CAPÍTULO 16: ESTA VEZ LOS SONIDOS ERAN TAN INDUDABLES
En general esta historia se transmite a través de la voz narrativa del autor,
describiendo las situaciones y acontecimientos que le van sucediendo a través de su experiencia personal. En este capítulo se relata de los sonidos que eran indudables, estos provenían de tambores, quería decir que este lugar no estaba despoblado, al contrario, estaba atareado de gente. Son un encuentro de emociones, porque por un lado significaba la esperanza y la posibilidad de que encontraran alimentos y por otro lado la zozobra, el miedo y la desconfianza que se producía al pensar que en cualquier momento podrían ser atacados. Poco después en el río aparecieron cuatro canoas llenas de indios, los cuales al verlos hicieron un alto, dieron la vuelta y se esfumaron como fantasmas. Por la situación de necesidad que estaban pasando, los del barco tomaron la decisión de seguirlos, hasta la playa donde vivían. Al parecer los indios estaban más asustados, porque lentamente fueron desapareciendo. Hallaron que comer por todas partes, tratando de no jactasen por la debilidad que traían, mientras los indios pasaban lejos en sus tímidas canoas. Que buena suerte la de este grupo de expedicionarios, que, a pesar de también sentir temor de acercarse a ellos, pudieron obtener provisiones para su viaje. Orellana, quien se había convertido en su líder, opino que tuvo un acto de valentía tomando la decisión de acercarse y llamar a los indios con buen trato. Con ayuda de los indios del barco, les preguntaron quién era su Jefe, con el fin de hablar con él, entablar una amistad y poder pactar alianzas; logrando entender que se llamaba Aparia y que gobernaba una gran extensión de la selva. Los nativos fueron a llamar a su rey, y finalmente por numerosos hombres que lo trataban con gran reverencia, el propio Aparia vino. Orellana lo recibió con ceremoniosa cortesía y le ofreció trajes que traía como presentes, que el Señor apreció mucho. Pienso que Orellana, tuvo un buen acto de cortesía y agradecimiento con ellos, que aunque estuvo mal desde el punto de vista que tomó las cosas sin su permiso (por pura necesidad), bien pudo tener la actitud de tomar los alimentos y las provisiones e irse de allí, y no lo hizo. Aparia dijo que eran trece los grandes señores de esa selva, donde Orellana le pidió que los invitara. Algunos Jefes llegaron a los dos días, otros tardaron más porque estaban muy lejos. Estando allí les habló de Dios, del Santo Papa y de sus cardenales, a lo que no les gustó sintiéndose como inferiores y súbditos. Se preguntaban por qué no venían aquellos príncipes en persona para apreciar su valor y grandeza, otros decían que, si Orellana era gobernado por monarcas que tenían reinos tan magníficos, qué interés podrían tener en ellos y en sus selvas. A pesar de todos los misterios, le ofrecieron a Orellana que se quedara el tiempo necesario y que dijera que requería, donde el Capitán pidió comida y bebida en abundancia. Los reyes retornaron a sus comarcas y de allí en adelante todos los días vinieron indios en canoas trayéndoles lo pedido. Aunque los indios eran muy amables, siempre estaba presente la desconfianza de algún ataque. Con el pasar de los días, las atenciones se venían notando con desgano, sugiriendo que continuaran su camino. Cuando terminaron una fabricación de clavos, obtuvieron bastante comida y se dieron un buen descanso, llegó el momento de alejarse de las tierras de Aparia. Creo que a pesar de todo les fue muy bien en esta parte de la historia, cualquier persona en su situación y pasando por tantas necesidades estarían en grandes apuros, entre la espada y la pared, donde debían escoger entre arriesgarse a pedir ayuda, enfrentarlos o huir.