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MEMORIA Y JUSTICIA

TRANSICIONAL EN EUROPA Y
AMÉRICA LATINA

ROQUE MORENO FONSERET


PEDRO PAYÁ LÓPEZ
(eds.)

Editorial COMARES
Granada, 2018

1

ÍNDICE
Pág.

Memoria y justicia transicional en perspectiva comparada: Europa y América Latina


(Roque Moreno Fonseret y Pedro Payá López)……………………….. 3

PRIMERA PARTE.
DE LA DICTADURA A LA DEMOCRACIA: VIOLENCIA DEPURADORA,
JUSTICIA TRANSICIONAL Y POLITICAS DE LA MEMORIA EN ESPAÑA 27

Después de la victoria: La represión judicial franquista tras la guerra civil (Pedro Payá
López)…………………………………………………………… 28

Afrontar el pasado: El debate político sobre la violencia de guerra civil y la represión


franquista en la democracia española (1975-2008) (Glicerio Sánchez
Recio)…………………………………………………………………………. 65

El caso Garzón y sus repercusiones (Ignacio Tébar Rubio-Manzanares)……… 93

SEGUNDA PARTE.
VIOLENCIA POLÍTICA, VIOLENCIA DE GUERRA Y JUSTICIA
TRANSICIONAL EN EUROPA 113

Las víctimas de la dictadura en la democracia portuguesa. Memoria y reparación


(Filipa Raimundo y António Costa Pinto)…………………...…… 114

La depuración en Francia (Olivier Wieviorka)……………………………….. 136

Crímenes fascistas y crímenes alemanes en la Italia ocupada: el difícil camino de la


justicia penal (1945-2015) (Paolo Pezzino)…………………………….. 146

TERCERA PARTE.
JUSTICIA TRANSICIONAL Y POSTCONFLICTO EN LATINOAMÉRICA. 168

Memoria y Tribunales en las dictaduras del cono sur: Los casos de la Argentina y
Chile (Julián Chaves Palacios)…………………………………. 169

Verdad e impunidad en América Central (Roque Moreno Fonseret) ………… 188

Hacer la paz en los lugares del conflicto. La paz territorial como eje central del
proceso de paz en Colombia (Marcos Criado de Diego)……………………… 221

El papel del historiador en la justicia transicional: Pinochet en Londres (Joan del


Alcàzar)………………………………………………….……………… 235

2

Memoria y justicia transicional en perspectiva comparada: Europa y América
Latina

Roque Moreno Fonseret y Pedro Payá López


Universidad de Alicante

Con el tiempo y fruto de la normativa internacional generada en materia de


protección de los derechos humanos y de persecución y sanción de los crímenes contra la
humanidad, la denominada justicia transicional ha trascendido su valor descriptivo y
explicativo de las distintas experiencias ocurridas desde 1945, para conformar un
conjunto de normas que impone a los estados y comunidad internacional ciertas
obligaciones a la hora enfrentar legados de violaciones sistemáticas de los derechos
humanos, en escenarios de transición de periodos bélicos a la paz o de regímenes de
dictadura a la democracia.1 Estas obligaciones tienen su centro en una nueva
consideración de las víctimas, que han pasado a ocupar un lugar central en los procesos
de justicia transicional y reconstructiva, coincidiendo con un concepto de justicia que ha
sido definida como anamnética, y que reconoce la vigencia de toda injusticia sufrida en
el pasado hasta que los derechos de las víctimas se vean restaurados.2
Este libro aborda el estudio de distintas experiencias de justicia transicional
practicadas desde 1945 hasta la actualidad y, por tanto, tiene en cuenta ambas acepciones
del término. En el bloque dedicado a Europa, los cuatro casos estudiados tienen en común
su relación con la experiencia fascista vivida en el periodo de entreguerras, que acabó
marcando el siglo XX europeo y su memoria. A partir de este sustrato común, se dibujan
dos grupos que vienen claramente diferenciados, en primer lugar, por la salida de dicha
experiencia, con la derrota del fascismo en los casos de Italia y Francia, y su evolución
hacia dictaduras autoritarias de larga duración en los de España y Portugal. Este factor
debía tener necesariamente una influencia decisiva en el diseño de las medidas con las
que afrontar el pasado violento, pues mientras en los dos primeros casos se aplicó en un
contexto de transición de la guerra a la paz marcado por la derrota del nazismo, el papel
jugado por la Resistencia y las innovaciones que los procesos de Núremberg introdujeron

1
MÉNDEZ, Juan E., “Justicia de Transición”, en ESCUDERO ALDAY, Rafael y PÉREZ GONZÁLEZ,
Carmen, Desapariciones forzadas, represión política y crímenes del franquismo, Trotta, Madrid, 2013, pp.
13-30.
2
ZAMORA, José A. y MATE, Reyes (Eds.), Justicia y memoria. Hacia una teoría de la justicia
anamnética, Anthropos, Barcelona, 2011.

3

en el Derecho penal internacional, en el segundo se trataba de transiciones de regímenes
autoritarios a la democracia en las dictaduras del sur de Europa, con vistas a su futura
integración en la CEE.3
Italia y Francia constituyen dos de los ejemplos más significativos de la forma en
la que los países de Europa Occidental que habían vivido la ocupación alemana y el
colaboracionismo rindieron sus cuentas con la reciente experiencia fascista. En ambos
casos, la justicia penal, las depuraciones administrativas y las sanciones económicas que
se aplicaron vinieron precedidas por una represión al margen de las instituciones legales
aplicada durante la fase final de la guerra, la liberación y la inmediata posguerra en lo que
se conoció como “depuración” y donde jugó un papel de primer orden la Resistencia.4
Al contrario que Francia e Italia, que en un principio dieron prioridad a los
procesos judiciales, en las transiciones de los años setenta la justicia penal fue aplicada
en forma mínima en el caso de Portugal, donde prevalecieron las depuraciones
profesionales y purgas administrativas, e inexistente en el caso de España, donde destaca
la carencia absoluta de medidas de justicia transicional que en la práctica sancionaba la
Ley de amnistía de 1977. Precisamente, esta ley sigue siendo invocada cada vez que se
intenta aplicar en España la normativa internacional en materia de justicia transicional,
especialmente en lo que hace referencia al Derecho internacional de los derechos
humanos, que no solo declara la imprescriptibilidad de los crímenes contra la humanidad,
sino que obliga a los estados a luchar contra las barreras que impidan dar respuesta a las
víctimas que hayan sufrido violaciones graves de estos.5 Una normativa que, en los casos
de Francia e Italia, permitió, entre otros, el procesamiento y condena de verdugos como
el SS y jefe de la Gestapo de Lyon Klaus Barbie (1987), el exministro Maurice Papon
(1998), o el SS Erich Priebke por la justicia italiana. Son hechos que, a su vez, dan cuenta
de las formas y los límites en los que fue aplicada la depuración en ambos países y del
poco –nulo- papel que jugaron los delitos consecuencia de la colaboración en el
exterminio de los judíos europeos.

3
HUNTINGTON, Samuel F., La tercera ola: la democratización a finales del silgo XX, Paidos, Barcelona,
1994.
4
LEDESMA, José Luis, “Violencias para salir de una guerra: La “depuración” en la Francia de finales de
la Segunda Guerra Mundial”, en RODRIGO, Javier (Ed.) Políticas de la violencia. Europa siglo XX,
Prensas de la Universidad de Zaragoza, pp. 357-400; LOWE, Keith, Continente salvaje: Europa después
de la Segunda Guerra Mundial, Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, Barcelona, 2012.
5
PÉREZ GONZÁLEZ, Carmen, “Derecho a la verdad y desapariciones forzadas durante la guerra civil y
el franquismo: una perspectiva desde el Derecho internacional”, en ESCUDERO ALDAY, Rafael y PÉREZ
GONZÁLEZ, Carmen, op. cit., pp. 55-76.

4

Pero si algo se ha constatado en el análisis comparado de la justicia transicional,
es que pese a las problemáticas más o menos comunes que debieron afrontar, cada
experiencia es única.6 No solo en las respuestas que dieron a estas, sino en los contextos
políticos de los que venían y en los que se llevaron a cabo sus transiciones hacia la paz y
la democracia. A diferencia de Francia, el caso italiano vino determinado por la larga
experiencia fascista y, sobre todo, desde septiembre de 1943, la guerra civil, la ocupación
alemana y las políticas represivas y masacres indiscriminadas de la población civil
llevadas a cabo por el ejército alemán en los últimos meses de la guerra, auspiciadas a
veces por agentes fascistas locales.7 Por su parte, si la transición española estuvo
determinada por la ruptura pactada y el control por parte de las elites procedentes del
régimen de dictadura, Portugal inició su proceso rupturista como consecuencia del
desgaste producido por la guerra colonial, la intervención del Ejército y una profunda
crisis de Estado.8 Pero donde más se diferencian ambas experiencias es en el origen de
sus respectivos regímenes de dictadura, que en España fue consecuencia del triunfo en
una guerra civil de carácter aniquilador iniciada por el bando que saldría vencedor, y que
aprovechó su victoria para concluir con aplastante éxito su operación de limpieza política.
Una realidad extremamente violenta que dejó profundas y duraderas huellas en el cuerpo
social y que fue vivida como una profunda experiencia traumática de la que careció el
caso portugués.
Las experiencias vividas en los años ochenta y noventa en Latinoamérica difieren
de lo ocurrido en Europa. El esquema de Justicia Transicional se diluyó durante la Guerra
Fría para ser reavivado tras el colapso de la Unión Soviética y los procesos simultáneos
de democratización en Europa del Este, África y Latinoamérica, con la desaparición de
las dictaduras existentes y la desmovilización de guerrillas apoyadas en mayor o menor
medida por el bloque comunista. La oleada de transiciones políticas se inicia con la

6
ELSTER, Jhon, Rendición de cuentas. La justicia transicional en perspectiva histórica, Katz, Madrid,
2007; HUSEY, Luc, “La justicia transicional después de la guerra y la dictadura: aprendizajes desde la
experiencia europea (1945-2010). Informe final enero 2013” CEGES-SOMA.
7
PAVONE, Claudio, Una guerra civile. Saggio storico sulla moralità della Resistenza, Bollati Boringhieri,
Torino, 1991; CRAINZ, Guido, L’ombra della guerra. Il 1945, l’Italia, Donzelli, Roma, 2007;
KLINKHAMMER, Lutz, L’occupazione tedesca in Italia, 1943-1945, Bollati Boringhieri, Torino, 1993;
BATTINI, Michele e PEZZINO, Paolo, Guerra ai civil. Occupazione tedesca e política del masacro.
Toscana 1944, Marsilio, Venezia, 1997; GRIBAUDI, Gbriella (a cura di), Terra bruciata. Le stragi naziste
sul fronte meridionale, l’ancora del mediterraneo, Napoli, 2003; BALDISSARA, Luca e PEZZINO, Paolo
(a cura di), Crimini e memorie di guerra, l’ancora del mediterraneo, Napoli, 2004.
8
COSTA PINTO, Antònio, “Legado autoritario, justicia transicional y crisis del Estado en la
democratización de Portugal”, en BABY, Shohie, COMPAGNON, Olivier y GONZÁLEZ CALLEJA,
Eduardo (Eds.) Violencia y transiciones políticas a finales del siglo XX. Europa del sur – América Latina,
Casa de Velázquez, Madrid, 2009, pp. 131-155.

5

liberalización vivida en los países del Cono Sur a finales de los setenta y comienzos de
los ochenta, continuó con la emergencia de las antiguas repúblicas satélite de Europa del
Este y finalizó con los procesos de paz de Nicaragua (1988), El Salvador (1992) y
Guatemala (1996). Para esta etapa, la Justicia Transicional adoptó como función
principal, según Teitel, la reconstrucción nacional en el marco de un discurso que enfatizó
las virtudes de la democracia y el Estado de Derecho. De ahí que la discusión se centrase
en la manera en que los nuevos gobiernos democráticos restaurarán la paz nacional,
someterán a los culpables de crímenes durante los regímenes anteriores y avanzarán en la
construcción de una sociedad incluyente y libre de violaciones a los Derechos Humanos9.
En este sentido, también se ha mencionado que la participación de la comunidad
internacional en los procesos de aplicación de la justicia disminuyó, cumpliendo apenas
un rol de acompañamiento y observación. El caso argentino en su etapa inicial por
ejemplo, reveló la imposibilidad de realizar enjuiciamientos al estilo de Núremberg,
aunque demostró que el Derecho Internacional puede constituirse en una fuente
alternativa al Estado de Derecho para guiar los juicios nacionales en una sociedad en
transición10. Los procesos latinoamericanos plantearon en este sentido cuestiones
cruciales en términos de la tensión entre paz, verdad y justicia, sacando a la luz dilemas
del tipo “paz versus verdad”, “castigo versus impunidad” u “olvido versus memoria”,
entre otros. La justicia transicional se sitúa así entre el deber de memoria con las víctimas
y el derecho a ciertos olvidos a favor de los intereses nacionales, de tal manera que
“mucha” memoria puede contribuir a la lucha contra la impunidad, pero en ocasiones
deviene en problemas para la transición. Pero, también, “mucho” olvido frena o hace
imposible la justicia y la verdad para una nación. Es por ello que algunos actores del
tránsito piden insistentemente el cierre de pasados violentos, en aras de conseguir
reconciliación nacional11. En Latinoamérica, aunque interna como externamente se
enfatizó en la necesidad de buscar la Verdad y perseguir los actos contra los derechos
humanos cometidos durante el conflicto12, lo cierto es que en líneas generales la actuación

9
TEITEL, R.G., “Transitional Justice Genealogy”, en Harvard Human Rights Journal, Vol. 16, 2003, pp.
69-94. Artículo traducido al castellano por el Centro de Derechos Humanos, Facultad de Derecho
Universidad de Chile, 2003
10
RODRÍGUEZ MONTENEGRO, P., “Los límites del perdón. Notas sobre la justicia transicional en
Sudáfrica, Centroamérica y Colombia”, en Justicia Juris, Vol. 7, nº 2, 2011, pp. 52-53.
11
OROZCO, I., Justicia transicional en tiempos del deber de memoria, Temis–Universidad de los Andes,
Bogotá, 2009.
12
En el ámbito del sistema interamericano, el derecho a la verdad se vinculó inicialmente con el fenómeno
extendido de la desaparición forzada. La obligación del Estado desde este punto de vista es la de adoptar
todas las medidas necesarias para esclarecer lo sucedido, así como para localizar e identificar a las víctimas.
Las Comisiones de la Verdad son pues un instrumento del Estado para tal propósito y no puede sustituir a

6

contra la impunidad se quedó sobre el papel, sin que hubiese intención política real de
desplegar en las condiciones adecuadas los acuerdos habidos sobre el particular.
*
El origen de la problemática española se encuentra en la violencia desarrollada
durante la guerra civil y el franquismo, de ahí que Pedro Payá López dedique un primer
capítulo al estudio de la violencia aniquiladora aplicada por la dictadura durante los años
de guerra civil y la inmediata posguerra, que en su forma institucional tuvo en el aparato
militar judicial su principal instrumento represivo. Durante esos años, una auténtica
“justicia de los vencedores” caracterizada por un punitivismo radical fue poco a poco
desplazando a las ejecuciones extrajudiciales de los primeros meses de guerra para seguir
matando con menos escándalo.13 Tras la guerra y sin solución de continuidad, la venganza
en forma de justicia aplicada por el bando vencedor encontró en el código de justicia
militar y la normativa del periodo de guerra las herramientas para seguir aplicando una
violencia que no era sino limpieza política, en la que el propio sistema reservó un papel
especial en su aplicación efectiva a vecinos y autoridades municipales.14
Como apunta Pedro Payá, esa violencia institucional se vio acompañada de un
persistente abuso de la memoria durante toda la dictadura, que dejó a decenas de miles de
víctimas sepultadas en un olvido que no comenzó a ser afrontado por la democracia hasta
que las asociaciones de víctimas irrumpieron en la escena púbica española, a partir del
año 2000 con sus vindicaciones de verdad, justicia y reparación. Estos movimientos de
carácter cívico tuvieron su respuesta política más avanzada en la polémica Ley aprobada
por el gobierno socialista y conocida como de “memoria histórica”, 52/2007, que si bien
declara ilegales e ilegítimos los procesos sumarísimos por los que se condenó a muerte y
ejecutó a 50.000 personas solo en la posguerra, dejaba sin dar respuesta a la mayoría de
las victimas que lo fueron al margen de esos procedimientos judiciales y todavía hoy

la aplicación de la justicia. Véase COMISION INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS,


Derecho a la Verdad en América, agosto 2014. https://view.publitas.com/p222-1287/derecho-a-la-verdad/
13
RODRIGO, Javier, Hasta la raíz. Violencia durante la guerra civil y la dictadura franquista, Alianza,
Madrid, 2008; PRADA RODRÍGUEZ, Julio, La España masacrada. La represión franquista de guerra y
posguerra, Alianza, Madrid, 2010; ESPINOSA MAESTRE, Francisco (ed.), Violencia roja y azul. España,
1936-1950, Crítica, Barcelona, 2010; GÓMEZ BRAVO, Gutmaro y MARCO, Jorge, La obra del miedo.
Violencia y sociedad en la España franquista (1936-1951), Península, Madrid, 2011; VEGA SOMBRÍA,
Santiago, La política del miedo. El papel de la represión en el franquismo, Crítica, Barcelona, 2011;
PRESTON, Paul, El holocausto español, Debate, Madrid, 2011; ARÓSTEGUI, Julio (coord.), Franco: La
represión como sistema, Flor del Viento, Barcelona, 2012.
14
ANDERSON, Peter, The Francoist Military Trials. Terror and Complicity, 1939-1945, Routledge, New
York, 2010; PAYÁ LÓPEZ, Pedro, Violencia y responsabilidad. La represión judicial franquista en el
ámbito local, 1939-1945, PUV, Valencia, 2017.

7

siguen incomprensiblemente enterradas en fosas comunes a la espera de ser identificadas.
Esas víctimas de desapariciones forzadas y sus familiares (considerados también como
víctimas de graves violaciones de los derechos humanos por la tortura que supone su
espera), siguen sin encontrar una respuesta política y judicial que satisfaga plenamente
sus legítimos reclamos de verdad, justicia y reparación, en parte por la inacción del poder
legislativo, que se ha mostrado incapaz de emitir normas decididas de justicia transicional
al respecto, en parte por la particular forma de ignorar el Derecho internacional y las
obligaciones que este impone en materia de violación grave de los derechos humanos por
parte de la judicatura española, que encuentra en la Ley de amnistía de 1977 un escollo
insalvable (acaso baluarte) que impide dar respuesta satisfactoria a dichos derechos de
verdad, justicia y reparación.15 Toda esta problemática tiene, pues, su centro en la forma
en que se llevó a cabo la transición política, y en cómo leyes aplicadas en ese momento
siguen vigentes en un contexto completamente distinto, que se traduce en algo más que
en una negativa a satisfacer los derechos de las víctimas, pues podría llegar a suponer una
sistemática conculcación de estos por quienes mayor obligación política, judicial y ética
tienen de protegerlos y satisfacerlos.
De esta respuesta que las instituciones del Estado han dado a las víctimas de la
violencia de la guerra civil y la dictadura, insatisfactoria en su faceta política y
prácticamente nula en la judicial, se encargan respectivamente Glicerio Sánchez Recio e
Ignacio Tébar Rubio-Manzanares en los capítulos dos y tres del libro. Sánchez Recio
aborda la evolución del debate político suscitado en la democracia española en relación a
la violencia de guerra civil y la represión franquista, caracterizado por una profunda y
persistente fractura ideológica y política respecto a nuestro pasado reciente, que no ha
hecho sino poner de relieve la inestabilidad de algunos de los cimientos sobre los que se
apoyó la transición. Un debate enmarcado cronológicamente entre dos leyes, la de
amnistía de 1977 y la de “memoria histórica” de 2007 y que ha puesto sobre la mesa la
pertinencia y discusión de conceptos y experiencias históricas como memoria histórica,
derechos humanos, imprescriptibilidad de los crímenes contra la humanidad, significado
del consenso político durante la transición y condena del régimen franquista.
Son treinta años de un proceso que Sánchez Recio divide en dos etapas cuya
cesura viene determinada por la irrupción en la escena pública de la Asociación para la

15
ESCUDERO ALDAY, Rafael, “Los desaparecidos en España: Víctimas de la represión franquista,
símbolo de la transición y síntoma de una democracia imperfecta”, en ESCUDERO ALDAY, Rafael y
PÉREZ GONZÁLEZ, Carmen, op. cit., pp. 141-161.

8

Recuperación de la Memoria Histórica en diciembre de 2000 y el acuerdo mínimo de las
fuerzas políticas representadas en el parlamento para condenar levemente el franquismo
en la Comisión Constitucional del Congreso de los Diputados el 20 de noviembre de 2002.
La movilización ciudadana concentrada en las asociaciones de víctimas no solo presionó
para que el grupo parlamentario del PP se dispusiera a firmar dicho acuerdo gozando de
mayoría absoluta, sino que puso sobre la mesa una hiriente realidad no abordada con
anterioridad y que no tendría marcha atrás: la de los desaparecidos, lo que debería obligar
a todo gobierno democrático que se precie –y respetuoso con la normativa internacional
en derechos humanos- a poner todos los medios para localizarlos, exhumarlos,
identificarlos, darles digna sepultura y reparar su memoria. En efecto el término
desaparecidos no solo contiene una enorme carga emotiva, sino que permite agrupar a
las victimas bajo una categoría jurídica, la de las desapariciones forzadas, amparada por
el Derecho internacional de los derechos humanos, que impone a los Estados obligaciones
para con las víctimas de graves violaciones de los derechos humanos en respuesta a sus
reclamos de verdad, justicia y reparación.16
Precisamente y como escribe Sánchez Recio, la segunda etapa del debate se
desarrolló en torno a dos cuestiones “la ley de la memoria histórica, aprobada a finales de
2007, y la referente a los desaparecidos o, lo que es lo mismo, los derechos
imprescriptibles de las víctimas, que se planteó inmediatamente después, al constatar que
dicha ley no respondía a las demandas de las Asociaciones para la Recuperación de la
Memoria Histórica y de los familiares de las víctimas”, por mucho que la vicepresidenta
del gobierno socialista, María Teresa Fernández de la Vega, declarara el día de su
aprobación que “ésta es una ley que se ocupa de las víctimas y de sus familias”, que
debieron emprender otras vías.
Y es que la citada ley optó por un camino intermedio tras un recorrido que contó
desde el principio con la oposición radical del PP, que en palabras de su portavoz en el
congreso la calificó de “innecesaria, irrelevante y falsaria”, además de contraria al
“espíritu de concordia de la Transición,” y la de IU e IRC, con el argumento de que no
reconocía suficientemente el legado democrático de la Segunda República, ni declaraba
nulos “los juicios sumarísimos emanados de un régimen ilegítimo”. Este aspecto sigue
siendo hoy fuente de debate político y jurídico, con posturas, entre otros, como las del
jurista y ex fiscal anticorrupción Carlos Jiménez Villarejo y el exmagistrado del Tribunal

16
Ibídem, p. 142.

9

Supremo José Antonio Martín Pallín, para quienes la ley debería haber optado por la
nulidad en lugar de términos como ilegitimidad, que carecen de valor jurídico.17
Pero donde el debate jurídico ha resultado más intenso ha sido en lo relativo a los
desaparecidos y la imprescriptibilidad de los delitos de lesa humanidad. Ante el retraso
y lentitud con la que se puso en marcha la aplicación de la ley de “memoria histórica”,
las asociaciones y familiares de las víctimas recurrieron a la vía penal, donde encontraron
respuesta positiva en la iniciativa del magistrado de la Audiencia Nacional, Baltasar
Garzón. Lo que siguió a continuación ha supuesto, por el intenso debate generado, las
instituciones implicadas, su resolución y las repercusiones nacionales e internacionales
que tuvo, el punto culminante de la forma en que la democracia española y su sistema
institucional se han (des)ocupado de los crímenes de la dictadura, negándose a satisfacer
los derechos de las víctimas a conocer la verdad de lo que ocurrió con sus seres queridos,
localizarlos, exhumarlos, identificarlos, darles digna sepultura y reparar su memoria. Así
lo seguía recomendando años después, el 2 de julio de 2014, el Relator Especial sobre la
promoción de la verdad, la justicia, la reparación y las garantías de no repetición de la
ONU, en su Informe sobre España, en el que habla expresamente de la obligación del
Estado en la búsqueda de los desaparecidos forzosos de la guerra civil y de la dictadura,
y de la adopción de medidas para impedir que las desapariciones forzosas sean crímenes
amnistiados y evitar que la Ley de amnistía de octubre de 1977 tenga efectos judiciales.18
Ignacio Tébar Rubio-Manzanares diferencia dos partes en la evolución del “caso
Garzón”. En primer lugar, el debate suscitado como consecuencia de la admisión a trámite
y posterior apertura de sumario por parte del juez de la Audiencia Nacional en respuesta
a las denuncias presentadas por las asociaciones y familiares de las víctimas, que contó
con la oposición del Fiscal Jefe de la Audiencia Nacional, Javier Zaragoza, que interpuso
recurso ante la Sala de lo Penal. Más allá del primer escollo que tuvo que salvar el juez
para declararse competente en el caso, la problemática se centró en la pertinencia de
considerar los hechos como crímenes de lesa humanidad, lo que acarrearía su
imprescriptibilidad, el carácter inderogable de los derechos vulnerados a las víctimas,
entre ellos el de la vida, y la imposibilidad de aplicar, de acuerdo a la normativa

17
MARTÍN PALLÍN, José Antonio, “La ley que rompió el silencio”, en MARTÍN PALLÍN, José Antonio
y ESCUDERO ALDAY, Rafael (eds.), Derecho y memoria histórica, Trotta, Madrid, 2008, pp. 19-46. Ver
también, en el mismo volumen, ESCUDERO ALDAY, Rafael, “La declaración de ilegitimidad de los
tribunales franquistas: Una vía para la nulidad de sus sentencias”, pp. 209-234.
18
“Informe del Relator Especial sobre la promoción de la verdad, la justicia, la reparación y las garantías
de no repetición, Pablo de Greiff. Misión a España”, Documento de las Naciones Unidas:
A/HRC/27/56/Add.1, 22 de julio de 2014.

10

internacional, leyes de amnistía. Contrariamente, el Fiscal basó su recurso en la
consideración de que los hechos en cuestión estaban amparados por la Ley de amnistía
de 1977 y tampoco constituían crímenes contra la humanidad, al no estar tipificados en
el Código Penal de 1932. La Sala de lo Penal resolvió finalmente a favor del recurso de
nulidad el 2 de diciembre de 2008, negando la competencia de la Audiencia Nacional
para conocer los hechos, a lo que ya se había adelantado el propio juez Garzón en un auto
del 18 de noviembre, inhibiéndose en favor de los juzgados territoriales.
Con su resolución, la Audiencia Nacional, uno de los más altos organismos de la
Administración de Justicia del Estado, garantizaba la impunidad en nuestro país de los
crímenes del franquismo, en contradicción con los acuerdos firmados por España en
materia de derechos humanos desde 1966. Pero una cosa era declarar esa impunidad y
otra bien distinta el extremo de sentar en el banquillo como imputado al juez que había
intentado juzgar los crímenes del franquismo tratando de satisfacer los derechos de las
víctimas. Pero eso fue precisamente lo que sucedió cuando el otro alto organismo de la
Administración de Justicia, el Tribunal Supremo, admitió a trámite en enero de 2009,
causando verdadero estupor en la opinión pública internacional, una querella por
prevaricación interpuesta contra el juez Garzón por el pseudosindicato ultraderechista
“Manos Limpias”, por la “causa abierta contra el franquismo”. No es un dato menor,
como apunta Ignacio Tébar, que el ponente que admitió la querella, el magistrado Adolfo
Prego De Oliver, fuera patrono de honor de una Fundación próxima a Manos Limpias,
además de autor de varios artículos para la Revista de la Hermandad del Valle de los
Caídos y firmante de un deleznable manifiesto contra la ley de “memoria histórica”.
Tampoco se libró de la polémica el instructor de la causa, el magistrado Luciano Varela
Castro, que colaboró con la acusación particular mediante una providencia en que
señalaba a Falange Española (que se había intentado sumar a la causa) y a Manos Limpias
los puntos en que debían subsanar sus escritos de acusación para que no fueran revocados,
y no admitió que comparecieran como testigos de la defensa juristas de la talla de Carla
Ponte, ex fiscal jefe del Tribunal Penal Internacional de La Haya, Juan Guzmán, que en
1999 había procesado a Augusto Pinochet, el argentino Raúl Zaffaroni, que anuló las
leyes de punto y final de su país, y los dos magistrados de la Audiencia Nacional que
habían apoyado con sus votos particulares a Baltasar Garzón.
El 27 de febrero de 2012, cuando el juez Garzón ya había sido condenado por el
Tribunal Supremo a once años de inhabilitación y expulsado de la carrera judicial por la
causa de las escuchas de la Trama Gurtel, dicho Tribunal lo absolvió del delito de

11

prevaricación. Pero lo hizo manteniendo los argumentos del instructor, que había vuelto
a recurrir a la irretroactividad de las normas penales y a la Ley de amnistía de 1977, con
lo que volvía a sancionar la impunidad de los crímenes del franquismo, y cerraba
completamente a las víctimas la posibilidad de recurrir al amparo de la vía judicial para
satisfacer sus derechos, dejándolos en una completa indefensión. De hecho, aunque el
Tribunal Supremo reconocía en su sentencia que “la búsqueda de la verdad es una
pretensión tan legítima como necesaria”, derivaba tal responsabilidad al Estado, “a través
de otros organismos y debe contar con el concurso de todas las disciplinas y profesiones,
especialmente de los historiadores”.19 Como concluye Ignacio Tébar, la consecuencia
jurídica de la sentencia no se hizo esperar y se anularon todas las causas abiertas o por
abrir en las audiencias provinciales, quedando remitidas a la vía administrativa que incluía
una Ley de “memoria histórica” que había “privatizado” la búsqueda, localización,
exhumación e identificación de los restos de los desaparecidos, dejándola en manos de
las asociaciones y familiares de las víctimas.20
Muy distinta ha sido la forma en la que se ha enfocado la memoria y reparación
de las víctimas del Estado Novo en Portugal, pese a que también se ha dilatado en una
serie de medidas legislativas a lo largo de los últimos cuarenta años. Portugal no vivió la
traumática experiencia de una guerra civil, ni la extrema represión posterior que culminó
con 50.000 ejecutados y miles de fallecidos en las cárceles de España durante la inmediata
posguerra, de ahí que las víctimas a las que alcanzan las medidas de justicia transicional
en materia de reparación se agrupen en las categorías de presos políticos (30.000 en los
48 años de dictadura según estimaciones de la Comissão do Livro Negro sobre o Regime
Fascista), depuración y cese de funcionarios públicos, y exiliados.
También a diferencia del caso español, no ha existido controversia respecto al
pasado autoritario, concentrándose las discrepancias políticas en relación a la lectura del
proceso concreto de transición a la democracia, especialmente en su fase “revolucionaria”
de abril de 1974 a noviembre de 1975. Una transición rupturista no pactada, ni negociada,
que se tradujo en la eliminación del legado autoritario, incluida la rápida disolución de
las instituciones represivas y la criminalización de sus elites políticas, permitiendo abrir
una “ventana de oportunidad” al ajuste de cuentas con el pasado, en un contexto de

19
Tribunal Supremo, Sala de lo Penal, STS 101/2012 de 27 de febrero de 2012 (CAUSA ESPECIAL 20048
de 2009).
20
SÁEZ, Ramón, “Los crímenes de la dictadura y la negación de acceso a la jurisdicción”, en ESCUDERO
ALDAY, Rafael y PÉREZ GONZÁLEZ, Carmen, op. cit., pp. 77-99.

12

radicalización marcado por el golpe militar, la crisis del Estado, la intervención del
ejército y la intensa actividad de los movimientos sociales. En este sentido, el propio
proceso de castigo actuó a modo de elemento dinamizador de la transición a la
democracia. Entre abril de 1974 y febrero de 1975 el proceso de purgas impulsado por
esa “justicia revolucionaria” afectaba ya a más de 12.000 personas. Unas purgas que, si
bien se habían centrado en un principio en la depuración de los miembros más visibles de
la élite política y algunos oficiales conservadores del ejército, pronto se extendió al
funcionariado y al sector privado, debiéndose diferenciar entre lo que Antònio Costa
Pinto ha calificado como purgas “legales” y “salvajes”, que afectaron sobre todo a las
empresas públicas y privadas. 21
Filipa Raimundo y Antònio Costa Pinto indagan en la legislación democrática en
el ámbito de la reparación y reconocimiento de las víctimas del Estado Novo desde 1974
hasta la actualidad, dentro de un cuadro completado por otras tres áreas de justicia
transicional: investigación y archivos, justicia y castigo, y memoria y verdad.
En el primero de esos ejes destacó la constitución de dos comisiones, la citada
Comissão do Livro Negro sobre o Regime Fascista, una suerte de Comisión de la Verdad
encargada de investigar la represión durante el Estado Novo, y otra que tuvo por objeto
supervisar la disolución de la que había sido principal herramienta de represión de la
dictadura: la policía política. En el segundo eje, justicia y castigo, los autores repasan las
medidas relativas al ajuste de cuentas con los responsables de dicha represión, destacando
la intensidad legislativa que se dio en los dos años que siguieron al 25 de abril de 1974, y
que se tradujo en la separación del servicio o la jubilación de quienes habían cooperado
con el régimen anterior, pero también el juicio a los funcionarios de la policía política y
la limitación de sus derechos políticos. Finalmente, los autores centran su atención en el
eje “reparación y reconocimiento” en el que engloban las medidas destinadas a compensar
o reparar a las víctimas, así como a homenajear su lucha por la libertad, donde la actividad
parlamentaria fue mayor.
En su análisis de los cuatro ejes, los autores distinguen entre la legislación
aprobada en materia de justicia transicional (que englobaría las medidas fruto de la acción
del ejecutivo y el legislativo desde 1974) y, dentro de estas, aquellas que emanaron
directamente de la iniciativa parlamentaria a parir de 1976, tras la entrada en funciones
de la Assembleia da República. De esta forma, se extraen claramente algunas

21
COSTA PINTO, Antònio, “Legado autoritario, justicia transicional y crisis del Estado en la
democratización de Portugal”, op. cit.

13

conclusiones: el predominio de las medias de justicia y castigo, impulsadas
fundamentalmente por el ejecutivo del periodo entre 1974 y 1976, seguidas de las de
reparación y reconocimiento, el más importante eje de las iniciativas legislativas. Hecho
que, a su vez, está relacionado con el peso que tuvieron los gobiernos anteriores a la
entrada en vigor de la Assembleia da República, que aprobaron más de la mitad de las
leyes en materia de justicia transicional hasta el día de hoy, 50 de 88. Por último, aunque
las leyes emanadas de la iniciativa parlamentara solo constituyen el 18% de todas las
aprobadas en materia de justicia transicional (16 de 88), su actividad no ha cesado desde
1976 hasta la actualidad, de tal forma que, concluyen los autores, “podemos inferir que
la actividad parlamentaria sobre temas de justicia transicional en Portugal entre abril de
1976 y agosto de 2015 fue poco intensa pero constante, algo que se revela contrario a la
tesis mayoritariamente difundida por la literatura de los años noventa del siglo pasado y
la primera década del presente, de acuerdo con la cual las cuestiones relativas al pasado
no democrático habrían quedado resueltas durante el período de transición hacia la
democracia.”
*
El estudio de las experiencias francesa e italiana cierra el bloque dedicado a
Europa. Al contrario de España y Portugal, Francia e Italia se encontraban entre las
naciones que derrotaron al fascismo en la segunda guerra mundial, tras una etapa marcada
por la ocupación alemana y el colaboracionismo en el caso de Francia y por el fascismo,
la ocupación y la guerra civil en el de Italia. En ambos casos, la rendición de cuentas con
la reciente experiencia fascista conocida como depuración no se entiende al margen del
contexto de guerra, pues comenzó con la represión llevada a cabo por la Resistencia al
margen del aparato judicial del Estado, durante la liberación en los meses previos al final
de la guerra, y se prolongó en la posguerra con la justicia penal, las depuraciones
administrativas y las sanciones económica aplicadas por el aparato institucional. El
alcance de este proceso ha sido objeto de debate en Francia prácticamente desde los
primeros años de posguerra, entre quienes elevaron desproporcionadamente las cifras de
la represión y quienes consideraron que apenas había alcanzado a unos pocos
responsables de segunda fila y dejado escapar a los criminales más abyectos. Un debate
que cobró fuerza a mediados de los años noventa, consecuencia del juicio y condena del
ex miliciano Paul Touvier por crímenes contra la humanidad, que había tenido un
precedente en la del exjefe de la Gestapo de Lyon Klaus Barbie, juzgado en 1987, y que

14

continuaría con la del exministro Maurice Papon, en 1998.22 Si algo demostraba la
existencia de estos juicios era las carencias y sombras del proceso de depuración,
fundamentalmente en lo que hacía referencia a la Shoah, pues los principales responsables
franceses de la solución final, como Jean Leguay o René Bousquet -recuerda Olivier
Wieviorka- habían escapado a la justicia.
Aunque todavía faltan monografías locales que se pregunten por dinámicas,
actitudes, motivaciones y formas variadas de responsabilidad, las cifras de la depuración
punitiva están suficientemente contrastadas y se elevan a más de 10.000 ejecuciones, de
las que entre 8.000 y 9.000 corresponderían a la denominada depuración “salvaje”, en un
80% anterior o durante la liberación. El resto, entre 1.500 y 1.600, sumarían las penas de
muerte finalmente ejecutadas por la justicia francesa tras la liberación, de las que
aproximadamente la mitad serían consecuencia de sentencias de los tribunales militares
y la otra de las alrededor de 7.000 dictadas por las Cours de justice (Tribunales especiales
de justicia), cuya actividad se completaría con más de 38.000 condenas a trabajos
forzados, reclusión o prisión, y 50.223 de degradación nacional (46.645 de las cuales
falladas por las Cámaras cívicas).23 Esta acción punitiva se vio completada por una
depuración profesional que afectó a entre 1.000.000 y 1.500.000 franceses, de los que
alrededor de 120.000 sufrieron sanciones administrativas. Además, unas 20.000 mujeres
sufrieron una “depuración clandestina” mediante actos de humillación pública como el
rapado de cabeza, que pronto pasaron a formar parte del imaginario colectivo de la
l’èpuration francesa.24 Son cifras que, en palabras de Olivier Wieviorka, demostrarían
que la depuración legal “fue incontestablemente un fenómeno de masas que golpeó a
centenares de miles de franceses”, lo que la diferenciaría del caso italiano, donde tuvo
una mayor incidencia la depuración “salvaje”. En efecto, aunque en ausencia de datos
definitivos, las cifras para Italia se situarían, según las fuentes, entre 12.000 y 15.000
ejecuciones extrajudiciales o por juicios sumarios celebrados ante tribunales partisanos,
en un complejo proceso –apunta Paolo Pezzino- “de ajuste de cuentas sangriento e

22
CHALANDON, Sorj e NIVELLE, Pascale, Crimes contre l’humanité. Barbie, Touvier, Bousquet et
Papon (prefacio de Robert Badinter), Plon, Paris, 1998; CONAN, Eric, Le Procès Papon. Un journal
d’audience, Gallimard, Paris, 1998.
23
ROUSSO, Henry, “L’épuration en France: une histoire inachevée”, Vingtième siècle. Revue d’histoire n°
33, janvier-mars 1992, pp. 78-105. Los datos de los tribunales militares, de los que se desconocen las penas
de prisión, se derivan del estudio de 77 de los 90 départements franceses, con un total de 767 ejecuciones.
Por su parte, las ejecutadas por las Cours de justicie, según fuentes gubernamentales de 1948 y 1951, varían
entre 791 y 767 (con 7.093 y 6.763 penas de muerte dictadas respectivamente), pp. 89-95. En cuanto a las
cifras de la depuración “salvaje”, corresponden a 84 de los 90 départements, pp. 82-83.
24
VIRGILI, Fabrice, La France “virile”. Des femmes tondues à la libération, Paris, Payot, 2000.

15

incontrolado con los fascistas”. Debemos tener en cuenta que en el caso italiano, y a
diferencia del francés, este castigo se habría aplicado fundamentalmente tras el final de
la guerra (civil), inmediatamente después de la insurrección nacional de abril de 1945,
para extenderse hasta 1946 en paralelo y respuesta a la indulgencia institucional de la que
se beneficiaron numerosos fascistas.25 A tener en cuenta también fueron los odios y ansias
de venganza acumulados tanto por experiencias recientes, como las últimas matanzas
indiscriminadas realizadas en su retirada por las tropas alemanas y fascistas de Salò, como
los derivados de más de veinte años de violencia fascista, sobre todo en áreas rurales
como Emilia Romagna.26 Por su parte, y a falta de investigaciones más exhaustivas, los
Tribunales Extraordinarios de lo Penal (Corti d’Assise Straordinarie) habrían instruido
alrededor de 43.000 procesos, de los que unos 23.000 se habrían amnistiado en la fase de
instrucción y únicamente 5.928 habrían concluido con una condena firme. De ellos, un
mínimo de 259 lo fueron a la pena de muerte, aunque solo fue ejecutada en 91 casos,
número proporcionalmente menor al del resto de países de su entorno, pese a que en Italia
se vivieron algunas de las peores atrocidades de Europa occidental. No es de extrañar, si
tenemos en cuenta que la mayoría de los magistrados del Tribunal de Casación eran los
mismos que habían ejercido durante el fascismo y procuraron la impunidad de sus
crímenes mediante la revisión de las sentencias pronunciadas por los Tribunales
Extraordinarios.27 Y lo hicieron encubriendo incluso algunas de las peores torturas y
atrocidades, al considerar, para que los responsables pudieran ser amnistiados, que

25
LOWE, Keith, Continente salvaje: Europa después de la Segunda Guerra Mundial, Galaxia
Gutenberg/Círculo de Lectores, Barcelona, 2012, pp. 183-188. Lowe habla de entre 12.000 y 20.000
víctimas de la depuración “salvaje”, recogiendo las cifras aportadas por Pavone (de 12.000 a 15.000) y las
20.000 mencionadas por el periodista Giampaolo Pansa, que han sido fuente de polémica en Italia y
criticadas por su falta de rigor e inadecuación al método histórico. PAVONE, Claudio, op. cit., p. 512;
PANSA, Gianpaolo, Il sangue dei vinti, Sperling, Milán, 2005. Sendas respuestas a Pansa en De LUNA,
Giovanni, La passione e la ragione. Il mestiere dello storico contemporaneo, Bruno Mondadori, Milano,
2004, pp. 87-94; DONDI, Mirco, “La riscossa dei vinti. Giustizia partigiana e uso pubblico della storia
nell’ultimo libro di Pansa”, Zapruder, nº 5, settembre-dicembre 2004, pp. 126-133.
26
DONDI, Mirco, La lunga liberazione. Giustizia e violenza nel dopoguerra italiano, Editori Reuniti,
Roma, 2004; Un magnífico ejemplo de la complejidad del proceso desde la historia local en una región tan
salpicada por la violencia como Reggio Emilia en STORCHI, Massimo, Il sangue dei vincitori. Saggio sui
crimini fascisti e i processi del dopoguerra (1945-1946), Aliberti, 2008.
27
FRANZINELLI, Mimmo, L’amnistia Togliatti. 22 giugno 1946: Colpo di spugna sui crimini fascisti,
Milano, Mondadori, 2006. Las cifras en p. 259. A estas 91 penas capitales ejecutadas habría que sumar la
del Jefe de Policía de Roma, Pietro Caruso, corresponsable de la matanza de las fosas Ardeatinas, única
pena de muerte ejecutada en la Italia centro-meridional con anterioridad al 25 de abril de 1945. CRAINZ,
Guido, L’ombra della guerra…, op. cit., p. 76. Aunque coinciden en el número de penas de muerte
finalmente ejecutadas, otros autores elevan el total de pronunciadas por las Corti d’Assisi Straordinarie a
500-550 y 1.000. Respectivamente DONDI, Mirco, La lunga liberazione, op. cit., p. 48 y WOLLER, Hans,
I conti con il fascismo. L’epurazione in Italia, Bologna, Il Mulino, 1997, p. 419.

16

“violaciones, torturas aplicadas sobre los genitales o en las uñas de los arrestados, no
representaban actos particularmente inhumanos”.
En cuanto a los empleados públicos, solo 1.580 de los 394.041 sometidos a
investigación habían sido despedidos en febrero de 1946, aunque pronto recuperarían su
puesto de trabajo.28 El resultado fue una depuración “cosmética” que apenas afectó a los
mayores responsables de los crímenes fascistas (aquellos que no habían sido ajusticiados
por los partisanos) y marcada por las sucesivas amnistías que pusieron fin a la justicia de
transición y a consecuencia de las cuales, concluye Pezzino, a finales de los años
cincuenta “todos los condenados por crímenes ligados al fascismo o al colaboracionismo
con los alemanes, aunque fueran muy graves, habían quedado en libertad”.
Sea como fuere, la depuración en Francia, desigual según el lugar y el tiempo
transcurrido desde el final de la guerra, pronto derivó también hacia una justicia más
indulgente y posteriormente acompañada de medidas de indulto, reducción de penas y
amnistías que intentaron pasar página en 1947, 1951 y 1953. Pocos ejemplos dan muestra
del verdadero alcance de la depuración en el tiempo como el indulto que el general de
Gaulle concedió en noviembre de 1962 a verdugos como Carl Oberg y Helmut Knochen,
responsables alemanes de la Solución final en Francia. Habría que esperar a los años
noventa para que fueran condenados los primeros franceses por su colaboración en la
deportación, con dos de los ejemplos citados más arriba, y para que los franceses
afrontaran realmente el pasado y su responsabilidad en la Shoah haciendo frente a lo que
se ha conocido como síndrome de Vichy, que está en la base de las contradicciones del
proceso de depuración.29
Al margen de las ejecuciones extrajudiciales a las que nos hemos referido más
arriba, la depuración de posguerra en Italia dejó asimismo sin condenar a los principales
criminales de guerra alemanes y colaboradores fascistas, cuyas acciones de represalia y
terrorismo sobre la población civil se saldaron con más de 12.700 civiles asesinados tras
la ocupación de la mitad de la península itálica por el ejército alemán después del
armisticio del 8 de septiembre.30 Como tampoco fue celebrado ningún juicio por la

28
DOMENICO, Roy Palmer, Processo ai fascisti. 1943-1948: storia di un’epurazione che non c’è stata,
Milano, Rizzoli, 1996, p. 238.
29
ROUSSO, Henry, Le syndrome de Vichy, de 1944 a nos jours, Le Seuil, Paris, 1990.
30
Un muy reciente estado de la cuestión fruto de un proyecto financiado por la República Federal de
Alemania en el que han colaborado 130 investigadores entre 2013 y 2015 en FULVETTI, Gianluca y
PEZZINO, Paolo (a cura di), Zone di guerra, geografie di sangue. L’atlante delle stragi naziste e fasciste
in Italia (1943-1945), Bologna, Il Mulino, 2016, especialmente PEZZINO, Paolo y FULVETTI, Gianluca,
“L’Atlante delle stragi naziste e fasciste in Italia”, pp. 23-94 y Dogliotti, Chiara, “Cronografia. Terroti e
fasi della política del massacro”, pp. 95-126. Exactamente, las víctimas civiles ascienden a 12.773, a las

17

deportación de los 6.806 judíos italianos a los campos de concentración y exterminio.
Hubo de esperar igualmente a los años noventa para que la justicia italiana abriera una
serie de procesos a los criminales de guerra alemanes, como consecuencia del
descubrimiento en 1994 de lo que se conoció como “armario de la vergüenza”, centenares
de expedientes judiciales por crímenes de guerra cometidos contra la población italiana
archivados ilegalmente en 1960 por el fiscal general militar Enrico Santacroce.31
Paolo Pezzino, uno de los máximos especialistas en la materia, aborda el “difícil
camino” que ha debido recorrer la justicia penal entre 1945 y 2013 para juzgar algunos
de los crímenes fascistas y alemanes cometidos sobre la población civil italiana entre
septiembre de 1943 y abril de 1945. Lo hace a partir del estudio de tres agentes judiciales:
los Aliados hasta 1947, los tribunales italianos y, de forma marginal, la justicia alemana.
Las políticas de castigo de los aliados por los crímenes nazis en Italia quedaron en su
mayoría en manos británicas y tuvieron, como en otros lugares, un corto recorrido
consecuencia de los intereses de Estado en el nuevo clima de guerra fría y una arraigada
forma de entender la cadena de mando que, pese a Núremberg, seguía permitiendo eludir
la responsabilidad aduciendo el cumplimiento de órdenes superiores.32 Un dato hoy
causaría escándalo, en relación a las contradicciones de un Derecho internacional que ya
había tipificado en Núremberg el delito de crimen contra la humanidad: de los seis
generales condenados a muerte solo dos fueron ejecutados, aquellos acusados de crímenes
de guerra contra soldados y oficiales. Los que habían sido acusados de crímenes contra
la población civil, incluidos generales de máxima responsabilidad como Albert
Kesselring, Comandante en Jefe de la Fuerzas Alemanas en el Sur de Europa, y Eberhanr
von Mackensen, Comandante del XIV Ejército, vieron su pena conmutada por el general
Harding, Comandante en Jefe de las Fuerzas del Mediterráneo, que la redujo primero a
cadena perpetua y después a penas menores, de tal forma que en 1952 ya habían sido

que habría que sumar 6.881 partisanos tras su captura y otros cientos pertenecientes a otras categorías como
antifascistas, desertores de la RSI, sacerdotes… Qué duda cabe que estas últimas también se corresponden
con civiles; en este sentido, los autores recogen en la categoría de víctimas “civiles” únicamente a los
seleccionados como tales en represalias y matanzas indiscriminadas (que englobarían también a mujeres y
niños), al margen de otras víctimas –también civiles- que mostraron al menos una actividad de oposición.
En total 23.669 víctimas indefensas, de las que 15.115 lo fueron consecuencia de las acciones de represalia
y terrorismo alemanas. El resto corresponden a acciones de los fascistas de la RSI (2.893) o nazifascitas en
conjunto (4.672), con 989 sin determinar, pp. 43-54.
31
FRANZINELLI, Mimmo, Le stragi nascoste. L’armario della vergogna: impunità e rimozione dei
crimini di guerra nazisti 1943-2001, Milano, Mondadori, 2002.
32
BATTINI, Michele, Peccati di memoria. La mancata Norimberga italiana, Roma-Bari, Laterza, 2003.

18

puestos en libertad.33 Como subraya Pezzino, Harding reconoció a Kesselring, “el
derecho de proteger a sus tropas de las actividades partisanas. Añadía que en la segunda
guerra mundial había resultado difícil distinguir entre civiles y combatientes, dado que se
trataba de una guerra global y, a consecuencia de la actividad partisana, los civiles se
podían ver implicados en una acción de apoyo a los partisanos”.
En cuanto a la actuación de las autoridades judiciales italianas, debe dividirse en
dos secuencias temporales. Una primera desde 1947 hasta los primeros años de la década
de los cincuenta en que actuaron de modo similar a los Aliados y tras la celebración de
algunos procesos contra generales y oficiales alemanes, a principios de los cincuenta
comenzó una política de liberaciones, de forma que los dos únicos mandos recluidos en
cárceles militares italianas eran el teniente coronel de las SS y jefe de la policía alemana
y del Servicio de Seguridad en Roma, Herbert Kappler y el Teniente Comandante de las
SS Waler Reder, responsables directos respectivamente de las matanzas de las Fosas
Ardeatinas y de Marzabotto. Fue una política condicionada por la actitud del gobierno
italiano, más preocupado por proteger a los compatriotas acusados de crímenes de guerra
cometidos antes del 8 de septiembre en Yugoslavia, Grecia, Etiopía y Francia (se negaron
sistemáticamente todas las peticiones de extradición), que en perseguir y procesar a
militares alemanes por unos crímenes que se consideraban ya como pertenecientes al
pasado.
Distinta ha sido la fase iniciada en 1994 a partir del hallazgo de los expedientes
archivados ilegalmente en 1960 por el fiscal general militar Santacroce y con la
extradición desde Argentina, proceso y condena final de Erich Priebke en 1998 por la
masacre de las Fosas Ardeatinas. Una fase que Paolo Pezzino subdivide en dos periodos
1994-2002 y 2003 hasta la actualidad, marcada por la actuación del entonces fiscal militar
de La Spezia, Marco de Paolis, competente en las matanzas llevadas a cabo en las regiones
de Toscana y Emilia en 1944. Si la condena final de Priebke había precisado de dos juicios
al ser admitido el atenuante de cumplimiento de las órdenes por el tribunal que lo absolvió
en 1996, esa cultura jurídica heredada de posguerra sufrió un fuerte varapalo cuando De
Paolis consideró que las acciones llevadas a cabo en la matanza de civiles formaban parte
de un plan de exterminio preconcebido del que todo sujeto con papel de mando tenía

33
PEZZINO, Paolo, “Occupazione tedesca in Italia. Occupanti, combattenti irregolari e le contraddizioni
del diritto internazionale”, en GRIBAUDI, Gabriella (a cura di) Le guerre del novecento, L’ancora del
Mediterraneo, Napoli-Roma, 2007, pp. 157-184.

19

conciencia.34 El resultado fue que de las 5 sentencias falladas entre 1994 y 2002 se ha
pasado a 18 entre 2003 y 2013, fecha de la última condena de una lucha por la justicia
que, concluye Pezzino, ha resultado “difícil, incompleta y tardía”, sobre todo para unas
víctimas a las que quizás solo les reste, vista la fallida e incapaz respuesta de la vía penal,
“la promoción de políticas críticas de la memoria basadas en el conocimiento histórico.”
*
El postconflicto se gestionó y desarrolló en Latinoamérica de manera bien distinta a
lo mencionado hasta ahora. La irrupción de regímenes políticos dictatoriales, la mayoría
regidos por similares señas de identidad y teniendo como hilo conductor la Doctrina de
Seguridad Nacional, se extendió por Latinoamérica en la segunda mitad del siglo XX,
viéndose inmersas las naciones afectadas en una dinámica de violencia política ajena a
cualquier atisbo de respeto a los derechos más elementales. A esta política responde la
puesta en marcha de programas como el conocido como Plan Cóndor, la acción represiva
y sistemática de las fuerzas de seguridad del Cono Sur latinoamericano, en el que
intervinieron conjuntamente países con regímenes dictatoriales como Argentina, Brasil,
Bolivia, Chile, Ecuador, Paraguay, Perú y Uruguay.
El profesor Julián Chaves se ocupa en su trabajo sobre “Memoria y Tribunales en las
dictaduras del cono sur: Los casos de la Argentina y Chile” de dos países emblemáticos
del Cono Sur que vieron truncado su devenir histórico en la década de los setenta del
pasado siglo tras sendos golpes de estado. La implantación de dictaduras militares en
ambos casos originó la aplicación de medidas coercitivas para controlar la población
disidente, constituyendo la norma la violación sistemática de los derechos más
elementales. Las ejecuciones, encarcelamientos, torturas, violaciones de mujeres, exilio,
etc. se convirtieron en una imagen cotidiana en ambos países, con una sociedad que se
vio fuertemente alterada por estas acciones coercitivas 35.
La puesta en marcha de medidas de reparación y la aplicación de la justicia
transicional ha sido en ambos casos claramente deficitaria36. En Chile, la Comisión
Nacional de Verdad y Reconciliación, creada en 1990 ya con el gobierno democrático
presidido por Patricio Aylwin, tuvo como principal objetivo esclarecer la verdad sobre

34
DE PAOLIS, Marco y PEZZINO, Paolo, La difficile giustizia. I processi per crimini di guerra tedeschi
in Italia. 1943-2013, Viella, Roma, 2016.
35
CHAVES PALACIOS, Julián, “Historias traumáticas en Iberoamérica. Introducción”, en Historia del
Presente, nº 19, 2012, pp. 81-86. Idem, “Dictaduras y gobiernos autoritarios en Iberoamérica en el siglo
XX: Violencia, derechos humanos y procesos de construcción de la memoria”, en Diálogos
Latinoamericanos, nº 20, 2013, pp. 162-181.
36
CHAVES PALACIOS, Julián (coord.), La larga memoria de la dictadura en Iberoamérica. Argentina,
Chile y España, Prometeo, 2010.

20

las graves violaciones de derechos humanos cometidas en Chile durante la dictadura.
Además de elaborar un informe demoledor, aunque incompleto, la Comisión debía
arbitrar medidas de reparación a las víctimas, labor que mediante la ley de febrero de
1992 coordinó la denominada Corporación Nacional de Reparación y Conciliación, que
estableció pensiones y otras ayudas a familiares directos de las víctimas.
Sin embargo, más allá de los resultados de ese informe, lo cierto es que la impresión
era que la sociedad chilena deseaba olvidar ese pasado y no incidir en la herida y división
que había provocado en el seno de su sociedad. Un proceso de olvido que se vio alterado
años más tarde por demandas judiciales contra el mismo Pinochet, como el auto procesal
tramitado desde España en octubre de 1998 por el entonces juez de la Audiencia Nacional,
Baltasar Garzón, que originó su detención en Londres y posterior demanda de extradición.
O ya en 2003 por el decreto sobre creación de la Comisión Nacional sobre Prisión Política
y Tortura para establecer quiénes sufrieron privación de libertad y tortura “por razones
políticas por agentes del Estado o personas a su servicio durante la dictadura de 1973-
1990”, y proponer medidas de reparación. Esta comisión pública, conocida por Comisión
Valech, recibió e investigó nuevas denuncias de violaciones a los derechos humanos
cometidas por agentes del Estado en la dictadura del general Augusto Pinochet, y presentó
un año más tarde un informe en el que situaba el número de víctimas de la dictadura en
más de 30.000. Datos que fueron motivo de reconsideración y rectificación con
posterioridad, concretamente en un segundo informe de 60 páginas publicado siete años
después y presentado al presidente Sebastián Piñera, en que se incorporó otras 9.800
víctimas y 30 casos de personas desaparecidas o ejecutadas, las cuales se agregan a las
que ya habían sido calificadas con anterioridad, estableciendo un total superior a las
40.000 víctimas, de ellas 3.065 muertas o desaparecidas entre septiembre de 1973 y marzo
de 1990.
En Argentina, tras el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, las Fuerzas Armadas
pusieron en marcha un implacable sistema represivo, sin precedente tanto en las formas
como en su magnitud, que tenía sus principales basamentos en la intimidación, la tortura,
la muerte y la desaparición sistemática de personas. La represión, pues, se convirtió en la
principal arma para imponer el “orden social”, prácticas que les llevaron a protagonizar
la desaparición de miles de argentinos. En concreto se llevan contabilizados más de
13.000 asesinatos y desapariciones forzadas, pero las estimaciones de asociaciones y
organismos de derechos humanos sitúan entre 20.000 y 30.000 personas. Esas iniciativas
ciudadanas tuvieron su germen durante el desarrollo de la misma dictadura, pese a las

21

advertencias y animadversión que hacia los mismos mostraban los militares. Pero lo
cierto es que fue tras la caída del gobierno dictatorial de éstos y el inicio de un sistema
democrático, cuando las demandas ciudadanas de justicia, verdad y reparación
adquirieron auténtico protagonismo.
Además, a partir del restablecimiento de las instituciones constitucionales, el 10 de
diciembre de 1983, hubo grandes hitos como el informe editado al año siguiente con el
título NUNCA MÁS, elaborado de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de
Personas (CONADEP), que presidió el escritor Ernesto Sábato y fue creada por el
entonces presidente de la República, Raúl Alfonsín. Iniciativas que encontraron una
violenta reacción del estamento militar que originaron, ante el temor a un nuevo
levantamiento, la aprobación, antes de terminar el año 1986, de la ley de “Punto Final”,
y ya en 1987 la complementaria ley de “Obediencia Debida”, que supusieron un freno a
los juicios contra militares y los indultos presidenciales a condenados y procesados por
la justicia federal. Señala el profesor Chaves que estos retrocesos en las exigencias de
verdad y justicia supusieron la paralización a las demandas de los organismos de derechos
humanos en Argentina, hasta el punto que este controvertido asunto dejó de ser un tema
nuclear en el debate político para pasar a un segundo plano. Hubo que esperar a los inicios
del siglo XXI, concretamente al año 2003 con Néstor Carlos Kirchner al frente de la
presidencia de la nación, para que el Congreso de la Nación declarara nulas esas dos
leyes y dos años después la Corte Suprema de Justicia ratificara la inconstitucionalidad
de ambas.
En mayor o menor medida, dichos esquemas se repitieron en Centroamérica. Los
casos de Guatemala, Nicaragua y El Salvador han sido analizados por el profesor Roque
Moreno en su trabajo “Verdad e impunidad en Centroamérica”. Estos países fueron
escenario de verdaderas guerras civiles que, si bien fueron consecuencia de la
confrontación propia de la guerra fría y participaron por tanto de su dinámica y de su
financiación, se desencadenaron en condiciones de explotación social seculares,
acentuadas durante este período. Los tres conflictos armados se caracterizaron por el uso
de un amplio aparato coercitivo por parte del Estado, que combinó los ataques masivos
contra la población civil con la represión selectiva, en una espiral de violencia que
ocasionó centenares de miles de víctimas.
En Guatemala y El Salvador se crearon Comisiones de la Verdad que emitieron
informes demoledores contra las Fuerzas Armadas. En ambos casos, las Comisiones de
la Verdad realizaron una inestimable labor de investigación y recopilación de atentados

22

contra los Derechos Humanos que nos han permitido comprender la naturaleza de los
crímenes y estimar la proporción de las masacres cometidas. Pero la Verdad no siempre
es sinónimo de justicia. En Guatemala ya se señaló que el contenido del informe final no
podía individualizar responsabilidades y que sus datos y sus recomendaciones no serían
vinculantes y no podrían ser usados en hipotéticos procedimientos judiciales posteriores.
En El Salvador la Comisión sí que llegó a concretar culpabilidades en casi medio centenar
de casos, pero aun contando con el carácter vinculante de su contenido, las
responsabilidades quedaron limitadas por las amnistías políticas dictadas tras la paz. En
Nicaragua simplemente no conocemos la verdad en toda su dimensión. La razón última
hay que buscarla sin duda en la naturaleza de los procesos de paz vivido en este país
centroamericano. En El Salvador y Guatemala, los acuerdos de paz necesitaron la
intermediación internacional que, tras largas y complejas negociaciones, concluyeron que
era imprescindible conocer la Verdad como elemento inexcusable para la reconciliación
nacional. En Nicaragua no hubo realmente negociaciones de paz entre ambas partes. El
triunfo por las armas de los sandinistas en primer lugar o la victoria posterior por las urnas
de la oposición sandinista llevo en las dos ocasiones a realidades políticas en las que se
pensó que la verdad condicionaría la estabilidad social necesaria, bien para llevar a cabo
la revolución sandinista, bien para implementar el sistema democrático imperfecto en el
que se desenvuelve el país desde la década de los noventa. La Verdad aquí se vio no como
base sino como obstáculo para la consecución de la paz.
No hay diferencias sustanciales, por el contrario, en la leve o nula condena penal
de los delitos de violación de los derechos humanos vividos en los tres países durante los
conflictos armados. En todos los casos, y siempre con el pretexto de conseguir la
estabilidad social y política necesaria para la normalización democrática del territorio, la
justicia no se ha aplicado o se ha hecho de manera manifiestamente insuficiente y se ha
impuesto sistemáticamente la amnistía total o parcial de los responsables. Por ello, a
pesar de que como hemos visto en las negociaciones entre ambos bandos o en los acuerdos
de paz suscritos por las partes se reconoció la necesidad de reformar el sistema judicial,
de mejorar la situación de los derechos humanos y afrontar el problema de la impunidad,
lo cierto es que conforme el conflicto quedó atrás y con el único objetivo de escapar a la
justicia se fueron dictando normas legales que ampararon al culpable, fuese del bando
que fuese. Es tan justo reconocer aquí que estas medidas legales fueron elaboradas y
aprobadas por aquellas organizaciones políticas herederas de la dictadura, que han
monopolizado el poder un buen número de años tras el conflicto, como que la voluntad

23

de anularlas fue escasa entre los partidos políticos que nacieron de los movimientos
guerrilleros. Así, la democracia trajo consigo la impunidad y la injusticia.
Los avances en este campo han sido escasos. Por ello, tampoco resulta difícil
comprender que otro de los enfoques de la justicia transicional, el de las reparaciones de
diversas formas (individuales, colectivas, materiales y simbólicas) en caso de violaciones
de derechos humanos, tampoco haya tenido un recorrido mínimamente aceptable. Así las
cosas, podemos afirmar que sin justicia ni reparación es difícil alcanzar la reconciliación.
Concluye el profesor Moreno que ésta solo puede conseguirse tras completar un ciclo
reparador integrado por el conocimiento de la verdad y la aplicación de la justicia en favor
de las víctimas, que incluye la reparación, la rehabilitación y medidas de no repetición.
Solo al final de ese ciclo puede existir el perdón y el reencuentro de la sociedad. En
definitiva, no puede existir superación del pasado ni reconciliación sin derecho penal. Por
ello nos encontramos en los casos analizados con sociedades fracturadas y enfrentadas,
que viven realidades distintas, con estados democráticos débiles que reproducen en la
competencia política las fuerzas que pelearon en la guerra o se enfrentaron en la dictadura.
Además, el clima de impunidad sembrado por el escaso nivel de imputaciones alienta el
uso de la violencia. De por sí, una sociedad que sale de la guerra o de una dictadura cruel
tiene como práctica resolver sus problemas por la vía violenta, tanto en el ámbito familiar,
como en el comunitario y nacional. Pero la impunidad la alienta y la violencia se convierte
así en el producto lógico de una cultura política que atribuye a su aplicación ventajas
sobre otras formas de relación de conflicto, como podrían ser la negociación o la
aplicación formal de la justicia. En la medida en que existan por otra parte barreras para
la aplicación de la justicia como las que hemos visto y las instituciones políticas
permanezcan contrarias al cambio, la espiral de violencia aumentará.
Conocidas las secuelas negativas que la mala implementación de políticas de
justicia transicional y restaurativas han tenido en el Cono Sur y Centroamérica, el
postconflicto colombiano se presenta como un escenario propicio para no reeditar los
errores y buscar soluciones para la consecución de la paz y el establecimiento de un
Estado de Derecho de plenas garantías, objetivo último de todos estos procesos. Por ello,
el profesor Marcos Criado en su trabajo “Hacer la paz en los lugares del conflicto. La paz
territorial como eje central del proceso de paz en Colombia” insiste en que para conseguir
esos logros debe buscarse la denominada paz territorial. Para el autor, la paz territorial
puede definirse como la creación de condiciones efectivas para el mantenimiento de la
paz en los territorios que de manera directa y más intensa, han sufrido el conflicto armado

24

y las economías ilegales que lo financian, atendiendo a las heterogéneas circunstancias
que definen la realidad de esos territorios. Se trata así de un concepto relacionado con la
idea de “garantías de repetición” y, por tanto, con la idea de que la paz, igual que la guerra,
es algo que se hace, que es necesario construir.
La preocupación por lo territorial en el Acuerdo de Paz entre Colombia y las
FARC-EP refleja un diagnóstico según el cual las principales causas estructurales del
conflicto armado son territoriales. La guerra no se desarrolló de forma homogénea en
todo el territorio, sino que se centró en lugares específicos. Además, la guerra creó y se
financió a través de formas de economía informal (cultivos de coca, minería ilegal, redes
de extorsión…) que también se concentran en territorios específicos. Todos estos
territorios comparten entre sí haber sufrido el abandono del Estado, estar desconectados
del mercado nacional, no contar con vías de comunicación, ni con sistemas de integración
política, ni con infraestructura social. Aspectos que, en muy buena medida, les han
llevado a constituirse en sociedades segregadas que, en el momento de desarrollarse los
diálogos de paz de La Habana, vivían en un contexto de escalamiento de la movilización
social, desde el nivel local al nacional, y de aumento de la represión sobre los líderes
sociales. Este panorama anticipa una de las características previsibles del periodo de
transición de la guerra a la paz en Colombia, consistente en una emergencia de demandas
sociales que actualmente están represadas o contenidas por el propio conflicto, combinada
con una baja capacidad de respuesta por parte del Estado que atraviesa un periodo de
ajuste fiscal. Esta situación se produce, además, dentro de la secular ausencia de una
estrategia adecuada de prevención, gestión y resolución pacífica y democrática de
conflictos en Colombia, particularmente en el ámbito local.
Para el profesor Criado, además, esta brecha entre Estado y sociedad civil,
particularmente aguda en los territorios más afectados por el conflicto, puede verse
incrementada por el resultado negativo del plebiscito para la paz porque, aunque los
resultados demuestran que en la principales ciudades de Colombia ganó el “Sí” (50,57 %
frente a 49,43 % del “No”) y que en los lugares más afectados por el conflicto no se votó
de forma unánime por el “Sí”, se ha impuesto un relato según el cual las ciudades –donde
se vive menos el conflicto– votaron por el “No”, mostrándose “insolidarias” con los
territorios rurales –más afectados por el conflicto–.
Finaliza el volumen con el capítulo del Profesor Joan del Alcàzar sobre “El papel
del historiador en la justicia transicional: Pinochet en Londres”, trabajo basado en su
experiencia como perito de la acusación ante la Audiencia Nacional de España en uno de

25

los procesos más importantes y de mayor trascendencia internacional que ha ocupado a
la justicia española en toda su historia, el Sumario 19/97 Terrorismo y Genocidio "Chile-
Operativo Condor", que instruyó el juez Baltasar Garzón contra Augusto Pinochet Ugarte
y otros por genocidio, terrorismo y torturas. El autor, experto en las dictaduras del Cono
Sur37, tras un riguroso análisis de la dictadura chilena y de la figura de su figura
protagónica, reflexiona entre otros aspectos acerca de la función social de la figura del
historiador y, en concreto, a las dos vertientes que para él tuvo esa participación. La
primera es, propiamente, la relativa a la colaboración en calidad de perito en un sumario
de la trascendencia de éste. La segunda, quizá más compleja, vino determinada por la
intervención/participación del historiador en el desarrollo de un propósito concreto y
tangible, como es el de la transición democrática chilena.
Por cuanto hace a la primera dimensión, el conocido como Caso Pinochet permitió
al profesor Alcàzar realizar un ejercicio que no es frecuente para los que nos dedicamos
profesionalmente a la Historia: hacer lo que llamaríamos Historia Aplicada. La segunda
vertiente de la participación en el Caso Pinochet vino determinada por la preocupación
que su participación en el proceso pudiera tener en los intrincados caminos políticos en
los que se desarrollaba la difícil transición chilena. Si se alargaba la detención de
Pinochet, incluso si se conseguía como deseaba la extradición del dictador a España, ¿qué
efectos provocaría en Chile?. El pesar del autor acerca de la eventualidad de una regresión
en los avances democratizadores, como efecto de una posible extradición del general a
España, “instaló durante semanas una punzada de acidez en su estómago”, aunque remata
que, no obstante, políticamente hizo lo que debía.

37
ALCÁZAR, Joan, Yo pisaré las calles nuevamente. Chile, revolución, dictadura, democracia (1970-
2006). Santiago, Editorial Universidad Bolivariana, 2009; ALCÀZAR, Joan, “Continuar viviendo juntos
después del horror. Memoria e historia en las sociedades post dictatoriales”, en ANSALDI, Waldo
(director): La democracia en América Latina, un barco a la deriva. Buenos Aires, FCE, pp. 411-434, 2007;
ALCÀZAR, Joan, "La pregunta de Lord Browne-Wilkinson (A propósito de la discusión sobre la supuesta
Inmunidad Soberana del general Pinochet), en ALCÀZAR, JOAN (coordinador, con MATTALÍA, Sonia)
América Latina entre dos finales de siglo, (2 vols.), València, Centre d’Estudis Polítics i Socials, 2000, pp.
175-199. También, ALCÀZAR, Joan, “Història, oblit, memòria, justícia. El cas Pinochet i els crims contra
la humanitat”, en L’Espill, Universitat de València/Editorial Tres i Quatre, València, Nº 4, Segona Època,
2000, Págs. 140-151.

26

PRIMERA PARTE.
DE LA DICTADURA A LA DEMOCRACIA:
VIOLENCIA DEPURADORA, JUSTICIA
TRANSICIONAL Y POLITICAS DE LA MEMORIA
EN ESPAÑA

27

Después de la victoria: La represión judicial franquista tras la guerra civil

Pedro Payá López


Universidad de Alicante

En lo futuro, los enemigos de España no tendrán que recurrir a leyendas para denigrarnos, será
suficiente con leer los testimonios de sentencias de los tribunales militares, representativos de la “justicia
cristiana”, por los cuales se declara que la mayoría de los españoles son “rojos canallas, ladrones y
asesinos”.
Francisco Ferrándiz Alborz, La bestia contra España.

Dos son las formas de concluir una guerra: la paz negociada o la rendición
incondicional. Se abre entonces un periodo que bien puede tratar de poner las bases que
permitan consolidar el periodo de paz, sin tener por qué renunciar a la depuración de
responsabilidades, bien supone el origen de un tiempo de horror para el vencido, sometido
al poder y voluntad del vencedor. En el primer caso, la denominada justicia transicional
trata de armonizar las exigencias de la justicia con la construcción de la paz de acuerdo a
los principios legitimadores de verdad y reparación.1 En el segundo, la venganza sustituye
a la justicia y no se persigue la construcción de la paz sino la erradicación, la depuración
y el control.
En uno de sus ensayos sobre las violencias colectivas, Wolfgang Sofsky supo
reflejar con extrema crudeza en qué suele transformarse el final de una guerra cuando,
como en el caso de la española, detrás de sus orígenes hay un proyecto, más o menos
definido, de restructuración del cuerpo político y social a través de la violencia. En ese
momento el vencido queda exclusivamente a merced del vencedor, que tiene en sus
manos un poder ilimitado para hacer con él lo que quiera. Es entonces cuando se
desencadena la ofensiva definitiva, sin que los vencidos tengan ninguna posibilidad de
defenderse.2 50.000 ejecutados tras el 1 de abril de 1939 dan cuenta suficiente de ello.3

1
TEITEL, Ruti G., Transitional Justice. Nueva York, Oxford University Press, 2000.
2
SOFSKY, Wolfgang, Tiempos de horror. Amor, violencia, guerra. Madrid, Siglo XXI, 2006, pp. 78-80.
3
Hasta el momento han sido estudiadas al completo únicamente veintiocho provincias, a las que debemos
sumar otras nueve que lo han sido de forma incompleta y las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla. Por
lo tanto, cuando todavía carecemos de datos referentes a trece provincias, el número total de víctimas de la
represión franquista en guerra y posguerra asciende a 130.199 personas. Un estado de la cuestión en
ESPINOSA MAESTRE, Francisco, “La represión franquista: un combate por la historia y por la memoria”,

28

El tiempo que se abría el 1 de abril de 1939 no era de paz. Respondía más bien a
lo que Carl Schmitt denominó “guerra como situación o estado”, que a diferencia de la
“guerra como acción” estaba caracterizado por la existencia de un “enemigo” -definido
como tal por el Estado-, incluso después de cesar las hostilidades abiertas y las acciones
bélicas:

Su conclusión no podía ser un “tratado” o una “paz”, menos aún un “tratado


de paz” en el sentido del derecho internacional, sino una sentencia de condena del
vencedor contra el vencido. Este adquiere luego una impronta tanto más acusada de
enemigo cuanto más vencido está.4

El propio vicepresidente y ministro de exteriores del Gobierno rebelde, general


Gómez Jordana, lo había adelantado en su respuesta a una posible mediación que pusiera
fin a la guerra tras los trece puntos del Gobierno Negrín, “victoria rotunda ha de ser y será
la nuestra. Victoria que ha de tener como corolario la extirpación absoluta de cuantas
lacras carcomían a España.”5
Y así fue. El final de la guerra no supuso un cambio en las intenciones depuradoras
que estaban en su origen, y tras el 1 de abril se sucedieron las políticas represivas que
durante la guerra habían facilitado el aniquilamiento de una parte de la disidencia social
y política, conforme se ocupaban los territorios conquistados.

1. La represión judicial militar: una genealogía


La represión llevada a cabo por el régimen de Franco tras la guerra civil encontró
en los tribunales militares su principal y más valiosa herramienta: la extensión de las

en ESPINOSA MAESTRE, Francisco (ed.), Violencia roja y azul. España, 1936-1950. Barcelona, Crítica,
pp. 15-78.
4
SCHMITT, Carl, “Corolario II. Sobre la relación entre los conceptos de guerra y enemigo (1938)”, en El
concepto de lo político. Madrid, Alianza, 1991, pp. 131-132. Para Carl Schmitt el derecho internacional
presentaba una clara ceguera cuando no contemplaba más estados que los de guerra o paz, excluyendo una
tercera posibilidad que él definía como “una situación intermedia en la que ambas cosas están mezcladas”.
Así era la actualidad de 1938 para el pensador alemán, que entendía la paz del periodo de entreguerras
como “una ficción jurídica impuesta por quienes están en condiciones de imponer su voluntad y quebrar la
de los demás”, p. 138. Aunque pensando en la posición de la Alemania de Hitler y, por lo tanto, dando
bases teóricas que justificaban su belicismo, pensamos que sus afirmaciones son válidas para el análisis de
situaciones como la posguerra española, que se situaría en esa zona intermedia donde no se puede hablar
de guerra en sentido estricto, pero tampoco de paz.
5
Dichas declaraciones debían ser publicadas en los diarios editados en la zona rebelde, según consigna de
la Delegación del Estado para Prensa y Propaganda del 18 de septiembre de 1938. Archivo General de la
Administración (AGA), 21/331.

29

competencias de la jurisdicción militar a modo casi de jurisdicción ordinaria con la
aplicación del Código de Justicia Militar, el sumarísimo de urgencia y los consejos de
guerra no sólo se tradujeron en los 50.000 ejecutados mencionados y los encarcelamientos
masivos que llegaron a un pico de 208.296 procesados o con sentencia firme en enero de
1939, sirvieron también para respaldar bajo la forma de una justicia reglada lo que no era
sino asesinato de enemigos políticos. Cumplieron, pues, un objetivo: la represión
expeditiva del enemigo político, y una función estratégica: emular formalmente la
representación de un Estado regido por el derecho.6 Pero el papel jugado por la justicia
militar en el proceso represivo sobre el que se sustentó el régimen franquista no se
entiende sino en relación a la evolución política y estratégica experimentada durante el
conflicto. De acuerdo a los métodos aplicados se han diferenciado tres fases en paralelo
al proceso de institucionalización del bando rebelde, desde el golpe de Estado y su
posterior derivación en guerra civil, hasta la implantación de la dictadura tras la victoria:
1.- La que se desarrolló al amparo de los bandos de guerra tras la sublevación del
17 y 18 de julio; es decir, asesinatos sin ningún tipo de trámite judicial alguno, tanto en
las zonas donde triunfó el golpe –y donde, por lo tanto, la guerra civil fue en la práctica
inexistente- como en aquellas que fueron tomadas por el ejército rebelde en su avance
durante los primeros meses. Es en estos casos cuando podemos hablar de decenas de miles
de desaparecidos, algunos de los cuales todavía hoy continúan enterrados en fosas
comunes, y es en esta primera fase donde paradójicamente observamos con mayor
claridad y crudeza las verdaderas intenciones puestas en marcha por los rebeldes el 18 de
julio, que no sólo programaron la matanza, sino su ocultación.7 Primeros momentos en
los que también se aprecia que el éxito de la empresa estuvo en relación a la colaboración
de los ciudadanos, vecinos de cada localidad que designaron por medio de listas que
entregaban a la autoridad militar de ocupación, o participaron incluso, en la detención de
quiénes debían ser objeto de la violencia. De ahí la magnitud de la acción, que pronto
adquirió carácter de limpieza política global.8

6
GIL VICO, Pablo, La noche de los generales. Militares y represión en el régimen de Franco. Barcelona,
Ediciones B, 2004, p. 17.
7
La proporción entre víctimas inscritas en los registros civiles y desparecidos es escalofriante en provincias
como Huelva (uno de cada cinco) o Sevilla (uno de cada seis). ESPINOSA MAESTRE, Francisco, La
columna de la muerte. El avance del ejército franquista de Sevilla a Badajoz. Barcelona, Crítica, 2003, p.
233.
8
Las líneas generales de esta primera etapa deben ser matizadas, pues al mismo tiempo que las matanzas
sin juicio previo se multiplicaban en los territorios dominados por los golpistas, unas pocas y destacables
personalidades políticas –diputados, gobernadores civiles, alcaldes, líderes de partidos y sindicatos de
clase- eran ejecutadas tras consejo de guerra. Como ha indicado el profesor Gil Vico, de las treinta
provincias que cayeron en manos de los rebeldes en el verano de 1936 fueron ejecutados al menos dieciséis

30

Son de sobra conocidas las instrucciones reservadas del General Mola, director de
la trama de la rebelión y futuro jefe del ejército del norte, que tenían por objeto de la
violencia los principales representantes de los partidos políticos y líderes sindicales de
cada localidad:
Así se expresaba en la Instrucción Reservada número 1, del 25 de mayo:

Se tendrá en cuenta que la acción ha de ser en extremo violenta para reducir


lo antes posible al enemigo, que es fuerte y bien organizado. Desde luego serán
encarcelados todos los directivos de los partidos políticos, sociedades o sindicatos
desafectos al Movimiento aplicándose castigos ejemplares a dichos individuos para
estrangular los movimientos de rebeldía o huelgas.9

También la que dio el día 30 de junio para Marruecos, en la que se habla


abiertamente de “eliminar a los elementos comunistas, anarquistas, sindicalistas,
masones, etc”.10 Y, ya tras la proclamación del estado de guerra, el 19 de julio de 1936
reunió a los alcaldes de la provincia de Navarra para advertirles:

Hay que sembrar el terror… hay que dar la sensación de dominio eliminando
sin escrúpulos ni vacilación a todos los que no piensen como nosotros. Nada de
cobardías. Si vacilamos un momento y no procedemos con la máxima energía, no
ganamos la partida. Todo aquel que ampare u oculte un sujeto comunista o del
Frente Popular, será pasado por las armas.11

de sus gobernadores civiles, once los cuales lo serían tras la celebración de sendos consejos de guerra de
los que se hizo eco la prensa. GIL VICO, Pablo, “Derecho y ficción: la represión judicial militar”, en
ESPINOSA MAESTRE, Francisco (ed.), Violencia roja y Azul…, op. cit., pp. 251-368, pp. 273-274. Sin
embargo, aparte de estas personalidades más destacadas, la mayoría de los consejos de guerra iniciales se
llevaron a cabo contra militares que se opusieron al golpe, por lo que los asesinatos masivos perpetrados en
esta primera fase no quedaron registrados en ningún archivo y sólo una pequeña parte, en cualquier caso
no superior a un tercio, lo fue en los registros civiles. CHAVES PALACIOS, Julián, La represión en la
provincia de Cáceres durante la guerra civil (1936-1939). Cáceres, Universidad de Extremadura, 1995, pp.
104 y 318-319; ESPINOSA MAESTRE, Francisco, La justicia de Queipo. Violencia selectiva y terror
fascista en la II División en 1936: Sevilla, Huelva, Cádiz, Córdoba, Málaga y Badajoz. Barcelona, Crítica,
2006, p. 10; De JUANA, Jesús y PRADA, Julio (coords.), Lo que han hecho en Galicia. Violencia política,
represión y exilio (1936-1939). Barcelona, Crítica, 2006; MORENO GÓMEZ, Francisco, 1936: el
genocidio franquista en Córdoba. Barcelona, Crítica, 2008.
9
Citado en PRADA RODRÍGUEZ, Julio, La España masacrada. La represión franquista de guerra y
posguerra. Madrid, Alianza, 2010, p. 111.
10
Citado en ESPINOSA MAESTRE, Francisco, La columna de la muerte…, op. cit., p. 7.
11
Citado en PRESTON, Paul, El holocausto español. Odio y exterminio en la guerra civil y después.
Barcelona, Debate, 2011, p. 253.

31

Al sur, en unos momentos en los que el desarrollo de la violencia dependió en
gran medida del carácter de los propios jefes militares, destaca la acción llevada a cabo
por Queipo de Llano, que publicó en el bando de guerra del mismo 18 de julio que serían
juzgados en juicio sumarísimo y pasados por las armas todo aquel que se opusiera a la
rebelión, incluidos “los directivos de los sindicatos cuyas organizaciones vayan a la
huelga o no se reintegren al trabajo”.12 Más contundente, el día 24 proclamaría otro
verdaderamente atroz:

Cuando en cualquier localidad se comprueben actos de crueldad contra


personas, serán pasadas por las armas, sin formación de causa, las directivas de las
organizaciones marxistas o comunistas que en el pueblo existan, y caso de no darse
con tales directivos, serán ejecutados un número igual de afiliados arbitrariamente
elegidos sin perjuicio, claro está, de las penas que habrán de aplicarse a los
responsables materiales de los vandálicos hechos de que se trate.13

Leyendo atentamente este bando observamos claramente que más allá de la


responsabilidad criminal en la que pudieran incurrir quienes cometieran asesinatos en
personas consideradas de derechas, el verdadero objetivo de los generales golpistas era
acabar con las cabezas más visibles de la militancia social y política, además de extender
el terror de forma indiscriminada. Otra cosa es que la violencia desarrollada en la
retaguardia republicana –siempre posterior al proyecto depurador de los golpistas- les
diera argumentos preciosos para justificar su propia acción violenta con carácter
retroactivo.
2.- Una segunda fase se desarrolló a partir de la primavera de 1937 y hasta el final
de la guerra, en la que la represión se canalizó principalmente a través de los fusilamientos
masivos como consecuencia de penas de muerte dictadas por consejos de guerra tras
procedimientos sumarísimos de urgencia, distinguidos por acortar hasta el mínimo los
pasos del proceso entre su incoación y la vista. Es el momento –tras una transición que se
inicia a partir del otoño de 1936- en el que al fracaso de la conquista de Madrid se suma
la internacionalización de la guerra y su cobertura por medios internacionales, tomándose
plena conciencia de que va a ser larga. En este sentido, los inicios de los consejos de

12
Citado en CASANOVA, Julián, “Rebelión y revolución”, en JULIÁ, Santos (coord.), Víctimas de la
guerra civil. Madrid, Temas de Hoy, 1999, pp. 55-177, p. 84.
13
Citado en PRESTON, Paul, op. cit., p. 207.

32

guerra como forma de matar mayoritaria deben ponerse en relación –aunque no sólo- con
la batalla de propaganda llevada a cabo por ambos bandos para ganar la opinión pública
internacional, sobre todo tras la difusión de la matanza de Badajoz.14 A partir de entonces
las fuerzas sublevadas contra el gobierno legítimo de la República comprendieron dos
cosas:
a).- Que debían difundirse, por medio de una operación de propaganda a escala
internacional, lo que llamaron “crímenes y atrocidades del terror rojo”, para lo que
prepararán varios folletos publicistas sobre cada una de las zonas que iban conquistando
y que serán adquiridos incluso para la biblioteca del Congreso de los Estados Unidos.15
b)- Que a ello debían oponer una imagen de justicia y orden. Comprendieron, en
definitiva, que la ejecución después de un consejo de guerra era un elemento básico para
justificar el fusilamiento de enemigos. Como ha apuntado el profesor Pablo Gil, el
articulado de las más importantes disposiciones que dieron forma a la jurisdicción militar
durante la guerra civil coincide -en el otoño de 1936- con la primera oleada de esa lucha
–podríamos decir- “de papel”. No es casual tampoco que la Delegación del Estado para
Prensa y Propaganda entrara en funcionamiento en enero de 1937.16 Porque por mucho
que se revistiera de una justicia retributiva no se perseguía el delito, sino al delincuente
en potencia, según la definición y naturaleza que se le había atribuido. Es decir, un
auténtico “Derecho penal del enemigo” -en la acuñación dada por el jurista Gunther
Jakobs-, que busca “la eliminación de un peligro” y que se basa en la idea de que “quien
por principio se conduce como desviado… no puede ser tratado como ciudadano, sino
que debe ser combatido como un enemigo que debe ser excluido.”17 Un Derecho penal
también calificado –y sin incurrir en la contradicción terminológica en la que lo hace la
fórmula anterior- como “de autor y simbólico”, caracterizado por un punitivismo radical,
y que trataría de identificar, “más que un hecho, a un específico tipo de autor, quien es

14
ESPINOSA MAESTRE, Francisco, La columna de la muerte…, op. cit., pp. 205-212. Evidentemente,
otra de las razones hay que buscarla en que a estas alturas el número de víctimas potenciales se había
reducido considerablemente como resultado de los asesinatos extrajudiciales. En las zonas controladas por
los militares rebeldes en el verano de 1936, a finales de septiembre ya se habían producido entre el 50 y el
70 por ciento del total de las víctimas de la represión en esos lugares durante toda la guerra civil y la
posguerra. Si tenemos en cuenta todo 1936 el porcentaje se eleva hasta el 80 e incluso el 90 en provincias
como Navarra, Zaragoza, Córdoba, Granada, Sevilla, Badajoz o Huelva. CANASOVA. Julián, op. cit., pp.
64-65.
15
Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores (AMAE) R-1061/17. Acerca de la propaganda sobre el
“terror rojo” y su difusión internacional GARCÍA, Hugo, Mentiras necesarias. La batalla por la opinión
británica durante la Guerra Civil. Madrid, Biblioteca Nueva, 2008.
16
GIL VICO, Pablo, “Derecho y ficción: la represión judicial militar”, op. cit., p. 272.
17
JAKOBS, Günter y CANCIO MELIÁ, Manuel, Derecho penal del enemigo, Thompson/Civitas. Madrid,
2003, pp. 55-56.

33

definido no como igual, sino como otro.”18 En este sentido, quien declaraba contra el
acusado –así, como las mismas sentencias- solía hacer referencia a la trayectoria militante
de este, para, a continuación, en una suerte de relación causal, describir los hechos que
le habían sido atribuidos y concluir haciendo una referencia a la peligrosidad que
representaba para el nuevo Estado. Se trataba -en definitiva- de seguir matando con
menos escándalo.
3.- Finalmente, una tercera fase -ligada a la anterior, pero que presenta la
particularidad de desarrollarse en supuesto tiempo de paz, tras el final de la guerra y hasta
1943-1945. En este sentido, si algo define la experiencia particular española en el
contexto de los conflictos colectivos del siglo XX es que tras el 1 de abril de 1939 la
guerra civil continuó por otros medios, prolongándose las acciones de limpieza política
que antes se habían llevado a cabo con el avance de las tropas rebeldes sobre los territorios
conquistados y que no se habían podido aplicar en aquellas provincias que habían
permanecido en la retaguardia republicana hasta su final.
El mismo Pablo de Azcárate describió aquellos años como un tiempo de terror
prolongado:

Two years ago on the 29th. Of this month, General Franco’s “nationalist”
troops marched triumphantly into Madrid, after nearly three years of a war against
the Spanish people won for the “nationalist” by their German and Italian allies. For
two years, then Spain has ceased to be at war. Ceased to be at war: only in some
such negative terms as these can one speak of the Spanish situation of to-day. For
two years after the cessation of official hostilities, death still stalks through the land
of Spain, oppression bows the heads of her when there is no peace.19

Y de forma especialmente contundente lo expresó Nevile Butter, consejero del


Foreign Office en la embajada de Washington, informando sobre la situación de una

18
Ibídem. En palabras de Manuel Cancio Meliá, que critica la idea del anterior, calificando el “Derecho
penal del enemigo” precisamente como un “no-Derecho penal”, pp. 76-79.
19
Memorando remitido al subsecretario del Foreign Office, Richard Austen Butler, el 15 de abril de 1941
Public Record Office-Foreign Office (PRO-FO) 371/26890 C3986, “Conditions in Spain”. Fue también
enviado a varias autoridaddes políticas y religiosas del Reino Unido, los editores del Manchester Guardian
y United Press y a Juan Negrín. Las notas para su preparación en AMAE- FONDO PABLO DE
AZCÁRATE-87.

34

España en la que “arrestos, sentencias y ejecuciones se producen a diario”: “In effect the
civil war continues, spreading daily new terror and uncertainty.”20
Pese a que la inmensa mayoría de las víctimas de estas fases segunda y tercera
siguen enterradas en las fosas comunes de los cementerios, están relativamente
localizadas, al contrario de lo ocurrido con quienes fueron asesinados tras el golpe y
durante los primeros meses de la guerra de forma extrajudicial, muchos de los cuales hoy
continúan desaparecidos. Debemos señalar, así, la especificidad de las víctimas
asesinadas por los rebeldes durante el tiempo de guerra (víctimas de desapariciones
forzadas)21 respecto a las ejecuciones de posguerra (justificación legal del asesinato), si
bien muchos de ellos no pudieron contar con un nombre que los identificara en las fosas
comunes donde residen sus restos hasta tiempo reciente.
Al contrario, muchos familiares siguen esperando hoy una respuesta democrática
acerca de lo que ocurrió con sus seres queridos, desaparecidos, enterrados en fosas
comunes bajo páramos desiertos de palabras. “Dejemos en paz a los muertos”, “no
removamos el pasado”, “no reabramos las heridas”, “olvidemos”, son las respuestas que,
durante años, han debido soportar ante nuestra inmadurez como sociedad democrática. Y
cuando al fin se legisló al respecto, con la Ley 52/2007, “de memoria histórica”, fue
exonerando al Estado de la responsabilidad hacia el que es el punto clave de toda
satisfacción de sus legítimos reclamos de verdad, justicia y reparación: la recuperación
de los cuerpos.22 En su Educación para la emancipación, Theodor Adorno escribió que
la indicación de que todo debe ser olvidado por quienes sufrieron injusticias suele ser
realizada por los correligionarios de los que las cometieron, conscientes de que el olvido
suele sintonizar con demasiada facilidad con la justificación de lo olvidado.23 Por el
contrario, superar realmente el pasado significa reelaborar y asumir seriamente su legado,
sea éste cual fuere. Como amargamente escribiera una víctima que se sentía tan
incomprendida como Jean Améry “el mundo que olvida me ha condenado a mí, no a
aquellos que asesinaron o consintieron el asesinato.” 24

20
PRO-FO 371/26890 C6120, “Report on conditions in Spain”, 28 de mayo de 1941.
21
Sobre la pertinencia de aplicar la categoría de desaparecido al caso español ESPINOSA MAESTRE,
Francisco, “Crímenes que no prescriben en España. 1936-1953”, en ESCUDERO ALDAY, Rafael y
PÉREZ GONZÁLEZ, Carmen, Desapariciones forzadas, represión política y crímenes del franquismo.
Madrid, Trotta, 2013, 31-54.
22
ESCUDERO ALDAY, Rafael, “Los desaparecidos en España: Víctimas de la represión franquista,
símbolo de la transición y síntoma de una democracia imperfecta”, en ESCUDERO ALDAY, Rafael y
PÉREZ GONZÁLEZ, Carmen, op. cit., pp. 141-161.
23
ADORNO, Theodor W., Educación para la emancipación. Madrid, Ediciones Morata, 1988, pp. 15-29.
24
AMÉRY, Jean, Más allá de la culpa y la expiación. Tentativas de superación de una víctima de la
violencia. Valencia, Pre-Texos, 2001, p. 158.

35

TABLA I. REPRESIÓN FRANQUISTA. EJECUCIONES JUDICIALES Y
EXTRAJUDICIALES EN ALGUNAS PROVINCIAS ESPAÑOLAS.25
PROVINCIA Ejecuciones Ejecuciones Total Extrajudiciales
Judiciales Extrajudiciales (%)
Sevilla 664 10.588 11.252 94,09
Huelva 386 5.633 6.019 93,58
Badajoz 1.143 10.066 11.205 89,83
Zaragoza (cap.) 719 2.839 3.558 79,79
Orense 143 461 604 76,32
Cáceres 510 1.490 2.000 74,5
Lugo 169 416 585 71,11
Granada 1.650 3.850 5.500 70
Salamanca 294 154 448 65,62
Segovia 145 213 358 59,49
Burgos 400 285 685 58,39
Santander 1.267 739 2.006 36,83
Albacete 1.026 573 1.599 35,83
Lérida 558 148 706 20,96
Almería 317 26 373 6,97
Jaén 1.984 148 2.132 6,94
FUENTES: CHÁVES RODRÍGUEZ, C. - CASTRO, L. - ROBLEDO, R.

En la tabla I podemos observar el porcentaje de ejecutados extrajudiciales y tras


sentencia de consejo de guerra por provincias. Se aprecia claramente la absoluta
desproporción en favor de los asesinatos extrajudiciales en aquellas regiones controladas
desde el principio por los golpistas o conquistadas en las primeras semanas. Por el
contrario, en las provincias que fueron tomadas en su conjunto a partir de la primavera de
1937 y conforme se avanza en el tiempo observamos que la proporción se invierte
claramente en favor de los ejecutados tras sentencia de consejo de guerra. En cualquier
caso, también se observa una mayor incidencia tanto en el total de ejecutados como en el

25
CHÁVES RODRÍGUEZ, C., Justicia, Justicia Militar y Consejos de Guerra en la Guerra Civil y
Franquismo en Badajoz: delitos, sentencias y condenas a desafectos. Cáceres, Facultad de Filosofía y
Letras. Tesis Doctoral, inédita, 2014, p. 641, citado por CHÁVEZ PAPACIOS, Julián, “A la mayor lealtad
el máximo castigo: la represión de los políticos nacionales”, en SÁNCHEZ RECIO, Glicerio y MORENO
FONSERET, Roque (eds.), Aniquilación de la República y castigo a la lealtad. Universidad de Alicante,
2015, pp. 141-167, p. 145; CASTRO, Luis, Capital de la Cruzada. Burgos durante la guerra civil.
Barcelona, Crítica, 2006; ROBLEDO, Ricardo (Ed.), Esta salvaje pesadilla. Salamanca en la guerra civil
española. Barcelona, Crítica, 2007.

36

porcentaje de ejecuciones extrajudiciales en las provincias sometidas al ejército del sur,
de ahí que debamos valorar factores personales como el papel de los propios jefes
militares y sus colaboradores locales, y colectivos, como las propias especificidades
locales en base a sus características sociopolíticas y la conflictividad vivida durante la
República. No es un dato menor el hecho de que las provincias de Andalucía y
Extremadura estuvieran formadas por pueblos mayoritariamente de izquierdas con una
base sociológica de obreros y campesinos jornaleros. Así lo han puesto de manifiesto
estudios ejemplares como el de Francisco Cobo y Teresa Ortega, que han sabido reflejar
la correlación existente entre estas bases sociológicas y políticas y el nivel de violencia
ejercida por los rebeldes en Andalucía oriental.26

2. ¿Qué justicia para qué guerra? El discurso justificador


En su origen, el discurso justificador de los golpistas aparece de forma sistemática
en las primeras sentencias de 1936, con referencias a la Ley Constitutiva del Ejército de
1878 y su “imperativo de conciencia”; es decir, la misión de defender a España de sus
enemigos interiores y exteriores. Según esta lógica y al amparo también de la jerarquía
eclesiástica, que recuperó la vieja teoría escolástica del tiranicidio como derecho de
rebelión y de cruzada como guerra justa, se justificaba el golpe de estado y se consideraba
que con este el ejército levantado en armas había adquirido “de hecho y derecho el poder
legítimo, lo mismo en su origen que en su ejercicio y, por consiguiente, convierte en
rebeldes a todos los que a dicho movimiento se oponen…”. He aquí, meridianamente
expuesta en una sentencia de finales de 1936, la aberrante justificación que los golpistas
utilizaron para acusar de delito de rebelión, tal y como quedaba contemplado en los
artículos 238 y 240 del Código de Justicia Militar, a quienes se habían mantenido leales
y defendido la democracia republicana.27
Sin embargo, si en un principio las sentencias se basaron en este tipo de discursos
propagandísticos sobre la ilegitimidad de los poderes actuantes contra los que los
militares se habían alzado preventivamente, tras la experiencia de guerra se fue abriendo

26
COBO ROMERO, Francisco y ORTEGA LÓPEZ, Teresa María, Franquismo y posguerra en Andalucía
oriental. Represión, castigo a los vencidos y apoyos sociales al régimen franquista, 1936-1950.
Universidad de Granada, 2005. Citado por GINARD I FÉRON, David, “La represión contra los vencidos
y los resistentes en la posguerra española (1939-1948)”, en CAPELLÀ, Margalida y GINARD, David
(Coords.), Represión política, justicia y reparación. La memoria histórica en perspectiva jurídica (1936-
2008), Palma de Mallorca, Plurar, pp. 43-102, p. 49.
27
SÁNCHEZ RECIO, Glicerio, “La aniquilación de la República en la inmediata posguerra, 1939-1945”,
en SÁNCHEZ RECIO, Glicerio y MORENO FONSERET, Roque (eds.), op. cit., 2015, pp. 23-63, p. 49.

37

paso el lenguaje de la muerte, con alusiones a acciones concretas, desde asesinatos a
detenciones, saqueos e incendios de iglesias y ermitas. Los nuevos criterios de legitimidad
se derivarían de la sangre de los mártires, lo que, a su vez, en un mismo sistema
lingüístico, remitía al terror rojo, dentro de un campo semántico dominado por la muerte.
Podríamos decir que con la experiencia de guerra se fue pasando gradualmente del léxico
del peligro al de la muerte, a través de los crímenes rojos, lo que quedó reflejado en las
sentencias pronunciadas por los consejos de guerra.28
Era mucho más fácil así, si tenemos en cuenta que éstos, en efecto, se produjeron.
La mentira más verosímil es la que se edifica sobre una parte de verdad deformada
intencionadamente, ha escrito Bernard Bruneteau en su estudio sobre el genocidio.29 Pero
no debemos olvidar que el objetivo de la justicia franquista era la limpieza política y el
castigo a la lealtad, por mucha insistencia que hicieran para justificarlo en los crímenes
cometidos en la retaguardia republicana. A veces coincidía la presencia de algún criminal
ante los consejos de guerra, pero ni era en la mayoría de los casos, ni realmente el
entramado jurídico institucional que se montó para llevar a cabo la represión se hizo para
ello. Como ha escrito Pablo Gil, una de las ficciones incorporadas al discurso rebelde que
contó con mayor solidez fue precisamente la de hacer pensar que la represión judicial fue
desde el principio una respuesta a los crímenes cometidos en la retaguardia republicana,
descritos, por otra parte, como fruto de abominables instintos criminales e intenciones
perversas.30
Si retomamos las palabras de Carl Schmitt a las que hacíamos referencia en las
primeras páginas relativas a la “guerra como situación o estado”, recordaremos que en
ellas afirma que el vencido será más enemigo cuanto más vencido esté. Carl Schmitt
estaba haciendo referencia al enemigo como hostis, al “enemigo” público que es definido
como tal por el Estado. De lo que se desprende que en el caso de la posguerra española,
quien tenía el poder de acuñar tal definición lo hacía unilateralmente, incurriendo en una
interesada tergiversación del término “enemigo”, cuya lógica y razón de ser pertenecen
en realidad a la guerra, que no es sino la negación misma del derecho.31 Como ha escrito

28
Evolución que se produjo desde que los consejos de guerra comenzaron a funcionar en las zonas que iban
siendo conquistadas por el ejército rebelde, coexistiendo en ocasiones ambos discursos justificativos. GIL
VICO, Pablo, “Derecho y ficción: la represión judicial militar”, op. cit., pp. 261-163 y 288-289.
29
BRUNETEAU, Bernad, El siglo de los genocidios. Violencias, masacres y procesos genocidas desde
Armenia a Ruanda. Madrid, Alianza, 2006, p. 250.
30
GIL VICO, Pablo, “Derecho y ficción: la represión judicial militar”, op. cit., p. 289.
31
FERRAJOLI, Luigi, “El derecho penal del enemigo y la disolución del derecho”, Jueces para la
Democracia. Información y debate, 57, 2006, pp. 3-10.

38

Wolfgang Sofky, lejos de la reciprocidad propia del tiempo de guerra, los vencidos sólo
son “enemigos” a ojos de los perseguidores, que encontraron en este, descrito primero
como perjuro y traidor, y después como perverso autor de crímenes execrables, una figura
funcional a la justificación del golpe, la guerra y la violencia aplicada por el régimen
resultado de esta, por mucho que se camuflara bajo la apariencia de justicia.32
A partir de aquí, es cierto que la propaganda sobre el terror del enemigo ha sido
frecuentemente utilizada para fomentar y justificar la respuesta violenta, llegando al
genocidio.33 Sin embargo, aunque las últimas investigaciones sobre la violencia de guerra
y posguerra utilizan el miedo como factor explicativo de la colaboración en su aplicación,
desde estas páginas defendemos que más que con el miedo tuvo que ver con su
contrario.34 Al desplome de todas las prevenciones morales sobre matar se unió la falta
de precauciones racionales que había brindado la derrota sin paliativos, traducida en un
clima de impunidad en el que cualquiera podía denunciar o informar en falso, facilitando
con ello la muerte de su vecino, sin temer una respuesta futura por parte de quienes -
sabían- no tendrían ninguna posibilidad de devolver el golpe a modo de contradenuncia.35
Al contrario, el miedo puede cegar, es una pulsión cuyas respuestas son imprevisibles,
pudiendo tanto paralizar como fomentar la acción violenta, en parte incontrolada,
principalmente en el caso de las guerras civiles, cuando los frentes de batalla no están
claramente estabilizados y la posibilidad de que actúe la quinta columna se percibe como
una amenaza real o imaginaria.36

32
SOFSKY, Wolfgang, op. cit., p. 80.
33
GELLATELY, Robert & KIERNAN, Ben (eds.), The Spectre of Genocide. Mass Murder in Historical
Perspective. Cambridge, Cambridge University Press, 2003.
34
GÓMEZ BRAVO, Gutmaro y MARCO, Jorge, La obra del miedo. Violencia y sociedad en la España
franquista (1936-1950). Barcelona, Península, 2011; VEGA SOMBRÍA, Santiago, La política del miedo.
El papel de la represión en el franquismo. Barcelona, Crítica, 2011.
35
En su estudio sobre la violencia en las guerras civiles, Stathis N. Kalivas parte de la hipótesis de que
cuanto más alto sea el grado de control ejercido por un actor político en un área determinada, mayor será
el grado de colaboración con el mismo. Cuando fue aplicada al estudio de la guerra civil en Grecia
comprobó que la colaboración en la información, por ejemplo, requiere de un nivel de control determinado
para que aquellos que la ofrecen se sientan lo suficientemente tranquilos como para saber que el escenario
de poder no variará. En este sentido, no hubo escenario más ideal, en el caso que nos ocupa, del que se
derivó de la derrota incondicional y sin paliativos del ejército republicano. Por el contrario, y con la
excepción de las respuestas que, no sujetas a criterios racionales, infravaloran el riesgo, la colaboración de
los civiles con las fuerzas dominantes tiende a ser menor en aquellas áreas más cercanas a los frentes de
batalla y, por lo tanto, con más altas posibilidades de que puedan cambiar los actores políticos que ejercen
su control. De esta forma, la colaboración en las denuncias o información tiende a reducirse por el temor a
que un cambio de signo en las fuerzas de ocupación pudiera provocar la posterior proliferación de
contradenuncias a modo de venganza. KALIVAS, Stathis N. La lógica de la violencia en la guerra civil.
Madrid, Akal, 2010. Especialmente los capítulos VII “Una teoría de la violencia selectiva” y IX “El plano
empírico II. (Evidencias microcomparativas).”
36
Ibídem. pp. 127-128. Del miedo se deriva una respuesta que puede llevar tanto al enfrentamiento violento
como a la huida. BOURKE, Joanna, Fear. A Cultural History. Virago Press, UK, 2005, pp. 224-225.

39

Pero la violencia aplicada por el Estado tras el 1 de abril no fue consecuencia de
este miedo, sino de las pulsiones derivadas de la venganza y el odio, vectores con los que
el Estado supo canalizar la voluntad de poder de muchos ciudadanos cuya experiencia de
guerra había predispuesto hacia la asunción de actitudes violentas. Para varios
colaboradores, pasar de la actitud a la acción dependió de los mecanismos de
participación abiertos por este. Y es aquí donde jugó su papel el odio, que a diferencia del
miedo es dirigido hacia alguien concreto, no hacia una idea, sino contra una persona o la
imagen de ella.37 Por esta razón debemos tener en cuenta que los contenidos de la
propaganda y su función polarizadora38 fueron cobrando forma personal en cada
localidad, adquiriendo una significación concreta. Pocos lo han explicado tan bien como
ese niño tutsi que sobrevivió al genocidio de Ruanda a manos de los hutus, cuyo
testimonio fue recogido por Jean Haetzfeld en La vida al desnudo. Janvier Munyaneza
sabía que quienes habían intentado asesinarle dentro de un proceso de genocidio habían
sido sus propios vecinos:

Para sentir odio hay que poder dirigirlo hacia caras y nombres concretos.
Así que, a los que reconocimos mientras mataban, hay que maldecirlos en persona.
Pero en los pantanos los matarifes trabajaban en columnas y casi nunca podíamos
distinguir sus rasgos desde el follaje… Creo que el odio se echa a perder frente a
una masa de desconocidos; con el miedo es al revés. De alguna forma es lo que
siento.39

Efectivamente, fue el odio y no el miedo lo que, más allá de la propaganda


justificativa del terror rojo y otras motivaciones más concretas, personales y racionales,

37
El odio se dirige siempre contra una persona concreta que representa una amenaza a la estructura del
sujeto que odia, por lo que desea que sea destruida, ya sea por él mismo, por otros, o por determinadas
circunstancias. CASTILLA DEL PINO, Carlos, Teoría de los sentimientos. Barcelona, Tusquets, 2003, pp.
291-298.
38
La polarización se refiere a la intensidad de las divisiones entre grupos y es uno de los factores
explicativos del nexo entre guerra civil y barbarie. En ella juegan un papel fundamental los discursos sobre
el enemigo, que al demonizarlo justifican y alientan los actos violentos sobre el mismo. Parece claro que
sobre quien no merece piedad por su maldad absoluta es más fácil cometer actos de crueldad y barbarie.
Sin embargo, con esta visión se corre el riesgo de caer en la impresión de que la violencia que se aplica en
un contexto de polarización extrema como una guerra civil es impersonal. De ahí que sea conveniente
subrayar el hecho de que la despersonalización de los individuos que pertenecen a un grupo determinado
bajo las categorías preestablecidas por los discursos suele ser interesada y equívoca, pues en realidad los
deja a merced de individuos sin escrúpulos que los conocen muy bien y que aprovechan su situación de
indefensión para ir contra ellos por motivos personales. Sobre la ambigüedad de la polarización en las
guerras civiles KALIVAS, Stathis N., op. cit., pp. 99-102.
39
HATZFELD, Jean, La vida al desnudo. Voces de Ruanda. Madrid, Turpial, 2005, p. 62.

40

se canalizaba en la voluntad y las acciones llevadas a cabo por muchos de los
colaboradores de cada localidad para que la violencia fuera aplicada sobre sus vecinos.
No es casualidad que los informantes que acudían a declarar ante los jueces de instrucción
comenzaran sus declaraciones diciendo que conocían, en muchos casos, de toda la vida a
los procesados. Fueron ese odio y ansias de venganza el auténtico carburante que hizo
funcionar de base la represión estructurada desde la justicia militar, lo que también puede
observarse en el contenido de las sentencias dictadas por los consejos de guerra.40

3. Análisis del modelo represivo: las dos agencias


Tal y como hemos hecho referencia, en los periodos de transición de regímenes
dictatoriales a democracias o de periodos bélicos a sociedades de paz, las exigencias de
justicia tratarán de hacerse compatibles con la paz, bien desde criterios restauracionistas
propios de la justicia transicional, bien aplicando otros más decantados hacia el
punitivismo. En cualquier caso, incluso en los principios del derecho arcaico, el castigo
no es sino la negación de la venganza, que es asumida por la ley, convirtiéndola en justicia
retributiva mediante el tránsito de lo privado a lo público.41
El problema al que nos enfrentamos cuando nos ocupamos del estudio de la
represión judicial franquista es que el castigo no sustituyó a la venganza, que quedó
entronizada en las salas de justicia, en una perfecta confluencia de intereses entre las que
podemos denominar dos agencias productoras de violencia: estatal y local.42 Del vértice

40
Las mismas dinámicas facilitaron que los discursos propagandísticos pasaran de la justificación por el
miedo al peso de la venganza. No era lo mismo condenar por “la culpa de la guerra” que por “la culpa
contraída durante la guerra”. La diferencia debe tenerse en cuenta, pues no solo es indicativa de cómo la
experiencia de guerra y los asesinatos llevados a cabo en la retaguardia republicana facilitaron la
elaboración de un discurso justificador que transitó del golpe preventivo contra la ilegitimidad de los
poderes actuantes al de la sangre de los mártires por los crímenes rojos, sino que posibilitó que familiares
de las víctimas y autoridades se implicaran más decididamente en la persecución de sus vecinos, a quienes
unos y otros consideraban o señalaban como responsables de las muertes de sus seres queridos. La
diferencia entre ambos discursos es también ilustrativa de que la venganza no solo respondió a impulsos
individuales calculadamente instrumentalizados por el Estado, sino también a la fría e implacable lógica de
quienes se habían hecho cargo del mismo tras su conquista por las armas, aduciendo motivos espurios como
el honor y el deber hacia la patria. Lo que posibilitó el recurso a la venganza privada fue una mayor
integración por implicación, tejer una red más amplia y eficaz al servirse de la acción de familiares y
autoridades locales y dar una apariencia de que se juzgaban crímenes concretos, además de confundir
retroactivamente lo ocurrido en tiempo de guerra con los antecedentes que supuestamente habían llevado
al bando golpista a tomar las armas
41
FERRAJOLI, Luigi, op. cit., p. 6
42
En principio, una sentencia judicial debe entenderse como castigo que borra el delito, y su objeto, en
última instancia, es la actualización del derecho, por lo que compete más a los tribunales que a quienes han
sufrido el daño, rompiendo el círculo vicioso de la venganza privada. SOFSKY, Wolfgang, op. cit., pp.
181-194. No sería el caso de la justicia militar en posguerra, no sólo porque los togados siguieron
concibiendo a los procesados como enemigos, propio de la guerra y no del derecho, sino porque en su
funcionamiento jugaron un papel de primer orden autoridades locales y vecinos, movidos por motivos

41

a la base, de la normativa a su funcionamiento, de la autoridad militar a los vecinos,
justicia depuradora y venganza privada se complementaron para continuar llevando a
cabo con menos escándalo la limpieza política iniciada al amparo de la declaración de los
bandos de guerra desde el 18 de julio de 1936. Pero no es posible comprender aspectos
centrales de esta sin examinar de cerca las condiciones sociales en las que se hizo efectiva
y el papel jugado por los agentes locales que posibilitaron su funcionamiento.43
Y es que el territorio de lo local no es solo el lugar donde la violencia se concreta
en sus formas. Es también el espacio de lo social, donde, como ha escrito Omer Bartov,
las acciones de limpieza política, étnica o de genocidio se materializan, en “la interacción
entre vecinos, más allá del encuentro con las fuerzas que llegan del exterior.”44 Es, pues,
el lugar donde básica y radicalmente se produce el encuentro entre víctima y verdugo,
donde el líder político o el militante eran –antes de nada- un vecino con nombre propio y
rostro conocido, con quien se había convivido o mantenido enfrentamientos.45
Precisamente, se ha demostrado que la conducta de las comunidades local es lo que
facilita el éxito de la empresa –ya sea limpieza o de genocidio-, y de ello se deriva una
responsabilidad escandalosa: no sólo hicieron posible o facilitaron el crimen con su
participación o actitud, sino que de haber sido otra probablemente el número de víctimas
hubiera sido menor.46
Prestando atención al contexto institucional, la interacción entre los agentes
militares y sus colaboradores locales se vio facilitada por la decidida implantación de
juzgados militares, que fueron instalados en capitales de provincia, cabezas de partido y

personales en la mayoría de las ocasiones. De esta forma, y como veremos detenidamente, la represalia del
castigo acabó confundiéndose con la represalia de la venganza que está en su origen, quedando
institucionalizada.
43
Lejos de asumir y aplicar los presupuestos teóricos del marco general a una escala reducida, la base del
conocimiento empírico ha demostrado que fue la conexión entre centro y periferia, y la complementariedad
entre los objetivos de la política estatal y las motivaciones de los colaboradores locales lo que explica el
éxito de la limpieza política llevada a cabo en España tras el 1 de abril de 1939. De la misma forma, de
haber prestado únicamente atención al resultado final de la violencia, habrían pasado desapercibidas las
situaciones nacidas de las propias lógicas locales y, lo que es más importante, los numerosos actores que
colaboraron con sus acciones y omisiones en el proceso productor de la violencia, cargándose de una
enorme responsabilidad.
44
BARTOV, Omer, “Seeking the Roots of Modern Genocide: On the Macro-and Microhistory of Mass
Munder”, en GELLATELY, Robert & KIERNAN, Ben (eds.), op. cit., pp. 75-96, p. 85.
45
De ahí la fuerza del título dado a la desgarradora investigación de GROSS, Jan T., Vecinos. El exterminio
de la comunidad judía de Jedwabne. Barcelona, Crítica, 2002.
46
Ya en su momento, en uno de los trabajos pioneros en abordar el estudio de la represión tanto desde un
punto de vista cuantitativo como cualitativo, Julián Chaves apuntó a la voluntad de personas concretas –
fundamentalmente alcaldes y jefes locales de Falange- como factor explicativo del variable grado de
represión y violencia aplicadas en las distintas localidades de la provincia de Cáceres. CHAVES
PALACIOS, Julián, La represión en la provincia de Cáceres durante la guerra civil…, op. cit., p. 97.

42

localidades importantes de estos.47 Ello permitió hacer de la denuncia el principal canal
de comunicación entre las instituciones y los ciudadanos más comprometidos con el
nuevo régimen, que no dudaron en acercarse a juzgados y auditorías para firmar las
denuncias. Era, pues, el eslabón que unía a las dos agencias responsables de producir la
violencia, la institucional y la local.48 Si el Estado obtenía la información necesaria para
dar a su labor apariencia de justicia, permitía a cambio que algunos ciudadanos se
sirvieran de su formidable poder en beneficio propio, en una alianza sobre la que se
edificó todo un proceso de violencia que debemos entender como selectiva.49 Mientras,
las detenciones se sucedían y en los cuartelillos de FET-JONS y de la Guardia Civil se
torturaba y propinaban palizas que arrancaban declaraciones comprometedoras para que
la rueda no interrumpiera su aplastante marcha. Tras el 1 de abril, cada localidad de
España se había convertido prácticamente en un escenario cerrado ante la indefensión de
los vencidos, donde el poder de informar que les habían conferido junto a las autoridades

47
MORENO GÓMEZ, Francisco, “La represión en la posguerra”, en JULIÁ, Santos (coord.), op. cit., pp.
275-412, p. 316.
48
PAYÁ LÓPEZ, Pedro, “Ningún político republicano fue indemne al castigo: la represión de los políticos
locales”, en SÁNCHEZ RECIO, Glicerio y MORENO FONSERET, Roque (eds.), op. cit., 2015, pp. 169-
221.
49
Algunos autores han calificado de exterminio el programa represivo puesto en marcha por el ejército
franquista: ESPINOSA MAESTRE, Francisco, “Julio de 1936. Golpe militar y plan de exterminio”, en
CASANOVA, Julián (coord.), Morir, matar, sobrevivir. La violencia en la dictadura de Franco. Barcelona,
Crítica, 2002, pp. 51-119. PRESTON, Paul, op. cit. También se ha hablado de exterminio para explicar la
represión en la retaguardia y la colaboración de “ciudadanos comunes”, SEVILLANO CALERO,
Francisco, Exterminio. El terror con Franco. Madrid, Oberon, 2004. Sin embargo, pensamos que su
aplicación no es adecuada para el caso español, donde la limpieza política fue llevada a cabo mediante de
una violencia selectiva que contemplaba tanto la eliminación física como la reclusión y reeducación. Otra
cosa es que la abundancia de denuncias e informaciones falsas, admitidas y toleradas por las autoridades
judiciales, en la práctica convirtieran la violencia selectiva en indiscriminada, dentro de unos límites
compatibles con la apariencia de justicia perseguida. Sobre la diferencia entre violencia indiscriminada y
selectiva y la importancia de una alianza entre agentes políticos externos y locales en la producción de ésta
ver KALIVAS, Stathis N., op. cit. La profesora Matilde Eiroa también ha defendido la mayor virtualidad
de conceptos como represión sistémica y reeducación social, además de atender al carácter dinámico de
un proceso que precisa de análisis específicos de etapas cronológicas y territorios distintos, aceptando la
existencia de prácticas genocidas por parte del Ejército de África en su avance hacia Madrid desde el
Suroeste español. EIROA SAN FRANCISCO, Matilde, “Prácticas genocidas en guerra, represión sistémica
y reeducación social”, en Hispania Nova. Revista de Historia Contemporánea, nº 10 (2012)
http://hispanianova.rediris.es. El propio Francisco Espinosa diferenció dos fases en su estudio de la
represión llevada a cabo por el avance de las columnas rebeldes desde Sevilla a Badajoz, pasando de una
violencia indiscriminada inicial a una más selectiva a partir de 1937, cuando comienzan a generalizarse los
procesos sumarísimos como forma de matar. ESPINOSA MAESTRE, Francisco, La justicia de Queipo...,
op. cit. Posiciones encontradas en RODRIGO, Javier, Hasta la raíz. Violencia durante la Guerra Civil y la
Dictadura Franquista. Madrid, Alianza, 2008, y ESPINOSA MAESTRE, Francisco, “La represión
franquista. Un combate por la historia y por la memoria”, en ESPINOSA MAESTRE, Francisco (ed.),
Violencia roja y azul…, op. cit., pp. 25-78.

43

locales debe ser interpretado como la capacidad que tuvieron de influir sobre la vida y el
destino de sus conciudadanos.50
Las acciones derivadas de las denuncias se complementaron con las llevadas a
cabo por los componentes de una red de informantes formada por miembros de FET-
JONS a las órdenes de las autoridades locales –alcalde, jefe local y delegado de
investigación- que los propusieron para que declararan sistemáticamente contra sus
vecinos ante las autoridades judiciales.51 Además, sus componentes no sólo identificaban
y designaban a las víctimas, también iniciaban investigaciones, presentaban denuncias o
las redactaban para que fueran firmadas por los familiares de las víctimas de la violencia
en la retaguardia republicana, incoaban diligencias, procedían a efectuar detenciones y
llevaban a cabo los interrogatorios intimidatorios. Y lo más importante, en sus
declaraciones ante los jueces de instrucción se sustentaba la prueba judicial sobre la que
se justificaban las sentencias de acuerdo a la pretendida apariencia de derecho perseguida
por el régimen. Eran, por tanto, una pieza básica de la que llegó a depender la aplicación
efectiva de la justicia.52
En el universo de la denuncia también había espontáneos que, aprovechando las
circunstancias, trataban de obtener un beneficio particular, bien buscando una promoción
personal y profesional, bien económica, mediante la obtención de tierras o impago de
arrendamientos o deudas contraídas, o, sencillamente, por envidia, celos o como mero
acto de venganza. Encontraban ahora una posibilidad inmejorable, dados los canales
abiertos por el régimen, para ajustar a su favor viejas rencillas personales, solucionando
así, con la ayuda de las instituciones del Estado, cuestiones que tenían un origen y razones
meramente privadas.53

50
PAYÁ LÓPEZ, Pedro, Violencia y responsabilidad. La represión judicial franquista en el ámbito local.
Valencia, PUV, 2017.
51
La estrecha relación entre los actos de denunciar e informar fue destacada por Sheila Fitzpatrick y Robert
Gellately en su estudio sobre las funciones y prácticas de denuncia especialmente en los sistemas de terror
totalitarios. FITZPATRICK, Sheila y GELLATELY, Robert, “Introduction to the Practices of Denunciation
in Modern European History”, en The Journal of Modern History, 68, (December 1996) pp. 747-767, p.
747.
52
ANDERSON, Peter, “In the Interests of justice? Grass-roots, Prosecution and Collaboration in Francoist
Military Trials, 1939-1945”, en Contemporany European History, 18, I (2009), pp. 25-44; “Singling Out
Victims: Denunciation and Collusion in the Post-Civil War Francoist Repression in Spain, 1939-1945”, en
European History Quarterly, 39, I (2009), pp. 7-26.
53
Fue éste uno de los principales aspectos observados por Robert Gellately en su estudio de la denuncia
durante el nazismo. GELLATELY, Robert, “Denunciations in Twentieth-Century Germany: Aspects of
Self-Policing in the Third Reich and the German Democratic Republic” The Journal of Modern History,
68, (1996), pp. 931-967, p. 939 y No sólo Hitler. La Alemania nazi entre la coacción y el consenso.
Barcelona, Crítica, 2002, p. 192. Similares apreciaciones en JOSHI, Vandana, “The ‘Private’ Became
‘Public’: Wives as Denouncers in the Third Reich”, en Journal of Contemporary History, 37, 3 (2002), pp.
419-435 y Gender and Power in the Third Recih: Female Denouncers and the Gestapo (1933-1945).

44

Pero conviene no olvidar que en esta historia de odios y venganzas, de rencillas y
aprovechamiento ilícito, hay un protagonista más allá de los comportamientos
individuales: un Estado empeñado en extender el control social y la represión hacia un
enemigo genérico contra el que todo valía.54 Si existía la posibilidad de obtener un
beneficio particular mediante el acto de denunciar, era porque también beneficiaba al
régimen. Dejar hacer, siempre que no perjudicara a la política del Estado y permitiera
asfixiar a los opositores potenciales (objetivos naturales de denuncia), se convirtió en toda
una política de orden y control público presidida primero por el terror y después por el
temor y la incertidumbre derivadas del mismo. La mayoría de ciudadanos sabía que un
mal paso, una acción equivocada o un comentario fuera de lugar o tono, podría ser puesto
en conocimiento de las fuerzas de orden público o de quienes desempañaban algún cargo
en FET-JONS por cualquier vecino que lo viera o escuchara. El caso es que esta
inseguridad era una herramienta política de primera magnitud para el régimen, que
parecía, al menos, haber trasladado la imagen de una sociedad vigilante de sí misma. De
esta forma, quienes fomentaron dicha política, que pasaba –no lo olvidemos- por altos
grados de discrecionalidad e improvisación dejada a la iniciativa y voluntad de aquellos
ciudadanos “de reconocida solvencia moral y política”, que además solían ocupar los
cargos locales, sabían que se sembraba un estado de alerta e inseguridad mediante el que
se disuadía cualquier intento de disensión pública. Cualquier ciudadano intuía que podía
encontrarse detenido de un momento a otro. Si había cometido el error de decir una
palabra inadecuada en el lugar equivocado, no faltarían “buenos” vecinos que dieran
noticia de ello donde debían darla.55

Houndmills, Palgrave Macmillan, 2003. Más contundente es la afirmación de Jan T. Gross en su trabajo
sobre la colaboración de las autoridades locales polacas durante la ocupación por la URSS, donde concluye
que se produjo una auténtica privatización de los medios de represión y control social del Estado por
algunos colaboradores que no dudaron en utilizar la nueva situación para acabar con su vecinos, resolviendo
así, mediante la denuncia, disputas que tenían un origen meramente privado. GROSS, Jan T., “A Note of
Nature of Soviet Totaliarianism”, en Soviet Studies, Vol. XXXIV, nº 3, july 1982, pp. 367-376.
54
Aun movidos por motivos personales, la colaboración de estos denunciantes facilitó enormemente el
funcionamiento del sistema judicial y de terror franquista. Como otros estados totalitarios y autoritarios, el
franquista fue un régimen proclive a animar a sus ciudadanos a escribir denuncias, haciendo de esta una
práctica cotidiana que beneficiaba formidablemente sus posibilidades de limpieza política y control social.
Pero como ha señalado Jan T. Gross, lo que está en juego con la constatación de este tipo de actuaciones
no es una cuestión del carácter de algunos individuos, sino “la lógica de los incentivos que puede encontrar
una persona en los regímenes totalitarios del siglo XX”. GROSS, Jan T., Vecinos…, op. cit., p. 114. Por
otra parte, conviene tener presente que se trata de un tipo de regímenes que no sólo son receptores de
denuncias, sino autores en sí mismos, al definir colectivamente a un grupo como “enemigo”, categorizando
y estigmatizando a los individuos que lo incluyen como fáciles objetos de denuncias particulares.
FITZPATRICK, Sheila y GELLATELY, Robert, “Introduction to the Practices of Denunciation in Modern
European History”, op. cit., p. 748.
55
Los estudios recogidos por Fitzpatrick y Gellately dan buena cuenta de la importancia concedida por
estos regímenes a la “auto-vigilancia” entre vecinos y la consiguiente instalación -real o sencillamente

45

Pero por mucho que se revistieran de fervor patriótico o político, las autoridades
locales que recogían las denuncias y las judiciales que les daban curso incoando los
respectivos sumarios sabían perfectamente que tras una guerra que había enconado
posiciones, fomentado odios, devaluado actitudes morales, visto comportamientos
indignos y reducido el umbral del valor de la vida humana, los sentimientos más bajos
podían jugar un papel importante en las motivaciones de unas denuncias que, por los
sujetos a quienes iban dirigidas, fueron contempladas -y así utilizadas- como herramienta
de violencia política contra los vencidos.56
Debemos pensar, además, que en un sistema de delación y denuncia como fue el
de posguerra, si, por una parte y como se ha destacado, cualquier ciudadano con un pasado
de izquierdas podía ser objeto de denuncia, también cualquiera podía ser contemplado
como un posible informador o denunciante. Este sistema de inseguridad basado en la
incertidumbre daba al régimen un poder disuasorio de una importancia que Hannah
Arendt supo destacar en su estudio sobre el totalitarismo.57 Y era esta difuminada idea de
los delatores la que amplificaba, si no el poder real del Estado, que era mucho, sí su
presencia cotidiana. Otra cuestión es la responsabilidad contraída por las personas que,
por decisión propia, participaron en estas prácticas contra el “enemigo”, haciendo caer
toda la maquinaria del poder sobre sus vecinos.
Como vemos, si el desmoronamiento de las estructuras del Estado Republicano,
privado de las instituciones y fuerzas coercitivas capaces de imponer y hacer valer la ley
y el orden, fue uno de los factores explicativos del desarrollo de la violencia en su
retaguardia al margen de la represión legal, en la posguerra, en cambio, el ejercicio de la
violencia política fue aplicado, dirigido y rígidamente centralizado desde las instituciones
represivas del Estado. Sin embargo, la ley y el orden impuestos por la dictadura estuvo
acompañada de otra suerte de desmoronamiento: el desmoronamiento moral de todo un
sistema que elevaba la delación y la denuncia del vecino a servicio patriótico,
institucionalizaba la venganza como forma de justicia y daba curso legal al asesinato. Tal

percibida como tal- de una “sociedad panóptica” como elemento de disuasión y control. FITZPATRICK,
Sheila y GELLATELY, Robert (eds.) Accusatory Practices: Denunciation in Modern European History,
1789-1989. University of Chicago Press Journals, 1997. Sobre la sociedad panóptica ver FOUCAULT,
Michel, Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión. México D.F., Siglo XXI, 1976, pp. 199-230.
56
Como ha destacado Stathis Kalivas, la denuncia es precisamente lo que convierte la producción de
violencia selectiva en el resultado de un proceso conjunto en el que intervienen los dos niveles de agencia
aludidos mediante un intercambio de información por violencia. KALIVAS, Stathis N., op. cit., pp. 249-
296. Más adelante explica con meridiana claridad el nexo que conecta la intimidad de la violencia y la
dimensión local de la guerra civil: “la violencia selectiva requiere información local que, una y otra vez,
tiende a proceder a denuncias motivadas por conflictos personales”, p. 496.
57
ARENDT, Hannah, Los orígenes del totalitarismo. Madrid, Alianza, 2011, especialmente pp. 531-616.

46

sistema facilitaba, además, que se adecuaran mecanismos psicológicos de desconexión
moral que permitían a los individuos actuar sin remordimientos, al diluir la
responsabilidad en la aplicación final de la violencia, difuminando el vínculo entre la
acción y sus consecuencias. Tal desinhibición de la conciencia moral, consecuencia en
parte de la conversión del precepto “no matarás” en “matarás dentro de la legalidad”,
facilitó la proliferación de colaboradores, denunciantes e informantes, que participaron,
con distintos grados de responsabilidad, en las distintas fases en las que se dividió la
acción violenta que finalmente era aplicada por el Estado.58

4. Análisis del modelo represivo: fases y actuación de los agentes


La justicia militar tuvo en el procedimiento sumarísimo el núcleo sobre el que giró
toda la jurisdicción militar y de guerra, de ahí que se hiciera ya referencia expresa al
mismo en los primeros bandos de guerra, incluido el de 28 de junio de la Junta de Defensa
Nacional, que lo hacía extensivo a todo el territorio del Estado.59 Recogido en los artículos
649 a 662 del Código de Justicia Militar, destacaba por su carácter expeditivo, al acortar
al mínimo los plazos y tiempos entre la incoación de la causa y su vista en plenario, lo
que estaba en relación al hecho de que, según estaba previsto en el artículo 649, debía
aplicarse en aquellos casos en los que el procesado fuera sorprendido “en flagrante delito
militar” y la pena a imponer fuera de perpetua a muerte.60 Los rebeldes, pues, se vieron
obligados a adaptar dicho procedimiento a las “especiales circunstancias del momento” y
en favor de la “mayor eficacia del movimiento militar y ciudadano”. De ahí que, por el
Decreto nº 79 de 31 de agosto de 1936 la Junta de Defensa Nacional eliminara ambos
requisitos.61
Estas modificaciones se completaron dos meses después con las introducidas por
el Decreto nº 55 de 1 de noviembre de 1936, cuando las tropas rebeldes estaban a las

58
Como señala Peter Sloterdijk, la guerra aporta la gran inversión de la conciencia moral al poner, en lugar
del fundamental “no matarás”, el precepto “matarás tanto como sea posible”. SLOTERDIJK, Peter, Crítica
de la razón cínica. Madrid, Siruela, 2003, p. 435. Esta inversión, sin embargo, siguió presente en la
posguerra española, con el matiz de la participación en las instituciones que el Estado había diseñado para
que tal precepto pudiera cumplirse sin atentar contra la legalidad y una nueva “moralidad”.
59
Boletín Oficial de la Junta de Defensa Nacional, nº 3, 30 de julio de 1936.
60
El artículo 650 dejaba muy claras las especiales circunstancias en las que debía incoarse dicho
procedimiento sumarísimo: “Se considerará flagrante delito el que se estuviere cometiendo o se acabare de
cometer cuando el delincuente sea sorprendido. Se entenderá sorprendido en el acto de ejecutar el delito no
solo el criminal aprehendido en el momento de estarlo cometiendo, sino el detenido o perseguido
inmediatamente después de cometerlo, si la persecución durare o no se suspendiere mientras el delincuente
no se ponga fuera del alcance de los que le persigan”. Código de Justicia Militar, Gaceta de Madrid, 6 de
octubre de 1890.
61
Boletín Oficial de la Junta de Defensa Nacional, nº 15, 4 de septiembre de 1936

47

puertas de Madrid y preparaban lo que pensaban sería su ofensiva definitiva. Previendo
el volumen de individuos a los que harían pagar el “sinnúmero de crímenes de todo
orden”, el sentido último del decreto pretendía dotar, si cabe, de “mayor rapidez y
ejemplaridad tan indispensables en la justicia castrense”, a la que en breve sería la
principal herramienta represiva, que pasó a denominarse sumarísimo de urgencia. Sin
embargo, siendo importantes las modificaciones que aceleraron todavía más los tiempos
y redujeron las ya de por sí insignificantes garantías procesales,62 el aspecto crucial y que
mejor explica el funcionamiento de base de la justicia militar fue lo preceptuado en el
apartado b) del artículo 4º, mediante el que se integraban perfectamente y de modo
subsidiario las dos agencias responsables de producir la violencia: Tras la ratificación de
la denuncia o atestado, sería suficiente que el juez tomara declaración a los testigos de
cargo para dar por finalizadas sus actuaciones, “pasándolas inmediatamente al tribunal,
el cual designará fecha y hora para la celebración de la vista”. Nada más se mencionaba
respecto a la formación de la prueba. Esto era todo: el testimonio parcial e interesado
elevado a prueba irrefutable.63
Pretendidamente “obligados por las especiales circunstancias” a dictar una
disposición que buscaba “la mayor rapidez y ejemplaridad”, el hecho de que el
sumarísimo de urgencia conservara su vigor hasta julio de 1940, contradiciendo dichas
razones justificativas tras el 1 de abril de 1939, denota su verdadera función depuradora
y lógica aniquiladora, al aprovechar su especial celeridad para incoar y resolver las causas
en los momentos inmediatos a la descomposición de los frentes y toma de los últimos
territorios. De hecho, en un estudio de caso de una comarca de la provincia de Alicante

62
Boletín Oficial del Estado (BOE), nº 22, 6 de noviembre de 1936. Entre ellas, el hecho de eliminar la
lectura de cargos antes del consejo de guerra y en presencia del abogado, o que la única autoridad
especialista en materia jurídica –el Auditor- no interviniera hasta una vez pronunciada la sentencia, a fines
de aprobarla o disentir (Artículo 4, apartado D). Tras el fracaso de la ocupación de Madrid, la medida se
haría extensiva a todas las zonas que se fueran conquistando por el Decreto nº 191 de 26 de enero de 1937,
muy próxima ya la caída de Málaga. BOE, nº 99, 27 de enero de 1937.
63
En su apartado B) el artículo 4º dice literalmente “identificados los testigos y atendido el resultado de las
actuaciones… el juez dictará auto-resumen de las mismas, comprensivo del procedimiento, pasándolas
inmediatamente al Tribunal, el cual designará día y hora para la celebración de la vista.” Niceto Alcalá-
Zamora interpretó en su momento que probablemente el Decreto habría querido decir “interrogados los
testigos” en lugar de “identificados”, lo que sería muestra de su “muy deficiente redacción”. ALCALÁ-
ZAMORA, Niceto, “Justicia penal de la guerra civil”, en Ensayos de Derecho Procesal, Buenos Aires,
1944, pp. 253-294, p. 288 (publicado originalmente en Revue de Science Criminelle et de Droit pénal
comparé, octubre-diciembre 1938, pp. 633-671.) Error o no en la redacción, identificados estaría haciendo
una descripción más acorde a la verdadera puesta en práctica del Decreto, ya que los testigos a los que hace
referencia no eran sino informantes identificados, reclutados y designados por las autoridades locales para
tal función, con independencia de su conocimiento de los hechos. El propio Alcalá-Zamora advirtió cómo
entre los atentados contra la imparcialidad y las garantías que suponía el Decreto 55 destacaba el hecho de
que los cargos se formulasen en base a testimonios recogidos apresuradamente “y prestados bajo los efectos
del odio hacia el inculpado” (p. 287).

48

sobre noventa y tres sumarísimos con resultado de pena de muerte, observamos que la
gran mayoría, ochenta y dos, fueron incoados y resueltos en los primeros meses tras la
guerra civil, al fragor de la victoria. Máxime si tenemos en cuenta que sesenta y seis de
los mismos fueron incoados en el mismo mes de abril. A partir del segundo semestre de
1939 la incoación de sumarios desciende vertiginosamente, prolongándose en cambio los
tiempos de celebración de la vista y ejecución de la sentencia por motivos que deben ser
explicados en clave local. Sea como fuere, y como podemos observar en la figura I, para
julio de 1940, cuando todas las causas pasarían a ser instruidas por el sumarísimo
ordinario, ya se había dictado sentencia para setenta y nueve de los noventa y un
procesados con pena de muerte hasta ese momento, un 86,8%. El objetivo estaba
cumplido.

FIGURA I AÑO Y TIEMPO TRANSCURRIDO ENTRE INCOACIÓN DE LA


CAUSA Y EJECUCIÓN DE SENTENCIA EN PENAS DE MUERTE. PARTIDO
JUDICIAL DE MONÓVAR.

100

90

80

70

60
Incoación
50
Condena a muerte
40
Ejecución
30

20

10

0
1939 1940 1941 1942 1943

No debemos, sin embargo, llevarnos a engaño. Pese a que la Ley de 12 de julio de


1940 restablecía en todo su vigor el Código de Justicia Militar y derogada el Decreto 55
de 1 de noviembre de 1936, los testigos de cargo (informantes) siguieron siendo la pieza
maestra para la formación de la “prueba” en las causas derivadas de la guerra civil. En la

49

práctica, su derogación únicamente afectó en lo que al acortamiento de los plazos se
refería.64
En cuanto a sus fases, el sumarísimo se compone de la parte sumarial y la plenaria.
De la primera se hacía cargo el juez de instrucción, que tomaba declaración a
denunciantes y testigos de cargo (informantes propuestos por las autoridades en realidad),
además de recibir los informes de las autoridades locales. Sobre estas tres fuentes, en
realidad tres formas de expresar una misma fuente de información que en ningún caso era
contrastada, el juez elaboraba un auto resumen en el que recogía, en caso de que se dieran
ligeras discrepancias, la versión más perjudicial para el procesado. Como no podía ser de
otra forma, también tomaba declaración indagatoria al procesado, cuya voz es recogida
además en el atestado de detención que se adjuntaba al sumario junto a la denuncia y, en
ocasiones, en pliegos de descargos que enviaron al juez o al auditor. Esta diversidad nos
obliga a estudiar el testimonio desde su fenomenología, lo que nos indica tanto su
contenido como sus límites. En este sentido, hay diferencias importantes entre el
ambiente, siempre de inferioridad para el detenido, en el que se produce el interrogatorio
del atestado de detención ante la guardia civil, la policía o Falange, habitualmente
acompañado de amenazas, palizas y torturas, y el que realiza ante el juez de instrucción,
cuyo nivel de amenaza y coacción es igualmente elevado, pero en el que adquiere mayor
protagonismo el absoluto dominio de la situación por parte del juez, en detrimento de la
violencia física. Con sus preguntas, el juez puede coartar la voluntad de los acusados,
desmoralizados, débiles y asustados. Así lo observamos cuando tratamos de
reconstruirlas, pues, aunque no fueron transcritas, pueden inferirse de las respuestas de
los procesados, muchas veces provocadas para que pareciera que decían lo que
seguramente no querían decir y en las que destacan la ausencia de matices y las
afirmaciones contundentes. Como ha escrito Carlo Ginzburg, especialista en el estudio de
fuentes judiciales, se trata de estar atentos a “las tensiones subterráneas que alteran la
superficie del diálogo.”65

64
Además, seguía vigente lo establecido por el decreto 79 de 31 de agosto de 1936, como la misma letra
de la Ley de 12 de julio recordaba en su artículo segundo: “Tanto para la continuación de los procedimientos
actualmente en tramitación como para los que se inicien a partir de la promulgación de la presente Ley, por
delitos derivados del Movimiento Nacional, se seguirán las normas que establece el artículo seiscientos
cuarenta y nueve y siguientes del Código de Justicia Militar, aunque los reos que deban enjuiciarse con
arreglo a los mismos no lo sean de delito militar flagrante ni les corresponda pena de muerte o perpetua.”
BOE nº 205, 22 de julio de 1940.
65
GINZBURG, Carlo, El juez y el historiador. Acotaciones al margen del caso Sofri. Madrid, Anaya &
Mario Muchnik, 1993, p. 56.

50

Lo que también podemos observar en los sumarios es la situación no sólo de
indefensión sino de desconocimiento en la que quedaban los detenidos tras su detención,
pues mientras estuvo vigente el procedimiento sumarísimo de urgencia sólo podían intuir
aquello de lo que se les acusaba por el interrogatorio al que eran sometidos por el juez, al
no serles dada lectura del auto de procesamiento.66 Hay casos en los que los procesados
solicitaron la prisión atenuada pocas semanas antes de ser conducidos al Consejo de
Guerra que les impondría la pena de muerte, superando las predicciones más pesimistas.
Y es que desde que el prisionero era detenido, después de las palizas y los interrogatorios,
su vida quedaba a merced de la arbitrariedad de todos los escalafones de la justicia
franquista.
En cuanto a la fase de plenario, los consejos de guerra estaban formados por
militares de carrera, oficiales y jefes en el caso de los ordinarios, y de oficiales generales
cuando se trataba de juzgar a militares de máxima graduación o a diputados y altos cargos
del gobierno republicano. En ninguno de los casos era necesario que tuvieran formación
jurídica. Eran, pues, militares que se enfrentaban a sus enemigos por otros medios.67
Las vistas eran públicas y solían ser colectivas y de pocos minutos de duración,
pues salvo raras excepciones no se presentaban pruebas periciales ni documentales, ni se
llamaba a declarar a testigos. Tan solo la enumeración de los cargos por el vocal ponente,
el alegato fiscal y la intervención de un defensor que, salvo excepciones, probablemente
seguía viendo en su defendido a un enemigo, cuando no a alguien responsable de la
muerte de sus compañeros de armas.68 Al procesado se le concedía el uso de la palabra,
pero como se puede intuir de la lectura de los sumarios, apenas pretendía exponer su

66
Así fue hasta la promulgación de la Ley de 12 de julio de 1940 que restablecía en todas sus partes el
Código de Justicia Militar de 1890. A partir de ese momento todas las tramitaciones se harían mediante el
sumarísimo ordinario previsto en los artículos 649 y sucesivos de dicho código castrense. GIL VICO, Pablo,
“Derecho y ficción: la represión judicial militar”, op. cit, pp. 249-370, pp. 293-294.
67
Como lo ha expresado el Fiscal y jurista Carlos Jiménez Villarejo, los consejos de guerra que actuaron
en guerra y posguerra en modo alguno podían calificarse como Tribunales de Justicia. “Eran, pura y
simplemente, una parte sustancial del aparato represor implantado por los facciosos y posteriormente por
la Dictadura”. JIMÉNEZ VILLAREJO, Carlos, “La destrucción del orden republicano (apuntes jurídicos)”,
en HISPANIA NOVA. Revista de Historia Contemporánea, nº 7, 2007, p. 19, http://hispanianova.rediris.es
68
Que el cargo de abogado defensor fuera monopolizado por los militares del bando sublevado hacia sus
enemigos (art. 145 del Código de Justicia Militar y art. 2 del Decreto 55 de 1 de noviembre) fue considerado
por Alcalá-Zamora como “el más grave golpe que se pueda asentar al derecho de defensa del inculpado”,
sobre todo en combinación con la ausencia de garantías procesales propia del Decreto 55. ALCALÁ-
ZAMORA, Niceto, op. cit., pp. 286-287. Con gran agudeza, supo ver la insalvable contrariedad en la que
los abogados deberían incurrir en gran número de causas, caso de tomarse en serio la defensa, aludiendo a
una causa de justificación que podía entenderse como eximente según el art. 172 del Código de Justicia
Militar: la obediencia a las autoridades legítimas para reprimir un delito de rebelión. Pero en tal caso “¿es
que tal argumento podía ser empleado por los militares nacionalistas sin poner en flagrante contradicción
su conducta como sublevados y su tesis como defensores?” (p. 287).

51

versión se le mandaba callar y todo quedaba reducido en la fórmula “hace manifestaciones
que no alteran en nada lo dicho en el sumario”.
En un estudio cuidadoso de los sumarios también podemos observar la
responsabilidad de cada uno de los agentes en su resultado final:69 jueces de instrucción
que utilizaban los interrogatorios para constatar prejuicios preestablecidos sin pretender
aclarar la verdad de los hechos y que en ocasiones se mostraban indiferentes ante la
solicitud de los procesados para que tomaran declaración a testigos de descargo que
permitieran la formación de pruebas exculpatorias. Consejos de guerra fallando distintas
penas para un mismo hecho y grado de implicación en pocos minutos y ponentes que
copiaban literalmente unas sentencias de otras modificando únicamente el nombre de los
procesados. Abogados que ante peticiones fiscales de última pena por asesinato pedían la
libre absolución de sus defendidos, no porque su participación en los hechos no hubiera
quedado acreditada, sino aduciendo que éstos “no eran constitutivos de delito”. Pocas
veces hallaremos en los sumarios indicios de dejadez de responsabilidad tan descarados.
Auditores, en fin, que se negaban a revisar las causas cuando habían aparecido nuevas
pruebas o incluso se habían detectado importantes errores de forma en el procedimiento,
más allá de la común falta de garantías procesales. Y todo ello no solo para condenas de
prisión, sino para fallos de pena de muerte.
Por ejemplo, el juez que llevó la causa contra el expresidente de la Diputación
Provincial de Alicante, exgobernador civil de Málaga y exsecretario general de la
federación provincial socialista de Alicante, Luis Arráez Martínez, concluía su auto
resumen de la siguiente forma:

Manifiesta también en su indagatoria que por su intervención evitó la


detención de varias personas y la libertad de otras, hecho este que no puede tomarse

69
Cuando hablamos de responsabilidad en la represión debemos tener en cuenta que los agentes que
intervinieron en su aplicación efectiva fueron varios, de ahí que deba contemplarse como suma de
responsabilidades individuales en relación al poder y a la capacidad de actuar que el Estado delegó o
permitió a cada uno de estos: denunciantes, autoridades locales, testigos de cargo (informantes), jueces de
instrucción, abogados, fiscalía, consejos de guerra y auditores. La suma de estas responsabilidades
personales, cada una de ellas aisladamente necesarias para el resultado final del proceso, es lo que en otro
lugar hemos denominado responsabilidad compartida, a diferencia de la responsabilidad fragmentada que
caracterizaría más adecuadamente la violencia que se dio en la retaguardia republicana. PAYÁ LÓPEZ,
Pedro, Violencia y responsabilidad, op. cit., p. Sobre el concepto de responsabilidad compartida ver
MELLEMA, Gregory, Individuals, Gropus, and Shared Moral Responsability. New York, Peter Lang,
1988; MAY, Larry, Sharing Responsability, Chicago University Press, 1992.

52

en consideración debido a la calidad depravada y malos sentimientos del
inculpado.70

Todas las acusaciones contra Luis Arráez se habían basado en los testimonios de
los informantes y los informes de las autoridades locales de su localidad habitual de
residencia –Petrer- sin ningún tipo de prueba que las respaldara. Declaraciones que,
además, se veían acompañadas de descalificaciones hacia su persona, a la que
consideraban “de condiciones muy depravadas”, “de muy baja condición moral”, “de
muy malos sentimientos”, “siempre dispuesta a realizar el mal”, “de aviesa intención” o
“de refinada maldad”, de tal forma que la fiscalía acabó calificándolo como
“peligrosísimo por su monstruosidad reflejada en su actuación durante todo el periodo
rojo.”71
Se trata de una actuación que podemos considerar habitual en los jueces de
instrucción que se encargaron de las investigaciones sumariales. Fieles a lo que de ellos
demandaba la justicia militar de la dictadura, su actitud se asemejaba más a las formas de
actuar de la Inquisición que a la del Derecho moderno. Como supiera distinguir Cessare
Beccaria en su descripción de un Derecho preilustrado, la actuación de los jueces se
caracterizaba por excluir las investigaciones y las pruebas que pudiendo aclarar lo
ocurrido debilitaban las razones del poder, convirtiéndose así “en enemigo del reo, de un
hombre encadenado, presa de la desolación, de los tormentos y del más terrible porvenir;
no indaga la verdad del hecho, sino que busca el delito en el preso.”72
Son situaciones y aspectos que muestran que tras la pretendida apariencia de
justicia se escondía una absoluta indefensión y una profunda arbitrariedad que estaban en
la base misma del sistema represor. Y las autoridades judiciales eran plenamente
conscientes de que la falta de garantías del sistema se traducía en innumerables condenas
de personas inocentes que nada tenían que ver con los delitos que les eran atribuidos por
sus denunciantes. En realidad, dejaban que autoridades locales y vecinos decidieran con
sus delaciones, denuncias e informaciones, quiénes debían seguir y quiénes no formando
parte de la comunidad. Lo contrario habría supuesto ir en contra de sus propias

70
Causa 6012 contra Luis Arráez Martínez. Archivo Histórico General de la Defensa (AHGD), 15797/13.
71
PAYÁ LÓPEZ, Pedro, “La eliminación de los referentes republicanos tras la Guerra Civil: el proceso
contra Luis Arráez Martínez, Gobernador civil de Málaga”, Historia Contemporánea, 52, 2016 (I), pp. 235-
270.
72
BECCARIA, Cesare, “Capítulo XVII, Del Fisco”, en De los delitos y las penas. Madrid, Trotta, 2001,
pp. 175-177.

53

disposiciones, que habían elevado a prueba irrefutable el testimonio de aquellos
informantes considerados “de reconocida solvencia moral y prestigio”. Tales eran las
autoridades y prohombres de cada localidad “mayores contribuyentes por rústica y
urbana”,73 los militantes de FET y, especialmente, los familiares de las víctimas, muy
activos en todo momento. Así lo contemplaba la vigencia del decreto 55 de 1 de
noviembre de 1936, al entender que tales testimonios equivalían en su grado de fiabilidad
al descubrimiento de los hechos in fraganti previsto en el Código de Justicia Militar,
aunque no vinieran de testigos presenciales, sino de rumores y conjeturas acerca de
hechos ocurridos hacía tres años.74 Luego, la arbitrariedad para decidir entre la vida y la
muerte quedaba plenamente sujeta a la autoridad militar y judicial. Primero el consejo de
guerra y las competencias que le eran atribuidas por el artículo 173 del Código de Justicia
Militar, que dejaba al personal arbitrio de sus miembros la apreciación de las
circunstancias modificativas de la responsabilidad penal (agravantes, atenuantes y
eximentes). Después el auditor, en su calidad de autoridad judicial, era el responsable de
declarar firme la sentencia, momento en el que los agentes locales –autoridades,
denunciantes, informantes- volvían a hacer acto de presencia para presionar en favor de
que así fuera.75
La responsabilidad de los agentes locales es especialmente significativa, pues
conocían la lógica de funcionamiento de los procesos sumarísimos y los consejos de
guerra, desde el tipo de delitos imputables hasta las circunstancias modificativas de la
responsabilidad penal contempladas en el Código de Justicia Militar sobre las que se
sustentaban las condenas a muerte, sin que debamos olvidar que los miembros del consejo
de guerra apreciaban dichas circunstancias discrecionalmente en base a las informaciones
que aquellos habían depuesto antes en el sumario, siguiendo lo contemplado en el Decreto
55 de 1 de noviembre. Dichas informaciones, afirmaciones en realidad, les permitían

73
Los rebeldes se aseguraron de que serían estos grupos e individuos quienes se encargarían de controlar
su retaguardia mediante el Decreto sobre Ayuntamientos y Diputaciones Provinciales de 5 de octubre de
1936. BOE, 6 de octubre de 1936.
74
Ciertamente, como lo ha expresado Glicerio Sánchez Recio, el Decreto 55 no hacía otra cosa que sustituir
el descubrimiento de los hechos in fraganti por el testimonio de testigos “fiables”. SÁNCHEZ RECIO,
Glicerio, “La aniquilación de la República en la inmediata posguerra”, op. cit., p. 60.
75
Así fue hasta el 12 de julio de 1940, cuando el Código de Justicia Militar fue restablecido “en todo su
vigor”, derogando el Decreto 55 de 1 de noviembre. A partir de ese momento la aprobación de la sentencia
volvió a estar en manos del comandante militar de la plaza o región, previa propuesta del Auditor (art. 662).
“Ley restableciendo, en todo su vigor, el Código de Justicia Militar.” BOE, nº 205, 28 de julio de 1940. No
deja de ser significativo que el Auditor, como autoridad judicial, solo intervenía al final, para aprobar o
disentir de unas sentencias pronunciadas por militares sin formación jurídica “en cuya deliberación no ha
intervenido y que son el resultado de procesos cuya prueba y debate no ha presenciado”. ALCALÁ-
ZAMORA, Niceto, op. cit., p. 289.

54

señalar tanto el grado de afinidad ideológica, como la naturaleza perversa del procesado
(principal criterio agravante junto al de trascendencia de los hechos), momento en el que
pesaban apreciaciones relativas a su personalidad de tan poco valor jurídico como las que
acabamos de señalar respecto de Luis Arráez.76
De hecho, una de las herramientas más destacadas entre las utilizadas por los
distintos agentes que intervinieron en los sumarios fue el lenguaje, de donde se desprende
la necesidad de hacer un análisis del discurso en el que cobra validez explicativa el
concepto de razón cínica. Para entenderlo con mayor precisión, debemos tener en cuenta
las diferencias que en relación al concepto de enemigo se dan entre hostis e inimicus. En
el primer caso, y como se ha hecho referencia, estamos ante el enemigo político total
(definido por el Estado en su condición de unidad política) con el que se tiene un
enfrentamiento público y al que no hace falta odiar personalmente, pues el enemigo no es
sino una comunidad de personas a la que se debe combatir por otra comunidad constituida
de forma beligerante como tal. Por el contrario inimicus es aquel que se reduce al campo
de lo privado y está motivado por razones como la competencia y sentimientos como la
antipatía y el odio.77
A diferencia de lo visto en escalas más amplias, donde la represión de los líderes
políticos perseguía erradicar algo que trascendía la individualidad propia del procesado
como hostis (caso paradigmático el del líder socialista Julián Besteiro), a escala local,
aunque todo el entramado justificador de las sentencias estaba montado sobre el discurso
del enemigo teorizado como hostis, éste cobraba forma concreta encarnándose en los
vecinos de izquierdas “conocidos de toda la vida” por aquellos denunciantes, autoridades
e informantes que los contemplaban como inimicus: un vecino, un individuo concreto,
del que conocían su trayectoria política, social y personal, con nombres y apellidos que
primero se calumniaron y después se pretendieron hacer desaparecer. Esta paradoja, en la
que el discurso simplificador sobre un enemigo genérico al que se le debe temer se
transfigura en un vecino al que se le odia, pero sin renunciar a las claves descriptivas y
representativas proporcionadas por la propaganda polarizadora, es salvada por medio del

76
Los antecedentes políticos de los acusados eran utilizados para fijar “el grado de afinidad y
compenetración ideológica” con la República, lo que les hacía verse incursos en un delito de adhesión a la
rebelión contemplado en el artículo 238.2 del Código de Justicia Militar y castigado “con la reclusión
perpetua a muerte”. En ese momento entraba la discrecionalidad del tribunal para valorar los criterios
modificativos de la responsabilidad penal de acuerdo a la trascendencia de los hechos y perversidad del
acusado (art. 173) y que determinaban que la pena a imponer fuera la más alta de las previstas en el art.
238.2; es decir, muerte. Código de Justicia Militar, Gaceta de Madrid, 6 de octubre de 1890.
77
SCHMITT, Carl, El concepto de lo político, op. cit., pp. 58-59.

55

concepto de razón cínica defendido por Peter Sloterdijk: el sujeto cínico conoce muy bien
la distancia entre el discurso y la realidad, pero cada palabra “oficial” que menciona oculta
intereses privados.78
Acogiéndose a la razón cínica, quienes informaban trataban de provocar en el
destinatario del mensaje -la autoridad judicial militar-, una reacción de repulsa que a su
vez confirmara los estereotipos de la imagen que tenía del procesado, cuya
despersonalización jurídica se agudizaba. El Estado acometía así su operación de limpieza
política, ejecutando o encarcelando a quien antes había definido como “enemigo”. Las
autoridades locales, en cambio, acababan con el vecino incomodo a sus intereses: quien
había sido rival político, defendiendo posiciones contrarias a intereses públicos o
particulares, o encabezado los comités de huelga dentro de la conflictividad social y
laboral de los años treinta. También aquel hacia el que se tenía una enemistad personal, o
sencillamente quien desempeña una misma profesión al que ahora las circunstancias
permitían hacerle una “competencia desleal”.
Aunque queda mucho por hacer y la casuística particular deberá ser muy variada,
el estudio de la represión judicial nos muestra que fue el resultado de un proceso conjunto
en el que intervinieron dos niveles de agencia –estatal y local- que se complementaron
para llevar a cabo con éxito aplastante la operación de limpieza política que se inició el
18 de julio de 1936 con un alzamiento contra el Gobierno legítimo de la Segunda
República, y que terminó marcando el siglo XX español con la definitiva victoria rebelde
el 1 de abril de 1939. La racionalidad instrumental propia de la violencia del Estado se
combinó con los odios e intereses locales, que encontraron en la denuncia, particular canal
de comunicación entre las instituciones represivas y los ciudadanos, el principal punto de
conexión entre centro y periferia. Intercambiando información por violencia, los objetivos
de la política estatal y las motivaciones de los colaboradores locales quedaron
perfectamente complementados.

5. A modo de epílogo: sobre el final de las guerras

La guerra marcó nuestra vida... lo peor es que aquí no hubo reconciliación,


no hubo perdón. La guerra se terminó, pero continuó porque no hubo perdón. Y es
que, aunque tú perdones, otros no perdonan. Tendríamos que estar todos de acuerdo

78
SLOTERDIJK, Peter, op. cit., pp. 553-554.

56

y perdonar juntos, y eso no puede ser. Debe hacerse desde la política, para que todos
perdonen. Pero les alimentaba lo de matar a tanta gente.79

Como se deriva de las palabras de nuestra testigo, como atributo humano, el


perdón es, en primer lugar, un asunto personal. Pertenece a la esfera íntima de los
individuos y suele ser difícil, pues no tiene que ver con la justicia, sino con la generosidad
y virtud moral que renuncia a la conmutación olvidando la ontología de la deuda, de ahí
que deba hacerse “desde la política”.80
“Hacerse desde la política”; es decir, poner los marcos normativos y conceptuales
que lo hicieran posible, siquiera de forma excepcional.81 El 18 de julio de 1938, cuando
Manuel Azaña tomó la palabra en el Ayuntamiento de Barcelona para proferir su
aclamado discurso, trató de responderse a una doble pregunta: ¿Cómo salir de esa
experiencia de sufrimiento y horror que es la guerra? ¿Cómo hacerlo, como en el caso
español, tras dos años de acumulación de sufrimientos de todo tipo, cansancio, odio y
ansias de venganza?
Para el presidente de la República, la forma de concluir la guerra debía inspirarse
en el principio de piedad, por su capacidad para generar el perdón sobre el que se debía
edificar una paz duradera fruto del acuerdo y la concordia. En El prójimo, el filósofo
alemán Hermann Cohen define la piedad, más concretamente la compasión, como el
despuntar de la conciencia moral de que los seres humanos formamos una comunidad. En
ella, la piedad o compasión actuarían como una fuerza natural que nos vincula a todos.82
Se trata, por lo tanto, de ese sentimiento que Hannah Arendt llamó “piedad animal que

79
Testimonio de Cándida Ayuste Honrubia. Entrevista realizada en Elda, 6 de enero de 2005.
80
VALCÁRCEL, Amelia, La memoria y el perdón. Barcelona, Herder, 2010.
81
Ibidem, p. 125. Así suelen hacerse los perdones fundantes, de ahí la necesaria excepcionalidad que ha de
acompañar siempre al perdón (y, por lo tanto, renuncia al castigo del mal) cuando se refiere a lo público.
Partiendo de la inadecuación de aplicar perdones fundantes a los delitos de crímenes contra la humanidad
por su reconocida imprescriptibilidad, las formas de perdón que se traducen en clemencia y medidas de
gracia deben ser legitimadas por el trabajo de Comisiones de la verdad y reconciliación acompañadas del
necesario reconocimiento previo de la culpa y solicitud de perdón por parte de los responsables. RICOEUR,
Paul, La memoria, la historia, el olvido. Madrid, Trotta, 2003, pp. 611-631. Por el contrario, cuando el
perdón fundante se basa en una medida como la amnistía puede lastrar en adelante las posibilidades de las
víctimas y de sus familiares no solo para lograr la condena penal de los autores, sino también el derecho a
la verdad de las víctimas de las desapariciones forzosas y la recuperación de sus cuerpos, tal y como ha
ocurrido en el caso español. No es de extrañar que su legitimidad haya sido puesta en entredicho por el
desarrollo que con posterioridad ha conocido el Derecho internacional de los derechos humanos. PÉREZ
GONZÁLEZ, Carmen, “Derecho a la verdad y desapariciones forzadas durante la guerra civil y el
franquismo: una perspectiva desde el derecho internacional”, en ESCUDERO ALDAY, Rafael y PÉREZ
GONZÁLEZ, Carmen, op. cit., pp. 55-76.
82
COHEN, Hermann, El prójimo. Cuatro ensayos sobre correlación práctica de ser humano a ser humano
según la doctrina del judaísmo. Barcelona, Anthropos, 2004, p. 20.

57

sienten todos los seres humanos”, y que consideró como el principal problema al que se
tuvieron que enfrentar los nazis para llevar a cabo su proyecto de genocidio: cómo acabar
con la piedad hacia el sufrimiento ajeno.
El propio Rudolf Höss, comandante del campo de Auschwitz, contó en sus
memorias que el inspector de campos de concentración de los SS, Theodor Eicke, los
aleccionaba mediante discursos sobre lo que consideraba indignidad del sentimiento de
piedad y los ponía a prueba haciéndoles presenciar torturas y palizas brutales hasta la
muerte de los que llamaba “enemigos del Estado”: “En resumidas cuentas: Eicke prohibía
de manera terminante la expresión de cualquier sentimiento de piedad hacia los
prisioneros.”83
¿Por qué es tan peligroso el sentimiento de piedad para un Estado que tiene en la
violencia su principal base de sustento? Parece claro que, como bien supo ver Hannah
Arendt, la compasión de cualquier ser humano se despierta hacia el que sufre como una
clara muestra de solidaridad. Pero Hermann Cohen había ido más lejos al llamarlo
“despertar de la conciencia moral”, y es éste el sentido “fuerte” del significado de una
palabra que Azaña supo ver como clave para salir de la guerra. Así lo ha explicado el
profesor Reyes Mate en atención al concepto de razón compasiva, al diferenciar la
compasión como conmiseración hacia el que sufre, con lo que se trataría de un
sentimiento que va “de arriba a abajo, del que tiene hacia el que no tiene y/o hacia el que
se encuentra doliente”, del verdadero sentido que dicho vocablo tuvo en su origen: la
respuesta al sufrimiento del otro nos hace saber quiénes somos, nos permite descubrir
nuestro yo, nos hace devenir como sujetos morales.84
Esta idea de piedad, que parte de la constatación de una común humanidad, está
ligada, según el orden que el mismo Azaña expusiera en su discurso, a la de perdón. El
presidente de la República reclamaba una paz que permitiera la colaboración de todos los
españoles en la reconstrucción de posguerra, “y entonces se comprobará una vez más lo

83
HÖSS, Rudolf, Yo, comandante de Auschwitz. Barcelona, Ediciones B, 2009, p. 76. También Jean Améry,
en sus reflexiones sobre la tortura, a la que consideraba como la verdadera esencia del Tercer Reich, destacó
que el SS debía torturar para demostrar su capacidad de soportar el sufrimiento ajeno: “Para que Himmler
le concediese el diploma de madurez histórica, tenía que ser capaz de emplear instrumentos de suplicio:
generaciones posteriores se admirarían de su disposición a extirpar todo sentimiento de piedad”. AMÉRY,
Jean, op. cit., p. 94.
84
MATE, Reyes, La herencia del olvido. Ensayos en torno a la razón compasiva. Madrid, errata naturae,
2008, pp. 24-25. Para Emmanuel Levinas la compasión se convierte en el nudo mismo de la subjetividad
humana, erigiéndose como supremo principio ético. Es, de hecho, y tras la comprobación en el siglo XX
de la imposibilidad de toda teodicea, lo que daría lugar al único sufrimiento útil, “mi justo sufrimiento por
el sufrimiento injustificable de los demás”. Ver “El sufrimiento inútil”, en LEVINAS, Emmanuel, Entre
nosotros. Ensayos para pensar en otro. Valencia, Pre-Textos, 1993, pp. 113-126.

58

que nunca debió ser desconocido por los que lo desconocieron: que todos somos hijos del
mismo sol y tributarios del mismo arroyo.” Pero una apuesta así precisaba de la
consideración del otro como igual (principio de la piedad), lo que pasaba por el
reconocimiento de cierta similitud en el sufrimiento que la mayoría de los españoles
habían acumulado durante dos años en los que también se habían enconado sobremanera
los odios. Y ahí estaba la base que reclamaba Azaña desde una posición generosamente
conmutativa: perdonar en la igualdad del sufrimiento, “lo uno por lo otro” porque “todos
los intereses nacionales son solidarios, y, donde uno quiebra, todos los demás se
precipitan en pos de su ruina.”85
Pero, como hemos visto, el reconocimiento del prójimo era radicalmente contrario
a los discursos legitimadores de los rebeldes, basados en la maldad intrínseca y casi
natural del enemigo de una guerra entre el bien y el mal, de la cual eran, además,
absolutamente responsables. Y fue esa carencia radical de reconocimiento hacia el
prójimo lo que imposibilitó traspasar la responsabilidad del perdón desde el seno de lo
privado al de lo público y político, como reclamaba nuestra testigo, a modo de perdón
fundante.86
Porque los intereses del régimen de Franco no pasaban por fomentar la
reconciliación tras la victoria. Tampoco por crear un marco de “convivencia” que no
estuviera sometido a los principios de autoridad incontestable, privilegio y sumisión,
sobre la base de la depuración y el control. Fue más fácil y productivo optar por lo que
las circunstancias brindaron para poder completar la aniquilación iniciada el 18 de julio:
la venganza unilateral y el aliento de los odios “enconados hasta la perversidad”. Con ello
impulsaban de forma ilimitada la práctica de delaciones y denuncias, lo que no solo
aseguraba el funcionamiento incesante de la represión judicial, sino que fracturaba –y
cohesionaba- todavía más el destrozado cuerpo social.87

85
Y es que el propósito del discurso del presidente Azaña no era la consecución de la justicia sino la meta
más modesta de la paz, a cuyo objetivo último debía quedar sacrificada aquella. De ahí que carezca de
proposiciones conceptuales y normativas procedentes del derecho, incluso cuando habla de justicia y
responsabilidad, a las que se refiere desde los postulados éticos y morales que dominan todo el discurso.
En definitiva, un discurso que estaría en la línea de lo que Ruti G. Teitel llamó fase II de la justicia
transicional, dominada por una teoría del perdón y la reconciliación “que extrajo la mayor parte de su
discurso normativo desde fuera del derecho, especialmente desde la ética, la medicina y la teología”.
TEITEL, Ruti G., “Transitional Justice Genealogy”, Harvard Human Rights Journal, Vol. 16, 2003, pp.
69-94, pp. 81-82.
86
A diferencia de la venganza, el perdón dio origen a la fundación de la ciudad. Este es el significado del
perdón otorgado por Atenea a Orestes. VALCÁRCEL, Amelia, op. cit., p. 54.
87
Sobre la violencia como elemento cohesionador del grupo que la aplica SOFSKY, Wolfgang, Tratado
sobre la violencia. Madrid, Abada, 2006, especialmente Capítulo 1, Orden y violencia”, pp. 5-23.

59

¿Pero qué sentido de justicia se deriva de las palabras de un Azaña dispuesto a
perdonar pese a “la intolerancia fanática que se levantó en ataque a mano armada contra
la República”? ¿Cuál era la responsabilidad contraída respecto a las víctimas? ¿Qué papel
debía jugar la memoria, cuando en ocasiones se ha instrumentalizado precisamente para
justificar la acción violenta sobre el otro?

Es obligación moral, sobretodo de los que padecen la guerra, cuando se


acabe como nosotros queremos que se acabe, sacar de la lección y de la musa del
escarmiento el mayor bien posible; y cuando la antorcha pase a otras manos, a otros
hombres, a otras generaciones que se acordarán si alguna vez sienten que se les
hierve la sangre iracunda y otra vez el genio español vuelve a enfurecerse con la
intolerancia y con el odio y con el apetito de destrucción, que piensen en los muertos
y que escuchen su lección: la de esos hombres que han caído embravecidos en la
batalla, luchando magníficamente por un ideal grandioso, y que ahora, arrugados
en la tierra materna, ya no tienen odio, ya no tienen rencor, y nos envían, con los
destellos de su luz tranquila y remota como la de una estrella, el mensaje de la Patria
Eterna, que dice a todos sus hijos: PAZ, PIEDAD, PERDÓN.88

Memoria de las víctimas la hubo durante todo el franquismo, y mucha. Pero no


fue esa memoria ejemplar que reclamara Azaña, capaz de forjar una cultura de paz a partir
de la experiencia de sufrimiento que provocan las guerras.89 Lo que hubo fue un abuso de
la memoria, que enraizada en una visión arcaica del perdón, lo identificaba con la vileza
del olvido y la traición.90 La sangre de los mártires demandaría venganza de forma
omnipresente y durante mucho tiempo.91 Ahí está la documentación sobre el entierro de

88
El socialista, Año LIII, Núm. 8.837, Madrid, 19 de julio de 1939.
89
FRANK, Robert, “Introduction” a la parte IV “Aprés-guerre et cultures e paix”, en AAVV, Le XXᵉ siècle
des guerres. Paris, Les editions de l’atelier, 2004, pp. 297-302; MARGALIT, Avishai, The Ethics of
Memory. Harvard University Press, 2002; WINTER, Jay, “Le témoin moral et les deux guerres mondiales”,
en Histoire et societes, nº 8, 2003, pp. 98-115.
90
Aquí encuentra Todorov el principal abuso de la memoria, cuando actúa a modo de mecanismo básico
de la venganza: la memoria de la violencia pasada para legitimar la violencia en el presente. TODOROV,
Tzvetan, Memoria del mal, tentación del bien. Indagación sobre el siglo XX. Barcelona, Península, 2002,
pp. 193-211.
91
A su modo, el régimen franquista participó de algunos de los métodos de sacralización política por medio
de los cuales los movimientos fascistas desarrollaron las nuevas formas que el nacionalismo adquirió en el
periodo de entreguerras. A partir de la experiencia de guerra pudo llevar a cabo una redefinición nacional
que estructuraba la imagen de la nación sobre un mito que resaltaba el valor del sacrificio y la sangre de los
mártires. MOSSE, George L. Fallen Soldiers: Reshaping the Memory of the World Wars. New York,
Oxford University Press, 1990; GENTILE, Emilio, Il culto del Littorio. La sacralizzazione della política

60

José Antonio Primo de Rivera, tan abundante como diversa. Las fotografías tomadas en
la Concatedral y explanada de Alicante, inicio de la peregrinación hasta la Basílica de El
Escorial donde debían reposar los restos del mártir. La publicación del libro que cubrió
el traslado, escrito por los falangistas Samuel Ros y Antonio Bouthelier.92 Las memorias
de quien era el principal responsable del evento, el delegado nacional de propaganda,
Dionisio Ridruejo, y la documentación del fondo que lleva su nombre en el CDMH.93
Conocemos el número de banderas y estandartes que fueron encargados por la Delegación
del Estado para Prensa y Propaganda destinados a ornamentar la plaza de la basílica de
El Escorial.94 También los informes de los embajadores que asistieron al primer
aniversario de los funerales y sus muy significativas valoraciones,95 las odas en la prensa
y el documental que sobre el traslado realizó el Departamento Nacional de
Cinematografía.96 Conocemos los costes de los basamentos de piedra de los monolitos
puestos para señalar los puntos de relevos en el trayecto y que fueron encargados al
empresario Carlos Tortosa, futuro alcalde y jefe local de FET-JONS de Monóvar y que
dos años después detendría personalmente a su vecino, el diputado socialista Miguel
Villalta, que acabaría siendo fusilado.97 Abundante es la documentación local sobre
honores, salves y efemérides a los “caídos”, cuyas cruces poblaron durante décadas las
plazas de todos los pueblos de España.98 Disponemos de los proyectos de realización y,

nell’Italia fascista. Roma-Bari, Laterza, 2001. BOX, Zira, España, año cero. La construcción simbólica
del franquismo. Madrid, Alianza, 2010.
92
ROS, Samuel y BOUTHELIER, Antonio, A hombros de la Falange. Historia del traslado de los restos
de José Antonio. Madrid, Ediciones Patria, 1940.
93
“Informe del traslado de los restos de José Antonio desde Alicante a el Escorial”, enviado el 9 de
diciembre de 1939 por Antonio Bouthelier, Inspector General de Propaganda, a Dionisio Ridruejo. Se
acompaña del folleto titulado Guión de los actos que han de celebrarse en Madrid y en El Escorial, con
motivo de la inhumación de los restos de José Antonio. Madrid, noviembre de 1939. Centro Documental
de la Memoria Histórica (CDMH)-FONDO DIONISIO RIDRUEJO-Carpeta 5/2.
94
AGA 21/1476.
95
Parece ser que los observadores internacionales habían sabido apreciar desde el principio que los
componentes militar y eclesiástico eran los principales pilares de la estructura de poder y legitimación de
la dictadura nacida de la guerra civil, en detrimento de la verdadera influencia que en ella pudiera tener el
Partido Único, más allá del aparato propagandístico: “Pude comprobar que la característica más
significativa de la ceremonia no fue la pobre imitación de las exhibiciones nazi y fascista, sino más bien el
carácter eclesiástico de la ceremonia y la obvia devoción religiosa de los ministros y de la congregación.
Los mandos militares, quienes ocupaban la mitad de la iglesia, parecían especialmente devotos. Creo que
si hubiera podido penetrar en su pensamiento, hubiese comprobado que estaban pensando menos en un
líder falangista y más en una España católica. Si esto fuese así nos da una esperanza a la que podemos
aferrarnos y volverle la cara a algunos peligros amenazadores y provocaciones molestas. Esto significa que
en este país irresponsable y desconcertante todavía puede encontrarse una fuerza de resistencia en contra
del neopaganismo de los nazis y el cesarismo de los fascistas.” Sir S. Hoare, Madrid to London, 20 de
noviembre de 1940, Annual Réquiem for José Antonio Primo de Rivera. PRO-FO 371/24509 C12737.
96
Departamento Nacional de Cinematografía. En el enterramiento de José Antonio Primo de Rivera.
97
AGA 21/1476.
98
LEDESMA, José Luis y RODRIGO, Javier, “Caídos por España, mártires de la libertad. Víctimas y
conmemoración de la guerra civil en la España posbélica (1939-2006)”, Ayer, nº 63, 2006, pp. 233-255.

61

en algunos casos, de las cuestaciones para sufragar sus costes. De los discursos que ante
ellas se pronunciaban y de las fotografías de los asistentes y jerarquías que intervenían,
escenificando la plena comunión entre poder político, económico y religioso. También de
documentación relacionada con las comidas de empresa organizadas cada 18 de julio y
las marchas de los trabajadores hacia la cruz para depositar las coronas de flores en honor
de los “caídos”.99 Todavía podemos observar las placas que dan nombre a distintas calles
que les fueron dedicadas y que continúan perpetuando su memoria, y también las
colocadas en las iglesias y que hoy siguen señalando que cayeron “por Dios y por
España”. Tenemos la documentación sobre el Valle de los Caídos y las respuestas, en su
mayoría negativas, que las familias de las víctimas de la provincia de Alicante dieron al
ofrecimiento de trasladar los restos de sus “caídos”, algunos de los cuales habían sido ya
enterrados en las iglesias parroquiales de sus localidades.100 Esta misma negativa se había
dado anteriormente, cuando trataron de trasladarlos a la cripta creada en el cementerio de
Alicante. Todavía hoy, desde la autovía, puede observarse la cúpula de esta, elevándose
sobre el resto de la estructura horizontal del cementerio.
Huellas reflejo de un recuerdo público que durante años no sólo legitimó el poder
y la violencia, sino que ayudó a estructurar la comprensión de la experiencia de dolor a
la que se enfrentaron quienes habían perdido a sus seres queridos, asesinados durante la
guerra civil en la retaguardia republicana. Fue un discurso patriótico y religioso que los
elevó a categoría de héroes (sacrificio por un ideal superior) y de mártires (testigos de fe)
y que se acompañó de la querida presencia de los cuerpos, enterrados en iglesias, criptas
levantadas ex profeso o, sencillamente, en los nichos o panteones familiares. Sin
embargo, no dejó de constituir una explotación del dolor por parte de un Estado que
devaluó la vida humana en su interés propio. Como escribe Wolfgang Sofsky, los valores
eternos como Dios y Patria incluyen siempre una depreciación de lo finito y, por lo tanto,
de lo humano.101 Había que justificar el golpe y la guerra.
Sí, hubo mucha memoria en la posguerra. Y mucho olvido. Del resto encontramos
una escueta inscripción en los libros de defunciones de los registros civiles cuando la
hubo, y en las que en ocasiones ni siquiera se indica que murieron como consecuencia de
heridas de bala tras ser fusilados. Tenemos fosas comunes presididas por un monolito con

99
PAYÁ LÓPEZ, Pedro, “Violencia, legitimidad y poder local. La construcción simbólica de la dictadura
franquista en una comarca alicantina. El Vinalopó medio, 1939-1948”, Pasado y Memoria, nº 1, 2002, pp.
197-222.
100
Archivo Histórico Provincial de Alicante-Gobierno Civil (AHPA-GC)-4333.
101
SOFSKY, Wolfgang, Tratado sobre la violencia…, op. cit., p. 217.

62

el nombre de quienes allí yacen enterrados, como el caso de la existente en el cementerio
de Alicante y que hubo de esperar a febrero de 2011 para ser inaugurado. Tenemos los
sumarísimos, que calumnian nombres y justifican ejecuciones dando curso legal al
asesinato de personas indefensas. Porque pese a que en ocasiones se ha pensado que no
hubo discurso público sobre los vencidos, sí lo hubo. Fue un discurso que los
criminalizaba y demonizaba, que los injuriaba, como todavía hoy podemos leer en las
hemerotecas. Porque no solo era olvido, sino algo más dañino. Como afirmara Xavier
Antich, el olvido es doble cuando en el lugar de aquello que se borra se impone otro
relato.102
Contra ese dañino olvido tenemos los archivos y memorias familiares. Es hoy
cuando comienzan a salir a la luz cartas que han estado tantos años guardadas, en
ocasiones por miedo, en otras porque se consideraban insignificantes, más allá de su valor
sentimental y privado. La “Academia” ha estado siempre muy lejos de considerarlas como
fuentes para la historia, y si ahora salen a relucir es porque, afortunadamente, los
historiadores hemos tomado la decisión de preguntar por su existencia, de decirles a los
familiares que en ellas encontramos la voz de las víctimas y que, como tales, tienen
significación, porque son fuente de conocimiento. Es ahora cuando, tras años de silencio,
esas voces se yerguen contra las palabras de los verdugos que aparecen en los sumarios,
denunciando la naturaleza del crimen cometido y sepultado en la negación y el olvido.
Son palabras, en definitiva, lo que nos ha quedado. Y entre tantas palabras, un
inmenso océano de sufrimiento se cierra irreductible al discurso. En el lugar habitado por
el olvido quedan todos esos cuerpos desaparecidos carentes de un discurso estructurado,
incapaz de darles sepultura en una tumba de texto. Para las familias, la ausencia del cuerpo
velado, cuidado, y la carencia de un lugar donde poder visitarlo y leer su nombre impide
la elaboración del luto, base de la posible superación del trauma.103 No habrá flores en la
tumba del pasado, como dice el poético título del libro de Ludmila Silva.104

102
En ANTICH, Xavier, LLEDÓ, Emilio, RIDAO, José María y SEMPRÚN, Jorge, “La necesidad de la
memoria”, Letras Libres, diciembre de 2003, pp. 41-45.
103
El nombre es, en palabras de Milan Kundera, el principio de continuación con el pasado. KUNDERA,
Milan, El libro de la risa y el olvido. Barcelona, Seix Barral, 2010, p. 234. Derivada del psicoanálisis, la
categoría de trauma puede dar excelentes resultados en su aplicación al conocimiento histórico. Presenta
una especial virtualidad para el análisis de los efectos duraderos de los acontecimientos violentos colectivos
sobre sociedades e individuos en clave de memoria generacional. LACAPRA, Dominick, Escribir la
historia, escribir el trauma. Buenos Aires, Nueva Visión, 2005; Historia en tránsito. Experiencia,
identidad, teoría crítica. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2006; Repensar el Holocausto.
Historia, teoría, trauma. Buenos Aires, Prometeo Libros, 2008.
104
SILVA, Ludmila, No habrá flores en la tumba del pasado. La experiencia de la reconstrucción del
mundo de los familiares de desaparecidos. Buenos Aires, Ediciones Al Margen, 2009.

63

Desde el corazón mismo de la experiencia del que espera la muerte, Enrique
Barberá, militante de la CNT de Alcoy fusilado finalmente el 19 de septiembre de 1942,
escribió sobre una de las páginas del diario con el que relató sus días de cautiverio en el
Reformatorio de Adultos de Alicante:

Todos tememos el olvido, quizá más que la muerte misma: sé positivamente


que voy a morir, y no me desespero ni caigo en estúpidos pesimismos, sin embargo,
si llegara por un momento a concebir que iba a ser olvidado o despreciado por mi
compañera e hija, de seguro perdería el control de mis facultades, y quién sabe a
dónde podría llegar (…) Las conversaciones que aquí se tienen afectarían a
cualquiera que fuera ajeno a nosotros, y haría llorar desesperadamente a nuestros
familiares. Se habla de los amigos muertos, como si estuvieran a la celda contigua
a la nuestra, sentimos como ellos y no los compadecemos, porque nos juzgamos tan
difuntos como ellos. Se generaliza un prejuicio del que pocos se libran de él, se
teme que nuestros cadáveres sean lanzados a la fosa común y nuestros familiares
no nos puedan localizar.105

“¡Ay, de los callados! ¡Son los que más desaforadamente gritan!”106

105
Diario de Enrique BARBERÁ TOMÁS “Carrasca”, entradas del lunes 21 de julio de 1941 y,
correspondiente a después de los puntos suspensivos, del miércoles 20 de agosto de 1941, pp. 60-61 y 96.
Escrito en el Reformatorio de Adultos de Alicante, fue entregado clandestinamente a su mujer entre la muda
de la ropa en las distintas visitas que le realizaba. Escondido en una botella y enterrado durante cuarenta
años, fue recuperado, no sin daños irreparables en algunas de sus páginas, por la hija de su autor y publicado
en el año 2005 por la editorial RBA con el título de Estampas de Luz. Diario de un condenado a muerte
(1941-1942).
106
KATZENELSON, Itsjok, El canto del pueblo judío asesinado, 3/10. Barcelona, Herder, 2006, p. 34.

64

Afrontar el pasado: El debate político sobre la violencia de guerra civil y la
represión franquista en la democracia española (1975-2008)

Glicerio Sánchez Recio


Universidad de Alicante

Es evidente que el debate sobre la violencia y la represión durante la guerra civil


y la dictadura franquista solo se ha podido realizar en España después de 1975, una vez
muerto el dictador, y más propiamente, a partir de junio de 1977, después de la
celebración de las primeras elecciones generales.
Pero el debate político estuvo precedido y después acompañado por el trabajo
académico e investigador hasta el punto de que, al menos al comienzo del proceso, estos
trabajos le sirvieron de incentivo. Desde los primeros años ochenta los historiadores e
investigadores han estado poniendo ante la vista y la conciencia de los ciudadanos los
resultados y procedimientos empleados en la represión aplicada por los que se rebelaron
contra la Segunda República y que luego ejercieron sistemáticamente durante la
dictadura. Al mismo tiempo, han llevado a cabo un análisis minucioso sobre la violencia
política y la represión aplicadas en la zona republicana durante la guerra, para situarlas
en su contexto adecuado y precisar las cifras de la forma más correcta posible.
Además de los trabajos de los historiadores, otro factor que ha impulsado este
debate político ha sido la movilización ciudadana, que no solo ha querido conocer o saber
acerca de la represión y la violencia franquista sino hallar y exhumar los restos de los
desaparecidos, paseados o ejecutados sumariamente, dignificar su memoria y repararla
moralmente ya que no es posible la exigencia de responsabilidades penales. Este factor
ha adquirido la máxima relevancia a partir de la creación de la Asociación para la
Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) en diciembre de 2000. Con lo que al
objetivo de los historiadores de aportar conocimiento se unía el de las reivindicaciones
políticas de los derechos de las víctimas y las obligaciones de los gobiernos democráticos,
de hallar a los desaparecidos y reparar su memoria.
Es probable que la proposición afrontar el pasado no sea la más adecuada para
encabezar el enunciado de este trabajo porque el pasado, incluido el pasado reciente, ha
estado al alcance de los historiadores e investigadores desde los últimos años setenta, si
bien no siempre con las mismas facilidades para acceder a las fuentes documentales; de
ahí que los resultados de las investigaciones hayan ido variando desde los datos numéricos

65

y los relatos, más o menos descriptivos o emotivos, a los análisis en profundidad de los
procesos represivos, la identificación de las víctimas y los victimarios, el contexto en el
que se aplicaban dichos procesos y las repercusiones que producían sobre las víctimas y
las personas más allegadas.
Así pues, quizá en lugar de afrontar el pasado sea más acertada la expresión
desvelar el pasado, porque no era ignorado sino que estaba oculto. Su desvelamiento ha
proporcionado fuentes nuevas a los investigadores y generado un bronco debate o
enfrentamiento político ya que el pasado reciente en España cuenta con unas referencias
históricas que marcan una profunda fractura ideológica y política, que parecía haber
colmatado la Transición a la democracia pero después se ha puesto de relieve que se
apoyaba sobre cimientos poco estables.
Al mismo tiempo que las fuentes documentales afectan al trabajo de los
historiadores, alimentan el debate entre los políticos que, a su vez, revierte sobre el trabajo
de aquéllos y de otros científicos sociales como los politólogos, los sociólogos y los
juristas, que también se incorporaron al debate. De ahí que el debate en torno a la violencia
y la represión durante la guerra civil y la dictadura franquista haya puesto sobre la mesa
conceptos y experiencias históricas tales como el significado del consenso político
durante la Transición a la democracia, la condena del régimen franquista, la memoria
histórica y la imprescriptibilidad de los crímenes contra la humanidad, que han obligado
a los grupos políticos a delimitar su espacio ideológico y a los historiadores y científicos
sociales a precisar los conceptos para dar explicaciones coherentes de los acontecimientos
históricos y responder a la intensa demanda social.
Los treinta años que abarca el proceso que se analiza en este trabajo, como ya se
ha indicado, han de dividirse en dos etapas: la primera se extiende hasta mediados de los
años noventa, en la que los políticos de las distintas tendencias fijan su interés en otras
cuestiones, asentados sobre el sólido suelo de la Transición consumada a la democracia,
y los historiadores estudian la represión republicana y franquista de acuerdo con los
métodos y técnicas convencionales del trabajo historiográfico; la segunda comienza en
torno al año 2000, marcada profundamente por la política cultural del gobierno de José
María Aznar y las veleidades profranquistas de sus colaboradores; y en este contexto se
generan los elementos nuevos ya aludidos.
El profesor Antonio Elorza en 2004 marcaba el paso de una etapa a la otra con las
siguientes palabras:

66

De hecho, por razones de circunstancias, el PSOE optó entre 1982 y 1993
por una amnesia forzada, lo mismo que hiciera antes el PCE por aquello de la
reconciliación nacional. Solamente cuando se hizo efectiva la amenaza electoral
del PP, la mirada se volvió hacia atrás, pero limitándose a señalar las conexiones
de nuestro partido conservador con el franquismo1.

Desde la perspectiva del debate político hay dos fechas que se convierten en
referencias fundamentales, la del 15 de octubre de 1977, en la que se aprueba la ley de
amnistía en el Congreso de los Diputados, y la del 20 de noviembre de 2002, en la que se
condena, aunque de forma benévola, el franquismo en la Comisión Constitucional del
Congreso de los Diputados. En el artículo 2º de la ley de amnistía puede leerse que se
incluyen, en el punto a): “Los delitos de rebelión y sedición, así como los delitos y faltas
cometidos con ocasión o motivo de ellos, tipificados en el Código de Justicia Militar”; en
el e): “los delitos y faltas que pudieran haber cometido las autoridades, funcionarios y
agentes de orden público con motivo u ocasión de la investigación y persecución de los
actos incluidos en esta ley”; y en el f): “los delitos cometidos por los funcionarios y
agentes del orden público contra el ejercicio de los derechos de las personas”2. En cuanto
a la condena del Franquismo, se reproducen los puntos primero y tercero por ser los de
mayor relevancia:

…El Congreso de los Diputados acuerda. Primero… Reitera que nadie


puede sentirse legitimado, como ocurrió en el pasado, para utilizar la violencia
con la finalidad de imponer sus convicciones políticas y establecer regímenes
totalitarios contrarios a la libertad y a la dignidad de todos los ciudadanos, lo que
merece la condena y repulsa de nuestra sociedad democrática.
Tercero. El Congreso de los Diputados reafirma, una vez más, el deber de
nuestra sociedad democrática de proceder al reconocimiento moral de todos los
hombres y mujeres que fueron víctimas de la Guerra Civil española, así como de
cuantos padecieron más tarde la represión de la dictadura franquista. Instamos a
que cualquier iniciativa promovida por las familias de los afectados que se lleve a

1
ELORZA, Antonio, “El hilo de la historia”, en El País, 17 de julio de 2004.
2
BOE, 17 de octubre de 1977, pp. 22765-22766. Ver MOLINERO, Carme, “La ley de amnistía de 1977:
la reivindicación antifranquista y su lectura treinta años después”, en Mª Jesús ESPUNY TOMÁS, María
Jesús y PAZ TORRES, Olga., Treinta años de la ley de amnistía (1977-2007), Barcelona, UAB, 2009, pp.
41-55.

67

cabo en tal sentido, sobre todo en el ámbito local, reciba el apoyo de las
instituciones, evitando en todo caso que sirva para reavivar viejas heridas o
remover el rescoldo de la confrontación civil3.

En estos textos se hallan contenidas las razones en las que se fundamentó,


primero, el movimiento de reivindicación y recuperación de la memoria histórica y, a
continuación, el debate ideológico y político que se generó sobre el mismo tema entre
2004 y 2010. La ley de amnistía, aprobada con la abstención de Alianza Popular (AP),
significó, según el citado artículo segundo, un verdadero «borrón y cuenta nueva»
respecto a la dictadura franquista; y el edulcorado texto citado del Congreso de los
Diputados, respecto a la condena del mismo régimen, representa el nivel más alto del
acuerdo que pudieron alcanzar los grupos parlamentarios, y del que el Partido Popular
(PP) no se desvió un ápice entre 2004 y 2010. El historiador Joan B. Culla i Clarà escribía
a finales de 2006 algo que podría aplicarse al citado texto de 2002: «Así, parece flotar
sobre todo el texto una voluntad de difuminar los perfiles ideológicos, políticos y sociales
del franquismo, de presentar a este como un ente incorpóreo, como una especie de
accidente natural, huérfano de progenitores»4.
Una síntesis de lo anterior y expresión de la posición mantenida por el PP a lo
largo de todo el debate pueden hallarse en un texto del periodista Javier Pradera, de
mediados de 2006, a propósito de la aprobación en el Congreso, con el voto en contra del
PP, de la ley por la que se declaraba 2006 como año de la memoria histórica:

El PP presentó como alternativa la celebración de un Año de la Concordia


dedicado sólo a la Constitución de 1978; a su juicio, las referencias de la
proposición de ley a la II República, la Guerra Civil y la represión franquista son
una astuta estrategia para revisar el pacto de la Transición, deslegitimar la
Monarquía parlamentaria, ajustar cuentas y dar la vuelta a la tortilla a fin de que
los vencidos del conflicto fratricida del 36 pasen a ser los vencedores.
Fiel a esa torturada línea de razonamiento, el portavoz popular sentenció que su
partido «no tiene más historia que la Constitución y la democracia»; ese adanismo
político, predicable formalmente de los militantes que llegaron a la edad de la razón tras

3
Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados. VII Legislatura. Comisión Constitucional, 20 de
noviembre de 2002, p. 20511.
4
CULLA I CLARÀ, Joan B., “Una dictadura anónima”, en El País, 15 de diciembre de 2006.

68

la muerte de Franco, encaja mal, sin embargo, con la trayectoria de su presidente
fundador, ministro y embajador del régimen anterior5.

Como conclusión de este apartado introductorio, podría afirmarse que el debate


sobre la memoria histórica y la posición mantenida por el PP fue uno de los elementos
que caracterizaron la política de crispación, que se llevó a cabo en aquellos mismos años6.

1. La memoria histórica
En el debate sobre la memoria histórica se hallan los tres elementos que aparecen
en el enunciado: el desvelamiento del pasado, la violencia durante la guerra civil y la
represión franquista; por lo que dicha cuestión se convierte en el eje central de este
trabajo.
En el análisis de esta cuestión deben de tenerse en cuenta también las dos etapas
a las que se ha aludido antes. En la primera, las referencias al tema en los medios de
comunicación fueron escasas7. Sobre la memoria histórica escribieron historiadores,
periodistas, políticos y politólogos. Los primeros, sin preocuparse mucho por la precisión
conceptual, intentaban extender el conocimiento histórico hasta la historia del presente,
advirtiendo de los obstáculos que podrían dificultarlo, en particular sobre los que se
referían a las fuentes documentales8, y procurando extraer el sentido práctico del
conocimiento histórico como «importancia determinante de la historia en la educación
cívica de la opinión de un país»; por lo que se recomienda a los historiadores «una cierta
prudencia en sus juicios (…) y una cierta neutralidad emocional ante los hechos»9.
Profundizando en esta misma idea, el periodista Juan Luis Cebrián escribía sobre la guerra
civil, el día que se cumplían 50 años de su estallido: «Todo está escrito ya, e incluso en
demasía. Hay algo, sin embargo, sobre lo que merece aún la pena reflexionar, y es el
significado actual de lo sucedido, su incidencia en el comportamiento civil y político de
los españoles de hoy y su contribución a la formación de la memoria histórica de este
país»10. Aquí el autor entendía por «memoria histórica» lo que años más tarde Enrique
Moradiellos definió como conciencia, que significaría «un tejido de experiencias, ideas

5
PRADERA, Javier, “La vuelta a la tortilla”, en El País, 28 de junio de 2006.
6
ESTEFANÍA, Joaquín, “Teoría de la crispación”, El País, 19 de abril de 2007.
7
Por tratarse de un debate ante la opinión pública se ha hecho un seguimiento del mismo en los medios de
comunicación, particularmente en el diario El País entre 1983 y 2010.
8
TUSELL, Javier, “El asesinato de la memoria”, en El País, 11 de marzo de 1983.
9
FUSI, Juan Pablo, “Democracia y memoria histórica”, en El País, 14 de julio de 1990.
10
CEBRIÁN, Juan Luís, “La memoria histórica”, en El País, 18 de julio de 1986.

69

recibidas, valores asumidos y lecturas mediadas, materiales de distinta procedencia que
tanto se nutren de las propias vivencias biográficas como de las interacciones con otros
iguales»11.
Javier Solana, entonces ministro de Cultura y portavoz del Gobierno, planteaba la
cuestión teniendo en cuenta el continuum que representaba la historia de España y el
pacto primigenio de la ley de amnistía12.
Años más tarde, en pleno debate sobre la memoria histórica, el historiador Santos
Juliá, contra viento y marea, continuaba defendiendo esta misma idea de la ley de amnistía
como ley primigenia de la democracia. Escribía:

…Consistió en simbolizar el comienzo de una nueva era de concordia dejando


las cárceles vacías de presos por actos de intencionalidad política cualquiera que fuese su
resultado. Para legitimar esta primera ley de las nuevas Cortes se habló de la guerra civil,
de la dictadura, de las torturas y sufrimientos padecidos, se trajo el pasado al presente,
pero con la intención de darlo por clausurado y cerrar una larga etapa de la historia. La
guerra civil había en verdad terminado, comentó la prensa el día siguiente13.

En esta defensa sin paliativos de la ley de amnistía frente a la amnesia ante el


pasado, de la que se acusaba a los políticos de la transición a la democracia, solo
acompañaron en parte al historiador citado Carme Molinero y Pere Ysàs, quienes
precisaron que «no se debe ignorar el momento en que vio la luz la ley de amnistía y la
significación que tuvo entonces», añadiendo que esto no impediría su revisión
actualmente14.
Por último, el politólogo Antonio Elorza, en los primeros años noventa, sin
detenerse a profundizar en el concepto de memoria histórica, dejaba claro que el objeto
de esta era la historia del llamado tiempo presente pero que había que precaverse de los
peligros que encerraba la amnesia, si se olvidaba el significado histórico de la dictadura
franquista y se asumía la idea que trataban de difundir los periodistas e ideólogos de la
derecha: «que era preciso ratificar el borrón y cuenta nueva con el franquismo, visto en
todo caso como periodo en el cual se gestó la modernización de que hoy disfrutamos»15.

11
MORADIELLOS, Enrique, “La memoria histórica”, en El País, 31 de octubre de 2005.
12
SOLANA, Javier, “Una democracia con memoria histórica”, en El País, 22 de noviembre de 1985.
13
JULIÁ, Santos, “Amnistía como triunfo de la memoria”, en El País, 24 de noviembre de 2008.
14
MOLINERO, Carme e YSÀS, Pere, “Amnistía y democracia”, El País, 5 de octubre de 2007.
15
ELORZA, Antonio, “La normalidad y la barbarie”, en El País, 30 de noviembre de 1993.

70

Pero en lo que no se paraban a precisar los políticos y los medios de comunicación en
torno a la memoria histórica, la historiografía lo estaba ya analizando en profundidad a
mediados de los años noventa. Un ejemplo excelente es la publicación en 1996 del libro
de Paloma Aguilar Fernández: Memoria y olvido de la guerra civil española (Alianza),
en el que la autora, tratando de profundizar en el proceso de la transición a la democracia
en España, analiza la función que cumplió y la que podría haber cumplido la memoria
histórica.
La segunda etapa del estudio de esta cuestión comienza, como ya se dijo, en torno
al 2000 y como fecha de referencia puede fijarse la de 20 de noviembre de 2002, día del
citado acuerdo en el Congreso de los Diputados sobre la condena del franquismo. Debe
recordarse que en la legislatura de 2000 a 2004 el PP tuvo la mayoría absoluta y que
accedió a tal acuerdo por la presión ciudadana y la de los grupos parlamentarios de la
oposición16. Con dicho acuerdo el grupo parlamentario del PP y el gobierno de José María
Aznar pensaban haber conjurado todos los peligros con los que les atenazaba la memoria
histórica; pero se equivocaron en el diagnóstico ya que solo había sido el primer paso de
un calvario político que se prolongaría durante una década, aunque es preciso repetir que
el PP no se movió un ápice del texto del acuerdo ni puso ningún medio para aplicarlo,
actitud que avivó los planteamientos e intenciones de los partidos de la izquierda y de las
asociaciones de la memoria histórica. En julio de 2002 la ARMH ya había intentado
implicar a la ONU en la localización de los desparecidos en la guerra civil española. El
día uno de aquel mes el diario El País había publicado un comentario que titulaba: «1.000
peticiones para que la ONU investigue a los desaparecidos», en el que se podía leer:

La práctica totalidad de las fosas que se conocen son de combatientes


republicanos. Porque las de los franquistas fueron abiertas durante la posguerra
para dar digna sepultura a los fusilados de ese bando. En muchos pueblos incluso
se conservan las lápidas que homenajeaban a estos hombres17.

16
En este proceso ejerció una fuerte influencia la citada Asociación para la Recuperación de la Memoria
Histórica, fundada en diciembre de 2000, a raíz de la exhumación de una fosa con los restos de 13 personas
asesinadas por falangistas en octubre de 1936, en Priaranza del Bierzo (León). Esta fundación prendió en
el resto del país con gran fuerza, hasta el punto de que surgieron numerosas asociaciones del mismo tipo
por pueblos y ciudades.
17
En relación con esto, años más tarde, la periodista Natalia JUNQUERA firmaba un artículo titulado
“Franco inventó la memoria histórica”, en El País, 1 de marzo de 2009.

71

De esta forma se incorporaba al vocabulario del debate el término desaparecidos,
que años después constituirán un capítulo especial del mismo, y El País le dedicaba un
editorial: «aunque sean víctimas del lado vencido en la guerra civil española, el Gobierno
del PP, escribía el editorialista, está obligado a ayudar a sus familiares a recuperar sus
restos y su memoria. Es una herida de aquella contienda fratricida que hay que
cicatrizar»18.
Tres días después de la aprobación del citado acuerdo, familiares de las víctimas
pedían ya al gobierno su aplicación y la exhumación de las fosas comunes19.
Desde el comienzo de la segunda etapa del debate, en el contexto de
enfrentamiento que se está diseñando, se fueron precisando los distintos elementos que
aportaban su contenido al concepto amplio de memoria histórica. En esta función destaca
el politólogo Vicenç Navarro, quien en julio de 2001 mostrando su desacuerdo con la
opinión expresada por Felipe González, que consideraba un acierto «la decisión de no
rescatar la memoria histórica durante la transición española, lo cual ha permitido la
reconciliación entre vencedores y vencidos de la Guerra Civil y entre los que sostuvieron
la dictadura y los que lucharon por la democracia, aun cuando tal reconciliación se
realizara a costa del olvido de lo que fue el golpe militar, la Guerra Civil y el régimen
dictatorial que les siguió», exponía un argumento que fue recurrente a lo largo del debate,
el referido a la equidistancia de los dos bandos enfrentados, que el autor niega de manera
contundente. Escribía:

…La realidad histórica, sin embargo, no apoya tal postura. Un bando luchó para
destruir la democracia y el otro luchó para instaurarla. La gran mayoría de los perdedores
de la Guerra Civil pedían el establecimiento de un sistema democrático. No así en el
bando vencedor, el cual, además, llevó a cabo, no sólo durante el conflicto civil, sino
incluso más tarde, en tiempos de paz, la represión más brutal existente en el siglo XX en
la Europa occidental.

Se refiere también a la ley de amnistía, en la que se pretende fundamentar la


amnesia respecto al pasado, que él rechaza, distinguiendo entre “reconciliación”,
producto de la amnistía, y “amnesia”, que no procede de aquella. Como conclusión, el

18
“Desaparecidos nuestros” (art. edit.), en El País, 8 de agosto de 2002.
19
CUÉ, Carlos E., “Ni venganza ni rencor, solo justicia. Familiares de los fusilados en la guerra piden que
se cumpla ya la resolución del Congreso y se reabran las fosas comunes” (reportaje), en El País, 23 de
noviembre de 2002.

72

autor afirma, abriendo una nueva vía de análisis que «el olvido ha sido no sólo una gran
injusticia, sino también un gran error político, con costes muy elevados, incluyendo el
desconocimiento por parte de nuestros jóvenes de nuestra propia historia»20.
En esta etapa del debate, a diferencia de la anterior, se efectuaron precisiones sobre
el concepto de memoria histórica. A la vez, se estaba profundizando sobre el mismo en
el ámbito de los historiadores, sociólogos y filósofos, de lo que puede verse una buena
síntesis en la obra de Julio Aróstegui: La historia vivida, publicada en 2004, en la que
trata de la memoria como elemento fundamental para la construcción de la historia del
presente21. En este sentido son interesantes las aportaciones del filósofo Reyes Mate,
quien pone el objetivo prioritario de la memoria sobre las víctimas para definir la memoria
moral. Estas son sus palabras:

La memoria moral no es cualquier memoria, sino la que se refiere a las víctimas.


La memoria como justicia de las víctimas… La memoria no se arruga ante términos como
prescripción, amnistía o insolvencia, pues tiene la mirada puesta en la víctima. Y si hubo
una injusticia pasada y no ha sido saldada, la memoria proclama la vigencia de esa
injusticia (…) No habrá verdad ni conocimiento verdadero si no se tiene en cuenta esa
parte de la realidad que no aparece porque ha sido declarada insignificante.

Si la «memoria moral es sinónimo de justicia», continúa el autor, el «olvido es


injusticia» y la característica principal de las víctimas es la inocencia porque «murieron
sin razón»22. Apoyándose en esta idea, en mayo de 2007, a propósito de la beatificación
de 498 católicos asesinados durante la guerra civil, Reyes Mate criticaba la actitud de la
jerarquía eclesiástica por cargar de ideología política a estas víctimas y despojarlas de la
inocencia23.
En la utilización partidista de la memoria insiste también Julián Casanova unos
meses más tarde cuando subtitula un artículo sobre la misma cuestión: «Tras la
sublevación militar de 1936 hubo una auténtica matanza de eclesiásticos. Pero la

20
NAVARRO, Vicenç, “Los costes de la desmemoria histórica”, en El País, 16 de junio de 2001.
21
ARÓSTEGUi, Julio, La historia vivida. Sobre la historia del presente, Madrid, Alianza, 2004, pp. 156-
170. Otras referencias bibliográficas sobre la memoria: RUIZ VARGAS, José María (comp.), Claves de la
memoria, Madrid, Trotta, 1997; “Psicología cognitiva de la memoria”, Revista Anthropos, Nº189-190
(monográfico), Barcelona, 2000; CUESTA, Josefina, “De la memoria a la historia”, en ALTED VIGIL,
Alicia (coord.), Entre el pasado y el presente. Historia y Memoria, Madrid, UNED, 1996, pp.55-89; e
Historia y Memoria. Ayer, Nº 32, Madrid, 1998.
22
MATE, Reyes, “Políticas de la memoria”, en El País, 12 de noviembre de 2002.
23
MATE, Reyes, “Víctimas o mártires”, en El País, 8 de mayo de 2007.

73

conmoción por ese anticlericalismo tapó el exterminio en nombre de la religión católica,
algo que la Iglesia nunca ha condenado»24.
Esta segunda etapa del debate se desarrolló en torno a dos cuestiones: la ley de la
memoria histórica, aprobada a finales de 2007, y la referente a los desaparecidos o, lo
que es lo mismo, los derechos imprescriptibles de las víctimas, que se planteó
inmediatamente después, al constatar que dicha ley no respondía a las demandas de las
Asociaciones para la Recuperación de la Memoria Histórica y de los familiares de las
víctimas.

2. La ley de la memoria histórica


Las citadas demandas fueron continuas a partir de noviembre de 2002, primero,
ante el gobierno del PP y, después de las elecciones de marzo de 2004, ante el del PSOE,
siendo los partidos de la izquierda los que llevaron al Congreso de los Diputados estas
peticiones25.
Por fin, el 28 de julio de 2006 el Consejo de ministros aprobó el proyecto de ley,
del que el gobierno retiró de su título la mención a la memoria histórica, optando por otro
más descriptivo: «Ley de reconocimiento y extensión de los derechos a las víctimas de la
guerra civil y de la dictadura». Los medios de comunicación daban la noticia al día
siguiente26 y el diario El País le dedicaba su artículo editorial, en el que aprobaba el
cambio de denominación y constataba la previsible oposición del PP y la de IU y ERC
porque estos consideraban insuficiente al proyecto. Haciendo un primer análisis del
proyecto de ley, escribía el editorialista:

…Ninguna de las medidas de la ley merece el reproche de que reabre viejas


heridas. Más bien ayudan a cicatrizarlas… La ley desecha la anulación de oficio de los
consejos de guerra franquistas. El argumento de la cosa juzgada es endeble cuando se ha

24
CASANOVA, Julián “La huella de la violencia anticlerical”, en El País, 22 de octubre de 2007.
25
CUÉ, Carlos E., “El delito de «auxilio a la rebelión»”, en El País, 1 de septiembre de 2003, que lleva
como subtítulo: “El PSOE pide anular los juicios sumarios del franquismo, y familiares de fusilados exigen
ayuda oficial para reabrir fosas”; y AIZPEOLEA, Luis R., “El Congreso insta al Gobierno a retirar símbolos
franquistas”, en El País, 4 de noviembre de 2004, que lleva como subtítulo: “PSOE, Esquerra e ICV
solicitan una ley que obligue a eliminar emblemas de la dictadura”.
26
“El gobierno plantea una reparación a las víctimas y eliminar símbolos franquistas”, en El País, 29 de
julio de 2006, subtitulando la noticia: “La norma incrementa la cuantía de las pensiones. Las
administraciones deberán facilitar las excavaciones de fosas comunes. PP, ERC e IU rechazan el texto”.

74

producido una ruptura jurídica -la Constitución de 1978- que supuso el enterramiento no
sólo político, sino legal, del franquismo27.

En el artículo se delimitaban perfectamente los objetivos del proyecto de ley y, a


la vez, quedaban al descubierto los elementos sobre los que el debate sería más áspero y
el acuerdo más difícil de alcanzar.
El PP, como se ha dicho, se opuso radicalmente al proyecto de ley y expuso sus
argumentos en la enmienda a la totalidad que presentó su portavoz parlamentario,
Eduardo Zaplana, el 5 de diciembre, rechazando la ley, según sus palabras, «por
innecesaria, irrelevante y falsaria y, sobre todo, porque rompe el espíritu de concordia de
la Transición», y desarrollaba a continuación cada uno de estos calificativos28.
El día anterior IU había presentado su enmienda a la totalidad basándola en dos
argumentos: la reivindicación de la memoria colectiva de los republicanos, superando la
vinculada «al más estricto ámbito personal y familiar» ya que «el Estado democrático es
heredero de la II República»; y la anulación de «todos los juicios sumarísimos emanados
de un régimen ilegítimo o indemnizar a los guerrilleros antifranquistas como a los
militares republicanos»29.
Por fin, el 14 de diciembre de 2006, el Congreso de los Diputados admitió a
trámite el proyecto de ley con los votos favorables del PSOE, PNV y CiU y la oposición
de PP, ERC e IU-ICV, cuyas enmiendas a la totalidad fueron derrotadas. En el debate
resaltaron dos cuestiones principalmente: primera, «todos los grupos, menos el PP,
consideran imprescindible una ley de este tipo, pero también todos los grupos, menos el
PSOE, están en contra de la fórmula que ha propuesto el Gobierno para honrar a las
víctimas»; y segunda, aplicar en España el procedimiento seguido en otros países para
resolver «las secuelas de una dictadura» como Alemania, Italia, Argentina, Chile y
Camboya30, cuestión que más tarde dio lugar a otro importante debate entre los juristas,
periodistas e historiadores. Así pues, aunque se preveía una tramitación complicada,

27
“Víctimas por igual”, en El País, 29 de julio de 2006. El mismo día el diario publicaba la opinión de
varios catedráticos de derecho y de historia sobre el proyecto de ley, coincidiendo en que era «positiva»
pero «insuficiente»; y el 31 de julio Carlos E. CUÉ publicó un extracto sobre los aspectos más significativos
del proyecto de ley.
28
CUÉ, Carlos E., “El PP rechaza la ley de memoria y dice que rompe el pacto de concordia sobre el
pasado”, en El País, 6 de diciembre de 2006.
29
CUÉ, Carlos E., “IU exige que el Estado asuma en la ley la memoria republicana”, en El País, 5 de
diciembre de 2006.
30
CUÉ, Carlos E. y DÍEZ, Anabel, “La primera ley que honra a los represaliados por Franco salva el
principal escollo en el Congreso”, en El País, 15 de diciembre de 2006.

75

existía la posibilidad de alcanzar acuerdos con los grupos parlamentarios de la izquierda
y de los nacionalistas que condujeran a la aprobación de la ley.
Un primer paso en dicha dirección se dio en abril de 2007 cuando el PSOE e IU-
ICV llegaron al acuerdo de declarar «ilegítimos los tribunales franquistas e injustas las
sentencias que dictaron en todas las causas abiertas por motivos políticos o ideológicos»,
tal como se expresaba El País en un artículo editorial31.
El acuerdo produjo una cierta polémica entre los juristas sobre los efectos jurídicos
del mismo. El diario citado se hacía eco de dichas divergencias a través de varios
testimonios. Decía:

Carlos Jiménez Villarejo, ex fiscal Anticorrupción y veterano jurista, cree que


«es el primer paso de un largo proceso para obtener la nulidad jurídica de miles de
sentencias». José Antonio Martín Pallín, magistrado del Tribunal Supremo, afirma que
hubiese preferido que la ley hubiera empleado el término «nulidad» y duda de que la
declaración de ilegitimidad acuñada tenga consecuencias jurídicas.

Pero sin duda el testimonio más interesante fue el de José Luis Requero, vocal
conservador del Consejo General del Poder Judicial, porque su opinión coincidía
básicamente con la posición política que mantenía el PP en el debate parlamentario. Este
magistrado mezclaba los motivos ideológicos con los argumentos jurídicos y los intereses
administrativos para construir un discurso profranquista. Entre otras cosas este
magistrado dijo: «es un error estratégico. Creo que la sociedad española no está
preparada»32.
En octubre del mismo año el debate sobre el proyecto de ley de memoria histórica
enfilaba el trayecto final, después del acuerdo al que había llegado el PSOE con siete
partidos políticos, tal como lo anunciaba El País el 9 de octubre «sobre los aspectos
principales de la ley»33. Dichos aspectos principales eran:
1) La eliminación de la comisión de notables que había de declarar la reparación
y reconocimiento personal de las víctimas; en su lugar será el Ministerio de Justicia el

31
“Acuerdo de memoria” (artículo editorial), en El País, 20 de abril de 2007.
32
JUNQUERA, Natalia y CUÉ, Carlos E., “Divergencias entre juristas”, en El País, 21 de abril de 2007.
33
Los partidos eran IU, PNV, CiU, BNG, Chunta Aragonesista y Nueva Canaria. PP y ERC se quedaban
fuera por razones distintas y votarían en contra de la ley. Ángel Acebes, secretario general del PP, declaró
que con esta ley «culmina el ataque de Zapatero a todo lo que representa la transición».

76

que expida el documento de forma casi automática cuando se comprueben los datos de la
víctima.
2) La citada declaración de ilegitimidad de los tribunales franquistas y de
cualesquiera otros órganos penales o administrativos y de sus resoluciones.
3) La derogación de toda la legislación represora del franquismo y proclamar «su
formal expulsión del ordenamiento jurídico e impedir su invocación por cualquier
autoridad administrativa y judicial».
4) La retirada de los símbolos franquistas que exalten la guerra civil o la dictadura.
5) Inclusión de la represión efectuada en la zona republicana por descontrolados,
al margen de la legalidad oficial, exigida por CiU, reclamando también que se incorporen
los motivos «de creencia religiosa».
6) El PNV pide la devolución de los papeles de Gobierno Vasco entre 1936 y 1939
que se hallan en el archivo de Salamanca, que el Gobierno no acepta, y negocia un mejor
acceso de los particulares a los archivos de la represión34.
Por fin, la ley de memoria histórica se aprobó en el Congreso de los Diputados el
31 de octubre de 2007 con los votos en contra de PP35 y ERC. Los republicanos catalanes
se empecinaron con la «nulidad» de las sentencias de los consejos de guerra y otros
tribunales represores, y el portavoz del PP, Eduardo Zaplana, representó desde la tribuna
otra escena de la crispación que había alimentado durante toda la legislatura. La
vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega, respondiendo al portavoz del PP, dijo:
«No hay ni una sola línea que no pueda ser respaldada en su integridad por cualquier
demócrata… Ésta es una ley que se ocupa de las víctimas y de sus familias, que deja la
historia a los historiadores, a los jueces lo que es de los jueces y que, al tiempo que amplía,
extiende e instaura derechos»36.
Pero durante el trámite parlamentario del proyecto de ley tuvo lugar un intenso
debate entre los historiadores, juristas y periodistas en torno al significado de la memoria
histórica, de la ley, las repercusiones que acarrearía su aprobación e, incluso, sobre el
proceso de transición a la democracia que se había dado en España.

34
CUÉ, Carlos E. y DÍEZ, Anabel, “Una decena de cambios clave”, en El País, 9 de octubre de 2007.
35
Sin embargo, el grupo parlamentario del PP votó a favor de algunos artículos de la Ley porque «al tratarse
de una ley ordinaria, el procedimiento permitía la votación punto por punto y, de este modo, el principal
partido de la oposición optó por sumar su voto a las disposiciones referidas a la mejora de las
indemnizaciones ya existentes y a la despolitización del Valle de los Caídos» (“Memoria al Pleno”, en El
País, 18 de octubre de 2007).
36
CUÉ, Carlos E., “La ley de memoria se aprueba entre aplausos de invitados antifranquistas”, en El País,
9 de octubre de 2007.

77

El primer historiador que arremetió contra la “ley de memoria histórica”, antes de
la aprobación del proyecto por el Consejo de Ministros, a partir del concepto de la misma,
fue Santos Juliá, quien, a la pregunta «¿qué es la memoria histórica?», respondía:

Una metáfora para designar un relato sobre el pasado que, a diferencia de la


historia, no está construido sobre el conocimiento o la búsqueda de la verdad, sino sobre
la voluntad de honrar a una persona, proponer como modélica una conducta, reparar
moralmente una injusticia (…) No es, por tanto, un acto de conocimiento, sino de
voluntad: pretende llenar de sentido el presente trayendo a la conciencia un hecho del
pasado. Ocurre, sin embargo, que en la construcción de sentido del pasado, sobre todo si
es traumático, olvidar es tan necesario como recordar. Por eso, no hay memoria histórica
sin olvidos voluntarios.

Así pues, este historiador abre una inmensa brecha entre memoria e historia y no
se plantea siquiera que se pueda establecer alguna relación entre ellas. A partir de este
concepto se opone a la existencia de una ley de memoria histórica que, en todo caso, a su
juicio, habría de ser de «las memorias históricas», anticipándose a la titulación que dio el
gobierno al proyecto de ley, como ya se ha visto.
Santos Juliá termina su reflexión preguntándose sobre lo que se puede hacer en el
«ámbito político» con el pasado en España, respondiéndose: «además de enterrar los
tópicos sobre la losa de silencio, la amnesia, la desmemoria, es lo que ya propuso la
Comisión Constitucional del Congreso el 20 de noviembre de 200237».
Unas semanas después del artículo de Santos Juliá, el escritor Felipe Juaristi
exponía una concepción contraria y complementaria sobre la memoria. Este autor,
respecto al contenido de la memoria, daba prioridad a la colectiva sobre la individual, a
la que asigna la función de creadora, «crisol» y «filtro». Consciente de la dificultad que
entrañan estos conceptos, dice a continuación, «ejemplo de memoria colectiva es la del
Holocausto. Yo no lo viví, pero lo recuerdo; forma parte de mí, como muchos retazos de
vidas ajenas, recuerdos robados o tomados en préstamo. Eso es la cultura, el lugar donde
se guarda, no limpia e inmaculada, la memoria colectiva». De ahí la función que ejerce
como «estructura mental» para interpretar la realidad exterior.
Por último, marca la diferencia entre «memoria colectiva» y «memoria
colectivizada» de la que, acercándose al planteamiento de Santos Juliá, dice: «que no es

37
JULIÁ, Santos, “Memorias en lugar de memoria”, en El País, 2 de julio de 2006.

78

más que la imposición de una determinada memoria, suprimiendo cualquier otra, sea
individual o colectiva, que la contradiga. Es la utilización política de la memoria»38.
Unos días antes, la periodista Soledad Gallego-Díaz había dado otro paso en el
camino de precisar el concepto de memoria como fuente de conocimiento, rellenando la
brecha abierta por Santos Juliá. Había escrito: «la memoria histórica no existe; es la
historia la que hace la memoria. La memoria no se defiende con una ley, sino con el
conocimiento, y lo realmente importante de ella no será nunca lo que establezca un
dictamen jurídico sino su cultivo como fuente de la experiencia (…) ¿De qué nos vale a
los españoles la memoria si no la utilizamos como el guardián del cerebro, el germen de
la reflexión y del entendimiento?»39.
La idea de la memoria histórica como «metáfora», utilizada por Santos Juliá, fue
recogida dos años más tarde por el escritor José María Ridao pero con una finalidad
práctica, no solo retórica, por ser «capaz de ocultar y de emborronar, hasta hacerlos
ininteligibles, los asuntos sobre los que de verdad se está discutiendo”40.
A estos asuntos se había referido Ángel Viñas al tratar de la obligación de
profundizar en el conocimiento histórico. Decía este historiador:

Debemos abrir el pasado por, cuando menos, tres razones. La primera es de


naturaleza técnica. Las otras dos traducen una valoración axiológica que no debería ser
desconocida para nuestra derecha. En lo que se refiere a la primera conviene señalar que
es precisamente en estos últimos años cuando han empezado a crearse las condiciones
materiales precisas para poder abordar científicamente, desapasionadamente nuestro
pasado. Aunque subsisten excepciones…
La segunda razón estriba en evitar hacer el ridículo como país, como Estado,
como colectividad, como españoles. ¿Es que acaso tenemos genes que nos hagan
incapaces de afrontar nuestro pasado…?
La tercera razón tiene que ver con el precepto de honrar a los muertos. Es algo
que suele hacerse en todo tipo de sociedades, también en las católicas41.

Durante los meses en los que se debatió en el Congreso de los Diputados la ley de
memoria histórica, otros historiadores se habían referido a los «asuntos» del pasado

38
JUARISTI, Felipe, “Experiencia colectiva”, en El País, 30 de julio de 2006.
39
GALLEGO-DÍAZ, Soledad, “La memoria no reside en la política”, en El País, 21 de julio de 2006.
40
RIDAO, José María, “La memoria histórica y sus metáforas”, en El País, 1 de diciembre de 2008.
41
VIÑAS, Ángel, “El miedo al conocimiento histórico”, en El País, 5 de septiembre de 2008.

79

reciente que había que desvelar al amparo de la ley, entre ellos Julián Casanova, que en
el tramo final del debate precisó de manera rotunda las cuestiones que habrían de quedar
claramente definidas: «la reparación moral y el reconocimiento jurídico y político» de las
víctimas de la represión franquista y la declaración de «ilegitimidad» de los tribunales
represores42.
Evidentemente, los políticos expresaron también sus opiniones durante el debate.
El eurodiputado socialista Luis Yáñez-Barnuevo, pocos días después de la aprobación del
proyecto de ley en el Consejo de Ministros, escribió un artículo titulado “Una causa justa”
para referirse a la ampliación del conocimiento y recuperación de la memoria de la
represión franquista43.
Asimismo, Gaspar Llamazares y Joan Herrera, diputados del grupo parlamentario
IU-ICV, pocos días después, subrayaban las ideas de que «el Estado debe asumir como
propia la responsabilidad de recuperación de la memoria», «garantizar por ley» la retirada
de los símbolos franquistas y «una reordenación de funciones y usos» del Valle de los
Caídos, e incluir en el proyecto de ley «la declaración de nulidad de Resoluciones y
Sentencias que se dictaron durante el franquismo», para lanzar, a continuación, una
advertencia al gobierno socialista: «Si el Gobierno opta por tramitar la ley tal y como
está, mantendrá la excitación de un PP, que ha decidido mantenerse beligerante,
instalándose así en la derecha extrema con una reinterpretación interesada de la
reconciliación como absolución del franquismo; y además frustrará muchas expectativas,
incluidas las de muchos socialistas»44.
Por último, Ramón Jáuregui, diputado socialista, asume la carga de explicar de
forma sencilla y moderada los objetivos del gobierno con el citado proyecto de ley,
tratando, en primer lugar, de su oportunidad y conveniencia, que formula con un
interrogante: «¿Es posible o no que la sociedad española de hoy ajuste deudas con su
historia sin romper por ello las bases de su convivencia actual y los principios de
reconciliación y perdón que presidieron la transición a la democracia a finales de los
setenta?». El autor responde afirmativamente y en cuanto a la forma de hacerlo, propone
la aprobación del proyecto de ley de la memoria histórica y su posterior cumplimiento.
Al final del artículo Ramón Jáuregui hace un llamamiento al PP para que consensue la

42
CASANOVA, Julián, “Después de tanta memoria…”, en El País, 20 de septiembre de 2007.
43
YÁÑEZ-BARNUEVO, Luis, “Una causa justa”, en El País, 30 de agosto de 2006.
44
LLAMAZARES TRIGO, Gaspar y HERRERA, Joan, “Una memoria con dignidad”, en El País, 6 de
septiembre de 2006.

80

ley pero, ante la oposición que estaban presentando, se pregunta de manera retórica: «¿No
equivale esto a identificarse con una de las dos partes de nuestra historia incivil?»; y como
dirigiéndose al PP, termina diciendo: «La reconciliación de la transición no nos obliga al
olvido. La memoria sin ira, sin afanes vengativos no abre, sino cierra las heridas de la
historia»45.
Los juristas también intervinieron en el debate pero sus principales aportaciones
trataron de cuestiones jurídicas. Este es el caso de Ángel García Fontanet, magistrado y
presidente de la Fundación Pi i Sunyer, quien hace un repaso clarificador del texto del
proyecto de ley y percibe alguna posibilidad de anulación de las sentencias a través de los
«reconocimientos de la injusticia de las sentencias y resoluciones dictadas durante la
Guerra Civil y la dictadura» en combinación con «el artículo 954-4º de la Ley de
Enjuiciamiento Criminal»46.
Joan J. Queralt, catedrático de Derecho Penal de la Universidad de Barcelona,
critica el proyecto de ley de la memoria histórica y aboga por la anulación de las
sentencias injustas de la dictadura, para la que sugiere dos vías:

Una: seguir impetrando la revisión imposible, agotar la vía española y


acudir a Estrasburgo… Es una vía larga, costosa y de resultado incierto.
La vía segura… es seguir el modelo alemán, esto es, la Ley federal de 1-
9-1998, de supresión de las sentencias injustas del nazismo. Obsérvese que no
habla de nulidad, sino de supresión de las sentencias totalitarias (…) Para ello
resulta recomendable que esa Ley, debidamente traspuesta en España, contuviera
la lista de disposiciones injustas y los órganos, judiciales o de cualquier índole,
que las aplicaban47.

45
JÁUREGUI, Ramón, “Memoria, justicia y convivencia”, en El País, 14 de octubre de 2006.
46
GARCÍA FONTANET, Ángel, “La ley de la memoria histórica”, en El País, 16 de octubre de 2006.
47
QUERALT, Joan J., “Desmemoria histórica”, en El País, 5 de enero de 2007. El texto citado tiene una
gran importancia porque, efectivamente, la Ley de Memoria Histórica (Ley 52/2007, de 26 de diciembre,
BOE de 27 de diciembre) contiene una disposición derogatoria en la que se relacionan los bandos de guerra
y las leyes que aplicaron los ilegítimos consejos de guerra y demás tribunales represores. En cuanto a la
«anulación» de las sentencias, no se sigue la vía alemana de «supresión» ni son los fiscales quienes lo
comunican al registro de penados sino que, partiendo de la declaración de ilegitimidad de los consejos de
guerra y tribunales represores y de la derogación de las leyes represoras, se concluye la nulidad de las
sentencias. En el Decreto del Fiscal General del Estado respecto a las sentencias dictadas contra Lluis
Companys i Jover, firmado en Madrid, el 5 de abril de 2010, se puede leer: «… que las sentencias dictadas
(…) son inexistentes y nulas de pleno derecho sin que subsista actualmente apariencia alguna de legalidad
o validez de las mismas, al haber sido expulsadas del ordenamiento jurídico, por lo que resulta legalmente
improcedente, por falta de objeto, la interposición de recurso de revisión ante el Tribunal Supremo».

81

Por último, el abogado Jaime Sartorius critica las posiciones del PP al proyecto de
ley, que, apoyándose en «un supuesto espíritu de la transición», aplican un doble rasero,
según se trate de unas u otras víctimas”48.

3. Los desaparecidos o los derechos imprescriptibles de las víctimas


Como ya se dijo, esta es la segunda cuestión en torno a la cual se articula el debate
sobre el pasado. En realidad, esta cuestión es la lógica continuación de la primera ya que,
una vez aprobada la ley de la memoria histórica y ante el retraso y lentitud con que se
puso en marcha su aplicación, se buscó otro procedimiento más expeditivo, el de la vía
penal, que asimismo generó otro intenso debate entre los juristas, los historiadores y los
periodistas.
Este debate se dio principalmente entre los partidarios de la imprescriptibilidad de
los derechos de las víctimas (los desaparecidos) encabezados por el juez Baltasar Garzón,
motivado por las demandas de las ARMH, frente a los dos más altos organismos de
administración de justicia –la Audiencia Nacional y el Tribunal Supremo- y todos
aquellos que compartían los argumentos de dichos organismos. En este debate hubo una
escasa intervención de los políticos ya que se estaba dando en un sector distinto al ámbito
de su actividad; en cambio, la de los juristas fue intensa, quienes trataron
fundamentalmente de los aspectos técnicos de la cuestión, haciendo al mismo tiempo
referencias continuas a la situación de las víctimas y los desaparecidos. En este trabajo,
sin embargo, no me extenderé en los análisis de este colectivo porque se tratan
ampliamente en otro capítulo de este mismo volumen.
En primer lugar, deben de ser marcados los principales hitos del debate. No deja
de ser llamativo que, a pesar de las peticiones de las ARMH, el gobierno no aprobara las
primeras medidas para desarrollar la ley de la memoria histórica hasta un año después de
su aprobación. Dichas medidas se referían a la retirada de los símbolos franquistas, la
exhumación de fosas, la concesión del título de reparación y reconocimiento personal de
víctima, las indemnizaciones pendientes y la concesión de la nacionalidad a los
brigadistas49. Pero es más sorprendente aún que el 20 de noviembre, cuando se cumplían
33 años de la muerte del dictador, el presidente del gobierno, José Luis Rodríguez

48
SARTORIUS, Jaime, “La memoria y el espíritu de la transición”, en El País, 31 de octubre de 2007.
49
“Paquete de medidas para impulsar la Ley de Memoria”, en El País, 1 de noviembre de 2008. En los
documentos del Ministerio de Justicia para la declaración de reparación y reconocimiento personal de las
víctimas, se hace mención expresa al padecimiento de «persecución y violencia por razones políticas e
ideológicas» y a las sentencias dictadas, «sin las debidas garantías», por «ilegítimos» consejos de guerra.

82

Zapatero, abogara por la extensión del olvido. Según el diario El País, había declarado en
el Palacio de la Moncloa: «todo lo que sea que eso esté en el olvido, en el olvido más
profundo de la memoria colectiva de la sociedad española, será un buen dato. Los residuos
irán desapareciendo, aunque hay gente que tiene más disponibilidad a olvidar, y otros
tienen algo menos». Palabras que, por un lado, mostraban poca disposición al desarrollo
y aplicación de la ley de memoria histórica y que, por otro, enardecieron a los grupos
parlamentarios de IU-ICV y ERC que, según el mismo diario, «están dispuestos a
impedírselo. Se han empeñado en mantener vivo el debate durante toda la legislatura
[2008-2011] y a someter a votación en la Cámara iniciativas para reformar y profundizar
en la ley aprobada hace sólo un año»50.
En este contexto de dilatar la aplicación de la citada ley por el gobierno, el juez
Garzón tomó una serie de decisiones «para no desestimar las denuncias presentadas por
ocho asociaciones de memoria histórica y, al mismo tiempo, no ignorar los argumentos
de la Fiscalía de la Audiencia Nacional, que el pasado febrero aconsejó su archivo», por
las que solicitaba a varias instituciones que «identifiquen a los desaparecidos y enterrados
en fosas comunes durante el franquismo». El fiscal se había opuesto a dichas denuncias
alegando su prescripción por la ley de amnistía de octubre de1977 y por el sorprendente
argumento, según el cual, «las muertes denunciadas ante Garzón fueron consecuencia de
delitos comunes, sobre los que la Audiencia Nacional no tiene competencia». El fiscal, a
la vez, aprovechaba la oportunidad para decir, anticipándose al debate, «como tampoco
la tiene sobre los crímenes contra la humanidad, que deben ser juzgados en los lugares
donde se cometieron los hechos»51.
Especulando sobre las intenciones del juez Garzón, el editorialista piensa que con
dichas medidas pretende dilucidar si tiene competencia sobre los hechos denunciados y
endosar al Estado la realización de un censo de desaparecidos bajo el franquismo. Además
incorpora otra importante cuestión al debate: «la providencia de Garzón viene a deshacer
la contradicción en la que se había colocado la Audiencia Nacional al investigar

50
GAREA, Fernando y GONZÁLEZ, Miguel, “Zapatero elogia el olvido en pleno debate sobre la memoria
histórica”, en El País, 21 de noviembre de 2008.
51
“Garzón y la memoria” (artículo editorial), en El País, 2 de septiembre de 2008. Las decisiones de Garzón
fueron criticadas duramente por el PP (Mariano Rajoy y Mayor Oreja) y por las asociaciones de la
Magistratura, aunque de forma matizada. Escribía Carlos E. CUÉ el 3 de septiembre: «La iniciativa de
Garzón recibió también el rechazo de Antonio García, portavoz de la conservadora Asociación Profesional
de la Magistratura (APM), y de Lorenzo del Río, de la Francisco de Vitoria, que consideran que la reapertura
de fosas debería ser gestionada por la vía administrativa y no penal. Incluso Miguel Ángel Jimeno, de la
progresista Jueces para la Democracia, criticó a Garzón porque cree que ésa es tarea del Ejecutivo, aunque
defendió el derecho de las víctimas a saber "dónde se encuentran sus muertos"» (“El PP y los jueces critican
a Garzón por «remover la historia» de la represión”, en El País, 3 de septiembre de 2008).

83

desapariciones en América Latina mientras que, en España, parecía ignorar la represión
llevada a cabo por el franquismo».
El 17 de octubre el juez Garzón, arrogándose la competencia en el caso,
transformó sus diligencias previas en sumario, atribuyendo «al dictador Francisco Franco
y a otros 34 jefes rebeldes un delito de insurrección contra el Gobierno legalmente
constituido y un plan sistemático de exterminio de los oponentes políticos durante la
Guerra Civil y la posguerra». Inmediatamente, el fiscal de la Audiencia Nacional, Javier
Zaragoza, anunció la presentación de un recurso, que habrá de resolver la Sala de lo Penal,
pidiendo la nulidad del procedimiento por falta de competencia, basándose en los
siguientes argumentos: «Por un lado, considera que los hechos están amparados por la
Ley de Amnistía de 1977 y, por otro, niega que los asesinatos y secuestros cometidos en
aquellas fechas constituyeran crímenes contra la humanidad, porque ese delito no estaba
tipificado en el Código Penal de la República. Igualmente considera que la Audiencia
Nacional no es competente para juzgar el delito de rebelión, que en el Código de 1932
correspondía a la jurisdicción militar»52.
El auto del juez Garzón fue duramente criticado por sus colegas de la magistratura
y por los sectores más conservadores de la política y el periodismo; y el fiscal presentó
su recurso el día 21. En el artículo editorial de El País del día 22 se apuntaba en otra
dirección para entender mejor dichas actitudes:

No es tanto la supuesta osadía jurídica de Garzón como su decisión de


atreverse a poner negro sobre blanco en un auto judicial que Franco y los generales
sublevados en julio de 1936 fueron autores de graves crímenes contra una parte
de la población, lo que parece motivar el grueso de las críticas al juez.

El periodista Javier Pradera, uno de los críticos más encarnizados del juez Garzón,
sintetizaba el mismo día los puntos principales del debate entre este y el fiscal; y
terminaba su artículo diciendo: «el escrito del fiscal Zaragoza defiende con sólidos
argumentos que el auto de Garzón es una mediocre combinación de mediterráneos
historiográficos, disparates jurídicos y sofismas legales dirigidos a reivindicar contra
viento y marea su competencia como instructor de la Audiencia Nacional»53.

52
YOLDI, José, “Garzón protege su causa contra el franquismo del «ataque» del fiscal”, en El País, 18 de
octubre de 2008.
53
PRADERA, Javier, “Incompetencia de Garzón”, en El País, 22 de octubre de 2008.

84

La Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional se reunió el 28 de noviembre para
resolver el recurso del fiscal, dándole la razón «casi por unanimidad»; es decir, que la
Sala rechazaba que la cuestión planteada fuera de su jurisdicción y, por lo tanto, negaba
la competencia del juez Garzón «para abrir ningún proceso penal al franquismo en
relación con las fosas comunes donde yacen restos de víctimas sin identificar esparcidas
por toda España». Pero el procedimiento no se paralizaba del todo porque el juez remitió
la causa a los juzgados de los lugares en los que se hallaban las fosas54. Sin embargo,
dicha decisión tenía un «incontestable valor jurídico» y podría plantear, incluso,
problemas de carácter historiográfico ya que «niega que la rebelión militar contra la
República constituyera un delito contra la forma de Gobierno, inexistente en el actual
Código Penal, lo que priva al juez del argumento principal para hacerse con el caso e
investigar el delito de detención ilegal con desaparición forzosa que, a su juicio,
constituyó la ejecución de las miles de víctimas que yacen en las fosas»55.
El paso que condujo al final de este debate, aunque el problema continúe sin
resolverse, se dio a finales de mayo de 2009 cuando el sindicato Manos Limpias presentó
una «querella por prevaricación» contra el juez Garzón «por la causa abierta contra el
franquismo», que el artículo editorial del diario El País del día 29 calificó de «temeraria»
pero lo «lamentable», decía, era que «el Tribunal Supremo no sólo no haya puesto coto a
una actuación así, sino que le haya dado alas admitiendo a trámite la querella con el
argumento de que ab initio (…) no resulta absurda e irracional la hipótesis de la
prevaricación respecto de un juez cuya actuación ha estado sometida a una fuerte
controversia procesal sobre su competencia en la causa que tramitaba». En el citado
artículo editorial se mencionaba también la actitud del PP, que calificaba de
«esquizofrenia judicial», dados los conflictos que tenía planteados tanto ante el Tribunal
Supremo como ante el Constitucional”56.
El juez Garzón presentó un recurso de súplica ante el Tribunal Supremo para que
no se admitiera dicha querella, alegando que «de todos los jueces y magistrados que
analizaron sus resoluciones, al menos cuatro consideraron, como él, que la Audiencia
Nacional era competente para juzgar los crímenes de los sublevados durante la Guerra
Civil y la dictadura». Esto demuestra, según el juez, que no se dictaron resoluciones
injustas «a sabiendas», sino que se dio una «discusión jurídica», que se resolvió en su

54
“Punto, pero no final” (artículo editorial), en El País, 19 de noviembre de 2008.
55
“Sin Garzón, pero sigue” (artículo editorial), en El País, 29 de noviembre de 2008.
56
“Una querella temeraria” (artículo editorial), en El País, 29 de mayo de 2009.

85

contra «mediante los recursos previstos por la ley»; por lo que considera que la decisión
del Supremo es «jurídicamente inaceptable»57.
El 9 de septiembre de 2009 el juez Garzón compareció ante el Tribunal Supremo
como imputado «por su actuación jurisdiccional en la indagación de los crímenes del
franquismo durante la Guerra Civil y la dictadura», según el artículo editorial de El País
de ese mismo día58, donde el autor apunta en la dirección en la que, a su juicio, debe de
hallarse el verdadero fundamento de la querella:

La querella contra Garzón tiene un componente ideológico innegable. A


los querellantes les provoca sarpullidos oír hablar de crímenes del franquismo y
buscan, instrumentalizando una vez más a la justicia, hacer pagar a Garzón su
osadía por haber dejado en dos autos judiciales un relato sistemático de la
represión franquista y de su posible valoración jurídico-penal.

El artículo termina con una calificación muy negativa de la actuación del Tribunal
Supremo en este caso y con una advertencia dirigida a los magistrados de dicho tribunal:
«¿No temen los magistrados del Supremo bordear ellos mismos la prevaricación dando
alas a semejante querella?».
El mismo diario, unos meses más tarde, volvía sobre el mismo tema y con los
mismos argumentos. En esta ocasión titulaba su artículo editorial la aberración, que
describía de la forma siguiente: «la aberración histórica de que herederos ideológicos del
franquismo sienten en el banquillo al juez que intentó investigar los crímenes de aquel
régimen, a demanda de familiares de víctimas que todavía yacen en fosas comunes, lleva
camino de consumarse»59.
El juez Baltasar Garzón fue condenado por el Tribunal Supremo, por un delito de
prevaricación, el 9 de febrero de 2012, a una multa y 11 años de inhabilitación para ejercer
como juez o magistrado; por lo que fue expulsado de la carrera judicial. A la querella por
los crímenes del franquismo se unieron otra, por la investigación del caso Gürtel, y una
tercera, por la financiación de unos cursos en una universidad norteamericana.

57
ALTOZANO, Manuel, “Garzón insta en su recurso a que siga la investigación de los crímenes
franquistas”, en El País, 2 de junio de 2009.
58
“Garzón ante el Supremo” (artículo editorial), en El País, 9 de septiembre de 2009.
59
“La aberración” (artículo editorial), en El País, 8 de febrero de 2010.

86

En un escrito que Garzón dirigió al Consejo General del Poder judicial en marzo
de 2010 implicaba al PP en el procedimiento que se seguía contra él en el Tribunal
Supremo por la investigación del caso Gürtel y, a la vez recusaba a «los tres vocales que
más animadversión han mostrado contra él: los conservadores Fernando de Rosa y Gema
Gallego y la progresista Margarita Robles»60.
El debate sobre los desaparecidos y la imprescriptibilidad de los delitos contra
los derechos humanos atrajo la atención de los historiadores que aportaron también sus
reflexiones desde la perspectiva historiográfica. En términos generales puede decirse que
utilizaron argumentos de forma reiterativa sobre el plan de exterminio aplicado por los
ejecutores del golpe de Estado, las fosas, los desaparecidos y los obstáculos oficiales para
acceder a los documentos que podrían identificarlos. Estos son los casos de Francisco
Espinosa Maestre, que colaboró con el juez Garzón y elaboró una lista de 130.000
víctimas de desaparecidos61; Antoni Segura, quien al tratamiento recibido por las víctimas
republicanas opone el dado por la dictadura a las víctimas de la derecha, como ya se ha
dicho anteriormente62; y Julián Casanova, que analiza el caso de España a la luz de las
dictaduras del Cono Sur de América Latina: en primer lugar, define el término de
desaparecido, «desaparecido fue el eufemismo con el que se denominó a las víctimas del
terrorismo de Estado planificado y puesto en marcha por la dictadura militar en Argentina
entre 1976 y 1983». Víctimas que no constan en ningún registro oficial, pero en España
«la mayoría de ellas están identificadas, tienen nombres y apellidos y, aunque con muchas
anomalías y falseamientos sobre las causas de la muerte, constan en los registros civiles
de cientos de localidades que han sido rastreados por los historiadores»; y termina
instando al gobierno socialista para que cree «una Comisión Nacional sobre la
Desaparición de Personas por la violencia política durante la Guerra Civil y la dictadura
de Franco» que coordine la información y promocione la investigación de «los hechos
todavía inexplorados y las personas sin localizar»63.
Dos meses más tarde, el mismo historiador volvía sobre el tema, extendiendo la
cuestión de los desaparecidos y de la represión a la influencia que ejerció en los procesos
de transición a la democracia. Respecto a esto, el autor establece este principio: «en los
países del Cono Sur, Chile, Argentina y Uruguay, las comisiones de la verdad y los

60
ALTOZANO, Manuel, “Garzón denuncia una campaña del PP contra él para acabar con el «caso
Gürtel»”, en El País, 8 de marzo de 2010.
61
ESPINOSA MAESTRE, Francisco, “De fosas y desaparecidos”, en El País, 10 de septiembre de 2008.
62
SEGURA, Antoni, “Represión, víctimas y desaparecidos”, en El País, 6 de noviembre de 2008.
63
CASANOVA, Julián, “Desaparecidos”, en El País, 10 de julio de 2008.

87

informes sobre violaciones de los derechos humanos tuvieron, sin embargo, un carácter
fundacional para el proceso de reconstrucción de la democracia y de la memoria
colectiva». Asentado este principio, en contra del juicio de los que piensan que tiene
aplicación inmediata en el caso de España, el historiador citado compara la duración de
la dictadura española con las otras tres y concluye que «una dictadura de cuarenta años
tuvo que condicionar necesariamente mucho más el periodo de transición desde el
autoritarismo a la democracia. Y eso puede aplicarse también a las políticas públicas de
la memoria para gestionar desde las democracias los pasados de tortura y muerte».
Después de hacer referencia a los procedimientos seguidos por cada uno de estos países
para llegar a la democracia, hace una importante constatación: «las cuatro sociedades
están hoy divididas sobre esos pasados represivos porque a ninguna de esas dictaduras le
faltó el apoyo, la adhesión y la conformidad de los poderes financieros y económicos, de
la jerarquía de la Iglesia católica y, lo que parece más relevante para el tema que nos
ocupa, de amplios sectores de la población». Para superar esta situación, a juicio de Julián
Casanova, «sólo caben políticas públicas de memoria», cuyo objeto sea profundizar en el
conocimiento de lo sucedido y en la educación, sobre todo, la que tiende a «transmitir a
los más jóvenes valores de tolerancia y libertad»64.
Antonio Elorza, situado entre la historia y la ciencia política, participa también en
este debate, mostrándose a favor del planteamiento del juez Garzón para lo que, primero,
expone el origen y el significado de genocidio que extiende desde «la destrucción
programada de una nación o grupo étnico» a su aplicación «a los grupos religiosos», para
afirmar a continuación: «los dos componentes del concepto, la voluntad programada de
aniquilamiento y la designación de un sujeto pasivo identificable, permiten sin embargo
su aplicación al campo político». A partir de lo cual califica con dicho concepto la
experiencia vivida en España65. Unas semanas más tarde, el mismo autor vuelve sobre el
tema para rebatir los argumentos que había expuesto el fiscal Zaragoza en su recurso
contra el citado auto de Garzón, del que dice con letras destacadas, «con los argumentos
del fiscal Zaragoza no hubiera sido posible castigar a los criminales nazis» y reitera los
argumentos expuestos en el artículo anterior en pro de la calificación como «crimen de

64
CASANOVA, Julián, “Otras memorias: Chile, Uruguay, Argentina”, en El País, 14 de septiembre de
2008.
65
ELORZA, Antonio, “El genocidio franquista”, en El País, 23 de septiembre de 2008.

88

lesa humanidad del levantamiento militar de 1936», estimando de actitud torticera el que
dicho fiscal de la Audiencia Nacional pasara por alto la citada calificación66.
Vicenç Navarro piensa que «el juicio no tendrá lugar como consecuencia del
enorme poder que los vencedores tienen en España» y repasa los argumentos de estos, de
los que dice: «no desean que se conozcan y condenen las enormes crueldades que sus
antecesores hicieron, llevándolos a los tribunales, tal como se ha hecho en otros países
europeos que sufrieron el nazismo y el fascismo, como Italia, Alemania y Francia»67.
Como ya se ha dicho, la intervención de los magistrados y juristas en este debate
por razones obvias fue fundamental y también se ha indicado por qué no se ahondará en
la cuestión; sin embargo, se mencionarán los intervinientes más destacados a favor de las
tesis de Baltasar Garzón. Estos fueron los casos de Joan J. Queralt que, primero, relaciona
el auto de Garzón con la insuficiencia de la ley de Memoria histórica para afirmar, a
continuación, que dicho auto «hace imparable la persecución criminal de los delitos del
franquismo»68. Asimismo, el fiscal jefe de Cataluña, José María Mena, considera los
crímenes franquistas como delitos contra la humanidad y, por lo tanto, no han prescrito69.
El exfiscal Carlos Jiménez Villarejo subraya las ideas de que los «crímenes contra la
humanidad aún en ejecución, como las «desapariciones», no son amnistiables» y que «la
ley de la memoria histórica se declara compatible con acciones judiciales»70. Finalmente,
José Antonio Martín Pallín, después de sintetizar y comentar los pasos judiciales dados
por el juez Garzón, concluye: «por todo ello estimo que la iniciativa del Juzgado de
Instrucción Central Nº 5 está ajustada a la más ortodoxa legalidad constitucional y al
derecho internacional asumido por España, por lo que ningún poder del Estado o
institución pública o privada puede poner obstáculo a sus peticiones sin el riesgo de
incurrir en el delito de obstrucción a la justicia»71.

66
ELORZA, Antonio, “Un prolongado genocidio”, en El País, 30 de octubre de 2008.
67
NAVARRO, Vicenç, “«Spain is different» o la impunidad mantenida”, en El País, 17 de diciembre de
2008.
68
QUERALT, Joan J., “Al final, justicia”, en El País, 29 de octubre de 2008.
69
MENA, José María, “La paradoja de Garzón”, en El País, 7 de noviembre de 2008.
70
JIMÉNEZ VILLAREJO, Carlos, “El juez Garzón no ha prevaricado”, en El País, 26 de febrero de 2010.
71
MARTÍN PALLÍN, José Antonio, “No se puede enterrar el olvido”, en El País, 8 de octubre de 2008. A
pesar de las resoluciones de la Audiencia Nacional y del Tribunal Supremo, en el Informe sobre España del
Grupo de Trabajo sobre las Desapariciones Forzadas o Involuntarias de la ONU, del 2 de julio de 2014, en
el capítulo de Recomendaciones, habla de la obligación del Estado en la búsqueda de los desaparecidos
forzosos de la guerra civil y de la dictadura (j), y de la adopción de medidas para impedir que las
desapariciones forzosas no sean crímenes amnistiados y evitar que la ley de amnistía de octubre de 1977
tenga efectos judiciales (cc).

89

4. Memoria histórica y transición a la democracia
En el trasfondo del debate sobre la memoria histórica se halla una clara intención
de revisar el proceso de transición a la democracia en España, cuya referencia primera
era la ley de amnistía de octubre de 1977. En este trabajo se ha aludido a las distintas
posiciones adoptadas por los polemistas respecto a esta cuestión. La más significativa en
cuanto al proceso de transición a la democracia y en defensa de dicha ley es la manifestada
por Santos Juliá, a la que en noviembre de 2008 se refería de la siguiente forma: «¿Fue la
ley producto de una amnesia, causa de un olvido? ¿Midió con el mismo rasero a los presos
políticos que habían luchado pacíficamente contra la dictadura y a sus carceleros y
torturadores? En absoluto. Excluyó, sí, el pasado del debate parlamentario; pero no
impuso una tiranía de silencio»72. Como justificación de que no había existido tal tiranía,
este autor había escrito, dos años antes: «no es verdad, por mucho que se repita, que
aquéllos fueran años de amnesia y silencio sobre el pasado: nunca se ha escrito ni debatido
tanto de la guerra y del franquismo como en los años de la transición. Ocurrió, sin
embargo, que memoria y recuerdo se encaminaron a abrir caminos de futuro»73.
Significativa también es la posición, ya señalada, de un político socialista muy destacado
en aquellos años, Ramón Jáuregui, quien, en el contexto de finales de 2006, en un artículo
ya citado había escrito que «la reconciliación de la transición no nos obliga al olvido».
Los historiadores, por su parte, han insistido en la profundización del conocimiento y en
su transmisión a los jóvenes, considerándolo como fundamento de la convivencia
democrática. En contra de este proceso se han situado la derecha política, el PP, y la alta
administración de justicia, evidentemente, por razones distintas.
El PP que alberga en sus filas al sector más conservador, el procedente de AP,
cuyos dirigentes (diputados) se abstuvieron en la votación de la ley de amnistía y
criticaron con acritud el proyecto de constitución, se ha convertido en una muralla
defensiva de tal manera que se opone a la más mínima reforma de contenido político.
Asimismo la Audiencia Nacional y el Tribunal Supremo han optado por la interpretación
conservadora de las leyes, negándose a considerar otras posibles vías de interpretación
acerca de la competencia del primer organismo para juzgar los crímenes del franquismo
y, en consecuencia, el segundo, situándose en una posición muy arriesgada respecto a la

72
JULIÁ, Santos, “Amnistía como triunfo de la memoria” (artículo citado), en El País, 24 de noviembre
de 2008.
73
JULIÁ, Santos, “Año de memoria” (artículo citado), en El País, 31 de diciembre de 2006.

90

ortodoxia doctrinal, según los expertos, castigó con dureza –delito de prevaricación- al
juez que osó asumir el problema.
Pero a lo largo del debate algunos autores se han referido expresamente a la
relación entre la memoria histórica y la transición a la democracia. De ahí que el
historiador Manuel Ruiz Romero hable del «pecado original» de la reconciliación y
concordia que supuso la transición y especule sobre lo que podría haber sido si los
elementos que actuaron hubieran sido otros y de otra forma74.
El jurista Javier Pérez Royo califica la transición a la democracia como
«singular», coincide con Santos Juliá en que no está basada en la «amnesia» pero no
piensa que sean suficientes la investigación y la enseñanza sino que debería haber
quedado constancia del golpe de Estado y de los crímenes del franquismo ante los poderes
del Estado: las Cortes Generales, el Gobierno y el poder judicial75.
El diputado socialista por Barcelona, Daniel Fernández, pondera el «éxito
colectivo» que supuso la transición a la democracia que, tres décadas después, no debía
impedir atender «causas justas todavía pendientes», y expresa a la vez la obligación del
gobierno socialista de cumplir íntegramente la ley de memoria histórica con el mayor
grado de consenso posible76.
A este respecto, es pertinente también recordar el planteamiento del filósofo Reyes
Mate, quien analiza la memoria como «imperativo moral», lo que no contradice a la ley
de amnistía como fundamento de la transición; de ahí que este autor distinga dos etapas
en este proceso: la de los años de la transición y la que comienza a partir de 1979. Escribe
este autor: «pues bien, lo que ha cambiado desde 1979 hasta hoy es que los muertos son
políticamente significativos y esto no por obra de la creencia en la resurrección de los
cuerpos, sino en nombre de una nueva concepción de la justicia. Esta es la novedad»77.
Por último, el historiador Ricard Vinyes, partiendo del planteamiento de Reyes
Mate, distingue dos niveles en dicho imperativo moral: el individual y el colectivo. En el
primero no puede intervenir el Estado porque se halla en la más estricta intimidad, pero
en el segundo este deber moral ha de ser protegido y promocionado, y no es suficiente,
como ya había dicho Javier Pérez Royo, con el estudio y la educación sino con «una
política pública de la memoria, no instaurando una memoria pública»; es decir, «situar en

74
RUIZ ROMERO, Manuel, “Horizontes perdidos de la transición”, en El País, 30 de noviembre de 2007.
75
PÉREZ ROYO, Javier, “Ya era hora”, en El País, 31 de octubre de 2008.
76
FERNÁNDEZ, Daniel, “Una memoria más completa”, en El País, 23 de diciembre de 2008.
77
MATE, Reyes, “La herencia del olvido”, en El País, 18 de enero de 2009.

91

el espacio público la presencia y el ejercicio de ese derecho» y trazar «una línea
infranqueable, la que separa democracia y franquismo, democracia y dictadura»78.
Así pues, la recuperación y promoción de la memoria histórica no exigen reforma
alguna de la constitución ni suponen, incluso, la abrogación de la ley de amnistía pero sí
la intervención de los poderes del Estado para que pueda desarrollarse de forma libre y
adecuada. La recuperación de la memoria histórica no socava tampoco el pacto de
concordia y reconciliación en el que se apoyó la transición sino que, más bien, debería de
reforzarlo al situar en el mismo nivel, en lo que a la recuperación del pasado se refiere, a
los dos grupos sociales que se enfrentaron en la guerra civil y tuvieron un trato
completamente distinto durante la dictadura; sin embargo, el sector más conservador de
la sociedad, alojado en el PP, se opone de manera contundente. Solamente las cortapisas
que se dieron en la aplicación de la ley de la memoria histórica y el intento del juez Garzón
de responder a las demandas de las ARMH a través de la justicia penal, supusieron algún
riesgo para la ley de amnistía.

78
VINYES, Ricard, “La memoria como política pública”, en El País, 7 de enero de 2009.

92

El caso Garzón y sus repercusiones

Ignacio Tébar Rubio-Manzanares


Universidad de Alicante

1. Introducción
Las asociaciones de víctimas de la guerra y la dictadura franquista han reclamado
la aplicación en España de la legislación internacional de Justicia Transicional y
Restaurativa, consagrada en los principios de «verdad, justicia y reparación». La
búsqueda y exhumación de sus desaparecidos articula estos tres principios y por ello ha
sido una de las principales reivindicaciones, vinculada a la investigación de los crímenes
de lesa humanidad cometidos durante toda la dictadura. Sin embargo, la Ley 52/2007
(mal llamada Ley de la Memoria Histórica) optó por «privatizar»1 la búsqueda de los
desaparecidos, y eludió el establecimiento de la verdad y la aplicación de la justicia, lo
que para algunos juristas supondría un incumplimiento de los tratados firmados por el
Estado. El resultado de la «Ley de la Memoria Histórica» habría sido el reforzamiento de
la Ley de Amnistía de 1977, que según la jurisprudencia impide cualquier investigación
de los crímenes contra la humanidad.
A pesar de que «conforme los perpetradores envejecen, los propósitos de
retribución palidecen»2, las máximas autoridades jurídicas del Estado enviaron un
mensaje muy claro a cualquier juez que se atreviera a hacer uso de los avances en materia
penal internacional para investigar los crímenes franquistas. A través del procesamiento
del juez Baltasar Garzón Real, la máxima instancia judicial española advirtió del peligro
que suponía alejarse de la interpretación ortodoxa del Derecho penal internacional. La
Sentencia absolutoria del juez Garzón (STS 101/2012) ha sido el último gran hito en
Justicia Transicional desarrollado en España, y en ella se exponen todos los argumentos
jurídicos y políticos que impiden resarcir a las víctimas. El caso Garzón debe entenderse
como un punto caliente en la historia de los movimientos memorísticos en España, y más
concretamente en su vertiente judicial. En él se concentraron todas las reivindicaciones y
los cambios de más de tres décadas en materia de Justicia Transicional, pero se han

1
AMNISTÍA INTERNACIONAL, Víctimas de la Guerra Civil y el régimen franquista: el desastre de los
archivos, la privatización de la verdad, Sección Española de Amnistía Internacional, de 30 de marzo de
2006.
2
TEITEL, Ruti G, Transitional Justice, Nueva York, Oxford University Press, 2000, p. 64. Traducción
propia.

93

estrellado contra un muro. En este trabajo, se va a intentar resumir la controversia jurídica
que suscitó la decisión de Garzón y a señalar algunas de las repercusiones que tuvo a nivel
nacional e internacional, que han llegado hasta la aplicación del principio de jurisdicción
universal desde terceros países.

2. El Auto de 16 de octubre de 2008


El 16 de octubre de 2008, el Juzgado Central de Instrucción Nº 5 de la Audiencia
Nacional (AN) dictaba un Auto por el que aceptaba la competencia para entender de los
crímenes cometidos durante la Guerra Civil y el franquismo, concretamente por presuntos
delitos de detención ilegal. El Auto venía motivado por las denuncias presentadas por
varias asociaciones, agrupaciones políticas republicanas y particulares desde mediados
de diciembre de 2006, por crímenes contra la humanidad, a través «de un plan sistemático
y preconcebido de eliminación de oponentes políticos (…) a partir de 1936, durante los
años de Guerra Civil y los siguientes de la posguerra, en forma de persecución política»3.
Las querellas presentadas se circunscribían a la continua vulneración de derechos
humanos entre el 17 de julio de 1936 y la represión del maquis y sus apoyos entre 1945
y 1952. Los denunciantes se habían encontrado previamente con el rechazo de las
Audiencias provinciales de sus denuncias.
En un Auto atrevido, de una «sofisticada, compleja y si se quiere arriesgada
construcción jurídica»4, el juez Garzón declaraba inaplicable la Ley de Amnistía de 1977
por ser contraria a los acuerdos internacionales que rigen la legislación española, según
la jerarquía normativa entre el derecho local e internacional. El Instructor consideraba en
sus razonamientos jurídicos que se trataba de unos hechos impunes hasta la fecha y que
podían revestir la calificación de crímenes contra la humanidad. Ante el previsible ataque
desde la derecha política, el juez aclaraba que partía del máximo respeto para todas las
víctimas, con independencia de su adscripción política y que no trataba de revisar la
guerra civil, si bien, remarcaba las diferencias entre las víctimas de los vencedores y los
vencidos. Mientras que unos:

3
Auto de 16 de octubre de 2008, del juzgado central de instrucción no 5 de la AN (diligencias previas
procedimiento abreviado 399/2006 V), “Hechos”.
4
CHINCHÓN ÁLVAREZ, Javier, “Examen del Auto del Juzgado de Instrucción Nº. 5 de la Audiencia
Nacional por el que se acepta la competencia para investigar los crímenes contra la humanidad cometidos
en la Guerra Civil y el franquismo”, La Ley: Revista Jurídica Española de Doctrina, Jurisprudencia y
Bibliografía, 5/2008, p. 1390.

94

(…) aplicaron su derecho a los vencidos y desplegaron toda la acción del
Estado para la localización, identificación y reparación de las víctimas
caídas de la parte vencedora, no aconteció lo mismo respecto de los
vencidos que además fueron perseguidos, encarcelados, desaparecidos y
torturados por quienes habían quebrantado la legalidad vigente al alzarse
en armas contra el Estado, llegando a aplicarles retroactivamente leyes tales
como la Ley de Responsabilidades Políticas de 9 de Febrero de 1939, tanto
durante la contienda, como después, en los años de posguerra, hasta 19525.
Lejos de tratarse un asunto de historiadores, el juez dejaba claro que la
investigación de los crímenes del franquismo es un hecho actual y materia de justicia, que
«exige emplear todos los medios precisos para satisfacerlo y, especialmente, para hacer
cesar la comisión del delito y los efectos derivados del mismo». Esto es así en el caso de
la desaparición forzosa, delito que tiene dos caras: la búsqueda y localización de los
desaparecidos o sus cuerpos, y el ofrecimiento de la razón cierta sobre su paradero por
parte de las autoridades públicas a los familiares directos. Efectivamente, el asunto
trascendía la labor historiográfica, como lo demostró el hecho de que este proceso sería
capaz de movilizar masas en todo tipo de actos públicos.

3. Los «escollos»
Para lograr sus objetivos, el propio juez reconocía importantes escollos -según su
propia denominación-, que se pueden resumir en:

1. El de la irretroactividad de la ley penal que recoge el delito citado


con posterioridad a la comisión de los hechos y su conflicto con las normas
consuetudinarias de derecho penal humanitario que han sido ratificadas por
España y que forman parte del denominado “ius cogens” y que ya han sido
citadas.
2. La cuestión de la permanencia o no permanencia delictiva de los
hechos, esencialmente de detenciones ilegales (desaparición forzada de
personas) en las cuales aún no se ha dado razón cierta del paradero de las
víctimas y su incidencia sobre la prescripción.

5
Auto de 16 de octubre de 2008, “Razonamiento jurídico 1º”.

95

3. El de la posible aplicación de la amnistía a los hechos
denunciados.
4. La competencia de este Juzgado y de la Sala de lo Penal de la
Audiencia Nacional, en función del concurso de delitos que puede darse.
5. Identificación de las personas posibles responsables de los
mismos delitos a los que se refieren las denuncias presentadas6.

De todos ellos, los más interesantes a la luz del derecho internacional siguen
siendo los tres primeros, si bien se apoyan los unos sobre los otros: el problema de la
retroactividad de los crímenes internacionales que no estaban bien definidos en el
momento de los hechos; la cuestión de si les afecta la prescriptibilidad; y por último, la
validez o no de las leyes de amnistía. En cuanto a la irretroactividad de la Ley penal, se
«solucionó»: a) Considerando que los hechos atentaban contra el derecho de gentes, ius
cogens7. Ello permitía la aplicación de la doctrina de Núremberg, las Convenciones de
Ginebra y de La Haya (que incluía la cláusula Martens8), siguiendo los ejemplos de la
Comisión Multinacional de Responsabilidades de 1919, el Estatuto de Núremberg o la
decisión de las potencias aliadas de juzgar hechos ocurridos durante el régimen de Hitler,
como la Ley nº 10 del Consejo de Control aliado. Dicho de otro modo, lo que fue válido
para que los aliados juzgasen a los nazis, era válido para juzgar los crímenes cometidos
con posterioridad al 17 de Julio de 1936, dentro de la categoría de crímenes contra las
Leyes y Costumbres de la Guerra y Leyes de Humanidad. b) Eran delitos ordinarios en
1936 y en los años posteriores, estaban claramente descritos y penados en el momento de
su ejecución, y por lo tanto debían considerarse parte del delito permanente de detención
ilegal (arts. 474 a 476 del Código de 1932), agravados por no dar razón de su paradero
(reforma de 1944). c) Dada su naturaleza, el delito permanente de detención ilegal sin
razón sobre el paradero de la víctima tampoco sería retroactivo si se siguiese cometiendo
en la actualidad. d) Aunque fuesen delitos cometidos antes de que los crímenes contra la
humanidad entraran a formar parte del Código Penal español, esos delitos ordinarios

6
Loc. cit., “razonamiento jurídico 7º”.
7
El ius cogens es un Derecho imperativo internacional, no admite ni la exclusión ni la alteración de su
contenido. Su importancia se deriva de la protección de valores esenciales compartidos por la comunidad
internacional, es por tanto cercano a las escuelas iusnaturalistas.
8
Según la cual, «a la espera de que un Código más completo de las leyes de la guerra (…), los pueblos y
los beligerantes quedan bajo la salvaguardia y el imperio del Derecho de Gentes, tales como resultan de los
usos establecidos entre naciones civilizadas, de las leyes de la humanidad y de las exigencias de la
conciencia pública».

96

concretos de 1936 podían ser tenidos en cuenta para justificar su perseguibilidad universal
si se consideraban el «elemento de contexto» de crímenes contra la humanidad, de
acuerdo con lo sostenido en las sentencias de la Audiencia Nacional y el Tribunal
Supremo (TS) por el caso Scilingo.
Históricamente, la Justicia Transicional ha ido avanzando a través de las
decisiones de jueces y de gobiernos. Cuando se ha tratado de juzgar crímenes contra la
humanidad, por su naturaleza oficial y por su carácter especialmente horrendo, han tenido
difícil acomodo en la legislación ordinaria. Por ello, los tribunales han combatido la
impunidad mediante la apelación al derecho consuetudinario o al ius cogens que, aunque
no contasen con una tipificación o descripción concreta, han permitido castigar los
crímenes por dos vías: una, aplicando retrospectivamente determinadas leyes, y dos,
acabando con la prescripción. En definitiva, los obstáculos para esta interpretación del
derecho internacional consuetudinario siguen siendo -salvando las distancias- los mismos
que surgieron en los juicios de Núremberg: los tratados internacionales rara vez
prescriben una sanción penal determinada, lo cual impide su aplicación directa; carecen
de una definición expresa de los delitos cuando estos se produjeron; y no pueden cumplir
suficientemente con el principio de taxatividad9.
En el caso que nos ocupa, el Instructor recordaba que la jurisprudencia española
había aplicado el «elemento de contexto» del mismo modo cuando juzgó y condenó a
Scilingo y, como en el caso argentino o chileno, los crímenes cometidos por los rebeldes
estaban coordinados, actuaban contra la Constitución y el Código penal vigentes y en el
contexto de crímenes contra la humanidad en que fueron cometidos, dada su naturaleza
sistemática y generalizada, tampoco se aplicarían los límites de irretroactividad y de
presciptibilidad. Claro que, sólo en ciudades como Sevilla o en la provincia de Huelva
fueron asesinadas más personas que en el Chile de Pinochet y sólo en cuatro provincias
del suroeste desaparecieron más gente que en la Argentina de las Juntas Militares10.
Ahondando en la prescripción, en primer lugar Garzón confiaba en la naturaleza
permanente del delito de detención ilegal, que no cesa hasta que se determina el paradero

9
ZAPICO BARBEITO, Mónica, “La investigación de los crímenes del franquismo: entre el procesamiento
por prevaricación abierto contra el Juez Baltasar Garzón y la querella presentada en Argentina en virtud del
ejercicio de la jurisdicción universal”, Anuario da Facultade de Dereito da Universidade da Coruña, nº 14
(2010), pág. 901; en sentido contrario, las duras críticas que le dedicó GIL GIL, Alicia, “La sentencia de la
Audiencia Nacional en el caso Scilingo”, Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología, 7/2005.
10
ESPINOSA MAESTRE, Francisco, “De saturaciones y olvidos. Reflexiones en torno a un pasado que
no puede pasar”, Hispania Nova. Revista de Historia Contemporánea, 7/2007, p. 21.

97

de las personas desaparecidas11, de tal modo que el plazo de prescripción no comenzaría
a contar hasta que fueran encontradas las víctimas y se hubieran esclarecido los hechos12.
En segundo lugar, no podían computarse los cuarenta años de dictadura, debido a que
oficialmente nunca existió una investigación policial o judicial de los hechos -una
interpretación seguida en casos similares del TEDH, que descuentan el tiempo de
dictadura-13. En tercer lugar, los familiares de los desaparecidos son, a su vez, víctimas
de un crimen de detención ilegal/desaparición forzada, al verse sometidos a un suplicio
constante, lo que supone una violación continuada del artículo 3º de la CEDH (nadie
puede ser sometido a tortura ni a penas o tratos inhumanos o degradantes). Garzón añadía
el caso de Kolk y Kislyiy contra Estonia, en que se amplió la persecución de crímenes
contra la humanidad más allá de ciertos países y a actos cometidos solamente en la
Segunda Guerra Mundial o en tiempo de conflicto bélico14.
El último de los escollos importantes, sobre la posible aplicación de la amnistía a
los hechos denunciados, lo superaba mediante una interpretación distinta a la que venían
haciendo el resto de tribunales. Según Garzón y parte de la doctrina, la Ley 46/1977
dejaba en manos de los jueces determinar qué eran los actos de intencionalidad política,
no definidos en su articulado, y tampoco prohibía la investigación previa al perdón. Por
ello, y con arreglo a las normas de Derecho penal internacional, los hechos a enjuiciar
debían ser catalogados como crímenes contra la humanidad y por tanto ajenos a la
naturaleza de delitos políticos amnistiables. Para ello se apoyaba en tratados ya vigentes
en el momento de la aprobación de la Ley, como el PIDCP, de 1966, que prohíbe las
amnistías de violaciones graves de derechos humanos, y en la doctrina de los tribunales
internacionales, que han rechazado la mayor parte de leyes de autoamnistía15, -gracias en
parte a la contribución española al negar las amnistías en otros países-.

11
Garzón se refería también a la Convención sobre la Imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra y de
los Crímenes de Lesa Humanidad de 1968, en que se acordaba que por su propia naturaleza, eran crímenes
que no deben recibir limitación.
12
Algunos autores consideran que para que exista un delito permanente la persona debe estar viva y
detenida durante todo este tiempo, lo cual no es razonable en el caso español. El cómputo para que
prescribiese sería entonces el momento del fallecimiento de la víctima, por lo que serían delitos de asesinato
ya prescritos. GIL GIL, Alicia, La justicia de la transición…, pp. 98 y 161.
13
Sentencias de TEDH de Streletz, Kessler y Krenz c. Alemania de 22 de Marzo de 2001 y de Chipre c.
Turquía, de 10 de Mayo de 2001. Hay que recordar además que la jurisdicción del TEDH se declara
competente para hechos ocurridos mucho antes de su propia existencia.
14
Sentencia del TEDH de Kolk y Kislyiy c. Estonia, de 17 de Enero de 2006.
15
Una interesante crítica a la interpretación de la Ley en GARCÉS, Joan E., “La Ley española 46/1977, de
amnistía, más citada que leída, no tiene por objeto actos de naturaleza genocida y lesa humanidad”,
consultable en [http://www.foroporlamemoria.info/wp-content/uploads/2010/05/Garc%C3%A9s-LeyA
mnist%C3%Ada -105976.pdf].

98

Para evitar cualquier posible confusión desde la equidistancia, el magistrado
Garzón se refirió también a un Auto suyo de 1998, en que rechazó la querella interpuesta
por una supuesta Asociación de Familiares y Amigos de Víctimas de Genocidio de
Paracuellos del Jarama, a raíz del procesamiento del exdictador Pinochet y en la que
intentó personarse el propio Scilingo16. La denuncia se hizo entonces contra Santiago
Carrillo, el PSOE, el PCE, el Estado y la Comunidad Autónoma de Madrid, con la excusa
de la matanza de Paracuellos17. El juez señalaba en su razonamiento que, además de los
numerosos fallos formales y las inconsistencias:

Los hechos allí denunciados, sin restar un ápice a la importancia,


trascendencia y gravedad de los mismos, no podían determinar la apertura
de un procedimiento porque (…) tales hechos se investigaron, se procuró
sancionar a los posibles responsables y las víctimas fueron identificadas18.

Por otra parte, tampoco se trató de atentar contra Altos Organismos de la Nación
y por tanto no eran de su competencia. La sublevación militar sí fue un atentado claro
contra la forma de Gobierno en el Código penal de 1932 (razonamiento decimosegundo).
Este delito contra los altos organismos de la nación hacía competente a la Audiencia
Nacional, y además era inseparable al plan preconcebido que incluía el uso de la violencia
para su ejecución, de tal forma que la conexión con los crímenes contra la humanidad
hacían imprescriptible también la investigación de los delitos contra el Estado.
Por último, el juez Garzón trataba aspectos procesales de naturaleza más
«técnica». En este caso, es evidente que se cometieron graves delitos, pero no lo es tanto
que sigan con vida sus principales responsables -si bien no se negaba la existencia aún de
posibles ejecutores y responsables menores-. La defunción de los máximos responsables
del golpe y de la dictadura podía llegar a negar la necesidad de calificar los hechos, con
lo que la protección a las víctimas del delito continuado de desaparición forzosa quedaría
anulada. Para Garzón, esta imposibilidad de persecución penal no debía actuar contra los
derechos de las víctimas, dejándolas en el mayor desamparo y, entre esos derechos, el
derecho a la verdad, debido proceso, reparación y garantías de no repetición. Optar por la

16
Sobre aquella querella, ver ESCOLAR, Ignacio, “Las mentiras sobre Garzón y Paracuellos”, [http://www.
escolar.net/MT/archives/2010/04/las-mentiras-sobre-garzon-y-paracuellos.html].
17
Ver el Auto de 16 de diciembre de 1998, del Juzgado Central de Instrucción nº 5 de la Audiencia Nacional
(Diligencias Indeterminadas 70/98).
18
Auto de 16 de octubre de 2008, “razonamiento jurídico 11º”.

99

no apertura del procedimiento por el fallecimiento de los presuntos culpables sería según
el juez una instrumentalización negativa de la justicia, de acuerdo con lo establecido en
los Principios y directrices básicas sobre el derecho de las víctimas de las Naciones
Unidas. La intención del Instructor iba más allá y, por encima del éxito o fracaso de la
investigación judicial, era una forma de rehabilitación institucional, «ante el silencio
desplegado hasta la fecha, que no sólo ha otorgado de facto la extinción de la
responsabilidad penal sino la impunidad», un reconocimiento personal que según Garzón
la Ley 52/2007 ya previene e intuye (razonamientos decimotercero, decimocuarto y
decimoquinto).
El Instructor asumió, por tanto, la competencia, solicitó los certificados de
defunción de los principales golpistas y los datos de los principales jefes de Falange, para
una vez identificados, decidir sobre la imputación y extinción de la responsabilidad penal,
ordenó la puesta en marcha de un grupo de expertos y de funcionarios policiales que se
encargasen de las labores de información, y que se realizaran exhumaciones y nuevas
diligencias para identificar y determinar el paradero de las víctimas (razonamientos
decimosexto, decimoséptimo y decimoctavo).

4. El proceso
En el posterior -y triple- procesamiento contra el juez Garzón se han señalado tres
condicionantes extrajurídicos que quizá pudieron colaborar en su inhabilitación. A nivel
político, se rumoreó que los autos del juez Garzón sobre los crímenes franquistas no
sentaron nada bien en el seno del Gobierno socialista, que los entendió como un intento
de desacreditar la recientemente aprobada Ley 52/2007. De ello se habló entonces en la
prensa y es algo que ha sostenido Martín Pallín, magistrado emérito del Tribunal
Supremo19. Por supuesto, la derecha política, judicial y mediática se mostró unánime en
su rechazo al juez que, como es sabido, fue juzgado también por el delito de prevaricación
en un caso de corrupción contra importantes cargos del PP. Por último, se ha sostenido
siempre que el juez «estrella» se había ganado la enemistad de algunos de sus colegas por
su tendencia mediática y su posible falta de rigor como instructor.
Sea como fuere, el 20 de octubre de 2008, el Fiscal Jefe de la Audiencia Nacional,
Javier Zaragoza, más tarde enfrentado además por la causa de Guantánamo a Garzón,
contestó con dureza en un recurso al Auto y ambos magistrados entablaron entonces un

19
D.B., “Pallín ve a De la Vega tras el acoso a Garzón”, Público, 30 de mayo de 2011
[http://www.publico.es/espana/pallin-ve-vega-acoso-garzon.html]

100

cruce de acusaciones en sus respuestas del 23 de octubre de 2008. Zaragoza le acusaba
de iniciar una causa general contra el franquismo y calificó de disparate jurídico la puesta
en duda de la legitimidad de la Ley de Amnistía. Los hechos no le parecían constitutivos
de crímenes de lesa humanidad ni del delito de genocidio, ambos prescritos y perdonados
por dicha Ley, ni tampoco eran competencia de la AN. En su siguiente Auto, de 18 de
noviembre, el juez Garzón se declaró incompetente para conocer de los hechos y se
inhibió a favor de los juzgados territoriales. La Sala de lo Penal de la AN resolvió
finalmente al recurso del fiscal con otro Auto de 2 de diciembre de 2008, en que daba la
razón a este y negaba la competencia de la AN para conocer de los hechos.
La cosa podría haber quedado ahí, pero en enero de 2009, el seudosindicato
ultraderechista Manos Limpias -dirigido por un antiguo miembro de Fuerza Nueva-,
interpuso una querella por prevaricación por los autos de octubre y el TS la aceptó a
trámite. El ponente que admitió esta querella, el magistrado Adolfo Prego De Oliver, era
patrono de honor de la Fundación para la Defensa de la Nación Española (DENAES),
próxima a Manos Limpias y a varios miembros del ala derecha del PP, autor de varios
artículos para la Revista de la Hermandad del Valle de los Caídos, presentador de uno de
los libros del neofranquista Pío Moa y firmante de un manifiesto que consideraba que la
Ley de Memoria Histórica «denigra a los inocentes y pretende que la sociedad recuerde
como mártires de la libertad a muchos de los peores criminales»20, elementos que sirven
de ejemplo del ultraconservadurismo existente en el interior de la Justicia española. En
junio de 2009, la asociación franquista Libertad e Identidad también se sumó como
querellante, a los que más tarde se intentaría añadir Falange.
Por el contrario, el Instructor del caso contra Garzón, Luciano Varela Castro, era
adscrito por los medios al ámbito progresista de la judicatura. El problema en su caso es
que se le consideró enemigo personal del juez «estrella». Lo fuera o no, en el pasado ya
se había opuesto a la sentencia contra Scilingo que había instruido Garzón, y a su vez era
miembro del Tribunal en el otro caso abierto contra el juez de la AN por las supuestas
escuchas ilegales de la trama Gürtel. Varela Castro no se libró de la polémica porque
colaboró con la acusación particular mediante una providencia en que señalaba a Falange
Española y a Manos Limpias los puntos en que debían subsanar sus escritos de acusación
para que no fueran revocados. En abril de 2010, Baltasar Garzón recusó al juez instructor

20
JUNQUERA, Natalia, “El ponente contra Garzón es patrono de una fundación próxima a Manos
Limpias”, El País, 29 de mayo de 2009 [http://elpais.com/diario/2009/05/29/espana/1243548009_850215
.html]

101

por este hecho21. Su defensa solicitó además sin éxito que declarasen la exfiscal jefe del
Tribunal Penal Internacional de La Haya, Carla Ponte; el juez chileno Juan Guzmán, que
en 1999 procesó a Augusto Pinochet; el argentino Raúl Zaffaroni, que anuló las leyes de
punto y final de ese país; los dos magistrados de la Audiencia Nacional que apoyaron con
sus votos particulares a Garzón; e incluso al fiscal jefe, Javier Zaragoza, que discrepaba
ahora de la actuación del juez Varela.
Centrándonos en el Auto de Varela, se consideraba que:

(…) el Magistrado querellado actuó con la finalidad de eludir la decisión


del legislador sobre el régimen de localización y exhumación de víctimas
de los horrendos crímenes del franquismo, erigidos en aparente objeto del
procedimiento, sabiendo que éstos habían sido objeto de amnistía por las
Cortes democráticas de España, cuya voluntad decidió conscientemente
ignorar u orillar. Tal hecho puede constituir el delito de prevaricación del
artículo 446.3º del Código Penal22.

Según Javier Chinchón y Lydia Vicente, el juez Varela mantenía en su Auto


algunas posiciones jurídicas legítimamente defendibles, pero en ningún caso era
justificable la imputación del juez Garzón por un delito de prevaricación23. El Instructor,
acompañado de la acusación particular, consideraba que Baltasar Garzón había incurrido
en fraude de ley al haber aplicado retroactivamente normas penales (en concreto, el art.
607 bis), haber vulnerado el sistema de fuentes, perseguido delitos prescritos, incumplido
normas de competencia y vulnerado la Ley de amnistía de 1977.
Garzón habría hecho una interpretación creativa de la Ley a sabiendas, y habría
actuado al margen de la Ley de Amnistía del 1977 y de la doctrina del TS respecto al caso
Scilingo. Sorprendentemente, Varela pasaba por alto la definición y el contenido del

21
La impunidad en España ha llegado a tal nivel que Falange quedó fuera del proceso únicamente porque
no corrigió su texto. (ver «Escrito de recusación», Causa Especial 3/20048/2009, de 23 de abril de 2010).
Otro asunto polémico fueron las fechas elegidas para la celebración de los juicios por los tres casos que
tuvo abiertos simultáneamente. A pesar de ser la primera causa en abrirse, el juicio por las víctimas del
franquismo se celebró con posterioridad al último en comenzar, el de prevaricación por las escuchas en un
caso de corrupción, en que sí resultó condenado. Según algunos, este orden no fue casual y determinó las
absoluciones posteriores, para evitar un mayor escándalo internacional.
22
ATS de 3 de febrero de 2010, Causa Especial nº. 20048/2009, pág. 54. Negritas en el original.
23
CHINCHÓN ÁLVAREZ, Javier y VICENTE MÁRQUEZ, Lydia, “La investigación de los crímenes
cometidos en la guerra civil y el franquismo como delitos de prevaricación. Análisis crítico del Auto del
Tribunal Supremo de 3 de febrero de 2010 desde la perspectiva del delito internacional”, Revista
Electrónica de Estudios Internacionales, 19/2010.

102

delito de desaparición forzada de dicha sentencia24, pero tomaba una frase aislada de la
misma para afirmar que no eran aplicables la legislación y la jurisprudencia del Derecho
internacional en España sin una transposición previa en el Derecho interno, con el fin de
afirmar rotundamente que habían prescrito. El ius cogens y el derecho consuetudinario
eran, según esta doctrina, interpretables por cada Estado, por tanto, no existía el delito de
desaparición forzosa. La interpretación que hacía el juez Garzón del delito de detención
ilegal como un delito de desaparición forzada, incluido en los delitos de lesa humanidad,
le parecía jurídicamente inaceptable, además de irrelevante a efectos de prescripción, no
sólo evitando o ignorando la propia sentencia del TS por el caso Scilingo o el debate
internacional al respecto, sino considerándolo «como inimaginable o imposible»25.
Por lo que respecta a la aplicación de la amnistía a los hechos denunciados, el juez
Instructor se mostraba tajante. El PIDCP de la ONU de 1966 o la Convención Europea
de Derechos Humanos, que podrían obligar al Estado a investigar, fueron incorporados al
ordenamiento jurídico español con posterioridad a los hechos a que se refiere la Ley de
Amnistía, y ningún organismo internacional obligaba a su aplicación retroactiva. Aún
más, el plan de exterminio del adversario político eran delitos con una finalidad «política»
y por tanto se encuadrarían dentro de los amnistiables. El Instructor llegaba a denunciar
que el querellado «se erige (…) en árbitro ético de la decisión política tomada por las
fuerzas políticas democráticas en 1977, so pretexto de baremos axiológicos extraídos de
instrumentos de Derecho Internacional». De todo lo anterior, se deducían toda una serie
de conclusiones de tipo procesal que negaban la competencia de la Audiencia Nacional,
la identificación de los posibles responsables y las acciones desarrolladas para lograr la
protección y reparación de las víctimas. Si no había delito ni estaba clara la competencia,
todas las demás acciones de tipo civil o penal quedaban sin cobertura jurídica.
Desde el 19 de abril de 2010, el juez Garzón quedó suspendido y empezó a trabajar
como asesor del Fiscal de la Corte Penal Internacional de La Haya. Fue condenado por el
TS a once años de inhabilitación y expulsado de la carrera judicial por la causa de las
escuchas del caso Gürtel, el 9 de febrero de 2012. Dos semanas y media después, el TS
le absolvió del delito de prevaricación en el caso de las víctimas del franquismo, salvando
así un escándalo internacional mayor. Sin embargo, la absolución no fue tampoco una
victoria para el juez, y menos para sus defensores. Mantuvo los argumentos del juez

24
STS 7987/2007
25
CHINCHÓN ÁLVAREZ, Javier y VICENTE MÁRQUEZ, Lydia, “La investigación de los crímenes
cometidos”…, p. 28 y ss.

103

Varela y descartaba que en el sistema penal español cupieran los denominados «juicios
de la verdad». Para el Supremo, correspondería al Estado «con el concurso de todas las
disciplinas y profesiones, especialmente a los historiadores», la tarea de producción de
una verdad no judicial26. Mediante una reivindicación estricta del principio de legalidad,
cerraba la posibilidad de recurrir al contexto de crímenes contra la humanidad para salvar
los problemas procesales.
El TS rechazó la cláusula Martens como fuente valida de derecho penal (los
internacionalistas recuerdan que el ius cogens no nace de la firma de una Convención sino
que se reconoce en ella), así como los principios de Núremberg, por haber sido
incorporados a nuestro ordenamiento fuera del período de investigación:

En consecuencia, la calificación de los hechos (…) como delito contra la


humanidad, ni siquiera en un “contexto”, es aplicable al supuesto para el
que asumió su competencia: el cuerpo normativo que conformaba la
legalidad penal internacional no estaba vigente al tiempo de la comisión de
los hechos27.

Los hechos tampoco constituyen para el Supremo detención ilegal agravada por
no dar razón del paradero de la víctima (al no estar vigente el delito agravado, de 1944),
sino que la permanencia de la detención es una ficción después de tantos años de su
defunción.
Aparte de los argumentos jurídicos, la sentencia ofrece una serie de juicios
históricos que comparten una representación conservadora de la transición. La Ley de
Amnistía constituyó para la Sala un pilar «esencial, insustituible y necesario» para superar
el franquismo, «supuso un importante indicador a los diversos sectores sociales para que
aceptaran determinados pasos que habrían de darse en la instauración del nuevo régimen
de forma pacífica evitando una revolución violenta y una vuelta al enfrentamiento [sic]».
Parecería que, para el Supremo, la Ley de 1977 intentaba disciplinar a «diversos sectores
sociales» en una situación pre-revolucionaria, y no respondía a una exigencia de la
oposición para dar credibilidad a la democratización, mediante la liberación de los presos
políticos. Además, repetía con Varela, «la “transición” fue voluntad del pueblo español,
articulada en una ley», por lo que «ningún juez o tribunal, en modo alguno, puede

26
STS 101/2012, de 27 de febrero de 2012, “Fundamento de Derecho Primero”.
27
STS 101/2012, de 27 de febrero, “Fundamento de Derecho Tercero”.

104

cuestionar la legitimidad de tal proceso». Como acto de voluntad política, la justicia no
estaba autorizada a interpretarla, una potestad que incumbe «en exclusiva, al
Parlamento»28.
La sentencia confirmaba su plena vigencia, aunque fuera contraria a los textos
internacionales de derechos humanos, como es el caso del PIDCP, anterior a la aprobación
de la Ley de Amnistía. La consecuencia jurídica de esta sentencia no se hizo esperar y se
anularon todas las causas abiertas o por abrir en las audiencias provinciales, quedando
remitidas a la vía administrativa que incluía la Ley de Memoria Histórica.

5. Repercusión internacional
El proceso pudo seguirse en los principales medios internacionales. En general,
destaca un tono de cierta incredulidad por la apertura simultánea de tres casos contra un
juez de renombre internacional, pero los cronistas y los editoriales se centraron sobre todo
en la causa de los crímenes de la guerra y la dictadura. The Guardian celebró el primer
Auto de octubre de 2008 con un perfil elogioso del juez Garzón, bajo el título de «Don
Quixote - or a superhero?»29. Cuando fue procesado, un editorial salió en su defensa
hablando de «vendetta política» y de «burla a la Justicia»30. En las mismas fechas, en la
edición europea de The Economist se preguntaban, si Garzón era un prevaricador
múltiple, ¿por qué no había sido detenido antes? y peor aún, si no lo era, ¿sugería esto
que los jueces españoles que mostrasen un poco de independencia podían ser juzgados?31
Otro editorial en el New York Times titulado «Una injusticia en España», consideraba el
caso una parodia de la justicia, y razonaba que los verdaderos crímenes eran las
desapariciones, no la investigación del juez Garzón32. Mientras, el Financial Times lo
interpretaba como un ataque injustificado que habla «muy mal del sistema judicial
español, cada vez más politizado»33. Clarín, de Argentina, vinculaba el proceso a los

28
Loc cit.
29
TREMLETT, Giles, “Don Quixote - or a superhero?”, The Guardian, 19 de octubre de 2008
[http://www.theguardian.com/world/2008/oct/19/spain-franco].
30
Trads. propias. “In praise of… Judge Baltasar Garzón”, The Guardian, 17 de enero de 2012
[http://www.theguardian.com/commentisfree/2012/jan/17/praise-of-judge-balthasar-garzon]. Noticia del
mismo día, TREMLETT, Giles, “Spanish judge who took on Pinochet goes on trial”
[http://www.theguardian.com/world/2012/jan/17/spains-top-judge-on-trial].
31
“Investigating the investigator”, The Economist, 21 de enero de 2012. [http://www.economist.com/
node/21543208].
32
“An Injustice in Spain”, The New York Times, 8 de abril de 2010 [http://www.nytimes.com/2010/04/0 9
/opinion/09fri2.html?_r=0].
33
“Garzón at bay”, Financial Times, 18 de abril de 2010 [https://next.ft.com/content/e8bfb99c-4b16-11df-
a7ff-00144feab49a].

105

sectores más conservadores del Poder Judicial34, y en El Mercurio de Chile se le agradecía
lo que hizo por la memoria35. En Francia, Le Monde consideraba que el caso Garzón
levantó dos cuestiones incómodas para España, la politización de la justicia, que se
demostraba por el empeño de los jueces de deshacerse de un «electrón libre», y sobre
todo el fracaso de la estrategia del olvido, como apunta la impunidad del franquismo y la
«persistencia de dos Españas heredadas de la guerra civil»36.
Tampoco faltaron voces contrarias al juez «estrella». The Wall Street Journal,
demostrando desprecio por la jurisdicción internacional -según el editorial,
«profundamente antidemocrática», la vía más rápida hacia la «anarquía legal y la
discordia internacional»-, celebraba en su editorial que la Justicia española frenase «los
entusiasmos extraterritoriales de sus jueces», mediante sentencias o reformas
legislativas37. Una vez fue condenado, otro editorial consideraba suficiente la pena para
prevenir que el juez siguiese infringiendo la Ley, pero se lamentaba de que no tuviera su
castigo el ataque a la Ley de Amnistía, «a la que tanto debe la España contemporánea».
Acusaba al juez de revocar la decisión de los «fundadores de la democracia española».
Para el diario conservador, la Ley de Amnistía aseguraba que «los pecados de los
culpables» no engendrasen nuevas disputas entre los inocentes, y que esos pecados no
fueran explotados por razones políticas38.
En cuanto al ámbito jurídico, además de la atención de la academia, el proceso
contra Garzón atrajo el apoyo de juristas de todo el mundo. Por descontado, las
principales asociaciones pro-Derechos Humanos, como por ejemplo Human Rights
Watch (HRW) o Amnistía Internacional, vivieron el caso como propio. Enviaron a sus
consejeros jurídicos a seguirlo in situ, hicieron labores de propaganda en los medios y se
movilizaron dentro de sus posibilidades. En abril de 2010, cuando el juez comenzaba a
declarar, HRW solicitó al Presidente del Consejo de la Unión Europea, Herman van
Rompuy, y a los Estados miembros de la UE que expresasen su oposición a las posibles
sanciones contra el juez. En septiembre, se dirigieron al Presidente del Consejo español

34
ALGAÑARAZ, Juan Carlos, “Procesaron al juez Garzón por investigar los crímenes de Franco”, Clarín,
7 de abril de 2010 [http://edant.clarin.com/diario/2010/04/08/elmundo/i-02175947.htm]
35
PEÑA GONZÁLEZ, Carlos, “Elogio de Baltasar Garzón”, El Mercurio, 12 de Febrero de 2012
[http://diar io.elmercurio.com/detalle/index.asp?id={6de0a9ab-530b-492a-9630-29ca221e653d}].
36
“Le juge Garzon réveille les plaies de l'Espagne”, Le Monde, 15 de mayo de 2010 [http://www.lemon
de.fr/europe/article/2010/05/15/le-juge-garzon-reveille-les-plaies-de-l-espagne_1352096_3214.html?xtmc
=baltasar_garzon&xtcr=71].
37
“A ‘Torture’ Judge’s Comeuppance”, The Wall Street Journal, 13 de abril de 2010 [http://www.wsj.c
om/articles/SB10001424052702303828304575179542626193182].
38
“Garzón's Acquittal”, The Wall Street Journal, 29 de febrero de 2012 [http://www.wsj.com/articles/SB
10001424052970204520204577251141885130930].

106

de Derechos Humanos para pedir la anulación de la Ley de amnistía y la paralización del
juicio39.
Coordinados por la Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH), más
de ochenta ONGs de derechos humanos de Europa, Asia, América, Oceanía y África,
además de juristas y activistas a título particular, firmaron una carta abierta enviada al
Fiscal General del Estado, Cándido Conde-Pumpido, y otra al Gobierno y al Poder
Judicial español en que repasaban la legislación internacional a favor del juez Garzón40.
Otro buen número de prestigiosos internacionalistas firmó una breve carta en The
Guardian para insistir en que existen sobrados fundamentos legales en el Derecho
Internacional para evitar la impunidad41. En las calles de varias ciudades francesas,
Buenos Aires o Lisboa, también hubo manifestaciones a favor del juez.
Garzón había lanzado un boomerang al instruir casos de narcotráfico y de Justicia
Transicional en América Latina, que ahora regresaba en forma de jurisdicción
internacional a la antigua metrópoli. Las reacciones llegaron a ser de apoyo personal: en
abril de 2010, cuarenta y seis parlamentarios chilenos, de la Concertación y el PC,
firmaron una declaración de apoyo al juez español. En señal de gratitud, cuando fue
inhabilitado en España, la expresidenta Kirchner le concedió un DNI argentino honorífico
y fue contratado por su Gobierno como director de una Comisión de Derechos Humanos,
cargo del que ha dimitido recientemente tras la victoria de Macri.
Durante su procesamiento, con el apoyo de la FIDH42, los descendientes de varios
desaparecidos presentaron denuncias en Argentina apelando a la jurisdicción universal
sobre los crímenes cometidos hasta el año 1977, que hoy sigue instruyendo la jueza de
Buenos Aires María Servini. Por su parte, Amnistía Internacional ha presentado
recientemente en México otra querella por los crímenes del franquismo y la Guerra Civil

39
HUMAN RIGHTS WATCH, “La Unión Europea debería expresar su oposición a las posibles sanciones
contra el juez Garzón”, 22 de abril 2010 [https://www.hrw.org/es/news/2010/04/22/la-union-europea-
deberia-expresar-su-oposicion-las-posibles-sanciones-contra-el-juez] y “Statement to the Human Rights
Council on Spain”, 24 de septiembre de 2010 [https://www.hrw.org/news/2010/09/24/statement-human-
rights-council-spain].
40
FIDH, “Open letter to Spanish judiciary authorities in solidarity with Justice Baltasar Garzón”, 23 de
marzo de 2010 [https://www.fidh.org/en/region/europe-central-asia/spain/Open-letter-to-Spanish-judicia
ry] y “Carta abierta al gobierno y al poder judicial español”, 20 de febrero de 2012
[https://www.fidh.org/es/region/europa-y-asia-central/espana/CARTA-ABIERTA-AL-GOBIERNO-Y-
AL].
41
VVAA, “International law and Judge Garzón”, The Guardian, 31 de mayo de 2010 [http://www.thegu
ardian.com/law/2010/may/31/international-law-judge-baltasar-garzon].
42
FIDH: “La FIDH respalda la querella contra los crímenes del franquismo en Argentina”, 26 de abril de
2010 [https://www.fidh.org/es/region/americas/argentina/La-FIDH-respalda-la-querella,7849]. Ver más en
[http://www.ceaqua.org/querella-argentina/].

107

de la que no se tienen más noticias. Ambas denuncias derivan directamente de la
consideración de indefensión de las víctimas por el proceso a Garzón y la sentencia del
TS. Por el contrario, el TEDH no ha admitido las demandas de varios familiares de
víctimas43, apelando a motivos de plazo al considerar que los denunciantes no mostraron
el grado de diligencia e iniciativa debida en los plazos en que se presentaron las
denuncias; sin embargo, cuando ha opinado, ha dado la razón al juez Garzón en la mayor
parte de su argumentación jurídica.
En la misma dirección, cada uno de los informes de los distintos organismos
internacionales coincide con los argumentos utilizados en el auto del juez Garzón. El
primero en advertir su preocupación fue el Comité de Derechos Humanos de la ONU en
su examen sobre el cumplimiento de los DDHH en España de 27 de octubre de 2008.
Aunque tomaba nota de la decisión reciente de la Audiencia Nacional de examinar la
cuestión de los desaparecidos, estimaba que las amnistías relativas a las violaciones
graves de los derechos humanos eran incompatibles con el PIDCP. El examen reconocía
como un avance la Ley de Memoria Histórica, pero observaba con preocupación las
informaciones sobre los obstáculos con que han tropezado las familias en sus gestiones
judiciales y administrativas, por lo que recomendaba la derogación de la Ley de Amnistía
de 1977, garantizar legalmente la imprescriptibilidad de los crímenes de lesa humanidad,
cumplir con la identificación, exhumación e indemnización, así como crear una comisión
independiente para restablecer la verdad histórica sobre las violaciones de derechos
humanos de la guerra y la dictadura44.
A partir de entonces, se han ido sucediendo los informes negativos para España45.
Destaca el de 2 de julio de 2014, de Pablo de Greiff, Relator Especial sobre promoción
de la verdad, la justicia, la reparación y las garantías de no repetición, que resulta
demoledor para el Poder Judicial, al que acusa de exceso de formalismo, por realizar una
interpretación restrictiva de la Ley de Amnistía y por colocar el principio de seguridad
jurídica por encima de los derechos de las víctimas, el derecho a la justicia y los principios
del debido proceso46. En un ataque directo a la equidistancia ante lo que fue una situación

43
Son los casos de Antonio Gutiérrez Dorado y Carmen Gutiérrez Dorado c. España, 27 de marzo de 2012,
y de Canales Bermejo c. España, de 8 de noviembre 2012.
44
CCPR/C/ESP/CO/5/ 27 de octubre de 2008.
45
La relación de informes no para de aumentar. Ver una lista en CHINCHÓN ÁLVAREZ, Javier, “Las
leyes de amnistía en el sistema europeo de derechos humanos. De la decisión de la Comisión en Dujardin
y otros contra Francia a la sentencia de la Gran Sala en Marguš contra Croacia: ¿progresivo desarrollo o
desarrollo circular?”, Revista de Derecho Comunitario Europeo, 52/2015, p. 944, n. 130.
46
RELATOR ESPECIAL DE LAS NACIONES UNIDAS PARA LA PROMOCIÓN DE LA VERDAD,
LA JUSTICIA, LA REPARACIÓN Y LAS GARANTÍA DE NO REPETICIÓN, «Informe del Relator

108

evidente de asimetría, de Greiff recordó que ni las movilizaciones públicas ni los debates
en el Parlamento que motivaron la Ley de Amnistía de 1977 hicieron mención alguna a
la extinción de responsabilidades penales para los funcionarios del Estado ni los crímenes
graves, de modo que esa parte difícilmente podía encajar en la demanda de reconciliación.
El relator señalaba además las varias instituciones internacionales de derechos humanos
que han recordado también a los sucesivos gobiernos españoles que dicha Ley es
incompatible con las obligaciones internacionales adquiridas por España, como el párrafo
3º del art. 2 del PIDCP, firmado antes de que entrar en vigor la Ley de Amnistía47.
El representante de la ONU también coincidía con la interpretación de Garzón de
que los plazos de prescripción en los casos de desaparición forzada cuentan a partir del
momento en que cesa la desaparición forzada, es decir, desde que la persona aparece con
vida o se encuentran sus restos. De Greiff manifestaba su preocupación porque durante
su visita «las autoridades negaron el carácter continuado de la desaparición forzada,
presentando este principio como un sinsentido jurídico», y citaba la sentencia del caso
Garzón como otro motivo de alarma.
El informe volvía a sugerir a la Justicia española que tomase el camino seguido
en los casos de Scilingo y Pinochet, en que «supo atender las consideraciones relevantes,
sin vulnerar el principio de legalidad», al desestimar el Decreto-Ley de Amnistía chileno
y haber encontrado las vías legales para sobrepasar el problema de la aplicabilidad de los
tipos legales propios del derecho internacional. Entre las recomendaciones, estaba además
la de que el Tribunal Constitucional interpretase la Ley 46/1977 de acuerdo con las
normas y obligaciones internacionales de derechos humanos. Para garantizar el derecho
a la verdad, debía cambiarse la interpretación «apriorística» que se ha hecho de la Ley de
amnistía por parte de los tribunales, ya que nada impide el desarrollo de investigaciones,
sino más bien al contrario: resulta irracional que se amnistíen delitos indeterminados, sin
investigar, solo suponiendo que están entre las categorías descritas por la Ley de 197748.
Aunque en los últimos tres años, con la excusa de la crisis, se han bloqueado todas
las ayudas y apoyo a las víctimas para la recuperación de los restos de sus familiares, la
estrategia del actual Gobierno del Partido Popular ante este tipo de informes y ante las
preguntas de los otros grupos parlamentarios ha sido la de negación del problema. El

Especial sobre la promoción de la verdad, la justicia, la reparación y las garantías de no repetición, Pablo
de Greiff. Misión a España», Documento de las Naciones Unidas: A/HRC/27/56/Add.1, 22 de julio de
2014, p. 19.
47
Ibid, p. 14 y ss.
48
Ibid., p. 15.

109

principal argumento que ha mantenido el Gobierno conservador para no hacer nada al
respecto ha sido apelar su interpretación de la Ley de Amnistía:

(…) el Comité está descalificando un instrumento normativo, en cuanto que la


Ley de Amnistía fue una de las primeras leyes aprobadas de forma consensuada.
Añadiendo además, que no cabe hablar de transición democrática en España sin esta Ley.
Matiza España que la Ley de Amnistía no ha sido una ley del perdón
sino que restituyó los derechos a quienes la dictadura franquista había
privado ilegítimamente49.

La respuesta oficial al informe, de 17 de septiembre, insiste en esta visión dorada


de la Transición, ampliamente criticada por favorecer la impunidad y modelo
internacional para los perpetradores:

El modelo español de transición ha sido considerado durante años


precisamente eso, un modelo a seguir, y muchas de sus características han
servido de inspiración en numerosos procesos de transición post-autoritaria
tanto en América Latina como en otros lugares del mundo, y más
recientemente, en Túnez50.

El Estado mantiene ante la ONU que, desde los inicios de la democracia, la


mayoría de las fuerzas políticas parlamentarias decidieron en su momento evitar la
justicia transicional y optar por la reparación de las víctimas sin proceso penal ni
investigación51. Paradójicamente, el partido que no apoyó su aprobación (Alianza
Popular), ahora la defiende como un gran logro de consenso. En contra de lo que afirmaba
el Relator Especial, el Gobierno sostenía -sin aportar citas- que sí existió un debate para
solicitar la extinción de la responsabilidad penal de los agentes de la dictadura, tanto en
el Parlamento, como en las declaraciones de los políticos de los partidos de oposición
antes y a posteriori, mediante «múltiples referencias a esa voluntad de reconciliación (…)

49
Respuesta del Secretario de Estado de Relaciones con las Cortes a la pregunta escrita en el Congreso
realizada por Ramón Jáuregui (PSOE). Madrid, 27 de diciembre de 2013, Boletín Oficial de las Cortes
Generales, Congreso de los Diputados, número 442, 16 de abril de 2014, pp. 128 y 129.
50
“Observaciones de España al informe del Relator Especial de Naciones Unidas sobre la promoción de la
verdad, la justicia, la reparación y las garantías de no repetición, Sr. Pablo de Greiff, sobre su visita a
España” A/HRC/27/56/Add.3, de 17 de septiembre de 2014, p. 4.
51
Ibid., pp. 2 y 3.

110

que sólo a través del olvido, la amnesia y el perdón era posible». Sí cita, como ejemplo,
las actas del VI Congreso del Partido Comunista de España de 1960, que «todavía ilegal,
ya recogían la propuesta de la amnistía general, extensiva a todos, en ambos bandos
contendientes»52.
El Gobierno derechista ha llegado a responder a las críticas de órganos
internacionales por el exceso de formalismo diciendo simplemente que se trata del respeto
al estado de Derecho y al principio de legalidad. Al parecer, los tribunales españoles
tampoco se limitan a archivar la causa e impedir toda investigación «sino que ofrecen la
vía contencioso-administrativa como la vía correcta de acuerdo con la concepción
procesal española», prevista en la Ley de Memoria Histórica53. Por otro lado, en la
respuesta no hay referencia alguna a algo que el Relator Especial tuvo muy en cuenta
como son las revisiones de sentencias.
En definitiva, el Gobierno del Partido Popular ha adoptado una postura defensiva,
que se escuda en dos leyes a las que se opuso en su momento (la de Amnistía de 1977 y
la de Memoria Histórica de 2007), y que cobran sentido desde la memoria histórica
franquista. Generación tras generación, se ha transmitido el mismo relato de equidistancia
que «des-victimiza» o «politiza» a las víctimas. La idea que subyace es la del «algo
habrán hecho» de posguerra, conseguida en buena medida gracias al aparato jurídico-
militar en que transformaron la represión del enemigo en «justicia» de guerra. Es lo que
el mismo Gobierno transmite cuando, en su respuesta al relator sobre la «gran distancia
entre las posiciones de la mayor parte de las instituciones del Estado por un lado y las
víctimas y asociaciones por el otro», afirma que:

[El relator] parece desconocer que una parte también significativa de las
víctimas de la Guerra civil y de la dictadura, aunque silenciosa y no
agrupada ni activa, no comparte la apreciación de las asociaciones con las
que el Relator parece haber tenido contacto. Esas víctimas consideran que
el mayor triunfo de sus pretensiones frente a las violaciones de derechos

52
En contra de esta visión, en otoño del 1978 el PCE puso en marcha en Madrid el Tribunal Cívico
Internacional contra los Crímenes del Franquismo, que trataba de emular al «Tribunal Russell». El 28 de
noviembre la junta promotora fue detenida junto a los periodistas que cubrían el acto. Ver ESCUDERO,
Rafael et alii, Qué hacemos para reparar a las víctimas, hacer justicia, acabar con la impunidad y por la
construcción de la memoria histórica, Madrid, Akal, 2013, p. 12.
53
“Observaciones de España al informe del Relator Especial”…, p. 3.

111

humanos cometidos en dichos periodos lo constituye precisamente la
consolidación de la democracia54.

La democracia, así entendida, además de un nuevo sinónimo de orden, se emplea


como coartada. El Stato neutrale ed agnostico sirve para desechar toda idea de memoria
histórica democrática y para equiparar la defensa de la dictadura con la defensa de un
régimen democrático. El desajuste entre los avances de la Justicia Transicional
internacional y la situación en España está bien claro en las palabras del fallecido senador
del PP Alejandro Muñoz-Alonso, sobre una moción propuesta por el PNV para aplicar
las recomendaciones del informe de las Naciones Unidas. Además de descalificar el
documento del Relator Especial, comparó la Justicia Transicional y las comisiones de la
verdad con el Ministerio de la Verdad de la novela de Orwell, 1984: «en las democracias
no hay verdades oficiales, cada uno expone lo que le parece oportuno. En estas cuestiones
la verdad la exploran los investigadores». En medio de las protestas de la oposición,
afirmó que «aquí el proceso se hizo de reconciliación, que empezó por los que se decía
que habían perdido la guerra»55. Los herederos de la dictadura franquista defienden así la
legitimidad de un «chantaje» u ocultamiento, que permitió en su momento la apertura
política a cambio de no judicializar el pasado, y lo hacen escudándose precisamente en la
defensa de la democracia contra el totalitarismo.

54
Ibid., pág. 4.
55
EUROPA PRESS, “El PP rechaza retomar la Ley de Memoria Histórica y el reconocimiento a las
víctimas del franquismo” [http://www.europapress.es/nacional/noticia-pp-rechaza-retomar-ley-memoria-
historica-reconocimiento-victimas-franquismo-20141210105135.html]

112

SEGUNDA PARTE.
VIOLENCIA POLÍTICA, VIOLENCIA DE GUERRA Y
JUSTICIA TRANSICIONAL EN EUROPA

113

Las víctimas de la dictadura en la democracia portuguesa. Memoria y reparación

Filipa Raimundo y António Costa Pinto


Instituto de Estudios Sociales Lisboa

El 27 de mayo de 1988 se dio curso legal en la Asamblea de la República en


Lisboa al proyecto de resolución 15/V relativo a la repatriación del cadáver del general
Humberto Delgado. A la cabeza de dicho proyecto se situaba el diputado del PSD Coelho
dos Santos, aunque finalmente sería suscrito por todas las fuerzas presentes en la cámara
parlamentaria - ID, CDS, PSD, PCP, PS y PRD. El preámbulo de la propuesta se refería
a Delgado como “una figura legendaria en nuestro imaginario colectivo”, además de
subrayar sus ideales socialdemócratas y afirmar que “la figura histórica no es patrimonio
de ningún partido”. La intención de rendir homenaje a Humberto Delgado mediante la
transferencia de sus restos mortales al Panteón Nacional ya había sido expresada en el
Parlamento con ocasión de un debate en la Asamblea de la República ocurrido en 1985,
pero la resolución de la Assembleia da República 19/1988, a pesar de resultar aprobada
por unanimidad, tardaría tres años en ser refrendada, y casi otros tantos en ser
implementada. Coincidentemente con la votación final, el PS afirmó que se trataba de un
acto que debía ser interpretado como un homenaje a todos los mártires de la dictadura, e
hizo alusión al escritor Aquilino Ribeiro (el cual también había sido trasladado al
Panteón) y al general Sousa Dias. Por su parte, el CDS presentó una lectura diferente de
la iniciativa, la cual merecería la consideración de una lección “contra todos los tipos de
autoritarismo”, en una clara alusión a los años de la transición democrática marcados por
una fuerte radicalización política. Dos años más tarde, fue aprobado un segundo
documento -la resolución de la AR 16/1990- con la finalidad de crear una comisión
parlamentaria compuesta por quince diputados y dedicada al seguimiento del programa y
de las ceremonias vinculadas a la traslación de los restos mortales del general Delgado.
Durante el debate correspondiente en el Parlamento, un diputado del PS resumió el
carácter de la iniciativa de la siguiente manera: “Un país no puede vivir en un culto
mimético y ritualista del pasado, pero las naciones no tienen sus raíces en el presente ni

114

tampoco proyectan olvidar su historia en el futuro; deben reconocer su pasado como
expresión de una identidad propia y como elemento que define el carácter de la nación”.1
El caso de la resolución de la Assembleia da República 19/1988 es ilustrativo
respecto del patrón de comportamiento de los diputados de la Asamblea de la República
en el marco de las políticas de la memoria en Portugal a lo largo de las últimas cuatro
décadas de democracia en tres puntos concretos, como veremos a lo largo del presente
artículo. En primer lugar, como sucede en el caso del traslado de los despojos de
Humberto Delgado, un porcentaje significativo de las iniciativas legislativas relativas al
pasado autoritario está constituido por proyectos de resolución y no por proyectos de ley.
Las resoluciones de la Assembleia da República se distinguen de las leyes en la medida
de no ser vinculantes para el gobierno; tan solo registran la posición del Parlamento sobre
una materia determinada y sugieren al gobierno que legisle sobre ella. En ese sentido, la
aprobación de las resoluciones no es particularmente esclarecedora a propósito de la
voluntad política de los partidos parlamentarios, ya que estos tienden a apoyar un
proyecto de resolución con menos reticencia de la que observarían en el supuesto de serles
presentado un proyecto de ley. En segundo lugar, constatamos un hecho intrínsecamente
ligado al punto anterior: la resolución de la Assembleia da República relativa a la
traslación de los restos mortales de Humberto Delgado, al igual que ha sucedido con
muchas otras en el marco de las políticas de la memoria, fue aprobada por unanimidad.
Este extremo sugiere que el tipo de discurso que acompaña el proyecto de ley en que se
pretende homenajear a Humberto Delgado, así como su historia y memoria, no son
particularmente controvertidos entre los partidos políticos parlamentarios. Solamente así
se explica la unanimidad entre partidos de izquierda y de derecha y que ningún partido se
haya abstenido de votar esa propuesta de resolución. Por último, el caso de la resolución
de la Assembleia da República 19/1988, aprobada a finales de los años ochenta e
implementada a principios de la década de 1990, se inscribe en el marco de un conjunto
de medidas de reparación y reconocimiento de las víctimas del Estado Novo. Cabe señalar
que un gran número de propuestas han ido conformando la actividad legislativa a lo largo
de los últimos cuarenta años, de manera que no es posible identificar ninguna década
específica en la cual el tema de la reparación de las víctimas de la dictadura haya sido
particularmente sobresaliente. No obstante, el análisis de las votaciones de los proyectos
presentados por los diferentes grupos parlamentarios revela que los casos en que los

1
Debates parlamentares, 3ª República, Série I, V Legislatura, Sessão Legislativa 03, N.77, 22-05-1990,
pp. 2563.

115

partidos de izquierda y de derecha demuestran comportamientos y actitudes
marcadamente distintos han tenido lugar esencialmente cuando el debate trae a colación
el discurso oficial y el legado resultante de la transición democrática y del período de
radicalización política ocurrido durante el año 1975. Es decir, el estudio de las políticas
de la memoria en Portugal evidencia una transición democrática significativamente más
controvertida que el propio pasado autoritario entre la élite política portuguesa. Así pues,
el CDS se distancia del PSD por su intención reiterada de utilizar las iniciativas
legislativas vinculadas con el pasado autoritario para cuestionar el discurso dominante en
relación con la transición a la democracia.
En el presente artículo realizamos una aproximación no exhaustiva al proceso de
reparación y de reconocimiento de las víctimas del Estado Novo en Portugal desde 1974
hasta el presente.2 En la primera parte ofrecemos una visión general de la represión y de
las víctimas del Estado Novo portugués. En la segunda parte, se presenta el lugar relativo
que las medidas de reparación y de reconocimiento han ocupado en Portugal tanto en el
marco de la legislación aprobada como en el marco de las iniciativas legislativas y en
contraste con otras áreas de la llamada justicia transicional. Estas otras áreas, o ejes, son
tres: la justicia y el castigo, la investigación y los archivos, y la memoria y la verdad. En
la tercera parte, llevamos a cabo un análisis de los principales mecanismos que el Estado
portugués posee hoy en día para reparar y reconocer a las víctimas del Estado Novo, así
como datos originales de actitudes extraídos de una muestra de estos ciudadanos que
fueron consultados sobre los mecanismos citados. Por último, abordamos la cuestión de
la conservación en la toponimia portuguesa mediante la comparación del uso del nombre
“Humberto Delgado” con la pervivencia de nombres asociados a la elite política del
régimen dictatorial que antecedió a la democracia actual.

1. Las víctimas de la represión durante el Estado Novo


De acuerdo con los datos oficiales reunidos en la década de 1980 por la Comissão
do Livro Negro sobre o Regime Fascista, a lo largo de cuarenta y ocho años de dictadura
los presos políticos del Estado Novo habrían ascendido a unos 30.000. El régimen de
Salazar utilizó la represión selectiva para intimidar a algunos grupos religiosos,
especialmente en la década de los sesenta, etapa en que el país se vio involucrado en
varios conflictos coloniales. Los Testigos de Jehová, junto con algunas órdenes católicas

2
RAIMUNDO, Filipa, "A Justiça de Transição e a Memória do Autoritarismo em Portugal", en Revista
Contemporânea, Año 5, n. 7, 2015, pp. 1-35.

116

e iglesias protestantes, resultaron damnificados, aunque los represaliados con mayor saña
serían los individuos vinculados a la oposición (semilegal o clandestina) contra Salazar.3
Hasta los años treinta, la oposición había estado compuesta esencialmente por
republicanos y anarcosindicalistas, pero a partir de entonces y hasta el final de la dictadura
militar, el Partido Comunista Portugués, creado en 1921 e ilegalizado a raíz del golpe de
estado de 1926, se convertiría en la principal fuerza de oposición clandestina, ora en
alianza, ora en tensión con los republicanos liberales y los socialistas.4 Debido a la ruptura
sino-soviética, surgieron varios grupos de extrema izquierda en Portugal, los cuales se
sumaron también a la oposición, integrada asimismo por disidentes militares y católicos
practicantes. En los años sesenta la oposición se diversificó significativamente y,
estimulados por el desarrollo de la Guerra de Ultramar (1961-1974), los movimientos
estudiantiles en contra de la dictadura experimentaron un incremento notable.
Si bien los datos recogidos por la Comissão do Livro Negro… sugieren que los
estudiantes solo son una pequeña fracción de los presos políticos, es necesario tener en
cuenta dos aspectos relativos a estos datos: en primer lugar, el hecho de que los datos
recogidos no lleguen más allá de 1960 comporta que el período en que el movimiento
estudiantil fue más intenso -precisamente la década que abre 1960- no esté contemplado.
Por otro lado, muchos de los estudiantes que formaban parte de la oposición no llegarían
a ser arrestados y/o procesados al elegir el camino del exilio.

3
ROSAS, F. (coord.), Tribunais Politicos: Tribunais Militares Especiais e Tribunais Plenarios durante a
Ditadura e o Estado Novo, Lisboa, Temas e Debates, 2013.
4
MADEIRA, João, História do Partido Comunista Português, Lisboa, Tinta da China, 2014.

117

Figura 1. Distribución de los presos políticos portugueses por categoría profesional
(1932-60)

40,00 34,76
35,00
30,00
25,00 20,19
20,00
14,40
15,00 9,82
10,00 6,06
3,95
5,00 1,58 2,07 0,93 0,83 0,54 0,99 2,44 0,14 0,51 0,41
0,00

Fuente: Comissão do Livro Negro sobre o Regime Fascista

Obviamente, en estas estadísticas no se incluyen los exiliados ni quienes pasaron


a la clandestinidad para evitar ser apresados. De igual manera, se encuentran fuera de las
estadísticas los desertores (militares) y los refractarios (hombres en edad de cumplir el
servicio militar que rechazaban incorporarse al ejército) que por motivos político-
ideológicos rehuyeron los conflictos coloniales. Otra situación que no se encuentra
contabilizada en estos números es la de los individuos que se alejaron tanto de la función
pública como de las universidades debido a su actividad política. Como consecuencia de
las elecciones legislativas promovidas por el régimen en 1945 y de la contestación
ejercida por la oposición, fueron numerosos los ceses de profesores universitarios y de
funcionarios públicos alineados con la disidencia. A ello habría que sumar el rechazo
administrativo de candidatos que intentaban acceder al ejercicio de la función pública,
exclusión incentivada frecuentemente por el parecer negativo emitido por la policía
política.5
Por descontado, la legislación democrática en el ámbito de la reparación trató de
abarcar todas estas categorías. En el siguiente apartado procuraremos contextualizar las

5
LEMOS, Mario Matos, Oposição e Eleições no Estado Novo, Lisboa, Assembleia da Republica, 2013.

118

medidas de reparación y de reconocimiento de las víctimas en el marco de las medidas de
justicia transicional aprobadas en Portugal desde 1974.

2. Legislación e iniciativas legislativas


La Tabla 1 presenta la distribución de la legislación aprobada y de las iniciativas
legislativas a través de cuatro ejes de la justicia transicional definidos por nosotros. Son
contempladas en el eje “Investigación y archivos” las leyes relativas a las medidas cuyo
objetivo era proceder a la investigación sobre el Estado Novo (en particular, la cuestión
de la represión) y sobre la mejor manera de regular el acceso a sus archivos. En la década
de los setenta fue constituida una comisión para acompañar el proceso de disolución de
la policía política y también con el objetivo de preparar los procesos para el juicio de sus
funcionarios a través de los tribunales militares. Sin lugar a dudas, la denominada
Comissão do Livro Negro sobre o Regime Fascista constituyó una suerte de Comisión de
la Verdad por lo que se refiere al caso portugués. Durante las últimas décadas del siglo
XX, la cuestión de la tutela y del acceso público a los archivos tanto de Salazar y Caetano
como de la propia policía política ha sido merecedora de una atención destacada por parte
de la sociedad portuguesa.
En el eje “Justicia y castigo” de la tabla citada contemplamos todas las medidas
relativas al ajuste de cuentas con los responsables (políticos y no políticos) de la represión
política ejercida durante la dictadura de Salazar. En los dos años que siguieron al 25 de
abril se hizo hincapié en dicho ajuste de cuentas con el pasado, lo cual implicaría la
separación del servicio o la jubilación de quienes habían cooperado con el anterior
régimen, pero también el juicio a los funcionarios de la policía política y la limitación de
sus derechos políticos, entre otras medidas.6 En el eje “Memoria y verdad” hemos
incluido medidas cuyo objetivo ha sido el de preservar la memoria de la lucha por la
libertad y la democracia; medidas que, sin embargo, recibieron poca observación en los
primeros años de la democracia. Finalmente, el eje “Reparación y reconocimiento” está
relacionado con las medidas destinadas a compensar o reparar a las víctimas de la
dictadura, así como a homenajear su lucha. Este último es el eje donde se engloban las
medidas que, a continuación, discutiremos con mayor profundidad.

6
RAIMUNDO, Filipa, "Os Partidos políticos e justiça de transição em Portugal: o caso da polícia política
(1974-76)", en PINTO, A.C. e MARTINHO, F.C.P, O passado que não passa. A sombra das ditaduras na
Europa do Sul e na América Latina, Rio de Janeiro, Civilização Brasileira, 2013.

119

La columna relativa a la legislación acoge todas las leyes aprobadas hasta 2015
en sentido amplio, puesto que incluye leyes, decretos-ley y resoluciones. La columna
relativa a las iniciativas legislativas recoge todos los proyectos y propuestas de ley
presentados en el Parlamento portugués durante los últimos cuarenta años. Mientras que
la primera columna refleja el esfuerzo del Estado portugués por legislar en el marco de la
justicia transicional (es decir, sin distinguir entre el ejecutivo y el legislativo), la segunda
columna se refiere solamente al poder legislativo y a la iniciativa de los partidos. En
primer lugar, la interpretación de la tabla sugiere que, mientras que a nivel de la
legislación existe una clara mayoría de leyes en el eje “Justicia y castigo”, en materia de
iniciativas legislativas ese eje en concreto es menos importante que los ejes
“Investigación y archivos” y “Reparación y reconocimiento”. En este sentido, podemos
afirmar que las cifras denotan preocupaciones de especial relieve entre el poder legislativo
y el poder ejecutivo. En segundo lugar, también podemos concluir que el eje “Reparación
y reconocimiento” ha sido sistemáticamente el segundo eje más relevante entre los cuatro
ejes de la justicia transicional.

Tabla 1. Número de leyes e iniciativas legislativas sobre el pasado autoritario


(1974-2015)
Iniciativas
Legislación
legislativas (1976-
(1974-2016)
2016)
N % N %
Investigación y archivos 8 9,1 12 33,3
Justicia y castigo 50 56,8 6 16,7
Memoria y verdad 6 6,8 4 11,1
Reparación y reconocimiento 24 27,3 14 38,9
Total 88 100 36 100

La Figura 2 muestra que, tras las iniciativas legislativas presentadas en la Tabla 1,


la Assembleia da República aprobó 16 leyes y resoluciones en el marco de la justicia
transicional, lo que en términos puramente cuantitativos constituye un porcentaje
reducido (tan solo el 18 por ciento) de toda la legislación publicada hasta el día de hoy en
ese ámbito. En cuanto a la legislación agrupada según el cuerpo emisor, las cifras

120

muestran que más de la mitad de los documentos publicados hasta el día de hoy (50 sobre
un total de 88) fueron aprobados antes de la creación de la Assembleia da República.
Naturalmente, durante una fase en que los poderes legislativos estaban concentrados en
los militares (CCEMFA, JSN y CR hasta 1976). A partir de abril de 1976, cuando la
Assembleia da República entró en funciones y los militares perdieron poderes políticos
muy significativos, el número de disposiciones aprobadas por ellos disminuyó
considerablemente, pero no desapareció por completo. Además, es posible constatar
cómo el gabinete gubernamental se mostró significativamente más activo en el marco de
la justicia transicional durante dos años en particular (1974-1976) que el resto de los
gobiernos que han ejercido sus funciones en el espacio de cuatro décadas de democracia.

Figura 2. Distribución de la legislación aprobada en el ámbito de la justicia


transicional, ordenada por cuerpo emisor (1974-2015)

25

20 1

15
4
7
10 20
1 14
12
5 9
8 7
5
0
CCEMFA JSN (1974- CR (1975- CR (1976- AR (1976-) Gov Prov Gov Const
75) 76) 82) (1974-76) (1976-)

Decretos-Ley Leyes Resoluciones (AR) Resoluciones

Leyenda: CCEMFA – Conselho de Chefes de Estado Maior das Forças Armadas; JSN –
Junta de Salvação Nacional; CR – Conselho da Revolução; AR – Assembleia da
República

El número de leyes aprobadas por la Assembleia da República es ligeramente


inferior a la mitad del total de las iniciativas legislativas presentadas por los diputados de
las distintas fuerzas parlamentarias a lo largo de los últimos cuarenta años. Entre 1976 y
2015, los grupos parlamentarios de UDP, PCP, BE, PS, PSD y CDS presentaron, de
manera individual o conjunta, un total de 36 iniciativas legislativas relacionadas con el

121

pasado, incluidos proyectos de ley, proyectos de resolución y propuestas de ley.7 El
volumen de esta actividad presenta una media aproximada de una iniciativa anual. La
primera de ellas fue presentada en diciembre de 1976 y la más reciente hasta la fecha
surgió en junio de 2015. Aunque no existen datos concluyentes que nos permitan
presentar un análisis comparativo preciso, podemos inferir que la actividad parlamentaria
sobre temas de justicia transicional en Portugal entre abril de 1976 y agosto de 2015 fue
poco intensa pero constante, algo que se revela contrario a la tesis mayoritariamente
difundida por la literatura de los años noventa del siglo pasado y la primera década del
presente, de acuerdo con la cual las cuestiones relativas al pasado no democrático habrían
quedado resueltas durante el período de transición hacia la democracia.8
Entre las iniciativas legislativas aprobadas, el cincuenta por ciento son leyes y el
otro cincuenta por ciento son resoluciones de la Assembleia da República. Hemos de tener
en cuenta que las resoluciones de la Assembleia da República no son vinculantes para el
gobierno, por lo que estos datos sugieren que los partidos parlamentarios están
disponibles para legislar en el marco de las políticas de la memoria siempre y cuando su
actividad no fuerce al gobierno a adoptar medidas efectivas. La distribución es igualmente
importante para analizar cómo se votaron las iniciativas. En este caso, las estadísticas se
repiten: la mitad de las iniciativas aprobadas lo fueron por unanimidad, mientras que la
mitad restante lo fueron por mayoría. Esta elevada tasa de aprobación por unanimidad es
seguramente resultante del tipo de documentos en cuestión, pero también un indicador
bastante evidente de que el pasado no resulta particularmente controvertido para los
miembros de la élite política portuguesa. Las iniciativas votadas por unanimidad cubren
todos los ejes de la justicia transicional. En el eje “Reparación y reconocimiento” surgen
dos propuestas firmadas por todas las fuerzas parlamentarias: la primera, relativa a la
traslación de los restos mortales de Humberto Delgado, particular al cual hemos hecho
referencia con anterioridad; y una segunda, que consiste en una propuesta de reparación
de las víctimas de la revuelta de 18 de enero de 1934, presentada por el PCP. Dicha
revuelta fue auspiciada por segmentos de la clase trabajadora y liderada por anarco-

7
Este número no se corresponde exactamente con la cantidad de las iniciativas legislativas presentadas, ya
que consideramos tres casos surgidos a partir de leyes del presupuesto del Estado en las cuales se
contemplaban artículos relativos a la reparación de víctimas. Evidentemente, estos últimos no son
resultantes de iniciativas legislativas y, por ello, solo computamos como 13 los documentos aprobados en
esta área como resultado de iniciativas legislativas.
8
HUNTINGTON, Samuel, The Third Wave, Norman, The University of Oklahoma Press, 1999.

122

sindicalistas y comunistas contra la fascistización del movimiento sindical y contra la
creación del sistema corporativo.9
Por lo que respecta al eje “Memoria y verdad”, cabe consignar una resolución
aprobada en 2008, la cual, pese a ser atribuida oficialmente su autoría al conjunto de las
fuerzas parlamentarias, partió de una iniciativa del PS, formación que recomendaba que
el gobierno divulgase la memoria de la lucha por la democracia entre las generaciones
más jóvenes.10 Las negociaciones fueron encabezadas por uno de los denominados
“militares de abril” (debido a su participación en el levantamiento de 1974),
posteriormente diputado por el PS, quien consideraba que cualquier legislación en el
ámbito de la memoria y la verdad "solo tendría sentido si se aprobara por unanimidad,
una posición poco común en estos ámbitos".11 Según ese diputado, la unanimidad estuvo
más amenazada por la intención del PCP de presentar su propia iniciativa -hecho que
llegaría a concretar, si bien su tesis sería posteriormente retirada en favor de la del PS-
que por la reticencia de los partidos de derecha a la hora de sumarse a la unanimidad para
aprobar una ley de la naturaleza referida.
En el eje “Justicia y castigo” encontramos una vez más una iniciativa del PS, esta
vez relativa a los juicios del funcionariado y de los colaboradores de la policía política.
Esta iniciativa surgió en respuesta a la decisión del CDR en 1976 (tras haber sido
aprobada la Constitución) de hacer uso de sus menguados poderes legislativos para
legislar sobre una materia que, a la sazón, se encontraba bajo la jurisdicción militar.12 El
decreto-ley del CDR permitía que los tribunales considerasen siete atenuantes
extraordinarias de las penas previstas por la Ley de incriminación (más allá de las 23
circunstancias previstas en el artículo 39 del Código Penal).13 El preámbulo de la ley
patrocinada por el CDR hacía alusión a la necesidad de abandonar la legitimidad
revolucionaria y promover la consolidación de la democracia, lo que no permitiría que
las luchas políticas se sobrepusieran al Estado de Derecho (Raimundo, 2007). Tales
pretensiones motivaron que el PS presentase un proyecto de ley con la finalidad de
respaldar las reivindicaciones de la sociedad civil y, a mayor abundamiento, anular las

9
PATRIARCA, Fatima, A Revolta do 18 de Janeiro de 1934, Lisboa, Imprensa de Ciências Sociais, 2000.
10
Resolución de la Assambleia da República n.º 24/2008 (DR 122 Série I, 26/6/2008), Divulgação às
futuras gerações dos combates pela liberdade na resistência à ditadura e pela democracia.
11
Entrevista a la autora, Lisboa, julio de 2011.
12
Los juicios de los funcionarios y colaboradores de la policía política se desarrollaron en el Tribunal
Militar, tal como había sido definido por la ley 8/75.
13
Decreto-ley 349/76 de 13 de mayo (DR I Série, n.º112, de 13/5/1976, pág.1066), Precisa as tipificações
criminais, e regula a atenuação extraordinária, constantes do n.º2 do artigo 2º, do artigo 3.º, da alínea b)
do artigo 4.º e dos artigos 5.º e 7.º da Lei n.º 8/75, de 25 de Julho.

123

dos atenuantes más controvertidas del decreto-ley del CDR.14 Esta iniciativa, que tenía
como objetivo enfrentar el poder político de los militares, recibió un apoyo unánime.
Los dos documentos restantes que finalmente resultarían suscritos por unanimidad
hacen referencia a los archivos de la policía política. Debemos hacer notar que este tipo
de cuestiones resultan habitualmente polémicas en democracias post-autoritarias,
fundamentalmente en los países poscomunistas, pues crea fricciones entre partidos de
izquierda y de derecha. En el caso portugués, este fue el único tema, entre todas las
propuestas aprobadas por unanimidad, donde la votación final no evidenció el nivel de
controversia que los debates parlamentarios sí revelaban. Con todo, también es una
muestra de que la ideología no es el único factor relevante para explicar el
comportamiento de los partidos. Asimismo, acerca de la cuestión de los archivos citados
hubo que registrar una iniciativa del CDS, semejante a una idea defendida por el PS
durante la Constituyente, además de otras iniciativas parlamentarias como un proyecto de
ley del gobierno PS/PSD, una propuesta conjunta que involucraba un espectro más amplio
de partidos (desde el PPC hasta el PSD), y otras propuestas individuales de casi todos los
grupos parlamentarios.

3. La reparación y el reconocimiento de las víctimas: mecanismos y actitudes


Las primeras medidas de reparación, aprobadas durante la transición portuguesa,
reflejan un predominio de la preocupación por la regularización de las situaciones del
estamento militar. No es en absoluto sorprendente, dada la naturaleza del golpe que
condujo al derrumbe de la dictadura y la extracción de los responsables políticos durante
los primeros meses de gobierno. La primera medida de reparación fue la concesión de la
amnistía a los presos políticos.
En segundo lugar, el día inmediatamente posterior al golpe del 25 de abril, fue
aprobada una disposición que amnistiaba los crímenes políticos y las infracciones
disciplinarias asociadas, hecho que permitiría la reintegración en la función pública de
todos aquellos que hubieran sido expulsados de las diferentes administraciones por los
motivos apuntados. Igualmente, en la disposición referida se recogía explícitamente que
“las expectativas legítimas de promoción que no se hubiesen efectuado” como
consecuencia de las medidas arriba descritas deberían ser tenidas en cuenta en el proceso

14
Proyecto de ley 28/1: Relativo a alterações do Decreto-Lei 349/76, de 13 de maio (incriminação e
julgamento dos agentes responsáveis da PIDE/DGS) (Suplemento Nº.50/I/1, 1976.12.04, pág. 7-7).

124

de la reintegración.15 Lógicamente, esta medida también sería aplicada a aquellos
militares que hubieran sido apartados de sus destinos en los cuerpos correspondientes e
incluía a todos los que hubiesen sido expulsados, jubilados o pasados a la reserva de
manera forzosa. En el caso de la reintegración en la función pública, la disposición se
transformó en algunos casos en una medida simbólica, ya que parte de los damnificados
por la dictadura habían rehecho su vida profesional a lo largo de los años.
Al margen de lo anteriormente expuesto, fueron amnistiados “los crímenes de
objeto común de fin político, ocurridos hasta el 25 de abril de 1974, incluidos los
imputados a miembros de organizaciones antifascistas”.16 Por desgracia, no tenemos
datos sobre el número de individuos que pudieron beneficiarse de esta medida, dado que,
en un contexto de revolución y crisis de Estado como el mencionado, nada pudo quedar
correctamente registrado para un análisis ulterior. Sin embargo, sabemos que el BE ha
intentado, en dos ocasiones, restablecer el plazo para que los militares contemplados por
esta legislación puedan todavía solicitar su reincorporación. En el año 2012, ambas
iniciativas fueron rechazadas con los votos en contra del PSD y del CDS / PP.
En tercer lugar, se concedió una amnistía a quienes se hubiesen ausentado del país
para evitar participar en los conflictos coloniales o incorporarse al servicio militar por
motivos político-ideológicos, dándoles así la posibilidad de regularizar su situación. El
proceso fue lento y no estuvo exento de controversia, ya que las primeras leyes exigían el
pago de una elevada cantidad a cambio de la amnistía y de la regularización de la situación
militar. Con idéntico propósito, en 1975 fue dictada una disposición que permitiría a los
refractarios la regularización de su situación militar.
A continuación, se reconoció el derecho a una reparación para todos aquellos que
"habían luchado por la libertad y la democracia". Para esta categoría se creó una
compensación económica (una pensión) y un homenaje simbólico (una condecoración).
Esta última recibió la designación de Ordem da Liberdade y consiste en una
condecoración otorgada por el presidente de la República, bien por decisión suya o por
recomendación de un miembro del gobierno, sobre la base de las credenciales
democráticas del individuo u organización. La insignia tiene por objetivo homenajear los
“méritos cívicos notables” practicados por aquellos “ciudadanos, nacionales o

15
Decreto-Ley n.º 173/74 (DR 98/1974, Série I, de 26/4/1974), Amnistia os crimes políticos e as infracções
disciplinares da mesma natureza.
16
Decreto-Ley 259/74, de 15 de junio (DR 138/74, Série I, (15/6/1974), Concede perdão e amnistia a
diversos delitos de carácter comum.

125

extranjeros, que se hayan distinguido por su amor a la libertad y por su devoción a la
causa de los derechos humanos y de la justicia social, en particular en la defensa por los
ideales republicanos y democráticos”.17 De esta forma, el legislador pretendió asociar los
ideales democráticos a los ideales republicanos, aludiendo así a valores que son
generalmente compartidos por el centroizquierda -fundamentalmente el PS- pero no por
el centroderecha o por la derecha, incluso por aquellos militantes que lucharon contra el
Estado Novo. La distinción es asignada con carácter anual, generalmente como parte de
las celebraciones oficiales del 25 de abril, y comprende seis títulos, incluyendo uno
concedido exclusivamente a jefes de Estado. A lo largo de los años y hasta el año 2016,
han sido homenajeadas, un total de 484 personalidades entre civiles y militares,
individuales y colectivas, nacionales e internacionales (Figura 3). El primer presidente,
Ramalho Eanes, pertenecía al estamento militar, mientras que los restantes comparten una
extracción civil. Entre los civiles, Mário Soares y Jorge Sampaio tienen en común su
militancia en el Partido Socialista, mientras que Cavaco Silva es miembro del Partido
Socialdemócrata. La Figura 3 presenta el número de condecorados por el presidente de la
República y muestra en primer lugar un contraste significativo entre el número de
condecorados por los tres primeros presidentes y los galardonados por el último. Se puede
decir que el número de individuos y colectivos ligados a la lucha por la libertad ha
disminuido a lo largo de los años, pero es igualmente plausible que el simbolismo y el
significado de la insignia se han ido alterando con el paso del tiempo, de modo que cada
vez se difumina más su vinculación con el pasado autoritario nacional. En segundo lugar,
los datos de la figura citada demuestran que, aunque Mário Soares haya sido el primer
ministro que más contribuyó a la adopción de medidas en los diversos ejes de las políticas
de la memoria, siendo incluso responsable de la creación de la Ordem da Liberdade, el
número de condecorados por Soares en calidad de presidente no sobrepasó el número de
condecorados por su sucesor, Jorge Sampaio, o incluso por su antecesor, Ramalho Eanes.

17
Decreto-Ley n.º 709-A/76, de 4 de octubre (DR 233/76, Série I, 1º Suplemento, 4/10/1976), Cria a ordem
denominada "Ordem da Liberdade", destinada a distinguir e galardoar serviços relevantes prestados à
causa da democracia e da liberdade.

126

Figura 3. Número de condecorados con la Ordem da Liberdade desde 1977,
agrupados por presidente de la República Portuguesa

160

140

120

100

80

60

40

20

0
Ramalho Eanes (1977- Mário Soares (1986- Jorge Sampaio (1996- Cavaco Silva (2006-
1986) 1996) 2006) 2016)

Nacionales Internacionales

La reparación de naturaleza económica fue aprobada en 1977, tres años después


del inicio de la transición portuguesa.18 Como hemos indicado con anterioridad, serían
considerados como merecedores de tal compensación todos aquellos que hubiesen
cumplido “actos excepcionales cometidos en defensa de la libertad y la democracia”. De
acuerdo con la redacción legal de esta medida, la pensión tenía por objetivo expresar
“agradecimiento y gratitud” a las víctimas o familiares de las víctimas de la dictadura y
evitar que tal asunto cayese en el olvido. La legislación actualmente en vigor fue aprobada
en 2003 por un gobierno de coalición de centroderecha liderado por el expresidente de la
Comisión Europea, José Manuel Barroso.19
Por lo que se refiere a la temática de la asignación de las pensiones por “servicios
excepcionales”, es imprescindible hacer referencia a una iniciativa presentada por el
grupo parlamentario del PS en 1992. Dicha iniciativa estaba destinada a impedir que
exfuncionarios de la PIDE / DGS pudiesen continuar solicitando y recibiendo pensiones20

18
Decreto-Ley n.º 171/77, de 30 de abril (DR 100/77, Série I, 30/4/1977), Cria uma pensão a atribuir aos
cidadãos portugueses que se tenham distinguido por méritos excecionais na defesa da liberdade e da
democracia.
19
Un antiguo miembro de la extrema izquierda durante la transición y hoy en día militante del PSD.
20
Decreto conjunto A-22/92-XII de la PCM y el Ministério das Finanças.

127

por “Servicios excepcionales y relevantes prestados al país”.21 Aunque el proyecto del PS
no resultaría aprobado, la ley sí fue alterada de inmediato. Tal alteración no presentaba
ninguna referencia concreta a los exfuncionarios de la PIDE / DGS, si bien añadía a los
requisitos necesarios para solicitar ese tipo de pensión el “respeto por los derechos y
libertades individuales y colectivos”. La entrada en vigor de esta medida logró eludir la
asignación de nuevas pensiones a los antiguos represores, pero no pudo conseguir que
cesase el pago de las pensiones asignadas hasta aquel momento, algo que el PCP intentó
asegurar más tarde, pero sin éxito.22
Con posterioridad, ya en los años finales del siglo XX, el Estado portugués
reconoció el derecho a una reparación a los individuos que hubieran pasado por períodos
de “clandestinidad o prisión” durante el Estado Novo.23 La primera versión de la
propuesta de ley presentada en la Assembleia da República únicamente contemplaba el
tiempo efectivo de prisión, redacción que sería ampliada para que fuese computado el
tiempo de clandestinidad (el cual puede ser probado, por ejemplo, con base en los
procesos individuales de la PIDE, cuyos archivos se encuentran depositados en la Torre
do Tombo). El preámbulo de aquella propuesta inicial, que no se mantuvo en la ley final,
habla de una justicia “a título más simbólico que indemnizatorio”.24 La ley prevé la
concesión de beneficios fiscales y de pensiones de jubilación a quienes puedan probar
fehacientemente la clandestinidad en Portugal o en el extranjero y haber sido víctima de
persecución por sus actividades políticas destinadas a promover la democracia entre 1926
y 1974. Los beneficiarios de la pensión resultante pueden ser las víctimas o sus familiares.
Dos semanas después de su publicación, el CDS presentó una propuesta de
modificación que se basaba en el hecho de que “en los dos años siguientes al
derrumbamiento del régimen vigente hasta el 25 de abril de 1974, muchos portugueses
fueron perseguidos y víctimas de represión por sus propias convicciones democráticas y
anticomunistas. De este modo resultaron perjudicados en el ejercicio de sus profesiones,
trasladados o despojados de los cargos y funciones que desempeñaban, teniendo
prohibida la docencia, obligados a recurrir a la clandestinidad o al exilio, y en algunos

21
Proyecto de ley 154/VI: Aclaração do regime de atribuição de pensões por serviços excecionais e
relevantes prestados ao país (DAR II série A Nº. 40/VI/1 1992.05.27 (pág. 771-771).
22
Proyecto de ley 413/VI: Altera algumas disposições do DL 404/82, de 24 de setembro (DAR II Série A
n.º51/VI/3, 1994.07.02, pág.890-91).
23
Ley n.º 20/97, de 19 de junio (DR I Série A, n. 139, 19/6/1997), Contagem especial do tempo de prisão
e de clandestinidade por razões políticas para efeitos de pensão de velhice ou de invalidez.
24
Proyecto de ley 394/VII: Alteração à Lei n.º20/97, de 19 de Junho (contagem especial do tempo de prisão
e de clandestinidade para efeitos de pensão de velhice ou invalidez) (DAR II Série A n.º60/VII/2,
1997.07.10, pág. 1175-76).

128

casos presos durante largos períodos”. Esta cita, aunque larga, merece ser reproducida
para exponer claramente su motivación: el CDS utiliza el preámbulo de la ley existente
para requerir la extensión de la compensación a las víctimas de la transición. En esta
propuesta se repite incluso la idea de que se trata de un acto de la “más elemental justicia
(...) a título más simbólico que indemnizatorio”. La propuesta no sería aprobada, pero es
relevadora de un cambio en el comportamiento del CDS, el cual, sin dejar de referirse a
la transición hacia la democracia en su discurso político, lo hace de forma proactiva y no
solo defensiva.
Otra categoría de víctimas es la de los “ciudadanos nacionales sujetos a trabajos
forzados en el campo de concentración del Tarrafal”, municipio situado en Cabo Verde.
Como en el primer caso, las víctimas que se encuadren en esta categoría pueden
beneficiarse tanto de una compensación financiera como de un “reconocimiento público
por la República Portuguesa por servicios relevantes en nombre de la libertad y la
democracia”. Curiosamente, a pesar de que se trata del único campo de concentración que
desarrolló sus funciones en los territorios portugueses, y de que sus memorias fueron las
primeras en publicarse en 1974 (LOFF, 2015), su reconocimiento de facto por el
parlamento portugués se llevó a cabo tan solo por medio de un artículo de la Ley del
presupuesto anual del Estado en 1986.25 Más aún, a diferencia de los demás presos
políticos en Portugal, los convictos políticos del Tarrafal, que no era sino una colonia
penal, forzados a trabajar durante ocho horas diarias, jamás vieron recompensada su labor.
El Estado portugués también ha reconocido como merecedores de reparación a
todos aquellos “que participaron en la revuelta del 18 de enero de 1934”.26 Estas víctimas
fueron las primeras en ser enviadas al campo de concentración del Tarrafal. La propuesta
asociada a esta iniciativa fue aprobada unánimemente por el Parlamento, hecho que
sugiere un amplio consenso en torno a estas víctimas y la compensación que debiera serles
atribuida. El único diputado en activo que estuvo involucrado en los sucesos acaecidos
en esa fecha, Edmundo Pedro (perteneciente al grupo parlamentario del PS en el momento
de ser aprobada la reparación mencionada), afirmó que sería deseable que iniciativas
como la del PCP partiesen de todos los grupos parlamentarios y no de un partido aislado

25
Ley 49/86, de 31 de diciembre (DR I, Série A, 31/12/1986), Orçamento de Estado para 1987. Hasta en
dos ocasiones fueron introducidas alteraciones relativas a los plazos para solicitar la compensación (Ley
101/89, de 29 de diciembre (DR I 298, Série A, 29/12/1989), Aprova o Orçamento do Estado para 1990;
Ley 75/93, de 20 de diciembre (DR I 295, Série A, 20/12/1993), Aprova o Orçamento do Estado para 1994.
26
Decreto-Ley n. 26/89, de 22 de agosto (DR 192/89, Série I, 22/8/1989), Atribuição de uma subvenção
vitalícia aos cidadãos que participaram na revolta de 18 de janeiro de 1934.

129

con el fin de suscitar un consenso sobre determinados asuntos. En este sentido, creemos
apropiado reproducir textualmente unas declaraciones del diputado citado:

Estoy convencido de que la derecha portuguesa, aquí representada en este


Parlamento por el CDS, se reconvirtió completamente a la democracia. No tengo
dudas de que la derecha portuguesa repudia los crímenes, algunos de los cuales ni
siquiera conocía, llevados a cabo por el régimen de Salazar.

Esta afirmación parece suscribir la idea de que la ausencia de un verdadero partido


postsalazarista hace que los debates sobre el pasado no tengan mayores repercusiones, de
manera que iniciativas como la referida deberían ser apoyadas unánimemente por todos
los grupos parlamentarios. Sin embargo, la realidad es que la derecha portuguesa muestra
dificultad a la hora de posicionarse en este tipo de debates. Un buen ejemplo es el caso
del PSD, el cual afirmó en esa ocasión haber dado su aprobación a la iniciativa indicada
por razones “humanitarias y sociales”.
Ateniéndonos a los datos proporcionados por la Dirección General de
Jubilaciones, en 2015 se pagaban 83 pensiones por méritos excepcionales, 36 a quienes
estuvieron en el Tarrafal y solamente 2 a represaliados por su participación en los sucesos
del 18 de enero de 1934. Estas cifras sugieren que los mecanismos creados como
reparación a los damnificados por el Estado Novo sirven hoy a un muy reducido número
de individuos, bien por haber transcurrido muchos años desde el final de la dictadura,
bien por desconocimiento de la existencia de dichos mecanismos. No existen datos
rigurosos sobre los beneficiarios de la ley 20/97 pero, de acuerdo con lo expuesto por uno
de los miembros de la Comisión Interministerial que evalúa y aprueba las solicitudes,
desde 1998 se han tramitado miles de solicitudes con una tasa de aprobación que ronda
el 75%.
A fin de comprender mejor la actitud de las víctimas ante los mecanismos
existentes y ante la justicia transicional portuguesa en general, realizamos en el Instituto
de Ciências Sociais una encuesta en línea a una parte de las víctimas que sufrieron
detención o prisión -Memória da Oposição e Resistência ao Estado Novo 2016-
clandestinidad o exilio, o que fueron desertores o refractarios (N=134)27. Entre los

27
Coordinación: Filipa Raimundo. Colaboración: Sofia Serra da Silva y Joana Morais. La consulta por
encuesta ICS Memória da Oposição e Resistência ao Estado Novo 2016 fue puesta a disposición de los
interesados a través de Internet tras enviarles una invitación particular por correo electrónico siguiendo la

130

encuestados, el porcentaje de los que solicitaron acogerse a las medidas recogidas en
cualquiera de las leyes anteriormente mencionadas es de aproximadamente el 44%; es
decir, menos de la mitad de los ciudadanos que participaron en la encuesta. Entre aquellos
que resultaron beneficiados por las medidas de reparación, la ley que permite el cómputo
especial de tiempo a efectos de jubilación por períodos vividos en clandestinidad o en
prisión ha sido, de hecho, la más solicitada.
Cuando se les preguntó acerca de la tasa de éxito de los requerimientos entregados,
más del 80% manifestaron haber conseguido la reparación/regularización requerida, e
incluso en algunos casos concretos (regularización de la situación militar de los
refractarios) ese porcentaje alcanza el 100%. La elevada tasa de aprobación de estas
solicitudes entre los encuestados sugiere que los instrumentos creados por el régimen
democrático parecen funcionar correctamente.
No obstante, a pesar de la aparente eficacia de los mecanismos creados para
reparar y compensar a quienes sufrieron represión u otro tipo de consecuencias debido a
sus posiciones político-ideológicas durante la vigencia del Estado Novo, cerca del 72%
de los encuestados considera que las víctimas todavía no han obtenido el reconocimiento
que merecen. Esta apreciación puede deberse al hecho de que los individuos consideren
que la reparación y la compensación financiera están lejos de ser suficientes como forma
de reconocimiento por su lucha por la democracia y la libertad.
Conviene apuntar que la denominada Comissão do Livro Negro sobre o Regime
Fascista ha sido la versión más cercana que pudo ofrecer Portugal respecto de la clásica
Comisión de la Verdad. Argentina, Sudáfrica, Chile, Brasil, son algunos ejemplos de
países que crearon Comisiones de la Verdad con el objetivo de difundir la realidad

técnica de muestreo denominada snowball. La encuesta fue completada entre el 14 de marzo y el 8 de abril
de 2016. El universo o conjunto sometido a estudio estadístico está constituido por individuos que, por
motivos político-ideológicos, habían sufrido una o más consecuencias, las cuales variaban de acuerdo con
las circunstancias particulares: prisión o detención, exilio, clandestinidad, apartamiento de la función
pública, expulsión del sistema educativo, y haber sido desertores o refractarios. En cuanto al tipo de análisis,
no ha existido contacto previo con el grupo de encuestados escogidos deliberadamente, la muestra es no
aleatoria y ha sido diseñada a través de una red de contactos con asociaciones temáticas. Tras un primer
contacto telefónico, las invitaciones fueron enviadas por correo electrónico a los miembros de esas
asociaciones de acuerdo con la técnica snowball. Es decir, tras ser identificados los individuos que forman
parte del universo, se les solicita que identifiquen a otras personas de la misma población que entren dentro
de los parámetros indicados y, de esta manera, se repite el proceso. Los conceptos y las preguntas presentes
en el cuestionario fueron evaluados previamente mediante la realización de Focus-groups de 6 a
9 individuos realizados en el Instituto das Ciências Sociais de la Universidad de Lisboa en febrero de 2016.
La muestra está compuesta por 131 encuestados de edades comprendidas entre los 50 y los 91 años, lo que
arroja una media de edad correspondiente a 70 años. El 78,5% de los encuestados pertenece al sexo
masculino. La tasa de respuesta se eleva al 87%.

131

subyacente en las dictaduras del siglo XX. Estas comisiones tienen habitualmente un
impacto muy significativo en las sociedades donde se implementan, aunque generen
controversia y discordia. En Argentina, la Comisión Nacional sobre la Desaparición de
Personas publicó el famoso informe titulado “Nunca Más”, que fue también el nombre
dado al programa de televisión a través del cual se divulgaron los resultados de la
investigación acerca de la dictadura militar. En Sudáfrica, la Comisión para la Verdad y
la Reconciliación creada tras el fin del apartheid sirvió como amplificador de las voces
de cientos de víctimas y también de represores, al tiempo que difundía mediante la radio
y la televisión los testimonios que debían contribuir a la reconciliación en ese país. En
Chile, la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación concluyó que el régimen de
Pinochet había sido responsable de la muerte de más de dos mil personas por motivos
político-ideológicos, dato que contribuyó a la incriminación y posterior enjuiciamiento
de los autores de los crímenes. En cuanto a Brasil, en el año 2011 fue constituido uno de
los más recientes organismos de investigación, la Comissão Nacional da Verdade, cuyos
esfuerzos han quedado plasmados en la publicación de tres volúmenes tras realizar una
extensa investigación sobre las víctimas y los responsables de los abusos ejercidos entre
1946 y 1988.
En el caso portugués, la Comissão do Livro Negro… fue propuesta por el entonces
primer ministro Mário Soares para dar respuesta al “profundo y generalizado sentimiento
de la necesidad de constatación y de la reposición de la verdad histórica” y para “aclarar
la opinión pública sobre las violencias y abusos practicados durante casi medio siglo en
Portugal, así como sobre los actos políticos y los actos de gobernanza que condujeron al
país a una situación de crisis nacional”, como indica el preámbulo del texto legislativo
correspondiente. Durante la década de los ochenta del siglo pasado, la comisión publicó
22 informes sobre diversos temas; entre ellos, los referidos a trabajo, sindicatos y huelgas,
legislación represiva y antidemocrática, libros prohibidos, discriminación política en el
empleo, estudiantes, prohibición de venta de la revista norteamericana Time, elecciones,
política de información, presos políticos y correspondencia entre Salazar y personalidades
relevantes del régimen (Quirino de Jesús, Craveiro Lopes, Assis Gonçalves y Pedro
Teotónio Pereira).
Por nuestra parte, transmitimos a través de la encuesta el deseo de averiguar hasta
qué punto los trabajos de esta comisión han conseguido fijarse en la memoria colectiva
de los portugueses y en qué medida el organismo de investigación portugués ha tenido
una dimensión semejante a la de otras comisiones. El 46% de los encuestados admitió no

132

conocerlos, lo cual es sorprendente y revelador acerca del impacto de los informes
publicados por la Comissão do Livro Negro… a lo largo de los años ochenta. Aunque no
disponemos de datos relativos al conjunto de la ciudadanía portuguesa, podemos estimar
que el porcentaje en ese caso presente un valor muy superior al de las víctimas que
aceptaron responder a nuestras preguntas, toda vez que los individuos que hayan sufrido
represión u otras consecuencias personales como resultado de sus convicciones político-
ideológicas serán sin duda quienes tengan mayor conocimiento sobre todo lo que esté
asociado con la memoria de la dictadura en Portugal.

4. Humberto Delgado y la toponimia portuguesa


En abril de 2016, el Ayuntamiento de Badajoz aprobó la propuesta de atribuir el
nombre de Humberto Delgado (así como el de su secretaria) a una de las calles de aquella
ciudad. La decisión fue aprobada por unanimidad tras una petición de la Asociación para
la Recuperación de la Memoria Histórica de Extremadura. Desde hace varios años, los
temas de la toponimia y de la simbología del franquismo han adquirido un relieve singular
entre las cuestiones de la memoria histórica en España. Por el contrario, ese tema ha sido
poco debatido en Portugal y aún menos recogido en los estudios académicos existentes
sobre la memoria histórica y la justicia transicional.
La inclusión de Humberto Delgado en el callejero de Badajoz surgió el mismo año
en que el gobierno de Portugal -un gobierno minoritario liderado por el Partido Socialista-
tomó la decisión de modificar la denominación del aeropuerto de Lisboa, el cual pasaría
a ser conocido como Aeroporto Humberto Delgado. El cambio de denominación se
produjo en mayo de 2016, mes en el que Delgado hubiese cumplido 110 años de edad.
De esta forma, el que un día fuera general de la Fuerza Aérea Portuguesa resultó
distinguido y entró a formar parte la toponimia de la ciudad. Sin embargo, hemos de
subrayar que, con anterioridad a ese evento, el nombre de este militar portugués no
resultaba desconocido en la toponimia nacional. Un análisis del territorio portugués en su
totalidad arroja un resultado de 119 calles y caminos con el nombre de Humberto
Delgado. Y, entre otros datos dignos de mención, el análisis también permite comprobar
la existencia de un número similar de calles cuyos nombres están asociados a la elite

133

política del Estado Novo.28 El análisis de la distribución geográfica de unas y otras29
muestra que las calles con el apellido “Delgado” se concentran fundamentalmente en
torno a las dos mayores ciudades del país -Lisboa y Oporto-, así como en el distrito de
Santarém, de donde era oriundo el general. La investigación demuestra que, en la mayoría
de los casos, la atribución del nombre de Humberto Delgado se habría efectuado entre
1974, año en que fue extinguida la dictadura, y 1990, año en que Mário Soares, en calidad
de presidente de la República, concedió el grado de mariscal al hasta entonces general
Humberto Delgado (iniciativa en virtud de la cual obtuvo un voto de felicitación por parte
de la Assembleia da República), pues son pocas las calles que lo identifican por el título
que le fue asignado póstumamente. En el caso de las denominaciones de las calles ligadas
al Estado Novo, el patrón es distinto, de forma que identificamos una dispersión de
nombres que recorre el litoral y el interior, aunque con particular incidencia en distritos
como Leiria y Aveiro. En este sentido, hay que hacer notar que estos dos distritos han
sido dominados desde los años de la transición por gobiernos locales del PSD. Y, en
ambos casos, también se puede reconocer una clara división entre el norte y el sur del
país, de modo que el norte se muestra más propenso en el uso de la toponimia para honrar
a los opositores a la dictadura, pese a que, en paralelo, sea más condescendiente con la
pervivencia de homenajes a quienes ayudaron a construir y mantener un régimen no
democrático.

5. Conclusiones
En el presente artículo hemos procurado analizar las medidas de justicia
transicional en Portugal a lo largo de cuarenta años de democracia, con especial énfasis
en dos tipos de políticas: medidas de reparación de las víctimas y toponimia. Tomando
como punto de partida el caso del general Humberto Delgado, hemos expuesto dos
aspectos relativos a las políticas adoptadas en lo tocante al pasado autoritario. En primer
lugar, mediante el análisis de las iniciativas legislativas presentadas en la Asamblea de la
República desde 1976 hemos demostrado el enfoque cauteloso y progresivo adoptado por
el Parlamento en relación con la reparación y con el reconocimiento de las víctimas de la

28
Los resultados obtenidos incluyen los siguientes nombres: Oliveira Salazar, Américo Tomáz, Carmona,
Marcelo Caetano, Cancela de Abreu, Rafael Duque, António Ferro, Arantes e Oliveira, Manuel Rodrigues
Júnior, Frederico Ulrich, José Machado Vaz, y 28 de Maio.
29
Los datos recogidos están disponibles en el siguiente enlace:
https://pt.batchgeo.com/map/7fb1ef28e72a231f6e4f2cbd1e4c7ba3 y también aquí:
https://batchgeo.com/map/835072efba71bf8fe6b5bd7e8dc8b25c

134

dictadura. Ciertamente, el Parlamento ha revelado una voluntad moderada en la
introducción de nuevas políticas, si bien en el cómputo global se ha mostrado
relativamente unido y unánime frente a las medidas propuestas. Por último, a través del
análisis de la toponimia asociada tanto al nombre de Humberto Delgado como a los
nombres vinculados a la élite política del Estado Novo, es plausible señalar que existe una
división de criterio entre el norte y el sur de Portugal.

135

La depuración en Francia

Olivier Wieviorka
École Normale Supérieure de Cachan

“Toda la historia es historia contemporánea” afirmó Benedetto Croce con una


frase que pasó a la posterioridad. La depuración en Francia no escapa a esta ley de hierro
en la medida en que los retos historiográficos y de la memoria se han desplazado a lo
largo del tiempo.
Hasta los años 80, los debates se focalizaron en gran parte en la cuestión del
balance. Pero la batalla de las cifras escondía en realidad una controversia que tendía a
denigrar o a defender las medidas tomadas en el momento de la Liberación. Unos,
siguiendo a Robert Aron, afirmaron que Francia conoció de 30. 000 a 40. 000 ejecuciones
sumarias1. Se inclinaban en dibujar el verano de 1944 y los meses que siguieron con los
colores más oscuros, afirmando que Francia había vivido un baño de sangre y que
numerosas ejecuciones ocultaban en realidad sórdidos ajustes de cuentas. Publicada en
1948, la novela de Marcel Aymé, Uranus, simbolizó esta tendencia con tanta fuerza que
su autor fue censurado ya en 1946. No es que hubiese colaborado en sentido estricto,
porque nunca tomó parte en la defensa del nazismo en sus escritos. Sin embargo, había
escrito en publicaciones colaboracionistas durante los “años oscuros” y apoyó perinde ac
cadaver a sus amigos Robert Brasillach y Maurice Bardèche, lo que explica la animosidad
hacia su persona en los días siguientes a la Liberación. Otros, sin embargo, estimaron que
la depuración fue mal aplicada. Había alcanzado únicamente a personajes de segunda fila,
sin llegar a los principales responsables. Esta tesis fue defendida, entre otros, por los
comunistas. “Contrariamente a ciertas afirmaciones” explicaba Gaston Plissonnier en
1991, “Francia es el país occidental donde la depuración fue más leve […]. ¡Cuántos
escaparon a la justicia o fueron condenados de forma simbólica! No hablo de los
subalternos. Pienso en los que entregaron a nuestra juventud al STO (Service du Travail
Obligatoire), en ciertos jueces de tribunales de excepción que golpearon ferozmente a los
resistentes”.2 Otros, finalmente, adoptaron, como los gaullistas y los demócratas

1
ARON, Robert, Histoire de la Libération de la France. Juin 1944-mai 1945, Bruxelles, Marabout, 1984,
(1ère éd. 1959) p. 655
2
PLISSONNIER, Gaston, entrevista, citado en WIEVIORKA, Olivier, Nous entrerons dans la carrière.
De la Résistance à l’exercice du pouvoir Paris, le Seuil, 1994, p. 194.

136

cristianos, una vía intermedia. Aun reconociendo las imperfecciones de la acción
emprendida, subrayaron que la justicia, en definitiva, había actuado. Pierre-Henri
Teitgen, Ministro de Justicia entre 1945 y 1946, afirmaba también en 1991 que la
depuración había sido realizada “tan bien como fue posible y mejor de lo que me temía
bajo la Ocupación”3.
Estos debates cobraron fuerza de nuevo en l’hexagone en 1994 durante el juicio
interpuesto al miliciano Paul Touvier, y anteriormente, en 1987, con motivo del juicio al
exjefe de la Gestapo de Lyon, Klaus Barbie. Las perspectivas no eran, sin embargo, las
mismas. Por una parte, se levantaron voces para deplorar que los responsables franceses
de la solución final, Jean Leguay o René Bousquet, hubiesen escapado a la justicia. Así,
la centralidad adquirida por la Shoah llevaba a pensar que la depuración había, en gran
medida, salvado a los criminales más abyectos, visión que la indulgencia manifestada por
François Mitterrand, presidente de la República pero igualmente amigo del antiguo
secretario general de la Policía René Bousquet, no hizo más que reforzar. Los
historiadores, por otra parte, se esforzaron en ampliar el marco de su reflexión,
comparando Francia con otros países europeos, un análisis que no se había producido
hasta entonces. Henry Rousso siguió esta línea en un artículo básico publicado por la
revista Vingtième siècle en 1992.4
Con la caída del Muro de Berlín, el derrumbe de las dictaduras suramericanas y el
fin del régimen de apartheid, la reflexión incita a ir más allá del marco de l’hexagone para
analizar el caso francés desde la perspectiva de las “justicias transicionales” que marcaron
estos países en el curso de las tres últimas décadas.

1. Mecanismos
Contrariamente a lo que se cree, la depuración, lejos de golpear únicamente a
algunos subalternos, fue un fenómeno masivo. Realmente, tuvo dos partes bien
diferenciadas. Por una parte, juzgó a los hombres y a las mujeres que, habiendo cometido
crímenes o delitos, eran enjuiciables ante los tribunales. El dispositivo concebido por el
Gobierno provisional de la República francesa previó cuatro tipos de jurisdicciones.
Establecidos el 26 de junio de 1944, las Cours de justice o Tribunales especiales de

3
TEITGEN, Pierre-Henri, entrevista, citado en ibid., p. 97.
4
ROUSSO, Henry, « L’épuration en France : une histoire inachevée », en Vingtième siècle. Revue d’histoire
n° 33, janvier-mars 1992, p. 78 sq.

137

justicia juzgaron todo lo que provenía de la colaboración y dispusieron para ello, de un
amplio abanico de sanciones yendo de la pena de muerte a la degradación nacional. Las
Cámaras cívicas sólo trataban los delitos menores y no podían aplicar más que la pena de
degradación nacional. Un alto Tribunal de Justicia, instituido el 18 de noviembre de 1944,
se encargó de los grandes jerarcas de Vichy – ministros, secretarios generales y otros
delegados. Antes de la instauración de estas jurisdicciones y después de su disolución,
intervinieron los tribunales militares. Además de a ciudadanos franceses, esta justicia
militar juzgó a ciudadanos extranjeros (alemanes e italianos, sobre todo), culpables de
crímenes de guerra o de crímenes contra la humanidad. Su cometido, aquí expuesto,
permanece hoy desconocido en la medida en que el acceso a los archivos militares de Le
Blanc es un verdadero camino de espinas, más aún cuando la catalogación ayuda muy
poco a los investigadores en su intento de abrirse camino.
Una depuración profesional superó esta depuración judicial. El individuo era
entonces acusado, no de haber cometido un crimen o un delito, sino de haber tenido un
mal comportamiento en el ejercicio de su oficio, lo que se denominaba entonces el “deber
de Estado”. Un cineasta podía, por ejemplo, haber contribuido en una película de
entretenimiento filmada por la firma alemana Continental. Si bien esta conducta no era
punible desde el punto de vista penal o correccional, sí que podía considerarse censurable
y llevar al gremio a sancionarla. Cada gremio se dotó entonces de una Comisión de
depuración profesional o interprofesional que se pronunciaba sobre los casos que le eran
sometidos y que pronunciaba penas diversas (revocación o amonestación por ejemplo).
Finalmente, Comités de confiscación de ganancias ilícitas confiscaron, como su nombre
indica, los beneficios juzgados ilícitos.

2. Enfoque estadístico
Si el balance global sigue siendo difícil de determinar, sí disponemos de algunas
cifras contrastadas. La depuración llamada salvaje, al principio, provocó de 8.000 a 9.000
víctimas.5 El 80% de los actos fueron cometidos antes o durante la liberación y pueden,
en función de este postulado, ser considerados como actos de guerra. Después, todo indica
que la justicia francesa dictó alrededor de 7.000 penas capitales, de las cuales un mínimo
superior a 1.500 fueron ejecutadas6. Por otra parte, 350.000 personas fueron amenazadas
de alguna acción judicial, pero el 60% de los expedientes fueron archivados por falta de

5
ROUSSO, H., « L’épuration… », art. cit., p. 83.
6
ibid, p. 95.

138

pruebas. Los 125.000 individuos procesados por los tribunales de Justicia fueron, por su
parte, condenados a trabajos forzados (13.339), a reclusión criminal (2.044), a pena de
prisión (22.883) o a degradación nacional (3.578). Las Cámaras cívicas, por su parte,
sancionaron a 46.645 personas, pero exculparon a 19.453, señalando a la vez 3.184
individuos por hechos de resistencia.
La depuración profesional fue igual de masiva. De 1 a 1,5 millones, 120.000
sanciones administrativas habrían sido pronunciadas. En el ejército, 15.000 oficiales
tuvieron que dejar el uniforme en contra de su voluntad, especialmente entre 1946 y
19497. El 31 de diciembre de 1945, cerca de un policía de cada cinco fue sancionado y
cerca de uno de cada diez fue cesado de la Seguridad Nacional8. Lejos de golpear
únicamente a los segundos escalones, la purga afectó primero a los jefes. La alta jerarquía
fue destituida en un 37%, los comisarios en un 14,7%, mientras los guardias y los
brigadieres en un 2,66%9.
Estas cifras lo indican, la depuración fue un fenómeno de masas, porque además
fue acompañada de una depuración clandestina: sin pasar ni ante los tribunales, ni ante
las comisiones de depuraciones, miles de francesas y franceses fueron de hecho
castigados por su actitud, real o imaginaria. Ejemplo perfectamente visible: los rapados
alcanzaron a unas 20.000 mujeres10. Si el hecho de haber mantenido una relación
sentimental con el enemigo fue una de las causas, otros muchos cargos pesaron también:
la delación o el hecho de haber trabajado para el ocupante fue una evidencia muy a
menudo olvidada11. Igualmente, miles de individuos, de 50.000 a 60.000 a finales de
194412, sufrieron una detención administrativa, aunque no hubiese cargos precisos contra
ellos. Es cierto que esta medida sirvió a veces para evitar que la ley de Lynch se aplicara
a personas cuyo comportamiento pudiera haber sido motivo de venganza pública.
Protegió, por tanto, a inocentes. Sin embargo, por regla general, “la restricción de libertad
a los sospechosos que la ley penal hubiera exculpado es pensada por los poderes locales
y vista por los responsables gubernamentales, como un instrumento subsidiario de

7
D’ABZAC-EPEZY, Claude, “Epuration et rénovation de l’armée” en BARUCH, Marc Olivier (dir.), Une
poignée de misérables. L’épuration de la société française après la Seconde Guerre mondiale, Paris,
Fayard, 2003, p.462-463.
8
BERLIERE, Jean-Marc y DE CHABRUN, Laurent, Les policiers français sous l’Occupation, Paris,
Perrin, 2001, p. 325.
9
Ibid, p. 326.
10
VIRGILI, Fabrice, La France « virile ». Des femmes tondues à la libération, Paris, Payot, 2000, p. 77.
11
ibid, p. 22 sq.
12
BERGERE, Marc, Une société en épuraton. Epuration vécue et perçue en Maine-et-Loire. De la
Libération au début des années 50, Rennes, Presses universitaires de Rennes, 2004, p. 171.

139

represión judicial, y una manera de extender la cárcel fuera de sus muros”13. Resumiendo,
la detención administrativa permitió sancionar a individuos cuyo comportamiento,
juzgado condenable, con razón o sin ella, no era siempre motivo para ser perseguible
judicialmente. Una camarera en un establecimiento de bebidas fue, por ejemplo, internada
durante once meses por una relación amistosa con un alemán14, objeto quizás escandaloso
que posiblemente no merecía, desde el punto de vista penal, un castigo tal.
De igual modo, personas sospechosas, hayan escapado o no de la justicia, fueron
afectadas por medidas indirectas. Magistrados fueron por ejemplo cesados, o trasladados
en contra de su voluntad. “Existen también estas sanciones imperceptibles e
insignificantes, para otros, pero tan transcendentales y dolorosas en un mundo profesional
obsesionado por el rango y las promociones: los retrasos en la promoción, los
desplazamientos de la Fiscalía, lugar de realización de las carreras profesionales más
importantes hacia los servicios centrales, los traslados de un puesto de dirección
individual hacia una función colectiva o subordinada”15. Estas estigmatizaciones
marcaron el mundo de la magistratura pero también muchas otras esferas – la enseñanza
por ejemplo.
Resumiendo, según confirman estos datos, la depuración fue incontestablemente
un fenómeno de masas que golpeó a centenares de miles de franceses y en este sentido se
diferencia completamente del caso italiano. De 394.000 funcionarios investigados hasta
febrero de 1946, 1.580 fueron destituidos; en el verano de 1946, todas las sentencias de
encarcelamiento de menos de cinco años fueron anuladas y los prisioneros liberados.
Finalmente, solamente 92 penas de muerte fueron dictadas16. “Más de un año tras su
liberación, numerosas colectividades locales de la Italia del sur eran aun dirigidas por los
mismos alcaldes, los mismos jefes de policía y los mismos terratenientes que utilizaban
medidas brutales y represivas para oprimir a las poblaciones como lo habían hecho
durante los años de Mussolini”17. La indulgencia de la cual se beneficiaron estos fascistas,
a pesar de los crímenes cometidos, explica el alto grado de violencia que asoló la
península. La depuración llamada salvaje habría provocado la muerte de 12.000 a 20.000
fascistas, o presumidos como tales18, una cifra muy superior a las estadísticas francesas.

13
Ibid., p. 172.
14
Ibid., p. 172.
15
BANCAUD, Alain, “L’épuration des épurateurs: la magistrature” en BARUCH, M.O., op. cit., p. 191.
16
LOWE, Keith, L’Europe barbare, Paris, Perrin, 2013 (ed. ingl. 2012), p. 181
17
Ibid, p. 180.
18
Ibid, p.179.

140

Y los estallidos se multiplicaron. En Schio (Vicenze), los partisanos entraron en la cárcel
de la ciudad y mataron a 55 presos. El 18 de septiembre de 1944 tuvo lugar el juicio de
Pietro Caruso, jefe de la policía de Roma, que había ordenado las redadas de judíos y
entregado a los alemanes los 335 prisioneros destinados a ser abatidos en las Fosas
Ardeatinas en réplica a un atentado cometido en via Rasella el 23 de marzo de 1944. El
juez suspendió la vista argumentando que la audiencia era demasiado numerosa. Pero la
muchedumbre reconoció entre el público a Donato Carretta, jefe de la prisión Regina
Coeli. Lo lincharon, lo arrastraron hasta el Tíber y lo echaron a sus aguas19.
Es cierto que estos alborotos también se produjeron en Francia. El 26 de octubre
de 1944, dos condenados a muerte, indultados por de Gaulle, fueron sacados de la prisión
de Maubeuge y pasados sin demora por las armas. El 29 de octubre de 1944, el comisario
de la República Yves Farge descubrió en Lyon una cárcel clandestina donde diecinueve
colaboradores estaban secuestrados sin orden de detención. El 2 de junio de 1945, un
hombre fue también colgado en Cusset, en el departamento de Allier, sin ningún tipo de
juicio. Pero estos ejemplos responden a la excepción y no a la regla, lo que no significa
por ello que la depuración esté exenta de críticas.

3. Los puntos débiles


El proceso dio pie a la impugnación en la medida en que, ante todo, violaba
principios jurídicos intangibles. De hecho, se basaba en textos en parte retroactivos que
definían, a posteriori, la naturaleza de la falta. Es cierto que el Código penal de 1939
proporciona el fundamento de las inculpaciones. Reprimiendo los actos “nocivos a la
defensa nacional”, “la colaboración con el enemigo” y “el atentado contra la seguridad
exterior del Estado”, sus artículos 75 a 86 ofrecían el marco jurídico requerido para
castigar el crimen de colaboración. Pero estos textos no tenían en cuenta ni la delación ni
la obediencia al régimen de Vichy. Fue necesario, por tanto, adoptar otras disposiciones,
lo que se hizo en 1944. La ley entonces tomó en cuenta los actos cometidos a partir del
17 de junio de 1940, fecha de la formación del gobierno Pétain, lo que presentaba la
ventaja de sacralizar el movimiento gaullista, pero transformaba en delito, véase en
crimen, el simple hecho de haber obedecido a un régimen del que, al principio, pocos
franceses, cuestionaban la legalidad. Sancionaba por ejemplo a los funcionarios que
debían, no obstante, servir el régimen lealmente, fuese cual fuese su color. En realidad,

19
BEHAN, Tom, The Italian resistance. Fascists, Guerillas and the Allies, Londres, Pluto Press, 2009,
p.109-110.

141

sin embargo, los jueces se mostraron lúcidos. Tendieron sobre todo a castigar no la
obediencia, juzgada normal visto el contexto, sino el celo, es decir, el hecho de haber
sobrepasado lo que el Estado tenía derecho a esperar de sus fieles servidores.
El poder fue, por otra parte, acusado de haber ejercido una justicia de vencedores.
De hecho, los Tribunales de Justicia, estaban compuestos de cuatro miembros designados
por los Comités Departementaux de Libération y la Corte Suprema fue formada
paritariamente por antiguos parlamentarios y miembros de la Resistencia. Esta crítica,
fundada, merece sin embargo ser matizada. Por una parte, en efecto, los magistrados
profesionales estuvieron muy presentes y un juez de profesión presidía las Cours de
justice por ejemplo. Y, sobre todo, los tribunales debían respetar las normas dictadas por
los poderes públicos. Por último, el derecho de indulto, primero encomendado a las
regiones, a los Comisarios de la República y luego exclusivamente al general de Gaulle,
modificó a veces el curso de la justicia. Si Robert Brasillach no se benefició del perdón
gaullista, Philippe Pétain escapó del patíbulo. De 2.071 recursos que le fueron
presentados, 1.303 fueron aceptados y 768 rechazados, afirma de Gaulle en sus
Memorias20.
La depuración fue, sin embargo, un proceso desigual, en el que el tiempo, el lugar
y la naturaleza del delito formaron variables no equitativas. Cuanto más pasaba el tiempo,
más se mostraba indulgente la justicia. Robert Brasillach fue fusilado en 1945 pero Louis-
Ferdinand Céline, a su vuelta de Dinamarca, fue condenado a un año de cárcel (pena ya
cumplida en Dinamarca), 50.000 francos de multa, la confiscación de la mitad de sus
bienes y la degradación nacional. Igualmente, la justicia persiguió a 12 habitantes de cada
10.000 en Limoges contra 44 de cada 10.000 en Orléans21. El 7% de los inculpados fueron
absueltos en Montpellier, el 25% en Caen22. Al unísono, la justicia golpeó a menudo más
duramente a los humildes que a los poderosos que, disponiendo de recursos financieros e
intelectuales, preparaban mejor sus expedientes y utilizaban todas las sutilezas jurídicas
para demorar los plazos. Así, la justicia en Valenciennes exculpó a un tercio de los
patronos pero, por el contrario, sólo a la décima parte de los obreros23. Simone Delb, una
mecanógrafa que había estado al servicio de Jean Hérold-Paquis, fue condenada a trabajos

20
DE GAULLE, Charles, Mémoires de Guerre, t. 3, Le Salut, Paris, Presses Pocket , 1980, (1ère éd. 1959),
p. 132-133
21
NOVICK, Peter, L’épuration française. 1944-1949, Paris, Le Seuil, 1991 (éd. am. 1968), p. 261.
22
Ibid., p. 261-262.
23
RIOUX, Jean-Pierre, « L’épuration en France » in L’Histoire, Etudes sur la France de 1939 à nos jours,
Paris, Le Seuil, 1985, p. 171.

142

forzados mientras que el Prefecto de la Región de Lyon, Alexandre Angeli, condenado
en un primer momento a la pena capital, salió tras un segundo juicio con 4 años de
prisión24.
Algunas profesiones, es cierto, beneficiaban a los acusados. Si era fácil de levantar
acta de acusación de un periodista o de un escritor colaborador, bastaba con reunir sus
escritos, era más arduo demostrar que un patrono se había portado mal: la investigación
podía entonces tardar meses.
Las estadísticas, igualmente, son a veces engañosas. Porque las penas dictadas no
fueron siempre aplicadas. De hecho, el poder concedió a veces indultos y reducción de
penas sobre todo, y las amnistías de 1947, 1951 y 1953 intentaron pasar página. Como
resultado, si 29.000 presos poblaban las cárceles francesas en 1946, su número cayó a
1.500 en 1952 y a 19 en 195825. En el mismo sentido, los recursos presentados ante el
Consejo de Estado permitieron a numerosos depurados obtener una reparación. Entre
1945 y 1950, el porcentaje de anulaciones fue siempre superior a la mitad de los casos:
de 50 a 73% de las sanciones fueron anuladas en su totalidad según los años y en 1957
sobrepasó incluso el 80%26. El Palais-Royal tuvo así tendencia a deshacer lo que los
jueces de la Liberación habían decidido, señal de que ciertas elites se mostraban
solidarias, en nombre de un interés de casta, de algunos reprobados.
Al unísono, el proceso fue en ocasiones distorsionado – por buenas o malas
razones. Algunas profesiones fueron incontestablemente cuidadas en la medida en que el
poder contaba con ellas para reconstruir Francia. La amenaza del paro ayudó a que el
expediente de la firma de construcción Sainrapt et Brice fuera, de esta manera, archivado
el 29 de septiembre de 1948 por el tribunal de justicia del Sena y su dueño, Pierre Brice,
se puso de nuevo a la cabeza de su empresa dos años más tarde27. Del mismo modo, la
depuración del ejército fluctuó en función de la coyuntura. Indulgente en 1944-1945,
mientras que la guerra contra el Reich seguía, fue al contrario severa entre 1946-1947 con
el fin de deshinchar sus efectivos pletóricos y se volvió menos drástica a partir de 1948
con motivo de la guerra de Indochina. En el mismo sentido, los cuerpos más

24
NOVICK, Peter, L’épuration…, op. cit., p. 264.
25
Ibid., p. 197-198
26
BANCAUD, Alain y BARUCH, Marc Olivier, « Vers la désépuration ? L’épuration devant la juridiction
administrative, 1945-1970 » en M.O. BARUCH, op. cit., p. 486-487.
27
DE ROCHEBRUNE, Renaud y HAZERA, Jean-Claude, Les patrons sous l’Occupation, Paris, Odile
Jacob, 2013, p. 181-183

143

especializados fueron tratados con consideración, al contrario que los menos técnicos o
excedentarios – infantería y caballería por ejemplo – que fueron más sancionados28.
La depuración, en resumidas cuentas, fue un fenómeno complejo, lo cual no es
sorprendente. Ninguna depuración es considerada como un éxito, sea juzgada como
demasiado severa o, a la inversa, demasiado generosa. Desde este punto de vista, la
historia no ha ofrecido soluciones a nuestros contemporáneos: las purgas llevadas a cabo
después de 1945 suscitan las mismas críticas y los mismos ataques, tanto en América
Latina como en la Europa post-comunista. Igualmente, tendemos a juzgar la depuración
desde la perspectiva de nuestra contemporaneidad. Los crímenes contra la humanidad no
fueron juzgados como tales; verdugos -como Carl Oberg y Helmut Knochen,
responsables alemanes de la Solución final en Francia, fueron incluso discretamente
liberados, por una orden del general de Gaulle, en noviembre de 1962. La Shoah no
detentaba en esta época la importancia que tiene hoy, lo que explica la indulgencia de la
que se beneficiaron los criminales –un motivo que pudo indignar legítimamente.
¿Se puede sin embargo distinguir una originalidad francesa –sabiendo que cada
país tiene, por definición, rasgos que le son propios? Conviene subrayar, en primer lugar,
que la necesidad de castigar generó un amplio consenso. Colaboradores como los de
Vichy, pocas veces criticaron el principio de la depuración, pero sí denunciaron sus
modalidades. Una parte de la derecha literaria utilizó así la fase de la Restauración para
invocar el derecho de abrazar “lealtades sucesivas” de las que Talleyrand fue un símbolo
vibrante. “El objetivo último es negar el error cometido reemplazando la noción
ideológica de ‘traidor’ por la categoría histórica de ‘vencido’. Un colaborador es quizás
alguien que no busca tanto decir que tuvo razón, como evitar afirmar que lo hizo mal”29.
Pero este combate, a pesar de algunos éxitos literarios, fracasó en la medida en que la
colaboración y el régimen de Vichy –aunque en menor medida– quedaron marcados con
el sello de la infamia. Nunca se trató, por otra parte, de llevar a cabo una política de
reconciliación nacional que el presidente Georges Pompidou, sin embargo, mencionó
como deseo durante una conferencia de prensa celebrada el 21 de septiembre de 1972.
“¿Vamos a mantener indefinidamente sangrantes las heridas de nuestros desacuerdos
nacionales? ¿No ha llegado el momento de correr un tupido velo, de olvidar estos tiempos
en los que los Franceses no se amaban, se despedazaban e incluso se mataban entre sí? y

28
D’ABZAC-EPEZY, Claude, art. cit., p. 438 sq.
29
SIMONIN, Anne, « 1815 en 1945 : les formes littéraires de la défaite », en Vingtième Siècle. Revue
d’histoire n° 59, juillet-septembre 1998, p.53

144

no digo esto, incluso si aquí hay espíritus malpensantes, por cálculo político, lo digo por
respeto a Francia”30. Lejos de apaciguar, esta declaración suscitó indignación y
contribuyó a amplificar la discordia.
Francia, por otra parte, se mostró a la vez más y menos severa que los otros países
europeos. En términos de condenas a muerte (39 por millón de habitantes), ésta a la
cabeza, situándose por delante de Bélgica (29), Países bajos (17), Dinamarca (13) o
Noruega (10). Las penas de prisión, por contra, la sitúan en la cola (12 por 10.000
habitantes), en comparación, por ejemplo, con Noruega (60), Bélgica (55) o Dinamarca
(40)31. Estas comparaciones, en este contexto, adolecen de un sesgo: postulan
implícitamente que la colaboración revistió en todas partes las mismas formas o la misma
intensidad, lo que atañe del engaño y falsea, en consecuencia, la comparación. Nos
inclinaríamos entonces por adoptar una vía intermedia, subrayando que la depuración de
l’hexagone no fue cosmética (a diferencia de Italia), pero fue seguramente menos severa
que en otros países (Noruega, por ejemplo).
Este panorama contradictorio refleja, por tanto, la complejidad de los años
oscuros, al menos tal como los vivió Francia. Los noruegos, a pesar de los sufrimientos
indescriptibles que les infligieron los nazis, pudieron descifrar fácilmente la situación en
la cual se encontraban situados: el rey y su gabinete habían, en efecto, abandonado el país
desde el 7 de junio de 1940 para llamar, desde Londres, a la Resistencia. En Francia, sin
embargo, el duelo que oponía a Charles de Gaulle y Philippe Pétain fue fuente de
confusión. Provocó conflictos de lealtades, legitimó la obediencia y dificultó el paso a la
resistencia, dado que, además, el Mariscal había sido legalmente investido por el
Parlamento el 10 de julio de 1940. Las autoridades debieron, entonces, por esta misma
razón, proceder con prudencia y tener presente la complejidad de la situación, de la cual
la depuración, tanto en sus fracasos como en sus logros, fue un claro reflejo

30
POMPIDOU, Georges, conferencia de prensa de 21 septiembre 1972, citado en ROUSSO, Henry, Le
Syndrome de Vichy, de 1944 à nos jours, Paris, Le Seuil, 1990, p. 145-146.
31
ROUSSO, Henry, art. cit., p. 103.

145

Crímenes fascistas y crímenes alemanes en la Italia ocupada: el difícil


camino de la justicia penal (1945-2015)

Paolo Pezzino
Università di Pisa

Tras el armisticio del 8 de septiembre, Italia fue rápidamente ocupada, en más de


la mitad de su territorio, por el ejército alemán. Entre otras consecuencias de la ocupación,
alrededor de 12.600 civiles fueron asesinados, en acciones de lo que se llamó represalia
(en realidad, a menudo se trataba de operaciones terroristas preventivas para impedir el
desarrollo de la lucha partisana), en algunos casos con la colaboración de grupos armados,
o de colaboradores y personas de apoyo a título individual, de la República Social
Italiana1. Durante el mismo período, 6.806 judíos fueron arrestados y deportados: 5.969
murieron en campos de concentración2.
Una vez acabada la guerra, se celebraron pocos procesos contra los responsables
de matanzas de civiles, ninguno basado exclusivamente en la acusación de haber
participado en el exterminio de judíos en la península italiana3. En Italia se abrió una
etapa de procesos a finales de los años noventa, después del descubrimiento en 1994 de
centenares de expedientes judiciales relativos a crímenes de guerra cometidos contra la
población italiana, archivados ilegalmente por el fiscal general militar Enrico Santacroce
en 1960, y depositados en un archivo del Palazzo Cesi, en Roma, sede della Fiscalía
general militar4.
En este ensayo, ofreceré las líneas generales de la política penal con respecto a los
crímenes de guerra cometidos en Italia, donde intervienen tres actores protagonistas: los

1
PEZZINO, Paolo “The German Military Occupation of Italy and the ‘War against Civilians’”, en Modern
Italy, June 2007, 173-188. Véase www.straginazifasciste.it (consultado el 1 de septiembre de 2016).
2
http://www.cdec.it/home2_2.asp?idtesto=185&idtesto1=594&son=1&figlio=877&level=2#Tavola_1._
_Vittime_della_Shoah_in_Italia (consultado el 25 de junio de 2015).
3
PEZZINO, Paolo, “Sui mancati processi in Italia ai criminali di guerra tedeschi”, con un anexo
documental, en Storia e Memoria, 1er semestre 2001, 9-72; De Paolis, Marco e Pezzino, Paolo, La difficile
giustizia. I processi per i crimini tedeschi in Italia 1943-2013, Roma, Viella, 2016.
4
Sobre el asunto de la paralización de los expedientes por crímenes de guerra, véanse los dos informes, de
mayoría y de minoría, de la Comisión parlamentaria de investigación sobre las causas de la ocultación de
los expedientes relativos a los crímenes nazis y fascistas, que funcionó desde 2003 a 2006 durante la 14ª
legislatura, en la dirección
http://wai.camera.it/_bicamerali/nochiosco.asp?pagina=/_bicamerali/leg14/crimini/home.htm
(consultado el 26 de junio de 2015).

146

Aliados hasta 1947, posteriormente los tribunales italianos y, de forma marginal, los
tribunales alemanes.

1. Los Aliados
La cuestión del castigo por los crímenes cometidos en Italia se entrecruza
obviamente con otra de ámbito más general como es la de las políticas penales
desarrolladas por los Aliados en lo que respecta a la Alemania nazi.
Cuando, en 1943, los Aliados estaban discutiendo acerca de las medidas que se
debían tomar para castigar los crímenes cometidos por el ejército alemán en Europa, sin
lograr alcanzar un consenso, durante una reunión en Moscú de los tres ministros de
asuntos exteriores de Estados Unidos, el Reino Unido y la Unión Soviética llegó la noticia
del asesinato de un centenar de oficiales italianos en la isla de Kos. Ello hizo que las tres
principales potencias dejaran de pisar el freno y, a iniciativa de Churchill, redactaran el
31 de octubre, y formularan el 1 de noviembre de 1943 a la conclusión de la reunión, una
declaración, conocida como la ‘Declaración de Moscú’, firmada por los tres líderes, en la
que se fijaban los criterios generales para el castigo de los crímenes cometidos por la
Alemania nazi y por sus aliados5.
Sin embargo, los defectos de desarrollo jurídico y las razones de Estado llevaron
bien pronto a un freno de las políticas de castigo. También en Italia se pasó de la
celebración de algunos procesos contra los generales alemanes a una actitud de
justificación que condujo al fin de la etapa de procesos, y a la rápida liberación de los
generales que anteriormente habían sido condenados a muerte, con la pena conmutada
más tarde por cadena perpetua.
Los ingleses, que se habían comprometido en mayor medida que los
estadounidenses con la investigación de los episodios de masacres cometidas contra
civiles, habían concluido sus indagaciones con un informe general que fue remitido por
el cuartel general aliado al Subsecretario de Estado británico del “War Office” el 11 de
agosto de 1945, junto con documentos anexos y apéndices donde figuraban los resultados
de las investigaciones. El ‘Report on German Reprisals for Partisan Activity in Italy’
relacionaba ya en el propio título las represalias con la actividad partisana, de la que

5
KOCHAVI, Arieh J., Prelude to Nuremberg. Allied War Crimes Policy and the Question of Punishment,
Chapel Hill and Londres, The University of North Carolina Press, 1998, pp. 56-57. El texto de la
Declaración se puede consultar en la dirección http://avalon.law.yale.edu/wwii/moscow.asp
(consultado el 26 de junio de 2015).

147

subrayaba su importancia y la extensión, conectando el verdadero sistema de órdenes que


dio origen a la fase más intensa de represalias contra los civiles con la preocupación
alemana por una actividad semejante. La conclusión del informe era que las represalias
no se llevaban a cabo por iniciativa de comandantes de unidades individuales, sino que
se enmarcaban en una campaña planificada y dirigida por el Cuartel General del mariscal
de campo Kesselring.
La intención de los británicos era, por tanto, preparar en Italia un imponente
proceso contra los generales alemanes considerados corresponsables, junto a Kesselring,
del sistema de órdenes que había permitido los asesinatos indiscriminados de civiles en
el transcurso de la lucha contra las bandas de partisanos. No obstante, dicho proyecto se
abandonó durante el año 1946, y únicamente se celebraron algunos procesos contra
generales concretos: contra los generales Mackensen (comandante del 14º ejército) y
Maeltzer, el 18.11.1946, condenados a muerte el 20.11.1946 por la masacre de las Fosas
Ardeatinas; el que se llevó a cabo en Padua contra el general de las SS Tensfeld, entre el
14 y el 18 de abril de 1947, por el asesinato de 17 partisanos, entre ellos un soldado
británico, cerca de Turín, y de 11 civiles en Borgo Ticino (Novara), que fue absuelto; el
de Kesselring, en Venecia, por las Fosas Ardeatinas y por las órdenes que había dictado
en relación con la lucha contra las bandas, que concluyó el 6 de mayo de 1947 con la
condena a muerte; el que se instruyó contra el general Crasemann, comandante della 26ª
División acorazada, procesado en Padua por la matanza de Padule Fucecchio, y
condenado el 13 de mayo de 1947 a 10 años por negligencia; y por último en Padua, Max
Simon, comandante de la 16ª división acorazada de granaderos de las SS, fue condenado
a muerte el 26 de junio de 1947 por una serie de matanzas llevadas a cabo por sus hombres
el verano de 1944 entre las regiones de la Toscana y la Emilia.
Con anterioridad, un tribunal militar británico había procesado al general italiano
Nicola Bellomo (pese a que tras el armisticio se había mantenido fiel a la monarquía y
había contribuido a salvar el puerto de Bari de las destrucciones programadas por los
alemanes), considerado responsable de la muerte de un prisionero de guerra británico
durante un intento de fuga en noviembre de 1941: tras ser condenado a muerte en julio de
1945, fue fusilado en la cárcel de Nisida el 11 de septiembre de ese mismo año. Del mismo
modo, el único proceso contra un general alemán seguido por un tribunal militar
estadounidense fue el del general Anton Dostler, comandante del LXXV cuerpo del
ejército alemán, procesado en octubre de 1945 por el fusilamiento sin juicio acaecido el
26 de marzo de 1944 de 2 oficiales y 13 soldados del 2677° Special Reconnaissance

148

Battalion estadounidense, que habían desembarcado el 22 de marzo de 1944 cerca de


Framura (La Spezia) para realizar sabotajes contra la línea ferroviaria en el contexto de
la “missione Ginny”. Se le consideró culpable, y fue condenado a muerte y fusilato en
Aversa el 1 de diciembre de 1945.
Si cuando se trataba de castigar los crímenes cometidos contra sus propios
soldados (aun cuando en el caso de Bellomo las pruebas aportadas no eran concluyentes)
los aliados se mostraban rápidos y severos, no se puede decir lo mismo de los
procedimientos contra los generales acusados de crímenes contra la población civil. El
resultado del proceso contra Kesselring, comandante en jefe del frente sudoeste, marcó
un punto de inflexión: desde el día siguiente a la condena a muerte del general alemán se
alzaron voces autorizadas a favor de que se conmutara la pena de muerte, entre otras la
de Churchill y la de Alexander, que escribió desde Québec al primer ministro diciéndole
que se había quedado impresionado por la sentencia y que esperaba que se conmutara ya
que Kesselring y sus soldados habían combatido “hard but clean”6. Está claro que en el
nuevo contexto internacional que se iba perfilando, la Alemania ocupada por los aliados
occidentales, la que se convertiría después en la República Federal Alemana, pasaba a ser
un hito importante de un despliegue que se contraponía claramente a otro, y por eso no
convenía insistir en el tema de los crímenes de guerra alemanes. Y el 29 de junio de 1947,
el general Harding, comandante en jefe de las fuerzas del Mediterráneo central, a quien
correspondía ratificar la pena de muerte, cambió la sentencia a muerte para los tres
(Maeltzer había fallecido en prisión entre tanto) generales alemanes por la de cadena
perpetua. El general Harding le reconocía a Kesselring que había sido un combatiente
leal, refiriéndose de forma explícita a la declaración por escrito de Alexander, así como
el derecho de proteger a sus tropas de las actividades partisanas. Añadía que en la segunda
guerra mundial había resultado difícil distinguir entre civiles y combatientes, dado que se
trataba de una guerra global y, a consecuencia de la actividad partisana, los civiles se
podían ver implicados en una acción de apoyo a los partisanos7.
El vuelco en la perspectiva que revelan las argumentaciones de Harding no podría
ser más claro. En el verano de 1944, el general Alexander, comandante de las fuerzas
aliadas en Italia, había llamado en varias ocasiones a los partisanos del centro de Italia a
una insurrección general contra los alemanes en el momento en que, tras la toma de Roma,

6
Para un tratamiento más exhaustivo, remito a BALDISSARA, Luca e PEZZINO, Paolo, Il massacro.
Guerra ai civili a Monte Sole, Bolonia, il Mulino, 2009, pp. 412 y ss.
7
NATIONAL ARCHIVES LONDON, WO, 32/15490.

149

daba la impresión de que estos últimos estaban derrotados y la consolidación del frente a
lo largo de la Línea Gótica no parecía tan segura. En los informes de los investigadores
ingleses aparece a menudo la motivación de que las matanzas contra las poblaciones
civiles llevadas a cabo por los alemanes se habían producido justamente como
consecuencia de esta actividad partisana y, por tanto, era un deber moral de quienes
habían fomentado la actividad partisana procesar a los responsables de aquellos crímenes.
Un año más tarde, se le daba la vuelta a la argumentación y el general Harding podía
escribir que la necesidad de defender al ejército propio constituía un atenuante para
Kesselring: las argumentaciones de Harding recordaban pues en gran medida a las tesis
de la defensa de aquél, llamado para que respondiera en un juicio por las órdenes
terroristas que dio y por los consiguientes comportamientos de las tropas bajo su mando.
Muy pronto, la cadena perpetua se sustituyó por penas privativas de libertad menos
severas y, en 1952, tanto Kesselring como Mackensen fueron puestos en libertad; ocurrió
lo mismo con Simon en 1954.
En este desarrollo de los acontecimientos podemos ver la combinación de motivos
de naturaleza estrictamente jurídica, y ante todo la opinión arraigada de que cualquier
acción cometida por un militar quedaba eximida de responsabilidad penal si le había sido
ordenada por un superior suyo y guardaba, además, aunque fuera una mínima relación
con las operaciones bélicas.
Tras el final de la guerra, un elevado porcentaje de militares profesionales de todo
el mundo cerraba filas en cuanto al tema de los crímenes de guerra […] El precedente
más amenazador para los militares profesionales era el rechazo de la defensa basada en
las órdenes de los superiores; muchos creían que eso habría erosionado la cadena de
mando militar8. Esta defensa se enmarcaba luego en el nuevo clima de la guerra fría:
Donald Bloxham ha mostrado la amplitud de las acusaciones en los ambientes políticos
estadounidenses (no sólo de derecha), sobre los procesos contra representantes de las
fuerzas armadas alemanas, que en opinión de los críticos más toscos tenían una
inspiración comunista, considerándose los procesos de Nüremberg como un ataque “a la
mítica santidad de la defensa de las órdenes superiores”, un ataque que minaba la
autoridad de los oficiales en previsión de un enfrentamiento contra las fuerzas del
comunismo internacional. Esto llevaba asimismo a reafirmar la existencia de una cultura
militar europea común, a la que habría pertenecido de pleno derecho el ejército alemán

8
MAGUIRE, Peter, La contraddittoria “lezione” di Norimberga, en Baldissara, Luca e Pezzino, Paolo,
eds., Giudicare e punire, cit., nota 49 página 299.

150

también bajo el nazismo, que venía dictada por una norma “civilizada” y los valores del
occidente cristiano, volviendo a proponer de este modo “un chovinismo occidental
antieslavo de larga duración”, que se debía reafirmar contra el anticristianismo del mundo
comunista9.
Hasta la segunda mitad de junio de 1947, cuando la etapa de los procesos ingleses
se cerró de forma definitiva, sólo 49 procesos habían tenido lugar en tribunales militares
británicos, la mayor parte de ellos por maltratos o asesinatos de prisioneros de guerra de
ese país10.

2. Los tribunales militares italianos


Desde la primavera de 1946 los Aliados habían otorgado a las autoridades italianas
la posibilidad de llevar a juicio a oficiales alemanes de nivel más bajo. Sin embargo, pese
a la gran cantidad de documentación recogida sobre episodios de violencia contra civiles,
el primer proceso no comenzó hasta un año más tarde, y la cifra total de procesos fue muy
baja: únicamente en 13 de ellos se logró una sentencia hasta prinicipios de los años
cincuenta, cuando también en Italia esta fase inicial de los procesos por crímenes de
guerra estaba llegando a su fin11. Evidentemente, esos márgenes de autonomía no se
aprovecharon, teniendo en cuenta la lista de miles de informes sobre delitos que constaban
en el registro general de la fiscalía general militar12, por una decisión autónoma del
gobierno italiano.
En los primeros años de la década de los cincuenta, los dos únicos mandos
alemanes recluidos en cárceles militares italianas eran Kappler y Reder: el primero había
sido entregado por los ingleses a los italianos en julio de 1947 de acuerdo con los términos
de la declaración de Moscú, y procesado en Roma por la masacre de las Fosas Ardeatinas
junto con otros cinco oficiales y suboficiales de las SS: el 3 de mayo de 1948, el tribunal
militar lo había condenado a cadena perpetua, absolviendo a los otros acusados13.

9
BLOXHAM, Donald, I processi per crimini di guerra nell’Europa postbellica, ivi, pp. 170-171 y 175.
10
Informe elaborado por el teniente coronel P. J. H. Heycock del War Crimes Group, South East Europe, y
enviado con una carta explicativa adjunta el 26 de febrero de 1948 a The Judge advocate general de Londres
(National Archives London, WO 310/4).
11
De los trece procedimientos que llegaron a la fase de vista oral recogidos por la Comisión Parlamentaria
de investigación mencionados en la nota 4, hasta 1952 se habían llevado a cabo doce.
12
Se puede consultar en la red en la dirección http://www.regione.toscana.it/-/registro-dei-criminali-
nazifascisti-in-italia (consultado el 1 de septiembre de 2016).
13
Kappler se escaparía de manera rocambolesca del hospital militar de Roma el 15 de agosto de 1977.

151

El segundo había sido procesado en Bolonia en septiembre de 1951 por una serie
de matanzas cometidas cuando ostentaba el cargo de comandante del batallón de
exploradores de la XVI División acorazada de las SS, y condenado a cadena perpetua por
ese tribunal el 31 de octubre14. El tribunal militar de Roma todavía condenaría mediante
sentencia del 16 de octubre de 1948 al general Otto Wagener, comandante de las tropas
alemanas en la isla de Rodas, a 15 años de cárcel, y a otros 8 oficiales a penas privativas
de libertad de distinta importancia. Fueron indultados y puestos en libertad en el mayor
secreto, tras una serie de gestiones diplomáticas apremiantes realizadas por el canciller
Adenauer, en 195115. También en Roma se procesó al general Wilhelm Schmalz,
comandante de la división “Hermann Göring”, acusado junto con otras personas por
varias masacres llevadas a cabo en la Toscana. Fue absuelto por ese tribunal militar el 12
de julio de 1950.
Incluso considerando los 18 procedimientos penales cerrados durante la fase de
instrucción, la mayoría de ellos en los años cincuenta, el número total sigue siendo
increíblemente bajo16. Finalmente, en 1960 el fiscal militar general Santacroce procedió
a realizar un archivo ilegítimo de todos los numerosos procedimientos recogidos por la
Fiscalía general (el ministro de defensa de la época, en el segundo gobierno de Segni, era
Giulio Andreotti), y todos los materiales se conservaron en un archivo en la sede de la
fiscalía y no se volvieron a utilizar durante más de treinta años17.
El gobierno italiano de la posguerra mostró más interés en proteger a los
compatriotas acusados de crímenes de guerra y reclamados por distintos países
(Yugoslavia, Grecia, Etiopía y Francia): al oponerse sistemáticamente a todas las
peticiones de extradición, las mismas autoridades no podían insistir de forma razonable
en procesar en Italia a militares alemanes por crímenes cometidos en suelo italiano. La
ambigua posición del Estado Italiano, a la vez rendido sin condiciones a los aliados, pero
cobeligerante contra la Alemania nazi, con un gobierno antifascista llamado a responder

14
Reder sería indultado por Craxi el 24 de enero de 1985.
15
FOCARDI, Filippo, Criminali di guerra in libertà. Un accordo segreto tra Italia e Germania federale,
1949-1955, Roma, Carocci, 2008.
16
Cámara de Diputados – Senado de la República, XIV legislatura, Comisión parlamentaria de
investigación sobre las causas de la ocultación de expedientes relativos a crímenes nazis y fascistas,
Relazione di minoranza (ponente, el diputado Carlo Carli), pp. 148 y ss. El texto se encuentra disponible
en la dirección de internet citada en la nota 4.
17
FRANZINELLI, Mimmo, Le stragi nascoste. L'armadio della vergogna: impunità e rimozione dei
crimini di guerra nazifascisti 1943-2001, Milán, Mondadori, 2003, y GIUSTOLISI, Franco L’armadio
della vergogna, Roma, Nutrimenti, 2004.

152

por los crímenes del régimen, contribuyó a silenciar los crímenes de guerra cometidos por
los italianos con anterioridad al 8 de septiembre de 1943.
Además, en el contexto de la guerra fría y del enfrentamiento entre bloques, las
autoridades italianas –que tenían que hacer frente a una fuerte oposición interna al rearme
de la República Federal Alemana– procuraron no avergonzar a las de Alemania con la
petición de extradición de oficiales y no fomentar entre la opinión pública interna el
recuerdo de las atrocidades. Fue una línea aprobada en las más altas esferas políticas,
como lo demuestra la correspondencia intercambiada en 1956 por los que entonces eran
titulares del Ministerio de Defensa, Paolo Emilio Taviani, y del de Asuntos Exteriores,
Gaetano Martino, sobre la conveniencia de no apoyar las investigaciones de los
magistrados militares italianos sobre la isla de Cefalonia para no poner en un aprieto a los
aliados alemanes18.
Todavía en el ámbito de la guerra fría se sitúa la utilización de excriminales de
guerra alemanes en el seno de la estructura de los servicios secretos estadounidensese. El
fenómeno, debe reconocerse, no fue amplio (o, al menos, la comisión parlamentaria no
logró encontrar huellas de un fenómeno sistemático en los archivos estadounidenses),
pero de todos modos los pocos casos surgidos son significativos, ya sea por el rango de
los militares utilizados o porque resultan indicativos de otras prioridades con respecto al
castigo de los crímenes cometidos durante el transcurso de la segunda guerra mundial,
que ahora se veían como algo perteneciente al pasado.

2.1. El castigo de los crímenes fascistas


Recordemos que Mussolini y algunos jerarcas fascistas huidos (Roberto Farinacci,
Achille Starace, Alessandro Pavolini, Fernando Mezzasoma y otros de menor relevancia
política) fueron detenidos por los partisanos en el lago de Como, cerca de la frontera
suiza, y fusilados.
Tras el fin de la guerra, junto a los mecanismos legales, inmediatamente después
de la insurrección nacional, y durante algunos meses, se puso en marcha un ajuste de
cuentas sangriento e incontrolado con los fascistas o con aquellas personas que tenían
vínculos con los ocupantes alemanes, durante el cual fueron asesinados, sin juicio o tras
juicios sumarios celebrados ante tribunales partisanos, varios miles de fascistas. Las
estimaciones varían, dependiendo de las fuentes, entre 10.000 y 15.000 víctimas.

18
Véase el citado Informe de minoría del diputado Carli en las páginas 222-229.

153

El Tribunal Superior de Justicia fue creado en virtud del artículo 2 del Decreto
legislativo lugartenencial de 27 de julio de 1944, nº 159, Sanciones contra el fascismo.
Lo componían un presidente y 8 miembros “nombrados por el consejo de ministros entre
altos magistrados, en activo o jubilados, y entre grandes personalidades de rectitud
incuestionable”. Su función debería haber sido la de procesar a los miembros del gobierno
fascista y a los jerarcas culpables de “haber anulado las garantías constitucionales,
destruido las libertades del pueblo, creado el régimen fascista, comprometido y
traicionado la suerte del país, y conducido a la catástrofe actual”. Este tribunal trabajaba
en colaboración con el “alto comisariado para el castigo de los crímenes y de los delitos
del fascismo”, creado mediante el Real Decreto legislativo de 26 de mayo de 1944, nº
134, Castigo de los crímenes y los delitos del fascismo. El alto comisario también podía
llevar ante el tribunal a personas no incluidas en las categorías anteriormente
mencionadas.
El decreto 159, promulgado inmediatamente después de la liberación de Roma,
tuvo sin embargo un alcance limitado: los jerarcas fascistas más importantes, aquellos
que no habían sido ajusticiados por los partisanos cuando se produjo la insurrección
nacional, no fueron procesados por el Tribunal Superior, en cualquier caso, y consiguieron
salir casi indemnes de la etapa de la justicia de transición. Por tanto, el Tribunal Superior
no cumplió con su función de alta instancia judicial en lo referente a los mayores
responsables de los crímenes fascistas y, salvo en contadas excepciones, se limitó a
procesar a personajes menores, sin duda considerados responsables de graves crímenes,
pero sin relevancia política.
El único proceso celebrado ante el Tribunal Superior en el que se imputó a altos
jerarcas del fascismo fue el que se instruyó contra Giacomo Acerbo, Giuseppe Bottai,
Luigi Federzoni y Edmondo Rossoni: el 28 de mayo de 1945, el primero fue condenado
a 30 años, los otros tres a cadena perpetua. No obstante, excepto el primero, todos estaban
ausentes. Poco después, todos serían amnistiados.
Entre septiembre de 1944 y octubre de 1945, el Tribunal Superior celebró 16
procesos contra 99 acusados, las condenas a muerte fueron cuatro, y seis las cadenas
perpetuas, además de otras penas inferiores. Desde octubre de 1945, el Tribunal Superior
dejó de desempeñar sus tareas, permaneciendo en activo sólo para evaluar ocasionalmente
el comportamiento de los senadores, de nombramiento real, durante el fascismo.

154

2.2. Los Tribunales Extraordinarios de lo Penal


Inmediatamente después de la guerra, se instauró una vía de justicia política con
la creación de tribunales especiales, las Tribunales Extraordinarios de lo Penal (Corti
d’assise straordinarie):19 creadas mediante un decreto legislativo lugartenencial de 22 de
abril de 1945, nº 142, tenían como cometido juzgar a “quienes, con posterioridad al 8 de
septiembre de 1943, habían cometido delitos contra la fidelidad y la defensa militar del
Estado, recogidos en el artículo 5 del decreto de 27 de julio de 1944 nº 159, mediante
cualquier forma de inteligencia o correspondencia o colaboración con el alemán invasor
o consistentes en proporcionar asistencia a este último”. El propósito del gobierno, al
crear estos tribunales, era canalizar hacia tipos de justicia menos sumarios el deseo de
compensación y venganza que había dejado la guerra civil recién finalizada, sobre todo
en aquellas zonas donde la actividad de la resistencia armada y la represión alemana y
fascista republicana habían sido más intensas.
Se crearon en todas las provincias, y estaban compuestas por un magistrado,
nombrado por el presidente del Tribunal de Apelación competente, y por cuatro jurados
populares, sorteados entre una lista de al menos cien ciudadanos sin antecedentes penales
y sin vinculaciones políticas con el fascismo, propuesta por el Comité de liberación
nacional de la capital de provincia, y posteriormente reducida a una lista de cincuenta por
el presidente del Tribunal. Mediante el decreto legislativo lugartenencial de 5 de octubre
de 1945, nº 625, se suprimieron los Tribunales Extraordinarios, que se transformaron en
secciones especiales de los Tribunales Ordinarios de lo Penal, que funcionaron hasta
finales de 194720.
No existen todavía investigaciones exhaustivas, y las estimaciones entre los
estudiosos del tema difieren en cuanto al número de procesos instruidos y completados
(probablemente de 20.000 a 30.000), en cuanto a las condenas a muerte dictadas, entre
500 y 1000, (el número de sentencias a muerte que realmente se ejecutaron oscilaría entre
60 y 91), y en cuanto a las penas privativas de libertad impuestas. Muchas condenas
fueron anuladas más tarde, y en otros casos, las penas privativas de libertad fueron
rebajadas, por el Tribunal de Casación. Además, la amnistía decretada el 26 de junio de

19
DOMENICO, Roy Palmer, Processo ai fascisti. 1943-1948: storia di un’epurazione che non c’è stata,
Milano, Rizzoli, 1996 [1991]; WOLLER, Hans, I conti col fascismo. L’epurazione in Italia 1945-1948,
Bolonia, il Mulino, 1997 [1996]; DONDI, Mirco, La lunga liberazione. Giustizia e violenza nel dopoguerra
italiano, Roma, Editori Riuniti, 1999; FRANZINELLI, Mimmo, L’amnistia Togliatti. 22 giugno 1946.
Colpo di spugna sui crimini fascisti, Milán, Mondadori, 2006.
20
El decreto posterior de 12 de abril de 1946, nº 201 modificó la composición de los tribunales: dos jueces
togados y cinco jurados populares.

155

1946 por el ministro de justicia Palmiro Togliatti (del Partido Comunista italiano) puso
fin a esta primera fase de la política del castigo, ofreciendo una amplia protección a
muchos antiguos fascistas que estaban igualmente manchados por crímenes graves (pero
también, se debe añadir, a numerosos expartisanos que después de la guerra fueron
acusados por actos cometidos durante la lucha armada). La amnistía era una medida
necesaria y obligada, pero se decretó demasiado rápido, cuando la labor de castigo a los
fascistas considerados responsables de crímenes estaba sin duda lejos de haberse
completado, y de una manera excesivamente amplia: de hecho, deberían haber quedado
excluidos de la amnistía los culpables de delitos especialmente graves, o las “personas
que desempeñaron funciones importantes de dirección civil o política o de mando
militar”, y los responsables de “matanzas, abusos sexuales particularmente salvajes,
homicidio o saqueo”, o de delitos cometidos con fines de lucro (Artículo 3). No obstante,
la interpretación demasiado amplia de la misma que realizó la magistratura supuso el final
de la justicia de transición: un final vergonzoso, ya que fueron amnistiados también
personajes responsables de crímenes graves, antiguos jerarcas del fascismo, homicidas y
torturadores. Las escandalosas disquisiciones del Tribunal de Casación italiano sobre qué
se debía entender como “abusos particularmente inhumanos”, cuyos autores no podían
beneficiarse de la amnistía, para demostrar que violaciones, torturas aplicadas sobre los
genitales o en las uñas de los arrestados no representaban actos particularmente atroces21,
constituyen aún hoy una vergüenza para quien las escribió, y no pueden esconder la
finalidad “política” que perseguían los redactores de dichas normas: la impunidad para
los crímenes fascistas cometidos.
Como consecuencia de las sucesivas amnistías de los años cincuenta, al final de
esa década todos los condenados por crímenes, aunque fueran muy graves, ligados al
fascismo o al colaboracionismo con los alemanes, habían quedado libres.

2.3. La impunidad de los crímenes racistas


Ni los aliados, ni los italianos realmente se tomaron interés en castigar los
crímenes contra los judíos. La cifra de víctimas era sin duda limitada en comparación con
la magnitud de la Shoah en el resto de Europa, pero choca el juicio benévolo extendido
sobre las políticas raciales de la Italia fascista, cuya gravedad se infravaloró en gran
medida tanto en Italia como en el extranjero. Por lo que respecta a los italianos, éstos se

21
Se pueden ver algunos ejemplos en FRANZINELLI, Mimmo, L'amnistia Togliatti, op. cit., pp. 236 y ss.

156

mostraron más que dispuestos a subrayar las diferencias entre los crímenes nazis y los
fascistas, considerando la legislación racial de 1938 un accidente, provocado por la
presión alemana y sin raíces auténticas en la cultura nacional. La fase de registros,
deportaciones y asesinatos que tuvo lugar tras el 8 de septiembre de 1943 se atribuyó casi
exclusivamente a la presencia y la actividad de los alemanes, y se representó a los
ciudadanos italianos como personas comprometidas en su gran mayoría con el
ofrecimiento de protección a los judíos perseguidos.
La construcción del mito de la Resistencia como una insurrección del pueblo
contra los ocupantes y contra el fascismo, y la infravaloración sistemática del papel
desempeñado por las estructuras y los hombres de la República Social Italiana (y de
muchos ciudadanos “corrrientes”) hizo que se silenciara y se olvidara muy rápidamente
tanto la complejidad como la variedad de los comportamientos que caracterizaron la
persecución de los judíos en Italia. A los judíos se les dio la misma consideración que a
las muchas otras víctimas del fascismo, en una narración que contraponía a la mayor parte
del pueblo italiano, antifascista, a un grupo reducido de fanáticos colaboracionistas
fascistas. El número de éstos, así como la dimensión y la relevancia de la colaboración,
quedó cubierto por un velo de olvido.
Una memoria selectiva, basada en el mito del “buen italiano” 22, acompañó a la
génesis de la nueva República, aprovechando borrados concretos de la memoria, entre
ellos el concerniente a las responsabilidades italianas en la campaña racista23. Esta
representación del pasado resulta visible también en la acción penal, que estuvo
condicionada en gran medida por aquélla.
En los Tribunales Extraordinarios de lo Penal, el problema de la persecución de
los judíos se afrontó de una manera restrictiva, relegando este tema a la noción de
“colaboracionismo” y minimizando a priori el papel de los fascistas italianos, que sin
embargo fue muy relevante: en los estudios más recientes ha quedado demostrado que las
autoridades fascistas republicanas eran muy conscientes del destino de los judíos

22
BIDUSSA, David, Il mito del bravo italiano, Milán, Il Saggiatore, 1994; DEL BOCA, Angelo, Italiani,
brava gente, Venecia, Neri Pozza, 2009; SCHWARZ, Guri, “On Myth Making and Nation Building: the
Genesis of the ‘Myth of the Good Italian’ 1943-1947”, en Yad Vashem Studies, 2008, pp. 111-143;
FOCARDI, Filippo, Il cattivo tedesco e il bravo italiano. La rimozione delle colpe della seconda guerra
mondiale, Roma-Bari, Laterza, 2013.
23
FOCARDI, Filippo “Alle origini di una grande rimozione. La questione dell’antisemitismo fascista
nell’Italia dell’immediato dopoguerra”, en Horizonte. Italianistische Zeitschrift fur Kulturwissenschaft und
Gegenwartsliteratur, 1999, pp. 135-170; COLLOTTI, Enzo, “Il razzismo negato”, en COLLOTTI, Enzo,
(ed.), Fascismo e antifascismo. Rimozioni, revisioni, negazioni, Roma-Bari, Laterza, 2000, pp. 355-375.

157

denunciados, entregados a los alemanes y deportados, y que en algunas situaciones, las


instituciones fascistas republicanas desempeñaron un papel autónomo y determinante en
la persecución, y no sólo de sumisión servil a las exigencias apremiantes de los
alemanes24.
Los procesos celebrados infravaloraron claramente la responsabilidad de los
italianos: la acusación no tomó en consideración la persecución racial como delito en sí
mismo, ni consideró el antisemitismo como posible móvil de las acciones criminales
cometidas. Se tomó como causa de las denuncias contra los judíos exclusivamente el
interés económico y los tribunales no investigaron si −y en qué medida− los acusados
tenían plena conciencia de la suerte de los judíos denunciados por ellos. Así pues, las
condenas fueron leves en comparación con la gravedad de los hechos y de los crímenes
cometidos, y las apelaciones y las amnistías las hicieron todavía más leves.

Cabe añadir que los tribunales militares no se preocuparon demasiado por el tema;
el único caso de instrucción de la magistratura militar por la persecución contra los judíos
que concluyó con una condena –del que yo tenga conocimiento- es el de la fiscalía militar
de Turín, en 1953, contra el exoficial de las SS Gottfried Meir, responsable en Intra de la
matanza de la familia Ovazza. El proceso se celebró en Turín en 1955 con el acusado, en
aquel momento director de una escuela elemental en Austria, incompareciente, y acabó
en julio de 1955 con su condena a cadena perpetua. Sin embargo, en 1954, Meir fue
absuelto de la misma acusación en un proceso que tuvo lugar en Austria, en Klagenfurt;
el gobierno austríaco no concedió la extradición25 y Meir vivió sin ser molestado en
Carintia como director de escuela hasta su muerte, acaecida en 1970.

24
OSTI GUERRAZZI, Amedeo, Caino a Roma. I complici romani della Shoah, Roma, Cooper, 2006;
BAIARDI, Marta, “L’antisemitismo: l’Ufficio affari ebraici di Firenze”, en BUGIARDINI, Sergio, (ed.),
Violenza, tragedia e memoria della Repubblica sociale italiana, Roma, Carocci, 2006, pp. 217-247; idem,
“Persecuzioni antiebraiche a Firenze: razzie, arresti, delazioni”, en COLLOTTI, Enzo, (ed.), Ebrei in
Toscana tra occupazione tedesca e RSI. Persecuzione, depredazione, deportazione (1943-1945). 1. Saggi,
Roma, Carocci, 2007, pp. 45-174.
25
HOLPFER, Eva, “L’azione penale contro i crimini nazisti in Austria. Il caso di Gottfried Meir, una SS
austriaca in Italia”, en La rassegna mensile di Israel, vol. 69, nº 2, Saggi sull’ebraismo italiano del
Novecento in onore di Luisella Mortara Ottolenghi, tomo II, mayo-agosto 2003, pp. 619-634.

158

2.4. Los tribunales militares italianos: la segunda etapa de los procesos por
crímenes de guerra
Con el proceso a Erich Priebke, localizado en 1994 en Argentina y extraditado a
Italia a finales de 199526, se abrió una nueva (tardía) etapa judicial para los crímenes de
guerra, que se prolonga hasta hoy: en el transcurso de las investigaciones se recuperó en
el Palazzo Cesi, sede de la Fiscalía General Militar, el archivo con los centenares de
expedientes que contienen denuncias de crímenes nazis y fascistas indebidamente
archivados en 1960 por el fiscal general militar Santacroce. Fruto de la presión ejercida
por la opinión publica, que llevó entre otras cosas a la creación de una comisión de
investigación parlamentaria sobre la cuestión de ese archivo, las fiscalías militares
competentes, a las que se enviaron los expedientes, reabrieron las indagaciones sobre
algunos casos. Desde entonces, los procesos que han llegado a la fase de vista oral y de
sentencia han sido 5 entre 1994 y 2002, y 18 desde 2003 hasta hoy (la última sentencia
es la del 18 de octubre de 2013 del tribunal militar de Roma, que condenó a cadena
perpetua al cabo Alfred Stork por haber participado en los fusilamientos de los oficiales
de la división Acqui en Cefalonia)27.
El caso del proceso Priebke demuestra que a mediados de los noventa del siglo
pasado todavía no se habían resuelto definitivamente algunas cuestiones jurídicas
fundamentales: a Priebke, un nazi convencido que tuvo un papel importante en la matanza
de las Fosas Ardeatinas, al final del primer proceso, en agosto de 1996, después anulado
por el de Casación, se le reconocieron como atenuantes el hecho de haber obedecido una
orden de su superior directo (Kappler), junto con la buena conducta mostrada tras el final
de la guerra. Por consiguiente, el tribunal militar de Roma consideró el crimen como un
homicidio, que prescribe al cabo de 20 años, y no como un homicidio con agravantes,
castigado con pena perpetua y que no prescribe, y ordenó la excarcelación de Priebke. En
instancias judiciales posteriores, Priebke fue condenado después a cadena perpetua.
El tema de la obediencia a las órdenes regresa, pues, como un elemento de
justificación (atenuante) de los crímenes cometidos. Se introdujo una innovación
sustancial a este nivel sobre todo con los procesos instruidos por el fiscal militar de La

26
Serge y Arno Klarsfeld ya habían alertado a las autoridades italianas de su presencia en 1989, y no se
había hecho nada para trasladarlo a Italia.
27
Los datos figuran en DE PAOLIS, Marco, “La punizione dei crimini di guerra in Italia. Appendici al
capitolo secondo”, en BUZZELLI, Silvia, DE PAOLIS, Marco, SPERANZONI, Andrea, La ricostruzione
giudiziale dei crimini nazifascisti in Italia. Questioni preliminari, G. Giappichelli Editore, Turín, 2012, pp.
140-155.

159

Spezia (desde 2002 a 2008), Marco De Paolis, hoy fiscal militar de Roma, competente en
los episodios acaecidos en la Toscana y la Emilia en verano de 1944 (entre otros, las
matanzas de Sant’Anna di Stazzema y Monte Sole-Marzabotto). Frente a la cultura
jurídica que prevaleció inmediatamante después del fin del conflicto, pero como hemos
visto todavía extendida en algunas esferas de la magistratura militar cuando se retomaron
los procesos en los años noventa, la línea adoptada por el que entonces era fiscal militar
de La Spezia fue la de ampliar la búsqueda de los responsables a todos aquellos que
hubieran tomado parte con cualquier papel de mando ‘en las operaciones militares que
determinaron como efecto final la matanza de personas civiles no beligerantes’,
presuponiendo que las acciones llevadas a cabo estaban encaminadas de forma
programada al exterminio y que quien hubiera participado en ellas con cualquier papel o
rango de mando tenía conciencia de ello.
De ese modo se subsanó la dificultad, y a menudo la imposibilidad, de reconstruir
con precisión, después de muchos años, el papel concreto desempeñado por los acusados
a título individual –todos condenados en tanto que partícipes del plan delictivo conjunto–,
pero este planteamiento se ha encontrado a veces con la contestación por parte de los
magistrados alemanes que, como veremos, han entendido que no se debía procesar a
algunos de los mismos acusados que en Italia habían sido condenados a cadena perpetua.

3. Los tribunales alemanes

En Alemania, han sido pocos los procesos celebrados por actos delictivos
ocurridos en Italia, y en la mayoría de los casos han acabado de forma favorable para los
acusados. Cabe recordar que el código penal alemán prevé dos tipos de homicidio: el
homicidio genérico (§ 212), denominado Totschlag, castigado con un máximo de cinco
años de prisión y susceptible de prescripción, y el homicidio en el que concurren
circunstancias agravantes tales como el deseo de matar, la satisfacción de un instinto
sexual, la codicia u otras motivaciones abyectas, la perfidia, la crueldad, etc. (§ 211),
conocido como Mord, que no prescribe. Muchos tribunales alemanes se han basado en
esta distinción para considerar prescritos los delitos en los pocos casos que se llevaron a
juicio.

En 1964 se abrió en Osnabrück una instrucción relativa a las matanzas que habían
precedido a la de los cuatro miembros de la famiglia Ovazza, en Baveno, Arona, Meina,

160

Orta, Stresa, Mergozzo, Pian Nava y Novara, con el asesinato, en septiembre de 1943, de
53 judíos, perpetrado por hombres del Batallón de la 1. SS-Panzer-Division
"Leibstandarte Adolf Hitler". Acabaron en el banquillo de los acusados cinco integrantes
de la división: Friederick Hans Röhwer, comandante del batallón, y Hans Krüger,
comandante de la tercera compañía estacionada en Stresa, ambos excapitanes de las SS,
presos; Karl Schnelle, exteniente y comandante de la quinta compañía estacionada en
Baveno y, por último, Oscar Schultz y Ludwig Leithe, exsargentos, libres, pertenecientes
a la cuarta compañía, igualmente situada en Baveno, y responsables de los hechos de
Meina. El proceso se celebró en 1968, con seis meses de audiencias –algunas de ellas
mediante comisión rogatoria en Milán– y la citación de 180 testigos. La sentencia del 5
de julio de 1968 condenó a cadena perpetua a los tres capitanes Krüger, Schnelle y
Röhwer y a tres años, como ejecutores, a los dos suboficiales Oskar Schultz y Ludwig
Leithe. El 2 de abril de 1970, el Tribunal de Apelación de Berlín, tras el recurso
presentado por los acusados, los exoneró declarando los delitos prescritos, y ordenó su
puesta en libertad28.

En Berlín se desarrolló el proceso contra Friedrich Bosshammer29


exSturmbannführer de las SS responsable de las deportaciones de 3.500 judíos desde
Italia (durante el proceso declaró también Primo Levi, en Turín, ante el ministerio público
alemán30): fue condenado a cadena perpetua en Berlín el 11 de abril de 1972, pero la
sentencia no se llegó a aplicar por la muerte del acusado.

En Coblenza tuvo lugar el proceso contra el subteniente Lehnigk-Emden por los


hechos de Cajazzo: el asesinato de 22 civiles (4 hombres, 10 niños, 3 jóvenes y 7 mujeres,
entre ellas una que se encontraba en el sexto mes de embarazo), llevado a cabo por una
patrulla de soldados de la 3ª compañía del 29° Regimiento motorizado perteneciente a la
3. Panzer-Grenadier-Division, el 13 de octubre de 1943. Este último caso resulta

28
NOZZA, Marco, Hotel Meina. La prima strage di ebrei in Italia, Milán, Il Saggiatore, 2008 (primera ed.
1993); TOSCANO, Aldo, L’Olocausto del Lago Maggiore (settembre-ottobre 1943), Verbania, Alberti,
1993; VV.AA., La strage dimenticata. Meina settembre 1943: il primo eccidio nazista di ebrei in Italia,
Novara, Interlinea, 2003.
29
MINERBI, Alessandra, “Le carte del processo Bosshammer”, en SOLDANI, Simonetta, (ed.), Enzo
Collotti e l’Europa del Novecento, Florencia, Firenze University Press, 2011, pp. 121-131.
30
Véase el ‘Fondo Processo Friedrich Bosshammer’ depositado en el Cdec –Centro di documentazione
ebraica contemporanea [Centro de documentación judía contemporánea]–, con un resumen del inventario
disponible en la dirección
http://www.primolevi.it/Web/Italiano/Strumenti/Archivio/120_Fondi_sparsi/140_Cdec (consultado el
29 de junio de 2015).

161

particularmente significativo por el hecho de que el subteniente fue condenado


simultáneamente a cadena perpetua en rebeldía, el 25 de octubre de 1994, por el tribunal
italiano de Santa Maria Capua en Vetere (junto a uno de sus suboficiales)31, mientras que
era absuelto por el tribunal de Coblenza el 18 de enero de 1994, porque se consideró que
el delito había prescrito, con la sentencia confirmada el 1 de marzo de 1995 por el Tribunal
Federal de Justicia de Karlsruhe, que estimó, como recogió Schreiber, que “el plazo de
veinte años inicialmente vigente para que se diera la prescripción, que había comenzado
según la opinión de los jueces de Coblenza y de Karlsruhe el 13 de octubre de 1943, ya
había transcurrido cuando entró en vigor el 16 de julio de 1979 la 16ª ley de reforma del
derecho penal que abolió la prescripción del delito de asesinato” (del cual el tribunal de
Coblenza había reconocido culpable al acusado por haber actuado con motivaciones
abyectas). Al examinar las condiciones mencionadas por el Tribunal Supremo alemán
hasta 1969 para poder desarrollar los procesos, Schreiber escribía que “el obstáculo
planteado era tan enorme como para considerarlo equivalente en la práctica a un
autobloqueo de la justicia en la persecucion de los crímenes nazis” 32.
La oleada más reciente de procesos en Italia ha tenido también repercusión en
Alemania, donde se han desarrollado algunos procesos relativos a los mismos hechos
juzgados por los tribunales militares italianos. El 15 de noviembre de 1999, el tribunal
militar de Turín condenó en rebeldía a pena de muerte al exteniente coronel de las SS
Siegfried Engel, al considerarlo responsable de las masacres de la ‘Benedicta’, de Passo
del Turchino, de Portofino y de Cravasco; el 5 de julio de 2003, el tribunal penal de
Hamburgo lo condenaba, por los mismos sucesos, a 7 años de reclusión (y esta diferencia
evidencia ya una discrepancia de juicio), pero el 17 de junio de 2004, el Tribunal Federal
de justicia anulaba la condena, al no hallar en su comportamiento el agravante de crueldad
que había sido admitido por el tribunal de primera instancia. El delito quedaba por ello
relegado a la categoría de homicidio simple y prescribía de manera automática33. Cabe
recordar que a las víctimas de la represalia de Passo del Turchino, casi todos partisanos
encarcelados, se les hizo subir, en grupos de seis, encima de mesas, colocadas sobre una
gran fosa que un grupo de judíos había sido obligado a cavar el día anterior, de tal manera
que cada uno de ellos, antes de caer dentro de la fosa tras las ráfagas de metralleta, pudiera

31
ALBANO, Paolo y DELLA VALLE, Antimo, La strage di Caiazzo 31 ottobre 1943. La caccia ai
criminali nazisti nel racconto del pubblico ministero, Milán, Mursia, 2013.
32
SCHREIBER, Gerhard, La vendetta tedesca, op. cit., pp. 152-153.
33
RIVELLO, Pier Paolo, Quale giustizia per le vittime dei crimini nazisti? L'Eccidio della Benedicta e la
strage del Turchino tra Storia e Diritto, Turín, Giappichelli, 2002.

162

ver los cadáveres de sus compañeros. El tribunal no pudo negar el carácter cruel de la
modalidad de ejecución empleada en la represalia, pero se preguntó si Engel podía
considerar que existían “alternativas” con respecto a dichas modalidades.
Más reciente es el caso relativo a la masacre de Sant’Anna di Stazzema34: el 1 de
octubre de 2012, la Fiscalía de Estado de Stuttgart (Baden-Württemberg) anunciaba que
a los 17 acusados originales –de los cuales 8 aún vivían– no se les podía imputar un delito
que todavía no había prescrito por los hechos sucedidos en Sant’Anna di Stazzema (400
personas asesinadas, entre ellas muchas mujeres y niños). Los investigados eran 17
pertenecientes a las Waffen-SS, 9 de ellos procesados y condenados a cadena perpetua
por el tribunal militar de La Spezia. La fiscalía negaba que existieran pruebas de que la
masacre había sido planeada, y estimaba que era imposible determinar las
responsabilidades de cada uno de los acusados durante la acción de exterminio. Además,
por lo que respecta al único acusado que era reo confeso (por otra parte, fallecido en el
momento en el que se solicitó el archivo), se pensaba que no era posible identificar en su
conducta el elemento de la crueldad que habría provocado que su delito no pudiera
prescribir.
El 15 mayo de 2013, la Fiscalía General del estado federado de Baden-
Württemberg, pese a rectificar en algunas partes las afirmaciones del fiscal Bernard
Häußler, confirmó la decisión de no llevar a juicio a los inculpados, desestimando el
recurso contrario al archivo presentado por Enrico Pieri, presidente de la Asociación
Mártires de Sant'Anna di Stazzema (entre tanto, el número de inculpados todavía vivos
se había reducido a cinco). El 5 de agosto de 2014 el Tribunal Federal de Karlsruhe anuló
la decisión de la Fiscalía General de Stuttgart en lo que concierne al exoficial de las SS
Gherard Sommer, que tenía entonces noventa y tres años, el único entre los 17 acusados
originales aún con vida potencialmente en condiciones de afrontar un futuro proceso, y
trasladó la documentación a la fiscalía de Hamburgo, donde reside Sommer, para una
nueva investigación. No obstante, una prueba pericial médica ha dado como resultado
que Sommer no está en condiciones de afrontar el proceso y, por tanto, el caso ha sido
archivado definitivamente.
Concluyo con un apunte relativo al caso de Cefalonia, sobre el que se han
realizado cuatro investigaciones judiciales en Alemania: una a mediados de los años
cincuenta, una muy larga y compleja de la fiscalía de Dortmund que finalizó el 17 de

34
Remito a mi obra Sant’Anna di Stazzema. Storia di una strage, segunda edición con un capítulo adicional,
pp. 151-192, Bolonia, il Mulino, 2013.

163

septiembre de 1968, una tercera de la fiscalía de Múnich que acabó el 27 de julio de 2006
y, por último, una cuarta de la Fiscalía de Dortmund, el 8 de marzo de 2007. Todas
terminaron con decisiones de archivo35.
Me gustaría hacer referencia en este punto al archivo que decidió el 27 de julio de
2006 el fiscal general de Múnich del estado federado de Baviera, August Stern, en el
procedimiento de instrucción contra Otmar Mühlhause, acusado de haber dirigido el
pelotón de ejecución que el 24 de septiembre de 1943 había fusilado en Cefalonia al
general Gandin y al menos a otros doce oficiales, culpables de haberse enfrentado con las
armas a los alemanes desobedeciendo la orden de rendición que habían dictado éstos
últimos36. El fiscal no negó que el fusilamiento de los oficiales y soldados de la división
“Acqui” había sido un acto ilícito, aunque la orden procediera del Führer, y Mühlhauser,
un simple subteniente, la hubiera recibido directamente de su comandante de batallón: de
este modo, en la resolución de archivo se puede leer que ni la “obediencia ciega” ni “la
ignorancia” podían servir como excusas, que “el acusado podría haberse dado cuenta de
que el fusilamiento de prisioneros de guerra no era algo lícito”, y que “no corría ningún
peligro de muerte en caso de no haber ejecutado las órdenes”.
Sin embargo, el fiscal estimó que se hallaba ante el delito de homicidio en ausencia
de circunstancias agravantes, prescrito conforme a la ley alemana: el fusilamiento de los
oficiales y soldados de la división “Acqui” se había llevado a cabo por motivos militares,
que no pueden definirse como “viles” porque –y aquí la argumentación entra en
consideraciones de índole histórica totalmente inaceptables– no se trataba de “prisioneros
de guerra normales”. Los italianos, “al principio aliados de los alemanes”, se habían
“transformado después en combatientes enemigos pasando a ser ‘traidores’– para utilizar
la jerga militar. En este caso es como si parte de las tropas alemanas hubiera desertado y
se hubiera puesto del lado del enemigo”. Aquellos fusilamientos, por tanto, si bien
reprobables desde un punto de vista moral, no tenían propósitos ni políticos, ni sociales
ni étnicos, y al tener como objetivo a soldados equiparables a desertores, en ellos no
concurrirían, desde el punto de vista jurídico, los “motivos viles” que los habrían
convertido en homicidios con agravantes y, por consiguiente, no susceptibles de prescibir.

35
Remito a mi obra “Il rifiuto della giustizia penale”, en BREZZI, Camillo, (ed.), Né eroi, né martiri,
soltanto soldati. La Divisione “Acqui” a Cefalonia e Corfù settembre 1943, Bolonia, il Mulino, 2014, pp.
285-300. Véase en el mismo libro, acerca de este tema, también DE PAOLIS, Marco, “La questione
giuridica di Cefalonia nella giurisprudenza tedesca e italiana”, pp. 301-341.
36
El texto se puede descargar del sitio web del Istoreco di Reggio Emilia:
http://www.istoreco.re.it/default.asp?page=642,ITA (consultado el 30 de junio de 2015).

164

Se trata de argumentaciones que denotan un prejuicio anti-italiano persistente y


nos recuerdan el síndrome de la conocida como “doble traición” (en la primera y en la
segunda guerra mundial), que fomentó tantos comportamientos duros de los alemanes
con respecto a los italianos.
En líneas generales, no es correcto sostener, como hacen algunos, que Alemania
no ha afrontado su propio pasado; al contrario, creo que la reflexión acerca del régimen
nacionalsocialista y sobre sus crímenes ha sido en ciertos aspectos, y aunque sea pasando
por fases alternas de profundización y de autoabsolución, de condenas y de amnesias, más
profunda que la que se ha hecho en Italia con respecto al pasado propio fascista.
En Alemania, después de Nüremberg prevaleció una actitud victimista, con la
petición generalizada de poner fin a la depuración política y liberar a los militares
acusados o condenados por crímenes de guerra por los Aliados, haciendo hincapié en las
acusaciones contra estos últimos por haber aplicado una justicia de vencedores y validado
la teoría de la culpa colectiva del pueblo alemán. Pero el proceso de Francfort contra los
responsables del campo de Auschwitz (1963-1964) representó un cambio en la sociedad:

“a partir de ese momento histórico existía, por tanto, una red minoritaria, pero pese
a ello muy activa, de políticos, juristas, artistas e intelectuales que se oponía de forma eficaz
a las presiones que siguen existiendo para correr un ‘tupido velo’ sobre el pasado. Los
debates entablados durante las décadas de los sesenta y los setenta en relación con el tema
de la prescripción de los delitos, que se resolvieron finalmente, sin embargo, con la
imposibilidad de prescripción del homicidio, fueron la demostración de este cambio del
clima social a nivel general, al igual que lo fueron las preguntas críticas de los hijos de la
37
guerra, que reclamaban explicaciones por parte de sus padres” .

Y Geyer, rememorando la acogida caracterizada por la indiferencia o una abierta


hostilidad del público alemán frente a los procesos de Ulm contra los miembros de los
Einsatzgruppen (1958) y de Francfort, subraya que cuarenta años después, a comienzos
del año 2000, un sondeo entre las segundas y las terceras generaciones de la posguerra

37
FREI, Norbert, “La discussione sul nazionalsocialismo in Germania dal 1945 al 2000”, en RUSCONI,
Gian Enrico y WOLLER, Hans, (eds.), Italia e Germania 1945-2000. La costruzione dell’Europa, Bolonia,
il Mulino, 2005, pp. 67 y 71.

165

ponía de relieve que a un 72% de los entrevistados todavía le parecía importante el


recuerdo de las persecuciones y de los crímenes del Tercer Reich38.
No obstante, es un hecho que, pese a las decenas de procedimientos abiertos,
ningún alemán había sido condenado con una sentencia definitiva en su país por crímenes
cometidos en Italia o, como en el caso de los fusilamientos de Cefalonia, contra italianos,
hasta que Josef Scheungraber, de 91 años, exoficial de los alpinos alemanes, ya declarado
culpable en 2006 por el tribunal militar de La Spezia de la matanza de civiles en Falzano
di Cortona (Arezzo), sucedido el 26 de junio de 1944, y condenado a cadena perpetua,
fue procesado y condenado a la misma pena el 11 de agosto de 2009 por el tribunal de
Múnich (murió en 2015). Se trata del único caso del que tengo conocimiento.

4. Conclusiones
El castigo de los crímenes cometidos durante la guerra en Italia ha resultado
difícil, incompleto y tardío. La petición de justicia por parte de las víctimas, que se
centraba ante todo en el ámbito judicial, y particularmente en el derecho penal, ha pasado
desapercibida en la mayor parte de los casos, e incluso cuando se han llegado a dictar
sentencias de condena a 60 o 70 años de distancia de los sucesos no se puede considerar
que de ese modo se haya hecho justicia a las víctimas.
Factores políticos, culturales e internacionales llevaron a la interrupción
prematura de las políticas del castigo aliadas y a la rápida liberación de los condenados.
En Italia han sido pocos los procesos celebrados, y éstos han evidenciado el retraso
jurídico de los tribunales militares donde han tenido lugar. El olvido institucional
impuesto sobre esta cuestión con el archivo ilegítimo de todos los expedientes ha
impedido la búsqueda y localización de los responsables de masacres gravísimas
perpetradas contra la población civil.
En Alemania se ha prestado poca atención a los crímenes cometidos en el frente
italiano tanto por parte de la opinión pública como a nivel judicial: en los pocos procesos
que han llegado a la fase de vista oral, y en las más numerosas investigaciones archivadas,
a menudo se pueden encontrar prejuicios a favor de los acusados y en contra de los
italianos, reproduciendo estereotipos desarrollados y extendidos en el transcurso del
conflicto.

38
GEYER, Michael, “La politica della memoria nella Germania contemporanea”, en PAGGI, Leonardo,
(ed.), La memoria del nazismo nell’Europa di oggi, Scandicci (Florencia), La Nuova Italia, 1997, p. 262.

166

Quizá necesitemos darnos cuenta ya, setenta años después de aquellos sucesos, de
que la justicia penal es incapaz y/o le resulta imposible hacer justicia con respecto a la
enorme carga de crímenes que produjo el último conflicto mundial, y viajar por otros
caminos, con la promoción, por parte de todas las instancias competentes, públicas o
privadas, de políticas críticas de la memoria basadas en el conocimiento histórico.

167

TERCERA PARTE.
JUSTICIA TRANSICIONAL Y
POSTCONFLICTO EN LATINOAMÉRICA

168

Memoria y Tribunales en las dictaduras del cono sur: Los casos de la


Argentina y Chile1

Julián Chaves Palacios


Universidad de Extremadura

1. Introducción
La política de bloques y la polarización registrada en la esfera internacional tras
la Segunda Guerra Mundial resultó determinante para que la recién creada Organización
de Naciones Unidas (ONU), con objeto de desterrar la violencia y preservar la paz y la
libertad en el nuevo orden internacional, se planteara como una de sus principales tareas
establecer una Declaración Universal de Derechos Humanos como norma suprema de
convivencia. El documento sería aprobado mayoritariamente por los países miembros de
la ONU el 10 de diciembre de 1948, aunque es preciso indicar que no recibió el apoyo de
países empeñados en silenciar, despreciar y violar sistemáticamente los derechos
humanos2.
Un documento, pues, importante, que en su filosofía intrínseca surgía para que el
hombre conquistara la dignidad e impulsara el progreso de los pueblos en sociedad,
puesto que solo en comunidad, como se establece en su artículo 29.1 puede el hombre
“desarrollar libre y plenamente su personalidad”. Sin embargo, al no ser de obligado
cumplimiento por los Estados, no pasó de ser una mera carta de intenciones que trataba
de apelar a la buena voluntad de las naciones para que cumplieran lo preceptuado en la
Declaración. Y, ciertamente, cuando han transcurrido casi setenta años de su existencia,
la extensión de los Derechos Humanos y su transformación en unos principios aceptados
por los Estados sigue siendo una quimera.
Lo sucedido en Latinoamérica en la segunda mitad del siglo XX, e incluso en
determinados países de esa región en la actualidad, consideramos que constituye un claro
ejemplo de cómo la vulneración sistemática de esos derechos ha constituido la norma. La
irrupción de regímenes políticos dictatoriales, la mayoría regidos por similares señas de

1
El contenido de este artículo se inserta dentro de las investigaciones desarrolladas en el Proyecto Nacional
I+D+i, referencia HAR2015-64814-P, concedido por el Ministerio de Economía y Competitividad.
2
En total 48 naciones votaron a favor, 8 se abstuvieron (países de la órbita socialista como Rusia, Ucrania,
Bielorrusia, Polonia, Checoslovaquia y Yugoslavia; más la segregacionista Unión Sudafricana y la
monarquía islámica Arabia Saudí). MARTÍN DE LA GUARDIA, R. y PÉREZ SÁNCHEZ, G. A.,
“Introducción histórica”, en MARTÍN DE LA GUARDIA, R. y PÉREZ SÁNCHEZ, G. A. (dir.), Los
Derechos Humanos sesenta años después (1948-2008), pp. 13-20.

169

identidad y teniendo como hilo conductor la Doctrina de Seguridad Nacional3, se extendió


por su territorio, viéndose inmersas las naciones afectadas en una dinámica de violencia
política ajena a cualquier atisbo de respeto a los derechos más elementales4. Y es que:

La Doctrina de Seguridad Nacional fue uno de los escenarios de


conflicto internacional desarrollado fundamentalmente por los Estados
Unidos y consistente en la creencia de que la región latinoamericana era
uno de los ámbitos privilegiados de la lucha contra el comunismo y que
dicha lucha no tenía fronteras territoriales sino ideológicas5.

Claros ejemplos de esas prácticas fue lo sucedido en Chile y Argentina. Dos países
emblemáticos del Cono Sur que vieron truncado su devenir histórico en la década de los
setenta del pasado siglo tras sendos golpes de estado. La implantación de dictaduras
militares originó la aplicación de medidas coercitivas para controlar la población
disidente, constituyendo la norma la violación sistemática de los derechos más
elementales. Sobre sus consecuencias abundaremos en el presente trabajo, como también
en el proceso memorial a que ello condujo por parte de los sectores afectados por las
acciones represivas y, ya en democracia, el recurso a la justicia por parte de grupos
asociativos con el fin de denunciar los excesos cometidos contra las personas y que sus
autores afronten las consecuencias penales que imponga la ley.

2. Evolución regímenes militares latinoamericanos y sus consecuencias


Es preciso indicar, como precedentes de la Doctrina de Seguridad Nacional en
Latinoamérica, la intervención estadounidense en la destitución de Jacobo Arbenz en
Guatemala en 1954, la asunción de Stroessner en Paraguay en ese mismo año, la dictadura
de Duvalier en Haití en 1957 y, sobre todo, las consecuencias del triunfo de la Revolución
Cubana en 1959 en todo el arco político conservador americano. Consideramos que esas
acciones fueron precursoras de lo que después aconteció en la mayoría de los países
latinoamericanos, según puede apreciarse en el cuadro que se acompaña al respecto.

3
Véase RIVAS NIETO, P., Doctrina de Seguridad Nacional y regímenes militares en Iberoamérica,
Alicante, Editorial Club Universitario, 2008.
4
CHAVES PALACIOS, J., “Historias traumáticas en Iberoamérica. Introducción”, en Historia del
Presente, 19, 2012, pp. 80-85.
5
FEIERSTEIN, D., “Guerra, genocidio, violencia política y sistema concentracionario en América Latina”,
en FEIERSTEIN, D. (comp.), Terrorismo de Estado y genocidio en América Latina, Buenos Aires,
Prometeo, 2009, pp. 9-32 (p. 9 para esta cita).

170

CONSECUENCIAS DE LOS REGÍMENES MILITARES EN PAÍSES


LATINOAMERICANOS (SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX)
PAIS DURACIÓN PROTAGONISTAS CONSECUENCIAS

PARAGUAY 1954-2008 General Alfredo Entre 3.000 y 4.000


Stroessner asesinatos políticos,
además de miles de
prisioneros y personas
objetos de torturas
URUGUAY 1972-1985 Juan María Unas 160 personas
Bordaberry desaparecidas y 100
prisioneros políticos
asesinados
CHILE 1973-1990 General Numerosos
Augusto fusilamientos,
Pinochet desapariciones,
encarcelamientos, exilio
ARGENTINA 1976-1983 Militares Las estimaciones de los
organismos de derechos
humanos argentinos
sitúan entre 20.000 y
30.000 personas
desaparecidas
HAITÍ 1957-1986 François y Jean 30.000 víctimas y medio
Claude Duvalier millón de exiliados
REPÚBLICA 1963 Joaquín Miles de dominicanos
DOMINICANA Balaguer víctimas de la represión
BRASIL 1964 – Militares Muerte de 479 personas
mediado años
80
BOLIVIA 1964-1982 Militares Miles de fallecidos
GUATEMALA 1960-1996 Militares 200.000 víctimas
Elaboración propia.

La guerra contra el comunismo era el eje central de esta doctrina y vino precedida
de encuentros de responsables de los ejércitos americanos, empeñados en combatir los
movimientos socialistas además de los populistas, religiosos o indígenas que tuvieran
como objetivo transformar la sociedad bajo premisas revolucionarias6. La consecuencia
fue la irrupción de regímenes militares que procedieron a controlar el Estado mediante el
uso de la violencia7. Para justificar ese proceso no les importó emplear expresiones como
guerra antisubversiva o guerra contrainsurgentes, que en su materialización amparaba el

6
FEIERSTEIN, D., “Guerra, genocidio, (…)”, op. cit., p. 9.
7
ANSALDI, W., “El autoritarismo”, en CASAUS, M., y MACLEOD, M. (Coords), América Latina. Entre
el autoritarismo y la democratización (1930-2012), Madrid, Marcial Pons, 2016, vol. VI, pp. 119-148.

171

cambio que registraron los ejércitos de América Latina, convertidos en fuerzas armadas
de ocupación.
En el cumplimiento de sus objetivos de control de la población tuvieron como
piedra angular el empleo de una implacable represión contra la población desafecta. El
impacto que originaban esas prácticas atenazó a la sociedad, inmersa en una dinámica de
terror que eliminaba cualquier atisbo de disidencia. Las ejecuciones, encarcelamientos,
torturas, violaciones de mujeres, exilio, etc. se convirtieron en una imagen cotidiana en
la mayoría de los países afectados por estos regímenes militares, con una sociedad que se
vio fuertemente alterada por estas acciones coercitivas.
Esa política, identificada con la Doctrina de Seguridad Nacional (DSN), originó
la puesta en marcha de programas como el conocido como Plan Cóndor, o lo que es decir
la acción represiva de las fuerzas de seguridad del Cono Sur latinoamericano, en el que
intervinieron conjuntamente países con regímenes dictatoriales como Argentina, Brasil,
Bolivia, Chile, Ecuador, Paraguay, Perú y Uruguay. Entendimiento mutuo que se vio
acompañado de medidas como el intercambio de prisioneros, información en materia de
inteligencia o colaboración en acciones represivas en sus países sin olvidas iniciativas
conjuntas8.
Esa realidad durante años fue consustancial a los países relacionados en referido
cuadro, entre los que destacamos los tres de la región que con anterioridad hemos
considerado auténticos precursores de lo que serían las políticas anticomunistas y puesta
en funcionamiento de la DSN en consonancia con las políticas norteamericanas9. Y en
ese sentido cabe destacar, por las consecuencias que tuvo sobre su población, el caso de
Guatemala con doscientas mil víctimas. Cifra que nos da buena cuenta del alcance que,
durante las más de tres décadas de duración, tuvo la guerra interna entre el Gobierno y la
guerrilla en el Estado guatemalteco, con unas consecuencias humanas que al menos en
cuanto a número de muertos no se puede equiparar al resto de países latinoamericanos10.
Como muestra señalar que el golpe militar que acabó con el gobierno democrático
de Jacobo Arbenz en junio de 1954, sólo en su primer año de existencia originó unos
3.000 asesinatos políticos. Un terror que afectó a comunidades, aldeas, grupos indígenas,

8
Gran parte de la documentación del Plan Cóndor se encontró en 1992 en Paraguay. CEZAR MARIANO,
N., Operación Cóndor: terrorismo de Estado en el Cono Sur, Buenos Aires, Lumen Argentina, 2013.
9
GILL, Lesley, Escuela de las Américas. Entrenamiento militar, violencia política e impunidad en las
Américas, Santiago, LOM, 2005.
10
GARCÍA, P., El genocidio de Guatemala a la luz de la sociología militar, Sepha, 2005.

172

regiones enteras, teniendo sus años más trágicos entre 1978 y 199011. A ello cabe añadir
las 100.000 víctimas de violaciones12 masivas que ocurrieron en Guatemala entre 1960 y
199613.
Y en el mismo punto de partida cronológico cabe situar a Paraguay, que también
en 1954 sufrió otro golpe de estado, en este caso protagonizado por el general Alfredo
Stroessner, que hasta su derrocamiento en 1989 se convirtió en adalid de las políticas
estadounidense para América Latina14. Los más de tres millares de víctimas, junto a los
miles de detenidos y torturados dan buena cuenta de los efectos perversos de la política
represiva empleada por el dictador, hasta el punto que su desaparición a finales de los
ochenta no supuso la apertura de Paraguay a un sistema democrático, sino que hubo que
esperar aún dos décadas para que en este país se estableciera un régimen de libertades y
de respeto a los derechos humanos.
Y por último, concluyendo con los tres países que consideramos precursores de
estas políticas en Latinoamérica, hacemos referencia a Haití que desde su ocupación a
principios del siglo XX por Estados Unidos, su deriva política evolucionó en sintonía con
los intereses norteamericanos. La puesta en práctica de la Doctrina de Seguridad Nacional
y el acceso al poder primero de Francois Duvalier: 1957-1971, y, posteriormente, de su
hijo Jean Claude: 1971-1986, incrementó esa dependencia y lo que es más grave aún: de
las prácticas para llevarla a efecto. Como indica Rafael Gamucio:

François y Jean-Claude Duvalier, 'Papa' y 'BabyDoc'. Toda dictadura es


absurda, pero la de estos dos hombres llegó a unos límites imposibles de
entender. Hundieron a su país, Haití, en la pobreza y el caos más absolutos.
El poder a cualquier precio durante 30 años. El terror por el terror, la sangre
por la sangre15.

11
Los crímenes cometidos por el ejército durante el conflicto han sido investigados desde el año 1999 por
la Audiencia Nacional de España, que tiene abierto el caso como genocidio justificado por el elevado
número de víctimas que afectó al 10% de su población. CENTER FOR JUSTICE AND
ACCOUNTABILITY (www.cja.org), El genocidio en Guatemala ante la Audiencia Nacional de España.
12
España está dando voz a las mujeres que sufrieron el conflicto más atroz de Latinoamérica. La abogada
Almudena Bernabéu que trabaja casos de justicia universal tanto en la Audiencia Nacional como en USA
ha denunciado el horror vivido por estas mujeres como un crimen internacional, en representación de la
ONG Women´s Link World Wide (www.womenslinkworldwide.org), que da cobertura legal para el
procesamiento de los crímenes de género.
13
CARLA ROSTICA, J. “Interpretaciones de la historia reciente y memoria colectiva. Guatemala y el
proceso de democratización”, en FEIERSTEIN, D. (comp.), Terrorismo de Estado (…), pp. 77-103.
14
NERI FARINA, B., El último supremo. La crónica de Alfredo Stroessner, Asunción, El Lector, 2003.
15
GAMUCIO, R., “Un papá y un bebé muy crueles”, El País Semanal, 22-I-2006.

173

Las cerca de treinta mil víctimas y medio millón de exiliados durante las diferentes
dictaduras haitianas dan buena cuenta del alcance de la represión practicada en este país
que tuvieron en los tonton macoutes16la encarnación más palpable del régimen
duvalierista, al tratarse del cuerpo militar encargado de realizar el trabajo sucio y de
sembrar el terror entre el pueblo haitiano.
Guatemala, Paraguay y Haití constituyeron la punta del iceberg de lo que ocurrirá
con posterioridad a otros países relacionados en referido cuadro. Al mismo cabe añadir
otros como Ecuador, México, Venezuela y Panamá que si bien no presentaron un
escenario dictatorial tan significativo, sin embargo sufrieron en esos años desapariciones
forzadas y asesinatos políticos a causa de regímenes políticos coercitivos. Y lo mismo
podemos decir de las contiendas armadas y sus trágicas consecuencias en cuanto a
víctimas y destrucción en El Salvador, Nicaragua, Colombia y Perú, sin olvidar en estos
dos últimos, con el añadido de México, la incidencia que en los asesinatos y
desapariciones ha tenido el mundo del narcotráfico17.
Confirman esa evolución los países objeto de estudio en el presente trabajo: Chile
y Argentina. Dos países señeros del Cono Sur que vivieron a partir de los años setenta la
experiencia de sufrir golpes de estado y la implantación de regímenes dictatoriales que
dejaron una huella indeleble en su población, siendo en la actualidad, especialmente el
último de los citados, prototipo de las reivindicaciones memorialistas y requerimientos
de la justicia contra los victimarios.

3. Dictaduras en el Cono Sur: Chile y Argentina.


3.1. El caso chileno

Es preciso indicar, en relación a la singularidad del caso chileno, que el golpe de


estado de 1973 fue concebido por un sector político y social no como una acción
subversiva de un grupo de militares sino como una emergencia nacional para acabar con

16
Este extraño nombre procede del apelativo cariñoso que se da en francés al tío (tonton) y Macoute es el
macuto, una especie de bolsa de paja de los campesinos. Llamaban la atención por sus uniformes de color
azul, ir armados y pasear con ademanes chulescos y gesto arrogante, atribuyéndoles miles de asesinatos.
En un primer momento se reclutaban entre los negros del campo y después pasó a formar parte de
los macoutes la escoria de la sociedad, los desclasados y criminales deseosos de tener una patente de corso
para el pillaje y cobrar a los comerciantes cantidades en concepto de protección. El Gobierno provisional
que sustituyó al de Jean Claude en 1986 ordenó su disolución. COMÁS, J., “El fin de los odiados tonton
macoutes”, en El País, 11-II-1986.
17
LÓPEZ GARCÍA, J. y MARIANO JUÁREZ, L., “Violencias contemporáneas y culturas políticas en
América Latina”, en CASAUS, M. y MACLEOD, M. (coords.), op. cit., pp. 119-148.

174

el desorden reinante en el país. Partiendo de ese controvertido axioma, sobre el que se


han vertido acalorados debates, se entendería que la intervención castrense se produjo
en aras a restablecer el Estado de derecho en el país.
Pero más allá de esas interpretaciones, cuanto menos cuestionables si nos
atenemos a los hechos, lo cierto es que la vía democrática al socialismo liderada por
Salvador Allende había conseguido indudable notoriedad no sólo en Chile sino también
en otras naciones, e incluso se había impuesto como modelo y referente para una
generación entera18. Por ello el golpe de estado que truncó esa experiencia democrática
alcanzó especial resonancia a escala mundial.
Y es que el sangriento golpe de estado del 11 de septiembre de 1973, que contó
con el inestimable apoyo del poderoso Departamento de Estado norteamericano y acabó
con la vida del presidente19, tuvo como resultado poner al frente de los destinos del país
a una Junta Militar dirigida por Pinochet que prolongó el régimen militar hasta 1990.
Un general que no tenía empacho en hacer pública admiración por Francisco Franco y
su régimen, en el que encontró no sólo inspiración sino también un modelo de praxis
política20. Y a tenor de lo sucedido los paralelismos son parecidos salvando la lógica
distancia temporal. Como afirma María Rosaria Stábali

A partir del 11 de septiembre la Junta Militar se planteó un


desmantelamiento radical del sistema político en vigor, al que hizo seguir un
nuevo diseño de refundación institucional. Adoptó políticas de corte
neoliberal y transformó radicalmente las funciones del Estado. Los altos
costes de esta transformación radical recayeron sobre los grupos
socioeconómicos más débiles. Y esto, junto con la represión política
sistemática, desarticuló completamente a los actores y las organizaciones
sociales21

Y en relación a esto último, el desarrollo de una implacable represión, es


necesario resaltar que la Junta Militar estaba convencida, desde inicios de la operación,

18
Sobre la trayectoria de Allende y la Unidad Popular hasta el golpe de estado del 11 de septiembre, véase
AMORÓS, M, Compañero Presidente. Salvador Allende, una vida por la democracia y el socialismo,
Valencia, Universidad de Valencia, 2008
19
MAGASICH, J., Los que dijeron “No”. Historia del movimiento de los marinos antigolpistas de 1973
(2 vols.), Santiago, LOM Ediciones, 2008.
20
AEDO VÁSQUEZ, S. A., España y Chile: articulación de una historia antidemocrática en el siglo XX.
refundación de las bases del estado nacional durante el franquismo y el pinochetismo, Cáceres,
Universidad de Extremadura, Facultad de Filosofía y Letras, tesis doctoral, inédita, 2016.
21
STÁBALI, M. R., “El pasado incómodo en Latinoamérica: guerra, persecución, reconciliación-
Tratamiento histórico-comparativo. El caso chileno, en FERNÁNDEZ PRIETO, L. y NOMES E VOCES
(eds.), Memoria de guerra y cultura de paz en el siglo XX. De España a América, debates para una
historiografía, Gijón (España), Ediciones TREA, S. L., 2012, pp. 129-136 (p. 131 para esta cita).

175

que su permanencia en el poder pasaba por eliminar cualquier atisbo de disidencia. De


acuerdo con ese criterio los fusilamientos, desapariciones, encarcelamientos y exilios se
extendieron sobre la ciudadanía desde inicios de la insurrección y se prolongaron con
posterioridad, con un balance represivo verdaderamente conmovedor como se analizará
más adelante22.
Las detenciones afectaron a decenas de miles de chilenos a partir de 1973.
Encarcelamientos masivos que muestran el grave quebranto que la dictadura militar
introdujo en la vida cotidiana de una población que sufrió, además, diversos estados de
sitio. Encierros en presiones que a mediados de los años ochenta, como consecuencia de
la movilización ciudadana contra el régimen militar, van a registrar un notable
incremento.
A ello cabe añadir otro capítulo no menos lacerante: las desapariciones de
personas, que en los tres primeros años de dictadura se aproximó en su número a los dos
millares de afectados. Actuaciones sobre la libertad de las personas de infausto recuerdo,
que en no pocos casos se vieron acompañadas de torturas. Métodos que a tenor de los
testimonios facilitados por supervivientes y las denuncias efectuadas por colectivos de
derechos humanos estuvieron bastante generalizados en todos los chilenos que se vieron
afectados por actos represivos, y se prolongaron, con menor intensidad a medida que
transcurría el tiempo, durante los 17 años que duró la dictadura.
Y estrechamente relacionado con estas prácticas se sitúa el ingente número de
chilenos que decidieron salir del país y marcharse al exilio, en unos casos por temor a
sufrir represalias y en otros por razones económicas, pero sobre todo para seguir viviendo
en libertad23. Al parecer, entre 1973 y 1975 esa diáspora afectó a unas veinte mil personas,
y en los años siguientes el éxodo continuó a buen ritmo, en una prueba inequívoca de la
incidencia que el régimen militar tuvo en esta variable, con los trastornos inherentes al
cambio forzoso de país y la siempre difícil adaptación al de destino.
Consecuencias trágicas, por tanto, que han sido denunciadas por asociaciones de
víctimas e instituciones en defensa de los derechos humano. Dinámica de reivindicación
y rescate de la memoria que ha tenido una significativa representatividad en Chile, donde
los organismos de derechos humanos comenzaron a denunciar las acciones violentas

22
Véase las cifras de la represión en ROJAS, María Eugenia, La represión política en Chile. Los hechos,
Instituto de Estudios Políticos para América Latina, 1988.
23
Deseos de libertad que se prolongaron hasta 1990 con fugas de presos políticos como la descrita en la
siguiente publicación: MONTANYÀ, X., La gran evasión. Historia de la fuga de prisión de los últimos
exiliados de Pinochet, Pepitas de Calabazas Editores&Llaut, 2009.

176

contra la población desde inicios de la dictadura,. El texto que exponemos a continuación,


procedente de la pionera Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, es
bastante esclarecedor a ese respecto:

Después del 11 de septiembre de 1973, los familiares de las


víctimas iniciamos la búsqueda de nuestros seres queridos
individualmente, recorriendo todos los lugares donde pudiesen estar o
pudiesen saber de sus paraderos. En esa larga y penosa tarea nos
encontramos con otras familias en idéntica situación. Surgió entonces,
la necesidad de organizarnos para iniciar una búsqueda conjunta,
intercambiando experiencias y coordinando acciones. Así nació la
Agrupación de Detenidos Desaparecidos. Fue el dolor, la impotencia y
la necesidad de saber el paradero de los nuestros lo que nos unió. En un
comienzo, el objetivo perseguido fue salvar con vida a nuestros
familiares. Era imposible creer que los hubiesen matado. Al calor de la
consigna del "Donde Están" nos fuimos haciendo conocidos en el país
y en el mundo entero. Fuimos los primeros en salir a la calle, no nos
venció ni la brutal represión ejercida en contra nuestra por las fuerzas
policiales, ni las constantes amenazas de los organismos de seguridad
que llegaban a allanar nuestras casas en la impunidad de la noche. Hoy
nadie puede negar que nuestra lucha no solo ayudó al esclarecimiento
de la verdad, plasmada posteriormente en el Informe Rettig, sino que
también contribuyó decisivamente a la instauración de la democracia
en Chile24.

Concluye el texto anterior haciendo referencia a la importancia que estos


colectivos tuvieron para la implantación de un sistema democrático en el país y haciendo
alusión al informe Rettig, que lleva ese nombre por ser el del jurista que presidió la
Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación, creada en el mismo año 1990, pero ya
con un gobierno democrático presidido por Patricio Aylwin.
Esta Comisión tuvo como principal objetivo esclarecer la verdad sobre las graves
violaciones de derechos humanos cometidas en Chile durante la dictadura. En su informe

24
Texto publicado en el manifiesto relacionado con el proyecto de construcción de la Casa de la Memoria,
firmado por Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos.

177

final en febrero de 1991, cuyos resultados hizo público citado presidente de la Republica
en el simbólico Estadio Nacional, convertido en campo de concentración en las semanas
iniciales del golpe de estado, se informa lo siguiente:

De las 2.920 personas cuya muerte o desaparición se sometió a su


conocimiento, 2.115 fueron víctimas de violaciones de derechos
humanos, 164 murieron a consecuencia de actos de violencia política y
en 641 casos no logró formarse convicción. De las 2.115 personas que
fueron víctimas de violaciones de derechos humanos, 1.068 fueron
muertas -en ejecuciones, torturas, por decisión de Consejos de Guerra,
alegando la llamada ley de fuga en represión a protestas-, 90 murieron
por acciones de particulares actuando bajo pretextos políticos y 957 son
detenidos desaparecidos25.

Este informe tuvo importante repercusión tanto en el interior como fuera del país,
al dar a conocer de forma “oficial” el alcance de las acciones represivas sobre los chilenos
durante la dictadura de Pinochet. Fruto del mismo fue el siguiente paso: arbitrar medidas
de reparación a las víctimas, labor que mediante la ley de febrero de 1992 coordinó la
denominada Corporación Nacional de Reparación y Conciliación, que estableció
pensiones y otras ayudas a familiares directos de las víctimas.
Sin embargo, más allá de los resultados de ese informe, lo cierto es que la
impresión era que la sociedad chilena deseaba olvidar ese pasado y no incidir en la herida
y división que había provocado en el seno de su sociedad. Y en ese sentido cabe indicar
que un mes después de la publicación del informe Rettig fue asesinado el senador e
influyente ideólogo del pinochetismo: Jaime Guzmán. Su autoría se adjudicó a grupos de
izquierda radical y sin duda ese desenlace que afectó a este artífice de la Constitución de
1980 influyó para que ese pasado oscuro de la dictadura pasará a un segundo plano de la
actualidad chilena.
Proceso de olvido que se vio alterado años más tarde por demandas judiciales
contra el mismo Pinochet, como el auto procesal tramitado desde España en octubre de

25
Este texto corresponde a la clase magistral dictada por D. Patricio Aylwin. el 4 de junio de 2007, en la
inauguración del año académico en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Talca,
con el título: La Comisión chilena sobre verdad y reconciliación, en Revista Ius et Praxis, 13 (1), 2007, pp.
425-434.

178

1998 por el entonces juez de la Audiencia Nacional, Baltasar Garzón, que originó su
detención en Londres y posterior demanda de extradición26. Y ya en 2003, coincidiendo
con el aniversario del golpe militar, destacar el decreto sobre creación de la Comisión
Nacional sobre Prisión Política y Tortura para establecer quiénes sufrieron privación de
libertad y tortura “por razones políticas por agentes del Estado o personas a su servicio
durante la dictadura de 1973-1990”, y proponer medidas de reparación27.

CIFRAS DE LA REPRESIÓN DURANTE LA DICTADURA DE PINOCHET

Procedencia de la Resultados de la investigación


información
Informe Rettig, que realizó la Solo contabilizó ejecuciones y desapariciones.
Comisión de la Verdad y En total, reconoció 2.279 muertes
Reconciliación en 1991
Informe de la Comisión Da cuenta de más de 30.000 víctimas de la
Valech en 2004 dictadura, 28.459 por detenciones ilegales,
tortura, ejecuciones y desapariciones
El segundo informe de la Reconoce más de 40.018 víctimas de la
Comisión Valech en 2011 dictadura. Tras 18 meses de trabajo y 32.000
denuncias, la Comisión solo dio por válidas casi
10.000 de éstas
FUENTE: Informe Rettig en 1991 y Comisión Valech informe de 2004 y 2011

Esta comisión pública, conocida por Comisión Valech28., recibió e investigó


nuevas denuncias de violaciones a los derechos humanos cometidas por agentes del
Estado en la dictadura del general Augusto Pinochet, y como podemos apreciar en el
cuadro que se acompaña presentó un año más tarde un informe en el que situaba el número
de víctimas de la dictadura, por diferentes conceptos, en más de 30.000.
Datos que eran motivo de reconsideración y rectificación con posterioridad,
concretamente en un segundo informe de 60 páginas publicado siete años después y

26
El Auto fue emitido por el Juzgado Central de Instrucción nº 5 de la Audiencia Nacional de España y
estaba fechado en Madrid el 18-X-1998, correspondiendo al “procedimiento sumario 19/97 P.S. por
Genocidio y Terrorismo”. Diario El PAÍS, 19-X-1998.
27
Véase su creación en Decreto Supremo número 1.040, Ministerio del Interior de Chile, Subsecretaria del
Interior. Santiago 26-IX-2003. http://www.derechoshumanos.net/paises/America/Creacion-Comision-
Valech
28
La Comisión Valech, bautizada así por el nombre del obispo Sergio Valech que la presidió hasta su
fallecimiento, la componían abogados y especialistas en temas de derechos humanos de diferentes
tendencias.

179

presentado al presidente Sebastián Piñera, en que se incorporó otras 9.800 víctimas y 30


casos de personas desaparecidas o ejecutadas, las cuales se agregan a las que ya habían
sido calificadas con anterioridad, estableciendo un total superior a las 40.000 víctimas, de
ellas 3.065 muertas o desaparecidas entre septiembre de 1973 y marzo de 1990.
No obstante esta Comisión, tras año y medio de intenso trabajo, sólo consideró
debidamente justificadas una cuarta parte del total de víctimas, acordando la concesión
de una pensión de 180 euros para los supervivientes29. Iniciativas políticas que han
coadyuvado de forma inequívoca al restablecimiento de la verdad y la justicia en Chile,
frente a las flagrantes violaciones de los derechos humanos registradas durante el régimen
militar.

3.2. El caso argentino


Argentina fue otro país del Cono Sur que sufrió una experiencia dictatorial que
tuvo igualmente su punto de partida en la década de los setenta del pasado siglo30. El
período político previo al golpe de estado, entre los años 1973 y 1976, estuvieron
protagonizados por los gobiernos peronistas de Juan omingo Perón y, con posterioridad,
de María Estela Martínez de Perón, caracterizándose por llevar a cabo unas políticas
estatales, paraestatales e intrapartidarias de carácter represivo y de marcada persecución
política31.
Es por ello que en el caso argentino la presencia de un discurso de persecución
ideológica y carácter represivo, así como ciertas prácticas políticas asociables y
enunciadas como de “seguridad nacional”, se encontraban plenamente instaladas en
espacio público y en las prácticas estatales varios años antes de que los militares
usurparan el poder con el golpe de Estado del 24 de marzo de 197632. Asonada que
significó el protagonismo castrense en la vida política argentina, al hacerse cargo del país
una Junta de Comandantes de la que fue elegido su presidente el general Jorge Rafael
Videla.

29
DELANO, M., “Chile reconoce a más de 40.000 víctimas de la dictadura de Pinochet”, en El País
Internacional, 20-VIII-2011.
30
NOVARO, M. y PALERMO, V., La Dictadura Militar (1976-1983). Del golpe de estado a la
restauración democrática, Buenos Aires, Paidós, 2003.
31
DE RIZ, L., La política en suspenso 1966-1976. Buenos Aires, Paidós, 2000.
32
FRANCO, M., “La “seguridad nacional” como política estatal en la Argentina de los años setenta”, en
revista Antíteses, vol. 2, n. 4, jul.-dic de 2009, pp. 857-884.

180

Primer mensaje presidencial de Jorge Rafael Videla


Pero debe quedar claro que los hechos acaecidos el 24 de marzo no materializan solamente
la caída de un gobierno. Significan, por el contrario, el cierre definitivo de un ciclo histórico y la
apertura de uno nuevo, cuya caracterización estará dada por la tarea de reorganizar la Nación…

Desde sus primeros pasos, como afirma , la estrategia de la Junta Militar se


caracterizó, al menos en su primer etapa, por tratar de legitimar su intervención en el
escenario político:

El consenso al golpe pretendió organizarse alrededor de la


constatación de las crisis sucesivas por las que había atravesado el país,
en particular aquella que había llevado al poder al último gobierno
peronista. Rl golpe de 1976 buscaba su legitimación mediante la
conocida teoría del “vacío de poder”, el argumento del caos económico
y social y el peligro de la subversión terrorista, que conducían a la
disolución de la Nación y a la anarquía33

Sin embargo, pronto se puso de manifiesto que el llamado “Proceso de


Reorganización Nacional”, denominación dada por los militares tras su intervención,
lejos de resolver las tensiones sociales existentes en la etapa pretérita, el nuevo Gobierno
las acentuó hasta extremos insospechados a lo largo de su existencia34. Y es que este
nuevo tiempo político, de acuerdo con los principios defendidos por los militares, debía
impulsar, entre otros contenidos, la disciplina social. Es decir: “no sólo se debían aniquilar
los movimientos subversivos armados, sino que para evitar repetir la experiencia, había
que reordenar la sociedad con puño firme, siendo la represión el eje de los consensos”35.
De acuerdo con esos principios, las Fuerzas Armadas pusieron en marcha un
implacable sistema represivo, sin precedente tanto en las formas como en su magnitud en
territorio argentino, que tenía sus principales basamentos en la intimidación, la tortura, la
muerte y la desaparición sistemática de personas. Actuaciones que mostraban una

33
QUIROGA, H., “El tiempo del proceso”, en SURIANO, J. (dir.), Nueva Historia Argentina. Dictadura
y democracia (1976-2001), Vol. X, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2005, pp. 4-29.
34
Pese a que todo el período dictatorial tuvo cierta uniformidad, se pueden establecer cuatro etapas que
coincidirán con diferentes presidentes: Videla, años 1976-1981; Viola, 1981; Galtieri, 1981-1982 y
Bignone, 1982-1983.
35
PRIVITELLIO, L. de, “A un paso del precipicio. La política argentina entre 1976 y 2008”, en
SABORIDO, J. (edit.), Historia reciente de la Argentina, en Ayer, 73, 2009, pp. 47-72 (p. 52 para esta cita).

181

violación organizada de los derechos humanos. La represión, pues, se convirtió en la


principal arma para imponer el “orden social”, prácticas que les llevaron a protagonizar
la desaparición de miles de argentinos.
En concreto se llevan contabilizados más de 13.000 asesinatos y desapariciones
forzadas, pero las estimaciones de asociaciones y organismos de derechos humanos sitúan
entre 20.000 y 30.000 personas. Desapariciones forzadas de personas que se vieron
acompañadas por escenas que ponen de manifiesto el grado de degeneración al que
pudieron llegar los victimarios en sus actuaciones, como las protagonizadas por los
conocidos en la jerga popular como “vuelos de la muerte”, es decir, viajes en aviones
sobre el océano que acababan arrojando a sus aguas a los detenidos.
Más de 500 campos de concentración funcionaron por todo el territorio nacional,
lugares siniestros en que las violaciones y torturas a los detenidos se convirtieron en una
imagen cotidiana según se ha podido conocer a través de los diversos testimonios
ofrecidos por los afectados que lograron sobrevivir36.

El sistema de detención-desaparición respondió al siniestro


objetivo de someter al individuo al mayor aislamiento y soledad, con la
intención de desconectarlo de la vida pública y privada, para facilitar la
rapidez de las investigaciones. En su desamparo, el detenido-
desaparecido, privado de toda protección legal y de defensa, fue
sometido al dominio total de sus captores, siendo torturado, forzado a
colaborar, asesinado, sin que se recabaran noticias de su persona37.

Entre esos centros de detención sobresalió, por su simbolismo y entidad, la


bonaerense Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA)38, que tuvo repartidos en sus
dependencias a numerosos detenidos y muchos de ellos posteriormente asesinados.
Además, en ese mismo contexto, es preciso señalar que la experiencia represiva argentina
fue trasladada por sus militares, entre finales de los años setenta e inicios de los ochenta,

36
Citamos como ejemplo a Nilda Eloy de La Plata, que fue una de las represaliadas por la dictadura
argentina, que le hizo pasar como detenida por seis centros clandestinos en los que sufrió torturas y
vejaciones. Ha sido testigo en el juicio contra el represor Miguel Etchecolatz en 2006, según expuso en su
testimonio “Desaparición de Jorge Julio López y procesos judiciales contra los autores de la represión en
Argentina”, expuesto en el Curso de Verano Internacional de la Universidad de Extremadura: Memoria
silenciada: Dictaduras militares y represión en Argentina, Chile y España durante el siglo XX, celebrado
en Castuera en 2008.
37
QUIROGA, H., “El tiempo (…), p. 57.
38
MARTYNIUK, C., ESMA. Fenomenologia de la desaparición, Buenos Aires, Prometeo, 2006.

182

a países de América Central como Honduras, El Salvador y Nicaragua, donde


responsables castrenses argentinos participaron en los entrenamientos a las fuerzas
especiales de esos países, especialmente en materia de torturas, actos de aniquilamiento
y métodos para deshacerse de los cuerpos sin vida.
Escenario coercitivo que obligó a miles de argentinos a emprender el exilio para
evitar represalias. Y aunque la actividad represiva fue remitiendo con el paso de los años,
lo cierto es que dejó una huella difícil de olvidar entre una población que, pese a las
dificultades, desde los primeros años del régimen militar exigió justicia y reparación ante
tanto atropello de los más elementales principios en derechos humanos. Reivindicaciones
que han estado presentes hasta la actualidad, aunque es preciso aclarar en ese sentido que
los movimientos asociativos comenzaron a funcionar con anterioridad al golpe de militar
de marzo de 1976 para denunciar los atropellos cometidos en la experiencia política
precedente39,
No obstante fue durante la dictadura cuando alcanzaron un mayor protagonismo.
En 1976 se creó la Comisión de Familiares de Desaparecidos y Presos por Razones
Políticas, y a partir de entonces surgieron otras organizaciones40. No obstante, en ese
sentido cabe señalar que no sería hasta el año siguiente, tras aparecer en la escena
asociativa las Madres de Plaza de Mayo y Abuelas de Plaza de Mayo, cuando la
reivindicación y denuncia ciudadana contra los atropelllos cometidos por la Junta Militar
adquirieron mayor resonancia no sólo nacional sino también internacional.
Y si bien esas iniciativas ciudadanas tuvieron su germen durante el desarrollo de
la misma dictadura, pese a las advertencias y animadversión que hacia los mismos
mostraban los militares, lo cierto es que fue tras la caída del gobierno dictatorial de éstos
y el inicio de un sistema democrático, cuando las demandas ciudadanas de justicia, verdad
y reparación adquirieron auténtico protagonismo.
Además, a partir del restablecimiento de las instituciones constitucionales, el 10
de diciembre de 1983, hubo grandes hitos como el informe editado al año siguiente con
el título NUNCA MÁS, elaborado de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de

39
Nos estamos refiriendo al periodo represivo militar que abarca de 1966 a 1973 y la vuelta del peronismo
al frente del país entre 1973-1976, con medidas represivas sobre la población que se agudizan tras la muerte
de Perón en 1974, que tiene en la provincia de Tucumán su punto de partida con el “Operativo
Independencia”, y se extenderá por todo el territorio tras el golpe de marzo 1976. Véase esta etapa anterior
RIZ, L., La política en suspenso, 1966-1976, Buenos Aires, Paidós, 2000; GILLESPIE, R., Soldados de
Perón. Los Montoneros, Buenos Aires, Sudamericana, 1988; OLLIER, M. M., Golpe o Revolución. La
violencia legitimada en la Argentina 1966-1973, Caseros, Eduntref, 2005.
40
Ese mismo año vio la luz el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos y tres después el Centro
de Estudios Legales y Sociales (CELS).

183

Personas (CONADEP), que presidió el escritor Ernesto Sábato y fue creada por el
entonces presidente de la República, Raúl Alfonsín. En su prólogo, escrito por referido
escritor, se afirma lo siguiente:

Las grandes calamidades son siempre aleccionadoras, y sin duda el


más 'terrible drama que en toda su historia sufrió la Nación durante el
período que duró la dictadura militar iniciada en marzo de 1976 servirá
para hacernos comprender que Únicamente la democracia es capaz de
preservar a un pueblo de semejante horror, que sólo ella puede mantener
y salvar los sagrados y esenciales derechos de la criatura humana.
Únicamente así podremos estar seguros de que NUNCA MAS en
nuestra patria se repetirán hechos que nos han hecho trágicamente
famosos en el mundo civilizado41.

En sus dos volúmenes se vertían datos sobre la muerte como arma política,
torturados, secuestros, centros clandestinos de detención, niños desaparecidos, entre otros
conceptos. En suma, un informe detallado y preciso de fuerte impacto social en aquellos
años. Asimismo destacar la celebración de juicios a los integrantes de las tres primeras
juntas militares, entre otros procesos judiciales. Iniciativas que encontraron una violenta
reacción del estamento militar que originaron, ante el temor a un nuevo levantamiento, la
aprobación, antes de terminar el año 1986, de la ley de “Punto Final”, y ya en 1987 la
complementaria ley de “Obediencia Debida”, que supusieron un freno a los juicios contra
militares y los indultos presidenciales a condenados y procesados por la justicia federal.
Retrocesos en las exigencias de verdad y justicia que supusieron la paralización a
las demandas de los organismos de derechos humanos en Argentina, hasta el punto que
este controvertido asunto dejó de ser un tema nuclear en el debate político para pasar a
un segundo plano. Hubo que esperar a los inicios del siglo XXI, concretamente al año
2003con Néstor Carlos Kirchner al frente de la presidencia de la nación, para que el

41
Nunca más, Informe de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), Buenos
Aires, setiembre de 1984. El libro Nunca más fue reeditado en 2006, incorporando una nueva versión del
prólogo y El nuevo "Nunca Más" y 4 anexos complementarios, en dos volúmenes, que se añaden a la nutrida
información que reuniera la CONADEP sobre los ilegales y aberrantes medios -mundialmente conocidos-
empleados por la dictadura militar (1976-1983) para reprimir opositores. Los anexos incluyen información
actualizada y documentada sobre las víctimas, procedimientos y estructura organizativa de la represión
establecida durante los gobiernos militares. Uno de ellos incluye además información sobre víctimas de la
represión llevada a cabo durante los gobiernos militares anteriores a 1976.

184

Congreso de la Nación declarara nulas esas dos leyes y dos años después la Corte
Suprema de Justicia ratificara la inconstitucionalidad de ambas.
Derogaciones que abrieron un nuevo escenario en relación a las demandas de las
organizaciones de derechos humanos que se han visto traducidas, gracias al apoyo
gubernamental, en nuevos reconocimientos e iniciativas que están hoy instaladas como
demandas centrales de vastos sectores sociales. Como lo afirmaban las Madres de Plaza
de Mayo ya bajo la dictadura militar, cuando planteaban los dilemas de la verdadera
reconciliación nacional, "el silencio no será una respuesta ni el tiempo cerrará las
heridas".
Entre esas medidas en pro de la justicia y verdad destacan la celebración de
juicios, en determinados casos tramitados en el extranjero42, contra los
protagonistas de la represión durante la dictadura.

622 REPRESORES DE LA DICTADURA CONDENADOS EN ARGENTINA EN EL PERÍODO


2006-2015
CONCEPTO CIFRAS
Causas judiciales Total 514, siendo imputados 2.166 procesados
abiertas
Sentenciados De esas 514 causas concluyeron con sentencias de culpabilidad 622
represores y hubo 57 absoluciones
Juicios en curso que 18 juicios orales y públicos que suman 116 causas
concluirán en 2016
Cusas en etapa de 233 causas
investigación
Situación de los 833 represores siguen procesados, a 113 se les dictó falta de mérito,
encausados 11 fueron sobreseídos al no existir pruebas suficientes para llevarlos a
juicio y siguen pendiente de proceso 196
Situación de los 227 murieron viejos e impunes mientras se celebraba el proceso en su
acusados contra y hay 57 prófugos sobre los que pesan órdenes de captura
internacional.
Fuente: Procuraduría de Crímenes contra la Humanidad (Argentina)

Juicios en que cabe deducir de sus contenidos que los militares argentinos
intentaron, en abierta réplica al publicitado golpe de estado chileno de 1973 en que se

42
Fue el caso del juez de la Audiencia Nacional de España, Baltasar Garzón, que desde Madrid solicitó
“con carácter urgente” al gobierno de España que reclamara al de Argentina la extradición de 26 ex-
militares, detenidos en el mes de julio de 2003 y procesados por el magistrado español por delitos de
terrorismo, genocidio y torturas, que cometieron presuntamente durante la etapa de dictadura argentina,
entre 1976 y 1983.

185

vieron en todo el mundo imágenes de detenidos y ejecutados flotando en el Mapocho,


llevar a cabo prácticas represivas con métodos que ocultaran ante la opinión pública lo
sucedido. Medidas en consonancia, al parecer, con las recomendaciones del elemento
eclesiástico en ese sentido. Hasta el punto, que el conocido capitán de Marina de Guerra,
Adolfo Scilingo, llegó a declarar en 1995 en una entrevista que:

El Comandante de Operaciones Navales reunió a todos los oficiales


de la Armada y les comunicó que se había decidido arrojar a los
prisioneros al mar porque ésa era una forma cristiana de muerte,
aprobada por la jerarquía católica43

Pero independientemente de las recomendaciones de la Iglesia, sobre las que cabe


señalar que también sufrió bajas por actos represivos en la dictadura argentina, con el
consabido asesinato de obispos, sacerdotes y fieles, lo cierto es que los juicios contra los
verdugos argentinos se han convertido en una realidad, extendiéndose a todo el país, con
622 represores de la dictadura procesados y condenados. Una cuestión que lejos de abrir
heridas hace justicia tras años de silencio. Como declaró la Corte Suprema de Justicia:

Los juicios por crímenes de lesa humanidad no dependen de la


decisión de una persona que esté en el Gobierno o de otra que no esté, sino
que forman parte del contrato social de los argentinos44

En suma, de acuerdo con lo expuesto, en pleno siglo XXI la defensa de la sociedad


libre constituye un avance insoslayable, y esto sólo puede realizarse desde una conciencia
ciudadana que defienda las grandes conquistas de la dignidad, es decir, las libertades y
los derechos humanos. Logros que no son producto de una concesión divina, humana o
de otra procedencia, sino que significan la conquista del ser humano por la emancipación.
Emancipación de los viejos prejuicios filosóficos y religiosos, y potenciación de una
moral no determinada por confesiones religiosas sino por la libertad de pensamiento y el
sentido crítico y racional. La convivencia social del siglo XXI se debe articular en torno
a unos principios éticos que potencien la justicia social y la reacción ante agresiones

43
VERBITSKY, H., “El pasado incómodo en Latinoamérica: guerra, persecución, reconciliación.
Tratamiento histórico-comparativo. EL caso argentino”, en FERNÁNDEZ PRIETO, L. y NOMES E
VOCES (eds.), Memoria de guerra y cultura de paz en el siglo XX. De España a América, debates para
una historiografía, Gijón (España), Ediciones TREA, S. L., 2012, pp. 129-136 (p. 150-151 para esta cita).
44
VERBITSKY, H., “El pasado (…), p. 160.

186

contra la libertad y la dignidad humana como se cometieron en las dictaduras chilena y


argentina del pasado siglo.

GRÁFICOS RELATIVOS A JUICIOS CELEBRADOS DURANTE EL PERIODO 2006-2011.

Fuente: Informe Anual de la Unidad Fiscal de Coordinación y Seguimiento de las causas por
violaciones a los derechos humanos de la Procuración General de la Nación Argentina

187

Verdad e impunidad en América Central


Roque Moreno Fonseret
Universidad de Alicante

1. Dictadura, represión y guerra en Centroamérica


América Latina vivió tras la Segunda Guerra Mundial numerosas experiencias de
dictaduras, violaciones de derechos humanos y crímenes contra la humanidad en el marco
de la denominada Doctrina de Seguridad Nacional1. La mayor parte de los estados
autoritarios que se implantan en estas décadas son consecuencia directa de esta teoría
ideológica y militar. Alentados por la espiral anticomunista que caracterizó estos años de
Guerra Fría, dichos estados expandieron el terror y practicaron el aniquilamiento
sistemático del enemigo, no sólo de los insurgentes armados sino en general de todos
aquellos civiles que, por una u otra causa -o sin ella-, fueron considerados contrarios al
régimen2.
Durante este período, en Centroamérica se instalaron dictaduras militares que,
amén de conculcar los derechos fundamentales, acentuaron con sus políticas las
condiciones de explotación social y desigualdad de clase, males endémicos por otra parte
en esta región. Desde este punto de vista encontramos pocas diferencias respecto a la
primera mitad del siglo XX. De hecho, si repasamos la naturaleza de sus regímenes
políticos, observamos cómo entre 1900 y 1980 existieron dictaduras en El Salvador,
Guatemala, Honduras y Nicaragua en 8 de cada 10 años. La diferencia estriba en que, con
la Guerra Fría, las dictaduras oligárquicas existentes fueron reemplazadas por dictaduras
militares, en un proceso muy similar en todos los estados mencionados. Así, las dictaduras
militares aparecen o se consolidan para obstaculizar el acceso al poder o desbancar de él
a políticos considerados de izquierdas y para prevenir una hipotética revolución
comunista. Precisamente, ese temor a la revolución o a una simple reforma provocará que
las clases dominantes centroamericanas encargasen el ejercicio del poder a sus fuerzas
armadas, las únicas que podían ejercer con eficiencia la fuerza para gobernar y mantener
el statu quo existente.

1
Sigue siendo referente la obra del teólogo belga COMBLIN, J., Doctrina de seguridad nacional, Editorial
Nueva Década, 1989. Un buen análisis alternativo puede verse en RIVAS NIETO, P., Doctrina de
Seguridad Nacional y regímenes militares en Iberoamérica, Editorial Club Universitario, Alicante, 2008.
2
ALCÁNTARA, M., Sistemas Políticos de América Latina. Volumen II. México, América Central y El
Caribe, Tecnos, Madrid, 2008. ANSALDI, W., “El autoritarismo”, en CASAUS, M., y MACLEOD, M.
(Coords), América Latina. Entre el autoritarismo y la democratización (1930-2012), Madrid, Marcial Pons,
2016, vol. VI, pp. 119-148

188

En Honduras, los militares monopolizaron el poder desde 1963, año del


derrocamiento del liberal Villeda Morales por el general Osvaldo López Arellano, hasta
1981, momento en el que la Junta Militar convocó una Asamblea Nacional Constituyente
encargada de redactar una constitución. Aún con sus limitaciones, la todavía vigente
Constitución de 1982 estableció las bases para un Estado de Derecho que en ese momento
fue una excepción en la región3.
En Guatemala, las dictaduras militares se suceden desde 1954, año en el que se
produjo el golpe de estado que derrocó al presidente Jacobo Arbenz, impulsor de una
amplia reforma agraria que atentaba contra los intereses norteamericanos en la zona.
Repetidos golpes de estado pilotados por facciones militares y reiteradas celebraciones
de elecciones fraudulentas caracterizaron la vida política de Guatemala hasta 1985. El
último gobierno militar encabezado por el general Óscar Mejía convocó entre 1983 y
1985 primero una Asamblea Constituyente y después unas elecciones generales4.
Formalmente se restaura la democracia con la entrega del poder en enero de 1986 al
ganador de las elecciones presidenciales, el demócrata cristiano Vinicio Cerezo. Sin
embargo, la guerra civil que devastó el país durante 36 años no acabó hasta 1996, durante
el gobierno de Álvaro Arzú, gracias a la intervención de la ONU.
En El Salvador, la intervención de los militares en política es anterior y se remonta
a 1931, año en el que el general Maximiliano Hernández llega al poder tras el golpe de
estado contra el presidente Arturo Araujo. Su gobierno marca el inicio de una larga serie
de gobiernos militares que finaliza a principios de la década de los ochenta. En 1979 un
golpe de estado militar contra el general Carlos Romero instaura una Junta
Revolucionaria de Gobierno. La elección de la Asamblea Constituyente auspiciada por la
Junta se celebra en 1982, que aprueba la Constitución en diciembre de 1983. Las primeras
elecciones presidenciales realizadas bajo el nuevo marco jurídico se harán en 1984, en las
que resultó vencedor el demócrata cristiano José Napoleón Duarte. No obstante, el país
se debatió a lo largo de toda la década de los ochenta en una cruenta guerra civil, con
participación activa de las fuerzas armadas, que no acabó hasta los Acuerdos de Paz de
1992.

3
RAMOS SOTO, J.O., Evolución del estado de Derecho en la República de Honduras en las últimas tres
décadas, Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, 2017.
https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/6/2701/17.pdf
4
Para conocer las características de esta última dictadura militar véase ROSTICA, J.C., “Las legitimaciones
de la dictadura militar de Guatemala (1982-1985), en Aletheia, vol. 4, nº 8, abril 2014.

189

En Nicaragua, el jefe de la Guardia Nacional Anastasio Somoza toma el poder en


1936, tras el golpe de estado que derrocó al presidente Juan Sacasa. El ejército
norteamericano, que había ejercido de facto el poder anteriormente, pilotó también al
nuevo régimen basado en la corrupción política y económica, con un sistema electoral
viciado y fraudulento controlado por unas pocas familias y una economía basada en el
control monopolístico de los principales recursos económicos por parte de los Somoza y
su red clientelar. La dictadura somocista se mantuvo hasta 1979, año en el que el Frente
Sandinista entró en la capital y estableció una Junta de Gobierno de Reconstrucción
Nacional5. No obstante, a partir de 1981, una parte de la Guardia Nacional se refugió en
Honduras y Costa Rica y, ayudada y financiada por Estados Unidos, inició una guerra
contra el régimen sandinista6. La celebración de nuevas elecciones en 1990, ganadas por
la coalición derechista UNO (Unión Nacional Opositora) dio inicio a una nueva etapa en
la historia de Nicaragua.
Como vemos, Guatemala, Nicaragua y El Salvador fueron escenario de verdaderas
guerras civiles que, si bien fueron consecuencia de la confrontación propia de la guerra
fría y participaron por tanto de su dinámica y de su financiación, se desencadenaron en
condiciones de explotación social seculares, acentuados durante este período. El triunfo
de la Revolución Cubana en 1959, y la aceptación posterior del comunismo, hizo que las
aspiraciones revolucionarias de cambio en Centroamérica se impregnaran del ideario
castrista, presente en la formación de las organizaciones guerrilleras y en el imaginario
colectivo de una parte significativa de la sociedad, de los movimientos sociales y
sindicales, de la Universidad e incluso de la Iglesia, que apoyaron al movimiento
revolucionario7. Los tres conflictos armados se caracterizaron por el uso de un amplio
aparato coercitivo por parte del Estado, que combinó los ataques masivos contra la
población civil con la represión selectiva, en una espiral de violencia que ocasionó
centenares de miles de víctimas.
Guatemala sufrió la guerra civil más larga y, a tenor del número de víctimas, la
más cruenta y sangrienta8. Desde 1960 diversos frentes guerrilleros lucharon sin ninguna

5
FERRERO BLANCO, M.D., La Nicaragua de los Somoza (1936-1979), Universidad de Huelva, 2010.
6
KRUIJT, D. “Revolución y contrarrevolución: el gobierno sandinista y la guerra de la Contra en
Nicaragua, 1980-1990”, en Desafíos, nº 23-II, 2011, pp. 53-81.
7
KRUIJT, D., Guerrillas. War and Peace in Central America, Zed Books, Londres, 2008.
8
Véase CONTRERAS, D., Guatemala, ayer y hoy, Ed. Piedra Santa, Guatemala. 2006 (4º ed.), SABINO,
C., Guatemala, la historia silenciada (1944 - 1989), Tomo I: Revolución y Liberación, Fondo de Cultura
Económica, Guatemala, 2007 y GARCÍA, P., El genocidio de Guatemala a la luz de la sociología militar,
Sepha, 2005.

190

coordinación contra el ejército regular durante dos décadas. Las diferencias ideológicas
entre los comandantes, en ocasiones irreconciliables, hizo que la oposición guerrillera no
pudiera unir sus esfuerzos en su lucha contra el régimen corrupto hasta 1980, año de
creación de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG). Aunque en un
primer momento la unidad propició la dominación de un amplio territorio, incluida una
parte de la capital donde actuaron comandos urbanos durante varios años, el Ejército de
Guatemala se reorganizó pronto y, con mejor financiación, más armamento y mejores
recursos humanos, recuperó buena parte del territorio perdido. El apoyo entusiasta que
las poblaciones indígenas prestaron al movimiento guerrillero centró la ofensiva del
Ejército en las comunidades rurales, provocando amplios desplazamientos de la
población nativa hacia Honduras y México y verdaderas masacres que sin duda podemos
calificar de genocidio. El mayor número de violaciones de los derechos humanos se
perpetró en la primera mitad de los ochenta, en los gobiernos de Fernando Romeo Lucas
García y de José Efraín Ríos Montt, quienes practicaron la llamada política de «tierra
arrasada». Se han llegado a constatar 626 masacres cometidas por el Ejército contra
comunidades de campesinos durante la guerra, en torno al 90% de las violaciones
cometidas durante todo el conflicto. El número de víctimas del eufemísticamente llamado
Conflicto Armado Interno supera la cifra del medio millón entre muertos y desaparecidos,
de lejos la mayor habida en Latinoamérica9.
En El Salvador la guerra civil comenzó en 1980, en buena parte como respuesta
de la población civil a los ataques que estaba sufriendo por las Fuerzas Armadas y que se
intensificaron desde 1972, momento en el que la violencia ejercida por el régimen cambia
cualitativa y cuantitativamente. Desde esa fecha la represión se hace masiva y utiliza
nuevos instrumentos como las desapariciones y los asesinatos selectivos, normalmente
ejecutados por los denominados escuadrones de la muerte, personal no uniformado de las
fuerzas de seguridad bajo la dirección de los servicios de inteligencia. Entre 1978 y 1983
murieron a manos de agentes del Estado 42.171 personas, del total de 50.000 asesinadas,
por ambos bandos, durante ese período. Al finalizar la guerra esta cifra ascendía a 75.000

9
BALL, P., KOBRAK, P. y SPIRER, H.F., Violencia institucional en Guatemala, 1960 a 1996: una
reflexión cuantitativa, American Association for the Advancement of Science (AAAS) Science and Human
Rights Program y Centro Internacional para Investigaciones en Derechos Humanos (CIIDH), Washington,
1999.

191

víctimas10. El Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), que aglutinó
a diversos grupos guerrilleros en 1980, capitalizó la oposición guerrillera hasta el final de
la guerra en 1991. Durante este período, las guerrillas trasladaron sus operaciones a las
áreas rurales del norte, centro y este del país donde gozaron del apoyo campesino
conseguido sobre todo en los setenta. En esas áreas edificaron exitosamente un ejército
irregular que mantuvo la iniciativa de la guerra entre 1982 y 1983. Así, el Frente pudo
llevar la guerra a 10 de los 14 departamentos del país, impidiendo el establecimiento de
autoridades locales en casi la mitad de las municipalidades y llegando a controlar cerca
de un 25% del territorio. En las zonas urbanas, sin embargo, al menos hasta 1986, la
estructura de las guerrillas fue muy poco significativa11.
En Nicaragua podemos hablar realmente de dos guerras civiles, encadenadas en
el tiempo, con los mismos actores pero con papeles diferentes. La lucha contra la
dictadura de los Somoza comenzó ya en la década de los cincuenta. Desde ese momento,
la oposición al régimen fue duramente perseguida por las autoridades somocistas, que
asesinaron, torturaron y obligaron al exilio a todos los que se posicionaron en su contra.
La Guardia Nacional, ejército y policía a la vez, fue el principal elemento de coacción del
somocismo, tanto en el campo como en la ciudad. Entre septiembre de 1978 y julio de
1979 la situación del país fue de franca guerra abierta. El día 9 de septiembre de 1978
comenzó una cadena imparable de insurrecciones populares en diversas ciudades, a las
que Anastasio Somoza ordenó bombardear. Pero no es hasta marzo de 1979, cuando se
firmó el acuerdo de unidad de las tres facciones sandinistas. Poco después se procede a
declarar la Huelga General y se lanza la denominada Ofensiva Final, que acaba con la
entrada del Frente en Managua el 19 de julio de 1979. Tal como señala la profesora
Ferrero Blanco, al triunfar la revolución los muertos habidos durante la insurrección
fueron aproximadamente 50.000, de ellos 20.000 en la capital Managua. A ellos habría
que añadir las muertes que se produjeron en los 43 años de dictadura en manifestaciones
reprimidas, como resultado de las torturas en las cárceles, en los campos de concentración
en la montaña y en las “desapariciones” de campesinos desde 1970, en un número difícil
de determinar por el momento12. A partir de 1981, una parte de la Guardia Nacional inició

10
COMISIÓN DE LA VERDAD PARA EL SALVADOR, De la Locura a la Esperanza. La guerra de 12
años en El Salvador, 1993. Disponible en: http://www.pddh. gob.sv/memo/verdad. Consultado el 8 de
septiembre de 2016.
11
MARTÍN ÁLVAREZ, A., “De guerrilla a partido político: el Frente Farabundo Martí para la Liberación
Nacional (FMLN), en Historia y Política, nº 25, Madrid, enero-junio (2011), pp. 207-233
12
FERRERO BLANCO, M.D., La Nicaragua de los Somoza, 1936-1979, Universidad de Huelva, 2010.

192

una nueva guerra contra el régimen sandinista que no acabó hasta 1990 con la celebración
de unas elecciones pactadas. Esta guerra civil, conocida como guerra de “Los Contra”,
enfrentó a unos 30.000 contrarrevolucionarios contra el ejército regular sandinista que
alcanzó la cifra de 300.000 militares. Nadie duda de la presencia de actores externos que
instigaron hostilidades, suministraron asesoría y procuraron expandir la dimensión del
conflicto, como fueron la Argentina de Videla y los EEUU de R. Reegan. Pero,
independientemente de ello, lo cierto es que en el curso de este conflicto las atrocidades
fueron enormes. Los años de guerra civil dejaron decenas de miles de víctimas mortales
y cientos de miles de refugiados. Se ha señalado que la cifra de muertes fue casi la misma
por ambas partes: 32.000 del personal del ejército sandinista y de la población civil y
29.500 de los Contra y de civiles que vivían en sus bases o en las cercanías. El total
nacional de muertes entre 1980 y 1989, según cálculos oficiales, fue de 61.826, de las
cuales un 60% ocurrieron entre 1986 y 198913. Estas cifras son si cabe más escandalosas
si tenemos en cuenta que decenas de miles de nicaragüenses, que ni siquiera tenían una
existencia civil, han desaparecido desde la década de los 70. La violencia masiva dejó un
saldo de aproximadamente 354.000 desplazados internos, y entre 1986 y 1993 se
registraron 71.750 refugiados retornados desde los campos costarricenses y hondureños.
El proceso masivo de desmovilización dejó decenas de miles de ex-combatientes (contras
y miembros del ejército sandinista) en condiciones de vida precarias y de vulnerabilidad
socio-económica.

2. Paz vs Verdad: buscando la reconciliación


En 1983 se creó el Grupo Contadora, integrado por México, Venezuela, Colombia
y Panamá, que pretendió evitar la regionalización del conflicto en Centroamérica y
favorecer el diálogo entre los gobiernos y los movimientos insurgentes locales, con el
propósito de generar condiciones para la paz regional, el fortalecimiento de la democracia
y el desarrollo económico de la región. Años después, en 1986 los presidentes
centroamericanos se citaron en Esquipulas (Guatemala) para alcanzar acuerdos que
permitieran consolidar un proceso de paz y acabar con la guerra civil de Guatemala, El
Salvador y Nicaragua. Un año después, con el Acuerdo de Esquipulas II, se trazó el
procedimiento para conseguir lo que se llamó “Paz firme y duradera”. Este acuerdo
definió las medidas para promover la reconciliación nacional y el término de la guerra,

13
KRUIJT, Dirk, “Revolución y contrarrevolución: el gobierno sandinista y la guerra de la Contra en
Nicaragua, 1980-1990”, en Desafíos, nº 23-II, (2011), pp. 53-81.

193

estableciendo entre otros aspectos el fin de toda asistencia para las fuerzas militares
irregulares y el inicio de negociaciones sobre el control de armas. Además, se propuso
establecer las bases para la democratización de todos los territorios de la región, con la
celebración de elecciones libres y la verificación de todos los procesos por organismos
internacionales. Como parte del proceso de paz y democratización, se acordó por otra
parte emitir decretos de amnistía y la iniciación de un diálogo con la oposición política
no armada.
En este contexto, en todos los casos se dio una salida negociada al conflicto, en
parte como consecuencia de la condena internacional ante los actos de barbarie cometidos
por las Fuerzas Armadas, en parte por el agotamiento de los contendientes y de la
población civil de los territorios en guerra y la propia incapacidad de las partes de vencer
por las armas al contrario. Por ello, la intermediación de organismos internacionales, en
especial la ONU, fue determinante para la firma de los tratados de paz. Como también
fue sustancial el grado de fortaleza mostrado por el gobierno de turno y sus Fuerzas
Armadas o los grupos guerrilleros en el momento de entablar las negociaciones.
En las negociaciones siempre se tuvo presente la aplicación de los esquemas de
Justicia Transicional, que tras el colapso de la Unión Soviética y los procesos de
democratización en Europa del Este, África, Centroamérica y Sudamérica adopta como
función principal, según Teitel, la reconstrucción nacional en el marco de un discurso que
enfatiza las virtudes de la democracia y el Estado de Derecho. De ahí que la discusión se
centre en la manera en que los nuevos gobiernos democráticos restaurarán la paz nacional,
someterán a los culpables de crímenes durante los regímenes anteriores y avanzarán en la
construcción de una sociedad incluyente y libre de violaciones a los Derechos Humanos14.
Los procesos del Cono Sur sudamericano y de Centroamérica plantearon en este sentido
cuestiones cruciales en términos de la tensión e imposible equilibrio entre paz, verdad y
justicia, sacando a la luz dilemas del tipo “paz versus verdad”, “castigo versus impunidad”
u “olvido versus memoria”, entre otros15. Así, aunque interna como externamente se
enfatizó en la necesidad de buscar la Verdad y perseguir los actos contra los derechos
humanos cometidos durante el conflicto16, lo cierto es que en líneas generales la actuación

14
TEITEL, R.G., “Transitional Justice Genealogy”, en Harvard Human Rights Journal, Vol. 16, 2003, pp.
69-94. Artículo traducido al castellano por el Centro de Derechos Humanos, Facultad de Derecho
Universidad de Chile, 2003.
15
RODRÍGUEZ MONTENEGRO, P., “Los límites del perdón. Notas sobre la justicia transicional en
Sudáfrica, Centroamérica y Colombia”, en Justicia Juris, Vol. 7, nº 2, 2011, pp. 52-53.
16
En el ámbito del sistema interamericano, el derecho a la verdad se vinculó inicialmente con el fenómeno
extendido de la desaparición forzada. La obligación del Estado desde este punto de vista es la de adoptar

194

contra la impunidad se quedó sobre el papel, sin que hubiese intención política real de
desplegar en las condiciones adecuadas los acuerdos habidos sobre el particular. En
Guatemala y El Salvador se crearon Comisiones de la Verdad que emitieron informes
demoledores contra las Fuerzas Armadas, aunque ninguno tuvo recorrido penal posterior.
En Nicaragua no se ha hecho nada hasta el momento.
En El Salvador, el partido Alianza Nacional Republicana (ARENA), creado en
1981 por el militar extremista Roberto D´Auibisson, accedió al poder tras las
presidenciales de 1989. La incapacidad del ejército para mantener la seguridad en la
capital, en plena ofensiva del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional
(FMLN), hizo inevitable retomar las negociaciones de paz, en esta ocasión bajo la tutela
directa de las Naciones Unidas. Finalmente, el 16 de enero de 1992 se firmaron los
Acuerdos de Paz de Chapultepec, que se centraron en cinco grandes áreas: modificación
de las Fuerzas Armadas, creación de la Policía Nacional Civil, reformas en sistema
judicial que aseguraran la defensa de los Derechos Humanos, modificación del sistema
electoral para el aseguramiento de la igualdad y de la transparencia y adopción de medidas
en el campo económico y social.
La decisión de crear la Comisión de la Verdad fue adoptada por las partes incluso
antes, en los Acuerdos de México de abril de 1991, que además definieron las funciones
y facultades de la Comisión. La autoridad de la Comisión quedó en cualquier caso
ampliada en los Acuerdos de Chapultepec. En el punto 5 del capítulo I dedicado a las
Fuerzas Armadas se hablaba de la necesidad de vencer las situaciones de impunidad y de
la creación de una Comisión de la Verdad, institución que garantizaría el conocimiento
de los graves delitos contra los derechos humanos cometidos durante la guerra civil17:
“Se reconoce la necesidad de esclarecer y superar todo señalamiento de impunidad
de oficiales de la Fuerza Armada, especialmente en casos donde esté
comprometido el respeto a los derechos humanos. A tal fin, las Partes remiten la
consideración y resolución de este punto a la Comisión de la Verdad. Todo ello
sin perjuicio del principio, que las Partes igualmente reconocen, de que hechos de
esa naturaleza, independientemente del sector al que pertenecieren sus autores

todas las medidas necesarias para esclarecer lo sucedido, así como para localizar e identificar a las víctimas.
Las Comisiones de la Verdad son pues un instrumento del Estado para tal propósito y no puede sustituir a
la aplicación de la justicia. Véase COMISIÓN INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS,
Derecho a la Verdad en América, agosto 2014. https://view.publitas.com/p222-1287/derecho-a-la-verdad/
17
ACUERDOS DE CHAPULTEPEC, Capítulo I, Fuerza Armada, punto 5: Superación de la impunidad.
Disponible en: https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/4/1575/23.pdf

195

deben ser objeto de la actuación ejemplarizante de los tribunales de justicia, a fin


de que se aplique a quienes resulten responsables las sanciones contempladas por
la ley.”
La Comisión de la Verdad, integrada dentro del Programa de las Naciones Unidas
para el Desarrollo, redactó el informe denominado “De la Locura a la Esperanza. La
guerra de los Doce Años en El Salvador”, hecho público dos años después de la firma de
los Acuerdos de Paz18. Este informe contenía una lista de 13.569 casos de graves
atentados de lesa humanidad, de los que seleccionó 32 considerados como
ejemplarizantes de patrones de violencia perpetrados por integrantes de ambos bandos, a
saber, las Fuerzas Armadas de El Salvador, los Escuadrones de la Muerte y la guerrilla
del FMLN. Entre estos casos se hallaban el asesinato del arzobispo de San
Salvador, Óscar Arnulfo Romero, ocurrida el 24 de marzo de 1980 atribuido a la acción
de los escuadrones de la muerte, la matanza de campesinos conocida como Masacre del
Mozote y los homicidios de Ellacuría y otros cinco sacerdotes jesuitas cometidos en la
UCA el 16 de noviembre de 1989, atribuidos a las Fuerzas Armadas, o las ejecuciones
extrajudiciales de alcaldes y miembros del gobierno atribuidos a milicias de la guerrilla
del FMLN. El informe señaló que las Fuerzas Armadas y los grupos paramilitares fueron
responsables del 85% de los crímenes cometidos. Quedaron evidentemente sin investigar
infinidad de casos que o bien no se consideraron suficientemente documentados y
probados o simplemente no recibieron durante los meses de trabajo de la Comisión
ninguna denuncia. Eso sí, la Comisión consideró que los patrones de la violencia cometida
durante la guerra por los diferentes actores quedaron suficientemente demostrados e
identificó claramente a más de cuarenta militares sobre los que se tenía la certeza fundada
de ser autores de grave violación de los derechos humanos19.
Además de realizar las investigaciones, a la Comisión de la Verdad se le confirió
igualmente la facultad de emitir recomendaciones que, de acuerdo al mandato recibido,
debían ser aceptadas y acatadas por las partes. Recomendaciones vinculantes entre las
que destacan, de cara a la reconciliación nacional, la necesidad de perseverar en la
investigación judicial de los crímenes cometidos, en la sanción a los responsables de estos

18
COMISIÓN DE LA VERDAD PARA EL SALVADOR, De la Locura a la Esperanza. La guerra de 12
años en El Salvador, 1993. Disponible en: http://www.pddh. gob.sv/memo/verdad
19
Resulta muy esclarecedor conocer de la mano de uno de los tres comisionados cómo la Comisión ejecutó
su mandato y los problemas que tuvieron en recoger la información para elaborar el documento final. Véase
BUERGENTHAL, T., La Comisión de la Verdad para El Salvador, IIDH, 1994. Consultado en
https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/5/2061/6.pdf

196

actos, lo que evidentemente pasaba por la reforma y depuración de los órganos de justicia
existentes, y en la reparación debida a las víctimas y sus familiares. Quedaba pues en
manos de las nuevas instituciones salvadoreñas completar el conocimiento de la Verdad
y ejecutar las recomendaciones emitidas por la Comisión, fundamentalmente en lo que
hace referencia a la condena de los responsables de delitos de lesa humanidad. Como
veremos, las actuaciones llevadas a cabo fueron por caminos diametralmente opuestos.
Ya se ha señalado en este sentido que las fortalezas mostradas en un principio por la
Comisión de la Verdad se vieron menguadas en la práctica debido al poco consenso que
había respecto a su creación, al relativo poder de los militares en el periodo posterior a la
firma de los acuerdos, a la incapacidad de sus comisionados para articularse con la
sociedad civil y a la percepción por parte de familiares y víctimas de que colaborar con
este organismo constituía un alto riesgo para sus vidas20.
El caso de Guatemala es similar en su planteamiento, aunque observamos alguna
diferencia significativa. En buena medida, éstas se deben a la debilidad que en el
momento de las negociaciones mostraba el frente guerrillero. La propia ONU reconocía
que el potencial militar de la guerrilla siempre fue escaso. Por ello, aún a pesar de la
presión internacional, Gobierno y Fuerzas Armadas entorpecieron el conocimiento de la
verdad y la condena posterior de los crímenes cometidos. Ya en 1990 se creó la Comisión
de Reconciliación Nacional, que acordó la reanudación de las negociaciones con la
Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG). El dialogo entre ambas partes,
como ocurrió en El Salvador, contó ahora con la tutela de la ONU, refrendada en el
Acuerdo de Derechos Humanos de 1994 que creó la Misión de Naciones Unidas para la
verificación de los Derechos Humanos en Guatemala (MINUGUA). En realidad, como
vemos, los Acuerdos de Paz lo componen una serie de acuerdos y convenios, doce en
total, que fueron suscritos por ambas partes entre 1991 y 1996, año en el que, durante el
gobierno de Álvaro Arzú, se firmó en Ciudad de Guatemala el Acuerdo de Paz Firme y
Duradera, que puso fin de facto a la guerra civil21.
Uno de dichos convenios, el Acuerdo Global sobre Derechos Humanos, fue
firmado en Ciudad de México el 29 de marzo de 199422. Su capítulo III, Compromiso en

20
MARTÍNEZ BARAHONA, E. GUTIÉRREZ SALAZAR, M.L. y RINCÓN FONSECA, L., “Impunidad
en El Salvador y Guatemala: De la locura a la esperanza: Nunca más”, en
América Latina Hoy, vol. 61, 2012, pp. 101-136.
21
ACUERDO DE PAZ FIRME Y DURADERA, Guatemala, 29 de diciembre de 1996. Disponible en:
http://www.guatemalaun.org/bin/documents/Acuerdo%20de%20Paz%20Firme%20y%20Duradera.pdf
22
ACUERDO GLOBAL SOBRE DERECHOS HUMANOS ENTRE LA URNG Y EL GOBIERNO, 29
de marzo de 1994. Disponible en: https://ihl-databases.icrc.org/applic/ihl/ihl-

197

contra de la impunidad, especificaba claramente cuales debían ser las pautas del gobierno
guatemalteco en materia de delitos de lesa humanidad, fundamentalmente en lo que hacía
referencia a la sanción a sus responsables materiales. Así señalaba:
“1. Las Partes coinciden en que debe actuarse con firmeza contra la impunidad.
El Gobierno no propiciará la adopción de medidas legislativas o de cualquier otro
orden, orientadas a impedir el enjuiciamiento y sanción de los responsables de
violaciones a los derechos humanos.
2. El Gobierno de la República de Guatemala promoverá ante el Organismo
Legislativo, las modificaciones legales necesarias en el Código Penal para la
tipificación y sanción, como delitos de especial gravedad, las desapariciones
forzadas o involuntarias, así como las ejecuciones sumarias o extrajudiciales.
Asimismo, el Gobierno promoverá en la comunidad internacional el
reconocimiento de las desapariciones forzadas o involuntarias y de las ejecuciones
sumarias o extrajudiciales como delitos de lesa humanidad.
3. Ningún fuero especial o jurisdicción privativa puede escudar la impunidad de
las violaciones a los derechos humanos”.

De manera complementaria, poco antes, el 23 de junio de 1993, se aprobó


el Acuerdo sobre el establecimiento de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico de
las violaciones a los derechos humanos y los hechos de violencia que han causado
sufrimiento a la población guatemalteca. La Comisión para el Esclarecimiento
Histórico (CEH) fue por tanto la comisión de la verdad y reconciliación oficial
de Guatemala y tuvo el mandato de "elaborar un informe que contenga los resultados de
las investigaciones realizadas y ofrezca elementos objetivos de juicio sobre lo acontecido
durante este período abarcando a todos los factores, internos y externos”. La Comisión
recopiló información de personas e instituciones que de una u otra manera se
consideraban afectadas por los crímenes cometidos durante la larga guerra civil,
garantizando siempre el secreto de los informantes. Ahora bien, dos imperativos
condicionaron claramente la validez del informe elaborado. Por un lado, ni en el informe
ni en las recomendaciones se podían individualizar responsabilidades, por mucha certeza
que se tuviese acerca de la culpabilidad de los autores de los crímenes. Por otro, se señaló
que ni los trabajos ni el informe final tendrían efectos judiciales y, por tanto, de los

nat.nsf/0/0e6350f5cbbd2f70c125767a003e4143/$FILE/80658165.pdf/Guatemala%20HR%20Agreement
%20Government%20URNG.pdf

198

trabajos de la Comisión no se podrían colegir responsabilidades. El informe final de la


Comisión titulado “Guatemala: Memoria del silencio”, fue publicado con un considerable
retraso, en febrero de 199923, y estimó que el saldo de muertos y desaparecidos llegó a
más de 200.000 personas, el 83% de las cuales fueron indígenas mayas, alcanzando la
represión por tanto el carácter de genocidio24. Un 93% de los crímenes cometidos durante
el conflicto fueron responsabilidad de las fuerzas estatales, incluyendo aquí al Ejército,
las Fuerzas de Seguridad, las Patrullas de Autodefensa Civil (PAC), los comisionados
militares y los grupos paramilitares afines. Sólo el 3% de los delitos investigados fueron
achacados a la guerrilla, quedando un 4% de casos de imputación dudosa. Pero, aunque
el informe de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico es un instrumento histórico
fundamental para preservar la memoria del pasado guatemalteco, ninguno de los
Gobiernos posteriores a su presentación lo ha suscrito oficialmente, ni ha impulsado su
difusión.
Para intentar suplir las graves deficiencias que en materia de responsabilidades
mostró la Comisión Oficial, la Iglesia Católica creó su propio proyecto de Recuperación
de la Memoria Histórica (REMHI). Para ello, la Conferencia Episcopal guatemalteca
señaló que se debía trabajar con la mayor rapidez posible e identificar tanto a las víctimas
como a sus responsables, elementos imprescindibles para alcanzar la conciliación entre
todos los guatemaltecos, tal y como manifestó en agosto de 1995 el Coordinador General,
el obispo Juan Gerardi. La enorme capacidad que la Iglesia Católica tenía de llegar a
buena parte de las comunidades indígenas, incrementada con la creación de oficinas
locales en todo el territorio, permitió emitir un informe, “Guatemala: Nunca Más”25, que
recopiló 5.000 testimonios sobre 55.000 víctimas, y evidenció más de 300 cementerios
clandestinos. El 90,53% de las víctimas de violaciones a los derechos humanos fueron

23
COMISIÓN DE ESCLARECIMIENTO HISTÓRICO, Guatemala: Memoria del Silencio, julio de 1999.
Disponible en: http://www.centrodememoriahistorica.gov.co/descargas/guatemala-memoria-
silencio/guatemala-memoria-del-silencio.pdf
24
Uno de los aspectos más comprometidos de la tarea investigadora de la CEH fue precisamente la
de evaluar y decidir si aquella represión alcanzó o no el carácter de genocidio. Para ello se delimitaron
cuatro regiones geográficas de Guatemala, pobladas por cinco diferentes grupos étnicos mayas (Maya-
Qanjobal, Maya-Chuj, Maya-Ixil, Maya-Quiché y Maya-Achi). El estudio efectuado sobre la actuación
militar contra estos cinco grupos étnicos en las cuatro zonas estudiadas permitió a la Comisión llegar a la
siguiente conclusión: "En consecuencia, la CEH concluye que agentes del Estado de Guatemala, en el marco
de las operaciones contrainsurgentes realizadas entre los años 1981 y 1983, ejecutaron actos de genocidio
en contra de grupos del pueblo maya que residía en las cuatro regiones analizadas." Véase Tomo V del
informe Guatemala: Memoria del Silencio de la Comisión de Esclarecimiento Histórico.
25
PROYECTO INTERDIOCESANO DE RECUPERACIÓN DE LA MEMORIA HISTÓRICA (REMHI),
Guatemala: Nunca más, 24 de abril de 1998. Disponible en:
http://www.derechoshumanos.net/lesahumanidad/informes/guatemala/informeREMHI.htm

199

achacadas al Ejército, Policías, Patrullas de Autodefensa Civil, Comisionados Militares y


Escuadrones de la Muerte, mientras a las organizaciones guerrilleras se le imputaron el
9,3% de las víctimas. Monseñor Gerardi presentó el informe el 24 de abril de 1998 y lo
entregó como prueba física a la CEH. Dos días después fue asesinado por miembros de
las fuerzas de seguridad del estado, que planificaron de manera precisa el homicidio, tal
y como demostró el juicio condenatorio celebrado en 200126.
Ya hemos reseñado que, a diferencia de El Salvador, las recomendaciones
contenidas en el Informe de la CEH no tuvieron carácter vinculante, hecho de especial
relevancia en temas nucleares en un proceso de paz como son el resarcimiento y
reparación de las víctimas y sus familiares. Uno de los doce Acuerdos de paz, el que se
refería a la Incorporación de la URNG a la Legalidad27, estableció no obstante que la
entidad encargada de la política pública de resarcimiento y asistencia a las víctimas de
violaciones de los derechos humanos "tomará en cuenta las recomendaciones que formule
al respecto la Comisión para el Esclarecimiento Histórico”. De ahí que desde el gobierno
poco se hizo o sigue haciéndose en aspectos tales como medidas de reparación de las
víctimas o preservación de su memoria o políticas orientadas a fomentar una cultura de
respeto mutuo y de observancia de los derechos humanos, que sí estaban contenidas en
dichas recomendaciones. El ejemplo palmario lo constituye el Programa Nacional de
Reparación de las Víctimas contemplado en el Informe28, implantado de acuerdo a las
recomendaciones pero con un escaso desarrollo práctico29.
A pesar de la inobservancia oficial a las recomendaciones de la CEH y el REMHI,
ha habido esfuerzos y logros aislados en materia del derecho a la verdad en los últimos

26
GARCÍA, P., El genocidio de Guatemala, Véase cap. 3.1.: Asesinato del obispo Juan Gerardi (1998);
Sucesivos entorpecimientos del proceso y de la investigación a lo largo del periodo 1998-2001; Juicio con
fallo ejemplar (2001) y su posterior anulación (2002); Restablecimiento de la sentencia inicial (2003).
Disponible en: http://www.derechoshumanos.net/genocidioguatemala/libro-cap3-crimenes-de-estado-
procesos-judiciales.htm?gclid=Cj0KCQjw1JbPBRCrARIsAOKj2PkciltmoRJghMM-
HEFAwGGgMNhNHKkbv6yJLj4eW0vpHMmHsCUnVxYaAv-bEALw_wcB#3-1-Asesinato-Obispo-
Gerardi
27
ACUERDO SOBRE BASES PARA LA INCORPORACIÓN DE LA UNIDAD REVOLUCIONARIA
NACIONAL GUATEMALTECA A LA LEGALIDAD, Madrid, 12 de diciembre de 1996. Disponible en:
http://www.guatemalaun.org/bin/documents/Acuerdo%20incorporaci%C3%B3n%20URNG.pdf
28
El informe señalaba expresamente “Que el Estado de Guatemala, mediante las correspondientes acciones
del Gobierno y del Congreso de la República, cree y ponga en marcha con carácter de urgencia un Programa
Nacional de Reparación a las víctimas”. Realmente, El Estado de Guatemala carece de una política de
reparación, lo cual se manifiesta en los constantes cambios que ha sufrido la Comisión Nacional de
Resarcimiento y el Programa Nacional de Resarcimiento. La primera Comisión Nacional de Reparación
(CNR) fue inaugurada el 16 de julio de 2003 y se ha ido reinventando con cada cambio presidencial sin
resultados efectivos.
29
Varón GÓMEZ, A.M., “Reparaciones en Guatemala: Efectos de una Comisión de la Verdad No
Reconocida por el Estado”, en Asian Journal of Latin American Studies, Vol. 24, nº 4, 2011, pp. 21-47.

200

años. El acceso a las pruebas documentales que aporta el Archivo Histórico de la Policía
Nacional30 y la entrada en vigencia de la Ley de Acceso a la Información Pública
constituyen en este sentido pasos significativos. Sin embargo, aun teniendo en cuenta
estos avances en el derecho de las víctimas y de la población en general, también se
identifican varios obstáculos que limitan el derecho a la verdad, tales como la ausencia
de reconocimiento político y la insuficiente difusión del informe de la Comisión para el
Esclarecimiento Histórico, la vigencia del secreto militar, las falacias de la Ley de Acceso
a la Información Pública, la ausencia de acciones efectivas del Estado para la búsqueda
de personas desaparecidas y el abandono estatal en los procesos de exhumaciones31.
En Nicaragua, las atrocidades cometidas en uno y otro bando en los dos conflictos
armados han sido ignoradas por la aplastante necesidad de alcanzar una anhelada paz
interna, dificultada por las injerencias exteriores. Tras la derrota de Anastasio Somoza se
creó un gobierno de Transición entre 1979 y 1985, denominado Junta de Gobierno de
Reconstrucción Nacional, cuyo fin principal fue restaurar la paz interna e instaurar un
Gobierno democrático y popular. En 1984 se realizaron las primeras elecciones populares
conforme a la Nueva Ley electoral, siendo elegido como presidente el sandinista Daniel
Ortega Saavedra. El bloqueo norteamericano y una política económica errática sumieron
al país en una situación cercana a la bancarrota, que debilitó al FSLN y tornó en urgente
la negociación con “La Contra”. Esta negociación se concretó en primera instancia en el
Acuerdo para el cese al fuego definitivo, firmado en Sapoá en marzo de 1988 por
representantes de ambos bandos. Además de poner las bases para el final del conflicto
civil, se acordó que el Gobierno decretaría una amnistía para los miembros de la
Resistencia Nicaragüense y para los que hubieran pertenecido al ejército antes del 19 de
julio de 1979, o sea, la Guardia Nacional32. A los exiliados se les garantizó además poder

30
En 2005 se produjo el hallazgo del Archivo Histórico de la Policía Nacional, a partir de una inspección
realizada por la Procuraduría de Derechos Humanos en una antigua instalación de la Policía Nacional, que
representó una nueva fuente de información para profundizar en el esclarecimiento de graves violaciones a
los derechos humanos durante el enfrentamiento armado. Los documentos del Archivo proporcionan datos
valiosos, toda vez que generan una visión y comprensión del funcionamiento de las instituciones de
seguridad y su relación interinstitucional. Además, brindan documentación probatoria relacionada con los
patrones de actuación de la Policía Nacional y con los probables responsables materiales e intelectuales de
muchos de los crímenes cometidos durante el enfrentamiento armado. Véase LEONARDO, M., “Luces y
sombras en el camino hacia la verdad, la justicia y la reparación”, en INSTITUTO INTERAMERICANO
DE DERECHOS HUMANOS (IIDH), Contribución de las políticas de verdad, justicia y reparación a las
democracias en América Latina, San José, 2011, p. 195.
31
LEONARDO, M., op. cit., pp. 195-200.
32
LA GACETA, Ley de Amnistía General, Ley nº 36 de 26 de marzo de 1988, nº 78 publicado el 27 de
abril de 1988. Disponible en:
http://legislacion.asamblea.gob.ni/normaweb.nsf/b92aaea87dac762406257265005d21f7/d9d15eab82de62
a1062570a10057801e?OpenDocument

201

regresar a Nicaragua e incorporarse a los procesos políticos, económicos o sociales, sin


ningún tipo de condicionamiento y sin que pudieran ser juzgados, ni sancionados, ni
perseguidos por las actividades de carácter político militar que hubieran desarrollado con
anterioridad. Por otra parte, en el ámbito de las negociaciones de Esquipulas II, el
presidente Daniel Ortega acordó celebrar elecciones en febrero de 1990, en las que triunfó
Violeta Chamorro, líder de la Unión Nacional Opositora (UNO). Para la transición del
poder ejecutivo se firmó el 27 de marzo de 1990 el Protocolo para la Transferencia del
Mando Presidencial del Gobierno de la República de Nicaragua, conocidos como los
Acuerdos de Transición, donde se establecieron todos los aspectos relacionados con la
desmovilización de la contra y el respeto a la integridad de las Fuerzas Armadas33. La
reconciliación no se basa, pues, en un acuerdo de paz complejo y prolongado en el tiempo,
como hemos visto en El Salvador y Guatemala, sino en un pacto político relativamente
sencillo y simple alcanzado en un mes entre los gobiernos saliente y entrante. Otra
diferencia sustancial respecto a sus vecinos centroamericanos, que transitan de regímenes
autoritarios de derecha a la democracia, es que en Nicaragua se avanza de un régimen
revolucionario de izquierda a la democracia.
En ninguno de estos acuerdos se mencionó la investigación de los crímenes
cometidos ni se habló de asunto alguno relacionado con el esclarecimiento de la verdad
o la reparación y memoria de las víctimas. Más bien al contrario, la práctica generalizada
tanto tras el triunfo de la revolución sandinista como al acabar la guerra de “La Contra”
fue la aprobación de leyes de amnistía generales e incluso de indultos personalizados sin
ningún tipo de fundamentos legal. Así lo expresaba Vilma Núñez, presidenta del Centro
Nicaragüense de Derechos Humanos (CENIDH)34:
“Quiero señalar otro hecho que no sé si se haya producido en algún otro país. Ya
desde el día siguiente al triunfo revolucionario, y en un contexto de enorme
descontrol, el gobierno revolucionario comenzó a dictar indultos. El comandante
Tomás Borge repartía indultos como si fueran confites… Sacaba de la cárcel a
quien quería, indultaba al que llegaba donde él y se lo pedía. Hubo una gran
cantidad de indultos sin fundamento legal. Los organismos internacionales de

33
SANTIUSTE CUÉ, S., “El nuevo gobierno sandinista. Presente y perspectivas en Nicaragua”, en
MOREIRA, C., RAUS, D. y GÓMEZ LEYTON, J.C., La nueva política en América Latina. Rupturas y
continuidades, Ediciones Trilce, Montevideo, 2008, pp. 227-250.
34
NÚÑEZ DE ESCORCIA, Vilma, “¿Por qué no ha habido en Nicaragua justicia transicional? ¿Sería
posible aquí una Comisión de la Verdad?”, en Revista Envío, nº 387, junio 2014,
http://www.envio.org.ni/articulo/4857

202

derechos humanos comenzaron a criticar esa práctica, porque el indulto no borra


las responsabilidades por los delitos cometidos. Y empezaron a exigir que, en todo
caso, lo que deberían dictarse legalmente eran leyes de amnistía”.

La única declaración de intenciones en esta dirección que observamos en la


reciente historia de Nicaragua se vivió tras el triunfo de la UNO, cuando el nuevo
gobierno de Violeta Chamorro prometió organizar una Comisión de la Verdad. Nunca
llegó a concretarse esta iniciativa y, en su lugar, tal como estableció del Protocolo de
Verificación y Seguimiento del 22 de octubre de 1992, se creó una Comisión Tripartita,
integrada por representantes de las dos grandes organizaciones políticas y de la Iglesia,
que veló por el cumplimiento de los derechos que asistían a los desmovilizados de la
Resistencia, de los repatriados y de los familiares de los bandos que se habían enfrentado
en la guerra. Pero cuando el CENIHD presentó varios casos de violaciones de derechos
humanos a sandinistas, la Comisión simplemente actuó como correa de transmisión con
la justicia ordinaria, que declaró extinta la responsabilidad de los presuntos culpables
anteponiendo las amnistías que fueron decretadas consecutivamente, como veremos.
Mucho se ha escrito acerca de las causas de la inexistencia de una Comisión de la
Verdad en Nicaragua. Lo cierto es que nunca estuvo en la agenda ni de los
revolucionarios, ni de la oposición sandinista, ni de aquellos que desde fuera impulsaron
o dinamitaron los pilares de la sociedad en postconflicto. Tampoco la presión interna fue
lo suficientemente importante. Los intentos que en este sentido se vivieron desde el seno
de la Iglesia Católica o de organizaciones no gubernamentales como el CENIHD, apenas
pusieron sobre la mesa casos puntuales de violación de derechos humanos, sin desarrollo
legal posterior. Se ha mencionado que en ninguna transición de una dictadura a un proceso
revolucionario se concretaron comisiones de esta naturaleza. Es cierto, pero en cualquier
caso fue por falta de voluntad política de los revolucionarios, no por ningún tipo de
obstáculo legal que lo propiciase. Por otra parte, tampoco se creó en la posterior transición
de un gobierno de izquierdas a la democracia, por muy defectuosa que ésta fuese, con lo
que el argumento queda invalidado. La razón última hay que buscarla sin duda en la
naturaleza de los procesos de paz vivido en este país centroamericano. En El Salvador y
Guatemala, los acuerdos de paz necesitaron la intermediación internacional que, tras
largas y complejas negociaciones, concluyeron que era imprescindible conocer la Verdad
como elemento inexcusable para la reconciliación nacional. En Nicaragua no hubo
realmente negociaciones de paz entre ambas partes. El triunfo por las armas de los

203

sandinistas en primer lugar o la victoria posterior por las urnas de la oposición sandinista
llevo en las dos ocasiones a realidades políticas en las que se pensó que la verdad
condicionaría la estabilidad social necesaria, bien para llevar a cabo la revolución
sandinista, bien para implementar el sistema democrático imperfecto en el que se
desenvuelve el país desde la década de los noventa. La Verdad aquí se vio no como base
sino como obstáculo para la consecución de la paz.

3. Democracia vs Justicia: consiguiendo la impunidad


Existen pues diferencias significativas en los tres países analizados. Las
Comisiones de la Verdad creadas en Guatemala y El Salvador realizaron una inestimable
labor de investigación y recopilación de atentados contra los Derechos Humanos que nos
han permitido comprender la naturaleza de los crímenes y estimar la proporción de las
masacres cometidas. Pero la Verdad no siempre es sinónimo de justicia. En Guatemala
ya se señaló que el contenido del informe final no podía individualizar responsabilidades
y que sus datos y sus recomendaciones no serían vinculantes y no podrían ser usados en
hipotéticos procedimientos judiciales posteriores. En El Salvador la Comisión sí que llegó
a concretar culpabilidades en casi medio centenar de casos, pero aun contando con el
carácter vinculante de su contenido, las responsabilidades quedaron limitadas por las
amnistías políticas dictadas tras la paz35. En Nicaragua simplemente no conocemos la
verdad en toda su dimensión.
No hay diferencias sustanciales, por el contrario, en la leve o nula condena penal
de los delitos de violación de los derechos humanos vividos en los tres países durante los
conflictos armados. En todos los casos, y siempre con el pretexto de conseguir la
estabilidad social y política necesaria para la normalización democrática del territorio, la
justicia no se ha aplicado o se ha hecho de manera manifiestamente insuficiente y se ha
impuesto sistemáticamente la amnistía total o parcial de los responsables. Por ello, a
pesar de que como hemos visto en las negociaciones entre ambos bandos o en los acuerdos
de paz suscritos por las partes se reconoció la necesidad de reformar el sistema judicial,
de mejorar la situación de los derechos humanos y afrontar el problema de la impunidad,

35
Véase el reciente análisis sobre la tensión entre ambos enfoques en MARTÍNEZ BARAHONA, E. y
GUTIÉRREZ SALAZAR, M.L., “El dilema entre la paz y la justicia. Justicia transicional
 en contextos
post-conflicto: los casos de Guatemala y El Salvador”, en Studia Historica. Historia contemporánea, nº 33,
2015, pp. 37-65

204

lo cierto es que conforme el conflicto quedó atrás y con el único objetivo de escapar a la
justicia se fueron dictando normas legales que ampararon al culpable, fuese del bando
que fuese. Es tan justo reconocer aquí que estas medidas legales fueron elaboradas y
aprobadas por aquellas organizaciones políticas herederas de la dictadura, que han
monopolizado el poder un buen número de años tras el conflicto, como que la voluntad
de anularlas fue escasa entre los partidos políticos que nacieron de los movimientos
guerrilleros. Así, la democracia trajo consigo la impunidad y la injusticia.
En El Salvador36, siguiendo las directrices de los Acuerdos de Chapultepec, se
aprobó la Ley de Reconciliación Nacional el 23 de enero de 1992. Dicha Ley ya concedió
amnistía a los autores de delitos políticos comunes y en “delitos comunes cometidos por
un número de personas que no baje de veinte”, antes del 1 de enero de 199237. Pero señaló
una exclusión que garantizaba la condena de aquellos responsables de graves delitos de
violación de los derechos civiles durante la guerra civil38:
“No gozarán de esta gracia las personas que, según el informe de la Comisión de
la Verdad, hubieren participado en graves hechos de violencia ocurridos desde el
1º de enero de 1980, cuya huella sobre la sociedad, reclama con mayor urgencia
el conocimiento público de la verdad, independientemente del sector a que
pertenecieren en su caso. Asimismo, no se aplicará esta gracia a los que hubieren
sido condenados por el Tribunal del Jurado por cualquiera de los delitos cubiertos
por esta amnistía.
La Asamblea Legislativa, 6 meses después de conocer el informe final de la
Comisión de la Verdad, podrá tomar las resoluciones que estime convenientes en
estos casos”.

Pero el 20 de marzo de 1993, cinco días después de hecho público el informe


elaborado por la Comisión de la Verdad, y como rechazo a su contenido, fue aprobada
por la Asamblea Legislativa la Ley de Amnistía General para la Consolidación de la Paz39,

36
Aunque cargado de un alto componente sentimental, un somero recorrido de lo acontecido y de lo no
realizado en este país tras la paz puede verse en CUÉLLAR MARTÍNEZ, B., “El Salvador: ¿Justicia
transicional? ¿Impunidad tradicional?”, en INSTITUTO INTERAMERICANO DE DERECHOS
HUMANOs (IIDH), Contribución de las políticas de verdad, justicia y reparación a las democracias en
América Latina, San José, 2011, pp. 163-190
37
DIARIO OFICIAL, Ley de Reconciliación Nacional, 23 de enero de 1992. Artlo 1.
38
Ibidem, artlo 6.
39
DIARIO OFICIAL, Ley de Amnistía General para la Consolidación de la Paz, aprobada mediante
Decreto Legislativo No. 486, del 20 de marzo de 1993, nº 56, Tomo nº 318, publicada el 22 de marzo de
1993

205

que concedió una amnistía amplia, absoluta e incondicional a todas las personas que
hubieran participado de delitos políticos antes del 1 de enero de 1992. La ley fue
impulsada por el presidente Alfredo Cristiano gracias fundamentalmente a los votos
favorables de su partido ARENA y reguló en este sentido lo siguiente40:
“Se concede amnistía amplia, absoluta e incondicional a favor de todas las
personas que en cualquier forma hayan participado en la comisión de delitos
políticos, comunes conexos con éstos y en delitos comunes cometidos por un
número de personas que no baje de veinte antes del primero de enero de mil
novecientos noventa y dos, ya sea que contra dichas personas se hubiere dictado
sentencia, se haya iniciado o no procedimiento por los mismos delitos,
concediéndose esta gracia a todas las personas que hayan participado como
autores inmediatos, mediatos o cómplices en los hechos delictivos antes referidos.
La gracia de la amnistía se extiende a las personas a las que se refiere el artículo
6 de la Ley de Reconciliación Nacional...”

A la aprobación de la Ley de Amnistía hay que sumar los escasos pasos dados
para emprender una verdadera reforma del sistema judicial41. Como ya hemos visto, los
Acuerdos de Paz insistieron en esta reforma como instrumento imprescindible para la
consolidación democrática. Así, se procedió de manera casi inmediata a una reforma
constitucional y del procedimiento penal, que sin duda confirieron una mayor
independencia al poder judicial y en concreto a la Fiscalía General de la República. Pero
como ya señaló Martínez Barahona, a pesar de estas reformas, el sistema de
administración de justicia en materia penal no ha logrado superar tradiciones autoritarias.
Se señala que, aunque la Fiscalía General es un organismo independiente, su cuerpo
auxiliar -la Policía Nacional Civil- depende directamente del Poder Ejecutivo, y además
no se cuenta con la infraestructura necesaria para realizar una investigación penal
científica. En cualquier caso, es la ausencia de voluntad política por parte de la Fiscalía
el factor principal generador de impunidad. La situación de impunidad vivida en El
Salvador y la incapacidad de la justicia salvadoreña de investigar y condenar lo sucedido
durante la guerra civil ha sido estudiada por el grupo de investigación de la Universidad

40
Ibidem, artlo 1.
41
LAZO FUENTES, X. y REY TRISTÁN, E., “¿Es la justicia el precio de la paz? Logros y limitaciones
en el proceso de paz salvadoreño”, en REY TRISTÁN, E. y CAGIAO VILA, P. (coords.). Conflicto,
memoria y pasados traumáticos: El Salvador contemporáneo, Universidad de Santiago de Compostela,
2011, pp. 211-240.

206

de Salamanca dentro de un proyecto de investigación amplio centrado en la aplicación de


la justicia transicional en Centroamérica. El estudio de los casos presentados ante la
justicia penal reveló que la gran mayoría de las situaciones analizadas no superó las etapas
procesales cuyo objetivo era la recopilación de acervo probatorio para decidir si procede
la etapa de juicio o no y que dentro de los expedientes que fue posible revisar, era notorio
el bajo esfuerzo por parte de los funcionarios para recopilar y practicar pruebas
conducentes a lograr una investigación eficaz42.
Dos fallos recientes de la Sala de lo Constitucional permiten suponer que el
panorama de impunidad existente cambiará sustancialmente. Por un lado, el fallo emitido
en diciembre de 2010 sobre el derecho de las víctimas al acceso a la justicia, en el que se
cuestionó el monopolio de la acción penal por parte de la Fiscalía General y se exhortó a
la Asamblea Legislativa a que reformara el ordenamiento en materia penal procesal con
el fin de garantizar el derecho de las víctimas la posibilidad de ejercer la acción penal, en
caso que la Fiscalía por omisión, negligencia y desinterés o por renuncia expresa en virtud
del ejercicio del principio de oportunidad, no realizara el requerimiento fiscal43. Por otra
parte, la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia declaró inconstitucional
la Ley de Amnistía General para la Consolidación de la Paz y reconoció la reviviscencia
de la Ley de Reconciliación Nacional, por sentencia definitiva del 13 de julio de 201644.
Esta última sentencia establece que los crímenes de lesa humanidad son de
carácter imprescriptible según el derecho internacional, por lo que no pueden oponerse
medidas de orden interno, tanto legislativas como de otro carácter, que impidan la
investigación, el esclarecimiento de la verdad y la aplicación de una justicia
independiente. Enfatiza que los hechos que quedan excluidos de la amnistía son los
atribuidos a ambas partes, Ejército y guerrilla, que puedan ser calificados como crímenes
de lesa humanidad y crímenes de guerra constitutivos de graves violaciones al Derecho
Internacional Humanitario (DIH). En relación a las víctimas, la declaración de
inconstitucionalidad señala además que se les debe garantizar “el restablecimiento o
restitución de los derechos conculcados; el resarcimiento; la compensación de los daños
ocasionados; la indemnización de daños y perjuicios; la rehabilitación y readaptación de

42
MARTÍNEZ BARAHONA, E. y otros, op. cit., pp. 114-119
43
SALA DE LO CONSTITUCIONAL DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA, Sentencia de
inconstitucionalidad 5-2001/10, del 23 de diciembre de 2010, sala de lo Constitucional, Corte Suprema de
Justicia de El Salvador.
44
SALA DE LO CONSTITUCIONAL DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA. Sentencia del 13 de
julio de 2016 en los procesos de inconstitucionalidad 44-2013/145-2013, Diario Oficial n° 134, tomo n°
412, del 19 de julio de 2016.

207

las víctimas; la satisfacción y reivindicación de las víctimas; las garantías de no


repetición; y el conocimiento público de la verdad.”
A pesar de que la ley se ajusta a derecho45, las dudas sobre su aplicabilidad46 y las
opiniones en su contra no se hicieron esperar. El partido político en la oposición, ARENA,
urgió al Gobierno y a la Asamblea Legislativa a crear una comisión de “alto nivel” sobre
los efectos de la nulidad de la Ley de Amnistía. La zozobra no sólo removió la conciencia
de los herederos de la dictadura, sino entre los miembros del Frente. Desde la misma
publicación del Informe de la Comisión de la Verdad, se generó un apoyo explícito en el
seno del FMLN y de las distintas organizaciones político-militares para la amnistía. Los
dirigentes de izquierda vieron confirmados que, de producirse procesos judiciales,
también ellos se podrían ver afectados por la justicia47. De hecho, el FMLN pasó de
solicitar la derogatoria de la Ley de Amnistía General para la Consolidación de la Paz en
2005 a considerar que la inconstitucionalidad de esta normativa era parte de un complot
desestabilizador en 2016. La razón de esta transformación puede atribuirse al hecho que
entonces consideraban que solo se juzgarían los casos del Informe de la Comisión de la
Verdad –principalmente cometidos por el Gobierno– y en 2016, la Sala dijo que también
podría procesarse otras equivalentes48. Por eso, desde el partido político surgido de las
guerrillas ha habido voces cualificadas que sin ambages mostraron su malestar ante la
sentencia por la crisis política que para ellos se podía abrir. En este tenor se manifestó
poco después de conocer la resolución judicial el mismo presidente electo, Salvador

45
FUNDACIÓN SALVADOREÑA PARA EL DESARROLLO ECONÓMICO Y SOCIAL (FUSADES),
“Comentario a la sentencia de inconstitucionalidad de la Ley de Amnistía General para la Consolidación
de la Paz”, en DEL Estudios Legales, nº 187, nov. 2016.
46
En general, los efectos de la sentencia consisten en
 que: 1) no puede aplicarse la amnistía en los casos
para los que se declara inconstitucional, es decir, cuando se trate de graves violaciones al Derecho
Internacional Humanitario y al Derecho Internacional de los Derechos Humanos y el Estado debe cumplir
sus obligaciones con relación a los derechos de acceso a la justicia, tutela judicial efectiva y protección y
garantía de derechos fundamentales; 2) se “revive” la Ley de Reconciliación Nacional de 1992, para que
tenga sustento jurídico
 la amnistía en el resto de casos; 3) no puede alegarse
 la prescripción de la pena y
de los delitos que no
 están comprendidos en la amnistía; y 4) la Asamblea Legislativa debe regular los
mecanismos para garantizar los derechos de las víctimas. Es en este último punto donde descansa la
fragilidad para su aplicación, pues no existe voluntad política de llevarla a cabo.
47
Como señalamos, la Comisión de la Verdad investigó diez casos específicos con involucramiento y
responsabilidad del FMLN. Además, documentó varios centenares de casos de violaciones cometidos por
el FMLN de manera preliminar. Si bien, según la Comisión, el FMLN tenía responsabilidad directa en un
poco menos de 5% de los casos documentados, el FMLN entendía que, sin la protección de la ley de
amnistía, los comandantes se podrían ver involucrados en un calvario judicial. Véase SPRENKELS, R.,
“La Comisión de la Verdad y la gestión de la memoria en la posguerra salvadoreña”, en Juárez Ávila, J.
(coord.), Historia y debates sobre el conflicto armado salvadoreño y sus secuelas, Unidad de
Investigaciones sobre la Guerra Civil Salvadoreña del Instituto de Estudios Históricos, Antropológicos y
Arqueológicos de la Universidad de El Salvador y Fundación Friedrich Ebert, San Salvador, 2014, p. 141.
48
FUSADES, op. cit., p. 11.

208

Sánchez Cerén, uno de los principales dirigentes del partido Frente Farabundo Martí y de
la organización revolucionaria que le precedió49:
“Las resoluciones no se ubican ante los problemas nacionales, no ayudan … Como
hemos señalado de manera reiterada, ante otras resoluciones de esta Sala, estas no
se ubican ante los verdaderos y actuales problemas del país, y lejos de ayudar a
resolver la problemática diaria de los salvadoreños, la agudiza … Estas sentencias
ignoran, o no miden los efectos que pueden tener no solo en la frágil convivencia
que existe en el interior de nuestra sociedad, sino que además, no contribuyen a
fortalecer la institucionalidad existente”.

A pesar de mostrar formalmente el firme compromiso de seguir trabajando por la


justicia, la reconciliación y la promoción de una cultura de paz que contribuya con la
convivencia social, no cabe duda que los llamamientos a la responsabilidad que el
presidente Sánchez Cerén realiza a los poderes del Estado50 contribuyen a pensar que la
aplicación de esta ley será ciertamente difícil y el camino que deban recorrer las víctimas
o sus familiares en la denuncia de los crímenes será más que tortuoso. Esa es sin duda la
sensación que se palpa justo en el momento en que se escriben estas líneas. Impresión
que no es sino la continuación de la fractura abierta entre la sociedad salvadoreña y sus
dirigentes y la escasa valoración del impacto observado en los mecanismos utilizados
sobre la reconciliación, la pacificación, la construcción democrática y el Estado de
derecho por los diferentes gobiernos del país51.
Como en El Salvador, en Guatemala ha imperado la impunidad52. En los Acuerdos
de Paz se contempló un compromiso expreso que buscaba expresamente evitarla. Así, en
el Acuerdo Global sobre Derechos Humanos se incluyó lo siguiente53:
“1. Las Partes coinciden en que debe actuarse con firmeza contra la impunidad.
El Gobierno no propiciará la adopción de medidas legislativas o de cualquier otro

49
Mensaje a la Nación del Presidente de la República http://goo.gl/L75aVp pronunciado en cadena de
radio y televisión el 15 de julio de 2016.
50
Mensaje a la Nación del Presidente de la República http://goo.gl/L75aVp : “Hago un llamado a todos los
sectores comprometidos con la paz, el progreso y la justicia social a asumir esta situación con
responsabilidad y madurez en función de los intereses del país”. “Estas sentencias no miden los efectos que
puede tener en la frágil convivencia”
51
MARTÍNEZ VENTURA, J., “El Salvador”, en AMBOS, K., MALARINO, E. y ELSNER, G. (editores),
Justicia de transición. Informes de América Latina, Alemania, Italia y España, Fundación Konrad-
Adenauer, Montevideo, 2009, pp. 3011-324.
52
Véase el reciente estudio de BENÍTEZ JIMÉNEZ, M. I., “Guerra y posconflicto en Guatemala: búsqueda
de justicia antes y después de los acuerdos de paz”, en Revista CS, nº 19, 2016, pp. 141-166.
53
Acuerdo Global sobre Derechos Humanos, punto III: Compromiso en contra de la impunidad.

209

orden, orientadas a impedir el enjuiciamiento y sanción de los responsables de


violaciones a los derechos humanos.
2. El Gobierno de la República de Guatemala promoverá ante el Organismo
Legislativo, las modificaciones legales necesarias en el Código Penal para la
tipificación y sanción, como delitos de especial gravedad, las desapariciones
forzadas o involuntarias, así como las ejecuciones sumarias o extrajudiciales.
Asimismo, el Gobierno promoverá en la comunidad internacional el
reconocimiento de las desapariciones forzadas o involuntarias y de las ejecuciones
sumarias o extrajudiciales como delitos de lesa humanidad.
3. Ningún fuero especial o jurisdicción privativa puede escudar la impunidad de
las violaciones a los derechos humanos”

No obstante, en diciembre de 1996 se aprobó la Ley de Reconciliación Nacional54,


que tuvo por objeto decretar la extinción total de la responsabilidad penal por los delitos
políticos cometidos durante la guerra aunque excluyó expresamente el delito de
genocidio, tortura y desaparición forzada, entre otros:
“La extinción de la responsabilidad penal a que se refiere esta ley, no será
aplicable a los delitos de genocidio, tortura y desaparición forzada, así como
aquellos delitos que sean imprescriptibles o que no admitan la extinción de la
responsabilidad penal, de conformidad con el derecho interno o los tratados
internacionales ratificados por Guatemala”55.
Dicha excepción, sin embargo, ha servido para instalar la impunidad en
Guatemala. La interpretación torticera de la ley por determinados miembros del poder
judicial, el escaso calado de las reformas en el sistema judicial56 y el amparo de los
gobiernos de turno, siempre vigilantes ante posibles sentencias condenatorias, trabajan en
este propósito. Así, ha habido intentos de aplicar la ley de reconciliación nacional en
juicios por graves violaciones a los derechos humanos cometidas durante el conflicto
armado interno. Quizás el que más alcance internacional ha tenido es el juicio seguido

54
Decreto número 145-1996 del 27 diciembre 1996
55
Ley de Reconciliación Nacional (Decreto número 145-1996 del 27 diciembre 1996), Artlo 8..
56
Los escasos avances ya fueron puestos de manifiesto poco después de la firma por PÁSARA, L. y
WAGNER, K., La justicia en Guatemala. Bibliografía y documentos básicos, MINUGUA, Ciudad de
Guatemala, 2000.
 El mismo autor persevera en la afirmación, véase PÁSARA, L., “Reforma de la justicia
en Centroamérica: ¿el vaso medio vacío o medio lleno?”, en Los sistemas judiciales en Centroamérica,
Fundación Carolina-CeALCI, Madrid, 2006. Véase también SIEDER, R., “Renegociando la ley y el orden.
Reforma Judicial y respuesta de la ciudadanía en la Guatemala de la postguerra”, en América Latina Hoy,
vol. 35, 2003, pp. 61-86.

210

contra Efraín Ríos Montt, José Mauricio Rodríguez Sánchez y otros altos mandos
militares por los delitos de genocidio y crímenes de lesa humanidad. El 26 de enero de
2012 todos ellos comparecieron ante un tribunal de Guatemala y fueron formalmente
acusados de genocidio y crímenes contra la humanidad. El 10 de mayo de 2013 Ríos
Montt fue declarado culpable y condenado a cincuenta años de prisión inconmutable por
genocidio y treinta años más por crímenes de lesa humanidad, convirtiendo a Ríos Montt
en el primer líder latinoamericano en ser condenado por estos crímenes57. Lo que no
consiguió la defensa apelando a la Ley de Reconciliación, lo resolvió la Corte de
Constitucionalidad, que anuló la sentencia el 20 de mayo de 2013, por errores de forma
cometidos por el Tribunal. En marzo de 2016 se repitió el proceso por genocidio, aunque
el 4 de mayo quedó nuevamente en suspenso. Todavía hoy se está a la espera del reinicio
de juicio.
Así las cosas, la investigación y condena de los responsables de delitos de lesa
humanidad son puntuales en la historia reciente guatemalteca. Destacan por su
trascendencia los juicios seguidos por los asesinatos de la activista Myrna Mack o de
Monseñor Gerardi, donde se constató la intervención directa del aparato represor del
estado. La antropóloga Myrna Mack fue asesinada el 12 de septiembre de 1990. En
febrero de 1994 la Corte Suprema emitió sentencia en contra del autor material del
asesinato pero la sentencia no llegó hasta diez años después, tras un sinfín de retrasos e
irregularidades denunciadas por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que
declaró responsable al Estado guatemalteco por estos hechos. Por su parte, en junio de
2001 fueron condenados los autores materiales del asesinato del obispo Gerardi, al
determinarse su participación en el crimen dentro de un plan político. En ambos casos,
los autores intelectuales de los crímenes siguen impunes.
En general, se observa el bloqueo sistemático realizado por las autoridades
guatemaltecas ante los intentos de conocer la verdad promovidos por instituciones
nacionales o supranacionales. Recientemente, en 2015 la Corte Interamericana llamaba
la atención sobre la falta de cumplimiento de una serie de sentencias emitidas, como los
casos Blake, “Niños de la Calle” (Villagrán Morales), Bámaca Velásquez, Mack Chang,
Maritza Urrutia, Masacre Plan de Sánchez, Molina Thiessen, Carpio Nicolle y otros, Tiu
Tojín, Masacre de las Dos Erres y Chitay Nech. La Comisión recalcaba que la obligación

57
FIDH - FEDERACIÓN INTERNACIONAL DE DERECHOS HUMANOS, Genocidio en Guatemala:
Rios Montt culpable, París, 2013. Disponible en:
https://www.fidh.org/IMG/pdf/informe_guatemala613esp2013.pdf

211

de investigar, juzgar y sancionar a los culpables seguía pendiente y se hacía indispensable


que el Estado adoptase las medidas concretas y decisivas necesarias para cumplir con sus
obligaciones esenciales bajo el derecho internacional58. El bloqueo entre otras razones se
basa en la postura adoptada por la administración guatemalteca de negar el genocidio, tal
como hizo el ex Presidente Pérez Molina. En el informe de la Comisión Interamericana
elaborado en 201559 se reiteró que lo que ocurrió durante el conflicto armado interno no
encuadra en la figura tipo de genocidio como delito internacional porque el conflicto
ocurrió en el marco de la guerra fría y su origen no fue interétnico. La negativa de la
existencia de un genocidio en Guatemala fue materia de pronunciamiento del propio
Congreso guatemalteco. El 13 de mayo de 2014, el Congreso de la República adoptó una
declaración por medio de la cual se formularon algunas recomendaciones relativas a los
alcances de la Ley de Reconciliación Nacional y a los Acuerdos de Paz. El Congreso
afirmó que “no obstante que la legislación imperante da cuenta que los elementos que
conforman los tipos penales señalados resulta jurídicamente inviable que se diera en
Guatemala, principalmente en cuanto a la existencia en suelo patrio de un genocidio
durante el enfrentamiento armado interno” , y señaló que la investigación y sanción de
las graves violaciones a los derechos humanos cometidas durante el mismo propiciarían
“condiciones contrarias a la paz” e “impedirían una definitiva reconciliación nacional”
Como señala Martínez Barahona, después de haber pasado un tiempo
considerable, son muy pocos los casos que han llegado hasta la etapa de sentencia. El
contraste entre el número de violaciones a los derechos humanos (500.000) y los casos
investigados por la Fiscalía (aproximadamente 1700) no puede ser más significativo. Así
las cosas, el genocidio maya sigue impune y los altos mandos del Ejército y la política
involucrados en los crímenes siguen mostrando una gran capacidad de bloqueo a la
justicia60.
El clima de impunidad también ha llegado a imponerse ante los delitos de lesa
humanidad cometidos en Nicaragua antes y después de la revolución sandinista. Si antes
hemos mencionado la concatenación de dos guerras civiles, debemos señalar ahora lo
propio con las dos situaciones de postconflicto, bien distintas entre sí, con políticas del
pasado diferentes, pero con una característica común: no ha existido en ningún momento

58
COMISIÓN INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS (CIDH), Situación de los derechos
humanos en Guatemala: Diversidad, desigualdad y exclusión, Guatemala, 2016. Disponible en:
http://www.oas.org/es/cidh/informes/pdfs/guatemala2016.pdf
59
CIHD, op. cit., pp. 186-189.
60
MARTÍNEZ BARAHONA, E. y otros, op. cit., p. 125.

212

voluntad política ni presión social sólida para conocer de manera sistemática la verdad ni
para aplicar con todas las garantías institucionales la justicia a los culpables de las
violaciones de derechos humanos. Y ello a pesar de que en la primera postguerra se ha
llegado a hablar de una justicia transicional revolucionaria.
Tras el triunfo de la revolución y el exilio de Somoza, las nuevas fuerzas
sandinistas, entre las que no faltaron desertores del ejército somocista, persiguieron y
encarcelaron a unos 7.000 colaboradores civiles o miembros de la Guardia Nacional. En
los primeros días de triunfo de la revolución, a lo largo del mes de julio de 1979, las
ejecuciones selectivas sin juicio previo se sucedieron ante la pasividad de los dirigentes
sandinistas, en especial cuando se trataba de líderes de la Guardia Nacional o de
conocidos colaboradores, los denominados “orejas” y los jueces de mesta. En este
contexto podemos situar, por ejemplo, la captura y asesinato por un grupo de guerrilleros
del torturador somocista Alberto “Macho Negro” Gutiérrez el 19 de julio de 1979, o la
ejecución extrajudicial de un número indeterminado, unos 30, de prisioneros de la cárcel
“La Pólvora” en Granada durante los últimos días del mes de julio. La Comisión
Interamericana de Derechos Humanos de la OEA elaboró un informe en 1981 en el que
se detallaron un buen número de delitos contra la vida, los derechos humanos y las
libertades cometidos al margen de la ley por personas afectas al nuevo régimen61.
Este clima de venganza indiscriminada con el que nació el nuevo régimen y la
presión internacional, llevó al nuevo gobierno revolucionario a articular los mecanismos
judiciales necesarios para demostrar externamente que podía administrar la victoria de
acuerdo a las normas internacionales de respeto a los derechos humanos e internamente
que estaba dispuesto a cumplir con el deber de procesar a los culpables de graves
violaciones a los derechos humanos. Antes de acabar el mes de julio, el Comandante
Tomás Borge explicó en una conferencia de prensa realizada en Managua las intenciones
del Frente Sandinista en este sentido62:
“Ellos (los antiguos miembros de la Guardia Nacional) serán juzgados bajo las
actuales leyes penales nicaragüenses, las cuales no establecen la pena de muerte.
No importa cuales nuevas leyes penales sean decretadas, leyes que serán
establecidas parta castigar crímenes contra la revolución y crímenes comunes,
estas leyes tampoco establecerán la pena de muerte. La pena de muerte ha sido
enterrada para siempre en Nicaragua. Es importante que todo el mundo esté

61
CIDH, Informe de País - Nicaragua, 1981. Disponible en: www.cidh.org/countryrep/Nicaragua81sp/
62
CIDH, Informe de País - Nicaragua, 1981. Véase cap. 2: El derecho a la vida

213

consciente de esta decisión tomada por el FSLN. Aquellos que traten de hacer
justicia por sus propias manos estarán violando la ley. Nadie puede tomar justicia
en sus propias manos. Será responsabilidad del Gobierno de Reconstrucción
Nacional, a través del aparato judicial, porque ni siquiera habrá tribunales
militares, juzgar a los criminales de guerra quienes han causado tanto daño, tanta
pérdida de sangre y tanto dolor para este país”
Según Oettler, el vacío de poder en el poder judicial generado por la disolución
de las estructuras fundamentales del somocismo (Corte Suprema de Justicia y Corte de
Apelaciones entre otras instituciones) y la preocupación dentro de las filas del FSLN de
un giro político que pudiera desacelerar el proceso revolucionario, llevó a la creación de
Tribunales Especiales de Justicia el 29 de noviembre de 197963. El nuevo organismo
judicial especial estuvo formado por nueve tribunales de primera instancia y tres
tribunales de apelación. En cada uno de ellos nos encontrábamos con tres miembros que
debían acreditar ser mayor de 21 años y ser persona de reconocida solvencia moral. Sólo
uno de ellos debía tener conocimientos jurídicos, ser abogado o estudiante de derecho en
su último o penúltimo año de estudio. Esta debilidad institucional fue objeto de fuertes
críticas dentro y fuera del país, entre otros motivos porque supuso la entrada sin cortapisas
de simpatizantes del FSLN.
Los Tribunales Especiales comenzaron a funcionar a finales de 1979 y
concluyeron su labor el 19 de febrero de 1981. De acuerdo con las informaciones
suministradas por el Gobierno Nicaragüense, un total de 6.310 prisioneros que existían
en el momento de triunfo de la revolución fueron juzgados por estos tribunales. De ellos,
fueron excarcelados un total de 1.760 entre indultados y sobreseídos, 229 fueron absueltos
y 4.331 fueron condenados a las siguientes penas: 1.648 a 5 años o menos, 283 de 6 a 10
años, 898 de 11 a 15 años, 277 de 16 a 20 años, 394 de 21 a 25 años, y 831 de 26 a 30
años. En 1986, el gobierno informó que de los 4.331 reos sentenciados, 2.157
permanecían en prisión.
La labor de los tribunales especiales presentó luces y sombras. Entre las primeras
habría que destacar que una vez transcurrido los primeros momentos de represión
incontrolada contra los colaboradores del régimen somocista, el gobierno de
Reconstrucción Nacional recondujo la situación y decidió someter a juicio a los
responsables de delitos de lesa humanidad de acuerdo a figuras delictivas preestablecidas

63
OETTLER, A., “Justicia transicional y los significados de la elaboración del pasado nicaragüense”, en
Encuentros, nº 95, 2013, pp. 7-27.

214

intentando además adecuarse a los compromisos internacionales asumidos en materia de


derechos humanos. De esta manera se logró procesar y castigar rápidamente a miles de
presuntos culpables que se encontraban en prisiones sin haber sido acusados previamente
de ningún delito. Entre las sombras habría que señalar, no obstante, que en el
funcionamiento de los Tribunales Especiales y en la aplicación de las garantías de la
administración de justicia se cometieron abusos e irregularidades. El primero de ellos fue
sin duda la conculcación del derecho a un juez y a un tribunal competente, independiente
e imparcial, casi imposible de conseguir dada la composición y naturaleza del tribunal.
La falta de competencia de los miembros de los tribunales tanto de primera instancia
como de apelación era tal que la mayor parte de las sentencias no estuvieron lo
suficientemente motivadas y en ellas destacaba la vaguedad e imprecisión de muchas de
las imputaciones o cargos. Además, la Comisión Interamericana se sorprendió en 1981
sobre la falta de oportunidad de los reos para hacer valer sus derechos, el largo tiempo
que permanecieron los detenidos antes de ser procesados, el breve tiempo disponible para
preparar la defensa y presentar pruebas, o la simple negación de las garantías judiciales
mínimas como el derecho de habeas corpus. Ello unido a la presión social, canalizada en
ocasiones a través de los medios de comunicación, convirtió muchos de estos juicios en
meras representaciones teatrales donde se conocía el argumento y su desenlace. El sistema
de los tribunales especiales fue por tanto deficiente y no siempre se cumplieron los
requisitos y garantías procesales, produciendo así sentencias basadas fundamentalmente
en la afiliación política de los acusados y su posición dentro de la cadena de mando. Sin
embargo, el cuadro de esta problemática no estaría completo sin tener en cuenta el hecho
de que se logró procesar y castigar rápidamente a miles de presuntos victimarios que se
encontraban en los centros de detención64. Es cierto, por el contrario, que ninguno de
estos tribunales juzgó los actos violentos cometidos tras el triunfo sandinista por las
fuerzas revolucionarias. Ni era su función ni existió voluntad entre la nueva clase
dirigente de esclarecer y castigar estos hechos.
En la segunda transición la impunidad total se instaló en la política nicaragüense.
No vale en este sentido apelar al contexto histórico en el que se desenvolvieron los
acontecimientos, ciertamente críticos. Con la inesperada derrota electoral sandinista y el
cambio de gobierno, se entró en Nicaragua en una etapa de fuerte inestabilidad en la que,
por una u otra causa, antiguos contras y ex miembros del ejército sandinista se volvieron

64
Ibidem., pp. 16-17.

215

a movilizar ante las condiciones de vida miserables en la que se encontraban. En 1992,


aproximadamente 22.835 hombres habían formado nuevos grupos de recontras, recompas
o revueltos, y aunque algunos de ellos luchaban por la transformación del orden político
y social, otros simplemente lo hacían buscando la subsistencia o el lucro, llevando al país
al borde de una guerra civil65. Ante esta situación se fueron decretando sucesivas
amnistías, que fueron consideradas como el instrumento fundamental para el
restablecimiento del orden y la paz y la consolidación democrática. La historia de dichas
amnistías, que había empezado con la amnistía acordada en Esquipulas y que luego se
manifestó tanto en la ley de amnistía del 10 de mayo de 1990 como en la ley de amnistía
del 22 de diciembre de 1991, terminó con la tercera ley de amnistía que extendió el plazo
de amnistía hasta el 28 de agosto de 1993. Por otro lado, el gobierno de Chamorro realizó
negociaciones separadas con los grupos armados, produciendo un conjunto de más de 40
acuerdos de desmovilización, en los que se observaba una estrategia mixta de amnistías,
negociaciones y medidas de fuerza66.
Como vemos, las urgencias inmediatas impuestas por la guerra
contrarrevolucionaria impidieron que se aplicaran medidas de justicia transicional, ante
la fuerte presión existente por la recuperación de la paz. Además, en contraste con los
demás países centroamericanos, en Nicaragua no hubo un fuerte movimiento de derechos
humanos ni una ola internacional de reivindicaciones de justicia. Hay que subrayar
finalmente que la especificidad de la situación nicaragüense radicó en el apoyo
significativo estadounidense a la contrarrevolución, no sólo con la financiación de los
grupos contrarrevolucionarios sino también con la planificación de crímenes de lesa
humanidad, lo que impidió que el gobierno norteamericano reivindicara el
esclarecimiento de la verdad.

4. Consideraciones finales
Guatemala, Nicaragua y El Salvador fueron escenario de verdaderas guerras
civiles que, si bien fueron consecuencia de la confrontación propia de la guerra fría y
participaron por tanto de su dinámica y de su financiación, se desencadenaron en
condiciones de explotación social seculares, acentuadas durante este período. Los tres
conflictos armados se caracterizaron por el uso de un amplio aparato coercitivo por parte

65
BATAILLON, G., “De Sandino a los contras. Formas y prácticas de la guerra en Nicaragua”, en TRACE
(Travaux et Recherches dans les Amériques du Centre), nº 66, 2014, pp. 9-37.
66
OETTLER, A., op. cit., pp. 18-20.

216

del Estado, que combinó los ataques masivos contra la población civil con la represión
selectiva, en una espiral de violencia que ocasionó centenares de miles de víctimas.
Las transiciones políticas de estados autoritarios a pretendidos sistemas
democráticos, en contextos de guerra civil, se realizaron en mayor o menor medida
siguiendo los parámetros establecidos por organismos internacionales que sirvieron de
mediadores o de observadores, según los casos. En las negociaciones siempre se tuvo
presente la aplicación de los esquemas de Justicia Transicional para conseguir la
reconstrucción nacional en el marco de un discurso que enfatiza las virtudes de la
democracia y el Estado de Derecho, buscando fundamentalmente facilitar los procesos de
paz, promover soluciones duraderas para los conflictos y fomentar la reconciliación. Por
ello, desde diversas instancias se insistió en la necesidad de realizar procesos penales, por
lo menos contra los principales responsables de los crímenes más graves, procesos
de esclarecimiento de la verdad sobre las violaciones de derechos por parte de órganos
no judiciales, y reformas jurídicas e institucionales que debían afectar a la policía, la
justicia y al ejército.
Así, en Guatemala y El Salvador se crearon Comisiones de la Verdad que
emitieron informes demoledores contra las Fuerzas Armadas. En ambos casos, las
Comisiones de la Verdad realizaron una inestimable labor de investigación y recopilación
de atentados contra los Derechos Humanos que nos han permitido comprender la
naturaleza de los crímenes y estimar la proporción de las masacres cometidas. Pero la
Verdad no siempre es sinónimo de justicia. En Guatemala ya se señaló que el contenido
del informe final no podía individualizar responsabilidades y que sus datos y sus
recomendaciones no serían vinculantes y no podrían ser usados en hipotéticos
procedimientos judiciales posteriores. En El Salvador la Comisión sí que llegó a concretar
culpabilidades en casi medio centenar de casos, pero aun contando con el carácter
vinculante de su contenido, las responsabilidades quedaron limitadas por las amnistías
políticas dictadas tras la paz. En Nicaragua simplemente no conocemos la verdad en toda
su dimensión. La razón última hay que buscarla sin duda en la naturaleza de los procesos
de paz vivido en este país centroamericano. En El Salvador y Guatemala, los acuerdos de
paz necesitaron la intermediación internacional que, tras largas y complejas
negociaciones, concluyeron que era imprescindible conocer la Verdad como elemento
inexcusable para la reconciliación nacional. En Nicaragua no hubo realmente
negociaciones de paz entre ambas partes. El triunfo por las armas de los sandinistas en
primer lugar o la victoria posterior por las urnas de la oposición sandinista llevo en las

217

dos ocasiones a realidades políticas en las que se pensó que la verdad condicionaría la
estabilidad social necesaria, bien para llevar a cabo la revolución sandinista, bien para
implementar el sistema democrático imperfecto en el que se desenvuelve el país desde la
década de los noventa. La Verdad aquí se vio no como base sino como obstáculo para la
consecución de la paz.
No hay diferencias sustanciales, por el contrario, en la leve o nula condena penal
de los delitos de violación de los derechos humanos vividos en los tres países durante los
conflictos armados. En todos los casos, y siempre con el pretexto de conseguir la
estabilidad social y política necesaria para la normalización democrática del territorio, la
justicia no se ha aplicado o se ha hecho de manera manifiestamente insuficiente y se ha
impuesto sistemáticamente la amnistía total o parcial de los responsables. Por ello, a
pesar de que como hemos visto en las negociaciones entre ambos bandos o en los acuerdos
de paz suscritos por las partes se reconoció la necesidad de reformar el sistema judicial,
de mejorar la situación de los derechos humanos y afrontar el problema de la impunidad,
lo cierto es que conforme el conflicto quedó atrás y con el único objetivo de escapar a la
justicia se fueron dictando normas legales que ampararon al culpable, fuese del bando
que fuese. Es tan justo reconocer aquí que estas medidas legales fueron elaboradas y
aprobadas por aquellas organizaciones políticas herederas de la dictadura, que han
monopolizado el poder un buen número de años tras el conflicto, como que la voluntad
de anularlas fue escasa entre los partidos políticos que nacieron de los movimientos
guerrilleros. Así, la democracia trajo consigo la impunidad y la injusticia.
Los avances en este campo han sido escasos. Siendo así, tampoco resulta difícil
comprender que otro de los enfoques de la justicia transicional, el de las reparaciones de
diversas formas (individuales, colectivas, materiales y simbólicas) en caso de violaciones
de derechos humanos, tampoco haya tenido un recorrido mínimamente aceptable. Esto es
así hasta el punto de que en El Salvador hubo que esperar a enero de 2010 para que un
presidente de la República, Mauricio Funes, pidiera perdón por las graves violaciones a
derechos humanos cometidos durante la guerra por agentes del gobierno y se anunciara
la creación de una comisión para la reparación moral y material de las víctimas, que
apenas ha tenido resultados en estos años67. En consonancia con esta declaración, se creó
poco después, el 5 de mayo de 2010, la Comisión Nacional de Reparación a las Víctimas

67
Una descripción de las diferentes manifestaciones de las memorias en el contexto de la posguerra en El
Salvador puede verse en JUÁREZ ÁVILA, J., “El despliegue de las memorias: el peso del pasado reciente
en El Salvador”, en JUÁREZ ÁVILA, J., op. cit., pp. 149-158.

218

de Violaciones a los Derechos Humanos ocurridas durante la guerra68, que debía entregar
a Funes la propuesta de un programa destinado a saldar tan enorme deuda social. Se
reunió por primera vez el 16 de julio de 2010 y poco se ha hecho hasta ahora. Entre tanto,
las Fuerzas Armadas no han abierto sus archivos sobre la guerra, ni han quitado honores
a militares señalados como violadores de derechos humanos69. En Guatemala se creó en
2003 el Programa Nacional de Resarcimiento (PNR), institución destinada al
resarcimiento y atención a las víctimas de la guerra civil, con un presupuesto tan escaso
como opaco. Lógico si tenemos en cuenta que por ejemplo en 2011 fue elegido Presidente
de la Republica Otto Pérez Molina, un militar retirado sospechoso de haber participado
en el genocidio y en la actualidad en la cárcel acusado de asociación ilícita, cohecho
pasivo y defraudación aduanera. En Nicaragua está todo por hacer, no existe ninguna
iniciativa estatal y son escasas las que surgen desde la sociedad civil.
Así las cosas, podemos afirmar que sin justicia ni reparación es difícil alcanzar la
reconciliación. Ésta solo puede conseguirse tras completar un ciclo reparador integrado
por el conocimiento de la verdad y la aplicación de la justicia en favor de las víctimas,
que incluye la reparación, la rehabilitación y medidas de no repetición. Solo al final de
ese ciclo puede existir el perdón y el reencuentro de la sociedad. En definitiva, no puede
existir superación del pasado ni reconciliación sin derecho penal. Por ello nos
encontramos en los tres casos con sociedades fracturadas y enfrentadas, que viven
realidades distintas, con estados democráticos débiles que reproducen en la competencia
política las fuerzas que pelearon en la guerra: en El Salvador la burguesía agraria
organizada en el partido ARENA, de derecha, y el Frente Farabundo Martí, a la izquierda;
en Nicaragua el frente revolucionario sandinista domina en unas elecciones marcadas por
el rechazo a la presencia de observadores internacionales, denuncias de fraude e
intimidación del votante; en Guatemala, la competencia electoral se produce en un
escenario totalmente dominado por fuerzas de derecha.

68
DIARIO OFICIAL, Tomo 387, 12 de mayo 2010. Disponible en:
http://www.diariooficial.gob.sv/diarios/do-2010/mayo/12-05- 2010.pdf

69
Mientras a las víctimas se les niega reconocimiento y justicia, se realizan actos oficiales y se erigen
monumentos a los perpetradores. En junio del 2006, el presidente de la República, presidente a la vez del
partido oficial, inauguró una plaza pública con el nombre de Roberto D’Aubuisson, acusado de ser el
asesino intelectual de monseñor Romero; el 7 de mayo de 2007, el propio presidente develó un busto del
coronel Domingo Monterrosa, acusado de perpetrar la masacre de El Mozote y otras matanzas de
campesinos; y el 11 de febrero de 2008, el mandatario inauguró un centro de oficinas públicas con el nombre
Coronel Arturo Armando Molina, acusado, entre otros delitos, de complicidad y encubrimiento de una
sangrienta matanza de estudiantes universitarios el 30 de julio de 1977. Véase MARTÍNEZ VENTURA,
J., op. cit., p. 322. Es justo, aunque obvio, reconocer que desde el acceso del Frente al gobierno estas
iniciativas han desaparecido.

219

Además, el clima de impunidad sembrado por el escaso nivel de imputaciones


alienta el uso de la violencia. De por sí, una sociedad que sale de la guerra tiene como
práctica resolver sus problemas por la vía violenta, tanto en el ámbito familiar, como en
el comunitario y nacional. Pero la impunidad la alienta y la violencia se convierte así en
el producto lógico de una cultura política que atribuye a su aplicación ventajas sobre otras
formas de relación de conflicto, como podrían ser la negociación o la aplicación formal
de la justicia. En la medida en que existan por otra parte barreras para la aplicación de la
justicia como las que hemos visto y las instituciones políticas permanezcan contrarias al
cambio, la espiral de violencia aumentará. De ahí que, entre otras consecuencias, surjan
bandas criminales y enfrentamientos que ahondan la crisis social y dificultan la
consecución de la paz, evidenciando algunos de los cabos sueltos de la transición:
circulación de armas usadas en la guerra, reclutamiento de ex- combatientes,
prolongación de los vínculos entre las organizaciones clandestinas y los militares y otras
elites de poder y marginados que no logran insertarse económica y socialmente en el
postconflicto.

220

Hacer la paz en los lugares del conflicto.


La paz territorial como eje central del proceso de paz en Colombia

Marcos Criado de Diego


Universidad de Extremadura
Universidad Externado de Colombia

1. Importancia y naturaleza de la paz territorial en Colombia


Una de las novedades más relevantes que presenta el Acuerdo de Paz firmado entre
Colombia y la guerrilla de las FARC-EP en relación con otros procesos de paz que han tenido
lugar en el País1, es la búsqueda de la denominada paz territorial. En términos generales, la
paz territorial puede definirse como la creación de condiciones efectivas para el
mantenimiento de la paz en los territorios que de manera directa y más intensa, han sufrido
el conflicto armado y las economías ilegales que lo financian, atendiendo a las heterogéneas
circunstancias que definen la realidad de esos territorios. Se trata así de un concepto
relacionado con la idea de “garantías de repetición” y, por tanto, con la idea de que la paz,
igual que la guerra, es algo que se hace, que es necesario construir.
Traducir esta idea general en una concepción de la paz territorial susceptible de
manejo operativo para la realización de reformas normativas, la formulación de políticas
públicas y la socialización del contenido de un Acuerdo desconocido por el común de los
colombianos, plantea varios problemas y se presta a diferentes interpretaciones, por lo que
no existe un concepto de “paz territorial” del que resueltamente se pueda partir para analizar
los problemas prácticos de su puesta en marcha. Es necesario, por contra, hacer expresa la
concepción de la “paz territorial” que se maneja en las consideraciones que siguen.
Ello implica consideraciones relativas al diagnóstico sobre el origen de la violencia
en Colombia, remitiendo a la idea de que existen “causas objetivas” del conflicto armado en
Colombia; al contenido del propio Acuerdo de paz, es decir, a las acciones, medidas y
reformas que allí están previstas; y a la forma y el método para llevar a la práctica el Acuerdo

1
Que estuvieron más centrados en temas de reinserción de combatientes y, así, en proyectos productivos, temas
de justicia y de participación política. Para un estudio comparado de los procesos de paz en Colombia vid.
VILLARRAGA SARMIENTO, A., (comp.), Biblioteca para la paz. Los procesos de paz en Colombia (1982-
2014), Bogotá, Fundación Cultura Democrática-OIM-USAID, 2015; RETTBERG, A., Buscar la paz en medio
del conflicto: Un propósito que no da tregua. Un estudio de las iniciativas de paz en Colombia (desde los años
90 hasta hoy), Bogotá, Universidad de Los Andes, 2006.

221

de paz –lo que se viene denominando en Colombia la “fase de implementación”– y que debe
contar con el concurso de los actores locales.
Lo primero que quisiera resaltar es que la concepción que aquí se defiende da la
máxima importancia a la cuestión territorial, porque no creo exagerado afirmar que en
Colombia la paz será territorial, o no será. El mantenimiento de las condiciones territoriales
que causaron en el pasado –o que favorecen en el presente– el conflicto armado y su
financiación a través de las economías ilegales provocará formas de manifestación diferentes
a las históricas, pero serán formas violentas que en todo caso expresarán un conflicto en parte
derivado de aquellas condiciones objetivas.
Es también una concepción que no considera lo territorial como una cuestión
coyuntural, sino estructural, por lo que la implementación territorial de la paz no puede
dejarse a los afanes de la coyuntura política, sino que debe ser un marco estructural de
concepción, interpretación y aplicación del Acuerdo de paz. Si no fuera un término gastado
hasta el punto de haber perdido todo significado relevante, diría que debe ser una “política
de estado”, entre otras razones porque la paz territorial implica la reforma del ordenamiento
territorial del Estado.
La paz territorial no puede ser sino un marco estructural porque del mismo modo que
existe un modo específico de ocupación, control, gestión y explotación del territorio propio
de la guerra, la consecución de la paz consistirá necesariamente en la generación de un modo
igualmente específico de relación con el territorio capaz de producir y de realizarse en paz.
La idea de “territorialidad” y “territorialización” remite a la constante humana de
control sobre los recursos y las personas en un espacio físico definido2. La “territorialización”
es el proceso de identificación, definición y producción de un espacio como territorio por un
actor individual o colectivo, dentro de un proceso constante de apropiación-alienación en que
consiste las relaciones de los individuos con el espacio físico.
Este proceso abarca acciones de dominio y explotación, y medidas de ordenación
territorial, que pueden abordarse desde las perspectivas jurídica, politológica, histórica y

2
Así las definiciones clásicas de la sociología y la psicología ambientales de ALTMAN, I., The environment
and social behavior, Monterey (Cal), Brooks/Cole, 1975 y GIFFORD, R., Environmental Psychology.
Principles and Practice, Boston, Allyn and Bacon, 1987; de la ecología social en COHEN, E., Environmental
orientations: a multidimensional approach to social ecology, en Current Anthropology, 17, 1976, pp. 49-70;
desde la ciencia y la geografía políticas en el clásico SACK, R. D., Human Territoriality: Its theory and
history, Cambridge, Cambridge University Press, 1986.

222

económica, entre otras, pero también procesos de identificación y apropiación simbólica, que
han sido estudiados desde el punto de vista de la sociología, la antropología o la psicología
ambiental.
De forma más reciente, la “territorialización” se estudia como un componente
esencial de la implementación de políticas públicas, entendido como un instrumento que
permite interrelacionar factores de distinto tipo en análisis multifactoriales y,
particularmente, las políticas públicas de desarrollo3.

2. Los territorios del conflicto en Colombia


La preocupación por lo territorial en el Acuerdo de Paz entre Colombia y las FARC-
EP refleja un diagnóstico según el cual las principales causas estructurales del conflicto
armado son territoriales. La guerra no se desarrolló de forma homogénea en todo el territorio
sino que se centró en lugares específicos. Además, la guerra creó y se financió a través de
formas de economía informal (cultivos de coca, minería ilegal, redes de extorsión…) que
también se concentran en territorios específicos. Todos estos territorios comparten entre sí
haber sufrido el abandono del Estado, estar desconectados del mercado nacional, no contar
con vías de comunicación, ni con sistemas de integración política, ni con infraestructura
social; Aspectos que, en muy buena medida, les han llevado a constituirse en sociedades
segregadas.
Dos implicaciones de esta idea interesan analizar aquí. La primera es de orden más
teórico o estructural y se refiere a las consecuencias del diagnóstico. La segunda es de orden
práctico y se refiere a la concentración territorial de la implementación de la paz.

2.1. Centro, periferia y conflicto: heterogeneidad territorial y fragmentación política


Ante este diagnóstico de la existencia de sociedades segregadas y territorios
abandonados en la periferia colombiana, es fácil caer en una visión dicotómica de su realidad
del tipo: “orden en el centro y caos en la periferia”4. Esta visión dicotómica tiende a

3
Vid. GONZÁLEZ, J. et al., “La territorialización de la política pública en el proceso de gestión territorial
como praxis para el desarrollo”, (en línea), disponible en: Cuadernos de Desarrollo Rural, 10 (72), 2013, pp.
243-265. (http://www.scielo.org.co/pdf/cudr/v10n72/v10n72a13.pdf).
4
Vid. ROBINSON, J., “Colombia: Another 100 Years of Solitude?, en Current History, n. 112, 2013, pp. 43-
48.

223

resolverse, bien en la defensa de la extensión del orden central a la periferia como solución
a la violencia en Colombia; bien, en su versión más extrema, en las tesis de “colapso del
Estado” o de “Estado fallido” que habría perdido el monopolio de la fuerza y la justicia en
buena parte de su territorio5.
Frente a estas dos posiciones reacciona la idea de la presencia diferenciada del
Estado. Se trata de una tesis explicativa de la génesis territorial de la violencia en Colombia
desarrollada por el equipo de investigación sobre “Violencia, paz y construcción del Estado”
del Centro de Investigación y Educación Popular (CINEP), bajo la dirección del historiador
Fernán E. González6 que está cobrando fuerza en los últimos años.
Esta tesis inscribe los fenómenos de violencia dentro del proceso gradual de
construcción estatal, de suerte que Colombia sería un “Estado en formación” que ejerce un
dominio estatal indirecto, delegando en los poderes realmente existentes en las localidades y
regiones donde no existen condiciones para ejercer un monopolio centralizado de las
funciones estatales básicas, lo que no es sino una aplicación al caso colombiano de las ideas
de Ernst Gellner, Norbert Elias o Charles Tilly de que la concentración del poder en las manos
del estado no se produce de manera automática, sino que depende de ciertas condiciones
previas y de las relaciones que las instituciones del estado logren establecer con los poderes
territoriales existentes, las cuales pueden ser de conflicto, cooptación o negociación.
De esta suerte, Colombia sería un Estado que va integrando gradualmente nuevos
territorios y poblaciones marginales, en los que la presencia de las instituciones estatales es
desigual, de acuerdo con el grado de articulación de esos territorios con el centro y según el
tipo de relación que se establezca entre el Estado central y los poderes de hecho efectivamente
existentes en las regiones y localidades. En consonancia con los diferentes modos y
momentos de esa articulación, y con la forma en la que esos territorios se poblaron y se
organizaron socialmente, se producen diferentes estilos de violencia y modos diversos de
inserción de los actores armados ilegales.

5
Vid. PIZARRO, E. y BEJARANO, A., “Colombia. A Failing State?”, en Harvard Review of Latin America,
vol. II, n. 3, primavera 2003.
6
Vid. GONZÁLEZ, F. E., BOLÍVAR, I. Y VÁSQUEZ, T., Violencia política en Colombia. De la nación
fragmentada a la construcción del Estado, Bogotá Cinep, 2003; más recientemente, GONZÁLEZ, F.E. y
OTERO, S., “La presencia diferenciada del Estado: un desafío a los conceptos de gobernabilidad y gobernanza”,
en LAUNAY-GAMA, C. y GONZÁLEZ, F. E. (eds.), Gobernanza y conflicto en Colombia. Interacción entre
gobernantes y gobernados en un contexto violento, Bogotá, Odecofi-Cinep-IRG, 2010, pp. 28-45 y
GONZÁLEZ, F. E., Poder y violencia en Colombia, Bogotá, Odecofi-Cinep, 2014, pp. 59-81.

224

Se trata, en todo caso, de un marco de análisis que insiste en la naturaleza interactiva


y multinivel del proceso de formación estatal, en el que las instituciones son resultado de
procesos dinámicos de negociación constante entre actores con autoridad, formal o de hecho
y que, por tanto, el dominio indirecto es un fenómeno altamente heterogéneo que responde a
las características privativas de cada territorio y su historia singular.
Junto a la heterogeneidad territorial, este enfoque pone también de manifiesto que la
fragmentación política territorial ha sido una constante histórica en Colombia 7. Esta
fragmentación se ha profundizado en los 25 años de vigencia de la Constitución de 1991, que
ha favorecido la consolidación de nuevas formaciones políticas y la implosión de las
estructuras tradicionales del bipartidismo8.
Aunque en las elecciones presidenciales de 1994 y 1998 compitieron entre sí un
candidato del Partido Liberal y un candidato del Partido Conservador, hecho que parecía
certificar el mantenimiento de las estructuras políticas tradicionales bajo la nueva
Constitución, no volvió a repetirse este escenario en ninguna de las elecciones posteriores. A
partir de entonces surgieron dos nuevos sujetos politicos: los independientes y los
transicionales, es decir, políticos que provenían de las estructuras tradicionales, pero que
transitaban hacia la independencia o el liderazgo de nuevas formaciones.
El desempeño de los independientes en las elecciones nacionales siempre fue pobre
(con la excepción de la candidatura presidencial de Carlos Gaviria en 2006), pero lograron
conquistar algunas alcaldías señaladas, muy especialmente la de Bogotá. Los
“transicionales” tuvieron un primer triunfo con Noemí Sanín, que obtuvo más de dos
millones de votos en las elecciones presidenciales de 1998, y triunfaron definitivamente con
Álvaro Uribe, que ganó las presidenciales de 2002 y 2006 en primera vuelta, agrupando en

7
Para una reconstrucción de los diferentes análisis sobre esta cuestión crucial, vid. URIBE, M. T. Y ÁLVAREZ,
J. (eds.), Poderes y regiones: problemas en la constitución de la Nación colombiana, Medellín, Universidad de
Antioquia, 1987; SAFFORD, F., “País fragmentado: continuidad y cambio en la geografía económica de
Colombia”, en SAFFORD, F. y PALACIOS, M., País fragmentado, sociedad dividida, Bogotá, Grupo Editorial
Norma, 2004, pp. 15-28; PALACIOS, M., “La fragmentación regional de las clases dominantes en Colombia:
una perspectiva histórica”, en Id., La clase más ruidosa y otros ensayos sobre política e historia, Bogotá, Grupo
Editorial Norma, pp. 19-58; GONZÁLEZ, F. E., “Espacio, conflicto y poder: las dimensiones territoriales de la
violencia y la construcción del Estado en Colombia”, en Revista Sociedad y Economía, n. 17, diciembre 2009,
pp. 185-214.
8
Vid., con carácter general, GUTIÉRREZ SANÍN, F., “La vida política”, en POSADA CARBÓ E. (dir.) y
ORLANDO MELO, J. (Coord.), Colombia 1960-2010. La búsqueda de la democracia, Fundación Mafre-
Penguin Random House, Madrid-Barcelona, 2016, pp. 47-61, que añade a estas dos consecuencias otra: la
consolidación de la tecnocracia.

225

torno a sí a buena parte de la elite política tradicional y de los barones electorales del Partido
Liberal, de cuyas filas provenía.
Entre 1958 y 1978 Colombia mantuvo un cierre político institucionalizado con
reparto equitativo de todos los cargos del Estado entre los dos partidos tradicionales, hubieran
resultado elegidos o no. El resultado político del denominado Frente Nacional fue el de
estimular la competencia intrapartidista a costa de la competición electoral entre partidos.
Ello provocó una dinámica de progresivo fortalecimiento de las fuerzas territoriales para
negociar cargos, si bien los centros partidistas seguían manteniendo el poder de nominar el
ejecutivo departamental y municipal.
Este poder desapareció con la elección popular de alcaldes (aprobada en 1986 y
aplicada por primera vez en 1988) y de gobernadores (1991), así como con un sistema
electoral proporcional a los órganos legislativos que favorecía la denominada “operación
avispa”, es decir: la presentación de varias listas de un mismo partido en una misma
circunscripción, con la intención de ganar escaños con residuos bajos. Ello certificaba el
triunfo de los barones regionales y los actores municipales y locales sobre los centros de los
partidos tradicionales9. Con el Acto Legislativo 1 de 2003 se inauguraba un periodo de
reformas políticas e institucionales en Colombia con el objetivo declarado de fortalecer los
partidos y revertir la enorme fragmentación política territorial del País10.
2.2. La cuestión social territorial
Como demuestra un informe conjunto del CINEP y el Programa por la Paz, la
iniciación y el desarrollo de los diálogos de paz de La Habana se produjeron en un contexto
de escalamiento de la movilización social, desde el nivel local al nacional, y de aumento de
la represión sobre los líderes sociales11.

9
Vid. GUTIÉRREZ SANÍN, F., “Las aporías de la modernización desde los partidos”, en Id., ¿Lo que el viento
se llevó? Los partidos y la democracia en Colombia 1958-2002, Bogotá, Grupo Editorial Norma, 2007;
HOSKIN, G., “El Estado y los partidos políticos en Colombia”, en BOTERO, F. (comp.), Partidos y elecciones
en Colombia, Bogotá, Ceso-Uniandes, 2011, pp. 289-321.
10
Una buena reconstrucción de este ciclo de reformas puede encontrarse en PADRÓN PARDO, El concepto y
función de las bancadas: las transformaciones de la representación política, Bogotá, Universidad Externado
de Colombia, 2015, pp. 342-435.
11
Acerca del afianzamiento de las practicas represivas y el renacer de los movimientos sociales sobre
tradiciones de resistencia enraizadas en la formación misma de la sociedad colombiana, vid. ARCHILA, M.,
Idas y venidas, vueltas y revueltas. Protestas sociales en Colombia 1958-1990, Bogotá, CINEP, 2008; sobre el
renacimiento de la movilización social a través de la convergencia del movimiento sindical con movilizaciones
de pueblos originarios, vid. FAJARDO, D., “Colombia: dos décadas en los movimientos agrarios”, en

226

Este panorama anticipa una de las características previsibles del periodo de transición
de la guerra a la paz en Colombia, consistente en una emergencia de demandas sociales que
actualmente están represadas o contenidas por el propio conflicto, combinada con una baja
capacidad de respuesta por parte del Estado que atraviesa un periodo de ajuste fiscal. Esta
situación se produce, además, dentro de la secular ausencia de una estrategia adecuada de
prevención, gestión y resolución pacífica y democrática de conflictos en Colombia,
particularmente en el ámbito local.
Según la base de datos de luchas sociales de CINEP y Programa para la Paz12, una
porción significativa de las demandas que motivan estas movilizaciones tienen que ver con
la solicitud de protección de derechos, servicios sociales y condiciones de trabajo, áreas en
las que no siempre el Estado es el objeto directo de los reclamos, pero sobre las que tiene
indudables responsabilidades. Además, si se observan únicamente las movilizaciones que
tienen por destinatario directo el Estado, el 79 por 100 de las 20.799 movilizaciones
registradas desde 1975 han estado dirigidas a los ejecutivos de los distintos niveles
territoriales, con una tendencia al alza desde 2006 de las movilizaciones que tienen por objeto
las alcaldías.
Las movilizaciones locales acaban repercutiendo directamente sobre el Estado central
por dos razones: por una parte, porque la incapacidad o el desinterés del gobierno municipal
de responder adecuadamente, provocan que acaben articulándose en movilizaciones más
amplias y de mayor impacto que en ocasiones recurren a las vías de hecho para llamar la
atención del gobierno central; por otra parte, porque la tercera razón más relevante que
motiva las movilizaciones son los incumplimientos de los acuerdos para resolver conflictos
anteriores, de suerte que se van deteriorando cada vez más los niveles de confianza de la
sociedad frente al propio Estado en su conjunto.
Esta brecha entre Estado y sociedad civil, particularmente aguda en los territorios más
afectados por el conflicto, puede verse incrementada por el resultado negativo del plebiscito
para la paz porque, aunque los resultados demuestran que en la principales ciudades de

SALCEDO FIDALGO, H. y VEGA VARGAS, M., Movimientos sociales y ciudadanía. Reflexiones con
ocasión de la visita de Michel Wieviorka, Bogotá, Universidad Externado de Colombia, 2014, pp. 49-52.
12
Para los datos, vid. BARRERA, V., “Sociedad civil y paz territorial. Aprendizaje social, movilización
ciudadana y gobernabilidad local”, en F. GONZÁLEZ, F., GUZMÁN, T. Y BARRERA, V., Estrategias para
la construcción de paz territorial en Colombia, Bogotá, Cinep-Programa para la Paz, 2015, pp. 76-79.

227

Colombia ganó el “Sí” (50,57 % frente a 49,43 % del “No”) y que en los lugares más
afectados por el conflicto no se votó de forma unánime por el “Sí”, se ha impuesto un relato
según el cual las ciudades –donde se vive menos el conflicto– votaron por el “No”,
mostrándose “insolidarias” con los territorios rurales –más afectados por el conflicto–.
2.3. Las condiciones territoriales de implementación de la paz
Según investigaciones de la Fundación Paz y Reconciliación, hay 281 municipios en
los que las guerrillas de las FARC-EP y del ELN han hecho presencia permanente en los
últimos 30 años. Estos son los territorios en los que, de forma prioritaria, deberá aplicarse la
parte territorial de los Acuerdos. De ellos, en al menos 112 las FARC-EP tienen una amplia
capacidad de influencia en la vida política y social. Además, se calcula que en unos 300
municipios más hay presencia de economías ilegales, municipios para los que también
deberían preverse tratamientos territoriales especiales13.
Además, en el proceso de paz con las FARC-EP, a diferencia de lo ocurrido en otros
procesos, el grueso de los desmovilizados no irán a las grandes ciudades a iniciar una nueva
vida sino que se quedarán en los territorios donde operaban militarmente y que, en gran
medida, coinciden con los municipios anteriores, sin capacidades reales de afrontar una
política de resocialización. La población potencial de desmovilizados de los grupos armados,
según estimaciones del Ministerio de Defensa de Colombia, podría oscilar entre 15.000 y
20.000 personas de las FARC y el ELN (contando milicianos y redes de apoyo en las
ciudades), que habría que sumar a la cifra de alrededor de 30.000 excombatientes que hoy
están en los procesos de desmovilización gestionados por la Agencia Colombiana de
Reintegración14.
La tercera característica a tener en cuenta es el espectacular número de desplazados
internos. Según el Informe Global sobre Desplazamiento Interno 2016, Colombia es el
segundo país del mundo con mayor número de desplazados internos: 6.044.151, solo por
detrás de Siria. A lo que hay que sumar 357.900 personas que han cruzado las fronteras15. Y

13
Vid. VALENCIA, L. y ÁVILA, A., Los retos del postconflicto. Justicia, seguridad y mercados ilegales,
Bogotá, Ediciones B, 2016, pp. 18-19, 43-49.
14
Vid. MORALES NIETO, J., ¿Qué es el postconflicto?. Colombia después de la guerra, Bogotá, Ediciones
B, 2015, p. 76.
15
Vid. OBSERVATORIO SOBRE EL DESPLAZAMIENTO INTERNO DEL CONSEJO NORUEGO PARA
LOS REFUGIADOS, “Global Report on Internal Displacement 2016”, www.acnur.org, 14 junio 2016. Según
el Informe de desplazamiento de 2015, realizado por un equipo de investigadores liderado por Fabio Alberto
Lozano, con participación de la Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento (Codhes) y la

228

la población desplazada es la más pobre de entre los pobres de Colombia y la que tiene un
mayor índice de Necesidades Básicas Insatisfechas16.
Así las cosas, buena parte de la garantía de éxito de la paz en Colombia pasa por
aumentar las capacidades institucionales locales y regionales para gestionar la aplicación de
los Acuerdos. En este contexto, el denominado “enfoque territorial” para el diseño, ejecución
y seguimiento de los planes y programas que implementen la política de paz cobra una
importancia capital.

3. El territorio en la implementación de la paz: el enfoque territorial


Existe un consenso generalizado entre los actores políticos y sociales favorables a la
paz en Colombia, que puede observarse también en el contenido del Acuerdo de paz con las
FARC-EP, sobre tres contenidos asociados la “paz territorial”: a) que la paz territorial pasa
por una participación efectiva de los territorios en el posconflicto; b) que esa participación
efectiva requiere aprovechar la paz para producir estado, para generar una nueva
institucionalidad; y c) el método para producir esta nueva institucionalidad debe ser
participativo.
Desde este planteamiento, conforme a la formulación expresada por el Alto
Comisionado para la Paz en una conferencia realizada en la Universidad de Harvard en 2014,
la “institucionalidad” no se entiende solo como la presencia de unas entidades estatales en el
territorio sino como “el establecimiento conjunto de unas prácticas y unas normas que
regulen la vida pública y produzcan bienestar”. Este “establecimiento conjunto” debe llevarse
a cabo a través de una “alianza en la que los programas gubernamentales, las autoridades
regionales… y las comunidades se unen para combinar la coordinación y los recursos
nacionales con la fuerza y el conocimiento de la ejecución local”.
Según el Alto Comisionado, la paz territorial pretende cumplir los siguientes
objetivos:

Red Pluriversitaria para la Construcción de Territorios Sumak Kawsay, Colombia ocuparía el primer lugar con
6,9 millones de desplazados. www.elcolombiano.com. 14 junio 2016.
16
Vid. MENDOZA PIÑEROS, A. M., “El desplazamiento forzoso en Colombia y la intervención del Estado”,
Revista de Economía Institucional, Bogotá, XIV, 26, 2012, pp. 169-202: IBÁÑEZ LONDOÑO, A. M., El
desplazamiento forzoso en Colombia: una camino sin retorno hacia la pobreza, Bogotá, Universidad de Los
Andes-CEDE, 2008.

229

i) El desarrollo de instituciones estatales que sean funcionales a las realidades del


territorio, para garantizar de igual forma los derechos de los ciudadanos.
ii) Estas transformaciones requieren una mayor participación para que la ciudadanía
sienta la construcción de la paz como un esfuerzo propio, al tiempo que se contribuye a la
construcción de la organización social que falta en los territorios golpeados por la guerra y,
con ello, del sujeto colectivo que a fin de cuentas será el garante de la paz17.
Esta concepción de la paz territorial se traduce en el Acuerdo en el denominado
enfoque territorial, que está presente en la Reforma Rural Integral, a través de los Programas
de Desarrollo con Enfoque Territorial (PEDT) pero también en el Programa Nacional Integral
de Sustitución de Cultivos Ilícitos, en la Comisión para el esclarecimiento de la verdad, la
convivencia y la no repetición, así como en los Planes de reparación colectiva con enfoque
territorial18.
En términos generales, el enfoque territorial es un sistema de planeación participativa
destinado a la implementación del contenido del Acuerdo de paz en los territorios rurales.
Dentro del ámbito de la definición de planes y programas de la Reforma Rural Integral del
punto 1 del Acuerdo, se define como una metodología destinada a “reconocer y tener en
cuenta las necesidades, características y particularidades económicas, culturales y sociales
de los territorios y las comunidades rurales y garantizar la sostenibilidad socio-ambiental”.
A estos elementos que se deben tener en cuenta se añade más adelante la “vocación de los
suelos”, y un propósito: “poder desplegar los recursos de inversión pública de manera
suficiente y en armonía con los valores tangibles e intangibles de la nación”19.

4. Problemas de la concepción propuesta de paz territorial

17
Vid. JARAMILLO, S., “La Paz Territorial”, conferencia impartida en la Universidad de Harvard el 13 de
marzo de 2014, www.equipopazgobierno.presidencia.gov.co, 14 junio 2016; la misma idea en ARÉVALO
BENCARDINO, J., “Construcción de paz y un nuevo modelo de construcción de estado: Una lectura de los dos
primeros Acuerdos de La Habana”, en Revista de Economía Institucional, Bogotá, XVII, 30, 2014, pp. 131-
169; Id., “State Capacity and Support for Democracy: Challenges and Opportunities for Post Conflict
Colombia”, en Documentos de Trabajo, n. 55, Universidad Externado de Colombia, 2016.
18
Vid. Acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera, de 24
de noviembre de 2016, “1. Hacia un nuevo campo colombiano: Reforma rural integral”, pp. 11, 18-20, “4.
Solución al problema de las drogas ilícitas”, 99, 100, 104, 108, 111 y 127; “5. Acuerdo sobre las víctimas del
conflicto: Sistema integral de verdad, justicia, reparación y no repetición, incluyendo la Jurisdicción Especial
para la Paz; y compromiso sobre derechos humanos”, pp. 124, 134, 137, 175 y 176.
19
Vid. Acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera, cit.,“1.
Hacia un nuevo campo colombiano: Reforma rural integral”, pp. 11, 20.

230

Conforme al planteamiento que se ha venido defendiendo aquí, resulta plausible que


el enfoque territorial diseñado en el Acuerdo de paz entre Colombia y las FARC-EP huya –
al menos en el plano retórico– del intento de extender un único modelo de institucionalidad
a poblaciones y territorios con características heterogéneas. Habrá que ver si este mismo
espíritu se mantiene en la reforma del ordenamiento territorial colombiano que, sin duda,
deberá traer consigo el desarrollo y aplicación del Acuerdo.
En todo caso, plantea tres tipos de problemas que tienen que ver con la posibilidad de
una apropiación popular del Acuerdo y, con ella, de construir ese sujeto social que sea garante
de la paz del que hablaba el Alto Comisionado y que, como ha puesto de manifiesto la fallida
ratificación plebiscitaria, es una asignatura pendiente del proceso de paz.
Por una parte, debe tenerse en cuenta que el Acuerdo con las FARC-EP se reduce a
la problemática de los territorios rurales de Colombia, donde habita entre el 15 % y el 20 %
de la población colombiana. La inmensa mayoría de los habitantes de Colombia son urbanos,
hace más de una década que no sufren el impacto directo del conflicto armado, no ven
reflejados sus problemas en el Acuerdo ni, consecuentemente, encuentran solución a sus
afanes en las reformas que en él se prevén.
Además, buena parte del electorado que se politizó durante los dos mandatos
presidenciales de Álvaro Uribe, lo hizo bajo un relato de la violencia en el que habían
desaparecido las causas objetivas del conflicto. Henry Acosta Patiño, en el libro que relata
su actividad como facilitador del proceso de paz durante veinte años, señala cómo el 30 de
mayo de 2006, en su segundo mandato, el entonces Presidente Álvaro Uribe dijo en un
discurso en la Escuela Superior de Guerra de Bogotá que era posible que él autorizara un
encuentro con las FARC-EP, porque reconocía la existencia de un conflicto armado. Fue la
primera y la última vez que reconoció que en Colombia había un conflicto armado interno20.
Esto demuestra el rechazo de Uribe a la posición –compartida en amplios sectores de
las elites colombianas, incluido el propio ejército, desde que se hiciera explícita en el
Gobierno de Belisario Betancur– de que la violencia tenía causas objetivas. El
reconocimiento de estas “causas objetivas” es lo que permite concebir el contenido reformista
de un acuerdo de paz como una forma pactada de afrontar necesidades del País, y no como

20
Vid. ACOSTA PATIÑO, H., El hombre clave. El secreto mejor guardado del proceso de paz en Colombia,
Bogotá, Penguin Random House, 2016, p. 63.

231

concesiones del Estado a un grupo guerrillero. Sin embargo, en sus dos mandatos Álvaro
Uribe logró consolidar en amplios sectores del establecimiento y la sociedad colombianas la
idea de que la guerra en Colombia no tenía causas objetivas sino meramente subjetivas,
centradas en la eliminación de toda consideración de las Farc como un sujeto político y su
reducción a un grupo “narcoterrorista”.
El enfoque territorial en la implementación del Acuerdo de paz sólo cobra sentido en
el momento en que las profundas desigualdades territoriales existentes en Colombia21 se
relacionan de forma sistemática con la propia existencia del conflicto.
El segundo problema es el método participativo elegido como fuente de legitimidad
del Acuerdo durante su implementación. El modelo de democracia participativa colombiano
está fuertemente desacreditado, hasta el punto de que se ha llegado a hablar de “fracaso” de
la democracia participativa en Colombia22. Este modelo participativo se reproduce en el
Acuerdo:
i) Prácticamente no existen instancias de participación decisoria, pues siendo la
mayoría de los mecanismos previstos formas de planeación participativa, la participación se
da en la ejecución, control y seguimiento de los planes decididos a nivel nacional. Los

21
Vid. DEPARTAMENTO NACIONAL DE PLANEACIÓN (DNP), Bases del Plan Nacional de Desarrollo
(2010-2014), Bogotá, DNP, 2011; Id., Plan Nacional de Desarrollo, 2010-2014. Prosperidad para todos,
Bogotá, DNP, 2011; PNUD, Colombia rural. Razones para la esperanza. Informe nacional de desarrollo
humano 2011, Bogotá, INDH, 2011.
22
De “fracaso” de la democracia participativa en Colombia hablaron recientemente el Ministro para el
Posconflicto, Rafael Pardo, y el Jefe de la Delegación negociadora del Gobierno colombiano en La Habana,
Humberto de La Calle, en la Conferencia Internacional “¿Cómo construir la paz en los territorios? Los retos de
la Paz Territorial”, celebrada en el Hotel Tequendama, el 29 de febrero de 2016. Dactiloescrito. De
“desencanto” con la democracia participativa en Colombia, pero también en el resto del mundo, habla
MASSAL, J., “Democracia participativa: desafíos y desencantos en el siglo XXI”, en Análisis Político, 2010,
69, 79-91 y VELÁSQUEZ, F. y GONZÁLEZ, E., ¿Qué ha pasado con la participación ciudadana en
Colombia?, Fundación Corona, Bogotá, 2003, 259, 325-327, que insisten en la frustración que provoca en los
actores sociales los pobres resultados de la participación a la hora de influir las políticas públicas. De “asignatura
pendiente” o “promesas incumplidas” prefieren hablar ANGEL CABO, N., “El tiempo de la gente: la
democracia participativa y los mecanismos de participación popular a la luz de la Constitución de 1991”, en
LÓPEZ STERUP, H. (ed.), Manual de Constitución y Democracia del Estado de protección de los derechos,
II, Bogotá, Universidad de los Andes, 2011, 265; y URIBE, M. T., “Las promesas incumplidas de la democracia
participativa”, en MONCAYO, V. M. (ed.), El debate a la Constitución, Bogotá, Unibiblos-ILSA, 2002. El
fracaso en la trascendencia práctica de la democracia participativa colombiana ya se empieza a registrar en el
décimo aniversario de la Constitución de 1991: BORDA, C., GIRALDO, F. y LOSADA, R., “Evaluación del
desarrollo y la implementación de la institución de la democracia participativa introducida en la Constitución
de 1991”, en MINISTERIO DEL INTERIOR, Conmemoración y evaluación de los diez años de vigencia de la
Constitución Política de Colombia, Bogotá, Imprenta Nacional-Ministerio del Interior, 2002, 153-244; y queda
confirmado 10 años después en la investigación cuantitativa llevada a cabo en MISIÓN DE OBSERVACIÓN
ELECTORAL (MOE), Mecanismos de participación ciudadana en Colombia. 20 años de ilusiones, Bogotá,
MOE, 2012.

232

mecanismos que no forman parte de la planeación participativa son espacios de consulta y


concertación. En este sentido, si los planes realmente no responden a las expectativas de las
comunidades, la participación será de nuevo un foco de frustración y no de construcción de
ciudadanía, apropiación de la paz y de génesis del sujeto colectivo que le sirva de garante,
según los fines que el Alto Comisionado atribuye a la metodología participativa.
ii) No es posible prever el impacto real que la planeación participativa para la paz
pueda llegar a tener en el territorio porque no se inserta en un auténtico sistema nacional de
planeación con competencias claras y delimitadas para cada uno de los niveles territoriales
implicados, ni una construcción articulada de abajo hacia arriba de los planes23. El punto 2
del Acuerdo, dedicado a la participación política, exige “una revisión integra y participativa
del sistema de participación en los procesos de planeación” que incluya la “articulación de
las instancias territoriales y nacionales de planeación” y la “composición y funcionamiento
del Consejo Nacional de Planeación”24. El modelo a seguir en esta revisión debería ser el que
está previsto para la formulación del Programa Nacional de Sustitución de Cultivos de Uso
Ilícito (PNIS). Particularmente la metodología ascendente, combinando mecanismos
participativos para la formulación de propuestas, como las asambleas comunitarias y las
comisiones municipales de planeación, con instancias de concertación en el territorio con
presencia de los representantes de la comunidad y de las autoridades locales, departamentales
y nacionales25.
El carácter virtuoso de la combinación de mecanismos participativos e instancias de
concertación se ha puesto de manifiesto en muchas ocasiones con ocasión del análisis del
presupuesto participativo de Porto Alegre en Brasil, si bien también se señalan las
circunstancias excepcionales de su éxito, con una reconstrucción en ciclos anuales y un grado
de institucionalización relativamente bajo26.

23
Que es precisamente lo que se viene solicitando desde CONSEJO NACIONAL DE PLANEACIÓN,
Planeación participativa: estrategias de paz, Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1999, p. 29.
24
Vid. Acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera, cit.,
“2. Participación política: Apertura democrática para construir la paz”, pp. 47-48.
25
Vid. Acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera, cit. “4.
Solución al problema de las drogas ilícitas”, 108-111.
26
Vid. AVRITZER, L., “Democracia local y política deliberativa en Brasil”, en ISUNZA VERA, E. y
OLVERA, A. J. (Coords.), Democratización, rendición de cuentas y sociedad civil. Participación ciudadana y
control social, México D. F., CIESAS-Porrúa, 2006, pp. 411-434.

233

Se trata de una metodología que permitiría combinar dentro del proceso de planeación
mecanismos de participación de la comunidad en el territorio, como son la mayor parte de
los previstos en el Acuerdo, con instancias de concertación de autoridades entre sí y con la
comunidad, de suerte que las autoridades que finalmente toman la decisión estén presentes
en el proceso de elaboración de las propuestas en el territorio, conozcan los intereses y las
expectativas y dialoguen con la comunidad sobre la capacidad real para satisfacerlos.
La utilización de la participación como un instrumento de legitimación del Acuerdo
de Paz durante su implementación resulta sin duda funcional al objetivo de apropiación social
de la paz que se daba a la metodología participativa en la concepción del Alto Comisionado,
dado que, a fin de cuentas, lo que se firmó finalmente en el Teatro Colón de Bogotá no es
más que un pacto entre elites burocráticas y, como demostró el resultado del plebiscito, la
apropiación popular del Acuerdo es muy baja. Sin embargo, nada asegura que la participación
pueda cumplir el segundo objetivo que se le atribuye, como es el de generar ciudadanía,
proceso que tiene que ver con la garantía de los derechos en el territorio.

234

El papel del historiador en la justicia transicional: Pinochet en Londres

Joan del Alcàzar


Universitat de València

En diciembre de 2016 se cumplirán diez años de la muerte de Augusto Pinochet


Ugarte, el militar chileno que propició y condujo con mano de hierro una de las más
sangrientas y crueles de las dictaduras del Cono sur americano, una de aquellas que llamamos
de Seguridad Nacional, inspiradas por los Estados Unidos durante la Guerra Fría, y apoyadas
sin reparos por los sectores que se sentían amenazados por el cáncer marxista en los diversos
países del continente. Se trataba de localizar y extirpar -mediante una guerra sucia- al
enemigo interior aparecido en la mayor parte de América Latina, como efecto de la influencia
soviética y del prestigio cubano tras la instauración el régimen comandado por Fidel Castro.
Fue en ese contexto que Chile vivió una intensa y dolorosa experiencia dictatorial entre 1973
y 1990. Es decir, que se han cumplido ya más de dos décadas y media desde que aquella
pesadilla política finalizó para los chilenos. Una tercera efeméride para ubicarnos en el
tiempo a propósito del objeto de estas páginas: ha transcurrido ya más de década y media de
la detención del general Pinochet en Londres, donde se encontraba de visita privada, a
instancias del juez Baltasar Garzón y de la Audiencia Nacional de España.
Los años van pasando y las nuevas generaciones, incluso las de estudiantes
universitarios, no tienen un conocimiento vivido, ni una información suficiente ni adecuada
sobre lo que fueron aquellas dictaduras ni, nos tememos, sobre quiénes fueron sus artífices.
Es por ello que entendemos necesario comenzar por ubicar, aunque sea brevemente, tanto el
proceso chileno como al dictador militar que llevó las riendas durante los más de quince años
que duró su presencia al frente del país1.

1
Estas páginas son resultado de una relaboración de textos nuestros. Algunos de esos textos, que ya tienen unos
años, permitieron avanzar nuestra línea de investigación referida al Chile reciente, pero los que aquí citaremos
son los que tienen que ver de manera directa con el motivo que nos ha convocado a estas jornadas en la
Universidad de Alicante. Los trabajos a los que nos referimos son: ALCÀZAR, J. Yo pisaré las calles
nuevamente. Chile, revolución, dictadura, democracia (1970-2006), Santiago, Editorial Universidad
Bolivariana, 2009; ALCÀZAR, Joan: “Continuar viviendo juntos después del horror. Memoria e historia en las
sociedades post dictatoriales”, en ANSALDI, Waldo (dir.), La democracia en América Latina, un barco a la
deriva, Buenos Aires, FCE, 2007, pp. 411-434; ALCÀZAR, Joan, "La pregunta de Lord Browne-Wilkinson (A
propósito de la discusión sobre la supuesta Inmunidad Soberana del general Pinochet), en ALCÀZAR, Joan y
MATTALIA, S., (coord.), América Latina entre dos finales de siglo, (2 vols.), València, Centre d’Estudis
Polítics i Socials, 2000, pp. 175-199. También ALCÀZAR, Joan, “Història, oblit, memòria, justícia. El cas

235

1. Chile, la vía al socialismo alternativa a la cubana.


Si bien se puede afirmar que la nueva izquierda latinoamericana, la insurreccionalista,
partidaria de derrotar al imperialismo e inspirada en el ejemplo cubano, se convirtió en la
propuesta política transformadora por excelencia, no es menos cierto que si en algún país se
contó con una alternativa distinta ese fue Chile. En el angosto país andino se intentó, también,
hacer una revolución conducente al socialismo, pero fue la izquierda clásica la que se propuso
hacerlo sin recurrir a la lucha armada y sin violentar la legalidad constitucional republicana.
Socialistas y comunistas, junto a cristianos progresistas y republicanos históricos, impulsaron
la Unidad Popular, una coalición de partidos que, con Salvador Allende como candidato,
obtuvo la victoria en las elecciones presidenciales de 19702.
Chile era un país en el que, tradicionalmente, la derecha, el centro y la izquierda
contaban desde décadas atrás con el apoyo de un tercio del electorado; un país de larga
tradición de respeto a la legalidad republicana, con unas fuerzas armadas mayoritariamente
constitucionalistas. Pero Chile era también un país injusto y mal repartido que se embarcó,
entre el estupor de unos, el pánico de otros y la ilusión de una minoría mayoritaria, en la
aventura de construir el socialismo sin disparar un tiro. Se consumó en 1970 el triunfo de la
izquierda, que ya había sido evitado en 1964 cuando Eduardo Frei Montalva había vencido
a Allende con un programa demócrata cristiano, inspirado en la doctrina social de la Iglesia
y en la Alianza para el Progreso kennedyana, que pretendía desarrollar la “Revolución en
libertad”.
Seis años después, el doctor Allende puso en marcha la llamada Vía chilena al
socialismo, que pasaba por eliminar las enormes desigualdades en la distribución de la
riqueza. Y lo hizo contando con poco más del 36 por ciento del electorado, contra el 63 por
ciento restante (el 34 de la derecha de Alessandri más el 28 de la DC de Tómic). Se trataba
de nacionalizar las empresas estratégicas para constituir con ellas un Área de Propiedad
Social, y de realizar una profunda reforma agraria que substituyera los latifundios por
cooperativas agrícolas. Además se pretendía una nueva política redistributiva que incentivara

Pinochet i els crims contra la humanitat”, en L’Espill, Universitat de València/Editorial Tres i Quatre, València,
Nº 4, Segona Època, 2000, pp. 140-151.
2
Hemos escrito sobre este tema. Por ejemplo en ALCÀZAR, Joan, “América Latina en el siglo XX”, en
AMORES CARREDANO, J.B., (coord.), Historia de América, Madrid, Ariel, 2006, pp. 801-855.

236

la producción por el incremento del consumo, y una mayor participación de los ciudadanos
en los procesos de gestión y decisión política. En el plano internacional, la Unidad Popular
(UP) confesaba su deseo de reorientar las relaciones diplomáticas de Chile, con un nuevo
énfasis en las relativas a los países del bloque socialista y los del Tercer Mundo, junto a una
denuncia de la injerencia omnipresente de los Estados Unidos en América Latina.
Esos planteamientos, como cabía esperar, no fueron del agrado de la Administración
estadounidense, así que el Secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger, lo enunció
con claridad y sin tapujos: ellos no iban a permanecer impasibles tras convencerse que un
país, Chile, había decidido hacerse comunista por la irresponsabilidad de su pueblo.
El acoso de la Administración de Washington comenzó desde antes de las elecciones
y siguió en las semanas previas a la toma de posesión de Salvador Allende, y no cesó hasta
que Augusto Pinochet encabezó un sangriento golpe militar el 11 de septiembre de 1973. El
golpe acabó con la vida de Allende y la de cientos de sus correligionarios, y estableció una
cruel dictadura militar que en diecisiete años costó miles de vidas y decenas de miles de
exiliados; durante la cual se secuestró, se torturó y se hizo desaparecer a personas acusadas
de actuar en contra del régimen militar. Se puede decir, pues, que la Vía chilena fue
derrotada.
Pero también debe decirse que la Unidad Popular fracasó. No todo puede ponerse en
la cuenta de la animadversión de Washington, ni siquiera en la cerrazón con que los sectores
chilenos más tradicionales y los más reaccionarios se oponían a las decisiones de gobierno
de los que llamaban upelientos. La Unidad Popular jamás pudo trascender su condición de
coalición electoral, y en su seno malvivieron opciones tácticas y estratégicas prácticamente
antagónicas. Los fracasos de la UP no fueron sólo el resultado de decisiones políticas
irresponsables ni de presiones de la izquierda guevarista [el Movimiento de Izquierda
Revolucionaria, MIR] para acelerar el proceso revolucionario, que también.
Fundamentalmente se originaron en el rechazo de estas políticas por parte de sectores cada
vez más movilizados especialmente de la clase media, algunos de los cuales habían
simpatizado al principio con la regeneración propiciada por Allende.
Además, el sabotaje y la subversión, junto con las intrigas organizadas desde los
cuarteles y desde los llamados cordones industriales, así como los consejos prepotentes e

237

interesados de amigos incómodos -como Fidel Castro-, hicieron de Chile un país sometido a
una polarización insostenible en el que la violencia creció como una variable insoslayable.
La subida salarial decretada por el gobierno (22 puntos por encima de la inflación),
en cumplimiento de su programa electoral, elevó ciertamente el consumo interno,
especialmente de los trabajadores, pero la producción nacional no fue capaz de atenderlo.
Esto, unido al descenso de la producción agraria y de la industrial, por problemas de falta de
control gubernamental, obligó a incrementar el volumen de las importaciones. Paralelamente,
el precio internacional del cobre bajó un 25 por ciento, lo que tuvo efectos muy nocivos sobre
los equilibrios macroeconómicos. A finales de 1972 las exportaciones se habían reducido en
un cuarto y las importaciones se habían incrementado en un 40 por ciento. El ministro de
economía Pedro Vuskovic había reconocido ese mismo año que la política económica estaba
supeditada a la necesidad de ampliar el apoyo popular al gobierno. No podía funcionar. A
mediados de 1973, la inflación se situaba en el 300 por ciento, y la economía chilena estaba
prácticamente colapsada.
La quiebra económica será uno de los argumentos más eficaces de la oposición para
movilizar a los sectores sociales medios y altos. La más importante de las manifestaciones
será la llamada Marcha de las ollas vacías, que protagonizaron miles de mujeres de Santiago
a finales de 1971, en un momento en el que el mundo estaba mirando a Chile que era visitado
por el carismático líder cubano Fidel Castro. La inacabable estancia del revolucionario tuvo
dos efectos importantes: por una parte generó un endurecimiento de las relaciones entre el
gobierno y la oposición, entre irritada y asustada por las confesadas coincidencias
estratégicas entre Castro y Allende, más valoradas que las discrepancias tácticas; por otra, el
líder cubano enardeció tanto a la izquierda mirista como a la fracción insurreccionalista del
Partido Socialista. Tanto los jóvenes guevaristas como los más radicales dirigentes socialistas
presionaron a Allende para que acelerara lo que ellos entendían como proceso revolucionario
imparable, frente a las tesis negociadoras y gradualistas del Partido Comunista y de la Central
Única de Trabajadores (CUT).
También en los cuarteles las aguas bajaban revueltas. El 23 de agosto de 1973 el
general Prats dimitió como Comandante en Jefe por presiones internas de las fuerzas
armadas, y Allende nombró sustituto a un general que le merecía toda su confianza: Augusto
Pinochet Ugarte. Cinco días después, ya a la desesperada, Allende formó un gobierno de

238

salvación y comunicó a sus colaboradores que el 12 de septiembre anunciaría al país la


convocatoria de un plebiscito para la reforma de la constitución. El día 11 de septiembre se
produjo la sublevación militar, y el Palacio de la Moneda, sede de la Presidencia de la
República, fue bombardeado por cazas de la Fuerza Aérea y sitiado por carros de combate.
Allende y uno de sus más íntimos colaboradores, Augusto Olivares, se suicidaron en su
interior, y tomó el poder una Junta Militar formada por los generales Pinochet, Leigh, Merino
y Mendoza. Según sus declaraciones iniciales, el golpe se había producido para “salvar al
país del cáncer marxista” y para “proteger la democracia”3.
La dictadura militar chilena causó sorpresa por su brutalidad. Caracterizada por el
estallido de una violencia desconocida por sus dimensiones y por su implacable diseño y
ejecución —públicamente se anunció la eliminación física de los adversarios—, una cosa
quedó clara desde el principio: la Junta de Gobierno militar presidida por el general Pinochet
no tenía la menor intención de devolver el poder a los civiles, a los cuales acusaba de ser los
responsables de la situación previa a la intervención militar. La aparición en 1974 de la
Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), directamente bajo las órdenes del general
Pinochet, marca el periodo que va desde el 11 de septiembre de 1973 a 1977; unos años
durante los cuales la represión es sistematizada y perfeccionada, unos años durante los cuales
la lucha contra la oposición política adquirirá -como más tarde nos dirán el Informe Rettig
[1990] y el Informe Walech [2010]- caracteres de guerra de exterminio y estrategia de terror.
Las torturas en centros de detención secretos alcanzan inimaginables grados de sadismo y
crueldad. Con frecuencia, los detenidos resultarán desaparecidos. Nadie sabrá jamás nada de
ellos.
El modelo de economía de mercado implantado por la dictadura militar significó una
ruptura radical con el modelo de desarrollo que había sido vigente antes del golpe. Se produjo
una refundación, una revolución capitalista, que tendrá enormes repercusiones sobre varios
planos de la realidad chilena. En términos generales, el programa que fue aplicado durante
dieciséis años de dictadura significó la apertura de la economía al capital internacional, la
reorientación de la producción hacia el mercado mundial y la adopción de un enfoque de
libre empresa mediante la privatización masiva de los medios de producción, paralela a una
drástica reducción de los gastos públicos.

3
Ídem, p. 833.

239

Pinochet, desde 1974 Jefe Supremo de la Nación -homologado posteriormente a


Presidente de la República-, devolverá a sus antiguos dueños casi cuatro mil propiedades
intervenidas durante la reforma agraria del período de la UP. En la misma línea de actuación,
más de doscientas cincuenta empresas nacionalizadas serán reprivatizadas.
Pese a todo, durante el primer periodo de la dictadura, hubo una especie de vacío en
la política económica del régimen; un hueco que fue cubierto por la llegada al poder de un
grupo de economistas jóvenes, unos tecnócratas formados en la Pontifica Universidad
Católica de Chile y en la Universidad de Chicago, de la mano de Milton Friedman. Los
Chicago Boys, como fueron conocidos, llevarán desde 1975 las riendas de la economía
chilena, aplicando los principios económicos neoliberales en su versión más ortodoxa. Si la
misión de los militares había sido salvar a Chile del comunismo, la de los Chicago Boys fue
modernizar el país mediante la aplicación de un liberalismo extremo.
En julio de 1977 el general Pinochet anunciará un proyecto a largo plazo de lenta
democratización -una democracia protegida, eso sí-, en paralelo con un proceso de
institucionalización del régimen, marcando unas etapas que concluirían con su normalización
décadas después. Un reducido grupo de juristas había trabajado redactando una nueva
Constitución de perfil marcadamente autoritario. Entre otras cosas, la nueva Carta Magna
establecía una Presidencia de amplios poderes y ocho años de mandato. El general Pinochet
ocuparía la presidencia durante el primer periodo, al final del cual se convocaría un
referéndum que tendría que ratificar o rechazar al candidato propuesto por los militares para
el segundo periodo de ocho años. Entonces, finalizado el segundo periodo, podrían ser
convocadas elecciones parlamentarias y presidenciales. Esto sería en 1997. Si en el
referéndum, aun así, era rechazado el candidato de los militares, las elecciones se celebrarían
en 1989. Esta Constitución fue refrendada, sin garantías mínimas de pulcritud, el 11 de
septiembre de 1980.
La década de los ochenta, desde el plano de la economía, la llamada Década Perdida
latinoamericana, fue tan o más complicada para Chile que para los otros países del
subcontinente. Desde mediados del año 1982 la economía chilena entró en una crisis que fue
considerada como la peor de los últimos cincuenta años. Los salarios se mantuvieron
deliberadamente bajos, los niveles de paro muy elevados y los gastos sociales claramente
recortados.

240

Ante este contexto de crisis generalizada, se produjo una reacción de la sociedad civil.
Entre mayo de 1983 y noviembre de 1984, surgirán las protestas. El principio fue una
convocatoria de la Confederación de Trabajadores del Cobre (CTC), para expresar el
descontento contra un sistema económico, social y político que había conducido el país a la
crisis más profunda de su historia, y para hacer patente la desconfianza en un régimen que
había sometido a Chile a la miseria, la injusticia y la carencia de libertad. Tras el éxito por la
respuesta obtenida por los convocantes y valorando la magnitud de la implicación ciudadana,
el régimen respondió con una extremada contundencia policial y militar (de mayo de 1983 a
mayo de 1984, murieron setenta cinco personas, 44 de ellas niños y jóvenes). Pese a esto, las
protestas se mantuvieron con periodicidad casi mensual hasta la declaración de Estado de
Sitio que el gobierno hizo en noviembre de 1984.
El régimen provocó, mediante el uso de la represión, una radicalización de los grupos
de izquierda, lo cual no hizo sino dividir a la oposición y aislar las protestas. En agosto de
1985 las organizaciones de centro e izquierda (con la excepción del Partido Comunista que
se decantaba por la lucha armada y actuaba a través del Frente Patriótico Manuel Rodríguez,
FPMR), propiciaron el Acuerdo Nacional contra la Dictadura al cual se sumaron algunos
dirigentes de derecha, convencidos de que el periodo de Pinochet tenía que concluir. Una
nueva tentativa de hacer caer el régimen se produjo en los inicios de 1986, mediante la
Asamblea de la Civilidad, promovida por más de seiscientos dirigentes sociales. Las protestas
ciudadanas, especialmente en los sectores populares volvieron a reproducirse. La respuesta
del gobierno fue la ya conocida de represión masiva. Cuando, en septiembre de 1986, el
FMPR atentó militarmente contra el general Pinochet y a punto estuvo de matarlo, el régimen
volvió a imponer el Estado de Sitio y a descabezar las organizaciones civiles.
El éxito parcial de las movilizaciones del ochenta y seis provocó la reflexión en
amplios sectores de la oposición política. Ésta conseguía, con enorme esfuerzo y con costes
políticos y humanos muy elevados, paralizar la producción pero no conseguía que el régimen
se tambaleara. Los opositores concluyeron que el gobierno militar no caería por la fuerza y
que utilizar la violencia, como proponía el PCCh de la mano del FPMR, o mantener
indefinidamente las protestas no hacía sino ayudar al régimen a justificar su propia violencia.
A finales de 1987 la oposición entendió que no había otra alternativa que participar en el
plebiscito programado para 1988 [previsto en la Constitución de 1980], promoviendo la

241

consigna del No contra la continuidad de Pinochet. Esto, claro está, implicaba aceptar, de
facto, la ilegítima Carta Magna promulgada por la dictadura.
En febrero de 1988 trece organizaciones de centro e izquierda constituyeron el
Comando Nacional por el No. El 5 de octubre más de cuatro millones de chilenos
consiguieron la victoria sobre la dictadura del general Pinochet. Una semana después nació
la Concertación de Partidos por la Democracia (la Democracia Cristiana, el Partido
Socialista de Chile, el Partido Por la Democracia, el Partido Radical y otras organizaciones
menores). En las elecciones de diciembre de 1989, el demócrata-cristiano Patricio Aylwin,
que había sido el Coordinador del Comando por el No, fue elegido Presidente de la República
al frente de la coalición. Finalizaba así la feroz dictadura del general Augusto Pinochet. Los
familiares y amigos de los más de tres mil muertos y desaparecidos quedaban a la espera de
justicia, mientras el dictador se atrincheraba, según lo previsto en la Constitución de 1980,
en su nuevo puesto de Comandante en jefe del Ejército, a la espera de transformarse en
Senador vitalicio de la República unos años más tarde4.

2. Augusto Pinochet, el general que murió dos veces.


Desde el 11 de septiembre de 1973, Augusto Pinochet reinó en Chile sin cortapisas,
y lo hizo hasta que el plebiscito de 1988 amputó su mandato de forma inesperada. Pese a ello,
durante los años en que continuó como Comandante en Jefe se mantuvo amenazante hasta
que, fatalmente para él, viajó a Inglaterra en 1998. Allí murió (políticamente, se entiende),
tras pasar más de quinientos días retenido por la policía británica a la espera de la resolución
de sus tribulaciones jurídicas para evitar ser extraditado a España5.
Augusto José Ramón Pinochet Ugarte (Valparaíso 1915 – Santiago 2006), había
ingresado en la Escuela Militar Libertador Bernardo O’Higgins en marzo de 1933, después
de haber sido rechazado hasta en dos ocasiones. Tuvo una relativamente exitosa carrera
profesional en la que logró promocionarse en 1970 como general de división. Su ascenso

4
ALCÀZAR, Joan, “América Latina en el siglo XX”, en AMORES CARREDANO, J.B., (coord.) Historia de
América, Madrid, Ariel, 2006, pp. 801-855.
5
ALCÀZAR, J., “A modo de conclusión. La segunda muerte de Augusto Pinochet”, en ALCÀZAR, J., Yo
pisaré las calles nuevamente, Op. Cit., 2009, pp. 119-121.

242

imparable, no obstante, comenzó tres años después, el 11 de septiembre, al convertirse en


presidente de la Junta de Gobierno Militar. Con el tiempo, de primus inter pares se
convertiría en Jefe Supremo de la Nación y, después, en Presidente de la República,
ensombreciendo hasta hacerlos desaparecer a los generales Merino, Leigh y Mendoza,
quienes formaron con él la Junta Militar de septiembre de 19736.
Vicente Botín −en Yo, Augusto7− nos ofrece un documento digital inusitado y
singular en el que la columna vertebral son fragmentos de textos, discursos o entrevistas
realizadas al general, que son locutadas por el actor chileno Franklin Caicedo, quien posee
una voz parecida a la del dictador, e interpreta de forma muy convincente su prosodia8.
En el documental de Botín, Pinochet afirma: “Toda mi vida he dormido muy bien,
porque tengo mi conciencia muy tranquila”, y se presenta diciendo de sí mismo:

Tengo muy mal genio. Soy desconfiado. No tolero la prepotencia; tampoco el


abuso. La cobardía también es un defecto que no soporto. La deslealtad la rechazo
terminantemente. Tengo el sentido del honor que poseen los militares chilenos9.

Quizá por ello, en el sable que recibió al graduarse como oficial en 1936 figuraba la
siguiente inscripción: “No me saquen sin razón, ni me envainen sin honor”. A él debió apelar
su esposa cuando una noche, −cuenta el general−, lo llevó a la habitación en la que dormían
sus nietos y le dijo: “Estos niños están condenados a ser esclavos del comunismo y tú no
haces nada”; a lo que Pinochet respondió: “Tenga paciencia, m’hija, tenga fe en Dios”. Eran
las vísperas del golpe.
“Yo no soy ni fui un militar golpista”, proclama la voz en off del supuesto Pinochet,
y añade a modo de explicación un argumento muy poco consistente:

6
Para lo relativo al general Pinochet, vid. Nuestro texto ALCÀZAR, J. y RODRIGO, B., “Pinochet vs. Allende.
Imágenes para la juventud del siglo XXI”, en ALCÁZAR, J. y VALENZUELA, E. (coords.), Chile 73.
Memoria, impactos y perspectivas, PUV/Universidad Alberto Hurtado, Valencia/Santiago de chile, pp. 169-
208, 2013.
7
BOTÍN, V., Yo Augusto. [DVD]. Madrid, TVE, 2000
8
Además, el documental ofrece interesantes fragmentos de entrevistas al ex presidente Patricio Aylwin y a la
periodista Patricia Verdugo.
9
BOTÍN, V. Op. Cit.

243

Pero cuando en 1973 vi las posibilidades de la guerra civil, el armamento


ilegal que llegaba secretamente al país, la destrucción de todo el aparato productivo
y la tentativa del marxismo de infiltrarse en las fuerzas armadas, tuve que decidir si
debía ser más leal con la patria o con el presidente10.

Si llamativa es la debilidad del razonamiento del general, no le anda a la zaga la


explicación sobre el cómo de su llegada a la jefatura del país:

Yo no tenía ninguna ambición de poder. Fue la Divina Providencia quien


permitió que fuera yo quien estuviese en el cargo preciso para determinar en un
momento muy difícil para Chile la participación del ejército en la cruzada militar para
rescatar al país de la anarquía, el caos y la destrucción marxista11.

Estas palabras, con alguna ligera variación, están documentadas en una intervención
pública muy especial: la que realizó en el acto de toma de posesión como Jefe Supremo de
la Nación, en junio de 1974, después de maniobrar a espaldas de los otros tres miembros de
la Junta Militar12.
En más de una ocasión Pinochet achacó a la Divina Providencia su ascenso al poder.
En otras fue el Destino, “el que me puso en ese cargo, y luego tomé el mando del país, pero
no lo hice por ambición, sino por patriotismo, porqué me encontré que el país estaba al borde
de la guerra civil”13.

10
Idem
11
El ascenso de Pinochet a Jefe Supremo de la Nación fue el resultado de las intrigas y manejos del general y
sus partidarios en el mismo seno de las fuerzas armadas. Sus compañeros de la Junta supieron de sus intenciones
casi minutos antes de que éstas cristalizaran. Al enterarse con pocos minutos de antelación, la discusión entre
Pinochet y Leigh fue muy tensa. En un momento de la misma este último dijo, en buen español de Chile, “¡Te
creís Dios! (sic) ¡Hasta cuándo!”. Pinochet, entonces, golpeó con el puño y rompió la cubierta de vidrio de una
mesa y exclamó: “¡Aquí ya está bueno de joder! ¡Si hay tanto barullo se suspende todo y veremos cómo se
arregla esto!”. Tras este encontronazo con sus compañeros de la Junta, los cuatro entraron en el salón con gestos
agrios para la toma de posesión. ELGUETA, B. et al.: Cinco años de Gobierno militar en Chile, 1979 (copia
mecanografiada)
12
En la toma de posesión el general se refirió a su llegada al poder como Jefe supremo de la Nación, “sin
haberlo jamás pensado, ni mucho menos buscado” en El Mercurio, 28.06.1974, citado por CAVALLO,
Ascanio et al.: Historia oculta del régimen militar, Santiago de Chile, Ed. UQBAR, 2008, p. 32. Para más
información, vid. ALCÀZAR, J.: “La pregunta de lord Browne-Wilkinson (a propósito de la discusión sobre la
supuesta inmunidad soberana del general Pinochet)”, Op. Cit.
13
Ídem

244

A pesar de rechazar manifiestamente la deslealtad y considerarla inaceptable, fue ésta


la que caracterizó su relación con el presidente Allende, actitud que quedó al descubierto
cuando años más tarde salieron a la luz las conversaciones radiofónicas mantenidas entre
Pinochet y el general Carvajal −quien estaba al mando de las tropas que asediaban La Moneda
en 1973− a propósito del destino que le esperaba a Allende de haber aceptado la propuesta
de los golpistas para huir del país. Pinochet se mantuvo en sus trece y nunca admitió la
encerrona que le había preparado al presidente Allende, aunque las conversaciones
radiofónicas reproducidas en el libro de Patricia Verdugo ponen de relieve que conforme
avanzó la mañana de aquel 11 de septiembre, y en la medida que la rendición de Allende se
demoraba, Pinochet urgió a Carvajal, quien propuso detenerlo junto a sus correligionarios:
…pero es que si los juzgamos, les damos tiempo, pues… Y es conveniente…
Lo que creo… Es motivo para que tengan una herramienta para alegar. Por último, se
les pueden levantar hasta las pobladas para salvarlos… Creo que lo mejor…
Consúltalo con Leigh… la opinión mía es que estos caballeros se toman y se man…
se mandan a dejar a cualquier parte. Por último, en el camino, los van tirando abajo14.

A pesar de las grabaciones, Pinochet nunca lo reconoció. De hecho, pocos meses


después del golpe, en una entrevista concedida el 2 de junio de 1974 al periodista Jean Loup
Demigneux, para la Office de Radiodiffusion−Télévision Française (ORTF), el general
siguió sin desvelar la fraudulenta invitación que aquel día le hizo a Allende:
Yo no acepto condiciones. Yo la única condición que le doy es garantía de la
vida del presidente, garantía de que sale del país y que no se va a producir ningún
daño material ni físico. Él no aceptó. Y aún más, insistió en ponernos condiciones.
Nosotros no aceptamos condiciones (…)15.

Casi treinta años después de estas declaraciones, en el año 2003, la periodista María
Elvira Salazar −popular presentadora de la televisión de habla hispana en los Estados
Unidos− conversó con Pinochet en la que sería la última entrevista que el dictador concedería

14
VERDUGO, P.: Interferencia secreta. 11 de septiembre de 1973, Santiago, Editorial Sudamericana Chilena,
1998, p. 112.
15
Chile. Entrevista a Augusto Pinochet., 2 de junio de 1974, Institut National de l’Audiovisuel, [entrevista en
línea] Disponible desde http://www.museodelamemoria.cl [con acceso el 14-06-2012]

245

a un medio de comunicación antes de morir. Atrás quedaba la tortuosa estancia de diecisiete


meses en Londres de la que salió con el honor marchito, alegando una demencia subcortical
de leve a moderada que, sorprendentemente, brilló por su ausencia en el encuentro con la
periodista. En éste, Pinochet se calificó como un hombre “bueno”, “sin odio y sin
resentimiento en el corazón”, además de “bondadoso”16.
Patriotismo, altruismo extremo y carencia absoluta de interés particular, abnegación
en el cumplimiento del deber militar y sentimientos cristianos son las virtudes que Pinochet
decía encarnar. Su gran argumento, que será asumido e interiorizado por sus partidarios hasta
el día de hoy, es que Chile se encontraba en 1973 a las puertas de la guerra civil, y que fue él
quien la evitó poniéndose al frente del ejército y dando un golpe de Estado que instauró un
régimen militar −que no una dictadura [sic]−, que en poco más de década y media dinamizó
y modernizó al país. Ese fue −como reiteró en multitud de ocasiones− el fruto de su gran
victoria contra el comunismo internacional, lo que nunca le perdonaron sus enemigos.
Pinochet era el hombre elegido para extirpar el comunismo, entendido como la más peligrosa
amenaza para Chile, y un referente indiscutible para sus partidarios.
El general nunca entendió de Derechos Humanos y siempre se limitó a hablar de
“excesos” y “errores” cometidos por ambos lados. “Derechos Humanos, ¿qué es esa
cuestión?”, le espetó de forma agria a un periodista del diario La Época en 199517.
Pinochet traicionó sus juramentos y su palabra de militar y de caballero con el
socorrido argumento del sacrificio ante la Patria en peligro. Soberbio en grado superlativo,
erigiéndose como el gran vencedor del comunismo, comparándose a Cristo y considerándose
el que más y mejor había perdonado a sus enemigos, hacía declaraciones en las que dejaba
patente que se sabía despreciado por estos:
Siento que todo el odio de la izquierda nacional e internacional se ha
acumulado en mi contra. Es gente cegada por el odio, aunque son los que más hablan
de reconciliación y perdón. ¿Es que no pueden olvidar que las fuerzas armadas de
Chile son las únicas que han podido derrotar al marxismo internacional? Yo he sido
el que más ha perdonado y he intentado olvidar. Si Cristo perdonó a sus verdugos,

16
Entrevista de María Elvira con Pinochet. [entrevista en línea]. Disponible desde
http://www.youtube.com/watch?v=nKeLy5HmUZ0, [con acceso el 14-06-2012].
17
La Época, 4.08.1995.

246

¿cómo no voy yo a perdonar, que soy un pobre hombre, a los que son más pobres de
espíritu?18.

Convencido de que la democracia “es el mejor caldo de cultivo para los


comunistas”19, se empeñó en tildar su régimen de terror como “dictablanda”, quizás por ello
siempre rechazó que se le llamara dictador y que su Gobierno fuera tachado de dictadura,
aunque con carácter amenazante remataba: “si es necesario vamos a tener que apretar la mano
porque tenemos que salvar primero el país y después miraremos hacia atrás”20. La palabra
perdón no formó parte del vocabulario de un dictador que llevaba a sus espaldas más de tres
mil muertos y desaparecidos21:
¿A quién vamos a pedir perdón? ¿A los que trataron de matarnos? ¿A los que
trataron de guiar a la patria? ¿A quién? Ellos tienen que pedir perdón por todos los
desmanes y todo lo que causaron antes del 11 de septiembre22.

Lo cierto es que el carácter arrogante del general estuvo presente hasta el último
momento. Cuando en el año 2000 volvió a Chile después de su arresto en Londres, demostró
de nuevo su soberbia ante la mirada de todo el mundo que seguía su regreso por la televisión:
tras haber superado el proceso de extradición alegando −entre otras enfermedades− el no
poder casi ni caminar, el general bajó del avión en su silla de ruedas y nada más tocar suelo
firme se levantó de la silla, saludó con el bastón a sus incondicionales, y caminó marcial entre
los aplausos de los allí presentes23.

3. Historia en las sociedades postdictatoriales.


Las sociedades que han vivido procesos traumáticos de violencia política y
dominación dictatorial enfrentan al recuperar la democracia diversos legados autoritarios,

18
Frases históricas Pinochet [en línea]. Disponible desde http://www.youtube.com/watch?v=H1Gk19zu6Lg,
[con acceso el 14-06-2012].
19
AGÜERO, I. El diario de Agustín. [DVD]. Chile, 2004. 1 DVD: 80 min.
20
Frases históricas Pinochet. Op. Cit.
21
El Informe Rettig había establecido una cifra de 2.279 víctimas mortales en 1990, mientras que el Informe
Walech, en 2010, la elevó a 3.065.
22
Ídem.
23
Pinochet vuelve a Chile. [En línea] Disponible desde http://www.youtube.com/watch?v=7jvyIFBA2TQ, [con
acceso el 25.06.2012]

247

entre los cuales tal vez el más difícil y sin duda el más lacerante es el de las consecuencias
de las gravísimas violaciones de los derechos humanos cometidas bajo la dictadura, con sus
larguísimas listas de muertos, desaparecidos y torturados24.
Estas sociedades se ven enfrentadas, más pronto o más tarde, al reconocimiento de la
extensión y profundidad del daño provocado, lo que a su vez produce la voluntad de repararlo
y de prevenir su repetición en el futuro, todo lo cual se expresa en el lema que nació en la
Argentina: NUNCA MÁS.
Ese reconocimiento y esa voluntad de reparación y prevención compete a diversos
ámbitos, actores y prácticas de las sociedades afectadas, entre las cuales se destacan los de la
memoria, la justicia y la historia.
Es en este contexto que los historiadores podemos contribuir tanto a establecer con
el rigor propio de nuestra disciplina los hechos acaecidos, como a comprender las
circunstancias en que estos ocurrieron. En ese sentido, nuestra tarea es la de historizar, es
decir, dimensionar y explicar lo éticamente inaceptable, convencidos de que en ello se juega
el valor social de nuestro quehacer profesional. Porque conocer cómo y por qué se produjo
lo intolerable no lo excusa en ningún sentido y, en cambio, nos hace más lúcidos respecto a
cómo evitar que algo así vuelva a ocurrir.
Entiendo que la historia, como conocimiento que resulta del establecimiento y del
análisis de los procesos y los acontecimientos mediante los métodos de la historiografía, sirve
fundamentalmente para enseñarla y para aplicarla. Hoy en dia, y desde hace algún tiempo,
esto que acabo de afirmar con tanta sencillez puede dar lugar a una gran polémica entre
colegas. Para muchos de nosotros, todo es hoy relativo, nada es definitivo, nada es susceptible
de certidumbre en el terreno de la historia. Las aportaciones en ese sentido de importantes
intelectuales de nuestra época, los interrogantes abiertos desde la perspectiva del giro
lingüístico, junto a una crisis terminal de paradigmas que gozaron de gran predicamento casi
hasta las mismas postrimerías del siglo XX, nos llevaron en su momento a una situación en
la que hablar de hechos históricos, de interpretaciones más convincentes o de compromiso
social del historiador fue percibido como caduco o directamente tendencioso e interesado.

24
ALCÀZAR, Joan: “Continuar viviendo juntos después del horror. Memoria e historia en las sociedades
postdictatoriales”, Op. Cit.

248

No trato en estas páginas, sería demasiado torpe, de banalizar sobre problemas como
la importancia del lenguaje, del peso del poder o de la variabilidad de los acercamientos a los
procesos históricos en sintonía con los cambios producidos en cada sociedad. No quiero,
faltaría más, despreciar las razonables dudas que muchos colegas formulan sobre la fiabilidad
de nuestros análisis y su caducidad, ni sobre la distancia que separa la actividad del
historiador de la del juez. No obstante, aún insisitiendo en que no voy a detenerme en criticar
con demasiada profundidad aquellas posiciones que relativizan nuestra capacidad de análisis
hasta convertirnos en estériles o hasta identificarnos con los escritores de ficción, quiero dejar
claro que no participo de esas posiciones. Entiendo, por el contrario, que el historiador y la
disciplina que cultiva tiene un papel social que cumplir, distinto al de juzgar o al de fabular.
Las más de las sociedades a las que nos referimos han puesto en marcha, algunas hace
ya muchos años, lo que conocemos como Comisiones de la Verdad. Los historiadores
debemos trabajar la documentación generada por ellas, así como por otras instituciones,
organizaciones y personas comprometidas en la defensa de los derechos humanos, como
hacemos con otras fuentes primarias archivísticas en nuestro trabajo.
Paralelamente, los historiadores tenemos otro papel más inmediato, que puede ser de
muchísimo interés, en tareas de apoyo como expertos o peritos a las acciones judiciales
emprendidas en contra de aquellos que cometieron crímenes contra la humanidad.

1) Continuar viviendo juntos. Las sociedades después del horror.


Reencuentro. Esa es la palabra. Fue la entonces ministra de defensa chilena
Michelle Bachelet [hoy presidenta de la República] quien ha inspirado con ella la clave de
bóveda que cierra -de momento al menos- mi reflexión ante el papel a jugar por el historiador
en aquellas sociedades que han vivido situaciones de grave violencia política interna.
Efectivamente, en una entrevista concedida al diario El Mercurio, la entonces ministra hacía
gala de gran valentía política y de notable honradez ética e intelectual. Recogía el diario
chileno unas frases que, leídas con ligereza, pueden ser malentendidas:
Dejando muy en claro que nada justifica lo que pasó, me impactó alguna
conversación que tuve y que me hizo ver que tampoco en Chile había un ejército de
criminales. Que no fue que un día los miembros de las Fuerzas Armadas se
despertaron con instintos asesinos e hicieron fechorías, que aquí hubo una serie de

249

situaciones que llevaron a que se produjera lo que pasó. Insisto, no justifico nada,
pero creo poder vislumbrar el contexto político en que se dio. Me ha servido para
entender también -sin compartirlo, porque lo que ocurrió en Chile fue ¡una tremenda
tragedia!- cómo lo vivió otra gente que pensó que se estaba salvando a la patria.
Escuchar estas cosas me ha hecho reflexionar mucho. Creo que es mi responsabilidad
ayudar a cambiar elementos que contribuyeron a que pasaran cosas tremendas en
nombre de la patria25.

Desde esa responsabilidad, sin olvidar, sin justificar nada, con mucha reflexión,
Bachelet se puso a trabajar por el reencuentro. Por el reencuentro de los chilenos, con ellos
mismos y con su pasado. Reencuentro es una palabra que le parecía mucho más apropiada
que reconciliación. Y es que reconciliar quiere decir volver a la concordia a los que estaban
desunidos y eso, todavía hoy por hoy, parece muy difícil en Chile. Por eso me inclino también
por colaborar, con la modestía que el caso requiere, en el reencuentro.
Cuando se produjo la detención de Pinochet en Londres, la sociedad chilena nos
pareció escindida en tres bloques, de dimensiones asimétricas sí, pero nítidamente
perceptibles: los partidarios del viejo dictador envueltos en las esencias de la patria, los
comprometidos de una u otra forma con la exigencia de justicia para los criminales de lesa
humanidad y, finalmente, los pragmático-personalistas autoexcluidos de la polémica. Entre
los primeros, el grupo sin duda más homogéneo, figura ese general retirado, piloto de uno de
los Hawker Hunter que bombardeó La Moneda el 11 de septiembre de 1973 quien declaró:
"No tengo ánimos de ahondar en la herida de lo que para algunos fue un hecho dramático y
triste, mientras que para otros, entre los que me cuento, fue motivo de orgullo profesional y
patriótico"26. Hasta el entonces presidente Ricardo Lagos, con contundencia quizá excesiva,
afirmó "nunca habrá acuerdo sobre las causas del golpe militar de 1973"27. No sorprende,

25
Según el diario El Mercurio, "Sin buscarlo –y, probablemente, sin imaginarlo tampoco–, Michelle Bachelet
se ha convertido en un símbolo de la reconciliación. Ella, sin embargo, prefiere usar otras palabras y no esa;
reencuentro, por ejemplo, le acomoda mejor, la siente más suya". La actual ministra de defensa lo aclara en la
entrevista: "Por eso no uso, en general, las palabras perdón o reconciliación. Reconciliación, porque es un asunto
muy personal. Para que haya reconciliación a nivel colectivo requiere que haya más verdad y justicia. No se
puede borrar el pasado. Primero porque es imposible. Segundo, porque es peligroso no aprender de las lecciones
de la historia. Y tercero, porque como médico sé que para que una herida sane tiene que estar limpiecita". El
Mercurio, 5.09.2003.
26
El Mercurio, 01.09.03.
27
Página 12, 31.08.2003.

250

pues, que la en aquel tiempo ministra Bachelet prefiriera hablar de reencuentro -que es
coincidir en un punto- antes que de reconciliación.
La pregunta que aquí me ha convocado es la relativa a las relaciones entre el grupo
profesional al que pertenezco y la justicia, entendida ésta en su doble acepción, la de la virtud
que inclina a dar a cada uno lo que le pertenece y la de establecimiento de responsabilidad
penal seguida del castigo correspondiente. Tanto respecto a una como respecto a otra el
historiador puede tener un papel a jugar, nunca estelar ya que ni es la autoridad ni es juez.
Pero, claro, puede colaborar con ambos.

2) La función social del trabajo del historiador


Me permitiré ahora una declaración de principios: todas las historias son buenas a
condición de que estén bien hechas. ¿Debo apresurarme a buscar una cita de autoridad, a
buscar refugio en algún lugar académico seguro? Quizá sí, porque se ha extendido la
convicción difundida con denuedo de que los historiadores no construimos conocimiento
utilizable por otros, sino discursos acerca del pasado. Antoine Prost, de quien he tomado
prestado el principio antes citado, ha ironizado sobre lo que él llama el historiador escéptico
hipercrítico que se mofa de "las ilusiones de los autores menos inteligentes y menos
informados, puesto que él -y así se presenta- no se deja engañar, puesto que él no es una de
esas almas cándidas que aún creen en la existencia de una cierta verdad en la historia"28.
Siendo imprescindible reflexionar sobre la relación entre historia y lenguaje, es
necesario no caer en la trampa de que la primera es una simple narración o una pura técnica
singular de lectura de signos. Quizá, como dicen Burdiel y Romeo29, ha habido una
importación de conceptos y planteamientos teóricos, mal comprendidos y demasiado
simples, que han dado margen a considerar, de forma abusiva, que padecemos una crisis
epistemológica de la Historia al hacer desaparecer la distinción entre historia y ficción.
Ambas son, parece que hay que insistir en ello, cosas distintas. La primera es una práctica
interpretativa en la que no cabe ni el todo vale ni la ficción. La disciplina que llamamos
historia asume la adhesión y la crítica a los procedimientos de verificación y documentación
establecidos por el quehacer profesional de los historiadores.

28
PROST, Antoine, Doce lecciones sobre la historia, València, Cátedra/Universitat de València, 2001, p. 281.
29
BURDIEL, I. y ROMEO, MC., "Historia y lenguaje: la vuelta al relato dos décadas después", en Hispania,
1996, p. 334

251

Dice Prost que ha proliferado el historiador transmutado en orfebre o en relojero,


autor de textos que constituyen pequeñas joyas en las que brillan su talento, su cultura, su
erudición y su ingenio metodológico, pero sus escritos son relativos a temas ínfimos o a temas
que no aspiran a tener la menor relevancia para sus contemporáneos. Esta es, desde luego,
la antítesis de lo que en este texto quiero defender.
Obviamente que el historiador tiene una función social. Creo que esta se ha de
desarrollar a un doble nivel. Debe escribir historia para enseñarla y para aplicarla. Quede
claro que no estoy proponiendo una vuelta a la historia magistra vitae ciceroniana, sino que,
como el mismo Prost, confieso ser un racionalista impenitente y prefiero que la humanidad
se conduzca siguiendo razones que atendiendo sentimientos30.

3) La historia aplicada. Perito en el Caso Pinochet en la Audiencia Nacional de


España.
Tuve el honor y la fortuna de participar modestamente en uno de los procesos más
importantes y de mayor trascendencia internacional que ha ocupado a la justicia española en
toda su historia. Me refiero al Sumario 19/97 Terrorismo y Genocidio "Chile-Operativo
Condor", que instruyó el juez Baltasar Garzón contra Augusto Pinochet Ugarte y otros por
genocidio, terrorismo y torturas, en el cual actué como perito de la acusación ante la
Audiencia Nacional de España.
Quisiera referirme, siquiera sea brevemente, a las dos vertientes que para mí tuvo esa
participación. La primera es, propiamente, la relativa a la colaboración en calidad de perito
en un sumario de la trascendencia de éste. La segunda, quizá más compleja, vino determinada
por la intervención/participación del historiador en el desarrollo de un propósito concreto y
tangible, como es el de la transición democrática chilena31.
Por cuanto hace a la primera dimensión, aquello que el conocido como Caso Pinochet
me permitió fue realizar un ejercicio que no es frecuente para los que nos dedicamos
profesionalmente a la Historia: hacer lo que llamaríamos Historia Aplicada. Como sabemos,

30
PROST, A. Op. Cit. p. 302.
31
Sobre el tema de la participación en la causa instruida por el juez Baltasar Garzón en la Audiencia Nacional
de España, vid. ALCÀZAR, Joan, "La pregunta de Lord Browne-Wilkinson (A propósito de la discusión sobre
la supuesta Inmunidad Soberana del general Pinochet), Op. Cit., 2000.También, ALCÀZAR, Joan, “Història,
oblit, memòria, justícia. El cas Pinochet i els crims contra la humanitat”, Op. Cit.

252

grosso modo, la investigación se divide en básica y aplicada. Eso nos lo pueden explicar con
mucha claridad los físicos, los matemáticos, los médicos o los biólogos. Y todos ellos podrían
decirnos que sin investigación básica no es posible la investigación aplicada. Los estudios de
microbiología básica, por ejemplo, permiten los estudios aplicados para la medicina, la
farmacia o la biologia; y sin el trabajo de aquellos no serían posibles los resultados que
utilizan quienes nos atienden en los hospitales o quienes fabrican los medicamentos que
consumimos en casa. Pues bien, también la historia tiene una vertiente aplicada, como pude
comprobar a raíz de mi participación en el Caso Pinochet.
En enero de 1998, mientras el Tribunal de Lords británicos deliberaba por segunda
vez -después de la impugnación de la primera sentencia por la vinculación de Lord Hoffman
a Amnistía Internacional- en torno a la concesión a Pinochet de la inmunidad soberana por
haber sido Jefe del Estado de Chile, Lord Browne-Wilkinson, presidente del Tribunal,
preguntó desde cuándo Pinochet podía ser considerado Jefe del Estado. Alun Jones, el fiscal
británico que representaba los intereses del Reino de España, respondió que desde el 26 de
junio de 1974, fecha de promulgación de un decreto que concedía al general -que desde el
11 de septiembre de 1973 encabezaba una Junta Militar- el cargo de Jefe Supremo de la
Nación. Como quiera que los abogados de la defensa argumentaban que Pinochet había de
ser considerado Jefe del Estado desde el 11 de septiembre de 1973, el día del golpe militar
que derrocó al régimen legítimo presidido por Salvador Allende, Lord Browne-Wilkinson no
quedó satisfecho y dijo a los abogados de la defensa y la acusación: "mírense el tema esta
noche y traigan los hechos mañana” 32.
Aunque podría argumentarse que el tema fundamental era la obsolescencia de la
noción de inmunidad soberana que no debería en ningún caso amparar crímenes contra la
humanidad, la duda del lord presidente del tribunal no dejaba de tener trascendencia en la
práctica33. Si atendía a los criterios de la defensa, era necesario decidir si concederle o no la

32
El País, 19.01.1999.
33
En el Tratado de Versalles, en junio de 1919, ya se estableció como principio fundamental del derecho
internacional que no se podía reconocer inmunidad a los jefes de Estado y funcionarios del Estado acusados de
crímenes de lesa Humanidad. También en el artículo 7º de la Carta de Nuremberg se decía explícitamente que
haber ostentado cargos de máxima responsabilidad, de Estado o de gobierno, no sería considerado como
eximente de responsabilidad o como motivo para reducir la pena. Robert H. Jackson, el juez estadounidense
que actuó como fiscal en los juicios de Nuremberg, en una carta remitida al presidente H. Truman fue muy
contundente sobre el particular: "No aceptemos la paradoja que la responsabilidad legal ha de ser mínima allá
donde el poder es máximo". Vid. ALCÀZAR, Joan, "Història, oblit, memòria, justicia...", Op. Cit., pp. 140-
141.

253

inmunidad. Si aceptaba los de la acusación, el escenario era radicalmente distinto, ya que


Pinochet habría perdido la hipotética cobertura que podía amparar determinados actos
realizados por los jefes de Estado en ejercicio, ya qué entre el 11 de septiembre de 1973 y el
26 de junio de 1974 no lo había sido y podía ser juzgado entonces por los crímenes cometidos
durante estos diez meses (casi dos mil víctimas, entre muertos y desaparecidos).
Los juristas de la acusación dominaban perfectamente todo lo que habían sido las
leyes y decretos promulgados por la Junta Militar chilena desde el mismo 11 de septiembre
de 1973. Conocían, pues, la existencia del Acta de Constitución de la Junta de Gobierno por
el Decreto Ley núm. 1, dado en Santiago de Chile el 11 de septiembre de 1973, en el que se
nombraba a Pinochet como Presidente de la Junta Militar, constituída esta como órgano
colegiado 34.
Conocían, igualmente, el Decreto Ley núm. 9, del día siguiente, 12 de septiembre de
1973, en el cual se establecía que Pinochet podía firmar decretos, pero en nombre de la Junta
de Gobierno y que ésta era el equivalente a la Presidencia de la República. Y conocían, claro,
que en junio de 1974 se había producido un cambio trascendental al dictarse del Decreto Ley
núm. 527, que entregaba la titularidad del Poder Ejecutivo al Presidente de la Junta de
Gobierno, quien desde aquel día se convertía en Jefe Supremo de la Nación. En diciembre de
aquel año, 1974, se publicaría el Decreto Ley núm. 806, que establecía la equiparación entre
Jefe Supremo y Presidente de la República de Chile.
Todo avalaba, pues, la posición de la acusación, pero Lord Browne-Willkinson
dudaba. Y aquí fue donde pude participar como historiador. Hice uso de documentación
hemerográfica recogida para investigaciones sobre el Chile reciente. Lo más relevante para
el caso era una noticia del diario La Tercera, del 28 de junio de 1974, que titulaba: "Asumió
como Jefe de Estado. Gral. Pinochet fue investido con las insignias del mando". Además,
contábamos con informaciones coincidentes del diario El Mercurio y de la revista semanal
Ercilla.
La Tercera, tras describir brevemente la ceremonia de toma de posesión de Pinochet,
recoge íntegro y en un recuadro central lo que titula como "Discurso del Jefe de Estado". En
esta transcripción, podemos leer: "La Divina Providencia ha querido que este soldado que les

34
100 primeros decretos leyes dictadas por la Junta de Gobierno de la República de Chile, Santiago, Ed. Jurídica
de Chile, 1973..

254

habla, en su calidad de Presidente de la Junta de Gobierno, sea hoy ungido como Jefe
Supremo de la Nación chilena"35.
Aunque el peritaje que entregué al juez Garzón es bastante más complejo, la idea
básica es ésta: el 27 de junio de 1974, Pinochet afirma que hasta ese día era una cosa:
presidente de un órgano colegiado, la Junta de Gobierno Militar; y ese día pasa a ser otra,
Jefe Supremo de la Nación36. Parece claro que para el propio general Pinochet hay un antes
y un después. Así se había materializado lo que él denomina los designios de la Divina
Providencia: era Presidente de la Junta de Gobierno y pasaba a ser Jefe Supremo de la Nación.
Entonces, antes no lo era. Lo que hasta aquel momento era una convicción sustentada en
documentos jurídicos, se veía confirmada por la confesión del propio inculpado: el mismo
Pinochet había reconocido en su discurso, veinticinco años antes, que accedía al sillón de
Jefe de Estado en junio de 1974. Por tanto, no se podía esgrimir el argumento de su inmunidad
desde el 11 de septiembre.
Fue en este sentido que, a propuesta de la acusación, tras la petición del abogado Joan
E. Garcés, elaboré un informe en calidad de perito -basado en fuentes hemerográficas y
bibliográficas-, que le entregué personalmente al juez Garzón –quien me tomó declaración-
en la Audiencia Nacional de España, el cual fue traducido al inglés y tramitado a Londres
con carácter de urgencia.
A pesar de todo, el 24 de marzo de 1999, después de diversas peripecias jurídicas, el
Comité de la Cámara de los Lores decidió, por mayoría de 6 a 1, que Augusto Pinochet Ugarte
podía ser sometido a un proceso legal de extradición a España, pero sólo por los delitos de
tortura y conspiración para la tortura cometidos después del 29 de septiembre de 1988.
Como sabemos, un año después, en marzo de 2000, el ex general y Senador Vitalicio
Pinochet volvió a Chile por decisión del ministro Straw, quien entendió que el estado mental

35
"Que cada compatriota, y especialmente cada mujer chilena, sepa en lo íntimo de su hogar que quien ejerce
desde hoy el Mando Supremo de la Nación tiene como único y mayor título para exigir confianza y apoyo, el
haber contraído el juramento de soldado ante la bandera de la patria, de no tener otro móvil que el amor a Chile
y el estar dispuesto a entregar la propia vida para verlo grande, libre y soberano (...) Con patriótica emoción
asumo en este sobrio acto el cargo de Jefe Supremo de la Nación (...) Llego al mando supremo de la nación sin
haberlo jamás pensado ni mucho menos buscado (...) La Divina Providencia ha querido que este soldado que
les habla, en su calidad de Presidente de la Junta de Gobierno, sea ungido hoy como Jefe Supremo de la nación
chilena”. ALCÀZAR, Joan (2000), "La pregunta de Lord Browne-Wilkinson (A propósito de la discusión sobre
la supuesta Inmunidad Soberana del general Pinochet)", Op. Cit., p. 180-181.
36
Idem, p. 179.

255

del anciano dictador no le permitía seguir con garantias un hipotético juicio en España.
Con estos antecedentes, entiendo que el historiador, como poco, puede llegar a
establecer los parámetros de lo que llamaremos historia positiva. Recordemos, por ejemplo,
que Pinochet pronunció un discurso de toma de posesión como Jefe Supremo de la Nación
el 27 de junio de 1974. Que tenemos copia del texto de ese discurso, y que en él dijo aquello,
ya citado, de “Este soldado que les habla...”. ¿Fue correcto responder positivamente a la
pregunta que me formuló el juez Garzón en su despacho, de si, en mi calidad de perito,
consideraba que Pinochet no podía ser considerado jefe del Estado de Chile hasta esa fecha?
Creo que fue correcto.
Podríamos discutir, entiendo, en torno a la misión cívica del historiador como
conciencia crítica de la sociedad, lo que me parece, francamente, una responsabilidad
excesiva. Incluso aceptándola, que ésta sea la única misión del historiador para con la
sociedad en la que vive y trabaja, se me antoja una concepción casi monacal que se
compadece poco con los tiempos que vivimos.
Vayamos con la reflexión. La asincronía que evidentemente existe entre la lógica
jurídica y la lógica histórica, ¿hubieran de haberme aconsejado declinar la petición del
abogado Garcés de elaborar un informe pericial con carácter de urgencia para entregárselo
en mano al juez Garzón, quien me formuló diversas preguntas técnicas en cuanto al fondo y
la forma de mi escrito? No. Además, estoy seguro de que ni el juez Garzón confundió su
misión como funcionario de la justicia, ni yo confundí la mia como historiador.
Decía anteriormente que, además del papel de experto que puso sus conocimientos al
servicio de un problema surgido en sede judicial, la segunda vertiente de la participación en
el Caso Pinochet venía determinada por la preocupación de que mi modesta participación en
el proceso pudiera tener algún tipo de efecto en los intrincados caminos políticos en los que
se desarrollaba la difícil transición chilena. Si se alargaba la detención de Pinochet, incluso
si se conseguía como deseaba la extradición del dictador a España, ¿qué efectos provocaría
en Chile?
No me detendré en este aspecto que escapa a las intenciones de esta intervención,
pero apunto simplemente la dosis de zozobra que me provocaba el deseo de que el viejo
dictador fuera extraditado a España y mis temores a que, si esto ocurría, la situación política
interna chilena entrara en crisis grave que pudiera hacer peligrar, cuanto menos, la vida del

256

gobierno de la Concertación. Aquí influía, y mucho, mi ideología y mi historia política


personal. Como joven antifranquista clandestino viví el golpe de 1973 con horror. La figura
siniestra de Pinochet, enfundado en la capa de su uniforme castrense en los funerales de
nuestro longevo dictador marcó, creo, a toda mi generación. Vivimos entre la amargura y la
solidaridad los años de la dictadura y tras el Plebiscito de 1988 me ilusionó, como a muchos,
la posibilidad de recuperar la democracia en Chile. Pese a todo, tras mis diversas estancias
en aquel país durante la década de los noventa, reconociéndome muy crítico con la práctica
de gobierno de los ejecutivos de la Concertación, mi balance a las alturas de la detención del
general en Londres seguía siendo positivo. La eventualidad de una regresión en los avances
democratizadores, como efecto de una posible extradición del general a España instaló
durante semanas una punzada de acidez en mi estómago. además del papel de experto que
puso sus conocimientos al servicio de un problema surgido en sede judicial, la segunda
vertiente de la participación en el Caso Pinochet venía determinada por la preocupación de
que mi modesta participación en el proceso pudiera tener algún tipo de efecto en los
intrincados caminos políticos en los que se desarrollaba la difícil transición chilena. Si se
alargaba la detención de Pinochet, incluso si se conseguía como deseaba la extradición del
dictador a España, ¿qué efectos provocaría en Chile?
No me detendré en este aspecto que escapa a las intenciones de esta intervención,
pero apunto simplemente la dosis de zozobra que me provocaba el deseo de que el viejo
dictador fuera extraditado a España y mis temores a que, si esto ocurría, la situación política
interna chilena entrara en crisis grave que pudiera hacer peligrar, cuanto menos, la vida del
gobierno de la Concertación. Aquí influía, y mucho, mi ideología y mi historia política
personal. Como joven antifranquista clandestino viví el golpe de 1973 con horror. La figura
siniestra de Pinochet, enfundado en la capa de su uniforme castrense en los funerales de
nuestro longevo dictador marcó, creo, a toda mi generación. Vivimos entre la amargura y la
solidaridad los años de la dictadura y tras el Plebiscito de 1988 me ilusionó, como a muchos,
la posibilidad de recuperar la democracia en Chile. Pese a todo, tras mis diversas estancias
en aquel país durante la década de los noventa, reconociéndome muy crítico con la práctica
de gobierno de los ejecutivos de la Concertación, mi balance a las alturas de la detención del
general en Londres seguía siendo positivo. La eventualidad de una regresión en los avances
democratizadores, como efecto de una posible extradición del general a España instaló

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durante semanas una punzada de acidez en mi estómago. Creo, no obstante, que también
políticamente hice lo que debía.

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