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[Matices]

¡1, 2, 3 por todos los que disfrutaron su infancia!


Agranda la puerta, padre, porque no puedo pasar. La
hiciste para los niños, yo he crecido, a mi pesar. Si no
me agrandas las puerta, achícame, por piedad;
vuélveme a la edad aquella en que vivir es soñar:
Miguel de Unamuno

Por alguna razón tengo tatuada mi infancia, cierro los ojos y me veo
corriendo, jugando y feliz. Crecí en una comunidad rural, rodeada de
hermanos, primos y vecinos, no había nada que me preocupara, no
había que cuidarse de los autos, todos nos conocíamos. Si teníamos sed
podíamos tomar agua del río o cortar una caña; si teníamos hambre
podíamos cortar una pera, comer ciruelos o capulines.
Soy la menor de siete hermanos , así que de su mano aprendí que había
tiempo para todo y entre todos nos repartíamos las actividades de casa:
a unos les tocaba ir por el pan, a otros hacer el desayuno, había a quien
le correspondía lavar trastes, tender camas, fregar pisos; aunque sobre
todo, había tiempo para jugar a la tiendita, jugar en el columpio, a los
encantados, a las ollitas, juntar pipioles, subir y bajar el cerro, ir a misa,
cortar fruta. Para lo que nunca había tiempo, era para aburrirse, ni
siquiera en vacaciones, porque justo ese era el momento de juntarnos
con más primos, con más amigos, con más vecinos.
Antes de que me inscribieran a la primaria solía pasar las mañanas en la
cocina, sentada al lado mi abuelo, quien solía tocar la armónica
mientras mi mamá preparaba la comida y contaba historias. Disfruté
mucho de las sobremesas, en las que de manera reiterada se hablaba
de los problemas de nuestro país y del mundo.

La lejanía de mi pueblo con la ciudad impedía que la señal de televisión


llegará adecuadamente así que, además de los juegos, lo que más me
interesaba era hojear, una y otra vez, las revistas Contenido,
Selecciones y La URSS. En ellas descubrí el mundo: la Muralla China, el
Monte Fiji, el Palacio de la Moneda y la Plaza Roja.
Madrid, Santiago y Moscú fueron parte de mis sueños de niña. Muchas
veces me imaginé en la Puerta de Alcalá o frente al Palacio de la
Moneda, incluso me veía a mí misma paralizada ante a la belleza de la
Plaza Roja de Moscú. La vida aún no me ha permitido llegar ésta última.
Santiago, me quedó a deber y Madrid, Madrid siempre estará anclada a
mí corazón.

La música también ha formado parte de mi vida desde pequeña,


escuchaba toda, excepto la que se consideraba propia para mi edad. El
gusto musical de mis hermanos configuró mis actuales preferencias
eclécticas que van desde la popular, pasando por la clásica, el pop, el
rock, hasta la música de protesta.

Desde siempre me ha gustado el cine, así que no perdía oportunidad de


llegar temprano al salón de usos múltiples de la Escuela Primaria que
había en mi comunidad, donde una vez al mes se proyectaba alguna
película. Ahí me estremeció la historia de los supervivientes de los
Andes, tanto como la del Doctor Zhivago y Lo que el viento se llevó.
Estoy convencida que lo que uno tiene oportunidad de ver y sentir en su
niñez, determina en buena medida la forma de ver y leer el mundo.

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