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Introducción.
Dado que no es posible, en el marco de este trabajo, analizar el pensamiento de Bolívar,
Alberdi y Martí en su conjunto –lo cual excedería largamente los objetivos aquí
propuestos-, hago referencia a “la idea” en estos pensadores, bajo la perspectiva
conceptual de la Historia de las Ideas y de la identidad latinoamericana.
Por otra parte, al plantear el problema de la identidad no se busca establecer una
generalización empírica o casuística, sino partir de una reflexión crítica fundamentada
que sugiere y nunca afirma.
No se trata, por tanto, de contestar la pregunta por la identidad –tentación siempre
presente- sino de problematizar, desde un enfoque epistemológico, el hecho mismo de la
pregunta, como cuestión o aporía acuciante y aún angustiante para el ser
latinoamericano.
1. ¿Por qué la pregunta por la identidad en el marco de la Historia de las Ideas en
América?
La interrogante nos lleva al análisis del concepto de idea y, más específicamente, a la
contraposición expuesta por Ardao1 entre idea concepto e idea juicio. La primera, pura y
abstracta, no puede ser historiada por la sencilla razón de que ella misma no tiene
historia. Toda idea se singulariza sobre el contexto de otras ideas, y en ese sentido, es
siempre –como expresa Ortega y Gasset2- una reacción de un ser humano a determinada
situación de su vida.
La idea juicio supone una concepción integradora o sintética de la idea pura y del juicio
–enfocado éste desde el punto de vista filosófico-, cargada del dinamismo intelectual y
afectivo impuesto a la forma lógica por el juzgamiento psicológico. De tales ideas –
ideas juicio y sólo ideas juicio, en tanto que formulaciones humanas- se ocupa la
historia de las ideas.
La idea que explora en la identidad –en sus más variadas formulaciones o aún en sus
subyacencias más o menos herméticas- es la presencia más constante, bajo diversas
denominaciones, en el pensamiento latinoamericano. Aunque no se utilice propiamente
1
A. Ardao (1987) La inteligencia latinoamericana. F.C.U. Montevideo. p. 115
2
Ortega y Gasset, J. (1942) Ideas para una historia de la Filosofía. En el Prólogo a Historia de la
Filosofía. Bs.As. Pp. 29 y ss.
3
A. Ardao. Op. cit. Pág. 62.
4
A. Bello (1957). Obras completas: temas de Historia y Geografía. Caracas. T. XIX. Pp. 223,
224.
5
P. Ricoeur (1995). Tiempo y narración I. México. S. XXI.
6
Maceiras, M y Trebolle, J. (1990)La hermenéutica contemporánea. Ed. Cincel Kapelusz.
Colombia.
7
La identidad narrativa o ipseidad no es la identidad estable del idem, del mismo. Por eso es
siempre posible la revisión de la propia historia, contándola o narrándola de otro modo, tanto desde una
dimensión individual como colectiva. La revisión supone la presencia de posibilidades imaginativas
prácticas que a toda vida ofrece una narración como relato construido.
9
Tal como postula L. Zea, la verdadera barbarie es la de quien no puede reconocer al otro como
otro. Discurso desde la marginación y la barbarie. Ed. Tierra Firme. México. 1988.
10
Ansaldi, W. 1993. El tiempo es olvido y es memoria, pero no sólo por eso es mixto. En América
Latina: el desafío del Tercer Milenio. Ed. Del Sol. Serie Antropológica. Bs. As. p. 90.
11
A. Roig.(1981) Teoría y crítica del pensamiento latinoamericano. FCU. México. Pp. 94 y ss.
12
A. Ardao. Op. cit.
13
A. Roig. Op. cit. pp. 284.
14
J. Alberdi. (1955) Fragmento preliminar al estudio del derecho. Bs. As. Hachette. Pp. 55-56.
15
Cita de J. Ingenieros.1918. Las doctrinas sociológicas de Alberdi. En Sociología argentina. Gs.
As. Rosso. Cap. II.
16
R. Fernández Retamar. Calibán. Apuntes sobre la cultura de nuestra América. Ed. La Pléyade.
Bs. As. Pp. 12 y 13.
17
A. Roig. 1998. Etica del poder y moralidad de la protesta. Mendoza, Argentina.
18
Martí, J. 1891. Nuestra América. Ed. De la Plaza. Montevideo. 1978. p. 93.
10
De ahí que exprese Martí: “Se ponen en pie los pueblos y se saludan. “¿Cómo somos?”
y unos a otros se van diciendo cómo son”.19
La pregunta por nuestro ser indica también y previamente, la necesidad de plantearnos
el despertar de lo que denomina el sueño aldeano, y dejar de ignorarnos a nosotros
mismos. En ese proceso de conocimiento, que incluye el de reconocimiento, los pueblos
se despiertan para, en primer lugar, mirarse.
Es bueno recordar -en el contexto de la mencionada diversidad latinoamericana, que
constituye uno de los rasgos principales de nuestra identidad-, que si los pueblos se
miran y se saludan, si los pueblos se preguntan qué son, es porque además se ven
diversos y deben reconocerse en esa diversidad. El punto de partida de lo nuestro es,
entonces, la diferencia. Pero se trata de una diferencia anclada, desde siempre, en lo que
nos es esencial. No se trata de la diferencia entre el hombre natural y el dominador
europeo, sino de la diversidad en este nosotros recién descubierto.
De ahí que Martí mencione al indio, el negro y el campesino, además de mencionar a la
mujer20. “Ni el libro europeo ni el libro yanqui daban la clave del enigma
hispanoamericano”, agrega.
Ese enigma será develado mediante un verdadero y nuevo descubrimiento. El ser
natural, o la verdadera naturaleza no está en obtener un acuerdo entre dominadores y
dominados, como señala Roig21, sino en ponernos por encima de esa relación.
Lo nuestroamericano se da como un presente y también como un futuro que encierra un
proyecto y una posibilidad de convertir la diversidad en unidad, la heterogeneidad en
homogeneidad, no a través de la anulación de las diversidades –que sería tanto como la
anulación de su ser entero, desde que no enarbolamos un arquetipo previo al cual tengan
que reducirse-, sino a través del descubrimiento de algún elemento de unión y de
salvación.
8. A modo de conclusión.
¿Pueden extraerse conclusiones al final de este recorrido? De ser así, habría que precisar
cuál es su sentido y su alcance. De acuerdo con las bases metodológicas sucintamente
enunciadas como punto de partida o abordaje de la cuestión, las conclusiones deberían
situarse en el plano del análisis del discurso, y no en el de los contenidos y los juicios
sobre los mismos.
Es así que podemos advertir la existencia de ciertas categorías discursivas en cada uno
de los autores en estudio.
Tomamos aquí el concepto de A. Roig, según el cual la premisa de abordaje del
problema de la existencia y alcance de una filosofía latinoamericana consistiría en ese a
priori antropológico según el cual nos ponemos a nosotros mismos como valiosos.
19
Martí, J. Op cit. P. 97.
20
Martí, J. Op cit. P. 95.
21
Roig, A. op. cit. p. 37.
22
Ainsa, Fernando. 1993. Alegato a favor de una nueva retórica para el viejo discurso sobre
“nuestra utopía”. En América Latina: el desafío del Tercer Milenio. Ed. Del Sol. Serie Antropológica.
Bs. As. P. 183.