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Unión de Contemplativas de la Arquidiócesis de México

Comisión de Música y Liturgia

Convocatoria

Curso – Taller de Liturgia y Música

12 – 16 de mayo de 2014

R.R. M.M. Abadesas y Hermanas todas de los diversos Monasterios de Vida Contemplativa:

Me es grato saludarlas y desearles que la paz de Cristo esté siempre en ustedes y en su


comunidad. El motivo de la presente es para comunicarles lo siguiente:

Por cuarto año consecutivo, la Unión de Contemplativas de la Arquidiócesis de México, a través de


su Comisión de Música y Liturgia de la UCAM, CONVOCA a todas las Hermanas de los diversos
Monasterios al Curso – Taller de Liturgia y Música, del 12 al 16 de mayo de 2014, que se llevará a
cabo en la Iglesia Alemana del Espíritu Santo, ubicada en Botticelli No. 74, esq., con Patriotismo,
Mixcoac.

El tema principal de este Curso–Taller será:

La Liturgia de las Horas

Para desarrollar este tema se abordarán las siguientes materias:

Ordenación General de la Liturgia de las Horas. (Importancia, Horas Litúrgicas, Elementos y Ritos).

Orar y Cantar los Salmos


Características de la música en la Liturgia de las Horas (Repertorio Litúrgico).

Principios básicos de solfeo y canto.

Principios básicos de la Salmodia cantada o entonada.

El Salmo Responsorial en la Eucaristía.

Para cumplir con el objetivo del Curso–Taller y para favorecer el aprendizaje de las materias les
ofrezco las siguientes herramientas que ayudarán al mejor desempeño litúrgico–musical de las
participantes en sus diversas comunidades:

Conferencias.

Prácticas de las diversas opciones propuestas en la OGLH para el canto de las Horas Litúrgicas.

Formas de orar y cantar los salmos

Prácticas de las diversas fórmulas salmódicas (modales y tonales).

Técnicas de respiración y vocalización.

Prácticas de solfeo y canto en coro.


La Música Sacra en el siglo XX: “Gloria in excelsis Deo” o “Réquiem aeternam dona ei, Dómine
(Parte I)

Syrigma

Por: Sor Beatriz Alceda Pérez, O.I.C.

La Música Sacra en el siglo XX:

“Gloria in excelsis Deo” o “Réquiem aeternam dona ei, Dómine

(“Gloria a Dios en el cielo” o “Dale, Señor, el descanso eterno”).

Parte I de IV

El siglo XX fue un siglo de transformaciones musicales muy marcadas, sobre todo en lo que se
refiere a la música sacra, y no precisamente han sido las más favorables y afortunadas.

Hace algunas semanas acompañé a una de mis hermanas de Orden a visitar la Insigne Nacional
Basílica de Guadalupe y fue enorme la decepción que me llevé al escuchar la música que se
interpreta y se ejecuta en un recinto de tal magnitud e importancia como lo es la Basílica. Algo
parecido he podido apreciar también en la Catedral Metropolitana. No es mi intención emitir un
juicio que a primera vista parecería duro o arbitrario, ni tampoco considero este espacio como el
más indicado para abordar este tipo de controversias. De cualquier forma, en esta ocasión, y
motivada por dichas circunstancias, haremos un muy breve recorrido por algunos de los
documentos más significativos de la Iglesia Católica sobre la Música Sacra promulgados durante el
siglo XX, analizando o cuestionando nuestra actualidad. Lo haremos muy superficialmente, como
probando un poco de todo. En otra ocasión nos detendremos en algún documento en específico y
al final cada uno sacará sus propias conclusiones.

El primer documento que debemos citar es el Motu Proprio de San Pío X, promulgado en 1903. Ya
habíamos comentado algo de su contenido en otra ocasión, pero hoy quiero que nos fijemos
específicamente en los siguientes puntos:
Dice el No. 1 de los Principios Generales:

“Como parte integrante de la Liturgia Solemne, la música sagrada tiene a su mismo fin, el cual
consiste en la gloria de Dios y en la santificación y edificación de los fieles”.

Hasta aquí parece que todo va bien. Sin embargo, en el No. 2 dice:

“Por consiguiente, la música sagrada debe tener en grado eminente las cualidades propias de la
liturgia… la santidad y la bondad de las formas, de donde nace espontáneo otro carácter suyo: la
universalidad”.

Ya aquí comienzan las dificultades. Muchos de nosotros hemos podido constatar que, en la
actualidad, la música en las Iglesias no siempre tiene esas características y esto debido a factores
que diremos más adelante. El documento toca varios temas: géneros de música sagrada, texto
litúrgico, formas de composición, cantores, órgano e instrumentos, etc. Antes de pasar al
siguiente documento cito este párrafo que en lo particular me llama mucho la atención:

“Procúrese que el pueblo vuelva a adquirir la costumbre de usar el canto gregoriano para que los
fieles tomen de nuevo parte más activa en el oficio litúrgico como solían antiguamente”.

Pero, ¿cómo hacemos cantar la gente si ni los sacerdotes ni las monjitas lo han estudiado y aun en
ocasiones lo desdeñan?… Sin comentarios.

Pasamos al siguiente documento. Este es una carta: Encíclica de Pío XII, Musicae Sacrae, que se
publicó en 1955 (8 años antes del Concilio Vaticano II). El Pontífice, después de los saludos de
rigor y una larga introducción en la que hace un recorrido por la historia de la música sacra, afirma
lo siguiente:
“Por impulso, y bajo los auspicios de la Iglesia, la ordenación de la música sagrada ha recorrido, en
el decurso de los siglos, un largo camino, en el cual, aunque no sin lentitud y dificultad en muchos
casos, ha realizado paulatinamente progresos continuos: desde las sencillas e ingenuas melodías
gregorianas (que a mi parecer o son tan ingenuas), hasta las grandiosas y magníficas obras de
arte…” (No. 3).

Pío XII es más extenso que su homónimo Pío X y en algunas partes confirma lo expuesto en el
Motu Proprio o lo amplia y detalla. En todo caso, un punto al que debemos prestar mucha
atención es el referente a la “música religiosa”. Pío XII hace una muy correcta diferencia entre la
“música sacra”, que sería el canto gregoriano y la polifonía, y la “música religiosa” o “popular”.
Esta música se interpretaba fuera del recinto eclesial, en lengua “vulgar”, con melodías sencillas y
fáciles de memorizar y que no se escapan de tener cierto aire folclórico y profano según su lugar
de origen. Se entiende con esto que estos cantos carecen de “arte y dignidad” para el culto
sagrado, pero Pío XII no los reprueba (y yo me sumo a su opinión). De hecho anota así:

“Para que estos cánticos produzcan fruto y provecho espiritual… es necesario que se ajusten
plenamente a la doctrina de la fe cristiana… que utilicen una lengua fácil y música sencilla (no sé si
también quiera decir ingenua)… y por último, aun siendo cortos y fáciles, presenten una cierta
dignidad y una cierta gravedad religiosa”. (No. 19).

La diferencia entre una y otra es notoria y aun así se nos exige que la música religiosa sea ‘música
digna’. Pío XII propone que este tipo de cantos se interprete en acciones no meramente litúrgicas,
es decir, menos serias: Procesiones, actos de piedad (Rosarios, Vía-Crucis, Novenas),
peregrinaciones, Congresos Eucarísticos, catequesis, Jornadas, etc. En cuanto a las Celebraciones
Litúrgicas: Misas, Oficio Divino, Celebración de Sacramentos, Liturgias de la Palabra, etc., nada
mejor que una verdadera Música Sacra llena de ‘arte y dignidad’.

Antes de pasar a los siguientes documentos me gustaría añadir algo más: Pío XII valora mucho la
instrucción y la formación litúrgica y musical de los fieles y es de admirar esta afirmación que
procede de su mano:

“… donde falten los medios o la habilidad competente es preferible abstenerse de tales intentos
(casi dice de perpetrar la música sacra) antes que producir una obra indigna del culto divino…”
(No. 18).

Ya en los últimos apartados hace un llamado a los pastores de la Iglesia en estos términos:
“Promoved y ayudad… los institutos píamente fundados para educar al pueblo (y yo añado a los
mismos pastores y religiosos), en la música sagrada para perfeccionar mucho más dicho arte…;
poseyendo excelentes y aptos profesores, podrán promover el conocimiento, amor y uso de
audiciones de música sacra y conciertos religiosos en armonía con las leyes eclesiásticas…” (No.
24).

Todo esto dicho en 1955, ¡y parece tan actual! Tenemos hasta aquí medio siglo XX…
(Continuará…)

Artículo publicado en www.clasicamexico.com, el 7 de julio de 2008.

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NOVIEMBRE 10, 2009


«El canto en la Iglesia» (Parte II)

“Cantate Dómino”

Por: Sor Beatriz Alceda Pérez, O.I.C.

“El canto en la Iglesia”

Parte II

Sor Filotea continuó su narración:

Durante los siglos XV, XVI, XVII y XVIII la música sacra fue de óptima calidad, verdaderas joyas del
arte, cuyos principales creadores eran monjes y clérigos que también eran grandes estudiosos y
científicos.

– ¿Qué pasó entonces en el siglo XIX?

– Comenzaron los abusos. Cantar en la liturgia era casi lo mismo que cantar en la ópera y más que
ceremonias religiosas parecían representaciones teatrales. Por eso, el Papa Pío X promulgó el
Motu Proprio en 1903.

– ¿Qué es el Motu Proprio? – preguntó Eleuterio

– Mira, el problema sobre la forma adecuada de cantar, sobre todo el canto llano fue muy
discutida y debatida durante la segunda mitad del siglo XIX. No había un consenso sobre el tema
debido a que no se cuentan con partituras originales del canto gregoriano, sino que cada región
había hecho su propia tradición en la forma de interpretar las obras. Esto, aunado al pensamiento
subjetivo de la época y a la misma falta de consenso en las formas interpretativas, dio como
resultado la reforma promulgada por San Pío X.

– Entonces, ¿podríamos decir que el Motu Proprio quiso dar fin a todas estas polémicas? –
preguntó Sigfrido.

– Sí, es la respuesta que el papa quiso dar ante el clamor general por todos los acontecimientos
que se iban sucediendo en torno a la música sagrada, sobre todo al canto Gregoriano – puntualizó
Sor Filotea.

– Pero… si no había partituras originales del Canto Gregoriano, ¿cómo es que tenemos el ‘Liber
Usualis’?- volvió a preguntar Sigfrido.

– ¿qué es el ‘Liber Usualis’! – interrumpió Eleuterio.

CB068241– El ‘Liber Usualis’ es un libro donde están recopilados la mayoría de las piezas del Canto
Gregoriano o mejor dicho Canto Eclesiástico Medieval. En cuanto a la falta de partituras originales
de este canto podemos decir que los monjes se dieron a la difícil tarea de gran parte de los
estudios de restauración y regeneración de la música pero aun entre ellos había diferentes
pensamientos y claves de interpretación.

– Hasta aquí todo va bien Filotea. Algo ya nos habías platicado, pero dime, ¿qué fue lo que pasó
después con el Concilio Vaticano II? – preguntó Sigfrido demostrando su pequeña erudición en el
tema.

– Aguanta un momento Filotea, – exclamó Eleuterio – ¿me regalas un flan de los que vi allá abajo?

– ¡Pero qué maleducada soy!, ahora mismo les ofrezco algo…

Después de traer unos flanes, galletas y rompope, Sor Filotea se sentó y reanudó su conversación:
– El Concilio Vaticano II se clausuró en 1965 y entre los documentos que se promulgaron está el
Sacrosanctum Concilium, donde se habla de la Liturgia y la Música Sacra pero…

En este punto de la charla Sor Filotea mudó su rostro y un deje de tristeza se asomó por sus ojos.

– ¿Pasa algo Filoteíta? – preguntó Eleuterio

– Pues lamento mucho la situación actual de la música sacra en la vida de la Iglesia…

– Por tu semblante me parece que no va del todo bien…

– Va del todo mal, Sigfrido. Se ha hecho una muy mala lectura de los documentos conciliares y
ahora hay más y peores abusos que los que había en tiempos del Papa San Pío X.

– ¿Como cuáles?

– Pues en primera ya no hay una preocupación por la correcta formación en la música sacra. Con
el pretexto de que la gente participe se han admitido cantos de muy baja calidad y se ha
desterrado casi del todo el canto gregoriano y la polifonía vocal. El documento Conciliar del que
les hablo dice todo lo contrario. Y para colmo, el órgano ha sido sustituido por un teclado en el
mejor de los casos o por un conjunto de guitarras que, aunque bien intencionadas, no tienen el
valor artístico ni la dignidad que se requiere para el culto y la alabanza a Dios. Además en los usos
“paganos” también se utilizan teclados y guitarras. Si yo voy a una misa con tal música,
obligadamente recordaré las fiestas de “bandas” y todas esas cosas. Mi mente y mi corazón en
vez de unirse a Dios se van bailar a no sé dónde.

Los chicos se quedaron casi mudos…

– ¡Rico el flan!, ¿verdad Sigfrido?

– ¡Anímate Filoteíta!, algo se podrá hacer, ¿o no?


– Pues… de un tiempo para acá se han organizado algunos seminarios, talleres, cursos y
encuentros donde se está dialogando ampliamente sobre esta situación tan deplorable de la
música sacra, pero parece casi imposible detener esta pandemia.

– ¡Filotea!, me pareces dramática

– ¿Dramática?, ¡Dramática es la situación!, y para colmo, tal parece que los organistas litúrgicos ya
somos una especie en extinción…

– Cambiemos de tema Filoteíta, si no te nos vas a poner más dramática todavía.

– Pues creo que Filotea lleva algo de razón, Eleuterio.

– Miren chicos, lo importante en esto es que por lo menos aquí, en este Monasterio, hacemos
nuestra pequeña y humilde aportación a la música sacra, para “gloria de Dios y provecho de
nuestras almas”, porque dice el salmo 46: “Quoniam Rex omnis terrae, Deus psalliter sapienter”
(“Porque Dios es el Rey de toda la tierra, cántenle sabiamente”), y de verdad que lo queremos
hacer “sabiamente”.

Y cambiando el tema, comenzaron a hablar del latín y el griego…

Blog publicado en sorfilotea.blogspot.com, el 19 de enero de 2009.

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AGOSTO 15, 2009

“El canto en la Iglesia” (Parte I)

“Cantate Dómino”

Por: Sor Beatriz Alceda Pérez, O.I.C.


“El canto en la Iglesia”

Parte I

DSC01846– Sor Teodora, ¿has visto a Sor Filotea?

– No, Sor Eustaquia, hace rato que no la veo por aquí. ¿Por qué no la buscas en el coro?

– Tienes razón; si no anda en la biblioteca, seguro anda en el órgano…

– ¡Espera!, ¡mira!, ¡allá viene!

– ¡Sor Filotea!, hace rato que te estoy buscando

– ¿Tan importante soy?, je, je, ¿en qué puedo ayudarte?

– ¡Graciosa!… tienes visita

– ¿Hoy?… y ¿quién es?

– Son tus amigos Eleuterio y Sigfrido

– ¡Qué bien!, ¿le has avisado ya a nuestra Madre?


– Sí. Dijo que vayas pronto. Ya tienen rato esperando.

– ¡¡¡Voy que vuelo!!!, ¡Dios te lo pague!… – y comenzó a bajar corriendo las escaleras.

– ¡Sor Filotea!, ¡espera!, están en la sala de arriba

– ¡Graaaciaaas!, ¡Dios te lo pague mil veces más! – y subió de nuevo corriendo.

– ¡De verdad que estás chiflada Sor Filotea!

Ya en la sala de visitas:

– ¡Hola!

– ¡Hola Filoteíta!, ¿cómo estás?

– Pues… aquí dicen que estoy bien chiflada…

– ¡Qué bien!, y ¿aparte de eso?

– Bien, muchachos, muy bien… siéntense.

La conversación giró en torno a varios temas hasta que comenzaron a charlar sobre la música
sacra:

– Pero, a ver Sor Filotea, ¿qué pasa con el canto en la Iglesia?

– ¡Puf!, ¡si supieras Eleuterio…! ¡la situación está crítica!


– ¿Tanto así? – exclamó Sigfrido.

– ¡Sí!…

– Explícate

– ¿Me dejan tomar el agua desde el pozo?

Santa Cecilia 01– Desde luego. Es un tema que siempre quisimos platicar contigo y por una u otra
cosa no se había presentado la ocasión.

– Miren, desde tiempos muy antiguos, ya en los primeros siglos del cristianismo, se acostumbraba
elevar himnos y cánticos a Dios, sobretodo en sus asambleas dominicales.

– Pero, ¿por qué cantaban?

– Porque con el canto se manifiestan sentimientos y emociones que las palabras no son capaces
de comunicar. Para el creyente es también algo así como un símbolo del canto interior del
corazón que une lo humano con lo divino.

– Y supongo que con el paso de los siglos se llegó al canto gregoriano – intervino Sigfrido.

– En realidad, el canto gregoriano tuvo sus orígenes en la música de las sinagogas hebreas. Se
basa en un sistema modal y fusiona en sí los diversos ritos y formas del canto eclesiástico de varias
regiones europeas.

– Y ¿por qué ya no se canta el canto gregoriano?

– Pues todavía a veces se canta Eleuterio. Pero te estás adelantando. Ten calma y te lo platico
todo.
– Tengo entendido que no había instrumentos en las antiguas celebraciones. ¿Tenía eso algún
significado? – éste fue Sigfrido.

– Más que significado, lo que querían era evitar toda referencia a usos y cultos paganos y los
instrumentos eran de uso pagano. Además la voz humana siempre se ha considerado como el
instrumento más digno y apropiado para alabar a Dios.

– ¡Bueno!, te has detenido ya bastante en la Edad Media… ¿podrías avanzar unos ocho siglos en tu
relato?

– Pero ¡sí que eres desesperado Eleuterio…! Está bien: vino la polifonía, el renacimiento, el
barroco, el clasicismo, el romanticismo, el Motu Proprio, el Concilio Vaticano II y colorín colorado…

– ¡No tanto así!, ¡te comiste lo más interesante!

– ¡Ja, ja!… Pues básicamente así sucedió… (Continuará…)

Blog publicado en sorfilotea.blogspot.com, el 19 de enero de 2009.

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JULIO 21, 2009

“Motu Proprio” de San Pío X (Parte I)

Syrigma

Por: Sor Beatriz Alceda Pérez, O.I.C.


“Motu Proprio” de San Pío X

(Parte I)

Había sido un ensayo pesado, pero el maestro Crisóstomo parecía contento y satisfecho con el
trabajo realizado. Hubo un receso y las monjas salieron a despejarse.

– ¡Sor Filotea!, el Ave María que estamos estudiando, ¿quién lo compuso?

– Un compositor llamado Jacob Arcadelt que vivió en el siglo XVI.

– Y el Ave María de Schubert, ¿no te gusta?, porque…, nunca lo hemos cantado en misa.

– Pues te diré Sor Escolástica, no es que no me guste, es por lo del Motu Proprio de Pío X.

– No recuerdo que diga algo sobre la pieza.

– No lo dice. En realidad lo que contiene, y que es realmente importante, son las


disposiciones sobre la música sagrada.

– Pero ya tiene más de un siglo que fue promulgada, – intervino Sor Jerónima -, me parece
que fue en 1903.

– Sí, y todavía son vigentes muchas de sus disposiciones y sólo algunas fueron reformadas por
el Concilio Vaticano II y por los Papas que vinieron después de ese acontecimiento. Pero en gran
parte, el documento permanece vigente.

La conversación pareció interesarles a las demás hermanas y estando ya reunidas en el salón


retomaron el tema.

– Sor Filotea, – se adelantó Sor Inesita a preguntar -, ¿qué es el Motu Proprio de Pío X?
escudo de armas Pio X– Se le llama Motu Proprio al documento en el cual la autoridad, en
este caso el Papa, comunica leyes y normas sobre alguna materia. Es diferente a una Bula o a una
Encíclica y su finalidad prácticamente es regular costumbres y usos… El Motu Proprio de Pío X
versa sobre la Música Sagrada. En ella primeramente expone la situación y el motivo del
documento y en su última parte se enumeran las disposiciones y normas. Esto tiene una historia
más complicada de lo que parece. Si les parece bien se las cuento.

A las monjas les venía bien que Sor Filotea se pusiera a platicar: todas descansarían del canto
mientras pasaban buenos momentos escuchándola. Además, sabían muy bien que cuando Sor
Filotea comenzaba a hablar no había poder humano que la hiciera callar.

– En el año 1562 se clausuró el Concilio de Trento, que como todas sabemos reformó y
estableció las formas de las celebraciones litúrgicas uniformes para todo el mundo católico. La
Liturgia de las Horas y la Misa tuvieron sus propios libros oficiales donde se unificaban todos los
rezos y oraciones así como las formas y usos de las celebraciones. Pío V decretó la publicación del
Breviario Romano y del Misal Romano. Más tarde, en 1577 Gregorio XIII ordenó la edición de un
libro de Canto Llano de la Iglesia Romana de forma que se alcanzara la misma meta que se había
alcanzado con la liturgia: la uniformidad, cosa que no se logró del todo, además de que no tenía el
peso normativo que el Breviario y el Misal.

– Pero si ya estaba regulado el canto, ¿qué fue lo que sucedió para que San Pío X promulgara
el Motu Proprio?, preguntó Sor Teodora.

– Conforme fue pasando el tiempo sabemos que las mentalidades van cambiando y el
progreso se va acelerando. Hacia el final del siglo XVIII toda Europa estaba impregnada de nuevas
visiones y posturas diferentes a los siglos anteriores. La objetividad, la razón, la claridad, que se
habían manifestado en el clasicismo ahora son sustituidas por la subjetividad, la sensibilidad, es
decir por el Romanticismo. En el ámbito musical se palpan perfectamente todos estos cambios: la
razón, las matemáticas, la objetividad es sustituida por piezas con mucha mayor expresión lírica y
personal, subjetiva y estética.

– O sea que los músicos se volvieron algo así como muy sentimentales ¿no?, interrumpió Sor
Bernarda.

– Exactamente, y la música sacra no se escapó de este influjo. En las celebraciones litúrgicas


era muy común escuchar ‘arias’ de
CB068241

ópera con la letra adaptada al culto sagrado.

– ¡Ah! ya entendí… Por eso, en las bodas tocan como canto de entrada la marcha nupcial de
Félix Mendelssohn.

– En efecto. Conforme fue pasando el tiempo los abusos iban en aumento. A pesar de que en
el siglo XIX algunos músicos, en su mayoría clérigos, buscaron retornar a las fuentes de la Edad
media para recuperar el Canto Llano, aun este mismo canto se había contaminado de los usos y
formas profanos… (Continuará…)

Artículo publicado en www.clasicamexico.com, en Febrero, 2008.

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JULIO 9, 2009

«Miguel Bernal Jiménez» (Parte II)

Syrigma

Por: Sor Beatriz Alceda Pérez, O.I.C.

«Miguel Bernal Jiménez»

(Parte II)
Uno de los aspectos más notables que no podemos dejar en el tintero es el esfuerzo que hizo
Miguel Bernal para que se cumplieran las disposiciones litúrgicas y musicales de la Iglesia católica
promulgadas en el Motu Proprio (1903) del Papa San Pío X, aunque para ello tuvo que superar
infinidad de obstáculos y dificultades y emprender acciones para la correcta formación de los
“Músicos de Iglesia” y la educación musical del pueblo con el fin de alentar su participación en los
actos litúrgicos. A mi juicio ésta es una de las aportaciones más importantes que nos dejó el
compositor (y que deberíamos retomar seriamente), aunque desafortunadamente, este trabajo
quedó truncado casi indefinidamente, por su repentina muerte, como ya habíamos comentado en
alguna ocasión.

DSC01702

Como muestra de este esfuerzo casi extenuante por difundir la correcta composición y ejecución
de la música sacra tenemos algunos artículos publicados por él como son “Nacionalismo y música
sagrada” y “La música sagrada y moderna” entre otros. También tenemos la publicación de
‘Catedral’, un libro para órgano o harmonio con piezas ‘quasi’ sencillas para le ejcución dentro de
las ceremonias litúrgicas. Miguel Bernal lo pensó como una colección de piezas que estuvieran al
alcance de cualquier organista medianamente preparado y en cualquier tipo de órgano o
harmonio de que se disponga. Es música específicamente litúrgica pero compuesta según los
cánones vigentes en su época, aunque con la huella propia del compositor. ¡Una verdadera joya
dentro de la música organística mexicana!

Promovió la ejecución del canto gregoriano conforme a la interpretación de Solesmes, la


fundación de escuelas de música sacra e invirtió gran parte de su tiempo a la investigación y
restauración de la música antigua de México. De hecho Miguel Bernal es considerado como uno
de los pioneros en el campo de la investigación y la musicología del período novohispano por los
hallazgos del Archivo musical del Colegio de Santa Rosa en Morelia, que como todos sabemos,
sería más tarde el Conservatorio de las Rosas.

Miguel Bernal no sólo fue un gran músico, buen conocedor de la liturgia de su tiempo y un
virtuoso en el órgano, sino que también fue poeta, gran amante de las artes y una persona con un
exquisito y fino sentido del humor, hombre hogareño y apasionadamente enamorado de su
esposa María Cristina. Entre sus muchos escritos hay uno que me es muy grato porque nos
recorre un poco el velo de su intimidad y nos revela la intensidad de su oración. Este “Salmo” lo
encontramos publicado en un cuadernillo de villancicos navideños publicados post-mortem, en
1995 por su esposa Ma. Cristina. Entresaco de allí algunas líneas de entre las cuales se haya la
frase que utiliza la maestra Lorena Díaz Núñez para el título de su libro sobre la vida de Miguel
Bernal J., y que yo también utilicé para una de las páginas de este blog:
“Señor he nacido para cantar tus alabanzas

o he vivido en tu casa como un jilguerillo.

Dejaste caer en mi alma un destello de tu hermosura

y me hiciste artista para que viviese enamorado de Ti…

… Por doquiera te escucho y te persigo,

amada Voz de la Belleza increada,

y voy en pos de Ti ‘como un eco lejano’ y torpe,

dulce y obediente.

En mi pecho arde un secreto anhelo, Señor,

que mi canto sea agradable a Ti y también a los hombres.


Tu dedo sabio y hermoso, omnipotente y compasivo

pulse graciosamente una cuerda de mi lira,

y los corazones humanos,

como débiles arbustos, se conmoverán…

Agíteme vanamente, por entre las sombras, mientras viva,

cante al silencio y a la soledad, mientras tenga voz;

pero, apenas haya muerto, del polvo de mis huesos levántese mi canto,

como una nubecilla que poco a poco crezca hasta envolver toda la tierra…

En el último día de los tiempos ésta será mi última alabanza,

la obra maestra que no pude crear.

Señor, te doy gracias por haber vivido,


te doy gracias por haberte amado”.

Es sólo una selección frases. El “Salmo” recorre nombres y momentos históricos de algunos de los
grandes de la música y de vez en vez Bernal J., mezcla su historia personal con sus propios
altibajos, sus incertidumbres y sus anhelos. Hay partes que, uno como músico, no puede dejar de
sentirse identificado con sus sentimientos y emociones. Les recomiendo leer el “Salmo” completo
que pueden encontrar el presente blog: «Como un eco lejano»
(https://lamusicasacra.wordpress.com/about/)… (Continuará…)

Artículo publicado en www.clasicamexico.com, el 11 de agosto de 2008.

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JULIO 4, 2009

Miguel Bernal Jiménez (Parte I)

Syrigma

Por: Sor Beatriz Alceda Pérez, O.I.C.

«Miguel Bernal Jiménez»

(Parte I)

Miguel Bernal 2El pasado 16 de febrero celebramos un aniversario más del nacimiento de un gran
músico y compositor mexicano que dedicó gran parte de su vida artística a la composición,
restauración y difusión de la música sacra. Es una de esas figuras que admiro mucho, tanto por su
excepcional musicalidad, como por su excelente formación litúrgica y su sensibilidad de lo
“Divino”. No quise dejar escapar esta ocasión de hablar aunque sea muy someramente de la vida
y obra sacra de Miguel Bernal Jiménez precisamente ahora que celebramos su natalicio. Así que
comenzamos nuestra aventura sacro-musical de esta ocasión.

Recordemos primeramente algunos aspectos importantes de su vida. Miguel Bernal Jiménez nació
en Morelia, Michoacán el 16 de febrero de 1910. A los siete años ya lo encontramos como niño
cantor de la Catedral de su ciudad. Gracias a una beca por parte del arzobispado de Morelia pudo
estudiar en Roma, en el Instituto Pontificio, donde obtuvo 3 maestrías: Canto Gregoriano,
Composición y Órgano, pero durante su estadía en la Ciudad Eterna pasó por muchas dificultades
económicas para poder terminar sus estudios. Concluida su formación musical regresó a Morelia,
en 1933 y a partir de entonces se dedicó de lleno a la música y asuntos relacionados con ella. De
hecho fue el primer organista litúrgico, perfectamente bien formado y preparado, de la Catedral
de su natal Morelia.

En 1940 contrajo matrimonio con María Cristina Macouzet con quien tuvo 11 hijos. Gracias a su
esposa, a algunos de sus hijos y a la maestra Lorena Díaz Núñez, musicóloga del CENIDIM podemos
contar con un archivo en el que están recopiladas y catalogadas la mayoría de sus obras. En 1944
formó el coro de los “Niños Cantores de Morelia” y en 1945 fundó, con 30 socios más, el
Conservatorio de las Rosas, igualmente en Morelia, Michoacán. También le debemos la fundación
de la revista sacro-musical “Schola Cantorum”, que al parecer ha sido la revista más longeva de
nuestro país. Escribió infinidad de artículos tanto para su revista como para otros medios de
comunicación. También realizó giras por Europa y América dirigiendo sus propias obras y
visitando lugares de importancia musical. En 1953 se trasladó a Nueva Orleáns, Estados Unidos,
con parte de su familia, donde impartió clases en la Universidad de Loyola y posteriormente fue
nombrado director de la Escuela de Música de dicha ciudad. También fue director del coro de la
Catedral de San Luis y del coro del Colegio del Sagrado Corazón y miembro del Comité Directivo de
la Orquesta sinfónica de Nueva Orleáns. Además, todavía se dio tiempo para mantener relaciones
estrechas con algunos sus contemporáneos, entre ellos Carlos Chávez, Manuel María Ponce,
Manuel Ponce Zavala, José Pablo Moncayo, Julián Carrillo, Jesús Estrada e Ignacio Mier Arriaga,
pero sobretodo para componer un gran cantidad de música, sobre todo sacra.

Entre sus más de 250 obras hasta hoy catalogadas podemos encontrar música vocal, música para
órgano, para piano, música para guitarra, para cuarteto de cuerdas, para conjunto de cámara,
conciertos, ballets, óperas, música incidental y un largo etcétera. Pero a pesar de su producción
tan extensa, la mayoría de nosotros lo ubicamos como el compositor del “Cuarteto Virreinal” que
es una sonata para cuerdas que tiene como tema principal la melodía mexicana popular de “La
víbora de la mar” en el primer movimiento y “Naranja dulce, limón partido” en el segundo… ¿la
recuerdan? También hemos escuchado en una de las estaciones radiofónicas de música de
concierto, en frecuencia modulada (Radio UNAM), el “Concertino para Órgano y orquesta”
utilizado como rúbrica para abrir y cerrar las transmisiones de cada día de dicha estación. A mi
parecer es una de las obras para órgano y orquesta mejor logradas de su tiempo, tomando en
cuenta que no hay mucho repertorio para esta dotación.

Continuará…

Artículo editado y publicado en www.clasicamexico.com, el 11 de agosto de 2008.


OCTUBRE 4, 2009

“El Ordinario de la Misa” (Parte II)

Syrigma

Por: Sor Beatriz Alceda Pérez, O.I.C.

“El Ordinario de la Misa”

Parte II

El caso del Gloria es diferente. El Gloria es un himno de alabanza que la Iglesia romana incorporó
a la misa desde tiempos inmemoriales. En realidad es una de las más antiguas piezas de la liturgia
(s. II) y fue concebida, al parecer, no para la misa sino para la conclusión de la oración matutina,
las Laudes. Primeramente lo incorporaron los obispos a la misa de Navidad, hacia el siglo VI, por
empezar con las palabras del cántico de los ángeles en Belén, y se extendió después a la Iglesia
universal. El Gloria es una obra maestra de la prosa lírica y es de todas las piezas del ordinario
junto con el Sanctus, la que reclama con más necesidad el canto, suponiendo por sí misma una
expresión musical. En la liturgia romana, parece que el Gloria generalmente ha sido cantado por
el coro de los clérigos rodeando el altar. En cuanto a la tradición musical, sucede lo mismo que
con el Kyrie, el Gloria fue también de los primeros cantos del ordinario que se nos han transmitido
polifónicamente y que adquirieron mayor importancia musical, como anotábamos más arriba. Por
ser un texto muy rico admite muchos contrastes musicales desde lo solemne y pomposo hasta lo
suplicante y expresivo.

CB023447En cuanto al Sanctus, aunque no lo parezca, es el canto principal de la mesa eucarística.


Siempre se le ha concebido como un canto colectivo de toda la asamblea presente, clérigos y
pueblo y sobrepasa a todas las demás piezas del Ordinario en dignidad e importancia. Su origen se
remonta a la herencia judía y su texto podemos encontrarlo casi íntegro en la Biblia, el libro de
Isaías 6, 3. Su primera inclusión en la Misa, testimoniada por Serapión, lo encontramos hacia el
siglo IV, pero seguramente ya desde mucho antes figuraba en la liturgia, probablemente desde el
siglo II. Muchas veces encontramos separado el Sanctus del Benedictus porque en la antigua
liturgia eran dos cantos separados y era la forma de ejecutarse, pero actualmente son dos
elementos enlazados de una misma pieza. Un dato que me resultó muy interesante fue que
precisamente con el Sanctus comenzaron a incluirse los instrumentos en la Misa, especialmente el
órgano que era considerado como un instrumento de uso pagano. El Sanctus es la pieza del
Ordinario que durante más tiempo ha ofrecido resistencia a la evolución neumática y a la
polifonía.

Para hablar un poco del Agnus Déi tomaré algunos textos del artículo antes mencionado. El ‘Agnus
Déi’ es la última de las partes del ordinario de la misa y su historia se remonta al siglo VII. Al
parecer el Papa Sergio I, de origen griego (687-701) quiso que el rito de la fracción del Pan fuera
acompañado con algún canto por parte del pueblo y por el clero conjuntamente. Aun así, hacia
finales del siglo VIII el Agnus Déi era cantado solamente por la Schola (es decir el coro) y a lo sumo
se le permitía al pueblo cantar las respuestas de cada una de las partes. Como la fracción del Pan
tenía una duración muy variada, durante ésta se cantaba el Agnus Déi las veces que fuera
necesaria hasta haber concluido el rito. Hacia el XI, se limitó a tres el número de invocaciones y
debido a las continuas alteraciones de la paz que sufrió ese siglo se cambió la respuesta de la
tercera invocación que decía “miserere nobis” por las palabras “dona nobis pacem” (danos la paz)
Exceptuando el Credo, el Agnus Déi fue la última de las aclamaciones incorporadas al común de la
misa. Con esto podemos deducir que las melodías gregorianas que se conservan actualmente son
en su mayoría entre los siglos XI y XVI. Al quedar establecidas el número de aclamaciones, las
melodías fueron adquiriendo diferentes y muy variadas formas de ejecución. Con el correr de los
siglos los músicos fueron haciendo uso de su imaginación y adaptaron el Agnus Déi y las demás
partes del Ordinario a muy variadas formas y estilos de composición

En general podemos encontrar todas estas piezas del Ordinario en las llamadas “Misas”
compuestas por infinidad de músicos. Solemos conocer gran parte de la Misa en Si menor de J. S.
Bach pero hay muchas otras que vale la pena mencionar. Primeramente tenemos una serie de
misas gregorianas que son de un valor inmenso tanto por su historia como por su hermosura.
Contamos con músicos del Renacimiento como Palestrina, Duarte Lobo, Hernando Franco y otros
más que compusieron Misas para diversas celebraciones Además por otro lado tenemos por
ejemplo la Misa de la Coronación de W. A. Mozart, que no sólo la escuchamos una que otra vez en
la radio o en conciertos, sino que se le ha utilizado alguna vez en la liturgia eucarística actual. Está
también la Misa de A. Vivaldi, la Misa a Santa Cecilia de F. J. Haydn, la Misa Solemnis en Re mayor
de L. v. Beethoven, la Misa Solemnis de César Franck, la Berliner Messe de Arvo Pärt, la Misa de
Leonard Bernstein y muchas otras más sin contar la cantidad casi innumerable de misas para
difuntos como el Requiem del ya mencionado W. A. Mozart, el Requiem de G. Fauré, el Requiem
de G. Verdi, etc., y las misas del canto gregoriano para difuntos. Gran cantidad de repertorio de
todas las épocas y para todos los gustos…

Artículo publicado en www.clasicamexico.com, el 22 de julio de 2009.


NOVIEMBRE 10, 2009

«La Musica Sacra y la Arquitectura» (Parte I)

Syrigma

Por Sor Beatriz Alceda, O.I.C.

«La Música Sacra y la Arquitectura»

Parte I

Hace algunos días, buscando un tema de qué escribir para Clásica México me topé con el escrito
de una conferencia que dio hace años el musicólogo, historiador e investigador José Antonio
Robles Cahero en un panel sobre ‘Poética en los Espacios Sagrados’. Debo confesar que cuando
esta conferencia llegó a mis manos le di una leída muy superficial centrando toda mi atención en
la segunda parte de la misma. Después la guardé. Toparme con ella fue uno de esos
redescubrimientos que lo hacen sentir a uno como si hubiera encontrado una joya guardada por
mucho tiempo. El título es: “Sonido, Silencio y Espacio: la Música Sacra y la Arquitectura”. No
pretendo hacer un resumen de esa larga intervención del Maestro Robles Cahero en el II Congreso
Arquidiocesano de Música pero sí quiero resaltar algunos puntos clave, sobre todo de la primera
parte del escrito, y apuntar unas cuantas opiniones.

claustro 2La conferencia está estructurada en dos partes aunque dudo que el Maestro Robles haya
tenido directamente esa intención. La primera parte versa sobre los recintos sagrados tanto en su
arquitectura particular como en su acústica; y la segunda parte, ya menos extensa, se va por las
vertientes de la música sacra, sus peculiaridades específicas dentro de la música de concierto y sus
avatares dentro de la historia hasta su actual decadencia. Nos vamos a centrar en la primera parte
dado que es la que más me llamó la atención y porque el análisis de la música que hace en la parte
segunda ya lo hemos abordado en otras ocasiones.

Cito a Robles Cahero: “Al entrar a un templo, ocurre una especie de milagro: pasamos del mundo
profano de nuestra existencia al mundo de lo sagrado, ingresamos al espacio y al tiempo de la
divinidad, transitamos del más acá al más allá… Incluso los no creyentes pueden llegar a sentir
algo distinto en un espacio sagrado, que los lleva a guardar silencio y a asumir una actitud
diferente a la que acostumbran en sus espacios cotidianos… La percepción espacial y temporal
que produce la experiencia de lo sagrado es creada, en cierta medida, por la arquitectura del
templo…”

iglesia de Santa ClotildeHay que recordar que, por lo menos en occidente, debemos al cristianismo
(sobre todo a la Iglesia Católica y en cierto modo a la Protestante) el florecimiento de la
arquitectura y de la música, además de la pintura y la escultura. No olvidemos que desde tiempos
inmemoriales estas disciplinas, junto con las matemáticas, eran estudiadas en conjunto, es decir,
alguien que sabía de música, también solía ser experto en matemáticas y en arquitectura y
viceversa. Así, encontramos que grandes arquitectos y constructores de Iglesias y Catedrales no
sólo tomaban en cuenta las dimensiones, el material y los recursos económicos disponibles, sino
que sabían medir las posibilidades acústicas que se podrían obtener usando este u otro material o
ajustando el tamaño de las bóvedas o del mismo recinto. Sus espacios eran diseñados para que la
música, al ejecutarse, cumpliera su función litúrgica y oracional entre los fieles. Con estos
conocimientos se construían grandes Iglesias, sumamente meditadas sobre todo para obtener un
efecto “místico” tanto en lo visual, lo sensorial y en este caso específico lo sonoro. De hecho, el
maestro Robles habla ampliamente y en detalle sobre la reverberación de los templos. La
reverberación es el efecto producido durante un breve tiempo y en el cual un sonido o grupo de
sonidos continúan escuchándose después que estos han dejado de emitirse. Esto puede durar en
promedio entre uno y ocho segundos dependiendo de la estructura del lugar. Podríamos pensar
que con la técnica moderna es posible medir la reverberación con exactitud pero hay datos
bastante bien fundados en que desde la Edad media y luego en el Renacimiento se tuvo en cuenta
todos estos efectos sonoros. Todo va a depender de la sagacidad del o los arquitectos…
(Continuará…)

Artículo publicado en http://www.clasicamexico.com


La Música Sacra en el siglo XX: “Gloria in excelsis Deo” o “Réquiem aeternam dona ei, Dómine
(Parte I)

Syrigma

Por: Sor Beatriz Alceda Pérez, O.I.C.

La Música Sacra en el siglo XX:

“Gloria in excelsis Deo” o “Réquiem aeternam dona ei, Dómine

(“Gloria a Dios en el cielo” o “Dale, Señor, el descanso eterno”).

Parte I de IV

El siglo XX fue un siglo de transformaciones musicales muy marcadas, sobre todo en lo que se
refiere a la música sacra, y no precisamente han sido las más favorables y afortunadas.

Hace algunas semanas acompañé a una de mis hermanas de Orden a visitar la Insigne Nacional
Basílica de Guadalupe y fue enorme la decepción que me llevé al escuchar la música que se
interpreta y se ejecuta en un recinto de tal magnitud e importancia como lo es la Basílica. Algo
parecido he podido apreciar también en la Catedral Metropolitana. No es mi intención emitir un
juicio que a primera vista parecería duro o arbitrario, ni tampoco considero este espacio como el
más indicado para abordar este tipo de controversias. De cualquier forma, en esta ocasión, y
motivada por dichas circunstancias, haremos un muy breve recorrido por algunos de los
documentos más significativos de la Iglesia Católica sobre la Música Sacra promulgados durante el
siglo XX, analizando o cuestionando nuestra actualidad. Lo haremos muy superficialmente, como
probando un poco de todo. En otra ocasión nos detendremos en algún documento en específico y
al final cada uno sacará sus propias conclusiones.

El primer documento que debemos citar es el Motu Proprio de San Pío X, promulgado en 1903. Ya
habíamos comentado algo de su contenido en otra ocasión, pero hoy quiero que nos fijemos
específicamente en los siguientes puntos:
Dice el No. 1 de los Principios Generales:

“Como parte integrante de la Liturgia Solemne, la música sagrada tiene a su mismo fin, el cual
consiste en la gloria de Dios y en la santificación y edificación de los fieles”.

Hasta aquí parece que todo va bien. Sin embargo, en el No. 2 dice:

“Por consiguiente, la música sagrada debe tener en grado eminente las cualidades propias de la
liturgia… la santidad y la bondad de las formas, de donde nace espontáneo otro carácter suyo: la
universalidad”.

Ya aquí comienzan las dificultades. Muchos de nosotros hemos podido constatar que, en la
actualidad, la música en las Iglesias no siempre tiene esas características y esto debido a factores
que diremos más adelante. El documento toca varios temas: géneros de música sagrada, texto
litúrgico, formas de composición, cantores, órgano e instrumentos, etc. Antes de pasar al
siguiente documento cito este párrafo que en lo particular me llama mucho la atención:

“Procúrese que el pueblo vuelva a adquirir la costumbre de usar el canto gregoriano para que los
fieles tomen de nuevo parte más activa en el oficio litúrgico como solían antiguamente”.

Pero, ¿cómo hacemos cantar la gente si ni los sacerdotes ni las monjitas lo han estudiado y aun en
ocasiones lo desdeñan?… Sin comentarios.

Pasamos al siguiente documento. Este es una carta: Encíclica de Pío XII, Musicae Sacrae, que se
publicó en 1955 (8 años antes del Concilio Vaticano II). El Pontífice, después de los saludos de
rigor y una larga introducción en la que hace un recorrido por la historia de la música sacra, afirma
lo siguiente:
“Por impulso, y bajo los auspicios de la Iglesia, la ordenación de la música sagrada ha recorrido, en
el decurso de los siglos, un largo camino, en el cual, aunque no sin lentitud y dificultad en muchos
casos, ha realizado paulatinamente progresos continuos: desde las sencillas e ingenuas melodías
gregorianas (que a mi parecer o son tan ingenuas), hasta las grandiosas y magníficas obras de
arte…” (No. 3).

Pío XII es más extenso que su homónimo Pío X y en algunas partes confirma lo expuesto en el
Motu Proprio o lo amplia y detalla. En todo caso, un punto al que debemos prestar mucha
atención es el referente a la “música religiosa”. Pío XII hace una muy correcta diferencia entre la
“música sacra”, que sería el canto gregoriano y la polifonía, y la “música religiosa” o “popular”.
Esta música se interpretaba fuera del recinto eclesial, en lengua “vulgar”, con melodías sencillas y
fáciles de memorizar y que no se escapan de tener cierto aire folclórico y profano según su lugar
de origen. Se entiende con esto que estos cantos carecen de “arte y dignidad” para el culto
sagrado, pero Pío XII no los reprueba (y yo me sumo a su opinión). De hecho anota así:

“Para que estos cánticos produzcan fruto y provecho espiritual… es necesario que se ajusten
plenamente a la doctrina de la fe cristiana… que utilicen una lengua fácil y música sencilla (no sé si
también quiera decir ingenua)… y por último, aun siendo cortos y fáciles, presenten una cierta
dignidad y una cierta gravedad religiosa”. (No. 19).

La diferencia entre una y otra es notoria y aun así se nos exige que la música religiosa sea ‘música
digna’. Pío XII propone que este tipo de cantos se interprete en acciones no meramente litúrgicas,
es decir, menos serias: Procesiones, actos de piedad (Rosarios, Vía-Crucis, Novenas),
peregrinaciones, Congresos Eucarísticos, catequesis, Jornadas, etc. En cuanto a las Celebraciones
Litúrgicas: Misas, Oficio Divino, Celebración de Sacramentos, Liturgias de la Palabra, etc., nada
mejor que una verdadera Música Sacra llena de ‘arte y dignidad’.

Antes de pasar a los siguientes documentos me gustaría añadir algo más: Pío XII valora mucho la
instrucción y la formación litúrgica y musical de los fieles y es de admirar esta afirmación que
procede de su mano:

“… donde falten los medios o la habilidad competente es preferible abstenerse de tales intentos
(casi dice de perpetrar la música sacra) antes que producir una obra indigna del culto divino…”
(No. 18).

Ya en los últimos apartados hace un llamado a los pastores de la Iglesia en estos términos:
“Promoved y ayudad… los institutos píamente fundados para educar al pueblo (y yo añado a los
mismos pastores y religiosos), en la música sagrada para perfeccionar mucho más dicho arte…;
poseyendo excelentes y aptos profesores, podrán promover el conocimiento, amor y uso de
audiciones de música sacra y conciertos religiosos en armonía con las leyes eclesiásticas…” (No.
24).

Todo esto dicho en 1955, ¡y parece tan actual! Tenemos hasta aquí medio siglo XX…
(Continuará…)

Artículo publicado en www.clasicamexico.com, el 7 de julio de 2008.


DICIEMBRE 16, 2009

«La Música Sacra en el siglo XX: “Gloria in excelsis Deo» o «Réquiem aeternam dona ei, Dómine»
Parte II de IV

Syrigma

Por: Sor Beatriz Alceda Pérez, O.I.C.

La Música Sacra en el siglo XX:

“Gloria in excelsis Deo” o “Réquiem aeternam dona ei, Dómine

(“Gloria a Dios en el cielo” o “Dale, Señor, el descanso eterno”)

Parte II de IV

En 1962 se inauguró, con el Papa Juan XXIII el Concilio Vaticano II. Fue un acontecimiento de suma
importancia para la vida de la Iglesia y un parte aguas en lo que se refiere a la liturgia y la música.
Se buscaba la renovación. Entre los documentos que se promulgaron como resultado de dicho
Concilio tenemos la “Constitución Sacrosanctum Concilium” sobre la Sagrada Liturgia, aprobada
por el Papa Paulo VI en 1963. El capítulo VI está dedicado exclusivamente a la Música Sacra. Este
documento ratifica lo antes ordenado por San Pío X y por Pío XII y de nuevo se hace una insistente
llamada a una seria formación musical en todos los seminarios y casas religiosas (Art. 115). En el
Art. 116 volvemos a encontrar el canto gregoriano como propio de la liturgia y dice que “hay que
darle el primer lugar en las acciones litúrgicas”. También se hace mención de la Polifonía y la
vigencia del uso del latín (Art. 113) como propio de la Iglesia: no dice que se destierre, ni tampoco
que se imponga, simplemente es la lengua oficial de la Iglesia y su uso depende de los obispos de
cada lugar.

Y aquí llegamos a un punto especialmente difícil. El artículo 118 habla sobre el “canto religioso
popular” (lo que anteriormente llamábamos como “música religiosa”) y permite que se interprete
en las acciones litúrgicas como Misas, Sacramentos, Oficio Divino, siempre y cuando se haga “de
acuerdo con las normas y prescripciones de las rúbricas” para que todo el pueblo participe.
Entiéndase las “normas y prescripciones” referentes a lo antes dicho de “arte y dignidad”. A partir
de este momento, a mi juicio, empezó el fuerte declive de la música sacra en la Iglesia.
Desafortunadamente se ha hecho una muy mala lectura de este artículo y con el pretexto de
fomentar la participación del pueblo y facilitarles esta participación, se han introducido “cantos”
de muy mala calidad que carecen de “arte y dignidad” y, unos más otros menos, hacen eco de la
música profana popular, reprobada por Pío X desde 1903. Esto tiene su raíz básicamente en la
formación. Desde hace muchos años se ha prescindido de la verdadera formación musical en los
seminarios y las casas religiosas. Se ha descuidado mucho este punto formativo y
desgraciadamente se deja todo a la “buena voluntad”. Los rectores y superiores se han
conformado con que haya alguien que toque y cante de ‘oído’. Yo me pregunto: en 10 años,
cuando ese seminarista, religioso o religiosa de muy buena voluntad, que toca y canta de oído,
esté al frente de una parroquia o de un grupo de fieles, ¿cuál será el lugar de la música sacra en las
acciones litúrgicas?, ¿cómo las organizará en lo que se refiere a este punto específico?, ¿a qué le
dará más importancia si la Misa es el culmen de la vida de la Iglesia y la música no es un añadido
sino una parte constitutiva de la celebración? … de nuevo sin comentarios.

Y todavía más. Desafortunadamente me he topado con quienes desdeñan el uso del latín y en
consecuencia el canto gregoriano y la polifonía. Hasta he llegado a escuchar frases como estas:

– Madre Beatriz, ¿para qué cantan eso que la gente ni les entiende?

o bien esta otra:

– Madre, por favor toque algo que la gente se sepa y puedan seguirla.

y todavía peor:

– ¡Oiga!, ¿qué no ha leído usted los documentos del Concilio Vaticano II?, ¡allí dice que ya no se
cante en latín! (¿será?).

Y me queda otra inquietud. Durante siglos el pueblo cantó fervorosamente todo tipo de melodías
gregorianas. Todo fiel cristiano sabía entonar un Kyrie o un Agnus Dei; sabían de memoria los
himnos para cada fiesta además de las secuencias y otros cantos. Después de una milenaria
tradición sacro-musical, ¿podrá pensarse que el pueblo en la actualidad no es capaz de escuchar
una melodía y con letra (y traducción) en mano (trabajo que les toca a los responsables), pueda
cantarla y participar así activamente? Yo he comprobado que sí se puede, sólo es falta de
formación y mala lectura conciliar.
Tenemos todavía dos documentos que podemos citar aunque sea brevemente: Musicam Sacram,
instrucción aprobada por el Papa Pablo VI en 1967 y el “Quirógrafo” de Juan Pablo II” con ocasión
del centenario del Motu Proprio de San Pío X. Del primer documento podemos entresacar lo
siguiente:

“Música Sacra es aquella que, compuesta para la celebración del culto divino, está dotada de
‘santidad y excelencia de formas’. El nombre de música sacra comprende el canto gregoriano, la
polifonía antigua y moderna en sus diversos géneros, la música sacra para órgano y otros
instrumentos admitidos y el canto popular sagrado, es decir litúrgico y religioso”. (No. 4, a y b).

¿Hará falta subrayar con doble raya lo de “que está dotada de santidad y excelencia de formas”?…
En este apartado encontramos al “canto popular sagrado” como parte constitutiva de la liturgia.
Tenemos en el No. 9 lo siguiente:

“… la Iglesia no excluye de las acciones litúrgicas ningún género musical, siempre que responda al
espíritu de la acción litúrgica y a la naturaleza de cada parte y no impida la conveniente
participación activa del pueblo”. Y más adelante: “Cuando hay posibilidad de hacerlos
debidamente, son deseables la forma más perfecta del canto y el despliegue más solemne de la
ceremonia, pero estarían en contra de la verdadera solemnidad litúrgica si llevaran a omitir, a
camiar o a cumplir indebidamente algunos de sus elementos…” (No. 11).

Y por esta línea quiero hacer énfasis en este otro punto:

“Evítese, cuidadosamente, que, bajo la apariencia de solemnidad, se introduzca en la celebración


algo meramente profano o menos conveniente al culto divino…” (No. 13). No lo digo yo, lo dice el
magisterio de la Iglesia.

Esta instrucción, “Musicam Sacram”, podemos considerarla como el documento más importante
después de la Constitución Sacrosanctum Concilium y la que actualmente rige las normas de la
música en la liturgia romana de la Iglesia. Su contenido no es menos extenso que los promulgados
por Pío X y Pío XII y los temas que aborda son los mismos pero aplicados al contexto de la Iglesia
actual (actualidad desde 1967): Participación de los fieles, importancia de la Schola Cantorum,
Formación musical de todos, normas para los cantos de la Misa y el Oficio Divino, lengua que se
debe usar, normas para la correcta elaboración de los cantos en lengua vernácula, música
instrumental, etc. En otra ocasión nos detendremos detalladamente en alguno de sus apartados.
Sólo me queda citar, y con esto termino, unos párrafos del “Quirógrafo” de Juan Pablo II. Este
pequeño documento versa sobre la música sacra a 100 años del Motu Proprio de San Pío X. Nada
nuevo que no se haya dicho:

“No puede haber música destinada a la celebración de los ritos sagrados que no sea antes ‘arte
verdadero’…”. (No. 5). “Así, pues, el aspecto musical de las celebraciones litúrgicas no puede
dejarse ni a la improvisación ni al arbitrio de las personas sino que debe encomendarse a una
dirección bien concertada…” (No. 8), dicho por el mismísimo Juan Pablo II. “Por tanto, también en
este campo, urge (el subrayado es mío) promover una sólida formación tanto de los Pastores
como de los fieles laicos” (No. 9). ¿Qué les parece?

El último punto que voy a citar de este documento es igual al primero y sirva éste para resumir
todas mis inquietudes sacro-musicales:

“Es necesario una renovada y profunda consideración de los principios en que deben basarse la
formación y la difusión de un repertorio de calidad. Sólo así se podrá permitir a la expresión
musical servir de manera apropiada a su fin último que es ‘la gloria de Dios y la santificación de los
fieles” (No. 12).

Amén (¡que así sea!).

Como complemento a estas primeras dos partes sobre la música sacra en el siglo XX les sugiero
consultar, en este mismo espacio, la página titulada «Anarquía en la Música Sacra»

Artículo publicado en www.clasicamexico.com, el 7 de julio de 2008.

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