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Pasamos a describir algunos de los múltiples aspectos culturales de la lactancia pero situándola
en el tiempo largo de la especie. Aunque en esta hora los trabajos científicos hayan adoptado los
lineamientos de la posmodernidad y predominen las monografías recortadas al aquí y ahora, me
parece interesante no renegar de las macro-teorías y situar la problemática actual en el devenir
de la historia larga de la especie humana. Porque hablar de lactancia, como hablar de
antropología es hablar simultáneamente de aspectos biológicos y culturales y ambos se
despliegan en el tiempo con trayectorias particulares –y como veremos ahora no siempre
convergentes.
Los primates con sexualidad discontinua, donde la hembra esta receptiva solo durante el estro,
emiten señales con olores, tumefacción de senos y genitales que avisan a los machos su
receptividad a partir de lo cual compiten por ellas con luchas y conductas de cortejo. Pero
cuando la sexualidad es continua (y entre los primates solo la tenemos los humanos y los
bonobos, una especie primate con aspecto de pequeños chimpancés que habitan el río Congo
en África) la hembra está receptiva siempre, eso si como la ovulación no es constante, contacto
sexual no garantiza fecundación, pero sin duda a mayor cantidad de contactos mayor posibilidad
de lograrla.
Aquellas hembras que presentaran en sus senos una película de grasa que luciera como la
hinchazón de las mamas en el proceso hormonal correspondiente a la ovulación, atraerían más a
los machos, aumentando la frecuencia de encuentros y posibilitando la transmisión de esas
características a sus hijas. En grupos tan pequeños como los de los homínidos africanos de hace
5 millones de años una ventaja reproductiva (aún con una envergadura del 0,2%) se transmitiría
rápidamente y en 15 generaciones ya tendríamos a todas las hembras con atractivos y
mentirosos senos redondeados.
Pero además, la sexualidad continua cimentó las relaciones entre hembras y machos (que no
tienen que luchar entre si) para la protección de las inmaduras crías de cerebros gigantescos y
delicados, que demandaban proteínas y grasas animales solo posibles de obtener mediante la
cooperación, la comunicación y la fabricación de herramientas.
Estas adaptaciones biológicas nos podría hacer creer que el amamantamiento estaba instalado
de por si y para siempre en la especie humana. Y sin duda fue así el 99% de la vida de nuestra
especie en el planeta. Pero si redujésemos la humanidad (o la lactancia) a sus aspectos
biológicos no comprenderíamos la humanidad (ni la lactancia). En tanto no conocemos la
realidad sino por los símbolos que creamos para comprenderla la cultura humana causa y efecto
de nuestra humanidad soluciona y complejiza el análisis.
Porque con la revolución neolítica y la dependencia alimentaría de la agricultura y el pastoreo,
con las papillas de cereal y la leche del ganado de ordeñe, la intangibilidad de la lactancia se
verá primero complementada y luego francamente cuestionada.
Estas sociedades han marcado los privilegios de las mujeres aristocráticas separándolas de la
alimentación. Hay dos actividades que -en todas las sociedades estatales desde hace 6000
años- marcan las diferencias sociales y son la molienda y el amamantamiento: las reinas ni
muelen ni amamantan. La separación de la función nutricia de la mujer aristocrática (que pasará
por efecto de demostración a ser la aspiración de los demás estratos sociales) no es otra cosa
que la inversión del proceso de dominación del cuerpo de la mujer y es consistente con la
aparición de las cocinas diferenciadas (de pobres y de ricos) y cuerpos de clase (durante
milenios las clases sociales se distinguían por el tamaño de la cintura, los ricos gordos, los
pobres flacos) .
Podemos rastrear esta interdicción cultural del amamantamiento en la aparición del "complejo de
supremacía masculino" que aparece en las sociedades agrarias, en ambientes circunscriptos y
con rápido crecimiento demográfico, donde la distribución empieza a sesgarse, estratificando la
sociedad en clases (es decir “inventan” la pobreza) y limitando el consumo de la mitad femenina
(porque se necesitan hombres fuertes para “invertir” en la guerra) en favor de la mitad masculina.
Con este rápido racconto de los procesos de producción que condicionaron la organización social
vemos que la “competencia” de la lactancia materna tiene raíces muy antiguas y es producto de
determinadas condiciones ecológicas, económicas, demográficas que priorizan ciertos y no otros
contenidos culturales transformados en símbolos que dan sentido a lo que "hay que hacer " o al
modelo de lo que “hay que ser”.
La introducción y expansión del consumo de leche en polvo en Argentina fue impulsada por
todos los sectores sociales, la industria alimentaria y la farmacéutica por obvias razones de
conveniencioa pero los industriales en particular apoyaron la difusión de la leche en polvo como
elemento clave de la reproducción de una fuerza de trabajo por demás escasa, los médicos (que
competían por la mejor fórmula), los políticos (tanto los conservadores para los que “gobernar es
poblar” como los socialistas que ponían a la leche en polvo como elemento de liberación
femenina e igualdad frente al varón), diversos sectores de intereses divergentes por motivos
contradictorios apoyaron y justificaron el levantamiento de la lactancia y sus sustitución por leche
de vaca. Tanto es así que el programa de entrega de leche en polvo para madres pobres es
ANTERIOR (1937) a la creación del Ministerio de Salud.
Hoy la alimentación está en crisis (la economía y los valores que también pero esos excede esta
nota) y nos encontramos ante un verdadero dilema, si no cambiamos los patrones de consumo
de TODOS (tanto los que viven en países pobres y como aquellos que viven en países ricos)
peligramos como especie. La industria ha convertido los alimentos en OCNI (Objetos
Comestibles No Identificados), las condiciones del mercado productivo no ofrecen empleo para
todos por lo tanto el uso tiempo y del ingreso se vuelven problemas prioritarios.
Antes que recuperar nuestra biología (que no ha cambiado mucho en los últimos 250.000 años)
la recuperación de la lactancia materna se inscribe en la recomposición de guiones culturales
que estructuran nuevas gramáticas del consumo alimentario. Dadas estas nuevas condiciones
(que podemos apoyar con las investigaciones) creemos que el esfuerzo de reinstalación de la
lactancia está condenado al éxito, lo que no quiere decir que se deje se hacer el esfuerzo, sino
que algunas de las condiciones culturales que apoyaban la resistencia al amamantamiento han
caído y “solo” resta recuperar los guiones culturales que devuelvan a la mujer y al bebe el sano
derecho de amamantar y ser amamantado.
http://www.intramed.net/contenidover.asp?contenidoID=61684