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Los resultados expuestos en este trabajo fueron obtenidos gracias a la valiosa colaboración de
Diana Bustos, Lourdes Muñoz, Joaquín Reyes Téllez, Simón González Reyna, Felipe Bate, Edwin
Crespo y Gregory Pereira. Reconozco la generosidad de Michel Zabé, Jesús López y Julio Emilio
Romero, quienes proporcionaron las imágenes que acompañan el texto. Agradezco a José Javier
Ramos y a Roberto Rojo por la revisión y comentarios de este trabajo. La presente investigación
forma parte del Proyecto Famsi 05054 “Sacrificio humano y tratamientos mortuorios en el Templo
Mayor de Tenochtitlan”.
315
316 • El sacrificio humano en la tradición religiosa mesoamericana
(Nájera C. 1987: 40). Edgar Morin (1974: 122) califica el sacrificio como “la explo-
tación mágica, sistemática y universal de la fuerza fecundadora de la muerte”;
cuanto mayor sea la exigencia vital, mayor habrá de ser el holocausto.
Las formas de sacrificio practicadas por los mexicas han sido estudiadas
con detalle en las obras de Yólotl González Torres (1985), Davíd Carrasco (1999)
y Michel Graulich (2005). Coincidiendo con las pesquisas de estos autores, las
excavaciones sistemáticas del Proyecto Templo Mayor documentan de manera
incontrovertible la práctica del sacrificio humano, aunque muy lejos de las exor-
bitantes cifras que manejan las fuentes históricas. Los hallazgos arqueológicos
demuestran la diversidad y complejidad de los tratamientos mortuorios ulteriores
a la inmolación (López Luján 1993: 192-205, 261-270, 2005: 94, 198-199; Román
Berrelleza 1990; Román Berrelleza y Chávez Balderas 2006; Chávez Balderas
2007). El presente estudio versa sobre la modificación cultural perpetrada en los
cadáveres de los individuos sacrificados, cuyas cabezas fueron utilizadas con fines
rituales. En gran medida el análisis se centra en la decapitación y las secuencias
de preparación de los restos mortales.
1
Este trabajo se centra en el estudio de los procesos biostratinómicos culturales.
2
En este punto confluyen las principales venas y arterias (Rohen, Yokochi y Lütjen-Drecoll 2003:
166-169; Logan, Reynolds y Hutchings 2004: 106-108). Esto debió ser ampliamente conocido por
un sacerdote experimentado.
Decapitación ritual en el Templo Mayor de Tenochtitlan • 319
ésta, una mujer de entre 40 y 45 años era elegida para representar a la diosa Toci.
Después de permanecer encerrada en una jaula por veinte días, era entregada a
siete parteras, quienes debían alegrarla porque su tristeza era considerada un mal
agüero. Se le sacrificaba de la siguiente manera:
El mismo día de la fiesta antes que amaneciese mataban a esta india de la manera
que diré habiéndose recogido toda la gente en el templo bien de madrugada tanto
que cerrados horas antes que amaneciese sacaban a esta india santificada en diosa
y tomándola un sacerdote a cuestas boca arriba y teniéndola asida por los brazos
echada ella boca arriba en las espaldas del indio llegaba el sacrificador y echaba la
mano de los cabellos y degollábanla de suerte que el que la tenía se bañaba todo en
sangre (Durán 1995: II, 151).
3
En ocasiones el estado de conservación no permite observar marcas en el hueso.
4
Es común que este hueso no pueda identificarse correctamente en campo, como fue constatado
en esta colección.
5
La columna vertebral cervical es la que tiene mayor movilidad: flexión, extensión, inclinación y
rotación (Fernández-Villacañas y Moreno Casales 2002: 93).
6
Los ligamentos asociados a la columna cervical son segmentarios (unen dos vértebras: intertrans-
versos e interespinosos) y suprasegmentarios (que recorren toda la columna: longitudinal común
anterior, longitudinal común posterior, ligamento amarillo y supraespinoso). Las dos primeras
vértebras cervicales son más complejas, pues en ellas se encuentran la membrana tectoria, los liga-
mentos occipitoatloideos, los atlantoaxoideos, los occipitoodontoideos y el ligamento cruciforme,
que tiene dos porciones (transversal y longitudinal). Este último mantiene el diente del axis en su
posición, y de quedar libre a consecuencia de un traumatismo, podría causar tetraplejia o la muerte
(Fernández-Villacañas y Moreno Casales 2002: 93-96).
7
La desarticulación de las primeras vértebras cervicales con el individuo boca abajo ha sido repor-
tada en la Pirámide de la Luna (Pereira, comunicación personal, octubre de 2006).
8
Se trata de anillos de exterior fibroso que encapsulan un núcleo pulposo (Fernández-Villacañas y
Moreno Casales 2002: 93-96). La articulación de los cuerpos vertebrales es cartilaginosa, de tipo
sínfisis (Sarmiento Ramos y Sierra Robles 2002: 75).
9
Se trata de articulaciones sinoviales de tipo artrodia, es decir, plana (Sarmiento Ramos y Sierra
Robles 2002: 75).
Decapitación ritual en el Templo Mayor de Tenochtitlan • 321
Figura 1. Desarticulación de la
costado.10 Por sus características anatómicas, columna cervical (en sentido
la decapitación entre la tercera y séptima anteroposterior). Basado en Clascá
et al. 2000). Dibujo de Julio Emilio
vértebras cervicales debe llevarse a cabo al Romero.
menos en tres pasos si son utilizados ins-
trumentos de piedra (figura 1).
10
Esto pudo documentarse en el anfiteatro de la Facultad de Medicina en 2001, cuando observamos
los trabajos para obtener colecciones anatómicas de referencia. Agradecemos el apoyo de Joaquín
Reyes-Téllez y Simón González Reyna.
11
Las ofrendas en que fueron depositados corresponden a la Etapas IVb, V y VI.
12
Durante las excavaciones de Hugo Moedano y Elma Estrada Balmori en 1948 se recuperaron dos
máscaras cráneo de infantes (Estrada Balmori 1990). En 1966 Eduardo Contreras y Jorge Angulo
recuperaron cinco cráneos trofeo y dos máscaras-cráneo (Contreras 1990). Por su parte, Ángel
García Cook y Raúl Arana localizaron en 1978 cinco cráneos trofeo y una máscara cráneo. Estos
elementos han sido analizados previamente (Peña 1978; Pijoan Aguadé et al. 2001). Si se cuentan
estos decapitados el NMI asciende a 87.
13
La colección de estudio se distribuye en las siguientes ofrendas: cuatro localizadas en el eje cen-
tral del edificio (ofrendas 11, 13, 17 y 20); siete en la mitad dedicada a Huitzilopochtli (ofrendas
6, 15, 60, 62, 64, 82, 98) y siete en la consagrada a Tláloc (ofrendas 22, 23, 24, 58, 88, 95 y 107).
Los cráneos recuperados antes de la conformación del Proyecto Templo Mayor proceden de cuatro
ofrendas: CA, B1, B2 y Ofrenda 1, todas ellas en la mitad dedicada al dios de la Guerra (López
Luján 1993).
14
Durante las excavaciones de García Cook y Arana (1978) se recuperaron los restos de un infante
en la llamada Cista 2. Desafortunadamente, este contexto fue alterado durante la construcción del
colector de aguas negras a principio del siglo xx, por lo que se desconoce la naturaleza del depósito.
15
Cinco cráneos procedentes del relleno constructivo fueron analizados en esta obra, ya que pre-
sentan huellas de modificación cultural.
40
Figura 2. Determinación del sexo 35
en los individuos decapitados 30
procedentes de 19 ofrendas,
basado en un número mínimo 25
de 72 individuos. 20
15
10
5
0
Masculino Femenino Indeterminado
Análisis osteobiográfico
16
Actualmente se encuentra en preparación el estudio osteobiográfico que hace énfasis en las con-
diciones de salud-enfermedad de los individuos que conforman la colección.
17
La investigación se realizó observando los criterios propuestos por William Bass (1971) y Douglas
Ubelaker (1978).
Decapitación ritual en el Templo Mayor de Tenochtitlan • 323
60
50 Figura 3. Determinación de la
edad en los individuos decapitados
40 procedentes de 19 ofrendas. Basado
en un número mínimo de 72
30
individuos.
20
10
0
Infantil Subadulto Adulto
18
Para la determinar su edad fueron observadas suturas craneanas, desarrollo y desgaste dentario
(Bass 1971; Ubelaker 1978).
Análisis tafonómico
Figura 5. Cortes repetitivos en el cuerpo vertebral realizados Figura 6. Golpes cortocontundentes en el cuerpo de la
con un instrumento cortante de borde fino. Individuo adulto, vértebra. Individuo adulto, de sexo masculino, procedente
de sexo masculino, procedente del relleno constructivo. de la ofrenda 82. Fotografía de Jesús López.
Fotografía de Jesús López.
El siguiente paso sería seccionar las cápsulas sinoviales de las carillas articulares
y las apófisis espinosas.19 La separación de la cabeza concluía al cortar las estruc-
turas blandas de la parte posterior del cuello (figura 5).
La segunda técnica corresponde a la desarticulación mediante golpes corto-
contundentes, probablemente propinados con una suerte de hacha. Como en la
técnica descrita anteriormente, el sacerdote asestaría el golpe en dirección ante-
roposterior, con el individuo recostado boca arriba.20 Es muy posible que hubiese
retirado tejidos blandos, incluida la tráquea, para tratar de distinguir entre el
disco y el hueso. De acuerdo con la evidencia, el encargado del ritual habría ases-
tado entre uno y cuatro golpes para seccionar el cartílago. Habría completado la
maniobra separando las carillas articulares y las apófisis espinosas, utilizando un
instrumento de menor dimensión, tal y como lo confirman las huellas de corte.
Finalmente, la cabeza debía separarse del cuerpo cortando el resto de los tejidos
blandos de la parte posterior (figura 6).
Una tercera técnica fue documentada gracias a las huellas encontradas en
dos cráneos procedentes de la ofrenda 60, como si se pudiera adivinar la mano de
un mismo sacerdote. La desarticulación fue lateral y el corte penetró directamen-
te la cápsula sinovial que conforman las carillas articulares. Al tratar de realizar
19
Gracias al auspicio de Joaquín Reyes Téllez y Simón González de la Facultad de Medicina de
la unam, fue posible registrar este procedimiento en la obtención de las colecciones de referencia
durante 2001.
20
Dos casos procedentes de la ofrenda 98 documentan que este procedimiento se realizó con el
individuo boca arriba, pero el golpe fue asestado lateralmente.
40
35
30 Figura 8. Distribución de la
25 colección procedente de las
ofrendas, por tipo de objeto.
20
15
10
5
0
Cráneos-trofeo Cráneos de tzompantli Máscaras-cráneo
Eliminación de
tejidos blandos
Depósito en
las ofrendas
Cráneos-trofeo
Cráneos de tzompantli
23
Únicamente se registraron un par de casos en el que la deca-
pitación se llevó a cabo entre C6 y C7.
Decapitación ritual en el Templo Mayor de Tenochtitlan • 329
zález Torres 1985: 257), la muestra incluye individuos del sexo femenino. La pre-
sencia de mujeres en el tzompantli fue documentada recientemente en Zultepec,
Tlaxcala, en el que fueron exhibidos los cráneos de una indígena y tres españolas
(Botella y Alemán 2004: 178). De acuerdo con Christian Duverger (1993: 167-
171), la empalizada de cráneos se encontraba, visualmente hablando, al alcance
de la población; de ahí su carácter intimidatorio. Este autor nota algo muy inte-
resante: la palabra tzompantli significa “lugar donde están alineados los cabellos”.
Recordemos que la coronilla era un lugar vulnerable, por lo que las madres
debían cuidar que nadie cruzara por encima de la cabeza de sus hijos y dañase
así su tonalli. El cabello era considerado como la capa protectora de la cabeza
y un elemento cargado de tonalli (López Austin 1996: I, 232). Esto se relaciona
estrechamente con el cautivo de guerra que era asido de los cabellos como señal
de que se le había apresado, de una manera simbólica y literal, comenzando así
el principio del fin. La salida del tonalli tenía consecuencias fatales, ya que, como
afirma López Austin (1996: I, 358-360) a partir del vocabulario de Molina, la
traducción de la palabra agonizar, atlaza, es “arrojar la mollera”. Por ahí podía
salirse la entidad anímica si era cortado el cabello.
La presencia de cuatro cráneos de tzompantli en las ofrendas del Templo Ma-
24
yor comprueba que se reutilizaban y que incluso individuos del sexo femenino
eran exhibidos.25 Además, tres cráneos de tzompantli encontrados en el relleno cons-
tructivo asociado al edificio fueron de gran provecho para determinar la secuen-
cia general de preparación de estos elementos, la cual se describe a continuación.
A pesar de que no se conservaron las vértebras cervicales, las cuales se desar-
ticularon durante su exhibición,26 se infiere que los individuos fueron decapitados
en estado cadavérico, aunque se desconoce la técnica utilizada. El tratamiento
que recibió el cráneo mientras poseía tejidos blandos y su exhibición en la empa-
lizada de cráneos permite argumentar lo anterior.
Después de separar de la cabeza, ésta era desollada y descarnada. Para qui-
tar la piel los sacerdotes hacían un corte longitudinal en sentido anteroposterior.
Si bien es un hecho conocido que el desollamiento era parte fundamental de la
veintena tlacaxipehualiztli, éste se realizaba en otras celebraciones, pues era un paso
obligado para descarnar a los individuos. Los sitios en los que la piel se encuentra
muy pegada al hueso, son aquellos donde suelen concentrarse las huellas de esta
práctica (Botella et al. 2000: 34-41).
Para obtener el aspecto esqueletizado era preciso retirar la piel, el cartílago
nasal, los globos oculares, las orejas y descarnar del cráneo. Este último proce-
dimiento ocasionaba muchas huellas de corte, pues suprime las masas musculares
de las capas superficiales, profundas y medias. Los músculos no están completa-
mente adheridos al hueso, solamente se anclan a ellos en sus extremos, o bien, en
otros músculos, cartílagos o articulaciones. La inserción puede ser de tipo tendi-
nosa y penetrar el periostio. Otra posibilidad es que se unan al hueso por medio
de prominencias óseas (Sarmiento Ramos y Sierra Robles 2002: 77-79). Por esta
razón, las huellas tienden a concentrarse en los sitios de inserción. Es posible
encontrar marcas en lugares donde no se inserta el músculo, especialmente cuan-
do se emplea el hueso como una superficie de apoyo para cortar. Las huellas al
descarnar se caracterizan por ser múltiples, en una misma dirección y la incisión
más profunda es donde inicia el corte (Botella et al. 2000: 57).
En un cráneo procedente del relleno constructivo se documentó que había
sido expuesto al fuego indirectamente. Es probable que al hervirlo se facilitara
24
Estos fueron encontrados en las ofrendas 11, 20, 22 y 107.
25
Depositado en la ofrenda 22.
26
Los cráneos que fueron depositados en las ofrendas conservan la mandíbula, en tanto que los recu-
perados del relleno constructivo no la preservan.
Decapitación ritual en el Templo Mayor de Tenochtitlan • 331
Máscaras-cráneo
Con este nombre se conocen los cráneos que fueron modificados con la finalidad
de separar y decorar su porción facial. En sentido estricto, no se trata de máscaras,
ya que suelen presentar las órbitas y fosa nasal cubiertas, por lo que era imposible
portarlas como tales. Si se considera la presencia de orificios de suspensión, cabría
la posibilidad de que fueran exhibidas, pues Benavente o Motolinia (1971:74)
narran que las cabezas de los cautivos de guerra eran desolladas y “secábanlas para
las guardar”. También pudieron ser portadas por los sacerdotes, aunque carece-
mos de testimonios precisos que permitan corroborarlo.28
27
Gracias al apoyo de Joaquín Reyes Téllez y Simón González de la Facultad de Medicina de la
unam fue posible registrar este procedimiento en la obtención de las colecciones de referencia
durante 2001.
28
Durán (1995: I, 370-371) afirma que, durante el funeral de Tizoc, un sacerdote que represen-
taba al Señor de Inframundo portaba caras con ojos de espejo en las articulaciones y el vientre.
Desafortunadamente, no especifica el material con que estaban hechas.
29
Éstos proceden de las ofrendas 11, 15, 22 y 24. Corresponden a dos adultos y a dos infantes.
30
El material lítico empleado fue elaborado de manera experimental por Felipe Bate.
Decapitación ritual en el Templo Mayor de Tenochtitlan • 333
31
La mayoría de estas ofrendas pertenecen al Complejo A de la taxonomía propuesta por López
Luján (1993: 252, 323-339).
Conclusiones
32
Esta cifra incluye los restos recuperados antes de la confor-
mación del Proyecto Templo Mayor, pero no consideran mate-
Figura 14. Mictlantecuhtli, Señor del Inframundo (Códice riales procedentes de otras exploraciones, como de la Casa del
Borgia 1993: 23). Marqués del Apartado o de la Catedral metropolitana.
Decapitación ritual en el Templo Mayor de Tenochtitlan • 335
ció a razones diversas, entre ellas la concepción del cuerpo humano. La cabeza
piensa, sabe, mira, huele, es el lugar donde se concentran nuestros sentidos: es
la que se hace famosa (López Austin 1996: I, 182-185). En ella están los rasgos
distintivos de cada persona, las características fenotípicas que nos distinguen de
los demás y que, tras la descomposición de los tejidos blandos, paradójicamente,
se transforman en una homogeneidad. De acuerdo con las antiguas concepciones
nahuas, en el cuerpo se asentaban tres entidades anímicas: el tonalli, el teyolía y
el ihíyotl; la cabeza albergaba a la primera y era considerada como la fuerza que
daba calor, valor, vigor y que permitía el crecimiento. Se asentaba en la cabeza
del niño el día en que se realizaba el baño ritual y su ausencia ocasionaba enfer-
medad y muerte.
Cada segmento corporal era equiparado con una parte del universo y, a su
vez, con algún integrante de la familia nuclear. Esto queda evidenciado en uno
de los nombres con que se identificaba el tonalli: ilhuícatl o cielo (López Austin
1996: I, 223-251, 430). Esta entidad anímica se disgregaba al ocurrir la muerte.
En este sentido, el sacrificio y las ulteriores prácticas mortuorias que se hacían
en las cabezas deben verse en términos de la comunión con un cuerpo lleno de
fuerza vital o, como menciona González Torres (1985: 137), un último paso para
extraer tal fuerza y transferir el tonalli.
A partir del análisis de los cráneos en contexto de ofrenda, la decapitación
debe ser entendida como un tratamiento post mórtem y, en algunos casos, peri-
mórtem, sin que se considere como la causa directa de la muerte. La tecnología
lítica, la constitución de esta región anatómica y las huellas encontradas en los
restos óseos son indicadores que permiten sustentarlo.
A partir del análisis de fuentes históricas, López Luján (1993: 95, 282) con-
cluye que el decapitado se vincula al alimento de la tierra, la guerra, el sacrificio,
las ceremonias de consagración, la representación del Señor del Inframundo
y a ciertas fiestas calendáricas, especialmente la celebrada durante la veintena
de tlacaxipehualiztli. Michel Graulich y Elizabeth Baquedano (1993: 167-174)
señalan, además, que la decapitación se asocia a las cabezas-trofeo, al juego de
pelota y al murciélago. Estos autores consideran que hay un vínculo insoslaya-
ble de la decapitación con las fiestas calendáricas, que nos remiten a la sucesión
de las estaciones seca y lluviosa que se festejaban durante las veintenas etza-
cualiztli, huey tecuilhuitl, ochpaniztli, quecholli e izcalli. No obstante, en esta inter-
pretación utilizan decapitar y degollar como sinónimos, sentido que debería ser
precisado.
Destaca el orden con el que fueron sepultados los cráneos en el edificio. Los
depósitos con mayor cantidad de individuos y tratamientos mortuorios complejos
se asocian al eje central del edificio (ofrendas 11, 13, 17 y 20). Veinte de los 38
cráneos-trofeo se encuentran en estas cuatro ofrendas. Además, estos depósitos
35
30
Figura 15. Distribución espacial 25
de los individuos respecto del
simbolismo del Templo Mayor. 20
15
10
5
0
Mitad norte Mitad sur Eje central
33
El cuarto cráneo de tzompantli, si bien se ubica emplazado del lado de Tláloc, es preciso especificar
que fue localizado en la plaza que se encontraba frente al Templo Mayor.
34
Recordemos que, en el presente estudio, se analizaron siete ofrendas dedicadas a Huitzilopochtli,
pero fueron localizadas cuatro más en las excavaciones previas al comienzo Proyecto Templo Mayor.
Decapitación ritual en el Templo Mayor de Tenochtitlan • 337
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