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Módulo 2 | Espacio arquitectónico | Lectura

PROYECTAR UN EDIFICIO: OCHO LECCIONES DE ARQUITECTURA


Ludovico Quaroni*

El término “espacio” interesa, dentro de los límites de esta nota, solo en su aceptación
arquitectónica; ésta delimitación de campo sin embargo no es ciertamente suficiente
para introducir claridad y determinación en la definición del término, precisamente
orque, como veremos, sobre esta definición se resumen las contrastantes y complejas
posiciones de la crítica arquitectónica y artística en general.
Poniendo un ejemplo histórico, si el espacio arquitectónico y artístico de la época
clásica se caracterizó por la discontinuidad y por la relimitación (véanse Riegi,
Panofsky, etc.), también la filosofía de la ciencia clásica (véanse las concepcioes físicas
y geográficas de Platón y Aristóteles) se basaba en la discontinuidad y en la
delimitación; además el conocimiento de todas las prácticas religiosas y mágicas ligadas
a la delimitación del espacio llevan a considerar que, también en la actividad práctica de
la apropiación humana del territorio, discontinuidad y delimitación fueron las categorías
fundamentales.
El hombre no solo percibe con los sentidos (es decir, pasivamente), sino que también
(activamente) quiere; y por ello aspira a conformar el mundo tal como si lo desea (y de
distinto modo, de pueblo a pueblo, de lugar a lugar, de tiempo a tiempo). Esta voluntad
se engloba en lo que llamamos “visión o concepción del mundo” (en el más amplio
sentido de la palabra): En la religión, en la filosofía, en la ciencia y hasta en el Estado y
el derecho; y entonces una de las expresiones de la que ya hemos hablado domina sobre
las demás.
Ahora bien, entre la voluntad de representar los objetos del modo más agradable posible
por medio del arte figurativo y la que tiende a representarlos de la manera
correspondiente al propio deseo, existe, evidentemente, una íntima relación que se
puede seguir paso a paso en la historia de la antigüedad.
Erwin Panofsky, en su obra “La perspectiva como forma simbólica” (Berlín, 1927;
Barcelona 1973) parte del análisis de la estructura del espacio perspectívico renacentista
(por lo tanto de un análisis rigurosamente específico) para llegar a poner de relieve la
profunda conexión de las características específicas que definen el espacio en
perspectívico (unidad, infinitud, continuidad, etc.) con la ideología global del
Renacimiento. No es casual que Panofsky defina a la perspectiva como “forma
simbólica” recogiendo un concepto de Cassirer.

Espacio arquitectónico y espacio físico

Para entrar en la definición del concepto de espacio arquitectónico empezamos por la


conocida definición de Nikolaus Pevsner en “Storia dell´architettura europea” (Bari,
Laterza, 1963): “Un cobertizo para guardar bicicletas es un edificio. La catedral de
Lincoln es una obra de arquitectura. Todas o casi todas las estructuras que delimitan un
espacio de medida suficiente para que se mueva un ser humano son un edificio; el

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término de arquitectura sólo se aplica a edificios concebidos con vista a un efecto
estético”.
Un edificio puede provocar sensaciones estéticas de tres maneras:
1. Pueden ser producidas por el tratamiento de la superficie, por las
proprciones de las ventanas por las relaciones de los vacíos con los llenos y
de una planta con otra, y por la ornamentación, como las cornisas góticas
del Trecento o las guirnaldas de frutos y hojas de un pórtico de Wren;
2. Es estéticamente significativo el tratamiento exterior de un edificio en su
conjunto, su contraste de bloque contra bloque, el efecto de un tejado en
pendiente o plano, o de una cúpula, la parte trasera de las salientes y
entrantes.
3. El efecto en nuestros sentidos del tratamiento del interior, la sucesión de los
ambientes, el ensanchamiento de una nave en el crucero, el movimiento
majestuoso de una escalinata barroca.
La primera de estas maneras es en dos dimensiones: Es la manera propia del pintor. La
segunda es en tres dimensiones, y como trata al edificio como un volumen, como una
unidad plástica, es la manera del escultor. La tercera manera también es en tres
dimensiones, pero se refiere al espacio: Más que las anteriores es propia del arquitecto.
Lo que distingue la arquitectura de la pintura y de la escultura es su característica
espacialidad. En este campo, y sólo en este campo, ningún otro artista puede emular al
arquitecto. Por lo tanto, la historia de la arquitectura es, ante todo, historia del hombre
que modela al espacio, y el historiador debe situar siempre los problemas espaciales en
primer plano.
La definición la recoge también Bruno Zevi en “Saper vedere l´architettura” (Torino,
Einaiudi, 1949). “La pintura actúa en dos dimensiones, aunque pueda sugerir tres o
cuatro. La escultura actún en tres dimensiones, pero el hombre se queda en el exterior,
separado, y mira desde fuera las tres dimensiones. En cambio la arquitectura es como
una gran escultura excavada en cuyo interior el hombre penetra y camina”.
Es evidente que un enfoque de este tipo, válido por su sencillez y esquematismo en el
plano didáctico y divulgativo, en realidad es notablemente limitado, principalmente
porque aún liga, como es justo que así sea, el concepto de espacio al de “habitabilidad”
o disfrutabilidad, vincula de forma demasiado rígida el concepto de espacio al de
espacio interior.
Estos criterios, paralelamente a Brandi, recogiendo y desarrollando las propuestas de la
Escuela de Viena y del Warburg, y en conexión con las investigaciones de carácter
semiológico, abordan el sistema del espacio distinguido antes que nada espacio
arquitectónico (como espacio virtual o significativo) del físico, en oposición a las
definiciones de Zevi y Pevsner.
Véanse, por ejemplo, Emilio Garrono, “Progretto de semiótica” (Bari, Laterza, 1972):
“Y sin embargo un espacio semiológico (el espacio como significado) no puede dejar de
ser más que espacio virtual; el espacio nunca es un dato en bruto (interior o exterior,
vacío o lleno, practicable o no), ni una porción del espacio recortada con expedientes
técnicos puramente instrumentales e inesenciales, sino que es precisamente espacio,
representado, o lo que es lo mismo, formado según esquemas y procedimientos”.
Gyorgy Kepes, (“Linguaggio della visione”, Chicago, 1944; Buenos Aires, Infinito,
1976): “Al mirar un paisaje, la gente que pasa por la calle, o cualquier objeto (desde el
momento que en el campo visual no tiene límites definidos), podemos dar de las cosas
que vemos, y de su posición y extensión, sólo una interpretación espacial basada en
nuestra propia situación en el espacio. Valoramos la posición, la dirección y la

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separación de los objetos vistos refiriéndolos a nosotros mismos. Calculamos sus
distintos lados, superior, inferior, derecho, izquierdo, anterior, posterior y los
organizamos en un solo sistema físico cuyo centro es nuestro cuerpo, identificándolo
con las principales direcciones en el espacio. Los ejes horizontal y vertical, centrados en
nosotros, constituyen el fondo contra el que se interpretan las diferencias ópticas. Si el
observador mueve la cabeza o los ojos o todo cuerpo, moviéndose, y en consecuencia
desplazando el campo de la retina de su natural posición vertical, transfiere
inmediatamente a los objetos que le están más cercanos el papel original del cuerpo
humano, de modo que las principales direcciones del espacio siguen siendo válidas”.
Nuestra “orientación” respecto al ambiente es pues a menudo deficiente. A través de la
educación tratamos de mejorar este estado de cosas dotando al individuo de actitudes
típicas ante objetos de relieve. Pero estas actitudes no median la realidad “como es”.
Están muy condicionadas por la sociedad y cambian en el tiempo y el espacio.
De lo que se ha dicho se concluye que nunca se puede expresar o describir la realidad
“como”, y que esta expresión carece de significado.

*Extracto de la lección cuarta: “El espacio arquitectónico”.

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