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Gust avo Mart ínez
Sobre cráneos, pelvis y otros huesos.
Entierros humanos en el sitio El Guanaco
Natalia I. Mazzia, Clara Scabuzzo y Ricardo A. Guichón
Introducción
El sitio El Guanaco (38 41’LS y 59 39’LW) está ubicado en la pendiente de una
lomada en las inmediaciones del bajo conocido como del Lucero, entre los arroyos
Cortaderas y Cristiano Muerto en el partido de San Cayetano (Pcia. de Bs. As.), a 13 km
de la costa (Figura 1). Se incluye den-
tro del área Interserrana (Politis 1984).
En el año 1998 comenzaron los tra-
bajos en el sitio orientados al estudio
de la colección lítica de superficie. El
énfasis de las investigaciones estuvo
puesto en la determinación de las ma-
terias primas de los artefactos líticos y
de su lugar de procedencia, con el fin
de realizar un aporte al conocimiento
de la movilidad, territorialidad y rela-
ciones sociales de los grupos pampeanos.
Con los análisis del material lítico se
determinó que los instrumentos halla-
dos en el sitio habían sido confecciona-
dos sobre una gran variedad de mate-
rias primas con diversa precedencia. A
partir de estos resultados y por el gran
peso del material lítico transportado,
Bayón y Flegenheimer (1998) caracteri-
zaron al sitio como un lugar calificado Figura 1: Sitios arqueológicos con entierros humanos
del Holoceno Tardío Inicial. 1: El Guanaco, 2: Laguna
del paisaje que fue ocupado en reitera- Tres Reyes, 3: Arroyo Seco 2, 4: Laguna La Larga, 5: La
das oportunidades. Toma, 6: Túmulo de Malacara y 7: La Primavera.
293
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implican honrar al muerto o Nota: Individuos 1 y 2 corresponden a fechados presentados anteriormente (Flegenheimer et al. 2002)
los vivos requieren un apoyo simbólico que les confiera sentido (Thomas 1991). Esto es
ejemplificado por Barley (2000) al resaltar que en una buena parte del mundo no basta
con morir para convertirse en antepasado, se precisa en cambio una transformación
ritual y para ello uno depende de los vivos. Se puede entender entonces el morir como
una relación entre moribundo y sobrevivientes. De esta forma el ritual mortuorio per-
tenecería a esa categoría de ritos mediante los que un grupo humano sanciona el
pasaje de una persona de un estado cualitativo a otro, como el nacimiento, la inicia-
ción y el matrimonio. Desde esta perspectiva, las costumbres funerarias indican el paso
del difunto a otro estado o a otro mundo (Alekeshin 1983).
En arqueología, el término prácticas mortuorias (Carr 1995) es utilizado para refe-
rirse tanto a las actividades rituales como a las formas materiales resultantes del
entierro, es decir, aquello que en mayor o menor grado llega hasta el presente y es
estudiado por los arqueólogos.
A fines de la década del sesenta las concepciones teóricas que sustentaban los
análisis de los entierros humanos y sus interpretaciones, dieron un giro brusco a partir
de los programas teóricos presentados por Saxe y por Binford (Brown 1995). El debate
en torno a sus trabajos se extendió y marcó el rumbo de las investigaciones norteame-
ricanas hasta los años ochenta (O´Shea 1984). Durante ese período el pensamiento y
la práctica de muchos arqueólogos se basaba en la idea de que el determinante prima-
rio en la variación de las prácticas mortuorias y las formas de entierro era la organiza-
ción social (Carr 1995). El principal postulado expuesto por Binford (1971) fue que la
forma y la estructura de las prácticas mortuorias de cualquier sociedad son condicio-
nadas por la forma y la complejidad de la organización que presente dicha sociedad. En
líneas generales se puso el acento en la interdependencia de la estructura de una
sociedad y la de sus entierros.
No son pocas las críticas que recibió y recibe aún hoy esta tendencia. Citaremos
como ejemplo el trabajo de Carr (1995) quien afirma que las prácticas mortuorias no
deben ser consideradas reflejos pasivos de la organización social, éstas pueden, en
cambio, ser el producto de elecciones y estrategias personales y sociales activas basa-
das en creencias filosófico-religiosas. Más allá de los factores sociales, factores de tipo
filosófico-religioso como también factores físicos y circunstanciales (localización, cau-
sa de muerte, procesamiento del cuerpo, etc) deben ser incorporados en el estudio a fin
de interpretar los restos y reconstruir el pasado a partir de ellos (Carr 1995).
Algunas de las tendencias presentes en los estudios sobre entierros humanos en los
últimos años son las aproximaciones regionales para el análisis de las prácticas mortuorias.
Estudios sobre su variabilidad, consideración de las mismas dentro de un marco más
amplio, situándolas en relación con su paisaje físico y social y en el contexto general de
la cultura a la que pertenecen (Anderson Beck 1995; Goldstein 1995; O´Shea 1984,
entre otros).
En nuestro país, debido al creciente reconocimiento del potencial informativo de los
restos óseos humanos en los últimos diez años se llevaron a cabo investigaciones ten-
dientes a analizar diferentes aspectos del registro bioarqueológico. En términos genera-
les, las perspectivas bioarqueológicas han enfatizado el desarrollo de diferentes espacios
de interacción y complementación con otras áreas de la arqueología, como por ejemplo
con los estudios sobre material lítico. En la región Pampeana, paralelamente a este pro-
ceso, el estudio del registro biológico humano ha recibido un impulso muy importante. La
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Figura 2: Representación de partes esqueletarias de individuos recuperados en las campañas 2001 y 2002.
Tafonomía
Tanto los huesos del entierro secundario (Conjunto 2) como los del Conjunto 1 se
encuentran incluidos en una matriz de arena fina con clastos de carbonato de calcio.
La preservación de los huesos se caracteriza por ser regular en ambos conjuntos.
Se llevó a cabo el análisis de diferentes variables tafonómicas en todos los elemen-
tos (n=59): meteorización de la superficie, manchas de óxido de manganeso, completitud
de los elementos, presencia de marcas de raíces y estabilidad de la superficie
depositacional. De acuerdo con Guichón et al. (2000)la estabilidad es asociada a cam-
bios de color o textura en la superficie en forma marcada entre dos sectores de la pieza
ósea. Los autores dan como ejemplo color claro o raíces en un lado yoscuro o sin raíces
en el otro.
El análisis preliminar de los resultados sugiere que (Figura 6):
- Todos los restos óseos analizados que presentan meteorización (43,5%) se encuentran en un
estadio 1 (Behrensmeyer 1978). La misma se encuentra afectando en cada caso partes del
hueso y no al hueso en su totalidad.
- La modificación más importante que ha afectado a la superficie de los huesos es la impronta de
raíces, que se ha encontrado en el 83,9% de los huesos analizados. La alta frecuencia de
improntas de raíces en los huesos coincide con lo observado por otros autores en diferentes
sitios de la región (e.g. Barrientos 1997; Martínez y Figuerero Torres 2000).
- El análisis de la estabilidad de la superficie de depositación se tomó en base a la presencia y
distribución de las raíces. Ocho de los elementos evidencian claramente estabilidad de la
superficie, se trata de cráneos, pelvis y distintos huesos largos.
- La presencia de manchas de óxido de manganeso se presentó en una muy baja frecuencia de
los elementos analizados (24,2%).
Finalmente se realizó el cálculo del grado de completitud de los huesos. Se armaron
4 categorías de completitud que abarcan desde el 1% hasta el 100% del elemento
representado. Fue en el análisis de esta variable donde encontramos las mayores dife-
90,0%
80,0%
70,0%
60,0%
50,0%
40,0%
30,0%
20,0%
10,0%
0,0%
raíces manganeso meteorización estabilidad
rencias entre los elementos del entierro secundario y los del Conjunto 1. Este último está
representado por elementos con un mayor grado de completitud, ya que el 73,3% de los
elementos presentan entre el 75% y el 100% de completitud, mientras que en el entie-
rro secundario solamente el 29,8% de los elementos se pudo incluir en la categoría 4.
Recapitulación
Desde el comienzo de los trabajos de campo en el sitio El Guanaco se han recuperado
hasta el momento un total de siete individuos dentro de un área de aproximadamente 30 m2.
Los restos humanos se han encontrado dispuestos tanto en entierros primarios como secun-
darios. Los seis individuos estudiados hasta el momento corresponden al Holoceno tardío
inicial. Para su asignación temporal se cuenta con tres fechados radiocarbónicos
cronológicamente muy próximos entre sí que van desde 2470 años AP a 2280 años AP,
aproximadamente (ver tabla 1).
Los entierros humanos descriptos en el presente trabajo estaban contenidos en una
fosa de cavado. Estos presentaron un estado de preservación regular, siendo la acción de
las raíces uno de los factores postdepositacionales de mayor incidencia en el conjunto.
Discusión
Como se ha dicho anteriormente el entierro secundario encontrado en El Guanaco
presenta un fechado radiocarbónico de 2460 ± 60 años AP (Pta-8520; hueso; δ 13C= -
17.7%o). Con el fin de situarlo en relación a los entierros secundarios ya descriptos para el
Holoceno tardío inicial en el área consideramos el entierro del Tipo 1 propuesto por
Barrientos (1997). El mismo se postula para comienzos del Holoceno tardío, estando
ejemplificado por los sitios Arroyo Seco 2 y Túmulo de Malacara. Este tipo se caracteriza
por la presencia de cráneos y huesos largos con baja frecuencia de partes esqueletarias,
deformación craneana tabular oblicua y la asociación de ajuar funerario compuesto por
cuentas de valva rectangular espesas (Barrientos 1997).
Notamos que hay una coincidencia en la presencia de cráneos y huesos largos y en la
baja frecuencia con que se presentan otras partes esqueletarias como, por ejemplo, falan-
ges. Pero el conjunto hallado en El Guanaco difiere por la presencia de pelvis, por una alta
frecuencia de vértebras y costillas y por las evidencias de que ciertas partes tenían tejidos
blandos al momento del entierro. Otras diferencias tienen que ver con la ausencia de
deformación craneana y de ajuar funerario. Es decir, para un mismo lapso temporal encon-
tramos variabilidad en los entierros secundarios de la subregión.
La modalidad de entierro secundario aparece también en sitios asignados al Holoceno
tardío final como por ejemplo Campo Brochetto, Laguna Los Chilenos y La Petrona.
Comparten todos características similares en cuanto a las partes esqueletarias repre-
sentadas y su disposición, como también en cuanto a la deformación craneana y el
ajuar funerario; pero difieren considerablemente de los entierros secundarios descriptos
para el momento anterior.
Por lo expuesto, consideramos que el entierro secundario presente en el sitio El
Guanaco escapa a los tipos ya descriptos para la subregión y para los distintos momen-
tos del Holoceno tardío.
Sobre cráneos, pelvis y otros huesos - 301
Creemos que en todos los casos, tardíos y tempranos del Holoceno, la diversidad de
prácticas mortuorias presentes se relaciona con la elección que los actores sociales
hicieron por una u otra forma de rito, disposición y procesamiento de los cuerpos al
momento de enterrar a sus muertos.
Conclusión
La disposición del cuerpo al momento de su entierro ha sido a lo largo del tiempo y
del espacio un rito sumamente variable. Consideramos que el entierro secundario en-
contrado en El Guanaco puede sumarse como una nueva variante a la gran diversidad
temporo-espacial de prácticas mortuorias de la subregión en este período ya propuesta
por Madrid y Barrientos (2000).
Pensamos, siguiendo a Gilman (en Alekeshin 1983) que las distintas formas de en-
tierro son simbólicas (y no representativas) del orden social y ritual. Por este motivo sólo
las podemos interpretar teniendo en cuenta su rango de variabilidad y contrastándolas
con otro tipo de información de los grupos en estudio. Quisiéramos entonces sumar los
datos obtenidos a partir de los entierros humanos a las propuestas de movilidad en el área
y de ocupación reiterada de este sitio. Esto nos lleva a proponer que este fue un lugar
calificado del paisaje ya que fue elegido por la gente para enterrar a sus muertos.
Dice Barley (2000: 138) que “allí donde los cuerpos se entierran dos veces, o reciben
alguna clase de tratamiento secundario, la reducción al mero hueso proporciona un calenda-
rio natural para la separación del espíritu y el cuerpo, y de los vivos y los muertos...” De esta
forma la cultura logra algo impensable a través de los distintos ritos funerarios: arrancarle la
muerte a la naturaleza y entregársela a la historia (Albornoz y Pascarelli 2001).
Agradecimientos
Estamos muy agradecidos a Don Carlos Santamarina, propietario del establecimiento
El Guanaco y a las familias Márquez y Gurruchaga por el apoyo y hospitalidad durante las
tareas de campo. A Gustavo Barrientos quien aclaró varias de nuestras dudas. A Roberto
Peretti por su asesoramiento y colaboración en el campo. A Romina Frontini por sus mara-
villosos diseños. Finalmente, queremos agradecer de manera muy especial a Valeria Mazzia
por su tiempo y a Nora Flegenheimer y Cristina Bayón por acompañarnos en cada momen-
to. Estos trabajos fueron subvencionados conel su bsidio PIPNo.390/98 otorgado por el
CONICET. Todo lo dicho en el trabajo es absoluta responsabilidad nuestra.
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