Está en la página 1de 2

A VOSOTROS:

Mari Paz, compañeros, amigos todos.


Como cada año, nos vemos de nuevo aquí, en Málaga, donde la ilusión y las ganas de
pasar juntos otro año nos invaden. Hoy, un día en el que nuestros padres, abuelos, tíos,
primos, amigos, salen a despedirnos al vernos partir de nuestras casas con una sonrisa.
“Que vaya bien el primer día”, “A ver qué tal este año”. Esta maravillosa ciudad, Málaga,
nos recibe a los de fuera con los brazos abiertos y se viste de gala para la ocasión con su
mejor vestido. Un vestido que se asemeja a sus playas de arena negra y esa bendita agua
que baña sus costas. Vestido hecho por todos esos malagueños a los que tanto queremos
y apreciamos.
Sí compañeros, Málaga nos da la bienvenida a un curso más. “¿Con quién compartiremos
clase este año?”, “¿Y los profesores, qué?”. Pues aquí estamos: Juan, Gracia, Claudia,
Lauri, Adriana, Lidia, Nerea y Cinta. Hemos pasado por situaciones que por momentos
podrían habernos hecho dar media vuelta, pero algo nos indicaba que tenemos que
continuar y no detener nuestro camino. La vida es así, y muchas son las veces en las que
tenemos que seguir caminando, aun sin ver el fin de dicho camino. Vuestras caras lo dicen
todo, ha merecido la pena estar aquí, y seguir estando, por supuesto. Días de cansancio,
de sufrimiento, de alegría, de pena… para qué seguir. Hoy estamos aquí, entre otras cosas,
para aprender de personas, compañeros y profesores.
¿Recordáis nuestro primer día aquí? Ese día supuso un punto de inflexión en la vida de
cada uno. Un punto que nos ha hecho reflexionar. Pero, ¿realmente todos estamos aquí
porque amamos esta profesión? En numerosas ocasiones, dejamos a un lado las
enseñanzas, y nos centramos menos en lo que significa la palabra interpretación. Actores
o actrices que no predican con el ejemplo, pero eso sí, no falta ni un detalle en sus
interminables discursos. Interminables discursos que se convierten en puro “teatro” y que
queda maravilloso a la hora de colgarse la medallita. Por eso debemos tener presente una
palabra: AMOR. Un amor sincero a la profesión, un amor que si fuese el pilar de nuestra
sociedad acabaría con todos los males del mundo. El amor es el lazo de unión más fuerte
que tiene el hombre, mucho más incluso que la consanguinidad. Todo, todo en la vida se
puede ver mermado si no hay amor. El todopoderoso señor dinero nos lo hace ver cada
día y de forma muy evidente.
Pero sé que me equivoco, sí. Me equivoco porque sé que cada uno de vosotros sois de los
míos. Sois de los que sabéis a lo que venís. Nos queda mucho camino, a vosotros más que
a mí, ya que mis siete años de diferencia no pasan en vano. Por favor, sed listos. No me
equivoco al decir que hemos tenido mucha suerte al estar todos juntos. Los 22, tan
diferentes y a la vez tan parecidos. Unidos todos por una misma meta. Y hablando de esa
meta, ¿cuántas veces nos habremos preguntado? ¿Y cuándo salgamos? ¿Qué?
Llegaremos a las audiciones, cantaremos, y con suerte haremos la prueba de baile.
“Muchas gracias por venir”, nos aplaudirán y unos más. Ya luego, llegará esa persona de
producción que empezará a soltar números: “El 540, el 67 y el 158”, es nuestro número e
inmediatamente escuchamos “Gracias por participar, a los demás os vemos en un ratito”.
Nos hemos quedado fuera… ¿Y? Ese no, debe ser el impulso a seguir, y seguir, y seguir…
¿Cuántos noes tendremos que derribar antes de conseguir ese ansiado SÍ?
Y, si por el contrario nos dicen “Sí, estás dentro”, perfecto, pero tenemos que ser
conscientes y estar preparados para que cuando llegue un no, el golpe no nos afecte. Y
nos dirán, “Mira no vales”, “Oye no el texto no se entiende, vocaliza”. Pero qué orgulloso
nos sentiremos cuando llegue el primer sí, ahí es donde debemos acordarnos de todas esas
personas que han hecho posible de que estemos ahí. Imaginaros por un momento que nos
estamos ganando la vida con lo que nos apasiona. Sólo pensarlo se me ponen los vellos
como escarpias. Para eso, hay algo que debemos tener muy claro y presente en todo
momento:
Saldremos de aquí y nos toparemos frente a frente con la realidad. Y no, no podremos
estar en cualquier montaje, es más, nos mataremos por poder ser árbol o figurante o
cualquier papel con tal de poder estar trabajando con los grandes. Pero eso sí, nunca
perdamos la dignidad: como diría Paulino, ese personaje creado por Sinisterra para ¡Ay,
Carmela!: nunca perdamos la dignidad del artista. El artista tiene un contrato más
importante que ninguno y es el que tiene firmado con las musas.
No quiero que este discurso pase desapercibido y que hagáis conciencia. De verdad,
pensad en que en menos de un año y medio nuestras vidas tomarán rumbos distintos, o
no. Cantad, bailad, actuad, disfrutad y vivid. Sobre todo vivid. El tiempo es el bien más
preciado que tenemos. Que cada momento, segundo, de vuestra vida tenga un por qué.

También podría gustarte