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Introducción.
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CUENTOS DE NIÑOS. “El reino perdido” es un cuento escrito e
ilustrado por Cristina Chiva Ortega, una seguidora de CuentosyRecetas
que, con tan sólo 14 años, ha escrito esta precioso cuento. ¡Enhorabuena
Cristina!
Alternaban los nombres que se les ocurrían a uno y otro hasta que Diana
se paralizó.
-¡Mira Luis! ¿Ves esa silueta ahí en el suelo? ¡Es justo el mismo relieve
de la “C” que acabamos de ver!
Capítulo 2. En la biblioteca.
Dentro había un muchacho que lucía vistosas gafas. Les recibió cordial:
Consultó sus libros fijándose en algo que nunca había considerado antes:
¡Una importante cantidad de sitios de su increíble país empezaban por la
letra C y venían en el mapa señalados con ese mismo anagrama.
Tras esta información, fueron directos hacia el punto señalado del mapa,
sin olvidar dar gracias a Carlos, que tanta ayuda les había aportado.
– ¿Podemos saber por qué?- dijo con curiosidad uno de pelo oscuro.
-¡Pero este mundo es real!- Dijo un joven -Y también hay día y noche…
De hecho deberíais quedaros a dormir con nosotros y mañana continuáis
con la investigación.
Por la mañana, Luis y Diana comentaron entre sí cómo era posible que
aquella tribu tan amigable estuviera enemistada con el resto del reino. A
pesar del terrible panorama que les habían mostrado, los aventureros
empezaban su jornada con una nueva ilusión, más allá de entender un
enigma: la de intentar ayudar a la Tribu a poder salir algún día de su
cueva.
-¿Y cómo os habéis atrevido a llegar hasta aquí?, ¿Por qué nos
preguntáis eso?
-¡Sí! Y os vamos a ayudar a que cuiden este paraje tan bonito. Gracias
por acogernos; ¿Cuál os parece el siguiente lugar que deberíamos visitar?
-¿QUIENES SOIS?
-¿Un árbol? -Decía Luis.-Tienen muchas hojas y cada vez crecen más
porque cuando hablas los árboles siguen creciendo, aunque lentamente.
-No. ¡Para nada! Nuestro castillo no tiene ni bandera ya. La robaron unos
bandidos. Está que se cae.
-Vaya… Este reino perdido necesita ayuda- Observó Diana.- Ya nos han
dicho la tribu y las elfas que pasais por tiempos difíciles…
– ¡Espera! Somos los mas sabios de todo el reino: ¿esas letras son algún
acertijo?
-No creo- confesó Luis. – Nos las han dado los distintos habitantes que
hemos visitado.
“Al menos las chicas son más amables” pensó Diana. -les preguntaremos
a ellas. ¿y sabéis de donde puede venir esta C? (ese sería el único acertijo
que nos gustaría resolver…).
-Se me ocurre que os llevéis también nuestra “M” como símbolo de que
no queremos encerrarnos entre hechizos y conjuros sino que añoramos
un poco la cordialidad.
-Mmmmm… Muy buenas, altezas (Nunca hasta ahora habían tenido trato
con la realeza así que con palabras forzadas tuvieron que narrarles el
misterio que les había llevado hasta allí):
Hemos encontrado esta “C”. Aquí nadie parece darle mayor importancia
pero en nuestro mundo nos mostró un poder especial abriendo una grieta
que nos condujo a este mundo perdido. ¿Os suena de algo?, ¿No
corresponde a ninguna señal del castillo? Pensamos que si se
complementa con algún amuleto os mostrará sus poderes. Y se la
enseñaron.
Diana sacó las otras letras: -¿Y esta “T”, esta “E” y esta “M”… las
conocéis?
-¿Seguro?. La “C” no la reconoce nadie, pero las otras letras sí que tienen
dueños…
-Sí Luis, vayamos antes de que sea… -Pero antes de que Diana pudiera
acabar la frase, un sonido extrañísimo sonó por todo lo alto. Era la señal
de ataque. Los legionarios habían entrado en acción.
Luis corrió con Diana a la velocidad de la luz. A las afueras del castillo
se divisaba un regimiento de soldados uniformados a caballo. Como no
tenía bandera usó el mapa a tal efecto. -¡¡¡Esperad!!!, ¡¡Tregua, tregua!!,
¡No disparéis!
-A intentar resolver sus problemas sin usar las armas. Por favor: ¿Por qué
quieren atacar?, ¿Qué necesitan?
-Necesitamos un hogar, comida y calor. Vivimos en el campamento, en
tiendas de campaña sombrías resistiendo temperaturas extremas y con
dificultades para alimentarnos. Se supone que el Rey del castillo nos
contrató para protegerlo de los ogros, pero desde que falleció, sus hijas
no hacen otra cosa que tocar música sin preocuparse por nadie de este
mundo. Si al menos nos dejaran vivir bajo su techo…
Les pareció que sus súplicas eran razonables. Luis les advirtió, no
obstante, que si gastaban sus fuerzas en revelarse contra las princesas…
¿Qué pasaría si llegaban los ogros?
El reino perdido estaba más perdido que nunca. Diana recordó su misión
y balbuceó equidistante entre los legionarios y los ogros… ¿Por un
casual alguno de ustedes reconoce el signo de la “C”?
Luis vio en el mapa que la Ciudad del Olvido era el siguiente y último
lugar señalado en el mapa con la “C”.
-Nunca la hemos visto,- dijo otro ogro- pero nos hace mucha ilusión que
nos hayáis preguntado y que confiéis en que sabemos leer y hacer mucho
más de lo que otros creen. Mira, esta nuestra letra: la “O”. Y se quitó un
collar del que colgaba su “O”.
-La nuestra es la “L”- Admitió uno de los legionarios que también soltó
su colgante.
Diana se quedó con ellos para prevenir este encuentro y Luis corrió al
templo. Allí, en su preciosa cúpula, encontró este rótulo: “AMAOS LOS
UNOS A LOS OTROS”. Él lo tenía claro, pero… ¿Cómo hacer para que
los habitantes del reino perdido le creyeran?
Volvió velozmente con el mensaje. Al pronunciarlo, el cielo le brindó la
ayuda que necesitaba: Conforme decía la frase “Amaos los unos a los
otros”, lo que había sido lluvia se transformó en pétalos de rosa, y un
amplísimo arco iris reprodujo ese semicírculo al que horas atrás llamaban
“C”.
La Tribu Azul pidió perdón por no haber querido saber nada acerca del
resto de los pueblos en épocas de socorro.
Los ogros reconocieron su vicio por estropear aquel reino con basuras y
suciedad y aseguraron que no lo volverían a hacer.
Y lo mejor de todo es que se cumplió: Desde aquel día cada uno tenía su
papel en el reino perdido, que pasó a ser un entorno idílico donde todos
trabajaban para ayudar a los demás y eran eternamente felices.