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LIBERACION DE LA PREDICACIÓN

EN LA ERA POST-MODERNA
Jonathan Salgado

I.
LA POSTMODERNIDAD
La época postmoderna en la que se encuentran actualmente las sociedades
occidentales, se diferencia de la modernidad predecesora por numerosos
aspectos que están repercutiendo directamente en el comportamiento y la
visión del mundo y de las cosas que tiene el ser humano contemporáneo. Si la
modernidad –período histórico comprendido entre el año 1500 d.C. y principios
del siglo XX- fue el tiempo de las grandes utopías sociales y el ser humano se
caracterizó por su confianza en ideales como la libertad, la ciencia, el
progreso, la historia, la propia humanidad e, incluso, el desarrollo de la teología
y la fe en Dios, durante la postmodernidad de fines del siglo XX y principios del
siglo XXI el ser humano en líneas generales, ha perdido la fe en todos estos
valores. Las guerras mundiales, el desencanto de los sistemas socialistas y
capitalistas, las traiciones de la tecnología científica, los desastres ecológicos
así como la miseria, el hambre, la enfermedad y el sufrimiento que todavía
subsiste, sobre todo en los países en desarrollo, constituyen la principal causa
de este tremendo desengaño.

Del enorme agujero negro que fue la Edad Media, para la cultura y la fe
religiosa de Occidente, surgió la modernidad como el estallido de un nuevo
universo cargado de promesas y oportunidades. Toda una gran explosión
provocada por tres acontecimientos fundamentales: el descubrimiento de
América, el Renacimiento de las artes y las ciencias, así como la Reforma
protestante. Gracias a esta última, buena parte de la cristiandad inició un tipo

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de vivencia religiosa más personal, libre y razonada. Los países de tradición
protestante hicieron del trabajo personal un valor principal en la vida de cada
ser humano. La profesión se entendía como un don de Dios que había que
estimar y proteger ya que mediante ella el ser humano se convertía en
colaborador del Creador al “señorear” en el mundo. Esto contrastó con otras
culturas en las que el trabajo se veía como una maldición.

FE Y VALORES EN LA POSTMODERNIDAD

En los últimos años, sin embargo, la mayor parte de estos valores modernos se
ha venido abajo. La razón ha sido sustituida por el sentimiento, la ética por la
estética, los ideales del futuro por las realidades del presente, las ilusiones
colectivistas y solidarias por el individualismo salvaje y egoísta. El esfuerzo, que
fue siempre compañero del trabajador, ha muerto hoy en brazos del
placentero hedonismo. Al espíritu dispuesto a arriesgar todo por sus ideas y en
beneficio de los demás le sustituye el narcisismo postmoderno que sólo sabe
preocuparse por sí mismo. La seriedad de antaño se ha transformado en broma
y sentido del humor como terapia contra tanta desilusión.

Y ¿qué decir de la fe religiosa? La Reforma protestante originó básicamente


dos caminos divergentes que arribaron a lugares muy distintos. Uno de ellos,
apropiándose del espíritu de libertad que reivindicaron los reformadores,
avanzó hacia una religión racional. Los librepensadores quisieron prescindir de
la revelación bíblica para intentar demostrar la existencia de Dios. La filosofía
forjó así un Dios más amigo de la razón que de la fe. Un Dios alejado del ser
humano que habría creado el universo pero pronto lo habría abandonado a su
suerte. Tal religiosidad deísta se transformó en una perfecta vía que conduciría
inevitablemente al materialismo y al ateísmo. La puerta al proceso de
secularización de la sociedad quedaba así abierta de par en par. Durante la

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postmodernidad este proceso ha visto su culminación total, ya que la fe ha sido
sustituida por la no-creencia. El nihilismo y agnosticismo han anidado en el alma
humana desterrando de ella la mayoría de los valores religiosos. De ahí que
quizás hoy sea más difícil que nunca predicar el mensaje del Evangelio en la
sociedad occidental. Los métodos apologéticos, que antes persuadían a las
criaturas y proporcionaban buenos resultados en la evangelización, hoy suelen
dejar indiferentes a muchas personas. Esto se debe precisamente a que el
sentimiento ha venido a ocupar el lugar que pertenecía a la razón. La lógica
de las creencias y los argumentos racionales ha perdido puntos frente a las
vivencias y emociones personales que pueden ser detectadas mediante los
sentidos. El sentimentalismo se ha puesto de moda en la postmodernidad.

El segundo camino que originó la Reforma fue mucho más conservador. Todas
las denominaciones protestantes que han llegado hasta nuestros días
rechazaron, en su momento, la religiosidad racional de los filósofos
librepensadores y procuraron mantenerse fieles al mensaje evangélico. Se
propusieron volver al cristianismo primitivo mediante una nueva teología de
estudio sistemático. Asumieron que las Escrituras eran la única norma que debía
estar al alcance del pueblo y empezaron a investigarlas metódicamente y a
traducirlas a los diferentes idiomas. El ser humano solo podía justificarse delante
de Dios por medio de la “sola fe”, mientras que las buenas obras eran siempre
una consecuencia, no un medio o un fin, Jesucristo se empezó a ver como el
único mediador entre Dios y los seres humanos, ninguna persona podía
reemplazarle en su misión salvadora e intercesora. El sacerdocio universal
entendía que cada creyente nacido de nuevo era un sacerdote delante de
Dios y que, por tanto, ningún ser humano debía atribuirse la exclusividad de tal
función. Todos estos principios se han venido manteniendo hasta nuestros días
en las diversas congregaciones protestantes que componen el amplio abanico
de las familias denominacionales. La cuestión ahora es: ¿ha afectado la

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filosofía postmoderna a las iglesias evangélicas surgidas de la Reforma? ¿En
qué manera?

LAS IGLESIAS EN EL MUNDO POSTMODERNO

Es necesario reconocer que los aires postmodernos se han infiltrado también en


las iglesias y en las vidas de no pocos creyentes provocando la aparición de un
cierto cristianismo a la carta. La influencia del individualismo y la
personalización propia de la sociedad contemporánea está originando un
cristianismo blando, “light”, hecho a la medida de cada cual. Una vivencia
religiosa que mantiene determinadas enseñanzas bíblicas pero se olvida de
otras. Una fe que estimula ciertas preferencias personales y, a la vez, anula los
textos que resultan hostiles o demasiado exigentes. Este tipo de fe cómoda
termina por caricaturizar al Dios de la Biblia transformándole en un ser poco
exigente que siempre está dispuesto a dar pero nunca pide, en un Dios al
servicio de los caprichos humanos.

La exaltación del sentimiento sobre la razón que se observa hoy en los


ambientes seculares ha hecho también irrupción en las congregaciones dando
lugar a una fe emocional y anti-intelectualista. Se trata de una fe que necesita
el momento efervescente, el frenesí espiritual, el carisma del líder, la
manifestación corporal, los gestos y la emoción fraternal. Es como si después de
comprobar los fracasos de la religiosidad racional propia de la época
moderna, las nuevas generaciones de creyentes prefirieran una búsqueda del
sentimiento en la forma del culto. Todo apunta hacia la emoción y el
enardecimiento postmoderno de la capacidad de sentir, ya que hoy sería más
importante sentir que pensar. De ahí que cada vez, en el culto, aumenten más
los periodos dedicados a la llamada “alabanza” y se reduzca el tiempo de la
predicación –como si ésta, el estudio bíblico, la lectura de la Palabra, la

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conducta personal o el trabajo diario no fueran también maneras de alabar a
Dios-. Las antiguas letras de los himnos clásicos que constituían un fiel reflejo del
ambiente moderno del momento, pues eran meditadas, estructuradas y en
general con profundo contenido bíblico han sido sustituidas en las nuevas
melodías cúlticas por frases sencillas, repetitivas, con poco mensaje pero que
permiten una mayor utilización del ritmo y la percusión.

El relativismo que se respira en el mundo occidental ha hecho que la fe de


algunos cristianos se torne un tanto desconfiada, recelosa y escéptica hacia la
iglesia local, la familia denominacional e incluso los pastores o representantes
de la congregación. Muchas personas siguen autocalificándose de creyentes a
pesar de no acudir nunca a la iglesia o no implicarse en ninguna tarea de la
congregación. Este tipo de comportamiento genera una religiosidad poco
comprometida y bastante diseminada en el mundo secular. Hay que
reconocer que en ciertos casos tales recelos suelen estar más o menos
justificados, ya que algunos líderes religiosos no han sabido vivir un cristianismo
genuino; sin embargo, también es verdad que la evangelización y el desarrollo
espiritual de la congregación se hace sumamente difícil, tanto en un clima de
sospecha y crítica constante como en otro de indiferencia.

LA PREDICACIÓN EN EL MUNDO POSTMODERNO

¿Cuál será, pues, el futuro de la predicación del Evangelio en las sociedades


postcristianas? ¿Cómo hay que seguir presentando el mensaje de Jesús al ser
humano postmoderno? ¿Hacia dónde se dirige la Iglesia del siglo XXI? Nuestra
convicción es que la Palabra de Dios, a pesar de las adversidades y modas
humanas, seguirá brillando como un faro poderoso en medio de la sociedad
contemporánea, y los seres humanos continuarán reconociendo sus
limitaciones y descubriendo a Jesús como Señor de sus vidas. La época

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postmoderna aparentemente irreligiosa no es indiferente a lo espiritual, lo que
ocurre es que se busca la trascendencia en fuentes corruptas que no pueden
saciar la sed espiritual. Ahí reside la misión de los cristianos actuales y la
esperanza del Evangelio. Los creyentes de esta generación necesitamos
sabiduría para poder distinguir los valores de nuestro tiempo a todo aquello que
sea contrario al mensaje de Jesús. Hay que saber reconocer la sencillez en el
corazón de quien la posea, la espontaneidad que caracteriza a muchos
jóvenes, la honradez que algunos buscan con sinceridad, así como la
tolerancia y el respeto a todas las razas y culturas de la tierra. Tenemos que
resaltar lo positivo del mundo postmoderno y utilizarlo para comunicar la Buena
Nueva de salvación. El Evangelio sigue siendo el mismo, no puede cambiar
porque es inmutable, pero la presentación del evangelio al ser humano de hoy,
si que puede ser minuciosamente estudiada y adecuada a nuestro tiempo.

EL HOMO-VIDENS

La era Post-moderna nos presenta el gran desafío de lo que el autor Giovanni


Sartori llama el homo videns. Sartori asegura que nos encontramos en una
revolución multimedia. Esta revolución está transformando al homo sapiens,
producto de la cultura escrita, en un homo videns para el cual la palabra ha
sido destronada por la imagen. Y en todo ello la televisión cumple un papel
determinante. La primacía de la imagen, es decir, lo visible sobre lo inteligible,
lleva a un ver sin entender que ha acabado con el pensamiento abstracto y
con las ideas claras y distintas.

Sartori dice: "hasta la llegada de la televisión a mediados de nuestro siglo, la


acción de ver del hombre se había desarrollado en dos direcciones: sabíamos
engrandecer lo más pequeño (con el microscopio) y sabíamos ver a lo lejos
(con el binóculo y más con el telescopio) pero la televisión nos permite verlo

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todo sin tener que movernos; lo visible nos llega a casa, prácticamente gratis,
desde cualquier lugar. Sin embargo, no era suficiente. En pocas décadas el
progreso tecnológico nos ha sumergido en la edad cibernética, desbancando
– según dicen - a la televisión. En efecto hemos pasado, o estamos pasando, a
una edad "multimedia", en la cual, como su nombre indica, los medios de
comunicación son numerosos y la televisión ha dejado de ser la reina de esta
multimedialidad." (Sartori, Homo videns: La Sociedad Teledirigida, 1997, p. 32).

Sartori asegura que ahora es la computadora y con ella la digitalización de


todos los medios la que unifica la palabra, el sonido y las imágenes y además
introduce en lo visible realidades simuladas, realidades virtuales. La televisión
nos muestra imágenes de cosas reales, es fotografía y cinematografía de lo
que existe. Por el contrario, la computadora cibernética nos enseña imágenes
imaginarias. La llamada realidad virtual es una irrealidad que se ha creado con
la imagen y que es realidad sólo en la pantalla. Lo virtual, las simulaciones
amplían desmesuradamente las posibilidades de lo real; pero no son
realidades.

Todos estos cambios han producido lo que Sartori llama el "video- niño", es
decir, el niño que ha crecido ante un televisor. Este niño se convierte en adulto,
pero, se trata de un adulto sordo de por vida a los estímulos de la lectura y del
saber transmitidos por la palabra escrita y la palabra hablada. Los estímulos
ante los cuales responde cuando es adulto, son casi exclusivamente
audiovisuales. Por tanto, el video-niño, no crece mucho más. A los 30 años es un
adulto empobrecido, un adulto marcado durante toda su vida por una atrofia
cultural.

El homo sapiens debe todo su saber y todo el avance de su entendimiento a su


capacidad de abstracción. Sabemos que las palabras son símbolos que
evocan representaciones y, por tanto, llevan a la mente figuras, imágenes de
cosas visibles y que hemos visto. Esto sucede sólo con los nombres propios, es

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decir palabras como casa, mesa, automóvil, etc. o sea, el vocabulario de
orden práctico.

De otro modo casi todo el vocabulario cognoscitivo y teórico consiste en


palabras abstractas que no tienen correlación con cosas visibles y cuyo
significado no se puede trasladar o traducir en imágenes. Pensemos por
ejemplo en los conceptos de justicia, legalidad, libertad, derecho, son
abstracciones "no visibles". La mayor parte de la teología se fundamenta en un
pensamiento conceptual que representa – para el ojo desnudo – entidades
invisibles e inexistentes.

Algunas palabras teológicas abstractas- algunas, no todas- son en cierto modo


traducibles en imágenes, pero, se trata siempre de traducciones que son sólo
una representación infiel y empobrecida del concepto que intentan "visibilizar".

Así pues, todo el saber del homo-sapiens se desarrolla en la esfera de un mundo


inteligible (de conceptos y de concepciones mentales) que no es en modo
alguno el mundo percibido por nuestros sentidos. Y la cuestión es esta, dice
Sartori: "La televisión produce imágenes y anula los conceptos, y de este modo
atrofia nuestra capacidad de abstracción y con ella toda nuestra capacidad
de entender" (Sartori, p. 47).

EL DESAFIO PARA LA PREDICACIÓN


Tomando en cuenta todo lo anteriormente expuesto, nos planteamos la
pregunta: ¿cómo predicar en el nuevo milenio? La búsqueda de una respuesta
a esta pregunta debe motivarnos a romper con moldes tradicionales y
aventurarnos a explorar nuevas formas. La meta sería desarrollar modelos
hermenéuticos y homiléticos coherentes con las nuevas perspectivas teológicas
y pertinentes a las nuevas realidades sociales. Modelos que nos ayuden a
comunicar el mensaje con efectividad. Los nuevos modelos deben reflejar los

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avances tanto en el mundo de la teología contemporánea como el de la
comunicación. Algunos de los cambios en el estudio y la práctica de la
predicación contemporánea se tienen que dar necesariamente en las áreas
del diseño, el contenido y la presentación del sermón pero tomando siempre
en cuenta la autoridad bíblica y lo central del texto bíblico en la predicación.

Toda estrategia para la predicación debe combinar dos elementos: (1) una
apertura total al Espíritu Santo y (2) labor humana, trabajo duro que requiere
concentración y creatividad. Mantener estos dos elementos unidos y en
equilibrio no es una tarea fácil. La historia de seres humanos presentando la
palabra de Dios revela un sin número de estrategias, muchas de ellas que
involucran una relación compleja entre el Espíritu Santo, la fe, y la cultura.
Cuando consideramos estrategias que se necesitan para presentar la palabra
de Dios a un mundo afectado por la revolución multimedia, estamos realmente
siguiendo con la tradición de nuestros antepasados que adaptaron la
expresión de su fe a nuevas formas y nuevas técnicas de sus días, de una
manera creativa.

Lejos de rechazar la Biblia, somos más bíblicos cuando empleamos métodos


creativos de interpretación y proclamación de la Palabra que se encuentran
en la Biblia misma y en la historia de la Iglesia; nos referimos específicamente a
ejemplos bíblicos de adaptación cultural para presentar la verdad revelada,
como los salmos que muestran mucha imaginación al presentar nuevas
estrategias para comunicar la palabra de Dios. También observamos que
Marcos en su evangelio no estuvo supeditado a exactitud histórica pero que
desarrolló una forma de proclamación que no se ve en ningún otro
documento. Se ha dicho que Marcos creó un nuevo género literario mixto para
presentar datos históricos de una manera creativa que es amena y nos motiva
a usar la imaginación.

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Al movernos a través de los años después de los autores bíblicos, vemos a
diferentes cristianos extendiéndose y desarrollando un sin número de estrategias
hermenéuticas y homiléticas que van desde el uso de alegorías a lecturas más
literales e interpretaciones poéticas, para aclarar conceptos abstractos. En la
Edad Media la presentación de conceptos bíblicos a través de artes visuales
fue algo muy importante que influenció la manera como se predicaba el
evangelio. La homilética visual que se dio en la Edad Media se combinó con el
drama medieval que se entretejía en sermones y material de uso popular
explicado por los predicadores.

No es nuestro propósito hacer una reseña histórica de estrategias y métodos de


predicación, nuestro deseo es recalcar la necesidad de cambios. Cambios en
el estudio y la práctica de la predicación contemporánea. Los desafíos
actuales demandan la palabra de los púlpitos que pueda ser oída como una
palabra auténtica del Dios que se revela en las páginas de la Escritura. Mi tesis
es que aunque hagamos todo lo posible por efectuar cambios homiléticos, la
predicación en el siglo XXI debe ser una predicación genuinamente bíblica. La
predicación que no es bíblica o que es marginalmente bíblica no tendrá
autoridad al ser presentada a la sociedad postmoderna.

II.
LIBERAR LA PREDICACIÓN DE AUTORIDADES EXTRA-BIBLICAS

Muchos sermones no son genuinamente bíblicos porque la autoridad en la que


descansan, la autoridad reconocida que evocan en las mentes de los oyentes,
es autoridad extra- bíblica, o sea una autoridad fuera del texto. La tal
predicación puede ser “cristiana” y sólida en doctrina. Puede ser también
creativamente relevante e imaginativa en la interpretación de nuestra
situación postmoderna. En tal predicación, nosotros los oyentes somos

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claramente interpelados aquí, donde vivimos. Se explican actitudes y acciones
modernas específicas, se plantean bien problemas y opciones actuales y se
escucha parte del evangelio. No podemos escapar y no vernos involucrados
en el dilema personal y social de las realidades importantes genuinas y del
urgente llamado que se detecta en el sermón. Pero la autoridad de ese sermón
que nos involucró y que demandó algo de nosotros no tenía autoridad bíblica.
El sermón tenia veracidad y poder convincente, nos hizo decidir y actuar, pero
no porque fuimos instados por la autoridad del pasaje de la biblia.

La razón para lo anterior es clara: El texto bíblico, jugó un papel insignificante


en el sermón. No hubo un encuentro continuo y rico con el texto, no hubo un
tráfico significativo y persistente entre la biblia y el sermón. Para empezar, no
hubo una introducción vital a tal situación antigua, no hubo identificación con
una experiencia de la realidad de tal situación por la que el texto pudo
también haber descubierto e identificado la naturaleza de nuestra propia
situación revelada, explicada y dirigida hacia nosotros. En pocas palabras, no
tuvimos la oportunidad de ser instados por la relevante autenticidad y
autoridad del pasaje. El predicador sencillamente no evocó la autoridad
bíblica, ni siquiera lo intentó. El predicador asumió que el texto tiene autoridad,
lo leyó, tomó un tema apropiado de él y luego se dedicó a la tarea de
“aplicarlo”. Al hacer esto, presentó otras autoridades, a tal grado que el texto
tuvo poca o ninguna oportunidad de ejercer su autoridad.

ESTUDIO DE UN CASO
El texto se leyó en I Crónicas 21, donde se refiere al rechazo de David en
aceptar el lugar de la parcela de Ornán como un regalo para ser usado para
hacer sacrificios. Se resaltó el discurso de David que dice: “no daré como
ofrenda al Señor algo que nada me cuesta”. El sermón tenía un tema claro y
simple. “el sacrificio que cuesta es más genuino que el que es barato”. El

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sermón se organizó con tres puntos claramente marcados: La Adoración
Pública, la Adoración Práctica y la Adoración Privada. Utilizando buenos
materiales apropiados a cada uno y claramente relevantes a otros, se
desarrolló cada punto. La Adoración Pública se dividió en los componentes del
servicio (adoración, oración, atención al mensaje, etc.). La Adoración Práctica
se refirió a la adoración de Dios por medio del servicio a la humanidad, lo que
fue bien desarrollado con preocupaciones genuinas e importantes de servicio.
La adoración Privada o la vida devocional fueron consideradas al usar
excelentes extractos literarios. Más adelante, como una subdivisión, cada
punto fue desglosado en contraste a la adoración fácil, barata, meramente
convencional, con la adoración profundamente dedicada, genuinamente
costosa y sacrificial. El breve bosquejo presentado aquí es incapaz de
representar la vitalidad del sermón. Evocó una respuesta excelente. Al oírlo,
decidimos adorar y servir más en serio porque fuimos concientizados de nuestra
convencionalidad y poca profundidad en la adoración. Fue un buen sermón
que tenia objetivos que valían la pena y que dieron resultado. Pero no fue un
sermón bíblico, aun cuando se intentó que fuera, y quienes escucharon
pudieron pensar que había sido un sermón bíblico.

No fue bíblico porque no se escuchó la biblia y no hubo oportunidad de


exponer su autoridad. No fuimos instados por la realidad del evento antiguo
porque no fuimos testigos de él, nunca sucedió. No aprendimos de David, el
hombre, el rey. No entendimos cómo es que este evento se acopló a su vida, o
cómo es que afloró su deseo de sacrificio, ya sea que fuera un sacrificio
ordinario, usual, un acto especial de piedad o una petición para recibir el favor
de Dios en una situación particular. No oímos nada de cómo es que se sabía
que se requería el sacrificio costoso, o si es que él sabía algo acerca del
sacrificio barato, o si David fue tentado a ofrecer uno. No se mencionó si el
hacer un sacrificio barato era su idea, o si solo era una mera circunstancia

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fortuita y no el resultado del egoísmo de David; no se dieron razones del porque
Ornán le hizo la oferta y lo que él esperaba lograr al hacerlo, ni cómo la
respuesta de David se relacionaba con eso. O sea, no oímos ninguna de las
dimensiones detalladas del evento bíblico registrado para nosotros y que
pudieron haber proporcionado una introducción vital al dramático cuadro de
los eventos humanos -- quizá como los eventos de nuestra vida-- David, en el
sermón, no fue un humano real con una historia real que estaba viviendo en un
evento real, confrontado con opciones reales, nutrido con relaciones reales. En
el sermón David solo fue un “héroe” nombrado rápidamente, dicho en la forma
más breve posible, que ha hizo algo “virtuoso”. Debido a que David y el evento
registrado en el texto no fueron vistos por nosotros como que si fueran reales, no
podían ejercer ninguna demanda de autoridad sobre nosotros.

El predicador había reducido el pasaje a un tema: “lo costoso es superior a lo


barato”. Ahora, al renunciar a todos los ricos detalles del pasaje, el predicador
tuvo que explicar qué significa este tema para nosotros y esa explicación fue
presentada usando varias autoridades modernas y tradicionales, con el
resultado de que el marco de acción y el contexto del sermón fueron
exclusivamente la vida de adoración de la iglesia cristiana moderna al ministrar
al mundo. La autoridad que ejerció sobre sus oyentes estaba basada en ese
mismo marco y en ese mismo contenido, no en el texto bíblico.

Ahora bien, no hay nada de malo en predicar evocando otras autoridades


que apoyan la penetración del consejo derivado del texto bíblico. Los mismos
escritores de la Biblia usaron varios argumentos adicionales para recurrir a los
escritos sagrados. La predicación contemporánea sería muy pobre, fútilmente
oscurantista y aun estaría en contra de lo razonable si no se utilizara toda clase
de materiales y procedimientos para ayudarnos a entender y experimentar la
verdad bíblica. Pero en el sermón bíblico, por definición, la base central

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efectiva y funcional epistemológicamente hablando es la biblia --
normalmente un texto específico -- cuya demanda dinámica es vital para
nosotros los seres humanos en el siglo XXI .Eso es lo más importante del sermón.

Pero pensemos, ¿qué otras autoridades son las que probablemente toman el
lugar importante que debe tener el texto bíblico en los sermones? ¿Qué
autoridades suplantan la autoridad del texto?

LA PROPOSICIÓN TEOLÓGICA (tema)


La autoridad más probable de interponerse entre el texto y nosotros, y que en
el desarrollo echa mano de otras autoridades, es la proposición teológica,
generalmente en la forma del “tema” del mensaje. Tal tema, se supone que
alguna vez fue sacado de la biblia, o puede ser que el predicador lo haya
sacado de su pasaje porque él lo dedujo o está siguiendo a otros que lo han
hecho. Sin embargo, en el sermón no se ve que haya salido del texto; solo
aparece, asumiéndose tácitamente como verdadero y bíblico, y por lo tanto
una base apropiada para el sermón. El hecho de que la congregación acepte
que el tema es bíblico y verdadero no mitiga la situación, solo la exacerba,
porque ellos, también, están confundiendo la autoridad de la proposición
teológica con la autoridad bíblica.

Para ser especifico, en el sermón acerca del sacrificio de David, el tema “lo
costoso es mejor que lo barato” no se mostro que surgió de una experiencia
que realmente tuvo David (no aprendimos nada de su experiencia porque no
fuimos confrontados con ella). El tema, que fue el texto real del sermón y que
determino su contenido, su forma y su móvil, sólo se basó en la autoridad de
que dábamos por hecho que era una enseñanza cristiana, una construcción
teológica apropiada, un poquito de sabiduría cristiana tradicional ya
aceptada. La prueba de esto está en el hecho de que el tema y mucho del

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sermón pudieron también estar basados en otros textos, como por ejemplo el
pasaje de la ofrenda de la viuda en el Nuevo Testamento, que se podría decir,
apoya el mismo tema.

Reducir un pasaje bíblico a una proposición teológica o moral ---un tema--


nunca es suficiente para evocar la autoridad del testimonio bíblico de ese
pasaje. La verdad más obvia es que entre más general y aforístico el tema o
proposición, lo más probable es que sencillamente se basa en su propia
autoridad y reúne otras autoridades para apoyar su causa y deja la autoridad
bíblica del texto sin explotar.

Cuando la predicación sigue ese curso bien trazado, el predicador


rápidamente pierde la perspectiva y la capacidad de distinguir entre el texto y
el dictamen de una enseñanza cristiana tradicional. Tales dictámenes
teológicos que circulan en la comunidad cristiana tienen una variedad de
orígenes y posiciones. Pueden descansar en el credo histórico o las doctrinas de
la iglesia a la cual pertenece el predicador, o tal vez pueden ser parte de la
herencia general de las construcciones teológicas compartidas desde hace
mucho tiempo por la iglesia como un todo, o tal vez en realidad, es
históricamente el pensamiento de uno de los grandes teólogos de la iglesia, o
uno de sus concilios. La autoridad primaria es entonces realmente Agustín,
Aquino, Calvino, Wesley, o el concilio de Nicea, o el Vaticano, la tradición de la
iglesia, alguna posición teológica moderna o alguna práctica eclesiástica de
moda.

El origen del tema del sermón puede ser la piedad y las prácticas de la iglesia.
Considere por ejemplo temas como la oración en el altar, la confesión privada
a un sacerdote, la penitencia, la presencia de Cristo (real ó simbólica) en la
eucaristía, la práctica del bautismo, la confirmación, el llamado a la

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mayordomía, los énfasis evangelísticos, las celebraciones cristianas como el Día
de Acción de Gracias o el Día de la Madre. En estos días se predican todos
esos temas con varios materiales bíblicos usados como “textos”, pero descubrir
su génesis en las Escrituras es un poco problemático. Se puede argüir, por
supuesto, que la autoridad detrás de tales ideas va de acuerdo con la
intención de la biblia, y que ésta los justifica. Pero esta forma de predicación, si
es constante, vuelve a las personas bíblicamente analfabetas, a quienes nunca
se les confronta profundamente con realidad del libro que es la fuente de la
fe, y que solo son expuestas a la así llamada intención por medio de una
proposición teológica (o tema) de segunda mano. Lamentablemente esto
puede también empobrecer al predicador, quien nunca estudia realmente las
escrituras y se conforma sólo con comentarios secundarios de lo que los textos
significan.

LA METODOLOGIA RACIONAL-EMPIRICA
Las proposiciones teológicas pueden interponerse entre nosotros y el texto y
constituir la autoridad central en el sermón tanto como para reunir otros
materiales que apoyen sus demandas. Hay otro recurso para estos materiales,
que constituye una segunda base epistemológica en la que la autoridad de
mucha predicación se basa: es el método racional-empírico y toda la
información que conlleva. No tenemos intención de decir que necesitamos una
predicación irracional, o eliminar el testimonio de la experiencia humana de la
predicación. Pero es una cosa buscar con detenimiento consejo y dirección
en las Escrituras (preguntando después si la experiencia y la razón están de
acuerdo), y otra cosa es encontrar las ideas básicas del sermón en las
disciplinas humanistas y luego lanzar unos cuantos versículos para bautizar
dichas ideas. Por lo general eso es lo que sucede.

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Por ejemplo: al tratar temas como la soledad, la ansiedad y la culpa, es casi
siempre la autoridad de los psicólogos y consejeros que explican la situación y
prescriben la terapia, tanto curativa como preventiva. Si se trata del mal de la
opresión en el mundo, la pobreza y las injusticias sociales, son los políticos, los
sociólogos y aun los antropólogos culturales, quienes aparecen como las
fuentes del entendimiento y las guías con autoridad al respecto. Esto sugiere el
escogimiento de temas de moda, o los últimos libros escritos sobre esos temas y
es lo que determina que las autoridades racionales empíricas dominen en el
sermón. Aun los temas “religiosos” como el pecado y el perdón, se tratan con
percepción empírica y racional más que bíblica, ya sea por un evangelista
cuyas historias de conversión de personas que han sido “salvas” por medio de
su predicación es predominantemente la prueba empírica, o por un devoto del
pensamiento positivo, cuyas pruebas descansan similarmente en la experiencia
humana documentada. Cuando somos confrontados por tales argumentos en
la predicación, no es la biblia la que ha ejercido la mayor influencia y
autoridad en nuestras vidas, pero es una autoridad racional y empírica.

Es necesario que toda predicación, incluyendo la predicación bíblica,


presente la fe tan racionalmente y con tanta validez empírica como sea
posible, sin eclipsar la autoridad de la biblia. Cuando los acercamientos son
principalmente apelando a la razón y a la experiencia y predominan tanto que
oscurecen la demanda bíblica, simplemente no tenemos ya más un sermón
bíblico, aun cuando sus ideas sean cristianas.

OTRAS AUTORIDADES
Una variedad de demandas de autoridad pueden ser funcionales en la
predicación, y pueden ser evocadas a tal grado que eclipsan las demandas
de la autoridad bíblica. Se podría decir que estas son variaciones de las ya

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mencionadas como los impulsos teológicos y la prueba empírico-racional, pero
es bueno mencionarlas por separado.

1.- La literatura respetable, además de la bíblica, se ha empleado por mucho


tiempo en la predicación cristiana, y en ocasiones ha suplantado a la Biblia
como la fuente principal de conocimiento y de sabiduría. En la homilética
contemporánea experimental existe la noción de que la autoridad de la
literatura se debe valorar tanto, que ha tomado actualmente como su texto
para la predicación un drama o una novela moderna, sacando de ésta el
grueso de las ideas y los materiales para el sermón, deseando que la novela
diga lo que la gente aparentemente no oirá en la biblia.

Sí, necesitamos una predicación creativa, que eche mano de los recursos de la
literatura, el teatro y el cine, pero si el poder de persuasión descansa
principalmente en el poder de la historia, no tenemos un sermón bíblico, aun
cuando presente ideas cristianas.

2.- La preocupación por la “relevancia” es otra demanda de autoridad que


puede precipitarse al primer plano del sermón y opacar la autoridad de la
biblia. Otra vez, me apresuro a aclarar que la idea no es que debemos
concentrarnos en lo irrelevante, oscurantista y anticuado de un evento bíblico
antiguo. Sin embargo, un deseo ferviente de ser relevante, puede resultar en
que se obstaculicen o se pasen por alto completamente las enseñanzas y
demandas de la biblia. Mucho de lo que se encuentra en el teatro y cine
contemporáneo y en la literatura moderna puede servir como paradigma de lo
que hablamos. La relevancia de algunas películas y novelas consiste en
presentar la realidad de la vida “tal como es.” Sencillamente representa,
describe, expone lo que hay con la simplicidad esperada por el público, y con
honestidad presenta la condición humana per se. Mientras dicha literatura

18
puede ser admirada por alguien por ser “relevante”, uno no puede dejar de
notar que no siempre ayuda a establecer o explicar el significado o propósito
de la vida.

Hay en la sociedad contemporánea una especie de culto a la subjetividad y a


lo inmediato --se debe en parte al temperamento postmoderno-- que
considera como más importante y con más autoridad cualquier cosa que nos
preocupa sólo en el momento presente. Rechaza frecuentemente colocarnos
en un contexto más amplio de la realidad que vaya más allá de nosotros
mismos y más allá del momento que vivimos. Este punto de vista tiende a definir
como relevante aquello que es frecuentemente pura novedad. ¡Nada es más
irrelevante hoy que lo que fue relevante apenas ayer! La relevancia en la
predicación es más que eso, es más que “decirlo tal como es”. La relevancia
en la predicación consiste en recalcar la relación entre las cosas como son en
nuestra realidad (¡qué importante conocer el contexto en que se predica!) y
una autoridad objetiva que nos dice cómo deberían ser las cosas, o cómo se
supone que deben ser, o lo que en realidad son al ver lo que hay debajo de las
apariencias superficiales.

La relevancia es bipolar (subjetiva-objetiva), pero el culto a la relevancia falla


al no establecer el polo de lo objetivo. Asume su propia evidencia de la
verdad, la pone en primer plano y la sumerge en lo subjetivo y lo inmediato.
Por supuesto que la predicación bíblica puede y debe ser relevante, porque
nuestro encuentro genuino con la biblia y nuestra sensibilidad a la realidad de
la vida y del mundo que nos rodea nos ha demostrado la verdadera situación
de nuestro dilema humano a la luz de la palabra de Dios. Ambos polos se
requieren. Si la apelación del sermón se basa únicamente en el hecho de que
lo subjetivo e inmediato es realmente lo que más importa, puede ser un sermón
“relevante”, pero carecerá de autoridad bíblica.

19
He mostrado estas diversas demandas de autoridad y podría dar la impresión
que tendemos a escoger una u otra en el proceso de elaborar sermones,
eclipsando así la autoridad de la biblia. En realidad, la situación es peor. Lo que
hacemos por lo general inconscientemente, es aceptar y usar todas estas
autoridades en cantidades variadas en un solo sermón, y muchas veces la
autoridad bíblica se ignora, aunque se use un texto bíblico como base para el
sermón que se predica.

III.
LIBERAR LA PREDICACIÓN DE LA HOMILETICA CONVENCIONAL

Otra cosa que hace que la predicación sea no bíblica, aún cuando tratamos
de hacer sermones bíblicos, es nuestro mal entendido y mal uso de lo que se
llama “interpretación” y “aplicación”. Se asume generalmente que el texto es
una cosa y el sermón es otra.

Se dice que la “interpretación” requiere exégesis para entender el texto en su


tiempo y su lugar, y que la “aplicación” requiere del uso creativo de la
enseñanza del texto para nuestro tiempo y lugar. Eso parece bueno, pero el
problema es que en la práctica significa que la exégesis ya ha sido hecha, y
que la tarea del predicador es sólo la aplicación de la interpretación que ya se
hizo y nada más.

Cuando eso sucede la pregunta funcional del predicador ante el texto es


“¿Cómo puedo transmitir este mensaje?” “¿Cómo lo puedo hacer más real y
más persuasivo?”. Y le ponemos poca atención al texto asumiendo por
supuesto, que ya sabemos lo que tiene que decir, particularmente cuando se
trata de pasajes con los que estamos familiarizados. Pareciera que nuestra

20
tarea es encontrar formas interesantes y efectivas de comunicarlo. Buscamos
lenguaje contemporáneo, imágenes y experiencias modernas, tratamos
diferentes géneros literarios – diálogos, historias, dramas – empleando
materiales y métodos de todas partes, menos del texto.

Lo que quiero recalcar es que este tipo de esfuerzo creativo está mal ubicado y
frecuentemente es usado demasiado pronto en el proceso de construcción del
sermón. Por supuesto, la predicación debe hacer uso de toda nuestra
creatividad para hacer que el mensaje sea claro en la vida moderna. Debe
utilizar lenguaje, imágenes y materiales contemporáneos, géneros variados de
literatura y métodos de comunicación. Pero en los sermones bíblicos, primero
tenemos otra tarea más básica, y esa es oír el texto. La primera pregunta
cuando nos enfrentamos al texto no es “¿Cómo puedo decir mejor lo que está
en el texto?”, sino “¿Cómo puedo oír de este texto una palabra adecuada
para nuestra situación?”

Revelación, apokalyptein, significa “descubrir o revelar lo escondido”. Si la


biblia y la predicación de la biblia tienen que ser reveladoras, no lo serán por la
repetición de lo familiar, de lo aceptado y de lo tradicional. Pero descubrirán,
revelarán lo que no hemos visto, oído ni conocido completamente. Esto quiere
decir que la interpretación creativa significa escuchar al texto como si nunca lo
hubiéramos oído antes, en lugar de asumir que ya sabemos cuál es su
enseñanza. Aún cuando la lección del texto se sugiera en el título está allí,
donde los editores de la biblia lo han puesto, donde ya hay exégesis tradicional
popular y aunque miles de sermones lo hayan encapsulado así nítidamente.

La interpretación creativa no tiene que ver primeramente con la forma, la


manera o el procedimiento del sermón. El sermón puede moverse
deductivamente de la verdad asumida a implicaciones particulares, o moverse

21
inductivamente de particularidades observadas al descubrimiento y
reconocimiento de una verdad. Puede estar compuesto de argumento lógico
o narrativa descriptiva. Puede tener tres puntos claros y memorables
marchando a una conclusión irrefutable, o moverse libremente entre su
material y culminar en una sugerencia provocativa abierta. Puede ser un
monólogo o un diálogo, adoptar una posición paternal, de superioridad, ser
prescriptivo o coercitivo hacia sus oyentes, o articular el estado interior y las
luchas internas del oyente en el contexto del evangelio. Puede utilizar los
recursos de literatura o el arte. Es obvio que los asuntos antes mencionados
requieren cierta creatividad vital para la predicación, pero no la clase de
creatividad primaria a la que nos referimos aquí. La forma y los materiales de
apoyo del sermón deberían tener una atención creativa más adelante, el
trabajo de la interpretación creativa del texto básicamente es oír qué más
tiene que decir el texto, cuando la mayoría de la gente de la iglesia piensa que
ya sabe qué dice y lo que significa.

El enfoque autoritario del texto tampoco es claro ni automático solo por nuestra
comprensión de los significados de las palabras y las oraciones que son
traducidas, ni por nuestro entendimiento del lenguaje bíblico del texto. Menos
aun, está contenido en lo que la tradición piadosa popular y la predicación a
través de los años han dicho acerca de lo que el texto enseña. Quiero ubicar la
problemática de la interpretación creativa justamente en el punto de lo que el
texto nos dice a nosotros los predicadores y no en el punto del significado
supuestamente claro del texto que les comunicamos a nuestras
congregaciones. Es mi convicción que esto último ha sacado a lo primero; que
hemos aceptado la parte por el todo. Hemos olvidado que la razón básica
para la interpretación creativa es que el texto literal puede no ser efectivo
cuando simplemente se lee (aún por nosotros profesionales) no puede ser
efectivo cuando simplemente se interpreta de una forma convencional y
tradicional. Olvidando eso, hemos cambiado nuestra labor hacia una mera

22
creatividad “instrumental”, la cual usamos para dirigimos a nuestra
congregación y comunicar lo que creemos saber completamente y que se ha
escuchado muchas veces, y que la congregación ya sabe que dice el texto.
La pregunta de esta creatividad instrumental es “¿Cómo puedo decir de una
forma más productiva lo que está en el texto?”. Pero la creatividad básica y
primordial de la interpretación es la que nos debe llevar a la pregunta:
“¿Cómo puedo oír más en el texto? ¿Más de lo que ya sabemos?”

El “uso” imaginativo del significado y la intención ya aceptadas y conocidas


del texto para poder alcanzar ciertas metas en nuestras congregaciones es
una cosa; puede ser una actividad muy creativa, pero es una creatividad
“instrumental.” Lo que quiero recalcar es la creatividad más básica que
denota la aparición de lo nuevo. Lo nuevo en la interpretación creativa no se
refiere a nuevos métodos y materiales usados como instrumentos para transmitir
el contenido tradicional. Pero se refiere a nuevas dimensiones de la rica
realidad del texto y descubrir las nuevas maneras de cómo el texto llega a
nuestras vidas. Tal novedad resulta en una interpretación sermónica de tal
especificidad que parece que el texto está únicamente dirigido a nosotros en
particular, y no simplemente a toda la gente, en todas partes y en todos los
tiempos. No me refiero a la necesidad de hacer una mejor exégesis. La
separación que se hace de la labor exegética y de la homilética no es de
mucha ayuda. Menos aun si limitamos la labor homilética a meros asuntos de
organización y discurso.

Vamos de nuevo a nuestro estudio del caso expuesto con anterioridad: El


pasaje donde se presenta la historia de David en I Crónicas 21, que se rehúsa a
usar materiales regalados para ofrecer un sacrificio, insistiendo que él debe
pagar. Ese texto fue usado para hablar de la adoración barata y costosa.
Simplemente asumiendo que la adoración es un equivalente moderno de

23
sacrificio, porque otros predicadores han dicho eso y se ha convertido en la
interpretación convencional. El predicador ya no escucha el texto, ni siquiera
pone atención a prácticas y asuntos antiguos que por sentido común
podríamos darnos cuenta que son importantes y diferentes. El texto, si se le
escucha, nos habría dicho que no hay nada que hable de la adoración
cristiana dominical en la experiencia de David. No es que David va al templo
el sábado, o que participa de un festival religioso. Más bien es un esfuerzo
desesperado y especial de David por expiar un gran pecado. El texto al ser
explorado y escuchado nos habría dicho que no hay nada allí que hable de
servir a la gente como una forma de adoración a Dios; David está tratando de
persuadir a Dios a no castigar al pueblo por lo que él hizo. El texto, si se le pone
atención, nos hubiera mostrado que no hay nada en la experiencia de David
que habla de devociones personales. Sus acciones, como rey, no pueden ser
meramente personales. Los efectos son tan automáticamente públicos que
caen sobre otros que son inocentes.

La acción de David es claramente un intento desesperado de expiar su


pecado para que Dios no castigue al pueblo. Nuestro sentido común nos dice
que si nosotros, como David, estamos tratando de expiar un gran pecado (de
paso, el sermón nunca consideró que tal debía ser el caso) no lo hacemos en
estos tiempos haciendo un sacrificio, por ejemplo participando en un culto de
adoración público, o por tener compasión por los necesitados, (el sermón
tampoco consideró que el sufrimiento de otros, como en el caso de David, es
el resultado de nuestro pecado). No, el predicador no escuchó creativamente
al texto. El predicador usó instrumentalmente la creatividad para desarrollar y
aplicar una lección, un tema que ya sabíamos que era verdad. Se asumía, tal
vez porque otros lo habían asumido, que este texto apoyaba ese tema. El
resultado fue un excelente argumento para sus ideas, en parte sólo adyacente
a lo que el texto está presentando, y en alguna forma, aún contrario a lo que

24
el texto está diciendo. Lo que la gente aprendió ese día no fue lo que el texto
intentaba decir, aún cuando de seguro no fue hecho a propósito.

Cuando nos ponemos a trabajar como este predicador lo hizo, asumiendo que
ya tenemos la esencia del texto en la mano – el tema que la tradición ha
indicado- y ejercitamos nuestra creatividad sólo para desarrollarlo y aplicarlo a
nuestra situación actual, nuestra homilética asume el control y más que eso, nos
ensordece y nos ciega al texto.

Tratemos de ser más específicos. El tema que el predicador asume es la


esencia y la intención del texto es: “la adoración costosa es superior a una
adoración barata, meramente formal”. Lo general y el carácter aforístico del
tema sirven para agravar la tendencia a poner poca atención al texto y a
desarrollar el sermón sirviéndose de realidades modernas adyacentes que
vienen por libre asociación e imaginación.

Un tema tan inclusivo y casi casi universal y tan aforísticamente atractivo como
para hacer caso omiso a un análisis crítico del texto, es responsable de dos
errores: 1. Se olvida fácilmente la riqueza detallada del texto que ha esperado
tener y resumir, y 2. Arriesga, en su afán de dar un pronunciamiento general,
perder de vista la demanda verdadera y muy específica que se encuentra en
el texto. Ya hemos mostrado que el sermón que nos sirve de ejemplo perdió
mucho del detalle rico del texto. También perdió de vista la verdad que David
sí experimentó.

Los temas de los sermones que son generalizaciones aforísticas aplicables a


toda clase de gente y a toda clase de situaciones son muy propensos a ser
informados por toda clase de gente y toda clase de situaciones y no por el
texto bíblico. Un tema como “la honestidad es la mejor política” o “Dios

25
perdona a los pecadores penitentes” llevan a cualquier lugar muy lejos del
texto. Un tema como “confesar la lujuria por la esposa de un vecino es más
correcto que meterse al ejército para escapar a sus coqueterías” por la misma
especificidad y particularidad del detalle sacado del texto, sirve de provecho
para la exactitud textual del sermón, tiene mucho más peso y autoridad
bíblica, y es más probable que le requiera al predicador que continúe
consultando su pasaje para saber cómo desarrollar el sermón. El uso de
generalizaciones y abstracciones en los temas de los sermones debe ser
evitado. Es mejor especificar o particularizar. El modo concreto, histórico de la
Escritura es también más efectivo.. ¿Puede realmente un sermón demostrar y
hacer creible que “Dios enjugará toda lágrima de todo ojo?”. Tal vez si, tal vez
no. Pero lo que sí se puede demostrar y hacer claro en un sermón es que “Dios
puede secar una lágrima que surge de una situación muy dolorosa hoy, una
lagrima ocasionada por una herida muy específica en este momento.” Y si esa
herida y esa ayuda nos han sido claramente mostradas por el texto, ¡tenemos
un sermón bíblico! Aún cuando ninguna demanda universal se haya hecho,
ese sermón tendrá autoridad bíblica y relevancia para el momento actual.

La forma del sermón que nos sirve de ejemplo, muestra que la homilética
convencional se interpuso y ya no se escucho la palabra disponible en el
texto. ¿Por qué es que el sermón tiene tres puntos? ¿Hay algo en el texto que
sugiera tres cosas? Supongamos, aunque no es así, que el tema del
predicador, “adoración”, es el tema del texto. ¿por qué desarrollar el sermón
de esa forma? La adoración en Israel es un asunto del que sabemos algo. Pero
en el caso que estudiamos fue la adoración como un asunto de nuestra
experiencia moderna la que la homilética del predicador le ha enseñado a
manejar. Todos sabemos que la adoración puede ser pública y privada, así que
él divide el asunto de esa manera. ¿Pero por qué es que el predicador lucha
para lograr su segundo punto un tanto raro? ¿Por qué la triada “público –

26
práctico – privado”? Por seguro un punto más generalmente opuesto para
“práctico” es “impráctico“ o ”teórico”; pero de todos modos él lo aparea con
“público” y “privado” porque la homilética tradicional y convencional le dice
que un sermón necesita tres puntos, y mejor aún en este caso ¡si los tres
principian con la letra P!

También, el predicador sabe cómo sub-dividir un tema. La adoración pública


contiene alabanza, oración y predicación - todos sabemos eso - Pero entre
más lejos lleva la homilética convencional al predicador, más lo aleja de lo que
realmente está pasando en el texto y de lo que el texto está diciendo. No hay
alabanza, ni oración, ni predicación en el texto.

Veamos la forma desde otro punto. Ya que la interpretación creativa es mal


entendida y mal ubicada, los procedimientos homiléticos que el predicador
conoce le han dado forma al sermón. Una forma y un movimiento muy
diferentes a las del texto. Tan diferentes como para hacer el encuentro con la
realidad textual extremadamente difícil. Eso hace que el sermón use materiales
no relacionados a aquellos del texto, o sea materiales apropiados al sermón de
tres puntos con doble sub-división, pero no apropiados al contenido del texto.

El texto es una narrativa humana, biográfica y dramática, con un movimiento


dinámico. Esa es su forma y su movimiento. Pero el sermón tiene la forma y el
movimiento del discurso analítico y casi científico, desmenuzando ideas en sus
componentes y evaluando comparativamente. El texto evoca la experiencia y
la emoción humana, invita a identificarse con una parte de la vida que puede
hablar de nuestra propia experiencia. Pero la forma y el movimiento del sermón
evocan un ejercicio frío y correcto de la mente y de la voluntad para continuar
abrazando una enseñanza que ya hemos dado por sentado que es verdad,
aun antes de que hayamos escuchado el sermón. No hay una lucha y una

27
victoria humana real. Solamente hay exhortaciones basadas en verdades
conocidas.

¿Por qué un texto que da testimonio de una excitante lucha interna, que se
desarrolla hacia un clímax victorioso, es presentado desde el púlpito en un
sermón que es estático, analítico y abstracto en la mayor parte de su
contenido, y exhortativo en su objetivo?, ¿No es porque el predicador asume
que la forma y el movimiento son más asuntos “homiléticos” (no substanciales) y
que pueden ser escogidos por su atractivo moderno o por estar de acuerdo
con la predicación tradicional y convencional?

III.
CÓMO LIBERAR LA PREDICACIÓN

A finales del siglo XX se hablo mucho de una “nueva hermenéutica”. Los


eruditos bíblicos hablaban de una nueva perspectiva en la interpretación
bíblica, los teólogos hablaban de una nueva perspectiva en la teología bíblica,
los filósofos del lenguaje hablaban de una nueva perspectiva en la función del
idioma, y los críticos literarios hablaban de la crítica y la apreciación de los
textos clásicos y de las artes gráficas, como la pintura y la escultura.

Dentro del mundo de profesiones religiosas, la preocupación por la


hermenéutica se ha confinado a la comunidad académica de escolares,
profesores y estudiantes de teología. Los libros y los artículos que la discuten (en
sus diferentes y variadas formas) han sido netamente teóricos y francamente
dirigidos a los lectores que supuestamente operan en un contexto escolar
informado.

28
Si uno le preguntara aún a los miembros laicos más estudiosos de las iglesias,
qué piensan de la nueva hermenéutica y si su predicador hizo uso de ella,
podría uno encontrarse con casi una incomprensión universal. Y creo que una
encuesta hecha a pastores revelaría que muchos tienen solo una vaga idea
que el tema es discutido en la comunidad académica.

Es una lástima, porque las preocupaciones de la nueva hermenéutica de las


que se ha hablado desde finales del siglo XX hasta hoy, son capaces de
producir importantes mejoras en la predicación liberándola de autoridades
extra bíblicas.

Debo, en estas páginas, interpretar y aplicar pragmáticamente algunas


aseveraciones de la así llamada nueva hermenéutica a la tarea de la
predicación. No haré un análisis crítico ni una comparación de las ideas
contrarias y de las preocupaciones de varios eruditos. No es el propósito de
este trabajo traer la sinopsis de los trabajos que han dado impulso a nuevos
intereses en la hermenéutica, más bien, al ver ciertas perspectivas básicas que
operan en la nueva hermenéutica, intento resumir lo que la nueva
hermenéutica me enseñó en lo que se relaciona a la tarea básica del
predicador.

Puedo hacer una aclaración a este punto. No creo que haya nada nuevo en
la “nueva” hermenéutica. Entiendo que en un contexto diferente y con
diferentes categorías, es un nuevo encuentro con lo que la exégesis y la
interpretación responsables siempre han estado bregando. Debo opinar, sin
embargo, que tal trabajo responsable ha sido raramente apreciado en o
entendido en su totalidad – y mucho menos practicado – en el púlpito. Es la

29
práctica de tal exégesis e interpretación por parte de los predicadores en la
iglesia lo que cada vez más reclama mi atención y nutre mi motivación.

INTEGRIDAD Y PODER TEXTUAL


Cuando se está trabajando en un sermón que surge de una unidad
establecida de la Escritura, uno tiene un socio colaborador real y activo en la
tarea, ese es el texto bíblico. El texto no es simplemente el registro que se ha
hecho, utilizando los símbolos del idioma, de un evento antiguo, de donde voy
a sacar ciertas conclusiones válidas de lo que pasó y de lo que ese evento
enseña para la vida real. Sí es, por supuesto, el registro de ese evento, pero mi
falta al apreciar la naturaleza dinámica y la intención del pasaje, me ha hecho
a violar su integridad. Por las cosas que hago y pienso al trabajar en un sermón,
puedo fallar funcionalmente al no darme cuenta que el texto está también
trabajando en el sermón.

El sermón no está solamente en mis manos, ni en mi mente para darle forma y


dirigirlo a un objetivo y con el contenido que me parece apropiado como el
líder espiritual de mi congregación y como el profesional que está equipado
para la tarea. Más bien, un encuentro honesto con un texto bíblico
frecuentemente significa una confrontación con una realidad poderosa y
dinámica que tiene sus propias ideas acerca del resultado del trabajo que
hacemos en sociedad el texto y yo al desarrollar el sermón.

¿Cómo es que fallamos al no permitir que el texto opere en la formación del


sermón? Por ejemplo, el sermón de un predicador de radio sobre el salmo 19:1-
14 pareciera un argumento lógico y responsable acerca de la existencia de
Dios. Insta a que creamos en Dios porque muchas personas sensatas y
preparadas han creído y se han beneficiado por su creencia. Pero el salmista
no está, aquí ni en ninguna parte de la Escritura, presentando argumentos

30
para probar la existencia de Dios -- simplemente da por hecho que Dios existe -
- así que lo que ese texto está tratando de decirle al predicador y a través de
él a nosotros, no está siendo oído. Después que hemos escuchado su sermón,
¡todavía no sabemos qué es lo que el salmo 19 está tratando de decir!

O tomemos el caso de un predicador que para su sermón escogió el texto


acerca de Jesús y la mujer en el pozo, en Juan 4. El predicador estaba
interesado en motivar a su gente a “ganar almas.” En su sermón dijo: “el Espíritu
Santo guió a Jesús a encontrarse con la mujer para que ella encontrara su
salvación, así como Él guiará a los cristianos hoy a donde están los pecadores.”
A pesar del hecho que el texto claramente implica otras razones para el
itinerario de Jesús, y que el encuentro fue una pura casualidad. ¿Habrá estado
él escuchando al texto, como su socio activo en la formación del sermón? Él
pudo haberse dado cuenta que el pasaje no tiene que ver con el tema de
“ganar almas” pero sí presenta el asunto de que Jesús tuvo sus críticos que se
resintieron y se exasperaron porque Jesús se asoció con los “perdidos” como
consideraban éstos a los Samaritanos debido a su raza y religión. El texto pudo
haber estado tratando de decirnos algo de nuestros resentimientos, cuando en
la actualidad se le abre la puerta de la iglesia a personas que se consideran
“perdidas” y se les margina o ignora debido a su estilo de vida, nivel social,
ideología política o afiliación religiosa. No oímos lo que el texto estaba tratando
de decir porque el predicador no lo escuchó, ni consideró que el texto
también, estuviera activamente formando el tema, el contenido y el propósito
del sermón.

Ahora, reconozcamos que los predicadores que acabo de mencionar no


estaban intencionalmente usando mal sus textos, insistiendo en decir lo que
ellos querían a pesar de la clara incitación del texto en otra dirección. Lo que
es aún más peligroso e insidioso, es que la razón de esta violación de la

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integridad escritural precisamente es algo que no se hace a propósito. Sucede
sin darnos cuenta. ¿Qué nos pasa en el proceso de preparación de un sermón
que causa tal incongruencia entre nuestro sermón y el texto del que
supuestamente predicamos? ¿Qué factores contribuyen?

1. La familiaridad es un factor que contribuye al problema.


Sabemos algo del contenido de la Escritura, y mientras releemos un pasaje en
el proceso de construcción del sermón, es como ver una película por segunda
vez. Sabemos cómo termina, cuál será el resultado, cuáles son los puntos
decisivos en la historia; así que la vemos de una manera totalmente diferente
de como vemos una película cuando la vemos por primera vez, cuyo
resultado no conocemos todavía. Estamos familiarizados no solo con el pasaje
en sí, pero también con las formas comunes de interpretarlo.

A manera de ilustración, veamos Lucas 15, tan familiarmente empacado y


rotulado por intérpretes previos como las tres historias sobre cosas perdidas –
una oveja, una moneda y un hijo no solo perdido sino además “pródigo”. En
nuestro esfuerzo al construir un sermón, el énfasis, antiguo y familiar en buscar a
los perdidos demanda tan fuertemente nuestra atención que no podemos oír lo
que el texto dice.

Cuando escuchamos expectantes al capítulo, como un compañero real en la


construcción del sermón (en lugar de asumir que nuestro entendimiento familiar
del pasaje es correcto y agotando nuestros esfuerzos creativos sólo
“aplicando” ese entendimiento), podemos oír al texto decir con una repetición
creciente y una relevancia penetrante: “Hay gozo en el cielo cuando un
pecador se arrepiente; de nuevo digo,, los mismos ángeles de Dios se gozan
cuando un pecador se arrepiente, y de nuevo digo, Dios mismo celebra

32
felizmente el arrepentimiento de un pecador; ¿por qué estás tú enojado y
resentido y sintiéndote superior a los pecadores?”

El pasaje no está realmente instándonos a ir a “salvar almas”, ni está instando a


los pecadores a arrepentirse y ser salvos, y la historia final no es la historia de un
hippy del primer siglo que se fue y malgastó el dinero de su papá y deshonró a
la familia por su mala conducta. No, el capítulo claramente nos muestra la
reacción hacia los pecadores – unos gozosos en el cielo cuando los pecadores
se arrepienten -- otros gruñones y resentidos en la tierra porque Jesús tiene que
ver con ellos; y la historia final es sobre nosotros -- los hermanos mayores fariseos
-- que rehusamos unirnos a la celebración de Dios, enojados porque nuestra
bondad, religiosidad y justicia no son recompensadas adecuadamente, ¡y esos
viles pecadores no son castigados!

La familiaridad obstaculiza la genuina conversación, y la posibilidad de


escuchar responsablemente al texto. Igual que la familiaridad con la esposa o
el esposo nos lleva a asumir cómo va a reaccionar él o ella y por consiguiente,
no escuchamos lo que realmente se dice ni ponemos atención a lo que está
sucediendo.

2. La actitud de “yo – él” hacia el texto es otro factor.


Esta actitud nos lleva a suponer lógicamente que “yo” el humano, racional,
sensible, soy el actor, el aplicador, el usuario de “él” (el texto) para construir el
sermón. Observemos la forma cómo hablamos los predicadores y cómo los
libros y los cursos se enfocan a “el uso de la Biblia en la predicación”. Un
predicador le pregunta a otro: “¿Cómo vas a manejar el texto?” o “nunca
pensé en aplicarlo de esa forma”. (Se asume que el predicador es
propiamente el que aplica, no surge ninguna pregunta si el texto nos está
dirigiendo por ese rumbo).

33
Comparemos eso con la forma de hablar de los observadores en una
exhibición de pinturas: “¿Qué te parece?”, “¿Qué te dice?” o “No me dice
nada”. De alguna forma esperamos que una pintura al igual que una sinfonía
sea activa, que nos llegue y evoque un dialogo. Pero la actitud hacia el texto
es que está allí, esperando que nosotros hagamos algo con él.

Parte de este problema surge de la declaración que hacemos con respecto a


la biblia diciendo que es la verdad. El concepto de la verdad se entiende
como un principio “objetivo.” Un dictamen real acerca de la vida, ante el cual
nosotros somos los actores variables, cambiantes, transitorios y por consiguiente
que entendemos y reaccionamos. Como que la verdad está allí y en la
predicación la tomamos en nuestras manos, la acomodamos a la vida
moderna y la aplicamos. Nosotros los sujetos activos y creativos hacemos algo
con ella, el objeto inerte.

Otra parte del problema descansa en los precedentes establecidos por


nuestros antepasados en el púlpito. La exégesis alegórica, es mucho más
antigua que Orígenes, pero fue grandemente popularizada por él, y desde
entonces ha sido aceptado suponer que el texto bíblico permanece mudo y
cerrado ante el predicador hasta que éste le quita llave y lo abre para su
interpretación. El método de Orígenes nunca dijo eso, de hecho dijo lo
contrario porque hablaba acerca del poder del texto para hablar a un nivel
más profundo que el mero significado gramático-literal de las palabras. Pero el
método en la práctica decía bien claro que la simple voz de las palabras
literales del texto no es suficiente. No tiene poder hasta que el predicador hace
una profunda interpretación y aplicación. Una vez que se acepta esa
suposición, el daño está hecho. No castiguemos tan severamente al exégeta
que interpreta alegóricamente el texto de Cantares “los besos de los labios de

34
mi amante” como las “palabras de Jesús al creyente”, y luego hacer la misma
suposición que el texto sólo está allí, verdadero, pero inerte, esperando nuestra
interpretación y nuestra aplicación a la vida contemporánea.

3. La codicia homilética es un tercer factor.


La codicia homilética muy sutilmente nos invita a violar la integridad del texto y
a predicar nuestro propio sermón, sin darnos cuenta por completo que el texto
no tuvo parte responsable en la formación del mismo. Dada la familiaridad con
el texto y la interpretación, y la actitud de “yo -él” que hemos mencionado,
está puesto el escenario para la codicia homilética. El predicador está
interesado en elaborar un sermón y eso quiere decir que debe tener una
“idea”, un “bosquejo” o una “treta,” como la imagen provocativa o la
analogía alrededor de la cual tejer sus materiales. Si su inclinación natural o
aprendida es hacia un bosquejo altamente visible y nítido, sus ojos de codicia
se van a fijar firme y rápidamente en los textos que parecen desprenderse en
categorías nítidas. Manejar parábolas tipológicamente es una buena
ilustración; la parábola del Buen Samaritano deja ver tres puntos nítidos que son
tipos de personas -- el sacerdote (el ministro), el levita (el diacono), y el laico
humanitario (el Samaritano, que en este tipo de bosquejo es raramente
traducido relevantemente). O el texto “ahora permanecen la fe, la esperanza y
el amor…” produce un bosquejo nítido “la fe es buena, la esperanza es mejor,
el amor es superior” a pesar del hecho de que los tres capítulos en medio de los
cuales ese verso se encuentra, no tratan de la fe y la esperanza. A pesar
también de que los capítulos 12 y 14 de I Corintios son una unidad que tiene
que ver con los dones espirituales que son usados sin amor, y que el capitulo 13
es un himno al amor que contesta poéticamente al problema de los dones,
todo se escapa de la atención del predicador, ya que con codicia homilética
fija sus ojos en la fe, la esperanza y el amor y la voz del texto no se escucha en
lo más mínimo en el sermón subsecuente.

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Una buena regla para evitar tales violaciones al texto es, que cuando un texto
parezca dividirse en partes muy nítidas para nuestro bosquejo, consideremos la
posibilidad de que es así porque estábamos buscando un bosquejo y no aún
no hemos escuchado al texto.

Si la inclinación del predicador es a “trucos” o “tretas”, se puede apegar muy


rápidamente a la idea del canto del gallo cuando Pedro negó a Jesús, y
lanzarse a hablar de “las advertencias de todo tipo que Dios nos envía para
llamarnos a casa antes de que sea demasiado tarde”. Su sermón puede ser
muy interesante, memorable y aún teológicamente maduro; pero es el
mensaje de él y no el del texto. Sólo ha oído lo suficiente como para agarrar un
instrumento que él puede usar para hacerlo a su manera. El predicador
inclinado a esa práctica, se encumbra muy alto para ver el texto, como un
águila en busca de su presa, e ignorando la vasta expansión del contexto que
lo llama a otro lado, ve a su presa y se lanza directamente sobre ella.

¿DESCUBRIMIENTO O REVELACION?

Hemos hablado de violar la integridad del texto por medio de actitudes y


acciones que se olvidan de que en la elaboración del sermón el texto es un
socio tan activo y lleno de promesas, como nuestra imaginación fértil, y que
tiene tanto que decir del tema, propósito y contenido del sermón como
nosotros. También mi socio (el texto) al estar haciendo el sermón tiene
problemas para enseñarme porque, por mi ansiedad de usar mis todas mis
capacidades y hacer mi trabajo adecuadamente, estoy esforzándome
demasiado por aprender. Es como el maestro, que se frustra por el alumno
que entra a clase con una agenda bien desarrollada y una compulsión de
extraer todo lo que el maestro tenga y que él pueda usar. No creo que se le

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puede enseñar mucho, a pesar de que el alumno tiene el deseo de “aprender”
y se va con más de lo que trajo a la clase.

Si anteriormente hemos hablado de las violaciones, relativamente obvias, al


texto, y que ocurren principalmente porque nuestra atención está en otra cosa
y no en el texto, queremos considerar una ceguera y sordera hacia el pasaje
aun más sutil (aún cuando estamos públicamente tratando de ser responsables
con el texto).

Sabemos de los peligros propuestos por las actitudes y acciones descritas con
anterioridad. Deseamos escuchar al texto y darle la bienvenida para construir el
sermón en sociedad. Pero lo que no hacemos puede todavía evitar que
suceda. ¿Estoy con mis capacidades exegéticas, descubriendo qué es lo que
el texto dice? ¿Saco mis comentarios, léxicos y herramientas críticas y procedo
a disecar el texto, como un científico capacitado y con buen instrumental
procede para descubrir qué es lo que produce que un insecto haga ruido?
¿Desempaco el texto y descubro a que se refiere?

Ni por un momento sugiero que las herramientas de exégesis cuidadosa sean


desechadas y nunca pensaría en la posibilidad de escuchar al texto sin hacer
uso de ellas, pero considero que es importante establecer la diferencia entre el
descubrimiento y la revelación. La hermenéutica se refiere más a la revelación.
La palabra hermenéutica como sabemos viene del nombre griego Hermes,
que en la mitología griega era el mensajero de los dioses, que traía la palabra a
los humanos y se las revelaba. Hermes no era “un hombre respuesta”,
disponible para ser consultado por los curiosos como una enciclopedia.

Las herramientas exegéticas me equipan para desempacar el evento antiguo


en su lugar y en su tiempo. Entendiendo mi tarea como descubrimiento me

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mantendrá en el carril apropiado para descubrir en el texto los matices de
significado y las ideas y actitudes un tanto obscuras de su tiempo. Puedo
escuchar claramente lo que el texto le decía a quienes primero lo escucharon.
Pero mis herramientas no son las apropiadas para ayudarme a escuchar qué es
lo que el texto me está diciendo a mí en el siglo XXI. Al concebir mi tarea como
descubrimiento y al buscar con mis herramientas exegéticas lo que el texto me
dice hoy, podría enfocar mis esfuerzos equivocadamente.

Aun cuando estoy ansioso de aprender lo que el texto tiene que decir hoy,
llevo conmigo, en mi búsqueda y en mi tarea de descubrimiento, toda clase
de limitaciones, prejuicios y deseos; y al grado que me veo a mi mismo como
un profesional capacitado, estoy inclinado a no reconocer esas limitaciones en
mí mismo.

Por nuestro síndrome de “descubrimiento”, y por las actitudes mencionadas,


hay una tendencia a tratar ciertos temas y a enfocarnos a ciertos problemas.
Entonces somos atraídos a textos que tienen que ver con esos temas o
problemas; y podríamos aun estar inclinados a buscarlos en pasajes que no
tienen que ver con esos asuntos. Se dice que Lutero encontró el tema de la
justificación por la fe en diferentes pasajes que no se relacionaban al tema.
Llevo conmigo a mi estudio, mi propia herida y mi vacio (como la necesidad
casi morbosa de seguridad en el caso de Lutero) y mi muy peculiar desinterés y
tal vez un semiconsciente rechazo de otros asuntos. No es sorpresa entonces, si
descubro que el texto está hablando más acerca de lo que más me concierne.
Pero ¿qué si yo espero que el texto me revele mi predisposición?

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PREPARANDONOS PARA LA REVELACIÓN

Pongamos algunas suposiciones con las cuales trabajar y algunas cosas que
hacer en la preparación del sermón, que pueden equiparnos para tener una
sociedad creativa y expectante con el texto.

Suposición número uno: se sospecha de las comprensiones familiares. Estas


deben ser investigadas y tal vez aún rechazadas. La palabra griega para
“revelación” significa literalmente “encontrar” lo que estaba escondido; si la
biblia y la predicación de la biblia es la revelación para nosotros, entonces, no
es cuestión de proceder con comprensiones familiares.

Esta suposición exige una actitud agnóstica. No conocemos la Palabra de Dios


en nuestro texto, aún cuando estamos familiarizados con las palabras del texto.
Conocer es ser conocido, y cuando ese texto me involucra, algo escondido se
encuentra, se me revela a mí y se revela en mí. No decimos que la
hermenéutica cambia constantemente el contenido y la dirección de la
doctrina con nuevas revelaciones, pero cuando no espero un involucramiento
nuevo y creativo de parte de un pasaje, probablemente no lo voy a tener; y
seguiré predicando mis propios sermones de un texto que probablemente
quiere decir algo muy diferente a lo que yo estoy diciendo.

Suposición número dos: la verdad no existe, sucede. El texto no solo está allí –
como un objeto que está esperando mi esfuerzo para poder aprender de él.
Está aquí de verdad, activo, penetrante, escudriñador, listo para involucrarme.
No es que yo encuentro la verdad, la verdad me sucede. Más aun, yo no
encuentro la verdad en el texto y luego la traspaso a la congregación, y la
aplico (generalmente presentando una ley o un principio moral) a la vida
moderna por medio de mi sermón. Las Escrituras contienen un record de que la

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verdad sucedió – le sucedió a Nicodemo o a la mujer Samaritana. No le
sucedió (o quizá le sucedió otra verdad) al joven rico y a la mayoría de los
fariseos. La verdad no es lo que cualquiera de esas personas dijo ni lo que la
Escritura o el sermón dicen acerca de ellos. La verdad es lo que sucedió, y lo
que nos sucede a nosotros hoy cuando el texto nos involucra, y nos confronta
con sus experiencias dentro de nuestros propios contextos personales. La
predicación no es tratar de articular la verdad, pero tratar de que la verdad
nos suceda.

¿Podríamos entender nuestra tarea en el trabajo para el sermón de la misma


manera? La verdad no está allí en el texto esperando nuestro estudio, la
verdad es lo que nos sucede a nosotros y sucede en nosotros cuando
permitimos que el texto y su propia integridad dinámica nos involucren y nos
comprometan. Nuestra búsqueda e investigación por la verdad es posible que
alcance su objetivo. No es probable que encuentre lo que hemos estado
escondiendo de nosotros mismos. Pero el texto puede descubrirlo; ¡y eso es
“algo que sucede”!

PRINCIPIOS PARA LIBERAR NUESTRA PREDICACIÓN

En base a la discusión anterior podemos sacar los siguientes principios para


liberar nuestra predicación:

1.- Rechace tan completamente como sea posible, todas las comprensiones
familiares en cuanto a lo que se refiere el texto, qué es lo que dice del tema y
como se aplica a la vida moderna. Esto también quiere decir rechazar
activamente el tratar de buscar puntos para el bosquejo, formas provocativas
que funcionarían bien retóricamente, o inventar tretas que podrían usarse para

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organizar los materiales del sermón. Trate de escuchar como si fuera una nueva
palabra, no oída antes, cuya intención no se conoce aún, cuyos puntos claves
importantes aun no se han diferenciado de los menos importantes, e
incidentales.

2.- Busque suposiciones en la vida y experiencia modernas que nos prejuician


en contra de escuchar palabra del texto. Por ejemplo, nuestra suposición
moderna de que la resurrección de Jesús es un evento único y que no se
repetirá ¿se interpone en nuestra forma de escuchar los relatos de la
resurrección de la forma como los oyeron los primeros oyentes? Algunos de
ellos supusieron que la venida del Mesías implicaría la apertura de sepulcros y
la resurrección de muertos, y que la resurrección de Jesús fue meramente el
principio de tal acontecimiento. ¿Acaso nuestra suposición se interpone? ¿O tal
vez pensar que todo lo que el joven rico tenía y que debía regalar lo
convertiría en un renombrado y muy respetado filántropo? ¿O que era
necesario que minimizara el sufrimiento de algunos? ¿No era más bien que en
su contexto la pobreza era el estigma de una persona indigna, un pecador, o
un marginado social y que Jesús le estaba pidiendo no sólo que abandonara
sus riquezas para ayudar a unos cuantos pobres, sino también que abandonara
su estatus social (que se traducía en arrogancia)? ¿Será que nuestra
suposición se interpone?

3.- Busque suposiciones diferentes a las nuestras en el contexto interpretativo


del texto. Hemos mencionado dos anteriormente, para poder hacerlas
contrastar directamente con las nuestras. Tales suposiciones en la mente de
oyentes contemporáneos no siempre van en contra de las nuestras,
simplemente pueden no tener paralelo en nuestro contexto y ser
desconocidas. Por ejemplo, en el encuentro entre Jesús y los fariseos cuando
Jesús habla de “dar a Cesar lo que es de Cesar” ¿Ayuda saber que los fariseos

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ya habían supuesto y que de seguro sabían, por las claras enseñanzas de su ley,
que era malo pagar tributo? ¿Nos ayuda a oír el texto si encontramos su lucha
de conciencia entre la ley clara que ellos quieren obedecer
desesperadamente, y las realidades socio-políticas que parecían obligarles a
entrar en componendas y por lo cual se sentían culpables? O ¿nos ayuda, al oír
la historia del rico y Lázaro, saber que no solo muchos suponían que la pobreza
era resultado del pecado y la riqueza resultado de la rectitud, pero que
también muchos esperaban “la gran reversión” en la nueva era, cuando el
primero sería el último, el rico sería pobre y viceversa? Es obvio, al considerar mi
descripción de las suposiciones, que estoy dando por hecho que deben ser
empleadas todas las herramientas de exégesis responsable.

4.- Espere lo inesperado: supongamos que el pasaje nos está involucrando en


áreas que no estamos viendo, o sea que nos está trayendo una revelación que
no puede ser bienvenida, contrario a lo que nosotros superficialmente
aceptamos -- o aún escandaloso. Los judíos no esperaban que algo bueno
saliera de Nazaret, ni esperaban que el Mesías creara problemas. Todos sabían
que la gente justa no se contaminaba asociándose con los perros Samaritanos,
ni comiendo con los pecadores, ni relacionándose con las prostitutas o con los
que colaboraban con Roma. Uno de los problemas continuos de Jesús con sus
discípulos fue que lo que él hacía ellos no lo esperaban. Si la biblia es
revelación, y si no hemos alcanzado todavía la completa madurez cristiana,
debemos esperar que un texto nos sorprenda de cuando en cuando. Que
desafíe nuestra manera de pensar y de actuar. Que cuestione muchas de
nuestras presuposiciones y que cambie nuestros paradigmas.

Esa expectativa puede abrirnos al texto. Por supuesto no todos los pasajes nos
van a alarmar así; muchos van a servir para afirmar y profundizar lo que ya está
dentro de nosotros, pero rara vez oiremos lo inesperado si, sin pensar, buscamos

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sólo la afirmación de, y más iluminación sobre, nuestras comprensiones
presentes.

5.- Más categóricamente, espere la sorpresa en dos formas: La primera es


asumir que algo de lo que hemos huido será descubierto. Asumir que tenemos
algo que esconder, que lo estamos escondiendo y que el texto esta
desmenuzando nuestras defensas, ayudándonos a confrontarnos a nosotros
mismos, y a confrontar nuestras represiones, nuestras evasiones y nuestras
racionalizaciones. Preguntar activamente ¿Qué es lo que queremos olvidar,
ignorar o desechar, y que el texto insiste que debemos enfrentar?

La segunda es esperar la afirmación de algo que por mucho tiempo hemos


ansiado, pero no nos atrevíamos a creer o a confiar. Asumir que nuestras
mejores esperanzas y sueños están afectados porque carecemos del coraje
para entregarnos a aquello que parece tan visionario, tan peligroso, tan
costoso y que el texto está diciéndonos que vale la pena el riesgo; que nuestras
dudas son destructivas y que lo que profundamente deseamos puede ser
verdad y que en realidad lo es -- ¡y que está tratando de que nos suceda!

Por toda su contradicción, su escándalo, su juicio y su demanda, la Palabra


puede acertar a encontrar un punto de respuesta en nosotros. Lo que se
descubre no es fácil, no es sentido común, no es lo aceptado, pero es la
verdad a pesar de la amenaza que trae consigo, y algo dentro de nosotros
dice: “sí, creo que siempre supe que tenía que enfrentar eso”. También dice:
“sí, siempre he querido creer que así es la vida; creo que ahora tengo el valor
para tratarlo”, y así yo como predicador puedo experimentar la liberación
para proclamar la Palabra de Dios.

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CREATIVADAD EN LA COMUNICACIÓN DEL MENSAJE

Se dice que la “interpretación” requiere exégesis para entender el texto en su


tiempo y su lugar, y que la “aplicación” requiere del uso creativo de la
enseñanza del texto para nuestro tiempo y lugar. Lo que recalcamos con
anterioridad es que el esfuerzo creativo está mal ubicado y frecuentemente es
usado demasiado pronto en el proceso de construcción del sermón. Pero si ya
hicimos la otra tarea más básica de oír el texto, contestando la primera
pregunta“¿Cómo puedo oír de este texto una palabra adecuada para
nuestra situación?” Entonces estamos preparados para contestar la segunda
pregunta que es “¿Cómo puedo decir mejor lo que he escuchado en el
texto?” “¿Cómo lo puedo hacer más real y más persuasivo?”. Por supuesto, la
predicación debe hacer uso de toda nuestra creatividad para hacer que el
mensaje sea claro en la vida moderna. Debe utilizar lenguaje, imágenes y
materiales contemporáneos, géneros variados de literatura y métodos de
comunicación. Debe echar mano de estrategias para crear sermones que
comuniquen de una manera efectiva la palabra de Dios (lo que se escucho en
el texto) en esta era del video y la computación.

Sugiero algunas posibilidades que pueden ser tomadas en cuenta:

a). Asumir que hay más en la historia: Este es un esfuerzo por pintar un cuadro
más amplio de lo que se encuentra en el texto. Un esfuerzo por dar más
detalles donde hacen falta detalles y llenar lagunas. Esfuerzos que no alteran la
teología del pasaje, pero que ayudan a descubrir más claramente cómo el
Espíritu de Dios se revela en el pasaje, en la historia, en el cuadro que se está
pintando. Obviamente se requiere mucha creatividad. La predicación de los
negros en los Estados Unidos presenta buenos ejemplos de esta estrategia. La

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forma de como describen los colores, los sabores, los olores, las situaciones con
lenguaje comprensible para la congregación y que les obliga a usar la
imaginación.

b). Crear una parábola contemporánea: Este esfuerzo es para bajar la


resistencia que hay siempre en la mente del ser humano postmoderno,
resistencia a recibir el consejo de Dios, o la dirección de Dios (que fue lo que
previamente escuchamos en el texto). El argumento directo muy pocas veces
funciona. Lo resentimos y lo resistimos. Pero una historia que nos "engancha" y
engancha nuestra imaginación no es una amenaza. Por supuesto que tenemos
excelentes modelos del uso de parábolas en el ministerio de Jesús y algunas en
el Antiguo Testamento.

c) Usar imágenes. La gente no va a dejar de ver televisión, no va a dejar de


jugar con las computadoras, necesitamos una estrategia que permita que las
verdades presentadas en un sermón queden grabadas en la memoria de los
oyentes. El uso de esta estrategia requiere creatividad y ayuda de personas
que puedan dramatizar o presentar cuadros plásticos.

d). Escribir el sermón como un guión de película: Muchas veces leemos


historias o novelas e imaginamos los cuadros como si fuera una película. Si
después se hace una película basada en esa historia y la vemos, nos damos
cuenta cómo la película se asemeja a lo que nosotros imaginamos cuando
leímos la historia. Esto nos sugiere otra posible estrategia para usar imágenes en
el púlpito para crear un sermón como si fuese una película que se está
narrando.

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e) Analizar un tema contemporáneo: Muy unido a estrategia anterior, está la

posibilidad de proveer una perspectiva teológica sobre algún tema que se ha


presentado en películas contemporáneas y que miembros de nuestra
congregación están viendo. Moviéndonos del tema contemporáneo al texto
bíblico y regresando del texto bíblico al tema contemporáneo, estableciendo
un diálogo entre ambos.

f) Relatar un drama y entrevistar al protagonista: Contar una historia bíblica


como si se tratara de un drama presentando las diferentes escenas con
creatividad y entusiasmo. Luego entrevistar al personaje principal, recalcando
las enseñanzas o puntos teológicos importantes que surgen de la historia (lo
que escuchamos en el texto).

CONCLUSIÓN

La predicación es el modo más vital en que se da a conocer a los seres


humanos la acción redentora de Dios en Cristo Jesús. En la predicación se da a
conocer Jesús (la palabra viva de Dios), por medio de la Biblia (la palabra
escrita de Dios), al ser interpretada y comunicada responsablemente como se
ha sugerido en este trabajo. Cuando se llega a creer por medio de la Biblia lo
que hizo Dios en Cristo y se le declara a otros, Dios mismo habla en esa
declaración y les ofrece a los seres humanos su salvación.

Así que, "la fe es por el oír" – escribió Pablo – "y por el oír la palabra de Dios"
(Romanos 19:7). Al referirse a la relación de Dios con el ser humano, la Biblia usa
habitualmente el término oír, más que ver. No encontramos a Dios mediante la
visión abierta de lo místico. Dios se da a conocer por medio de lo que habla. El
modo más eficaz para que Dios hable es mediante la proclamación de su
palabra por los seres humanos que han dedicado su vida a esa misión.

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Por supuesto, lo dicho anteriormente sólo es cierto cuando las predicadoras y
los predicadores han escuchado lo que dice el texto bíblico y permiten que el
texto sea un socio activo en la preparación y la presentación del sermón.
Cuando se predica la Biblia y se deja libertad de expresión al Espíritu Santo
mediante las palabras y las técnicas del predicador o la predicadora, la
predicación se convierte en el modo más eficaz de comunicación de Dios con
los seres humanos.

La verdadera predicación no es simplemente un acto humano, es también


divino. Esto ha sido así desde el principio (I Corintios 1:20-25) y seguirá siendo así
en el siglo XXI. Es la misericordia de Dios en Cristo que se hace viva en el
momento de la predicación. Por ende, la predicación ha sido siempre crucial
en la misión de la Iglesia. Dios seguirá siendo fiel, haciendo su parte. Nosotros,
los líderes, educadores y pastores de la iglesia debemos hacer la nuestra.
Dedicarnos a la tarea de revisar planes de estudio, cambiar materiales,
actualizar bibliotecas, y entrenar predicadores y predicadoras para el siglo XXI,
desarrollando modelos hermenéuticos y homiléticos coherentes con las nuevas
perspectivas teológicas y pertinentes a las nuevas realidades sociales.

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