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Introducción

En el contexto de una cuenca hidrográfica el manejo de los recursos naturales pre-


senta nuevos dilemas en la forma de externalidades, que se generan en la parte
alta, y que pueden afectar a usuarios y ecosistemas de las zonas bajas, determinan-
do y modificando los efectos acumulativos producidos en la cuenca.
Cada una de las externalidades1 producidas por el manejo u actividad productiva
repercute con distinta intensidad sobre los pobladores, dependiendo de su posición
en el territorio. En la gran mayoría de los casos, las externalidades negativas serán
transportadas por el agua, cuyo movimiento acarreará contaminantes, nutrientes,
sedimentos, provenientes de distintas partes, creando una conexión física entre
poblaciones distantes (Swallow et al. 2001).
Por otro lado, el manejo de los recursos naturales puede traer consigo modifica-
ciones en los parámetros ecológicos que determinan cambios en las importaciones

1 La externalidad puede ser entendida como el efecto de una acción en cierta zona, que con-
lleva costos o beneficios a otra zona, sin que este costo o beneficio sea tomado en cuenta
por el agente que los ocasiona.
Una externalidad es el impacto, negativo o positivo, que se deriva de una actividad pro-
ductiva y que afecta o beneficia a terceros. Las decisiones que se toman en el mercado son
privadas, por lo que éste es incapaz de internalizar por sí mismo los costos relacionados a
las externalidades, por esto, la intervención del gobierno se basa en la idea de internalizar
estos costos causados por la externalidad (Flores y Martínez 2003)

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y exportaciones de sedimentos, nutrientes, compuestos químicos y agua (caudal
base, caudal promedio, caudal punta). Estas modificaciones afectarán en un inicio
al arroyo/río aledaño, y su efecto se irá diluyendo o concentrando con la unión de
más arroyos/ríos, generando un efecto acumulativo en la parte basal de la cuenca
(Brooks et al. 1998).
Estas características ponen de manifiesto la utilidad de la cuenca como territo-
rio de análisis y gestión. Por ser un territorio delimitado naturalmente por una divi-
soria de aguas, llamada “parteaguas”, que determina que el agua que recorre todo
el territorio confluya y desemboque en un punto común, ya sea un océano (cuenca
exorreica) o un lago interno (cuenca endorreica). En este territorio, delimitado por
límites naturales, sus paisajes constituyen la manifestación espacial de la relación
entre las sociedades, rurales y urbanas y, su ambiente.
Además de ser el sustrato físico del ciclo hidrológico, la cuenca constituye el espa-
cio geográfico con “una identidad cultural y socioeconómica originada por las formas
de acceso y apropiación de los recursos naturales” (Caire 2004). Por ello, la adecua-
da planeación y gestión de la cuenca requiere la comprensión sistémica de las interac-
ciones entre el medio biofísico, los modos de apropiación del territorio (considerando
economía, tecnología, organización social) y las instituciones existentes. Los nuevos
enfoques utilizados para el manejo de cuencas consideran por un lado, todas las ac-
tividades generadoras de contaminantes (fuentes puntuales y difusas) presentes en
la cuenca, y por el otro, incluye a los actores2 que los representan y cuyos intereses
e incentivos deben ser identificados. En ese sentido, el manejo de cuencas busca la
integración de los actores involucrados en una sola problemática, en lugar de atender
varios problemas sectoriales dispersos, lo cual implica la coordinación y cooperación
entre actores y también entre diversas entidades administrativas.
Una cuenca, como territorio, constituye entonces un sistema complejo, debido
a que contiene una variedad de componentes, niveles jerárquicos y una alta inten-
sidad de interconexiones. Es un sistema dinámico, interrelacionado, gobernado por
procesos de retroalimentación, auto organizado, adaptativo y dependiente de su
historia (Moreno y Renner 2007).
Considerando el componente social, que modifica, transforma y altera este eco-
sistema para aprovechar de sus bienes y servicios, constatamos que la problemáti-

2 Por actores nos referimos tanto a los diferentes órdenes de gobierno (federal, estatal y
municipal) como a los sectores productivos (agrícola e industrial), organizaciones no gu-
bernamentales y a la sociedad en general.

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ca ambiental se torna compleja. Como lo menciona Maass (2004: 57) “es difícil
lidiar con tal complejidad sin caer, por un lado, en las propuestas simplistas conde-
nadas al fracaso ante la imposibilidad de considerar tantos factores involucrados, o
por otro lado, en el inmovilismo, consecuencia del miedo a tomar decisiones ante
la abrumadora incertidumbre que genera tal complejidad” .
Atendiendo a este tipo de dilema se han ido conformando un conjunto de con-
ceptos y métodos que buscan abarcar la complejidad de los ecosistemas con fines
de manejo (Christensen et al. 1996; Daily 1997). En el ámbito de una cuenca hi-
drográfica estas herramientas facilitan la jerarquización de las acciones en función
de su prioridad ambiental y social.
La intervención sobre el territorio va variando en el tiempo en función del
aprendizaje que se obtiene de las acciones sobre los ecosistemas, del control de
las externalidades y de los intereses de los actores. Así, el manejo adaptativo, fun-
damentado en información científica sólida e implementada mediante una gestión
participativa, constituye el cimiento del manejo integral de cuencas.
Como instrumento de política ambiental, el manejo integral de cuencas parte
del supuesto básico de la participación social y de la capacidad de coordinación
de los actores en torno a un objetivo común (Caire 2004). En esos términos,
Sabatier et al. (2005) consideran que el manejo de cuencas no es un proyec-
to detallado sino más bien es una estrategia colaborativa amplia, que posibilita
la resolución de un complejo conjunto de problemas interrelacionados entre sí.
Ante ello, Davenport (2002) afirma que el manejo de cuencas es un proceso
adaptativo que alinea, coordina y construye programas hacia objetivos comunes.
Es por esto que la implementación de un manejo integral de cuencas requiere
la concurrencia, la cooperación y la colaboración de diversos actores bajo una
visión común.
En síntesis, el manejo de cuencas puede entenderse como un proceso de
planeación, implementación y evaluación de acciones, dirigidas al control de las
externalidades negativas, mediante la participación organizada e informada de la
población. En el contexto de una cuenca hidrográfica, como unidad territorial, las
acciones estarán orientadas al aprovechamiento adecuado de los recursos natu-
rales con fines productivos, a la conservación de los ecosistemas y al control y
prevención de los procesos de degradación ambiental. El objetivo de este manejo
repercutirá en la integridad ecológica de la cuenca y en la presencia de ecosistemas
“saludables” capaces de proveer bienes y servicios ambientales que mejoren la ca-
lidad de vida de los habitantes.

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El proceso y sus resultados se documentan en un plan de manejo. Este docu-
mento plantea la construcción de la estrategia colaborativa que se refleja en los
objetivos del plan de manejo y que inicia en la evaluación de la cuenca. Además,
incluye el análisis de la información, la participación y coordinación entre los ac-
tores y los recursos relacionados con el desarrollo y la implementación del plan.
Aunque la situación de cada cuenca sea distinta, los procesos de planeación siem-
pre mantienen un carácter holístico, geográficamente definido, integral y colabo-
rativo (EPA 2005).
En México, la utilización de la cuenca como unidad de gestión se remonta a va-
rias décadas, aunque con enfoques y propósitos disímiles (Cotler y Pineda 2008).
Las principales divergencias se manifiestan entre las perspectivas gubernamenta-
les, a nivel central, que consideran a las cuencas como proveedoras de agua, para
usos agrícolas, humanos y energéticos, mientras que a nivel local, organismos no
gubernamentales, instituciones académicas y el Fideicomiso de Riesgo Compartido
(FIRCO), mediante el Programa Nacional de Microcuencas, encuentran en el ma-
nejo de cuencas un camino para reforzar el desarrollo rural en comunidades.

¿Por qué utilizar un enfoque de cuenca


como unidad de planeación y gestión?

La planeación y la gestión en el contexto de una cuenca posibilitan una visión glo-


bal y sistémica del territorio, en el cual se pueden determinar las principales fuentes
contaminantes, sus intensidades e impactos en la dinámica eco-hidrológica de la
cuenca, permitiendo priorizar zonas de trabajo, lo cual facilitaría la colaboración
entre instituciones y aumentaría la coherencia de las acciones. En ese sentido, el
manejo integral de cuencas, como proceso, proporciona un nuevo rumbo para re-
lacionar ciencia, política y participación pública.
El agua, como un servicio ambiental generado en el territorio de una cuenca,
constituye un recurso prioritario para el desarrollo nacional en términos de acti-
vidades productivas, de disponibilidad para la población y como determinante en
el funcionamiento de los ecosistemas; en ese sentido, su actual deterioro debería
reorientar los esfuerzos hacia manejos integrales de cuencas.
La cuenca, como unidad espacial, constituye un sistema complejo, dinámico
y abierto, que no encierra la idea de homogeneidad. Al contrario, al interior de
este territorio los gradientes modelados en el relieve regulan la dinámica del agua.
Las zonas altas (figura 1), que coronan la parte superior de la cuenca (o zonas

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de cabecera) pueden estar constituidas por laderas montañosas y lomeríos que
corresponden a las áreas transicionales, entre las corrientes de primer y segundo ór-
denes de corriente (Strahler 1964); es una zona con una mayor energía del relieve.
mayor pendiente y altimétricamente las más elevadas (Garrido et al. 2008).

Figura 1. Zonas funcionales de la cuenca del río Culiacán (Garrido et al. 2008)

En las zonas medias (o de transporte) se integra la red hidrográfica, especialmente


las subsecuentes órdenes de corriente (2do, 3ero, y 4to orden) (Garrido et al. 2008).
La disminución de la pendiente en esta zona posibilita que el agua funcione como un
distribuidor de insumos primarios, almacenando y transportando nutrientes, materia
orgánica, sedimentos, contaminantes, metales pesados, bacterias; proporcionando la
estructura física del hábitat de ecosistemas dulce-acuícola, los sitios de refugio, de des-
ove y suministrando nutrientes que sustentan a plantas y animales acuáticos.
En las zonas bajas de la cuenca (o de emisión) se integra toda la red hidrográfica
de la cuenca en áreas de poca pendiente, que le imparten una mínima energía al río,

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propiciando la sedimentación y con ello, el enriquecimiento de los suelos de valles y
deltas. En las zonas costero-marinas, el flujo hídrico regula el funcionamiento de eco-
sistemas complejos, como manglares, arrecifes y pastos marinos, entre otros.
Las zonas diferenciadas por su morfometría no son la única forma de análisis al
interior de una cuenca. La red hidrográfica que atraviesa el territorio va esculpien-
do el relieve, construyendo unidades de subcuencas,3 que se encuentran insertas
al interior de la cuenca mayor (principal), y que mantienen una estructura y una
dinámica propia, dependiendo del manejo de su territorio. En función de la escala
geográfica de estudio, estas subcuencas pueden subdividirse por órdenes de co-
rriente, tomando a las cimas de sus laderas como “parteaguas”, las subcuencas
menores pueden tomar el nombre de “microcuenca”,4 aunque esta última acepción
puede ser considerada más como una unidad de gestión, donde los límites admi-
nistrativos (municipales) delimitan la unidad (figura 2).

Figura 2. Relación cuenca-subcuenca-microcuenca

Esta división jerárquica nos da como resultado la posibilidad de diferenciar es-


pacialmente territorios individuales, cuya suma de externalidades nos explica la
situación íntegra de la cuenca. Esta particularidad, ausente en otras unidades am-
bientales, posibilita dirigir las intervenciones y evaluaciones hacia áreas concretas
en una cuenca.

3 Parte del territorio una cuenca donde todos los escurrimientos confluyen y convergen en
el río principal.
4 Una microcuenca es parte de una subcuenca, puede corresponder a ríos de primer o se-
gundo orden, donde viven cierto número de familias (organizadas en comunidades o ejidos
y propiedad privada) que manejan los recursos naturales, y donde se realizan actividades
productivas esencialmente primarias.

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¿Por qué lecciones aprendidas?

El manejo de cuencas en América Latina ha constituido un instrumento de política


ambiental frecuentemente utilizado desde la década de los setenta. Sin embargo,
los resultados obtenidos en la región han sido muy disímiles, lo que ha fomenta-
do que numerosos investigadores de distintas instituciones reflexionen, evalúen e
identifiquen las lecciones sobre aspectos conceptuales y metodológicos del manejo
de cuencas. En la región andina, Moreno y Renner (2007) evaluaron el Proyecto
uso sostenible de la tierra en cuencas hidrográficas de los Andes,5 que se basa en la
experiencia del manejo de cuencas en Ecuador, Perú y Colombia, principalmente.
Por otro lado, tomando como punto de referencia la destrucción ocasionada por el
huracán Mitch en Guatemala, Tschinkel (2001) reflexiona sobre los enfoques técni-
cos y las acciones que se han llevado a cabo, como parte de los manejos de cuencas,
para mitigar estos efectos. Este mismo evento hidrometeorológico motivó a diversos
investigadores provenientes de la región centroamericana a evaluar los resultados de
los manejos de cuencas, y ante los múltiples desafíos sociales y ambientales de la re-
gión, delinearon un nuevo marco conceptual y metodológico (Faustino et al. 2006).
Un poco más al norte, en los Estados Unidos de América, se ha desarrollado en los
últimos años un nuevo enfoque de manejo de cuenca, que pone énfasis en todas los
contaminantes dentro de la cuenca, sin diferenciar por tipos de fuentes (puntuales y
difusas), sin confinar el trabajo a límites políticos y ejerciendo las decisiones mediante
un proceso colaborativo (Sabatier et al. 2005). También, diversas agencias relacio-
nadas con el manejo de los recursos naturales solicitaron a la National Academies of
Sciences and Engineering y al National Research Council proveer información ex-
perta y consejo sobre las ventajas y las limitaciones del manejo de cuencas como
instrumento de política ambiental. Este pedido llevó al National Research Council
a evaluar los problemas científicos e institucionales relacionados con el manejo de
cuencas para emitir recomendaciones a tomadores de decisión de distintos niveles
gubernamentales (National Academy of Sciences 1999).
Finalmente, la FAO, como una de las principales agencias que implementan y
financian planes de manejo de cuencas a nivel internacional, también se dio a la
tarea de revisar y analizar los principales conceptos, metodologías y lecciones del

5 Proyecto Regional Cuencas Andinas, disponible en: http://www.condesan.org/cuenca-


sandinas (Fecha de consulta: 11 de noviembre 2008).

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manejo de cuencas, concluyendo que el manejo de cuencas atraviesa hoy en día
un periodo de experimentación en el cual todavía coexisten y se mezclan las viejas
prácticas con las nuevas (FAO 2007b).
El esfuerzo explayado para evaluar el manejo de cuencas manifiesta las po-
tencialidades y posibilidades que diversas instituciones encuentran en este instru-
mento de gestión. Por ello, cada país o región está buscando adaptar el manejo de
cuencas a sus condiciones, corrigiendo los errores y mejorando el entendimiento de
las interacciones ambientales y sociales dentro de estos territorios.
Como se dijo anteriormente, México tiene también una historia diversa en
relación al manejo de cuencas y, si bien este instrumento no está siendo im-
pulsado como política de Estado, su ejecución en los últimos años ha sido pro-
lífica; instituciones académicas, gubernamentales y no gubernamentales están
implementando el manejo de cuencas a lo largo del país, con distintos objeti-
vos y metodologías. Como corolario, hoy en día tenemos una gran diversidad
de experiencias, algunas exitosas, por el esfuerzo de coordinación y consenso,
que se manifiestan en la mejora de las condiciones sociales, en la adecuación
de sistemas de producción y acciones de conservación; otras experiencias fue-
ron abandonadas en el camino, sin ejercer mayor influencia en el quehacer de
las comunidades, y finalmente también están aquellas, que a pesar de la ejecu-
ción de múltiples acciones e inversiones en recursos económicos, no lograron
un fortalecimiento social, dejando estos procesos vulnerables y dependientes
de actores externos.
Las inmensas posibilidades que encierra el manejo de cuenca, como instrumen-
to de coordinación, cooperación y consenso entre actores, nos llevaron a evaluar
estas experiencias en México y a destacar los aprendizajes generales, que pudiesen
ayudar a evitar caminos infructuosos.
Esta fue, en un inicio nuestra principal inquietud, la cual se fue enriqueciendo a
medida que nos adentrábamos en los resultados de campo. Muy pronto, entendi-
mos que una evaluación completa de las experiencias de manejo de cuencas tenía
que retomar y remontarse a temas conceptuales y metodológicos básicos, que de-
terminan desde un inicio los mecanismos de planeación y gestión. Algunas inte-
rrogantes que guiaron nuestra investigación fueron ¿cómo se expresa el manejo de
cuencas en México? ¿Cuáles son sus principales obstáculos? ¿Existe un aprendizaje
sobre la experiencia obtenida o sistematización de resultados expresados en un
manejo adaptativo? ¿Cómo y cuándo se incorpora a la población en el manejo de
cuencas? ¿Qué tipo de organización se requiere para el manejo y la conservación

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de los recursos naturales bajo un enfoque de cuencas? ¿De dónde se obtiene el
financiamiento para el manejo de cuencas?
Derivado de lo anterior, este libro tiene como principales objetivos:

• Sistematizar e identificar las condiciones institucionales, organizacionales, so-


cioeconómicas y ambientales bajo las cuales se ejerce el manejo integral de
cuencas en México
• Generar recomendaciones sobre las condiciones, arreglos y acciones que debe-
rían considerarse en los procesos de manejo de cuencas en México

Para ello, lo hemos dividido en cuatro partes. En la primera se expone la me-


todología utilizada para la recopilación y la selección de los casos de estudio. En la
segunda parte se presenta una descripción de las condiciones ambientales, sociales
y organizacionales que caracterizan a los casos de manejo de cuencas analizados.
En este capítulo revisamos las formas y los métodos más comunes de manejo de
los recursos naturales en cuencas en México. Partimos de nociones teóricas de
varios temas fundamentales para describir la práctica cotidiana y sus implicaciones
en los resultados obtenidos de los manejos de cuencas. En la tercera parte se des-
criben a detalle cinco casos de estudio, seleccionados por su nivel de consolidación,
su participación social y su capacidad de atender temas productivos y de conser-
vación. Finalmente, en la cuarta parte se presentan las lecciones aprendidas que se
desprenden de la totalidad de los casos estudiados a nivel nacional, cuyas fichas y
análisis se presentan en el anexo 2.
Las afirmaciones planteadas no son respuestas acabadas, sino más bien acer-
camientos para aprehender la diversidad de condiciones en las cuales se expresa el
manejo de cuencas en México.

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