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Capítulo Uno
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muy pálido y sudoroso. Uno de los paisanos
El café de Pinkie' Blues no era precisa- dejó un momento su baraja de manos para
mente el mejor de toda la ciudad de San Anto- sonreírle de soslayo:
nio, y sus hamburguesas siempre le sentaban ¡Espero que no sea nada contagioso, ami-
pesadas por la noche. Tampoco es que Pinkie' go! dijo con sorna.
Blues les quedase cerca de la oficina de ¡Calla la puta boca! gritó el tipo de
bomberos, ni siquiera de sus casas. Pero él y repente.
Marck debían de ser la jodida clientela más Todos en el local quedaron en completo
estable de la cafetería. Todas las noches, silencio. Dawson casi podía escuchar el so-
después de salir de su turno de trabajo, iban nido de las bombillas en el techo chisporro-
directos a Pinkie' Blues a gastar las horas tear por los cambios de tensión en la elec-
antes de volver a casa. Dawson no tenía a tricidad.
nadie que le esperase al salir de currar Perdonar volvió a disculparlo el de
desde que Vicky se marchó, y Marck sólo bus- gafas, no está bien.
caba excusas para ver a la guapa y encan- El paisano pareció querer decirles que
tadora camarera de la cafetería. Se llamaba eso de que no estaba bien se le notaba a le-
Amanda, tenía unos hermosos ojos oscuros y guas, pero de la cabeza. Pero sabiamente eli-
una sonrisa radiante. A pesar de trabajar gió seguir con la partida de póker.
todas las noches en aquel antro, nunca se Los dos forasteros comenzaron a pelear en
despegaba de su buen humor y siempre les bajo sobre las acciones del otro.
invitaba a una cervecita a los dos bomberos. ¡Trata de contenerte!
«¡Qué cojones!» pensó Dawson, «Venimos aquí Eso...eso trato... Agh, cada vez estoy peor.
cada puta noche, si no se da cuenta que es Pronto llegaremos a la sede y buscarán
por Marck, al menos lo compensa con el una soluciónse les podía oír desde la mesa
trato». de Dawson.
La cafetería solía tener siempre la misma ¡Aquí tienes! interrumpió Amanda.
asiduidad; James (el borracho en la esquina), Huevos con arroz y salchichas.
los tres paisanos jugando al póker, Marck y Cuando colocó el plato en la mesa, el tipo
el mismo Dawson. Por eso, cuando la campa- enfermo pareció marearse. Se apretó con más
nita de la entrada tintineó con la puerta, fuerza la cabeza y cerró los ojos, apartán-
todos giraron a ver a los nuevos clientes. dose del plato con violencia.
Eran dos hombres con cara de haber reci- Señor, ¿qué le ocurre?
bido la peor paliza de sus vidas. No se les El de gafas se levantó para socorrerlo, y
veía heridas físicas, pero un aura trágica éste hizo un barrido con su brazo que empujó
los envolvía. Era casi contagioso. Uno de hacia al suelo con una violencia brutal
ellos era moreno, con gafas y una chaqueta tanto a su compañero como a Amanda.
de cuero marrón con piel de borrego. El otro, ¡No me toquéis!
de constitución atlética y gabardina, tenía Marck enseguida se puso en pie.
cara de estar enfermo. Lo que sucedió a continuación fue cues-
«Deben de estar de paso» tión de segundos, pero Dawson sintió que el
Dawson se volvió en su silla hacia Marck tiempo comenzó a transcurrir extraordina-
cuando los nuevos tomaron tímidamente un riamente lento.
asiento en una esquina. Pudo ver como las bombillas estallaban en
Amanda fue a saludarles y ofrecerles café mil cristales por la presión eléctrica, y
y la carta. El de gafas pidió un plato para como las persianas comenzaron a vibrar
comer, el de la gabardina se llevó las manos salvajemente. El ambiente se intoxicó de una
a la cabeza, frunciendo el ceño: ponzoñosa esencia, repugnante y asfixiante.
¿Po... podías bajar el sonido de la radio? Marck agarró al tipo enfermo por el cue-
Me va a reventar la cabeza suplicó. llo de la camisa, seguramente para lanzarlo
En la radio sonaba una canción de música fuera de la cafetería. Pero cuando el tipo
pop, un nuevo artista guaperas que se dedi- levantó su cabeza, la mitad de parte izquier-
caba a llorar con su guitarra. No era la me- da estaba hinchada y deformada, con pústu-
jor canción del mundo, pero el volumen pare- las y furúnculos estallando en un pus ne-
cía aceptable. El de las gafas disculpó a su gro. El líquido salió disparado hacia delan-
compañero: te, dándole en toda la cara de Marck.
Tiene cefalea, está algo enfermo. Marck lo soltó de inmediato, y comenzó a
Amanda sonrió con amabilidad y bajó el gritar mientras caía al suelo y trataba de
volumen de inmediato, y después se metió en zafarse de aquella cosa viscosa y negra.
la cocina detrás de la barra. La verdad era Dawson corrió a ayudarlo y cuando se
que el tipo cada vez tenía peor pinta, estaba arrodi-lló a su lado, vio que el pus le

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estaba corroyendo la piel como si fuese áci- Dawson no tuvo tiempo para pensar: cogió
do., Un humo negro salía de la carne quemada un taburete y lo estampó contra el cristal
y la corrosiva sustancia se extendía por to- que protegía el hacha antincendios. Se ha-
da la cabeza. cercó a Amanda con el arma. Ella, casi
¡No lo toques! gritó el gafas, mientras catatónica por el dolor, lo miró directa-
Marck y el tipo seguían gritando y retor- mente a los ojos y extendió su putrefacto
ciéndose en espasmos. ¡Creo que es Corrup- brazo colocándolo en el suelo y asintió a
tela, te contagiará! Dawson entre gritos. Dawson levantó el ha-
¿Qué? era la primera vez que oía ha- cha, tragó saliva, y dejó caer con todas sus
blar de una enfermedad así. fuerzas el filo en la parte superior del
Cuando volvió su atención hacia Marck, el brazo de Amanda, donde la corrosión aún no
líquido negro había consumido su cara, hun- había llegado. De un sólo tajo le apuntó el
diéndola bajo el cráneo. Había dejado de gri- brazo y la otra mitad se consumió en el sue-
tar. Dawson tuvo que hacer esfuerzo por no lo hasta evaporarse. Sin perder tiempo, Daw-
vomitar. «¡¿Qué coño está pasando?!» son arrastró a la chica hasta detrás de la
El tipo enfermo siguió gritando, y su cuer- barra, donde le hizo un improvisado torni-
po, convulsionando, comenzó a retorcerse en quete para pararle la hemorragia. Amanda
extrañas formas grotescas, deformándose, comenzaba a desmayarse, quizás por la falta
hinchándose hasta rasgar la ropa. Más pús- de sangre, el dolor o la impresión.
tulas comenzaron a brotarle, creciendo has- Aguanta, Amanda.
ta explotarles. Nuevos disparos de aquel pus Alzó la cabeza por el mostrador y observó
negruzco salieron volando en varias direc- la escena: El de gafas estaba enzarzado en
ciones bajo los gritos de terror de los pre- una lucha con la criatura ¡Era una locura!
sentes. Dawson rodó por el suelo, esquivando Haces de luz y fuego se intercambiaban con
un chorro que cayó a pocos centímetros de mordiscos y zarpazos. La enorme bestia
él en las baldosas multicolor. Al entrar en bloqueaba el camino hacia la puerta. Dawson
contacto con el suelo, un humo oscuro comen- confiaba en poder esquivarlos y huir, pero
zó a salir, quemándolo todo. con Amanda en ese estado sería imposible. No
Amanda y un paisano gritaron de agonía pensaba dejarla tirada.
cuando el corrosivo líquido les golpeó. Dawson, mira.
Amanda veía con horror como la piel de su Dawson sonrió.
brazo se iba desintegrando, dejando los hue- El de gafas volvió a lanzar otro haz de
sos al aire y extendiéndose por la extre- luz sobre la criatura y ésta cargó hacia él.
midad. Esta vez, aquella barrera invisible pareció
Los dos paisanos que quedaban salieron estallar como cristales de luz y la garra
corriendo del local, dejando a su amigo muer- de la criatura atravesó la carne del de
to en el suelo con un agujero en el tórax. gafas. Éste cayó al suelo, ensangrentado. Con
El desconocido con gafas, que había estado fuerza ignoró el dolor y siguió conjurando
murmurando palabras extrañas, juntó los de- un salmo mientras hacía gestos de poder con
dos índice y anular entre sí con las palmas una mano y con la otra se agarraba la
hacia fuera y un haz de luz salió disparado herida. La criatura avanzó lentamente hacia
hacia su compañero, quién chilló expulsando él, con su lengua relamiéndose los dientes.
un sonido agudo, inhumano y molesto que Entonces un disparó se oyó detrás de la
resonaba en los tímpanos. criatura y ésta chilló. Se giró y vio a Daw-
El enfermo, si es que aún se le podía son detrás de la barra con una escopeta.
llamar así, arrancó carrera hacia el de ga- ¡Esto es por Marck, hijo de puta!
fas. Su cuerpo se había multiplicado dos ve- El bombero recargó el arma y volvió a
ces su tamaño, convirtiéndose en una extra- disparar. Una vez y otra, mientras Amanda le
ña criatura. Tenía una enorme boca que le iba pasando los cartuchos.
rasgaba la cara hasta las orejas, llena de Ensangrentada y herida, la criatura se
filas de dientes, como si fuese la boca de un dirigió hacia ellos, cuando el de gafas ter-
tiburón. Retazos de su gabardina colgaban minó su conjuro y una enorme columna de fue-
por su pellejo y de su espalda unas extrañas go azul estalló encima del monstruo, que en-
púas comenzaban a salir. Con sus enormes tre gritos y alaridos, rodó por el suelo
brazos quitinosos golpeó al de gafas, pero prendió en llamas hasta carbonizarse.
una barrera invisible protegió al hombre. La Dawson miró al de gafas, y éste asintió
criatura graznó furiosa y comenzó a gol- agradecido con la mirada.
pear la barrera invisible, que centellaba De fondo se oía el sonido de las sirenas
sutilmente con cada arremetida. de la policía, acercándose a la cafetería con
velocidad.

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Los relatos se usan para mejorar, ambien-
tar y describir el mundo de Brujería. Esta
fuente indica que se está leyendo un mate-
rial de ficción.

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Capítulo Dos
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Capítulo Tres
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Capítulo Cuatro
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