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Ese mismo día al caer la tarde, tres pescadores que regresaban a sus
casas encontraron cerca del río Neverí, sobre un frondoso totumo, una
preciosa imagen. Los pescadores contemplaron admirados a la Virgen del
Socorro que parecía mirarlos dulcemente, Adolfo, el más decidido, la tomó
con cuidado mientras decía: Se la llevaremos al párroco.
Las ramas del totumo lucían más verdes y brillantes y bajo la misma
rama de los días anteriores estaba la Virgen del Socorro. Con gran alegría
el Sacerdote tomó la milagrosa imagen y así, entre cánticos y rezos llegaron
a la Iglesia donde el párroco los convocó para el siguiente día. Celebrarían
una gran fiesta en honor a la Virgen del Socorro o del Totumo, como ya se
llamaba.