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La gran riqueza proveniente del salitre benefició a unos pocos, mientras la gran mayoría de la
población siguió viviendo en condiciones de pobreza. Desde los grupos gobernantes no hubo
prácticamente ninguna preocupación por mejorar las condiciones de vida de los trabajadores, lo que
generó una crisis social que se fue agravando hasta alcanzar altos niveles de violencia en las primeras
décadas del siglo XX. Ante esta situación, los obreros se asociaron en organizaciones de autoayuda,
como las sociedades de socorros mutuos, con el objetivo de encontrar soluciones de autogestión que
paliaran las grandes carencias sociales. La respuesta estatal fue poco contundente, solo se dictaron tres
leyes laborales entre 1891 y 1915, como la Ley de Habitaciones Obreras (1906); la Ley de Descanso
Dominical (1907) y la Ley de la Silla para empleados y obreros (1915), insuficientes para resolver la
crisis.
En 1886, Balmaceda asume la presidencia apoyado por una coalición liberal y liderando un programa
de gobierno que buscaba fomentar el desarrollo industrial nacional. El conflicto con el Congreso se
hace presente desde el inicio de su mandato: mientras Balmaceda buscaba ampliar y fortalecer el
poder presidencial, el Congreso aspiraba a un mayor control y regulación de las funciones del Poder
Ejecutivo.
Aprovechando el excedente de las riquezas del salitre, Balmaceda inició un ambicioso plan de obras
públicas, que buscaba mejorar la infraestructura nacional con la construcción de hospitales, caminos y
líneas férreas, entre otras. Por otro lado, aumentó el número de escuelas públicas e incentivó una
reforma educacional con el objetivo de mejorar la calidad y competencia de los docentes. Durante su
gobierno viajó por todo el país, a diferencia de la mayoría de sus antecesores, lo que imprimió un
nuevo carácter a la función presidencial, con más autoridad y a la vez más cercano a la ciudadanía.
Tras varios encuentros armados, ambos bandos se enfrentaron en dos batallas decisivas: las batallas de
Concón (21 agosto) y Placilla (28 agosto). En ambas batallas, los congresistas establecieron su
superioridad militar (apoyados por los recursos generados por el salitre). Finalmente, Balmaceda
renunció y se refugió en la embajada de Argentina, donde entregó el mando al general Manuel
Baquedano, el cual no logró controlar la situación en Santiago, cediendo el poder a un comité
revolucionario hasta la llegada de las fuerzas congresistas.
Asilado en la embajada de Argentina, Balmaceda escribió cartas a sus amigos cercanos, en las que
entregó su visión política con respecto a la situación de Chile tras el triunfo del Congreso. Este
manifiesto se denominó “Testamento político de Balmaceda”. El 19 de septiembre de 1891 se suicidó
en dicha embajada.
La derrota del gobierno de José Manuel Balmaceda significó el fin del predominio del Poder Ejecutivo
sobre el Poder Legislativo, que había comenzado con el modelo portaliano de 1833, y el inicio del
denominado régimen parlamentario, que abarcó hasta 1925.