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Revista Argentina de Psicología – RAP 54 – Abril 2015

CLÍNICA DE LA URGENCIA CON ADOLESCENTES

Prof. Dr. José BARRIONUEVO1- Lic. Magalí Luz SANCHEZ2


Lic. Fernando BARRIONUEVO CIBEIRA3

Institución: Instituto Universitario de Ciencias de la Salud Fundación Barceló

Resumen: En el presente escrito nos referiremos a la complejidad de la urgencia


en la clínica con adolescentes desde una perspectiva psicoanalítica. Ante la
urgencia es importante considerar la problemática del adolescente y la referida a
la estructura familiar, y estudiar las relaciones entre angustia y el recurso del acto,
acting out o pasaje al acto, para poder construir un dispositivo clínico para dar
respuesta a la consulta realizada.

Palabras claves: clínica – urgencia - adolescentes

Summary: In this paper we will refer to the complexity of urgency in the clinic with
adolescents from a psychoanalytic perspective. Given the urgency it is important to
consider the issue of adolescent and referred to family structure , and study the
relationship between anxiety and the appeal of the act, acting out or passage to the
act , to build a clinical device to respond to the consultation .

Keywords: clinic - urgency - adolescents

Resumo: Neste artigo vamos nos referir à complexidade de urgência na clínica com
adolescentes a partir de uma perspectiva psicanalítica. Dada a urgência é importante
considerar a questão dos adolescentes e referida estrutura familiar , e estudar a relação
entre a ansiedade eo apelo do ato, agindo fora ou passagem ao ato , para construir um
dispositivo clínico para responder à consulta .

Palavras-chave: clínica - urgência - adolescentes

1
Docentes de la materia Psicopatología de la Carrera de Psicología de la citada
institución.jbarrion@arnet.com.ar
2
magol_freud@hotmail.com
3
licfbc@gmail.com

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CLÍNICA DE LA URGENCIA CON ADOLESCENTES


El presente trabajo está escrito sobre la base de la presentación realizada por los autores
con el título: “La urgencia en la clínica psicoanalítica con adolescentes”, en la Jornada
Interdisciplinaria de Intervención en la Emergencia, Instituto Universitario de Ciencias de
la Salud Fundación Barceló. Bs. As. 28 de junio de 2014.

En cuanto a la clínica con adolescentes muchos son los temas que convocan el
interés de psicoanalistas: desde cuestiones referidas a entrevistas preliminares,
transferencia, peculiaridades de intervenciones o interpretaciones, entrevistas con
padres…
En esta oportunidad es la urgencia en psicoanálisis con adolescentes la
temática que proponemos para su consideración. Y derivado del desarrollo
conceptual respecto de la urgencia, trabajaremos también en lo referido a la
problemática de las patologías del acto, en teoría y en clínica, como terreno
privilegiado, aunque no exclusivo, de desencadenamiento y expresión de la
urgencia.

En este escrito, por lo tanto, trataremos:

• El sentido de la urgencia con adolescentes, desde el


psicoanálisis
• El dolor de existir en la adolescencia
• La angustia y el recurso del acto

La urgencia puede ser médica, psiquiátrica, social, económica… Nos referiremos


en este espacio a la urgencia en psicoanálisis con adolescentes. En sentido
amplio urgencia se refiere a algo que apremia, que urge, que aprieta… y así, o
con otros términos, se puede encontrar su significación en cualquier diccionario.

Desde el psicoanálisis nos referimos a urgencias subjetivas …

para pensar en quienes llegan a consulta apremiados, al límite,


con la premura que supone haber llegado a una situación
desbordante.

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Apurados o urgidos, con la pretensión de borrar de inmediato aquello que no


pueden manejar, que los ha superado, queriendo volver al estado anterior o previo
al del desborde o ataque, algo imposible pues la urgencia deja huellas
imborrables. Los sujetos llegan a consulta a la guardia de hospitales, al consultorio
de un psicólogo o psicoanalista…, que por supuesto no es elegido al azar sino en
el marco de una cierta transferencia o confianza establecida previamente por
experiencia personal o por referencias de familiares o amigos.

• Sentido y sin-sentidos de la urgencia:

El analista trabajará en procura de que quien consulta pueda poner palabras a su


sufrimiento, para que indague en sentidos propios respecto de la irrupción del sin
sentido abrumador. Pero esto, es por cierto, más complejo o rico de lo que se
supone en cuanto a que la cuestión no es sólo “dejar hablar”, o bien intervenir de
cualquier manera. Las intervenciones del analista no son cualquier intervención o
lo que se piensa “lo mejor” desde el “sentido común”, en tanto pueda “calmar” al
sujeto consultante. En cuanto a la escucha analítica, que no es un pasivo poner
el oído, pues oír no es escuchar, y sobre cómo y cuándo intervenir y qué
interpretar, se requiere formación y profundización en tarea encuadrada en la
dirección de la cura oportunamente definida para cada tratamiento. Éste y otros
aspectos referidos a la clínica psicoanalítica con adolescentes, en razón de la
complejidad que poseen, los dejaremos para otra oportunidad para darles el
espacio que se merecen.

Ahora bien, en cuanto a lo que en este espacio nos ocupa podemos preguntarnos:

¿Desborde o ataque de qué? ¿Qué es lo que apremia o aprieta de manera tal


que puede provocar ahogo o desesperación? ¿A qué se refiere la urgencia?
¿Qué urge?

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• Algunas respuestas posibles a estos interrogantes:

Lo que desborda o irrumpe es la pulsión,


• pulsión de muerte, diríamos con Freud,
• lo irreductible de lo real, plantearíamos desde el aporte de Lacan.

En Seminarios varios, Lacan define lo real como aquello “que vuelve al mismo
lugar”, “No hay la menor esperanza de alcanzar lo real por medio de la
representación”, afirma, pues es lo impensable, o sea que comporta la exclusión
de todo sentido.

Es ante lo irreductible de lo real que surge la angustia, expresándose como tal


ante el deseo del Otro, en un interrogante que se presentifica permanentemente
en el neurótico, o ante el goce del Otro, cuando el peso del mismo dificulta
encontrar respuestas en relación al deseo, en las patologías del acto, en las
psicosis.

La singularidad se borra si la respuesta es la misma para todo sujeto que llega con
urgencia, y es pan para hoy y hambre para mañana. El psicoanálisis ofrece abrir
un espacio en cual la cadena significante pueda ir fortaleciéndose, que facilite la
posibilidad de construcción del síntoma en el cual el sujeto se pregunta acerca
de su posición y tratando de descubrir el goce que encierra, en un trabajo que
supone, como sujeto dividido, ahondar en lo inconciente. Y como decíamos, la
labor del analista será facilitar que la labor del sujeto en entrevista se oriente en la
dirección planteada precedentemente, pero sabiendo cuál es el sentido de esto:
enlazar cómo reacciona cada quien ante la urgencia ante la que se consulta con la
manera característica o personal de afrontar los “conflictos” que se presentan en la
construcción de la posición subjetiva (conflictos entre pulsiones, entre yo y ello,
entre yo y realidad exterior…), el conflicto es estructural, pero no es ni única ni
determinable ni es cuestión de adivinar desde afuera, la posición del sujeto frente
al mismo.

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En la consulta por una urgencia con adolescentes podemos describir distintos


niveles que pueden a veces coexistir:

1. el desborde en el adolescente
2. el descontrol o desequilibrio familiar

En lo referido a la urgencia en el adolescente, un primer intento de vérselas con lo


inmanejable puede ser responder a través del acto, actuaciones varias entre las
cuales se encuentra el consumo de sustancias, drogas o alcohol, u otras medidas
que desde lo grupal o desde lo social se presentan como supuestas salidas.

Veamos dos viñetas clínicas:

• Un adolescente de 16 años que, llevado a guardia del Hospital Italiano,


recibe el diagnóstico de “ataque de pánico”. Arturo, nombre con el que nos
referiremos al adolescente, refiere que todo comenzó estando de
vacaciones con unos amigos, que empezó a sentir “cosas extrañas”,
“sensaciones” que no podía describir con claridad, “gran inquietud”,
desesperación en un no saber qué hacer para calmarse. Intentar dormir
abrazado a un amigo, esperando que con el dormirse desapareciera ese
sentirse raro por momentos y la desesperación en otros. Beber tequila, aun
más de lo acostumbrado, o fumar marihuana, porro tras porro, se
presentaban como soluciones momentáneas, de corta duración.
Hasta que, vuelto de vacaciones a la vida en el seno de la familia, las
maniobras distractivas o de repliegue narcisista en el “dormir la mona”
recurriendo a la bebida, son descubiertas por su madre. En ese momento la
consulta a profesionales de la salud se encauza.
En este caso no es Arturo quien pide la consulta en el Hospital, sino que
sus padres lo llevan a la guardia.

• Aunque no habitual, es posible que un adolescente llegue por sus propios


medios a la atención psicológica. Podemos tomar como ejemplo la consulta

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de Marcelo, 17 años, quien había tenido un breve tratamiento psicológico


años atrás y que llega a la guardia por propia iniciativa, acompañado por
Mariela, su novia. Comenta que hacía unas horas le habían robado una
bicicleta con la que hacía entregas para una casa de comidas, y que
entonces no podía contar con dinero que quería darle a su madre, quien se
encontraba enferma, para comprar medicamentos, que todo lo veía “oscuro
y sin futuro”, “entre angustiado y deprimido”. Dice que “de golpe”, sin
haberlo pensado siquiera, empezó a cortarse las muñecas con un cuchillo,
y que miraba y no podía parar de lastimarse. Hasta que reaccionó, y le dijo
a Mariela, quien lo observaba sin atinar a hacer nada, que lo acompañara a
la guardia del Italiano porque necesitaba “ver a un psicólogo”.

La urgencia o el límite pueden también presentarse en la familia, pues quien llega


o es traído a consulta marca el límite o la imposibilidad del Otro, del grupo familiar,
de sostener a uno de los suyos en el momento de la “crisis”. Y aunque no sea
presentado en lo manifiesto, todos y cada uno portan la marca de la castración en
el pedido de ayuda, enfrentados a la propia falta.

En la urgencia el analista procura escuchar cómo se va enhebrando el sin-


sentido que se adjudica al hecho traumático o a las sensaciones extrañas que de
pronto irrumpen, con la forma en que el sujeto otorga sentido habitualmente, para
intentar establecer cuál es la conexión que existe entre uno y otro hecho o entre
vivencias o experiencias, los que provocan la consulta y otros anteriores, para ir
descubriendo, y compartir con quien consulta, cómo se las arregla o cuál es el
manejo habitual con lo real. Esto permitirá hacer una hipótesis de la solidez de la
estructura y recursos del sujeto ante el malestar que el vivir impone. Freud decía
que el deber de todo ser vivo era “soportar la vida”, refiriéndose a las exigencias
que en la vida encuentra el sujeto, en tanto la felicidad sólo se siente por
momentos, que no son ni muchos ni extensos.

En una consulta por urgencia se intenta descentrar al sujeto de la angustia


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inmanejable ofreciéndole al mismo un espacio y un tiempo donde dar lugar a la


palabra, con lo cual se reordenarán y reforzarán los carrilles imaginarios y
simbólicos construídos, que poseen mayor o menor solidez según el caso,
impactados por el monto de afecto desbordante.

Volver a ser el de antes o que todo sea como era, decíamos, suele ser la
pretensión o la expectativa de todo aquel que consulta con una urgencia. Y el
pedido de medicación en guardia psiquiátrica se ubica en la línea de encontrar
solución mágica que suprima el afecto desbordante, ofreciendo ilusión de haber
logrado su desaparición.

En cambio, la tarea que propone el psicoanalista será, a partir de la consulta por


la urgencia, construir nueva posición como sujeto, integrando lo vivido traumático
aun no “asimilado” y desde la singularidad de cada quien, reestableciendo lazos,
en un recrear al Otro que se mostrara débil para sostenerlo, desde su expectativa,
ante la irrupción de la angustia.

• El dolor de existir en la adolescencia:

Es algo del orden de una “reconstitución” o de un “rearmado” del fantasma que se


debe producir en la adolescencia, en tanto ésta puede ser definida como
contundente conmoción en la estructura que exige nuevo reposicionamiento
subjetivo enfrentado al cambio o a la transformación, no más niño pero tampoco
adulto, en el segundo movimiento de la sexualidad en dos tiempos, definido así
por el psicoanálisis.

Cuando nos referimos a fantasma en psicoanálisis aludimos a

la respuesta que el sujeto construye en cuanto a lo que


supone que el otro desea o quiere de uno, ¿qué desea de
mí? sería la pregunta, en una dimensión escénica que el
sujeto construye y en la que se encuentra él incluido en
función del deseo del Otro.

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Y es posible su conformación siempre y cuando el goce del Otro no aplaste al


sujeto, en cuyo caso, cuando hay exceso de goce, no se puede vislumbrar o no
queda lugar para el deseo. En este punto el goce se opondría y debilitaría al
deseo, y el sujeto puede quedarse con la pregunta pendiente y sin respuesta, para
el armado o para el fortalecimiento del fantasma.

El fantasma sostiene y es expresión del deseo propio, y se representa como


ficción que se construye en relación con aquello que cree que el Otro le demanda
en tanto que hay algo que le falta. La consolidación del fantasma tendrá que ver
con la forma en que las vicisitudes de la relación sujeto - Otro refuercen o debiliten
los puntos de articulación que la historia familiar otorga al trabajo de
reposicionamiento subjetivo sobre la base que provee la estructura.

En este momento crucial, o segundo movimiento subjetivo, que se da en llamar


adolescencia, el fantasma puede vacilar, ser insuficiente o desdibujarse, al punto
tal de que el sujeto pueda llegar a no contar con apoyo sólido en una instancia
crítica o de coyuntura como esa. Decíamos que el fantasma se construye, no es
provisto u otorgado sino que es producto que el sujeto elabora a partir de la
pregunta acerca del deseo del Otro, siempre y cuando el goce de ese Otro no
oprima o aplaste al sujeto. Cuando el Goce del Otro (materno) es muy fuerte
debilita la función paterna y se hace campo propicio para la presencia opresora de
la angustia.

Es sabido que, cada quien, mediante formaciones diversas, en el mejor de los


casos a través de producciones discursivas, procura establecer cierta distancia o
poner freno al goce del Otro. Pero, por cierto, es ésta la fundamental función de la
palabra, del lenguaje, como instrumento ideal que el sujeto posee para producir la
separación respecto del Otro primordial o poner coto a su goce. Así, si la represión
primaria opera adecuadamente, el Nombre del Padre o la fórmula de la metáfora
paterna hace de límite al deseo de la madre rompiendo la célula narcisista,
produciendo una separación, abriendo una hiancia entre madre e hijo, espacio

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sobre el cual se teje un entramado protector: el lenguaje, como aquello que


resguarda al sujeto de caer en un agujero de tétrico silencio o aterrador abismo de
sin palabras.

• La angustia y el recurso del acto; acting out y pasaje al acto:

En las patologías del acto, incluyéndose entre las mismas intentos de suicidio,
anorexia y bulimia veras, drogadicción propiamente dicha, etc., la impulsión o la
tendencia a pasar al acto es el recurso utilizado en forma prioritaria en tanto,
si bien el sujeto en estas problemáticas habita el lenguaje, no puede apelar al
mismo en ciertas circunstancias en las cuales un pánico sin nombre, sin palabras o
una intensa depresión, devastadora, hacen imposible todo procesamiento psíquico
con riesgo consiguiente de quedar a merced del goce del Otro, como objeto.

Desde la perspectiva planteada anteriormente en cuanto a la función de la palabra,


podríamos decir que, en las patologías del acto…

el sistema protector o entramado de contención constituido por el


lenguaje tiene puntos de debilidad o fallas, no alcanzando para impedir
que el sujeto quede a merced del goce del Otro, no pudiendo hacer uso
del lenguaje o no teniendo eficacia el mismo para ponerle límite a dicho
goce.

Un acto es una acción, nos dice Freud, una actuación en la que se intenta salir
de la pasividad haciendo al otro lo sufrido pasivamente, y en dicha acción se
manifiesta ostensiblemente el deseo mismo que habría estado destinado a
inhibirse. Así es como lo explica en un famoso material clínico en el que relata el
abandono de tratamiento de una joven, a la que diera el nombre de Dora.

Los analistas que trabajan con adolescentes están acostumbrados, y no se


sorprenden, a tener que vérselas con algunas variables en la consulta que exceden
a aquellas que suelen ser esperables en lo ideal en primeras entrevistas o en el
devenir de un análisis con un adulto.
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Pueden encontrarse, en cambio, con

• un silencio obstinado,

• respuestas duras o agresivas,

• un movimiento expansivo del adolescente por el consultorio, observando,


preguntando...

Por cierto, las actuaciones no son sorpresa en la clínica con adolescentes.

En muchos casos se debe entrevistar a los padres, cuando no se cumple uno u otro
de los requisitos planteados por Freud en cuanto a una situación “ideal” de
consulta: cuando el sujeto no es responsable de sus actos, incluido en esto por
cierto lo relativo a la cuestión económica, cuando el adolescente puede poner en
peligro la propia vida o la de otros, etc. Y el trabajo con los padres suele ser en
muchos casos una dificultad a enfrentar más que un aliado o un elemento a favor
para la labor con el joven o el púber.

Ante la consulta de padres por un hijo es frecuente la enunciación, a veces


arrogante, por parte de aquellos, de las razones por las que se habría ocasionado
el problema en cuestión, y hasta veladas, y no tan veladas, exigencias dirigidas al
analista respecto del rumbo a seguir en el futuro tratamiento, sobre qué hacer y qué
no hacer, pretendiendo orientar al profesional de acuerdo a sus deseos o
expectativas

Suele suceder que los padres y/o hermanos traigan al así designado “paciente”
luego de sucesos que no pueden ser manejados, que escapan al control o a la
comprensión de los familiares, o cuando su conducta o su forma de pensar son
vistos como inadecuados o patológicos.

Agieren, significa llevar a la acción, refiere la tendencia de un sujeto en análisis a


actuar movimientos pulsionales que la labor analítica pone en evidencia, viviendo

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así en el presente deseos y fantasías inconcientes. Freud opone pues agieren a


erinnern, actuar a recordar, ambos medios de retorno del pasado en el presente, si
bien lo esperable es que pueda ser a través del recordar y de la palabra que se
pueda llegar a aquel. El paciente actuaría entonces en la transferencia, en lugar de
pensar y hablar sobre sus deseos o mociones inaceptables.

Freud aclara que el actuar puede darse más allá de la dimensión transferencial
propuesta por el análisis, en tanto el acto puede estar dirigido a personas
significativas o importantes para el sujeto.

Podríamos decir entonces que, en el intento de bordear o sortear la angustia, el


sujeto en acting out apela al Otro, personificado por el analista, S.S.S. (Sujeto
supuesto saber), mientras que en el pasaje al acto el sujeto apuesta ante la
indeterminación o la inconsistencia del Otro, con la certeza de que no hay nadie
que lo sostenga ante su pánico o desesperación. La diferencia entre ambos es que
en el primero habría cierta mediación fantasmática, se produce en transferencia, y
por lo tanto dirigido el acto pidiéndose “contención”, mientras que en el segundo se
pone en juego el cuerpo cayendo o saliéndose el sujeto de la escena, con
consiguiente destitución subjetiva.

En cuanto al tema de las actuaciones Freud y Lacan no se detienen en considerar


un punto que para nosotros es importante: la problemática de la adolescencia,
Dora es una adolescente aun, que se interroga acerca de qué es ser mujer, qué
es ser mujer para un hombre pero también qué es ser mujer para otra mujer,
fundamentalmente. Y desde esa perspectiva es posible ubicar las actuaciones, los
actos, incluidos los supuestos intentos de suicidio, y las manifestaciones
sintomáticas en el cuerpo, como derivaciones del esfuerzo por construir certezas
allí donde los enigmas producen angustia. Y entonces el acto, en cualesquiera de
sus variantes, es la exigencia, el pedido, de una respuesta otra dirigido a los padres
o al analista en el contexto que provee la transferencia. Dora no la encuentra en
Freud, como tampoco en sus padres, y abandona “vengativamente” el tratamiento,

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en un acting out, que, como tal, está en la dimensión de la provocación,


presionando, exigiendo una interpretación no habida. Freud se queda sin poder
proseguir con su trabajo y a la espera del regreso de la paciente o de una
intervención por parte del padre de la misma exigiéndole o propiciando la
reanudación del tratamiento, pensando veinte años después sobre los por qué del
corte abrupto y los errores cometidos que podrían haber provocado tal desenlace.

• A manera de cierre:

En la urgencia, decíamos, hay angustia y posicionado ante un real el sujeto no


encuentra palabras, desdibujado el fantasma, quedando imposibilitado de
procesarla por otros medios que no sean los que se encuentran en la gama del
acto, en un decir sin palabras que adquiere envergadura de repetición producido
un cortocircuito en el pensar.

En el mejor de los casos la angustia puede ser tramitada psíquicamente. En


muchas ocasiones esto no es posible, y nos encontramos con dos formas en las
que se pueden expresar: la manía y la depresión o en su extremo la melancolía; y
en dos escenarios: una búsqueda activa a través del acto por el cual el sujeto
supone poder poner distancia respecto de un estado anímico incontrolable, o una
depositación pasiva en el cuerpo de una palabra no hallada que toma forma de
escritura jeroglífica en una marca hecha carne.

Pero el recurso de la acción no anula la presencia de la angustia, como se


observara en las viñetas clínicas presentadas, que se convierte en fuente de la
urgencia para el sujeto, urgencia subjetiva decíamos, o para la familia del mismo,
cuando, desbordante, no se cuenta con o se agotaron los recursos para vérselas
con ella.

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Bibliografía:

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