Está en la página 1de 181

¡PÍDEME QUE TE OLVIDE!

¡PÍDEME QUE TE OLVIDE!


LIBRO UNO

CHICOLITERARIO

Diseño de portada: Chico Literario


Fotografiá de portada: Logan Weaver/ Unsplash

© 2022 Chico Literario


© Todos los derechos reservados

Edición impresa a cargo de Kindle Direct Publishing

ISBN: 9798803494690
Estas lineas te pertenecen querido lector :)
“La vida es escribir con faltas de ortografía y sin ellas; ponerle punto y
seguido a esas situaciones que nos hacen sentir bien; y también es saber
ponerle el punto final a aquello que nos hace daño”.
DETRAS DE LA X
CHICOLITERARIO
Intro
¿Cómo se supone que debe ser la vida después de una tragedia?
¿Adonde debemos acudir cuando el mundo se nos cae a pedazos?

Cuando subí a este autobús, los demás pasajeros solo me observaban


fijamente. No sé si eran mis muñecas vendadas, la sangre seca de mi ropa o
los moretones de mis brazos, pero me había vuelto el foco de atención de
muchas miradas. Literalmente fui la sorpresa de todos los pasajeros, me
convertí en el llanto de un autobús sin destino fijo. El chófer parecía no
creer lo que veía, su mirada era un reflejo de incertidumbre.
Me senté junto a un señor mayor que llevaba puesta una camisa
blanca junto con un chaleco de rombos y parecía no asimilar lo que estaba
pasando. Me había vuelto su compañera de viaje y eso parecía incomodarle
de cierto modo. ¡Mi apariencia era algo que incomodaba a todo el me
rodeaba!
—¿Te encuentras bien? —el tono de su voz irradiaba preocupación.
No me sorprende que el conductor pareciera asustado mientras yo
abordaba. De vez en cuando volteaba a mirarme por su espejo retrovisor, mi
presencia le causaba inseguridad. La sangre ya se había secado en mi blusa
y mi pantalón se había marcado de violencia.
—Sí, estoy mejor que nunca —respondí y el viejito hizo un gesto
curioso. Su cabeza llena de canas brillaba con la luz que atravesaba por la
ventanilla.
—¿Segura? Estás sangrando por todos lados, parece como si... —
añadió él.
Y la verdad es que me sentía bien. Aunque mi cuerpo irradiaba dolor,
mi corazón tenia latidos de esperanza. No tenia pensado volver, no quería
hacerlo. El abordar este vehículo fue para mí una oportunidad de seguir
viviendo, de respirar más en esta vida que casi se me acaba. ¡Ya no
esperaba nada de nadie! Ni siquiera esperaba algo de mí. ¿Y a donde se
supone que me dirigía? ¿A donde terminarían los restos de esta chica?
—¡Busco pegamento para pegar cada parte de mí! ¿Sabe? —Hice una
pausa—. Tengo el alma rota.
—¿Como que estas rota?
—¡Pues si! La verdad es que me rompieron en mil pedazos y bueno...
—¿Tu familia sabe...? —Preguntó con curiosidad.
—Supongo que sí. A estas alturas, ellos ya saben de mi ausencia —
admití sin miedo.
¿De que va todo esto? Hasta este punto pareciera que soy una chica
completamente rota y con una cruda realidad. ¿De verdad soy…? Las
burbujas de la cerveza saben bien. Cada esfera de alcohol puede refrescar
con tanta fugacidad el deseo de personas como nosotros. ¿Cual era mi
deseo?
—¿Quiere saber mi historia? —mi pregunta causó sorpresa en él.
—¿Tu historia? —preguntó incrédulo.
El alcohol sirve para sincerar a las personas.
Había una vez una chica que vivía cerca de la tristeza y lejos de la
realidad. Le encantaba caminar por los campos y escuchar música
independiente a todo volumen mientras lograba conciliar el sueño por las
madrugadas. ¿Que te parece?
Su nombre era sinónimo de soledad y la compañía de todos sus
amigos era el antónimo de la tristeza que le ahogaba desde hace muchos
años. ¿Tristeza?
—¡Pienso quitarme la vida! —Exclamé con tanta fugacidad que hasta
las estrellas parecían apagarse por completo.
—¿Piensas que? —Preguntó mi amigo.
Tu cuerpo siempre está latiendo vida a cada instante y el corazón
bombea esperanza; es verdad que la pesada oscuridad que brilla dentro de
uno, comienza a quemar todos los motivos que tenemos para ser felices y
eso nos convierte en almas desdichadas. La oscuridad que apagaba mi vida
era un relato que contaban los libros y leyendas de la vida cotidiana. Pasas
tu lengua, muy cerca de la humedad que burbujea risas y locuras a cuerpos
frágiles que no sirven para nada. Terminas vulnerable en habitaciones
vacías. La lejanía de los sentimientos humanos hincha de dolor mí pensar
cada vez que me acuerdo de todo, de todo lo bello que parecía querer
aparentar ser alguien que no era.
—¿Que se siente sonreír cuando no tienes ganas de sonreír? —Le
pregunte a mi profesor de secundaria.
La piel de cristal es tan suave que hasta excita e incita a querer
tomar la inocencia de una persona con tanta violencia. Los tragos de
alcohol dan fuerza cuando las lágrimas te han secado por completo,
cuando te sientes sin nada y a la deriva.
—¿Cuando has hecho el amor? —La curiosidad se asomaba por los
ojos de mis compañeros.
El amor no se hace, solo se demuestra y los labios son cómplices
cuando quieres sentir el infinito. Todos somos de alguien, pero solo
pertenecemos a quien logró sonrojarnos cuando solo le buscábamos con el
pensamiento. ¡Así es esto! Los ojos nos transmiten cosas sin decir palabras
y las sonrisas esconden lo saudade de una persona.
Las manos te tocan. El tacto humano puede inspirarte muchas cosas.
Sus dedos parecían ser tan hábiles y silenciosos mientras se escurrían
con detenimiento sobre mi piel. Abrí los ojos. Apreté los labios y la piel de
vidrio se partió en miles de fragmentos delgados que causaban mucho
daño. Cuando abrazas a alguien con mucho afecto llegas a sentir chido en
el fondo de tu alma. Cuando nadie tiene afecto hacia a ti, usas el vidrio de
tu cuerpo para hacerte daño y logras hacerte mucho daño. Las caricias de
la noche son las más frescas y cálidas que alguien como yo pudo recibir.
Era tan dulce, fresco y natural lo que parecía ser no poder dormir. Mis ojos
miraban y remiraban cada parte del cielo de una forma única. Era como
llorar sin llorar. Pensar que el mundo era normal y simple sin cosas y
personas tóxicas, sin nada que pudiera causar daño a nuestros
pensamientos.
—¿Has visto el color rojo que expulsa mi cuerpo cada vez que te
miro?
La respiración que tienes cuando estás cerca de mi parece ser el
humo que inunda lo más profundo de mis pulmones. El tacto es tan pesado
y me lástima. El mar viene y va. Los escalofríos son parte del panorama. La
lluvia es cosa de una unión simple de la violencia y el engaño.
Cada vez que apagaba las luces o cuando me miraba al espejo, el
rencor y la angustia no desaparecían. Mientras todos parecían dormir, mis
estrellas brillaban para hacerme compañía. Cada vez que la unión se hacía
presente a mí, el asco y la depresión me abrazaban. Recordar que mi
inocencia había huido cuando en mi vida infantil las manos de alguien
logró irrumpir en mi cuerpo. La boca se le hincho de placer y mi vida
quedó marcada con recuerdos salados.
—¿Cómo es el amor? —Pregunte a Emilio.
—¡El amor es un sentimiento incomprendido! Nunca sabes en qué
acabará o cómo empezará. Es simple y canijo —su respuesta me pareció
ser una muestra de resentimiento.
Cuando las estrellas brillan la oscuridad parece ser menos tenebrosa.
Es cálida. Fresca. Humana. Cada explosión de sentimientos es única
cuando ves alguna constelación brillar para la humanidad. Las
constelaciones también se encuentran en la piel y brillan perfectamente
cuando se unen al afecto de alguien. ¿En donde esta mi constelación? Al
parecer tanto llanto y soledad me han hecho creer que mis estrellas mueren
todo el tiempo.

—Mi historia comienza así, debe escuchar bien —el viaje apenas
comenzaba.
Primera parte
¡TU PETICIÓN!

CAPITULO 1
Debes saber que hasta este punto de mi vida, todo parece ser un
simple viaje que está arrasando no solo conmigo. ¿Un tornado? ¡La neta no!
Pero bueno, esto de lo que te hablo también arrasa con las personas que me
rodean y temo que algún día todos mis seres queridos acaben sufriendo las
consecuencias de mis frívolas acciones. ¿Que acciones? Es verdad que un
corazón joven está lleno de insensatez, locura e inestabilidad. Podría decir
que en mi caso la adolescencia es una etapa algo complicada, pero aun así
juzgo que irremediablemente la realidad de nuestras vidas, nuestros
corazones nos hacen creer que todo lo podemos y que nada nos debe
importar; salvo nuestros propios deseos egoístas. ¡Ahí está el error
de toda esta juventud que somos! Nos gusta que nos hablen bonito, que nos
digan lo que queremos escuchar. ¿Y luego? Terminamos entregando nuestra
inocencia a un vacío y frio baúl de recuerdos tristes. Acabamos bien
desdichados. ¿Por que yo seria una desdichada?
Todo comenzó en la escuela preparatoria. ¡Fue en ese lugar donde el
vaso se lleno de agua y la gota no tardo en derramarlo! Realmente a mí me
daba igual el asistir a la escuela o el no asistir. Mis padres eran los de la
idea de que era sumamente importante ir a la escuela, para que algún día yo
pudiera superarme en esta vida. ¡Falso! No todo lo que tus padres planeen
para ti resultara ser lo más sensato. ¡Nadie puede comprar el futuro para
garantizar la felicidad! No todos los planes se realizan tal como se planean
y las expectativas al final tienen que morir con los pensamientos distantes a
esta realidad.
Así que mis padres terminaron inscribiéndome en la preparatoria más
lejana posible de mi casa. Todos los días tenía que viajar alrededor de una
hora, al final del viaje terminaba encerrada la mitad de mis días en un
mundo que solo los estudiantes entienden. ¿Tú me entiendes? Tareas.
Presión. Maestros. Compañeros. Cuadernos y un montón de cargas
innecesarias.
—¿Qué harás este fin de semana? —Me pregunto Emilio.
—¡No lo sé!—Dije mientras caminábamos hacia su auto—. Dormir,
ver una serie en Netflix o simplemente subir nuevo contenido a mi catálogo
de imágenes.
Arqueó sus cejas. Emilio era consciente de mi constante aislamiento.
—¿Quieres ir a la fiesta de Jules? —Preguntó con curiosidad.
Abrí la puerta del copiloto, acomode mi mochila cerca de mis pies y
me puse el cinturón de seguridad.
—No, tú sabes que no me gustan las fiestas.
Abordamos el vehículo con una conversación un poco trivial. ¿Ir a
una fiesta? Emilio me demostró su enojo con esos ojos serios.
—A veces eres una patética chica antisocial. ¡Me das asco!
Pusimos nuestras mochilas en la parte trasera. Era obvio que lo estaba
diciendo de broma.
—¿Crees que me importa tu opinión? —Respondí, su cara se llenó de
risa.
Encendió el auto.
—Sé que no te importa lo que yo piense sobre ti, pero a mí si me
importa tu problema de no querer socializar con nadie. ¡Debes dejar de
hacerte la mártir! —Emilio era atento y cercano a mis problemas. Conocía a
la perfección mi situación.
—¿Te importa? —Le pregunté—. Me parece que sabes la razón por la
cual no me gusta socializar, no esperes que cambie de opinión. Si te doy
asco entonces no me ruegues, no quiero que termines vomitando por mi
culpa.
Le regale una sonrisa amplia, comenzó a conducir. Salimos del
estacionamiento de la prepa.
—No te preocupes por nada. Todo saldrá bien en la fiesta. Hay que
divertirnos de vez en cuando —dijo—. ¡Ademas! Yo estaré contigo, no te
va a pasar nada.
Deje escapar un suspiro.
Es curioso que Emilio sea amigo mío. Está en sexto semestre, juega
en el equipo de futbol y es popular. ¡El guapísimo Emilio! Digo que es
curioso que sea amigo mío porque mi círculo de amistades solo se limita a
mi querido chofer; así que no tengo un circulo, solo tengo un punto. ¡Emilio
es el punto de mis amistades! Él resulto ser mi comienzo a la confianza y
mi sostén para todos los momentos malos. Le conozco de hace tiempo. Yo
tenía cinco años cuando se mudó a mi vecindario. De hecho vive frente a
nuestra casa y es quien me trae todos los días a la escuela.
Para ser sincera, Emilio es quien pone fin a mi soledad.
—Me parece que estas subestimando la situación de la fiesta —dije
con cierto aire negativo—. Sabes que en las fiestas pasan un montón de
cosas de las que te puedes arrepentir.
—¿Qué cosas harás en la fiesta de Jules, de las cuales te tengas que
arrepentir?
—¡No lo sé! Beber cerveza y vomitar en público, ¿tal vez de eso me
arrepentiría? O por andar tragando mucha botana me duela el estomago y
me de una diarrea explosiva. ¡Ya sabes! La diarrea no es algo agradable.
—Estas siendo demasiado dramática, ¿no crees? Eso de predisponerte
a lo que aun no sucede es de gente cobarde.
Escuche el sonido de su risita tonta y preferí asentir. ¡Mi amigo tenia
razón!Y bueno, el drama era parte de este corazón tonto que me cargo.
***
Los días que siguieron fueron bastante normales. La escuela. Mis
deberes. Mi hogar. Mi blog. Mis fotografiás. Mis postales. Y...bueno todo
parecía ser normal, o eso es lo que pensaba yo.
El domingo había decidido ponerme a ver alguna serie en Netflix.
Estaba recostada en mi cama sin vergüenza alguna, mis padres no se
encontraban en casa, Lupita había dejado algo de comida del día anterior en
el refrigerador, asi que no me preocupaba eso de tener que comer.
Con las piernas cruzadas, un bote de Nutela en las manos y los
audífonos conectados a todo volumen; así solía pasar mis maratones de
Netflix. ¡Me sentía despreocupada! Hasta que la puerta de mi habitación se
abrió de repente. Era Emilio con una cara llena de seguridad. ¡Se veía
guapo y olía a perfume elegante!
—¿Y esa cara? —Le pregunte después de poner pausa a la serie de
Anne With and E.
—Son las tres de la tarde y tú sigues en pijama.
Miré mi pijama de BMO y sonreí. ¡Yo me sentía bastante genial!
—¿Tienes algún problema?
Hizo rodar sus ojos.
—Vine por ti, iremos a dar un paseo —se rascó la mejilla izquierda.
—No tengo ganas —hice un puchero—, estoy viendo mi serie.
Emilio se acercó a mí, se sentó en la orilla de mi cama y vio el Mac
encendido.
—¡Acompáñame porfa! —Dijo mirándome fijamente. Sus labios
sonrieron.
—¿A dónde quieres que te acompañe? —Le pregunté.
Se quedó mirando en dirección a la ventana.
—A comprar unas casquerías.
—¿Solo eso?
—Bueno, luego iremos a casa de Jules.
Mi habitación estaba fresca.
—¿Sigues con lo de la fiesta?
—Si. Te dije que iríamos.
Emilio se me quedó mirando, arqueó su ceja y sus ojos color café
claro no dejaban de insistir. Regularmente todos los fines de semana
siempre me la pasaba en casa, todo lo contrario a lo que hacia mi amigo,
que siempre salía a divertirse con sus cuates del equipo o con su familia.
Me detuve a pensar por algunos segundos. ¡Tal vez era momento de
empezar a socializar con adolescentes locos! ¿O tal vez no?
—Está bien, iremos —le dije y él sonrió—, pero antes hay que comer
algo. No quiero ir con el estomago vació a esa fiesta.
Emilio pareció sorprenderse por mi respuesta porque se levantó de
golpe.
Lupita había preparado una pasta junto con unos filetes de carne
asados. ¡Eso fue lo que comimos! Mi amigo termino encendiendo su auto a
eso de las cuatro de la tarde, pasamos a comprar unas botanas porque Jules
se las había encargado. Y bueno, ustedes imaginaran todo lo que pasa en
una fiesta de jóvenes en plena calentura de emociones. Toda la casa de Jules
estaba repleta de gente que solo se movía para beber o se retorcía para
intentar bailar en medio de la sala de la casa. Emilio había bebido al menos
dos latas de cerveza y yo por mi parte, había dado solo un trago que sirvió
para dar consuelo a mi soledad. La música era súper fuerte, todos gritaban y
reían como locos. Algunos estaban conscientes de lo que pasaba y otros
simplemente eran arrastrados por el alcohol que habían decidido ingerir.
Afuera había una alberca iluminada por faros, podías notar el vapor que
desprendía el agua caliente. Seguro que tanto vapor ilusionaba como droga
a todos esos enamorados que se besuqueaban dentro del agua.
—¿Quieres una cerveza? —La pregunta me sorprendió.
Me gire a mirar al chico.
—Gracias, pero no acostumbro beber cerveza —dije con un tono
serio.
El chico llevaba un paliacate rojo amarrado alrededor de su frente y
unas gafas polarizadas que impedían ver sus ojos. ¿De donde había salido
este tipo?
—¿Qué acostumbras beber?
—Agua y refresco —respondí.
Él se acercó un poco. Parecía divertirse con mi respuesta, se llevó a
los labios aquella botella oscura que burbujeaba el dulce sabor del alcohol.
—¿Cuál es tu nombre? —Pregunto después de dar un trago.
Mientras todos parecían estar absortos en alguna parte de esta fiesta,
yo parecía estar negando querer descubrir cosas nuevas. ¿De verdad valdría
la pena emborracharme? Nunca había estado en una fiesta con los
compañeros de la escuela, así que todo esto era súper nuevo para mi. Emilio
estaba sentado alrededor de una mesa junto con otros chicos y jugaban
cartas muy divertidos.
—¿Para qué quieres saber mi nombre? Dije mirando
fijamente aquellas gafas polarizadas. El chico parecía sonreír, su boca se
tornó en una curva muy lentamente hasta que al fin, decidió quitarse las
gafas.
—Porque quiero conocerte —pauso y me lanzó una mirada coqueta
—. ¡Estás muy bonita! Quiero conocerte.
No pude evitar reírme en mi interior. ¡Este chico estaba bien perdido!
Yo me le quede mirando unos segundos hasta que no pude
aguantarme la risa. Reí sin pena alguna y él simplemente me observaba con
detenimiento. ¡Jamás lo había visto en la escuela!
—¡Eso ya lo sé! Dime algo que no sepa.
Los ojos del chico tenían cierto brillo gracias a la iluminación suave
de la casa de Jules. Su cabello alborotado y su boca bien dibujada eran sin
duda algo atractivo de alguien como él. ¡Este era el típico popular del que
todas se enamoran en la prepa!
—¡Aldo! —Dijo con una sonrisa—. No sabes mi nombre, me llamo
Aldo.
La música seguía sonando. La respuesta del chico me impresiono y
de pronto me dio la impresión de ser mas que solo el chico el popular. Vi a
Emilio gritar en el momento de ganar en el juego de las cartas. ¡Este man sí
que sabía responder a mis preguntas!
—¡Un gusto Aldo! Soy Miranda.
Asintió también. Sus ojos se posaron muy cerca de la curiosidad y la
cercanía. Sentí su pierna rozarme la rodilla al ritmo del movimiento de la
cerveza de su botella. ¿Que estaba pasando entre nosotros?
—¡Lo sé! Yo ya sabia tu nombre.
—¿Enserio? —Pregunté un poco sacada de onda.
Se saco una sonrisa alcohólica.
—Te he visto en el colegio. En la cafetería, en la biblioteca, cerca del
campo de futbol y me llama la atención que la mayor parte de las veces te la
pasas sola, sin la compañía de amigas o compañeros de clase. ¿Por qué será
que ahora estas en una fiesta llena de chicos y continuas sola?
Acomodé un mechón de cabello detrás de mí oreja y le lancé una
mirada curiosa. Sabia cual era la respuesta.
—A decir verdad, no estoy sola. ¿Ves a aquel chico sentado? —Dije
señalando a Emilio—. El chico de la playera azul.
—¿Emilio Vázquez? —Preguntó un poco incrédulo.
—Si. La mayor parte del tiempo estoy con él. De hecho, fue Emilio
quien me insistió para que viniera a la fiesta. ¡Y aquí estoy!
Su rostro formo un gesto curioso.
—¿Es tu novio? —Dio otro trago a su cerveza.
—No —negué con la cabeza—, es mi amigo. Y si tú dices que me has
estado observando dé tiempo, creo que no me observaste bien. ¡Casi
siempre estoy junto a Emilio! Así que no estoy sola.
Su lengua relamió el sabor a alcohol que quedaba en sus labios.
—Me parece que tú, Miranda, eres una chica que esconde muchas
cosas.
—¿Te parece? —Le pregunté.
Soltó una risita boba y se acomodó el cabello. Y era como si en este
momento mi intento por socializar funcionara al mil, aunque mi intención
no era socializar.
—Miranda, ¿quieres venir a jugar? —El grito de Emilio irradiaba
euforia.
Dirigí mi atención a él. Asentí. Repentino y casual fue el movimiento
de mis piernas cuando me aproximaba a caminar.
—Un gusto conocerte Aldo, te veo luego —dije y me dispuse a ir a la
mesa de juegos.
De repente, su mano sujetaba mi muñeca y la sorpresa invadió mi
alma.
—¡Toma! —Me dijo y coloco en mi mano una botella oscura. Estaba
fría y los nervios repentinos aparecieron sin querer—. Esto te ayudara a
disfrutar un poco las cosas.
Sus ojos estaban clavados en mis ojos.
—Gracias —respondí.
Entonces camine hasta Emilio y él comenzó a repartir las cartas.
Todos parecían estar tan divertidos hasta este punto. Aquí había alcohol, mi
amigo parecía estar tan eufórico que hasta las cartas se le caían de la mesa.
Yo tenía una botella en la mano y el aroma era sin duda delicioso. Me
detuve a mirar a todos lados, pensé un poco en todo y terminé queriendo
olvidarme de las tristezas de mi vida. ¿Sabia beber? Había bebido alcohol
—específicamente vino— en las fiestas de alcurnia a las que papá nos
llevaba de vez en cuando. ¡Así que el alcohol no era algo nuevo para mí!
Sin dudar acerque la botella a mi boca y el sabor amargo dulzón se
introdujo en mi interior. Rápidamente parecía refrescar el interior de toda
mi alma. ¿Estuvo bien ingerir cerveza?
La sensación fugaz de tener poder apareció por encima de mis ojos y
en ese momento, nada de lo que pasaba o me había pasado parecía
importarme.
¿Cuál era mi pasado?

CAPITULO 2
Dicen que la noche es joven, que los viejos somos nosotros, porque
siempre terminamos todos apachurrados entre dolores y sabores que el
tiempo se encargara de echarnos en cara. ¡Y es cierto! La noche dura lo que
una eternidad duraría para un simple corazón excitado. Tantas cosas
trágicas que pueden ocurrir en una noche fría y tantas cosas increíbles que
también pueden acontecer en una noche cálida. Somos el resultado de las
decisiones que tomamos y tomamos las decisiones de forma impulsiva.
Regresamos a casa a las tres de la mañana. Emilio insistió en
quedarse a dormir en mi habitación por temor a que su madre se infartara
por verlo llegar a tan alta hora de la noche y en un estado sumamente
moderado de ebriedad. ¡Mi amigo sabia controlarse con el alcohol en la
sangre!
—¿Qué te pareció todo? —Me pregunto con curiosidad.
—Estuvo padre —respondí—, me gusto estar en un ambiente que
nunca había experimentado. ¡Gracias por llevarme! ¡Estuvo suave!
Las luces que escurrían por las paredes de mi habitación eran las
únicas que tenían derecho a brillar como estrellas adentro de mi mundo.
Cepillé mis dientes, me puse la ropa para dormir, le prepare su colchoneta a
Emilio mientras el orinaba. No era la primera vez que él dormía aquí y
supongo que tampoco sería la última.
***
Al día siguiente todo parecía ir normal en la escuela. Como era
costumbre, las clases iban súper aburridas, el receso fue bastante normal y
parecía que hoy así sería mi estancia en la escuela, salvo que, ocurrió algo
inesperado. ¿Inesperado? El amor también puede ser inesperado y entonces
tu cara se llenaría de rubor. ¿Has sentido ese sentimiento del que te hablo?
¡Ya se! Pues esa mañana inicio algo en lo que podría decir, se vio
envuelto mi corazón. Dentro de mi casillero, encontré un sobre de papel con
el borde remarcado en colores azul y rojo. Al abrirlo descubrí que no había
carta o mensaje alguno que yo pudiera leer. <<Escríbeme algo antes de que
sea tarde>> tenia escrito en el borde trasero con tinta negra y una letra de
manuscrita.
—Encontré esto en mi casillero —le dije a Emilio mientras él
manejaba de regreso a casa.
Emilio iba silbando al ritmo de la canción de Mumford & Sons que
sonaba desde su estéreo. Arqueó una ceja al ver el sobre.
—¿Una carta de amor? —Preguntó con asombro.
—Más bien, un sobre de carta vacío.
—¿Enserio?
—Si. Solo dice "Escríbeme antes de que sea tarde".
Él seguía silbando la canción.
—¿Tienes alguna idea de quien pudo dejarlo en tu correspondencia?
—Su pregunta parecía ser muy necesaria a la situación.
Me puse a pensar por algunos segundos. Realmente, no había
dedicado tiempo a pensar en ello.
—La verdad es que no tengo ni la menor idea de quien pudo dejar
esto en mi casillero. Tal vez se equivocaron —me encogí de hombros.
—Puede ser sí. O tal vez no.
—¿Tu crees?
—Pues pudiera ser que tal vez si es para ti.
Su suposición hizo estremecer a mi corazón.
—¡Quien sabe!
Hubo un silencio breve al ritmo del silbido de mi amigo.
—¿Qué harás con el sobre?
—Nada. Solo lo guardare y ya.
Asintió.
Al llegar a casa y encerrarme en mi habitación, subí el volumen a la
música desde mi ordenador. Revisé mi blog en Tumblr y descubrí que tenía
nuevos seguidores. Actualice mi catálogo de fotografías y termine
vendiendo un par de imágenes sobre atardeceres. Mientras tecleaba un
mensaje para Emilio un hilo rojo se escurrió por mi nariz. Tome un poco de
papel higiénico y trate de disminuir la hemorragia, pero no pude. Abrí la
llave del lavabo y no dude en mojarme la cara por completo. El agua estaba
fría y la sangre comenzaba a escurrirse por la porcelana blanca. Cuando salí
del baño el sopló del aire me golpeo en la cara. Mi ventana estaba abierta y
junto a mi escritorio, encontré una fotografía impresa de mi catálogo —una
de las fotos que recién había vendido—, con unas letras escritas en
marcador azul.
Decía:

"Los atardeceres son la prueba de que el romanticismo aún existe"


Mi curiosidad aumento más en ese instante. Emilio no tardó en llegar para
que le ayudara con su tarea de química.
Aquella tarde se me paso volando y admito que, mi cabeza junto a mi
pensar no dejaban de sacar conclusiones sobre quien pudo haber dejado el
sobre de carta y la fotografía. Es curioso que la imaginación nos pueda
llevar a pensar en muchas suposiciones de las cuales ninguna tal vez sea la
correcta.
Esa tarde también, mi madre regreso de su viaje que hizo para
arreglar algunos asuntos de la compañía. Papá, bueno él seguramente estaba
en un hotel de la Ciudad de México, cenando un buen platillo de camarones
con un buen trago de cerveza de cebada. ¿Y yo? ¿Donde quedaba yo? Por
mi parte, mi corazón ya estaba acostumbrado a la ausencia de mis padres.
La mayor parte del tiempo mi casa estaba solitaria y fría. Mi soledad era la
cereza de mi pastel y Emilio era quien siempre prefería comerse la cereza
de mi pastel.
Al día siguiente, al terminar la clase del señor Roberto camine hasta
la cafetería a comprar un sándwich de queso de puerco y un jugo de
manzana. Termine yendo como de costumbre cerca del campo de futbol a
sentarme en las gradas, era una costumbre miá el poder mirar a Emilio
entrenar. El clima era normal, yo tenía un libro abierto entre mis rodillas.
Me gustaba poder escapar un instante de la realidad con la imaginación y el
almuerzo me resultaba más delicioso cada vez que yo alimentaba a mi
estomago.
—¿Cómo has estado? —Preguntó alguien desde la primer grada.
Al alzar la vista encontré a Aldo caminando hacia mí. ¿De verdad
estaba frente a mí? Se detuvo justo enfrente y llevaba el uniforme del
equipo.
—¡Muy bien! —Respondí.
—¿Qué libro estás leyendo? —Sus ojos miraron con curiosidad el
libro que sostenían mis rodillas.
—La guarida de las lechuzas —Dije y le mostré el ejemplar que me
pertenencia.
Después de mirar el impreso por unos segundos alzó su vista hacia
mí. Sus ojos parecían muy curiosos y su boca, la lengua remojaba sus
labios.
—¿Qué harás después de clases?
Había gotas de sudor escurriendo por su rostro y sus mejillas estaban
de color rojizo a causa de la insolación.
—Iré con Emilio de regreso a casa.
—¿Y en la tarde? —Sus labios eran atractivos.
—Estaré en casa —dije sonriendo.
Emilio no tardó en llegar junto con una bolsa de Sabritas, también
tenía puesto el uniforme del equipo del Carolino y su aspecto era casi
idéntico al de Aldo.
—¡Qué onda Aldo! —Saludo él.
—Ya sabes, todo en orden —le respondió Aldo.
Emilio se sentó junto a mí. Me ofreció papitas.
—¿Qué hacen? ¿Planean hacer algo sin mí? —Emilio siempre tan
casual con sus preguntas, ayudándome a parecer menos antisocial.
—No. Nada de eso —dije.
—¡Si! Planeábamos algo —respondió Aldo al mismo instante que yo.
Me gire a mirarle. Aldo sonreía. Emilio alzó una ceja curiosa.
—¿Y que estaban planeando? —Ahora el curioso era Emilio.
—Planeábamos ir al McCarthy's después de las clases —dijo Aldo y
eso me sorprendió por completo—. ¿Quieres ir con nosotros?
Hice un gesto curioso. Aún tenía el libro abierto, mi sándwich a
medio comer y muchos pensamientos que desbordaban en mi interior. Me
quedé callada.
—Claro que voy, es una buena idea —dijo mi amigo.
Los dos chocaron las manos. Aldo se marchó a los vestidores.
—¿Por qué no me habías dicho? —Me preguntó Emilio.
—¿Decirte que?
—Pues esto de ir a McCarthy´s.
Su mirada era serena, el sol le daba en la cara y sus pestañas rizadas
hacían relucir más el color de sus ojos. ¡Se veía tan chulo desde este
angulo!
—La verdad es que no estábamos haciendo planes. Él solo llegó a
saludarme y…
—Y terminaste aceptando ir al McCarthy's —la sonrisita boba de
Emilio apareció en su rostro.
Le di un golpe en el hombro.
—¡Que no! —Exclamé—. Tú sabes que eso no va conmigo.
Acercó su rostro a mí, sentí su cabello contra mi frente y entonces
cerré el libro.
—¿Aldo es de tu estilo?
Su pregunta me hizo arquear las cejas. Di una mordida al
emparedado.
—Para nada, chamaco tonto. No tengo tiempo para andar viendo
quien es de mi estilo y quien no.
—Ya te veré en los días futuros, a ver si es cierto que no andas de
enamorada.
—¡Mejor callate!
—Solo bromeaba, aunque no estaría de más la posibilidad de que tú…
—¡Estas bien loco!
—Siempre.
—Como sea.
—¿Y entonces…?
—Entonces ¿que?
—¡Iremos a McCarthy's!
Emilio simplemente reía, recostó su cabeza en mi hombro y parecía
que aquella idea de ir a McCarthy's le resultaba excelente. Por mi parte,
sentía mi cuerpo como si estuviera excitado, emocionado, distraído. El resto
de las clases mi mente simplemente no dejaba de pensar en cómo sería ir a
McCarthy's, el lugar con fama donde todos los universitarios y jóvenes iban
a beber cerveza. He de admitir que, hasta ese momento, nunca había ido a
un McCarthy's porque aún no era mayor de edad, pero esta vez era distinto.
¡Una parte de mi quería loquear!
Mi amigo me dijo que al parecer, Aldo era camarada del gerente del
McCarthy's al que íbamos a ir, así que no tendríamos problemas con entrar.
—¿Cuánto tiempo estaremos ahí? —pregunte cómo boba.
—El tiempo que sea necesario —respondió Emilio.
Mi canijo condujo hasta el McCarthy's que estaba como a quince
minutos de donde nosotros vivíamos. Descubrí que Aldo vivía cerca (como
a veinte minutos de mi casa) y que conducía un Audi gris. Al llegar a
McCarthy's el asombro y la curiosidad se abrazaban adentro de mí, para
intentar no desvanecerse ante la idea de experimentar algo nuevo. ¡Mi
estúpida calentura de adolescente! ¿Alguna vez estuviste en la misma
situación que yo?
Había muchas paredes en color verde. Cuadros, fotografías, playeras,
estatuas pequeñas y colecciones de muchas cosas por todo el lugar. La
iluminación era muy ligera, había mesas y un escenario con varios
instrumentos musicales que parecían alocar a la gente. En la cantina, el
mueble estaba repleto de muchas botellas de diferentes colores y sabores,
los meseros llevaban faldas como los típicos escoceses de Escocia. ¡O sea,
esto era McCarthy's!
Nos sentamos en una mesa cercana al lado de un pasillo. Aldo había
traído a un par de amigos suyos con sus respectivas novias. El mesero no
tardó en llegar y ellos pidieron por mí.
—Queremos siete drifts de cerveza grandes por favor —pidió Aldo.
Él se había quitado la corbata. Su camisa tenía los primeros dos
botones abiertos y el color de su piel se veía bien. Cada par de parejas
estaban manoseándose.
Terminaron apartándose de nosotros. El mesero no tardo en regresar
con una charola circular con los tarros de cerveza. El vidrio de la jarra
estaba frio, la espuma se asomaba por encima de la cerveza y las diminutas
burbujas de color amarillento oscuro parecían transportar a un universo
distinto al real.
—Este es para ti —dijo Emilio pasándome un drift de cerveza.
Nuestras manos se tocaron. El drift era un tarro de cristal lleno de
cerveza, con espuma flotando sobre todo el alcohol y con cierto brillo que
embriagaba a querer beber de golpe.
—¿Toda esta cerveza es para mí? —Pregunté asombrada.
—Si —dijo Aldo—, si no te la acabas, nosotros te ayudamos.
Dentro de mí la excitación crecía cada vez más. Nunca había bebido
tanto en un lugar tan público. Siempre solía beber alcohol en mi casa o en la
de Emilio. Y la mayor de las veces, solo puedo beber máximo cuatros
tragos de cerveza. ¡Esto sería una inundación de alcohol! ¿De verdad
valdría la pena esta experiencia?
—¡Yo estoy aquí, tú tranquila! —Dijo Emilio.
Y el asombro desapareció cuando todo el líquido refrescante inundo
mi ser de una manera tan poderosa, hasta los ojos me dieron muchas vueltas
de repente. Todo esto era súper nuevo para mí. La música de Kaiser Chiefs
parecía sonar al ritmo de los latidos de mi corazón y la vida parecía ser tan
fugaz en ese momento. ¡Me sentí desorientada con Ruby de fondo!
—¿Quieres pedir otra? —Me preguntó Emilio.
Me basto con asentir para terminar bebiendo otro litro de cerveza.
¡Que locura! La sensación humana de sentir que te tambaleas mientras
caminas hacia el sanitario, eso es algo que me dio euforia en ese instante.
¡Me sentía chida! La cabeza te da vueltas y sientes que todo es una simple
revolución que te termina arrojando en un mar infinito de querer más. ¿Y
dónde rayos había quedado la chica antisocial? En la escuela todos me
conocían, era popular por el nombre de mi familia, decían en los pasillos
que estaba bonita, pero la neta es que me daba flojera hablar con los demás.
Soy inteligente (bueno, en este momento no), cumplida y algo nerd. ¡En
ese instante solo era una Miranda ebria!
—¿Cómo te sientes? —Preguntó Aldo.
—¡Quiero bailar! —Le respondí.
Me reí un poco. Mi cerebro no estaba del todo perdido. Vi la mano de
Emilio sobre la mesa.
— ¡Sácame a bailar Emilio! —Le pedí.
Un mesero regreso a dejar más cerveza. El chico con apariencia de
escocés me miraba con atención y deseo. ¡Que maldito! Sus ojos estaban
bien enfocados en mis movimientos y en como es que ms labios se movían
suavemente.
—¿Segura que quieres bailar? —Preguntó él con un semblante de
esos que pones cuando sientes que te van a avergonzar—. Porque neta que
no te veo muy estable.
Sonrió suavemente y yo no me conforme con ver la curva de sus
labios. Tomé su mano y arrastre a Emilio hasta un pasillo amplio. Puse mis
manos sobre sus hombros. Él me tomo de la cintura aunque el rock no se
bailaba así.
—¿Te estás divirtiendo? —Su boca se movía de una forma bonita.
—¿Tú qué crees? —Moví mis cejas mirándolo fijamente—. Nunca
había bebido tanto como esta tarde y eso te consta. ¡No se que rayos estoy
haciendo aquí! No fue una buena idea.
—Lo sé —y soltó una risita—, y es tu primera borrachera. ¿No te
gusta?
¿Gustarme? Le golpeé en el pecho. Esto se sentía como la euforia
junto con mil tractores arrollando tu cuerpo. ¡Dolía la sensación de no poder
controlarme!
—¡Hey! No estoy borracha, solo me siento un poco mareada. ¡No
digas tonterías!
¡La tonta era yo! Tú y yo sabemos que estar mareada y borracha es lo
mismo. Beber de más está mal cuando el control se pierde. ¡A la larga se
ven los resultados! Es una lastima que en el momento nos falten fuerzas de
voluntad para poder controlarnos.
—Como tú digas entonces. Pero para mi que tú estas…
—¡Shssss! No digas eso. Arruinas el momento
La música seguía sonando chido, estar bailando cerca de Emilio hizo
que me percatara del vello que estaba creciendo en su bigote. ¡Se estaba
terminando de convertir en un adulto! La boca de Emilio era perfecta, sus
labios estaban perfectamente curvados y sus ojos siempre brillaban chulo.
¡Esta guapo mi amigo!
—¿Por qué es qué aún no quieres volver a tener novia? —Le pregunté
—. Ya paso mucho tiempo desde…
—Por qué no quiero —me interrumpió.
—Oh bueno. Yo solo decía. La neta es que estás bien chulo Emilio,
búscate a una chica que te haga compañía de forma cursi. Ya es tiempo de
que comiences algo con alguien. ¿No te gustaría?
Emilio me estaba mirando. Mi amigo había tenido una mala
experiencia hace años.
—¡Sí que estás bien borracha! —Me dijo y dio un zape en mi frente.
La canción termino, la cercanía entre nosotros era increíble y nuestros
alientos se mezclaban de la forma mas alcohólica posible. ¡A mi olfato le
gustaba el olor de su boca en ese momento!
— ¡Ya vámonos a casa! —Le pedí.
Esa tarde me había bebido dos litros y medio de cerveza. Emilio no se
molestó en llevarme con cuidado a mi casa. Cuando entré a mi habitación,
todas las cosas giraban y revoloteaban porque todo parecía trasladarse a un
mundo distinto al real. Termine sintiendo muchas cosas, viendo y
admirando alucinaciones que solo experimentas cuando duermes.
¿Alucinaciones?
Mi mundo se tambaleo esa tarde y exactamente hubo muchos
sentimientos que en mi estado de perdición no fui capaz de comprender.
Como si me doliera el alma pero también, justo al mismo tiempo todo fuese
maravillosamente chido en mi corazón. ¡Sentimientos encontrados!
Sentimientos que hasta el día de hoy no he sido capaz de recordar del todo,
porque resulta ser que cuando te embriagas al punto más bajo, los recuerdos
no siempre estarán en tu memoria.
***
—¿Cómo te sientes? —La voz de Aldo hace que me despierte.
Me sentía agotada, algo mareada y mi mirada estaba demasiado
nublada como para poder aclararse al instante.
—Me siento bien. ¿Dónde estamos? —Pregunte sobando mi cabeza.
Las luces de mi habitación estaban encendidas y eso fue lo primero
que reconocí cuando me incorpore de forma completa.
—Estamos en tu habitación.
Abrí los ojos de golpe. No recordaba nada.
—¡Enserio! —Estaba inquieta—. ¿Dónde está Emilio?
—Sí. Estamos en tu habitación, llegamos hace como cuatro horas —
Respondió Aldo—. ¡Tranquila! Emilio tuvo que ir a su casa, su papá lo
buscaba, parece que tienen un asunto familiar.
Aldo se había sentado junto a mí. Aún llevaba puesto el uniforme,
estaba un poco desalineado pero aun así se veía guapo.
—¿Qué hora es? —Pregunté mientras trataba de sentarme en la cama.
—Son las once de la noche.
Mis ojos se quebraron como platos.
—¡Tan rápido! —Exclamé sorprendida—. Entonces, ¿bebí
demasiado?
Aldo río un poco. Su cabello estaba alborotado como en aquella
ocasión cuando lo conocí. Sus ojos también brillaban, tenía una bonita
mirada y me causo curiosidad que estuviera haciéndome compañía.
—Solo bebiste un poco. Terminaste mareada y te dormiste luego que
te subiste al auto.
Me acomode mi ropa. También tenía el uniforme puesto. Mi boca
sabía a alcohol añejo y en mi interior tenia la sensación de haber hecho algo
malo.
—¿No hice feo? —Me inquietaba saber.
El chico comenzó a reír de repente y eso me asusto por un instante.
—No. No te asustes, no hiciste nada de lo que tengas que preocuparte.
Tú estuviste normal.
Sentí un alivio. Acomode unos mechones de mi cabello y de pronto
no sabia que más debía decir.
—¡Bueno! ¿Y….?
Emilio entro a mi habitación con una cara llena de muchas
emociones. Nuestras miradas se encontraron y me sentí muy agradecida por
tener a mi amigo aquí.
—¿Todo esta bien? —Le pregunte al ver su rostro lleno de emociones
confusas.
—Iré a Guadalajara una semana a visitar a la familia de mi padre —
dijo mirándome.
Entonces me inquiete por saber que tendría que estar varios días con
la ausencia de él. ¡Mi Emilio se iba una semana! ¿Y que pasaría conmigo?
¿Seria capaz de soportarlo?

CAPITULO 3

Aquella semana paso muy lenta para mí. Emilio era mi único amigo
en la vida y por ello es que me sentí sola durante esos días. Aldo se aparecía
de vez en cuando a la hora del receso para pasar tiempo conmigo. Incluso
intento llevarme a casa en algunas ocasiones, pero yo me negué por
completo. Aldo estaba guapo, pero no era mi estilo convivir mucho con
alguien que no fuese Emilio. ¿Era mi culpa el ser indiferente a los demás
solo por que era una costumbre miá el estar aferrada a un solo chico?
Todos los días viajaba en metrotobús hasta la escuela y no me sentía
mal. Para ser sinceros, me gustaba viajar en metrotobús. Era cómo
experimentar e imaginar muchas cosas mientras veía como los pasajeros
abordaban el transporte bien inmersos en sus propios mundos. En lo
personal, me sorprendía ver como la gente estaba tan enfrascada en sus
asuntos, la caballerosidad se había perdido y el respeto también.
Iba a la escuela, intentaba poner atención y al salir de clases caminaba
algunas cuadras para abordar el gusano gigante y poder regresar a casa.
Revisaba mi blog, publicaba nuevas imágenes y recibía buena
remuneración por ellas. ¡Tenía un trabajo sin que mis padres lo supieran!
Ellos estaban tan concentrados en su trabajo que nunca tenían tiempo para
mí. Lupita era la única compañía que podía tener en mi casa y eso si ella se
aparecía en mi camino durante el día.
Un sábado por la mañana, Aldo vino hasta mi casa para intentar
llevarme a su casa, quería que yo saliera de mi típica rutina de chica
antisocial. Había estacionado su auto frente a mi ventana, me sorprendió
verlo allí parado afuera de mi casa, mirándome con mucha atención
recargado contra el cofre del vehículo. Se había puesto un pantalón negro y
una playera blanca. Lo invite a pasar.
—¿No te aburre estar encerrada en tu habitación? —Preguntó con
mucha curiosidad.
¿Qué se suponía que debía contestarle? ¿Que debía decir para evitar
sonar como una chica arrogante? No es que me gustara estar todo el tiempo
solo en mi habitación. Era muy simple el hecho de que yo me
había acostumbrado tanto a ser una persona distante, pensaba que la soledad
abrazaba mejor que mil compañías y el estar sola no me hacía ningún daño.
¿Lo puedes creer? No es que Emilio no contara como amigo para mí, yo
sabía que él era y es un gran sostén para alguien como yo. ¡Pero en esos
días no estaba mi Emilio! Y todo parecía ser diferente sin su compañía.
—¿Quieres hacerme compañía en mi habitación? Si piensas que es
aburrido y tonto estar con una chica ermitaña, entonces puedes irte.
Agradezco el que hayas venido hasta aquí a saludarme.
Es increíble la sensación de sentirte acogida por el cálido afecto de
una persona. Lamento decir que hasta ese momento, ningún afecto me había
envuelto en calidez, pues nadie, salvo el único Emilio que era parte de mi
vida, resultaba ser aquella braza que me animaba a seguir con vida.
—¿Me gustaría descubrir el "porque" de tu soledad? —La pregunta
de Aldo me sorprendió.
Las partes de mi alma eran simples. Un poco confusas, pero siempre
sinceras. Recuerdo que a los doce años me propuse que quería ser sincera
con todos. Bueno, ese siempre ha sido mi lema y siento que por ello Emilio
es mi único amigo. ¡Solo he logrado abrirme con él! ¿Por que no he podido
abrirme con los demás? Creo que la confianza también es una muestra de
cariño y mi cariño no tiene ganas de pertenecer a todo el mundo.
Aldo caminaba por mi habitación mirando con detenimiento cada
fotografía de mi pared. No fui capaz de darle una respuesta.
—¡Oye! ¿Tú las tomaste? —Preguntó con una ceja curiosa—. ¡Son
bastante buenas! Tienes talento para la fotografía, son realmente geniales.
Coldplay sonaba de fondo mientras yo le mostraba mi blog en
Tumblr. Luego vio en mi estante, todos los libros parecieron sorprenderle
porque dijo que yo era la primer chica que conocía que le gustara leer tanto.
¡Como si eso fuese real! Seguro que Aldo conocía a un montón de chicas.
Se me quedó mirando. Sus ojos estaban brillando y el paliacate
amarrado en su cabeza me recordó la vez en que lo conocí.
—Si. Miranda, eres una chica única ahora veo por qué te gusta estar
en casa siempre.
Asentí. Mi ejemplar de la guarida de las lechuzas estaba sobre mí
escritorio.
—Me gustaría que leyeras esté libró —me sentí bien conmigo,
tranquila y despreocupada—, es de mis favoritos.
Él extendió sus manos para tomar el impreso y nuestra piel se tocó.
Su mano era suave, me ruborice un poco.
—¿De qué trata? —Me preguntó.
Aldo parecía ser un buen chico. Aunque él era popular en la escuela
me sorprendió que estuviera aquí conmigo.
—Tienes que leerlo. Yo no te diré nada —dije en tono coqueto.
Después de comer, los dos regresamos a mi habitación. El comenzó a
leer el libro, se tumbó en mi cama y se acomodó entre algunas almohadas.
Yo me puse a actualizar mi catálogo de imágenes. Nunca había estado con
chico que no fuese Emilio dentro de mí habitación, pero en ese momento
estar con él se sintió bien. Aldo se quedó dormido después de un rato. Tenía
los párpados cerrados, su pecho subía, bajaba y su boca estaba entreabierta.
¡No podía desperdiciar el momento!
Aproveche para usarlo como modelo. Tome un par de fotos con mi
cámara instantánea, luego tomé varias fotos con mi Nikon. Las fotografías
de Aldo habían quedado bien chidas, uno de los chicos guapos de la escuela
estaba dormido en mi cama. ¡Que ardiente!
Eran las siete de la noche cuando se despertó. Le habían llamado a su
celular. Se levantó de la cama, se estiró un poco, tomo el libro y su sonrisa
se acercó a mí. ¡Yo estaba editando sus fotografías!
—¡Hey! ¿Soy yo? —Preguntó asombrado.
Señaló a la pantalla de mi computadora.
—Sí, eres tú. ¿Qué te parecen?
Se acercó un poco a mí, casi más en dirección al ordenador. Sus ojos
observaron cómo dormía. Le mostré las instantáneas, le obsequie una y
parecía estar muy emocionado con aquella impresión.
—¡Me veo bien!
—¡Lo sé! Tú eres de buen ver Aldo. ¡Eres un chulo!
Se me quedó mirando de forma curiosa. Se ruborizo por lo que le dije.
—¿Por qué Miranda es una chica reservada? —Su pregunta me hizo
pensar un instante. Fue muy repentina.
Él tenía una mano apoyada contra mi escritorio y la otra estaba sujeta
a mi silla. Así que Aldo casi me estaba abrazando.
Su cuestión hizo que mis pensamientos se trasportaran lejos del
presente. ¿A donde me fui volando? Todo me llevo a mi infancia, a esas
noches cuando yo intentaba con todas mis fuerzas poder dormir. Pero no
podía, porque el maldito sonido de la puerta abriéndose a plena oscuridad
era la canción de terror más cruel que podía escuchar a esa edad. ¡Todo se
volvió muy oscuro en interior! Entonces recordé por qué Miranda
era así. ¡Existen razones por las que soy una chica reservada!
—Porque le teme a la vida y las personas —dije encogiendo mis
hombros.
Aldo me estaba mirando, fijamente, parecía pensar en mi respuesta.
—¿Por qué les tendría miedo a las personas y sobre todo a la vida?
Todas las noches, el sueño me era arrebatado por los sonidos que mi
habitación expulsaba. Por más que intentaba gritar para pedir ayuda, las
sensaciones que latían a mil por minuto me impedían luchar contra aquellos
sucesos que me marcaron de por vida.
—Porque la mayoría de las personas no miden cuanto pueden
lastimarnos. Muchas veces solo se encargan de hacernos sentir de forma
muy miserable aunque en su pensamiento todo lo que hacen sea lo más
chido. ¡Las personas no tienen mucha empatía hoy en día!
Deje escapar un suspiro.
¡Y así era esto! Todo el tiempo nos hacen o nos hacemos heridas que
solo se convertirán en cicatrices, en recuerdos malos que nos harán
desdichada la vida. ¿Yo era desdichada? Admito que la culpa de sentirme
así, era en parte porque yo misma me negaba a salir de aquel hoyo en el
cual había decidido estancarme.
***
Al terminar aquella semana, me dio mucho gusto que Emilio al fin
hubiese vuelto de Guadalajara. Trajo una botella de tequila y todas las
noches venía a mi habitación para beber un poco. ¡Venía a estar conmigo!
—¿Cómo te fue esta semana? —Me preguntó.
Estábamos acostados en mi cama.
—Me fue bastante normal —dije—. ¡Todo tal y como siempre es!
Ninguna diferencia por tu ausencia.
¡Mentí un poco! La verdad era que yo lo había extrañado demasiado
esos días. Le quite su caballito de tequila y bebí un poco. ¡Estaba fuerte el
alcohol!
—¿Has visto a tus padres?
Emilio tenía una barba de días. Parecía que había decidido no
rasurarse, se veía muy atractivo.
—Si. Los vi el miércoles pasado. Salieron de viaje otra vez.
Y fue justo en ese momento, cuando el timbre sonó. ¿Quien podría
ser? Lupita ya no estaba en la casa, su turno había terminado y por estas
tardes no iba a quedarse en la casa.
Baje a toda velocidad para abrir la puerta, Emilio guardo el tequila
debajo de mi cama y me siguió hasta abajo.
—¿Quien crees que pueda ser?
No era común que yo recibiera visitas, es más, nadie solía visitarnos.
—Pues no se, deberías abrir para averiguarlo. Iré al baño —respondió
él.
Al girar la chapa, un mar intenso de recuerdos me ahogo por
completo. ¡No podía creer lo que veía! El tío Tom estaba justo en frente de
mí con una sonrisa estúpida y su maldita mirada fría.
—¿Cómo has estado sobrina querida?
Afuera estaba haciendo mucho viento.
—¿Qué está haciendo aquí? —Pregunté a su pregunta.
Él hizo uno de sus gestos típicos.
—Pues veras, vine a visitar a tu familia un tiempo. Les avisé a tus
padres que venía. ¿Acaso no te da gusto verme? —Sus palabras abrazaron
mi rencor.
Había una maleta de color negro a su lado y su perfume hizo que me
doliera la cabeza.
—Realmente no imagine la posibilidad de volver a verlo. Ha pasado
mucho tiempo. Yo no esperaba esto
Asintió. El tío Tom traía su barba de color negro azabache y unos ojos
muy profundos a oscuridad.
—Pues mira, quise sorprenderlos y aquí estoy —puso su mano sobre
mi hombro y comenzó a menear su pulgar sobre la tela de mi playera.
Aquellos momentos tan oscuros volvieron a mí. Era como si la
realidad intentara confundirme con el pasado.
—¿Todo bien Miranda? —La pregunta de Emilio me trajo de vuelta a
la situación que estaba por venir.
Emilio puso su mano sobre mi hombro y se le quedo mirando al tío
Tom con cierto aire de desconfianza.
—¿Qué hace usted aquí? —Le preguntó Emilio con un semblante
firme.
Tom se le quedo mirando un instante con una sonrisa cínica.
—Lo mismo te pregunto muchacho. ¿Acaso está es tu casa?
Emilio apretó el puño con toda la fuerza que su cuerpo poseía. Vi
enojó en él.
—Tranquilo Emilio —dije tomando su mano—. Dice que mis padres
ya saben sobre su visita.
Tom entro a la casa. Vestía un traje negro con una camisa blanca y
una corbata roja como la sangre. Sus zapatos estaban bien lustrados.
—¡Gracias por tu hospitalidad Miranda! —La voz de Tom a veces era
irritante—. Iré a la habitación de huéspedes.
Emilio y yo nos quedamos de pie en la entrada de mi casa. Su mano
aún seguía unida a mi hombre, le conduje hasta mi habitación y cerré la
puerta con seguro. Di un par de vueltas por todo mi mundo y terminé
turbándome en la cama con un poco de desesperación. ¡Mis padres no
estaban! Y ni siquiera me habían avisado que Tom vendría.
—¿Quieres que me quede contigo? —Preguntó Emilio con
preocupación.
Subí el volumen a la música y Emilio termino tumbándose en la cama
también.
—¿Por qué crees que este aquí? —Le pregunté con inquietud.
Emilio pensó un instante.
—No tengo ni la menor idea —se rascó la mejilla derecha —. Pero no
confió en él.
Emilio se quedó a dormir esa noche en mi habitación ya que mis
padres no regresarían.
***
Al día siguiente en la escuela, encontré una nota en mi mesa de
trabajo, decía:

"Si no puedes dormir, deja que las estrellas velen por ti".

—Encontré esto en mi pupitre —le dije a Emilio.


Los dos estábamos sentados en las gradas del campo de fútbol.
—¿Otra nota? —Él estaba comiendo una torta de milanesa—. ¿Quién
será tu anónimo?
—¡La verdad es que no se! —Sonreí encogiendo mis hombros.
Después del receso, tuve taller de lectura. El profesor Édgar era quien
impartía el taller y parecía que toda la escuela comenzaba a hacer
preparativos para la finalización del ciclo escolar. Mientras pensé:
—¿Como me ira en estas vacaciones de verano? ¿A donde podría ir?
—Estamos a dos meses de finalizar el ciclo escolar y se nos pide que
promovamos una actividad que relacione su juventud, con la escritura. Esta
actividad debe incluir a toda la escuela y debe ser una actividad
completamente recreativa y educativa. ¿Alguna propuesta? —Dijo el
profesor Édgar.
Todos estaban en silencio. Nadie parecía opinar. Los alumnos de la
clase parecían mirarse sin tener idea alguna de lo que podríamos promover
como actividad para toda la escuela. Entonces recordé la nota de esta
mañana y las otras dos que había recibido en días anteriores. ¡Yo tenía un
escritor anónimo!
No dude en opinar.
—Podemos escribir cartas y entregarlas de forma anónima —dije y
todos se giraron a mirarme—. Será el buzón anónimo de la escuela, donde
podrás escribirle a tu platónico o platónica, podrás expresar cosas sin que la
otra persona se enteré de tu identidad y los chicos podrán desahogar sus
sentimientos. Podemos instalar algunos buzones con propaganda chida y
nosotros como miembros de este taller, nos encargaremos de entregar el
mensaje al destinatario.
El profesor me estaba mirando. Se quedó pensando unos segundos.
—¡Yo pienso que es una buena idea! —Dijo Laura—. Lo de
“platónico” me interesa.
Escuché algunos murmullos entré mis compañeros.
—¿Alguien más apoya la idea de Miranda? —Preguntó el profesor.
Para mí sorpresa, todos alzaron la mano, hasta el profesor Édgar.
—De acuerdo. Es un acuerdo grupal —dijo el profesor—. Miranda,
explícanos más sobre tu idea. ¡Tú serás la que llevara la delantera!
¡Abrí los ojos como platos! ¿Yo llevaría la delantera?
—Primero, debemos planear lugares estratégicos donde plantar los
buzones. Segundo, al principio nos costará que los demás estudiantes
participen, por ello, tendremos que escribirnos entre nosotros para
promover más la actividad. Tercero, necesitamos publicidad, ¡anunciarles a
todos que el correo ha vuelto a nosotros! Y cuarto, entregar las cartas a los
destinatarios.
—¡Muy bien! Laura. ¿Puedes ayudarle a Miranda con todos los
planes para esta actividad?
—¡Si claro! —Dijo ella muy animada.
—¿Alguna otra cosa? —Me preguntó el profesor.
—Más tarde les mandaré lo que les toca hacer a cada quién.
El timbre sonó por toda la escuela, anunciando el fin de otro día
escolar. ¡Qué bueno!
Mientras caminaba para salir del taller, Laura se aproximó a mí. Ella
era una chica de estatura baja, tenía el cabello lacio y unos ojos grandes con
unas pestañas como de vaca. ¡Es una chica simpática!
—¡Estoy súper emocionada con tu idea! —Exclamó ella.
La emoción se podía escuchar en su voz. Llevaba unos libros
abrazados a su pecho.
—Qué bueno que estés emocionada, yo igual estoy algo emocionada
—dije.
Ella era la primera chica del colegio con la que yo platicaba después
de mucho tiempo.
—¿De dónde sacaste esa idea? —Preguntó curiosa—. ¡Ojalá me
escriban!
El ver a alguien feliz por una idea mía, me hizo sonreír.
—Pues no sé, se me ocurrió nomás. Ya sabes, de repente uno tiene
ideas y así —ni yo misma creía lo que estaba diciendo.
Las dos caminábamos por el pasillo que conducía a la salida.
—¿Quieres que vaya a tu casa? —Me preguntó y eso me hizo pensar
—. ¿O prefieres que yo vaya a la tuya?
¡Eso no lo había pensado! Yo no era de las chicas que llevaban
amigas a su casa, porque pues 1) no tengo amigas y 2) soy la antisocial.
Emilio estaba esperando ya en su auto.
—Ven a mi casa, por favor —le dije.
Ella asintió emocionada. Intercambiamos números.
—¿Tienes una amiga? —Me preguntó Emilio.
Subí al auto.
—Sabes que la palabra “amiga” tiene un significado fuerte para mí —
dije—. Ella es una compañera del taller de lectura.
—¡Oh! Al menos ya hablas con más personas que no se llamen
Emilio —él sonrió.
Me gustaba ver a Emilio sonreír, se veía muy mono.
—¿Celoso? Aldo y Laura parecen ser buenas personas.
—Lo sé. Me da gusto que ya socialices un poco más.
Encendió el motor.
—Si. Pues, Laura vendrá a mi casa está tarde. Estamos trabajando en
un proyecto del taller.
Emilio se sorprendió más.
—Así que no me ayudarás está tarde con la tarea.
—¡Obvio que sí! Yo te ayudo a hacer la tarea y Laura me ayuda a mí
con lo del taller. ¿Contento?
—¡Más que contento!
***
Esa tarde después de regresar a casa, me propuse no concentrarme en
el tío Tom. Comimos Spaghetti con pimientos y fajitas de pollo con más
pimientos. Subimos a mi habitación. Comenzamos con la tarea, Laura llegó
a mi casa a las cinco treinta.
—¡Hola! —Me saludo ella tras abrirle la puerta—. ¡Tu casa es bonita!
—¡Gracias! —La invite a pasar.
Subimos a mi habitación. Emilio estaba trabajando en su tarea
sentado frente al escritorio y estaba muy concentrado.
—¿Emilio es tu novio? —Me susurro Laura.
—¡No! —Le respondí riendo—. Él es mi mejor amigo.
Emilio se giró a mirarnos.
—Emilio, ella es Laura —dije para presentarlos—. Laura, ya conoces
a Emilio.
Emilio arqueó una ceja.
—¡Hola Laura! —Le saludo él.
—¡Hola Emilio! —La chica siempre llevaba una sonrisa en el rostro.
Laura y yo comenzamos a trabajar sobre nuestro proyecto para el
taller. Hicimos una lista de cada participante y anotamos la actividad que
cada miembro del taller debería realizar.
—¡Me gusta mucho tu habitación! —Me dijo ella. Laura parecía
distraída—. Es muy ochentera.
—¡Gracias! Qué bueno que te gusta. Si me gustan las cosas retro, ya
sabes.
—Tú fuiste a la fiesta de Jules, ¿cierto? —Preguntó ella—. Te vi a lo
lejos, ya no pude saludarte.
Emilio se me quedó mirando con una sonrisa por lo que Laura me
estaba diciendo.
—Sí, fui a la fiesta. Yo no te vi.
La chica seguía sonriendo. ¡Que bárbara!
—Es que estaba en la mesa de bebidas —comenzó a reír—, me pase
de copas.
Y a veces las personas nos van a mirar más de lo que nuestros propios
ojos pueden ver de nosotros.
Terminamos mandando por mensaje de texto las asignaciones a cada
compañero del taller. A Laura le tocó diseñar y hacer un buzón. A mí me
tocó diseñar la estación madre del correo. ¡Que chido!
—Espero que está actividad haga cosas buenas por los demás —dije
serena.
Emilio había terminado su tarea. Estaba a punto de irse. Laura
hablaba por teléfono con su mamá.
—A mí me parece que es una buena idea. Sabes que te ayudare a
promocionar tu idea.
—Gracias Emilio —le dije sonriente—, la verdad es que tuve está
idea por las notas que he recibido. Ya sabes, tengo “un anónimo”.
Emilio se sorprendió un poco, pero al final solo asintió.
—¿Quién crees que sea tu anónimo?
Recordé que el color de la nota era gris y la tinta de cada letra era
azul.
—¡No sé! Quizá es alguien cuya poesía necesita compartir.
Me encogí de hombros.
—¿Y no te da curiosidad descubrir quién es? —Emilio frunció ambas
cejas de forma coqueta.
Sonaba algo de Andrew Younker, me gustaba su música.
—La verdad es que no. Pero, si algún día llegó a conocer a mi
anónimo, me dará mucho gusto.
***
Esa misma noche termine de leer un libro, Laura se fue a las ocho
treinta. Las luces de mi habitación estaban encendidas. Entonces golpearon
la puerta de mi habitación.
—¿Quién? —Pregunté con desconfianza.
Pero no hubo respuesta alguna. La perilla de la puerta parecía querer
girar, pero el seguro impedía que la puerta se abriera.
—¿Quién es? —Volví a preguntar.
La música sonaba suave en mi habitación.
—¿Desde cuándo cierras con llave la puerta de tu cuarto? —La voz
de mamá me calmo un poco—. ¿Todo bien contigo?
Mi madre tenía el ceño fruncido justo cuando abrí la puerta. Llevaba
puesto un vestido de color coral y los labios pintados en color tenue a juego
con su ropa.
—Todo bien, estaba leyendo un poco.
Ella se acercó a mí y beso mi mejilla. Parecía contenta.
—Iremos a cenar con el tío Tom, ¿quieres venir con nosotros?
Tenía mucho tiempo que no salíamos a cenar juntos. ¡Que sorpresa!
Pero el tío Tom iría con nosotros.
—Tengo que escombrar mi habitación —dije rechazando la invitación
—, si me gustaría ir con ustedes, pero aún me falta mucho.
Mamá me miraba con serenidad. Ella era guapa.
—¿Por qué no le pides a Lupita que te ayude con eso? —Me sonrió
de repente—. Anda, vamos a cenar todos juntos.
Y efectivamente, esa fue la primera vez en mucho tiempo que
escuchaba a mi madre decir que quería que cenáramos todos juntos.
—¡Está bien! —Le dije con una sonrisa en el rostro—. Bajo en un
momento.
Me puse un suéter, tomé mi cámara y me dispuse a bajar sin recordar
el pasado. Resulta curioso, pero es cierto: los recuerdos son momentos que
cicatrizan en nosotros, cicatrices que están para recordarnos lo que fuimos
algún día.
Esa noche fuimos a cenar al Toks. Mi padre estaba junto a mi madre
(me dio gusto por nosotros), mis padres estaban junto a mi después de
mucho tiempo lejos de casa y yo estaba aquí a causa de que el tío Tom
estaba con nosotros. Cada quien pidió lo que más le apeteciera. Yo pedí un
consomé de pollo y un plato de pasta junto con una costilla de res. ¡La
cena!
—¿Te gusta estar de regreso? —La pregunta de mi padre hacia mi tío
Tom me hizo pensar demasiado.
Tom sacudió su copa de vino y termino dando un trago suave.
—¡Por supuesto! Me gusta estar con mi familia.
El tío Tom era el único hermano de mi papá. El hermano menor que
tiene un alma perversa y malévola. ¡Que escalofríos!
—¿Cuánto tiempo te quedaras con nosotros? —Preguntó mi madre.
Yo termine de beber un poco de vino. ¡Si se beber alcohol con
moderación y sin ella!
—Aun no lo sé —dijo con una sonrisa en el rostro—, pero agradezco
el que me acojan de nuevo en su familia.
Papá me hizo tomarle una foto con su hermano. Al final, le pidió al
mesero que nos tomará una foto familiar después de la cena. ¡Que fotito tan
más emblemática!
Mi celular vibro en ese momento.

Mensaje de Emilio.
Emilio:¿Necesitas compañía? ¿Cómo va todo?
Miranda:Creo que hoy podre cuidarme sola, todo está bien. Gracias
por preocuparte.
Emilio:¿Estás segura?
Miranda:Si. Por cualquier cosa, te mando mensaje más tarde.
Emilio:Okey. Descansa. Y ten cuidado por favor. Te veo mañana.

Al regresar a casa me despedí de todos, les di las buenas noches y fui


a encerrarme en mi habitación. Conecté los audífonos Bluetooth a mi IPod
y puse la playlist de Indke (yo la había hecho en Spotify). Me quite la ropa,
me puse la pijama, cepille mis dientes, orine un poco y al final me recosté
en mi cama. Antes de dormir, comencé a observar detenidamente el techo
de mi habitación, era de color blanco y la luz tenue le hacía parecer que
brillaba para mí. Revise las fotografías de esta cena y me dio gusto verme
sonreír. ¡Yo estaba sonriendo!Entonces comencé a pensar que la vida tiene
belleza y es uno quien debe intentar hacerla florecer.
CAPITULO 4

Desperté a la hora de costumbre, seis en punto de la mañana. Me


aliste para ir a la escuela y Emilio paso por mí exactamente a las siete en
punto.
—¿Cómo te fue? —Preguntó con cierta preocupación.
Él llevaba puesto su uniforme, su cabello algo alborotado y sus ojos,
sus bonitos ojos le hacían ver muy guapo.
—Todo fue normal. Pude dormir bien y me siento demasiado genial
—dije con una gran sonrisa.
Emilio se me quedó mirando un poco extrañado. ¡Mi positivismo no
era normal!
—¿Saliste por la noche?
Yo llevaba el pelo suelto. Me había puesto un poco de brillo en los labios y
enchine mis pestañas.
—Si. Mi papá nos llevó a cenar al Toks. Estuvo bien —dije—. Tenía
años que no salíamos a cenar los tres juntos y bueno, con compañía. ¡Ya
sabes!
The Drums sonaba en el estéreo del Jetta de Emilio.
—Me da gusto por ti —sonrió mientras conducía.
El tiempo parecía pasar lentamente, estar con Emilio era una de las
mejores cosas de mi vida. ¡Sera muy afortunada la chica que logre
atraparlo!
En la escuela todo indicaba ir bastante bien. Matemáticas, química,
historia y todas las demás materias. En el almuerzo comí papas fritas y un
refresco de manzana. Esta vez no me senté en las gradas del campo
deportivo, me quedé en una de las mesas de la cafetería. Laura, la chica
sonriente se unió a mi mesa y las dos compartimos el almuerzo.
—¿Y cómo te fue con la idea del buzón madre? —Me preguntó ella.
La chica había trenzado su cabello, su tez es de color claro y sus
pestañas son rizadas.
—Pues la verdad, me fue bien. Emilio también me ayudará a ser
cartero… —le expliqué a Laura mi idea. Para el buzón madre tendríamos
que instalar cinco tiras de hilo en un muro, obviamente, en el aula del taller.
Conseguí pinzas de madera pequeñas para sujetar las cartas a las cintas.
Tendríamos una mesa donde juntaremos toda la correspondencia, por
turnos, dos chicos se encargarían de clasificar las cartas en la pared de hilos.
Son cinco tiras de hilo por qué habrá cinco parejas de carteros los cuales,
como bien lo dice su nombre, repartirán la correspondencia al destinatario
—. ¡Y listo! Espero que está idea tenga éxito.
—Suena genial —dijo Laura después de morder una manzana—, ya
espero a que esto se ponga en marcha.
Al finalizar el receso, ella y yo caminamos hasta el salón del taller. El
profesor Édgar estaba de pie frente al pizarrón. Llevaba puesta una camisa
de cuadros, un pantalón negro y unos tirantes.
—¡Ya llegamos profe! —Saludó Laura.
Él se giró a mirarnos, tenía unos lentes en el rostro y una barba bien
poblada que acompañaba a su mostacho. ¡El maestro estaba guapo!
—Hola señoritas. Pasen —hizo una pausa, cerró el marcador con el
que estaba escribiendo—, ¿todo listo?
—Si. Estamos listas.
La clase empezó. Cada quien empezó a trabajar sobre su asignación,
yo me encargue de escribir en el pizarrón todo el plan. Laura estaba con
Paola y un grupo de chicas terminando de fabricar los buzones. Jared se
encargaba de la publicidad junto con otros compañeros.
—¿Necesitas ayuda? —Me preguntó el profesor. Yo estaba a punto de
pegar las tiras de hilo en la pared.
—Sí, bueno. Necesito instalar el buzón madre —le dije.
El profesor comenzó a ayudarme. Tomó una silla de trabajo y la
ocupo para llegar lo más alto posible. Le expliqué como debían ir las tiras
de cuerda y así las fue pegando; desde el techo y cada cuerda caía hasta el
suelo.
—¿Creé que funcione todo esto? —Le pregunté al profesor.
Se me quedó mirando, parecía pensar en algo.
—Si. Me parece que es una buena idea —sus labios formaron una
sonrisa.
Justo en ese momento, Jared termino de hacer la publicación. Un par
de compañeros fueron a la oficina del director y pidieron que se
transmitiera el anuncio del correo anónimo.
“¿Quieres decirle a tu Crush que lo amas? ¿Te da miedo a que
rechace tus sentimientos? No te quedes pensando en el que será, intenta
decirle lo que sientes de forma anónima. Sigue los siguientes pasos: Uno,
escríbele una carta. Dos, deposita tu mensaje en uno de los diez buzones
que se han instalado aquí en la escuela. Tres, el taller de lectura se
encargará de entregar el correo a tu susodicho o susodicha. Cuatro, el
miedo se te ira cuando sepas que crush sabe lo que sientes. ¿Que estas
esperando? Tú eliges si deseas firmar con tu nombre o si prefieres omitirlo.
¡Ponte a escribir cartas anónimas!”

Terminé de guardar mis cosas, todos ya se habían ido del salón. Esta
vez Laura no insistió en platicar conmigo. Se fue por qué tenía unos
pendientes que hacer con su madre. El profesor estaba limpiando el
pizarrón.
—¡Hasta mañana Maestro! —Dije a punto de salir del salón.
Él se giró a mirarme. Sostenía el borrador con la mano derecha.
—Miranda, ¿tienes un segundo?
El botón que estaba en medio del cuello de su camisa, estaba abierto.
Vellos negros salían de la tela. Me acerque a él.
—¿Ocurre algo? —le pregunté. Su mirada estaba puesta en mí.
—Quiero felicitarte por tu idea del buzón, realmente me parece una
gran oportunidad de promover lo clásico —dijo con una sonrisa en el
rostro.
—Gracias, espero que funcione —me encogí de hombros.
Asintió. Sus ojos eran grandes con unas pestañas bien rizadas y sus
cejas bien pobladas.
—Por cierto, ¿eres fotógrafa?
Su pregunta me sorprendió. ¿Cómo había llegado a esa conclusión de
mí?
—Pues leve. Así que digamos, una fotógrafa profesional, no, pero lo
intento.
Suspire. Él parecía tener curiosidad con mi respuesta. Saco su celular
del bolsillo, desbloqueó la pantalla y su pulgar parecía buscar a toda
velocidad.
—¿Eres @saturnsaudade? —me preguntó mostrándome un perfil en
Instagram.
¡Sí! Era mi perfil anónimo << aparentemente >> que enlazaba a mi
Tumblr. Tenía tres cantidades junto a mi foto. Ciento cincuenta
publicaciones. Treinta mil seguidores y doscientos seguidos.
—¿Le gustan sus fotos? —dije señalando a la pantalla.
Él se me quedó mirando con mucha curiosidad.
—Si. Son muy buenas.
—Pues parece que @saturnsaudade es una persona muy talentosa —
dije ocultando mi identidad en Instagram.
Entonces pensé. ¿Por qué mi maestro de lectura me preguntaba por mi
Instagram? ¿Cómo fue que había llegado a esa conclusión? Si se suponía
que él era un profesor de literatura, ¿cómo es que había decidido
relacionarme con la fotografía si no eramos muy cercanos?
—Si así es. Estoy trabajando en un proyecto donde necesito
fotografías, escuche un rumor sobre ti, aparte de que eres algo reservada,
supe que eres fotógrafa y muy buena por cierto.
¿Escuchó el rumor? Que cosas tan más curiosas.
—Pues no creo poder ayudarle porque no soy tan talentosa en la
fotografiá.
Me despedí del maestro quien parecía decepcionado por mi respuesta.
Caminé por el pasillo, baje algunos escalones, la escuela
comenzaba a vaciarse e imagine a Emilio en su auto esperándome un poco
desesperado. ¡Ya era algo tardé! Al salir de la escuela, caminé a toda
velocidad hacia el estacionamiento. Había algunos grupos de estudiantes
gritando sobre a quién le escribirían en el buzón anónimo. Busque el auto
de Emilio pero me sorprendió no verlo ahí. ¿Y ahora? Ya eran casi las
cuatro de la tarde, el taller había consumido algo de mí tiempo y Emilio no
estaba aquí.
Regresé a la escuela, caminé por el pasillo hasta llegar al campo
deportivo. Emilio estaba entrenando hasta tarde. Pateaba el balón, llevaba
su uniforme puesto y parecía respirar muy agotado. Mientras lo esperaba,
me senté en las gradas. Saqué mi celular, la pantalla estaba negra y no me
dio por prenderla. Me puse a pensar mucho en todo lo que estaba pasando
en mi vida estos últimos días. Pensé en mi conversación con el profesor
Édgar, en la fotografía, en mi familia y en Emilio. Mi pensar comenzó a
juzgar que la felicidad era algo que no había experimentado del todo,
porque mi familia no era estable. La única felicidad que conocía era la que
vivía con Emilio y su familia. Pero yo sabía que Emilio solo era un instante
en mi vida. Él conocía mi parte frágil y siempre se las arreglaba para
hacerme sentir fuerte. Hay días (no te lo puedo negar) en los que imaginó
una vida distinta a la que tengo, me hubiese gustado nacer y crecer un
pueblito lejano a la ciudad en la que vivo, construir una cabaña en el
bosque, tener gallinas y sembradíos de maíz y jitomate, vivir tranquila,
tomar fotos del crecimiento de cada estación anual como lo es el otoño y el
invierno. ¡Esos pensamientos me daban esperanza!
Vi que Emilio me estaba mirando, le saludé. Él me correspondió. El
entrenador sonó su silbato. De pronto vi como todos los jugadores
comenzaron a rodearse entre sí, como cuando las hormigas forman grupos
para flotar sobre el agua, así estaban todos esos chicos, rodeándose entre sí
intentando desgarrar la discusión que acababa de surgir entre Emilio y
Aldo. Vi como Emilio apretaba sus puños, Aldo le gritaba cosas y yo solo
estaba de espectadora. Baje a toda velocidad de las gradas, tire mi mochila
al suelo, pise el pasto del campo y me encamine a toda velocidad hasta
ellos. ¿Qué rayos pudo haberlos puesto en tan grande problema?
—¡Emilio, gobiérnate! —Exclamé, pero él parecía estar indispuesto a
escucharme.
Los demás jugadores jalaban a Aldo, pero este no soltaba a Emilio, lo
estaba golpeando con todas sus fuerzas. Rápidamente Aldo uso su puño
para hacer sangrar el labio de Emilio, Emilio uso sus brazos para darle la
vuelta a Aldo. Entonces los demás chicos dejaron de insistir y simplemente
se convirtieron en espectadores. ¡No estaban haciendo nada por detenerlos!
—¡Enséñale Aldo! —Decían todos los jugadores.
El entrenador no decía nada. ¿Y quién animaba a Emilio? Sin dudarlo
dos veces, tomé impulso y me metí en aquella pelea. Sujete a Aldo por los
brazos con todas mis fuerzas, Emilio logro darle un golpe en la cara y al fin
se pudo poner de pie. Aldo se giró y me apretó las muñecas con tanta fuerza
que hasta sus ojos se sorprendieron cuando noto la expresión de mi rostro.
¡Sus ojos se habían convertido en fragmentos de ira!
—¡Miranda! —Exclamó sorprendido.
Me soltó de golpe, unas marcas de color rojo aparecieron alrededor de
mis muñecas. Aldo apretó la mandíbula y sin dudarlo se echó a correr a los
vestidores donde la mayoría de los jugadores decidieron hacerle compañía.
Emilio seguía sangrando, su respiración era agitada.
—¡Estas hecho un asco! ¿Por qué peleaban? ¿Qué pasó?
Emilio se quitó la playera de su uniforme y la uso para limpiar la
sangre de su boca. Gotas de sudor escurrían en su espalda, me acerque a él.
—¡No es de tu incumbencia! —Dijo molesto.
Su respuesta no me sorprendió en nada, él estaba enojado y todos
sabemos que el enojó es algo que muy pocas personas saben disfrazar. Se
fue a los vestidores por sus cosas, caminamos hasta su auto, Emilio iba tan
concentrado en sus emociones (muy explosivas) que preferí no hacer
preguntas en el trayecto a casa.
—¡Gracias por traerme! —Dije y simplemente se me quedo mirando.
Emilio había estacionado el auto frente a su casa. Abrió la puerta y
bajo sin decirme nada. Caminó hasta la puerta de su casa y se metió sin
decir ni una palabra. Yo bajé del auto, atravesé la calle, entré a casa, subí a
mi habitación, puse música y me tumbé en el suelo hasta quedarme
dormida.
¡Me valía si Emilio no me decía nada! Después se calmaría.
¡Necesitaba dormir!
Es increíble poder soñar cosas que solo tu mente y tu comparten, de
las cuales muy pocas llegas a comprender. Los humanos soñamos para no
sentirnos vacíos en la penumbra de nuestro presente.
***
La mirada cercana de Emilio me asusta cuando abro los ojos. ¡Me
despertó!
—¡Rayos Emilio! ¿Qué es lo que intentas? —Le pregunté al ver qué
estaba demasiado cerca de mí.
Al momento de incorporarme sentí una corriente liquida nacer desde
mi nariz. ¡Sangre! Mi alma comenzaba a sangrar de nuevo.
—Intentaba ayudarte con esa hemorragia tuya —dijo sosteniendo un
trozo de papel higiénico con sangre—. Cuando entre a tu habitación te
encontré tirada en el suelo con un charco de sangre alrededor de ti, la neta
imagine lo peor.
Entonces comprendí que el rostro y la mirada de Emilio estaban
bañadas de inquietud. Sus manos estaban llenas de mi sangre.
—Tranquilo Emilio, solo dormía un poco y ya —la sangre seguía
saliendo—. Descuida, ahora me quito esta hemorragia.
Caminé hasta el baño y abrí la llave del lavabo, enjuague mi cara,
humedecí una toalla, la puse en mi frente. La porcelana blanca dejaba
escurrir el agua roja, me agaché, mi nariz seguía goteando. Las gotas se
impactaban y se desvanecían junto al agua. Me enderece, apreté mi nariz en
la parte superior y arquee mi espalda.
—¿Cómo vas? —pregunto Emilio desde el marco de la puerta.
—Aun no muero —dije sosteniendo la toalla sobre mí frente—,
puedes estar tranquilo.
Apreté mi nariz un poco y alcé el rostro. Dejé que las gotas de agua
que escurrían de la toalla recorrieran mi cara. Minutos después la sangre
dejo de fluir. Emilio me estaba mirando atentó. Se acercó al lavabo y
enjuagó sus manos, mi sangre se despegó de él.
—¿Cómo está tu labio? —Le pregunté.
—No fue nada grave, una pequeña abertura y ya.
Nos estábamos mirando a través del espejo. Su labio tenía una
abertura leve y había un moretón en su parpado derecho.
—Pues parece más que una simple abertura —dije mientras secaba mi
cara. Cerró la llave de agua.
—Gracias por intervenir, creo que sin tu ayuda Aldo me habría dejado
deforme la cara.
—¡Descuida! Creo que eso era lo más correcto que podía hacer —le
dije sonriendo—, eres mi amigo.
Tome la toalla y se la di. Se secó las manos. Salimos del bañó. Emilio
puso música.
—¿Qué haremos mañana? —Su pregunta me causo curiosidad.
—¡No lo sé aún! Aparte de ir a la escuela, no tengo idea —le dije
sentándome en mi cama—. Tal vez empiece a leer otro libro.
Se me quedó mirando. Se había puesto una playera negra estampada y
un pantalón café. Se sentó junto a mí, recargamos nuestras cabezas contra la
madera de mi cabecera.
—¿Quieres venir mañana a una fiesta en casa de Karen?
¡Otra fiesta! ¡Si que los adolescentes estamos urgidos en
complacernos a nosotros mismos!
—Emilio tú sabes que no me gustan las fiestas. Solo bebemos o
jugamos a cosas que no tienen sentido —dije sincera, aunque claro, no me
estaba lamentando el ir a la fiesta de Jules—. Si tú quieres ir, adelante.
Puedes ir a divertirte.
Emilio frunció un poco las cejas. Su mirada se alejó de mí por unos
instantes.
—Pero esta vez es diferente —dijo mirando la pared de mi cuarto—.
¡Te lo prometo! No beberemos.
Él deslizó su cabeza hasta mi hombro. Su cabello olía a champú Head
and Shoulders.
—No Emilio. No iré a ninguna fiesta mañana.
Y me acurruque junto a él unos segundos.
—Bueno, si cambias de opinión, ya sabes, me dices nomás.
Sonreí. ¿Que se supone que iba a cambiar? ¿Una opinión o una
decisión? ¡Que lastima que no podemos conocer el futuro con exactitud!
—Sí, yo te aviso. Aunque no creo.
Él sonrió también. Sus dientes aparecieron detrás de su boca con una
linda sonrisa que parecía brillar con la poca luz de mi habitación.
—Mañana comenzará lo del correo anónimo ¿no?
—Si. Mañana. La neta estoy algo emocionada.
—¿Así?
—Si. Seré una cartera por lo que dura el ciclo escolar. ¡Tú también!
—¿Crees que alguien me escriba? —Me preguntó él.
—Yo creo que muchas te escribirán. Estás en el equipo, eres de
tercero y no estás feo.
Él se incorporó, sus mejillas se habían ruborizado un poco.
—¿No soy feo? —Sus cejas estaban arqueadas. La comisura de sus
labios era perfecta.
—¡No! Tienes una buena cara y tu sonrisa ha de poner nerviosas a las
chicas que te admiran en secreto. ¡Te lo aseguro! Estas en el repertorio de
las chicas.
La sonrisa de Emilio es perfecta. ¡Él es un gran chico!
—¿Tú le escribirás a alguien? —Su pregunta hizo que mi pensar se
congelará.
Él dejó de sonreír.
—¿A quién podría escribirle? —Dije sincera—. Tú mejor que nadie,
sabes que no tengo algún enamoramiento por alguien. ¡Apenas y puedo ser
sociable!
Asintió.
—¿Crees recibir alguna carta anónima?
—Quizá sí. Quizá no. Eso lo sabré mañana.
En ése momento, justo cuando termine de hablar, la mirada de Emilio
se tornó apagada, nerviosa, molesta. ¡Tenía algo que le hacía sentir
intranquilo!
—¡Aldo te escribirá! —Excamó con algo de furia.
Entonces recordé la pelea.
—¿Por eso pelearon ustedes dos?
—No. Yo no tengo problema alguno en que él te escriba. Lo que me
molesta, el problema en sí, fue por lo que dijo de ti.
Su respiración se había agitado de repente.
— ¡Ah! Pues…
—Dijo que eres una chica fácil de engañar, que eres como las demás y
que sin duda alguna, él intentaría llevarte a la cama sin problema alguno.
Sus palabras me dejaron en shock por unos segundos. Mi respiración
se volvió un hilo de dolor. ¡Qué cosas piensa la gente de mí!
—¿Eso dijo él?
—Si. Les dijo a algunos chicos del equipo. Por eso peleamos, porque
me enoje tanto con él. La neta se pasó de lanza al haber dicho eso de ti.
Ahora Emilio lo había sacado, su mirada ya estaba tranquila.
—¡Pues bien! —Le dije sonriendo—. No debiste pelear con él por lo
que dijo.
—Miranda, tú sabes que…
—¡Lo sé! Yo también te quiero Emilio y doy gracias por tenerte en mi
vida, pero no quiero que te hagan daño por mi causa…
—Estoy bien, solo fue…
—Solo fueron palabras de un chico que no me conoce. ¿Acaso no es
un inmaduro?
—Si. Lo es. Pero ¿esperas que digan cosas feas de ti y yo me quedé
con los brazos cruzados?
—Solo espero que no des demasiada importancia a rumores que la
gente diga. La gente no es dueña de nuestras vidas, lo que ellos digan o
inventen, no debe importarnos. ¡No dependemos de ellos!
Él se quedó pensando. Me acurruque en su cabello y me abrazó.
***
A la mañana siguiente, mis padres discutían a pleno pulmón. El tío
Tom parecía divertido con los gritos de mi madre y el desayuno fue bastante
incómodo para mí. ¿Cómo puede alguien vivir entre gritos y maldiciones?
¡Qué barbaridad con mi familia! Tanto dinero que tienen mis padres y tan
poco amor el que recibo yo.
—¿Quieres que te lleve a la escuela? —Preguntó el tío Tom.
Eso fue muy inesperado.
—¡Gracias! Pero Emilio es quien me lleva.
La mirada del tío Tom parecía algo abrumadora.
—Bueno. Yo estaré en casa todo el día. Tal vez use la piscina que tu
padre mando a construir el año pasado.
Estaba por terminar mi cereal con leche.
—¡Qué bien! Espero que la disfrute.
De pronto comienzas a imaginar y sientes como tu espacio personal
es invadido por una sensación tenebrosa de oscuridad y miseria. La realidad
puede ser tan dolorosa que solo queda apretar el corazón y aguantar lo que
está por golpearte. ¿Me estaban golpeando justo ahora? Mamá salió
llorando de su habitación, me miraba con vergüenza y lejanía. Papá bajo al
comedor y yo solo había subido a mi habitación por mi mochila.
—¡Mis padres discutieron está mañana! —Le dije a Emilio.
Mi amigo conducía por el Boulevard Atlixcáyotl.
—¡Lo siento! Espero que lo arreglen pronto.
Esta mañana me había alistado el uniforme, me peine con unas
trenzas y me había propuesto ser positiva la mayor parte del tiempo.
¿Debería rendirme ahora?
—Si. Yo espero que hoy todo sea mejor para ellos. ¡Lo merecen! —
Dije tratando de ser positiva.
¡Quizá algún día mis padres cambiaran su actitud!
Man Love de Margot, sonaba en el radio del auto. Llegamos al
Carolino a la misma hora de siempre y pues todo normal. No te daré más
detalles de las clases o de mis profesores (no en este momento). Lo único
que sé, es que muchas y muchos estudiantes estaban dejando cartas en el
buzón que Laura había puesto a unos cuantos metros de la entrada principal.
¡Esto era un éxito!

CAPITULO 5

El receso había terminado cuando lo encontré recargado contra la


entrada de mi salón, era Aldo y todas las chicas de mi clase se le quedaban
mirando muy emocionadas. Él sonreía, tenía su camisa algo desabotonada y
su pecho era visible. ¡Parecía querer coquetear! ¡Qué cosa tan más extraña!
—¡Hola Miranda! —Me dijo él—. Quería disculparme contigo por lo
del otro día en el campo de fútbol.
Se refería a la pelea. Asentí.
—¿Querías? —Me le quede mirando fijamente. Sonreí—. O sea que
ya no quieres.
Se puso nervioso.
—Es decir, quiero disculparme.
Extendió su mano hacía mí.
—Está bien. Sin problema, todo bien.
Acepte su mano.
¿Qué esconde este chico? Su sonrisa era coqueta, los ojos que conocí
en aquella fiesta no eran los mismos.
—Pues bueno, mi clase ya va a empezar —le dije al ver qué no decía
nada.
—Es verdad. Te veo más tarde —dijo y no dejaba de sonreír.
Entré al salón, la señorita Carla estaba anotando en el pizarrón y los
demás conversaban. Todos me miraban, siempre hacían lo mismo, no
decían nada, solo pensaban. ¿Qué pensaban de mí? ¡Sabe! No tengo ni la
más remota idea. Me senté en mi banca y en la cubierta había una pequeña
nota.

“¿No te gustaría escribirme? ¿No sientes curiosidad por conocer a tu


anónimo? La dureza de la vida a veces puede hacerte sentir incompleto y
yo quiero que sepas que si te hace falta una mano amiga, aquí estoy para
ti.”
La tinta era de color azul y el papel era blanco. Mire a todos lados
intentando buscar a mi escritor, pero no tuve éxito. ¿Quién podría ser?
—Miguel —le susurré a mi compañero—. ¿Sabes quién dejó esto
aquí?
Y le mostré la nota.
—No. ¿Dónde la encontraste?
Me le quede mirando un poco extrañada. El chico estaba dibujándose
un tatuaje falso con un lapicero negro.
—¡No se me distraigan allá atrás! Miranda, Miguel —dijo la maestra.
Todos se giraron a mirarnos. No había donde esconderme. ¡No había
indicios de mi anónimo!
***
A las doce treinta abandone la clase de ética para ir al taller. Llevaba
mi bolso en el hombro, el pasillo estaba vacío y caminé hasta el aula. El
Carolino era un colegio de paga en la ciudad de Puebla. Los hijos de los
ricos venían aquí, pero a mí me daba igual si era una escuela cara o de
gobierno. Al final tantas matemáticas en charola de oro no me iban a
enseñar a respetar lo que de verdad importa. ¿Y qué importa? Las personas.
¡Las personas deben importarnos!
Dentro estaban todos esperando a que llegará. ¡Eso me sorprendió!
Todos parecían emocionados por comenzar con el taller, Laura estaba
hablando con mucha emoción y su típica sonrisa de niña boba. Jared me
miraba con curiosidad y el profesor Édgar llevaba unos tirantes puestos con
su vestimenta.
—¡Todos te estábamos esperando! —Dijo Laura tomando mi brazo.
—Ya me di cuenta, parece que yo soy la tardista en esta ocasión.
Mi sorpresa fue cuando vi las mesas, las habíamos colocado para
poner las cartas y allí estaban. Repletas de cartas. ¡Un éxito sin duda!
—Nos encargamos de vaciar todos los buzones —dijo Jared.
El profesor solo miraba a sus alumnos. De un segundo a otro, sus ojos
se posaron en mí y eso me hizo pensar un poco.
—Pues parece que hay que comenzar ya con la entrega de correo —
dije animada.
Cinco chicas armábamos paquetes de quince cartas, aún no usaríamos
el buzón madre debido a la gran cantidad de correo que habíamos recibido.
Los chicos se encargaban de ir a los salones y repartir las tarjetas. Le escribí
a Emilio para que ya no me ayudará de cartero, él estaba en su
entrenamiento.
¡Esto era una locura muy genial!
—¿Te imaginas como será cuando estás cartas tengan respuesta? —
Preguntó Jéssica.
La chica sostenía una carta de sobre azul.
—¡Tu idea es todo un éxito! —Exclamó Laura.
—¿Se imaginan recibir una carta?
Todas las chicas gritaron emocionadas. Estaban con su modo cursi
activado. ¡Qué lástima que yo no tengo modo cursi que activar!
—¡Ojala y yo tenga un anónimo! —Exclamó Jéssica con mucha
emoción.
En lo que regresaban los muchachos, nosotras nos encargamos de
hacer todos los paquetes posibles. Las demás chicas también fueron carteras
y el profesor Édgar, bueno, tuvo una reunión en la dirección.
—¿Cómo fue que se te ocurrió está idea? —me preguntó Diana.
Parecía que todos estaban muy interesados en saber el porqué de esta
idea. ¡Si supieran! Y tal vez si supieron con el tiempo.
—¡Miranda! —Llamaron mi nombré.
Joel entro al salón, había regresado de repartir correo. Su semblante
parecía emocionado y su boca hacia muecas mientras estaba recuperando la
respiración. ¡Había corrido!
—¿Qué pasó? —Le pregunté preocupada al verlo en tal situación.
—Acabo de recoger una carta en el buzón que estaba cerca del taller
de computación —su respiración era agitada—, es para ti.
El chico se acercó a nosotras, me miraba con atención y de pronto
alzó la mano. Había una rosa de color rojo con un talló fresco, parecía
recién cortada. La flor tenía amarrada una carta, el sobre era idéntico al
primero que recibí en mi casillero como primer nota anónima.
—¡Miranda! —Todas excitadas por mí.
—¿Seguro que es para mí? —Pregunté a Joel.
—Sí, estoy seguro de ello, dice Miranda —y señaló mi nombre
escrito en el sobre—. ¿Ves?
—Anda Miranda, tómala —dijo Laura.
Las miradas de mis compañeras me hicieron dudar de esto. De pronto
comencé a sentir timidez, nervios, miedo. ¿Por qué?
Habían pasado algunos días, semanas quizá desde que recibí la
primera carta. Este era mi secreto que solo conocía Emilio y ahora todas
estas chicas lo sabían. ¡Qué fastidio! Me dio miedo que la gente pudiera
conocer la verdad sobre mi sentir.
Dudando, tomé la rosa.
—¡Gracias! —Le dije a Joel.
—De nada —asintió con una sonrisa—. ¿Tienen más correspondencia
para entregar?
La mesa aún estaba llena, casi terminábamos de clasificar.
—Sí, mira, ten este paquete —le dijo Jéssica.
Ella tenía una atracción mutua por Joel, pero ninguno de los dos hacia
nada para dar el siguiente paso. Todos lo sabían en el colegio.
—¡Gracias! —Le dijo el muchacho.
Los dos se quedaron mirando unos segundos, sus manos se tocaron y
pudo existir en el ambiente una tensión que solo ellos comprendían.
—Bueno, nosotras estamos por terminar, les vamos a ayudar hasta
entonces.
Jéssica asintió y le dio la espalda a Joel. Él se marchó. Segundos
después, todas estaban intrigadas por saber de mi anónimo.
—Anda. ¿Qué dice la carta? —Paola estaba siendo muy insistente.
—Si la vas a leer, ¿no? —preguntó Laura.
¿Cómo me iba a quitar de encima a estas muchachas? Yo sostenía la
rosa aún entre mis manos, mis dedos acariciaron el listón de color rojo que
sujetaba la carta. ¡No podía leerla en público!
—Si la voy a leer, pero después de que terminemos de entregar estás
correspondencias —dije autoritaria.
Ellas se quedaron en silencio. ¡Qué alivio! Justo cuando
terminábamos de clasificar las cartas, el profesor Édgar regresó de su
reunión.
—¿Cómo van? —Preguntó acercándose a nosotras.
—Todo parece ir bien, vamos a ayudar a los muchachos a repartir
cartas —dijo Laura.
—Muy bien, esto está siendo un completo éxito.
El maestro sonreía, su mirada de pronto se congelo al mirar la rosa
que yo había puesto en sobre mi bolso y sus labios se curvaron en una
sonrisa.
—Sí, la idea de Miranda es súper genial —dijo Diana.
Entonces el maestro me estaba mirando con atención.
—¿Y esa rosa?
Todas dirigieron su mirada a mí. ¡Aquí vamos de nuevo!
—Se la dieron a Miranda —dijo Jéssica—. Parece que tiene un
anónimo.
Para ser sincera, ninguna de mis compañeras había recibido alguna
carta aún. ¡Somos del club de lectura! ¿Qué esperabas? La escuela no nos
tiene en alta estima. O al menos eso es lo que yo pensaba sobre mí.
—Oh, eso es bueno —dijo el profesor, aún me seguía mirando.
***
Estaba a punto de llegar a un salón de segundo grado cuando me topé
con Aldo. Tenía puesto su uniforme del equipo y parecía algo cansado.
—Miranda. ¡Que sorpresa!
—Si verdad. Pues ando repartiendo la correspondencia.
Se recargó contra la pared.
—Todo el mundo habla de eso —dijo él—, ya he recibido algunas
cartas en este día. ¡Eso me hace sentir admirado!
—Pues me da gusto —le dije—, muchas chicas admiran que estés en
el equipo. ¡Creo que les alborotas la hormona!
Su mirada se tornó curiosa, coqueta.
—¿Tú eres una de ellas? —Preguntó.
Parecía que él estaba malinterpretando mi postura.
—¡Para nada! Yo valoro a los muchachos del equipo, lo dan todo para
poder ganar —dije—, Emilio siempre está entrenando y yo imagino que tú
igual. Te esfuerzas demasiado para poder jugar. ¡Estás sudando en este
momento! Seguro entrenaste bastante bien este día. Por eso los admiro.
Cuando dije “Emilio”, su sonrisa desapareció.
Se me quedó mirando unos instantes. Eso me incómodo.
—¿Tú no has recibido alguna carta?
Me cambio el tema.
—No, aún no —dije. Oculte la verdad sobre mi carta y la rosa.
Arqueó sus cejas.
—Pronto recibirás una —dijo con mucho ánimo.
Me sorprendió escucharlo.
—¿Tú me escribiste algo? —Pregunté.
Justo en ése momento, el timbre sonó anunciando el fin de un día
escolar. Aldo comenzó a alejarse de mí.
—¡Te veo al rato!
—¿Al rato? ¿Qué habrá al rato? —pregunté incrédula.
Sonrió. ¡Maldito Aldo!
—¡Habrá fiesta en casa de Karen!
Muchos estudiantes salieron de sus salones y ahora el pasillo estaba
lleno. Aldo desapareció entre la multitud. Yo tenía tres cartas en las manos,
entré rápido al salón de ética y entregué la carta a un chico.
—¡Gracias! —Dijo él. Sus amigos comenzaron a hacerle burla.
Salí del salón y continúe mi caminó hasta el salón del club. Emilio me
había escrito un mensaje.

Emilio: Tardaré unos diez minutos para terminar el entrenamiento.


Miranda: Está bien, yo terminaré el taller.

Llegué al club, todos ya estaban ahí guardando las cosas.


—¿Cómo les fue? —Les pregunté.
—¡Todo chido! —dijeron los muchachos.
Caminé hasta el buzón madre, Diana había empezado a colgar las
cartas en las tiras.
—¡Gracias por todo el trabajo en equipo! Era hora de salir de aquí.
El profesor Édgar aplaudió. Di unas palmadas suaves que terminaron
en un aplauso afectuoso. ¡Estábamos felices!
—Pues muy bien muchachos, señoritas. ¡Lo están logrando!
El maestro me estaba mirando, sus pupilas se habían congelado en mí.
Dejé las cartas que me sobraron, las puse sobre la mesa. Empecé a guardar
mis cosas cuando me di cuenta que la carta no estaba donde yo la había
dejado. ¡Qué barbaridad!
—¿Buscas esto? —Me preguntó Laura, al ver qué yo buscaba como
desesperada.
Ella sostenía la rosa y mi correspondencia. La chica no estaba
sonriendo está vez.
—Sí, muchas gracias por encontrarla —le dije extendiendo mi mano.
Ella se negó a darme lo que me pertenecía.
—¡Ábrela! —Dijo con tono autoritario—. ¡Ábrela!
Su forma de actuar me saco de onda. ¿Por qué estaba está chica tan
sedienta de saber mi secreto?
—La voy a abrir cuando esté en casa —le respondí—, devuélveme mi
carta. ¡Por favor!
Ella arqueo sus cejas, parecía enojada.
—¡No te la voy a dar! —Dijo sería—. Yo misma abriré la carta.
Los demás estaban viendo la situación tan inmadura que Laura había
creado. Ella deshizo el nudo del listón, tomo el sobre y comenzó a
romperlo.
—¿Qué te crees? —Dije sería, me acerque a ella y tomé la carta.
Ella no la soltaba.
—¡Quiero saber! —Gritó y entonces me empujó contra las blancas.
Perdí el equilibrio, sentí un dolor en el estómago y mis pies se
encontraban inestables. ¡Estaba cayendo! Pero no. No toque el suelo, ni me
golpeé contra las bancas. Sentí sus manos tomar mi cintura, su cuerpo me
estaba abrazando, protegiendo mi ser de hacerse dañó.
—¿Qué ocurre aquí? —Preguntó el maestro.
Laura se quedó callada, con la carta en mano.
—¡Nada! Solo estábamos… —dijo ella fingiendo con su sonrisa.
Édgar aún me estaba sujetando de la cintura. Estábamos cerca, vi su
mostacho muy de cerca de mi rostro y eso hizo que mi cuerpo se
estremeciera.
—¡Mientes! Ella quiere obligarme a qué le lea mi carta, quiere saber
lo que me escribieron.
Me aparte del profesor. Él se acomodó el cuello de la camisa.
—¿Es eso cierto Laura? —le preguntó.
Ella no sabía dónde esconderse ahora.
—Si —admitió cabizbaja.
—Pues eso está muy mal, debes respetar a tu compañera, a todas tus
compañeras. Dales privacidad y empatía.
Édgar la estaba regañando. Yo sentí un poco de dolor en mí corazón.
¿Por qué estaba actuando así está chica? ¡No lo sé! ¡Nunca lo supe! Las
demás chicas del taller estaban mirando mal a Laura. ¡Nos faltaba tener
empatía!
—¡Lo siento! No era mi intención.
—Descuida, ya pasó —le dije.
En ése momento vibro mí celular. Era Emilio. Sus padres lo
necesitaban en casa.
—¿Te encuentras bien? —Me preguntó Édgar.
Tal vez era mi imaginación, o mi vista que estaba fallando, pero
empezaba a notar raro a mi profesor de literatura.
—Sí, estoy bien. ¡Me tengo que ir!
Me despedí de todos, tomé mi bolso y salí del salón con la rosa en la
mano. Salí de la escuela con una carta para mí alma.
***
Miranda:

¿Cómo te has sentido últimamente? Soy consciente de que ya han


pasado algunos días desde que recibiste algunas de mis notas, hoy te
escribo por qué una nota no me alcanzaría para poder explicarte. Espero
que la rosa sea de tu agrado, te he estado observando y llegué a la
conclusión que las rosas rojas combinan contigo. ¿Sorprendida? Por eso es
que decidí obsequiarte esta flor atada a un sobre como este.
¡No tengas miedo! No te voy a hacer daño, lo último que quiero es
lastimarte. Puedes estar tranquila. Una chica de tu edad tiene tantas cosas
que aprender, pero tú ya has aprendido cosas que no todas las chicas de tu
edad conocen. Eres fuerte. Valiente. Estás llena de vida. ¡Lamentó mucho
todo lo que te sucedió! Imaginó que existe un gran dolor en tu corazón, tu
pasado está muy oscuro que la luz de tu presenté aún no logra iluminar por
completo tu vida. ¿Y algún día podrás sentirte libre de todas esas cargas
que te atan a un sufrimiento innecesario?
Niña querida, te doy mis condolencias por todo lo que estás viviendo
y lo que estas por vivir. Solo espero que aguantes los golpes que esta vida
aún te dará.
¡Ánimo! Te escribiré pronto.
Tuyo, Anónimo.
P.S. ¡Felicidades por lo de tu blog en Instagram! Eres toda una
celebridad en la fotografiá. ¡No todo el dolor se expresa llorando o
gritando! El arte también es una clase de dolor que artistas como tú
plasman en sus obras.

El escritor anónimo adjunto una impresión de un screenshot de mi


perfil en Instagram, @saturnsaudade. Automáticamente, mi mente comenzó
a ser arrollada por una ola de preguntas. ¿Por qué? ¿Por qué recibo cartas
como está donde me dice que la vida me golpeara aún más? ¿Cómo era
posible que un anónimo me estuviera hablando de mi pasado? ¿Cómo
puede asegurar que ese blog es mío si ni Emilio es consciente de ello? Me
puse a pensar. La rosa estaba en mi escritorio, la ventana dejaba entrar aire
y la música se estaba opacando con la discusión de mis padres.
¡Si! Mis padres estaban en casa, cosa que era muy extraña en mi vida,
ellos nunca estaban en casa, ni se la pasaban juntos. ¿Qué estaba pasando
entonces? Solo había una cuestión que parecía ser la respuesta a todas mis
dudas.
El anónimo era para mí, pero yo no era tan anónima para él. ¡Él me
conoce!
CAPITULO 6
—¡Fue un error el casarme contigo! —Exclamó mi madre antes de
desaparecer por completo de mi vida.
Se escuchó un golpe fuerte.
—¡Muérete! —Le contesto mi padre.
El sonido de una botella rompiéndose me hizo ponerme de pie. Yo
aún sostenía la hoja de papel, la carta.
"Solo espero que aguantes los golpes que esta vida aún te dará".
En ese instante, en ese segundo, cuando sus bocas se ofendieron al
grado de desearse la muerte, mi mente relaciono las palabras de la carta con
lo que estaba pasando. Abrí mi puerta, por el pasillo vi a mi madre dirigirse
a bajar las escaleras. Comencé a perseguirla, ella llamaba por teléfono, bajo
a toda velocidad, no escuchaba mi voz, abrió la puerta principal y un auto
de color negro la estaba esperando.
—¡Mamá! —Exclamé desde la puerta con todas mis fuerzas.
Ella se giró a mirarme, sostenía su celular contra su oído. Se me
quedó mirando y sus labios simplemente se movieron formando la frase ¡lo
siento!
Note que el tío Tom se estaba riendo detrás de mí. ¿Qué se supone
que debe hacer una chica de dieciséis años ante los problemas ajenos? ¿Qué
puede hacer una chica cuando sus padres discuten y deciden separarse?
Sentí ganas de llorar. La tristeza y la vergüenza me hicieron desear no haber
dudado en detener a mamá.
—¡Parece que tú madre es una cualquiera! —Dijo el tío Tom.
Sus palabras me dieron coraje.
—¡Cierre la boca!
Se acercó a mí, puso su mano en mi hombro.
—¡Tú también lo eres! —Acarició mi hombro.
Le empujé. ¿La carta se refería a esto también?
—¡Me da asco, viejo maldito!
Subí a mi cuarto, vi que la habitación de mis padres estaba abierta,
papá hablaba por teléfono. Cerré mi puerta y me desnudé por completo. En
ese momento sentí que mi alma comenzaba a fragmentarse. Tome una
combinación de ropa y me vestí como toda chica retro. Amarré mis agujetas
y me arreglé la cara. ¿A estas cosas se refería el anónimo? Si la vida quería
golpearme entonces yo debía intentar defenderme. ¡No me quedaría en casa
está tardé!
Camine con mucha decisión, atravesé la calle y toqué el timbre de su
casa. ¡Estaba decidida! No permitiría que los problemas ajenos me
impidieran ser feliz hoy.
—¡Hola Miranda! Pasa, pasa. —La madre de Emilio era como el
sueño de madre que yo nunca podría tener—. Emilio está en su habitación.
Subí las escaleras, la casa de Emilio también era grande. Caminé por
el pasillo y entré a su habitación. Lo encontré saliendo del baño. ¡Se había
duchado!
—¡Miranda! ¿Todo bien? —Parecía que le sorprendía verme allí. Era
más común que él fuera a mi habitación.
Emilio había salido del baño con un boxer de color gris. Su cabello
estaba mojado y aún había gotas de agua escurriendo por su abdomen y su
espalda. Sus músculos estaban bien marcados y su cara era perfecta.
—¡Quiero ir a la fiesta en casa de Karen! —Dije muy decidida.
Emilio parecía un poco sorprendido por mi respuesta. Sonrió unos
segundos. Llevo su codo hasta su boca y comenzó a toser.
—¿Todo va bien contigo?
Él me estaba mirando fijamente con mucha curiosidad. Su pecho te
daba la impresión de que entrenaba mucho y su abdomen, bueno, podrías
lavar ropa en ese lavadero.
—Tú me conoces perfectamente. ¡Tú responde esa pregunta!
Emilio asintió, sonrió un poco y se vistió. Su mamá preparo arroz con
pollo y comimos algo antes de ir a casa de Karen.
***
Esta vez no describiré como fue llegar a la fiesta porque quiero que tú
mismo te lo imagines y si gustas, puedes añadirle más cosas a la escena.
Solo si te contaré que antes de entrar, yo estaba consciente de que mi alma
no se encontraba bien. Por ello decidí encender la grabadora de voz de mi
celular, porque si fuera el caso que yo terminaba borracha o con una resaca
enorme, quería escuchar todo lo que pasó.
—¿Quieres ir allá con los chicos del equipo? —Preguntó Emilio
señalando al grupo de jóvenes.
Asentí, nos acercamos hasta la mesa donde estaban y su mirada
parecía ser de sorpresa por vernos ahí frente a ellos.
—¿Quieren una cerveza? —La voz de Aldo apareció detrás de
nosotros.
Él había dejado que un poco de alcohol escurriera por su cuerpo.
Emilio se giró a mirarme y entonces se apresuró a abrir la boca para
negar que no beberíamos en aquella fiesta. ¡Yo le había pedido que no
bebiéramos!
—¡Si! Si queremos —Respondí con serenidad.
Emilio se sorprendió por mí petición y me dio un golpe con su codo.
Yo solo sonreí. Aldo nos pasó dos cervezas, ese chico llevaba una mejilla
con un moretón tenue y sus manos tenían rastros de golpes. ¡La pelea del
otro día!
—¡Gracias! —dije.
Si tú estuvieras en mi lugar en este momento, ¿qué estarías haciendo?
El sonido de la música comenzaba a hacerse presente entre toda la multitud
de jóvenes alocados.
—Lamento haberte golpeado la cara, creo que no medí mi
temperamento —Aldo se estaba disculpando con Emilio.
Emilio se sorprendió, me miró con extrañamiento y asintió. Entonces
tomé a Emilio de la mano, sentía frío. El ambiente que tiene una fiesta de
adolescentes es sumamente pesado. Mi alma estaba llena de muchas cosas.
Me sentía en una revolución de emociones y lamentablemente no pude salir
con vida de aquella batalla. Mi deseo de ser positiva se había caído al suelo
y yo misma había pisoteado con todas mis fuerzas ese deseó. Los
bombardeos a mi cerebro eran muy dolorosos, mi corazón latía, pero no se
sentía satisfecho. ¿Por qué mis padres habían discutido tan fuerte? Todos
me decían que bebiera, que continuara dando tragos de cerveza y al final
termine perdiendo el control de esta batalla. Me levanté de mi asiento, comí
muchos panques con droga y la confusión se volvió mucho peor después de
descubrir que estaba ebriamente-redrogada. Fui al sanitario un montón de
veces, Emilio me tomaba de las muñecas para que dejara de beber, pero mi
imprudencia pudo más que cualquier otra cosa. ¡Que tontos somos los
adolescentes algunas veces! Yo estaba realmente molesta con mis padres.
Sonaba una canción con un ritmo chido. Era una de Calvin Harris.
¿Cuál era? Sweet Nothing.
—¿Quieres jugar con nosotros? —Dijo una chica.
Asentí. Con algo de torpeza me pude sentar al lado de los demás
jugadores. Vi como giraba una botella de cerveza vacía sobre el suelo.
¿Verdad o reto? Un grupo de chicos y chicas jugaban. La botella se detuvo
justo apuntándome a mí.
—¿Verdad o reto? —Me preguntaron.
Emilio se había quedado con los chicos del equipo.
—¡Verdad! —Respondí.
Me hicieron una pregunta que no logré recordar hasta que escuché la
grabación. Todos comenzaron a reír por mi respuesta. Giraron la botella
muchas veces. Decían muchas cosas, había besos, ropa interior y muchas
tonterías que solo las burbujas de cerveza te hacen hacer.
—¿Verdad o reto?
Otra vez me había tocado a mí.
—¡Reto! —Respondí con voz mareada.
Me pasó una botella de cerveza. Admito que sabía muy bien, que las
burbujas resbalan dentro de mí y que a mi alma aquella sensación era tan
fresca, me resultaba muy excitante. Me hicieron caminar por la sala, me
vendaron los ojos y de pronto sentí que podía volar.
¿A donde podría volar?
—Tu reto consiste en descubrir lo que se esconde en la habitación del
anonimato —dijo un chico.
Entonces un escalofrío recorrió mi espalda. ¿La habitación del
anonimato? La música seguía sonando, había escándalo y de pronto, a pesar
de estar mareada, mis ideas comenzaron a aclararse. ¿Anonimato? Me
llevaron a la planta de arriba. Escuche que abrieron una puerta y la
excitación de mi alma pareció frenarse de repente.
—¿Se supone que aquí es donde está el anonimato? —Pregunté
sintiéndome insegura.
No podía ver nada.
—No tengas miedo. Goza. Vive. ¡Disfrútalo! —La puerta se cerró.
—¿Qué se supone que debo disfrutar? —Pensé.
Tenía los ojos vendados, me habían traído a una de las habitaciones de
la casa de Karen. Entonces la pregunta que surgió en mi fue: ¿Estoy sola?
El sonido de la música se podía escuchar, comencé a caminar con
lentitud. Muy sigilosamente. Paso a paso hasta que sentí que alguien me
tomo de las manos. ¡Que rayos!
—¿Quién eres? —Pregunté pero no hubo respuesta—. ¿Quién eres?
Mi corazón comenzó a latir rápidamente y la intriga comenzaba a
desesperarme. ¡Malditas fiestas de adolescentes!
—No tengas miedo —susurro a mi oído.
Sentí mi cuerpo estremecerse.
Sus manos comenzaron a subir por mis brazos hasta llegar a mis
hombros. Di un paso hacia atrás para alejarme. Subí mis manos para
intentar quitarme la venda, sus manos lo impidieron.
—¡Tranquila! —Exclamó él—. Es mejor que no sepas quién soy.
¿Por qué era mejor que no supiera quien era él? Si, se trataba de un
chico.
—¡Quiero ver tu cara pues! —Mi mente ya se había aclarado.
—Te amo Miranda ¡Yo te amo!
¡Que rayos estaba pasando! Este chico sí que estaba fumado.
—¡Basta! —Le ordené—. No digas tonterías, ni siquiera sé quién eres
o cómo te llamas.
Volví a intentar quitarme la venda. Él no me dejó.
—¿Quieres saber mi nombre?
Yo tenía curiosidad. Asentí.
—Pues claro, pero por lo que se ve, tú no quieres que yo sepa de ti.
Hubo un silencio breve.
—¡Está bien! Pero antes, contéstame una pregunta. ¿Cuándo fue tu
primer beso?
Aun con la oscuridad de mis ojos, la respuesta a esa pregunta era algo
que ni yo misma sabía. ¿Quién te pregunta sobre tu primer beso a esa edad?
¿Qué tonterías son esas? ¡Que chico tan más bobo!
—¡Eso que importa! —Me encogí de hombros—. Aún no pasa.
Extrañamente era como si el alcohol me hiciera sentir muchas cosas
en ese momento, porque recuerdo que mis pensamientos se aceleraron al
sentir su respiración chocar con mi rostro.
—Ni se te ocurra intentar besar... —dije y sus labios estaban ya casi
sobre los míos.
Lo supe porque su respiración estaba demasiado cerca. Mi
desconfianza apareció, lo cual me ayudó a empujarlo con todas mis fuerzas.
Me quite la venda a toda velocidad y al fin lo vi. A una distancia cercana,
con sus vaqueros negros y su playera estampada. ¡Aquí estábamos los dos
en el anonimato!
—¿Qué estás intentando realmente?
Se acercó más a mí. Parecía que no había entendido aún mi postura.
—¡Que me ames! —Dijo arqueando las cejas—. Quiero que me ames.
—¿Tú me amas?
Sus ojos se abrieron más, brillaban.
—¡Si!
—¿Por qué?
Se quedó pensando.
—Porque eres bonita, bastante genial y eres una buena chica.
Su respuesta me dio risa. ¡Yo estaba riéndome de él!
—¡Eso es lo más superficial que he escuchado!
Se sorprendió por mi respuesta.
—¿Superficial?
—Si. Creo que lo que dices sentir por mí es solo un enamoramiento
pasajero. ¡Tú no me amas! No estás en edad de aceptar un compromiso
como ése.
Me acomode un poco el cabello y decidí que era momento de salir de
esta habitación. ¡No tenía caso seguir aquí dentro! Él me estaba mirando
sorprendido, cuando pase a su lado sentí sus manos apretarme a su cuerpo.
—¡Hey! ¡Suéltame! —Le pedí.
Pero no quiso escucharme. ¡Sus manos son fuertes!
—Déjame hacerte sentir que te amo, la neta te deseo Miranda.
Su boca me hablaba al oído. ¿Qué harías tú si estuvieras en mi lugar?
Comencé a forcejear con él.
—¡Si pero yo no te deseó! —Y al fin me deshice de su agarre.
Corrí hacia la puerta, casi lograba abrir, pero su mano me detuvo.
—¡Miranda no seas una tonta! ¿Te da miedo estar conmigo? —Su
boca estaba muy cerca de mí.
Me dio asco realmente. Esto del anonimato no fue una buena idea.
—¿Por qué debería tener miedo? ¡Déjame ir por favor!
Pero solo se acercaba más a mí, sentí su erección chocar contra mí
pierna. Mi alma se comenzaba a sentir violada por él.
—¡Déjame cogerte y verás que el miedo se te olvidará! —Dijo
acercando su boca a mí, olía a alcohol.
Sus labios comenzaron a besar mi cuello, mis mejillas. ¡No podía
pasar esto!
—¡Me da miedo coger con un tonto que solo piensa en coger sin antes
amar!
Y entonces con todas mis fuerzas, le di una patada a su erección. ¡El
dolor apareció en sus ojos! Se retorcía, el aire se le había salido del cuerpo
y sus fuerzas desfallecieron. ¡Qué asco de hombre pervertido!
—Espero que puedas coger está noche, a ver si se te para otra vez —
abrí la puerta, y afuera no había nadie.
La música seguía sonando, baje a toda velocidad, mi ropa estaba
alborotada. Busque a Emilio, lo vi platicando con una chica, me acerque a
ellos un poco.
—¡Miranda! ¿Todo bien?
Realmente no. Estaba asustada y había rastros de miedo en mi
interior. ¡Acababan de acosarme sexualmente!
—Perdón por interrumpir. ¿Podemos volver a casa?
La chica se me quedó mirando.
—Sí, claro.
—Perdona por interrumpirlos, no me siento bien —le dije a la chica.
Ella asintió.
—Descuida, espero te mejores.
—¡Gracias! —Le dije—. Me adelantaré al auto.
Caminé entre la multitud de chicos hasta abrirme paso para salir de la
casa. Los efectos del alcohol ya no tenían mucho control sobre mí, el miedo
se había encargado de bajarme la borrachera. Me acomode el cabello y
saqué mi móvil. La grabadora de voz aún seguía encendida. ¡Que locura
mía! Emilio no tardó en llegar al coche, subimos y él comenzó a conducir.
Antes de alejarnos de la casa de Karen, vi a Aldo en la puerta de la entrada,
me estaba mirando, y entonces nos fuimos de ahí.
¡Jódete maldito!
***
—¿Todo bien? —Preguntó Emilio al llegar a nuestras casas.
—Realmente no Emilio, pero pues gracias por qué ya estamos en
casa.
Parecía interesado en mi respuesta, como que quería decir algo más
pero lo interrumpí.
—Te veo mañana, me siento cansada, iré a dormir.
Emilio me estaba mirando fijamente, asintió.
—Sabes que aquí estoy para cualquier cosa que te suceda.
Y por un momento quise que esté momento no terminará. No tenía
ganas de estar en casa, un chico me había acosado sexualmente en la fiesta
y Emilio siempre estaba para sostenerme en las tempestades. ¡Él me
pertenecía!
—¡Lo sé! —Dije y chocamos nuestras palmas—. Y por eso te doy
gracias, porque nunca me has dejado.
Al entrar a casa tuve que obligarme a superar rápidamente lo que me
había pasado en la fiesta. Mi boca sabía a alcohol y mis ganas de vivir
estaban cansadas. Subí a mi habitación, las escaleras eran de madera y el
pasillo que conducía a las habitaciones estaba a oscuras. Me acerque a mí
habitación, estaba por entrar cuando escuché ruidos en el cuarto de mis
padres. Un hilo de luz se dibujaba en la pared a causa de que la puerta no
estaba cerrada del todo. ¡Algo estaba mal aquí! Los gemidos venían de allí
dentro y mi curiosidad hizo que mi poco positivismo se muriera por
completo.
Papá estaba follando a una ramera de cabello negro, ella se movía
velozmente sobre el cuerpo de mi padre. Él tenía sus piernas velludas
extendidas, sus manos le acariciaban el culo. Ella le acariciaba el pecho
peludo y su culo subía y bajaba dando placer al cuerpo de mi padre. Ambos
gemían y suspiraba, me dieron ganas de llorar ¡No! No debía llorar.
¿A dónde había ido mamá? ¿Por qué estaba pasando esto? Tal vez ella
también se había ido a follar con algún hombre en un hotel de la ciudad.
—¿Por qué espías a la gente? —preguntó Tom detrás de mí.
Él tenía el pecho desnudó, su cabello alborotado y sus pies descalzos.
—¡Lo mismo le pregunto! —respondí.
Yo me había alejado un poco de la puerta de papá.
—¿Te gustó lo que viste? —Su pregunta hizo que me enojara.
—Realmente no
¡Qué cosas de la vida! Está noche fui acosada sexualmente en una
fiesta, recibí una carta anónima que me anuncio golpes por parte de todos y
al final me encuentro a mi padre tirándose a una zorra. ¿Esto era uno de los
golpes de la vida?
—Parece que tu madre no supo complacerlo con su cuerpo —su boca
me dio asco—. Yo acabo de despedir a mi ramera, también tuve acción está
noche.
—¿Creé que me importa lo que dice?
Comencé a caminar hacia mí habitación, realmente fue un error el
haber regresado a casa. Dejé al tío Tom en el pasillo, me daba igual todo lo
que dijera.
—¿Cuándo fue la última vez que tuviste sexo? —Preguntó.
¡Esto ya era demasiado! Cerré la puerta de mi cuarto, le puse seguro y
me desvestí rápidamente. Me coloque la ropa para dormir, lave mis dientes
y entonces mientras acomodaba mi cama, encontré una nota en mi buro.
—¡El maldito anónimo!

"Aunque el cielo se te esté cayendo a pedazos, no te canses de vivir. El sol


siempre da luz aun cuando los días son nublados. ¡Tú papá es un
bastardo!"

¡A la mierda todo! Me sentía de muchas maneras esa noche. Quería


llorar, maldecir, romper, gritar... ¡malditos deseos egoístas! ¿Por qué hoy en
día las personas nos convertimos en simples objetos que se pueden desechar
tan fácilmente? Hice una bola de papel con la nota, la apreté con todas mis
fuerzas y la tire al suelo. Me metí a la cama, conecté los audífonos a mi
celular y puse play a las rolas sad.
Me puse a pensar antes de dormir.
Las personas son tan tontas al creer que el universo se construyó por
simple casualidad. ¡Las cosas no son una simple casualidad! Toda maravilla
debió de estar infundida por esfuerzo y poder de quien lleva gusto de crear
cosas bellas. Los hombres no han valorado la belleza, a veces no nos
valoramos aunque somos arte. Hombre, mujer, somos simples objetos. Y
terminamos todos rotos cuando nos olvidamos de todos esos esfuerzos que
hicimos para salir adelante.
Aquella noche en que paso todo lo que destruyó mi sentir, descubrí
que mi alma y mi pensar no eran libres del todo. Me encontraba ante una
revolución y parecía que no iba a lograr salir con vida de la batalla, yo era
el campo de batalla. Los recuerdos del pasado se encargaron de confundir y
mezclar todo en una terrible avalancha de dolor que me consumía
lentamente con mucha violencia.
Si eres mujer, ¿te gustaría ser violada? Si eres hombre, ¿te gustaría ser
violador? ¡Y viceversa! La belleza de la humanidad se ha vuelto inestable
por aquellas personas que solo viven alimentando su egoísmo. ¡Papá es un
egoísta! ¿Y mamá? ¿Qué hay de mí? A veces siento que mi propia sangre
no me quiere y me duele la vida cuando finjo que mi sangre me abraza bien
fuerte. ¿Qué hay de Emilio? ¿Lo tendré toda la vida? ¿Por qué me quiere?
¿Por qué lo quiero yo? Aún en toda esta maldad humana, hay personas que
siguen conservado la bondad como regalo a los demás.
¡Así es Emilio! ¡Un regaló para mí!

CAPITULO 7

Miranda: Iré a caminar por el parqué. ¿Quieres venir?


Visto 9:30 ✔ ✔
Escribiendo…
Emilio: Me encantaría ir contigo, pero papá decidió está mañana que
iríamos todos el fin de semana a casa de mis abuelitos. ¡Discúlpame!
Visto 9:32 ✔ ✔
Miranda está grabando un audio.
Miranda: ¡Orales que padre! Pues espero que tengan un buen viaje y
que disfrutes la compañía de tus abuelitos. Por fa salúdame a tu abuelita,
dale un beso de mi parte y dile que la quiero mucho. Que un día la iré a
visitar para ayudarle a sembrar.
Visto 9:35 ✔ ✔
Emilio está escribiendo.
Emilio: ¡Claro! Yo le digo. Cuídate estos días, sabes que puedes
llamarme por cualquier cosa ¡Ánimo! ¡Te quiero canija!
Visto 9:36 ✔ ✔
Miranda está escribiendo.
Miranda: ¡Gracias! Yo también te quiero canijo ♥

Diez minutos después, vi como los Vázquez se marchaban a casa de los


abuelitos, los padres de su madre. Emilio iba sentado como copiloto,
sonreía. ¡Qué bueno por él! Siempre me ha gustado la forma en que los
Vázquez conviven. Su familia es realmente bella. Emilio tiene un hermano
menor, sus padres son casi de la edad de los míos. ¡Ellos son buenas
personas!
—Y bueno, no puedes quedarte todo el sábado sola en tu habitación
—pensé.
Así que me cambie de ropa, sujete mi cabello con una diadema de
flores y salí de mi habitación. No desayuné, ni almorcé, salí de casa con el
estómago vacío. Subí el volumen a mis audífonos y caminé por la banqueta
en dirección al parque. Era sábado y sin Emilio me sentía incompleta. Mi
única opción era salir de mi casa y estar lo más lejos posible de papá y el tío
Tom. ¡También era momento de actualizar mi catálogo de fotos!
Realmente mi cabeza ya estaba superando lo que ayer me pasó en la
fiesta de Karen con aquél chico. ¿Qué se creen los hombres? Que porque
tienen un pene y más fuerza que nosotras, pueden tratarnos como pasajeras,
como objetos, como sus esclavas. ¡Pues no mi cielo! No iba a seguir
menospreciando mi alma para pasar desapercibida y no decir nada. Ya no
era momento de quedarse callada. ¿Está bien que nosotros mismos nos
causemos daño con tanto silencio? ¿Es bueno que la juventud quiera
sentirse libre de todas esas cargas convertidas en clavos que nos sujetan a
nuestros ataúdes?
Camine hasta una feria del libro que estaba en el parque cerca de mi
casa. Había mucha gente y muchos libros que parecían refugiar miles de
sentimientos e ideales, todos gritaban por ser descubiertos por lectoras
como yo. ¿Te emocionan los libros? ¡Pues yo espero que si chamaca!
Compre varios ejemplares de Kiera Cass. ¡Tomé algunas fotos de todos los
libros!
Entonces lo vi. Recargado contra un librero. Estaba muy atento a la
lectura. Me acerque a él. ¡Era momento de no quedarme callada!
—¿Qué pensarías de mi si te dijera que quiero tener sexo contigo? —
Pregunté con seguridad al vendedor. ¡Estaba guapo!
Él llevaba una gorra de color guinda y una playera tipo polo color
negro. ¡Su mirada era encantadora! Estaba leyendo En llamas. Se quedó
pasmado con mi pregunta, literalmente no sabía que responderme.
Se aclaró el semblante.
—Pensaría que eres muy atrevida. ¡No me conoces!
Fruncí mi boca. Ni yo misma me creía lo que estaba diciendo, pero lo
dije.
—¿Tendrías sexo conmigo? ¿No te gustaría estar con una chica como
yo en la cama?
Me estaba mirando atentó. Cerró el libro, aclaro su respiración y no
aprovecho mi petición para acostarse conmigo. ¡Él no parecía ser igual a los
demás! Tenía algo diferente. ¡Respeto!
—¿Quieres que tenga sexo contigo? —Preguntó apenado.
¡Esté chico era diferente! Realmente parecía no ser igual a los demás
y eso me sorprendió. Le sonreí.
—Si los demás chicos fueran como tú, la vida sería diferente —dije
—. Y por supuesto, tendría sexo contigo, me casaría contigo y hasta te
pediría que tuviéramos bebés.
—¿Enserio? —La admiración del chico no desaparecía de su rostro.
Se había ruborizado. ¡Se veía más guapo aún, cómo jitomate rojo!
—¡Si! Aunque mi propuesta fue indecente, tú no accediste y tampoco
intentaste hablarme con doble sentido. Un chico como tú vale la pena.
¡Lamentó dar la impresión de ser una promiscua! Realmente no soy así,
pero necesitaba desahogar algo que me pasó ayer.
Le sonreí, el correspondió mi gesto.
—¡Gracias por tu opinión tan buena de mí! ¿Todo bien?
Asentí.
—De nada. ¡Todo va regular conmigo, descuida! Soy un intento de
fotógrafa, ¿podría tomarte algunas fotitos?
La sonrisa del chico era muy bonita. Sus ojos eran grandes, de piel
apiñonada y labios rojizos. ¡Era muy atractivo y lo mejor es que le gusta
leer! Él accedió, así que le tomé algunas fotografías en diferentes lugares de
la feria.
—¿Cómo te llamas? —Preguntó.
—Miranda, ¿y tú?
Me estaba mirando de forma muy serena.
—¡Manuel! Un gusto Miranda.
Me sentí tranquila cuando lo conocí.
***
A la una de la tarde tomé el metrobús, no iba tan lleno, pude sentarme
junto a una señora mayor.
Me gusta viajar junto a la ventanilla, en mis audífonos podías
escuchar Magic de Coldplay. El transporte se detuvo en una estación, la
señora que viajaba conmigo abandono su lugar. Mis ojos estaban puestos en
la ventanilla, la canción casi terminaba cuándo el asiento de al lado fue
ocupado por un hombre. Percibí que me estaba mirando, su pantalón era
negro y sus zapatos de color café. ¡Sentí que lo conocía! Lo mire de reojo.
Él extendió su mano hacía mí. Ligeramente alcé la vista, su mano
izquierda se apoyaba contra el asiento de enfrente, noté vellos en la parte
superior de sus manos. ¡Supe quién era cuando le mire a los ojos!
—¡Hola Miranda! —Saludó él. Vestía casual y sus ojos parecían
brillar más cuando no me daba clase—. ¿Cómo estás?
—Hola ¡¿profesor Édgar?!
—Puedes llamarme Édgar, estamos fuera de la escuela. ¿Cómo estás?
Asentí. Me ruborice un poco.
—De acuerdo. Estoy bien, voy al centro a comer algo.
Él me estaba mirando. Sus labios eran perfectos, con una breve
abertura que se curva cada vez que sonríe. ¡A veces siento que hablo de
más! Nunca me preguntó a dónde iba y yo de tonta diciendo. ¡Qué
inocente!
—Pues veras que yo igual. Está mañana decidí hacer algo fuera de la
rutina.
¿Qué se supone que debe pasar cuando un profesor y su alumna van a
la misma dirección?
—A veces es bueno salir de la rutina. Un respiro a cosas diferentes es
bueno en ocasiones.
Asintió. Señaló mi cámara con su dedo índice, tenía un anillo.
—Es verdad. ¡La rutina a veces ahorca! —Sonrió—. ¿Cómo vas con
tu intento de fotógrafa?
—Pues bien, verá, apenas tomé algunas fotos de una feria del libro y
ahora pensaba andar por las calles del centro tomando algunas fotos.
—Eso suena muy bien. Sabes, cuando tenía dieciocho años mi papá
me regaló una Sony, realmente no sabía usarla, pero también le intentaba.
Así fue que el profesor Édgar comenzó a platicarme sobre su vida.
—Yo estoy en la misma situación que usted en aquel tiempo —dije,
sonreí tenuemente y me pareció agradable viajar junto a mi profesor.
—¡Así nacen los nuevos súper fotógrafos!
Asentí.
—¿Dejo su cámara?
Su boca se movía, la barba abundante que decoraba sus mejillas era
realmente atractiva. ¡Me gustan los chicos con barba y mostacho!
—Si. La tuve que dejar. Al parecer conmigo no funcionó eso de ser
un gran fotógrafo —hizo el gesto de comillas con sus dedos.
Reímos los dos.
—Pero bueno, imagino que se divirtió intentándolo —me encogí de
hombros.
Era curioso el momento, nunca había estado tan cerca del profesor
Édgar. Nuestras rodillas estaban juntas. ¡Rayos!
—Sí, lo hice. Yo imagino que tú también te diviertes con tu cámara.
—Si. Es un buen pasatiempo —le dejé que viera mi cámara.
Nuestras manos se tocaron justo en el momento donde el tomó la
cámara, sus manos eran fuertes, suaves y cálidas. Después de examinarla
rápidamente, me la devolvió. ¡Me estaba mirando directamente a los ojos!
Los asientos del transporte estaban llenos.
—¿Recuerdas que el otro día te dije que estaba trabajando en un
proyecto?
—Si. Lo recuerdo. ¿Cómo le está yendo?
—Bien, ya casi lo termino. Solo me falta la parte fotográfica.
Su mirada me hizo pensar. Aparte mis ojos de su rostro y me
concentre en la ventanilla unos segundos.
—¿Aún no localiza a la chica del perfil de Instagram?
Acomode un mechón de mi cabello.
—No. Aún no. Mi proyecto habla sobre el arte estético o aesthetic.
Que viene siendo un estilo muy parecido al tuyo.
¡Soy! Una chica aesthetic con un catálogo fotográfico y un blog en
Instagram sobre cosas vintage y plantas.
—Suena interesante. Creo que ese es un estilo muy peculiar.
Arqueó sus cejas.
—Es simple, retro y pastel con sus colores cremosos. ¡Genial! ¿No
crees?
Asentí.
—Si.
Pensó un momento. Guardo un breve silencio.
—¿Te gustaría ayudarme con este proyecto?
El metrobús se detuvo en una estación. La gente bajo del transporte y
nuevos pasajeros abordaron. ¿Qué le hubieses respondido tú, si estuvieras
en mi lugar?
—¡Está bien! —dije. Mi profesor era un buen tipo y su estilo estaba
chido.
Asintió.
—¿Quieres que vayamos a comer algo?
¡Rayos! ¿Tú aceptarías la invitación de tu profesor de literatura?
Nos bajamos del metrobús justo en el mercado de sabores. Habíamos
llegado al centro. Caminamos varias cuadras, el centro de Puebla era algo
artesanal. Los edificios tenían fachada barroca y la talavera se mostraba en
algunos de ellos. Llegamos a la Victoria, una plaza muy concurrida por
aquí. Decidimos comer una momia. ¡Deliciosa! Le puse salsa macha, queso
derretido, mayonesa y más salsa macha. ¡Se me hacía agua la boca!
—¿Qué es lo que más le gusta de su vida?
Sostenía su plato con la mano izquierda. Mordió su banderilla
Masticó. Me miró. Masticó más. Trago. Se puso a pensar.
—¡Nunca me habían hecho esa pregunta! —Dijo encogiendo sus
hombros—. Supongo que, lo que más me gusta es la complejidad de la vida
misma.
Nos habíamos sentado en una de las bancas de concreto junto a las
jardineras. ¡Ahora era yo quien pensaba en su respuesta! ¿La vida es
compleja?
—¿A qué se refiere?
—Pues verás, la vida siempre es lo que menos piensas que será.
Puedes hacer planes para el futuro, pero la realidad del futuro es que no
puedes asegurar con exactitud que las cosas sucedan tal como lo planeaste.
¡Era cierto! La vida es fugaz y el futuro también. ¡Al menos el que
planeamos!
—¡Entiendo! Yo pienso igual. Porque eso es lo que siempre me pasa a
mí.
¿Dónde estaba mamá? ¿Que pasaría con mi padre? ¿Un divorcio?
¿Por qué decidieron alejarse? ¿Ese siempre fue su plan al casarse? ¿Cómo
fueron sus primeros años de matrimonio?
¿Por qué un chico quería abusar de mí?
—¿Qué es lo que más te gusta de tu vida? —me preguntó él.
Me puse un poco pensativa. No encontré algo atractivo de mi vida.
¡Mucho dolor conmigo!
—¡Aún no lo sé! —Me encogí de hombros—. Estar con Emilio.
Pareció sorprendido con mi respuesta.
—¿Emilio Vázquez?
—Si. Mi Emilio Vázquez. Estar con él me hace sentir tranquila,
completa, normal.
—¿Es tu novio?
—No. Es mi mejor amigo.
—Entiendo. He escuchado de él, es un buen muchacho.
—Si. La verdad que sí. Por eso me gusta estar con él.
Le mostré algunas de las fotografías que había tomado está mañana.
Cuando Manuel apareció en la pantalla de mi cámara, no pude evitar
sonreír. Se veía muy tranquilo, feliz, natural. También le mostré algunas
fotografías de momentos pasados.
—¡Son buenas! —Édgar estaba sonriendo.
—¡Gracias! Qué bueno que le gustaron.
Aún tenía papas fritas en mi plato. Ya eran las tres de la tarde. Mi
celular vibró. ¡Era mamá! Édgar agachó la mirada. Contesté la llamada.
—¡Hola querida! —Su voz parecía fresca—. ¿Cómo estás?
—Muy bien —mentí—. ¿Tú cómo estás?
Se escuchaba música clásica a través de la bocina.
—¿Estás en la casa? —No respondió mi pregunta.
—No. Vine al centro de Puebla. ¿Tú dónde estás?
Édgar volvió a mirarme. Dio una mordida a su momia.
—Estoy en la Ciudad de México. ¡Cuídate!
—Claro. Tú también cuídate.
Para mí fue sorprendente que mamá me estuviera hablando por
teléfono conmigo, fue una de esas pocas veces que ella hacia algo así.
—Mañana volveré a Puebla, quiero que vayamos a comer las dos.
¡Me sorprendió más!
—Está bien. ¿A qué hora llegas?
—A las 12 de la tarde. Paso por ti a la casa.
Asentí con el celular en mi oído.
—Entonces, te veo mañana.
—Por supuesto querida. ¡Te quiero!
¿Por qué hasta ahora? ¿Por qué en una situación como esta? Mamá
nunca había usado esa frase para mí. Sentí que me desmoronaba. ¿Era de
verdad está llamada?
—¡Yo también te quiero! —Dije con una sonrisa en el rostro—. Nos
vemos mañana.
Colgó. Édgar seguía junto a mí. Me aclare un poco el semblante.
—Parece que tendrás una cita mañana.
Le miré, alcé las cejas y asentí.
—Si. Así parece.
Pero el tono de mi voz era tenue, simple y algo impactado. Aún no
procesaba lo que acaba de pasar.
—¿Todo está bien? —Su pregunta me hizo pensar. Le miré, con todas
mis fuerzas.
¿Qué debía responder?
—Si. Todo perfecto. Es solo que me sorprende el hecho de que mi
madre me invitará a comer mañana. ¡Eso no es muy común en ella!
—Comprendo.
¿A qué se refería él cuando dijo “comprendo”?
—La mayor parte del tiempo nunca está en casa y papá, bueno él no
es la excepción.
—Pues espero que mañana puedan salir juntas.
¿Qué estaba haciendo al contarle de mi vida a mi profesor? Él
observo el reloj de su celular. Sus ojos se clavaron en mí.
—¡Gracias! —Dije sonriendo—. Creo que ya es hora de regresar a
casa.
—Tienes razón, yo tengo que ir a comprar unas cosas.
—Pues gracias por su compañía —Me puse de pie.
Se levantó de la banca. Había mucha gente en la plaza.
—Gracias a ti por querer mi compañía —dijo extendiendo su mano
—, es decir, nos vemos en la escuela pero, está vez fue diferente.
Eso me sorprendió. ¿Diferente?
—Es verdad —estrechamos nuestras manos—. Lo veo el lunes.
Asintió. Édgar era alto, con unas pestañas rizadas y el rostro
apiñonado. ¡Era un maestro atractivo! Entones, en ese momento, me acordé
de Manuel.
—¡Nos vemos el lunes!
***
Ya eran las cinco de la tarde cuando volví a caminar por el parque.
Tomé otras postales urbanas y aesthetic, fui a una farmacia Guadalajara a
imprimir las fotografías de Manuel. Mi intención era saludarlo de nuevo y
así fue.
Él seguía en la feria del libro. Yo me acercaba a su lado con mi
cámara colgando del cuello y una pequeña mochila tejida en la espalda.
—¡Hola Manuel! —saludé.
Sonrió. Estaba acomodando unos libros.
—¡Hola Miranda! —Se detuvo a mirarme—. ¿Cómo te fue?
—Muy bien. Fui a comer una momia en la Victoria y fui a imprimir
fotografías.
Su playera ahora era de color café y su pantalón de mezclilla. ¡Se
había quitado el uniforme! Su sonrisa brillaba con la tarde.
—Me da gusto. Todo estuvo bien para mí.
La sonrisa de Manuel era cómo el dulce de tu vida.
—Pues mira —dije buscando en mi mochila—, pasaba de rápido por
qué imprimí algunas fotografías y quería entregarte las fotos que te tome
está mañana.
Saqué de mi mochila un sobre de papel con publicidad fotográfica en
color azul y blanco. Lo abrí y busque a Manuel entre las fotos.
—¿Enserio? —Preguntó sorprendido—. ¡Muchas gracias!
Saqué cinco fotografías de él. Se las di. Cuando sus manos las
tomaron, la sonrisa de su rostro me hizo sonreír y literalmente me derretí al
mirarle. Me quedé con una de esas fotografías.
—¡Manuel! —Llamó una chica mayor que nosotros. Se acercó a él y
pasó su brazo por la espalda de Manuel—. Necesito que vayas a…
Ella se me quedó mirando. Tenía maquillaje en los párpados y sus
labios eran de color rojo. Ella también sonreía.
—¡Hola! —Saludó ella.
—¡Hola!
—¿Eres fotógrafa? —Preguntó con curiosidad.
Ella miraba las fotografías junto con Manuel.
—Si. Soy un intento de fotógrafa.
De pronto, le quitó a Manuel una fotografía. En esa postal él estaba
sonriendo con el libro en las manos y la belleza de su rostro.
—¡Woooow! —Exclamó ella—. Está es mi favorita. ¡Te ves súper
bien Manu! Pareces modelo de revista nais. Que buena fotografía chica.
—¡Gracias! Qué bueno que te gustó.
La muchacha parecía agradable.
—¿Podrías hacerme una sesión?
Manuel alzó la vista, arqueo sus cejas y luego se le quedó mirando a
la chica. Él también le pasó un brazo por la espalda.
—¡Ni siquiera te has presentado! Como es que le pides una sesión —
dijo él.
Ambos rieron. Se parecían un poco. Yo también reí.
—¡Es verdad! Soy Carla. Y por fortuna de Manuel, soy su hermana
mayor.
—Descuida. Con gusto te hago una sesión. ¡Soy Miranda!
Ella sonrió. Le dio una bofetada en la nuca a Manuel como señal de
su empoderamiento. Carla transmitía seguridad.
—¡Un gusto Miranda!
Comenzamos la sesión de Carla en el parque. Ya estaba oscureciendo.
Ella poso en una banca, en el pasto, en la fuente y realmente era buena.
—¡Listo! —Dije tomando la última. El flash le iluminó el cuerpo,
Manuel solo estaba mirando sentado en una banca. Sus papás les habían
dado permiso dejar la feria unos minutos.
—¡Muchas gracias! —Gritó la chica muy emocionada.
Las dos le hicimos compañía a Manuel en la banca. Les mostré las
fotos.
—¡Eres muy buena! —Dijo Carla.
—No, para nada, yo solo tomo las fotos. Tú sí que sabes posar.
Ella sonrió. Mi celular empezó a vibrar.
—¡Hola Emilio! —Le saludé.
—¿Cómo te va Miranda?
—Muy bien. Estoy en el parque, vine a una feria del libro. Todo
chido. ¿A ti como te va en casa de tus abuelitos?
Carla seguía mirando las fotos, Manuel miraba hacia el cielo.
—Qué bueno que te la estás pasando bien. Pues ya sabes como son
mis abuelitos, así que todo va súper chido aquí. ¡Mi abuelita te manda
saludos!
—Dile que gracias.
Manuel dirigió su vista a mí.
—Claro. Regresaremos mañana en la tarde, te llevo algo bonito.
—¿Enserio? ¿Qué me traerás?
Estaba emocionada.
—Ya lo verás mañana. Mientras tanto, espero que descanses bien.
—¡Gracias canijo! Yo también espero que descanses bien.
—Te veo mañana entonces.
—¡Hasta mañana! —colgué.
Manuel me estaba viendo con mucha curiosidad, Carla seguía
entretenida con las fotografías.
—¿Era tu novio? —Preguntó ella.
—No. Era mi amigo.
—Que genial.
—Si. La verdad que sí. ¡Él es muy chido!
De pronto, el estómago de Manuel chilló. ¡Tenía hambre!
—Parece que alguien tiene hambre —Dijo Carla mirando con risa a
su hermano.
—La verdad sí. Tengo antojo de un hotdog.
Los tres fuimos a un puesto ambulante que estaba en el parque.
Manuel pidió tres hotdogs. Carla pidió una hamburguesa y yo solo un
hotdog. Los dos hermanos decidieron acompañarme hasta la puerta de mi
casa, como agradecimiento por las fotos. Resulta que apenas habían llegado
a la ciudad, ellos venían de Zacatlán y sus padres son los dueños de la feria.
La calle estaba alumbrada por las farolas, estaba tranquila y nos
detuvimos justo en frente de mi casa. Los dos chicos se sorprendieron por el
tamaño de mi casa.
—¿Vives aquí? —Preguntó Manuel.
—Si. Por desgracia sí.
Me encogí de hombros.
—¿Cómo que por desgracia? —Preguntó Carla—. ¡Tu casa es súper
bonita y grande! Como la casa de Barbie.
Reí.
—Es una gran casa, solo que, una casa no te puede dar la felicidad
completa. Regularmente solo estoy yo y Lupita, nuestra ama de llaves. Y la
verdad es que yo creo que hay cosas más importantes que una casa de
Barbie.
El viento comenzó a soplar un poco fuerte. Reímos.
—Eso es muy cierto. ¡Me agradas! Al menos no eres una Barbie
presumida.
Asentí.
—¿Mañana estarán en la feria?
—Si. Mañana estaremos ahí
—Pues entonces trataré de verlos allá.
Intercambiamos números telefónicos antes de despedirnos, realmente
me dio gusto haber conocido a Manuel y Carla. Entré a la casa, las luces
estaban apagadas. Subí a mi habitación, parecía que papá no estaba. Cerré
mi puerta con seguro y me tiré en la cama. ¡Suspire! A pesar de tanta
tristeza, hoy había sido un buen día.
***
Al día siguiente, me desperté a las diez en punto. Abrí los ojos de
golpe, me di la vuelta y quite las cobijas de mí. Caminé descalza hasta el
baño. Tire la noche por el escusado y cepille mis dientes. Saqué una muda
de ropa interior de mi cajón, era de color negro, tomé mi toalla y mis
sandalias. Me metí a la ducha. Sonaba Cherry Coke de Raylen a través de la
bocina Bluetooth.
—¡Te invito a comer! —La voz de mamá apareció en mi mente
mientras el agua escurría por mi cuerpo.
Me sentía feliz. Había amanecido con una estúpida sonrisa en el
rostro. Termine la ducha. Seque mi cuerpo. Me puse la ropa interior, me
detuve a mirar en el espejo unos segundos y me veía guapa. Terminé de
vestirme con una falda de mezclilla azul con tejido y una blusa de color
amarillo. Me hice un chongo y dejé un fleco junto con algunos mechones de
cabello a los lados. ¡Listo!
Mientras esperaba a que mamá me llamará, me puse a editar algunas
fotitos. Actualice mi catálogo y me seguía sintiendo bien. Agregué un filtro
a la foto de Carla, le quite brillo, le puse un poco de contraste y bueno,
termino pareciendo una foto vintage.
Entonces mi celular sonó de repente. La música de la bocina se pauso
y el tono de la llamada sonaba a todo volumen. Era un número desconocido.
Dude en contestar, pero lo hice al final. Eran las once treinta.
—¡Diga! —Dije al contestar.
Se escuchaba mucho alborotó.
—¿Habla Miranda? —Preguntó una voz masculina.
El alborotó parecía muy grave.
—¿Quién es usted? —Pregunté nerviosa.
¿Cómo sabía mi nombre?
—Me comunico del departamento de S.O.S de la autopista… —dijo
el hombre—, lo que pasa es que no hemos podido localizar al señor
Miguel…la señora…
Mamá había muerto en un accidente en carretera está mañana.
¡Mientras venía a verme!

CAPITULO 8
—¡Te invito a comer mañana!
Mamá había muerto. ¿Estaba en los planes? ¡Definitivamente no!
Pero todos estamos expuestos a un suceso como la muerte ¡Que desdicha de
la humanidad!
El cadáver de mamá fue cremado. Ella así lo quería, nos entregaron
sus cenizas el día lunes. En la compañía no se trabajó ese día y papá, bueno,
él parecía un poco triste. ¡Nunca pudieron solucionar sus problemas!
¿Sentiría remordimiento?
No fui a la escuela, estuve en casa toda esa semana. Emilio venía
todas las tardes y se quedaban a dormir. Me traía las tareas y los deberes.
¡Que dicha de tenerlo en mi vida!
Era domingo cuando él me animo a desahogarme.
—¿Cómo te sientes? —Me preguntó.
Se sentó junto a mí, yo tenía puesta mi pijama y él solo tenía su
pantalón de dormir. ¡Dormía sin playera!
—¡No sé! —Respondí—. Aún no puedo creer que ella, bueno, este
muerta. Pero bueno, creo que ya es tiempo de superarla. ¡A veces sentía que
no tenía madre!
—¡Lo lamento!
Sus ojos siempre parecían brillar, me gusta que me mire con
detenimiento.
—Descuida, son cosas que pasan. Las cosas que menos esperamos
son las que más nos acontecen.
Me quite las sábanas. Me estire un poco y me cruce de brazos al final.
No había llorado mucho en su funeral.
—¡Lo sé! —Se giró a mirarme—. Sabes que no necesitas fingir
fortaleza conmigo. ¿Cierto? Conozco tu parte de cristal y aun así en ningún
momento dejas de ser de hierro. ¡Qué valor el tuyo canija!
¿De verdad era valiente?
Eso me hizo sonreír, pensé un poco. La verdad es que si me estaba
haciendo la fuerte. ¿Alguna vez has sonreído con un nudo en la garganta?
Me daban ganas de llorar mucho pero no podía, yo misma me obligaba a
reprimir mi dolor.
—Es verdad. Tú siempre has estado para mí y me has visto de muchas
maneras. ¡Gracias canijo!
—No tienes que agradecer, sabes que te quiero.
Su mano me toco. Caminó por mi espalda hasta tocar mi hombro, su
brazo me recorría el cuello.
—Si. Pero aunque nos quieran siempre es bueno dar las gracias —le
mire fijamente—. ¡Yo quería agradecerle a mamá por invitarme a comer! Y
sabes…
¡Creo que nunca me había puesto tan frágil! No pude aguantarme
más. Me derrumbe en un nudo de emociones. Quería llorar. Lloré. Lloví y
lo inunde por completo.
—…la única vez que mi mamá me invitó a comer, me refiero solo a
nosotras dos, fue la primera razón que ella tuvo para decirme que me
quería. Me dijo, ¡Te quiero! ¡Ella dijo eso! ¿Sabes cómo me sentí en ése
momento? —Pause, él me escuchaba con atención—. Realmente me sentí
acogida por ella. Aunque solo fuese por una vez, sentí que me iba a
demostrar su amor de madre porque a veces yo sentía que ella no me quería
y tal vez ella era muy consiente de ese trato indiferente. Me besaba la
mejilla sí, pero no sentía que fuera real y luego, nunca estaba en casa,
siempre estaba sola y tú eres sabes de ello…
Me seque con las sábanas.
—¡Lo sé! A veces las personas no somos conscientes del cariño que
otros necesitan.
La mirada de Emilio me hizo pensar en lo real que eran sus palabras.
¿Cómo sería la vida si no necesitáramos de cariño? ¿Realmente la
humanidad necesita de cariño?
—…la última vez que estuvo aquí tuvo una discusión con papá. Se
gritaron muchas cosas feas, se dijeron maldiciones y al final ella salió de la
casa con una maleta. La perseguí hasta la entrada, la puerta de su auto se
abrió y yo solo le grité, ella estaba en una llamada y sus ojos, sus ojos se
detuvieron en mí. ¡Lo siento! Dijo ella y se fue…
Agaché la mirada.
—… me sentí muy mal, desanimada y sin ganas de nada. Pero al
final, ese día fui contigo a la fiesta y bebí, bebí aunque te prometí que no lo
haríamos. Un chico intento tocarme, quiso abusar de mí y ¿por qué? Al
parecer siempre soy un objeto, un deseo perverso de alguien o el anhelo
egoísta de los chicos. ¡No lo sé! Solo te pedí que volviéramos a casa,
interrumpí tu charla con esa chica guapa. ¡Lo siento! Realmente te veías a
gusto con ella. Cuando volví aquí todo estaba a oscuras y el recuerdo de mis
padres discutiendo estaba muy fresco. Entonces me sentí desdichada.
¡Estaba doliendo todo! Encontré a papá con una ramera en la cama donde
mamá dormía con él. ¿Y que se supone que yo deba sentir cada vez que esa
imagen imborrable reaparezca en mí? ¡Mamá está muerta! Y hay cosas que
nunca podrán arreglarse, que ya no se pueden decir y cosas que no se
pueden borrar. ¡Lamentó tanto ser tan desdichada! Lamentó ser el océano
que te lleva a navegar a aguas profundas para terminar hundidos los dos en
un dolor que solo yo merezco. ¡No mereces esto Emilio y sin embargo tú
sigues navegando conmigo! Gracias. Gracias porqué a pesar de tanta
tristeza, eres el único que entiende en parte lo que soy, lo que fui y lo que
seré. ¡Te quiero canijo!
Las lágrimas no paraban de brotar, Emilio me abrazo, recargue mi
cabeza contra su pecho y me acurruque en él un breve instante. ¡Una vez
más curaba mi dolor!
—Mientras yo este contigo, haré todo lo posible por hacerte sentir
bien. Sé que no la pasas bien y que hay ocasiones en las que te has rendido,
pero al final, eres esa chica que alumbra de alguna manera el mundo de los
demás. Tú iluminas mi mundo porque siempre me haces pensar en lo
importante de estar con vida. ¡Ánimo! Tal vez no puedas cambiar tu pasado,
pero si puedes mejorar el futuro y de eso se trata estar con vida.
Me separé de él. ¡De eso se trata estar con vida!
—¡Lo sé! ¡Lo sé! —Dije tratando de levantarme de la cama—. Y por
eso debemos salir de aquí. Ya estuve tanto tiempo auto compadeciendo a mi
dolor, que no espero quedarme un minuto más con él. ¡Merecemos ser
felices! Vayamos a dar una vuelta. ¿Te gustaría ir conmigo a dar la vuelta
por ahí? ¿Quieres ir por un helado al parque?
Tuve que lavar mi cara, retirar los rastros de lágrimas y al final me
aliste con una combinación simple. ¡No más silencio! Emilio también se
arregló. Bajamos a la sala y Tom veía el televisor. ¡Un flojo por completo!
Se quedó mirando cómo nos disponíamos a salir.
—¿A dónde vas?
—¡Le vale! —Respondí y reí. Me sentía poderosa.
Tanto dolor ya me había consumido. ¿Acaso no merecía sonreír un
día por lo menos?
Era momento de superar lo que un día pudo ser.
CAPITULO 9

Al día siguiente regresé a la escuela. ¡Todo era un caos! Y no me


refiero a mis emociones o sentimientos, ya había asimilado la muerte de
mamá.
El caos existía porque algunos rumores estaban en la boca de todos
los estudiantes del Carolino. Desde que llegué, cuando di el primer paso en
la entrada del colegio, todos clavaban sus miradas en mí. Me veían, me
fulminaban con toda la fuerza de sus ojos y se secreteaban. Murmuraban.
¡La gente decía de mí! ¿Que decían?
—¡Eres una puta! —Dijo Laura muy enojada conmigo.
Todos me dedicaron sus miradas. Yo estaba comprando unos Cheetos
para el almuerzo. La cafetería estaba llena de estudiantes.
—¿Disculpa? —Pregunté mirándola con firmeza.
—¡Eres una puta! —Volvió a decir.
Se escuchó una bulla por toda la cafetería. ¡Que les pasaba a todos! Vi
a Emilio caminar por la entrada. Me miraba con intención de intervenir.
Todos se reían de mí, me señalaban y ofendían. ¿Por qué? ¡Realmente no lo
sabía!
—¿Y crees que eso me importa? —Le pregunté. Ella se sacó de onda
—. ¿Sabes que es una puta?
Se quedó callada, un poco pensativa. Los demás solo veían.
—¡Una cualquiera! —Respondió.
—Pues tú eres una cualquiera por andar aceptando rumores falsos de
mí —me sentía fuerte en ese momento—. Si no te importa, voy a
desayunar. ¡Adiós! Nos vemos en el taller más tarde.
Ella se quedó con la boca abierta y sin saber que decir, los demás
continuaban con la bulla y realmente no me importaba lo que decían. ¡Me
vale lo que rumoran de mí! Caminé hasta la dirección de Emilio y él me
saludó. ¡Jamás me sentí indefensa! No en ese momento.
—Parece que el mundo se despertó muy bravo hoy —Dije.
Asintió.
—Venga ¡Salgamos de aquí!
Fuimos a las gradas. El campo de fútbol estaba vacío y había algunos
que otros chicos, sentados en las gradas tomando el desayuno.
—¡Al parecer Aldo esparció un rumor sobre ti!
Di un mordisco a la fritura de queso.
—¿Enserio? Pues qué mal plan con él.
Emilio no sabía la verdad. No aún. ¡No había tenido el valor de
decirle! Pero es que ya lo había superado.
—No lo he visto está mañana. No se ha acercado a mí, pero sé que él
si vino a la escuela.
—Pobrecito. ¡No ha de tener vida social! —La verdad no me
importaba lo que Aldo inventara de mí.
Una chica alta, de pelo suelto y labios rojos se acercó a nosotros. Ella
era bonita, sus ojos eran cafés y parecía estar contenta de vernos. ¡Ella era
Kim! La chica más popular del colegio.
—¡Hola Miranda! —Saludó—. ¿Cómo estás?
¡Ella sabía mi nombre! ¡Qué buena onda!
—¡Hola Kim! Estoy muy bien, gracias por preguntar. ¿Tú cómo has
estado?
Se sentó junto a mí, parecía feliz. ¡Era muy elegante!
—Pues verás, desde que pusiste los buzones anónimos no dejo de
recibir cartas y eso me hace sentir querida por alguien. Tú sabes, ahora
estoy soltera y bueno, muchos chicos quieren algo conmigo, pero pues no
puedo andar con todo el mundo. ¡Ya sabes! Así que solo les respondo las
cartas y así todos salimos emocionados. ¡Qué buena idea Miranda! Estoy
por graduarme y nunca habíamos hecho algo así, la verdad, estoy súper
agradecida. ¡Me siento súper! ¡Ya sabes!
El tono de su voz era de una chica súper fresa.
—¡Qué bueno que te gustó la idea!
—¡Si! No inventes, súper bien todo —hizo una pausa y me sonrió—.
Por cierto, yo venía a ver cómo estabas. ¡Ya sabes! Por lo que todos dicen
de ti en la escuela. ¡Que mal plan que digan cosas de ti!
Que buen gesto de su parte. ¡Fue sincera!
—Muchas gracias por preocuparte, realmente me siento bien. Estoy
tranquila porque yo sé que nada de eso es cierto y pues que mala onda de
parte de Aldo.
—¡Si lo sé! Mi hermano a veces es un idiota. ¡Qué inso!
Abrí los ojos de golpe.
—¿Tú hermano? —Pregunté sorprendida.
—Si. Aldo es mi hermano, por desgracia.
Reímos juntas. Emilio estaba escuchando. Miraba la pantalla de su
celular. ¡Le iba a decir!
—Pues yo tengo un audio de lo que realmente paso y lo que paso, no
es muy bueno.
Ella me miró con cierto interés.
—¿Qué fue lo que pasó? —Preguntó Emilio.
Aun no le contaba del todo sobre el chico que había intentado abusar
de mí. Así que en ese momento, en la escuela, sentados en las gradas, les
puse el audio. Justo en la parte donde él me pidió sexo, su hermana maldijo.
—¡Que maldito! Se pasó de lanza mi hermano. ¡Cobarde! —Parecia
molesta—. ¡Lo siento! O sea, de verdad, yo no era pensé qué él le pudiera
hacer esto a una chica. ¡No inventes! ¡Discúlpame por favor! Estoy tan
avergonzada por todo esto.
Ella era muy sincera. La chica más bella no debe perder jamás la
humildad de su corazón.
—¡Voy a golpearlo muy fuerte! —Dijo Emilio. Apretó sus puños.
Yo dirigí mi atención a los dos.
—Descuida Kim. No tienes por qué disculparte, Aldo fue quien me
hizo eso y él debería disculparse.
—Lo sé. Pero el desgraciado ahora anda ensuciando tu reputación.
¡Se pasa! ¡Qué hueva con él! ¿Quieres que te ayude en algo?
—Solo es un hombre tonto. Tu hermano es un… ¡Estoy cansada de
esos hombres que solo nos ven como objetos! No espero nada de él, pero si,
hablaré con Aldo sobre todo lo que está diciendo. ¡No te preocupes Kim! Si
fuera necesario entonces te diré en que puedes ayudarme. Y Emilio, no vale
la pena que golpees a un tonto. ¡No lo merece!
***
Cuando era la hora del taller, Laura parecía estar resentida conmigo.
Vi al profesor Édgar sentado en su escritorio, leyendo unos documentos.
—¡Hola Profesor!
—Hola Miranda. ¡Que gusto verte! ¿Cómo estás?
—Muy bien. Todo bien.
—Supe que tú mamá murió ¡Lo siento!
—Descuide. Son cosas que pasan.
Comenzamos con el taller. Recibí muchas cartas en el buzón madre.
Laura no me dirigía la palabra y las demás eran indiferentes. ¡Por qué la
gente es muy tonta a veces! Jared me saludaba normal, me dejó muchas
cartas que eran para mí.
—Esta es reciente —dijo él—, me pidió el chico que te la diera lo
más pronto posible.
Era una carta en sobre de color crema. “Eres lo que demuestras”
decía la frase que habían escrito en color negro.
—¡Gracias Jared!
Él me sonrió.
—De nada —era carismático—. Yo no creo nada de lo que los demás
dicen sobre ti.
Le sonreí.
—¿Por qué no? Tú eres libre de creer en lo que tú quieras. ¿Qué te
hace creer que ellos no se equivocan?
—Porque lo poco que se de ti me hace creer que eres diferente a las
demás chicas. Si eres una puta o no, creo que ese es tu problema y a
nosotros no debería importarnos. Como dijiste, cada quien es libre de creer
en lo que quiera. ¡Y cada quien conoce sus circunstancias!
Él me hizo pensar. ¡Yo no era una puta! Me acerque a él y le di un
beso en la mejilla. Él se ruborizo un poco y asintió, parecía tranquilo. Era
ligeramente chaparrito a mí. Fornido y carismático.
—Iré a repartir cartas —dijo con rubor en las mejillas—. ¡Eres chida
Miranda!
Asentí.

Miranda:

¿Por qué te escondiste tanto tiempo? ¿Te olvidaste de mí? Por parte
mía, yo había decidido no escribirte, ni ir a tu habitación porque sé que él
duelo es algo que nos puede hacer sentir muy por los suelos. ¿Cómo has
estado Miranda? A pesar de no escribirte, no he dejado de pensar en ti.
La vida es algo complicado a veces, pero aún con tantas
complicaciones, depende de ti si quieres ser feliz a pesar de lo doloroso que
sea todo el mundo. ¿Me crees? Tal vez dudes de mí porque aún no nos
hemos conocido. ¿Me conoces? ¡Quizá! Pero eso no es lo que importa
ahora, tú eres quien importa y por eso decidí aparecer en tu vida. ¡De
nuevo!

Soy consciente de todo el acoso que sufres en la escuela. ¿Realmente


eres una Puta? ¡No! Yo sé que no. A veces las circunstancias nos convierten
en lo que menos planeamos, pero aquí estamos. Vivos y a todo volumen.
¿Tengo pasado? Si. Todos tenemos pasado y tú tampoco eres la excepción.
Conozco tu pasado, tu dolor y tus angustias. ¿Por qué? ¡Te sorprendería la
respuesta! Pero aún no estás lista para escucharla.

¡Hay muchas cosas que pronto sabrás! Y deberás investigar si


realmente quieres saberlas.

Me despido. Prometo escribirte pronto.


¡Te quiero! ¡Ánimo! No dejes que los demás definan quien eres.
Anónimo.

P.S. ¿Realmente fue un accidente la razón por la cual murió tu mamá?

—¿Todo bien? —La voz de Édgar me hizo temblar. ¡Me asustó!


Me gire para mirarle de frente. Su semblante era curioso, sus cejas
arqueadas y su boca entreabierta. Se me escapó una lágrima de los ojos.
Trate de disimular. Sonreí. Me trague el dolor.
—¡Si! Todo va de maravilla —mentí—. Está vez hubo mucha
correspondencia.
Señalé los escritorios llenos de cartas.
—Si. Así parece —su mirada era tierna—. Estaré aquí si necesitas
algo.
Asentí. Él comenzó a caminar en dirección a su escritorio, llevaba su
cuaderno en la mano.
—Una pregunta —llame su atención—. ¿Qué se debe sentir al sonreír
cuando no se tienen ganas de sonreír?
Se puso a pensar en mi cuestión. Agachó la mirada, se llevó su mano
hasta su mejilla y se mordió el labio ligeramente.
—Se debe de sentir mucha soledad y falta de cariño —respondió
alzando la vista—. ¿Tú te sientes así?
—No. Para nada. Es que, tenía esa duda está mañana. Un amigo se
siente así —Mentí.
—¿Emilio?
—No. Alguien más.
De pronto se acercó y puso su mano en mi hombro.¡Fue cálido!
—¡Todos nos hemos llegado a sentir frágiles en esta vida! —Dijo y su
pulgar acariciaba mi hombro—. Si algo está mal contigo, puedes confiar en
mí. ¡No te sientas sola!
—¡Gracias! Lo tendré en cuenta.
Hubo un breve silencio entre nosotros. Nos estábamos mirando y
sonreímos, él me estaba tocando.
—Hice una carpeta de fotografías para su proyecto. ¿Se la puedo
mandar por correo electrónico?
—Si. Está bien.
***
Emilio tenía que volver temprano a casa, así que nos tuvimos que ir
rápidamente una vez que el timbre sonó. Le conté de la carta y de lo que
decía. Yo no sabía que pensar. ¿Realmente había sido un accidente? ¿O fue
provocado? ¡Qué más da! Mi madre ya no estaba con vida y tratar de
investigar no me la iba a traer de vuelta.
—Solo espero que todo comience a ir bien en casa.
Emilio estacionó su auto y los dos bajamos.
—Te veo al rato canija.
—Por supuesto. Yo creo que iré al parque un rato. Iré a ver la feria.
Él se me quedó mirando con una sonrisa muy pícara.
—¿Segura que es por la feria?
Obviamente ya le había contado de Manuel y Carla. ¡No los había
visto desde hace varios días!
—¡Obviamente! Y bueno, también porque quiero saludar a Manuel y
su hermana.
—Manuel y su hermana... —comenzó a burlarse de mí.
—¡Ya cállate! Estás chiflado.
Pero él no dejaba de hacerme burla. Lo perseguí por unos segundos
hasta que pude al fin, poner mis manos sobre su boca para que se quedara
callado. Él arqueaba sus cejas y eso me dio risa. Hizo bizco con sus ojos,
sus labios estaban demasiado suaves.
—¡Nos vemos al rato! —Dije riendo al mismo instante que Emilio.
Dejé mi mochila en la casa, imprimí las fotos de Carla y salí de casa
con los audífonos sonando y el ánimo recargado. ¿Qué se siente al sonreír
cuando no tienes ganas de vivir? ¡Obvio no sientes nada! Solo era una
fachada. Pero yo estaba segura que debía seguir siendo positiva. Caminé un
par de cuadras y al fin llegué hasta al parque. La feria aún seguía y no dude
en caminar a toda velocidad para poder encontrarlo a él. ¡Si chica! Él podría
hacer que tú corazón se derritiera pero pues no, porque yo lo vi primero y
aún no es mío, pero espero que sí. ¡Escuchaste!
Está vez él estaba acomodando unos libreros. Me acerque.
—¡Hola Manuel! ¿Cómo has estado?
Él se sorprendió un poco, pero al final me dedico una sonrisa. ¡Su
estúpida sonrisa!
—Todo bien. Pensé que ya no te volvería a ver y la neta no sabía si
contestarías mis llamadas.
Se ruborizo.
—¡Claro que te contestaría tonto! ¿Por qué pensaste en eso?
—Porque pues no se me da eso de llamar a las personas y me pongo
muy nervioso —le daba vueltas al asunto.
—Descuida. Yo tampoco soy muy buena con eso de hablar por
teléfono, pero en fin. ¡Aquí estoy! Perdón por no haber venido antes, tuve
algunas cosas que superar y así.
—¿Superar? —Arqueo sus cejas.
—Si. Mi mamá murió el domingo pasado y pues ya te imaginarás…
Suspiré.
—¡Oh! Yo, lo lamento mucho Miranda...
—Descuida. Todo bien conmigo.
Sonreí.
—¡Debí llamarte entonces! —dijo lamentándose.
—Tranquilo. Ya pasó —dije serena—. Vine a dejarle sus fotos a tu
hermana.
Le di el sobre de fotografías.
—Ella no está. Tuvo que regresar a Zacatlán unos días con mi
abuelita.
Me pase la tarde con él. Le ayude a acomodar unos libros, conocí a
sus papás. Sus papás estaban emocionados de que yo estuviera hablando
con su hijo. Comimos un poco de mole preparado por Magdalena (así se
llama la mamá de Manuel), fue una buena tarde. Casi al final sus papás nos
dieron permiso para abandonar la feria.
Lo lleve a dar la vuelta por el parqué lineal.
—¡Nunca me he subido a una rueda mecánica! —Dijo señalando la
enorme rueda.
Se me ocurrió algo chido.
—¡Vamos! Subamos entonces.
Abrió sus ojos como platos.
—No. Está bien. No pasa nada si no nos subimos.
Había muchos turistas tomándose fotos con la estrella de Puebla de
fondo y mucha gente se subía a dar la vuelta en la rueda.
—¡Tranquilo! No te pasará nada. Se ve toda la ciudad desde allá
arriba.
Con los pies temblando y los nervios en su cuerpo, Manuel accedió a
subir a la rueda. Fuimos a la taquilla, pague dos boletos VIP y caminamos
entre la fila hasta que al fin nos tocó abordar.
La góndola apareció frente a nosotros y las puertas se abrieron de
golpe, un sonido se escuchó y eso puso nervioso a Manuel.
—¡Mejor no subamos! —Dijo temeroso.
—¡Estarás bien! —No tenía problema con los nervios de Manuel—.
No te va a pasar nada, yo estoy contigo.
Pero parecía que la enorme fila de gente hizo que Manuel se sintiera
presionado a abordar. El chico a cargo nos presionó para subir y sin dudarlo
más, Manuel tomo mi mano y abordamos de golpe. Las puertas se cerraron.
—¡Que locura! —Exclamó él—. Estoy arriba de está cosa.
Reímos.
—¡Y no se va a caer!
Lentamente comenzamos a subir. El piso de la góndola era de cristal y
sí, sentías la impresión de que podrías caer en cualquier momento. ¡Pero
no! Manuel estaba temblando y sus nervios se agravaron más cuando
llegamos al punto más alto. Parecía muy asustado porque no se levantaba de
su asiento para tomar fotos.
—¡Por qué decidí subirme a esto!
Me encogí de hombros.
—¡No lo sé! Quizá te sentiste presionado.
—Si. Es verdad. Ahora estoy pagando las consecuencias.
—Tranquilo, ya casi bajamos.
Aún no comenzábamos el descenso. ¡Que chismosa fui!
—¿Tú no tienes miedo?
—No. Me siento normal.
Ambos estábamos sentados, el sujetaba mi mano y no dejaba de mirar
a todos lados con mucho miedo. ¡Me dio ternura! Necesitaba ayudarlo a
sentirse bien. Me puse de pie, pero él quiso que yo me sentará de nuevo.
—Por favor, quédate conmigo, te vayas a caer. ¡Miranda…!
Realmente estaba asustado. ¡Un poco histérico!
—¡Tranquilo, todo está bien!
Él no me soltaba y al final, me acosté en el suelo de cristal de la
góndola. Los ojos de Manuel se abrieron como platos y parecía que los
nervios aumentaban. Ahora fui yo quien tiro de su mano.
—¡Miranda, estás loca!
Reí. Mi cuerpo flotaba con el cristal del piso.
—Lo sé. Estoy loca y por eso te quiero pedir que vengas conmigo.
Al final, casi dudando, él decidió soltarse del asiento y con mucha
lentitud se acostó junto a mí. ¡Parecía estar tranquilo!
—Debí decirte que me dan miedo las alturas.
—Debiste decirme, pero mira, estamos aquí arriba. ¡Ahora te
aguantas!
Tomé una selfie de nosotros. Hicimos caras chistosas y reíamos sin
parar. Nos sentamos en el suelo, miramos toda la ciudad y ya estaba a punto
de terminar este día. La puesta del sol fue algo sumamente increíble esa
tarde. Manuel me tomó de la mano, mi corazón se agitó un poco y se sentía
bien estar con él.
—¡Mira que belleza!
Señale el atardecer. Los volcanes estaban ahí. El Popo y la
Iztaccíhuatl estaban juntos. Manuel y yo estábamos juntos. Lo más simple,
lo más bello no es lo más elaborado. Hay belleza en el simple atardecer
anaranjado así como también en el brillo de tus ojos.
“Los atardeceres son la prueba de que el romanticismo aún existe”
pensé en esa frase de mi anónimo.
—¡Chulada de vista! —Dijo sonriendo.
Tomé unas fotos de la tardé, de nuestras manos y de lo que fuimos ese
día.
—¿Ya estás tranquilo?
—Si. Ya no estoy tan nervioso. Perdóname por tanto drama mío,
nunca había subido a una rueda tan alta.
—Descuida.
Imaginé que sonaba Eros de Motion Cntrl por la bocina de la góndola
y me dio mucho gusto estar en un momento como esté.
—Si pudieras cambiar algo de tu vida, ¿qué cambiarías? —Me
preguntó.
Mirando el horizonte desde las alturas la pregunta de Manuel hizo que
mi mente se pusiera a pensar.
—¡Nada! No cambiaría nada
—¿Segura?
Asentí.
—Si. Aunque mi vida no es perfecta, sé que por algo pasan las cosas.
¿Sabes? En la escuela dicen que soy una puta, pero aunque todo eso es
mentira, sé que a veces todo lo que dicen las personas de uno, te puede
ayudar a cultivar cualidades. De lo malo también se aprende.
Él me miraba con profundidad.
—Eso tiene sentido para mí.
—Lo sé. ¿Tú cambiarías algo?
Su mirada se perdió en la puesta del Sol.
—Quizá. ¡No lo sé realmente! Estoy feliz con la vida que llevó, no
creo que sea necesario cambiar algo.
Su respuesta me sorprendió.
Comenzamos a descender y Manuel había logrado superar sus nervios a la
altura. Esta vez no nos tomamos de la mano.
El aire soplaba muy fuerte cuando bajamos de la góndola. Aún había
muchas personas esperando en la fila. Caminamos hasta la salida y nos
detuvimos justo en frente de una fuente de piso. Muchos chorros de agua
salían del suelo en secuencias muy chidas.
Emilio me marco.
—¿Cómo va todo en la feria? —Su tono de voz era tenue, reía.
—¡Todo súper bien! Acabamos de bajar de la rueda.
—¿Fueron a la estrella? —Preguntó intrigado.
—Si. Estuvo genial.
Guardo silencio unos segundos.
—Muy bien. Qué bueno que pasaste chido la tarde. Yo acabé de
regresar a casa.
—¿Cómo te fue a ti?
—¡Ya sabes! Compras, compras y más compras. ¡Todo normal!
Reí.
—Bueno. Te veo en un rato. Ya casi vamos de regreso.
—Está bien. ¡Cuídate eh! Y no disfrutes mucho de la feria.
Su risa me hizo ruborizar un poco.
—Claro. Lo tendré en cuenta.
Finalizamos la llamada. Manuel estaba viendo la fuente.
—¿Esta padre no? —Le pregunté acercándome a él.
—Si. No hay de estás en Zacatlán.
Él parecía muy conmovido por la fuente.
—¿Extrañas Zacatlán?
Me miró con ternura, fragilidad y sentimiento.
—Si. La verdad que sí. ¡Extraño estar con mis abuelitos y trabajar en
el cultivo!
En Zacatlán fabrican vino artesanal.
—¿Producen vino?
—Si. Eso me gusta —su mirada era tierna—. Me gusta estar con mis
papás y todo, la librería es algo genial, pero desde que nos mudamos a la
ciudad, siento que mi vida no me pertenece.
—¿A qué te refieres?
—Vivir en la ciudad es complicado a veces. ¡No es lo mismo estar en
tu propio rancho!
Reímos.
—Supongo que vivir en un rancho es algo chido —me encogí de
hombros—. A mí también me hubiese gustado vivir en un rancho.
Hablar de cosas personales se volvió tan fácil con Manuel.
—¿Enserio? —Parecía muy sorprendido—. ¿Por qué la chica Barbie
querría vivir en un rancho?
Sonreí. ¡Que ilusa!
—Porque vivir en aquí es complicado.
Nuestras miradas nos pertenecían. Era una buena tarde y la compañía
de Manuel me hacía sentir bien. Por los altavoces del parque sonaba Past
Life de Trevor Daniel con Selena Gómez. ¡Qué momento!
—Si —alzó sus cejas y eso me hizo sonreír—. ¡Tienes razón!
Nosotros iremos en Agosto a Zacatlán, a visitar el rancho.
Hizo comillas con sus dedos.
—¡Que padre!
—Si. ¡Tú podrías venir con nosotros!
De pronto mi maldito corazón comenzó a emocionarse muy
tontamente. ¡Parecía que me daría algo!
—Gracias por la invitación. Espero que sí.
¿Has sentido esa sensación tan compleja de estar con el corazón
enamorado? ¿Cómo describirías ese estado?
—Yo espero que puedas ir con nosotros.
La fuente chorreo a toda fuerza cuando él dijo esa frase: YO ESPERO
QUE PUEDAS IR CON NOSOTROS. Sentí la necesidad de correr a la
fuente. ¡De pura emoción!
—¡Vale! Y yo espero que puedas venir conmigo.
Entonces tomé su mano y sin dudarlo, corrí jalándolo hacia la fuente.
Los chorros de agua estaban a toda potencia, mi risa hacia dueto con la
música y Manuel, él parecía muy divertido.
—¡Que chido! —exclamó él.
—¡Lo sé! ¡Baila conmigo!
¡Los dos estábamos locos! La gente volteaba a mirarnos y nosotros
estábamos tan concentrados en bailar entre el agua con mucha fugacidad en
nuestros cuerpos. Y sin querer, mientras yo miraba a Manuel sacudirse entre
los chorros de agua, la pregunta invadió a mi corazón.
¿Es duradero el enamoramiento?
***
—¡Me la pasé muy bien! —Dije con una estúpida sonrisa—. ¡Gracias
por soportarme está tarde!
Él tenía el cabello alborotado, se estaba secando con el viento.
—¡Yo igual! Espero verte pronto.
Los dos estábamos frente a mi casa.
—Si. ¡Yo igual!
¿Yo igual? ¡Que estúpida! Sus manos estaban ocultas en su pantalón.
—Bueno. ¡Descansa!
Asentí. Comenzó a caminar por la banqueta. Era de noche y está vez
me sentía bien. Me había olvidado de todo lo malo que había pasado y
estaba tan concentrada en querer aclarar mi corazón. ¿Dónde quedó la chica
reservada?
Estaba a punto de entrar a mi casa cuando Emilio apareció detrás de
mí. ¡Canijo!
—¡Me asustaste! —Exclamé nerviosa.
Se reía de mí. ¡Pasado de lanza!
—¿Cómo te fue? —Su curiosidad era impresionante, sus cejas eran la
onda—. Alguien estuvo muy ocupada cultivando romance con el Librero.
¿Librero? Emilio le puso ese apodo.
—Fuimos a la rueda y…
—¡Estas toda mojada! —Dijo tocando mi playera.
Entramos a mi casa. Tom estaba en la piscina, papá no estaba y
bueno, ya sabes, entramos a mi habitación como siempre. Me cambié de
ropa, Emilio había traído hamburguesas para cenar. Nos sentamos en su
colchoneta, pusimos Stranger Things y tragamos como cerdos. ¡Me comí
dos hamburguesas de esas bien gigantes!
—Emilio —Dije interrumpiendo una escena de Once.
—¡Que!
—¡Soy una puta!
Se me quedó mirando con sorpresa y extrañamiento.
—¿Por qué lo dices? No hagas caso de lo que dicen en la escuela, tú
no…
—Soy una puta porque creo que me gusta Manuel.
¡Qué corazón tan más loco el de la juventud!

CAPITULO 10

Nos quedamos dormidos. Recuerdo que Emilio solo apagó el televisor


y ya. Dormí junto a él. Su brazo me sujetaba la espalda y sus ojos cerrados
fueron lo primero que vi cuando me desperté. ¡No quise despertarlo!
Habían pasado tantas cosas en tan poco tiempo que ni yo misma era
consciente de lo rápido que estaba cambiando mi vida.
Fui al baño y comencé mi rutina matutina. Le puse agua al geranio
que Emilio me había traído de la casa de su abuela. La planta tenía flores de
color melón y decoraba muy bien mi ventana.
—¡Buenos días! —Dijo estirándose en la cama.
—¡Buenos días canijo! —Le respondí.
—¿Que haremos hoy?
—¿Qué quieres hacer?
Él se puso de pie. Estaba descalzo y sus ojos aún parecían
adormilados.
Tocaron mi puerta.
—¿Quién?
—¡Buenos días Miranda! —La voz de papá me sorprendió.
Me había trenzado el cabello y me puse un overol de mezclilla.
—¡Hola papá!
Él iba vestido de forma formal, una camisa de cuadros y un saco de
terciopelo negro.
—¿Cómo estás?
—Todo bien conmigo ¿Y tú?
—He tenido días mejores —irradiaba nostalgia—.¿Quieres salir a
desayunar?
Su pregunta me causo cierto asombro y de pronto la escena perversa
de él apareció a mí. ¡Volví a ver cómo tenía sexo con la mujer de pelo
negro!
—¿Emilio puede ir con nosotros?
Emilio había entrado al baño.
—¡Esta bien! Nos vamos en diez minutos.
Emilio no tardó en salir. Lo invite a desayunar con nosotros.
—¡Vale! Déjame hablarle a papá.
Papá conducía por la avenida, Emilio se había sentado en el asiento
del copiloto y platicaba con papá sobre cosas de fútbol. Justo en un
semáforo en rojo, la pantalla de mi celular se enciende. Recibí un mensaje
de un número desconocido.
¡Buenos días querida! Espero que hoy te vaya bien, me da gusto ver
qué tu papá ha decidido llevarte a desayunar. ¡Solo espero que tus ilusiones
no desaparezcan tan pronto! ¡ANIMO!
Llegamos a un restaurante. Papá detuvo la Suburban en el
estacionamiento, baje con detenimiento. Mi papá parecía nervioso de
repente.
—¡Pues adelante! —Dijo extendiendo su mano.
Entramos al lugar, había varias mesas ocupadas y un chico se acercó a
nosotros.
—¡Bienvenidos! ¿Tienen reservación?
El uniforme del chico consistía en una camisa blanca, un moño de
color negro y su pantalón de vestir.
—¡Si! —Dijo papá con tono autoritario—. Esa es nuestra mesa.
Papá señaló una mesa ubicada justo en medio del restaurante, lo más
curioso, es que había una mujer sentada ahí. Cuando nos acercamos supe
quién era. ¡Era ella!
—¡Hola! —Saludó la mujer—. Los estaba esperando.
Papá se acercó y le dio un beso en la mejilla. Ella se sonrojo.
—Hola, soy Miranda —saludé.
Los pensamientos crueles me hicieron recordar su espalda desnuda.
—Un gusto Miranda, soy Elena.
Todos ordenamos algo para desayunar. Yo me pedí un consomé de
pollo y unos chilaquiles. Emilio pidió unos huevos rancheros.
Papá no dejaba de parecer bobo con Elena. El observar su
comportamiento me hizo pensar en la cruda realidad de la vida. Sentí un
golpe de dolor dentro de mí, quería llorar de repente y había mucha
incertidumbre en mi interior. Di un trago de agua, le tome la mano a Emilio
y él se giró a mirarme.
—¡No me siento bien! —Le dije con los ojos.
Es un alivio que Emilio entienda mi lenguaje con la mirada.
—¿Qué tienes? —Preguntó su mirada.
—¡Muchas confusión!
—¿Quieres volver a casa?
Su mirada sabía entender mi tristeza.
—¡No, está bien! Tengo que aguantar esto.
Y en ese momento papá comenzó a hablarme.
—Miranda —su voz pronunciando mi nombre, era algo extraño—,
me da gusto que estés aquí. El motivo de este desayuno es porque quiero
darte una noticia…
Elena parecía emocionada. La imagen de ella gimiendo y mi padre en
la cama, me hizo sentir escalofríos.
—…sé que estás semanas han sido difíciles. La pérdida de tu
madre…
Mi mente se perdió cuando el comenzó a hablarme de mamá. Apreté
la mano de Emilio por debajo de la mesa.
—¡Ella es tu nueva novia!
Papá y Elena se sorprendieron. Yo los había tomado por sorpresa.
—Miranda… tú… —parecía que papá no sabía que palabras decir.
Necesitaba desahogarme. Además el mensaje que recibí esta mañana
me estaba dando ánimo. ¿Y qué podía empeorar? ¡Todo era un caos!
—Los vi en tu habitación teniendo sexo y parecían muy complacidos.
¡Descuida papá! Mamá está muerta, no tienes qué avisarme sobre tus
relaciones amorosas. Aun cuando mamá estaba viva no te importo meter a
esta mujer en su habitación. Tampoco debería importarte contarme sobre tus
planes de romance.
Emilio se sorprendió. Me sentí muy decepcionada de repente.
—Miranda…yo…—la voz de papá era algo que nunca me dio
confianza.
—Descuida papá. No podemos cambiar el pasado.
Me puse de pie, Elena miraba su plato vacío y parecía no tener el
valor de mirarme.
—¡Espero que pasen una buena mañana juntos! Gracias por el
desayuno.
No podía seguir allí.
Emilio me siguió y ambos salimos del restaurante. Mi corazón estaba
latiendo muy rápido, muchas emociones me atravesaban el cuerpo y la
sensación más cobarde se abrazó adentro de mi alma. Nos detuvimos en
medio del estacionamiento.
—Perdona que te haya arruinado la mañana —me disculpe con mi
amigo—. ¡No tenía idea que fuera a ser así!
Emilio tenía la mirada tranquila, compasiva, cálida.
—Descuida, no tienes por qué disculparte…
Le miré.
—¡Me temo que sí! No es justo para ti el estar cuidando y estando
para mí. No mereces que yo te prive de estar con alguna chica guapa o de tu
familia. No es justo que yo te prive de tu libertad si mi alma está dañada.
¡Lo siento!
A veces pensaba que Emilio era muy bondadoso y por eso no quería
crecer sin mí.
—Miranda, yo siempre voy a estar para ti.
—¡Lo se canijo! Y realmente estoy en deuda contigo, te debo tanto.
***
Tomamos un taxi hasta el parque. Quería visitar la feria y la verdad es
que quería ver a Manuel. Emilio me acompaño esa tardé, no hacía mucho
calor, nos habíamos comprado unos raspados. Comencé a sentirme
emocionada de poder presentar al fin, a mi amigo con mi crush.
Mi sorpresa fue que él no estaba en la feria.
—¡Hola! —Salude a Carla—. ¿Cómo estás?
Ella sonrió al verme y me saludo de beso.
—Miranda, me da gusto verte. Pues mira hoy estoy sola cuidando el
negocio.
Ella se encogió de hombros y sonreía cálidamente.
—¿Manuel no está? —Pregunté.
Ella borro su sonrisa.
—¡No! Él tuvo que regresar a casa.
Aquello me pareció ser muy repentino. ¡Ayer estuve con él!
—¿Enserio? ¿Todo bien?
Me causaba mucha intriga saber sobre Manuel. Emilio me miraba y
parecía apretar sus labios en una sonrisa encogida de brazos.
—Sí, tuvo que volver de repente, fue con mis padres.
Parecía que Carla se estaba mordiendo las palabras, note que su
semblante ocultaba algo.
—¿Crees que sea una buena idea si yo le marco?
Ella suspiró. No me había dado tiempo de presentarle a Emilio.
—No es necesario. Miranda, eres una chica muy dulce y agradable,
no sé qué es lo que mi hermano te dijo estos días, pero creo que no mereces
perder tu tiempo con él, no es buen momento para que le marques y
realmente tengo que decirte que no va a regresar.
—¿No regresara?
—¡Embarazo a una chica del pueblo!
Aquella noticia me golpeó. ¡Por qué me pasan estas cosas a mí!
—¡¿Enserio?!
Emilio estaba sorprendido, sus cejas lo demostraban.
—Si. Nosotros no sabíamos, hasta que el hermano de esta chica se
puso en camino para venir a verlo está mañana.
Di un trago de saliva. Sentí un golpe en mi esperanzado corazón.
Emilio puso su mano en mi hombro. Sonreí. Carla parecía apenada.

—Al menos no pudo hacerte tanto dañó —dijo Emilio.


—Si. Al menos ya sé que es enamorarse de alguien que no me
correspondía.
Regresamos a casa caminando.
—¡Nunca se te vaya a ocurrir embarazar a alguien y después dejarla!
—le dije a Emilio.
Sonrió.
—¡Y tú nunca vayas a embarazar de alguien que no valga la pena!
Me reí. ¡Que importaba mi desdicha con el amor!
***
Eran las seis de la tarde cuando decidí salir de mi habitación, me
había puesto una falda y una blusa vintage. Emilio y yo iríamos con algunos
chicos del equipo a cenar pizza. En la sala de televisión estaba papá
mirando una serie en Netflix.
—¡Estaré con Emilio!
Parecía que estaba avergonzado. Asintió. ¡Que sorpresa que estuviera
en casa en fin de semana!
—¡Ve con cuidado!
—Sí, está bien.
Estuve casi apunto salir.
—¡Miranda! —su voz tenía un tono muy tenue.
—¿Si?
Papá se había puesto de pie, se acomodó un poco el suéter que llevaba
puesto y su mirada era diferente.
—¡Lo siento! —Su disculpa me sorprendió—. ¡Lamento ser un mal
padre!
Aquellas palabras me pusieron a pensar. ¡Un mal padre!
—¡Esta bien! —Me limité a decirle.
—También me disculpó por lo que viste el otro día, yo no tenía…
—¡Tranquilo! Solo ten más cuidado la próxima vez.
Parecía como si papá quisiera abrazarme, se acercó a mí. Yo me sentía
como una extraña. Justo cuando sus brazos se aproximaron, el sonido de los
vidrios rompiéndose nos separó.
Unas piedras cayeron al suelo y los fragmentos de los vidrios salieron
por todas partes como proyectiles. Algunos cristales se impactaron en el
rostro de papá y yo tenia el brazo con sangre. Rápidamente salí de la casa y
vi un automóvil negro alejarse por la calle, le tome una foto a la matricula y
regrese con papá. Él llamo a la policía y mis planes de ir con Emilio a cenar
pizza se vuelven una plática con los policías. Llegaron dos patrullas, se
estacionaron frente a la casa, hablaron con papá y después conmigo. Les
mostré la foto del automóvil y ellos anotaron la matrícula para investigarla.
Emilio se quedó conmigo.
—¿Cómo estás? —Su pregunta me hizo sentir bien.
—He estado mucho peor, por eso es que en este momento me siento
bien, normal.
Algunos fragmentos de vidrio se enterraron en mi brazo izquierdo.
Emilio me había ayudado a sanarme. Lo llevé a la sala de estar y nos
sentamos frente al televisor apagado.
—¿Quién crees que hizo esto?
Me puse a pensar unos instantes.
—¡No lo sé! —Me encogí de hombros.
Aún había pedazos de cristal en el suelo. Mis ojos se congelaron justo
debajo de la mesa de centro, había una piedra y tenía un sobre de papel
pegado a ella. La señale y Emilio se levantó para agarrarla.
—Supongo que ya sé quién pudo haber hecho esto.
Los policías seguían hablando con papá en el comedor.
El sobre era idéntico al que encontré aquel día en mi casillero de la
escuela. Le quite la cinta adhesiva y lo abrí. La carta decía:

Miranda:

¡Lamento mucho que esto haya pasado! En la mañana te escribí un


mensaje de texto y te desee lo mejor para este día. ¡Lamentó que hayas
visto a tu padre con su amante! No imagino el dolor que eso desencadena
en ti y por eso hice esto.

A veces es necesario romper algunas cosas para poder construir


belleza donde no hubo amor. Me parece necesario escribirte estas líneas
porque estás en peligro. Tu mamá fue asesinada, no fue un accidente y tú
sabes mejor que nadie quien lo hizo. La única persona que no tiene alma y
corazón, que es oscuro y sucio, él es tu sospechoso más grande. Por eso te
digo que no confíes en nadie. Y aunque tú padre hoy ha intentado ser
cordial contigo ¿Realmente vale la pena creer que un hombre como el es tu
padre?

Querida Miranda, lamento ser yo quien te diga esto, soy un


desconocido para ti pero me preocupas y espero que por favor confíes en
mí. ¿Puedes confiar en mí? ¡Te lo pido! Sé que soy una sombra en tu vida y
espero convertirme en la luz de tu corazón. Emilio es un buen chico, te
quiere y tú le quieres, cuida tu amistad con él.

Hay muchas cosas que tenemos que aclarar y que se irán aclarando
con los días. ¡No tengas miedo! Yo también te estaré cuidando, lo prometí.

Te escribiré pronto querida. ¡Ánimo!


Tuyo, Anónimo.

P.S. También lamento que te hayas enamorado de un chico fugaz. Espero


que él pueda ser un buen padre.

Le leí la carta a Emilio, parecía muy sorprendido.


—¿Es la misma persona que te escribo ese día?
—Si. Es él.
— ¿Tú madre…?
—¡No lo sé! Yo no sé qué pasó realmente y no sé cómo el sospecha
de alguien.
—¿De quién sospechara él?
Me pongo a pensar. Me acuerdo de ese día y recuerdo a la única
persona que estaba aquí en casa diciendo cosas feas de mi madre.
—El tío Tom.

Segunda parte
¡EL COLOR DE LA NOCHE!
CAPITULO 11

Al llegar a la escuela no me sentí sorprendida por la mirada de


algunos estudiantes. Las chicas, los chicos, me veían, murmuraban cosas y
de momento me odiaban. ¡Me mostraban su desprecio! ¿Por qué se habían
tomado tan a pecho los rumores de un chico tonto?
Tomé mi clase de lengua, matemática y química. Los chicos seguían
repartiendo el correo y los destinatarios siempre se emocionaban cuando
una carta les llegaba. Yo comencé a recibir varias cartas y notas pequeñas,
la mayoría eran insultos o cartas pervertidas de algunos chicos.
¿Alguna vez te acosaron? Pues cuando alguien te haga sentir muy
indefensa es cuando más tienes que estar completa. ¡No hagas caso a los
comentarios negativos!
—¡Zorra! —Me gritarón.
Era increíble como el rumor de un chico popular me estuviera
arruinando la felicidad. ¡No seguiría aguantando sus porquerías!
—¡Te dicen en las noches! —le respondí al chico.
Sus amigos se empezaron a burlar de él. Caminé al salón del taller.
Jared estaba ahí, me acerque a él.
—¡Hola! —Sonreí.
—¡Hola Miranda! ¿Cómo estás? —Me preguntó.
—Todo bien, gracias. ¿Cómo estás tú?
—¡Aún con vida!
—Eso es estupendo, que bueno, me da gusto verte bien vivo.
Reímos.
—¿Te importa si te ayudo con eso? —Le pregunté.
Asintió. Él tenia varias cartas entre sus brazos.
—¡Para nada! Necesitamos entregar muchas cartas.
Debido a que la graduación se acercaba muy rápidamente, parecía que
todos estaban muy interesados en escribirles a los chicos y chicas de sexto
semestre. Jared y yo repartimos varias cartas en la cafetería, en el patio de
la escuela y en varios salones tuvimos que interrumpir algunas clases.
Regresamos al salón del taller y Édgar estaba ahí, mirando y acomodando
las cartas en el buzón madre.
¡Mucho trabajo!
—¡Hola! —Nos saludó él.
Yo sonreí casual y Jared solo hizo un ademán.
—Son muchas. ¿No creé? —Le preguntó Jared.
Édgar asintió. Sus labios se curvaron en una sonrisa.
—A todos les ha encantado está idea, incluso algunos profesores han
pensado en poner un buzón en la dirección.
Eso me hizo sentir bien. Una idea mía estaba teniendo tanto éxito.
—¡Estaría padre que los maestros se intercambiarán notas de amor!
—La voz de Jared me hizo sentir emoción.
El timbre sonó. Las clases de hoy habían terminado para todos. Los
demás chicos no tardaron en entrar al salón para recoger sus cosas, vi a
Laura pero su mirada era sería, una mirada de rencor conmigo. ¡Parecía que
la chica me despreciaba por completo!
Mi móvil vibro en ese momento.

Manuel: ¡Hola Miranda! ¿Cómo estás? Tuve que regresar un tiempo


a Zacatlán, espero regresar pronto. Ya no te pude avisar y tampoco te pude
ver. ¡Me divertí mucho el otro día! ¡Gracias! Espero verte pronto.
Cuando termine de leer el mensaje, no supe que hacer. Me quedé
estática unos segundos, mis pensamientos se centraron en la plática con
Carla y en todos los sucesos de mi enamoramiento con Manuel. ¿Te
enamoraste alguna vez de alguien que no te correspondía?
—¿Está todo bien? —La voz de Édgar me hizo volver al salón de
clases.
Apague la pantalla.
—Sí, todo bien gracias.
Asintió.
—He elegido algunas fotografías tuyas para el proyecto, realmente
son muy buenas.
—Qué bueno que te gustaron, espero que cumplan bien con tu
proyecto.
—Por supuesto, ya casi está terminado. Lo publicaré en unos días. Mi
celular volvió a vibrar.

Manuel: Me gustaría que vinieras un día. ¡Hay cosas que necesito


decirte!
¿Y qué cosas necesitaba decirme?
—¿Todo bien? —Volvió a preguntar Édgar.
Quizá mi rostro reflejaba toda esa confusión de sentimientos que yo
misma no había descubierto hasta ese momento.
—Sí, todo va bien.
—Tienes el brazo con heridas.
Mi suéter se había levantado dejando desnuda mi muñeca y más de
mí.
—Si lo sé, no es nada grave, paso algo en casa.
No iba a profundizar en detalles sobre mis problemas en casa con mi
profesor. Además una parte muy dentro de mí, sentía incertidumbre por los
mensajes de Manuel. Me despedí de Édgar, tome mis cosas y salí del salón.
En el pasillo aún había algunos chicos. Baje las escaleras y justo al pasar
por la puerta del auditorio, él me jalo hacia dentro. Su mano apretó mi
muñeca, sentí un ardor en mi piel herida.
—¡Pensé que no volvería a verte!
Aldo me había soltado, estábamos parados mirándonos. Yo tenía
muchos pensamientos que no estaba tan claros.
—¿Cómo estás? —Preguntó.
Su pregunta tan absurda me hizo reír por dentro.
—Creo que tú debes saber cómo estoy, después de todo lo que has
dicho de mí.
Bajo la mirada. Apretó los dientes, su mandíbula se marcó. Sus cejas
se arquearon.
—¡Solo dije lo que pasó! —Dijo en tono candente.
—Dijiste lo que creíste que pasó, pero no pasó nada entre tú y yo.
—Miranda…
No tenía caso estar hablando con un tipo como él.
—¡Tengo que irme! —Me dispuse a salir.
Pase junto a él, di un paso y su mano me detuvo.
—¡Te deseo Miranda! —El tono de su voz era el mismo que el de la
fiesta.
—¡Pues yo no! —Jale mi brazo para deshacerme de su agarré.
Caminé para salir del auditorio, Aldo venía detrás de mí. Sus manos
de acercaron a mi cintura y mi molestia se hizo presente, me gire a darle un
golpe en la cara.
—¿Que está pasando aquí? —La voz de Édgar me hizo sentir a salvo.
Quizá Aldo quería abusar de mí o hacer cosas que yo no estaba
dispuesta a permitir.
—¡Todo está bien profesor! —Dijo Aldo acomodándose la rabia.
Aldo estaba molesto.
—No es verdad, Aldo me estaba acosando.
—¡No aguantas nada Miranda! Es solo un juego, tú sabes…
—No es ningún juego, yo no me llevo así contigo y eres un
despreciable mentiroso.
Aldo no tenía donde esconderse, me dedico una mirada molesta y se
fue de allí.
—¿Te hizo algo? —Me preguntó Édgar.
Llevaba su portafolio en la mano.
—Sé que usted sabe que la escuela dice que yo soy una prostituta, que
Aldo y yo tuvimos sexo y que yo soy una fácil. Aldo es el responsable de
todas esas mentiras. ¿Creé que eso sea grave?
—¡Eso es grave! Podemos hablar con el director para…
—¿Y qué caso tendría hablar con el director? Aldo esta podrido,
hablar con el director no va a solucionar nada.
Me acomode la ropa, mordí mis labios y sonreí.
—¿Estás segura de…?
—¡Si! Completamente segura, tengo que irme, Emilio me espera.
¡Gracias por su ayuda!
Esta vez ya no le hablaba de “tu” y eso me hizo sentir tranquila.
***
—¡Nos mudaremos! —La voz de papá me golpeó de repente.
Ahora era muy raro verlo en casa todos los días.
—¿A dónde? —Pregunté inquieta.
—¡Ya lo verás! Tienes dos días para empacar.
La idea de la mudanza era porque papá estaba pensando en formar
una familia con Elena. ¿Pero realmente era así? ¿Cuáles son los planes
reales de mi papá?
—¡Espero que no te demores tanto! —La voz del tío Tom me hace
alzar la vista.
Él estaba recargado contra la pared, cerca del sillón donde estaba
sentada.
—¡Solo empacare lo esencial! No creo tardarme tanto.
Papá dijo que todo el mobiliario se quedaría aquí. La nueva casa lo
tiene todo. ¿Realmente quería mudarme? ¿Qué estaba pasando en mi vida?
¿Qué cosas debía empacar? ¿Realmente valía la pena?
—¡Muy bien! Pues está hecho —Papá estaba sonriendo—. Por cierto,
está noche iremos a una fiesta en Casa de Ángeles. Pónganse elegantes por
favor.
De un momento tan repentino a otro momento tan repentino, papá
estaba muy raro. De pronto no entendía nada. Subí a mi habitación. El tío
Tom estaba de vuelta y yo no sabía que hacer exactamente. La mudanza.
Emilio. Papá. Mamá. El tío Tom. Aldo. Manuel. ¡Todo se me estaba
pasando!
Caminé hasta el sanitario. Me desvestí rápidamente, puse una canción
de Carla Morrison y me metí a la ducha. El agua se sentía muy bien, el
champú resbalaba por mi cuerpo y desprendía un olor a naranja. No tarde
en salir. Me puse ropa interior y una playera larga. ¡Ir a una fiesta! Las
fiestas de papá siempre eran muy lujosas y extravagantes. Al ser el dueño
de la compañía lo que sobraba en sus bolsillos era dinero. ¡Pero quién sabe
cómo sería está vez! Quizá él quería impresionar y complacer a Elena.
Caminé al clóset, abrí las puertas en el área de vestidos. ¡Tenía mucha
ropa que no necesitaba! Un vestido azul. Uno negro. Uno blanco. Uno rosa
coral. Uno morado. Uno rojo. Uno amarillo. ¡En qué lío me encontraba!
Le marque a Emilio.
—¡Hola canijo! ¿Estás ocupado?
Se escuchaba música de fondo.
—¡Qué onda! Si estoy ocupado, acompañe a papá a arreglar unos
asuntos. Regresaré tarde. ¿Todo bien?
Eso me hizo sentir algo inquieta. Quería que estuviera aquí conmigo.
Quería contarle de la mudanza y de todo.
—Si todo está bien. Entonces te veo en la noche.
—¡Sale pues!
No elegí ningún vestido de mi colección. Entonces se me ocurrió
algo.
Con mucho sigilo fui al cuarto de mamá. Abrí su clóset y busqué algo
que ponerme. Mamá tenía mucha ropa bonita, muchos vestidos y conjuntos
preciosos. Después de buscar entre su colección, salí del cuarto con un
conjunto que me hizo recordarla. Me puse una blusa de manta bordada con
muchas flores en el pecho, acompañe mi blusa con una falda negra hasta los
pies y unos tacones a juego. Sujete mi cabello en una cola alta. Me enchine
un poco las pestañas, un poco de rímel, lápiz labial rojo fresa y un poco de
rubor muy tenue. ¡Estaba lista!
Papá pasó a recoger a Elena. Elena tenía un hijo mayor que yo. El
chico era alto, robusto y tenía un peinado muy elegante. La última vez que
vine a una fiesta de la compañía fue justo hace medio año, cuando era el
aniversario de bodas de mis padres. Tardamos veinte minutos en llegar a la
recepción. Había mucha gente y todos parecían mirarme muy sorprendidos.
Los hombres adultos me miraban fijamente, los jóvenes abrían la boca y yo
simplemente no hacía mucho caso a sus reacciones.

Emilio: Llegó como a las nueve de la noche.


✔ ✔ Visto 8:30pm
Miranda está escribiendo...
Miranda: Está bien. Yo no estoy en casa. Papá organizo una fiesta de
la compañía y aquí estoy.
✔ ✔ Visto 8:31pm
Emilio está escribiendo…
Miranda compartió su ubicación.
Emilio: ¿Quieres que te alcance allá?
✔ ✔ Visto 8:32pm
Miranda está escribiendo...
Miranda: Mmmmm. No te preocupes, estás fiestas son regularmente
aburridas y no quiero que pierdas tu tiempo aquí. ¡Descansa mejor!
Imagino que tuviste un día ajetreado. Podemos hablar mañana.
✔ ✔ Visto 8:33pm
Emilio está escribiendo...
Emilio: ¡Esta bien! Nos vemos mañana. ¡Cuídate!
✔ ✔ Visto 8:35pm
Miranda está escribiendo...
Miranda: Si ¡Descansa! Te quiero canijo.

La cena fue un buffet de comida china. ¡A Elena le encanta la comida


china! Quizá por eso es que ahora mi vida está cambiando mucho. Marcos
es el nombre del chico que viajó junto conmigo, mi futuro hermanastro. Me
invitó a bailar.
—¿Y qué te gusta hacer? —Me preguntó.
Sus ojos estaban a una altura un poco considerable.
—Me gusta la fotografía, los libros y las cosas retro. ¡Lo vintage
también! ¿Y a ti?
Hizo un gesto curioso.
—¡Que chido! A mi me gusta el fútbol, los videojuegos y el ejercicio.
De pronto, platicar con Marcos me hizo recordar a Aldo.
—¿Vas al gimnasio?
—Si. Todos los días. ¿Quieres tocar mi brazo?
Él se detuvo en medio de la pista. Dejo de bailar y acercó su brazo
doblado en el músculo del “conejo”.
—¿Quieres tocar el mío? —Imite su gesto y él se sorprendió.
Parecía que su técnica de coqueteo no había funcionado conmigo. ¡Él
no sabía que decirme! La canción termino.
—¡Gracias!
Fui al sanitario. Me lave las manos, me acomode el pelo y salí a tomar
aire. Había un árbol iluminado con muchos focos por todas las ramas.
Parecía un fresno. Debajo había una banca. Fui a sentarme ahí, lejos de todo
el alboroto.

Emilio:Tú también descansa. Cualquier cosa, ya sabes, no dudes en


llamarme. Te quiero canija.♥

Estaba terminando de leer su mensaje, cuando él apareció.


—¿Por qué estás tan sola?
Su presencia me hizo sentir miedo. Pero no me fui, no dude en
aguantar todo lo que fuese a pasar. Él llevaba una máscara, un antifaz de
color negro a juego con su traje. Por una extraña razón solo los meseros
llevaban puestos esos antifaces.
—Parece que estás conmigo ahora, entonces no estoy sola.
Le hice un ademán para que se sentará.
—Miranda —su voz pronunciando mi nombre me hizo dudar de lo
que estaba haciendo al hablar con un desconocido—, tu madre estaría muy
contenta de verte usando ese conjunto que te hace ver muy guapa.
Sus ojos me observaban, sentí una balacera en mi ser y mi respiración
estaba agitándose.
—¿Tú qué sabes de mi madre? ¿Cómo sabes mi nombre? Y sobre
todo. ¿Quién eres?
Sonrió, metió su mano en el bolsillo interior de su saco y a la altura de
su corazón saco una rosa de color rojo.
—¿Esto te da una pista? —Extendió la rosa. Me la ofreció.
La flor no tenía espinas en el tallo, estaba fresca y era bonita.
— ¡No! No tengo idea de quién eres tú.
Soltó un suspiro.
—Esta vez decidí no escribirte alguna carta. Decidí que debía hablar
contigo en persona.
—¡No puede ser!
—Miranda, estás en peligro.
¡Qué estaba pasando! Resultaba ser que mi anónimo estaba frente a
mí. El anónimo de mis cartas era un hombre joven, que parecía conocer más
de mí de lo que misma no sabía.
—¡No entiendo! ¿Qué cosas tratas de decirme?
—Miranda yo he estado escribiendo cada carta y nota, me he estado
comunicando contigo en secreto porque no todo es como tú crees. Conozco
tu pasado, conozco tu historia y quiero ayudarte a estar a salvo.
¿Tú confiarías en un hombre al que nunca habías visto? ¿Confiarías
en alguien que te dice que conoce todo de ti?
—¿A salvo? ¿De quién? Yo no sé que es lo que pasa en mi vida y a
veces yo…
—A veces tú piensas que estás sola y que tu sufrimiento nadie lo ve,
pero te equivocas. Los padres que piensas que son tus padres, no son nada
tuyo. Tú no eres hija de aquel hombre rico o de aquella mujer que ha
perdido la vida. Tú vida es una miseria porque siempre has estado viviendo
en una mentira y la verdad es que…
—¡Que cosas estás diciendo! —Le grité—. ¿Sabes todo de mí? Yo sé
que está vida no es como quiero que sea. Se perfectamente mejor que nadie
lo que es vivir una mentira y estar atada. He sufrido más de lo que te
imaginas, he llorado mucho al punto de sentirme seca. ¡No vengas a
decirme que quieres ayudarme cuando tú eres esa sombra que se esconde
entre cartas y notas absurdas!
—Miranda, yo solo quiero ayudarte. Todo lo que hago es en secreto
de tu padre. Él no puede saber que tú sabes todo lo que yo te estoy
informando. Además Tom, es una persona muy…
—Muy perversa —le interrumpí—. El tío Tom es muchas cosas
malas, un hombre sucio, arrogante, cínico. Efectivamente es un peligro y sé
que su visita no fue con buena intención. ¡Y tú no me escribas más! En
primer lugar, no te conozco y si realmente quieres ayudarme deja de
causarme estrés emocional, no me confundas más. Últimamente han pasado
muchas cosas y ahora me dices que mi vida es una farsa, ¿cómo crees que
me siento? Así que no me digas que me quieres ayudar, demuéstralo,
prueba que lo que dices sobre mi asquerosa familia es verdad. ¡Entonces te
creeré!
Me puse de pie, la rosa estaba entre mis manos y camine hasta
pararme frente a él. Su mirada me observaba con mucho sigilo. Puse la rosa
en su bolsillo delantero, el que está casi junto al corazón. Le toque la
mejilla, estaba tibia y su barba me hizo cosquillas.
—¡Buenas noches anónimo!
CAPITULO 12

—¡Nos mudaremos! —Le dije a Emilio antes de entrar a la escuela.


Se detuvo en seco. No se lo había dicho, no quise interrumpir
mientras el cantaba canciones de Imagine Dragons al volante.
—¿Estás hablando en serio? —Su mirada me transmitía inquietud.
Suspiré.
—Si. Ayer papá me dio la noticia. Se supone que mañana viene la
mudanza.
Apretó los labios, arqueo las cejas y lanzo un suspiro largo.
—¿Te irás lejos? —Note un hilo de preocupación en su tono de voz.
Puse mi mano en su hombro.
—No. Nos mudaremos cerca de aquí.
—¿Y qué va a pasar con tu casa?
—Papá la quiere rentar.
—¿Realmente estás hablando en serio?
—¡Si! Yo no lo podía creer ayer, pero parece que mi papá está
obsesionado con iniciar una vida nueva con Elena. Lo más curioso es que
mamá apenas murió y ¿de dónde salió ella? Quizá no todo es como yo
pensaba con mi familia.
Nos encontrábamos enfrente de la puerta principal. Entramos al
pasillo, había muchos chicos y chicas metidos en sus mundos, me
sorprendió que Emilio pasará su brazo por mi cuello.
—¿Qué piensas de tu familia?—estábamos caminando.
—¡No lo sé realmente! Todo es un poco confuso, ayer hablé con mi
anónimo cara a cara.
La mirada de Emilio se quedó sin expresión alguna.
—¿De verdad?
Estaba muy atento por saber.
—Si. De verdad lo conocí, bueno traía puesto un antifaz así que no sé
quién es realmente —pause, me mordí los labios—, dice que papá oculta
algo y también me dijo que me está ayudando en secreto a descubrir la
verdad.
—¿La verdad de qué?
—¡Exacto! Eso mismo me he estado preguntando, por eso es tan
confuso.
Escuchamos el timbre anunciar el inicio de las clases. Me despedí de
Emilio y fui mi clase. Mientras caminaba hacía mi salón, me encontré a
Edgar. Estaba saliendo de mi salón.
—¡Buenos días Miranda! —Su voz me hizo mirarle a los ojos.
—¡Hola! Buenos días —Saludé, pude notar nervios en su rostro.
—¡Nos vemos en el taller más tarde!
Y se fue. Llevaba su camisa de cuadros, sus tirantes y está vez se
había puesto unos anteojos un poco redondos.
Entré a mi salón.
Busqué mi lugar y decidí prestar atención a la clase. De pronto, a
mitad de la hora, el vidrio de la ventana cercana a mí se estrelló por el
impacto de una piedra que le cayó a un compañero en la cabeza y la sangre
empezó a escurrir por su rostro. Mis demás compañeras estaban gritando
asustadas, algunos vidrios me lastimaron y la maestra también parecía
asustada. Marcos estaba perdiendo mucha sangre y parecía que nadie lo
estaba notando. Me acerque a él sin dudar, me quite mi suéter y se lo puse
en la frente, él me estaba mirando, su rostro estaba mal.
—¿Te puedes levantar? —Le pregunté.
Asintió.
—¡Vamos a la enfermería!
La maestra se percató de la herida y parecía que se desmayaba. ¡Era
una maestra grande en edad! Un par de compañeros me ayudaron a llevarlo
a la enfermería. Lo sentamos en la cama, la enfermera lo revisó, la sangre
ya había dejado de fluir en gran cantidad y mi suéter estaba lleno de su
dolor.
—Ya le han hablado a tus padres, pero nadie respondió las llamadas,
¿quieres que te atienda aquí o prefieres que te llevemos a un hospital?
Cuando la enfermera le pregunto a Marcos, su rostro manchado en
sangre parecía triste.
—¿Estoy muy grave? —Preguntó él.
Mis otros compañeros se habían marchado al salón. Yo preferí
quedarme con Marcos.
—Tienes una fisura en la cabeza, es un poco grande pero puedo
curarte aquí si quieres.
—Está bien, me quedaré aquí. ¡Gracias Miranda por ayudarme!
La enfermara estaba preparando sus utensilios.
—¡De nada! —Sonreí, Marcos parecía triste—. ¿Necesitas algo?
Mi pregunta le hizo pensar. Asintió con una sonrisa y me pidió que
fuera por su mochila al salón de clases. Salí de la enfermería, en el pasillo
no había nadie y todo estaba muy silencioso. Caminé hasta mi salón, estaba
vació. Las bancas estaban desordenadas, todos habían tomado sus cosas y la
ventana tenía un tremendo agujero. Muchos fragmentos de cristal estaban
regados por todo el suelo, manchas de sangre y mucho desorden. La
corriente de aire me golpeó el rostro, tome mi mochila, me acerque al lugar
de Marcos por su mochila. Entonces, ahí encontré la piedra que había
provocado todo esto. Tenía una rosa encintada en listón rojo y una
fotografía colgaba del listón. Tome la foto con mis manos, guarde la piedra
en mi mochila y la flor también. ¡Mamá estaba en esa fotografía y tenía
puesto el mismo vestido que yo había usado la noche anterior!
—¿Qué estás haciendo aquí? —Preguntó el conserje—. Deberías
estar en el auditorio.
Mi celular vibró.
—¡Si! Solo vine por mis cosas.
El hombre tenía cara de cansancio, llevaba el trapeador en su mano y
jalaba su carrito de intendencia. Salí del salón.

Desconocido:¡Lamento haber causado una tragedia! No era mi


intención lastimar a tu compañero.

Mientras caminaba hacía la enfermería no podía evitar mirar la


fotografía y pensar en el mensaje ¿De dónde había salido esto? ¿El anónimo
estaba aquí? ¿Qué clase de persona quiere ayudarme? ¡Por qué me pasan
estas cosas a mí!
No tarde mucho en llegar a la enfermería. Vi como el doctor le
terminaba de lavar la herida con agua oxigenada y aparentemente le
cosieron la herida con un pegamento quirúrgico. No hubo hilo ni puntos en
su carne, solo pegamento. Después de una hora me acerque a Marcos. Él
estaba mirando el techo de la habitación.
—¿Cómo te sientes? —Me detuve a un lado de su cama.
—Me siento bien, ya no me duele tanto.
Sonrió.
—Eso es bueno, supongo que pronto vendrán por ti.
Nunca medité en mis palabras con Marcos.
—¡No creo que nadie venga por mí! Mis papás están ocupados...
—¿Trabajando? —Le interrumpí.
Asintió. La sonrisa desapareció de su rostro.
—Pero bueno, no pasa nada si nadie viene por mí. ¡Estoy
acostumbrado a esto!
Un hilo de tristeza colgaba de su voz. La tela de la venda le envolvía
la frente, sus ojos eran de color café y sus labios entre abiertos capturaron
mi atención. ¡De pronto me dio ternura!
—¿Quieres venir a mi casa? —Le invite sin dudar.
Pareció sorprenderse. Marcos era hijo de un empresario importante de
la ciudad y al igual que yo, parecía que su mundo se describía en una sola
palabra: soledad.
—¿No seré una molestia en tu casa?
Entonces recordé que tenía que terminar de empacar las cosas para la
mudanza.
—Tranquilo, resulta que nos estamos mudando y tengo que empacar
pero me da pereza, para mí no sería una molestia que vinieras a pasar el rato
ahí. ¡Así ya no estás solo en tú casa!
El uniforme de Marcos estaba manchado con sangre. La enfermera le
había dado una bata para cubrir su cuerpo.
—¿Y a dónde te mudaras?
—Papá decidió que a Lomas.
De pronto el rostro de Marcos pareció iluminarse.
—¡Yo vivo ahí! Mi casa está en el clúster 999.
Resultaba que nuestra casa también estaba en ese mismo clúster.
—¡Pues creo que seremos vecinos entonces!
Los dos sonreímos en el consultorio médico de la escuela.
***
Eran las cuatro de la tarde cuando terminamos de comer. Marcos
prefirió que solo lo lleváramos a su casa, le compramos analgésicos en una
farmacia y nos despedimos de él. Las casas del clúster eran muy grandes,
diría yo que demasiado grandes, pero no me gusta alardear de las cosas
materiales. Subimos a lo que quedaba de mi habitación.
—¡De verdad no puedo creer que te irás de aquí! —Emilio se dejó
caer en mi cama.
—Si tú no lo crees, yo tampoco. Siento que todo va muy acelerado
últimamente.
Me cambié de ropa dentro del baño. Emilio puso una playlist y estaba
muy concentrado ayudándome a empacar. Su camisa de cuadros me hizo
pensar en porque es que él aún no tenía novia. Se veía bien lindo
acomodando mis libros en las cajas de cartón. Un mechón de pelo se le
escurría por la frente. Su boca estaba entreabierta y verlo sonreír con un
título de una novela rosa pervertida me hizo sonreír. ¡Tenía que contarle
algo importante!
—El anónimo fue responsable de lo que le pasó a Marcos.
Me encogí de hombros.
—¿Estás segura de eso?
Sus cejas de arquearon curiosas. Tomé mi mochila, saque la rosa y la
fotografía fue lo que Emilio pudo ver primero.
—Mi madre está en esta fotografía. Esta foto estaba en el salón de
clases atada a la piedra que lastimó a Marcos. ¿Sabes que es lo más
curioso?
—¿Cómo consiguió está foto?
—Bueno a parte de ese punto, mamá tiene puesto ese vestido y
justamente yo me puse el mismo vestido el día de ayer en la fiesta. ¿Cómo
es posible que esto esté pasándome a mí?
Emilio se quedó mirando la fotografía detenidamente, parecía que
pensaba en algo.
—¿Tienes más fotos de tú mamá? ¿Algún álbum familiar?
Negué rotundamente.
—Nunca vi que mamá tuviera algo así. Papá tampoco.
Frunció los labios.
—¿Haz revisado las cosas de tu mamá?
—No del todo. Ayer solo fui a husmear en su ropa. ¿Crees que ella
tenga más fotos por ahí?
El gesto de Emilio me hizo pensar en qué tal vez mamá tenía su
historia escondida por ahí.
—¡Esta bien! Vamos a buscar.
Nos metimos al cuarto de mis padres. Todo parecía estar exactamente
igual, como si a papá no le importará la mudanza que el mismo había
programado. Su cama estaba tendida. La alfombra era suave y el aroma era
una mezcla entre canela y tabaco. Abrí el clóset de mamá. Su ropa fue lo
primero que vimos.
—¿Crees que pueda estar aquí? —Yo no sabía si esto era correcto.
—Podemos averiguarlo.
Empezamos buscando en su closet, revisamos su tocador y al final en
su buro. ¡No había nada! Empecé a rendirme ante la idea de Emilio, decaí
en el sentimiento de derrota y mis ojos ardían.
—Creo que... —estaba a punto de rendirme por completo cuando
descubrí que no habíamos revisado el maletero del clóset—...hay que
revisar el maletero por último.
La estatura de Emilio le permitió alcanzar el maletero. Abrió las
puertas y entonces bajo la caja de madera. Era de un color oscuro, tipo color
chocolate, era de madera y tenía una cerradura de color plateado.
—¡Supongo que esto es lo que buscábamos! —Emilio sonrió.
Llevamos la caja a mi habitación. La pusimos sobre mi cama y Emilio
me miraba atentamente.
—¿Deberás esto me ayudara a saber la realidad?
Él suspiro.
—¡Ábrela y descúbrelo!
Di un trago de saliva. Mi corazón latía rápidamente y mi respiración
me hacía sentir como una tormenta. Tenía miedo y curiosidad. Mi alma se
encontraba indecisa y de pronto ya no quería más. ¡Me asustaba el hecho de
descubrir que habíamos estado viviendo una mentira!
Dentro de la caja había muchas fotografías. Encontré un cuaderno con
la pasta en color morado. Había algunas cartas y flores secas. Empezamos
mirando las fotografías. Mamá aparecía ahí junto a la misma chica, parecía
que ambas eran muy buenas amigas.
Esa misma chica aparecía en la foto que mi anónimo había dejado
está mañana en la escuela. ¿Por qué nunca conocí a su amiga? Resultaba
que mamá no tenía amigas y al menos yo, nunca le conocí alguna.
Entonces mi atención se centró en una fotografía donde mamá
aparecía con un grupo de amigos. Papá estaba ahí y la chica de siempre
llevaba puesto el vestido artesanal. ¡Ese vestido era idéntico al que tome del
armario de mamá! La foto tenía escrito en el reverso:
¡Amiga me siento muy contenta por ti! Sé que ahora estás
comprometida con Miguel, pero espero que nuestra amistad no se vea
afectada en el futuro. Sabes que te quiero mucho, eres mi hermana de otra
madre y no tengo las palabras para expresarte mi cariño. Esta fotografía
será el testigo de que fuimos felices en nuestra juventud. Atentamente,
María.
Emilio estaba muy atento mirando las fotografías. Cuando al fin me
decidí dejar de mirar más, mi curiosidad insistió en revisar las cartas.
Muchas de esas cartas eran de esa tal María. Un relámpago anuncio la
lluvia y esa lluvia fue mi desahogo.
Leí una carta que estaba en un sobre de color café con flores
dibujadas.

Querida Sandra:

Sé que hemos estado pasando por cosas muy difíciles estos meses. Si
tan solo se pudiera regresar el tiempo y cambiar el rumbo que nos está
destruyendo, estaría dispuesta a pagar el más grande de los precios para
poder tomar buenas decisiones. Sé que tú y yo estamos limitadas, nos están
cortando las alas y nuestras vidas se están convirtiendo en aves enjauladas.
¡Lo lamento! Lamento enserio que tu vida no sea como lo deseabas,
lamento que Miguel no sea lo que todos creíamos. ¡Si tan solo el tiempo
regresara!

No sé qué más te depare el futuro, espero que seas fuerte y valiente.


Sé que no he tenido tiempo de hablar contigo de frente, pero amiga, en
verdad mi estado de salud es completamente un desastre. A veces pienso
que tal vez no lograre cumplir con mis sueños, me da miedo la posibilidad
de que no solo yo me muera, no me gustaría robarle la vida a mi bebé.
Alejandro no sabe que yo estoy enferma, él no sabe que yo estaba
embarazada y siento que cada segundo que pasa es un segundo menos para
poder decirle de su hija. Sé que tú también estás esperando a ese bebé y
espero con todo mi corazón que nuestros hijos sean amigos así como tú y
yo. ¿Qué será de mí si tú no estuvieras en mi vida? En verdad, te agradezco
de todo corazón el poder haberte conocido.

Cuando recibas está carta, lo más probable es que yo esté muerta.


Por eso quiero pedirte una última cosa. Cuida por favor de mi querida
Miranda. Cuídala bien, como si fuera tu hija. Que más me hubiese gustado
que el estar con ella, pero la vida a veces se nos acaba cuando menos lo
esperamos.

Mi querida Sandra, no llores por mí. Trata de sonreír y ser valiente, hazlo
por tu hija y por Miranda. ¡Hazlo por nosotras!
Te quiere de todo corazón, tu amiga y hermana, Marí.
Emilio me estaba mirando. Seguramente mis ojos se veían tristes,
había lágrimas a punto de salir y yo de pronto, no sabía que decir. Él se
acercó a mi rápidamente y me abrazo, me apretó a su pecho y dejé que mi
llanto saliera. Mi respiración estaba agitada, todo esto me estaba volviendo
loca. ¿Quién soy yo? ¿De dónde vengo? ¿Realmente no tengo padres?
—¡No sé qué rayos está pasando Emilio! No sé en qué pensar y que
aceptar.
Necesitaba saber más sobre mí. Pensé en llamarle.
***
Justamente a las 9:30 de la noche él apareció en mi ventana. La abrí
de golpe y entró sin dudar. Tenía puesto su antifaz, vestía con una sudadera
azul marino y pantalones de mezclilla negros. Se quedó de pie mirándome
fijamente.
—¡Lamento mucho lo de tu compañero! Mi intención no era
lastimarlo, pero bueno, a veces las malas decisiones siempre nos traen
consecuencias a todos.
Yo no sabía cómo empezar a preguntarle. Él miraba mi habitación y
caminaba en círculos.
—Veo que ya estás lista para mudarte. ¿Te gusta tu nueva casa?
—¿Qué es lo que realmente sabes de mí? —Pregunté sin más—. ¿Qué
pasa con mi familia?
Pareció sorprenderse.
—Ya te lo había dicho antes, tú estás viviendo una mentira y...
—¡Dime cuál es la verdad! Si dices que todo es una simple mentira,
bueno, entonces dime cuál es la verdad.
Bajo la mirada. Metió sus manos en el bolsillo de su sudadera.
—¡Aún no puedo decirte! —Su voz en tono neutro me hizo querer
golpearlo.
—¿Y cómo planeas decirme la verdad? ¿Piensas lastimar a alguien
más como a mi compañero de la escuela?
—¡No, para nada! Eso no fue a propósito.
—¿Causarme confusión es a propósito?
Se quedó callado.
—Si he causado confusión en ti es porque al final todo se aclarará.
¡Confía por favor!
Apreté los labios. Suspiré y me acerque a la caja de mamá. Saque la
carta que había leído.
—¿Quién es mi madre? ¿Sandra o María?
Él parecía sorprenderse.
—¡No puedo decirte! Aún no es el momento.
—¿Cuándo será el momento?
—Se paciente por favor. Me disculpo contigo por la confusión que
sientes. Cuando acepte este empleo nunca imagine que haría esto, créeme,
esto me hace sentir de cierto modo culpable.
—¿Por qué te sentirías culpable? Tú no eres el que vive una mentira,
tú no estás viviendo lo que yo. ¡No mereces sentirte así, pero agradezco el
que me muestres empatía!
De pronto hubo un silencio entre nosotros. Su antifaz parecía brillar
con la luz tenue de la lámpara de afuera y aunque estaba lloviendo
levemente, yo me sentía inundada por completo.
—¡De pronto siento como sí mi deber fuera protegerte!
Me sorprendí un poco.
—¿Por qué sientes que es tu deber?
A pesar de que el antifaz no me permitía reconocer su rostro, sus ojos,
ese par de pupilas brillaban muy tiernamente para mí.
—¡Por qué me estoy enamorando de ti y eso me parte el corazón!
Una vez término de hablar, rápidamente corrió a mi ventana y escapó
de mí. ¡Me quedé sola por millonésima vez en la oscuridad de mi
habitación!
***
Había pasado una semana desde que nos mudamos. Lleve la caja de
mamá conmigo, no le dije nada a papá sobre mi descubrimiento.
Entonces fue que recibí una carta anónima. Jared me la entregó cuando
estábamos a punto de terminar el taller de lectura. El sobre era de color
blanco y tenía una calcomanía de un geranio, mi flor favorita.
—Parece que el chico está interesado en darte flores que no se
marchiten —Jared sonrió al verme sonreír por la calcomanía.
El timbre sonó. Salí del salón de clases y camine hasta el
estacionamiento. Emilio aún no llegaba, así que decidí abrir la carta. Me
recargue contra el cofre del auto.

Miranda:

Para serte sincero, esta es la primera carta que le escribo a una


chica y eso me ha puesto muy nervioso porque no sabía cómo empezar.
Bueno, para que lo sepas no pienso andarme con cuentos y palabras
rebuscadas. ¡Seré directo!
¡Me gustas mucho! Resulta un poco curioso, pero admito que me
ruborizó cuando te veo sonreír y me gusta mucho tu forma de ser. Eres una
chica reservada, curiosa, bonita, humilde, sincera y valiente. ¡Me
sorprendió ver cómo te defendiste ese día en la cafetería! Pareces
indestructible, porque no permites que ningún comentario negativo te cause
daño. ¡Te vale lo que los demás digan de ti!

He escuchado muchos rumores en los que tú pareces ser la


protagonista y creo sinceramente que eres más que un simple rumor. ¡Eres
esa luz que hace brillar a mis ojos! Creo que no todas las chicas son tan
fuertes como tú y eso es lo que siempre me ha cautivado. ¡Si! También eres
bella y risueña de vez en cuando, te he estado observando y me resulta muy
atractiva la forma en la que siempre me miras.

¡Lamento no ser tan valiente como para darte a conocer mis


sentimientos de frente! Esperó algún día poder decirte más que simples
palabras, me gustaría demostrarte que la vida tiene cosas bellas por las
que vale la pena vivir.

¡Te quiero Miranda!


Tuyo, Anónimo.

Y así, luego, luego terminando de leer la carta, Emilio estaba


mirándome. Traía su uniforme del equipo y su mochila colgando del
hombro. Aún le faltaban algunos pasos para llegar hasta el auto. Sonreí.
—¿Es una carta de amor? —Preguntó con una mirada coqueta.
—Si. Es una carta de amor.
Realmente me había ruborizado por las cosas que esa carta decía,
parecía que aquel anónimo me conocía bastante bien.
—¿De quién es?
—No lo sé. Es una carta anónima.
—¿Será del mismo anónimo que te escribe?
Me puse a pensar unos segundos.
—¡Yo creo que no! O quién sabe, le preguntaré.
Emilio encendió el auto. Subimos. Puso una canción de Cemeteries,
Leland.
—Entonces ese anónimo no solo te quiere ayudar a saber la verdad de
tu familia, también te quiere conquistar.
Los dos reímos.
Esa idea me parecía absurda, aunque cuando lo pensé mejor, me dio
miedo y curiosidad. Pero al comparar mentalmente los tipos de letra,
descubrí que eran anónimos diferentes.
—¿Sabes si aún sigue la feria del libro en el parque?
Emilio se veía muy lindo al volante. Su perfil bien dibujado, un
mechón de pelo se le escurría por la frente, el viento le golpeaba en la cara
y había diminutas gotas de sudor en su piel.
—Si aún está la feria, ¿quieres ir?
—Sí, estaría bien. Le prometí a Marcos que le llevaría algunos libros
y me pidió uno en especial.
—Entonces te llevo a la feria —el semáforo estaba en rojo—, y
deberás, ¿cómo sigue Marcos?
—Pues está mejor. Quizá en un par de días regrese a la escuela.
Mi celular vibro. Era papá.

Papá: Esta noche iremos a cenar con Elena y Marcos. ¡Alístate! Paso
por ti a las ocho.

Fruncí las cejas.


—¿Todo bien?
—Papá me llevará a cenar con Elena y su hijo Marcos.
—¿Es el mismo Marcos que se lastimó...?
—Ah, no. Este Marcos es diferente al de la escuela. Este chico es más
bien un engreído presumido.
Empezó a reírse.
—¿Le diste una lección? —Emilio sabía perfectamente que yo no
toleraba a los chicos así.
Me molestaba cuando una persona se creía más que las demás solo
por tener más dinero o una figura escultural. ¡No me gustaba que la gente
compitiera para demostrar quién era mejor!
—Si. Lo deje solo en la pista de baile humillando su técnica de
coqueteo.
Me reí por dentro.
***
Emilio estacionó su auto justo enfrente de su casa. Le pedí que
camináramos hasta la feria. Era algo extraño para mí el ver la ventana de mi
habitación y no poder decir que me pertenecía más. Me sentía muy
nostálgica de repente, la casa tenía un letrero en la puerta principal que
decía SE RENTA.
Caminamos hasta el parque. Me sentí tranquila cuando vi la carpa de
la feria. Entramos, empezamos a buscar. Emilio se concentró en el área de
cuentos cortos y yo estaba completamente sumergida en las novedades.
Esperaba encontrar un ejemplar de Geez y Ann pero no tuve éxito.
Entonces su voz me hizo sentir un poco de nervios.
—¡Miranda! ¿Cómo estás?
Manuel sonreía de oreja a oreja, llevaba su uniforme puesto y sus
ojos, sus ojos me recordaron porque me había enamorado de un chico como
él. ¡Parecía realmente inocente!
—¡Hola Manuel! Pensé que seguías en Zacatlán.
—Oh, tuve que ir de rápido a arreglar un asunto, pero ya estoy por
aquí otra vez. ¡Me da gusto verte! No olvidó aquella vez que estuvimos en
la rueda.
Sonreí. Él realmente parecía muy tranquilo, despreocupado, su forma
de hablar me transmitía que estaba interesado en mí. ¡Y claro! Yo estaba
interesada en él.
—Sí, estuvo divertida esa vez. Quizá podríamos volver a subir y
experimentar los mismos nervios.
Los dos reímos. Emilio se dio cuenta de Manuel. No se acercó a mí,
solo me miraba atento a la distancia.
—¿Cuándo tienes tiempo?
¿Realmente estaba hablando en serio? Recordé las cosas que su
hermana me había dicho. Mi mente estaba luchando en ese momento por
huir de él y el deseo de estar con Manuel. Este chico realmente tenía algo
que me hacía sentir nerviosa, sus ojos eran bonitos y esa sonrisa, bueno
hasta tú te hubieses enamorado. Cuando lo conocí, me gustó tanto su forma
en la que nunca intento sobrepasarse conmigo.
Trate de juntar todas mis fuerzas y traje a mí el pensamiento de hacer
lo correcto. ¡No podía estar con alguien que no estaba siendo sincero
conmigo!
—Me gustaría estar disponible para ti Manuel, pero creo que hay
cosas que aún no me has dicho. ¿Qué paso con la chica que dejaste
embarazada en Zacatlán?
Solo puedo decir que su semblante cambio. Se congelo unos segundos
y todo fue diferente desde ese momento.
—¿Qué chica? Miranda ¿de qué me estás hablando?
—¿Qué me estás ocultando Manuel?
¡Sí! Aún con rastros de enamoramiento, decidí que no podía estar con
alguien así. ¡Chicos guapos van y vienen, pero la sinceridad es un lujo que
no viene en carita de porcelana!
—¡No te estoy ocultando nada! Miranda me gustas y te me haces una
chava súper buena onda, carismática y alegré, y...
—Yo podría decir lo mismo. Que tú me gustas y que realmente
cuando te conocí me pareciste un buen chico. Pero bueno, resulta que no
todo siempre es como imaginamos, estoy tratando de ser sincera contigo y
espero lo mismo de ti. La razón por cuál regresaste a Zacatlán de repente, es
porque hay una chica que está esperando un bebé, un bebé que tú mismo
ayudaste a crear. ¿Es eso cierto?
Su mirada perdió el brillo. Agachó la cabeza, suspiro y al final se
animó a mirarme.
—Sí, es verdad.
Aquello me dolió más que cuando Carla me dijo la verdad. Sentía
como si todas mis emociones estuvieran siendo acuchilladas violentamente
y sin piedad. ¡Manuel me hizo perder la cabeza rápidamente!
Suspiré.
—Entonces debes cuidar de ella. ¡Me gustas! Pero aunque siento algo
por ti, no puedo imaginarme estar contigo, no en esta circunstancia —nos
estábamos mirando profundamente, acerque mi mano a su mejilla derecha
—. Manuel, desde el momento en que te convertiste en hombre debiste
empezar a actuar como uno de verdad. ¡Cuida bien de tu hijo!
Salí de la feria hecha un mar de emociones y confusiones. Emilio
venía detrás de mí.
***
La cena acabo con un postre muy delicioso. Helado de piñón. Yo
estaba perdidamente en la suavidad del sabor cuando la voz de papá me
hizo sentir más acuchillada de lo que ya estaba.
—¡Elena y yo nos vamos a casar! —Su voz irradiaba cierta emoción.
Los dos se tomaron de la mano. Elena llevaba un anillo de
compromiso en su mano. Marcos se me quedó mirando un poco
desconcertado. ¡Él se convertiría en mi hermanastro!
—¿Estás hablando en serio? —No dude en preguntarle.
Papá asintió suavemente con la cabeza.
—¡Si! Nos casaremos en la primera semana de Julio.
Eso significaba que faltaban dos semanas. ¿Qué estaba pensando
papá? En ese momento, recordé la carta, las fotos, la caja de mamá y las
notas de mi anónimo. ¿Qué planes tenía el futuro para mí?
Fui al baño, me lave la cara y me detuve a mirarme en el espejo. Hoy
había sido un día muy complicado. Recibí una carta de amor. Rechace a mi
crush con todo el dolor de mi corazón. Y ahora estoy escuchando que mi
padre se casa después de un mes de la muerte de mi madre.
¡Que canija es la vida!

CAPITULO 13

—Fue un gusto estar como su maestro en este taller, agradezco mucho


toda la dedicación y tiempo que invirtieron aquí —la voz del profesor
Édgar sonaba un poco nostálgica. Se estaba despidiendo de todos.
Faltaba una semana para la graduación.
El timbre sonó, todos empezaron a salir del salón de clases. Aliste mi
bolso y comencé a caminar a la salida.
—¡Miranda! ¿Tienes cinco minutos?
Su voz me hizo retroceder.
—¿Pasa algo?
Su mirada era bonita.
—Solo quiero agradecerte por todo tu trabajo y apoyo.
Se quitó los nervios y me dio un librito, casi tipo revista.
Dude en tomarlo pero al final lo hice. La pasta era blanda y el grosor
era promedio. En la portada había una fotografía tomada por mí y el título
de la obra era "Saudade". ¡Él me estaba dando un ejemplar de su proyecto!
—¡Muchas gracias! Yo...
—Se imprimieron mil ejemplares. ¡Ese es el primero!
Di una ojeada rápida y pude sentirme orgullosa de mi trabajo.
—¡Muchas gracias! Yo espero que esto sea un éxito para usted.
—No agradezcas. Al contrario, gracias a ti por aceptar ayudarme.
Él estaba sonriendo, de pronto me di cuenta de que éramos los únicos
que quedábamos en el salón.
—Por cierto, descubrí que tú si eres esa fotógrafa de Instagram,
@saturnsaudade. Me enviaste una foto idéntica a una que aparece en tu
feed, las compare y son la misma fotografía. ¡No me sorprende tu talento!
Eres increíble.
—Pues, que le puedo decir. ¡Se suponía que era un secreto! Si es mi
blog, pero nadie sabía de eso, me gusta pasar desapercibida.
Sonrió.
—Entiendo y descuida, guardaré tu secreto.
En ese momento mi profesor conocía una parte de mí que nunca le
había contado a nadie. Mi blog en Instagram era algo que me hacía sentir
anónima y las fotografías que subía eran una forma de expresar sin palabras
lo que sentía cuando estaba sola.
—Pues, le agradezco. En verdad, por tomarme en cuenta.
La sonrisa de Edgar tenía un toque de rubor.
—Pues para mí fue un gusto que pudieras ayudarme con esto. ¡Por
cierto! Esta carta es para ti, la encontré en el buzón madre.
El sobre era de color blanco y tenía una estampa de un geranio rojo.
—¡Gracias!
—De nada, parece que eres muy popular, ¿has recibido muchas
cartas?
—¡Mmmmm! Pues regular. Creo que he recibido las necesarias
solamente.
Édgar hizo un gesto curioso con sus ojos.
—¿Has respondido algunas?
—No realmente. No es que no sean cartas bonitas o que sea una
arrogante, nada de eso. Solo que ahora, no siento que sea lo más sensato
para mí.
—¿Por qué no sería sensato? Creo que eres joven y puedes disfrutar
de la vida y del amor.
Negué con la cabeza, le sonreí.
—Creo que eso es lo que muchos piensan, que debemos usar la
juventud para hacer y deshacer, que hay que vivir y divertirse, pero, ¿no se
supone que en la juventud es cuando uno se define como adulto? ¡Qué clase
de adultos serán todos los de mi generación! Me parece que no puedo
permitirme pensar en hacer y deshacer, no puedo permitirme pensar en un
amor por ahora. ¡Tengo tantas cosas que arreglar en mi vida como para
desarmarme por un chico!
Entonces sentí que estaba hablando de más con mi profesor del taller.
Su mirada parecía tranquila, como si estuviera observando a una chica
adulta.
La neta es que me sentía tranquila, como si fuese normal hablar de
amor con un profesor de preparatoria.
—Creo que eres una chica diferente y eso algo que no todos tienen.
Empiezo a entender entonces el porqué de tus fotografías.
***
—¿Cómo te fue en la universidad?
Emilio visito el campus de BUAP, la universidad a la que asistirá.
Resulta que logro conseguir una beca por ser muy bueno en el equipo.
—Todo estuvo bien. Supongo que es otro mundo, un poco más
atrevido que el nuestro.
Era cierto. La universidad no tenía nada que ver con la preparatoria.
—¿Y cómo te sientes de que ya casi te gradúas?
—Pues me siento bien. Aún no me cae el veinte, pero creo que será
una etapa muy interesante en mi vida. ¡Qué lástima que no estarás ahí!
Sus ojos me trasmitieron nostalgia.
—¡Descuida! Nos seguiremos viendo, somos amigos y seguiremos
siéndolo.
Sonrió.
—Si eso es cierto. ¡Lo bueno que no tengo que mudarme al campus!
O bueno…aun no me decido, igual y estaría padre irme a vivir a la
universidad. Mi madre dice que no me mude, pero papá dice que si.
La ventaja de Emilio es que podía conducir desde su casa hasta la
universidad, seguiría conservando su habitación, sus cosas, su mundo, sin
necesidad de estar cambiando su vida por la escuela. O bueno, yo pensaba
eso, quizá y él quiera abandonar su mundo en casa de sus padres para así
poder embarcarse con sus propios ideales.
—Es una muy buena ventaja. ¡Qué bueno que no eres de otro estado!
—El viento era fresco y era una ventaja tener una terraza en la azotea de la
casa nueva—. ¿Qué fue lo que más te gustó del campus?
Emilio se quedó pensando. Su boca formó un gesto curioso y el brillo
no tardo en aparecer en sus ojos.
—¡El estadio de fútbol! No sé, me gustó pararme en medio de la
cancha y ver esas gradas, me imaginé jugando a toda máquina. ¡Fue algo
chido!
Su sonrisa era bonita.
—Pues entonces iremos varias veces a verte jugar. ¡Qué bueno que lo
disfrutaste! Esperó que puedas cumplir ese sueño.
—Gracias por tu buen deseo, yo también espero poder lograrlo.
Estar con Emilio era una costumbre. Era cierto que la vida estaba
cambiando para ambos. Él iría a la universidad y yo seguiría descubriendo
la verdad sobre mí. Emilio era un gran muchacho, muy importante para mí
y por eso había momentos en los que imaginaba que él no estaba junto a mí.
¡Emilio merecía ser feliz sin mis problemas!
—¡Pues creo que tienes una gran oportunidad! Espero que te vaya
súper bien en la universidad.
—¿Tú me alcanzarás en la universidad?
Realmente no me había planteado del todo esa cuestión, pero si sabía
que no me gustaría seguir en la escuela. Me encogí de hombros y negué con
la cabeza.
—Creo que yo no necesito alcanzarte, somos amigos y eso me hace
estar a la par contigo. Además, no iré a la universidad.
Mi comentario le hizo poner un semblante serio.
—¡Qué! ¿Estás hablando en serio?
—Sí, es enserio. No iré a la universidad, planeo no ir. Creo que no te
lo había dicho del todo, pero bueno, eso es algo que pienso hacer.
Arrugó su semblante.
—Pero ¿por qué?
Bostece.
—Porque no quiero ser como los demás. No quiero ser lo que mis
padres querían desde el principio, no quiero ser una chica ordinaria que
hace lo que los demás hacen solo para complacer a un grupo de personas.
¡Quiero ser diferente! Además ya estoy cansada de la escuela. ¡Y tengo
planes distintos en mente!
—¡Pero tú eres diferente!
—Eso es por lo que quiero ser más diferente, no pienso ser igual a
mis padres. Quiero aprovechar mi tiempo en otra cosa, esta vida es tan corta
como para ir a una universidad y gastar años de mi vida en una carrera que
no llegaré a ejercer, porque no estoy dispuesta a ser corrupta cómo las
demás personas. He sufrido, he llorado y hasta he muerto con mi
pensamiento, por eso estoy tratando de cambiar las cosas. ¡Querido Emilio!
Si no te alcanzo en la universidad no es porque no te quiera, porque te
quiero es que te dejo sin mí, mereces ser feliz y cumplir tus sueños. Yo
merezco cumplir los míos. ¡Seguiremos siendo amigos aunque nuestras
vidas quieran llevarnos por caminos diferentes!
Una vez más, yo estaba intentando que Emilio continuará su vida.
Gracias a él yo había podido cambiar a pesar de todo y creo que ahora era
momento de que él comenzará a disfrutar de cosas sin mis problemas.
—Miranda, no digas eso. Yo se que nos irá bien juntos. La
universidad será una época chida para los dos.
Parecía que mi persuasión no estaba funcionando. Le abrace.
***
Miranda:

Creo que ya es momento de que las cosas empiecen a cambiar. ¡Es


momento de que ya no te quedes callada!

Resulta que ahora eres alguien que me hace sentir la preocupación, a


veces me traes con el pendiente y realmente sí, es que estoy enamorado de
ti. ¡Algo dentro de mí me hace sentir nervioso cuando estoy cuidando de ti!

Quizá en este momento estas pensando en muchas cosas o puede que


esas cosas ni te preocupen. ¡No importa! Pues aquí voy de nuevo a hablarte
de algo. Tu padre está a punto de casarse con una vieja amiga de la
universidad. ¡Lo lamento! Pero resulta que Elena, siempre fue la amante
secreta de tu padre.
Sé que a mí no me compete estar sabiendo esto, no soy la persona
más indicada para darte a conocer la verdad, pero, así prefirieron que
fuera.

Miguel solo se casó con tu mamá por simple interés. Ella recibiría
una herencia muy generosa de parte de su padre. Cómo hija única del
dueño de la corporación, tu abuelo decidió que ella debía recibir todo.
Miguel enamoro a tu madre con su ingenio y astucia, sabiendo que la
herencia sería para ella. El hombre aprovecho bien su oportunidad de estar
en la misma universidad. ¿Quién podría definir por que una persona
inocente es fácil de persuadir? Así que terminaron casándose, intentaron
vivir felices los primeros meses, pero tu abuelo era consciente de la
indiferencia que su hija sufría en su matrimonio a medida que pasaba el
tiempo. ¡Tu abuelo descubrió que el amor de Miguel tenía un intenso
interés por la herencia y el dinero!

Entonces resultó ser que el abuelo sí decidió entregar la herencia a su


hija, pero solo una parte. El señor Gutiérrez dejo escrito en su testamento,
con firma y letra que la herencia total la recibiría su futura nieta. ¿Cómo
sabía el abuelo que tendría una nieta? Su propia hija le contó que estaba
esperando un bebé, este bebé era producto de Miguel y que según el
médico, el bebé sería una bebé.

¿Tú eres ese bebé? Hay algo más que debes saber.

¡Te lo contare luego! Prometo ayudarte pronto a salir de este hoyo.

P. S. Que tú felicidad no dependa de una persona. Tú felicidad es tuya y


nadie debería quitarte las ganas de sonreír.

Las piezas de esta situación se estaban empezando a acomodar en mis


pensamientos. En la caja de mamá había varias fotografías de su época en la
universidad, ella parecía feliz, sonreía y aquella mujer que daba la
impresión de ser su amiga más allegada, siempre aparecía con ella. Había
leído varias cartas que ella recibió de sus amigas y al final descubrí que el
diario de la universidad estaba ahí. Un cuaderno de pasta dura en color rosa
pastel, varias hojas escritas por ella narraban sucesos y situaciones
complicadas.
"Si he de querer a alguien más con sentimientos románticos, entonces
debo empezar a quererme primero"
"Creo que todos merecemos que nos quieran de forma completa. ¿Y
qué será lo completó que las otras personas nos quieran dar?"

"Tengo el amor que di al qué me enamoró desde el principio, pero ya


no tengo al enamorado que un día me dijo que me quería".

"Me gustaría que el tiempo pudiera regresar atrás, quizá y solo así,
nunca hubiese permitido que me trataras como un juego".

Y entre tantas notas personales, encontré la última nota de su diario,


una nota en donde ella hablo de mí.

"Resulta que no todo salió como yo esperaba. Perder a mi bebé es


algo que me hace querer morir. Ya pasaron algunos meses y eso me ha sido
muy difícil de superar. ¡Ojalá estás cosas no me estuvieran pasando!
¡Extraño a mi querida María! Mi amiga y hermana. La vida nos está
tratando mal a las dos y eso ya no lo puedo soportar.

La muerte de mi hija, la muerte de mi amiga y la muerte del amor que


nunca tendré, me hacen desfallecer. ¡No tengo ganas de nada! Quisiera
poder rendirme, dejarlo todo y no sufrir por cosas sin sentido. ¡Pero no
puedo! Miranda es quién sufrirá todo esto, al menos intentaré que su futuro
sea menos doloroso que mi vida. ¡Intentaré ser su madre! Si fallo en mis
intentos, entonces prometo que le daré ese futuro que María y yo nunca
tuvimos."
***
Acompañe a Emilio a una fiesta. Los chicos de la universidad lo
invitaron, así que fuimos a divertirnos un rato.
Los universitarios parecían ser un poco más atrevidos, medio
calmados, pero al final bien locos. Un poco de tranquilidad y mucha euforia
eran las sensaciones que comenzaban a surgir dentro de mí.
—¿De verdad estás por pasar a tercer semestre de preparatoria? —Me
preguntó un chico.
Estábamos sentados en el sofá, ellos tenía cerveza en sus botellas,
Emilio estaba bebiendo un poco y yo me había decidido por beber agua
mineral.
—¡Si! Apenas estoy terminando mi primer año.
—¡Umm! Qué lástima. Pensé que tú y yo podríamos salir.
—¿Y quién dice que no podemos salir? ¿Tu instinto cerebral?
Los demás empezaron a reír.
—Entonces, ¿saldrías conmigo?
—Pues sí. Algún día podemos salir como buenos cuates.
Note un poco de desilusión en su rostro.
—Pensé que saldríamos como novios.
Eso me dio risa.
—Entonces tienes que ser claro desde el principio. Si vez a una chica
y ella te gusta, entonces díselo desde el principio, demuéstraselo y
arriésgate. ¡Si eres sincero desde el comienzo, entonces te irá bien! No
importa si a ella no le gustas, o si te rechaza. Al menos lo dijiste y eso ya no
te pesará en el corazón.
Los demás chicos parecían convencidos con mis palabras. Asintieron.
Bebieron.
—¡Pues gracias por el consejo! ¿Tienes novio?
Su pregunta me hizo sonreír. Emilio estaba sentado junto a mí.
—¿Tú qué crees? —Era una costumbre mía el no responder las
preguntas así. Me gustaba que las personas pensaran en mí. Así podía
conocer en qué concepto me tenían.
—Yo creo que... —
Comenzó a sonar la música a volumen más alto, había karaoke.
—¡Comenzó la música! Vamos a bailar.
Y todos fuimos a la pista de baile, que era el área del comedor de la
casa. La canción que sonaba era Tuviste de Bratty y la chica que cantaba el
karaoke era realmente buena. En ése instante, durante esa canción, me sentí
feliz, contenta, cómo si mis problemas no existieran.
—¡Gracias por invitarme! Esto esta chido —le susurré a Emilio.
Tuve que acercarme hasta su oído para poder hablarle.
—De nada, ya sabes. ¡Me da gusto que estés feliz!
Y aunque mi forma de bailar no era la más impresionante, me gustaba
intentar sacudirme al ritmo de la música. ¡Estábamos en una fiesta de
música independiente! En este momento no me importaba nada. Me sentía
tranquila, despreocupada, gritando y saltando de aquí para allá. Sacudía mi
cabello con mucha euforia, todos me aplaudían, sonreía y disfrutaban de
estar bailando. ¡En ese momento no necesite alcohol para poder disfrutar de
mi juventud! Girl in Red sonaba esta vez a todo volumen con su canción •,
que curioso que su canción se llamará "punto". Quizá y yo necesitaba un
punto para poner fin a tantas cosas incompletas, necesitaba dejar de vivir en
tanto dolor.
¡Era momento de cambiar las cosas! En mi mente estaban naciendo
nuevos planes.
***
La luz de la sala estaba encendida. El televisor estaba en el canal de
los deportes y el tío Tom estaba mirando desde el sofá. Cuando escuchó mis
pasos, volteo a mirarme. Sus ojos se cruzaron con los míos y está vez no
sentía miedo.
—¡Buenas noches! Tiene tiempo que no te veía —dijo mirándome
fijamente.
Después del funeral de mamá, él desapareció por un trabajo que papá
le había encargado. Parecía que ahora estaba de regreso.
—¡Buenas noches! Supongo que eso no es relevante para mí. En mi
caso, prefiero que no me vea.
Sonrió. Esa sonrisa canija con un toque perverso apareció en su
rostro. Sus pies estaban descalzos, llevaba puesto un pantalón gris de
algodón y su pecho estaba descubierto. Su rostro llevaba una barba sin
afeitar, quizá dos o tres días.
—¿Realmente me odias tanto?
Su pregunta tan innecesaria me hizo apretar los puños. Aclaré mis
emociones.
—¿Cuántos motivos tengo para odiarlo? ¿Siquiera tendré razones
para odiarlo?
Comenzó a avanzar hacia mí.
—¡No lo sé! La verdad es que no llevo la cuenta. Pero quizá es que te
has olvidado de tu tío querido. ¡Aquellos tiempos en los que tú querías estar
conmigo! La pasábamos muy bien.
¡Sí que estaba enfermo!
—¡No lo he olvidado! Cada día que pasa tengo presente que gracias a
usted, mi vida es una porquería. Me hizo sufrir tanto, me ha hecho tanto
daño y ahora parece que usted es una desgracia que nadie quiere ver, porque
eso es lo que es, una basura que no tiene compasión, que nunca podrá
recibir amor y cariño de parte de su familia, porque resulta que usted es tan
huérfano cómo yo. Resulta que usted es el problema de la vida de otros. ¡Su
vida misma es un error!
Cuando termine de decir la última frase, sus ojos se abrieron cómo
platos. Mis emociones estaban demostradas a todo fuego. Me saque de
encima ese peso, le grite, quería golpearlo, pero ¿cómo podía hacerle eso?
¡Yo no era como él! Aun así, no permitiría que se volviera a propasar
conmigo.
—¿Tú qué sabes de mí?
Se quedó estático. Parecía estar sorprendido.
—No tengo tiempo de estar investigando la vida de un pedófilo. ¡No
se crea tan importante!
El enojo apareció en su rostro. Apretó los puños y entonces se iba a
acercar más a mí.
—Si me toca, yo misma me encargare de cortarle el pene y dárselo de
comer a los perros de la calle. ¡Ya no soy esa niña de cinco años!
Subí a mi habitación sin dudar. La adrenalina y la emoción me
inundaban por completo. ¡Estaba enfrentando a mi pasado después de
mucho tiempo!
CAPITULO 14

Me quite la ropa, fui al baño y me aliste para dormir. Me deje caer en


la cama, me acurruque entre las cobijas y mi almohada me hizo descansar
bien. Estaba mirando las estrellas neón de mi techo, de pronto no podía
dormir y eso me puso a pensar en mis ojeras del pasado. ¡Escuché un golpe
en mi ventana! Dude en incorporarme, pero me animé a levantarme cuando
escuché un segundo golpe. Mi habitación estaba oscura, eran casi la una de
la mañana. Camine hasta mi ventana y entonces lo vi. Su chamarra negra
parecía brillar con la luz de la noche.
—¿Qué haces a esta hora? ¿A caso no duermes?
Entro a mi habitación. Cerré la ventana porque hacía mucho viento.
—Claro que duermo, solo que está vez vine por cualquier cosa, sé que
enfrentaste a Tom.
No me sorprendió saber que estaba siempre al tanto de todo lo que yo
hacía. Tener una sombra comenzaba a ser algo normal para mí.
—¡Si lo hice! ¿Te gusta espiarme verdad?
Su antifaz hizo un gesto de negación.
—Perdona que a veces me entrometo mucho en tu vida, pero
realmente me preocupa que te pase algo o te lastimen más.
Sus ojos parecían brillar en la oscuridad. ¿Qué tanto sabía de mí?
—¿Debería sentir preocupación por qué tú estés espiando cada detalle
de mi vida?
Bajo la mirada.
—Supongo que sí. No es normal que un hombre vigile todo el tiempo
a una chica de tu edad, pero, no tengas miedo, yo no sería capaz de
lastimarte.
Suspiré. De pronto sentí curiosidad por saber más de él.
—¿Cuántos años tienes?
Parecía que no quería responderme. Se quedó en silencio un instante.
—Soy más grande que tú como por seis o más años.
—Dijiste que este era un empleo. ¿Por qué trabajar vigilando a una
chica como yo? ¿No tenías más opciones?
Detrás de su máscara, hubo una sonrisa breve.
—Sí, había más opciones, pero está en particular me ha ayudado a
hacer varias cosas que me gustan.
—¿Te gusta el espionaje?
—Realmente no, más bien, me refiero a ayudar. No solo te estoy
ayudando a ti, hay alguien más que también recibe me ayuda.
Parecía que mi anónimo era una buena persona. Él aparentaba ser un
buen hombre.
—¿Esa persona tiene que ver conmigo?
Mi pregunta le tomó por sorpresa.
—Sí, esa persona tiene que ver contigo. Estoy bajo sus órdenes.
Así que había alguien más que estaba maquinando todo esto. ¿Quién
era ese? La oscuridad de mi habitación me hizo sentir frío.
—¿Quién es esa persona? —tenía muchas preguntas.
—No te lo puedo decir, pero pronto lo descubrirás.
Me mordí los labios, me sacudí un poco y al final me quedé
mirándolo.
—¿Se supone que todo esto es un acertijo? De pronto me siento como
un rompecabezas y siento que mi corazón no tiene sus piezas completas.
—Trato de entender lo que sientes, yo imagino que no es fácil vivir
así, pero, Miranda, espero darte esas piezas que te faltan. ¡Solo se paciente!
Justo ahí, cuando estábamos de pie el uno del otro, empezó a llover.
Llovía muy fuerte y los relámpagos hacían que el vuelo se viera
impresionante. Imaginé que sonaba la canción de Ark Patrol, Let Go
sonaría bien con éstos relámpagos.
Pasaron varios minutos y seguíamos platicando.
—Parece que lloverá toda la noche. ¿Cómo planeas regresar a tú
guarida?
Él soltó una risa.
—¡No tengo una guarida! Pero sería algo genial que tuviera una.
—Pues cómo espía, deberías considerar tener una.
Reímos.
—Pues esta vez no vine preparado. Pero igual no importa si me mojo.
Eso me preocupo. Estaba tronando el cielo y la lluvia era fuerte.
—¡Quédate aquí! —dije sin dudarlo.
Era lo menos que podía hacer por mi anónimo, después de todo, si
estaba ayudándome con todo.
—¿Estás segura?
—Pues realmente no, no te conozco mucho, es más, ni se cómo es tu
rostro, pero aun así, creo que no me harás daño y parece que tu ayuda es
sincera.
Un relámpago hizo brillar mi habitación. Los vidrios retumbaron y yo
sentí que brinqué del susto.
—¿Te asustaste? —se acercó un poco más.
—Sí, un poco.
Me examinó con la mirada, sus ojos realmente brillaban en la noche y
había algunos mechones de pelo que se escurrían por su frente. Su máscara
era lo único que lo convertía en mi anónimo.
—Está bien, me quedaré contigo.
***
Cuando abrí los ojos, mi alarma fue lo primero que apague. Me estire
en la cama, me sacudí un poco y al final me animé a incorporarme. Él no
estaba. Se había quedado junto a mí cama, en la colchoneta que le prestaba
a Emilio. Dejo las cobijas dobladas perfectamente y una nota en un post-it
de color azul.

¡Gracias Miranda! Buenos días. Te veré pronto. ¡Que te vaya bonito!

Me aliste para ir a la escuela. Me puse mi uniforme, baje a la cocina a


desayunar y salí de mi casa. Fui a ver a Marcos, él me estaba esperando en
la entrada de su casa.
—¡Buenos días! —Le saludé—. ¿Seguro que quieres ir?
Él llevaba puesto su uniforme, esta vez ya no tenía la venda en la
cabeza
—¡Hola Miranda! Sí son los últimos días en clase y quiero estar allí.
Sonreí. La actitud positiva de Marcos me gustaba. Caminamos hasta
la caseta de vigilancia del clúster, allí estaba Emilio esperándonos. Se veía
muy tranquilo y sonrió al verme.
—¡Hola canijo! —Dije al sentarme en el asiento del copiloto.
—¿Descansaste bien?
—Sí, toda la noche estuvo lloviendo, creo que eso me ayudó. ¿Y tú?
—¡Todo bien! Me costó levantarme está mañana, pero bueno, eso
pasa cuando te vas de fiesta entre semana.
—¿Se fueron de fiesta ayer? —Marcos parecía interesado.
—Sí, pero no fue como lo imaginas. ¡Está vez me gustó! Me divertí
muchísimo.
Emilio sonrió. Era la verdad, esta vez sí me había comportado en la
fiesta. No alcohol, no drogas, no acoso.
—Pues hoy habrá una fiesta de espuma en la escuela. Los de tercer
grado están organizándola por lo de la graduación.
—¡Que padre! Pues nosotros tenemos que hacer las últimas entregas
del correo y empezar a desarmar el taller.
Llegamos a la escuela justo a tiempo. Cinco minutos después de
entrar, sonó el timbre. Fui directamente al salón del taller. Todos estaban
atentos con sus respectivas actividades. Yo me puse a acomodar las últimas
cartas.
—Miranda. ¿Puedo hablar contigo?
La voz de Laura me sorprendió. Asentí.
—Sí, claro. ¿Pasa algo? —Intente que mí tono de voz sonara neutro.
Ella tenía el rostro en blanco, no había expresión o emoción alguna.
Su mirada era vacía.
—¿Cómo le haces para ser tan valiente?
Su pregunta me tomó por sorpresa.
—¿Crees que soy valiente?
—¡Si! Es decir. ¿Cómo le haces para seguir adelante y no rendirte?
No entendía del todo su pregunta.
—Fíjate que no me había visto desde esa perspectiva, no soy valiente.
—Yo creo que si lo eres. ¿Como le haces?
Deje escapar un suspiro.
—Solo intento ser yo misma y defender lo que es correcto. ¡No me
importa lo que digan los demás! Así logras que nada de lo que digan, te
afecte. ¿Te paso algo?
Ella se mordió los labios. Negó con la cabeza.
—¡No, nada! Solo quería, quiero disculparme contigo por lo que te
hice en la cafetería. Yo no conocía la verdad sobre Aldo y me deje llevar
por lo que decían. ¡Aldo me gusta!
Me sorprendió que ella estuviera haciendo esto de arreglar las cosas
conmigo.
—Descuida, no te preocupes. Eso ya es pasado. ¡Tranquila!
Ella sonrió. Nos estábamos reconciliando. De pronto me causo
curiosidad que ella supiera la verdad. ¿Qué sabía ella?
Yo continúe con mi trabajo. Tomé un bonche de cartas y salí a
repartir. En los altavoces de la escuela se podía oír la voz de Jared.

¿Qué estás esperando para decirle a tu crush lo que sientes? ¡Hoy es


tu última oportunidad! Los buzones anónimos se despiden de ustedes
dándoles está última oportunidad de darse a conocer de forma romántica.
¿Es mejor hablar o morir? Tienen hasta las doce.

Cuándo descubrí que una carta era para Aldo, sentí una sensación de
nervios. Suspiré, me acomode el cabello y camine en su búsqueda. ¡Tenía
tiempo que no lo veía! Fui a su salón de clases, a la cafetería, al auditorio, al
campo de fútbol, pero no logré encontrarlo ahí. Decidí regresar al salón del
taller. Estaba a punto de llegar cuando lo vi, recargado contra el marco de la
puerta. Él parecía estar esperando a alguien.
—¡Hola! —Le saludé.
Su mirada no tardó en clavarse en mí. Acomodó su postura.
—¡Hola Miranda! —Una sonrisa tenue apareció en su rostro.
Sin dudarlo, le entregué su carta. Su mirada parecía no creer lo que
estaba pasando.
—Te mandaron esto.
—¡Oh! ¿Es tuya?
Parecía que él me estaba malinterpretando.
—¡No!
Sus ojos se desilusionaron. Suspiró y al final extendió su mano hacia
mí. Tomo la carta y rápidamente, su otra mano me extendió una carta en un
sabré de color blanco.
—¡Esta carta si es para ti, yo la escribí!
Eso me sorprendió. Tomé su carta.
—¡Gracias! La leeré —aún me faltaba terminar algunas cosas del
taller—. Te veo luego.
Estaba por entrar pero él me sujeto rápidamente de la muñeca. ¡No
sentí que fuera a lastimarme!
—Los de tercero organizaron una fiesta de despedida. ¿Quieres venir?
El tacto de Aldo me hizo recordar la primera vez que lo conocí y no
solo eso, también recordé cuando él estaba ebrio y todos esos momentos en
los que convivimos. ¿Por qué actuaba de esta forma conmigo? ¿Había
cambiado sus malos deseos hacia mí?
¡Ahora parecía tierno y dulce!
—Mmmmm no sé, hoy tenemos muchas entregas que hacer y bueno,
estamos por terminar el año, ya sabes.
Aun así, él no perdió la esperanza, me volvió a insistir.
—Pues si terminas a tiempo, te espero en el salón de artes a la una de
la tarde.
Entré al salón. No había nadie, el buzón madre estaba casi vacío y eso
fue algo que agradecí. Me senté cerca de la ventana, abrí la carta de Aldo y
la leí.

Se que no soy el chico con el que más cómoda te sientes, no soy esa
persona que te haga sentir confianza, pero Miranda te aseguro que estoy
arrepentido. Últimamente he estado luchando contra mis impulsos y
deseos, pero hay algo que no puedo quitar de mí. ¡Me gustas! Desde la
primera vez que te vi pude notar que eras diferente, silenciosa y bonita.
¡Me gustas desde el primer día que te vi en la cafetería! Tal vez, tú no
sientas lo mismo que yo, pero no me importa. Comencé con el pie izquierdo
y quiero arreglar las cosas contigo. Si me das una oportunidad, pienso
aprovecharla para cambiar el pasado.

Cuando termine de leer, no sabía si sentirme tranquila o reírme por la


redacción. ¡Esta carta parecía más bien una nota! La nota de Aldo me hizo
pensar en él y en todo lo que había querido intentar conmigo. ¿Realmente
había cambiado? ¿Me lastimaría? Y sobre todo, ¿podría dejar de sentir
bondad por él? Quizá y Aldo era una persona con problemas, tal vez estaba
atravesando por algo malo o simplemente quería pasarse de listo conmigo.
¿Alguna vez regresaste con esa persona que decía que te amaba y al final
siempre termino lastimándote?
El timbre sonó anunciando el cambio de clases. Nosotros seguiríamos
en el taller. Eran casi la una de la tarde cuando Édgar entro y yo había
decidido dejar las cosas en claro con Aldo. Su carta me pareció sincera, un
poco corta, pero al menos se esforzó.
—¿Sera posible que me ausenté unos minutos? —Pregunté a mi
profesor.
Me estaba mirando con curiosidad, se acomodó los lentes y asintió.
—¿Estás bien?
—Sí, todo bien. Necesito arreglar un asunto con Aldo.
—¿Te sigue molestando?
—¡No! Pero parece que quiere disculparse conmigo.
El rostro de Édgar parecía no tener confianza en lo que Aldo me había
dicho. Llevaba puesta una camisa azul, un pantalón negro y me llamo la
atención que está vez llevará puesta una cadenilla de oro en el cuello.
—¡Esta bien! Solo, ten mucho cuidado.
En ese instante, sentí un toque familiar en su mirada, cierto brillo
peculiar.
Salí del salón del taller, camine por el pasillo, subí las escaleras y
después de caminar tanto, llegué al salón de artes. Me sorprendió que todo
estuviera silencioso, con un poco de curiosidad decidí entrar. Todo estaba
ordenado, las butacas bien acomodadas y los caballetes esperando a ser
utilizados. Camine más por el aula, había pinturas hechas por los
estudiantes, figuras de arcilla y cerámica puestas en algunos anaqueles. El
salón de artes era bonito.
—¡Pensé que no ibas a venir! —Dijo Aldo desde la puerta de la
entrada.
Me gire a mirarle, comencé a avanzar hacia él.
—Sí, de hecho no iba a venir, pero leí tu carta y creo…
No había terminado de hablar cuando el cerro la puerta del salón.
Puso el seguro y mi intentó por ver lo bueno de Aldo se derrumbó
rápidamente. ¡Me había tendido una trampa!
—¡Necesito aclarar las cosas contigo! —Su voz me causo un poco de
temor y nervios—. ¡Nadie me dice que no!
Empezó a caminar en mi dirección, llevaba puesto su uniforme del
equipo y podías ver sus ojos llenos de deseo. ¡Me equivoque al venir!
—¡Aléjate! ¡No te me acerques! —Grité con seguridad.
Con nervios y todo, no podía permitirme decaer ante Aldo. Empecé a
retroceder y a buscar una opción para llegar hasta la puerta.
—¡Miranda! No huyas.
—¡No quiero estar contigo!
Avance por detrás de los anaqueles, me escabullí entre los caballetes,
Aldo era rápido, mi corazón estaba latiendo muy rápido.
—¡Cuando me sientas, entonces querrás estar más conmigo!
Mis intentos por llegar a la puerta no estaban funcionando, Aldo
siempre parecía interponerse y cada vez más me acorralaba. Vi unas
botellas de cristal pintadas con acrílico, respire hondo, tome una botella y se
la lancé. Logré darle en el hombro izquierdo, el sonido del vidrio
quebrándose me animo a seguir corriendo con todas mis fuerzas, llegué a la
puerta, no había volteado a verlo, gire el seguro, tome la manija y justo
cuando estaba abriendo, él se impactó contra mí. ¡Grite por auxilio! La
puerta se cerró.
—¡Déjame sentirte! —Su voz sobre mi oído me resultó repugnante.
Le empujé. Él me sujeto de la muñeca derecha. Le di un pisotón con
todas mis fuerzas. Se quejó. Comencé a correr. Venía detrás de mí. Vi los
fragmentos de la botella, recogí el cuello de cristal. En ése momento la
bondad que yo creía que existía fue consumida por los deseos egoístas de
Aldo. ¡No siempre podemos cambiar a las personas y mucho menos
ayudarlas!
—¡Estás enfermó!
Una vez más, calcule los pasos para llegar a la puerta. Tomé otra
botella, apreté los labios, caminé hasta verlo casi de frente y con todas mis
fuerzas, le lancé la botella. Corrí a toda velocidad entre las butacas y
caballetes, esquive los vidrios en el suelo, todo parecía ir bien, pero mí pie
se atoro con la pata de una butaca y eso me hizo caer. Intenté levantarme
rápidamente pero Aldo ya estaba encima de mí. Sus manos me sujetaron del
pelo, acercó su boca a mi cuello. Use todas mis fuerzas para empujarlo,
intente usar mis piernas pero me tenía dominada. ¿Qué más podía hacer yo?
—¡Esta bien! Quiero sentirte —Le dije sin forcejear.
Una sonrisa apareció en su rostro. Deje de pelear con mi cuerpo, su
rostro comenzó a aproximarse a mi rostro, sus labios estaban por tocar mis
labios, sus manos me soltaron para sujetar mis mejillas y ahí, cuando él
creía que me tenía, agarre el cuello de cristal y se lo enterré en el brazo. Se
alejó de mí, dejo escapar un quejido muy fuerte. Comencé a forcejear
contra su cuerpo, él seguía sentado sobre mí, use mis piernas; él usó su
mano y me golpeó en la cara.
—¡Maldita!
Me volvió a sujetar, se quitó la playera rápidamente y cuando sus
manos empezaron a desabotonar mi blusa, él apareció.
Le dio un golpe a Aldo, lo alzo con todos su fuerza y lo aventó contra
las butacas. Mi mejilla me dolía y mis piernas también. Intenté
incorporarme.
—¡Tranquila! Ya estoy aquí.
Su antifaz me hizo sentir a salvo. Me ayudó a levantarme, sin querer
él se cortó la mano con un trozo de vidrio. Aldo comenzaba a ponerse de
pie.
—¿Tú quién eres? —Le pregunto Aldo.
Logré incorporarme, su mano aún me sujetaba, me puso detrás de él.
—¡Lárgate si no quieres morir! —La voz fuerte de mi anónimo me
impacto.
Aldo tomo su playera y salió a toda velocidad del salón.
Decidí sentarme unos minutos, necesita reponerme. Mi uniforme era
un desastre y mi cara dolía. Mi anónimo se limpió la sangre de su herida, se
acercó a mí y se puso en cuclillas.
—¿Estás bien? —Su voz irradiaba mucha preocupación.
—Sí, todo está bien. Creo que si no hubieses llegado a tiempo yo no
sabría cómo sentirme.
Me tomo de la mano.
—¡Vale que eres valiente! Le hiciste daño, peleaste.
Asentí. Me sentía un poco cansada.
—¡Si! Se merece eso y más.
—¿Quieres ir a casa? —Su pregunta me gustó.
Estaba a punto de responder cuando note la cadenilla. ¡Esa cadenilla
era idéntica! Me le quede viendo unos segundos fijamente, empecé a pensar
y a unir muchas piezas rápidamente y al fin lo encontré. ¡Sabía quién era mi
anónimo! Pero ¿por qué él?
—¡Tú eres Édgar!
Al instante, se quedó estático. Bajo la mirada y no decía nada.
Acerque mis manos a su rostro y le quite la máscara. Sus ojos me
deslumbraron, su semblante estaba muy atento a mí. ¡No esperaba esto!
—¿Estás molesta?
Deslicé mi mano por su mejilla, era la primera vez que tocaba a mí
profesor de esa manera aquí en la escuela.
—¡Sólo estoy sorprendida!
Deje caer la máscara al suelo y los vidrios tenían sangre.
Tercera parte.
¡EL AMOR QUE NO TE PUEDO DAR!

CAPITULO 15

Una vez que las clases terminaron, Édgar y yo salimos del salón de
artes. Esperamos a que la mayoría se fuera de la escuela, nos escondimos en
un cuarto de intendencia. Fuimos a una plaza comercial que quedaba cerca,
desde ahí se podía ver la estrella y me acordé de Manuel. Le dije a Emilio
que está vez no podía volver con él a casa.
Édgar y yo nos sentamos en el borde de una fuente. Nos quedamos en
silencio unos minutos, quizá él se sentía nervioso o era que mis
pensamientos comenzaban a aclararse, pero yo no sabía que decir. ¡Estaba
tratando de asimilar todo!
—¿Segura que no estás molesta? —Se animó a preguntarme.
Me gire a mirarle.
—¿Debería sentirme molesta contigo?
—¡No sé! Quizá pienses que estoy mal de la cabeza o que el estar
espiando tu vida todo el tiempo es algo que no imaginaste de tu profesor.
¡No esperaba que me descubrieras!
Eso era cierto. ¿En qué momento comenzó con todo esto? ¿Qué sentí
cuando él empezó a dejarme notas anónimas? Recordé cuando encontré el
primero sobré en mi casillero.
—Al principio me dio miedo, no creía lo que estaba pasando en mí
vida. Después sentí mucha incertidumbre y lo que me decías era muy difícil
para mí. Recientemente que hemos hablado mientras tú usabas tu vestuario,
me he comenzado a sentir tranquila porque de alguna u otra forma me estás
ayudando. ¡Creo que eres bueno ayudando a los demás!
Una sonrisa tenue le iluminó el rostro. Entonces recordé que él dijo
que estaba enamorado de mí. Pero ¿realmente lo estaba?
—¡Gracias por no estar molesta!
Asentí. Un poco de la briza del agua nos refrescaba en la espalda.
—No tienes nada que agradecer. ¿Cómo sigue tú herida?
El vidrio había entrado a profundidad en la palma de su mano. Se veía
una línea roja y su carne abierta.
—Está bien, no fue tan grave. ¿Qué harás al respecto?
—¿Te refieres a Aldo?
—Si.
Suspiré.
—¡Pienso darle una sorpresa el día de la graduación!
Parecía interesado.
—¿Qué clase de sorpresa?
Entonces pensé en el audio que grabé ese día en la fiesta.
—Ya lo verás, de hecho necesito que tú me ayudes.
Hasta este punto, el platicar con Édgar se había vuelto algo fácil. De
pronto no me sentía cohibida.
—¡Cuenta con ello!
Sonreí. Estire un poco mis piernas. Mis rodillas tenían moretones.
—Tengo una pregunta —pensé en cómo debía decirle—. En una de
tus cartas, cuando rompiste el vidrio de nuestras ventanas, dijiste que el tío
Tom era el culpable de la muerte de mi mamá. ¿Cómo lo sabes?
Bajo la mirada. Suspiró y al final se rasco la oreja. Su máscara de
espía estaba entré sus manos.
—Tu tío Tom sabe de la herencia que le correspondía a tu mamá, sabe
que Miguel no es nada sin ti y por eso él, siempre intento destruir tus
emociones. Su ambición tan grande lo convierte en un hombre sin corazón,
capaz de hacer lo impensable solo por obtener algo de dinero.
Me sorprendió un poco lo que me estaba diciendo.
—¡Entonces todo es culpa de una simple herencia! —mis palabras
reflejaban molestia.
—No se trata de una simple herencia. Es el poder que esa herencia te
puede dar. Sin querer tú naciste teniendo ese poder.
—¡Qué! ¿Es enserio? Siempre me he sentido de lo más patética
viviendo en soledad y tristeza, ¡Cómo que nací con poder!
Asintió.
—Tu abuelo escribió en su testamento, que cuando cumplieras quince
años de edad, la herencia comenzaría a ser entregada a ti.
Lamentablemente, tú padre ha retenido está herencia para desviarla en su
beneficio. ¿Por qué crees que se ha vuelto cordial contigo? ¿Por qué crees
que Tom aprecio de la nada después de tantos años? ¿Cuál fue la razón
principal por las que tus padres discutieron al punto de separarse? Y sobre
todo, ¿Por qué fue que tú madre murió justo el día en que había prometido
verte? Miranda, ¡sin ti ellos no tienen nada!
Aquella información comenzaba a hacerme sentir culpable de cierto
modo.
—¿Y cómo sabes que realmente mi abuelo dejo eso en su testamento?
Yo nunca conocí a mi abuelo, el murió cuando yo tenía dos años. Además,
quizá y yo no soy su nieta.
Dejo de mirarme unos segundos. Se acomodó la camisa.
—Resulta ser que el testamento se lo entrego a tú mamá. Ella lo
escondió de tu papá por muchos años. Recientemente, meses atrás, ella fue
a ver a mi jefe el señor Martínez. Martínez es tu verdadero abuelo y hasta
ese momento él no conocía la verdad sobre ti. Ella le contó la verdad, así
que empezó una investigación. Pruebas de ADN, recolectó datos e incluso
tuvo que entrevistar a muchos amigos de su hijo. Al final, resulta ser que tú
eres hija de María, la mejor amiga de la mujer a la siempre llamaste mamá.
María tuvo un romance con Fernando el hijo de Martínez, tú eres el
resultado de ese romance y por eso Martínez es quién ha estado cuidando de
ti estos meses. ¡Él me envió para cuidar de ti y arruinar la vida de Miguel!
Él tiene el testamento que prueba que tú eres la chica con más poder a la
que yo conozco hasta este momento.
—¿Tengo un abuelo con vida?
—¡Así es! Y quizá pronto puedas conocerlo. Hablaré con él.
***
Toda la tarde me la pasé en casa, pensando y repasando todo lo que
Édgar me había dicho. Saque la caja de mamá, revise sus fotografías, me
puse a llorar y de pronto ya no quería estar aquí. Mi mejilla estaba un poco
roja por el golpe de Aldo, mis manos dolían y realmente me sentía cansada
de toda esta basura que me había pasado. ¿Qué me había pasado?
Había crecido sola, mis padres nunca me demostraron amor porque
resulta que ni ellos mismos se amaban. En la escuela se burlaban de mí por
ser tímida y callada. En mi casa, Tom fue el culpable de robarme la
inocencia y de atormentarme por muchos años abusando sexualmente de
mí. Tenía depresión casi todo el tiempo, me dolía ver cómo mis padres
discutían, pero sobre todo, me dolía más el hecho de sentir que nadie me
quería. Entonces conocí a Emilio y él nunca me juzgo por mi pasado o por
cómo era mi vida. Con Emilio podía intentar sentirme libre y tranquila. Él
ha cuidado de mi muchísimo y me ha visto de muchas formas.
Ahora resulta ser que todo eso, tanto dolor, tanta soledad y desamor
fueron el resultado de una ambición, de un deseo egoísta en el que yo me
veo envuelta como un simple objetó.
¡Decidí que no quería seguir así! Las cosas iban a cambiar para todos.
***
Elena vino a cenar esa noche. Miguel estaba muy emocionado con los
preparativos de su boda exprés. Marcos (el que sería mi hermanastro) no
duró mucho aquí, salió con sus amigos a un antro para terminar todo ebrio y
desnudo en quién sabe dónde. Me despedí de Elena y volví a mi habitación.
Faltaban dos días para la boda, para la graduación y para cambiar las cosas.
Mi mente comenzó a trazar un plan. Acomode mí closet. Tomé una mochila
y metí la caja de mamá, guarde mi cámara, mi alcancía, el libro que me dio
Édgar, audífonos, una muda de ropa y todas esas cartas que había recibido.
¡No podía dejar pistas a la deriva!
Mientras acomodaba mis cosas, Emilio me llamo por teléfono.
—¿Cómo estás canija?
—Bien, todo bien, terminé de cenar. ¿Y tú?
— ¡Yo estoy afuera de tu casa!
Corrí hacia la ventana y efectivamente, su auto estaba estacionado ahí
y él me estaba mirando con su celular pegado al oído.
—¡Ahorita te abro! —Dije y colgué la llamada.
Escondí mi mochila. No quería que Emilio descubriera mis planes,
prendí la computadora y busque una serie en Netflix, deshice mi cama y salí
de mi habitación. Cuando abrí la puerta de la entrada, Emilio estaba de pie
con una sonrisa. Lo deje pasar y lo lleve a mi habitación.
—¿Estabas viendo una serie? —Preguntó señalando mi computadora.
—Sí, eso planeaba.
Se sentó en mi cama.
—Supiste que alguien le dio una paliza Aldo. Le rompieron una
botella de cristal en el brazo, le pusieron puntos y bueno, dicen que si le
dieron una buena revolcada.
Me hice la desentendida. Emilio no sabía lo que había pasado
realmente. ¡No fui capaz de contárselo! Él no merecía preocuparse más por
mí.
—¡Enserio! Pobrecito, seguro que hizo algo muy malo.
—Ya lo creo. ¡Se lo tiene bien merecido!
No hubo risas, ni más comentarios al respecto. Tomé la computadora
y me fui a sentar junto a Emilio. Comencé a buscar algo que ver.
—Miranda, vine de rápido porque tengo que ir a comprar unas cosas
para mí papá.
Su mirada parecía titubear un poco.
—¡Oh! Está bien.
Rápidamente se sacó una carta del bolsillo. De pronto parecía
nervioso, hasta como que sudaba.
—Necesito que escuches atentamente esta carta.
Desdobló la hoja y empezó a leer.

Miranda:

Sé que la vida nos ha tratado de muchas maneras. Un hecho


inevitable es que no podemos borrar el pasado, pero si podemos mejorar el
futuro. Algo que siempre me ha gustado de mi vida es que puedo estar
contigo. ¡Si! Somos amigos desdé hace años y nos conocemos muy bien. Te
he visto de muchas formas y siempre has sido tan valiente y fuerte.

Sé que tu vida no es fácil, tienes tantos pesares y amarguras que


hasta has querido estar muerta. Me has dicho un montón de veces que me
aleje de ti, que debo continuar y seguir con mi vida. ¡Pero resulta que no
puedo! Si esto que estoy a punto de decirte te hace sentir incómoda,
aceptaré el continuar mi vida sin ti aunque claro, espero que sigamos
siendo amigos.

Me dedico su mirada unos segundos. Arqueó sus cejas y continúo


leyendo.

Miranda, tú eres esa parte de mi mundo que me hace sentir con un


corazón enamorado, últimamente me he sentido nervioso cuando estoy a tu
lado y he definido que yo te quiero más de lo que te imaginas. ¡Te quiero
más que un amigo! Te quiero para darte de mi corazón y ayudarte en los
buenos y en los peores momentos. Me has provocado sentir celos de los
otros chicos con los que hablas y siempre intentado ocultarlo, pero ya no
puedo más. ¡En fin!
Si es que tú sientes algo como yo, entonces no dudes en aceptarme, pero si
es que tú no tienes sentimientos como los míos, entonces también estoy
dispuesto a aceptarlo y respetar tu decisión.

Atentamente, Emilio.

Cuando terminó de leer su nombre, mi corazón se paralizó. Me quedé


estática, sorprendida y un poco de rubor me pinto las mejillas. ¡Nunca había
pensado que Emilio sintiera eso por mí! ¿Qué iba a hacer ahora?
—Emilio, es un carta muy bonita, memorable y…
—¿Qué piensas al respecto?
No quería romper su corazón, mucho menos quería que las cosas
cambiaran entre él y yo. ¡Yo también le quería! Su mirada esperaba una
respuesta, me mordí los labios y aclaré mis pensamientos. Acerque mi
mano a su rostro y acaricie su mejilla izquierda.
—Emilio, mi querido Emilio… en estos momentos no me siento
capaz de darte una respuesta concreta. Tú sabes que te quiero mucho, eres
un gran chico y mereces a una gran chica. En estos momentos yo no me
siento como esa gran chica a la que tú necesitas amar. ¡Lo siento!
Él trato de dibujar una sonrisa para ocultar su desilusión. ¡Pero era
verdad! Yo no había pensado en amar a Emilio de esa manera, al menos no
hasta ese momento.

CAPITULO 16

A la mañana siguiente decidí no ir a la escuela. Elena se había


quedado a dormir con papá y eso me causo una punzada de dolor. ¡Todo
estaba quedando muy claro! Desayuné rápidamente, me tope al tío Tom
unos segundos en el comedor pero no intercambiamos palabras. Subí a mi
habitación. Le escribí a Emilio para que él viera que nada había cambiado
entre nosotros. Y era cierto, el que yo no tuviera los mismos sentimientos
que Emilio no significaba que no pudiéramos seguir juntos. De alguna u
otra forma, yo le quería y eso no lo podía negar.
Ayer cuando salió de mi habitación, me pidió que no lo acompañará a
la entrada. Sonrió y se fue. Vi como su auto se iba a toda velocidad y su
ausencia me dolió un poco.
Recibí un mensaje de Édgar.

Miranda, logré hablar con Martínez. ¡Accedió a verte! ¿Podemos


vernos en la Estrella? Paso por ti a la una de la tarde.

¿Mi verdadero abuelo quería verme? ¡Vaya sorpresa! Todo se estaba


dando muy rápido para mí. ¿Realmente era cierto? Así que yo debía ser
rápida también, abrí un cuaderno y empecé a escribir los pasos de mi plan.
¡Estaba claro que mañana no estaría aquí!
Me vestí para salir. Salí de mi habitación con mi celular en la mano y
una mochila en la espalda. Me encontré a papá en la sala.
—¡Buenos días Miranda! —Me saludó.
Eran las once treinta y traía puesta su pijama.
—¡Hola!
No me atreví a llamarlo papá.
—¿Saldrás a la escuela?
—Mmmmm no. Saldré a comprar algo para la boda.
Sonrió. Quizá pensaba que yo aprobaba lo que él estaba haciendo.
¿Realmente me veía como una hija?
—¡Muy bien! ¿Necesitas dinero?
Se acercó a la mesa de centro. Su cartera estaba ahí.
—¡No, está bien así!
Me dio cinco mil pesos, insistió en qué los agarrará. Dude en
tomarlos, pero al final accedí. Ese dinero me serviría bastante.
—A las ocho iremos a ver el salón donde será la recepción para la
boda. ¿Quieres acompañarnos?
La verdad no quería.
—Mmmmm, no lo sé. Mañana es la graduación de Emilio y estoy
planeando hacerle una sorpresa.
Él se sorprendió un poco. Estaba muy poco familiarizado con mis
asuntos.
—¡Esta bien! Te llamaré a esa hora. Lo que pasa es que yo no
regresaré a casa, surgió un problema en la compañía y tengo que
solucionarlo. Iré a la Ciudad de México, regresaré mañana antes de
mediodía. ¡Qué bueno que la boda es en la tardecita!
Así que algo pasaba con la compañía, un problema dijo él. ¿Será
consiente de las cosas que yo sé? ¿Pensara que estoy descubriendo la
verdad sobre mí vida? ¿Sabrá que hay alguien detrás de nosotros que
conoce la verdad sobre nuestra vida?
—Entonces espero que viajes con cuidado.
No cruzamos ninguna otra palabra.
Salí de mi casa, decidí ir a comprar un regalo para Emilio. Mañana
era su graduación, así que quería darle la sorpresa. Mis pensamientos me
hacían recordar la carta que ayer me había leído. ¡Yo le gustaba a mi mejor
amigo! Fui a una tienda de cámaras y compré una. ¡Yo quería que él tomara
muchas fotos de su época en la universidad! Bueno, no realmente. Le
compré una cámara porque yo quería que Emilio tuviera una parte de mí
que le hiciera pensar que yo seguía estando a su lado.
—¡Gracias por tu compra! —Dijo el muchacho de la caja
registradora.
Asentí y le di un poco de propina. Me vendió una sonrisa.
Salí de la tienda, guarde la cámara nueva en mi mochila, su caja era
bonita. Yo quería que Emilio tuviera algo con lo que pudiera recordarme
ahora que yo no estaría junto a él, porque quizá, quizá mi corazón si
empezaba a doler cuando yo pensaba en que ya no estaría junto a mí.
***
Llegué media hora antes al lugar acordado, me senté en una banca
justo enfrente de la rueda, la fuente estaba encendida y había niños jugando
dentro de ella. Estar esperando me hizo pensar en Manuel y en cómo es que
me había enamorado tan rápido de un chico como él. ¿Estaría bien?
¿Cuidaría de su hijo? ¿Qué sentirá en estos momentos?
Un mensaje de Édgar me hizo recordar porque estaba allí. Me puse de
pie, baje los escalones y caminé un poco más por la banqueta. Édgar me
estaba esperando desde una Suburban, él estaba al volante y su rostro me
sorprendió. ¡Se veía muy bien manejando! Subí a la camioneta.
Condujo por unos minutos, se estacionó en una plaza y me indico que
debía bajar y buscar un restaurante dentro de la plaza.
—¿Tú no vendrás? —Pregunté un poco preocupada.
Sonrió y negó con la cabeza.
—Martínez me pidió que esperará aquí.
Realmente sentí un poco de desconfianza, quizá y está vez se trataba
de una trampa. ¿Por qué había decidido venir? ¿Necesitaba algo de ese
hombre? ¿Sería bueno que yo siguiera investigando sobre mi pasado?
¡Quería respuestas!
—¡Está bien! Confío en ti.
Suspire. Le sonreí. Baje de la camioneta, me acomode mí mochila y
trate de parecer lo más segura posible.
Entré a la plaza, había mucha gente. De pronto sentía que todos me
estaban mirando y eso me hizo sentir temblorosa. ¡Necesitaba valor! Llegué
al restaurante. Antes de entrar examine el lugar con el pensamiento. Parecía
que había varios clientes, el lugar era muy elegante y exclusivo.
—¡Bienvenida! —Saludó un joven vestido de traje—. ¿Tiene
reservación?
Recordé las instrucciones que Édgar me había dado.
—¡Hola! Busco al señor Martínez.
Él me observo, me examinó con la mirada de forma rápida y elegante.
Asintió.
—¡Claro! Acompáñeme.
Seguí al hombre, caminamos por un pasillo entre mesa y mesa, la
dirección en la que íbamos nos llevaba a estar cerca de la ventana. Vi a un
hombre mayor sentado, aparentaba unos setenta años, cabello gris, arrugas
en el rostro, una gabardina de terciopelo negra, un reloj de oro en la muñeca
izquierda y una mirada compasiva. ¡Nos detuvimos en su mesa!
—¡Esta es su mesa señorita! —Dijo el hombre extendiendo su mano.
—¡Gracias! ¡Muy amable!
El hizo una reverencia y se fue. Me quedé de pie unos segundos.
—¿Señor Martínez? —Pregunté antes de sentarme.
Asintió. Estaba mirando un documento en su iPad.
—¡Un gusto querida! —Se puso de pie.
Estrechamos nuestras manos. Nos sentamos.
—¿Tienes hambre?
—Ah, yo…
Un mesero vino rápidamente. No termine de hablar.
—Puedes empezar a traer los platillos.
El mesero asintió.
—Me tomé la libertad de pedir por ti, espero que te guste la comida.
—Muchas gracias, no era necesario. ¡Pero gracias!
—No tienes por qué agradecer, después de todo, somos familia.
Aquella frase me hizo arquear las cejas. Sonreí forzadamente.
—Eso fue lo que escuché, aunque para serle sincera, no estoy segura
de ello.
El mesero nos sirvió crema de champiñones, filete de arrachera
marinada en jugo de naranja y una pasta a la boloñesa. El postre fue helado
de piñón.
—¿Te ha gustado la comida?
—Sí, estuvo muy bueno todo. ¡Gracias!
Asintió. Entrelazó sus manos, sonrió.
—¡Bien! Pues el motivo por el que estamos aquí es bastante
importante. ¡Descubrí que eres mi nieta! Y quería reconocerte públicamente
como la hija de mi difunto hijo.
¡Mis padres estaban muertos!
—¿Su difunto hijo?
—Si. Tu padre murió. Parece que tu madre también y bueno. ¡Lo
lamento!
Intenté forzarme a asimilar lo que él estaba diciendo. Tantas cosas y
acertijos sobre mi comenzaban a hacerme sentir estresada.
—Disculpe, yo no sé qué tan cierto sea eso, pero…
—Antes de que trates de negar que esto está pasando Miranda, yo sé
que tú vida es un mar de sufrimiento y todo esto es algo difícil de creer. Te
he estado vigilando desde hace un año. He investigado sobre ti, hice
pruebas de ADN, compare los testimonios de muchas personas. ¡Tú eres mi
nieta! Miguel es un maldito egoísta, Tomás es un bastardo y tu madre fue la
única que tuvo el valor de contarme la verdad sobre ti. ¡Querida niña!
¡Quiero ayudarte!
Yo le estaba escuchando con atención.
—¿Cómo puede usted ayudarme? Quizá parezca que usted conoce
todo de mí, ¿pero hasta qué punto será capaz de cumplir su palabra
conmigo?
Sacó un sobre de papel tamaño carta, su portafolio era negro, de piel
brillante. Me entrego el sobré.
—¡Ahí encontrarás respuesta a tu pregunta!
Tomé el sobré.
—¿De quién es?
—¡Averígualo tú misma!
El sobre estaba sellado completamente.
—Un gusto conocerte querida. Édgar te llevará a casa. ¡Llámame si
necesitas algo!
Martínez comenzó a caminar. Se fue.
Los meseros habían recogido ya los platos sucios. Tenía un vaso de
agua y el sobre estaba sobre la mesa, justo enfrente de mí. ¡Decidí abrirlo!
Había varias hojas de papel.

Testamento:

Cuándo leas esto sabrás que yo quería lo mejor para mí hija, pero
ella había decidido mal. Así que decidí que tú serías lo mejor a quien yo
podría confiar mis posesiones. Fuiste mi única nieta y mi pleno deseo es
que seas la heredera completa de todo lo que tengo. No solo hablo de las
cosas materiales, también mis cualidades y deseos. ¡Seguramente estás en
la plena adolescencia! ¿Y qué? Sé que serás capaz de hacer lo correcto con
el poder que yo te cedo.

El testamento explicaba que yo era heredera de varias propiedades,


una mansión en un fraccionamiento importante de la ciudad y
departamentos. Tenía poder sobre la compañía, el grupo Coryo me
pertenecía y más propiedades regadas en varios lugares.

¿Cuál es la verdad sobré ti? Sé que en estos momentos todo está


dando vueltas en tu cabeza y te entiendo, yo también supe lo que es vivir
entre mentiras. ¡También me tocó sufrir por los errores de mis padres!

Resulta que tu madre fue una mujer sencilla, humilde, valiente y


fuerte. Tú padre fue un hombre que nunca supo cómo poder ser feliz,
siempre se la paso tratando de complacer a sus egocéntricos padres ricos.
Tú fuiste el resultado de un romance de juventud, un romance desigual, no
porqué tu mamá no fuese millonaria; más bien porque tu papá carecía de
valor propio y eso le hizo tambalear cuando tenía que defender a tu madre.
Cómo castigo de su mal actuar, tus abuelos paternos decidieron
enviar a estudiar a su hijo a otro país, lejos de María. Ellos nunca supieron
de ti, por eso es que nunca se preocuparon por tu madre. La tristeza de
María fue saber que ella no podría criar y cuidar de su hija, pues cuando
estaba a punto de dar a luz, ella perdió las fuerzas y la vida a causa de
muchas complicaciones en su salud.

Sé que Sandra también imaginaba que yo no sabía la verdad, pero yo


siempre supe más que la verdad. María y Sandra eran mejores amigas de la
universidad, y no solo eso, eran medias hermanas. María le pidió a su
media hermana que te cuidará. ¡Si! Yo también me equivoqué en mí
juventud y por eso estamos en este punto.

Es posible que guardes rencor en tu corazón, que a veces duela y te


sientas sola. Cometí muchos errores en mi vida y sé qué tú también estás
pagando las consecuencias. Sandra fue mi hija y María fue esa hija que no
fui capaz de reconocer nunca. Cuando ella murió, me lamente muchísimo el
haberme equivocado. ¡No fui capaz de ser valiente por ella! Tú papá le
falló y yo también terminé fallándole. ¡Lo siento!

La vida se pasa rápido, asegúrate de no desaprovecharla para hacer


lo correcto. ¡No cometas los mismos errores qué yo! Por eso también te
entrego como posesión más valiosa, una cosa más. Te doy la casa donde
vivía tu verdadera madre, María. ¡En San Francisco la vida es diferente!

Salí del restaurante con los ojos rojos y muchos pensamientos


frágiles. Había llorado, me dolía la cabeza y de pronto ya no quería estar
aquí. Resultaba ser que ahora era una chica con mucho dinero, más del que
necesitaba y eso me hacía sentir mal. Vi a Edgar dentro de la camioneta.
Estaba leyendo un poco. No quise interrumpirlo, pero debía entrar. Abrí la
puerta.
—¿Te encuentras bien? —Preguntó con mucha preocupación.
Me acomode en el asiento del copiloto, me puse el cinturón de
seguridad.
—¡Creo que eso ya no importa en estos momentos!
Le dedique una mirada tierna.
—¡Pues a mí me importa!
Correspondió a mi ternura y sus ojos eran bonitos. Sin dudarlo,
extendí mi mano hacía su rostro y acaricie su mejilla, su barba. ¡Sonreí!
Necesitaba que alguien me abrazara en ese momento, quería olvidar por
unos minutos todo lo que había pasado.
—Me gusta tu barba —quise cambiar el tema.
¡No lo logré!
—¡A mí me gustas tú!
Y su mano alcanzo mi mano y la apretó más a su mejilla. Me sonrió.
—Ya vámonos de aquí, por favor.
Con cariño, tu abuelo.

***
Le pedí a Édgar que me llevara al parque del arte. Nos sentamos
debajo de un árbol.
—¿Y qué piensas hacer?
No le conté sobre lo que el testamento decía. Preferí callarme todo
eso.
—¡Me pienso ir de aquí! Quiero irme lejos de todo esto y descansar
un tiempo de tanto dolor. ¡Necesito unas vacaciones!
—¿A dónde piensas ir?
—¡Tú eres espía! Eso te toca averiguarlo a ti.
Sonrió un poco y yo también. Mis pensamientos se habían aclarado.
—¿Quieres que te acompañe? Digo, si quieres yo podría ser tu
acompañante.
Negué con la cabeza.
—¡Gracias! Pero prefiero ir sola.
—¿Cuándo te piensas ir?
—¡Mañana! No quiero estar en la boda de Miguel y no quiero seguir
en un lugar donde no me siento querida.
Golpeé suavemente mi nuca contra el tronco del árbol. Él estaba
sorprendido por mi respuesta. ¡Quizá y me estaba apresurando demasiado!
—¡Yo te quiero!
Le miré unos segundos, el parecía hablar en serio.
—¿Por qué dices que me quieres?
—¡Siento que eres una chica muy valiosa!
Medité en su respuesta.
—¡Pues gracias por decirme esto! Lo agradezco, el que tú digas que
yo te gusto, pero creo que más bien, tú estás acostumbrado a tu trabajo, a
espiarme, a mirarme y cuidarme.
Asintió. Eso era cierto.
—¡Eso lo sé! De alguna u otra manera no puedo negar que me gustas
porque es cierto, más que verte como una costumbre, me gustaría ser un
hábito tuyo. Pero bueno, también sé que Emilio es el chico de tu corazón.
Le miré con curiosidad.
—¡Los asuntos emocionales y románticos de una persona no siempre
son cómo uno imagina! Es mejor no entrometerse en asuntos ajenos. ¡Aquí
el punto eres tú y yo!
No dijo nada.
—¿Piensas regresar?
—¡Aún no lo sé!
Suspiré. El viento era fresco y me gustaba estar aquí.
—¿Necesitas que te ayude en algo? Digo, dices que mañana piensas
irte de aquí.
Me lo pensé antes de contestarle.
—Sí, está bien. ¡Necesito tu ayuda para sorprender a Aldo!
Enarco sus cejas. Se sorprendió.
—¿Cómo lo piensas sorprender?
Apreté mis labios en una sonrisa. Le mostré el audio de la fiesta.
—Necesito que lo pongas mañana en la graduación. ¡Quiero que
todos sepan la verdad!
***
Esa noche no hable con Emilio. Él me había escrito unos mensajes
pero yo no había sido capaz de responder. No porque estuviera enojada con
él, más bien, yo estaba tan ocupada pensando en mi plan y en lo que debía
hacer. ¿Y que debía hacer? ¡Ahora era una chica con demasiado estrés!
Saque mi mochila del clóset, guarde el sobre que el señor Martínez
me dio en el restaurante. Empaque el regaló de Emilio y me di un bañó.
Mientras el agua escurría por mi cuerpo, mi mente no dejaba de pensar a
dónde debía ir. Si me iba, seguramente todos me estarían buscando, si me
quedaba ¿todo sería cómo antes? ¡No! Nada podría volver a ser como
antes.
Busqué en el maps las diferentes propiedades que el abuelo me había
dejado. ¡Eran casas muy grandes! ¿Qué iba a hacer yo con tanto? Podía huir
a la mansión que estaba en ese fraccionamiento prestigioso, pero entonces
todos sabrían de mi ubicación y no podría pasar desapercibida. Pensé en ir a
otro estado, quizá al norte por Chihuahua o al sur por Oaxaca. ¡Pero nunca
había viajado tan lejos yo sola!
Entonces recordé la última frase del testamento. ¡La casa que
pertenecía a mi mamá! Busqué la dirección, quedaba a dos horas de aquí y
estaba lejos de la ciudad. Parecía que María, mi verdadera madre, vivía en
un pueblito, una zona rural llamada San Francisco Acatepec. Intenté ver la
casa, pero no estaba habilitada esa opción para esa zona. ¡Quizá y eso es lo
que yo necesitaba!
En ese momento, cuando vi que era imposible mirar a través de
internet, yo me decidí a viajar rumbo a mi pasado. ¡Ahí encontraría lo que
siempre había estado buscando!
—¡Hola Marcos! ¿Estás despierto?
Eran las diez de la noche cuando le llame por teléfono.
—¡Hey, Miranda! Si aun ando despierto, ¿estás bien?
Quizá mi voz sonaba angustiada o emocionada. Tenía un plan y
quería llevarlo a cabo.
—¡Si! ¡Necesito tu ayuda!
La ventana de mi habitación estaba abierta. Se escuchaban voces
afuera de mi habitación. Era el tío Tom.
—¿En qué puedo ayudarte?
La voz de Tom me hizo recordar que debía irme de aquí.

CAPITULO 17
Eran las nueve de la mañana cuando me sentí lista. No iría a la
ceremonia de graduación, no iría a la boda de Miguel y no quería seguir
aquí. Me había puesto un pantalón de cuadros, una blusa amarilla y mis
converse. Trence mi cabello y me puse un poco de labial rojo. Dejé mi
cuarto ordenado, me detuve a mirar unos segundos toda mi habitación.
¡Estaba lista! Abrí la puerta y me sorprendió verlo ahí, con el pecho
desnudo y la mirada perdida.
—¡Buenos días Miranda! —La voz del tío Tom fue algo que no
esperaba.
—¡Buenos días! —Saludé cortante.
Me examinó con la mirada.
—¿A dónde vas?
—¡Eso no le interesa!
Frunció el ceño.
—¿A dónde vas? —Sonó más autoritario.
Me quedé quieta. De pie y sin decir nada. Vi su movimiento
aproximarse y mi reacción fue cerrar la puerta.
—¡Váyase de aquí! ¡Largo!
Empezó a patear con todas sus fuerzas. La madera de la puerta se
tambaleaba.
—¡No puedes salir Miranda! Tu padre me pidió que te cuidará.
¿Estaba hablando en serio? ¿Cuidarme? Quizá es que él se había
enterado de todo. Active una nota de voz. ¡Necesitaba salir de aquí!
Las ventanas de mi habitación no tenían balcón y la altura era
considerable. Saltar no estaba en el plan. ¡Necesitaba distraer a Tom!
Rápidamente, tomé la silla de mi escritorio, la alcé y con todas mis fuerzas
la impacté con el vidrio de mi ventana. ¡Él sonido hizo que Tom se
detuviera! Escuché como bajaba las escaleras. Deje pasar diez segundos,
agarre unas tijeras las guarde en mi bolsillo trasero del pantalón.
Abrí la puerta y él ya no estaba.
Baje a toda velocidad, camine por la sala, la puerta principal estaba
abierta, cuando me acerque a la salida Tom apareció justo enfrente de mí.
Me sujeto de las manos y me empujó adentró. ¡Estaba atrapada!
—¡Creíste que podrías huir!
Su rostro estaba muy cerca del mío. Con todas mis fuerzas empecé a
patearlo en las piernas. Él me aventó de un empujón y me caí al suelo. Me
golpeé contra el sillón.
—¡Voy a salir de aquí!
—¿A dónde vas?
—¿Por qué tanto interés?
—¡Tú padre me pidió que te detuviera aquí! ¿No piensas ir a su boda?
—¿Usted piensa ir?
—¡A mí me da igual lo que haga tú papá!
—¿Y por qué no me deja ir? Si le da igual, ¿por qué trata de
retenerme y hacerle caso a mi papá?
—¡Te volviste toda una rebelde!
—No lo sé, quizá un poco. La verdad es que me cansé de estar
rodeada de personas cómo usted.
Soltó una carcajada.
—¡Suenas igual que tú madre! Es una lástima que esté muerta.
Le lancé una mirada sería. Recordé lo que Edgar me había dicho.
—¡Usted la mató!
Sus ojos se sorprendieron.
—¡No digas tonterías!
—Es la verdad, usted mató a mi madre. ¡Nunca la quiso!
Era verdad. Tom nunca trato bien a mi madre.
—¡Tú madre era una cualquiera! Una zorra barata, una mujer que
solo…
—¡Una mujer con poder! Ella tenía más poder del que usted nunca
podrá tener: dinero, propiedades, lujos. Lo único que usted hizo fue quitarle
el amor que usted nunca pudo tener porque claramente usted sentía envidia.
¿Acaso piensa que no he descubierto su deseo de ser tan avaro? ¡Tom es un
hombre podrido! No se mienta, usted no me deja salir porque sabe que yo
soy lo que necesita para seguir con vida. ¿Me equivocó?
—¡Estás diciendo puras tonterías!
—Pues si no me quiere escuchar, solo déjeme ir.
Me acerque a la entrada. No tenía miedo.
—¡Vuelve a tu habitación! Prepárate para la boda.
—¡Oblígueme!
Mi forma de retarlo hizo que él se enojará. Quiso tomarme de las
muñecas pero las tijeras le hicieron retroceder.
—¡Te piensas vengar de mí!
—¿Debería vengarme de usted? No pienso convertirme en alguien
como usted.
Sonrió cruelmente.
—¿Me crees tan malo?
¡Cínico!
—Usted es malo. Un hombre perverso y degenerado. ¿Abusar
sexualmente de mí es malo? ¿Robar dinero es malo? ¿Asesinar?
Apreté mis puños.
—¡Pará mí no es malo! Y si lo hice. ¡Que! ¡Si, lo hice! ¿Piensas hacer
algo al respecto? Eres una chica tonta, una cualquiera, igual que tú madre.
¡Deberías estar muerta!
¡Lo había conseguido! Por dentro aunque sentía mucho rencor y odio,
también me sentí bien. Después de mucho tiempo yo había tenido el valor
de enfrentarme a mi pasado. ¡Tenía evidencia!
—¡Adelante! ¡Máteme!
Deje caer las tijeras al suelo. Él se sorprendió. Su cuerpo seguía
obstruyendo mi caminó. La puerta estaba cerrada, Tom la había asegurado.
Dio unos pasos hacia mí. Me tomó de una muñeca y tiro de mí. Logró
arrastrarme unos cuantos metros. Cerca de mi estaba un florero de cristal, lo
tome sin dudar y rápidamente se lo impacté en el rostro. No se rompió, su
mirada estaba clavada en mis movimientos y tiró de mí haciéndome caer. El
florero cayó al suelo y mis muñecas comenzaron a sangrar, los fragmentos
de cristal se habían enterrado en mi carne.
—¿Prefieres que te mate aquí o en tu habitación?
No respondí, me subió a mi habitación, cerró la puerta y se fue. Fui al
baño a buscar vendas, detuve el sangrado. Me llegó un mensaje de Édgar.
¡Ya estaba en su posición!

Édgar: ¡Ya tengo lo que me pediste! ¿Te veo dónde quedamos?

Suspiré. Me miré unos segundos al espejo. ¡Yo era un desastre! Tenía


la blusa manchada de sangre, mis rodillas dolían y ¿qué pasaría conmigo?
Le escribí a Édgar.

Miranda: Espérame afuera de mi casa. Saldré en diez minutos. ¡Por


favor! Pase lo que pase, no entres, confía en mí. Esta es mi batalla ¡Estoy
bien!

Envié el mensaje. No tardó en leerlo.


¡Lo tenía claro! Esta era una batalla entre mí y el pasado. ¿Qué
pasado? Pues esto que estas a punto de saber fue algo de lo que me paso
años atrás:

Intente negarme, pero era imposible, los mareos me habían robado


todas las fuerzas que tenía. El polvo blanco volvió a entrar en mi cuerpo
tan rápido, la cabeza me giraba aún más, su boca se hizo presente
nuevamente y aunque me negaba a continuar con aquella barbaridad,
termine cediendo a los caprichos de mi alma. Dicen que cuando te drogas
el universo al que viajas te hace feliz, realmente, el universo al que fui
aquella noche era algo que nunca imagine. Todo parecía ser tan real, tan
frágil y a la vez tan fugaz. Sentía que me quemaba, que explotaba en
muchas cosas, la revolución estaba en su pleno apogeo. La venda de mis
ojos hizo que mis pensamientos se volvieran simples fragmentos que
lastimarían a mi alma todos los días de mi vida. Cuando pude ver sus ojos,
supe que su alma buscaba consuelo, que el viaje era para ambos y que
ambos podíamos sentir las estrellas en la tierra. ¿Realmente eran las
estrellas? Era como si cada lunar brillara y alumbrara los defectos de cada
uno de nosotros, los humanos poseemos estrellas en el cuerpo que brillan
cuando el alma viaja por galaxias inimaginables.
—¿Por qué tengo que hacer esto? – pregunté.
—¡Porque te necesito! ¡Siento que contigo mi alma está completa!
Me haces sentir bien.
Y fue ahí, justo en ese instante cuando atravesé las nubes, que la
frescura de muchas cosas vino a mi mente. ¿Y si no quiero esto? El corazón
me latía a mucha velocidad, nuestras manos encajaban perfectamente en
ese instante y el sonido de la música era nuestra motivación para no
soltarnos en el viaje. Ahí, dentro de mi secreto lograste capturar lo más
escondido que tenía mi alma, sacudiste mi ser de una manera tan
indescriptible que el fuego que yo sentía se apagó con la marea que
expulsabas por adentro de mi alma. Uno. Dos. Tres. Tu boca se unió a la
mía en un baile que el deseo solo entiende, consumiste mis ganas de querer
vivir con cada caricia que usaste. ¡No estaba bien!
Las ganas de vivir se me fueron de repente. No había nadie en casa,
subí a mi habitación con el rostro escurriendo en lágrimas y terminé
llenando un frasco de muchos recuerdos. Me tumbé en mi cama y sin querer
me puse a llorar sin pensarlo dos veces. ¿Conoces el sentimiento de tener
el alma rota? ¿Alguna vez has sentido que todo es una simple basura? Es
como si el fuego de un incendio consumiera con mucha violencia todo el
bosque que alguna vez, con tanto tiempo, era algo sin duda bello. La
tranquilidad me fue arrebatada nuevamente y admito que la culpa en parte
fue mía. ¡Me quedé callada!
—¿Te sientes bien? –Me pregunto Emilio a la mañana siguiente.
Llevaba su uniforme puesto y al parecer era hora de ir a la escuela.
—Hoy no iré a clases —dije y me sobe la cara- me duele la cabeza.
—¿Quieres que me quede contigo?
—No es necesario Emilio, mejor ve a la escuela.
Emilio hizo caso de lo que le pedí, no tardo demasiado en salir.
Acomodo mis cobijas y puso la palma de su mano sobre mi frente.
—Te veo al rato —dijo y cerró la puerta.
La mañana entera me la pase pensando en todo y en cómo es que
había terminado entregando aquella parte de mí a la persona inesperada.
Me levante de la cama y me acerque a la ventana.
¿Puedo dejar de sentirme desdichada alguna vez en la vida? Me gire
con mucho odio y deseé con todas las fuerzas de mi alma la muerte de mi
tristeza.
—¿Todo bien? —El rostro del tío Tom me miraba con muchas
emociones repentinas.
—¿Le parece que estoy bien? —Respondí con molestia.
Me tomo del brazo, me apretó un poco. Le arrebate mi brazo y
pareció sorprenderse. Sin esperar ningún comentario suyo, me apresure a
salir de mi habitación, pero al llegar a la puerta la pena y la fugacidad de
la vida se hicieron presentes por parte de la realidad. No logre cerrar
aquella parte de mi inocencia, no pude salir y esto hizo que hubiera
consecuencias tristes para mí. ¿Has visto cuando el agua es invadida por
aceite? Es imposible que el aceite se mezcle con el agua, aunque intentes
agitar y revolver, siempre terminan separándose de una manera tan
cortante. ¡Finalmente acaban incomodándose mutuamente! El tacto ajeno
apareció de una forma repentina y destructiva, mis ojos parecían platos que
caían al suelo y se fragmentaban con las caricias del suelo. La oscuridad
apareció de pronto a causa de la venda que apretaba mi cabeza, el polvo
que inhale sin querer viajo rápidamente dentro de mi cuerpo y sus manos
comenzaron a invadir ser.
—¡Quiero que me hagas feliz! –Susurro a mi oído.
Intente hacer que mis fuerzas no tambalearan ante la droga. Sacudí
mi cabeza un poco, el enojo desapareció y la fugacidad me hizo apagar mi
juicio.
¿Puedes sentirte cerca del cielo, más allá de las estrellas y galaxias
que iluminan tus noches cada día, cuando lo último que sientes es el tacto
de sus labios sobre los tuyos? Aunque intentaba alejar su cuerpo del mío,
por más que sollozara e implorara ayuda, sabía que nadie me escucharía.
¿Qué podía hacer yo cuando las nubes grises se tornaron en relámpagos
adentro de mi cuerpo? Las sensaciones múltiples que hacían combinación
con su cuerpo no fallaron en hacer estremecer cada parte de mí, sus manos
eran suaves, fuertes y frágiles a la vez, sacudí mi cabeza un poco y sentía
aquella unión como el comienzo del infinito oscuro que invadía mi
inocencia. Su boca se resbalaba con detenimiento sobre mi cuello y a pesar
de los mareos que causaba el polvo blanco, el sonido de mi voz era un
simple silencio para la realidad confusa que acaba de volver a mí. ¿Alguna
vez has tocado la mano de alguien para sentir su afecto? Mi mente sabía
que aquellas sensaciones de placer lastimarían mi vida una vez que el
efecto de la droga se pasara, que la suciedad me consumiría por
millonésima vez y que fue así como todo lo que un día había ocurrido en mi
pasado, que ahora se estaba repitiendo a mis casi catorce años de edad.
—¿Por qué te gusta hacerme esto?
Sentí su respiración debajo de mi oído, su cuerpo se movía como los
meteoros cuando su materia comienza a ser consumida por la atmósfera
del planeta al que quieren ingresar.
—¡Me haces sentir con vida! —Respondió.
Era curioso que alguien que pudiera dar vida a otro ser, muriera en
la transferencia de su energía vital que producía su corazón. Mi corazón
latía fragmentos de alcohol y droga. ¡No me sentía bien!
Cuando la oscuridad al fin desapareció de mí no pude evitar mirarme
en el espejo. Frente a mi estaba una chica que llevaba el semblante sin
expresión alguna, tenía los hombros caídos y había manchas de color rojo
sobre sus caderas. Estaba desnuda ante mí, con la fragilidad de estar ahí
parada mientras su cuerpo lloraba sangre y esperaba con anhelo el abrazo
de la compasión que nunca había experimentado. ¡Mis senos lloraban,
imploraban compasión! De pronto todo eso cambio, la chica se convirtió en
muchas grietas que caían al suelo y se fragmentaban con mucha violencia.
Sentí mis manos arder y la sangre caliente que emanaba de mi cuerpo
comenzaba a caer al suelo. Tome los libros de mi biblioteca y los tire todos
al suelo, tumbe mis muebles, mis fotografías, las botellas de vidrio que
colgaban en mi pared y todo lo que era mi mundo lo termine volcando con
mucho odio. Odio. Odio. Mi corazón tenia odio de todo y a todos no les
importaba lo que acababa de ocurrir en mi habitación. Me puse un
pantalón y una playera, la sangre no dejaba de salir de mi piel. Abrí la
puerta, bajé las escaleras y salí de mi casa a toda velocidad. Recuerdo que
ya era de noche. Las lámparas alumbraban la calle, había algunos
vehículos transitando el pavimento y el sonido de un corazón latiendo a mil
por hora se podía escuchar dentro de mí. Termine cayendo a media calle,
cerca del parque que quedaba cerca de donde vivía. El llanto no tardó en
aparecer y los pensamientos que acababan de invadirme me recordaban la
desdicha en la que vivía. ¿Por qué lastimar a las personas que se supone
que amas? ¿Por qué existe el amor que es producto de simples mentiras?
¿Por qué se ha vuelto el sexo el placer de todo el mundo? El sonido
chirriante de los neumáticos del auto de Emilio me hizo mirarle.
—¡Miranda! —Exclamó al instante en que se dio cuenta de que mi
desdicha era abrazada por la frialdad del concreto—. ¿Qué estás haciendo
aquí? ¿Qué tienes?
Y la preocupación de Emilio era lo único que tal vez me hacía no
rendirme. Sus ojos estaban clavados en mi llanto y sus manos no dudaron
en sujetar mis heridas.
—¿Te volvió a hacer daño ese desgraciado? —Preguntó con molestia.
Entonces le abrace. Un abrazo simple y necesario. Hundí mi cabeza
en su hombro y él puso sus manos sobre mi espalda.
—Siempre eres tú el que enmienda el daño que otros causaron.
—Miranda, ¿por qué la sangre?
Y era únicamente Emilio quien siempre estaba ahí para mí.
—Me lastime. Me hice daño esta vez. Me duele todo Emilio. Me duele
vivir así y de esta forma. Vivir sin cariño. Sentir que nadie me quiere en mi
casa y que solo soy necesaria para satisfacer deseos egoístas. No puedo
seguir así. Me duele ver a mi padre acostándose con mujeres que gritan su
nombre por dinero. Mi madre no se ni dónde rayos este. Mi casa es una
montaña que simplemente me atormenta cada vez que intento ser feliz. ¡No
aguanto más! Y el llanto que llovía desde lo más profundo de mí ser
termino inundando la calle. Comenzó a llover de repente, la sangre que
comenzaba a secarse sobre mis manos desapareció a causa de las gotas de
agua que resbalaban por mis brazos.
—Mereces una vida mejor Miranda —dijo él—, temo no poder
ayudarte demasiado a sentirte bien, quizá no puedo cambiar tu mundo,
pero aquí estoy. Te ayudare en lo que más pueda para que todo esto
cambie. ¡Animo!
Emilio me llevo en su auto hasta su cochera, no tenia mucho que él
había aprendido a conducir.
—¿Puedo dormir aquí? —le pregunté cuando el motor se acabó de
quedar dormido.
Emilio asintió. Ambos dormiríamos en su auto, mis pensamientos
parecían haberse quedado listos para descansar y volver a comenzar de
cero.

¡Recordar mi pasado me hizo sentir que podía lograr huir!


Abrí la llave de la regadera. El agua sería mi señuelo. Tomé una
botella de alcohol etílico que tenía en el baño, abrí el cajón de mi escritorio
y tomé un encendedor. Rocíe el alcohol en la alfombra, cerca de mi cama, a
todos mis libros y prendí fuego. El sonido de una pequeña onda expansiva
hizo retumbar mis oídos. El fuego empezó a consumir mi habitación, me
coloque justo al lado de la puerta, cerca de mi librero, usaría ese lugar para
poder salir y Tom no tardó en entrar. El humo comenzó a salir y el fuego
crecía a causa del viento que entraba por mi habitación.
—¡Que hiciste Miranda!
Corrió directamente al baño, asustado por el fuego mordió el señuelo,
no se percató de mi escondite cerca de la puerta. Sin dudarlo dos veces, me
levanté rápidamente con mi mochila en la espalda, cruce la puerta de mi
habitación y baje las escaleras. La puerta tenía llave así que rompí la
ventana de la sala y por ahí fue que salí.
Édgar me estaba mirando sorprendido. Los vecinos habían empezado
a salir y la columna de humo procedente de mi habitación era escandalosa.
—¡Enciende el auto! —Grité.
Tom se asomó por la ventana de la sala, nos dedicamos una última
mirada.
Corrí hasta la puerta trasera de Édgar y subí. Cerré y me tumbe en el
asiento. Tenía la respiración agitada y la sangre en las vendas.
—¡Todo estará bien!
Me incorporé. Pude ver los ojos de Édgar a través del retrovisor.
—¡Eso creo!
***
Édgar estacionó el auto justo enfrente de la casa de Emilio. Por la
ventana del comedor podías ver cómo sus padres estaban alistándose para ir
a la graduación.
El auto de Emilio seguía estacionado justo en su lugar de costumbre.
—No tardo —dije saliendo del auto.
Édgar asintió.
En la parte trasera de la casa estaba el jardín, había un fresno muy
frondoso y Emilio lo usaba para escapar de su casa y venir a la mía. Con un
poco de dificultad trepe el árbol. Su ventana estaba abierta, sonaba Say
something loving de The XX. Trepe una rama más y me deslicé por ella
hasta entrar a su habitación de un brincó. Emilio se sorprendió de verme
ahí. Tenía puesto el pantalón negro de su traje de graduación. Sus pies
estaban descalzos, su pecho estaba desnudo y su cabello un poco
alborotado.
—¡Miranda! ¿Qué te pasó? ¿Estás bien?
Yo aún seguía junto a su ventana. Ver a Emilio preocupándose por mí
me rompió el corazón. ¡Él me quería! Y muy dentro, en el fondo de mis
sentimientos y mi corazón yo también lo quería. ¡No lo dude más! Camine
rápidamente hacia él, me detuve justo enfrente, me puse de puntitas y le
atraje a mí. Él no dijo nada, su respiración se agitó y mis labios fueron
suyos por unos segundos. Lo besé. Besé a Emilio. Le di un beso. Un beso
de confirmación. De aprecio. De amor. Él me apretó a su cuerpo, nuestros
ojos se habían cerrado. ¡Besé a mi mejor amigo!
—¡Vine a despedirme de ti! —Dije alejándome de él.
Se sorprendió.
—¿Despedirte?
—¡Si Emilio! Me voy de aquí.
Abrí mi mochila y busque su regalo. Se lo di.
—¡Felicidades por tu graduación! Esto es para ti.
Y aunque quería llorar, trate de aguantarme el llanto. Apreté los
labios. Él tomó la cámara.
—¡Miranda! ¿Qué está pasando? ¿A dónde vas?
No me dio las gracias. Camine a la ventana, no tenía mucho tiempo.
—¡Miranda! —exclamó él.
—¡Tranquilo! Estaré bien. Estaremos en contacto. ¡Te quiero!
Y desaparecí de su habitación. Él me vio bajar por el árbol, seguía
llamando mi nombre pero no le respondí. Édgar encendió el auto, abrí la
puerta del copiloto y antes de entrar me detuve a observar mi antigua casa.
¿Por qué había pasado todo esto? ¡Qué tan rápido cambian las cosas!
***
En la parada de autobuses Marcos me estaba esperando. Le había
contado todo la noche anterior y decidí que él me ayudaría a comprar
algunas cosas para mí nuevo hogar. También me compró un boleto de
autobús. ¡Marcos sería mi ayudante por algún tiempo!
—¿Segura que estarás bien?
Asentí. Me entrego una bolsa de papel cartón. Dentro estaba lo que
necesitaba.
—¡Gracias por esto!
—¡De nada! Ya sabes. Anoté tu nuevo número de teléfono, márcame
cuando hayas llegado.
—Por supuesto.
El autobús no tardó en llegar. Édgar terminó una llamada. Se acercó a
mí.
—¡Así que te vas! ¿Segura que no quieres cambiarte de ropa?
Sonreí. Mi aspecto era preocupante pero realmente me sentía bien.
¡Cuando vas a una batalla las heridas son esas memorias de lo mucho que
peleaste para ganar! Y bueno, no quería que papá comenzará a buscarme.
—No hay mucho tiempo. ¡Estoy muy bien! Gracias por toda tu ayuda.
—¡De nada! Ya me encargue de Tom —hizo una pausa, se mordió los
labios—. ¿Nos volveremos a ver?
Sonreía. Parecía sonrojado.
—¡Quizá! Si aún tenemos vida, yo espero que sí.
—De acuerdo.
Me acerque a él un poco.
—Solo promete que está vez no estarás espiando mi vida. ¡No se te
ocurra seguirme!
Asintió. Yo era la última en abordar.
—¡Adiós muchachos! —dije despidiéndome de los dos.
Suspiré.
Di media vuelta y caminé para abordar. Cuando di el primer paso para
subir al autobús, él me hizo pausar. Me atrajo a él y me besó. Sus labios
eran suaves y mi corazón empezó a latir muy rápidamente. ¡Su beso me
tomo por sorpresa!
—¡Te amo!
Édgar me soltó y me sonroje. Aborde el autobús.

CAPITULO 18
—¿Y a dónde vas? —Preguntó el viejito.
Suspire. Contar mi historia en poco tiempo me había hecho sentir
nerviosa de repente.
—¡Iré a la casa de mi madre!
Parecía que el señor se sentía más cómodo ahora que conocía los
detalles del porque estaba así.
—Pues si dices que vas a viajar hacia Acatepec, entonces no falta
mucho. En quince minutos el autobús pasa por ahí.
—¡Le agradezco por el dato!
Él sonrió. Su mirada era tierna, cálida y las arrugas en su rostro me
causaron ternura.
—¿Segura que estarás bien hija?
Esa palabra me sorprendió, “hija”.
—Si. Creo que me irá bien.
Asintió.
Prendí la pantalla de mi celular. Había pasado una hora y media desde
que había abordado el autobús. La graduación estaba por empezar, casi era
la una de la tarde y mis pensamientos me llevaron a Emilio. Él me había
escrito varios mensajes y notas de voz.
Decidí responder. Le escribí.

Miranda: ¡Gracias por cuidar de mí Emilio! Mereces ser feliz. Estoy


en deuda contigo. Eres mi sostén y mi calma. Prometo estar bien, quiero
que no te preocupes más por mis problemas. ¡Te quiero! Espero verte de
nuevo.

El mensaje se envió. Vi su foto de perfil unos segundos antes de


apagar mi teléfono y le tome captura de pantalla para tenerlo en mi galeria.
Le quite la tarjeta SIM y le coloque la nueva, Marcos se había encargado de
comprarme un nuevo número de celular. Mis brazos dolían un poco,
las heridas comenzaban a tener costras. ¡Había ganado la batalla!
El autobús se desvío de la carretera principal, vi un letrero de
bienvenida muy colorido anunciando que habíamos llegado al lugar de mi
origen. Se detuvo en la parada. El chófer anuncio San Francisco.
Suspiré. Me puse de pie.
—¡Espero que tengas éxito! —Dijo el viejito.
Me tomo de la mano y me sonrió muy cálidamente.
—¡Gracias! Yo también espero que le vaya bonito.
Al bajar del autobús, escuché el sonido de mis pies impactarse contra
el concreto. La puerta se cerró detrás de mí y las llantas comenzaron a
moverse rápidamente. Era un día fresco, soleado. Encendí mi celular. El
pueblo era pintoresco.
Busqué la dirección en el maps. Mi destino estaba a ocho minutos
caminando.
Caminar sola en un lugar desconocido fue algo que me causo cierta
emoción. Me sentía tranquila, esperanzada, feliz. Habían pasado tantas
cosas, estaba superando mis traumas y estaba intentando descubrir mis
orígenes. Quizá y en estos momentos todo cambiaría. ¡Había dejado
muchas cosas atrás!
Llegué a una calle sin pavimentar.
Comencé a pensar en la graduación, en Emilio. Tenía que explicar
muchas cosas, descubrir y aprender que la vida sigue a pesar de tener un
pasado muy cruel. Sé que hay muchas personas que han estado luchando
por sobrevivir al abuso y a la falta de amor. ¡A veces el miedo nos hace
cobardes! Pero estoy convencida de que se puede volver a sonreír a pesar de
tener el alma llena de heridas. ¡O al menos eso es lo que yo creo! El maps
me indicaba que ya había llegado, pero realmente yo no sabía cuál era la
casa. Por la calle, había algunas cuantas casas, algunos árboles y campos.
Vi a una señora afuera de su casa.
—¡Disculpe! —Le pregunté a una señora mayor—. Estoy buscando la
casa de María Andrade.
La señora se me quedó mirando. Cruzo los brazos. Aunque quizá mi
aspecto era preocupante, ella pareció ignorarlo.
—¿Hablas de la finada María Andrade? ¡Pobre muchacha! Ella murió
hace como quince años, su casa era esa.
Con su mano derecha señaló una casa, la casa estaba enfrente de
nosotras y nosotras estábamos casi al final de la calle. Era una casa de color
blanco, con unas rosas de castilla decorando el jardín.
—¿Vive alguien allí?
—¡No! Parece que el dueño ahora es su padre. Ese hombre, cómo
hizo sufrir a María y su mamá. ¡Canijo de verás!
La forma de hablar de la señora me causo gracia, ella era agradable.
—¿Usted conoce a ese señor?
—Hace mucho tiempo lo conocí de vista nada más. Es un señor de la
ciudad, un rico billetudo. Por eso no es capaz de pisar este suelo, ya sabes
muchacha. ¡Esa gente rica que disque quiere conservar el estatus!
Sonreí. Yo tampoco estaba contenta con mi estatus.
—¡Ah! Si, entiendo.
Ella asintió. De pronto curvó sus cejas.
—¿Y por qué tanto interés en esa familia? Digo, nunca te había visto
por aquí. ¿Escapaste de alguna pelea?
—Pues resulta que soy hija de María Andrade y sí, efectivamente,
escapé de una pelea.
La señora se sorprendió.
—¡Enserio! ¿Cómo es eso posible?
Baje la mirada unos segundos.
—Si usted supiera… es una larga historia —hice una pausa—. Me
llamo Miranda, mucho gusto en conocerla. ¿Y usted cómo se llama?
—¡Igualmente! ¡Un gusto en conocerte! Yo me llamo Francisca, pero
en el pueblo me conocen como doña Fran. ¡Puedes llamarme Fran! Yo vivo
aquí, es tu casa también.
Estrechamos nuestras manos. Parecía que seríamos buenas vecinas.
—¡Muy amable! Le agradezco.
Ella asintió. Su cabello estaba trenzado y había listones enredados en
sus trenzas.
—De nada muchacha y dime. ¿Viniste tu sola?
—¡Si! Estoy sola por el momento.
—¿Segura que estás bien? Ahora que te veo mejor, tienes muchas
heridas en los brazos. ¿Qué te pasó?
Aunque hablar con doña Fran era algo como una buena bienvenida a
San Francisco, preferí terminar la conversación con ella.
—¿Le parece si le cuento después? ¡Me gustaría poder llegar a la casa
de mi madre!
La casa de doña Fran era bonita, la fachada estaba pintada en color
rosa. Me despedí de ella y camine hasta mi nuevo hogar. Me sentí nerviosa.
¿Y qué tal si esto era una broma? Abrí mi mochila, saque el sobré de papel
que Martínez me dio en el restaurante. En el testamento venía la llave de
esta casa, la casa de María. Tomé la llave, mire unos segundos la cerradura
y decidí abrir. Gire un par de veces hasta que al fin la puerta se abrió.
—¡Bienvenida a casa! —Exclamó doña Fran desde su casa.
Me gire a mirarle unos segundos antes de entrar. Está vez un joven
estaba parado junto ella, su mirada estaba puesta en mí. Doña Fran le obligó
a saludarme. Él alzo su mano y la sacudió en forma de saludo.
***
La casa era amplia, de una planta y con muchas ventanas. Recorrí la
sala, el comedor, la cocina, las habitaciones, los baños. Aunque habían
pasado muchos años, la casa parecía estar en buen estado. Me senté en el
comedor unos minutos. Le llamé a Marcos.
—¿Cómo estás? —Fue lo primero que preguntó él.
—¡Estoy bien! Gracias. Acabe de llegar a la casa.
—¡Eso es bueno Miranda! ¿Cómo te sientes?
Empecé a observar mi brazo izquierdo. Tenía las heridas secas.
—¡Realmente no sé cómo explicarte cómo es que me siento ahora
mismo! Pero puedes estar seguro de que estaré mejor que antes.
—¡Eso espero! Envíame fotos de tú nuevo hogar.
—¡Por supuesto!
Después de colgar, le envié las fotos. Marcos había prometido ser mi
ayudante. Él se encargaría de mantenerme en contacto con Emilio, yo había
decidido alejarme de él un tiempo para no distraerlo de la universidad.
¡Emilio necesitaba aclarar su estabilidad emocional! ¡Nos habíamos
besado! Me ruboricé un poco.
En las cosas que Marcos había comprado, venía una bocina
Bluetooth, la prendí y puse a Bratty con la canción que baile en la fiesta de
los universitarios. Termine de desempacar las cosas de mi mochila, las puse
todas en la mesa. Fui al baño y me cambié. Cuándo baje del autobús vi una
tienda, decidí salir a comprar algunas cosas que necesitaba.
Para éste momento Emilio se había graduado ya. Una parte de mí
comenzó a extrañarlo. Muy en el fondo mis sentimientos hacia él habían
cambiado, muchas cosas en mi personalidad también habían cambiado y yo
había logrado huir de todo lo que me causaba daño. ¿Quién diría que el
futuro es incierto cuándo solo pensamos en nosotros mismos?
Édgar se encargó de transmitir el audio de la fiesta en la graduación.
En el momento en que Aldo fue llamado a recoger su diploma y su
certificado de alumno ejemplar en el deporte, su voz y la mía retumbaron
por todas las bocinas del auditorio. ¡Las personas necesitan saber la verdad!
Aldo había intentado abusar de mí, me habían tachado de ser una cualquiera
a causa de un hombre sin dignidad. ¡Era momento de que alguien le diera su
merecido!
La policía capturó a Tom. Édgar, bajo órdenes de Martínez, se había
encargado de que Tom estuviera el resto de su vida en la cárcel. Sus cargos
fueron asesinato, abuso infantil, violencia familiar. El audio que grabé justo
antes de huir fue esa prueba que colmo las cosas para Tom. Los bomberos
apagaron el fuego de mi habitación. ¡Destruí una parte de mi casa! La boda
de Miguel se canceló, él intento empezar a localizarme pero Martínez lo
amenazó. Marcos dijo que la ventana de mi habitación seguía con el cristal
roto y que las paredes habían quedado negras a causa del humo.
¡Qué cosas había hecho!
Emilio pasaría el verano sin mí. Sería nuestro primer verano
separados. Yo estaba convencida de que Emilio merecía tener algo mejor
que yo. Era verdad que gracias a él yo había podido superar muchas cosas,
él era mi sostén cuando yo no tenía fuerzas, era mi amigo, mi cariño y mi
confianza. ¡Pero! Él necesitaba vivir su vida sin depender de mis problemas
o tristezas, yo quería que él fuera feliz sin mí porque aunque era cierto que
los dos nos queríamos, yo aún no estaba lista para poder amarlo de forma
completa. ¡No quería que por mi culpa él dejara de buscar sus sueños! Y
Édgar. Mi profesor de literatura. Mi anónimo. Mi espía. Parecía que él
también sentía algo por mí y yo, yo no sabía que decir a mi interior. Porque
resulta ser que ese beso, justo antes de que yo abordará el autobús, me
causo un poco de rubor. ¡Me gustaba su barba!
¡Ahora resulta que yo tenía dos enamorados!
***
Eran las cinco de la tarde cuando termine de acomodarme en mi
nueva habitación. Tendí mi cama. Coloqué una serie de luces led en un
muro, la música seguía sonando. Tocaron el timbre. Me sorprendió el hecho
de tener visitas porque realmente yo no conocía a nadie por aquí. ¡Solo
llevaba unas cuantas horas en este lugar!
Abrí la puerta y tras la reja de metal que quedaba en la entrada, había
una mujer con unas plantas en las manos. Caminé a la entrada.
—¡Flores para Miranda! —dijo ella con mucha emoción.
Ella sostenía dos macetas con dos plantas de geranio en color rojo.
Me las entregó y también me dio una carta. Se marchó.
Abrí la carta. El sobre era como aquel sobre que recibí ese día en la
escuela. Desdoble la carta y me sorprendió ver qué era una hoja casi en
blanco, salvó por la única oración que decía:

“¡No me pidas que te olvide!”

Fin del libro uno

NOTA DEL AUTOR


¡Pídeme que te olvide! Es una historia que me representa en todos los sentidos. Aunque este
impreso nos narra la vida de Miranda y como fue capaz de luchar contra el dolor de vivir encadenada
al abuso sexual y a la falta de amor; originalmente este libro se iba a llamar En sus Nubes y la
historia se narraba de forma más cruda teniendo como protagonista a Irwin (mi nombre real).
¿Que significa esta historia?
El tío Tom representa a todas esas personas que me hicieron daño en las diferentes etapas de
mi niñez y adolescencia. Emilio representa a todas esas personas (esto no incluye a mis padres) que
fueron un sostén emocional para mí y que me ayudaron bastante a luchar contra la depresión y el
desánimo. Miranda e Irwin, es decir yo (Chico Literario), fui el adolescente que sufrió traumas.
¡Pídeme que te olvide! es mi carta de desahogo y superación a toda esa etapa de la que no me
siento avergonzado. ¡Al final yo no tuve la culpa de lo que me pasó! Y con ese libro fui libre de mis
pesares, además de que es el primer libro que logre terminar de escribir y el primero en publicar
completo.
¡Muchas gracias por leerme!
El libro dos se titula :
EL AMOR QUE NO TE PUEDO DAR

También podría gustarte