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1 2 3 Infancia
1 2 3 Infancia
Por alguna razón tengo tatuada mi infancia, cierro los ojos y me veo
corriendo, jugando y feliz. Crecí en una comunidad rural, rodeada de
hermanos, primos y vecinos, no había nada que me preocupara, no
había que cuidarse de los autos, todos nos conocíamos. Si teníamos sed
podíamos tomar agua del río o cortar una caña; si teníamos hambre
podíamos cortar una pera, comer ciruelos o capulines.
Soy la menor de siete hermanos , así que de su mano aprendí que había
tiempo para todo y entre todos nos repartíamos las actividades de casa:
a unos les tocaba ir por el pan, a otros hacer el desayuno, había a quien
le correspondía lavar trastes, tender camas, fregar pisos; aunque sobre
todo, había tiempo para jugar a la tiendita, jugar en el columpio, a los
encantados, a las ollitas, juntar pipioles, subir y bajar el cerro, ir a misa,
cortar fruta. Para lo que nunca había tiempo, era para aburrirse, ni
siquiera en vacaciones, porque justo ese era el momento de juntarnos
con más primos, con más amigos, con más vecinos.
Antes de que me inscribieran a la primaria solía pasar las mañanas en la
cocina, sentada al lado mi abuelo, quien solía tocar la armónica
mientras mi mamá preparaba la comida y contaba historias. Disfruté
mucho de las sobremesas, en las que de manera reiterada se hablaba
de los problemas de nuestro país y del mundo.