacia atrás
y le propinó un puño en el vientre antes de quitarle el arma y enviarla hacia
atrás.
El aire regresó a sus pulmones, eso estuvo cerca.
—Qué poco caballeroso —siseó la mujer, tratando de lidiar con el dolor,
y Thomas gruñó.
—No puedo ser un caballero con una mujer que pretende apuñalar a mi
mujer.
Su corazón empezó a bombear sin control alguno y lo miró con los ojos
muy abiertos, no muy segura de cómo lidiar con su afirmación. Él estaba
sudado, pálido y todo porque había corrido para poder alcanzarla, miró su
pierna y se alarmó al ver que estaba sangrando.
—Estás herido —susurró la mujer y antes de que ella pudiera lanzar su
segunda cuchilla hacia el muslo herido de Thomas, Gardenia se lanzó
contra él y ambos cayeron al piso, arruinando su segundo golpe perfecto.
¿Quién diablos era esa mujer?
—Nos veremos pronto —soltó con retintín cuando uno de los carruajes
regresó por ellos y Gardenia palideció.
—¡No! —Se levantó con prisa y al ver que ellos se iban, sacó su
revólver, pero la mujer puso a una niña delante suyo, retándola a disparar—.
¡Maldita perra! —bramó con impotencia y cayó de rodillas con frustración.
Había fallado, no pudo salvar a todos los niños del ataque de esos
hombres.
—Gardenia… —susurró él con pesar y ella cerró los ojos con fuerza,
tratando de controlar sus emociones.
—¿Estás bien? —Se incorporó y caminó hacia él para ayudarlo a
levantarse, no podía llorar ahora, debía recuperar a esas niñas a como dé
lugar—. Tu herida está sangrando.
Él la abrazó con fuerza y la pegó contra su pecho.
—Las recuperaremos, no dejaremos que ellos se salgan con la suya.
Los ojos se le llenaron de lágrimas, pero no se atrevió a soltar ninguna.
Ella no lloraba, la última vez que lloró fue junto a Hortensia y se habían
jurado que nunca más volverían a soltar una sola gota, sin importar qué tan
mala fuera la situación.
—¡Gardenia! —llamó Clover, uno de los empleados de la naviera, y se
sorprendió al ver que los hombres habían llegado a la colonia— ¿Cómo
estás? Scott fue a buscarnos, ¿qué fue lo que sucedió?
—Se llevaron a dos niñas —confesó con pesar y se pasó una mano por
el rostro con frustración—. No pude ayudarlas, una mujer lo echó todo a
perder.
—Ten. —Thomas le entregó su cuchilla y lo buscó con la mirada—. Te
dije que nunca te atacaría y ahora te doy mi palabra de que, sin importar la
situación, siempre te protegeré.
La conmoción no le permitió mirarlo a los ojos y observó a Clover,
quien miraba a Thomas con curiosidad, mientras los demás hombres se
unían a ellos y les informaban que los cinco hombres que quedaron atrás
estaban muertos.
—Se llevaron a Florencia y Penélope, debemos movernos con prisa para
saber quiénes están involucrados con el ataque a la colonia. —Odió ver la
tristeza y frustración impresa en los rostros de los hombres que la
alcanzaron, ellos lamentaban haber llegado tan tarde—. Iré por ellas, las
encontraré, les doy mi palabra de que las niñas volverán con sus padres.
Era su promesa y si para cumplirla debía buscar a Lucifer, lo haría sin
dudarlo.
Capítulo 10
Su día laboral había sido agotador y Maggie no podía dejar de admirar
el hermoso vestido de pedrería de perlas que había terminado de bordar esa
tarde. Era tan bello que la boca se le hacía agua cada vez que lo miraba,
¿algún día volvería a usar un vestido así de bonito o seguiría con esos
trapos percudidos cubriendo su piel?
Mordió su lengua con rabia y se miró al espejo.
El vestido que ahora llevaba puesto, lo que ella denominaba como un
harapo, llevaba años dentro de su closet. Si alguna vez fue blanco, ahora
tenía una tonalidad cremosa. Era humillante, tener su hermoso cabello atado
en dos trenzas y cubierto con un pañuelo era simplemente horrible.
¿Cómo era posible que hubiera caído tan bajo?
«Tú, si lo deseas, puedes ser una reina», recordó las palabras de su
amado padre y empuñó las manos con rabia. «Tu belleza es incomparable,
tendrás al hombre que quieras a tus pies».
El problema era que mientras ella caminara toda andrajosa, ningún
hombre la querría en su vida como su señora y madre de sus hijos. Todo era
culpa de Hortensia, si ella no se hubiera metido en su compromiso con
Sheldon, nunca se habrían quedado en la calle y ahora ella tendría hermosos
vestidos, muchas joyas y todo el dinero para gastar; pero no, su hermana no
pudo tolerar que el pelirrojo la hubiera preferido a ella e intentó
arrebatárselo.
«Al menos no lo consiguió».
Se rio con sorna.

—Pero no lo quieres, no puedes aceptar casarte con él —soltó con


impotencia y lejos de sentir pena por su hermana, se rio en su cara con
diversión.
—¿Por qué no? Él me quiere a mí y eso es lo único que importa,
Hortensia. —Se cruzó de brazos con suficiencia—. Nuestro padre quiere
que él siga con la naviera y yo sea su esposa, no puedes hacer nada para
evitarlo.
—¡Dijiste que era un muerto del hambre!
—Dejará de serlo cuando nos casemos. —Acarició sus rubios cabellos
—. Además, es guapo, ¿no te parece?
Los ojos de su hermana se llenaron de lágrimas, pero ni siquiera eso
pudo detenerla, lo mejor sería abrirle los ojos de una vez por todas;
Sheldon Bass la prefería a ella y siempre sería así, porque Hortensia era
una chiflada sin gracia ni buenos modales.
—Yo le amo, Maggie, no me hagas esto.
Enarcó una ceja, sus hermanas eran algo patéticas, ¿en qué momento
pensaron que personas como Sheldon y Thomas se fijarían en ellas?
—Pero él me ama a mí, Hortensia, y por tu bien te sugiero que borres
esos estúpidos sentimientos que albergas por mi futuro esposo.

Hortensia había buscado su ruina, ella era la única culpable de todo lo


que había ocurrido en los últimos siete años y justamente por eso Maggie
jamás podría sentir pena por su hermana. Protegerla y mantenerla era lo
mínimo que ella podía hacer por su persona, puesto que le había arruinado
la vida.
—Maggie.
—¿Sí? —Se volvió hacia su jefa, quien tenía un peor aspecto que ella y
no contaba con un rostro tan bello como el suyo para amortiguar su
desagradable imagen.
—Alguien quiere verte, sube al despacho de la señora Tyna.
¿Qué alguien quería verla?
Eso no era algo que sucediera con mucha frecuencia. Sus hermanas
nunca la visitaban en su trabajo y su nana la esperaba en la plaza que estaba
a dos calles del taller de costura, tal vez se trataba del señor Clarkson,
después de todo, llevaba más de dos semanas sin ir a verlo para hablar sobre
el tema de la colonia, algo que a ella la tenía harta, porque desde que
sucedió la explosión, sus hermanas se habían vuelto más irritantes.
—De acuerdo.
Sólo esperaba que el hombre no viniera con ninguna propuesta
indecente, ¡ella no iba a ser la amante de nadie! El hombre que la quisiera,
debía llegar a ella con una propuesta matrimonial.
Cuando llamó a la puerta de la señora Tyna, la mujer robusta y de mal
gusto le abrió la puerta, enseñándole una extraña sonrisa en el rostro. No era
propio de ella mostrarse tan generosa, pero en esta ocasión le habló con el
tono más gentil que poseía.
«Ni su sonrisa arregla su fealdad».
—Tienes visitas, Margarite, sé gentil con ellos.
¿Con ellos?
Arrugó el cejo al ver que la mujer salía de su oficina y le hacía una seña
para que ingresara.
¿Ella no estaría presente en la reunión?
—Bien.
Ingresó al lugar con paso seguro y altanero, dejando claro que no se
dejaría amedrentar por nadie, y la sangre se le congeló al ver quienes habían
mandado a llamar por ella. Parpadeó varias veces con incredulidad, incapaz
de creer que ellos estuvieran en Boston y su corazón empezó a alterarse por
el miedo.
Sus hermanas no estaban cerca, ella necesitaba que alguien la
protegiera.
La puerta se cerró tras de ella y todas sus alarmas se prendieron cuando
se quedó a solas con Sheldon Bass y Maximiliano Frensby.
Tragó con fuerza, pero no se atrevió a mirarlos con odio.
«Son hombres peligrosos».
«Lastiman a mujeres sin contemplación alguna».
«No sólo las estafan, sino que las acaban emocionalmente».
Eso sólo era una parte de lo que se decía de ellos en los muelles, Maggie
nunca quería escuchar los rumores de la Tríada infernal, pero ahora
lamentaba no haberlo hecho, porque ellos realmente se veían muy
peligrosos.
—¿Qué es lo que quieren? —Su voz empezó con un tono envalentonado
y firme, pero poco a poco fue perdiendo fuerza. Los hombres
intercambiaron una rápida mirada y ambos le recorrieron el cuerpo con la
mirada, haciéndola sentir peor que un insecto—. Nosotras no los
molestamos, ¿qué hacen aquí?
—Sólo queremos hablar con usted, señorita Gardener —expresó
Maximiliano en un tono de voz neutral y miró a Sheldon, quien asintió en
respuesta—. Sucede que encontrar a sus hermanas está siendo todo un reto
para nosotros.
¿Qué?, ¿estaban buscando a sus hermanas?, ¿por qué?
Un momento, ¿sus hermanas estaban al tanto de que ellos estaban en
Boston y no se lo dijeron?
¡¿Cómo era eso posible?!
—No me digan que les robaron —susurró alarmada y los hombres
enarcaron una ceja.
Maggie se cubrió la boca con las manos con rapidez, tal vez no debió
decir eso en voz alta.
—¿Son ladronas? —preguntó Sheldon.
Ella negó con la cabeza y bajó las manos.
—¿Por qué no se sienta? —Sheldon le indicó el asiento que estaba junto
al hogar y no muy segura siguió su petición, viendo como ellos se sentaban
justo en frente—. Las vimos en un club.
«Traidoras», pensó con enojo.
—Seguro es el club de Regina, ellas van ahí de vez en cuando.
—¿Por qué?
La garganta se le cerró y negó con la cabeza.
—¿No lo sabe?
Repitió la acción una vez más.
—¿Dónde podemos encontrarlas?
—No lo sé —mintió—. Ya no vivo con ellas.
¿En qué diablos se habían metido sus hermanas?
—¿Y dónde vive?
—Alquilo un cuarto en el centro.
En ese momento, intercambió una rápida mirada con Sheldon, quien
lejos de mirarla con frialdad y desprecio, como Maximiliano, la veía con
algo de curiosidad y angustia. ¿Estaría preocupado por su bienestar? Era lo
más probable, después de todo, él llegó a sentir algo muy fuerte por ella y si
su matrimonio no se concretó, fue por culpa de Hortensia.
«Ningún hombre puede resistirse a la vulnerabilidad de una mujer»,
solía decir su padre, recordándole el por qué debía verse inocente y frágil la
mayor parte del tiempo. Como la buena actriz que era, dejó que sus ojos se
llenaran de lágrimas y ambos hombres se removieron con inquietud.
—¿Qué sabe de sus hermanas? —El pelinegro no le permitió
desenvolver su papel a la perfección.
—¿Para qué quiere encontrarlas?
Tal vez no tenía la mejor relación con ellas, pero no dejaría que esos
canallas llegaran a sus hermanas con tanta facilidad.
—Nos dijeron que ellas conocen muy bien cómo se mueve todo en la
ciudad.
No era mentira, no por nada eran las hijas de Lucifer.
—Me he separado de mis hermanas hace muchos años, ellas no querían
que estuviera cerca, su vida no es tan honrada. —Esa mentira tenía algo de
verdad, aunque viviera con ellas, había cosas que Hortensia y Gardenia
nunca le contaban para mantener su consciencia tranquila.
—¿Y vive bien? —preguntó Sheldon y ella sonrió con tristeza.
—Hago lo que puedo —recordó su papel y jugueteó con sus manos
secas y cansadas—. Al menos tengo lo necesario para subsistir.
Maximiliano carraspeó, no quería que se desviaran del tema principal.
Era un idiota.
—Sucede, señorita Gardener, que mi hermano ha sido secuestrado. —
Abrió los ojos con sorpresa, eso explicaba por qué Thomas no estaba con
ellos—. Hace veintisiete días —aclaró, furioso.
Su mente empezó a trabajar a mil por hora, trató de analizar las actitudes
de sus hermanas y entonces llegó a una sola conclusión: ellas estaban detrás
de todo esto.
Era a Thomas a quien escondían con tanto ímpetu en el dormitorio de
Gardenia, eso explicaría por qué a veces oía voces en la madrugada,
provenientes de esa habitación.
Empuñó las manos con rabia.
¿Por qué no le contaron nada al respecto?, ¿cómo podían esconderle
algo tan importante?
—Es una lástima —quebró su voz y trató de camuflar su enojo con una
tristeza muy bien fingida—. Debió ser un golpe muy duro.
—Lo hirieron con un impacto de bala y lo subieron a un carruaje.
Al parecer el secuestro lo planeó Hortensia.
—Trataré de comunicarme con ellas, tengo entendido que radican en las
afueras de la ciudad —mintió y abandonó su lugar con rapidez—. Boston es
un lugar peligroso, aunque sin las hijas de Lucifer al ataque hemos
encontrado algo de tranquilidad —añadió con fingida congoja.
—Ahora que lo menciona. —Max se incorporó—. Clarkson cree que
ellas están detrás de todo esto.
Lo que quería decir que cometió un terrible error al mantenerse tan
desinformada de todo lo que estaba ocurriendo en la ciudad.
—Oh por Dios —jadeó horrorizada—. Esto no es bueno, ellas son unas
asesinas.
No entendía por qué Thomas seguía con vida si la que lo secuestró fue
Hortensia.
—Son mujeres, no pueden ser tan peligrosas.
Maximiliano seguía siendo el imbécil que recordaba.
—Puede preguntar dónde quiera, señor Frensby, pero no hay hombre en
Boston que no tema a esas mujeres.
Sus palabras los aturdió un poco y ambos empezaron a divagar en sus
pensamientos, uno mirando unos apuntes y el otro alborotando su cabellera.
Al parecer nunca se imaginaron que sus problemas más grandes llegarían de
la mano de dos mujeres, pero ¿acaso el karma no era divino?
—Les prometo que buscaré a mis hermanas esta misma noche.
Cualquiera que la escuchara, pensaría que quería ser su aliada. Y ellos,
como los imbéciles que eran, le creyeron, porque al parecer olvidaron todo
el daño que le hicieron en el pasado.
—Estaríamos muy agradecidos —musitó Sheldon, acercándose a ella
más de lo debido, y sujetó sus manos con firmeza—. Sé que soy el menos
indicado para decir esto, pero si llega a necesitar ayuda, no dude en
buscarme.
—Oh, señor Bass…
Él besó sus manos, indicándole que al final Hortensia nunca consiguió
su cometido. Ese hombre aún seguía embelesado con su belleza y si
manejaba bien sus cartas, aún podría hacerlo su esposo. Tal vez y su regreso
era la oportunidad perfecta para abandonar esa maldita pobreza.
—Muchas gracias.
Apartó sus manos con inmediatez, fingiendo una inocencia que no
existía, y aleteó sus largas pestañas con lentitud, manejando movimientos
estudiados, capaces de atrapar a cualquier caballero.
Sheldon Bass estaba destinado a ser suyo y en esta ocasión no permitiría
que Hortensia se interpusiera en su camino.

***
«No puedo ser un caballero con una mujer que pretende apuñalar a mi
mujer».
Gardenia no podía entender en qué maldito momento dentro de esos
veintisiete días, ella se convirtió en la mujer de Thomas. Sus palabras no
podían dejar de retumbar en su cabeza y eso no hacía más que fastidiarla,
porque su mayor preocupación debería enfocarse en las dos niñas que no
pudo rescatar por culpa de esa misteriosa mujer.
Enterró el rostro en sus manos con pesar y negó con la cabeza, abatida.
«¿Cómo pude permitir que se llevaran a dos niñas?», se preguntó con
impaciencia, más desesperada que nunca por encontrar a Hortensia.
¡Nada de esto habría sucedido si su hermana se hubiera mantenido
cerca!
—Debes calmarte. —La mano masculina se posó en su hombro,
recordándole que no lo maniatado al llegar a su habitación, y empuñó las
manos con rabia—. Encontraremos a esas niñas, las salvaremos.
¡¿Por qué seguía ahí?!
Thomas no sólo se había quedado cuando tuvo la oportunidad de
escapar, sino que había impedido que esa mujer la lastimara y le había
devuelto un arma que pudo usar contra ella para doblegarla.
No lo entendía y su presencia ahí no hacía más que alterar sus sentidos.
Posó su mano por encima de la suya y lo miró por encima del hombro,
no le gustó que le sonriera con cariño, como si entre ellos todo estuviera en
orden y no existiera un horrible pasado.
—Claro que las salvaré —susurró y la sonrisa de Thomas fue temblando
—, pero para eso necesito que te quedes tranquilo. —Sujetó su muñeca con
firmeza y giró sobre su eje con velocidad para rodearlo y llevar su mano a
su espalda para inclinarlo hacia adelante.
—Mierda —gruñó—, ¿qué haces?
Lo maniató una vez más y decidió ignorar todas sus quejas. Lo obligó a
tumbarse sobre el camastro y se arrodilló para atarle los pies, era evidente
que él ya podía caminar con mayor soltura y podría… ¿qué?, ¿irse?
«Más evidente es que él no quiere hacer eso», se dijo con frustración y
lo miró con disgusto.
—Sigue hablando y te amordazaré —amenazó y Thomas cerró los
labios en una fina línea. Gardenia agradeció su silencio y cerró las manos
sobre sus muslos—. Esto es serio, jamás ha sucedido algo así en la colonia,
el ataque de hoy fue planeado, yo vi esos carruajes y fui una tonta al no
dudar de los mismo.
—Ni se te ocurra decir que es tu culpa —siseó él, obligándola a levantar
la mirada—. Hiciste todo lo que pudiste por ayudarlos, casi te matan,
Gardenia —explotó y ella negó con la cabeza.
—Me distraje, si no hubiera guardado mi revólver, ellos no habrían
podido huir con las niñas.
Lo escuchó tragar con fuerza y recordó que era la primera vez que él la
veía en acción. Sonrió con amargura, seguro ya no le parecía una buena
compañera de vida.
—¿Ahora me crees que soy una de las hijas de Lucifer? Maté a tres
hombres y la mano no me habría temblado para matar a dos personas más.
—Esos hombres no merecían piedad —dijo con rapidez—, pero por un
momento quise creer que tu vida no fue tan dura en los últimos años, creo
que pequé de iluso.
—Y seguirás haciéndolo, mientras creas que tú y yo podemos llegar a
ser más que enemigos.
—¿Por qué te empeñas en hacerme tu enemigo? —preguntó con
impotencia—. Estuve a tu lado durante la pelea, impedí que te atacaran y te
devolví tu cuchilla cuando pude usarla en tu contra, ¿qué más necesito
hacer para que te des cuenta que quiero ser tu aliado?
—Llevas siete años engañando y estafando mujeres, ¿de verdad crees
que confiaré en ti?
—Eso fue en el pasado —soltó con vergüenza.
—¿Sí, hace cuanto, veintisiete días? —ironizó y Thomas siseó una
maldición por lo bajo.
—¿Por qué no puedes aceptar mis sentimientos? —preguntó de pronto y
Gardenia palideció—. ¿Es por lo que sucedió con mi hermano hace siete
años?
Sonrió con amargura, odiaba recordar esa escena.
—Tal vez no lo sepas, pero desde que tengo uso de razón, he tenido que
lidiar con el desprecio de mi padre. —Thomas abrió los ojos con sorpresa
—. Fui la primera decepción de mi padre, en vez de su adorado varón, le
llegó una hija poco agraciada; me consideró su mayor desgracia.
—Yo…
—Pero no me importaba, mi madre no dejaba de decirme lo hermosa
que era. —La voz le tembló, pero no permitió que sus emociones
explotaran—. Luego nació Hortensia, la segunda decepción, pero la niña
más linda que Gordon Gardener pudo haber visto en su vida.
—Gardenia…
—Fue doloroso, ¿sabes? —Admitió con voz débil—. Hortensia era
hermosa, alegre y vivaz, pero en algún determinado momento la decepción
de mi padre le afectó de igual manera y decidió convertirse en su hijo
deseado. —Conectó sus miradas—. ¿Ahora entiendes por qué ella actuaba
como un hombre? —Thomas asintió, pero fue incapaz de emitir palabra
alguna—. Hortensia siempre fue muy buena conmigo, era como mi madre,
siempre trataba de recordarme que era hermosa.
—No lo sabía —admitió con pesar, seguramente lamentando el haberla
menospreciado por su falta de belleza.
—Luego nació Maggie —susurró con un hilo de voz—, ella se llevó la
vitalidad de mi madre. —Se sentó sobre su trasero y se abrazó las rodillas
—. Con la muerte de mi madre, mi padre se dio por vencido y vio a Maggie
como su última esperanza, era hermosa, delicada y podría conseguir un
buen matrimonio. Se enfocó en ella, le dio todo el amor que nunca nos dio a
Hortensia y a mí, y desde entonces tuve que lidiar con el desprecio de
ambos.
—Nunca debí utilizarte.
—Tal vez —susurró con congoja—, pero creo que el error fue
únicamente mío al creer que alguien podría llegar a amarme. —Sonrió con
amargura—. Mi padre siempre me dijo que nunca podría casarme, que
nunca sería elegible y Maggie no dejaba de decirme que sería una buena tía
y ella le diría a su esposo que cuidara de mí. Quizá debí aceptar que ese era
mi destino.
—Eso es una estupidez, tu padre era un desgraciado y tu hermana una
víbora. —Se movió hacia ella y Gardenia lo observó en silencio, viendo
cómo se posicionaba a su lado—. Yo sí llegué a desearte, llegué a sentirme
de una manera inquietante y…
—Eso no fue lo que me dijiste —le cortó, pero Thomas negó con la
cabeza.
—Fui un canalla, lo sé, pero eso sucedió hace muchos años. De verdad
quiero estar contigo ahora.
—¿Por qué? No tengo dinero, tengo dos hermanas que están locas y
tampoco son joven ni hermosa.
—Estás equivocada —susurró con suavidad y se inclinó sobre su cuerpo
—. Tú eres la mujer más hermosa y valiente que he conocido.
Sus labios se rozaron y lejos de apartarse, ella juntó los ojos con
suavidad y dejó que la besara. Fue un beso sereno y amable, él realmente
quería hacerle sentir mejor, pero ya era tarde.
«Siete años tarde».
Apartó el rostro con lentitud y se incorporó con rapidez, buscando
implementar una gran distancia entre ellos.
—¿Por qué no puedes creerme? —Se oía cansado, algo bastante normal
si consideraba que su día fue una mierda.
—Porque una vez me dijiste que te gustaba sólo para levantarme la
falda, ¿por qué debería creerte ahora? —Thomas la buscó con la mirada—.
Tengo un espejo, sé cómo me veo. —Sonrió con diversión, recordándole las
horribles palabras de su hermano.
—Las palabras de tu padre no pueden prevalecer en tu cabeza, tú no
tienes idea de cuantos hombres matarían por estar contigo.
Se cruzó de brazos, no muy segura de lo que estaba a punto de hacer,
pero finalmente lanzó un largo suspiro y determinó que era lo mejor, que
una vez que él descubriera la verdad, dejaría de creer que ellos podrían ser
una buena pareja.
—En realidad, sí tengo idea. —Thomas frunció el ceño y ella se metió
un caramelo de miel y limón a la boca, abatida—. No sé si matarían por mí,
pero sí sé cuánto pagarían por una noche conmigo.
El silencio que se cernió en la estancia fue tan incómodo, que por un
momento estuvo tentada a salir por la ventana para buscar un poco de aire
fresco lejos del rubio; no obstante, no podía huir, eso era para los cobardes
y ella no era una.
Al darse cuenta que él no era capaz de emitir palabra alguna, decidió
continuar.
—No existen trabajos honrados para las huérfanas sin hogar.
—¿Qué hiciste? —preguntó en voz baja, casi amenazante, y ella esbozó
una débil sonrisa.
—Busqué aquello que tú nunca quisiste darme e hiciste que deseara. —
Él bajo el rostro, incapaz de mirarla a los ojos, y Gardenia ladeó el rostro,
consternada—. ¿De verdad no imaginaste que algo así podría sucedernos?
—Silencio—. Ya veo, ni siquiera pensaron en nosotras cuando se fueron.
No me sorprende —admitió con melancolía—. ¿Por qué lo harían? Sheldon
desvirgó a mi hermana y no quiso casarse con ella; tú jugaste con mi cuerpo
durante meses y nunca pensaste en tomarme en serio, y Max… él sólo iba a
hacer lo que ustedes quisieran.
Como no recibió una respuesta, determinó que la conversación ya había
terminado. Se acercó a su armario y sacó nuevas ropas, porque las que traía
puestas estaban con sangre, y lamentó no tener el tiempo suficiente para
tomar un baño.
—¿A dónde irás?
—Al club, creo que encontraré a Hortensia ahí —respondió con
indiferencia.
—¿Vas a buscar a tu hermana o a buscar un cliente? —escupió con
desprecio y sonrió con pesar, ¿ahora mostraría su verdadera cara?
—Supongo que tendré que hacer ambos, llevo mucho tiempo sin
trabajar y no puedo dejar que mi hermana se encargue de todo. —Mintió,
pero en el fondo deseó fervientemente que Hortensia no hubiera vuelto a
esos andares, la prostitución era algo que dejaron hace mucho gracias a
Lucifer.
—No vayas.
La piel se le erizó y se quitó su corsé y camiseta con movimientos
torpes, iba a cambiarse frente a él, quería saber qué opinaba sobre su
antiguo empleo, quizá ahora ya no la querría como su mujer, sino como una
simple aventura.
—No hay necesidad, yo les daré dinero. Esos lugares no son aptos para
mujeres como tú y tu hermana.
Gardenia rompió en una sonora carcajada y se quitó las botas y los
pantalones con rapidez, quedando en pequeños y gastados interiores. Esto
tenía que ser una broma, ¿es que acaso había escuchado todo lo que le dijo?
—Son los únicos lugares en los que somos bienvenidas, Thomas.
Él juntó los ojos con fuerza y Gardenia casi y pudo sentir su dolor y
desasosiego, ¿recién ahora era consciente de todo el daño que causó junto a
sus amigos?
—No te amargues, no fue tan malo.
Thomas empezó a luchar con las sogas, pero no tuvo éxito alguno.
—¡¿Por qué lo hicieron?!
—Hambre, frío, miedo; entre otras cosas. —Thomas empezó a respirar
con dificultad, al parecer la noticia no le estaba cayendo nada bien—.
Maggie sigue siendo digna, nunca nos atrevimos a pedirle nada, tratamos de
protegerla de todos esos males. —Ese hecho no le hizo sentir mejor, sino
todo lo contrario—. Hortensia no era pura y yo ya no era tan santa, me
enseñaste muchas cosas.
«Pero nunca me enseñaste como besar».
—La respuesta del otro día…
—¿Te alejaste porque fui muy capaz de responderte?
—Fue la sorpresa, en ese momento no quise aceptar la realidad.
Terminó de vestirse y empezó a reajustar su corsé de cuero negro.
—Algunas mujeres prefieren evitar los besos, yo siempre los busco —
confesó en voz baja, mirando los cordones—. Me gustan, tal vez me hiciste
desearlos mucho y por eso soy como soy. —Se encogió de hombros con
indiferencia.
—¿Por qué no lo evitaste? Tú también eras pura, Hortensia no debió
permitirlo.
—Fue una discusión compleja, ella quería cargar con todas las
responsabilidades, no quería que nosotras hagamos nada, pero estábamos
juntas en esto y no pude abandonarla.
Menos cuando su hermana estuvo tan delicada de salud, en ese
momento ella debió tomar la responsabilidad del hogar y aceptar su destino.
Su primer amante había sido generoso, le había dado el dinero suficiente
para cubrir todos los gastos médicos de Hortensia a pesar de no contar con
una gran fortuna.
—¡Tú no irás a ese lugar! —bramó fuera de sí, haciéndola respingar en
su lugar por su reacción—. Te lo prohíbo, no lo hagas, suéltame y te daré la
cantidad de dinero que quieras. Iré a nuestra casa y sacaré dinero de la caja
fuerte, el que tú quieras.
—¿Puedes calmarte?
—¡No vas a venderte! ¡No volverás a ser de otro hombre nunca más!
¿Cómo me pides que me calme cuando me cuentas algo así? —soltó con
impotencia y empezó a sudar frío.
Para Thomas, todo esto era una pesadilla, todo esto era su culpa, si él se
hubiera quedado con Gardenia, como correspondía, tal vez la situación de
las hermanas no habría sido tan desastrosa. Hortensia podía ser explosiva y
un tanto irritante, pero odiaba imaginarla a ella y a Gardenia denigrándose
hasta ese punto.
¡Ellos no pudieron haber generado tanto mal!
—¿Por qué no me matas? —preguntó con voz ronca, comprendiendo
mejor el rencor de Hortensia y odiando con creces la misericordia de
Gardenia. Él no merecía su generosidad—. ¿Por qué me protegiste de
Hortensia?, por mi culpa terminaste…
—Lo hice por voluntad propia —aclaró con rapidez, descubriendo con
sorpresa la razón de su enojo—. No malentiendas las cosas.
—¿Quién se prostituye por voluntad propia?
—Una mujer que quiere sentirse deseada —comentó, clavando la vista
en su ventana—. Tú pudiste hacer muchas cosas por mí sin desearme,
gracias a ti comprendí que con mi aspecto físico nunca podré tener lo que
realmente quiero, entonces llegué a la conclusión que la única manera de
volver a sentirme así de bien, era vendiendo mi cuerpo. Mis amantes
siempre fueron generosos y pacientes, no sientas pena por mí, porque todo
lo que hice lo hice por voluntad propia.
Su respuesta sólo le hizo sentir peor.
—No vayas —imploró con desesperación—. Quédate conmigo, yo te
daré todo el dinero que quieras y no te pediré nada a cambio.
Fue él quien le hizo creer que jamás podría encontrar un buen hombre,
fueron sus palabras y las de su hermano la que la rompieron por dentro,
matando la ilusión que ella tenía de formar su propia familia.
—Lo que haga con mi vida y mi cuerpo no es asunto tuyo, Thomas.
Todas sus alarmas se prendieron al ver que sujetaba ese maldito frasco
que poseía la pastillita perfecta para sacarlo del juego.
—No lo hagas —gruñó y apretó los dientes con fuerza.
—Te ayudará a dormir mejor.
Entonces, una vez más, Hortensia ingresó por la ventana de la
habitación, provocando un tenso silencio en la estancia. Su tensión era tan
palpable que incluso él pudo sentirla, por lo que supuso que traía malas
noticias.
—Apareciste, tengo que contarte algo —dijo Gardenia atropelladamente
y Hortensia asintió.
—Ya me lo contaron.
—¿Qué haremos?
—Lucifer quiere vernos.
La pastilla se deslizó de la mano de Gardenia y rodó en el piso, mientras
las hermanas se miraban fijamente.
Thomas empezó a exasperarse.
—¿Cómo? —Gardenia salió de su letargo y se agachó para sujetar
nuevamente la pastilla—. ¿Por qué? Ha pasado mucho tiempo desde que
mandó a llamarnos.
—No lo sé —susurró Hortensia con pesar—, pero debemos irnos. Lo
necesitamos para encontrar a las niñas que robaron en la colonia.
¿Confiaban en Lucifer, pero no en él? ¿Esto podía ser más humillante?
—Dásela tú.
Le entregó la pastilla a Hortensia y Thomas supo que en esta ocasión no
tenía como ganar, esa mujer sería capaz de dispararle el otro muslo con tal
de hacerle tragar la maldita pastilla.
No obstante, en una hora despertaría y haría hasta lo imposible por ir
tras ella. Gardenia estaba muy equivocada si creía que permitiría que
alguien más le pusiera un solo dedo encima ahora que estaba de regreso.
Capítulo 11
Thomas era todo un misterio para ella y ya no tenía la menor idea de qué
pensar al respecto. Le había dicho su verdad, algo que estuvo
atormentándola desde que él regresó a su vida y lejos de sentirse hastiado u
ofendido al saberla una ramera, él le había pedido que se quedara a su lado
y dejara de hacerlo, porque se suponía que ahora lo tenía a su lado y podía
contar con él.
¿Podía confiar en sus palabras?
«Claro que no», se dijo rápidamente. «Me ayudó, de no ser por él estaría
muerta», recordó segundos después y decidió cerrar su mente al darse
cuenta que estaba a punto de entrar en una disputa consigo misma.
Era el momento menos adecuado para pensar en Thomas y todo lo que
le hacía sentir, estaban de camino a la casa de Lucifer, no muy seguras de lo
que podía esperarles ahí, pero más listas que nunca para afrontar la
situación.
Cuando ingresaron al despacho de Lucifer por la ventana que él dejó
abierta para ellas, Gardenia reacomodó su sobretodo rojo con rapidez y
barrió el lugar con la mirada, encontrándose con los ojos color caoba de su
señor. Él estaba detrás de su escritorio, acariciando el mango de su bastón, y
tenía una sonrisa retorcida en el rostro.
Debía admitir que lo había echado de menos en el último año, a veces
sus misiones no hacían más que recordarle que estaba viva y tenía un
propósito en la vida: proteger a su gente de los canallas que abundaban en
la ciudad.
—Cómo las extrañé —dijo con voz ronca y elocuente, pero no se movió
de su lugar—. Me sorprendió mucho que atacaran a la Tríada infernal en el
muelle, usando sus uniformes, ¿se dan cuenta que los hombres me
involucraron en el secuestro de su amigo por su culpa?
Ambas se cruzaron de brazos.
—Ni siquiera saben quién eres —respondió con sencillez—, ellos
necesitaban saber que sus enemigas no son mujeres comunes y corrientes.
—¿Por qué no me informaron sobre sus planes? —Miró a Hortensia—.
Esos hombres no se pueden tomar a la ligera.
—Nos enteramos de su regreso un día antes, no tuvimos tiempo para
buscarte —respondió su hermana con sencillez.
—¿Y después?
Ella se encogió de hombros.
—Nosotras ya no trabajamos para ti, tú nos liberaste.
—Mientras sean las hijas de Lucifer, ustedes siempre responderán a mi
llamado. —Gardenia bajó el rostro y su hermana empuñó las manos con
enojo—. Tengo una tarea para ustedes —comentó de pronto y ella tragó con
fuerza, no quería matar a nadie, no quería acostarse con nadie, ella sólo
quería volver a su casa con la información que requería—. Steve Richman
tiene algo que deseo poseer con cada fibra de mi ser.
—No sé si lo sepas, pero está casado —bromeó Hortensia y Lucifer la
fulminó con la mirada. Gardenia evitó rodar los ojos con aburrimiento, su
hermana no tenía el más mínimo de los recatos, este era el momento menos
indicado para bromear.
—¿Y ese algo es…? —Hizo un gesto con la mano para instarlo a hablar.
—Mi Gardenia, siempre tan sensata —susurró Lucifer, complacido con
su respuesta—. Es una llave, la tiene como dije en el collar que siempre
lleva consigo.
Richman no era un hombre que se pudiera tomar a la ligera, era tan
peligroso como Lucifer, pero él no usaba su poder para hacer el bien.
—Creí que estaban en tregua —comentó con cautela y Lucifer asintió.
—Lo estamos —aclaró—, pero quiero esa llave.
—¿Eso quiere decir que no iremos por la llave como las hijas de
Lucifer?
Él negó con la cabeza y abandonó su lugar para rodear su escritorio y
acercarse a la pequeña mesa que estaba tras de ellas. Gardenia lo siguió con
la mirada y cuando la pasó de largo, caminó en su dirección.
—Steve Richman es el abogado más influyente en Boston y posee una
fortuna exuberante, ingresar a su casa es toda una proeza por la seguridad
que tiene.
—¿Por qué no nos dices algo que no sepamos?
Hortensia no estaba de muy buen humor.
—Porque ustedes casi siempre lo saben todo, ¿verdad?
«Casi», susurró para sí misma, porque últimamente tenían un enemigo
que no podían localizar. Observó los bultos negros que estaban en la
pequeña mesa y enarcó una ceja al ver que era un lazo rojo lo que los
cerraban.
—Richman es miembro del club de Regina, no hay una sola noche que
no asista al lugar, y ustedes se acercarán a él como dos francesas recién
llegadas porque no queremos comprometer a nuestra amiga, ¿verdad?
—¿Desde cuándo tan samaritano? —Hortensia miró al castaño de reojo.
—No por nada les enseñé francés. —Lucifer ignoró su pregunta y les
señaló los paquetes—. Tomen su respectivo paquete y suban arriba, sus
baños ya están listos y mi gente las alistarán. No tenemos mucho tiempo
que perder. Me gustan los nombres Lidye y Nadine.
—Están horribles —susurró Hortensia y, una vez más, Lucifer la
reprendió con la mirada—. Como sea —se exasperó y sujetó el paquete que
tenía su nombre—, ¿cuánto nos pagarás por esto? Tenemos problemas muy
grandes, hoy…
—Atacaron la colonia y se llevaron dos niñas, ¿verdad?
Gardenia asintió con rapidez, no le sorprendía que él estuviera al tanto
de todo lo ocurrido.
—He pensado que podríamos hacer un intercambio.
Ambas lo miraron con recelo.
—¿Qué podríamos querer de ti que no sea tu dinero?
—La misión consiste en tomar la llave de Richman y dejar el anillo de
Thomas Frensby en el bolsillo de su abrigo.
Gardenia respingó, ¿estaba hablando del anillo que no se atrevieron a
vender porque tenía grabado el sello de la Tríada infernal que consistían en
tres espadas cruzadas y una T en medio?
Un momento… ¿cómo sabía sobre ese anillo?
Miró a su hermana de reojo, ¿podría ser que ella hubiera estado en
contacto con Lucifer en las últimas semanas?
—El anillo es un tema delicado.
—Si cae en las manos de Richman, Bass y Frensby irán por él.
Tragó con fuerza, no estaba segura de hasta qué punto le gustaba esa
idea. Thomas nunca le perdonaría si algo malo llegaba a sucederles a sus
amigos por su culpa.
—Y a cambio de esos dos favores. —Por un momento pensó que esto se
trataba de un encargo—. Les diré el nombre de la persona que planificó el
ataque a la colonia y se encargó de explotar el barco de Bass.
Por unos segundos, ambas hermanas retuvieron el aliento, pero cuando
recuperaron la cordura, dijeron al unísono:
—Trato hecho.
El dinero jamás sería más importante que vengar la muerte de todas las
personas que estuvieron en el barco el día de la explosión y recuperar a las
dos niñas que fueron robadas esa misma tarde.
Cada vez que Lucifer preparaba una misión de ese tipo, Gardenia se
sentía de lo más incómoda mientras más de dos doncellas la asistían para
prepararla, y no porque fuera capaz de hacerlo por sí misma, sino porque en
el pasado, cuando su padre estaba vivo, ella había contado con todos esos
privilegios.
Se aferró al respaldar del sofá al sentir como las mujeres tiraban de su
corsé sin piedad alguna y admiró la prenda color esmeralda con fascinación.
Era el vestido más bello que había visto en su corta vida y lo mejor de todo
era que llevaría un pantalón a juego con la prenda —por si las cosas se
tornaban difíciles—. No llevarían zapato de tacones, Lucifer habría
preparado un nuevo par de botas para ambas, ideales para correr y luchar.
Mejor, necesitaba un nuevo par.
Mientras le arreglaban el cabello, Gardenia se puso un poco de perfume
y acarició la piel desnuda de su escote en silencio. Se veía hermosa y sabía
que lo era, por lo que se obligó a sí misma a sonreírse y acarició el
ribeteado dorado de la prenda con adoración.
Ese vestido debía valer una fortuna porque sus bordados estaban hechos
con hilo de oro y su pedrería se veía de lo más costosa. Si Maggie lo viera,
se moriría de envidia, aunque lo más probable era que Hortensia le regalara
el suyo una vez que todo esto terminara.
—Está lista —informó la criada y Gardenia ladeó el rostro para evaluar
su peinado, se veía muy bonito, aunque no le gustaba la pedrería que habían
regado en su cabello, le parecía demasiado excesivo si consideraba que su
antifaz estaba lleno de plumas.
—De acuerdo. —Pero así le gustaba a Lucifer y ellas debían hacer lo
que él quisiera—. Iré por mi hermana. —Abandonó su lugar justo cuando la
puerta del dormitorio se abrió.
Hortensia estaba más bella que nunca, llevaba puesto un vestido dorado
y su cabello color chocolate estaba regado con hermosas perlas. El peinado
era casi el mismo, pero sus vestidos variaban en el modelo de las mangas.
Las suyas eran lisas y largas, en cambio las de su hermana eran abombadas
y sólo cubrían una fracción de sus brazos.
—Me siento patética —siseó su hermana y se puso su antifaz con
rapidez—. Tú te ves hermosa.
Gardenia se rio, aunque fuera dura, Hortensia seguía siendo muy dulce
con ella.
—Vamos, no tenemos mucho tiempo que perder.
No quería dejar a Thomas solo por mucho tiempo, lo había dejado algo
alterado y lo menos que necesitaba era que al despertar hiciera todo un
escándalo para salirse con la suya.
—Maggie se quedará a dormir en su trabajo, ¿no es así? —inquirió
mientras se subían al carruaje de alquiler y Hortensia asintió.
—Sí, últimamente no quiere vernos ni en pintura —soltó su hermana
con pesar y Gardenia evitó decirle que lo prefería de esa manera, puesto que
su relación con Maggie no era la mejor de todas y ahora mismo lo menos
que necesitaba era que ella escuchara los gritos del rubio.

***
Desde que despertó en esa habitación hace ya varios días, Thomas trató
de ser lo más paciente y razonable posible con Gardenia, por lo que ahora
mismo, no sentía nada de culpa mientras cortaba la soga que lo tenía
maniatado con la cuchilla que sacó de su armario.
—Mierda —gruñó una vez que sus brazos estuvieron en libertad e
inmediatamente cortó la soga que lo tenía atado a la altura de sus pies—.
Voy a matarla —siseó furioso y con esfuerzo se incorporó sobre su lugar,
agradeciendo que el dolor en su muslo izquierdo fuera soportable.
Se acercó a la mesa de remedios de Gardenia y buscó el ungüento que
ella utilizaba para calmar el dolor de su herida. Cuando lo encontró, no
dudó ni un segundo en bajarse los pantalones y aplicárselo para después
vendarla con fuerza y reacomodar su ropa.
Estuvo a punto de salir de la habitación, pero entonces vio el pequeño
frasco que no hizo más que causarle pesadillas. Achicó los ojos, deseoso de
tomarlo, pero todas sus alarmas se prendieron cuando la cerradura de la
habitación empezó a sonar.
Maldición, ¿ella ya estaba en casa?
Se escondió tras la puerta, esperando que no estuviera armada, pero sus
sentidos se relajaron al ver como Maggie se deslizaba por la habitación de
infraganti. Ella barrió el lugar con la mirada y se enderezó con rapidez al
darse cuenta que no había nada fuera de lo normal.
Thomas cerró la puerta con violencia al darse cuenta que estaba sola y
ella gritó y se giró en su dirección con inmediatez.
—¡Thomas! —chilló horrorizada y dio un paso hacia atrás.
Sí, Maggie estaba más hermosa que antes, pero ahora que sabía lo cruel
que era, no podía mirarla con los mismos ojos.
—¿Por qué entras a la habitación de tu hermana? —preguntó con dureza
y caminó en su dirección.
—Yo… yo… Sheldon y Max fueron a buscarme, me avisaron de tu
situación y deduje que mis hermanas te secuestraron.
Enarcó una ceja.
—¿Y viniste a ayudarme?
Ella asintió con rapidez, erizándole cada vello de su piel.
¿Estaba a punto de traicionar a sus hermanas o sólo le decía eso por
miedo a que le hiciera algo malo?
—¿A cambio de qué? —inquirió y se acercó peligrosamente hacia ella,
adorando su palidez—. Estoy seguro que tú no haces ningún favor gratis —
comentó con malicia y ella tragó con fuerza.
—Yo… yo… —Lo miró con enojo, demostrando la malicia de su ser, y
luego levantó el mentón con altanería—. Quiero una mejor vida, estoy harta
de esta pobreza, y la única forma de conseguirla es casándome con Sheldon
Bass.
La sangre se le congeló al oír aquellas palabras y determinó que no
podía existir ser más cruel y egoísta que Maggie, quizá ella sí haría una
buena pareja con Sheldon, porque era tan individualista que ni siquiera era
capaz de pensar en que Sheldon arruinó a su hermana hace siete años y la
dejó tirada a su suerte, con el corazón hecho añicos.
—Sé lo que estás pensando —siseó ella con enojo—. Y no me importa,
Sheldon nunca elegiría a Hortensia.
«Ni ella a Sheldon», aclaró mentalmente.
—De acuerdo.
Su amigo debía casarse con una de las hermanas —pensaba obligarlo
una vez que todo esto se solucionara— y estaba seguro que él elegiría a
Maggie. En el fondo, era lo mejor, después de tratar con las tres féminas,
prefería casarse con Gardenia y cuidar de Hortensia. Maggie estaría mejor
con su amigo y hermano, ella podría ocupar su lugar sin problema alguno.
Los tres eran parecidos.
—¿Entonces tenemos un trato?
El semblante de Maggie se suavizó.
—Algo así —dijo antes de atacarla e introducir una de las pastillitas de
Gardenia en su boca—. ¿Dónde está Nancy?
—En el taller de costura… —Su voz fue muriendo y finalmente se
desvaneció en sus brazos.
Lo sentía mucho por ella, pero si quería que Gardenia y Hortensia
dialogaran con él, debía llevarse a Maggie y tenerla como su rehén hasta
hacerlas entrar en razón. Observó a la rubia de reojo, era más de
medianoche, ¿podría ser que ella hubiera contratado un carruaje de alquiler
para llegar a su casa?
Cuando salió del lugar, agradeció que Maggie le hubiera facilitado las
cosas y se apropió de su carruaje. Gracias a los santos, la tal Regina era
conocida, por qué sólo necesitó decir que lo llevaran a su club para que el
vehículo se pusiera en marcha.

***
Se sentía tan nerviosa que apenas y podía respirar con normalidad bajo
su antifaz.
Antes de llegar al club de Regina, Gardenia se había sentido más segura
y confiada que nunca, pero ahora mismo… retorció su abanico en sus
manos y no fue capaz de mirar a los ojos a Wallace Goldman, el principal
socio de Richman y el hombre que había puesto los ojos en ella esa noche,
mientras su amigo trataba de seducir a su hermana durante el juego.
—¿Por qué tan tímida, mi querida Nadine?
Lo que le impedía mirarlo a los ojos no era su timidez, sino su miedo a
ser reconocida por el hombre que la había convertido en mujer. Inhaló
profundamente y forzó una débil sonrisa para el castaño de sonrisa
encantadora y facciones atractivas.
—Me intimida, señor —musitó con voz débil.
Por un momento pensó que nunca más volvería a verlo, después de tres
meses siendo su querida, Wallace tuvo que partir a Londres y desde aquel
entonces no volvió a saber más de su existencia, por lo que verlo ahí, junto
a Richman, fue todo un descubrimiento para ella.
—¿Yo? —Se acercó a ella y besó su mejilla—. Si eres tú la mujer más
hermosa del club, ¿no crees que debería ser al revés?
El hecho de que Wallace fuera amigo de Richman la decepcionaba,
puesto que eso sólo podía significar que el hombre no había seguido un
buen camino en el mundo de los negocios.
Ella se rio con coquetería, recuperando la cordura. No iba a reconocerla,
habían pasado muchos años desde la última vez que estuvieron juntos, por
lo que lo mejor sería recuperar su papel y concentrarse en su misión.
—¿Eso cree?
Todas sus alarmas se prendieron cuando él unió sus labios con ternura y
por un momento pensó que todo su mundo se movería a sus pies, pero eso
no sucedió. El tiempo lo había borrado de su mente y su corazón y ahora
Wallace sólo era un conocido más en su vida, uno que había hecho mucho
por ella en el pasado.
—No sé por qué siento que te he visto antes. —Se alejó de él y se
abanicó el rostro con nerviosismo—. ¿Nos conocemos?
—De ser así, nunca lo habría olvidado, señor…
—Wallace, dime Wallace —pidió y ella le regaló su mejor sonrisa.
—Me temo que te doy mala suerte, Wallace, desde que me senté junto a
ti has perdido unos cuantos dólares.
—Uno no puede tener suerte en el juego y en el amor. —Le guiñó el ojo
y entonces Richman se unió a la conversación.
—Habla por ti, amigo —decretó y subió a su hermana a su regazo.
Hortensia rio por lo alto, pero Gardenia estaba segura que quería ahorcar al
hombre con sus propias manos—. Esta noche me gané el cielo entero —
susurró con voz ronca y besó el hombro desnudo de la castaña.
Lastimosamente, quitarle la llave estaba tomando su tiempo y todo
porque Richman llevaba el collar bajo todas sus prendas, por lo que al
parecer era necesario desvestirlo para poder despojarlo del collar.
—No eres el único —musitó su hermana en tono seductor y le quitó el
pañuelo con coquetería para amarrárselo en su cuello—. ¿Me queda bien?
—Tal vez mi camisa te quede mejor —ronroneó él.
—¿Deberíamos abandonar la mesa? —Wallace acarició su mano para
demandar su atención y ella lo buscó con la mirada.
Tal vez, hace un mes, esa sugerencia le habría parecido agradable; no
obstante, ahora mismo, sólo existía un hombre en su cabeza y
lastimosamente era uno de los miembros de la Tríada infernal.
—Yo…
—Caballeros, señoritas. —La sangre se le congeló al oír aquella voz y
rápidamente volvió el rostro con los ojos muy abiertos. Esto tenía que ser
una maldita broma—. El ambiente se ve muy animado por aquí, ¿podemos
unirnos a su mesa?
Intercambió una rápida mirada con su hermana y ambas decidieron
apartar la vista de Sheldon y Maximiliano, quienes se suponía deberían
estar muy lejos de la ciudad. Esto era malo, si ellos las reconocían, estarían
perdidas.
¡Qué mal momento para interferir en sus planes! ¡Estaban en medio de
una misión!
—Por supuesto. —Richman sonrió con malicia e indicó los asientos
vacíos—. No se les ve mucho por aquí, ¿acaban de llegar a la ciudad?
Maldición, ellos estaban justo en frente de ellas.
—Llegamos hace poco —respondió Sheldon y Gardenia se estremeció
al ver lo penetrante que era su mirada sobre su hermana, ¿las habría
reconocido? No, imposible, en su vida las había visto tan arregladas—. ¿Es
idea mía o ellas son turistas?
—Lo son —respondió Wallace y la abrazó por la cintura, posesivamente
—. Mi querida Nadine y la señorita Lidye llegaron hace unos días de
Francia.
—Es un placer conocerlas —saludó Maximiliano en un perfecto francés
y se vieron obligadas a levantar el rostro—. Son las damas más bellas del
club.
—Muchas gracias. —Se abanicó con coquetería y su hermana sujetó las
cartas para barajarlas, demostrando que quería salir de ese lugar lo antes
posible.
—Algún juego en específico. —Sonrió con coquetería—. Déjenme
decirles que Steve no tendrá compasión de ustedes, caballeros. —Gardenia
se rio por lo bajo al ver como tomaba los labios de Richman y le abría los
primeros botones de su camisa.
El hombre estaba tan embelesado por ella y el alcohol que ni siquiera se
inmutó por sus acciones. Sheldon se reclinó en su lugar y tamborileó los
dedos sobre la mesa, mirando a Richman con envidia.
—Apostemos —dijo de pronto, captando la atención de los cuatro.
—¿Qué quiere apostar? —inquirió Richman con curiosidad y abrazó a
Hortensia por la cintura.
—Si usted gana, le pagaré dos mil dólares. —El hombre enarcó una ceja
—. Pero si yo gano, me quedó con… —Barrió el cuerpo de su hermana con
la mirada.
—Lidye. —Sonrió Wallace, entretenido, y Gardenia palideció.
—Yo no soy propiedad de nadie —espetó Hortensia con disgusto.
—Pero cariño, será entretenido —musitó su acompañante con diversión
—. Ganaría los dos mil dólares para ti.
Hortensia apretó la mandíbula, comprendiendo que había mucho dinero
de por medio, pero ni siquiera eso la animó a arriesgarse tanto, porque
pronto abandonó su lugar y barrió el lugar con la mirada.
—Estoy aburrida. —Pateó el piso con disgusto, claramente irritada de
que esto estuviera tomando tanto tiempo—. ¿Se puede pedir un poco de
música? —Hizo un mohín para Richman.
—Para ti, lo que quieras —espetó el hombre con galantería y con un
movimiento de mano consiguió que el ambiente empezara a alegrarse—.
¿Sabes bailar? —La miró con interés.
—Es un secreto —musitó su hermana, inclinándose en su dirección, y
Gardenia agradeció que Frensby dejara de mirarla para concentrarse en
Hortensia—. Descubrirlo tiene un costo.
Richman sonrió con suficiencia y sacó tres billetes de su abrigo.
—¿Este costo?
Bien, dinero extra, aunque con esa simple frase todos los hombres de la
mesa determinaron que eran cortesanas, porque Wallace sacó otros tres
billetes y se los entregó a su hermana, quien gustosa recibió el dinero.
Era normal, ellas lo adoraban.
—Me han convencido —dijo sonriente y guardó el dinero dentro del
escote de Gardenia, haciéndola respingar—. Cuídalo por mí, querida.
Porque tal vez, terminaría en el dormitorio con Richman.
—Claro. —Miró de reojo como Wallece miraba sus pechos,
seguramente estaba pensando en cuanto dinero podría ofertar por ella.
Hortensia subió al escenario, dando todo un espectáculo a los hombres
del lugar, quienes quedaron embelesados con sus movimientos y hermosa
sonrisa. No obstante, ella fue habilidosa para no revelar el hecho de que
bajo sus faldas llevaba un pantalón a juego y unas botas sin tacón, por si las
cosas se ponían difíciles.
«El peor enemigo de un hombre debería ser una mujer, porque, aunque
odiemos admitirlo, son capaces de doblegarnos hasta tenernos a sus pies»,
recordó las palabras de Lucifer y enarcó una ceja al ver como Hortensia
llamaba a Richman, quien sin dudarlo se subió al escenario y se dejó
seducir por las manos que le acariciaron el pecho, los hombros y
finalmente…
¡Por fin!
El collar era suyo y el hombre estaba tan embelesando rodeando la
cintura de su hermana, que ni siquiera había notado la pérdida de la joya.
Abrió los ojos con sorpresa cuando Richman sujetó la nuca de su hermana y
la besó con pasión desmedida, provocando que todos los hombres, menos
Sheldon y Max, vitorearan.
Tenían el collar, pero aún faltaba el anillo. Por el cómo Hortensia
respondió al beso del pelinegro, dedujo que pronto ese asunto estaría
resuelto.
—Si me permiten… —Se levantó de su lugar, segura de que todo
terminaría pronto, pero lanzó un jadeo cuando Wallace la sujetó del brazo.
—Espera, ¿a dónde vas? La noche es joven.
—Al servicio de mujeres —mintió, viendo de reojo el sutil movimiento
de la mano de su hermana.
Faltaba poco.
—Nos vamos —decretó Richman, rompiendo el beso con violencia, y
Gardenia contuvo el aliento cuando el anillo que su hermana liberó segundo
antes no entró al bolsillo del hombre y rodó por el piso hasta impactar con
el botín de Sheldon.
Esto era malo.
El hombre la miró primero a ella, luego a su hermana, y finalmente
observó el anillo que estaba en el piso.
«Las mataré», moduló y entonces Gardenia pateó la mesa, haciendo que
Sheldon y Max cayeran sobre sus espaldas, y tanto su hermana como ella,
salieron corriendo del lugar, odiando que esos imbéciles hubieran arruinado
sus planes.
Como era de esperarse, la gente de Regina armó un escándalo para
camuflar el altercado e impedir que salieran tras de ellas y la pelea entre
todos los hombres del club se desató sin control alguno en cuestión de
segundos.
—Guarda bien la llave —ordenó, mientras corrían calle abajo.
—De acuerdo.
Hortensia la metió dentro de su escote. Se veía nerviosa, era la primera
vez que sus planes no salían como estaba previsto.
—¡Alto ahí!
Sí, Sheldon y Max se habían levantado con bastante rapidez y se las
habían ingeniado para abandonar el club a pesar de todo el escándalo que
había en el lugar.
—No pueden descubrirnos —susurró su hermana y ella asintió.
Intercambiaron una rápida mirada y soltaron los botones de las faldas de
sus vestidos. Las telas volaron a sus espaldas, dejándolas con sus pantalones
y botas de pelea a la vista, y eso les dio la oportunidad de correr con mayor
velocidad.
Las hijas de Lucifer no peleaban con vestidos. Si querían subir a los
techos necesitaban la comodidad de sus pantalones. Miró por encima de su
hombro, ellos estaban furiosos, y no estaba segura si quería acabar con su
existencia.
Thomas nunca se lo perdonaría.
—Debemos pelear —siseó Hortensia.
—No —dijo rápidamente, segura de que ella no dudaría un solo
segundo a la hora de apuñalarlos—. No vas a tocarlos, te lo prohíbo. —Su
hermana gruñó—. A tu derecha —ordenó y se metieron por las calles
estrechas, decididas a perderlos de vista, pero ellos no estaban dispuestos a
permitir que algo así ocurriera.
Tenían a las captoras de su amigo y no pensaban perderlas de vista.
El club quedó en el olvido, estaban cerca de su casa, pero no podían ir a
ese lugar hasta que no se deshicieran de ellos, eso sólo expondría a Maggie.
—Huir no es una opción —farfulló Hortensia.
—Matarlos tampoco —jadeó y su hermana se rio con malicia—. Al salir
de este pasaje subiremos a los techos e iremos a la colonia. —Su gente las
ayudarían a perderlos de vista.
—Qué aburrida —susurró y cuando estaban a pocos pasos de la salida,
se vieron obligadas a parar en seco al ver como un carruaje se interponía en
su camino, plantándose frente a ellas.
El momento fue tan sorpresivo que ninguna pudo mantenerse de pie y
cayeron sobre sus traseros.
—Mierda —siseó y el aire se atoró en sus pulmones al ver como la
puerta del vehículo se abría con rapidez, mostrándole a la persona que
menos hubiera querido ver en este momento.
—Se acabó el juego —espetó Thomas con un semblante poco amigable,
helándole hasta las venas— y ustedes vienen con nosotros.
—Y una mierda.
Hortensia quiso levantarse, pero ambas se vieron apresadas por los
brazos de Sheldon y Max. Estaban perdidas, su identidad pronto sería
expuesta.
—¿Las conoces? —preguntó Sheldon con rabia, se oía furioso y no
estaba siendo nada generoso al someter a su hermana—. Son las hijas de
Lucifer, ¿verdad?
La garganta se le cerró.
—Son más que eso, Sheldon.
Miró a Thomas con los ojos muy abiertos y la piel se le erizó al ver
como sacaba el frasco de las pastillas que estuvo consumiendo en los
últimos días en contra de su voluntad.
—No lo hagas —pidió con frustración.
«No me des una razón para odiarte».
—Te dije que lo matáramos desde un principio —siseó Hortensia,
dándose por vencida, y se horrorizó al ver como Thomas metía una de sus
propias pastillas a la boca de su hermana con el fin de controlarla.
—Ellas son las hermanas Gardener.
—Me traicionaste —musitó con un hilo de voz y no apartó la mirada
cuando él se acercó a ella—. Sabía que no podía confiar en ti, ¡eres una
basura! —chilló e intentó patearlo, pero Max tiró de ella hacia atrás,
alejándola de la pierna herida de su hermano.
—Te ordené que no vinieras —espetó Thomas con voz gélida y la sujetó
del mentón para abrirle la boca y meter la pastilla en su boca—.
Hablaremos de esto más tarde.
Antes de caer rendida, vio como Sheldon giraba a su hermana y le
arrebataba el antifaz para confirmar las palabras de su amigo con sus
propios ojos. Todo era su culpa, fue ella quien expuso a Hortensia a ese
peligro, porque una vez más quiso confiar en el hombre cuya habilidad era
embaucar a las mujeres.
Sheldon iba a matar a Hortensia por haberle disparado a su mejor
amigo.
«Todo es mi culpa».
Capítulo 12
—Suéltala —arrastró sus palabras y agradeció que su hermano dejara de
ejercer presión sobre los brazos de Gardenia.
La rodeó de la cintura y tiró de ella para pegarla a su cuerpo y abrazarla
como realmente quería hacerlo, desde que ella le habló sobre su pasado y
todo lo que vivió con sus hermanas, Thomas no había querido hacer más
que eso.
«Todo estará bien».
—Thomas… —La voz de su hermano lo obligó a abandonar su letargo
y lo observó con consternación, jamás pensó que mirarlo a la cara una vez
más podría ser tan frustrante—. ¿Qué sucedió?, ¿cómo te encuentras?
—Hablaremos después. —La tomó en brazos y con el muslo herido se
dirigió hacia el carruaje, donde la sentó junto a Maggie—. No les harán
nada —aseveró, viendo como Sheldon aún estudiaba el rostro de Hortensia,
y cuando se acercó a él para sujetar a la castaña, su amigo se incorporó con
ella en brazos, desafiándolo con la mirada—. ¿Qué haces?
—Ella te disparó, ¿no es así? —preguntó con frialdad y tragó con
fuerza.
—Entrégamela, no es asunto tuyo. —Gardenia nunca se lo perdonaría si
Sheldon le ponía una sola mano encima a Hortensia por su culpa—. Por
favor, no le hagas nada —dijo finalmente, mirando a la castaña—. Sé que
dijiste que si ella se metía en tu camino la matarías, pero…
Sheldon lo pasó de largo y metió a Hortensia al carruaje, pero él
también se subió al vehículo, dejando claro que no le permitiría ir a otro
lugar que no fuera su casa.
—Vamos —ordenó, mirando a las tres hermanas—, hay mucho de qué
hablar.
Lo miró con rencor, ¿por qué no se metía en sus propios asuntos?
—Ven.
Le sorprendió que Max hiciera de su bastón y no se quejó cuando lo
ayudó a subir al carruaje. El viaje fue algo incómodo, porque los tres eran
grandes para estar lado a lado, pero no le importó, lo único que importaba
era que por fin podría darles un techo seguro a las hermanas Gardener.
Cuando llegaron a su destino, Thomas se hizo de Hortensia con rapidez,
comprendiendo que era la hermana que mayor peligro corría, y tragó con
fuerza cuando Sheldon tomó a Maggie en brazos, dejando a Gardenia para
Max.
—Sé cuidadoso con ella —pidió mientras subían las escaleras y su
hermano gruñó en respuesta.
—Sólo para que lo sepas, antes de que tú llegaras, estaba de lo más
dichosa disfrutando de los labios de otro hombre. —Cada músculo de su
cuerpo entró en tensión y no quiso seguir escuchándolo, ya luego lo
hablaría con ella—. ¿Por qué las proteges? Mira cómo te dejaron, apenas y
puedes caminar y estás tan pálido como una hoja.
—Al cuarto de limpieza —espetó Sheldon y él apretó la mandíbula y
detuvo su paso en el segundo piso.
—No, las llevaré a un dormitorio agradable. No las estoy secuestrando.
—Todos los dormitorios agradables tienen ventanas por las cuales ellas
podrían escapar, así que usa el cerebro y sólo por ahora acepta mi
sugerencia —siseó su amigo y odió que tuviera razón.
Cuando terminó de maniatar a Hortensia, se encargó de Gardenia con
rapidez. No quería lastimarlas, pero tampoco quería que la soga estuviera
suelta, porque eso representaría un peligro para su integridad física y la de
sus amigos.
«Me traicionaste. Sabía que no podía confiar en ti, ¡eres una basura!»
Alborotó su cabellera al recordar sus palabras y mirada llena de rencor.
Comprendía su enojo, pero si no empezaba de esta manera, sería
complicado iniciar una conversación. Tanto Gardenia como Hortensia eran
impulsivas, rebeldes y no analizaban los riesgos a los que se exponían.
Eso no hacía más que sacarlo de quicio.
Acarició su rostro con ternura y los celos lo carcomieron por dentro al
ver lo hermosa que se veía con ese atuendo. Se había arreglado para alguien
más, porque ella prefería venderse antes que aceptar su dinero.
Juntó los ojos con fuerza, necesitaba recuperarla.
—Les dije que estas mujeres serían un problema —farfulló su hermano
y lo miró de reojo, él estaba viendo como Sheldon maniataba a Maggie—.
Sólo átala, ella no se romperá. —Su amigo lo fulminó con la mirada y
Thomas se enderezó sobre su lugar.
—No quiero que las lastimen.
—Te secuestraron, te hirieron, ¿por qué diablos te ves tan preocupado
por ellas? —exigió saber su hermano y Sheldon se incorporó con lentitud,
estudiando a las tres hermanas.
—Porque me importan.
—Llevamos casi un mes preocupados por ti y no pareces satisfecho con
nuestro reencuentro —observó su amigo y sus miradas se encontraron—.
Cualquiera podría pensar que no querías vernos.
Le habría encantado que ellos siguieran fuera de juego, trabajar con
Max y Sheldon para ayudar a la gente de la colonia no sería sencillo, ellos
ya no se preocupaban por los demás.
Eran individualistas, personas un tanto egoístas.
«Por no decir muy egoístas», reconoció en sus adentros, cansado.
—No pasó nada malo —dijo con rapidez—, gracias a Gardenia sigo con
vida.
—Porque si por ella fuera, estarías muerto. —Su hermano señaló a
Hortensia y él no le dio una respuesta—. Quiero aniquilarla.
—¡No te atrevas! —bramó y Sheldon lo sujetó por los hombros, para
tener una vez más su atención.
—¿Cómo conseguiste a Maggie? —quiso saber—. Tengo entendido que
ellas no viven juntas.
—¿Quién te dijo eso? —Frunció el ceño.
—Ella.
—Pues te mintió, ellas sí viven juntas y Gardenia y Hortensia los
despistaron para alejarlos de la ciudad.
Su amigo apretó la mandíbula con disgusto.
—Maggie no sabía que ellas me tenían secuestrado, pero hoy se enteró y
por eso fue a buscarme, pero yo ya me había liberado de las sogas y decidí
traerla conmigo porque sólo así Gardenia y Hortensia se quedarán más
tranquilas. Debía traer lo más valioso que tienen; Maggie es su punto débil,
el único que tienen.
—¿Más tranquilas? —Sheldon frunció el ceño y él asintió.
—Están fuera de sí, no queda rastro alguno de las jóvenes que
conocimos. —Miró a las hermanas que se habían vestido para tentar al
mismísimo pecado—. Maggie es más tranquila, no es tan rebelde ni
violenta como ellas.
—Te dije que Margarite era una mentirosa, no podemos fiarnos de estas
mujeres.
Sheldon miró a las hermanas con seriedad, como si no pudiera decidir
qué hacer con ellas.
—¿Qué haremos con ellas?, ¿quieres tu venganza? —Max estaba tan
molesto que no estaba pensando en el significado de todas las estupideces
que salían de su boca.
—¡Claro que no! —soltó con enojo y alborotó su cabellera, desesperado
—. Ellas han sufrido mucho, no pienso hacerles más daño del que ya les
hice —escupió y su amigo enarcó una ceja.
—Acabamos de maniatarlas, tus palabras y acciones son algo
contradictorias, ¿no crees?
—Es por su bien, tú no tienes idea de lo que son capaces de hacer —
explicó atropelladamente.
Lo hacía por ella, ¡no porque quisiera una venganza!
—Por nuestro bien, debemos deshacernos de ellas.
Thomas no sabía por qué lo hizo, pero su puño se estrelló en el rostro de
su hermano, quien al parecer estuvo muy preocupado por él en las últimas
semanas y tal vez no merecía un saludo de ese tipo.
—¡No vas a tocarlas! —bramó con rabia—. Una vez que las haga entrar
en razón, las llevaré conmigo, no serán una carga para ustedes.
Trató de controlar sus pulsaciones y su hermano lo miró con rencor.
—¿A cuál te la tiraste que estás actuando como un imbécil?
Se abalanzó contra él y los puños empezaron a volar, poco le importó
que la pierna empezara a dolerle, no pensaba permitir que ningún otro
hombre volviera a menospreciar a las hermanas Gardener.
—¡Suficiente! —bramó Sheldon y tiró de Max para apartarlo,
aprovechando que era el más alto del grupo y su hermano estaba encima de
él—. Peleando no conseguirán nada, así que les pediré que se comporten.
—Míralo, está defendiendo a sus secuestradoras.
Sheldon soltó a Max y se limpió las palmas como si las hubiera pasado
por una superficie llena de polvo, estaba tratando de mantenerse en calma
para no perder el control de la situación.
—Ustedes tienen una manía muy extraña de pelear por mujeres.
Ambos hermanos se tensaron y trataron de relajar sus cuerpos.
Thomas vio cómo su pantalón empezaba a mancharse con sangre y no
rechazó la ayuda de Sheldon, se apoyó en el cuerpo de su amigo para usarlo
como soporte.
—El doctor llegará pronto, quiero que te atienda. —Lo instó a salir del
reducido espacio y él miró por encima de su hombro, no quería dejar a
Gardenia ahí, no quería estar ausente cuando ella despertara—. Una vez que
me garanticen que estás bien, volveremos.
—No quiero que las lastimen.
—Cerraremos con llave, nadie las molestará.
Eso lo hizo sentir más tranquilo. Una vez que su hermano cerró la puerta
del pequeño cuarto, Thomas estiró la mano para exigirle la llave. Max dudó,
pero finalmente se la entregó a regañadientes.
—Si ellas vuelven a atacarte, juro que no te defenderé.
Le creyó, claramente lo había ofendido al no alegrarse por su
reencuentro. Todo indicaba que hicieron mucho para encontrarlo y no
estaban recibiendo el agradecimiento que creían merecer; no obstante,
¿cómo decirles que él nunca quiso ser encontrado?
Su plan principal había sido regresar a las hermanas Gardener a su casa,
sanas y salvas, pero todo cambió de rumbo cuando vio que estaban siendo
perseguidas por sus amigos.
Durante la siguiente hora, el doctor lo revisó y garantizó que su estado
era bueno, les aseguró que la herida estaba cicatrizando correctamente, y él
aprovechó que estaba en su casa para tomar un baño, rasurarse y cambiarse
de ropa una vez que el hombre se marchó.
Necesitaba relajar su cuerpo.
—Dices que te liberaste de las sogas solo, ¿por qué no viniste a
buscarnos? —Sheldon no dejaría de hacerle preguntas hasta tener toda la
información que deseaba—. ¿Lo correcto no habría sido que buscaras
nuestra ayuda al saber que ellas son bastante peligrosas?
—No se los dije, pero desde que llegué a Boston tenía pensado
buscarlas, cuando abrí los ojos en el cuarto de Gardenia doce días más tarde
del incidente, comprendí que ellas me encontraron a mí y mi deber era
ayudarlas.
—Te secuestraron, no te encontraron —aclaró Max.
—El punto es que no quería su ayuda, no deseaba ser encontrado ni
rescatado, yo estaba muy bien junto a Gardenia.
—Hoy te veías molesto —observó Sheldon y él tragó con fuerza, no
estaba seguro si haría bien en contarles sobre la vida que ellas estuvieron
llevando durante los últimos siete años—. ¿Qué sucedió?
—Gardenia y Hortensia se están haciendo cargo de la gente que quedó
afectada por la explosión, personas que ustedes olvidaron por completo. —
Lo acusó con la mirada y ambos hombres respingaron—. Murieron
alrededor de treinta hombres y más de cuarenta personas sufrieron graves
quemaduras, ellas hacen lo que pueden, pero sus fondos se están acabando.
—Ellos no dijeron nada al respecto—. Ayer Gardenia me llevó con ella a la
colonia, debía repartir la comida y atender a los heridos y a los niños.
Se relamió los labios con ansiedad, recordando el miedo que en ese
momento lo había carcomido por dentro al creer que ella corría un gran
peligro.
—Cuando ella estuvo a punto de terminar, la colonia fue atacada e
intentaron secuestrar a una gran cantidad de niños, aprovechando que la
mayoría de los hombres estaban trabajando en el muelle.
—¿Y qué sucedió?
Esbozó una lenta sonrisa.
—Descubrí el por qué se hace llamar una de las hijas de Lucifer, logró
derribar a varios hombres y las mujeres de la colonia también lidiaron con
ellos con valentía, pero todo salió mal cuando una mujer llegó y logró
llevarse a dos niñas.
—Dios santo, ¿qué les está sucediendo a las mujeres de Boston?
Max se exasperó y no era para menos, se suponía que las mujeres debían
ser seres dóciles y frágiles, pero desde que llegaron, las hermanas Gardener
dejaron claro que de dóciles y frágiles sólo tenían los nombres.
—Esa mujer estuvo a punto de herirla. —Empuñó las manos con rabia
—. Logré impedirlo, le demostré mi lealtad, pero incluso así, Gardenia me
maniató una vez más cuando llegamos a su casa.
—¿Por eso te enojaste? —Sheldon lo miró con interés—. ¿Por qué te
rechazó?
—Mi enojo se debe a algo mucho más profundo y complejo que un
simple rechazo.
Ellos no apartaron los ojos de él.
—Gardenia estaba desesperada por recuperar a los niños de la colonia y
quería ir en busca de Hortensia al club de Regina, yo no quería que ella
fuera porque… —la garganta se le cerró—, yo…
—Son cortesanas, ¿verdad? —inquirió su hermano, tan tenso como una
vara, y bajó el rostro con frustración—. Termina.
—Sí, todo parece indicar que es así como Hortensia estuvo manteniendo
a la colonia y Gardenia quería sumarse a ella, no podía permitirlo. —Se
frotó el rostro con frustración—. Yo tengo dinero de sobra, se lo ofrecí, pero
ella prefirió vestirse para el pecado y acostarse con otro hombre antes que
aceptar mi ayuda.
—Ella no llegó a acostarse con nadie —susurró su hermano,
comprendiendo su dolor—. Las cosas se salieron de control cuando
descubrimos que tenían tu anillo.
—Gracias a los santos. —Liberó el aire que tenía atorado en los
pulmones y se pasó una mano por el cabello con frustración—. La razón
por las que la maniaté, es porque quiero hacerles entender que conmigo
estarán bien, yo cuidaré de ellas a partir de ahora.
—Dime una cosa. —Sheldon recuperó la voz—. ¿Las tres son
cortesanas?
Él negó con la cabeza.
—Hortensia no quería que ninguna de sus hermanas pasara por eso, pero
Gardenia no quiso dejarla sola y ambas se metieron a ese mundo y
decidieron proteger a Maggie de todo peligro que pudiera existir. Ella sigue
siendo tan pura como la dejamos.
—Es evidente que la mujer de tu interés es Gardenia —comentó
Sheldon y él asintió—, ¿piensas hacerla tu querida?
—¡Claro que no! —respondió fervientemente—. Antes de pisar Boston,
te advertí que no volvería a trabajar con ustedes. Yo quiero casarme con
ella, quiero formar mi familia y hacer algo bueno por esas mujeres.
—¿Nos dejarás por ellas? —Su hermano lo miró como si estuviera loco
—. Una intentó matarte, la otra te tuvo de rehén y quién diablos sabe qué
habría hecho la rubia de haber sabido de tu estadía en su casa desde un
principio.
—Cumpliré con mi deber, como debió haber sido hace siete años.
—¿Cómo? —Sheldon arrugó el entrecejo, al final él nunca se enteró de
sus andadas con Gardenia—. ¿La comprometiste?
Negó con la cabeza.
—¿Entonces…?
—Es algo entre ella y yo —se limitó a decir y su amigo apretó la
mandíbula—. Lo único que importa aquí es que pienso casarme con ella y
hacerme cargo de sus hermanas, por lo que, como futuro tutor de las
hermanas Gardener, te exijo que cumplas con tu deber y el último deseo de
su padre.
Sheldon palideció y dio un paso hacia atrás.
—¿Me pides que me case con Hortensia?
—No —soltó con dureza y él abrió los ojos con sorpresa—. Ella nunca
te aceptará, pero aún puedes casarte con Maggie, ¿acaso no era ella la que
te traía loco de amor? Está más bella que antes, no será una tarea tan difícil
para ti.
—Un momento. —Max sacudió las manos, pidiendo un poco de tiempo
para procesar la información, y cuando él quiso decirle que no había nada
que negociar, el sonido de un jarrón estrellándose contra el piso hizo que
todos se petrificaran en su lugar.
Esto no era bueno.
La garganta se le cerró y miró a sus amigos con nerviosismo.
—¿Les quitaron las armas?
—¿Qué armas? —preguntó Sheldon con la mandíbula apretada y
cuando Thomas abandonó su habitación, vio a las hermanas Gardener, más
lúcidas que nunca, discutiendo en medio del pasillo para encontrar a la
culpable de que el jarrón se hubiera roto, delatándolas.
—Alto ahí —ordenó con enojo y se dirigió hacia ellas, pero paró en
seco al ver como Hortensia y Gardenia revelaban sus cuclillas y
posicionaban a Maggie tras sus espaldas.
Si de por sí lidiar con ellas ya era difícil, ahora mismo sería una
pesadilla.
Estaban furiosas.
—¿Veintisiete días no fueron suficientes para aprender cómo tratar a un
rehén? —se mofó Hortensia, girando su cuchilla en la palma de su mano—.
¿O para entender que tú no eres rival para nosotras? —Le creía, jamás
podría lastimarlas, no las veía como sus enemigas—. Lamentarás haber
metido a Maggie en esto, Frensby.
Gardenia estaba molesta y la clara prueba de ello era que ni siquiera
quería mirarlo a los ojos, ella prefería mantener la mirada gacha y esperar la
orden de su hermana. Seguro cuando las atrapó, lamentó no haber permitido
que Hortensia lo matara.
—Era la única forma de mantenerlas a salvo.
Gardenia se rio por lo alto y lo miró con desprecio, invitándolo a dar un
paso hacia atrás. No estaba conversando con la Gardenia de esa mañana,
sino con una de las hijas de Lucifer.
—Nunca me había sentido tan segura estando maniatada y encerrada en
un cuarto —ironizó y sus amigos salieron de su alcoba, un tanto
sorprendidos por la imagen que tenían ante ellos—. Lo mejor será que nos
dejen tranquilas si no quieren morir —amenazó.
—Tú no nos matarías, Gardenia —dijo con cautela y empezó a caminar
en su dirección—. Tú no quieres esto.
—Ni siquiera lo intentes, Thomas. —Su gélida voz le heló hasta las
venas.
Hortensia se rio y se cruzó de brazos, para apoyarse contra la pared y ser
una espectadora más, la muy desgraciada estaba disfrutando de la situación
con creces.
—Ya no seré tan misericordiosa contigo después de lo que nos hiciste.
—¡Estamos a mano! —explotó y no retrocedió cuando ella se acercó a
él y estrelló un firme puño en su rostro.
—¡Nunca estaremos a mano! —Le propinó una patada en el pecho,
haciéndolo trastabillar, pero se mantuvo de pie—. ¡¿Qué tan hijo de perra
puedes ser para pensar que estamos a mano?!
Era fuerte, más fuerte de lo que se había imaginado que sería.
—¡Thomas!
—¡No se metan! —gruñó y sus amigos se quedaron en su lugar,
mirando la escena con impotencia y asombro—. Esto es entre ella y yo.
—¡Yo te protegí cuando mi hermana quería matarte! —Otro puño, uno
más fuerte que el anterior—. ¡Trabajé día y noche para que tu fiebre bajara!
—Ese gancho en el vientre no lo esperaba, pero lo aceptó en silencio—.
¡Luche para que no murieras! ¡Te ofrecí tu libertad para que huyeras de
Hortensia! Yo… estaba a punto de confiar en ti —soltó finalmente y en esta
ocasión no dejó que su puño se estrellara en su rostro, sino que la sujetó de
la muñeca y tiró de ella para abrazarla.
Le había dado una paliza, pero se sentía aliviado al saber que le
importaba, que ella no le era indiferente y aún existía la posibilidad de un
futuro para ellos.
—Te dije que no fueras, te pedí que te quedaras conmigo y me duele que
después de todo lo que pasamos juntos, sigas creyendo que quiero
lastimarte —confesó con voz rota, presionando su abrazo.
¿Qué tanto debía hacer para demostrarle que su amor era sincero?
—Nos secuestraste.
—Porque ustedes ni siquiera así pueden quedarse quietas y lo sabes —
siseó y se sintió bastante tranquilo al sentir como empezaba a relajarse entre
sus brazos—. Trabajaremos juntos por la colonia, recuperaremos a esas
niñas y atraparemos a los culpables. Yo no soy como ellos, quiero ayudarlas
a encontrar su felicidad.
«Créeme, por favor».
—Ay, por favor. —La voz de Hortensia se alzó en el lugar, rompiendo el
momento, y Gardenia se alejó de él como si su tacto quemara. Estaba en
una lucha interna, ella no sabía si debía confiar o no en sus palabras—.
Todos sabemos que los tres son la misma mierda.
La primera patada de Hortensia le dejó claro que Gardenia, una vez más,
fue misericordiosa con él, porque terminó encorvado por el dolor que le
generó en el vientre.
Su futura cuñada era tan encantadora.
—¡Hortensia! —chilló Gardenia y la castaña tiró su cuchilla por los
aires y la sujetó con maestría, dibujando una sonrisa satisfecha en el rostro.
¿Cómo una mujer tan cruel y despiadada podía verse tan bella?
—Tal vez deba terminar lo que empecé contigo, Frensby, no me gusta
que juegues con el corazón de mi hermana.
—¡Ni se te ocurra! —farfulló su hermano, saliendo en su defensa, y
Thomas agradeció que ella no usara su cuchilla para atacarlo. Hortensia
sólo esquivó el golpe de Max y le dio un rodillazo en el vientre para
después darle un codazo en la espalda, justo bajo la nuca.
El pelinegro quedó tumbado en el piso, totalmente inconsciente.
«Al menos aún respira».
—Lo ves, Gardenia, no debes fiarte de los hombres —espetó, mirándolo
a los ojos—. Menos si estos son parte de la Tríada infernal.
—Tú tampoco eres una santa —siseó y se enderezó—. Eres una de las
hijas de Lucifer.
—Y si amas tu vida, dejarás de estorbarme.
—¡Sólo quiero ayudarlas! Ustedes necesitan…
—A nadie —le cortó Gardenia, recuperando la voz—. Nosotras no
necesitamos a nadie, ¿me entiendes?
Hortensia esbozó una cruel sonrisa y le dio la espalda, decidida a
llevarse a sus hermanas consigo, pero Thomas abrió los ojos con sorpresa
cuando Maggie pasó de largo a sus dos hermanas y se posicionó junto a él.
—Yo quiero quedarme. —Lo miró significativamente, al parecer sus
planes eran muy distintos a los de sus hermanas—. ¿Puedo, Thomas? —
Sujetó su brazo con firmeza—. Yo no quiero volver a ese horrible lugar, yo
sí quiero tu ayuda.
—¡Maggie! —bramó Gardenia, furiosa, pero la rubia enterró el rostro en
su brazo.
—No son hombres de fiar, Maggie, ven aquí —ordenó Hortensia y
Thomas se estremeció por la frialdad que empleó en su voz—. No hagas
que vaya por ti.
—¡¿Cómo puedes ser tan egoísta?! —gritó la rubia con lágrimas en los
ojos—. ¿No ves que Thomas ama a Gardenia?, ¿cuál es tu rabia?, ¿acaso
pretendes arruinar la vida de otra de tus hermanas?, ¿nos quieres ver solas y
a la deriva?
—Maggie… —susurró espantado, incluso a él le habían dolido sus
palabras.
—¡Yo no quiero la vida que ella me ofrece!
—Hortensia no me está obligando a nada, Maggie. —Gardenia puso las
manos en jarras, se veía cansada—. Thomas es un seductor, un mentiroso y
alguien que ha hecho mucho daño en los últimos años. Confiar en él sería
un terrible error.
Los aplausos resonaron por el lugar y Thomas se puso alerta al oír una
risa masculina. Sheldon se puso a la par suya y supuso que su fin era
proteger a Maggie con su cuerpo. Gardenia y Hortensia juntaron sus
espaldas.
—Qué escena más entretenida —dijo la voz masculina y Maggie clavó
las uñas en su brazo. La miró de reojo, estaba tan pálida como una hoja—.
Por eso nunca te quise en mi equipo, Margarite, porque eres un ser
despreciable.
—Deja a mi hermana tranquila —ordenó Hortensia con frialdad—, ella
no está en tu equipo porque yo no lo permití.
—Mi querida Hortensia, ¿todavía defiendes a la mujer que podría
clavarte un puñal por la espalda? —Los pasos empezaron a escucharse,
estaba frente a ellos, protegido en la oscuridad del pasillo—. Te dije que
fueras más dura con ella y no me obedeciste, ahora mira los problemas que
te está causando.
—¡Basta, Lucifer! —gritó Gardenia.
Maldición, ese hombre estaba en su casa.
—Burló toda nuestra seguridad —susurró Sheldon con molestia—. No
bajes la guardia.
—¿Qué haces aquí, te hice esperar mucho? —inquirió Hortensia con
voz tensa y de las sombras visualizaron la silueta que caminaba en su
dirección.
El hombre estaba vestido con ropa negra, su sobretodo era largo y
elegante. El bastón que portaba en la mano era largo y se veía amenazante,
no le sorprendería saber que era un arma bien camuflada. Lucifer se fue
acercando a la luz del candelabro y Thomas pudo ver su rostro: era
atractivo, con facciones duras y labios finos. Su cabellera era castaña y
estaba atada en una coleta en la parte baja de su nuca.
Tenía un aire aristocrático y su acento era muy parecido al suyo.
Estaban frente a un inglés.
El hombre no tenía más de treinta y cinco años, pero no podía negar que
era intimidante. Sus miradas se encontraron y le pareció ver un deje de
interés en sus ojos oscuros, como si hubiera esperado mucho tiempo para
poder mirarlo a la cara.
Detuvo su marcha y le dio dos toquecitos al piso con su bastón.
—Regla número uno: siempre maten a sus víctimas. —Reprendió a
Gardenia y Hortensia con la mirada—. Sólo así evitarán este tipo de
problemas.
—¿Qué quieres, Lucifer? —insistió Gardenia—. Tú nunca te muestras
ante nadie, ¿por qué estás aquí?
—Porque se metieron con ustedes —respondió con obviedad y golpeó el
piso con su bastón—. Acérquense. —Ninguna se movió—. Ahora.
Thomas abrió los ojos con sorpresa cuando ambas mujeres lo
obedecieron, como si fueran dos animalitos bien adiestrados por su amo.
—¿Cuánto dinero quieres para dejarlas tranquilas? —El que Sheldon
hiciera esa pregunta fue una verdadera sorpresa—. Te daré lo que quieras.
Su hermano gruñó en el piso y muy lentamente recobró el sentido, al
darse cuenta de la presencia de Lucifer, se puso de pie con inmediatez,
preparado para cualquiera ataque.
—Tengo dinero de sobra y él mío está limpio, no como el suyo —
respondió con frialdad y su amigo enmudeció, no muy seguro de cómo
responderle.
Le pareció ver un deje de diversión en el rostro de ambas hermanas, ¿es
que no querían ser rescatadas?
—Debo admitir que fuiste muy hábil al noquearlo —comentó de pronto,
mirando a Hortensia—. No esperaba menos de ti, cariño. —Acarició la piel
blanca y suave como si fuera dueño y señor de la misma, y Thomas miró a
Gardenia, horrorizado.
No quería creer que ese hombre las tenía acorraladas.
—No fue para tanto.
Hortensia no se apartó, ni se mostró incómoda por la caricia.
—Gardenia, fallaron en una de las misiones. —Se alivió bastante al ver
como Lucifer sujetaba su bastón para mirar a la morena, no habría
reaccionado bien si la hubiera tocado como tocó a Hortensia—. El anillo no
terminó en manos de Richman.
—¿Qué anillo? —Se metió en la conversación.
—El tuyo —le respondió él sin problema alguno.
—No entiendo —dijo ceñudo y quiso avanzar, pero ambas hermanas le
dijeron que no lo hiciera con la mirada.
—Quería que tus amigos se enfocaran en Richman.
—Pero ¿por qué?
—Porque alguien debe detener a ese hombre y yo no puedo arriesgar mi
valiosa vida, soy muy feliz como para morir tan pronto.
Desgraciado, quería utilizar a sus amigos para acabar con Richman.
—Pero eso ya no importa —dijo con rapidez—. Ahora que están
reunidos, supongo que es un buen momento para decirles que deben
trabajar en equipo.
—No —dijo Gardenia con rapidez.
—No ¿qué? —siseó Lucifer.
—Estamos bien solas. —Hortensia captó la mirada del hombre—. No
los necesitamos.
—La persona que explotó el barco y la que atacó la colonia es la misma,
si trabajan juntos conseguirán lo que quieren más rápido.
Hortensia empuñó las manos y Thomas no quiso seguir guardando
silencio.
—¿Quién fue? —preguntó—, ¿dónde se llevaron a esas niñas? —Se
acercó al hombre, ignorando el peligro, y ahogó un juramento cuando él
desenvainó su espada para atacarlo. No obstante, el que Gardenia lo
desarmara lo dejó perplejo, tanto a él como a Lucifer.
—No lo toques —ordenó con enojo y Lucifer la miró con seriedad.
—¿Por qué no?
—Porque él es mío. —Su corazón empezó a bombear sin control
alguno, ella lo estaba protegiendo una vez más a pesar de todo lo ocurrido
—. Yo decidiré qué hacer con él.
—Abusas de mi generosidad.
El hombre se abalanzó contra Gardenia y Thomas odió estar tan lejos,
porque todo pasó en cuestión de segundos. Lucifer la rodeó, le quitó la
espada, pero en ningún momento esperó que Hortensia se metiera en medio
y lo golpeara en el vientre con el codo, obligándolo a retroceder una gran
cantidad de pasos.
—Con mis hermanas no te metas, Lucifer.
Lejos de molestarse, el hombre se rio.
—Tal vez soy muy blando contigo —gruñó, era evidente que Hortensia
no había sido generosa en cuanto al golpe.
—Ya no trabajamos para ti, eso terminó hace mucho.
—Pero somos un equipo —le recordó y enderezó la espalda—. Les
enseñé todo lo que saben, las saqué de la calle, hice lo que nadie quiso
hacer por ustedes.
—¿Qué es lo que quieres? —preguntó Hortensia.
—Ya te lo dije: deben unirse a ellos.
—¿Por qué no hacerlo solas? Hemos completado cada una de nuestras
misiones con éxito, no necesitamos de ningún hombre.
—Ellos tienen la fuerza y el dinero y ustedes la belleza y astucia, harían
un equipo maravilloso —ignoró sus palabras—. Además, yo tengo
información muy valiosa, resistirse sólo hará que el tiempo se les acabe.
—Él tiene razón —dijo atropelladamente—. Debemos trabajar juntos.
—Logró alcanzar a Gardenia y agradeció que no retirara su mano cuando la
sujetó—. Se quedarán aquí, sólo así estarán seguras mientras todo esto
sucede.
—Así me gusta —decretó Lucifer—, estás resultando ser menos terco
que mis chicas.
—No son tus chicas —escupió y él se rio.
—El culpable de todos sus problemas es Steve Richman y tienen dos
días para detenerlo.
¿Dos días?, ¿por qué?, ¿qué era lo que él sabía?
—¿Por qué tan poco tiempo? —bramó Gardenia con impotencia.
—¿Qué tenemos que hacer?
—¿Estás interesado? —preguntó Lucifer—. Creí que sólo te importaban
tus cincuenta mil dólares.
—Lo único que me interesa es la gente que está sufriendo por culpa de
ese malnacido —aclaró, percibiendo la tensión en los hombros de Gardenia
—. Protegeré todo lo que es importante para ella.
Sus miradas se encontraron y en esta ocasión se atrevió a entrelazar sus
manos, haría hasta lo imposible por demostrarle su amor.
—Como sea —decretó el hombre—. Si se les ocurre salir de esta casa,
quemaré su preciada colonia. —Las hermanas Gardener palidecieron—. Tú
—señaló a Maggie con su bastón—, quédate resguardada en esta casa, no
puedes salir ni al jardín, ¿lo entiendes? —Thomas arrugó el entrecejo, no
entendía el porqué de esa orden—. Puedes complicarlo todo si decides
involucrarte.
—No lo hará, nunca lo hace —aclaró Hortensia.
—Porque es una cobarde.
Maggie empuñó las manos, furiosa.
—Eso es todo por ahora. —Les dio la espalda y empezó a alejarse.
—¿Y la información? —preguntó anonadado.
Lucifer detuvo su marcha y se volvió hacia él, entonces Thomas
agradeció tener buenos reflejos porque el castaño le lanzó su bastón.
—Lo necesitarás más que yo —observó su pierna herida y volvió a darle
la espalda—. Hortensia…
La castaña respingó. Primero miró la espalda de Lucifer y luego a
Gardenia. No le pasó desapercibido como apreció el hecho de que aún
estaban tomados de la mano antes de mirar una vez más a Lucifer.
Hortensia torció los labios con disgusto y en esta ocasión observó a Maggie,
quien se atrevió a aferrarse al brazo de Sheldon.
—Sólo cuida a Maggie, Gardenia —susurró finalmente y giró sobre su
lugar para seguir al castaño.
Esto tenía que ser una maldita broma.
—¡Hortensia! ¡Ven aquí! —bramó con rabia e intentó seguirlos, pero
Gardenia presionó el agarre de su mano—. No se la puede llevar, es
peligroso —siseó.
—Ella volverá pronto —dijo Lucifer sin mirarlo—. La requiero por unas
horas y, sólo para aclarar, soy menos peligroso para ella que todos ustedes
juntos.
La sangre se le congeló y cuando intentó seguirlos, Gardenia se
interpuso en su camino.
—No lo intentes.
—¿Por qué?, ¿qué hará con ella? —soltó con impotencia, viendo como
salían por la ventana—. No puedo permitirlo, ella…
—Si mi hermana no quisiera ir con Lucifer, lucharía —dijo Maggie con
amargura, captando su atención—. Y si te metes, él te matará sin dudarlo.
Miró a sus amigos, quienes estaban tan pálidos como una hoja y no
podían salir de su asombro, y esperó que esa escena hubiera sido más que
suficiente para hacerles entender el gran mal que les hicieron a las
hermanas Gardener.
—Gardenia…
—Ella volverá con la información que requerimos —susurró, mirando
hacia la ventana por la que su hermana había desaparecido—. No hay
manera de que podamos llevarle la contraria a Lucifer y Hortensia lo sabe,
por eso lo siguió.
La bilis trepó por su garganta y un agudo dolor se extendió por su muslo
izquierdo, llevándolo a doblarse de dolor en su lugar.
¡Maldita la hora que Hortensia decidió dispararle!
—Thomas, tu herida está sangrando, debemos revisarla lo antes posible.
Tal vez para las hermanas Gardener no era nada nuevo sacrificar a
Hortensia, pero era evidente que, en esta ocasión, ni siquiera su hermano y
amigo pudieron sentirse aliviados por la ausencia de la hermana más
salvaje.
Capítulo 13
Sheldon azuzó a su caballo con mayor ahínco, un tanto nervioso por la
velocidad que ella estaba empleando para domar a su yegua, y el aire
regresó a sus pulmones al ver que por fin Hortensia empezaba a moderar la
velocidad y se detenía en la cima más alta de la colina.
—¿Es que nunca planeas obedecerme? —preguntó con frustración una
vez que logró alcanzarla y ella se bajó del animal, sonriente.
—Lo siento, soy un alma libre y no sigo las órdenes de nadie.
Ladeó el rostro con diversión y desmontó a su semental para sentarse
junto a ella, al menos la vista era hermosa y la larga cabalgata había
valido la pena. La casa de Gordon era hermosa, había todo lo que podía
necesitar, pero pasar la mayor parte del día ahí era malditamente aburrido.
—Creí que hoy debías tomar el té con Maggie —comentó ella de pronto,
captando su atención, y la miró de reojo.
Odiaba admitirlo, pero pasar tiempo con ella era más entretenido, le
parecía una lástima que no fuera tan bella y femenina como su pequeña
hermana.
—Tomamos el té todos los días, creo que ella prefirió alargar su siesta.
No era mentira, Nancy le había dado esa información hace unos
minutos y por eso aprovechó la oportunidad para seguir a Hortensia.
—¿Por qué decidiste cortejarla a ella? —Su pregunta lo tomó por
sorpresa, sabía que le gustaba, pero nunca se imaginó que abordaría ese
tema con tanta soltura—. Te llevas mejor conmigo.
Sheldon se tumbó sobre el césped y no pudo quejarse cuando ella se
recostó junto a él y usó su brazo como almohada. Era Hortensia, ella
siempre hacia lo que quería y él quería que siguiera haciendo justamente
eso.
—Es Maggie la que me gusta —confesó y ella apoyó los antebrazos en
su pecho para mirarlo a los ojos—. ¿Qué haces? —Sonrió.
—Yo también soy hermosa. —Se quitó su boina con timidez, sus
pequeños cabellos estaban más largos que antes y eran un completo
desastre. Su pelo era ondulado y tenían una tonalidad hermosa—. Cuando
mi cabello crezca, te gustaré más que Maggie.
—No sucederá —afirmó y acarició uno de sus mechones—, pero estoy
seguro que te verás hermosa con el pelo largo.
Ella se ruborizó y todos sus músculos se tensaron cuando estiró el
cuerpo para dejar un casto beso en sus labios.
—¿Qué debo hacer para que me elijas? —susurró contra su boca y muy
lentamente se incorporó, haciéndola a un lado—. Sheldon…
—No vuelvas a hacerlo —ordenó y se acercó a su semental—. Me
casaré con Maggie, respeta a tu hermana, Hortensia.
—Pero ella no te quiere.
Claro que lo quería, ella no veía la hora de formalizar su compromiso.
—Sólo aléjate de mí y supera tu absurdo enamoramiento. De verdad
estoy enamorado de Maggie, no quiero que lo arruines todo.
La dejó totalmente sola, en medio de la nada, y horas más tarde se
sintió bastante aliviado al verla llegar a su casa con la cabeza gacha y los
ánimos por los suelos. No se unió a la cena con ellos, a partir de ese día,
Hortensia empezó a comer en su habitación y días después Gardenia se
unió a su hermana.

Eran las tres de la mañana y las manecillas del reloj seguían


torturándolo. Todos en esa casa estaban esperando el regreso de Hortensia,
pero Sheldon no estaba interesado en la información que ella podría traer
para ellos, sino en todas las respuestas que quería recibir de su parte.
¿Cómo era posible que un hombre como Lucifer las hubiera
encontrado?, ¿qué tanto poder tenía sobre las hermanas que era evidente
que estaba forzando a Hortensia a cumplirle?
Empuñó las manos con rabia y odió que su copa de whisky se rasgara en
su mano. La sangre y el trago se mezclaron, pero la impotencia no le
permitió sentir dolor alguno.
—Oh por Dios. —Levantó la vista con rapidez y cada músculo de su
cuerpo entró en tensión al ver a Maggie en su despacho, vestida únicamente
con su camisola—. Te lastimaste, déjame ayudarte. —Se aceró a él y usó un
pañuelo para cubrir su mano y detener el sangrado.
—Es muy tarde, deberías estar descansando.
Thomas tenía razón, Maggie había madurado de una forma exquisita, a
sus veintidós años y con harapos encima, ella podía verse como un ángel
caído del cielo; pero… lo que ella le hacía sentir no se comparaba en nada a
lo que sintió cuando vio a Hortensia ingresando al club de Regina.
En ese momento, no había sabido que se trataba de ella, pero ahora no
podía dejar de pensar en la hermosa sonrisa que la castaña le regaló a
Richman ni en el cómo lo sedujo a lo largo de la noche para complacer a
Lucifer.
Una vez más, la rabia se apoderó de su ser y Maggie se percató de ello
porque retrocedió sobre su lugar, brindándole su espacio.
—¿Te duele mucho? —preguntó con timidez, enviando uno de sus
tirabuzones rubios tras su oreja, y él se incorporó con lentitud, para rodear
su escritorio y tener un espacio más grande para conversar con ella—.
¿Quieres que llame a Gardenia? Ella sigue con Thomas y Max.
Eso explicaba por qué ella se atrevió a visitarlo en su despacho con su
ropa de dormir.
—Háblame de Lucifer. —Ella respingó en su lugar—. ¿Cómo lo
conocieron?, ¿cuándo llegó a sus vidas?, ¿qué relación tiene con Hortensia?
—Esa era la pregunta más importante, pero no se atrevió a formularla
primero.
—No sé mucho de Lucifer —admitió con un hilo de voz y jugueteó con
sus manos con nerviosismo—. Yo… bueno… —Se rascó la nuca, no muy
segura de cómo proseguir—. De verdad no lo sé, Hortensia y Gardenia
nunca me permitieron ser parte de todo eso.
—¿Por qué? —inquirió y ella apretó la mandíbula.
—Porque Hortensia me lo debe, ella arruinó mi vida.
Sheldon sabía que no era el hombre más decente de la faz de la tierra,
pero de cierta manera no le gustaba la respuesta de la rubia, porque después
de todo, fue él quien las abandonó por voluntad propia y no quiso desposar
a ninguna hermana.
—Sheldon… —Posó sus manos en su brazo, empleando un tono de voz
meloso, y la miró de reojo—. ¿Aún existe una oportunidad para nosotros?
—Abrió los ojos con sorpresa—. Yo… sigo siendo pura, no estoy rota como
mis hermanas —dijo con un rubor en las mejillas y él apretó la mandíbula
—. Nunca he matado a nadie, nunca he robado y lo más importante es que
nunca he dejado de pensar en ti.
Margarite Gardener podría tener el rostro más angelical que vio en su
vida, pero era evidente que era la mujer más cruel y egoísta que se puso en
su camino, porque en ese momento ella no estaba pensando en las mujeres
que se desvivían por protegerla, sino en sí misma.
«Nos parecemos mucho».
—Desvirgué a tu hermana —le recordó, esperando que eso fuera
suficiente para hacerla entrar en razón, y Maggie bufó.
—Si tuviera que contar a todos los hombres que pasaron por Hortensia
no podría casarme con nadie en Boston.
Inhaló profundamente, evitando sentirse afectado por las palabras de la
rubia, y muy lentamente apartó el brazo y dio un paso hacia atrás.
—Lo siento, pero ni siquiera ahora se me pasó por la cabeza la idea de
casarme contigo.
—Pero… —Ella lo miró con los ojos muy abierto, al parecer no esperó
una negativa de su parte—. ¡¿Por qué?! Yo te gustaba, sigo siendo hermosa
y pura, puedo ser una esposa ejemplar. —Los ojos de la rubia se llenaron de
lágrimas y él la estudió con la mirada.
—Tus hermanas nunca permitirán que te despose. —La puso a prueba y
ella negó con la cabeza con rapidez.
—No me importan, yo no quiero vivir con ellas, nunca me interesaron.
«Y pensar que ellas llevan siete años cuidando de ti como si fueras su
mayor tesoro».
—Yo me iré contigo a donde tú me pidas —decretó y, tomándolo por
sorpresa, lo sujetó del rostro y lo besó.
—¡No! —bramó y la sujetó de los hombros para apartarla—. No me
casaré contigo —siseó y ella empezó a forcejear con él para volver a
acercarse a su cuerpo. Dios santo, esa mujer estaba fuera de sí—.
¡Reacciona, Maggie!
Él no iba a casarse con ella, él… él… quería a otra Gardener bajo su
poder.
—¡Suéltala!
La voz de Hortensia hizo que apartara las manos del cuerpo de Maggie
con rapidez, pero ni siquiera así pudo esquivar el golpe que ella le dio en el
rostro, enviándolo directamente al piso.
—¡No, Hortensia!
—¡¿De verdad crees que dejaré que te aproveches de ella?! —siseó la
castaña y se abalanzó contra él para golpearlo.
No se defendió, no podía hacerlo, no ahora que sabía todo el infierno
que la hizo vivir en los últimos años. Ella se había ido con un pulcro
peinado lleno de perlas y había vuelto con el pelo atado en una cola alta;
pero eso no era lo peor de todo, sino que ella ya no olía a hortensias, sino a
alguien más.
—¡Thomas, Gardenia! —chilló Maggie desesperada y él disfrutó del
sabor de la sangre.
—¡Hortensia! —gritó Gardenia y Max se apresuró a levantarla para
enviarla lejos e impedir que siguiera moliéndolo a golpes—. ¿De verdad no
pudiste controlarte? Mira lo que le hiciste —siseó la pelinegra, exaltada, y
Sheldon aceptó el pañuelo que Max le dio para presionarlo contra su nariz.
—¡Cálmate, mujer! —exigió Thomas, quien llegó un poco tarde por el
estado de su pierna izquierda, y miró la escena con preocupación.
—¡Intentó forzar a Maggie! —explotó y él abrió los ojos con sorpresa.
—Eso no fue así —gruñó y se incorporó con rapidez.
—¡Te dije que la cuidaras, Gardenia! —bramó Hortensia—. Por eso no
podemos vivir juntos, ¡jamás confiaré en ellos!
—¿Qué fue lo que hiciste? —siseó Max y él negó con la cabeza.
—Yo no hice nada.
—No mientas. —La sangre se le congeló al oír el llanto de Maggie—.
Tú me besaste, yo sólo vine a ver si sabías algo de Hortensia y tú te
aprovechaste de la situación.
«Era una víbora, un ser despreciable».
—Voy a matarlo. —Gardenia quiso atacarlo, pero Thomas se puso en
medio para impedirlo—. ¡Quiso aprovecharse de mi hermana porque
conoce nuestra situación!
—Tu hermana está mintiendo, Gardenia —dijo Thomas, depositando
toda su confianza en él, y Maggie palideció.
—¿Cómo te atreves? —Hortensia quiso golpear a Thomas, pero tanto él
como Max la sujetaron con fuerza para impedirlo—. ¡Retráctate, Thomas, o
juro que te mataré!
—¡Es la verdad! —El rubio elevó la voz y señaló a Maggie—. Ella vino
a desatarme la noche anterior con una condición. —Todos lo miraron con
atención—. Maggie está encaprichada con Sheldon.
—¿Qué? —Gardenia miró a su pequeña hermana con decepción y supo
que Thomas estaba diciendo la verdad al ver como el rastro de lágrimas
desaparecía y ella levantaba el mentón con altanería—. Por todos los santos,
Maggie, ¿cómo puedes decir una mentira de ese calibre?
Sheldon se alivió al sentir que Hortensia empezaba a relajarse.
—¡Él era mi prometido! Yo sólo quiero recuperar la vida que Hortensia
me robó por zorra.
Gardenia no pudo contener el enojo y atravesó el rostro de su hermana
con una firme cachetada, descargando toda la impotencia que sentía en
cuanto a ella.
—¡¿Cómo te atreves?! —chilló Maggie con lágrimas reales en los ojos y
empuñó las manos con rabia.
—Nos traicionaste y lo hiciste por el hombre que nos arruinó la vida —
espetó con frialdad y su hermana palideció—. ¿Qué habría sucedido si
Thomas te lastimaba?, ¿te pusiste a pensar en todo el daño que ellos podrían
causarnos si quisieran? No, ¿verdad?
—Ustedes no me avisaron sobre su regreso.
—Porque llevamos años cuidando de ti y alejándote de todos los
peligros —escupió con disgusto—. ¿Y todo para qué? Para que decidas que
un imbécil con dinero es mejor que tus hermanas.
—Basta, Gardenia. —Hortensia se posicionó junto a ella, pero no
permitió que se acercara a Maggie—. Ella sólo se dejó llevar por sus
impulsos.
—Deja de actuar de esa manera —bramó Maggie y Hortensia respingó
en su lugar—. No importa cuanto lo intentes, ¡nunca perdonaré tu traición!
¡Por tu culpa mi vida es una mierda!
—¿Y la nuestra qué? —soltó Hortensia con impotencia—. ¿Tú crees
que es fácil lidiar con todas nuestras responsabilidades? Hemos hecho todo
lo posible para que tengas una vida respetable.
Gardenia odiaba que esa discusión se hubiera desatado frente a la Tríada
infernal.
—¿Quieres que te lo agradezca, Hortensia? —Un escalofrío recorrió su
espina dorsal, la rubia estaba fuera sí—. Protegerme es lo mínimo que
puedes hacer por mí después de todo el daño que me causaste.
Su hermana palideció.
—Si no hubieras sido una zorra, ¡yo sería la señora de esta casa!
—¡Maggie! —la regañó, pero su hermana más pequeña no se detuvo.
—Es la verdad —gruñó—, nada de esto estaría pasando si ella hubiera
aceptado que Sheldon me prefería a mí. Sus acciones lo hicieron huir, ni en
el peor momento él pensó en desposarla. —Se cruzó de brazos con
suficiencia, retando a Hortensia a abofetearla—. Él prefirió huir antes que
desposarla porque siempre se le hizo desagradable a la vista.
Ahora entendía por qué Lucifer nunca pudo aceptar a Maggie, era
evidente que su hermana era la peor de las víboras y ahora Hortensia tendría
que aceptarlo.
—Si no te callas, juro que te amordazaré y maniataré durante los
siguientes dos días —la amenazó y su hermana palideció.
—No puedes estar de su parte, ella nos arruinó la vida.
—Gracias a sus sacrificios seguimos con vida.
Y sí que ella había sacrificado muchas cosas.
—Gracias a su estupidez te convertiste en una cortesana. —Gardenia
empuñó las manos con rabia, pero Hortensia la sujetó del antebrazo para
impedir que le diera otro golpe—. Ella debe irse, no quiero que se quede,
planeo recuperar mi vida y no dejaré que interfiera.
Gardenia se rio sin humor alguno, una vez más estaban peleando por
culpa del mismo hombre. Esto tenía que ser una maldita broma.
—Si quieres conquistar a Sheldon; hazlo, es todo tuyo, puedes estar
segura que nadie intentará quitártelo. —Sólo una estúpida desearía quedarse
con alguien tan ruin como el pelirrojo—. Pero te advierto que, si vuelves a
hablarle a Hortensia de esta manera, aprenderás a vivir con tu propio dinero
y no recibirás ni un solo centavo de nuestra parte.
—No se atreverían.
Sonrió con amargura, eso era lo único que a Maggie le importaba: su
propio bienestar.
—No me retes —aseveró y su hermana salió del despacho a paso
apresurado, incapaz de seguir lidiando con esa discusión.
Hortensia quiso seguirla, pero ella la sujetó del brazo con firmeza.
—Ni se te ocurra, ella se lo merece —aseveró con enojo y su hermana la
fulminó con la mirada—. No te escuchará, perderás el tiempo, mejor dinos
cómo te fue con Lucifer.
Hortensia parpadeó varias veces al oír aquel nombre y relajó los
hombros con rapidez. Gardenia le soltó el brazo, al parecer su hermana
acababa de recordar la verdadera razón por la que se estaban quedando en
esa casa.
—¿Qué fue lo que te dijo?
Maggie y sus caprichos podían esperar, la gente de la colonia no.
Capítulo 14
Thomas le entregó una copa de brandy a Hortensia y la castaña la sujetó
a regañadientes, mientras Gardenia se encargaba de curarle los nudillos.
Presenciar la discusión de las hermanas había sido muy incómodo y quizá
por eso ahora mismo todos se encontraban callados, puesto que Maggie se
había comportado de una manera bastante desagradable.
Apoyó la cadera en el borde del escritorio, posicionándose junto a su
amigo, y miró de reojo como su hermano estudiaba el aspecto de Hortensia.
Sí, ella había llegado con otro peinado, pero al menos se la veía intacta y
eso quería decir que Lucifer era un amante generoso.
Ladeó el rostro con frustración, cuando Maggie los llamó, Gardenia
estuvo a punto de contarles cómo conocieron a Lucifer, pero ahora suponía
que esa historia tendría que esperar.
—Hay algo que no te conté en las últimas semanas —dijo Hortensia de
pronto, mirando únicamente a su hermana—. Estabas muy ocupada
cuidando a tu noviecito y pensé que no te importaría.
Gardenia se ruborizó y la acusó con la mirada, Thomas evitó reírse.
—¿Qué sucedió?
—No sabía que estaba relacionado a la explosión del barco —admitió y
evaluó sus manos vendadas—, pero hace dos semanas hubo un ataque en el
orfanato y se llevaron a trece niños.
—¿Por qué no me lo dijiste? —Gardenia se exaltó y Hortensia le dio
otro sorbo a su copa de brandy—. Es un tema muy delicado.
—Richman vende esclavos, las dos niñas que tomaron de la colonia no
son las únicas víctimas. Mañana su barco partirá a Londres a medianoche y
si no hacemos algo, más de veinte personas sufrirán un cruel destino.
—Pero ¿estás segura de lo que dices?
—Wallace tomó el caso del orfanato y desde que está al mando de todo,
los secuestros por la zona han incrementado.
—Imposible —susurró con un hilo de voz, Wallace jamás habría
participado en algo así—. Seguro hay un error.
—No seas tonta, Gardenia, hoy estaba con Richman, son socios, ellos
están recaudando gente para su próxima entrega.
—¿Esto te lo dijo Lucifer?
—Él confirmó todas mis sospechas y Richman explotó el barco de la
naviera porque piensa hacerse pasar por un barco de contrabando con ayuda
de influencias inglesas, no necesitan competencia en los muelles.
—Si lo que dices es real, tenemos las horas contadas y muy poco tiempo
para dar con los rehenes. —Thomas se sentó frente a Hortensia—. ¿Qué
más te dijo?
—Atacó la colonia porque es una zona desprotegida. —Asintió con
rapidez—. Richman dará una mascarada esta noche, Lucifer dijo que
Regina nos ayudará a conseguir dos entradas y todo lo que necesitaremos
para asistir al evento.
Thomas asintió, pensativo.
—¿Y él qué hará? —preguntó y Hortensia apartó la vista.
—En unas horas, debe irse al continente.
Thomas se alivió en exceso con esa noticia, prefería que ese hombre
saliera de sus vidas para que así él pudiera alejarlas de él tanto como fuera
posible.
—¿Qué? Debe ser una broma, ¿qué haremos sin Lucifer en Boston? —
farfulló Gardenia—. Es un imbécil, ¿cómo se le ocurre dejarnos solas en
esto?
—Están con nosotros —aclaró él y sus miradas se encontraron—. Sé
que les cuesta confiar en nosotros, pero estamos dispuesto a trabajar con
ustedes por el bien de esa gente, ¿verdad?
Miró a su amigo y hermano y gracias a los santos, ellos asintieron.
—¿De veras? —Hortensia lo miró con interés—. ¿Harías lo que sea con
tal de ayudarnos?
—Por supuesto.
—Qué bueno que quieras colaborar —dijo finalmente—. Porque según
Lucifer: la única que puede conseguir la información que necesitamos es
Gardenia.
—¿Yo? —La morena abrió los ojos con sorpresa.
Su hermana la miró de reojo.
—No sé qué historia tienes con Wallace, pero él te está buscando. —
Thomas sintió como un escalofrío recorrió toda su espina dorsal—. Lucifer
no quiso decirme mucho al respecto, pero al parecer le gustas mucho al
socio de Richman.
—¿Por qué? —preguntó con voz ronca y Gardenia lo miró de reojo—.
¿De dónde lo conoces?
—Ayer se veían algo melosos —acotó Max y Gardenia apretó la
mandíbula—. Incluso tú te veías muy a gusto con Richman. —Observó a
Hortensia con interés.
—Era una misión —aclaró Gardenia—. Debíamos conseguir algo de
Richman y debíamos mostrarnos permisibles.
—Si las cosas no hubieran salido bien durante el baile, lo habría llevado
a la cama —confesó Hortensia sin pudor alguno y terminó con el contenido
de su copa—. Las misiones son así. —Sacó una llave de su bolsillo.
—¿Lucifer no te la pidió? —inquirió la morena y cuando Thomas quiso
sujetar la llave, Hortensia la apartó.
—Me la regaló, dice que la tenga como un recuerdo hasta su regreso.
Thomas se rio.
—Qué lindo, regalarte lo que te mandó a robar —ironizó y se sorprendió
al ver una leve sonrisa en el rostro de su cuñada, quien guardó la llave una
vez más.
—Él no hace nada solo porque sí, pronto sabremos para qué sirve.
—¿Te dijo algo de la colonia? ¿Qué haremos si la atacan una vez más?
—No sucederá, él ya puso seguridad.
«¿A cambio de qué?», quiso preguntar, pero se tragó su pregunta.
—Mañana mismo me encargaré de regularizar la situación de todas las
familias de la colonia —dijo Sheldon de pronto, pero ni siquiera así, logró
que Hortensia lo buscara con la mirada—. A partir de ahora todo será
diferente.
Las hermanas Gardener intercambiaron una rápida mirada, pero no
dijeron nada al respecto.
—Con la colonia resguardada, supongo que podremos enfocarnos más
en la mascarada de Richman, ¿verdad? —Gardenia regresó al tema
principal—. ¿Qué es lo que debemos hacer en esa fiesta?
—Debes seducir a Wallace, sacarle toda la información posible porque
sólo él puede decirnos dónde se encuentra la bóveda donde esconden a los
rehenes.
Las palabras de Hortensia fueron como un firme puño en el vientre e
inmediatamente Thomas abandonó su lugar, incapaz de seguir con esa
conversación.
—Ella no seducirá a nadie, no pienso permitir que se arriesgue de esa
manera.
—Lo haré, no es un problema —dijo ella sin problema alguno—. Es mi
trabajo. —Conectó sus miradas—. Al igual que tú, uno de mis talentos es
seducir a mis víctimas, así que tú mejor que nadie entiende la complejidad
de esta tarea.
Esto tenía que ser una maldita broma, ella no podía estar pensando en
seducir a un hombre tan peligroso como Wallace. Se frotó el rostro con
frustración, tratando de mantener la calma, y una vez más ladeó el rostro
con frustración.
—Él no me hará daño.
—¿Cómo puedes estar tan segura? —La acusó con la mirada y Gardenia
se incorporó con lentitud, alejándose del sofá con pasos escuetos, ¿era
impresión suya o estaba implementando distancia?—. Gardenia…
—Wallace fue mi primer amante. —Se volvió hacia él con rapidez y lo
miró con pesar. Hortensia abandonó su lugar con los ojos muy abiertos por
la sorpresa—. Él era un gran hombre, no sé qué pudo pasarle.
—La ambición, eso fue lo que le pasó —susurró Hortensia.
Thomas caminó peligrosamente en su dirección y no le gustó ver la
culpabilidad en sus ojos.
—¿Tú quieres seducirlo?
¿Por eso estaba tan dispuesta a cumplir con su deber, por qué iba a
reencontrarse con su primer amante?
—Yo… yo…
—¡Responde!
—¡Él me pidió que me vaya con él! —soltó con impotencia, tomándolo
por sorpresa—. Hace seis años, él sí me quiso en su vida, pero no pude
irme. —Miró a Hortensia con tristeza, ella no se fue por sus hermanas—.
Quiero saber qué le sucedió, ¿por qué terminó de esta manera?
Thomas se rio sin humor alguno y alborotó su cabellera desesperado,
llegando a una triste y dura conclusión.
—Tú nunca vas a perdonarme, ¿verdad?
—¿Qué? —Gardenia abrió los ojos con sorpresa.
—Yo nunca seré una opción para ti.
—Thomas…
—Está bien. ¿Quieres seducirlo? Perfecto. ¿Quieres irte con él? Hazlo.
Yo no te obligaré a aceptar mis sentimientos.
Salió del despacho como alma que se lleva el diablo, totalmente
frustrado al darse cuenta que realmente la había perdido, y no detuvo su
marcha cuando escuchó su llamado. Iba a ayudarla en todo lo que quisiera y
haría hasta lo imposible por ayudarla a alcanzar su felicidad, pero no iba a
obligarla a quedarse a su lado.
«Eso sólo haría un canalla», se dijo con frustración y se refugió en su
habitación, furioso.
Ese hombre fue su primer beso.
Ese hombre fue su primera vez.
Ese hombre sí tuvo el valor de pedirle que se quedara con él.
Thomas ahora tenía una nueva razón para odiar a Wallace Goldman.

***
Gardenia no se atrevió a seguirlo, no tenía sentido, ellos no eran nada y
nunca lo serían. Sólo necesitó ver su reacción para comprender que él nunca
perdonaría su pasado, nunca aceptaría que ella hubiera estado con más
hombres, algo que podía considerarse lógico, porque todo hombre quería a
una mujer pura e inocente a su lado, ¿verdad?
—¿No irás tras él? —La pregunta de Max hizo que recordara su
presencia y lo miró de reojo—. Creo que hay un malentendido, es evidente
que a ti no te gusta Goldman, ¿verdad?
¿Le interesaba?, ¿acaso a Max no le resultaría más conveniente que
Thomas la olvidara y la dejara de lado una vez más?
—Si me gusta o no, ese no es problema de tu hermano.
—¡Él te ama!
—Su amor llegó siete años tarde —aseveró y Max palideció—.
Usaremos mi antigua habitación para descansar, nos espera un día largo y…
—Yo no dormiré en ninguna alcoba de este lugar. —Hortensia pateó el
piso y la miró con tal frialdad, que la castaña respingó—. No quiero —
insistió.
—Vamos.
No había nada que negociar, en esta ocasión, su hermana tendría que
recordar quien era la mayor del grupo.
—Sólo porque no quiero que nadie se aproveche de ti —dijo a
regañadientes y la siguió con disgusto.
—Él ya no quería trabajar con nosotros. —Sheldon hizo que parara en
seco—. Ya no nos soportaba, tenía pensado regresar a Boston para hacer
algo bueno con su vida y dinero. No nos lo dijo hasta hace unas horas, pero
su intención era volver por ti, Gardenia.
Empuñó las manos con enojo, ¿por qué tenían que hacerlo todo tan
difícil?
—Yo sé que Thomas no es como ustedes. —Los miró con frialdad—. Y
también sé que no soy la mujer más adecuada para formar un hogar, él
nunca aceptará mi pasado.
—Él no es un santo —siseó su hermana, tomándola por sorpresa—. Te
dejó, no puede reclamarte nada de lo que hiciste en su ausencia.
—Me juzgará.
—Entonces deberías dar gracias que esté dispuesto a salir de tu vida.
La sujetó de la muñeca y tiró de ella para alejarla del despacho, su
hermana no estaba dispuesta a iniciar esa conversación con Sheldon y Max,
algo bastante sensato de su parte porque no se le apetecía hablar de sus días
como cortesana con esos hombres.

***
—¿Cómo que perdiste tu llave? —preguntó Wallace, horrorizado.
—Sí, no sé dónde la he dejado —musitó furioso, rebatiendo los cajones
de su escritorio—. Ayer bebí mucho, no sé si la cortesana con la que pasé la
noche me la robó.
—Es imposible, esa mujer no sería tan tonta —gruñó el hombre.
Esa llave era muy importante para su misión.
—La buscaré y sé que la encontraré, seguro la dejé en mi alcoba —dijo
rápidamente, tratando de convencerse a sí mismo de esa realidad—.
Además, mientras tú tengas tu llave, no hay nada de qué preocuparse.
—Se necesitan dos llaves para que nuestra bóveda funcione como
corresponde —siseó y Steve se pasó una mano por el cabello con
frustración—. Él va a enojarse si descubre que perdiste la llave original y su
única copia, son únicas.
—Encontraré la manera de contentarlo.
Tragó con fuerza, sabía que su vida pendía de un hilo y si no encontraba
su llave, estaba perdido; pero no lo entendía, él guardó la copia en su caja
fuerte, ¿por qué la llave no estaba en su lugar?
Nadie en esa casa conocía la clave.
—¿Me mandaste a llamar?
—Perdí la llave de la bóveda.
Sabiamente, su esposa decidió quedarse en silencio. Azucena Richman
había aprendido a comportarse con el pasar de los años y las palizas
recibidas, por lo que ahora él estaba orgulloso de lo bien reformada que
estaba su mujercita.
—¿Ya tienes a la joven? —preguntó con impaciencia, el tiempo estaba
en su contra y quizá cometió un terrible error al dejar el pedido más
importante para el final.
—Acabo de volver de su casa —le contó con voz tensa—, pero no había
nadie, ni siquiera la mujer que las cuida.
—Creí haberte dicho… —arrastró sus palabras, debía controlar su ira—.
¡Que Margarite Gardener es la pieza más importante de mi pedido! —No lo
consiguió y golpeó el escritorio con rabia—. No sé a dónde fue, ni cómo
harás, pero la traerás hoy mismo si no quieres sufrir las consecuencias.
—De acuerdo.
Azucena no tembló, ni se mostró afectada, ella era como un glacial de
hielo.
—El barco no puede partir sin ella.
—Tengo una duda —comentó y él empezó a respirar con dificultad—.
Son tres hermanas, ¿cómo puedo estar segura cuál es la correcta?
—Sólo atrapa a la rubia, es lo que me dijeron y tengo entendido que es
muy fácil distinguirlas.
Su jefe la quería y él se la llevaría a como dé lugar para ganar su favor
¿qué tan difícil podía ser lidiar con una huérfana? Si sus hermanas se
interponían, se las llevaría a ellas más para venderlas en cualquier burdel.
Un momento, esa idea no le pareció tan mala.
—¿Qué me dices de las hermanas?
—Altas, de buen físico, me parecen guapas.
—¿Más que la rubia?
—Una en específico, creo que podría gustarte para tu harem.
Se acarició la barbilla, pensativo.
Una más a su colección no le vendría mal, aunque…
—Hay una francesa, una tal Lidye, llegó a Boston hace poco.
—¿Sólo Lidye?
—No pregunté más.
—¿Qué con ella?
—Tráela, junto a las hermanas Gardener.
Su amigo carraspeó y lo miró con disgusto.
—No quiero que sea brusca con mi Gardenia, la quiero intacta, ella
estará muy feliz cuando vuelva a verme.
Steve rodó los ojos con aburrimiento y Azucena se retiró con toda la
información que necesitaba.
—¿Cómo diablos moveremos a los rehenes hacia el muelle sin esa
llave? —inquirió Wallace con preocupación y él tragó con fuerza.
—Encontraremos la manera.
No todo estaba perdido, usarían carruajes con vagones.
Ahora mismo sus opciones eran muy limitadas.
Capítulo 15
Cuando Gardenia se despertó, aún en contra de su voluntad, le costó
mucho asimilar el hecho de que tendría que abandonar la comodidad de esa
cama. No obstante, al ver que era un poco más de las siete, se incorporó con
lentitud y empezó a vestirse con la misma ropa de ayer a regañadientes.
Tendría que ir a su casa y no sólo por nuevas ropas para sus hermanas,
sino porque quería traer a su nana consigo, lo más probable era que ella
estuviera preocupada por ellas y todo porque Maggie la abandonó en el
taller de costura la noche anterior.
«Además necesitamos nuestras armas».
Sujetó su cabellera en un moño improvisado y miró a Hortensia de
reojo. Ella estaba profundamente dormida y no quería molestarla, la noche
anterior sólo había necesitado posar la cabeza en su almohada para caer
rendida, lo que quería decir que realmente había estado cansada.
La cubrió correctamente al darse cuenta que sus hombros y brazos
estaban desnudos. Ninguna quiso usar las prendas que les arrebataron hace
siete años, por lo que ahora mismo su hermana sólo llevaba sus interiores
puestos y tenía toda la cabellera enmarañada sobre su rostro.
Se preguntó si Maggie estaría bien en su habitación y salió a buscarla en
silencio. Si bien su hermana más pequeña solía irritarla, no sentirse
preocupada por ella era imposible. La noche anterior ni Hortensia ni ella
quisieron fastidiarla, por lo que ahora mismo se sintió bastante conforme
con verla durmiendo plácidamente en la cama que alguna vez fue suya.
A diferencia suya, ella sí había ocupado sus antiguas ropas.
Gardenia se mordió el labio inferior al sentir como su estómago rugía y
se dirigió a la cocina; no obstante, a medio camino, paró en seco al ver que
Thomas y sus amigos se encontraban en el comedor, hablando en voz muy
baja.
Achicó los ojos y decidió carraspear para unirse a ellos.
—¿Haciendo planes sin nosotras?
No sentir desconfianza era imposible, la idea de que pudieran estar
tramando algo sin ellas le disgustaba.
—Claro que no —respondió Thomas con enojo y se levantó de su lugar
para retirar la silla que estaba junto a la suya—. Ven, come algo, ayer no
cenaste.
Enarcó una ceja.
—En realidad, sí lo hice. —Aceptó su invitación y se sirvió un poco de
café—. Lucifer nos dio todo lo necesario antes de enviarnos a nuestra
misión.
—¿Y tus hermanas? —Max le dio un sorbo a su taza de café, curioso.
—Durmiendo.
—Entiendo que Maggie quiera dormir hasta mediodía, pero ¿por qué no
despertamos a Hortensia? —Se mostró un tanto inquieto—. Siento que aún
no nos lo dijo todo.
—No la molestaré —sentenció y el pelinegro la acusó con la mirada—.
Es la primera vez que Hortensia se queda dormida, así que olvídalo.
Además, de nada me servirá despertarla, iré por mi nana y luego por algo de
ropa y armas a nuestra casa, ella no necesita acompañarme.
—Yo iré contigo —decretó Thomas y ella le dio un mordisco a su
tostada—. No podemos dejarlas solas.
—Sabemos cuidarnos perfectamente. —No lo miró a los ojos—. Puedo
ir sola.
—Ya mandamos a traer a tu nana —espetó Sheldon y lo miró con
sorpresa—. Así que sólo necesitas ir por tus cosas.
Apretó la mandíbula, ¿ahora conocían cada uno de sus pasos?
—Bien —siseó y le dio fin a su tostada.
—¿No quieres acompañarla con nada? —preguntó Thomas y ella negó
con la cabeza.
—Me gusta así.
Le resultó el desayuno más incómodo en la faz de la tierra y agradeció
que la aparición de Hortensia le diera la oportunidad perfecta para
abandonar su lugar y acercarse a su hermana.
—¿A dónde vas? —Captó su atención y Hortensia paró en seco, por el
gesto que vio en su rostro, dedujo que tenía pensado escaparse—. Es
temprano. —Puso las manos en jarras y Thomas se posicionó junto a ella.
—Voy a ver a Regina.
—Ella duerme hasta mediodía.
—Pues voy a despertarla. —Se encogió de hombros y Gardenia suspiró
—. Es la verdad, no podemos perder mucho tiempo.
—No desayunaste.
Su hermana miró a los comensales de la mesa.
—Me dará indigestión.
Serían los dos días más cansadores de su vida.
—Iré contigo.
—Preferiría que fueras por algo de ropa y armas. —Una vez más, ellas
estaban pensando igual—. No hay necesidad de perder el tiempo, tenemos
las horas contadas, hoy es la fiesta y mañana el barco zarpará.
—Tienes razón —admitió con pesar.
—Tal vez Max puede ir con ella —sugirió Thomas, comprendiendo su
temor, y su hermana se rio.
—Quedará con la cara como la de su amiguito —siseó, haciendo
referencia al rostro enrojecido e hinchado de Sheldon, y se marchó con
rapidez, dejando claro que no pensaba llevarse ni a Max ni a Sheldon con
ella.
—¡Sólo ten cuidado! —pidió, pero no recibió ninguna respuesta.
Su hermana ya se había ido.
—Gardenia…
—¿Qué quieres, Thomas? —preguntó malhumorada—. ¿No crees que
es algo temprano para que comiences a fastidiarme?
Además, si mal no recordaba, él estaba molesto con ella.
—Tenemos que hablar.
—¿De qué?, ¿si piensas pedirme que no seduzca a Wallace? Olvídalo, tú
no te interpondrás en mi misión, la colonia y mis hermanas son lo más
valioso que tengo y nunca te pondré por encima de mi gente.
Tal vez estaba siendo muy dura, pero necesitaba hacerle entender que lo
suyo jamás podría ser.
—Sólo serán unos minutos —insistió.
Suspiró con frustración.
—No piensas dejarme tranquila, ¿verdad?
Él negó con la cabeza y le señaló las escaleras.
—Vamos al despacho.
—Sólo te daré diez minutos.
Subió las escaleras a regañadientes, las cosas seguían tal cuál las habían
dejado, era como si su hogar nunca hubiera dejado de ser suyo y sólo
estuviera despertando de un largo y horrible sueño, para vivir una pesadilla
aún peor.
«No es tu casa, aquí eres una intrusa», se recordó e ingresó al despacho
con la espalda recta y sus sentidos en guardia, en qué momento pensó que
dejar sus cuchillas en su alcoba sería una buena idea.
—Conmigo no necesitas estar armada —le dijo con calma, como si
estuviera leyendo sus pensamientos, y cerró tras de sí.
«Lo sé, pero contigo necesito una armadura».
—¿De qué quieres hablar?
—Quiero disculparme, esta madrugada perdí los estribos, los celos no
me dejaron pensar con claridad.
—Pero a mí me abrieron los ojos. —Conectó sus miradas—. Lo nuestro
nunca podrá ser, jamás podrás olvidar ni aceptar que fui de otros.
—¡El odio es contra mí mismo por no haber sido capaz de hacer las
cosas como correspondían! —explotó, obligándola a guardar silencio—. No
te culpo por nada, sólo detesto saber que alguien más supo amarte mejor
que yo.
Se rio sin diversión alguna, en serio era un imbécil.
—Nunca me amaste —aclaró.
—Eras importante. —Los ojos se le llenaron de lágrimas y él dio un
paso hacia atrás, asustado—. Gardenia…
—Si me hubieras amado, no me habrías dejado atrás.
Esa era la dura y única verdad. Thomas nunca pensó en ella cuando se
marchó y él mismo se lo confirmó la noche anterior. El rubio alborotó su
cabellera con angustia, al parecer no sabía qué decir y eso era lo mejor,
ellos no tenían nada de que hablar.
—Iré por mis cosas. —Intentó pasarlo de largo, pero él se interpuso en
su camino.
—Estoy dispuesto a cambiar, devolveré cada maldito centavo que robé y
te daré una vida digna y respetable.
—Las cortesanas no tenemos vidas dignas y respetables.
—De verdad lo siento, nunca debí dejarte.
¿Acaso tenía caso regresar en el tiempo y analizar los errores que ya se
habían cometido?
—No había razón para que te quedaras junto a la fea con la que jugaste
por meses.
Él negó con la cabeza, desesperado.
—Eras muy buena para mí, antes de tu padre hicimos cosas muy malas
en la ciudad. Necesitábamos dinero y no éramos tan respetables como tu
padre creía.
Sonrió con amargura, sus palabras no le sorprendían en lo más mínimo.
—Creo que no lo notaste, pero sigo siendo muy buena para ti.
—Cometí un error al huir, pero no pienso hacerlo de nuevo. Lucharé por
ti, me quedaré a tu lado como tu acompañante hasta el día que me aceptes.
Llegué a Boston con la intención de buscarte, tal vez en ese momento no
sabía que iba a amarte de esta manera, pero ahora que conozco mis
sentimientos, si debo ser un canalla para conseguirte, lo seré.
Se tensó e inmediatamente dio un paso hacia atrás.
—¿A qué te refieres con eso? —La mano masculina rodeó su cintura sin
previo aviso y pronto estuvo contra su fornido cuerpo, totalmente apresada
en sus brazos—. Thomas…
—Ahora entiendo por qué no me quejé de estar maniatado durante
veintisiete días. —La garganta se le cerro—. De haber estado suelto desde
un principio, habría hecho esto demasiado pronto.
Gardenia abrió los ojos con sorpresa cuando la besó sin previo aviso y
se sacudió sobre su lugar, buscando su libertad. No quería besarlo, no quería
responder al momento para que luego él la apartara como si su tacto
quemara y ella fuera desagradable. La lengua masculina penetró en su boca,
alterando sus sentidos y decidió morderlo.
—Mierda —gruñó él y apartó el rostro, pero no la soltó.
—No quiero tus sentimientos, no quiero nada de ti —soltó
atropelladamente, sintiéndose más vulnerable que nunca en sus brazos.
Hasta el momento, Thomas nunca había invadido su espacio ni se había
comportado de esta manera, por lo que no tenía la menor idea de cómo
debía lidiar con todo ese asalto.
—Lo único que nos une es nuestra misión, una vez que todo esto acabe
me iré con mi hermana. —Porque Maggie no iba a moverse de ese lugar—.
Nos esconderemos, todo en nuestras vidas estaba bien hasta que ustedes
llegaron.
—¿Bien? —gruñó con enojo—. ¿Crees que una vida en la que si no hay
dinero tienes que robar o prostituirte está bien?
—¡Es mejor que una vida junto a un canalla que puede romper mi
corazón cuantas veces quiera! —explotó y una lágrima se deslizó por su
mejilla, revelando su dolor—. Suéltame.
—No.
—¿Por qué diablos lo haces tan difícil? —Se removió con rabia y
Thomas la empotró contra la pared para inmovilizarla con su cuerpo—.
¡Suéltame!
—¡Lo hago más difícil porque si te obedezco, tu terquedad nunca nos
permitirá ser felices! —bramó con enojo, sujetando su rostro para impedir
que lo apartar—. Me quieres, no te engañes más, luchaste por salvarme a
pesar de todo el odio que en ese momento sentías por mí.
—¡Te sigo odiando! —mintió y apartó las lágrimas de sus mejillas—.
Suéltame, por favor.
—Déjame besarte.
—No quiero el beso de un canalla, no volveré a rogar ni anhelar uno.
—Sabes que un beso mío te hará cambiar de parecer. —Lo miró con
desprecio—. Pero ¿sabes algo? Acabo de cometer un error. —Evitó
derrumbarse ahí mismo, ¿ya se había dado cuenta que no le gustaba tanto
como pensaba?—. Los besos no se piden.
—Mmm… —gimió cuando la besó con ahínco y en esta ocasión la
obligó a abrir la boca para poder saborearla más a fondo.
En ese momento, ya no pensó en morderle. Relajó su cuerpo, bajó los
brazos en son de paz y las manos de Thomas dejaron de sujetar su rostro;
una se aferró a su nuca y la otra se deslizó hasta su espalda baja.
Lo besó, disfrutó del momento como tanto deseaba hacerlo y se pegó a
él con necesidad, sintiendo su excitación y la tensión en cada una de sus
extremidades. Quería sentirlo y saber cómo sería tenerlo dentro de su
cuerpo. Era su oportunidad para descubrir qué tan diferente era hacer el
amor y tener sexo. Sus lenguas se enredaron y él dejó de ejercer fuerza en
su nuca, para moldear su cuerpo con ansiedad y empezar a abrirle los
pantalones.
—Mierda —gruñó contra su boca—, ¿por qué diablos es tan difícil?
Se rio con diversión.
—Tal vez lo tuyo sólo es subir faldas —bromeó y se arqueó con deleite
cuando él se apartó de su cuerpo y envió toda su concentración a sus
pantalones.
—Lo mío siempre será desvestirte —gruñó con satisfacción cuando le
abrió la prenda y rápidamente la despojó de una de sus botas para liberar su
pierna y obligarla a abrazarlo con la misma por la cadera—. Mejor —gimió
con satisfacción y volvió a besarla con ferocidad.
—Thomas —suspiró cuando sus centros se rozaron y él tiró de su escote
hacia abajo, liberando uno de sus pechos—. Voy a saltar. —Así lo hizo y la
sujetó de las nalgas para darle mayor estabilidad, mientras ella lo atenazaba
de la cintura con ambas piernas—. Te necesito —confesó y se aferró a la
pared para empezar a frotarse contra él—. ¡Ah! —gritó cuando aferró uno
de sus pezones entre sus dientes y lo buscó con la mirada.
Él le sonrió con picardía, mientras su lengua lamía su duro pezón y
luego mordió la piel con saña.
Esto era la gloria.
—Me encantas, mi amor —susurró él.
Juntó los ojos con fuerza, no necesitaba oír ningún piropo.
—Muévete —ordenó y gritó por lo alto cuando la empotró contra la
puerta y empezó a bombear sin control alguno—. Sí, sí, más fuerte —
susurró, desesperada, y él amasó sus pechos con saña.
—No seducirás a Wallace —gruñó con esfuerzo y Gardenia se aferró al
picaporte, estaba perdiendo estabilidad—. No volverás a ser de nadie más,
¿lo entiendes?
—Ah… —Él atenazó sus nalgas y le marcó un ritmo devastador—.
Thomas…
—Tú eres mía, Gardenia Gardener.
Cada músculo de su cuerpo entró en tensión y cuando se tentó a
apartarlo, él sólo aceleró sus movimientos y le hizo llegar a la gloria sin
necesidad de quitarse una sola prenda.
Como en los viejos tiempos.
«Estás siendo una estúpida».
—Estás loco. —Enterró el rostro en su cuello y trató de recuperar la
compostura, pero todo su cuerpo tiritó cuando rasgó sus interiores de un
tirón. Clavó las uñas en sus hombros y no dijo nada al respecto cuando se
abrió los pantalones con rapidez—. Pero quiero esto, lo necesito.
—Y lo tendrás cada vez que lo desees —susurró en su oído—. ¿Sabes
por qué?
Negó con la cabeza y tiró el cuerpo hacia atrás, apoyándose contra la
puerta para ver como su miembro se posaba en su entrada.
—Porque tú vas a ser mía en cuerpo y alma.
—¡Ah! —La penetración fue dura, pero lejos de lastimarla, adelantó un
nuevo orgasmo—. Ah, ah, ah… —gimió con desespero, recibiendo cada
uno de sus embistes y todo en ella se sacudió al sentir como la llenaba por
dentro, dejando que su semilla se deslizara en su interior.
Esto era una locura.
Thomas se reclinó contra la puerta, tratando de recuperar el aliento, y
con los rostros perlados, buscaron sus labios para enredar sus lenguas una
vez más.
—Cásate conmigo —pidió él, listo para abordarla una vez más, pero
esas simples palabras hicieron que el momento finalizara y lo empujara
rápidamente por el pecho—. Cásate conmigo, tengamos una familia,
démonos la oportunidad de ser felices.
—Bájame —pidió con un hilo de voz y gracias a los santos él salió de su
interior y le brindó su libertad.
Esto no estaba bien.
—No tienes que responder ahora —susurró él.
—No responderé nunca —respondió con frialdad y acomodó sus
prendas con nerviosismo, al igual que Thomas.
Cuando abrió la puerta, él sujetó su mano.
—Lo que pasó aquí fue especial.
Se zafó de su agarre.
—Hace siete años todo lo que pasó entre nosotros lo consideré especial;
pero no fue así, sólo estabas jugando conmigo, ¿recuerdas?
Él apretó la mandíbula.
—¿Insinúas que esto sólo fue un juego?
Se zafó de su agarre.
—Imagina que sólo pasamos un buen rato juntos y siéntete afortunado
porque no te cobré, mis servicios suelen ser bastante costosos.
Salió corriendo del lugar.
—¡Gardenia! —bramó él, furioso, y se alarmó al ver que la estaba
siguiendo.
Al parecer no le gustó su respuesta.
—¡Déjame en paz! ¡Debo ir por mis cosas!
Empezó a bajar las escaleras con rapidez.
—¡Vuelve aquí! —La sujetó del brazo y tiró de ella en su dirección—.
Somos un equipo, no irás por nada tú sola.
—¡Tú no eres quien para darme órdenes!
—¿Qué sucede aquí? —Thomas no la liberó de su agarre cuando sus
amigos se unieron a ellos en el recibidor—. Suéltala —pidió Sheldon y el
rubio gruñó.
—Iremos por sus cosas, volveremos pronto.
Abrió los ojos con sorpresa.
—¡Puedo ir sola!
Después de lo que ocurrió en el despacho, lo menos que quería era
terminar a solas con él.
—Y una mierda.
En ese momento ordenó que prepararan un carruaje y no supo qué
pensar al respecto. Ya no estaba frente al hombre dócil que quería
complacerla, sino junto a uno de los miembros de la Tríada infernal.
La garganta se le cerró.
¿Cómo se suponía que debía sentirse al respecto?
Ese Thomas, totalmente decidido que la miraba con advertencia, le
gustaba mucho más que el de hace unas horas.
Capítulo 16
Maggie no podía dejar de llorar mientras su nana acariciaba su cuero
cabelludo con ternura. La llegada de Nancy fue lo mejor que pudo pasarle
en las últimas horas porque ella no iba a juzgarla como sus hermanas.
Thomas la traicionó, si él no hubiera delatado sus intenciones, Sheldon
no habría tenido más opción que pedir su mano; pero no, por culpa de ese
idiota quedó como una gran mentirosa ante todas las personas que ahora
mismo vivían en esa casa.
«Esto es tan humillante».
—No puedes obligar a nadie a quedarse a tu lado, Maggie —susurró su
nana con cariño y ella sorbió su nariz—. Ni mucho menos creer que esos
hombres son un mejor refugio que tus hermanas.
—Yo sólo quiero recuperar mi vida —confesó con amargura y enderezó
su espalda—. Sheldon aún puede ser mío.
—¿Serías capaz de casarte con él sabiendo que tu hermana lo amó más
que a nada en la vida?
—¡Pero él nunca la correspondió! —explotó con enojo—. ¿De verdad
crees que mi hermana tiene una posibilidad ahora? Él nunca va a mirarla y
ella tampoco se siente igual respecto a él.
—Ay, mi niña —suspiró Nancy, abatida—. Si tanto te gusta, necesitas
disculparte con él por la forma en la que pretendiste embaucarlo.
Comportándote de esa manera sólo conseguirás alejarlo.
—¿Eso quiere decir que me apoyas?
Sus hermosos ojos color esmeralda brillaron con entusiasmo.
—¿Si no lo hiciera eso te haría cambiar de parecer?
Maggie negó rápidamente con la cabeza. Estaba más decidida que nunca
a quedarse con Sheldon Bass y nada ni nadie se lo iba a impedir.
Ese hombre iba a ser suyo a como dé lugar.

***
¿Trabajar en equipo con la Tríada infernal?
«Sí, como no, primero muerta».
Hortensia dejó los paquetes que Regina le envió sobre el escritorio que
alguna vez fue de su padre y sin reparo alguno retiró los cinco libros que
escondía la caja fuerte.
Ladrón que robaba a ladrón, tenía cien años de perdón, ¿verdad?
La misión concluía el día de mañana y ni bien todo terminara, se iría
junto a Gardenia y... Sus movimientos temblaron, recordando que Maggie
tenía otros planes y no necesitó pensarlo mucho para determinar las
intenciones de su hermana: quería casarse con Sheldon, ser la señora del
lugar y formar su propia familia.
No robaría mucho dinero, sólo el necesario para huir tan lejos como
fuera posible y empezar una vida decente lejos de Boston. Ahora que
Sheldon se haría cargo de la colonia, no había necesidad de que ellas se
quedaran ahí. A decir verdad, nada le daría más gusto que abandonar ese
lugar y empezar una nueva vida lejos de todo.
Donde nadie las conociera ni supiera sobre su pasado.
Abrió la caja fuerte con éxito y tal y como lo dedujo, estaba llena de
dinero. Iba a sujetar los billetes, pero sus movimientos cesaron al ver un
sobre. Lo sujetó con cuidado y sacó los papeles que estaban dentro, era el
testamento de su padre, el que ellas ni siquiera pudieron leer porque en
aquel entonces eran unas ignorantes sin juicio y con demasiadas ilusiones
en la cabeza.
—Es largo —observó con voz suave y se sentó tras del escritorio,
dispuesta a implementar el tiempo suficiente para saber por qué su padre
decidió dejarle todo al maldito de Sheldon, sin pensar previamente en ellas.
Quizá Gordon no fue el padre más amoroso y bueno del mundo, al
menos no para ella y Gardenia, pero jamás se habría ido a la tumba
dejándolas tan desprotegidas. A medida que fue leyendo el documento,
empezó a comprender las razones de su padre y a sentir un odio más
profundo e intenso hacia Bass.
Presionó las hojas con rabia, sintiendo inmensas ganas de llorar, pero no
dejó que una sola lágrima bajara por sus mejillas. Maggie tenía razón, ella
nunca le gustó, pero, así como la abandonó, él pudo hacerla a un lado y
seguir con su compromiso.
«Más si una boda era necesaria para que todo esto fuera suyo».
La comprensión la golpeó con fuerza y miró el lugar anonadada, nada de
eso era de Sheldon, ellas seguían siendo las únicas herederas de su padre.
Sus manos empezaron a temblar sin control alguno y por primera vez en
años no supo qué hacer, había esperado encontrarse con una justificación
que se enfocara en el hecho de que su padre siempre quiso un hijo varón y
Bass era ideal para llevar su negocio, pero no que el hombre estuviera
obligado a casarse con una de ellas para hacerse de toda la fortuna
Gardener.
—¿Qué haces aquí?
El aire regresó a sus pulmones y se incorporó con prisa, viendo como
Sheldon la miraba con una seriedad escalofriante. Sus ojos celestes dejaron
de contemplarla para observar el testamento de su padre y luego la caja
fuerte que estaba abierta. Por un momento, lo vio tensarse, pero no le gustó
que avanzara en su dirección como si nada malo estuviera pasando.
—Veo que lo descubrirte.
—¡Eres una basura! —Le lanzó los papeles a la cara y cuando él se
abalanzó sobre ella, Hortensia saltó por encima del escritorio e intentó salir
del despacho—. ¡Suéltame! —gritó fuera de sí cuando la rodeó por la
cintura por detrás.
La fuerza que él ejerció en esta ocasión no se comparó en nada a la de la
noche anterior, por lo que la giró con bastante facilidad para que pudiera
mirarlo a la cara.
—No debiste tocar lo que no es tuyo —gruñó con esfuerzo, debido a
que no dejaba de sacudirse, estaba demente si pensaba que se la pondría tan
fácil.
—¡Aquí nada es tuyo! —escupió furiosa y lo miró con rencor.
—Lo será cuando te cases conmigo. —Esa simple afirmación bastó para
que todas sus alarmas se prendieran y entonces comprendió que él no tenía
la más mínima intención de aflojar su agarre—. Siempre quisiste la naviera,
es tu oportunidad para tenerla, mientras yo no despose a ninguna, nadie
puede tocar nada.
—Y tú ya tocaste todo —siseó con esfuerzo, la estaba sujetando con
tanta fuerza que le estaba cortando el aliento.
¡¿Cómo podía ser tan hijo de perra?!
—Sí, yo ya toqué todo lo que es mío —arrastró sus palabras y cuando
quiso matarlo, él se apoderó de sus labios en contra de su voluntad,
generándole inmensas ganas de vomitar.
La puerta del despacho se abrió sin previo aviso y cuando Sheldon
liberó sus labios, ella sólo pudo brindarle un fuerte cabezazo que más que
otorgarle su libertad, le provocó un horrible dolor de cabeza.
—Estás empeñada en quedarte con todo lo que yo quiero, ¿no es así?
Un escalofrío recorrió su espina dorsal y aún mareada se volvió hacia
Maggie. Odió ver la rabia y la decepción en sus ojos e inmediatamente negó
con la cabeza.
—Yo no hice nada.
—No tienes idea de cuánto te odio, Hortensia.
—¡Maggie! —gritó al ver que se iba corriendo y cuando Sheldon la
sujetó del brazo para impedir que se fuera, ella se zafó de su agarre con
inmediatez—. ¡No me toques! ¡En tu mísera vida vuelvas a ponerme una
mano encima o te mataré!
Todo era su culpa, siempre era su culpa.
—Deja que se vaya, ella debe aceptar que me casaré contigo.
—Jamás me casaré contigo —musitó con frialdad y lo miró sin emoción
alguna en el rostro—. Si siendo sólo tuya te di asco y te parecí una zorra,
estoy segura que ahora que fui de cientos en los últimos años no podrás ni
soportarme.
Él intentó sujetarla de nuevo, pero ella se apartó con rapidez.
—Vas a casarte con Maggie —decretó—. Yo me encargaré de que eso
suceda.
Salió corriendo tras de su hermana.
—¡Maggie! —La vio salir por la puerta principal—. ¡No, espera! ¡¿A
dónde vas?! —Bajó las escaleras con rapidez e ignoró el llamado de
Sheldon.
No tenía la menor idea de qué tenía ese hombre en la cabeza, pero si no
entraba en razón, lo mataría con sus propias manos. Él debía casarse con
una Gardener y ella se encargaría de obligarlo a cumplir con su deber.
Maggie lo quería; ella se lo daría.
«Sólo así recuperaré a mi hermana».
Cuando pasó el umbral de la puerta principal, la sangre se le congeló al
oír el grito de su hermana. Lucifer les había dicho que ella no podía salir ni
al jardín, ¿podría ser que la gente de Richman la quisiera bajo su poder?
—¡Maggie! —Bajó la escalinata con prisa, odiando no estar armada, y
la sangre se le congeló al ver como un hombre metía a su hermana dentro
de un carruaje—. ¡Suéltala!
—¡Hortensia! —chilló ella con lágrimas en los ojos y todos sus
músculos se tensaron al ver como una mujer, seguramente la misma que
atacó la colonia, posó un revólver en la sien de Maggie.
—Muy bien, sube al carruaje ahora mismo, Hortensia Gardener.
Las conocían, esto era malo.
—¿Por qué debería?
—¿O quieres que mate a tu linda hermana?
¡No, claro que no!
En contra de su voluntad aceptó que la montaran al vehículo y todo su
cuerpo se sacudió al oír el grito de Sheldon. Lo vio correr hacia el carruaje,
pero al igual que ella, se detuvo en el mismo instante que la mujer posó el
revólver en su frente.
—No te metas, Bass, ellas son parte de mi pedido —escupió, dejando
claro que Richman sabía de su existencia, y el carruaje se alejó del lugar a
una velocidad desquiciante.
Los habían tomado por sorpresa y ahora mismo no tenía la menor idea
de cómo sacaría a Maggie de ese apuro.
—¿Dónde está tu otra hermana?
Apretó la mandíbula.
—¿Para qué la quieres?
—Tú sólo dime dónde se encuentra. —Le hizo una seña a uno de sus
hombres para que empezara a maniatarlas—. Me pidieron tres flores y
decidí venir por ustedes.
No lo entendía, las hermanas Gardener nunca fueron del interés de
nadie, ¿por qué alguien como Richman solicitaría su secuestro?
—Si quieres a Gardenia, tendrás que buscarla por ti misma —respondió
con frialdad y el golpe que recibió en el rostro hizo que Maggie jadeara
horrorizada—. ¿Es tu mejor golpe? —La desafió con la mirada y ella gruñó
con disgusto.
—Si no te mato, es porque adoraré ver como Richman te tortura en su
cama —escupió con desprecio y Hortensia no se sacudió de temor por todo
lo que podría pasarle a partir de ahora, sino por el futuro de Maggie.
Lo menos que quería era que su hermana sufriera a manos de un
desgraciado como Richman.
Su visión se vio obstruida por un pañuelo y rezó en silencio porque
Gardenia las encontrara, ahora mismo ella era su única esperanza, porque
con Maggie a su lado y sólo una cuchilla dentro de su bota, las cosas se
complicaban para ella.

***
—Nosotros tenemos armas de sobra, sólo toma algo de ropa y vámonos
—observó Thomas, mientras subían las escaleras a su habitación, y ella
evitó responderle—. ¿Por qué no quieren confiar en nosotros?
—¿De verdad lo preguntas? —Lo miró con obviedad y él asintió con
frustración—. Sé que no eres como tu hermano y Sheldon, pero ellos son tu
familia y eso quiere decir que nunca los dejarás, por lo que es evidente a
quién escogerás si las cosas se ponen difíciles.
—Te escogí a ti desde que abrí los ojos después del disparo —confesó
una vez que entraron a su habitación y Gardenia evitó mirarlo—. Nunca
quise escapar, nunca empleé fuerza para obtener mi libertad.
Abrió su armario y se volvió hacia él.
—¿Por qué? —preguntó con curiosidad—. Pudiste huir en dos
ocasiones.
—No lo hice porque yo quería quedarme contigo. —No supo qué
responderle, a decir verdad, se había quedado sin palabras—. Debes
creerme cuando te digo que quiero una vida tranquila a tu lado.
Una vida tranquila. Hace mucho había dejado de soñar con algo tan
hermoso.
—No me mientas —pidió con frustración—. No digas que me quieres
sólo porque quieres meterte entre mis piernas, no vuelvas a hacerme creer
que soy hermosa para después escupirme en la cara que…
Toda la sangre de su cuerpo se congeló cuando Thomas se arrodilló ante
ella y la sujetó por la cadera con firmeza.
—Es la verdad, es mi verdad y haré hasta lo imposible por demostrarte
que te amo, que quiero empezar una nueva vida junto a ti. He sido una
mierda y lo sé, no merezco el perdón de absolutamente nadie y si por haber
hecho daño a tantas mujeres mi castigo es sufrir toda una vida a manos de
una, prefiero que seas tú quien me destruya.
—Thomas…
—¿Qué tengo que hacer?, ¿por dónde debo empezar para demostrarte
que he cambiado? Dame pistas, no me dejes a la deriva, porque si haces eso
mi lucha será eterna.
Siempre se había dicho que el día que hiciera que Thomas Frensby se
arrodillara ante ella sería glorioso, había pensado que su dicha sería tanta
que querría festejarla, pero era horrible. Verlo tan reducido, tan desesperado
y triste no hacía más que destrozarla.
—Levántate —recuperó la voz y él alzó el rostro—. No hay necesidad
de hacer esto.
—Soy un canalla que está a tus pies —confesó apasionadamente y
cuando tiró de su abrigo, él se incorporó con lentitud—. Un canalla que
quiere tu perdón, Gardenia.
—Es suficiente —suplicó, no estaba lista para hablar sobre el tema.
—Y no me daré por vencido tan fácilmente —sentenció, obligándola a
conectar sus miradas—. Te amo, quiero protegerte, quiero recordarte tu
valor y quiero ser para ti lo que debí haber sido desde el primer día que me
atreví a seducirte.
En otras circunstancias, tal vez lo habría golpeado para cerrarle la boca,
pero cuando sus manos se estiraron en su dirección fue para sujetarlo de la
nuca y besarlo como si no existiera un mañana.
Ella también lo amaba, lo amaba tanto que lo odiaba por eso, porque su
deber era despreciarlo, desear su final, pero no podía. Incluso cuando pudo
matarlo, luchó con todas sus fuerzas para que sobreviviera, le lloró en
secreto, batalló contra su fiebre y escuchó como la llamaba entre sueños,
como si supiera que estaba junto a él, atendiendo la herida que su propia
hermana le causó.
—Dejemos de luchar contra lo que sentimos —rogó él, sin obtener una
respuesta hablada. Muy lentamente Gardenia le quitó el abrigo, para
posteriormente quitarle el chaqué, el pañuelo y desnudar su torso—. Tomaré
esto como una aceptación a todo el amor que siento por ti.
Volvió a besarla y a traspiés la llevó hacia su pequeña cama, el lugar
donde había pensado cómo sería hacerlo suyo desde que él empezó a
atormentar sus sentidos, cuando comenzó a llamarla entre sueños de la
misma manera que lo hacía hace siete años.
Cuando él liberó sus labios para terminar de desvestirse, Gardenia lo
miró con picardía, contemplando con placer su belleza masculina. Llevaba
semanas viéndolo desnudo, pero ahora mismo todo era diferente para ellos.
Thomas la desvistió con paciencia, al menos con la que pudo encontrar,
y Gardenia se retorció sobre las sábanas por sus lentas caricias. Empezó a
respirar con dificultad cuando sus piernas quedaron desnudas y retrocedió
sobre sus codos, separando las piernas para él.
Con una sonrisa traviesa lo invitó a seguirla.
—¿A dónde vas? —inquirió con voz ronca, gateando sobre la cama—.
No huirás.
Sujetó su tobillo y tiró de ella para recostarla.
—¿Quién dijo que quiero huir? —Posicionó una de sus piernas encima
de su hombro y estiró el cuerpo para besarlo. Thomas se adueñó de sus
pechos y los amasó con malicia.
—Quiero probarte —confesó él y enviando la fuerza a sus piernas,
Gardenia logró recostarlo boca arriba y terminar sobre el rubio—. ¿Es una
pelea? —Sujetó sus caderas y ella se meció contra su miembro, pero no
buscó una penetración.
—Si lo fuera, estarías perdido. —Besó sus labios y muy lentamente regó
un camino de besos por el vientre masculino, hasta llegar a ese punto donde
la mata de vellos castaños rodeaba su virilidad.
Ahora fue ella quien lo hizo separar las piernas y sin perder un solo
segundo, lo tomó con la boca empezando la lenta tortura que lo hizo
retorcerse en la cama y llamarla con pasión.
Lo rodeó con habilidad, lamiendo y chupando cuando lo creía necesario,
y su cabeza subió y bajó rítmicamente hasta tenerlo completamente en su
cavidad, saboreándolo. El falo era grande, venoso y estaba duro como una
roca por ella.
—¡Ah! —gruñó él y no se apartó cuando empezó a bombear contra ella.
Se aferró a sus muslos, dejando que empuñara su cabellera, y pronto tuvo su
esencia contra su lengua. Lo saboreó, lo limpió, se quedó ahí por largos
segundos hasta que finalmente lo liberó y se enderezó sobre su lugar—.
Gardenia —suspiró con esfuerzo y se subió a horcajadas sobre él—. Vas a
acabar conmigo —confesó.
Sujetó su miembro para guiarlo a su entrada.
—Prefiero domarte.
Se dejó caer sobre él, uniendo sus cuerpos con violencia.
—¡Joder! —rugió Thomas y sujetó sus caderas, revelando a la bestia.
La bestia que ella cabalgó con deleite y poseyó con desenfreno,
olvidándose por al menos unos minutos del gran acontecimiento que les
esperaba esta noche.
Una hora más tarde, ambos se encontraban tumbados en la cama con los
cuerpos entrelazados y las miradas perdidas, ella acariciando el pecho
masculino y él su delicado brazo.
Gardenia no podía dejar de pensar en todo lo que él le había hecho sentir
en cuestión de minutos y cada vez estaba más segura de que quería pecar de
ilusa y volver a creer en él.
—Tienes miedo, ¿verdad?
—Me asusta la idea de volver a lidiar con un corazón roto —confesó
con amargura y él la abrazó con fuerza.
—Eso no sucederá, te amo tanto que sólo quiero ser la razón de tu
felicidad.
—Necesito tiempo. —Lo sintió tensarse y rápidamente añadió—: La
misión es lo primero, no quiero distraer a mis hermanas con nuestra
relación.
No estaba segura de cómo lo tomaría Hortensia.
—¿Me prometes que al terminar todo esto, realmente considerarás mi
propuesta de matrimonio? —Sujetó su mano con fuerza e hizo que lo
mirara a los ojos—. Por favor.
—Sí —musitó con un hilo de voz, aún sin poder creer que él quisiera
desposarla a pesar de saber todo lo que estuvo haciendo en los últimos años
—. Lo pensaré.
Aunque no tenía más que pensar, quería a Thomas y nada le daría más
gusto que aceptarlo en su vida.
—Bien.
Thomas besó su mano con una sonrisa risueña y de no haber sido por los
gritos que escucharon en el primer piso, posiblemente se habrían perdido en
sus besos una vez más.
—¡Thomas, Gardenia!
—Mierda —susurró ella, aferrándose a las sábanas, y Thomas saltó de la
cama para ponerse su pantalón con rapidez.
—¡Esperen! —gritó él y fue el primero en salir de la habitación; no
obstante, Gardenia abandonó su lugar y empezó a vestirse con rapidez.
Primero se puso su pantalón y luego tomó la camisa de Thomas.
En su vida había escuchado a Sheldon tan exaltado.
—¿Qué sucedió? —Llegó al primer piso y no le gustó ver la palidez de
Thomas ni la preocupación impresa en el rostro de Max y Sheldon—. ¿Qué
sucedió? —repitió con un hilo de voz, sintiendo un mal sabor en la boca—.
¿Mis hermanas? —preguntó con rapidez—, ¿por qué no están con ellas?
Thomas la sujetó por los hombros y la miró significativamente a los
ojos.
—Vamos a encontrarlas.
Las piernas le temblaron y de no haber sido por su agarre, posiblemente
ahora estaría de rodillas en el piso. Era una estúpida, mientras ella estuvo
retozando con el rubio, sus hermanas habían sido atacadas por la gente de
Richman y ahora estaban bajo su poder.
«Todo es mi culpa, no debí distraerme».
Capítulo 17
Esto no era bueno, nada de lo que estaba sucediendo podía considerarse
aceptable. Gardenia no podía dejar de caminar de un lugar a otro por el
despacho de la Tríada infernal, le atormentaba pensar en todo lo que
podrían estar haciéndoles a sus hermanas.
¡¿Cómo era posible que Hortensia se hubiera dejado atrapar?!
Alborotó su cabellera, angustiada.
No debió dejarla sola, si la hubiera seguido o se hubiera quedado junto a
Maggie, nada de esto estaría pasando; pero no, fue una estúpida y se fue
con Thomas, perdió el tiempo junto a él y ahora sus hermanas estaban
secuestradas.
—No es tu culpa, mi amor —susurró Thomas, obligándola a abandonar
su letargo, y lo buscó con la mirada—. Era algo que tenía que suceder y
ahora sólo podemos hacerle frente a la situación. Actuando de esta manera
no conseguiremos nada.
Odiaba que tuviera razón, pero…
—¿Qué fue lo que sucedió? —Se pasó una mano por el rostro con
desesperación y miró a su nana, quien se había unido a ellos ni bien
llegaron a la casa—. ¿Por qué Maggie salió de la casa? Lucifer dejó claro
que debía quedarse dentro.
—No lo sé, ella pensaba disculparse con el señor Bass por lo que
sucedió esta madrugada.
Un escalofrío recorrió su espina dorsal y miró a Sheldon con recelo,
¿por qué tenía la ligera sospecha de que, una vez más, él era el culpable de
sus desgracias?
—¿Qué sucedió, Sheldon? —preguntó Thomas y él alborotó su
cabellera, angustiado.
—Perdí el control, Hortensia siempre me saca de quicio.
—¿Qué? —Frunció el ceño y cerró las manos en dos puños—, ¿qué
hiciste?
—Hortensia descubrió la verdad —dijo de pronto y no le gustó que
tanto Thomas como Max se tensaran—. Abrió la caja fuerte y encontró el
testamento.
—¿Qué verdad? —Gardenia miró a Thomas con los ojos muy abiertos y
él abandonó su lugar con lentitud—. ¿Me traicionaste?
—No era mi secreto, Gardenia, no podía decírtelo.
Aquellas palabras fueron como una puñalada y en contra de su voluntad
se alejó del rubio.
¿Es que las mentiras nunca se acabarían?
—Tu padre dejó estipulado en su testamento que para que yo me hiciera
de su fortuna, debía desposar a una de sus hijas. —Las palabras de Sheldon
le helaron hasta las venas y su nana jadeó, horrorizada.
—Sabía que tu padre nunca las habría dejado en la calle —dijo con un
hilo de voz y su corazón empezó a latir sin control alguno.
—¿Cómo pudiste esconderme algo así? —Thomas bajó el rostro,
apenado—. Yo confíe en ti y no me dijiste lo más importante.
—Iba a hacer que Sheldon cumpliera con su deber, incluso ayer le dije
que debía desposar a Maggie. No era mi secreto, Gardenia.
—¡Pero es el secreto que arruinó mi vida y la de mis hermanas! —
bramó con impotencia—. Debiste decirme la verdad desde un principio.
¿Cómo diablos podría creer en su amor si él no era capaz de hablarle
con la verdad?
Sheldon las dejó en la calle, en la peor de las condiciones, incluso
cuando su deber era desposar a una de sus hermanas. A Hortensia, para ser
más precisos.
—No es el momento para discutir. —Max hizo que entraran en razón—.
Debemos unirnos para encontrarlas y si nos dividimos ahora no
conseguiremos nada.
Tenía razón, pelear con Thomas y con Sheldon no le traería nada bueno,
sólo disgustos. Juntó los ojos con fuerza e hizo hasta lo imposible por
controlar su impotencia.
—Perdóname, mi amor…
—No te me acerques —ordenó con frialdad y Thomas paró en seco—.
Quiero saber qué sucedió. —Miró a Sheldon—. ¿Por qué mis hermanas
estaban afuera cuando ellos atacaron?
Sheldon no apartó los ojos, pero pudo ver la culpabilidad en ellos.
—Le dije a Hortensia que iba a desposarla e intenté forzarla. —
Gardenia empuñó las manos, furiosa—. Maggie entró y nos vio, lo
malinterpretó todo y salió corriendo.
—¿Es que no te cansas de arruinar nuestras vidas? —preguntó con
desprecio y el pelirrojo respingó—. Sabes mejor que nadie que Hortensia
no va a aceptarte, ¿por qué simplemente no te conformas con Maggie?,
¿acaso no es a ella a quien siempre quisiste?
No recibió una respuesta y empezar una pelea no sería muy sensato de
su parte. Max no se equivocó al decir que estaban sobre la marcha, en unas
horas sería la mascarada y ellos no habían planificado absolutamente nada.
—Fue la misma mujer que atacó la colonia —aumentó Sheldon con
sequedad—. Iba a seguirla, pero apuntó a Hortensia con un revólver y no
pude hacer nada al respecto. Ella ya las tenía y sus hombres estaban
flanqueando el carruaje, iniciar una pelea no habría tenido sentido y sólo las
habría puesto en peligro.
—¿Viste si mi hermana estaba armada?
Él negó con la cabeza.
—Seguía con la misma ropa de ayer.
—Fui una tonta —escupió finalmente—. Debí quedarme para vigilar a
Maggie, ella nunca actúa con sensatez y ama llevarnos la contraria.
—Ella no es tu responsabilidad —aseveró Thomas y lo miró con
desprecio—. Tu hermana está lo suficientemente grandecita como para
saber qué está bien y qué está mal. Ella sabía que no debía salir y fue una
inconsciente al hacerlo.
—¡¿Acaso no escuchaste lo que tuvo que presenciar?! Actuó sin pensar,
las emociones la gobernaron.
—A ella nunca le gustó Sheldon. —Cerró los labios en una fina línea—.
No me digas que está sufriendo por amor porque ambos sabemos que eso
no es así.
Era verdad, Maggie no quería a nadie, ella sólo pensaba en sí misma.
—No ganaremos nada discutiendo —concluyó Max y Gardenia gruñó
—. ¿Cómo es posible que Lucifer hubiera estado al tanto de que ellos
pretendían robarse a Maggie? —preguntó de pronto, tomándola por
sorpresa—. Piénsenlo, le dijo que no saliera ni al jardín y ni bien lo hizo, se
la llevaron. ¿No les parece extraño?
—Él siempre conoce todos los pasos de sus enemigos, nunca nos dirá
algo sólo porque sí.
—Pero ¿cómo es eso posible? —Max se veía preocupado—. ¿Qué tanto
puede saber él?
—No lo sé —confesó con pesar— y lo peor de todo es que ni siquiera
puedo recurrir a él, Lucifer no pudo escoger peor momento para salir de la
ciudad.
Gardenia barrió el lugar con la mirada y sus ojos se posaron en los dos
paquetes que estaban sobre el escritorio, estaban envueltos en tela negra y el
lazo que los ataba era rojo.
—¿Esto lo trajo Hortensia? —preguntó con ansiedad y se acercó a los
mismos. Desató el lazo y separó los paquetes con rapidez, encontrándose
inmediatamente con un sobre dorado en medio—. Es de Lucifer. —Estaba
segura de ello, sólo él les enviaba paquetes envueltos de esa manera.
—¿Qué es eso? —Thomas se acercó a ella.
Lo primero que sacó fueron las dos invitaciones que Regina consiguió
para ellas, pero entonces sujetó la nota que estaba dentro y la desdobló.
—«Tienen el mismo padre, pero son muy diferentes. Debe quererlas por
igual, porque ambas son muy importantes para su legado. Una gobierna el
mundo y la otra el infierno. Sin las alas de un ángel nunca podrás cruzar».
Gardenia inhaló profundamente y trató de controlar los temblores de su
cuerpo, ¡cómo odiaba los acertijos de Lucifer!
¿Por qué simplemente no les dijo lo que tenía en mente y ya?
—¿Qué significa? —inquirió Thomas, desconcertado.
—Significa que él quiere jugar. —Giró la nota y respingó al ver un
nuevo mensaje—. «Vayan por Wallace, él tiene la respuesta que necesitan».
A veces no estaba segura si Lucifer era su aliado o enemigo, ¿qué tipo
de broma de mal gusto era esa?, ¿es que ese hombre no se daba cuenta de la
gravedad del asunto?
¡No estaban para juegos!
—Seguimos en el mismo punto —siseó Sheldon y ella asintió—. Tal
vez debamos dividirnos. —Ese comentario captó su atención—. No
ganaremos nada yendo todos a la mascarada, sólo hay dos invitaciones.
—¿Planeas dejar la misión? —preguntó con desinterés y él la fulminó
con la mirada, totalmente ofendido.
—Sheldon y yo podríamos estudiar a sus empleados en el muelle —
comentó Max—, tal vez la bóveda está cerca. Si transportan esclavos,
deben ser muy cuidadosos en cada uno de sus movimientos.
Gardenia se sintió una estúpida por haber olvidado algo tan importante y
se relamió los labios con ansiedad, determinando que la manera más
efectiva y segura de salvar a sus hermanas era encontrando la bóveda de
Richman. Sin embargo…
—Necesitamos gente —susurró de pronto y observó a los tres amigos—.
Personas que estén dispuestas a ayudarnos.
—Nosotros no conocemos a nadie aquí —susurró Thomas con
frustración—. La colonia nos odia, fuimos malos jefes y no contamos con
su lealtad.
—Es verdad —determinó, pero esbozó una débil sonrisa—. Pero ellos
quieren recuperar a las niñas y lucharán por salvar a Hortensia y a todos los
rehenes. Cuando descubran que Richman fue quien provocó la explosión,
querrán su venganza.
—¿De verdad crees que podemos contar con ellos? —inquirió Thomas,
esperanzando, y ella asintió.
—Pero debes prometerles la estabilidad y seguridad que merecen. —
Miró a Sheldon con determinación—. Ellos están muy resentidos por cada
una de tus acciones, pero creo que su corazón es lo suficientemente grande
como para darte una segunda oportunidad.
Les daría su voto de confianza, ahora mismo, ellos eran los únicos que
podían ayudarla a rescatar a sus hermanas.
—Te doy mi palabra que, a partir de ahora, la gente de la colonia
recibirá todo lo que merece.
¿Podía creer en la palabra del hombre que las dejó en la calle cuando su
deber era casarse con Hortensia?
«No tengo otra opción», se dijo con frustración.
—Si queremos trabajar con la gente de la colonia, debemos irnos ahora.
—Thomas la sujetó de la mano y Gardenia la apartó con rapidez, ¿de
verdad creía que olvidaría tan fácilmente lo que les hicieron con el
testamento de su padre?—. No tenemos mucho tiempo que perder —
finalizó con suavidad y ella avanzó hacia el pelirrojo.
—Mi gente necesitará armamento para poder defenderse de la gente de
Richman, no quiero exponerlos al peligro ni enviarlos a la guerra a morir.
—Haré que Clarkson que encargue de todo, recibirán sus armas a más
tardar en una hora. —Se acercó a su escritorio y empezó a escribir una
misiva—. Debemos asegurarnos que mientras todo esto suceda, los niños y
las mujeres estén resguardados.
Al menos él estaba mostrando un interés real y sincero.
—Gardenia…
—Ahora no, Thomas —lo encaró con enojo—. Hay asuntos más
importantes que atender y no estoy interesada en seguir escuchando tus
mentiras, déjame tranquila si no quieres terminar convaleciente por un
nuevo disparo en el muslo derecho.
Él debía entender y aceptar su enojo, ¿en qué momento determinó que
esconderle algo tan importante como la cláusula del testamento de su padre
sería algo bueno para su relación?
«Imbécil», siseó para sus adentros y una vez que llegaron a la colonia,
agradeció que la situación estuviera tan calmada como de costumbre. No
obstante, todas sus alarmas se prendieron al recordar que esa mañana no
habían mandado nada de comida.
—Tranquila, nuestra gente se encargó de todo —le informó Thomas,
como si pudiera leerle los pensamientos, mientras le ayudaba a bajar del
carruaje.
—Gracias.
¿Qué más podía decirle?, esa gente le importaba mucho y realmente
agradecía que hubieran pensado en ellos ese día.
—¡Gardenia!
Los niños empezaron a gritar su nombre y eso provocó que las mujeres
y algunos de los hombres salieran de su casa por lo delicada que era la
situación. Pudo percibir como empezaban a murmurar por lo bajo y en
menos de cinco minutos la calle estuvo llena de gente, mirando a la Tríada
infernal con desprecio.
Esto no sería tan sencillo.
—Ellos quieren hacer las cosas bien a partir de ahora. —En esta
ocasión, se dirigió a Ismael, el hombre más adulto del grupo.
—¿De verdad, planean devolver todo lo que les robaron a ti y a tus
hermanas?
Ismael solía ser la mano derecha de su padre, fue él quien se encargó de
buscarlas cuando las cosas se pusieron difíciles, por lo que era normal que
su resentimiento fuera tan intenso.
—Así es —respondió Sheldon con seguridad—, me casaré con una de
ellas muy pronto.
Claro que se casaría con una de sus hermanas, pero no sería con la que
él tenía en mente. Ismael miró a Sheldon con recelo y luego la miró a ella,
exigiendo una explicación.
—Ya tenemos el nombre de la persona que explotó el barco y mandó a
atacar la colonia. —Esa información generó una gran conmoción en las
personas—. Se trata de Steve Richman, él planea transportar esclavos a
Londres el día de mañana a medianoche. —Las mujeres jadearon y los
gruñidos varoniles se alzaron por la estrecha calle—. Debemos trabajar
juntos para salvar a todos sus rehenes.
—¿Quieres decir que Penélope y Florencia podrían ser vendidas si no
logramos rescatarlas?
Gardenia se mordió la lengua, pero terminó asintiendo.
—Ellos secuestraron a mis hermanas esta mañana. —Un tenso silencio
se instaló en el lugar—. Hortensia no pudo defenderse, utilizaron a Maggie
para doblegarla.
Necesitaba dejar en claro que su hermana no fue derrotada, ¡todos en la
colonia la adoraban y admiraban su valentía!
—¡Debemos ir por las niñas y Hortensia! —gritó Ismael, sacando a todo
el mundo de su letargo, y todos mostraron su aceptación—. Haremos todo
lo que esté a nuestro alcance para rescatarlas, dinos qué debemos hacer,
Gardenia.
Toda la gente de la colonia las adoraba, ciertamente no pensaban mucho
en Maggie, porque su hermana nunca hizo nada bueno por ellos, pero sabía
que Ismael no dejaría a su pequeña hermana atrás.
—Gracias —susurró más aliviada, debía admitir que por un momento
pensó que sería más difícil convencerlos.
—¿Cuál es el plan? —preguntó una de las mujeres y ella sonrió, le
gustaba saber que no eran unas cobardes.
—Muy pronto les traerán todo el armamento necesario para hacerle
frente a la gente de Richman, es una lucha difícil y arriesgada, por lo que
les pediré que sean muy cuidadosos.
—Vengaremos la muerte de nuestra gente y haremos que el barco de
Richman parta totalmente vacío —determinó Clover, el hijo mayor de
Ismael, y ella le sonrió con satisfacción.
Clover era tan valiente como su padre, sería un excelente sucesor.
—Ya puedes hablar —le dijo a Sheldon en voz baja y él tragó con
fuerza, pero recuperó la seguridad que empezó a faltarle.
—Esta noche aprovecharemos que Richman estará ocupado en su
mascarada y buscaremos la bóveda, mientras Gardenia y Thomas buscan
información que podría sernos de ayuda. —Los hombres lo miraron con
atención—. Hoy no habrá ningún ataque, siempre y cuando las cosas se
mantengan serenas, pero el día de mañana se hará hasta lo imposible por
recuperar a los rehenes.
Ismael asintió y por ende todos los hombres siguieron su ejemplo. Le
parecía excelente que ellos acompañaran a Sheldon y a Max esta noche, aún
no sabían cómo se movían los hombres de Richman en el muelle, por lo que
mientras más personas estuvieran de su parte, mejor.
—Las mujeres deben cuidar de los niños —dijo Thomas de pronto,
captando la atención de todos—. Ustedes ya los defendieron en el pasado,
por lo que son más que suficiente para efectuar esa tarea.
—No podemos dejarlos aquí —observó Max—, Richman se quedará sin
rehenes, buscará atacar las zonas más cercanas y su gente podría replegarse
por la colonia para buscar nuevas víctimas.
—Él tiene razón. —Todo indicaba que Sheldon y Max sí podían
preocuparse por los demás, puesto que estaban mostrándose bastante
competentes a la hora de proteger a su gente.
—Se quedarán en nuestra casa. —La decisión de Sheldon la sorprendió
—. Nancy y las mujeres los cuidarán.
Esa idea pareció gustarles a los hombres, pero no del todo a las
involucradas.
—Alguien debe lidiar con la gente secuestrada. —Irene se exasperó—.
Los hombres estarán peleando, nadie mejor que nosotras para llevar a los
rehenes a un lugar seguro.
—Habilitaremos carruajes para que los trasladen —dijo con rapidez—.
Ellas tienen razón: una vez que liberemos a los rehenes, que no sabemos
con exactitud cuántos son, todos los hombres estarán enfocados en la gente
de Richman, alguien debe guiarlos, ellos estarán asustados y no pensarán
las cosas con claridad.
—Pero… —Thomas no parecía muy satisfecho con la idea de arriesgar
a las mujeres—, ellas…
—Estarán bien, saben cómo defenderse y lo sabes.
Todas las mujeres de la colonia asintieron con determinación.
—Sólo si Max controla ese grupo —aseveró y Gardenia no pudo
reprimir su sonrisa, le agradaba saber que a él le importaba la gente de la
colonia—. Además, no pueden venir todas, el grupo no puede ser muy
numeroso.
—De acuerdo.
Las cosas estaban yendo mejor de lo esperado, con la gente de la colonia
luchando junto a ellos, Richman no tendría oportunidad alguna de
transportar a los rehenes, puesto que los trabajadores de su difunto padre
solían observar con bastante atención todo lo que sucedía en el muelle.
Nadie mejor que ellos para ayudarlos a encontrar la bóveda de Richman.
Capítulo 18
El hermoso vestido color morado que Lucifer preparó para que usara esa
noche no hizo más que empeorar las cosas entre Thomas y ella; y de cierta
manera, podía comprender su enojo, porque la prenda podía ser de ensueño,
pero poseía un escote que no era más que una invitación sugerente para
cualquier hombre al que le sonriera.
No obstante, Gardenia aún seguía molesta con él, por lo que no tenía la
más mínima intención de apaciguar sus celos, unos que eran totalmente
injustificados porque esa mañana ya le había dejado claro que su corazón y
cuerpo eran suyos.
«Pero él es un idiota, nunca piensa con claridad», gruñó para sí misma y
empuñó sus manos con rabia.
—¿De verdad es necesario que hagamos esto? —preguntó él con
disgusto, apartándola de su ensimismamiento, y lo miró de reojo bajo su
hermoso antifaz color bronce—. No quiero que te acerques a ese hombre, sé
que estás molesta conmigo, pero entiende que no era mi secreto y pensaba
hacerlo cumplir con su deber.
—¿Y esconderme la verdad toda una vida?
En la oscuridad del carruaje, pudo sentir su penetrante mirada sobre ella.
—¿Acaso tú no cuidarías los secretos de tus hermanas?, ¿serías capaz de
contarme los secretos de tus hermanas sólo porque yo te lo pida?
«Jamás», respondió mentalmente, comprendiendo mejor su punto.
Había cosas que eran mejor llevarse a la tumba.
—Wallace es mi única oportunidad para rescatar a mis hermanas, haré lo
que sea con tal de conseguir la información que él tiene para mí.
—¿Incluso acostarte con él?
—Incluso acostarme con él —respondió con frialdad y la tensión se
cernió sobre ellos.
—No lo permitiré —decretó con frialdad—, si te pone una mano
encima, lo mataré.
—Fui una tonta al aceptar que vinieras —siseó con impotencia—, ¡tú no
puedes arruinar la misión! ¡Es la vida de mis hermanas lo que está en juego!
—¡Es tu bienestar el que está en juego! —vociferó—. Eres la mujer que
amo, maldita sea, ¿tanto te cuesta comprender mi preocupación? No
permitiré que nadie más vuelva a ultrajar tu cuerpo, no permitiré que
vuelvas a poner en duda tu valor, Gardenia.
—Tú no entiendes nada —susurró con un hilo de voz, odiando que sus
palabras la hubieran afectado de esa manera.
—Lo entiendo todo; pero, así como quiero salvar a tus hermanas,
también quiero protegerte.
—No puedes hacerle nada a Wallace, él tiene la información que
necesitamos.
—Mientras él no quiera pasarse de listo, yo no sacaré mi arma.
Por todos los santos, ¿en qué estuvo pensando Sheldon al mandarla con
ese insensato?
—Thomas…
—¿Repasamos el plan? —zanjó el tema y Gardenia ladeó el rostro con
frustración, ahora no sólo tendría que lidiar con Wallace, sino con los celos
de Thomas—. Averigua dónde queda su habitación y una vez que yo esté
arriba, súbelo.
—No sé si atacarlo en la misma casa de Richman sea sensato.
—Lo secuestraremos, Clover y los chicos conocen el plan. —Recordó
que sus cocheros eran hombres de la colonia que estaban dispuesto a formar
parte del juego—. Es el único camino para conseguir la información que
necesitamos.
—Podría seducirlo…
—Ningún hombre como Wallace le confiaría sus secretos a su amante
de una noche, esto es más grande de lo que te imaginas, él no te dirá nada.
Tal vez Wallace no le diría nada a Nadine, pero si ella se presentara ante
él como Gardenia, las cosas podrían ser muy diferentes, ¿verdad?
Era una idea arriesgada y justamente por eso se la estaba reservando
para sí misma, primero analizaría la situación y conforme la noche
avanzara, determinaría qué era lo más conveniente para la misión.
Si por un momento pensaron que podrían llamar la atención al acceder a
la fiesta de Richman, se equivocaron. La decoración y la temática de la
fiesta estaba a su favor en aquella ocasión. La iluminación era tenue y
misteriosa y varios pedazos de tela color negro, rojo y morado colgaban del
techo, haciendo que uno pudiera pensar que se encontraba dentro de un
laberinto de largas y densas cortinas.
—No me gusta —susurró Thomas y lo miró de reojo.
—Muévete, no quiero que me vean contigo.
La idea era que Wallace la viera sola y Thomas siguiera sus pasos sin
estar muy cerca de ellos, por lo que a regañadientes el rubio se perdió entre
los pedazos de tela y Gardenia se vio totalmente sola, abriéndose paso por
el lugar. Cuando retiró la última cortina se dio cuenta que la pista de baile
se encontraba despejada y la mayoría de los invitados estaban disfrutando
de la velada.
—¿Nadine? —Al oír esa voz, Gardenia giró inmediatamente sobre su
eje y le regaló una encantadora sonrisa al castaño, quien le sonrió con
entusiasmo, aún sin poder creer que ella se encontrara en la fiesta de su
socio—. Me imaginé que pasarían muchas cosas en esta fiesta, pero nunca
que podría verte de nuevo.
¿Por qué tuvo que convertirse en un ser tan despreciable como
Richman?
—Espero que mi presencia aquí te resulte agradable. —Se abanicó con
suficiencia y Wallace se rio—. No me dirás que estás decepcionado,
¿verdad?
—Por supuesto que no —dijo rápidamente y le tendió el brazo—.
¿Viniste sola?, ¿dónde está la encantadora Lidye? Steve quedó embelesado
con ella, incluso mandó a buscarla.
Esa noticia no le gustó en lo más mínimo, no quería ni imaginarse lo que
sucedería si Richman descubría que la mujer que tanto quería encontrar
estaba bajo su poder.
—Me temo que Lidye prefirió regresar a París —mintió—, Boston no la
embelesó lo suficiente.
Wallace se rio.
—No ha sido una buena semana para mi buen amigo, supongo que estar
casado no lo ayuda mucho.
Gardenia casi y podía compadecer a la señora Richman, no quería ni
imaginarse el infierno que debía vivir esa mujer.
—¿Casado? —simuló asombro y miró su mano—. Tú no estás casado,
¿verdad, cariño? —Hablarle con soltura y coquetería era la mejor manera
de ganar su confianza y satisfacerlo, puesto que él le regaló una radiante
sonrisa y la invitó a acercarse a la mesa de bebidas.
—No, estoy totalmente soltero, querida.
—Es una noticia maravillosa. —Acarició el pecho masculino con su
abanico y conectó sus miradas, tentándolo a mirar sus pechos.
Él lo hizo y se relamió los labios con ansiedad.
—¿Puedes creerlo? —captó su atención una vez más—. Vine por
aventuras y mi amiga me abandonó.
—Suena bastante penoso —arrastró sus palabras—, ¿qué tipo de
aventuras deseas tener?
—Aventuras donde no me falte un amante ni dinero.
Wallace le sonrió con coquetería.
—¿Te gusta mucho el dinero?
Ahora se acarició el cuello con su abanico.
—¿A quién no? El dinero mueve al mundo, ¿no?
—No a todo el mundo. —Su respuesta la tomó por sorpresa e hizo que
bajara la guardia—. Al menos no por las buenas —susurró y la garganta se
le cerró.
Ese hombre ya no era el Wallace Goldman que ella conoció, era
evidente que estaba junto a un personaje bastante peligroso y debía ser
cuidadosa si no quería dar un paso en falso.
—Pero ¿qué dices? —Se pegó a su costado y acarició la solapa de su
saco. Lo sintió tensarse y lo buscó con la mirada, ¿qué acababa de
sucederle?—. ¿Todo en orden?
Wallace la sujetó de la cintura y la pegó a su cuerpo con firmeza,
tomándola por sorpresa.
—Mejor que nunca —arrastró sus palabras y no supo cómo reaccionar
ante su repentino cambio—. ¿Quieres ir a un lugar más tranquilo? —
Estudió su rostro con pericia y lo vio tragar con fuerza.
—¿A un lugar como tu habitación? —susurró con complicidad y él
asintió—. ¿Dónde queda?
Él se rio.
—Mejor te enseño el camino.
¡No! ¡Eso no estaba dentro de sus planes!
Sin aligerar su agarre, Wallace la instó a caminar y una vez que subieron
las escaleras, Gardenia miró por encima de su hombro. Thomas se veía
furioso y una mujer lo había interceptado a medio camino, quitándole
tiempo valioso para seguirlos.
—Creí que me invitarías a bailar primero —recuperó la voz, tratando de
sonar entretenida, y cuando él la hizo entrar a su habitación, todas sus
alarmas se prendieron cuando la besó sin previo aviso.
—Podemos bailar en mi cama, mi hermosa Gardenia.
Cada músculo de su cuerpo se tensó y dio un respingo en su lugar
cuando le quitó el antifaz sin previo aviso.
—¿Cómo…?
—Tu olor. —Enterró el rostro en su cuello—. ¿Cómo no pude notarlo
antes? Ahora entiendo por qué no podía dejar de pensar en ti, eres lo que
vine a buscar y no pienso marcharme sin ti.
Atenazó su cintura con firmeza y en esta ocasión logró apartar el rostro
antes de que la besara.
—¿Qué sucede? —preguntó ceñudo—. Tú quieres esto, viniste a
buscarme.
No, ella no quería nada con él.
Ella amaba a Thomas.
—Fue una coincidencia, no vine a buscarte.
Wallace la soltó.
—¿Me rechazas?
—No, es sólo…
—Ahora tengo mucho dinero, Gardenia, te dije que me iría a hacer
fortuna y cumplí mi palabra. Puedes venir conmigo, a mi lado nunca te
faltará absolutamente nada, mañana nos iremos a Londres y…
—No —le cortó con molestia—. Lo nuestro terminó hace seis años,
Wallace.
Sus ojos marrones la miraron con recelo.
—¿Por qué no quisiste venir conmigo, no era suficiente para ti?
—Eso no es así —dijo rápidamente—. Debía quedarme con mis
hermanas, ellas eran mi responsabilidad y…
—Tus hermanas ya no importan —soltó con frialdad—, Steve venderá a
Margarite y Hortensia… no sé qué hará con ella, pero yo impediré que
toque un solo pelo tuyo, mi amor. Debes elegirme por tu bien.
Ese hombre estaba fuera de sí.
—¿Cómo que venderá a Maggie?, ¿qué diablos está pasando?
Él le dio la espalda y ella lo rodeó para mirarlo a los ojos.
—¿Qué hiciste?
—No es fácil hacerte rico, Gardenia, hay muchas cosas que uno debe
sacrificar.
—¡¿Qué les hiciste a mis hermanas?! —explotó y lo empujó por el
pecho.
—Ellas estarán bien, Maggie está dentro de una hermosa jaula de cristal
—se mofó y ella lo abofeteó—. Lamentarás eso —siseó y ella no se quejó
cuando la golpeó—. ¡No vuelvas a levantarme la mano!
Iba a matarlo con sus propias manos.
Cuando estuvo bastante tentada a atacarlo, la puerta del dormitorio se
abrió y ella contuvo su enojo al ver a una hermosa mujer de vestido carmesí
en la habitación. Su máscara le cubría la mitad del rostro y su cabellera
dorada estaba atada en un moño elegante y bien elaborado.
Era la elegancia en persona.
—¿Ocupado?
—¿Qué quieres, Azucena? —bramó con disgusto y la mujer la miró de
reojo—. Habla, no hay nada de qué preocuparse.
Él la estaba subestimando.
—Gardenia Gardener está aquí. —Respingó, ¿ellas se conocían?—.
¿Por qué no la llevamos con su otra hermana? —Le entregó una llave muy
parecida a la que tomaron de Richman y la sangre se le congeló al
comprender la situación.
¡Ella era la mujer que atacó la colonia y quien secuestró a sus hermanas!
—¿Tú sabes dónde están mis hermanas? —preguntó con una inocencia
que no existía y la rubia sonrió con cinismo—. Llévame con ellas.
—Encantada —respondió.
—No —espetó Wallace y se quitó el saco—. Ella pasará la noche
conmigo, no la encerraré en la bóveda.
Al ver que Thomas se estaba acercando a la habitación, Gardenia movió
el rostro en modo de negación con rapidez. Había dos llaves, Hortensia
debía enterarse de esto lo antes posible y la única forma de hacerle llegar la
información era terminando junto a ella.
—No se ve muy dispuesta —comentó la mujer con sorna.
—Lo estará, no tiene otra opción.
—¡Azucena!
El grito de Steve Richman provocó que tanto Azucena como Wallace se
pusieran alerta y pronto el hombre se unió a ellos en la habitación,
estudiando la escena con sequedad.
Al parecer Thomas logró esconderse a tiempo, porque el pelinegro no
notó su presencia en el oscuro pasillo.
—¿Qué sucede? —preguntó la rubia y Richman se centró en ella—. Es
Gardenia Gardener, te traje a las tres hermanas como lo ordenaste.
El hombre gruñó con disgusto.
—¿Qué haces aquí?
—Vine a devolverle su llave a Wallace.
—Oh —dijo Richman—, hazte a un lado —ordenó y justo cuando
Azucena se apartó, él levantó su arma y le disparó a Wallace, quien logró
esquivar el ataque y pronto respondió con otro disparo.
—¡¿Qué hacen?! —vociferó Azucena con enojo.
—Sabía que pasaría —siseó Wallace—, quieres mi llave, ¿verdad?
—Aprecio mucho mi vida y soy más importante en el negocio que tú.
—Quizá, pero él te matará cuando descubra lo imbécil que fuiste para
perder tu llave.
¿Quién era él?
Gardenia se alarmó al ver como los hombres empezaban a dispararse y
cuando intentó salir huyendo de la habitación, Azucena tiró de sus cabellos
y la lanzó al piso con violencia.
«Es una perra», siseó para sí misma y fulminó a la mujer con la mirada.
—¿Vas a algún sitio? —Sacó un revólver.
—Se me apetece una limonada —ironizó y cuando los hombres se
quedaron sin balas, ella aniquiló a Wallace sin piedad alguna ante sus
propios ojos.
La bala terminó en la frente del castaño, él estaba muerto.
—Nada de esto habría pasado si me hubieras dicho que querías su llave
—le dijo a Richman y él buscó la llave en los bolsillos de Wallace—. Era
mi último disparo —siseó y guardó su arma.
—Ya nada importa —gruñó él, exaltado—. Encárgate de ella, llévala a
la bóveda. —Le lanzó la llave y cuando la rubia se acercó a ella, Thomas
decidió atacarla.
—¡No!
Ambos empezaron a forcejear, pero Azucena fue más astuta al golpearlo
en el muslo herido, provocando que él gruñera por el dolor. Gardenia no
quería interferir, no quería demostrar su verdadera fuerza.
Ella tenía que terminar en la bóveda.
—¡Tienes que irte, Thomas! —gritó con impotencia y el rubio la miró
con disgusto.
Richman se acercó a ellos para acabar con todo, pero entonces una
explosión en el piso inferior hizo que el piso temblara a sus pies y todos
terminaran en el suelo.
—Pero ¿qué diablos? —farfulló Richman.
—¡Vamos! —Thomas la sujetó de la mano, aprovechando la segunda
explosión para huir, y cuando llegaron al primer piso, Gardenia pudo ver
como la pareja los perseguía.
—Debes dejarme —susurró mientras se abrían paso entre las cortinas.
—Estás loca.
—¡Debes confiar en mí! Debo reunirme con Hortensia, son dos llaves.
Su agarre se hizo más fuerte y decidió dejar de correr, para conectar sus
miradas.
—Por favor.
—No puedo, mató a Wallace sin dudarlo.
—Ve con Sheldon y Max, yo me reuniré con Hortensia y te aseguro que
mañana nos veremos una vez más en el muelle.
—No me hagas esto —suplicó desesperado, odiando los gritos de la
multitud, y los dos se tensaron cuando escucharon una nueva explosión.
—Yo también te amo, Thomas —confesó con determinación—, y no te
librarás de mí tan fácilmente. —Lo besó con rapidez y juntó sus frentes con
determinación, aún sin poder creer que hubiera dicho aquello en voz alta—.
Mañana seguiremos con esta conversación. —Él tragó con fuerza—. Confía
en mí.
—¡Ahí están! —bramó Richman y ella lo empujó lejos de su cuerpo.
—Vete, ahora.
Se lanzó al piso, como una damisela en peligro, y le dolió mucho ver la
impotencia en el rostro de Thomas mientras la dejaba atrás; no obstante, era
lo mejor. A decir verdad, desde un principio determinó que lo mejor sería
terminar en la bóveda junto a sus hermanas.
Capítulo 19
—¿Qué dicen, existe la manera de poder replicar una llave? —inquirió
uno de los hombres que custodiaba la casa en ruinas que estaba a pocos
metros del muelle y Sheldon dejó de mover el pequeño artilugio de metal
que traía consigo para mirar a Max.
—La tendremos para mañana a las once y media —dijo con sencillez y
se enderezó con lentitud—. Es una cerradura jamás antes vista y ahora
mismo regresaré a mi taller para analizarla. —Observó todas las huellas que
quedaron en el metal.
Era una cerradura única y sólo sería abierto con su llave.
—Llamar a un herrero no fue una buena idea —siseó el otro hombre—.
El señor Richman nos pidió que nosotros nos encargáramos de todo.
Nunca se imaginó que interceptar a los dos hombres que caminaban tan
misteriosamente por el muelle podría llevarlos hacia la puerta de la bóveda
de Richman, todo indicaba que la suerte estaba a su favor esa noche; no
obstante, algo le decía que la situación no sería nada sencilla, considerando
que la persona que tenía la llave estaba detrás de esa puerta y no contaba
con la información necesaria para obtener su libertad.
Empuñó las manos con impotencia.
El metal de aquel portón era grueso, ¿cómo diablos se comunicarían con
Hortensia para decirle que utilizara la llave que Lucifer le entregó?
—Pero llevamos horas tratando de abrirla y no funciona, ¿qué otra
opción teníamos? —respondió el otro hombre—. ¿Creen que la llave estará
lista para antes de la medianoche de mañana?
—Sí —respondió Max con seguridad.
—Si no es así, los mataré a ambos —aseveró y ellos se limitaron a
asentir.
Su amenaza ni siquiera les movió un pelo, porque si ellos quisieran
podrían deshacerse de los cuatro hombres ahí mismo; no obstante, aún no
era el momento adecuado para pelear, esa noche sólo debían buscar
información.
Cuando los empleados de Richman los dejaron en libertad, Sheldon y
Max se encargaron de contarles todo lo ocurrido a Ismael y sus hombres,
por lo que acordaron que por el momento sólo vigilarían la casa que estaba
en ruinas y se encontraba a pocos pasos del muelle. Era un buen escondite
para camuflar su bóveda, nadie pensaría que en ese lugar existía un
subterráneo.
—¿Qué opinas de esa cerradura? —inquirió Max una vez que estuvieron
en el carruaje y Sheldon acarició el metal que utilizó para tratar de forzarla.
—Es imposible abrirla, la llave es más que necesaria.
—¿Será la misma llave que tiene Hortensia?
—Es lo más probable —musitó con pesar, esperando que ella pudiera
descifrar esa verdad lo antes posible.
Cuando llegaron a su casa, ambos pararon en seco al ver a Thomas junto
al fuego del hogar, mirando a la nada.
—¿Qué sucedió? —inquirió Sheldon con preocupación y avanzó hacia
el rubio.
—Seguro pelearon de nuevo.
—Ella se quedó. —La sangre se le congeló—. Dijo que debía reunirse
con Hortensia, no quiso venir conmigo y me pidió que confiara en ella.
—¡¿Por qué permitiste algo así?! —bramó él, fuera de sí.
—¡Porque Gardenia nunca me habría perdonado si la traía conmigo! —
explotó, obligándolo a cerrar los labios en una fina línea—. Ellas trabajan a
su manera, ellas han vivido así por años, por mucho que yo quisiera, no
puedo venir a imponerle nada —soltó con congoja y Sheldon se exasperó.
—Es su seguridad la que está en juego, ¿cómo diablos ayudaremos a
Hortensia si ella también está encerrada? Nosotros no conocemos a nadie en
Boston.
—¿Ahora te importa su seguridad? —Lo miró con enojo y Sheldon
cerró las manos en dos puños—. Gardenia nos presentó a su gente, hizo que
ellos confiaran en nosotros, ahora la responsabilidad está en nuestras
manos.
—Pero ¿te dijo por qué quería quedarse? —preguntó Max, preocupado,
y Thomas negó con la cabeza.
—Las cosas se salieron de control, Wallace la reconoció y apareció esa
mujer.
—¿La que se llevó a Hortensia? —Thomas asintió—. ¿Quién es?
—Sólo sé que se llama Azucena.
—Si sigo escuchando nombres de flores nunca más volveré a querer un
jardín —siseó Max y Sheldon lo fulminó con la mirada, no era momento
para bromear.
—Esa mujer es peligrosa, mató a Wallace sin pestañear. —Silencio—.
Hay dos llaves, Richman quería la llave de Wallace y por eso lo traicionó.
Sheldon abrió los ojos con sorpresa.
—Nosotros encontramos la puerta de la bóveda.
—¿Qué? —Thomas se tensó—. ¿Dónde? Debemos ir por ellas.
—Pero no lo entiendo, si hay dos llaves, ¿por qué llamaron a un
herrero?
Max arrugó el entrecejo y Thomas exigió una explicación, por lo que
ambos trataron de resumir la historia y contarle los puntos más importantes.
—¿Dónde está el acertijo de Lucifer? —preguntó finalmente y se dirigió
hacia el despacho—. Es evidente que ese imbécil quiere decirnos algo.
Se pusieron a buscar la nota, pero no encontraron nada.
—Ella se la llevó —masticó sus palabras—, ¡Gardenia ya tenía pensado
dejarse atrapar! —Golpeó el mueble, furioso—. Cuando la vea de nuevo la
mataré, la castigaré, yo…
—Tranquilo, hermano, ellas estarán bien.
—No lo entiendes… —Negó con la cabeza con desesperación—. Le
amo, por primera vez en años me siento vivo y tengo una razón para luchar,
fui un imbécil al permitir que ellos la atraparan.
—«Tienen el mismo padre, pero son muy diferentes. Debe quererlas por
igual, porque ambas son muy importantes para su legado. Una gobierna el
mundo y la otra el infierno. Sin las alas de un ángel nunca podrás cruzar»
—recitó Sheldon, regresándolo a la realidad, y ambos hermanos lo miraron
con sorpresa.
Él tenía una nota en manos, pero no era la nota de Lucifer, sino una que
dejó Gardenia.
—Son dos llaves —susurró Thomas y miró a su hermano.
—Son diferentes porque cada una tiene una función —acotó Max.
—Abrir su puerta correspondiente —finalizó, abrumado—. ¡Son dos
puertas!
El silencio se apoderó del lugar y minutos más tarde, Thomas enderezó
la espalda y se dio cuenta que no era momento de lamentarse por lo
ocurrido.
—Debemos recuperarlas —espetó con seguridad y sus amigos lo
miraron con atención—. Quizá ellas son las hijas de Lucifer, pero nosotros
somos la Tríada infernal.
—Y eso debería ser diez veces peor para alguien como Richman —
finalizó Sheldon y los tres esbozaron una sonrisa perversa.
Las hermanas Gardener ya habían hecho mucho por ellos, por lo que a
partir de ahora las cosas se harían a su manera.

***
—Me lastimas —lloriqueó con inocencia y Azucena tiró de ella con
mayor violencia para meterla a la cocina de la casa, el lugar donde se
efectuó la explosión—. ¿A dónde me llevas?
—Con tu hermanita —informó con sorna y la odió con todo su ser.
—¿Y Thomas?
—Lo mataré cuando lo encuentre, no te preocupes.
La metió a la alacena y la sangre se le congeló al ver como empujaba
una puerta secreta y la obligaba a bajar unas escaleras. Esto tenía que ser
una maldita broma, ¡la bóveda estaba en la casa de Richman!
—¿Ya saben qué sucedió? —preguntó Azucena con frialdad y los dos
hombres que escoltaban una puerta de metal enderezaron la espalda.
—No, se prevé que alguien dejó las bombas a propósito, creo que
estaban buscando la bóveda.
¿No eran los únicos que querían rescatar a los rehenes?
—Abran la puerta —ordenó y les lanzó la llave que solía ser de Wallace.
—Como usted ordene, señora Richman.
La sangre se le congeló, ¿ella era la esposa de Steve Richman?
Fue una estúpida al sentir pena por ella, era evidente que era tan cruel
como su marido.
—¿Qué harán? —Los ojos se le cristalizaron y ella se rio.
—Tú esperarás por mí, mañana nos veremos de nuevo.
La puerta de la bóveda se abrió y antes de que ella pudiera ver algo,
recibió un fuerte golpe en la cabeza que la sacó del juego y la dejó
inconsciente. La muy perra la había golpeado con el mango de su revólver.
***
—¡¿Cómo que le robaron la llave a Wallace?! —bramó el hombre con
ira contenida, golpeando su escritorio, y tanto Steve Richman como su
esposa respingaron en su lugar—. ¿Quiénes?, ¿conocen sus nombres?
¡Quiero sus cabezas!
—Thomas Frensby —dijo Azucena con rapidez, contribuyendo bastante
a su mentira—. Es un miembro de la Tríada Infernal, matarlo en menos de
diez horas será imposible, milord.
—¡Esa llave vale una fortuna! No tardamos dos años en crear nuestra
bóveda para que un imbécil se haga de la llave más importante.
—Lo entiendo —susurró Azucena—, pero ¿no cree que ahora mismo lo
importante es idear un plan para mover a los rehenes exitosamente hacia el
muelle? El barco debe zarpar a las doce, señor.
Una vez más, él golpeó el escritorio con rabia, pero en esta ocasión
arrasó con todo lo que estaba encima del mismo.
¿Por qué tuvieron que esperar al gran día para darle una noticia tan
catastrófica?

—Encárguense de preparar los vagones, moveremos a los rehenes a las


once y quince, mientras la ciudad duerme y nosotros hacemos de las
nuestras. —Por el momento no tenían más opción—. No estamos cerca del
muelle, debemos ser lo más rápidos y sigilosos posible.
Ambos asintieron.
—¿Qué me dicen de la chica?, ¿lograron atraparla?
—Sí, Margarite Gardener ya se encuentra bajo nuestro poder.
—No tiene ni un rasguño, ¿verdad? Él la pidió intacta, solicitó un trato
especial para su nueva adquisición.
—Sí, ella no está con los otros rehenes —espetó Steve, recuperando la
voz—. ¿A qué hora la llevaremos a ella?
—Será la última. —Tanto Richman como Azucena observaron como el
hombre presionaba sus sienes con movimientos lentos y controlados, él
estaba tratando de dominar sus instintos y no matarlos ahí mismo—. Si algo
sale mal, cortaré tu cabeza, Richman.
—No —habló con total seguridad—, le doy mi palabra que todo saldrá
bien, milord.
—Eso espero, he sido bastante tolerante contigo en los últimos días y mi
paciencia y generosidad tienen un límite.
Asintió, las cosas se habían complicado en los últimos días, pero no
estaba dispuesto a permitir que todo se echara a perder justo el día de su
partida, cuando todos los esclavos ya estaban vendidos.
La fiesta de ayer había sido un verdadero éxito a pesar de todas las
dificultades.

***
—Gardenia, despierta —susurró una voz con angustia y Gardenia ahogó
una maldición al sentir una punzada de dolor en la nuca—. ¿Gardenia?
—Hortensia —musitó con un hilo de voz y arrugó la nariz al darse
cuenta del desagradable olor que existía en el lugar—. ¿Qué sucedió?
Separó los párpados con lentitud, la única fuente de luz provenía de una
antorcha que estaba en la pared. Barrió el lugar con la mirada e ignorando
su mareo se apoyó sobre sus codos, estudiando a todos los niños que
estaban sentados en un apartado rincón de la habitación.
—Por fin despiertas, llevas horas inconsciente. —Abrazó a su hermana
con rapidez, agradeciendo que estuviera bien, aunque odió ver su labio
partido—. Fue esa perra, te golpeó antes de tirarte dentro.
Azucena Richman moriría en sus manos.
—No estás maniatada. —Observó y su hermana le enseñó la cuchilla
que siempre llevaba consigo dentro de su bota—. Qué alivio, sabía que
manejarías bien las cosas —susurró, un tanto exasperada por el sofoco, y
una vez más barrió el lugar con la mirada.
—Es un cuarto sin salida, la única forma de salir es usando la puerta. —
Su hermana se sentó sobre su trasero y se alarmó al verla tan pálida y
ojerosa—. Es sofocante. —Admitió con esfuerzo—. No sé a dónde llevaron
a Maggie, pero esa mujer dijo que éramos parte de su pedido, ¿sabes algo?
—Richman venderá a Maggie, esa mujer se llama Azucena y es la
esposa de Richman, mató a Wallace para hacerse de su llave, Hortensia.
—No debiste permitir que te atraparan —siseó y le regaló una débil
sonrisa.
—Estamos juntas en esto, encontraremos la solución. —Hortensia miró
a los niños de reojo—. ¿Cuántos son?
—Veinte rehenes, ninguno pasa los diez años. Están asustados y débiles,
dice que les traen comida cada tres días, es una verdadera locura.
—Debemos sacarlos de aquí —susurró y su hermana asintió—. Estamos
en la casa de Richman, ¿lo sabías?
—No, me cubrieron los ojos cuando me trajeron.
—Dos hombres están escoltando la puerta, no será fácil planear un
escape.
—Hace unas horas escuché tres detonaciones, ¿qué pasó?
—Parece que no somos los únicos que están buscando la bóveda.
Hortensia se pasó una mano por el cabello, abatida. Lo tenía suelto,
hecho un caos, y Gardenia tenía la leve sospecha de que no se sentía bien,
porque lastimosamente su hermana no sólo odiaba la oscuridad, sino los
lugares cerrados.
—No debiste venir por mí, Maggie necesita nuestra ayuda.
—Maggie no es lo único que importa, Hortensia —la reprendió—. Trata
de pensar en ti, te ves fatal.
—¿Y no te pusiste a pensar que ella podría estar peor?
—No lo creo —confesó de pronto, captando su atención—. Wallace
mencionó una jaula de cristal.
—Eso no me hace sentir mejor —admitió con voz ronca.
—Hortensia —captó su atención—. Si queremos ir por Maggie,
debemos salir de aquí primero, ¿de acuerdo?
Su hermana asintió.
—Todo parece indicar que hay dos llaves y son muy importantes,
porque Richman traicionó a Wallace para quedarse con su llave.
—¿Crees que mi llave puede abrir esa puerta? —Se exaltó y abrió los
ojos con desmesura—. ¿Tengo la solución en mi bolsillo?
—No lo creo —admitió con congoja—, si fuera una copia, ellos no se
habrían atacado entre sí por conseguirla.
—Nada de esto estaría pasando si Lucifer nos dijera todo lo que sabe —
susurró Hortensia con frustración—. Es evidente que él estaba al tanto de
que Richman quería hacerse de Maggie, no podemos permitir que la
vendan, pase lo que pase, prométeme que te enfocarás en salvarla,
Gardenia.
Ella tragó con fuerza.
—Yo cuidaré de ambas.
No pensaba hacerle una promesa como esa, su deber era cuidar de
ambas y Hortensia era muy importante para ella, por lo que jamás la dejaría
atrás.
Capítulo 20
—«Tienen el mismo padre, pero son muy diferentes. Debe quererlas por
igual, porque ambas son muy importantes para su legado. Una gobierna el
mundo y la otra el infierno. Sin las alas de un ángel nunca podrás cruzar»
—repitió el acertijo de Lucifer una vez más y Hortensia empezó a caminar
de un lugar a otro por el lugar.
—El tiempo nos está pisando, si mis cálculos no fallan, pronto vendrán
por nosotros.
Ella asintió.
—¿Qué opinas del acertijo? Es evidente que tú tienes la segunda llave.
—¿Qué significa eso de que una llave gobierna el mundo y la otra el
infierno?
—El mundo es donde vivimos, donde la gente camina y el peligro
asecha —musitó de pronto, pensativa—, pero se supone que el infierno está
a nuestros pies... —Abrió los ojos con sorpresa y buscó a su hermana con la
mirada.
Ambas asintieron.
—«Sin las alas de un ángel nunca podrás cruzar» —susurraron al
unísono y se arrodillaron con inmediatez.
—Un túnel —musitó Hortensia.
—Busquemos la trampilla, son dos puertas.
Esa era la única respuesta, sólo así se podría explicar que esas llaves
fueran tan importantes y la bóveda de Richman estuviera tan lejos del
muelle. Por el rabillo del ojo vio como una niña gateaba hacia ellas y sintió
pena por su estado, estaba tan delgada y asustada.
—Yo también la buscaré —susurró con esfuerzo y pronto todos se
pusieron en la tarea de buscar la trampilla.
Esos niños confiaban en ellas, ellos realmente querían su libertad.
«Se las daremos», se prometió a sí misma.
El piso era liso, por lo que probó suerte y empezó a palpar las paredes,
encontrando con inmediatez lo que quería. La trampilla estaba en una de las
esquinas del cuarto y era pequeña, era evidente que Azucena era quien la
pasaba junto a todos los rehenes.
—Aquí está —farfulló y con una patada logró mover la madera, dejando
un pequeño espacio a la vista—. Ve tú primero, Hortensia —dijo con
rapidez—. Yo te pasaré a los niños.
—De acuerdo.
Hortensia pasó con demasiada facilidad por el estrecho espacio y pronto
los niños empezaron a hacer lo mismo. Todo estaba marchando a la
perfección, cada vez estaban más cerca de su libertad, pero la casa de
Richman estaba a veinte minutos a carruaje del muelle, y eso quería decir
que tendrían una larga y sofocante caminata por delante.
Quedarse ocultos no era una opción, al menos no para ellas, porque
debían ir por Maggie.
—Es tu turno —gruñó Hortensia.
—Dame un minuto. —Se acercó a la puerta con rapidez y usando toda
su energía, clavó su cuchilla en la cerradura tanto como le fue posible—.
Nunca está de más.
Se quitó la falda, dejando a la vista su pantalón a juego y los cinturones
de cuero que rodeaban sus piernas y estaban llenos de cuchillas y armas.
Tomó la antorcha y se la pasó a Hortensia antes de atravesar el pequeño
espacio. El aire del túnel se le hizo mucho más agradable que el anterior,
aunque todavía le parecía algo sofocante.
—Vamos bien. —Suspiró y miró la roca que estaba en uno de los
extremos del lugar—. Sellemos el camino.
Una vez que bloquearon el pequeño espacio, ambas hermanas cayeron
sobre sus traseros y trataron de recuperar el aliento. Era evidente que la
falta de aire no les estaba cayendo nada bien.
—Me alegra que vinieras por mí —reconoció Hortensia y ella le sonrió
—. Es agradable saber que al menos hay alguien a quien le importo.
—Las hijas de Lucifer funcionan mejor en equipo. —Le extendió el
puño y Hortensia lo chochó.
Si no se hubiera dejado atrapar, nada de esto habría sido posible. Ahora
sólo esperaba que Thomas estuviera esperando por ellas en el muelle como
acordaron.
—Debemos avanzar, estoy segura que la otra puerta está cerca del
muelle.
Su libertad estaba cada vez más cerca.
***
Thomas terminó de colocarse su sobretodo de cuero y enfundó todas sus
cuchillas en los cinturones que rodeaban su pierna derecha, mientas que en
la izquierda portaba un demi-grebas de cuero para tratar de proteger su
muslo herido.
Ellos sabían que estaba herido y lo menos que necesitaba era que
quisieran usar su herida como un punto débil.
—Ya está todo listo —le informó su hermano, entrando a su habitación,
y él asintió—. ¿Estás seguro que quieres venir con nosotros a la bóveda?
—Sé que ella lo conseguirá y quiero estar ahí para asegurar con mis
propios ojos que se encuentra bien. —Abandonó su lugar y se acercó al
bastón que Lucifer le había entregado la primera y última vez que se vieron.
Según Gardenia y Hortensia: él no hacía nada sólo porque sí, así que lo
llevaría consigo.
—Corregiré mi pregunta —dijo rápidamente—. ¿Estás seguro que
quieres ir?
—¡Claro que iré! —No había manera que se quedara fuera de esa
misión—. Estaré bien, estoy armado, sabes que no me sucederá nada malo.
Sólo debo proteger mi muslo.
Jamás había visto a su hermano tan nervioso, por lo que le resultaba
algo bastante curioso, puesto que Max casi nunca mostraba sus emociones.
—Todo estará bien —trató de calmarlo.
—Lo siento, sé que he sido un pésimo hermano para ti.
Thomas lo miró con sorpresa.
—Sé que no soy ni la mitad de bueno de lo que tú eres, pero te juro que
te ayudaré a recuperar a Gardenia. Ella es muy importante para ti y sólo
quiero que seas feliz.
—Gracias. —Jamás se imaginó que Max podría decirle algo tan lindo,
por lo que sin poder controlar sus instintos decidió abrazarlo—. Me alegra
saber que mi hermano aún vive en ti.
Quizás eran tiempos difíciles, pero esos días estaban siendo los mejores
de su vida, por fin sentía que su hermano y mejor amigo estaban a su lado,
algo curioso, porque las mismas mujeres que los crearon, habían llegado a
su vida para devolverles su humanidad.
«Ahora sólo me falta ella», susurró en sus adentros, ansioso por salir
hacia el muelle.
Cuando bajaron al primer piso, Sheldon estaba dando instrucciones y los
niños y las mujeres ya se encontraban en su hogar, todos siendo atendidos
por Nancy y los empleados.
—Ismael y la mitad de sus hombres se quedarán en el muelle y nos
alertaran ante cualquier movimiento sospechoso —dijo de pronto, captando
la atención de los presentes—. La otra mitad debe vigilar la casa que
esconde la bóveda porque trataremos de forzar la puerta.
—¿Qué haremos si la bóveda no se abre? —preguntó Clover y él tragó
con fuerza.
—Si no se abre, la respuesta estará en el muelle, porque es la única
forma de meter a los rehenes al barco de Richman.
Los hombres se miraron de reojo, no muy seguros del plan.
—Sólo nos quedaremos quince minutos en la bóveda, si no conseguimos
nuestro objetivo, volveremos al muelle.
—El señor Bass pidió que evitáramos los disparos —añadió Ismael,
ofuscado.
—Es de noche y las balas pueden encontrar víctimas erróneas, sólo usen
sus armas si lo creen realmente necesario, ¿de acuerdo?
—Sí, señor —dijeron todos al unísono y salieron hacia sus respectivos
carruajes.
Cinco carruajes estarían esperando a dos calles de la casa donde se
encontraba la bóveda y todos estaban destinados a los rehenes. Las mujeres,
quienes estaban vestidas de cocheros en aquel momento, no parecían sentir
el más mínimo de los temores ante la idea de combatir.
Le parecía sorprendente lo que Hortensia y Gardenia habían logrado
inspirar en esas mujeres, ellas realmente querían luchar por lo que
deseaban.
—Si alguno tiene la posibilidad de matar a Richman —dijo de pronto,
captando la atención de su amigo y hermano—. No duden en hacerlo, ¿de
acuerdo?
—Será un placer —susurró Sheldon y los tres se cubrieron con sus
capas al ver como el carruaje se acercaba cada vez más a la casa que estaba
en ruinas.
Cuando llegaron al lugar y bajaron del carruaje, uno de los hombres se
acercó peligrosamente a ellos con una cuchilla en manos.
—Sólo eran dos —siseó con enojo y Sheldon se acomodó su sombrero
de copa alta con elegancia.
—Si la copia no funciona, él es un experto con las cerraduras —le
señaló y Thomas hizo una leve inclinación de cabeza—. Creí que una
segunda opción era aceptable en estos casos, dudo que represente una
amenaza —añadió, haciendo referencia al bastón que ahora llevaba en
manos, y el hombre miró a sus compañeros, quienes asintieron con rapidez.
—Un movimiento en falso y los mataré.
Thomas estaba seguro que, sin un movimiento en falso, igual intentarían
matarlos si llegaban a conseguir lo que ellos querían.
Ingresaron al lugar y su corazón empezó a bombear sin control alguno al
ver una trampilla abierta. Siguió a Sheldon, quien bajó las escalinatas con
seguridad y tragó con fuerza al ver la gran puerta de metal ante él.
«Ella vendrá, ellas encontrarán la respuesta», se dijo a sí mismo,
confiando ciegamente en la capacidad de las hijas de Lucifer.

***
Steve inhaló profundamente y luego exhaló con pesadez, aún sin poder
creer lo que sus ojos veían.
—¡¿Cómo es esto posible?! —bramó con impotencia y se acercó a la
falda color morada que estaba en el piso del cuarto donde tendrían que estar
sus rehenes—. ¡Azucena! ¡¿Qué hiciste con la mujer de anoche?!
La rubia apretó la mandíbula.
—La dejé aquí.
—¿La ataste? —Como no le dio una respuesta, le fue bastante sencillo
abofetearla—. Eres una estúpida, ¡ella provocó todo esto!
Su esposa no se atrevió a quejarse y mantuvo la mirada gacha.
—Búscalos y tráelos, o juro que tu viaje será un infierno —siseó con ira
contenida y cuando se acercó a la trampilla, ahogó una maldición al ver que
la habían cerrado con la roca que se encontraba al otro lado del túnel—.
¡Muévete! —ordenó fuera de sí y Azucena salió de la habitación con paso
apresurado.
—Síganme —ordenó y cuatro hombres la siguieron en silencio.
Steve subió al recibidor y ahogó un juramento al ver que toda su gente
ya estaba lista para transportar a sus rehenes en los vagones.
—Huyeron —informó con voz ronca y todos abrieron los ojos con
sorpresa—. Lleven a Margarite Gardener al barco y no me importa a qué
colonia tengan que atacar, consigan nuevos rehenes.
Llegar con las manos vacías sólo sellaría su sentencia de muerte.
—Ustedes. —Señaló a los hombres más grandes del grupo—. Consigan
unos explosivos y vengan conmigo, abriremos esa puerta por las buenas o
por las malas.
Si sus rehenes usaron el túnel para escapar, no encontrarían salida del
otro lado de la puerta, puesto que ni siquiera él mismo sabía dónde estaba
esa maldita llave, cuya desaparición no había hecho más que causarle
problema tras problema.

***
Gardenia ya no podía respirar, en su vida se había sentido tan
desesperada y ansiosa por un poco de aire fresco, pero sabía que no podía
rendirse ahora. Llevaban caminando durante más de una hora y estaba
segura que ese camino no podía tomarles tanto tiempo.
—Estamos cerca —susurró y miró a los niños de reojo, quienes
caminaban a duras penas y se veían más sofocados que ella.
Llevaban días encerrados, sin recibir una buena alimentación e incluso
así seguían peleando por su libertad.
Un ruido sordo la llevó a mirar hacia adelante y se alarmó al ver a
Hortensia de rodillas en el piso, respirando con dificultad.
—Ya no falta mucho —susurró angustiada e hizo que la abrazara por los
hombros—. Tú puedes, recuerda que debemos ir por Maggie.
Ella no estaba bien.
—Tú lo harás, estás mejor que yo —dijo con esfuerzo y continuó el
camino, usándola como bastón—. Irás por ella y la traerás, no importa a
quién tengas que matar, ¿lo entiendes?
—Cuando salgamos de aquí te sentirás mejor —susurró con esfuerzo y
minutos más tarde, ahogó un gritillo cuando tropezó con algo y se cayó
sobre unas escaleras irregulares. No obstante, su corazón empezó a latir con
fuerza al darse cuenta de lo que eso podía significar.
—Llegamos —musitó y acomodó a su hermana en el piso—. Hortensia.
—Abre la puerta, necesito aire —dijo con un hilo de voz y ella tragó con
fuerza.
—De acuerdo. —Buscó la llave en sus bolsillos y una vez que la tuvo en
sus manos, subió las cortas gradas con rapidez, tropezando dos veces en el
camino.
Quiso gritar de alegría al ver la gran puerta de metal y aferrándose a una
de sus cuchillas, insertó la llave y muy lentamente la giró, comprendiendo
que lo habían logrado.
—¡La están abriendo! —escuchó cuando la puerta se abrió en el último
giro y retrocedió justo a tiempo para impedir que la golpearan con el metal.
La imagen que tuvo en frente le generó un gran alivio en el pecho,
porque ni bien los cuatro hombres que no reconocía se percataron de su
presencia, Thomas, Sheldon y Max se deshicieron de sus capas y se
encargaron de ellos.
Uno intentó adentrarse al túnel y atacarla, pero encontró a la víctima
equivocada porque lo apuñaló sin piedad alguna.
Estaba harta de esas personas, no pensaba tener compasión de ninguno.
—Vete al infierno —escupió y pateó el cuerpo con fuerza, agradeciendo
que el aire golpeara sus mejillas.
—¡Gardenia! —Thomas la rodeó con sus brazos y ella juntó los ojos
con fuerza, agradeciendo que él hubiera estado ahí para ayudarla—. ¿Qué
sucedió?, ¿te encuentras bien? ¿dónde están los demás?
—No pueden moverse, se encuentran muy débiles —recordó lo que
realmente importaba y guardando la llave en su bolsillo, lo apartó con
suavidad—. Debemos sacarlos.
Bajó una vez más la escalinata y cuando los niños retrocedieron al ver a
Thomas y sus amigos, los miró con ternura.
—Ellos nos ayudarán. —Se acercó a Hortensia—. Ven, debes levantarte.
—Yo me encargaré. —Sheldon la apartó con rapidez y tomó a su
hermana en brazos sin dificultad alguna para sacarla de la bóveda—.
Debemos llamar a los carruajes, todos serán llevados a un lugar seguro.
Algunos niños salieron por sí solos, pero otros accedieron a que
Thomas, Max y ella los cargaran.
—No están en buenas condiciones —susurró Max, ofuscado, mirando a
todos los niños—, iré por los carruajes, ellos no podrán caminar.
—¡Apresúrate! —pidió desesperada y se acercó a Hortensia, quien no
podía dejar de toser. Se quitó uno de sus pasadores y trató de retirar el pelo
de su cara para conectar sus miradas, ella estaba muy pálida—. Te irás con
ellos.
—No —gruñó y con un manotazo la obligó a apartar su mano—. Iremos
por Maggie.
Se incorporó con esfuerzo y Gardenia ladeó el rostro con frustración,
¿por qué tenía que ser tan terca?
—¿A dónde nos llevarán? —inquirió una de las niñas.
—A un lugar seguro, ahí recibirán atención y comida —respondió con
amabilidad y la niña tragó con fuerza.
Max llegó con el primer carruaje y Gardenia agradeció que las mujeres
de la colonia estuvieran con él, porque fueron ellas quienes ayudaron a los
niños a subir al carruaje. Despacharon los carruajes uno a uno y cuando el
último estaba a punto de irse, ella sujetó a Hortensia del brazo.
—Irás con ellos.
—Vamos por Maggie, ellos ya están a salvo.
—¡Tú no estás bien! —gruñó Sheldon e intentó sujetarla, pero como de
costumbre su hermana empezó a patalear por su libertad, dejando claro que
aún tenía la energía suficiente para luchar.
—¡No iré! ¡No me moveré de aquí si no es con Maggie!
Entonces, para su pesar, los disparos se levantaron por los aires y Max
despachó el último carruaje con rapidez, antes de lanzarse al piso. Los
habían descubierto, pero al menos los niños ya estaban siendo llevados a un
lugar seguro.
—¡Voy a matarte, Gardenia Gardener! —El rugido de Richman vino
acompañado por el grito de guerra de los hombres de la colonia, por lo que
todos se levantaron con rapidez y salieron de la casa para afrontar la
situación, puesto que el último carruaje aún no había logrado adentrarse por
ninguna calle.
—¡Ve por Maggie! —ordenó Hortensia—. Nosotros nos encargaremos
de todo.
—Pero…
—Tú estás mejor que yo —le dijo con rapidez—, nos necesita, ve por
ella.
¡No quería dejar a Hortensia en ese estado!
—Ve con Thomas. —Observó a Sheldon con inquietud—. Yo me
quedaré con ella.
¿Y eso se suponía que debía brindarle mayor confianza?
—¡Vamos!
Thomas la obligó a mover los pies en dirección al muelle y se abrieron
paso entre los hombres de la colonia para llegar a su destino. Su hermana no
estaba sola, Sheldon y Max la protegerían, la colonia la cuidaría, ella estaría
bien.
Cuando llegaron al muelle, todas sus alarmas se prendieron al ver como
un carruaje transportaba una enorme jaula; no obstante, antes de que el
vehículo pudiera llegar al barco, algo le sucedió al cochero que cayó
inconsciente en su lugar.
—Le lanzaron un dardo —susurró Thomas y la instó a avanzar—. No
tenemos mucho tiempo.
Se acercó al carruaje y tiró del gran pedazo de tela que cubría la jaula.
La sangre se le congeló al ver a Maggie ahí, atada de pies y manos, con los
ojos vendados. Steve y Azucena Richman pagaría caro por esto.
—Maggie —la llamó con suavidad y su hermana respingó.
—Gardenia, ayúdame, por favor.
—¡Ey! —escuchó unos gritos provenientes del barco y tragó con fuerza.
Las habían visto.
—Yo me haré cargo de ellos, tú sácala de aquí —susurró Thomas e
imitó el cantar de un ruiseñor, seguramente llamando a más personas de la
colonia para que pudieran ayudarlo, y se retiró junto a Clover y tres
hombres más para afrontar a los empleados de Richman.
—Ayúdame —sollozó su hermana, angustiada y lo primero que hizo fue
retirar la venda de sus ojos.
—Tranquila, pronto te sacaré de aquí —susurró con un hilo de voz y se
quitó un pasador del cabello para lidiar con el candado.
—¿Hortensia?
—Ella está bien, tú tranquila.
***
—¡¿Dónde está esa zorra?! —bramó Richman sobre su semental,
observando a la gente que estaba participando en todo ese caos, y sus ojos
se clavaron en la mujer de rizos castaños y atuendo dorado—. Lidye —
susurró y su corazón empezó a bombear sin control alguno.
No obstante, al verla ahí, en medio de todo ese caos, siendo parte de esa
pelea, comprendió que él nunca perdió su llave, sino que esa mujer se la
robó.
Ahogó un juramento, sintiéndose bastante furioso, pero no sintió ganas
de matarla.
«La quiero para mí».
—¡Lidye!
Sus ojos color chocolate se posaron en él con desprecio y su sonrisa
maliciosa no hizo más que tentarlo. Saltó de su semental y se abrió paso
entre la multitud, deshaciéndose de todo aquel que se metiera en su camino,
para llegar a ella.
Un fuerte puño se estrelló en su rostro, obligándolo a apartar los ojos de
la mujer que se tambaleaba sobre su lugar, y ahogó una maldición al ver a
Sheldon Bass ante él.
—Ni se te ocurra.
—Ella va a ser mía —decretó y empezaron a pelear, todo parecía indicar
que no era el único que quería poseer a la hermosa Lidye.

***
Abrir el candado de la jaula no fue difícil, pero cuando quiso retirarlo,
alguien tiró de sus cabellos hacia atrás y aprovechó su descuido para
patearla y enviarla unos cuantos metros hacia adelante.
—Te hiciste la mosquita muerta —bramó Azucena, dándole la energía
necesaria para provocar su muerte, y ambas se miraron con rencor—.
Pagarás el haberte metido en mi camino, Gardenia Gardener —siseó y en
cuestión de segundos los golpes empezaron a volar.
Cuando los disparos empezaron a levantarse, la gente de Richman se
percató de la situación y el caos se desató en el muelle, complicándolo todo
aún más, porque tres hombres sujetaron la jaula donde iba su hermana para
llevársela al barco.
—¡No! —Le dio un fuerte puño en el rostro a Azucena y le plantó una
patada en el pecho para quitársela de encima.
Un disparó derribó a uno de los hombres que llevaba la jaula y esta se
cayó con violencia por un costado y odió escuchar los gritos de Maggie.
—¡Maggie! —Salió disparada hacia la jaula, necesitaba sacarla de ahí.
Quitó el candado con rapidez y cuando guio a Maggie para salir de la
jaula, intentó deshacerse de las sogas que ataban sus pies.
—¡Ni se te ocurra! —vociferó Azucena, corriendo en su dirección con
una espada en manos, y el aire se atoró en sus pulmones al darse cuenta que
no tenía como defenderse y esquivar el golpe sería dejar a su hermana como
un blanco fácil.
—¡Gardenia! —Giró el rostro y Thomas le lanzó el bastón de Lucifer,
ese que le había entregado el día de ayer, y lo usó para bloquear el primer
golpe de la rubia y alejarla del lugar.
Azucena siempre tenía el rostro cubierto, pero Gardenia jamás olvidaría
sus ojos ambarinos ni descansaría hasta cerrarlos para siempre.
Desvainó la espada, dejando claro que no pensaba rendirse.
—¡Llévate a mi hermana, Thomas! —siseó al ver que el rubio corría en
su dirección—. De esta perra me encargo yo.
Ahora mismo, Thomas no era rival para la rubia, por lo que lo mejor
sería que ellas se las arreglaran totalmente solas. Tal y como se imaginó,
Azucena no sólo poseía una habilidad increíble para el combate, sino para
el uso de la espada.
—¡Atáquenlo en el muslo izquierdo! —bramó ella, alertando cuál era el
punto débil de Thomas, y eso sólo hizo que Gardenia mirara todo rojo.
—Eres carne muerta —farfulló y bloqueó su ataque, pero en esta
ocasión deslizó uno de los extremos de su espada hacia adelante e hizo que
ella resbalara por la presión ejercida, perdiendo todo el equilibrio sobre su
cuerpo.
Gardenia giró con gracia, como si estuviera en medio de una danza y no
una pelea, y con el mango de su arma le dio un duro golpe en la nuca,
enviándola directamente contra el piso.
—Te metiste con la mujer equivocada —escupió y pateó su espada lejos
de su alcance. Azucena se incorporó sobre sus rodillas y la miró con rencor
—. Tú eres la esposa de Richman, pero yo son una de las hijas de Lucifer.
La rubia abrió los ojos con sorpresa y Gardenia le dio un nuevo golpe,
enviándola al piso una vez más. Iba a golpearla de nuevo, pero el grito de
Maggie y el rugido de Thomas le heló hasta las venas.
Thomas estaba en el piso, aferrándose a su herida, y un hombre corría
con Maggie sobre su hombro hacia el barco.
—¡Cuidado! —gritó Thomas y Gardenia se apartó justo a tiempo para
impedir que la cuchilla de Azucena se clavara en su vientre.
—Ya te lo dije antes: nunca quites los ojos de tu enemigo —le dijo con
frialdad y Gardenia gruñó con disgusto.
—Te creía una perra, pero tal vez eres una gata, no te mueres con nada
—siseó y la rubia la miró con sorna.
—Si tengo que morir, lo haré sabiendo que vienes conmigo.
La atacó una vez más y en esta ocasión Gardenia no pudo pensar con
claridad, porque Richman apareció en su campo de visión y venía corriendo
con Hortensia sobre su hombro.
Si no hacía algo, se llevarían a sus dos hermanas.
—Si te hubieras quedado quieta, al menos las tres habrían estado juntas
en el barco —farfulló Azucena, lanzando sus golpes a diestra y siniestra,
pero el aullido de dolor de Richman la hizo trastabillar.
Gardenia aprovechó ese momento para propinarle un rodillazo en el
vientre.
Cuando giró sobre su eje, pudo ver como Hortensia le clavaba su
cuchilla en el vientre al pelinegro y como método de defensa este le daba
una bofetada con el revólver.
—¡No!
Tanto Azucena como ella se olvidaron de su pelea y fueron por los
suyos.
—¡Retirada! ¡Es hora de marcharnos! —vociferó la rubia, ordenando
que la ayudaran con su esposo, y Gardenia se estremeció al oír los gritos de
Maggie, pero se encargó de alejar a Hortensia del hombre que la miraba con
profundo rencor.
Su hermana estaba inconsciente y Thomas aún estaba luchando por
recuperar a Maggie. Steve Richman se desvaneció mientras sus hombres lo
sujetaban de los brazos.
—Llévenlo al barco —ordenó Azucena y antes de que Gardenia pudiera
reaccionar, le dio una firme patada en el rostro, provocando que todo el
mundo se moviera a su alrededor—. Fue divertido jugar contigo —escupió
y sujetó el revólver de su esposo, mas no lo usó en ella ni en su hermana,
sino que la pasó de largo.
—¡Hortensia, Gardenia! —La voz de Sheldon llegó a sus oídos, pero
empezó a ver todo borroso a su alrededor.
—¡No, Thomas!
Bien, Max ayudaría a su hermano. Y ellos salvarían a su hermana
pequeña, ¿verdad?
Esperaba que así fuera, porque pronto terminó fuera de juego.
Gardenia no pudo escuchar el último disparo de Azucena Richman.
Epílogo
Gardenia jamás entendería por qué no pudo apuñalar a Azucena con su
espada cuando tuvo la oportunidad para hacerlo. Tal vez se debía al hecho
de que nunca antes había tenido que matar a una mujer.
Enterró el rostro en sus manos, totalmente frustrada por todo lo
ocurrido.
Hortensia ni siquiera podía mirarla a la cara, ella no se perdonaba el
hecho de no haber podido rescatar a Maggie y Gardenia prefería sus gritos
mil veces antes que su silencio. Era desquiciante, quería que su hermana
volviera en sí.
Una suave melodía que conocía muy bien empezó a sonar junto a ella y
levantó el rostro con rapidez, encontrándose con la cajita musical que su
madre le dejó como único recuerdo.
Los ojos se le llenaron de lágrimas y Thomas se acuclilló frente a ella.
—Todo tiene una solución, amor —musitó con ternura y acarició su
mejilla—. Nada está perdido, iremos por tu hermana y lucharemos por
recuperarla.
—Por mi culpa dispararon a tu hermano.
De no haber sido por Max, posiblemente Thomas estaría muerto. Él
había puesto su cuerpo para impedir que Azucena matara a Thomas, si ella
hubiera matado a la rubia, nada de eso habría sucedido de esa manera.
—No fue tu culpa, era algo que debía pasar y Max se encuentra mucho
mejor.
Gracias a los santos el disparo en su brazo no había sido nada que
pudiera considerarse letal, pero pudo haber sido peor, su descuido provocó
todo esto.
Lucifer la reprendería si descubriera que le perdonó la vida a Azucena.
—¿De verdad vendrás con nosotras a Londres? —Sorbió su nariz, aún
confundida por la decisión que había tomado en los últimos días—. No
puedo darte lo que deseas Thomas, no puedo casarme ni tener una familia
ahora, lo primero que debo hacer es recuperar a mi hermana y completar mi
misión. Alguien debe detener a Richman.
—Mientras sigas queriendo ser mi esposa, yo siempre estaré tranquilo
—comentó con ternura y ella se rio por lo bajo.
Le aliviaba saber que sus caminos no volverían a separarse.
—¿Dejarás a tu amigo y hermano por mí? —preguntó con temor—. Ya
se vengaron de Richman, ellos no tienen nada más que hacer con nosotras.
Thomas negó con la cabeza y acunó sus manos con precisión.
—Somos un equipo y ellos no planean dejarlas solas en esto. —Se sentó
junto a ella y la abrazó por los hombros—. La colonia tendrá todo lo que
necesite en nuestra ausencia y Sheldon ya envió una carta para recaudar
información sobre Richman y su gente, me temo que por el momento no
podemos viajar, Hortensia y Max necesitan unos días para recuperarse.
—Gracias por quedarte —susurró con un hilo de voz—, por estar
conmigo y demostrarme que mi gente te importa.
—Así será siempre, mi amor.
Le creía, porque otra persona, la habría abandonado desde hace mucho
al darse cuenta de todos los peligros que conllevaba mantener una relación
con ella.

***
Hortensia se encontraba sentada en el diván de su antigua habitación.
Llevaba horas ahí, sin mover un solo músculo, mientras contemplaba,
ahora, la luna y su cielo estrellado. Tenía el cuerpo herido, la mitad de su
rostro aún estaba moreteado debido al golpe que Richman le dio, pero nada
de eso le generaba tanto dolor como el hecho de no haber podido salvar a su
pequeña hermana.
Enterró el rostro en sus manos, no quería llorar, pero la impotencia la
estaba carcomiendo por dentro. La puerta de su dormitorio se abrió y se
llevó toda su cabellera hacia atrás, desesperada.
—No quiero nada, nana, déjame sola —pidió con voz rota y giró el
rostro al no oír una respuesta—. ¿Qué haces aquí? Te dije que me dejaras
tranquila.
No entendía por qué Sheldon no dejaba de fastidiarla, cuál era su
necesidad de ir a verla todos los días. Quiso cubrir la desnudez de sus
brazos con su bata, pero después recordó que ella no tenía nada que
proteger, y regresó la vista a la ventana.
—Tienes que comer. —Miró con disgusto como plantaba una charola
con comida frente a ella y se preguntó si su hermana estaría comiendo.
Las sienes le martillearon.
—No quiero, déjame tranquila.
—No ganarás nada comportándote de esta manera, lo único que estás
logrando es que tu vitalidad disminuya.
—¿Por qué simplemente no me ignoras?, ¿qué diantres pasa contigo? —
preguntó con frustración y enterró el rostro en sus rodillas, odiando que la
cubriera con una manta.
—Quiero ser tu aliado, Hortensia, necesitamos hacer una tregua por el
bien de todos.
¿Una tregua? Como si eso fuera posible.
—Nunca confiaré en ti.
Se abrazó las piernas, recordando todo el daño que le hizo.
—Haré lo que quieras —musitó con suavidad, helándole los sentidos—.
Déjame ser parte de tu equipo, quiero ayudarte, ya no quiero ser un
enemigo para ti.
—¿Lo que yo quiera? —Levantó el rostro con la vista fija en la nada.
—Sí.
—Te aceptaré en mi equipo y trabajaré con los tuyos, sólo si me
prometes que sin importar lo que pase, desposarás a mi hermana. —Los
ojos se le llenaron de lágrimas, imaginándose todas las crueldades que
podrían hacerle a Maggie—. Prométeme que cuando la encontremos, tú la
harás la señora Bass.
Quería devolverle a su pequeña hermana la vida que le robó y eso
implicaba a su prometido.
—Te doy mi palabra que, pase lo que pase, me casaré con tu hermana.
Jamás se imaginó que esas palabras podrían generarle tanto alivio.
—Ahora come, por favor.

***
Llevaba cinco días abandonada en ese horrible lugar. Era sucio y
húmedo, su vestido estaba empapado, no había una sola parte de su cuerpo
que no sintiera frío y por más que quisiera intentarlo, no podía ver donde se
encontraba, porque una vez más le vendaron los ojos.
Era horrible.
Ni en el peor momento de su vida se sintió tan vulnerable y expuesta, tal
vez porque sus hermanas siempre estuvieron para ella, protegiéndola con
cuerpo y alma, diciéndole que todo estaría bien, que nadie la lastimaría y
que ellas siempre estarían a su lado para cuidarla.
Sollozó con impotencia, recordando lo cruel que fue con ellas en los
últimos días.
«O tal vez años».
Tal vez merecía ese final, por culpa de su egoísmo estaba donde estaba,
porque no salió de la casa de Sheldon porque tuviera el corazón roto, ni
nada por el estilo, sino porque quería que Hortensia le siguiera y le rogara
por su perdón. Su intención había sido pedirle que se largara, que la dejara
tranquila, y por su culpa ambas terminaron secuestradas.
En un principio odió a Gardenia por golpearla, pero ahora mismo sabía
que se había merecido ese golpe y esas amenazas. Fue una bruja al
insultarlas, al pretender quedarse junto a un hombre que ni siquiera amaba y
todo porque no podía aceptar su pobreza.
La puerta del lugar donde se encontraba chirrió con una lentitud
desquiciante y tragó con fuerza, rezando en silencio para no sean más
hombres dispuestos a torturarla. Si bien nunca la tocaban o sacaban de la
jaula, siempre le decía cosas muy feas.
—Es tan linda. —Suspiró un hombre, cerca de su jaula, y Maggie tiritó
sin control alguno—. Azucena es una bruja por no permitirnos tocarla, ellos
nos quitaron a los rehenes y no dejaron sin entretenimiento.
Por primera vez en toda su existencia, se alegró de que sus hermanas
hubieran podido rescatar a todas esas personas. Estaba segura que, si los
rehenes hubieran subido a ese barco, su vida estaría destinada a ser una
completa pesadilla.
Durante años, sus hermanas siempre habían pensado en su bienestar y
en el de las personas de la colonia. A diferencia suya, ellas siempre se
preocupaban por los demás, algo que ahora mismo le hacía sentir miserable,
porque se refugió en su egoísmo y envidia al saber que ellas sí eran felices
con lo poco que tenían.
«Mientras estemos juntas, todo estará bien», solía decir Hortensia y en
más de una ocasión se había burlado de ella por ser tan ilusa, pero ahora
mismo sólo quería a su hermana junto a ella.
«Merezco esto y más por haberle hecho tanto daño a Hortensia», se dijo
a sí misma, reconociendo que quizá todo sería diferente si ella nunca
hubiera pretendido quedarse con el hombre que su hermana amaba.
Chilló espantada al sentir como levantaban su jaula y por un momento
quiso preguntar a dónde la llevarían, pero luego lo pensó mejor y no dijo ni
una sola palabra, ¿la tirarían al agua por todo lo ocurrido?
Por lo que pudo escuchar, Richman estaba en un estado crítico debido a
que una de sus hermanas lo apuñaló. La tal Azucena estaba fuera de sí, no
quería ver a nadie y nadie del barco la toleraba.
Tragó con fuerza.
Su destino era tan incierto ahora.
—Azucena dijo que la lleváramos con el hermano del jefe —dijo uno de
los hombres, respondiendo a su pregunta—. Cree que ya recibió su castigo.
Después de todo, tiene que llegar viva a Londres.
—Viva y pura —completó el otro hombre con congoja.
—Nosotros somos un peligro, Azucena es uno aún mayor y el único
capaz de lidiar con toda la presión es Winthrop, aunque no está muy
conforme con su nueva tarea.
No tenía la menor idea de quién estaban hablando, pero le resultó
imposible sentirse tranquila. Para ella, todas las personas de ese barco
representaban un gran peligro.
Ingresaron por un cálido pasillo y su cuerpo agradeció el cambio de
temperatura, pero ni siquiera así dejó de sacudirse por el temor. Los
hombres llamaron a una puerta y su corazón empezó a bombear sin control
alguno.
—No entiendo el fin de tantas cerraduras —siseó uno—. ¿Quién se
cree? Sólo es un empleado más, él no es el duque.
¿Un duque?
Siempre le gustó saber cosas de la nobleza, pero la idea de lidiar con un
duque malévolo hizo que la sangre se le congelara. Los cerrojos empezaron
a sonar por largos segundos que le parecieron una eternidad y cuando la
puerta se abrió, se aferró a los fierros de metal al escuchar unos pasos.
—La señora Richman dijo que usted se hará cargo de ella a partir de
ahora.
Ellos ya no se oían tan relajados ni altaneros, por lo que se sintió más
asustada.
El cambio de temperatura fue más agradable que el primero que sintió
en el pasillo, pero no dejó de sentir miedo. Era la primera vez que estaba
lejos de sus hermanas y se sentía desprotegida, casi desnuda. Empezó a
llorar en silencio, era su castigo por no haber valorado todo lo que hicieron
por ella.
Los hombres se retiraron y una vez más los cerrojos empezaron a sonar.
Tiritó sin control alguno al oír unos pasos alrededor de su jaula y empezó a
respirar con dificultad cuando el hombre se acercó a su cuerpo.
—Esto es lo que sucede cuando no me obedeces.
Todo un escalofrío recorrió su espina dorsal al oír aquella voz que
conocía muy bien y boqueó desesperada cuando sus dedos acariciaron las
vendas de sus ojos.
—Tal vez debí haberte encerrado yo mismo, Margarite Gardener —
espetó Lucifer con frialdad, generándole un profundo rencor en el pecho, y
pronto pudo verlo todo con mayor claridad.
Siempre supo que ese hombre no era de fiar.

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