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Educación Superior y Exclusión Social
Educación Superior y Exclusión Social
RESUMEN:
Esta ponencia es resultado de los trabajos que hasta el momento se han realizado
como parte de un proyecto internacional e interinstitucional en el que participan, 12
establecimientos de educación superior de Europa y Latinoamérica.
El objetivo es contribuir en el acceso y mantenimiento en la educación superior de las
personas que provienen de contextos vulnerables y que frecuentemente han sido
excluidos del desarrollo social y educativo.
Particularmente, en el grupo de trabajo de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco
buscamos vincular este trabajo con el enfoque teórico de la formación ciudadana,
partiendo del presupuesto de que las universidades son espacios comprometidos con la
formación de profesionales, con la formación de los ciudadanos y con la formación de
los sujetos (Barba, 2007).
El enfoque metodológico es de tipo participativo, con el que se pretende recuperar las
experiencias, expectativas e intereses de los sujetos de estudio. Hasta el momento,
estamos en la construcción de los instrumentos que nos permitirán acercarnos a los
grupos vulnerables. Lo que aquí queremos presentar es justamente el proceso de
construcción de los indicadores de exclusión y los vínculos que, a partir de ellos,
podemos establecer con el papel social de las universidades públicas.
INTRODUCCIÓN
El discurso y la política educativa en nuestro país se han caracterizado por el énfasis
depositado, en un primer momento, en la expansión y posteriormente en la calidad de la
formación (Arnaut y Giorguli, 2010). Sin embargo, hoy en día, ambas metas están
todavía muy lejos de cumplirse. Aunque la cobertura en educación básica ha llegado a
ser universal y se han hecho obligatorios más niveles educativos, el sistema sufre
problemas de deserción, reprobación, equidad, pertinencia y eficiencia.
Concretamente, en la educación terciaria, la proporción de personas entre los 19 y los
21 años que llega a ella es significativamente baja y las distancia entre la cantidad y
calidad de la educación que se imparte en los diferentes estados de la República puede
llegar a ser bastante amplia. Éstas y otras cuestiones han sido objeto de programas y
políticas públicas así como de numerosos análisis de especialistas.
1
Profesoras-Investigadoras de la División Académica de Educación y Artes. Universidad Juárez
Autónoma de Tabasco.
En ese sentido, el trabajo que a continuación exponemos, se desprende de un proyecto
internacional denominado “El acceso y el éxito académico de colectivos vulnerables en
entornos de riesgo en Latinoamérica”, en el que contribuyen distintas instituciones de
educación superior tanto de Europa como de América Latina.
Aquí, presentamos parte de los avances logrados vinculándolos con la perspectiva de la
formación para la ciudadanía. En primer lugar, hacemos un breve análisis sobre las
condiciones del sistema de educación superior, para, después, discutir algunos de los
indicadores sociales desde donde pretendemos acercarnos al acceso y al éxito
académico en nuestro país.
EDUCACIÓN SUPERIOR Y JUSTICIA SOCIAL EN MÉXICO
Desde los inicios de la Real y Pontificia Universidad de México en el siglo XVI y hasta la
segunda mitad del XX, la educación superior mexicana fue un bien social del que se
beneficiaban pequeños estratos de la sociedad. Esto principalmente por la escasez de
establecimientos y por la débil institucionalización de la educación superior pública.
Hasta el siglo XIX, como resultado de la reorganización del país a raíz del triunfo de los
liberales, se comienzan a fundar las primeras escuelas profesionales y algunos
institutos científicos y literarios (Piñera, 2001). Pero, el sistema educativo nacional
continuó operando con grandes carencias, así, en 1900, se estimaba que México tenía
alrededor de 13,607,272 habitantes, de ellos, únicamente el 5.1% (696,168) había
cursado la primaria y 0.07% (9,757) Sin embargo, a partir de los años 50 y, en gran
medida, gracias a la política de expansión de la educación básica, cada vez más
personas logran ingresar, mantenerse y concluir los diferentes niveles educativos. Lo
que, a la postre, va empujando la demanda hacia la educación superior y los
establecimientos paulatinamente tienen que abrir sus puertas a sectores que años atrás
habían quedado excluidos (Tuirán y Muñóz, 2010).
Hacia 1960, el sistema se expande exponencialmente. Para el ciclo 1960-1961, la
matrícula en la educación superior era de 83,065 alumnos, diez años después, entre
1970 y 1971, ésta llegaba a los 252,236, es decir, un crecimiento 203.6% (SEP, 2003).
Para el año escolar 1980-1981, el sistema contaba ya con 811,281 estudiantes y,
finalmente, entre 1990 y 1991, llegaron a 1,097,141 (SEP, 2003). La tasa de
crecimiento anual en la primera década de expansión fue de 11.1% y en los siguientes
diez años alcanzó el 12.8% (ANUIES, 2000).
En los 90, la matrícula empieza a estabilizarse. Para el ciclo 1994-1995, había
1,217,173 alumnos, esto representó un aumento de tan sólo el 10.9% con respecto al
lustro anterior y al finalizar el siglo XX, entre 1999 y 2000, se registró un total de
1,629,158 estudiantes.
Actualmente, se estima que 2, 981,313 personas, entre los 19 y los 21 años, cursan la
educación superior. Estos alumnos están distribuidos en 4,689 establecimientos y son
atendidos por un total de 308,061 profesores (SEP, 2011). Esto constituye un enorme
incremento con respecto al siglo pasado, pero, en términos reales, significa que sólo 1
de cada 3 personas en el rango de edad tiene la posibilidad de ingresar. Más aún,
aproximadamente se calcula que el 60% de los estudiantes de nivel terciario provienen
de los estratos sociales más altos (SEP, 2010), es decir, el sistema educativo todavía
adolece de severos problemas de rezago y exclusión. Entre los principales obstáculos
que se tienen que enfrentar están: la deserción escolar, el limitado acceso para ciertos
grupos poblacionales y la escasa pertinencia entre la formación escolar previa y la
educación superior.
En cuanto a la cobertura, el promedio nacional se encuentra alrededor del 30%, no
obstante, cuando se analizan las entidades federativas, podemos identificar grandes
diferencias. El Distrito Federal (462,581 estudiantes), el Estado de México (314,472),
Jalisco (193,416), Puebla (179,033), Nuevo León (159,845) y Veracruz (157,410) son
los estados que mayor matrícula absorben (SEP, 2011). Coincidentemente, tres de
ellos, Nuevo León, Distrito Federal y Jalisco tienen un índice de marginación entre Muy
bajo y Bajo, según el Consejo Nacional de Población (CONAPO, 2010), sólo Puebla y
Veracruz registran un nivel Alto de marginación. Esto es, existe cierta relación entre el
desarrollo social y las oportunidades educativas a nivel superior.
En contraste, las entidades con mayores niveles de marginación, poseen una matrícula
mucho más baja. Por ejemplo, en Chiapas y Guerrero tienen marginación Muy alta, la
población de alumnos es de 69,989 y 54,769 respectivamente. Otros estados con
marginación alta son Michoacán (87,014 estudiantes), Tabasco (65,796), San Luis
Potosí (60,004), Yucatán (57,487) y Campeche (24,307) (SEP, 2011).
En nuestro país, el ingreso a la educación superior se da a través de varios
mecanismos. La mayoría de los aspirantes tiene que seguir un proceso de admisión,
más o menos complejo, dependiendo de la institución a la que esté postulado, lo cual,
entre otras cosas, implica la presentación de cuando menos un examen de
conocimientos. En otros casos, el ingreso se da a través del pase automático, cuando
así se tiene reglamentado y los estudios de bachillerato se han cursado en el mismo
establecimiento educativo, como en el caso de la UNAM.
Pero, la demanda suele ser muy alta en las instituciones públicas, en especial, en las
universidades, situación que se agrava si consideramos que alrededor del 25% del total
de la población mexicana está entre los 15 y los 29 años de edad (INEGI, 2010), es
decir, se encuentra en el rango de quienes aspiran a la educación media superior y
superior (Rodríguez, Palmeros y Barrales, 2012). A principios de este sexenio, el Plan
Nacional de Desarrollo 2007 – 2012, señalaba se captaba únicamente a uno de cada
cuatro jóvenes en la educación terciaria y planteaba la necesidad de mejorar este
indicador, sin embargo, a menos de 6 meses de finalizar el período, la situación no ha
mejorado mucho, pues ahora se está captando a uno de cada 3.
Otro gran problema es la deserción. Con base en los datos de la propia Secretaría de
Educación Pública, la tasa de deserción para algunos estados es significativa, llegando
en ocasiones a estar entre la décima y la sexta parte del total de alumnos inscritos.
Estos son los casos de Baja California Sur (16.2%), Quintana Roo (15.1%), Veracruz
(14.4%), Sonora (12.8%) Colima (12.4%) y San Luis Potosí (11.9%) (SEP, 2010).
Estas disparidades que prevalecen hoy en día en la educación superior apuntan hacia
problemas de fondo, esto es, la desigualdad, la exclusión y la pobreza en México, lo
que al final nos lleva a la cuestión del desarrollo y la justicia social. Para remediarlos, se
han lanzado algunas estrategias más o menos exitosas como el Programa Nacional de
Becas para Educación Superior (PRONABES) y el Programa de Apoyo a Estudiantes
Indígenas en Instituciones de Educación Superior de la ANUIES, la apertura de las
universidades interculturales, la implementación de sistemas de orientación y tutorías
institucionales, así como las becas que ofrecen organizaciones e instancias del sector
privado.
Pero, la relación entre desigualdad, pobreza, exclusión y oportunidades educativas va
más allá, impactando incluso la construcción de la identidad, la participación ciudadana
y el compromiso social. Es por eso que, en las últimas décadas, la Organización de las
Naciones Unidas ha hecho énfasis en el denominado “desarrollo con identidad”, que
implica la ampliación de las posibilidades para que las personas se desarrollen
económica y socialmente, con equidad de género y con igualdad de oportunidades
entre los distintos grupos poblacionales, pero, además, para que fortalezcan su
identidad, rescaten su cultura, replanteen su organización social, reconozcan su
territorialidad y aprovechen de manera sustentable sus recursos (Alcántara, 2008).
Adicionalmente, en el informe 2012 de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, se
señala que, en el ámbito mundial, aún se perciben grandes desigualdades en cuanto al
acceso a la educación, en especial, en las mujeres y en los niveles más avanzados
(ONU, 2012). Lo anterior representa un obstáculo para lograr plenamente los valores y
principios suscritos en la Declaración del Milenio y respaldada por los países firmantes:
la libertad, la igualdad, la solidaridad, la tolerancia, el respeto a la naturaleza y la
responsabilidad común (ONU, 2000).
De esta manera, la educación en general y la superior en particular no es un asunto que
únicamente atañe a la transmisión de conocimientos, al desarrollo de competencias o a
la adquisición de ciertas habilidades, sino también al ejercicio de los derechos civiles,
políticos, sociales y culturales, la promoción de prácticas democráticas y el respeto a
los derechos humanos (ONU, 2000). En suma, la educación superior ocupa un papel
cardinal en la formación para la ciudadanía.
PRIMEROS RESULTADOS
Para la realización del trabajo empírico, seguimos dos caminos fundamentalmente: en
el primero, se identificaron los modelos existentes para el análisis de la deserción y el
acceso; el segundo consistió en la organización de reuniones entre los miembros del
proyecto con el fin de exponer y discutir las aportaciones de cada integrante.
Como resultado del análisis de los modelos, se identificaron los sistemas de indicadores
considerados en informes nacionales, regionales e internacionales, en relación con el
acceso, ingreso, permanencia y egreso, así como estudios vinculados a los colectivos
con mayor riesgo de exclusión. Se buscaron los puntos de convergencia y divergencia
entre los indicadores a manera de ir incorporando cada uno de los elementos que nos
permitieran elaborar un instrumento diagnóstico para la toma de decisiones sobre los
sujetos, en este caso los colectivos, a los que está dirigido el Proyecto ACCEDES.
De esta manera, los factores que se destacaron entre los diferentes enfoques teóricos
son los siguientes: 1) Individuales, 2) Socioeconómicos, 3) Académicos y 4)
Institucionales. El análisis de estos factores derivó en la construcción de un conjunto de
primeras conclusiones, fundamentales para el trabajo empírico y que nos permiten decir
que.
Los estudiantes que dependen económicamente de ellos mismos tienen una
probabilidad más alta de abandonar sus estudios en relación con los que
dependen de otras personas, es decir, los que no trabajan para su manutención.
No contar con experiencia académica o haber obtenido calificaciones bajas en
los niveles de escolaridad previos, aumenta el riesgo de deserción.
Los estudiantes de estrato socioeconómico medio tienen menor riegos de
desertar con respecto a sus compañeros de estrato bajo.
En cuanto a las características educativas de los padres, encontramos que
aquellos alumnos cuyos progenitores tienen un nivel de educación medio, al
parecer, poseen un riego mayor de deserción con respeto a los que sus padres,
ya sea uno o ambos, tienen estudios universitarios completos.
De las variables institucionales, se desprende que los alumnos que guardan no
muy buenas relaciones con los profesores incrementan sus probabilidades de
abandonar la educación, cuando se les compara con aquellos que logran
mantener una buena relación así como aquellos que tienen buenas relaciones
sociales con sus compañeros.
Con respecto a la segunda etapa, inicialmente se realizó una reunión con los
responsables nacionales e institucionales del proyecto con el fin de permitir la
presentación y establecimiento de contactos y la formalización de redes de trabajo
interinstitucionales.
En el Proyecto ACCEDES, el interés por construir un instrumento válido y confiable así
como de lograr a un entendimiento entre los conceptos teóricos que sustentan la
investigación, llevó a la discusión de los siguientes aspectos: en primer lugar, el
problema de los colectivos vulnerables. A ellos se les define como:
…los grupos humanos con limitadas oportunidades de acceso, permanencia
y egreso exitoso de las universidades. En los países iberoamericanos que
presentan condiciones de desigualdad por motivos geográficos, étnicos y
sociales, tienen a identificarse como ejemplo de grupos vulnerables o
excluidos aquellos pertenecientes a pueblos indígenas, afrodescendientes,
personas con discapacidad, mujeres, trabajadores rurales y urbanos entre
otros, de acuerdo con los particulares contextos y realidades socioculturales
e institucionales (ACCEDES, 2012: s/p)
ONU (2000). Declaración del Milenio. Resolución aprobada por la Asamblea General.
Nueva York: Organización de las Naciones Unidas.
ONU (2012). Objetivo del Desarrollo del Milenio. Informe 2012. Nueva York:
Organización de las Naciones Unidas.
SEP (2011). Sistema Educativo de los Estados Unidos Mexicanos. Principales cifras,
ciclo escolar 2010-2011. México: Secretaría de Educación Pública.