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Magia Sexual en el Perú Antiguo

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27 de febrero de 2014

¿La sexualidad en el antiguo Perú estuvo fuertemente emparentada con la fecundidad de


la tierra? El arte erótico mochica ha dejado un registro de la intensa actividad amorosa
de los antiguos peruanos.

Texto : Luis Miranda


Fotos : Museo Rafael Larco Hoyle
Fuente: Revista Rumbos de Sol y Piedra (www.rumbosdelperu.com)

¿Qué intentaban decir los antiguos peruanos, especialmente los moches, a través de esa
rica gama de huacos eróticos que fabricaron con celo descriptivo y que hoy, muchos
siglos después, asombran por su variedad y desenfado? Se ha dicho que refleja la
intensa, casi envidiable sexualidad de los pretéritos pobladores de estos pagos. Se ha
dicho, también, que su arte buscaba fines pedagógicos e incluso que sus órganos
desproporcionados, así modelados en tiesa arcilla, indicaban el abuso de sustancias
tóxicas derivadas de la hoja de coca.

Federico Kauffman Doig se burla de esas creencias y asegura que dichas vasijas e
incluso algunos monumentos arquitectónicos de perfil fálico contienen un mensaje
mágico y religioso, y evidencian un arraigado culto a la fertilidad que surgió en una tierra
avara y ruda, a la que sus habitantes primigenios lograron arrancar frutos sólo luego de
muchos esfuerzos.

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El doctor Kauffman Doig, uno de los arqueólogos más inquietos de la actualidad,
comenzó a familiarizarse con los testimonios del erotismo en el antiguo Perú hace 40
años, cuando –recién graduado- fue tomado como secretario en el Museo Nacional de
Arqueología y Antropología del Perú . En esa época los huacos eróticos estaban
escondidos en cuartos bajo llave, ocultándolos de la mirada del público. Sólo tienen
acceso a ellos los investigadores extranjeros recomendados por el ministro de
Educación. Por lo común sus escenas nada veladas abochornaban o eran objetos de
suspicacias y risitas mal reprimidas.

Invitado por Mircea Eliade, Kauffman Doig participó en 1987 en su Encyclopedia of


Religion con un capítulo sobre el Perú antiguo, una oportunidad valiosa que le permitió
profundizar en la religión andina, la cual encontró firmemente ligada a la magia sexual.
De hecho, Kauffman Doig ya había sido autor de una pequeña obra acerca de la
sexualidad moche.

Según señala con efusivos ademanes, la religiosidad andina ha sido totalmente


distorsionada, inventada en buena cuenta en base a algunas leyendas tejidas por los
misioneros para dirigir los pensamientos religiosos de acuerdo al cristianismo. De esta
manera nació un dios postizo, Wiracocha, especie de Jehová peruano todopoderoso.
“Encontré que en el fondo era uno de los tantos nombres que recibió el dios del agua.
Era muy importante porque el hombre de la antigüedad estaba sometido a tiempos de
sequía o de lluvias torrenciales relacionadas con El Niño. Luego de una investigación en
Apurimac pude concluir que los dioses del pasado no eran nada asexuados”, nos dice.

Un dios que da el agua necesita de una contraparte, la Pachamama. Según las


creencias prehispánicas el agua fecundaba a la Tierra, una mujer que procreaba y surtía
de alimentos. La vida espiritual del antiguo Perú estaba impregnada del tema sexual. Los
recipientes eróticos no tienen una función pornográfica sino mágica. En algunos casos
contienen esencias litúrgicas. Los grandes falos de sus vasijas no han tenido otro
propósito que facilite la bebida de dichos mejunjes. Sorbete o cañita, como le dicen. En
todo caso, la feliz puesta en practica de las artes amatorias podria ser, por mecanismo
magico, como un llamado a la abundancia de la Tierra y el exorcismo de la miseria.

Sin embargo, alejándonos de estas interpretaciones, hay detalles en la cerámica moche


que muestran algunos usos particulares. La casi ausencia de besos durante la escena
coital contrasta con el reiterativo manoseo mutuo, la mujer casi siempre estimula el
miembro viril del varón mientras él roza el mentón de ella. El tema de la homosexualidad,
masculina y femenina, también está presente en algunas vasijas.

“Es frecuente ver representaciones de coito per anum en el lecho mientras la mujer
abraza un bebé. Esto refuerza la idea de que las madres de esa época no querían tener
hijos mientras daban de lactar. He visto en las mujeres del campo, hoy, que evitan
concebir luego del parto, por el hecho de que ven suspendida su producción de leche. En
la época antigua no había manera de conseguirla de otra fuente. Curiosamente la leche
de llama no era usada”. La alta proporción de escenas de este tipo sugiere control de la
natalidad.

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Esto no quiere decir que los moches sólo recurrieran a esa práctica erótica con
propósitos anticonceptivos. “Probablemente fue realizada sin otro fin que el goce”,
agrega Kauffman Doig. “Después de todo, los moches eran personas como cualquier
otra”.

Sus representaciones sexuales significan sólo el dos por ciento de su obra cerámica, lo
cual echa por tierra aquella supuesta fijación por el sexo. Esto era apenas una parte de
todas las actividades que pueden plasmar con su inconfundible estilo. Las abundantes
representaciones de mujeres manteniendo relaciones con esqueletos sugieren la
concepción de alianzas amorosas que iban más allá de la muerte, en algún Cielo o
Purgatorio de cuyos patéticos detalles ya nos es imposible tener testimonio.

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