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CHICOLITERARIO
ISBN: 9798803494690
Estas lineas te pertenecen querido lector :)
“La vida es escribir con faltas de ortografía y sin ellas; ponerle punto y
seguido a esas situaciones que nos hacen sentir bien; y también es saber
ponerle el punto final a aquello que nos hace daño”.
DETRAS DE LA X
CHICOLITERARIO
Intro
¿Cómo se supone que debe ser la vida después de una tragedia?
¿Adonde debemos acudir cuando el mundo se nos cae a pedazos?
—Mi historia comienza así, debe escuchar bien —el viaje apenas
comenzaba.
Primera parte
¡TU PETICIÓN!
CAPITULO 1
Debes saber que hasta este punto de mi vida, todo parece ser un
simple viaje que está arrasando no solo conmigo. ¿Un tornado? ¡La neta no!
Pero bueno, esto de lo que te hablo también arrasa con las personas que me
rodean y temo que algún día todos mis seres queridos acaben sufriendo las
consecuencias de mis frívolas acciones. ¿Que acciones? Es verdad que un
corazón joven está lleno de insensatez, locura e inestabilidad. Podría decir
que en mi caso la adolescencia es una etapa algo complicada, pero aun así
juzgo que irremediablemente la realidad de nuestras vidas, nuestros
corazones nos hacen creer que todo lo podemos y que nada nos debe
importar; salvo nuestros propios deseos egoístas. ¡Ahí está el error
de toda esta juventud que somos! Nos gusta que nos hablen bonito, que nos
digan lo que queremos escuchar. ¿Y luego? Terminamos entregando nuestra
inocencia a un vacío y frio baúl de recuerdos tristes. Acabamos bien
desdichados. ¿Por que yo seria una desdichada?
Todo comenzó en la escuela preparatoria. ¡Fue en ese lugar donde el
vaso se lleno de agua y la gota no tardo en derramarlo! Realmente a mí me
daba igual el asistir a la escuela o el no asistir. Mis padres eran los de la
idea de que era sumamente importante ir a la escuela, para que algún día yo
pudiera superarme en esta vida. ¡Falso! No todo lo que tus padres planeen
para ti resultara ser lo más sensato. ¡Nadie puede comprar el futuro para
garantizar la felicidad! No todos los planes se realizan tal como se planean
y las expectativas al final tienen que morir con los pensamientos distantes a
esta realidad.
Así que mis padres terminaron inscribiéndome en la preparatoria más
lejana posible de mi casa. Todos los días tenía que viajar alrededor de una
hora, al final del viaje terminaba encerrada la mitad de mis días en un
mundo que solo los estudiantes entienden. ¿Tú me entiendes? Tareas.
Presión. Maestros. Compañeros. Cuadernos y un montón de cargas
innecesarias.
—¿Qué harás este fin de semana? —Me pregunto Emilio.
—¡No lo sé!—Dije mientras caminábamos hacia su auto—. Dormir,
ver una serie en Netflix o simplemente subir nuevo contenido a mi catálogo
de imágenes.
Arqueó sus cejas. Emilio era consciente de mi constante aislamiento.
—¿Quieres ir a la fiesta de Jules? —Preguntó con curiosidad.
Abrí la puerta del copiloto, acomode mi mochila cerca de mis pies y
me puse el cinturón de seguridad.
—No, tú sabes que no me gustan las fiestas.
Abordamos el vehículo con una conversación un poco trivial. ¿Ir a
una fiesta? Emilio me demostró su enojo con esos ojos serios.
—A veces eres una patética chica antisocial. ¡Me das asco!
Pusimos nuestras mochilas en la parte trasera. Era obvio que lo estaba
diciendo de broma.
—¿Crees que me importa tu opinión? —Respondí, su cara se llenó de
risa.
Encendió el auto.
—Sé que no te importa lo que yo piense sobre ti, pero a mí si me
importa tu problema de no querer socializar con nadie. ¡Debes dejar de
hacerte la mártir! —Emilio era atento y cercano a mis problemas. Conocía a
la perfección mi situación.
—¿Te importa? —Le pregunté—. Me parece que sabes la razón por la
cual no me gusta socializar, no esperes que cambie de opinión. Si te doy
asco entonces no me ruegues, no quiero que termines vomitando por mi
culpa.
Le regale una sonrisa amplia, comenzó a conducir. Salimos del
estacionamiento de la prepa.
—No te preocupes por nada. Todo saldrá bien en la fiesta. Hay que
divertirnos de vez en cuando —dijo—. ¡Ademas! Yo estaré contigo, no te
va a pasar nada.
Deje escapar un suspiro.
Es curioso que Emilio sea amigo mío. Está en sexto semestre, juega
en el equipo de futbol y es popular. ¡El guapísimo Emilio! Digo que es
curioso que sea amigo mío porque mi círculo de amistades solo se limita a
mi querido chofer; así que no tengo un circulo, solo tengo un punto. ¡Emilio
es el punto de mis amistades! Él resulto ser mi comienzo a la confianza y
mi sostén para todos los momentos malos. Le conozco de hace tiempo. Yo
tenía cinco años cuando se mudó a mi vecindario. De hecho vive frente a
nuestra casa y es quien me trae todos los días a la escuela.
Para ser sincera, Emilio es quien pone fin a mi soledad.
—Me parece que estas subestimando la situación de la fiesta —dije
con cierto aire negativo—. Sabes que en las fiestas pasan un montón de
cosas de las que te puedes arrepentir.
—¿Qué cosas harás en la fiesta de Jules, de las cuales te tengas que
arrepentir?
—¡No lo sé! Beber cerveza y vomitar en público, ¿tal vez de eso me
arrepentiría? O por andar tragando mucha botana me duela el estomago y
me de una diarrea explosiva. ¡Ya sabes! La diarrea no es algo agradable.
—Estas siendo demasiado dramática, ¿no crees? Eso de predisponerte
a lo que aun no sucede es de gente cobarde.
Escuche el sonido de su risita tonta y preferí asentir. ¡Mi amigo tenia
razón!Y bueno, el drama era parte de este corazón tonto que me cargo.
***
Los días que siguieron fueron bastante normales. La escuela. Mis
deberes. Mi hogar. Mi blog. Mis fotografiás. Mis postales. Y...bueno todo
parecía ser normal, o eso es lo que pensaba yo.
El domingo había decidido ponerme a ver alguna serie en Netflix.
Estaba recostada en mi cama sin vergüenza alguna, mis padres no se
encontraban en casa, Lupita había dejado algo de comida del día anterior en
el refrigerador, asi que no me preocupaba eso de tener que comer.
Con las piernas cruzadas, un bote de Nutela en las manos y los
audífonos conectados a todo volumen; así solía pasar mis maratones de
Netflix. ¡Me sentía despreocupada! Hasta que la puerta de mi habitación se
abrió de repente. Era Emilio con una cara llena de seguridad. ¡Se veía
guapo y olía a perfume elegante!
—¿Y esa cara? —Le pregunte después de poner pausa a la serie de
Anne With and E.
—Son las tres de la tarde y tú sigues en pijama.
Miré mi pijama de BMO y sonreí. ¡Yo me sentía bastante genial!
—¿Tienes algún problema?
Hizo rodar sus ojos.
—Vine por ti, iremos a dar un paseo —se rascó la mejilla izquierda.
—No tengo ganas —hice un puchero—, estoy viendo mi serie.
Emilio se acercó a mí, se sentó en la orilla de mi cama y vio el Mac
encendido.
—¡Acompáñame porfa! —Dijo mirándome fijamente. Sus labios
sonrieron.
—¿A dónde quieres que te acompañe? —Le pregunté.
Se quedó mirando en dirección a la ventana.
—A comprar unas casquerías.
—¿Solo eso?
—Bueno, luego iremos a casa de Jules.
Mi habitación estaba fresca.
—¿Sigues con lo de la fiesta?
—Si. Te dije que iríamos.
Emilio se me quedó mirando, arqueó su ceja y sus ojos color café
claro no dejaban de insistir. Regularmente todos los fines de semana
siempre me la pasaba en casa, todo lo contrario a lo que hacia mi amigo,
que siempre salía a divertirse con sus cuates del equipo o con su familia.
Me detuve a pensar por algunos segundos. ¡Tal vez era momento de
empezar a socializar con adolescentes locos! ¿O tal vez no?
—Está bien, iremos —le dije y él sonrió—, pero antes hay que comer
algo. No quiero ir con el estomago vació a esa fiesta.
Emilio pareció sorprenderse por mi respuesta porque se levantó de
golpe.
Lupita había preparado una pasta junto con unos filetes de carne
asados. ¡Eso fue lo que comimos! Mi amigo termino encendiendo su auto a
eso de las cuatro de la tarde, pasamos a comprar unas botanas porque Jules
se las había encargado. Y bueno, ustedes imaginaran todo lo que pasa en
una fiesta de jóvenes en plena calentura de emociones. Toda la casa de Jules
estaba repleta de gente que solo se movía para beber o se retorcía para
intentar bailar en medio de la sala de la casa. Emilio había bebido al menos
dos latas de cerveza y yo por mi parte, había dado solo un trago que sirvió
para dar consuelo a mi soledad. La música era súper fuerte, todos gritaban y
reían como locos. Algunos estaban conscientes de lo que pasaba y otros
simplemente eran arrastrados por el alcohol que habían decidido ingerir.
Afuera había una alberca iluminada por faros, podías notar el vapor que
desprendía el agua caliente. Seguro que tanto vapor ilusionaba como droga
a todos esos enamorados que se besuqueaban dentro del agua.
—¿Quieres una cerveza? —La pregunta me sorprendió.
Me gire a mirar al chico.
—Gracias, pero no acostumbro beber cerveza —dije con un tono
serio.
El chico llevaba un paliacate rojo amarrado alrededor de su frente y
unas gafas polarizadas que impedían ver sus ojos. ¿De donde había salido
este tipo?
—¿Qué acostumbras beber?
—Agua y refresco —respondí.
Él se acercó un poco. Parecía divertirse con mi respuesta, se llevó a
los labios aquella botella oscura que burbujeaba el dulce sabor del alcohol.
—¿Cuál es tu nombre? —Pregunto después de dar un trago.
Mientras todos parecían estar absortos en alguna parte de esta fiesta,
yo parecía estar negando querer descubrir cosas nuevas. ¿De verdad valdría
la pena emborracharme? Nunca había estado en una fiesta con los
compañeros de la escuela, así que todo esto era súper nuevo para mi. Emilio
estaba sentado alrededor de una mesa junto con otros chicos y jugaban
cartas muy divertidos.
—¿Para qué quieres saber mi nombre? Dije mirando
fijamente aquellas gafas polarizadas. El chico parecía sonreír, su boca se
tornó en una curva muy lentamente hasta que al fin, decidió quitarse las
gafas.
—Porque quiero conocerte —pauso y me lanzó una mirada coqueta
—. ¡Estás muy bonita! Quiero conocerte.
No pude evitar reírme en mi interior. ¡Este chico estaba bien perdido!
Yo me le quede mirando unos segundos hasta que no pude
aguantarme la risa. Reí sin pena alguna y él simplemente me observaba con
detenimiento. ¡Jamás lo había visto en la escuela!
—¡Eso ya lo sé! Dime algo que no sepa.
Los ojos del chico tenían cierto brillo gracias a la iluminación suave
de la casa de Jules. Su cabello alborotado y su boca bien dibujada eran sin
duda algo atractivo de alguien como él. ¡Este era el típico popular del que
todas se enamoran en la prepa!
—¡Aldo! —Dijo con una sonrisa—. No sabes mi nombre, me llamo
Aldo.
La música seguía sonando. La respuesta del chico me impresiono y
de pronto me dio la impresión de ser mas que solo el chico el popular. Vi a
Emilio gritar en el momento de ganar en el juego de las cartas. ¡Este man sí
que sabía responder a mis preguntas!
—¡Un gusto Aldo! Soy Miranda.
Asintió también. Sus ojos se posaron muy cerca de la curiosidad y la
cercanía. Sentí su pierna rozarme la rodilla al ritmo del movimiento de la
cerveza de su botella. ¿Que estaba pasando entre nosotros?
—¡Lo sé! Yo ya sabia tu nombre.
—¿Enserio? —Pregunté un poco sacada de onda.
Se saco una sonrisa alcohólica.
—Te he visto en el colegio. En la cafetería, en la biblioteca, cerca del
campo de futbol y me llama la atención que la mayor parte de las veces te la
pasas sola, sin la compañía de amigas o compañeros de clase. ¿Por qué será
que ahora estas en una fiesta llena de chicos y continuas sola?
Acomodé un mechón de cabello detrás de mí oreja y le lancé una
mirada curiosa. Sabia cual era la respuesta.
—A decir verdad, no estoy sola. ¿Ves a aquel chico sentado? —Dije
señalando a Emilio—. El chico de la playera azul.
—¿Emilio Vázquez? —Preguntó un poco incrédulo.
—Si. La mayor parte del tiempo estoy con él. De hecho, fue Emilio
quien me insistió para que viniera a la fiesta. ¡Y aquí estoy!
Su rostro formo un gesto curioso.
—¿Es tu novio? —Dio otro trago a su cerveza.
—No —negué con la cabeza—, es mi amigo. Y si tú dices que me has
estado observando dé tiempo, creo que no me observaste bien. ¡Casi
siempre estoy junto a Emilio! Así que no estoy sola.
Su lengua relamió el sabor a alcohol que quedaba en sus labios.
—Me parece que tú, Miranda, eres una chica que esconde muchas
cosas.
—¿Te parece? —Le pregunté.
Soltó una risita boba y se acomodó el cabello. Y era como si en este
momento mi intento por socializar funcionara al mil, aunque mi intención
no era socializar.
—Miranda, ¿quieres venir a jugar? —El grito de Emilio irradiaba
euforia.
Dirigí mi atención a él. Asentí. Repentino y casual fue el movimiento
de mis piernas cuando me aproximaba a caminar.
—Un gusto conocerte Aldo, te veo luego —dije y me dispuse a ir a la
mesa de juegos.
De repente, su mano sujetaba mi muñeca y la sorpresa invadió mi
alma.
—¡Toma! —Me dijo y coloco en mi mano una botella oscura. Estaba
fría y los nervios repentinos aparecieron sin querer—. Esto te ayudara a
disfrutar un poco las cosas.
Sus ojos estaban clavados en mis ojos.
—Gracias —respondí.
Entonces camine hasta Emilio y él comenzó a repartir las cartas.
Todos parecían estar tan divertidos hasta este punto. Aquí había alcohol, mi
amigo parecía estar tan eufórico que hasta las cartas se le caían de la mesa.
Yo tenía una botella en la mano y el aroma era sin duda delicioso. Me
detuve a mirar a todos lados, pensé un poco en todo y terminé queriendo
olvidarme de las tristezas de mi vida. ¿Sabia beber? Había bebido alcohol
—específicamente vino— en las fiestas de alcurnia a las que papá nos
llevaba de vez en cuando. ¡Así que el alcohol no era algo nuevo para mí!
Sin dudar acerque la botella a mi boca y el sabor amargo dulzón se
introdujo en mi interior. Rápidamente parecía refrescar el interior de toda
mi alma. ¿Estuvo bien ingerir cerveza?
La sensación fugaz de tener poder apareció por encima de mis ojos y
en ese momento, nada de lo que pasaba o me había pasado parecía
importarme.
¿Cuál era mi pasado?
CAPITULO 2
Dicen que la noche es joven, que los viejos somos nosotros, porque
siempre terminamos todos apachurrados entre dolores y sabores que el
tiempo se encargara de echarnos en cara. ¡Y es cierto! La noche dura lo que
una eternidad duraría para un simple corazón excitado. Tantas cosas
trágicas que pueden ocurrir en una noche fría y tantas cosas increíbles que
también pueden acontecer en una noche cálida. Somos el resultado de las
decisiones que tomamos y tomamos las decisiones de forma impulsiva.
Regresamos a casa a las tres de la mañana. Emilio insistió en
quedarse a dormir en mi habitación por temor a que su madre se infartara
por verlo llegar a tan alta hora de la noche y en un estado sumamente
moderado de ebriedad. ¡Mi amigo sabia controlarse con el alcohol en la
sangre!
—¿Qué te pareció todo? —Me pregunto con curiosidad.
—Estuvo padre —respondí—, me gusto estar en un ambiente que
nunca había experimentado. ¡Gracias por llevarme! ¡Estuvo suave!
Las luces que escurrían por las paredes de mi habitación eran las
únicas que tenían derecho a brillar como estrellas adentro de mi mundo.
Cepillé mis dientes, me puse la ropa para dormir, le prepare su colchoneta a
Emilio mientras el orinaba. No era la primera vez que él dormía aquí y
supongo que tampoco sería la última.
***
Al día siguiente todo parecía ir normal en la escuela. Como era
costumbre, las clases iban súper aburridas, el receso fue bastante normal y
parecía que hoy así sería mi estancia en la escuela, salvo que, ocurrió algo
inesperado. ¿Inesperado? El amor también puede ser inesperado y entonces
tu cara se llenaría de rubor. ¿Has sentido ese sentimiento del que te hablo?
¡Ya se! Pues esa mañana inicio algo en lo que podría decir, se vio
envuelto mi corazón. Dentro de mi casillero, encontré un sobre de papel con
el borde remarcado en colores azul y rojo. Al abrirlo descubrí que no había
carta o mensaje alguno que yo pudiera leer. <<Escríbeme algo antes de que
sea tarde>> tenia escrito en el borde trasero con tinta negra y una letra de
manuscrita.
—Encontré esto en mi casillero —le dije a Emilio mientras él
manejaba de regreso a casa.
Emilio iba silbando al ritmo de la canción de Mumford & Sons que
sonaba desde su estéreo. Arqueó una ceja al ver el sobre.
—¿Una carta de amor? —Preguntó con asombro.
—Más bien, un sobre de carta vacío.
—¿Enserio?
—Si. Solo dice "Escríbeme antes de que sea tarde".
Él seguía silbando la canción.
—¿Tienes alguna idea de quien pudo dejarlo en tu correspondencia?
—Su pregunta parecía ser muy necesaria a la situación.
Me puse a pensar por algunos segundos. Realmente, no había
dedicado tiempo a pensar en ello.
—La verdad es que no tengo ni la menor idea de quien pudo dejar
esto en mi casillero. Tal vez se equivocaron —me encogí de hombros.
—Puede ser sí. O tal vez no.
—¿Tu crees?
—Pues pudiera ser que tal vez si es para ti.
Su suposición hizo estremecer a mi corazón.
—¡Quien sabe!
Hubo un silencio breve al ritmo del silbido de mi amigo.
—¿Qué harás con el sobre?
—Nada. Solo lo guardare y ya.
Asintió.
Al llegar a casa y encerrarme en mi habitación, subí el volumen a la
música desde mi ordenador. Revisé mi blog en Tumblr y descubrí que tenía
nuevos seguidores. Actualice mi catálogo de fotografías y termine
vendiendo un par de imágenes sobre atardeceres. Mientras tecleaba un
mensaje para Emilio un hilo rojo se escurrió por mi nariz. Tome un poco de
papel higiénico y trate de disminuir la hemorragia, pero no pude. Abrí la
llave del lavabo y no dude en mojarme la cara por completo. El agua estaba
fría y la sangre comenzaba a escurrirse por la porcelana blanca. Cuando salí
del baño el sopló del aire me golpeo en la cara. Mi ventana estaba abierta y
junto a mi escritorio, encontré una fotografía impresa de mi catálogo —una
de las fotos que recién había vendido—, con unas letras escritas en
marcador azul.
Decía:
CAPITULO 3
Aquella semana paso muy lenta para mí. Emilio era mi único amigo
en la vida y por ello es que me sentí sola durante esos días. Aldo se aparecía
de vez en cuando a la hora del receso para pasar tiempo conmigo. Incluso
intento llevarme a casa en algunas ocasiones, pero yo me negué por
completo. Aldo estaba guapo, pero no era mi estilo convivir mucho con
alguien que no fuese Emilio. ¿Era mi culpa el ser indiferente a los demás
solo por que era una costumbre miá el estar aferrada a un solo chico?
Todos los días viajaba en metrotobús hasta la escuela y no me sentía
mal. Para ser sinceros, me gustaba viajar en metrotobús. Era cómo
experimentar e imaginar muchas cosas mientras veía como los pasajeros
abordaban el transporte bien inmersos en sus propios mundos. En lo
personal, me sorprendía ver como la gente estaba tan enfrascada en sus
asuntos, la caballerosidad se había perdido y el respeto también.
Iba a la escuela, intentaba poner atención y al salir de clases caminaba
algunas cuadras para abordar el gusano gigante y poder regresar a casa.
Revisaba mi blog, publicaba nuevas imágenes y recibía buena
remuneración por ellas. ¡Tenía un trabajo sin que mis padres lo supieran!
Ellos estaban tan concentrados en su trabajo que nunca tenían tiempo para
mí. Lupita era la única compañía que podía tener en mi casa y eso si ella se
aparecía en mi camino durante el día.
Un sábado por la mañana, Aldo vino hasta mi casa para intentar
llevarme a su casa, quería que yo saliera de mi típica rutina de chica
antisocial. Había estacionado su auto frente a mi ventana, me sorprendió
verlo allí parado afuera de mi casa, mirándome con mucha atención
recargado contra el cofre del vehículo. Se había puesto un pantalón negro y
una playera blanca. Lo invite a pasar.
—¿No te aburre estar encerrada en tu habitación? —Preguntó con
mucha curiosidad.
¿Qué se suponía que debía contestarle? ¿Que debía decir para evitar
sonar como una chica arrogante? No es que me gustara estar todo el tiempo
solo en mi habitación. Era muy simple el hecho de que yo me
había acostumbrado tanto a ser una persona distante, pensaba que la soledad
abrazaba mejor que mil compañías y el estar sola no me hacía ningún daño.
¿Lo puedes creer? No es que Emilio no contara como amigo para mí, yo
sabía que él era y es un gran sostén para alguien como yo. ¡Pero en esos
días no estaba mi Emilio! Y todo parecía ser diferente sin su compañía.
—¿Quieres hacerme compañía en mi habitación? Si piensas que es
aburrido y tonto estar con una chica ermitaña, entonces puedes irte.
Agradezco el que hayas venido hasta aquí a saludarme.
Es increíble la sensación de sentirte acogida por el cálido afecto de
una persona. Lamento decir que hasta ese momento, ningún afecto me había
envuelto en calidez, pues nadie, salvo el único Emilio que era parte de mi
vida, resultaba ser aquella braza que me animaba a seguir con vida.
—¿Me gustaría descubrir el "porque" de tu soledad? —La pregunta
de Aldo me sorprendió.
Las partes de mi alma eran simples. Un poco confusas, pero siempre
sinceras. Recuerdo que a los doce años me propuse que quería ser sincera
con todos. Bueno, ese siempre ha sido mi lema y siento que por ello Emilio
es mi único amigo. ¡Solo he logrado abrirme con él! ¿Por que no he podido
abrirme con los demás? Creo que la confianza también es una muestra de
cariño y mi cariño no tiene ganas de pertenecer a todo el mundo.
Aldo caminaba por mi habitación mirando con detenimiento cada
fotografía de mi pared. No fui capaz de darle una respuesta.
—¡Oye! ¿Tú las tomaste? —Preguntó con una ceja curiosa—. ¡Son
bastante buenas! Tienes talento para la fotografía, son realmente geniales.
Coldplay sonaba de fondo mientras yo le mostraba mi blog en
Tumblr. Luego vio en mi estante, todos los libros parecieron sorprenderle
porque dijo que yo era la primer chica que conocía que le gustara leer tanto.
¡Como si eso fuese real! Seguro que Aldo conocía a un montón de chicas.
Se me quedó mirando. Sus ojos estaban brillando y el paliacate
amarrado en su cabeza me recordó la vez en que lo conocí.
—Si. Miranda, eres una chica única ahora veo por qué te gusta estar
en casa siempre.
Asentí. Mi ejemplar de la guarida de las lechuzas estaba sobre mí
escritorio.
—Me gustaría que leyeras esté libró —me sentí bien conmigo,
tranquila y despreocupada—, es de mis favoritos.
Él extendió sus manos para tomar el impreso y nuestra piel se tocó.
Su mano era suave, me ruborice un poco.
—¿De qué trata? —Me preguntó.
Aldo parecía ser un buen chico. Aunque él era popular en la escuela
me sorprendió que estuviera aquí conmigo.
—Tienes que leerlo. Yo no te diré nada —dije en tono coqueto.
Después de comer, los dos regresamos a mi habitación. El comenzó a
leer el libro, se tumbó en mi cama y se acomodó entre algunas almohadas.
Yo me puse a actualizar mi catálogo de imágenes. Nunca había estado con
chico que no fuese Emilio dentro de mí habitación, pero en ese momento
estar con él se sintió bien. Aldo se quedó dormido después de un rato. Tenía
los párpados cerrados, su pecho subía, bajaba y su boca estaba entreabierta.
¡No podía desperdiciar el momento!
Aproveche para usarlo como modelo. Tome un par de fotos con mi
cámara instantánea, luego tomé varias fotos con mi Nikon. Las fotografías
de Aldo habían quedado bien chidas, uno de los chicos guapos de la escuela
estaba dormido en mi cama. ¡Que ardiente!
Eran las siete de la noche cuando se despertó. Le habían llamado a su
celular. Se levantó de la cama, se estiró un poco, tomo el libro y su sonrisa
se acercó a mí. ¡Yo estaba editando sus fotografías!
—¡Hey! ¿Soy yo? —Preguntó asombrado.
Señaló a la pantalla de mi computadora.
—Sí, eres tú. ¿Qué te parecen?
Se acercó un poco a mí, casi más en dirección al ordenador. Sus ojos
observaron cómo dormía. Le mostré las instantáneas, le obsequie una y
parecía estar muy emocionado con aquella impresión.
—¡Me veo bien!
—¡Lo sé! Tú eres de buen ver Aldo. ¡Eres un chulo!
Se me quedó mirando de forma curiosa. Se ruborizo por lo que le dije.
—¿Por qué Miranda es una chica reservada? —Su pregunta me hizo
pensar un instante. Fue muy repentina.
Él tenía una mano apoyada contra mi escritorio y la otra estaba sujeta
a mi silla. Así que Aldo casi me estaba abrazando.
Su cuestión hizo que mis pensamientos se trasportaran lejos del
presente. ¿A donde me fui volando? Todo me llevo a mi infancia, a esas
noches cuando yo intentaba con todas mis fuerzas poder dormir. Pero no
podía, porque el maldito sonido de la puerta abriéndose a plena oscuridad
era la canción de terror más cruel que podía escuchar a esa edad. ¡Todo se
volvió muy oscuro en interior! Entonces recordé por qué Miranda
era así. ¡Existen razones por las que soy una chica reservada!
—Porque le teme a la vida y las personas —dije encogiendo mis
hombros.
Aldo me estaba mirando, fijamente, parecía pensar en mi respuesta.
—¿Por qué les tendría miedo a las personas y sobre todo a la vida?
Todas las noches, el sueño me era arrebatado por los sonidos que mi
habitación expulsaba. Por más que intentaba gritar para pedir ayuda, las
sensaciones que latían a mil por minuto me impedían luchar contra aquellos
sucesos que me marcaron de por vida.
—Porque la mayoría de las personas no miden cuanto pueden
lastimarnos. Muchas veces solo se encargan de hacernos sentir de forma
muy miserable aunque en su pensamiento todo lo que hacen sea lo más
chido. ¡Las personas no tienen mucha empatía hoy en día!
Deje escapar un suspiro.
¡Y así era esto! Todo el tiempo nos hacen o nos hacemos heridas que
solo se convertirán en cicatrices, en recuerdos malos que nos harán
desdichada la vida. ¿Yo era desdichada? Admito que la culpa de sentirme
así, era en parte porque yo misma me negaba a salir de aquel hoyo en el
cual había decidido estancarme.
***
Al terminar aquella semana, me dio mucho gusto que Emilio al fin
hubiese vuelto de Guadalajara. Trajo una botella de tequila y todas las
noches venía a mi habitación para beber un poco. ¡Venía a estar conmigo!
—¿Cómo te fue esta semana? —Me preguntó.
Estábamos acostados en mi cama.
—Me fue bastante normal —dije—. ¡Todo tal y como siempre es!
Ninguna diferencia por tu ausencia.
¡Mentí un poco! La verdad era que yo lo había extrañado demasiado
esos días. Le quite su caballito de tequila y bebí un poco. ¡Estaba fuerte el
alcohol!
—¿Has visto a tus padres?
Emilio tenía una barba de días. Parecía que había decidido no
rasurarse, se veía muy atractivo.
—Si. Los vi el miércoles pasado. Salieron de viaje otra vez.
Y fue justo en ese momento, cuando el timbre sonó. ¿Quien podría
ser? Lupita ya no estaba en la casa, su turno había terminado y por estas
tardes no iba a quedarse en la casa.
Baje a toda velocidad para abrir la puerta, Emilio guardo el tequila
debajo de mi cama y me siguió hasta abajo.
—¿Quien crees que pueda ser?
No era común que yo recibiera visitas, es más, nadie solía visitarnos.
—Pues no se, deberías abrir para averiguarlo. Iré al baño —respondió
él.
Al girar la chapa, un mar intenso de recuerdos me ahogo por
completo. ¡No podía creer lo que veía! El tío Tom estaba justo en frente de
mí con una sonrisa estúpida y su maldita mirada fría.
—¿Cómo has estado sobrina querida?
Afuera estaba haciendo mucho viento.
—¿Qué está haciendo aquí? —Pregunté a su pregunta.
Él hizo uno de sus gestos típicos.
—Pues veras, vine a visitar a tu familia un tiempo. Les avisé a tus
padres que venía. ¿Acaso no te da gusto verme? —Sus palabras abrazaron
mi rencor.
Había una maleta de color negro a su lado y su perfume hizo que me
doliera la cabeza.
—Realmente no imagine la posibilidad de volver a verlo. Ha pasado
mucho tiempo. Yo no esperaba esto
Asintió. El tío Tom traía su barba de color negro azabache y unos ojos
muy profundos a oscuridad.
—Pues mira, quise sorprenderlos y aquí estoy —puso su mano sobre
mi hombro y comenzó a menear su pulgar sobre la tela de mi playera.
Aquellos momentos tan oscuros volvieron a mí. Era como si la
realidad intentara confundirme con el pasado.
—¿Todo bien Miranda? —La pregunta de Emilio me trajo de vuelta a
la situación que estaba por venir.
Emilio puso su mano sobre mi hombro y se le quedo mirando al tío
Tom con cierto aire de desconfianza.
—¿Qué hace usted aquí? —Le preguntó Emilio con un semblante
firme.
Tom se le quedo mirando un instante con una sonrisa cínica.
—Lo mismo te pregunto muchacho. ¿Acaso está es tu casa?
Emilio apretó el puño con toda la fuerza que su cuerpo poseía. Vi
enojó en él.
—Tranquilo Emilio —dije tomando su mano—. Dice que mis padres
ya saben sobre su visita.
Tom entro a la casa. Vestía un traje negro con una camisa blanca y
una corbata roja como la sangre. Sus zapatos estaban bien lustrados.
—¡Gracias por tu hospitalidad Miranda! —La voz de Tom a veces era
irritante—. Iré a la habitación de huéspedes.
Emilio y yo nos quedamos de pie en la entrada de mi casa. Su mano
aún seguía unida a mi hombre, le conduje hasta mi habitación y cerré la
puerta con seguro. Di un par de vueltas por todo mi mundo y terminé
turbándome en la cama con un poco de desesperación. ¡Mis padres no
estaban! Y ni siquiera me habían avisado que Tom vendría.
—¿Quieres que me quede contigo? —Preguntó Emilio con
preocupación.
Subí el volumen a la música y Emilio termino tumbándose en la cama
también.
—¿Por qué crees que este aquí? —Le pregunté con inquietud.
Emilio pensó un instante.
—No tengo ni la menor idea —se rascó la mejilla derecha —. Pero no
confió en él.
Emilio se quedó a dormir esa noche en mi habitación ya que mis
padres no regresarían.
***
Al día siguiente en la escuela, encontré una nota en mi mesa de
trabajo, decía:
"Si no puedes dormir, deja que las estrellas velen por ti".
Mensaje de Emilio.
Emilio:¿Necesitas compañía? ¿Cómo va todo?
Miranda:Creo que hoy podre cuidarme sola, todo está bien. Gracias
por preocuparte.
Emilio:¿Estás segura?
Miranda:Si. Por cualquier cosa, te mando mensaje más tarde.
Emilio:Okey. Descansa. Y ten cuidado por favor. Te veo mañana.
Terminé de guardar mis cosas, todos ya se habían ido del salón. Esta
vez Laura no insistió en platicar conmigo. Se fue por qué tenía unos
pendientes que hacer con su madre. El profesor estaba limpiando el
pizarrón.
—¡Hasta mañana Maestro! —Dije a punto de salir del salón.
Él se giró a mirarme. Sostenía el borrador con la mano derecha.
—Miranda, ¿tienes un segundo?
El botón que estaba en medio del cuello de su camisa, estaba abierto.
Vellos negros salían de la tela. Me acerque a él.
—¿Ocurre algo? —le pregunté. Su mirada estaba puesta en mí.
—Quiero felicitarte por tu idea del buzón, realmente me parece una
gran oportunidad de promover lo clásico —dijo con una sonrisa en el
rostro.
—Gracias, espero que funcione —me encogí de hombros.
Asintió. Sus ojos eran grandes con unas pestañas bien rizadas y sus
cejas bien pobladas.
—Por cierto, ¿eres fotógrafa?
Su pregunta me sorprendió. ¿Cómo había llegado a esa conclusión de
mí?
—Pues leve. Así que digamos, una fotógrafa profesional, no, pero lo
intento.
Suspire. Él parecía tener curiosidad con mi respuesta. Saco su celular
del bolsillo, desbloqueó la pantalla y su pulgar parecía buscar a toda
velocidad.
—¿Eres @saturnsaudade? —me preguntó mostrándome un perfil en
Instagram.
¡Sí! Era mi perfil anónimo << aparentemente >> que enlazaba a mi
Tumblr. Tenía tres cantidades junto a mi foto. Ciento cincuenta
publicaciones. Treinta mil seguidores y doscientos seguidos.
—¿Le gustan sus fotos? —dije señalando a la pantalla.
Él se me quedó mirando con mucha curiosidad.
—Si. Son muy buenas.
—Pues parece que @saturnsaudade es una persona muy talentosa —
dije ocultando mi identidad en Instagram.
Entonces pensé. ¿Por qué mi maestro de lectura me preguntaba por mi
Instagram? ¿Cómo fue que había llegado a esa conclusión? Si se suponía
que él era un profesor de literatura, ¿cómo es que había decidido
relacionarme con la fotografía si no eramos muy cercanos?
—Si así es. Estoy trabajando en un proyecto donde necesito
fotografías, escuche un rumor sobre ti, aparte de que eres algo reservada,
supe que eres fotógrafa y muy buena por cierto.
¿Escuchó el rumor? Que cosas tan más curiosas.
—Pues no creo poder ayudarle porque no soy tan talentosa en la
fotografiá.
Me despedí del maestro quien parecía decepcionado por mi respuesta.
Caminé por el pasillo, baje algunos escalones, la escuela
comenzaba a vaciarse e imagine a Emilio en su auto esperándome un poco
desesperado. ¡Ya era algo tardé! Al salir de la escuela, caminé a toda
velocidad hacia el estacionamiento. Había algunos grupos de estudiantes
gritando sobre a quién le escribirían en el buzón anónimo. Busque el auto
de Emilio pero me sorprendió no verlo ahí. ¿Y ahora? Ya eran casi las
cuatro de la tarde, el taller había consumido algo de mí tiempo y Emilio no
estaba aquí.
Regresé a la escuela, caminé por el pasillo hasta llegar al campo
deportivo. Emilio estaba entrenando hasta tarde. Pateaba el balón, llevaba
su uniforme puesto y parecía respirar muy agotado. Mientras lo esperaba,
me senté en las gradas. Saqué mi celular, la pantalla estaba negra y no me
dio por prenderla. Me puse a pensar mucho en todo lo que estaba pasando
en mi vida estos últimos días. Pensé en mi conversación con el profesor
Édgar, en la fotografía, en mi familia y en Emilio. Mi pensar comenzó a
juzgar que la felicidad era algo que no había experimentado del todo,
porque mi familia no era estable. La única felicidad que conocía era la que
vivía con Emilio y su familia. Pero yo sabía que Emilio solo era un instante
en mi vida. Él conocía mi parte frágil y siempre se las arreglaba para
hacerme sentir fuerte. Hay días (no te lo puedo negar) en los que imaginó
una vida distinta a la que tengo, me hubiese gustado nacer y crecer un
pueblito lejano a la ciudad en la que vivo, construir una cabaña en el
bosque, tener gallinas y sembradíos de maíz y jitomate, vivir tranquila,
tomar fotos del crecimiento de cada estación anual como lo es el otoño y el
invierno. ¡Esos pensamientos me daban esperanza!
Vi que Emilio me estaba mirando, le saludé. Él me correspondió. El
entrenador sonó su silbato. De pronto vi como todos los jugadores
comenzaron a rodearse entre sí, como cuando las hormigas forman grupos
para flotar sobre el agua, así estaban todos esos chicos, rodeándose entre sí
intentando desgarrar la discusión que acababa de surgir entre Emilio y
Aldo. Vi como Emilio apretaba sus puños, Aldo le gritaba cosas y yo solo
estaba de espectadora. Baje a toda velocidad de las gradas, tire mi mochila
al suelo, pise el pasto del campo y me encamine a toda velocidad hasta
ellos. ¿Qué rayos pudo haberlos puesto en tan grande problema?
—¡Emilio, gobiérnate! —Exclamé, pero él parecía estar indispuesto a
escucharme.
Los demás jugadores jalaban a Aldo, pero este no soltaba a Emilio, lo
estaba golpeando con todas sus fuerzas. Rápidamente Aldo uso su puño
para hacer sangrar el labio de Emilio, Emilio uso sus brazos para darle la
vuelta a Aldo. Entonces los demás chicos dejaron de insistir y simplemente
se convirtieron en espectadores. ¡No estaban haciendo nada por detenerlos!
—¡Enséñale Aldo! —Decían todos los jugadores.
El entrenador no decía nada. ¿Y quién animaba a Emilio? Sin dudarlo
dos veces, tomé impulso y me metí en aquella pelea. Sujete a Aldo por los
brazos con todas mis fuerzas, Emilio logro darle un golpe en la cara y al fin
se pudo poner de pie. Aldo se giró y me apretó las muñecas con tanta fuerza
que hasta sus ojos se sorprendieron cuando noto la expresión de mi rostro.
¡Sus ojos se habían convertido en fragmentos de ira!
—¡Miranda! —Exclamó sorprendido.
Me soltó de golpe, unas marcas de color rojo aparecieron alrededor de
mis muñecas. Aldo apretó la mandíbula y sin dudarlo se echó a correr a los
vestidores donde la mayoría de los jugadores decidieron hacerle compañía.
Emilio seguía sangrando, su respiración era agitada.
—¡Estas hecho un asco! ¿Por qué peleaban? ¿Qué pasó?
Emilio se quitó la playera de su uniforme y la uso para limpiar la
sangre de su boca. Gotas de sudor escurrían en su espalda, me acerque a él.
—¡No es de tu incumbencia! —Dijo molesto.
Su respuesta no me sorprendió en nada, él estaba enojado y todos
sabemos que el enojó es algo que muy pocas personas saben disfrazar. Se
fue a los vestidores por sus cosas, caminamos hasta su auto, Emilio iba tan
concentrado en sus emociones (muy explosivas) que preferí no hacer
preguntas en el trayecto a casa.
—¡Gracias por traerme! —Dije y simplemente se me quedo mirando.
Emilio había estacionado el auto frente a su casa. Abrió la puerta y
bajo sin decirme nada. Caminó hasta la puerta de su casa y se metió sin
decir ni una palabra. Yo bajé del auto, atravesé la calle, entré a casa, subí a
mi habitación, puse música y me tumbé en el suelo hasta quedarme
dormida.
¡Me valía si Emilio no me decía nada! Después se calmaría.
¡Necesitaba dormir!
Es increíble poder soñar cosas que solo tu mente y tu comparten, de
las cuales muy pocas llegas a comprender. Los humanos soñamos para no
sentirnos vacíos en la penumbra de nuestro presente.
***
La mirada cercana de Emilio me asusta cuando abro los ojos. ¡Me
despertó!
—¡Rayos Emilio! ¿Qué es lo que intentas? —Le pregunté al ver qué
estaba demasiado cerca de mí.
Al momento de incorporarme sentí una corriente liquida nacer desde
mi nariz. ¡Sangre! Mi alma comenzaba a sangrar de nuevo.
—Intentaba ayudarte con esa hemorragia tuya —dijo sosteniendo un
trozo de papel higiénico con sangre—. Cuando entre a tu habitación te
encontré tirada en el suelo con un charco de sangre alrededor de ti, la neta
imagine lo peor.
Entonces comprendí que el rostro y la mirada de Emilio estaban
bañadas de inquietud. Sus manos estaban llenas de mi sangre.
—Tranquilo Emilio, solo dormía un poco y ya —la sangre seguía
saliendo—. Descuida, ahora me quito esta hemorragia.
Caminé hasta el baño y abrí la llave del lavabo, enjuague mi cara,
humedecí una toalla, la puse en mi frente. La porcelana blanca dejaba
escurrir el agua roja, me agaché, mi nariz seguía goteando. Las gotas se
impactaban y se desvanecían junto al agua. Me enderece, apreté mi nariz en
la parte superior y arquee mi espalda.
—¿Cómo vas? —pregunto Emilio desde el marco de la puerta.
—Aun no muero —dije sosteniendo la toalla sobre mí frente—,
puedes estar tranquilo.
Apreté mi nariz un poco y alcé el rostro. Dejé que las gotas de agua
que escurrían de la toalla recorrieran mi cara. Minutos después la sangre
dejo de fluir. Emilio me estaba mirando atentó. Se acercó al lavabo y
enjuagó sus manos, mi sangre se despegó de él.
—¿Cómo está tu labio? —Le pregunté.
—No fue nada grave, una pequeña abertura y ya.
Nos estábamos mirando a través del espejo. Su labio tenía una
abertura leve y había un moretón en su parpado derecho.
—Pues parece más que una simple abertura —dije mientras secaba mi
cara. Cerró la llave de agua.
—Gracias por intervenir, creo que sin tu ayuda Aldo me habría dejado
deforme la cara.
—¡Descuida! Creo que eso era lo más correcto que podía hacer —le
dije sonriendo—, eres mi amigo.
Tome la toalla y se la di. Se secó las manos. Salimos del bañó. Emilio
puso música.
—¿Qué haremos mañana? —Su pregunta me causo curiosidad.
—¡No lo sé aún! Aparte de ir a la escuela, no tengo idea —le dije
sentándome en mi cama—. Tal vez empiece a leer otro libro.
Se me quedó mirando. Se había puesto una playera negra estampada y
un pantalón café. Se sentó junto a mí, recargamos nuestras cabezas contra la
madera de mi cabecera.
—¿Quieres venir mañana a una fiesta en casa de Karen?
¡Otra fiesta! ¡Si que los adolescentes estamos urgidos en
complacernos a nosotros mismos!
—Emilio tú sabes que no me gustan las fiestas. Solo bebemos o
jugamos a cosas que no tienen sentido —dije sincera, aunque claro, no me
estaba lamentando el ir a la fiesta de Jules—. Si tú quieres ir, adelante.
Puedes ir a divertirte.
Emilio frunció un poco las cejas. Su mirada se alejó de mí por unos
instantes.
—Pero esta vez es diferente —dijo mirando la pared de mi cuarto—.
¡Te lo prometo! No beberemos.
Él deslizó su cabeza hasta mi hombro. Su cabello olía a champú Head
and Shoulders.
—No Emilio. No iré a ninguna fiesta mañana.
Y me acurruque junto a él unos segundos.
—Bueno, si cambias de opinión, ya sabes, me dices nomás.
Sonreí. ¿Que se supone que iba a cambiar? ¿Una opinión o una
decisión? ¡Que lastima que no podemos conocer el futuro con exactitud!
—Sí, yo te aviso. Aunque no creo.
Él sonrió también. Sus dientes aparecieron detrás de su boca con una
linda sonrisa que parecía brillar con la poca luz de mi habitación.
—Mañana comenzará lo del correo anónimo ¿no?
—Si. Mañana. La neta estoy algo emocionada.
—¿Así?
—Si. Seré una cartera por lo que dura el ciclo escolar. ¡Tú también!
—¿Crees que alguien me escriba? —Me preguntó él.
—Yo creo que muchas te escribirán. Estás en el equipo, eres de
tercero y no estás feo.
Él se incorporó, sus mejillas se habían ruborizado un poco.
—¿No soy feo? —Sus cejas estaban arqueadas. La comisura de sus
labios era perfecta.
—¡No! Tienes una buena cara y tu sonrisa ha de poner nerviosas a las
chicas que te admiran en secreto. ¡Te lo aseguro! Estas en el repertorio de
las chicas.
La sonrisa de Emilio es perfecta. ¡Él es un gran chico!
—¿Tú le escribirás a alguien? —Su pregunta hizo que mi pensar se
congelará.
Él dejó de sonreír.
—¿A quién podría escribirle? —Dije sincera—. Tú mejor que nadie,
sabes que no tengo algún enamoramiento por alguien. ¡Apenas y puedo ser
sociable!
Asintió.
—¿Crees recibir alguna carta anónima?
—Quizá sí. Quizá no. Eso lo sabré mañana.
En ése momento, justo cuando termine de hablar, la mirada de Emilio
se tornó apagada, nerviosa, molesta. ¡Tenía algo que le hacía sentir
intranquilo!
—¡Aldo te escribirá! —Excamó con algo de furia.
Entonces recordé la pelea.
—¿Por eso pelearon ustedes dos?
—No. Yo no tengo problema alguno en que él te escriba. Lo que me
molesta, el problema en sí, fue por lo que dijo de ti.
Su respiración se había agitado de repente.
— ¡Ah! Pues…
—Dijo que eres una chica fácil de engañar, que eres como las demás y
que sin duda alguna, él intentaría llevarte a la cama sin problema alguno.
Sus palabras me dejaron en shock por unos segundos. Mi respiración
se volvió un hilo de dolor. ¡Qué cosas piensa la gente de mí!
—¿Eso dijo él?
—Si. Les dijo a algunos chicos del equipo. Por eso peleamos, porque
me enoje tanto con él. La neta se pasó de lanza al haber dicho eso de ti.
Ahora Emilio lo había sacado, su mirada ya estaba tranquila.
—¡Pues bien! —Le dije sonriendo—. No debiste pelear con él por lo
que dijo.
—Miranda, tú sabes que…
—¡Lo sé! Yo también te quiero Emilio y doy gracias por tenerte en mi
vida, pero no quiero que te hagan daño por mi causa…
—Estoy bien, solo fue…
—Solo fueron palabras de un chico que no me conoce. ¿Acaso no es
un inmaduro?
—Si. Lo es. Pero ¿esperas que digan cosas feas de ti y yo me quedé
con los brazos cruzados?
—Solo espero que no des demasiada importancia a rumores que la
gente diga. La gente no es dueña de nuestras vidas, lo que ellos digan o
inventen, no debe importarnos. ¡No dependemos de ellos!
Él se quedó pensando. Me acurruque en su cabello y me abrazó.
***
A la mañana siguiente, mis padres discutían a pleno pulmón. El tío
Tom parecía divertido con los gritos de mi madre y el desayuno fue bastante
incómodo para mí. ¿Cómo puede alguien vivir entre gritos y maldiciones?
¡Qué barbaridad con mi familia! Tanto dinero que tienen mis padres y tan
poco amor el que recibo yo.
—¿Quieres que te lleve a la escuela? —Preguntó el tío Tom.
Eso fue muy inesperado.
—¡Gracias! Pero Emilio es quien me lleva.
La mirada del tío Tom parecía algo abrumadora.
—Bueno. Yo estaré en casa todo el día. Tal vez use la piscina que tu
padre mando a construir el año pasado.
Estaba por terminar mi cereal con leche.
—¡Qué bien! Espero que la disfrute.
De pronto comienzas a imaginar y sientes como tu espacio personal
es invadido por una sensación tenebrosa de oscuridad y miseria. La realidad
puede ser tan dolorosa que solo queda apretar el corazón y aguantar lo que
está por golpearte. ¿Me estaban golpeando justo ahora? Mamá salió
llorando de su habitación, me miraba con vergüenza y lejanía. Papá bajo al
comedor y yo solo había subido a mi habitación por mi mochila.
—¡Mis padres discutieron está mañana! —Le dije a Emilio.
Mi amigo conducía por el Boulevard Atlixcáyotl.
—¡Lo siento! Espero que lo arreglen pronto.
Esta mañana me había alistado el uniforme, me peine con unas
trenzas y me había propuesto ser positiva la mayor parte del tiempo.
¿Debería rendirme ahora?
—Si. Yo espero que hoy todo sea mejor para ellos. ¡Lo merecen! —
Dije tratando de ser positiva.
¡Quizá algún día mis padres cambiaran su actitud!
Man Love de Margot, sonaba en el radio del auto. Llegamos al
Carolino a la misma hora de siempre y pues todo normal. No te daré más
detalles de las clases o de mis profesores (no en este momento). Lo único
que sé, es que muchas y muchos estudiantes estaban dejando cartas en el
buzón que Laura había puesto a unos cuantos metros de la entrada principal.
¡Esto era un éxito!
CAPITULO 5
CAPITULO 7
CAPITULO 8
—¡Te invito a comer mañana!
Mamá había muerto. ¿Estaba en los planes? ¡Definitivamente no!
Pero todos estamos expuestos a un suceso como la muerte ¡Que desdicha de
la humanidad!
El cadáver de mamá fue cremado. Ella así lo quería, nos entregaron
sus cenizas el día lunes. En la compañía no se trabajó ese día y papá, bueno,
él parecía un poco triste. ¡Nunca pudieron solucionar sus problemas!
¿Sentiría remordimiento?
No fui a la escuela, estuve en casa toda esa semana. Emilio venía
todas las tardes y se quedaban a dormir. Me traía las tareas y los deberes.
¡Que dicha de tenerlo en mi vida!
Era domingo cuando él me animo a desahogarme.
—¿Cómo te sientes? —Me preguntó.
Se sentó junto a mí, yo tenía puesta mi pijama y él solo tenía su
pantalón de dormir. ¡Dormía sin playera!
—¡No sé! —Respondí—. Aún no puedo creer que ella, bueno, este
muerta. Pero bueno, creo que ya es tiempo de superarla. ¡A veces sentía que
no tenía madre!
—¡Lo lamento!
Sus ojos siempre parecían brillar, me gusta que me mire con
detenimiento.
—Descuida, son cosas que pasan. Las cosas que menos esperamos
son las que más nos acontecen.
Me quite las sábanas. Me estire un poco y me cruce de brazos al final.
No había llorado mucho en su funeral.
—¡Lo sé! —Se giró a mirarme—. Sabes que no necesitas fingir
fortaleza conmigo. ¿Cierto? Conozco tu parte de cristal y aun así en ningún
momento dejas de ser de hierro. ¡Qué valor el tuyo canija!
¿De verdad era valiente?
Eso me hizo sonreír, pensé un poco. La verdad es que si me estaba
haciendo la fuerte. ¿Alguna vez has sonreído con un nudo en la garganta?
Me daban ganas de llorar mucho pero no podía, yo misma me obligaba a
reprimir mi dolor.
—Es verdad. Tú siempre has estado para mí y me has visto de muchas
maneras. ¡Gracias canijo!
—No tienes que agradecer, sabes que te quiero.
Su mano me toco. Caminó por mi espalda hasta tocar mi hombro, su
brazo me recorría el cuello.
—Si. Pero aunque nos quieran siempre es bueno dar las gracias —le
mire fijamente—. ¡Yo quería agradecerle a mamá por invitarme a comer! Y
sabes…
¡Creo que nunca me había puesto tan frágil! No pude aguantarme
más. Me derrumbe en un nudo de emociones. Quería llorar. Lloré. Lloví y
lo inunde por completo.
—…la única vez que mi mamá me invitó a comer, me refiero solo a
nosotras dos, fue la primera razón que ella tuvo para decirme que me
quería. Me dijo, ¡Te quiero! ¡Ella dijo eso! ¿Sabes cómo me sentí en ése
momento? —Pause, él me escuchaba con atención—. Realmente me sentí
acogida por ella. Aunque solo fuese por una vez, sentí que me iba a
demostrar su amor de madre porque a veces yo sentía que ella no me quería
y tal vez ella era muy consiente de ese trato indiferente. Me besaba la
mejilla sí, pero no sentía que fuera real y luego, nunca estaba en casa,
siempre estaba sola y tú eres sabes de ello…
Me seque con las sábanas.
—¡Lo sé! A veces las personas no somos conscientes del cariño que
otros necesitan.
La mirada de Emilio me hizo pensar en lo real que eran sus palabras.
¿Cómo sería la vida si no necesitáramos de cariño? ¿Realmente la
humanidad necesita de cariño?
—…la última vez que estuvo aquí tuvo una discusión con papá. Se
gritaron muchas cosas feas, se dijeron maldiciones y al final ella salió de la
casa con una maleta. La perseguí hasta la entrada, la puerta de su auto se
abrió y yo solo le grité, ella estaba en una llamada y sus ojos, sus ojos se
detuvieron en mí. ¡Lo siento! Dijo ella y se fue…
Agaché la mirada.
—… me sentí muy mal, desanimada y sin ganas de nada. Pero al
final, ese día fui contigo a la fiesta y bebí, bebí aunque te prometí que no lo
haríamos. Un chico intento tocarme, quiso abusar de mí y ¿por qué? Al
parecer siempre soy un objeto, un deseo perverso de alguien o el anhelo
egoísta de los chicos. ¡No lo sé! Solo te pedí que volviéramos a casa,
interrumpí tu charla con esa chica guapa. ¡Lo siento! Realmente te veías a
gusto con ella. Cuando volví aquí todo estaba a oscuras y el recuerdo de mis
padres discutiendo estaba muy fresco. Entonces me sentí desdichada.
¡Estaba doliendo todo! Encontré a papá con una ramera en la cama donde
mamá dormía con él. ¿Y que se supone que yo deba sentir cada vez que esa
imagen imborrable reaparezca en mí? ¡Mamá está muerta! Y hay cosas que
nunca podrán arreglarse, que ya no se pueden decir y cosas que no se
pueden borrar. ¡Lamentó tanto ser tan desdichada! Lamentó ser el océano
que te lleva a navegar a aguas profundas para terminar hundidos los dos en
un dolor que solo yo merezco. ¡No mereces esto Emilio y sin embargo tú
sigues navegando conmigo! Gracias. Gracias porqué a pesar de tanta
tristeza, eres el único que entiende en parte lo que soy, lo que fui y lo que
seré. ¡Te quiero canijo!
Las lágrimas no paraban de brotar, Emilio me abrazo, recargue mi
cabeza contra su pecho y me acurruque en él un breve instante. ¡Una vez
más curaba mi dolor!
—Mientras yo este contigo, haré todo lo posible por hacerte sentir
bien. Sé que no la pasas bien y que hay ocasiones en las que te has rendido,
pero al final, eres esa chica que alumbra de alguna manera el mundo de los
demás. Tú iluminas mi mundo porque siempre me haces pensar en lo
importante de estar con vida. ¡Ánimo! Tal vez no puedas cambiar tu pasado,
pero si puedes mejorar el futuro y de eso se trata estar con vida.
Me separé de él. ¡De eso se trata estar con vida!
—¡Lo sé! ¡Lo sé! —Dije tratando de levantarme de la cama—. Y por
eso debemos salir de aquí. Ya estuve tanto tiempo auto compadeciendo a mi
dolor, que no espero quedarme un minuto más con él. ¡Merecemos ser
felices! Vayamos a dar una vuelta. ¿Te gustaría ir conmigo a dar la vuelta
por ahí? ¿Quieres ir por un helado al parque?
Tuve que lavar mi cara, retirar los rastros de lágrimas y al final me
aliste con una combinación simple. ¡No más silencio! Emilio también se
arregló. Bajamos a la sala y Tom veía el televisor. ¡Un flojo por completo!
Se quedó mirando cómo nos disponíamos a salir.
—¿A dónde vas?
—¡Le vale! —Respondí y reí. Me sentía poderosa.
Tanto dolor ya me había consumido. ¿Acaso no merecía sonreír un
día por lo menos?
Era momento de superar lo que un día pudo ser.
CAPITULO 9
Miranda:
¿Por qué te escondiste tanto tiempo? ¿Te olvidaste de mí? Por parte
mía, yo había decidido no escribirte, ni ir a tu habitación porque sé que él
duelo es algo que nos puede hacer sentir muy por los suelos. ¿Cómo has
estado Miranda? A pesar de no escribirte, no he dejado de pensar en ti.
La vida es algo complicado a veces, pero aún con tantas
complicaciones, depende de ti si quieres ser feliz a pesar de lo doloroso que
sea todo el mundo. ¿Me crees? Tal vez dudes de mí porque aún no nos
hemos conocido. ¿Me conoces? ¡Quizá! Pero eso no es lo que importa
ahora, tú eres quien importa y por eso decidí aparecer en tu vida. ¡De
nuevo!
CAPITULO 10
Miranda:
Hay muchas cosas que tenemos que aclarar y que se irán aclarando
con los días. ¡No tengas miedo! Yo también te estaré cuidando, lo prometí.
Segunda parte
¡EL COLOR DE LA NOCHE!
CAPITULO 11
Querida Sandra:
Sé que hemos estado pasando por cosas muy difíciles estos meses. Si
tan solo se pudiera regresar el tiempo y cambiar el rumbo que nos está
destruyendo, estaría dispuesta a pagar el más grande de los precios para
poder tomar buenas decisiones. Sé que tú y yo estamos limitadas, nos están
cortando las alas y nuestras vidas se están convirtiendo en aves enjauladas.
¡Lo lamento! Lamento enserio que tu vida no sea como lo deseabas,
lamento que Miguel no sea lo que todos creíamos. ¡Si tan solo el tiempo
regresara!
Mi querida Sandra, no llores por mí. Trata de sonreír y ser valiente, hazlo
por tu hija y por Miranda. ¡Hazlo por nosotras!
Te quiere de todo corazón, tu amiga y hermana, Marí.
Emilio me estaba mirando. Seguramente mis ojos se veían tristes,
había lágrimas a punto de salir y yo de pronto, no sabía que decir. Él se
acercó a mi rápidamente y me abrazo, me apretó a su pecho y dejé que mi
llanto saliera. Mi respiración estaba agitada, todo esto me estaba volviendo
loca. ¿Quién soy yo? ¿De dónde vengo? ¿Realmente no tengo padres?
—¡No sé qué rayos está pasando Emilio! No sé en qué pensar y que
aceptar.
Necesitaba saber más sobre mí. Pensé en llamarle.
***
Justamente a las 9:30 de la noche él apareció en mi ventana. La abrí
de golpe y entró sin dudar. Tenía puesto su antifaz, vestía con una sudadera
azul marino y pantalones de mezclilla negros. Se quedó de pie mirándome
fijamente.
—¡Lamento mucho lo de tu compañero! Mi intención no era
lastimarlo, pero bueno, a veces las malas decisiones siempre nos traen
consecuencias a todos.
Yo no sabía cómo empezar a preguntarle. Él miraba mi habitación y
caminaba en círculos.
—Veo que ya estás lista para mudarte. ¿Te gusta tu nueva casa?
—¿Qué es lo que realmente sabes de mí? —Pregunté sin más—. ¿Qué
pasa con mi familia?
Pareció sorprenderse.
—Ya te lo había dicho antes, tú estás viviendo una mentira y...
—¡Dime cuál es la verdad! Si dices que todo es una simple mentira,
bueno, entonces dime cuál es la verdad.
Bajo la mirada. Metió sus manos en el bolsillo de su sudadera.
—¡Aún no puedo decirte! —Su voz en tono neutro me hizo querer
golpearlo.
—¿Y cómo planeas decirme la verdad? ¿Piensas lastimar a alguien
más como a mi compañero de la escuela?
—¡No, para nada! Eso no fue a propósito.
—¿Causarme confusión es a propósito?
Se quedó callado.
—Si he causado confusión en ti es porque al final todo se aclarará.
¡Confía por favor!
Apreté los labios. Suspiré y me acerque a la caja de mamá. Saque la
carta que había leído.
—¿Quién es mi madre? ¿Sandra o María?
Él parecía sorprenderse.
—¡No puedo decirte! Aún no es el momento.
—¿Cuándo será el momento?
—Se paciente por favor. Me disculpo contigo por la confusión que
sientes. Cuando acepte este empleo nunca imagine que haría esto, créeme,
esto me hace sentir de cierto modo culpable.
—¿Por qué te sentirías culpable? Tú no eres el que vive una mentira,
tú no estás viviendo lo que yo. ¡No mereces sentirte así, pero agradezco el
que me muestres empatía!
De pronto hubo un silencio entre nosotros. Su antifaz parecía brillar
con la luz tenue de la lámpara de afuera y aunque estaba lloviendo
levemente, yo me sentía inundada por completo.
—¡De pronto siento como sí mi deber fuera protegerte!
Me sorprendí un poco.
—¿Por qué sientes que es tu deber?
A pesar de que el antifaz no me permitía reconocer su rostro, sus ojos,
ese par de pupilas brillaban muy tiernamente para mí.
—¡Por qué me estoy enamorando de ti y eso me parte el corazón!
Una vez término de hablar, rápidamente corrió a mi ventana y escapó
de mí. ¡Me quedé sola por millonésima vez en la oscuridad de mi
habitación!
***
Había pasado una semana desde que nos mudamos. Lleve la caja de
mamá conmigo, no le dije nada a papá sobre mi descubrimiento.
Entonces fue que recibí una carta anónima. Jared me la entregó cuando
estábamos a punto de terminar el taller de lectura. El sobre era de color
blanco y tenía una calcomanía de un geranio, mi flor favorita.
—Parece que el chico está interesado en darte flores que no se
marchiten —Jared sonrió al verme sonreír por la calcomanía.
El timbre sonó. Salí del salón de clases y camine hasta el
estacionamiento. Emilio aún no llegaba, así que decidí abrir la carta. Me
recargue contra el cofre del auto.
Miranda:
Papá: Esta noche iremos a cenar con Elena y Marcos. ¡Alístate! Paso
por ti a las ocho.
CAPITULO 13
Miguel solo se casó con tu mamá por simple interés. Ella recibiría
una herencia muy generosa de parte de su padre. Cómo hija única del
dueño de la corporación, tu abuelo decidió que ella debía recibir todo.
Miguel enamoro a tu madre con su ingenio y astucia, sabiendo que la
herencia sería para ella. El hombre aprovecho bien su oportunidad de estar
en la misma universidad. ¿Quién podría definir por que una persona
inocente es fácil de persuadir? Así que terminaron casándose, intentaron
vivir felices los primeros meses, pero tu abuelo era consciente de la
indiferencia que su hija sufría en su matrimonio a medida que pasaba el
tiempo. ¡Tu abuelo descubrió que el amor de Miguel tenía un intenso
interés por la herencia y el dinero!
¿Tú eres ese bebé? Hay algo más que debes saber.
"Me gustaría que el tiempo pudiera regresar atrás, quizá y solo así,
nunca hubiese permitido que me trataras como un juego".
Cuándo descubrí que una carta era para Aldo, sentí una sensación de
nervios. Suspiré, me acomode el cabello y camine en su búsqueda. ¡Tenía
tiempo que no lo veía! Fui a su salón de clases, a la cafetería, al auditorio, al
campo de fútbol, pero no logré encontrarlo ahí. Decidí regresar al salón del
taller. Estaba a punto de llegar cuando lo vi, recargado contra el marco de la
puerta. Él parecía estar esperando a alguien.
—¡Hola! —Le saludé.
Su mirada no tardó en clavarse en mí. Acomodó su postura.
—¡Hola Miranda! —Una sonrisa tenue apareció en su rostro.
Sin dudarlo, le entregué su carta. Su mirada parecía no creer lo que
estaba pasando.
—Te mandaron esto.
—¡Oh! ¿Es tuya?
Parecía que él me estaba malinterpretando.
—¡No!
Sus ojos se desilusionaron. Suspiró y al final extendió su mano hacia
mí. Tomo la carta y rápidamente, su otra mano me extendió una carta en un
sabré de color blanco.
—¡Esta carta si es para ti, yo la escribí!
Eso me sorprendió. Tomé su carta.
—¡Gracias! La leeré —aún me faltaba terminar algunas cosas del
taller—. Te veo luego.
Estaba por entrar pero él me sujeto rápidamente de la muñeca. ¡No
sentí que fuera a lastimarme!
—Los de tercero organizaron una fiesta de despedida. ¿Quieres venir?
El tacto de Aldo me hizo recordar la primera vez que lo conocí y no
solo eso, también recordé cuando él estaba ebrio y todos esos momentos en
los que convivimos. ¿Por qué actuaba de esta forma conmigo? ¿Había
cambiado sus malos deseos hacia mí?
¡Ahora parecía tierno y dulce!
—Mmmmm no sé, hoy tenemos muchas entregas que hacer y bueno,
estamos por terminar el año, ya sabes.
Aun así, él no perdió la esperanza, me volvió a insistir.
—Pues si terminas a tiempo, te espero en el salón de artes a la una de
la tarde.
Entré al salón. No había nadie, el buzón madre estaba casi vacío y eso
fue algo que agradecí. Me senté cerca de la ventana, abrí la carta de Aldo y
la leí.
Se que no soy el chico con el que más cómoda te sientes, no soy esa
persona que te haga sentir confianza, pero Miranda te aseguro que estoy
arrepentido. Últimamente he estado luchando contra mis impulsos y
deseos, pero hay algo que no puedo quitar de mí. ¡Me gustas! Desde la
primera vez que te vi pude notar que eras diferente, silenciosa y bonita.
¡Me gustas desde el primer día que te vi en la cafetería! Tal vez, tú no
sientas lo mismo que yo, pero no me importa. Comencé con el pie izquierdo
y quiero arreglar las cosas contigo. Si me das una oportunidad, pienso
aprovecharla para cambiar el pasado.
CAPITULO 15
Una vez que las clases terminaron, Édgar y yo salimos del salón de
artes. Esperamos a que la mayoría se fuera de la escuela, nos escondimos en
un cuarto de intendencia. Fuimos a una plaza comercial que quedaba cerca,
desde ahí se podía ver la estrella y me acordé de Manuel. Le dije a Emilio
que está vez no podía volver con él a casa.
Édgar y yo nos sentamos en el borde de una fuente. Nos quedamos en
silencio unos minutos, quizá él se sentía nervioso o era que mis
pensamientos comenzaban a aclararse, pero yo no sabía que decir. ¡Estaba
tratando de asimilar todo!
—¿Segura que no estás molesta? —Se animó a preguntarme.
Me gire a mirarle.
—¿Debería sentirme molesta contigo?
—¡No sé! Quizá pienses que estoy mal de la cabeza o que el estar
espiando tu vida todo el tiempo es algo que no imaginaste de tu profesor.
¡No esperaba que me descubrieras!
Eso era cierto. ¿En qué momento comenzó con todo esto? ¿Qué sentí
cuando él empezó a dejarme notas anónimas? Recordé cuando encontré el
primero sobré en mi casillero.
—Al principio me dio miedo, no creía lo que estaba pasando en mí
vida. Después sentí mucha incertidumbre y lo que me decías era muy difícil
para mí. Recientemente que hemos hablado mientras tú usabas tu vestuario,
me he comenzado a sentir tranquila porque de alguna u otra forma me estás
ayudando. ¡Creo que eres bueno ayudando a los demás!
Una sonrisa tenue le iluminó el rostro. Entonces recordé que él dijo
que estaba enamorado de mí. Pero ¿realmente lo estaba?
—¡Gracias por no estar molesta!
Asentí. Un poco de la briza del agua nos refrescaba en la espalda.
—No tienes nada que agradecer. ¿Cómo sigue tú herida?
El vidrio había entrado a profundidad en la palma de su mano. Se veía
una línea roja y su carne abierta.
—Está bien, no fue tan grave. ¿Qué harás al respecto?
—¿Te refieres a Aldo?
—Si.
Suspiré.
—¡Pienso darle una sorpresa el día de la graduación!
Parecía interesado.
—¿Qué clase de sorpresa?
Entonces pensé en el audio que grabé ese día en la fiesta.
—Ya lo verás, de hecho necesito que tú me ayudes.
Hasta este punto, el platicar con Édgar se había vuelto algo fácil. De
pronto no me sentía cohibida.
—¡Cuenta con ello!
Sonreí. Estire un poco mis piernas. Mis rodillas tenían moretones.
—Tengo una pregunta —pensé en cómo debía decirle—. En una de
tus cartas, cuando rompiste el vidrio de nuestras ventanas, dijiste que el tío
Tom era el culpable de la muerte de mi mamá. ¿Cómo lo sabes?
Bajo la mirada. Suspiró y al final se rasco la oreja. Su máscara de
espía estaba entré sus manos.
—Tu tío Tom sabe de la herencia que le correspondía a tu mamá, sabe
que Miguel no es nada sin ti y por eso él, siempre intento destruir tus
emociones. Su ambición tan grande lo convierte en un hombre sin corazón,
capaz de hacer lo impensable solo por obtener algo de dinero.
Me sorprendió un poco lo que me estaba diciendo.
—¡Entonces todo es culpa de una simple herencia! —mis palabras
reflejaban molestia.
—No se trata de una simple herencia. Es el poder que esa herencia te
puede dar. Sin querer tú naciste teniendo ese poder.
—¡Qué! ¿Es enserio? Siempre me he sentido de lo más patética
viviendo en soledad y tristeza, ¡Cómo que nací con poder!
Asintió.
—Tu abuelo escribió en su testamento, que cuando cumplieras quince
años de edad, la herencia comenzaría a ser entregada a ti.
Lamentablemente, tú padre ha retenido está herencia para desviarla en su
beneficio. ¿Por qué crees que se ha vuelto cordial contigo? ¿Por qué crees
que Tom aprecio de la nada después de tantos años? ¿Cuál fue la razón
principal por las que tus padres discutieron al punto de separarse? Y sobre
todo, ¿Por qué fue que tú madre murió justo el día en que había prometido
verte? Miranda, ¡sin ti ellos no tienen nada!
Aquella información comenzaba a hacerme sentir culpable de cierto
modo.
—¿Y cómo sabes que realmente mi abuelo dejo eso en su testamento?
Yo nunca conocí a mi abuelo, el murió cuando yo tenía dos años. Además,
quizá y yo no soy su nieta.
Dejo de mirarme unos segundos. Se acomodó la camisa.
—Resulta ser que el testamento se lo entrego a tú mamá. Ella lo
escondió de tu papá por muchos años. Recientemente, meses atrás, ella fue
a ver a mi jefe el señor Martínez. Martínez es tu verdadero abuelo y hasta
ese momento él no conocía la verdad sobre ti. Ella le contó la verdad, así
que empezó una investigación. Pruebas de ADN, recolectó datos e incluso
tuvo que entrevistar a muchos amigos de su hijo. Al final, resulta ser que tú
eres hija de María, la mejor amiga de la mujer a la siempre llamaste mamá.
María tuvo un romance con Fernando el hijo de Martínez, tú eres el
resultado de ese romance y por eso Martínez es quién ha estado cuidando de
ti estos meses. ¡Él me envió para cuidar de ti y arruinar la vida de Miguel!
Él tiene el testamento que prueba que tú eres la chica con más poder a la
que yo conozco hasta este momento.
—¿Tengo un abuelo con vida?
—¡Así es! Y quizá pronto puedas conocerlo. Hablaré con él.
***
Toda la tarde me la pasé en casa, pensando y repasando todo lo que
Édgar me había dicho. Saque la caja de mamá, revise sus fotografías, me
puse a llorar y de pronto ya no quería estar aquí. Mi mejilla estaba un poco
roja por el golpe de Aldo, mis manos dolían y realmente me sentía cansada
de toda esta basura que me había pasado. ¿Qué me había pasado?
Había crecido sola, mis padres nunca me demostraron amor porque
resulta que ni ellos mismos se amaban. En la escuela se burlaban de mí por
ser tímida y callada. En mi casa, Tom fue el culpable de robarme la
inocencia y de atormentarme por muchos años abusando sexualmente de
mí. Tenía depresión casi todo el tiempo, me dolía ver cómo mis padres
discutían, pero sobre todo, me dolía más el hecho de sentir que nadie me
quería. Entonces conocí a Emilio y él nunca me juzgo por mi pasado o por
cómo era mi vida. Con Emilio podía intentar sentirme libre y tranquila. Él
ha cuidado de mi muchísimo y me ha visto de muchas formas.
Ahora resulta ser que todo eso, tanto dolor, tanta soledad y desamor
fueron el resultado de una ambición, de un deseo egoísta en el que yo me
veo envuelta como un simple objetó.
¡Decidí que no quería seguir así! Las cosas iban a cambiar para todos.
***
Elena vino a cenar esa noche. Miguel estaba muy emocionado con los
preparativos de su boda exprés. Marcos (el que sería mi hermanastro) no
duró mucho aquí, salió con sus amigos a un antro para terminar todo ebrio y
desnudo en quién sabe dónde. Me despedí de Elena y volví a mi habitación.
Faltaban dos días para la boda, para la graduación y para cambiar las cosas.
Mi mente comenzó a trazar un plan. Acomode mí closet. Tomé una mochila
y metí la caja de mamá, guarde mi cámara, mi alcancía, el libro que me dio
Édgar, audífonos, una muda de ropa y todas esas cartas que había recibido.
¡No podía dejar pistas a la deriva!
Mientras acomodaba mis cosas, Emilio me llamo por teléfono.
—¿Cómo estás canija?
—Bien, todo bien, terminé de cenar. ¿Y tú?
— ¡Yo estoy afuera de tu casa!
Corrí hacia la ventana y efectivamente, su auto estaba estacionado ahí
y él me estaba mirando con su celular pegado al oído.
—¡Ahorita te abro! —Dije y colgué la llamada.
Escondí mi mochila. No quería que Emilio descubriera mis planes,
prendí la computadora y busque una serie en Netflix, deshice mi cama y salí
de mi habitación. Cuando abrí la puerta de la entrada, Emilio estaba de pie
con una sonrisa. Lo deje pasar y lo lleve a mi habitación.
—¿Estabas viendo una serie? —Preguntó señalando mi computadora.
—Sí, eso planeaba.
Se sentó en mi cama.
—Supiste que alguien le dio una paliza Aldo. Le rompieron una
botella de cristal en el brazo, le pusieron puntos y bueno, dicen que si le
dieron una buena revolcada.
Me hice la desentendida. Emilio no sabía lo que había pasado
realmente. ¡No fui capaz de contárselo! Él no merecía preocuparse más por
mí.
—¡Enserio! Pobrecito, seguro que hizo algo muy malo.
—Ya lo creo. ¡Se lo tiene bien merecido!
No hubo risas, ni más comentarios al respecto. Tomé la computadora
y me fui a sentar junto a Emilio. Comencé a buscar algo que ver.
—Miranda, vine de rápido porque tengo que ir a comprar unas cosas
para mí papá.
Su mirada parecía titubear un poco.
—¡Oh! Está bien.
Rápidamente se sacó una carta del bolsillo. De pronto parecía
nervioso, hasta como que sudaba.
—Necesito que escuches atentamente esta carta.
Desdobló la hoja y empezó a leer.
Miranda:
Atentamente, Emilio.
CAPITULO 16
Testamento:
Cuándo leas esto sabrás que yo quería lo mejor para mí hija, pero
ella había decidido mal. Así que decidí que tú serías lo mejor a quien yo
podría confiar mis posesiones. Fuiste mi única nieta y mi pleno deseo es
que seas la heredera completa de todo lo que tengo. No solo hablo de las
cosas materiales, también mis cualidades y deseos. ¡Seguramente estás en
la plena adolescencia! ¿Y qué? Sé que serás capaz de hacer lo correcto con
el poder que yo te cedo.
***
Le pedí a Édgar que me llevara al parque del arte. Nos sentamos
debajo de un árbol.
—¿Y qué piensas hacer?
No le conté sobre lo que el testamento decía. Preferí callarme todo
eso.
—¡Me pienso ir de aquí! Quiero irme lejos de todo esto y descansar
un tiempo de tanto dolor. ¡Necesito unas vacaciones!
—¿A dónde piensas ir?
—¡Tú eres espía! Eso te toca averiguarlo a ti.
Sonrió un poco y yo también. Mis pensamientos se habían aclarado.
—¿Quieres que te acompañe? Digo, si quieres yo podría ser tu
acompañante.
Negué con la cabeza.
—¡Gracias! Pero prefiero ir sola.
—¿Cuándo te piensas ir?
—¡Mañana! No quiero estar en la boda de Miguel y no quiero seguir
en un lugar donde no me siento querida.
Golpeé suavemente mi nuca contra el tronco del árbol. Él estaba
sorprendido por mi respuesta. ¡Quizá y me estaba apresurando demasiado!
—¡Yo te quiero!
Le miré unos segundos, el parecía hablar en serio.
—¿Por qué dices que me quieres?
—¡Siento que eres una chica muy valiosa!
Medité en su respuesta.
—¡Pues gracias por decirme esto! Lo agradezco, el que tú digas que
yo te gusto, pero creo que más bien, tú estás acostumbrado a tu trabajo, a
espiarme, a mirarme y cuidarme.
Asintió. Eso era cierto.
—¡Eso lo sé! De alguna u otra manera no puedo negar que me gustas
porque es cierto, más que verte como una costumbre, me gustaría ser un
hábito tuyo. Pero bueno, también sé que Emilio es el chico de tu corazón.
Le miré con curiosidad.
—¡Los asuntos emocionales y románticos de una persona no siempre
son cómo uno imagina! Es mejor no entrometerse en asuntos ajenos. ¡Aquí
el punto eres tú y yo!
No dijo nada.
—¿Piensas regresar?
—¡Aún no lo sé!
Suspiré. El viento era fresco y me gustaba estar aquí.
—¿Necesitas que te ayude en algo? Digo, dices que mañana piensas
irte de aquí.
Me lo pensé antes de contestarle.
—Sí, está bien. ¡Necesito tu ayuda para sorprender a Aldo!
Enarco sus cejas. Se sorprendió.
—¿Cómo lo piensas sorprender?
Apreté mis labios en una sonrisa. Le mostré el audio de la fiesta.
—Necesito que lo pongas mañana en la graduación. ¡Quiero que
todos sepan la verdad!
***
Esa noche no hable con Emilio. Él me había escrito unos mensajes
pero yo no había sido capaz de responder. No porque estuviera enojada con
él, más bien, yo estaba tan ocupada pensando en mi plan y en lo que debía
hacer. ¿Y que debía hacer? ¡Ahora era una chica con demasiado estrés!
Saque mi mochila del clóset, guarde el sobre que el señor Martínez
me dio en el restaurante. Empaque el regaló de Emilio y me di un bañó.
Mientras el agua escurría por mi cuerpo, mi mente no dejaba de pensar a
dónde debía ir. Si me iba, seguramente todos me estarían buscando, si me
quedaba ¿todo sería cómo antes? ¡No! Nada podría volver a ser como
antes.
Busqué en el maps las diferentes propiedades que el abuelo me había
dejado. ¡Eran casas muy grandes! ¿Qué iba a hacer yo con tanto? Podía huir
a la mansión que estaba en ese fraccionamiento prestigioso, pero entonces
todos sabrían de mi ubicación y no podría pasar desapercibida. Pensé en ir a
otro estado, quizá al norte por Chihuahua o al sur por Oaxaca. ¡Pero nunca
había viajado tan lejos yo sola!
Entonces recordé la última frase del testamento. ¡La casa que
pertenecía a mi mamá! Busqué la dirección, quedaba a dos horas de aquí y
estaba lejos de la ciudad. Parecía que María, mi verdadera madre, vivía en
un pueblito, una zona rural llamada San Francisco Acatepec. Intenté ver la
casa, pero no estaba habilitada esa opción para esa zona. ¡Quizá y eso es lo
que yo necesitaba!
En ese momento, cuando vi que era imposible mirar a través de
internet, yo me decidí a viajar rumbo a mi pasado. ¡Ahí encontraría lo que
siempre había estado buscando!
—¡Hola Marcos! ¿Estás despierto?
Eran las diez de la noche cuando le llame por teléfono.
—¡Hey, Miranda! Si aun ando despierto, ¿estás bien?
Quizá mi voz sonaba angustiada o emocionada. Tenía un plan y
quería llevarlo a cabo.
—¡Si! ¡Necesito tu ayuda!
La ventana de mi habitación estaba abierta. Se escuchaban voces
afuera de mi habitación. Era el tío Tom.
—¿En qué puedo ayudarte?
La voz de Tom me hizo recordar que debía irme de aquí.
CAPITULO 17
Eran las nueve de la mañana cuando me sentí lista. No iría a la
ceremonia de graduación, no iría a la boda de Miguel y no quería seguir
aquí. Me había puesto un pantalón de cuadros, una blusa amarilla y mis
converse. Trence mi cabello y me puse un poco de labial rojo. Dejé mi
cuarto ordenado, me detuve a mirar unos segundos toda mi habitación.
¡Estaba lista! Abrí la puerta y me sorprendió verlo ahí, con el pecho
desnudo y la mirada perdida.
—¡Buenos días Miranda! —La voz del tío Tom fue algo que no
esperaba.
—¡Buenos días! —Saludé cortante.
Me examinó con la mirada.
—¿A dónde vas?
—¡Eso no le interesa!
Frunció el ceño.
—¿A dónde vas? —Sonó más autoritario.
Me quedé quieta. De pie y sin decir nada. Vi su movimiento
aproximarse y mi reacción fue cerrar la puerta.
—¡Váyase de aquí! ¡Largo!
Empezó a patear con todas sus fuerzas. La madera de la puerta se
tambaleaba.
—¡No puedes salir Miranda! Tu padre me pidió que te cuidará.
¿Estaba hablando en serio? ¿Cuidarme? Quizá es que él se había
enterado de todo. Active una nota de voz. ¡Necesitaba salir de aquí!
Las ventanas de mi habitación no tenían balcón y la altura era
considerable. Saltar no estaba en el plan. ¡Necesitaba distraer a Tom!
Rápidamente, tomé la silla de mi escritorio, la alcé y con todas mis fuerzas
la impacté con el vidrio de mi ventana. ¡Él sonido hizo que Tom se
detuviera! Escuché como bajaba las escaleras. Deje pasar diez segundos,
agarre unas tijeras las guarde en mi bolsillo trasero del pantalón.
Abrí la puerta y él ya no estaba.
Baje a toda velocidad, camine por la sala, la puerta principal estaba
abierta, cuando me acerque a la salida Tom apareció justo enfrente de mí.
Me sujeto de las manos y me empujó adentró. ¡Estaba atrapada!
—¡Creíste que podrías huir!
Su rostro estaba muy cerca del mío. Con todas mis fuerzas empecé a
patearlo en las piernas. Él me aventó de un empujón y me caí al suelo. Me
golpeé contra el sillón.
—¡Voy a salir de aquí!
—¿A dónde vas?
—¿Por qué tanto interés?
—¡Tú padre me pidió que te detuviera aquí! ¿No piensas ir a su boda?
—¿Usted piensa ir?
—¡A mí me da igual lo que haga tú papá!
—¿Y por qué no me deja ir? Si le da igual, ¿por qué trata de
retenerme y hacerle caso a mi papá?
—¡Te volviste toda una rebelde!
—No lo sé, quizá un poco. La verdad es que me cansé de estar
rodeada de personas cómo usted.
Soltó una carcajada.
—¡Suenas igual que tú madre! Es una lástima que esté muerta.
Le lancé una mirada sería. Recordé lo que Edgar me había dicho.
—¡Usted la mató!
Sus ojos se sorprendieron.
—¡No digas tonterías!
—Es la verdad, usted mató a mi madre. ¡Nunca la quiso!
Era verdad. Tom nunca trato bien a mi madre.
—¡Tú madre era una cualquiera! Una zorra barata, una mujer que
solo…
—¡Una mujer con poder! Ella tenía más poder del que usted nunca
podrá tener: dinero, propiedades, lujos. Lo único que usted hizo fue quitarle
el amor que usted nunca pudo tener porque claramente usted sentía envidia.
¿Acaso piensa que no he descubierto su deseo de ser tan avaro? ¡Tom es un
hombre podrido! No se mienta, usted no me deja salir porque sabe que yo
soy lo que necesita para seguir con vida. ¿Me equivocó?
—¡Estás diciendo puras tonterías!
—Pues si no me quiere escuchar, solo déjeme ir.
Me acerque a la entrada. No tenía miedo.
—¡Vuelve a tu habitación! Prepárate para la boda.
—¡Oblígueme!
Mi forma de retarlo hizo que él se enojará. Quiso tomarme de las
muñecas pero las tijeras le hicieron retroceder.
—¡Te piensas vengar de mí!
—¿Debería vengarme de usted? No pienso convertirme en alguien
como usted.
Sonrió cruelmente.
—¿Me crees tan malo?
¡Cínico!
—Usted es malo. Un hombre perverso y degenerado. ¿Abusar
sexualmente de mí es malo? ¿Robar dinero es malo? ¿Asesinar?
Apreté mis puños.
—¡Pará mí no es malo! Y si lo hice. ¡Que! ¡Si, lo hice! ¿Piensas hacer
algo al respecto? Eres una chica tonta, una cualquiera, igual que tú madre.
¡Deberías estar muerta!
¡Lo había conseguido! Por dentro aunque sentía mucho rencor y odio,
también me sentí bien. Después de mucho tiempo yo había tenido el valor
de enfrentarme a mi pasado. ¡Tenía evidencia!
—¡Adelante! ¡Máteme!
Deje caer las tijeras al suelo. Él se sorprendió. Su cuerpo seguía
obstruyendo mi caminó. La puerta estaba cerrada, Tom la había asegurado.
Dio unos pasos hacia mí. Me tomó de una muñeca y tiro de mí. Logró
arrastrarme unos cuantos metros. Cerca de mi estaba un florero de cristal, lo
tome sin dudar y rápidamente se lo impacté en el rostro. No se rompió, su
mirada estaba clavada en mis movimientos y tiró de mí haciéndome caer. El
florero cayó al suelo y mis muñecas comenzaron a sangrar, los fragmentos
de cristal se habían enterrado en mi carne.
—¿Prefieres que te mate aquí o en tu habitación?
No respondí, me subió a mi habitación, cerró la puerta y se fue. Fui al
baño a buscar vendas, detuve el sangrado. Me llegó un mensaje de Édgar.
¡Ya estaba en su posición!
CAPITULO 18
—¿Y a dónde vas? —Preguntó el viejito.
Suspire. Contar mi historia en poco tiempo me había hecho sentir
nerviosa de repente.
—¡Iré a la casa de mi madre!
Parecía que el señor se sentía más cómodo ahora que conocía los
detalles del porque estaba así.
—Pues si dices que vas a viajar hacia Acatepec, entonces no falta
mucho. En quince minutos el autobús pasa por ahí.
—¡Le agradezco por el dato!
Él sonrió. Su mirada era tierna, cálida y las arrugas en su rostro me
causaron ternura.
—¿Segura que estarás bien hija?
Esa palabra me sorprendió, “hija”.
—Si. Creo que me irá bien.
Asintió.
Prendí la pantalla de mi celular. Había pasado una hora y media desde
que había abordado el autobús. La graduación estaba por empezar, casi era
la una de la tarde y mis pensamientos me llevaron a Emilio. Él me había
escrito varios mensajes y notas de voz.
Decidí responder. Le escribí.