Está en la página 1de 66

1

“Al fin mi vida tiene sentido” (IAN KING)


AÑO DE NACIMIENTO: 1963
PAÍS: GRAN BRETAÑA
OTROS DATOS: DECEPCIONADO DE LA VIDA
MI PASADO: Nací en Inglaterra, pero cuando tenía unos siete años
mi familia se mudó a Australia, a una zona turística de Queensland
llamada Gold Coast. Aunque no éramos ricos, nunca nos faltó
nada.
Pese a que siempre tuve lo necesario, no era feliz. Estaba
decepcionado de la vida. Mi padre era alcohólico, y yo sentía poco
cariño por él. No me gustaba que bebiera tanto ni que tratara mal
a mi madre. Fue solo después de muchos años, cuando me enteré
de lo que había sufrido en el ejército mientras servía en lo que hoy
es Malasia, que empecé a comprender por qué actuaba así.
En mi adolescencia, comencé a beber. A los 16 años dejé la
escuela y me alisté en la Marina. Durante ese período, probé
algunas drogas, me envicié con el tabaco y me convertí en un
alcohólico. De emborracharme solo los fines de semana pasé a
emborracharme todos los días.
Tendría unos 20 años cuando me entraron dudas sobre la
existencia de Dios. “Si existe —razonaba—, ¿por qué permite que
suframos y que muramos?” Hasta compuse poemas culpando a
Dios por la maldad que veía en el mundo.
A los 23, abandoné la Marina. Tuve varios empleos y viajé un
año por el extranjero, pero mi desilusión con la vida seguía ahí.
No tenía metas ni aspiraciones. Nada me inspiraba. No le hallaba
sentido a esforzarme por tener una casa, un buen trabajo o
alcanzar un puesto mejor. Solo quería beber y escuchar música.
Todavía me acuerdo del momento exacto en que sentí con
mayor intensidad el deseo de encontrar un propósito en la vida.
2

Estaba en Polonia, visitando el infame campo de concentración de


Auschwitz. Había leído sobre las atrocidades que se cometieron
allí, pero cuando vi con mis propios ojos aquel enorme campo, me
sobrevino una gran tristeza. Me costaba entender cómo los seres
humanos podían llegar a ser tan crueles. Mientras caminaba por el
campo —con lágrimas rodándome por las mejillas— me
preguntaba: “¿Por qué, por qué?”.
CÓMO LA BIBLIA ME CAMBIÓ LA VIDA: En 1993, tras volver del
extranjero, traté de encontrar respuestas en la Biblia. Poco
después, dos testigos de Jehová llamaron a mi puerta y me
invitaron a una asamblea que se celebraría en un estadio cercano.
Decidí asistir.
Hacía unos meses había ido al mismo estadio para ver un
partido, pero esta vez el ambiente era completamente distinto. Los
Testigos eran amables e iban bien vestidos, y sus hijos sabían
comportarse. En el intermedio ocurrió algo asombroso: cientos de
Testigos comieron en el campo de juego, pero, cuando regresaron
a sus asientos, no quedó ni un solo papelito en el suelo. Sin
embargo, lo que más me impresionó fue que todos se veían
contentos y en paz, precisamente lo que yo anhelaba. No recuerdo
ninguno de los discursos que se pronunciaron, pero la conducta de
los Testigos se grabó para siempre en mi memoria.
Esa misma noche recordé que mi primo, quien conocía la Biblia
y había estudiado distintas religiones, me había dicho años atrás
que, según Jesús, uno podía reconocer a los verdaderos cristianos
por sus frutos, es decir, por sus acciones (Mateo 7:15-20).
Me pareció que al menos debía averiguar por qué los Testigos eran
tan diferentes. Por primera vez en la vida sentí un poco de
esperanza e ilusión.
La semana siguiente, las Testigos que me habían invitado a la
asamblea volvieron a visitarme. Me ofrecieron un curso bíblico, y lo
acepté. También comencé a asistir a las reuniones cristianas.
Conforme estudiaba la Biblia, mi opinión de Dios cambió por
completo. Aprendí que él no es culpable de la maldad y del
3

sufrimiento, y que se siente herido al ver que la gente hace cosas


malas (Génesis 6:6; Salmo 78:40, 41). Me prometí a mí mismo que
haría todo lo posible por no causarle dolor. Más bien, quería alegrar
su corazón (Proverbios 27:11). Dejé el cigarrillo, la bebida y toda
práctica inmoral. Finalmente, en marzo de 1994, me bauticé como
testigo de Jehová.
QUÉ BENEFICIOS HE OBTENIDO: Estoy feliz y satisfecho. Ya
no ahogo mis penas en alcohol. Si algo me preocupa, lo dejo en
manos de Jehová (Salmo 55:22).
Llevo diez años casado con una preciosa Testigo llamada
Karen, y tengo una hijastra maravillosa que se llama Nella. Los tres
dedicamos mucho tiempo al ministerio cristiano y ayudamos a otras
personas a aprender la verdad acerca de Dios. Al fin mi vida tiene
sentido.
[Nota]
Editado por los testigos de Jehová.
[Ilustración de la página 10]
[Ilustración de la página 11]
[Ilustración de la página 11]
[Ilustración de la página 12]
[Ilustración de la página 13]
[Ilustración de la página 14]
4

LA BIBLIA LES CAMBIÓ LA VIDA


“¡Por fin he encontrado la verdadera libertad!”
Relatado por Brian Hewitt
AÑO DE NACIMIENTO: 1981
PAÍS: ESTADOS UNIDOS
OTROS DATOS: HIJO PRÓDIGO
MI PASADO: Nací en Moundsville, una tranquila ciudad a orillas
del río Ohio, en el norte de Virginia Occidental (Estados Unidos).
Éramos cuatro hermanos —tres chicos y una chica—, de los cuales
yo era el segundo; así que en casa no había un instante de
aburrimiento. Mis padres eran personas honradas y trabajadoras
que amaban al prójimo; no éramos ricos, pero siempre tuvimos lo
necesario. Como testigos de Jehová, ellos hicieron todo lo posible
por inculcarnos los principios de la Biblia desde la niñez.
No obstante, para cuando llegué a la adolescencia, mi corazón
ya había empezado a alejarse de las enseñanzas que había
recibido. No estaba seguro de que seguir los principios bíblicos
pudiera producirme satisfacción. Para mí, la felicidad dependía de
ser completamente libre. Así que dejé de asistir a las reuniones
cristianas. Mi hermano mayor y mi hermana siguieron mis pasos.
Nuestros padres hicieron lo imposible por ayudarnos, pero, en
nuestra rebeldía, rechazamos su ayuda.
Poco me imaginaba entonces que la libertad que tanto anhelaba
me haría caer en las garras de la adicción. Un día, cuando
regresaba a casa de la escuela, un amigo me ofreció un cigarrillo y
se lo acepté. A partir de ese momento fui cayendo en muchas otras
prácticas destructivas como el consumo de drogas, el abuso del
alcohol y la conducta inmoral. Con el paso de los años probé
drogas más duras y acabé esclavizado a varias de ellas. Llegué al
punto de vender droga para pagar mis adicciones.
5

Por más que trataba de acallar la conciencia, esta me repetía


vez tras vez que mi forma de vivir no era buena. Pero yo me decía:
“Es demasiado tarde, el daño ya está hecho”. ¡Cuántas veces me
sentí solo y deprimido pese a estar rodeado de gente en fiestas y
conciertos! En ocasiones recordaba lo decentes y buenos que eran
mis padres y me preguntaba cómo había podido caer tan bajo.
CÓMO LA BIBLIA ME CAMBIÓ LA VIDA: Yo me daba por
perdido, pero no todos opinaban igual. En el año 2000, mis padres
me invitaron a una asamblea de distrito de los testigos de Jehová.
Aunque sin mucho entusiasmo, acepté la invitación. Y para mi
sorpresa, mis dos hermanos que también se habían alejado
hicieron lo mismo.
En la asamblea recordé que un año antes había estado en ese
mismo lugar para un concierto de rock. El contraste me tocó el
corazón. Cuando asistí al concierto, había basura por todas partes
y el ambiente estaba cargado de humo de cigarrillo. La mayoría de
los asistentes eran desagradables y el mensaje de la música,
deprimente. En cambio, en la asamblea estaba rodeado de
personas felices que me recibieron con los brazos abiertos aunque
no las había visto en años. El lugar estaba limpio y el mensaje era
alentador. Ver los buenos efectos que produce la verdad bíblica
hizo que me preguntara por qué tuve que rechazarla (Isaías
48:17, 18).
Enseguida decidí volver a la congregación cristiana. Lo mismo
hicieron mis hermanos, conmovidos también por lo que vivieron en
aquella asamblea. Los tres aceptamos clases de la Biblia.
Un pasaje que me caló hondo fue el de Santiago 4:8:
“Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes”. Comprendí que,
si deseaba acercarme a Dios, tendría que limpiar mi vida. Además
de otros cambios era necesario que dejara el cigarrillo, las drogas
y el alcohol (2 Corintios 7:1).
Rompí con mis viejas amistades y las reemplacé por nuevos
amigos que adoraban a Jehová. Alguien que me ayudó mucho fue
el anciano de la congregación con quien estudié la Biblia.
6

Me llamaba por teléfono y me visitaba para saber cómo me iba.


Hasta el día de hoy es uno de mis mejores amigos.
En la primavera del 2001, mi hermano, mi hermana y yo nos
bautizamos como testigos de Jehová. Imagínese la felicidad de mis
padres y de mi hermano menor —que se había mantenido fiel—
cuando al fin nuestra familia estuvo unida en la adoración de
Jehová.
QUÉ BENEFICIOS HE OBTENIDO: Antes pensaba que los
principios bíblicos eran demasiado restrictivos, pero ahora los veo
como una valiosísima protección. La Biblia me dio las fuerzas para
dejar de consumir y vender drogas y convertirme en un miembro
productivo de la sociedad.
Tengo el honor de ser parte de una hermandad mundial
compuesta de personas que adoran y sirven unidamente a Jehová
y se aman de corazón (Juan 13:34, 35). Entre ellas encontré a
alguien que ha sido una bendición muy especial: mi esposa,
Adrianne, a la que amo y respeto profundamente. Ambos nos
sentimos muy felices de servir juntos al Creador.
En lugar de llevar una vida egoísta, ahora soy evangelizador de
tiempo completo y me dedico a enseñar a la gente los beneficios
de seguir la Palabra de Dios. Esta labor voluntaria me produce una
felicidad incomparable. Puedo decir con total convicción que la
Biblia me ha cambiado la vida. ¡Por fin he encontrado la verdadera
libertad!
[Ilustración de la página 10]
[Ilustración de la página 10]
[Comentario de la página 11]
“La Biblia me dio las fuerzas para dejar de consumir y vender
drogas y convertirme en un miembro productivo de la sociedad”
[Ilustración de la página 11]
7

LA BIBLIA LES CAMBIÓ LA VIDA


“Comencé a pensar en el rumbo que estaba tomando mi vida”
Relatado por Allan Hancock
AÑO DE NACIMIENTO: 1941
PAÍS: AUSTRALIA
OTROS DATOS: FUMABA Y ABUSABA DEL ALCOHOL
MI PASADO: Me crié en Warialda (Nueva Gales del Sur). En este
pueblito agrícola abundan las ovejas y el ganado vacuno, y se
cultivan granos y vegetales. Además, es muy limpio y casi no hay
delito.
Soy el mayor de 10 hijos, así que comencé a trabajar a los
13 años para ayudar a mi familia. Empecé en ranchos, pues tenía
muy poca educación escolar. A los 15 años ya era peón y domaba
caballos salvajes.
Los ranchos tenían sus pros y sus contras. Por un lado, me
encantaba lo que hacía y el lugar de trabajo. Por las noches me
sentaba junto a la fogata y miraba la luna y el cielo estrellado
mientras respiraba la brisa del atardecer cargada de aromas del
campo. Pensaba que alguien tenía que haber creado todas esas
maravillas. Pero por otro lado, estaba expuesto a malas influencias.
Los demás trabajadores usaban malas palabras y fumaban mucho,
así que adopté ambos hábitos.
Al cumplir 18 años me mudé a Sydney. Traté de alistarme en el
ejército, pero me rechazaron por mi falta de estudios. Logré
conseguir un empleo y me quedé en la ciudad un año. Allí tuve mi
primer contacto con los testigos de Jehová. Acepté la invitación que
me hicieron a una de sus reuniones y reconocí de inmediato el
sonido de la verdad.
8

Sin embargo, poco después decidí regresar al campo.


Me establecí en Goondiwindi (Queensland). Conseguí trabajo, me
casé y, lamentablemente, comencé a beber.
Mi esposa y yo tuvimos dos hijos. Poco después de que
nacieron comencé a pensar en el rumbo que estaba tomando mi
vida. Entonces recordé lo que había escuchado en aquella reunión
en Sydney y decidí hacer algo.
Encontré un viejo número de la revista La Atalaya. Allí venía la
dirección de la sucursal de los testigos de Jehová de Australia, así
que escribí pidiendo ayuda. En respuesta, recibí la visita de un
Testigo amable y cariñoso y empecé a estudiar la Biblia con él.
CÓMO LA BIBLIA ME CAMBIÓ LA VIDA: Conforme avanzaba en
mi estudio, me fui dando cuenta de que necesitaba cambiar mi vida.
Hubo un versículo en particular que caló hondo en mí: 2 Corintios
7:1, el cual nos anima a limpiarnos “de toda contaminación de la
carne”.
Decidí dejar de beber en exceso y de fumar. No fue fácil, pues
eran hábitos muy arraigados. Pero estaba decidido a usar mi vida
para agradar a Dios. Lo que más me ayudó fue seguir el consejo
de Romanos 12:2, que dice: “Cesen de amoldarse a este sistema
de cosas; más bien, transfórmense rehaciendo su mente”. Me di
cuenta de que, para cambiar mis hábitos, tenía que cambiar mi
forma de pensar y verlos como los ve Dios: como algo dañino. Con
la ayuda de él, logré ganar la batalla.
Con todo, lo más difícil fue dejar de usar malas palabras.
Conocía el consejo que da la Biblia en Efesios 4:29: “No proceda
de la boca de ustedes ningún dicho corrompido”, pero aun así me
tomó tiempo superar el problema. Algo que me ayudó fue meditar
en Isaías 40:26. Hablando de las estrellas, ese versículo dice:
“Levanten los ojos a lo alto y vean. ¿Quién ha creado estas cosas?
Es Aquel que saca el ejército de ellas aun por número, todas las
cuales él llama aun por nombre. Debido a la abundancia de energía
dinámica, porque él también es vigoroso en poder, ninguna de ellas
falta”. Así que si Dios tenía poder para crear el gran universo —que
9

me encantaba observar—, de seguro podía darme las energías


para cambiar y agradarle. Con mucha oración y esfuerzo alcancé
mi meta y dejé de decir malas palabras.
QUÉ BENEFICIOS HE OBTENIDO: Siendo peón, no había tenido
muchas oportunidades de hablar con la gente, pues había muy
pocas personas en los ranchos donde trabajaba. No obstante,
gracias a la capacitación que recibí en las reuniones de los testigos
de Jehová, aprendí a expresarme con propiedad. Entre otras
cosas, dicha capacitación me enseñó a hablar con la gente sobre
las buenas nuevas del Reino de Dios (Mateo 6:9, 10; 24:14).
Hace unos años fui nombrado anciano en la congregación.
Considero un honor ayudar en todo lo posible a mis hermanos en
la fe. Pero la mayor de mis bendiciones es poder servir a Jehová
junto a mi fiel y querida esposa y nuestros encantadores hijos.
Le agradezco a Jehová que le permitiera a alguien como yo —
alguien con tan poca educación— aprender de él (Isaías 54:13).
Concuerdo de corazón con estas palabras de Proverbios 10:22:
“La bendición de Jehová... eso es lo que enriquece”. Mi familia y yo
deseamos seguir aprendiendo de Jehová y servirle por toda la
eternidad.
[Ilustración de la página 8]
[Ilustración de la página 8]
[Comentario de la página 9]
“Me di cuenta de que, para cambiar mis hábitos, tenía que cambiar
mi forma de pensar”
[Ilustración de la página 9]
10

LA BIBLIA LES CAMBIÓ LA VIDA


“Muchos me odiaban”
Relatado por Waldo Moya
AÑO DE NACIMIENTO: 1978
PAÍS: CHILE
OTROS DATOS: CARÁCTER MUY VIOLENTO
MI PASADO: Crecí en Santiago, la capital de Chile, en un
vecindario donde la criminalidad, las drogas y las pandillas de
delincuentes eran de lo más normal. Cuando tenía cinco años, mi
padre fue asesinado. Más tarde, mi madre vivió con un hombre
cruel que nos golpeaba constantemente a los dos. Todavía llevo
en el corazón las heridas emocionales de aquellos años.
Durante la adolescencia, reaccionaba de manera muy violenta
a las influencias negativas. Comencé a escuchar heavy metal, a
beber en exceso y a usar drogas de vez en cuando. Siempre
estaba metido en peleas callejeras con vendedores de drogas,
quienes en varias ocasiones hasta trataron de matarme. Cierto día,
una pandilla contrató a un temido asesino a sueldo para que me
eliminara. Me dio una cuchillada, pero logré escapar. Otro día, un
grupo de vendedores de drogas me apuntaron con una pistola a la
cabeza y trataron de colgarme.
En 1996 me enamoré de una mujer llamada Carolina, y en 1998
me casé con ella. El nacimiento de nuestro primer hijo me hizo
pensar en mi violento carácter. Tenía miedo de volverme como mi
padrastro y acabar maltratando a mi familia. De modo que busqué
ayuda en un centro de rehabilitación. El tratamiento médico y
psicológico que recibí no me ayudó mucho. Me enfurecía por
cualquier cosa; estaba fuera de control. En un desacertado intento
por dejar de hacerle daño a mi familia, traté de suicidarme.
Afortunadamente, no lo logré.
11

Aunque había sido ateo por muchos años, quería creer en Dios.
Por eso estuve un tiempo asistiendo a una iglesia evangélica.
Entretanto, mi esposa comenzó a estudiar la Biblia con los testigos
de Jehová. Yo los detestaba y solía gritarles obscenidades. Pero
para mi sorpresa, ellos siempre respondían pacíficamente.
Un día, Carolina me dijo que buscara en mi Biblia el Salmo
83:18, versículo que muestra que el nombre de Dios es Jehová.
En mi iglesia había estado aprendiendo acerca de Dios, pero
no sabía que se llamaba Jehová. A principios del año 2000 acepté
estudiar la Biblia con los Testigos.
CÓMO LA BIBLIA ME CAMBIÓ LA VIDA: Poco a poco, me fui
dando cuenta de que Jehová es un Dios compasivo y perdonador.
Por ejemplo, Éxodo 34:6, 7 dice que Jehová es “un Dios
misericordioso y benévolo, tardo para la cólera y abundante en
bondad amorosa y verdad, que conserva bondad amorosa para
miles, que perdona error y transgresión y pecado”. Eso me animó
mucho.
Con todo, no era fácil poner en práctica lo que estaba
aprendiendo. Pensaba que nunca podría dominar mi carácter.
Cada vez que fracasaba, Carolina me animaba con mucho amor y
me recordaba que Jehová veía mis esfuerzos. Gracias a ella seguí
tratando de agradar a Jehová, aunque a menudo yo me veía como
un caso perdido.
En cierta ocasión, Alejandro —el Testigo que me daba clases
de la Biblia— me pidió que leyera Gálatas 5:22, 23, donde se
enumeran las cualidades que componen el fruto del espíritu de
Dios: “Amor, gozo, paz, gran paciencia, benignidad, bondad, fe,
apacibilidad [y] autodominio”. Entonces me explicó que para
cultivar dichas cualidades tenía que confiar en el espíritu santo y
no en mis propias fuerzas. Aquello me abrió los ojos.
Poco después asistí a una asamblea grande de los Testigos.
El orden, la limpieza y el espíritu de hermandad que reinaba en el
lugar me convencieron de que había hallado la religión verdadera
(Juan 13:34, 35). En febrero de 2001 me bauticé.
12

QUÉ BENEFICIOS HE OBTENIDO: Antes era un hombre violento.


Muchos me odiaban, y no los culpo. Pero Jehová me transformó
en un hombre pacífico y me sacó del hoyo en el que me había
hundido. Ahora vivo en paz sirviéndole junto con mi esposa y mis
dos hijos.
Mis familiares y antiguos amigos no pueden creer lo mucho que
he cambiado. Varios han mostrado interés en aprender de la
verdad bíblica. Y no solo he podido enseñarles a ellos; también he
tenido el honor de ayudar a otras personas a conocer a Jehová.
¡Qué alegría me da ver que la Biblia también ha cambiado sus
vidas!
[Ilustración de la página 12]
[Ilustración de la página 12]
[Comentario de la página 13]
Me animó mucho darme cuenta de que Jehová es un Dios
compasivo y perdonador
[Ilustración de la página 13]
Disfruto enseñando a otros lo que he aprendido
[Ilustración de la página 13]
Sirvo a Jehová junto con mi familia
13

LA BIBLIA LES CAMBIÓ LA VIDA


No iba a ningún lado sin mi arma
Relatado por Annunziato Lugarà
AÑO DE NACIMIENTO: 1958
PAÍS: ITALIA
OTROS DATOS: FUE PANDILLERO
MI PASADO: Nací y me crié en un barrio pobre de las afueras de
Roma. Mi vida fue muy difícil. No conocí a mi madre y nunca tuve
una buena relación con mi padre. Crecí siguiendo la ley de las
calles.
Empecé a robar a los 10 años de edad, y a los 12 huí de casa
por primera vez. En más de una ocasión, mi padre tuvo que ir a
sacarme de la comisaría. Me pasaba todo el tiempo discutiendo
con la gente y tenía un carácter muy agresivo. A los 14 años me
marché de casa para no volver. Vivía en la calle y usaba drogas.
Al llegar la noche, abría un automóvil y allí dormía hasta la
madrugada; entonces buscaba una fuente donde asearme un
poco.
Me hice un ladrón experto. Hacía de todo: desde arrebatar
bolsos en la calle hasta robar apartamentos y casas por las noches.
Mi reputación creció tanto que fui invitado a formar parte de una
famosa pandilla. Eso me dio la oportunidad de “progresar”, pues
comencé a robar bancos. Mi agresividad me convirtió en un
miembro respetado de la banda. No iba a ningún lado sin mi arma;
de hecho, dormía con ella debajo de la almohada. La violencia, las
drogas, el robo, la inmoralidad y las malas palabras se convirtieron
en parte de mí. La policía siempre estaba pisándome los talones y
fui arrestado varias veces. Pasé años entre la calle y la cárcel.
LA BIBLIA ME CAMBIÓ LA VIDA: Una de las muchas veces en
las que salí de prisión fui a visitar a una de mis tías. Yo no lo sabía,
pero ella y dos de mis primos se habían hecho testigos de Jehová.
14

Ellos me invitaron a una de sus reuniones y acepté por curiosidad.


Cuando llegamos al Salón del Reino, insistí en sentarme cerca de
la entrada para estar pendiente de quién entraba y quién salía.
Estaba armado, por supuesto.
Esa reunión me cambió la vida. Recuerdo que pensaba:
“¡Tengo que estar en otro planeta!”. Por todos lados veía personas
sonrientes y amigables. Hasta el día de hoy tengo grabada en la
mente la mirada auténtica y amable de los Testigos. ¡Me sentía a
millones de kilómetros del mundo en el que vivía!
Decidí estudiar la Biblia con los Testigos. Conforme avanzaba
en mi estudio me fui dando cuenta de que tenía que cambiar por
completo mi forma de vivir. Por ejemplo, me tomé muy en serio las
palabras de Proverbios 13:20, que dice: “El que está andando con
personas sabias se hará sabio, pero al que está teniendo tratos con
los estúpidos le irá mal”. Comprendí que tenía que romper todo
contacto con la pandilla. No fue nada fácil, pero con la ayuda de
Jehová lo logré.
También limpié mi cuerpo. Con mucho esfuerzo dejé de fumar
y de usar drogas. Me recorté mi larga melena, me quité los
pendientes de las orejas y dejé de usar malas palabras. Por
primera vez en mi vida sentí que podía controlar mis acciones.
Nunca me había gustado leer ni estudiar, así que fue todo un
desafío concentrarme y dedicarme al estudio de la Biblia. Sin
embargo, poco a poco comencé a amar a Jehová. De pronto, algo
cambió dentro de mí: sentí remordimientos de conciencia.
A menudo me sentía mal conmigo mismo y pensaba que Jehová
nunca me perdonaría las cosas malas que había hecho. En esos
momentos leía el relato que habla sobre la manera en que Jehová
le perdonó al rey David los graves pecados que había cometido, y
eso me servía de consuelo (2 Samuel 11:1–12:13).
Otro gran reto fue predicarle a la gente en sus hogares (Mateo
28:19, 20). ¡Me aterraba la posibilidad de encontrar a alguien a
quien le hubiera hecho daño en el pasado! No obstante,
gradualmente superé mi temor y comencé a disfrutar de hablar a
15

las personas sobre nuestro extraordinario Padre celestial, quien


nos perdona en gran manera.
QUÉ BENEFICIOS HE OBTENIDO: Conocer a Jehová me salvó
la vida. La mayoría de mis amigos de antes están muertos o en la
cárcel. En cambio, yo soy feliz y tengo un brillante futuro por
delante. He aprendido a ser humilde y obediente y a mantener bajo
control mi temperamento explosivo, gracias a lo cual tengo mejores
relaciones con quienes me rodean. Estoy felizmente casado con
una hermosa mujer llamada Carmen. Juntos ayudamos a nuestros
vecinos a conocer mejor la Biblia.
¡Ah!, y por cierto, ahora me gano la vida con honradez. Sigo
trabajando en bancos de vez en cuando, pero ahora no es para
robarlos, sino para limpiarlos.
[Comentario de la página 9]
Por primera vez en mi vida sentí que podía controlar mis acciones
16

LA BIBLIA LES CAMBIÓ LA VIDA


Creía que estaba disfrutando de la vida
Relatado por Pawel Pyzara
AÑO DE NACIMIENTO: 1982
PAÍS: POLONIA
OTROS DATOS: ERA VIOLENTO, USABA DROGAS
Y QUERÍA TRIUNFAR EN LA VIDA
MI PASADO. Nací en una pequeña ciudad de Polonia cerca de la
frontera alemana. Disfrutaba de una vida tranquila, rodeado de
granjas y bosques. Mis padres eran muy cariñosos y me animaban
a ser una buena persona, un buen estudiante y a ir a la universidad.
Mis problemas empezaron cuando me fui a estudiar Derecho en
una universidad de la ciudad de Wroclaw. Lejos de casa, empecé
a tener malas compañías. Siempre me había gustado el fútbol, pero
presionado por mis nuevos amigos me volví fanático de este
deporte. Mi equipo favorito era de Varsovia. Los fines de semana
iba a verlos donde fuera que jugaran. En aquellos viajes nos
emborrachábamos, nos drogábamos y, a veces, nos peleábamos
con los aficionados del equipo contrario. Pensaba que esto me
ayudaba a liberar el estrés de la vida cotidiana, aunque sabía que,
si la policía me arrestaba, podría arruinar mi futuro profesional.
Junto con mis amigos, iba a clubs nocturnos y discotecas,
donde a menudo acabábamos en peleas callejeras. La policía me
arrestó en varias ocasiones, pero siempre me las arreglé para que
la situación no pasara a más, a veces dando un soborno. Creía que
estaba disfrutando de la vida; pero en el fondo sabía que lo que
hacía estaba mal. Por eso, para calmar mi conciencia, iba a la
iglesia todos los domingos.
LA BIBLIA ME CAMBIÓ LA VIDA. En el 2004, dos testigos de
Jehová visitaron mi hogar, y acepté tener charlas bíblicas con ellos.
A medida que aprendía lo que significa ser un verdadero cristiano,
17

la conciencia me remordía cada vez más. Sabía que tenía que


dejar de emborracharme, de drogarme y de andar con personas
que no vivían como dice la Biblia. También me di cuenta de que
tenía que dejar de ser violento. Aunque sabía que debía hacer
todos estos cambios, seguía andando por el mal camino.
Pero todo cambió una noche cuando empecé una pelea con
ocho hombres. Recuerdo estar tirado en la calle mientras me
golpeaban y me pateaban la cabeza. Creí que iba a morir; así que
oré: “Jehová, lamento no haberle hecho caso a tu Palabra.
Si sobrevivo, te prometo que estudiaré la Biblia con los Testigos y
que enderezaré mi vida”. Pese a la paliza, sobreviví. Y cumplí con
mi palabra: estudié la Biblia.
En el 2006 me mudé a Inglaterra. Quería ahorrar suficiente
dinero y regresar a Polonia para conseguir un título superior en
Derecho. En mi estudio de la Biblia hubo un versículo que me
impactó muchísimo. El apóstol Pablo escribió: “De veras sí
considero también que todas las cosas son pérdida a causa del
sobresaliente valor del conocimiento de Cristo Jesús mi Señor. Por
motivo de él he sufrido la pérdida de todas las cosas y las considero
como un montón de basura, a fin de ganar a Cristo” (Filipenses
3:8). Como yo, Pablo había estudiado leyes y también había sido
un hombre muy violento (Hechos 8:3). Pero comprendió que había
un mejor modo de vivir: servir a Dios y esforzarse por imitar a
Jesús. Cuando medité en el ejemplo de Pablo, me di cuenta de que
ni ganar dinero ni ser violento me darían la felicidad. Así que pensé
que si Pablo pudo cambiar, yo también podía. De modo que decidí
quedarme en Inglaterra y olvidarme de la universidad.
Cuanto más conocía a Jehová, más cerca me sentía de él.
Me conmovió aprender que estaba dispuesto a perdonar a quienes
de verdad quieren cambiar (Hechos 2:38). Cuando pienso en las
palabras de 1 Juan 4:16, que dicen que “Dios es amor”, entiendo
por qué Dios odia la violencia.
También me conmovió la conducta de los Testigos. Estaba claro
que se esfuerzan por seguir las elevadas normas de la Biblia.
18

Quería formar parte de su feliz hermandad. Después de mucho


esfuerzo y de hacer cambios en mi vida, en el 2008 me bauticé y
me hice testigo de Jehová.
QUÉ BENEFICIOS HE OBTENIDO. De ser un hombre ambicioso,
violento, fanático del fútbol, que se drogaba y se emborrachaba,
las Escrituras me han transformado en alguien que disfruta de
enseñar a otros la verdad de la Biblia. Claro, todavía me gusta el
fútbol, pero ahora solo es un pasatiempo.
Estoy felizmente casado con Esther, una hermosa cristiana.
Nos encanta enseñar lo que dice la Biblia a las personas que
hablan polaco en el noroeste de Inglaterra. Por primera vez en mi
vida, soy completamente feliz, tengo una conciencia tranquila y
ahora mi vida tiene propósito.
[Comentario de la página 11]
Quería formar parte de la feliz hermandad de los testigos de Jehová
[Ilustración de la página 11]
A Esther y a mí nos encanta enseñar lo que dice la Biblia a
las personas que hablan polaco
19

LA BIBLIA LES CAMBIÓ LA VIDA


“Solo te pido un año de felicidad y paz”
Relatado por Alain Broggio
AÑO DE NACIMIENTO: 1971
PAÍS: FRANCIA
OTROS DATOS: ERA INMORAL, DELINCUENTE, VIOLENTO
Y DROGADICTO
MI PASADO. Vivíamos en Tellancourt, un pueblo al nordeste de
Francia. Mi padre era francés y mi madre es italiana. Cuando tenía
ocho años, nos mudamos a Italia, a un barrio pobre de gente
trabajadora en las afueras de Roma. La situación en casa era
difícil; mis padres tenían fuertes discusiones por dinero.
Con 15 años, mi madre me animó a salir más para hacer
amigos. Empecé a pasar cada vez más tiempo fuera de casa y
no tardé en tener malas compañías. Cierto día se me acercó un
hombre que se veía amable. Acepté las drogas que me ofreció,
pues quería parecer adulto. Rápidamente me hundí en el bajo
mundo de las drogas y la inmoralidad sexual. Fui violado varias
veces. La vida dejó de tener valor para mí; me daba igual vivir o
morir. Me sentía terriblemente solo. Cuando tenía 16 años, intenté
suicidarme: me bebí una botella entera de whisky y me arrojé a un
lago. Estuve tres días en coma.
Empecé a valorar la vida, pero me convertí en alguien violento
que engañaba a la gente. Me ofrecía para tener relaciones
sexuales con las personas, y cuando llegaba a sus casas, las
drogaba y les robaba todo lo que tuvieran de valor. Grandes mafias
me utilizaban para distribuir droga en Italia. A menudo tenía
problemas con la policía. Aunque mi vida era un verdadero
desastre, estaba convencido de que debía tener algún propósito.
Por eso le oré a Dios: “Solo te pido un año de felicidad y paz”.
20

LA BIBLIA ME CAMBIÓ LA VIDA. A los 24 años decidí mudarme


a Inglaterra. Mi vida estaba en peligro ya que unos narcotraficantes
querían eliminarme. Antes de irme, visité a mi madre y me
sorprendió encontrar a Annunziato Lugarà hablándole de la Biblia.
Conocía su pasado como delincuente, así que me asusté y le
pregunté qué hacía allí. Me contó los grandes cambios que había
hecho en su vida para llegar a ser un testigo de Jehová, y me hizo
prometerle que buscaría a los Testigos cuando llegara a Inglaterra.
Aunque se lo prometí, una vez allí seguí con mi estilo de vida.
Un día vi a un testigo de Jehová ofreciendo las revistas
La Atalaya y ¡Despertad! en una calle muy transitada de Londres.
Entonces me acordé de la promesa que había hecho y le pregunté
si podía tomar clases de la Biblia.
Lo que aprendí me impactó. Por ejemplo, me conmovió lo que
dice 1 Juan 1:9 sobre Dios: “Si confesamos nuestros pecados, él
es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados y limpiarnos”.
Aquellas palabras me cambiaron la vida, pues me sentía sucio por
todo lo que había hecho. Enseguida empecé a asistir a las
reuniones en el Salón del Reino de los Testigos de Jehová, donde
me recibieron con cariño. Cuando vi lo bien que se llevaban y lo
que se querían —algo con lo que siempre había soñado—, quise
ser parte de aquella congregación, de aquella familia.
No me costó mucho dejar las drogas y mi estilo de vida inmoral;
lo que sí me costó fue cambiar mi personalidad. Vi que debía ser
más respetuoso y considerado con los demás. De hecho, todavía
sigo luchando por eliminar algunos rasgos desagradables de mi
personalidad. Pero gracias a Jehová, he mejorado. En 1997, seis
meses después de empezar a estudiar la Biblia, me bauticé y me
hice testigo de Jehová.
QUÉ BENEFICIOS HE OBTENIDO. Después de bautizarme, me
casé con una joven llamada Barbara, quien también se había
hecho testigo de Jehová recientemente. Uno de mis anteriores
amigos empezó a estudiar la Biblia al ver lo mucho que yo había
cambiado. Ahora, él y su hermana son testigos de Jehová. Y lo
21

mismo hizo la hermana de mi abuela; tenía más de 80 años cuando


estudió la Biblia y con el tiempo se bautizó.
En la actualidad soy anciano en una congregación, y mi esposa
y yo dedicamos gran parte de nuestro tiempo a predicar en Londres
a las personas que hablan italiano. A veces me deprimo al recordar
mi vida anterior, pero Barbara siempre me anima. Por fin tengo lo
que tanto había soñado: una familia estable y un Padre que me
quiere. Le pedí a Dios un año de felicidad y paz, pero me ha dado
mucho más.
[Nota]
Lea el artículo “La Biblia les cambió la vida: No iba a ningún lado
sin mi arma”, relatado por Annunziato Lugarà, en la revista
La Atalaya del 1 de julio de 2014, páginas 8 y 9.
[Comentario de la página 9]
Por fin tengo lo que tanto había soñado: una familia estable y un
Padre que me quiere
22

LA BIBLIA LES CAMBIÓ LA VIDA


Aprendí a respetar a las mujeres y a respetar mi vida
Relatado por Joseph Ehrenbogen
AÑO DE NACIMIENTO: 1960
PAÍS: FRANCIA
OTROS DATOS: ERA DROGADICTO, VIOLENTO
Y MALTRATABA A LAS MUJERES
MI PASADO. Nací en Mulhouse, en el noreste de Francia, y me
crié en un violento barrio obrero. Mis recuerdos de la niñez son de
peleas entre familias del barrio. En la mía, los hombres
despreciaban a las mujeres y apenas las tomaban en cuenta.
Me decían que el lugar de la mujer era la cocina y que debía cuidar
del esposo y los hijos.
Mi infancia fue muy difícil. Cuando tenía 10 años, murió mi
padre por su adicción al alcohol. Cinco años después, se suicidó
uno de mis hermanos mayores y presencié un asesinato en una
pelea familiar que me traumatizó. Algunos parientes me enseñaron
a usar navajas y pistolas y a pelear siempre que hiciera falta.
Me convertí en un joven problemático, me tatué todo el cuerpo y
me hice alcohólico.
Con 16 años bebía entre 10 y 15 cervezas al día y empecé a
probar las drogas. Para costear mis vicios, vendía chatarra y
robaba. Con apenas 17 años, ya había pasado por la cárcel.
En total, estuve preso 18 veces por robo y violencia.
A los 20, mi situación empeoró. Llegué a fumar 20 cigarrillos de
marihuana diarios y consumía heroína y otras sustancias ilegales.
Varias veces estuve a punto de morir de sobredosis. Traficaba con
drogas e iba siempre armado. En una ocasión le disparé a un
hombre; menos mal que la bala rebotó en la hebilla de su cinturón.
Cuando yo tenía 24 años, mi madre murió y me volví aún más
agresivo. La gente se asustaba al verme y cruzaba la calle. Muchos
23

fines de semana acababa en la comisaría tras alguna pelea, o en


el hospital para que me cosieran las heridas.
A los 28 años me casé y, claro, no trataba a mi esposa con
respeto. La insultaba y le pegaba. No le dedicaba nada de tiempo;
pensaba que con cubrirla de joyas robadas era suficiente. Pero
entonces ocurrió algo inesperado: ella empezó a estudiar la Biblia
con los testigos de Jehová. Después de su primera clase, dejó de
fumar, no quiso dinero robado y me devolvió todas las joyas. Yo le
prohibí que estudiara la Biblia. Estaba hecho una furia; le echaba
el humo del cigarrillo en la cara y la ridiculizaba por todo el barrio.
Una noche, estando muy borracho, le prendí fuego a nuestro
apartamento. Mi esposa nos salvó de las llamas a mí y a nuestra
hijita de cinco años. Cuando se me pasó la borrachera, me sentí
terriblemente culpable. Estaba convencido de que Dios jamás me
perdonaría. Recordé que había oído decir a un sacerdote que los
malos van al infierno. Hasta mi psiquiatra me dijo: “Eres un caso
perdido. No hay quien te salve”.
CÓMO LA BIBLIA ME CAMBIÓ LA VIDA. Después del incendio,
nos fuimos a vivir a la casa de mis suegros. Los Testigos vinieron
a ver a mi esposa, y yo les pregunté si Dios perdonaría mis
pecados. Abrieron la Biblia y me leyeron 1 Corintios 6:9-11. Allí se
mencionan conductas que Dios condena, pero también dice: “Eso
era lo que algunos de ustedes eran”. Aquellas palabras me dieron
la confianza de que podría cambiar. Los Testigos me leyeron
1 Juan 4:8 para mostrarme que Dios me quería. Eso me animó
tanto, que les pedí que me dieran clases de la Biblia dos veces por
semana y empecé a asistir a sus reuniones cristianas. Le oraba a
Jehová todo el tiempo.
En cuestión de un mes, me decidí a dejar las drogas y el alcohol.
Pero mi cuerpo me los seguía exigiendo. Tuve síndrome de
abstinencia, por lo que empecé a sufrir fuertes migrañas, espasmos
estomacales y calambres, y a tener horribles pesadillas, entre otros
síntomas. Sin embargo, sentía que Jehová me estaba sosteniendo
y dando fuerzas. Me ocurría lo mismo que al apóstol Pablo, que
24

dijo sobre la ayuda que Dios le dio: “Para todas las cosas tengo la
fuerza en virtud de aquel que me imparte poder” (Filipenses 4:13).
Con el tiempo, también pude dejar el tabaco (2 Corintios 7:1).
La Biblia me ayudó a recuperar el control de mi vida y a mejorar
nuestra vida de familia. Empecé a tratar a mi esposa con respeto y
a decirle “por favor” y “gracias”. También empecé a pasar más
tiempo con mi hija. Tras un año estudiando la Biblia, seguí el
ejemplo de mi esposa: decidí hacerme testigo de Jehová y me
bauticé.
QUÉ BENEFICIOS HE OBTENIDO. Estoy convencido de que la
Biblia me salvó la vida. Hasta mis parientes que no son Testigos
reconocen que, de no ser por estos cambios, probablemente
habría muerto de sobredosis o en una pelea.
Nuestra vida de familia dio un giro total cuando empecé a
cumplir con mis responsabilidades de esposo y padre, tal como
enseña la Biblia (Efesios 5:25; 6:4). Empezamos a hacer cosas
juntos. Ya no pretendo que mi esposa esté siempre en la cocina;
todo lo contrario, dedica mucho de su tiempo a predicar, y a mí me
encanta ayudarla. Por su parte, ella me apoya para que pueda
cumplir con mis tareas como anciano de congregación.
El amor y la misericordia de Dios han cambiado por completo
mi vida. Sé que cualquier persona puede limpiar su vida y darle
sentido gracias a la fuerza que da la Biblia. Por eso, deseo de todo
corazón hablarles de Jehová a quienes parecen casos perdidos,
porque yo era uno de ellos. La Biblia me ha enseñado a tratar a
todas las personas con respeto, sean hombres o mujeres; pero
también me ha enseñado a tratar mi vida con respeto.
[Ilustración de la página 11]
Me encanta ayudar a la gente para que encuentren sentido a su
vida.
25

LA BIBLIA LES CAMBIÓ LA VIDA


“La calle se convirtió en mi hogar”
Relatado por Antonio Jiménez
Año de nacimiento: 1955
País: España
Otros datos: Se drogaba, se emborrachaba y era violento
MI PASADO
A algunas personas les toma mucho tiempo aprender de sus
malas experiencias en la vida. Yo fui una de esas. Nací y crecí en
Barcelona, la segunda ciudad más grande de España. Mi familia
vivía en una zona llamada Somorrostro, que ocupaba una gran
extensión frente a la playa. Somorrostro tenía mala fama por el
tráfico de drogas y la delincuencia.
Yo fui el mayor de nueve hermanos. Como éramos muy pobres,
mi padre me mandó a trabajar de recogepelotas en un club de tenis
de la ciudad. Con tan solo 10 años, trabajaba diez horas diarias.
Por eso, a diferencia de la mayoría de los niños de mi edad, no
podía ir a la escuela. A los 14 años, comencé a trabajar en un taller
de piezas de metal.
En 1975, me convocaron para el servicio militar, que en esos
tiempos era obligatorio en España. Quería un poco de emoción en
mi vida, así que me apunté a La Legión española en Melilla, un
territorio español situado en el norte de África. Fue en esa época
que caí de lleno en el sucio mundo de las drogas y el alcohol.
Al salir de La Legión, volví a Barcelona y formé una pandilla.
Robábamos cualquier cosa y luego la vendíamos con tal de
conseguir dinero para pagar las drogas. Comencé a tomar LSD y
anfetaminas, y mi vida empezó a girar en torno al sexo, el alcohol
y las apuestas. Aquel horrible estilo de vida hizo que me volviera
muy muy violento. Siempre llevaba un cuchillo, un hacha o un
26

machete y estaba dispuesto a sacarlo en cualquier momento en


que me pareciera necesario.
En cierta ocasión, mi pandilla y yo robamos un auto y la policía
empezó a perseguirnos. Fue como en una película. Recorrimos
unos 30 kilómetros (unas 20 millas) hasta que la policía comenzó
a dispararnos. Al final, estrellamos el coche y todos salimos
corriendo. Como es normal, cuando mi padre se enteró, me echó
de casa.
En los siguientes cinco años, la calle se convirtió en mi hogar.
Dormía en los portales de los edificios, en camiones, en los bancos
de los parques y en cementerios. Durante un tiempo, incluso viví
en una cueva. Iba sin rumbo por la vida y sentía que a nadie le
importaba si estaba vivo o muerto. Recuerdo que, cuando estaba
drogado, me hacía cortes en las muñecas y en los brazos. De
hecho, tengo las cicatrices hasta el día de hoy.
CÓMO LA BIBLIA ME CAMBIÓ LA VIDA
Cuando yo tenía 28 años, mi madre vino a buscarme y me pidió
que volviera a casa. Acepté y le prometí que tomaría las riendas de
mi vida. Pero tardé un tiempo en poder cumplir aquella promesa.
Una tarde, dos testigos de Jehová vinieron a nuestra casa.
Mientras les escuchaba, mi padre gritó desde dentro que les
cerrara la puerta en las narices. Pero como me molestaba que me
dieran órdenes, no le hice caso. Los Testigos me ofrecieron tres
libros pequeños, que acepté con gusto, y les pregunté dónde se
reunían. Unos días más tarde, me presenté en la entrada del Salón
del Reino.
Lo primero que me llamó la atención fue ver que todos iban muy
bien vestidos. En cambio, yo llevaba el pelo largo, una barba
descuidada y la ropa muy vieja. Me pareció que no encajaba allí,
así que me quedé fuera. ¡Qué sorpresa me llevé cuando reconocí
a Juan, un antiguo pandillero que había sido amigo mío! ¡Pero iba
vestido de traje! Después me enteré de que se había hecho testigo
de Jehová un año antes. Verlo allí me dio la seguridad necesaria
27

para entrar a la reunión. Desde aquel momento, mi vida empezó a


cambiar.
Acepté un curso de la Biblia y enseguida vi que, si quería
agradar a Dios, debía cambiar mi carácter agresivo y mi estilo de
vida inmoral. Pero no fue fácil. Me di cuenta de que tenía que
transformar mi vida y rehacer mi mente para complacer a Jehová
(Romanos 12:2). La misericordia de Dios me conmovía. A pesar de
todos los errores que había cometido, sentía que me estaba dando
la oportunidad de comenzar de nuevo. Lo que aprendí sobre
Jehová me llegó a lo más profundo del corazón. Entendí que existe
un Creador que se preocupa por mí (1 Pedro 5:6, 7).
Aquello me impulsó a hacer cambios. Por ejemplo, cuando
tratamos el tema del tabaco durante el curso bíblico, pensé: “Si
Jehová quiere que esté limpio e incontaminado en todo aspecto de
mi vida, entonces estos cigarrillos tienen que desaparecer” (2
Corintios 7:1). Así que los tiré todos a la basura.
Además, también tenía que dejar de consumir y vender drogas.
Aquello me costó mucho más. Para conseguirlo, era necesario que
dejara de juntarme con mis amigos, pues estar con ellos no me
ayudaba a progresar en sentido espiritual. Con el tiempo, comencé
a confiar más en Dios y en los nuevos amigos que había hecho en
la congregación. Nunca antes había experimentado un amor e
interés como el de ellos. Con el paso de los meses, pude dejar
definitivamente las drogas y vestirme de “la nueva personalidad”,
que me permitiría agradar a Jehová (Efesios 4:24). En agosto de
1985, me bauticé como testigo de Jehová.
QUÉ BENEFICIOS HE OBTENIDO
La Biblia me había dado una nueva oportunidad. Me había
liberado de un estilo de vida peligroso que estaba destruyendo mi
salud y robándome la dignidad. De hecho, más de treinta de mis
antiguos amigos murieron jóvenes por culpa del sida y otras
enfermedades relacionadas con las drogas. Estoy muy agradecido
de que, al poner en práctica los principios de la Biblia, pude evitar
ese trágico final.
28

Los cuchillos y las hachas que llevaba cuando era un hombre


violento ya son cosas del pasado. La verdad es que nunca imaginé
que los cambiaría por una Biblia para ayudar a la gente. Hoy en
día, mi esposa y yo dedicamos gran parte de nuestro tiempo a la
predicación.
A pesar de que mis padres nunca se hicieron testigos de
Jehová, reconocieron que la Biblia me había ayudado mucho. Mi
padre incluso defendía a los Testigos delante de sus amigos y tenía
muy claro que mi nueva religión había provocado un extraordinario
cambio en mí. Mi madre, por su parte, siempre me decía que ojalá
hubiera empezado a estudiar la Biblia antes. ¡Cuánta razón tenía!
Todo lo que he vivido me ha enseñado que no tiene sentido
buscar la felicidad en las drogas u otros vicios. Lo que ahora me
hace realmente feliz es ayudar a las personas a conocer las
verdades de la Palabra de Dios, unas verdades que me salvaron la
vida.
En 1975, me alisté en La Legión española del norte de África. Tenía
que llevar un particular uniforme.
29

LA BIBLIA LES CAMBIÓ LA VIDA


“Ya no soy esclavo de la violencia”
Relatado por MICHAEL KUENZLE
Año de nacimiento: 1956
País: Canadá
Otros datos: Era mujeriego y violento, y se sentía
desilusionado
MI PASADO
Nací en la ciudad de Calgary, en Alberta (Canadá). Cuando yo
era pequeño, mis padres se divorciaron, y mi madre y yo nos fuimos
a vivir a casa de mis abuelos. Ellos nos querían mucho, y la verdad
es que allí fui muy feliz; se respiraba paz. Recuerdo aquellos años
con mucho cariño.
Cuando tenía siete años, mi vida dio un vuelco. Mi madre volvió
a casarse con mi padre y nos mudamos a San Luis, Misuri (Estados
Unidos). Pronto me di cuenta de que mi padre era capaz de ser
muy cruel. Por ejemplo, en una ocasión, cuando llegué a mi casa
después de mi primer día de clase en la nueva escuela, él
descubrió que otros niños me habían pegado y yo no me había
defendido. Se puso como una fiera y me pegó más fuerte que
aquellos niños. Aprendí “la lección”, y a partir de ahí empecé a
meterme en peleas.
El mal carácter de mi padre sacaba de quicio a mi madre, y
muchas veces se gritaban y se peleaban. Empecé a tomar drogas
y alcohol a los 11 años. Me volví cada vez más agresivo y siempre
andaba en peleas callejeras. Para cuando terminé la educación
secundaria, la violencia me había convertido en otra persona.
A los 18 años, me alisté en la Infantería de Marina de Estados
Unidos. Yo ya era violento, pero allí aprendí a matar. Después de
cinco años, dejé el ejército para estudiar Psicología, con la
30

esperanza de poder trabajar para el FBI. Empecé la carrera en


Estados Unidos y luego seguí estudiando en Canadá.
En la universidad terminé decepcionado. Me parecía que el ser
humano y la sociedad en general eran muy egoístas. Sentía que
nada valía la pena y que los problemas del mundo no tenían
arreglo. Perdí la esperanza de que el hombre pudiera mejorar las
cosas.
Al ver que la vida no tenía mucho sentido, me hundí en las
drogas y el alcohol, y solo pensaba en el dinero y el sexo. Iba de
fiesta en fiesta y de cama en cama. Como mi entrenamiento militar
me hacía sentir invencible, siempre estaba metido en peleas. Si
creía que alguien estaba abusando de los demás, me dejaba llevar
por mi propio sentido de la justicia y me enfrentaba con él. En
realidad, me había convertido en todo un esclavo de la violencia.
CÓMO LA BIBLIA ME CAMBIÓ LA VIDA
Un día en que un amigo y yo nos pusimos hasta arriba de
drogas en el sótano de mi casa y estábamos preparando un
paquete de marihuana para su venta ilegal, mi amigo me preguntó
si creía en Dios. Le dije: “Si el mundo está sufriendo por culpa de
Dios, ¡yo no quiero saber nada de él!”. Al día siguiente, el primer
día en mi nuevo empleo, un compañero que era testigo de Jehová
me preguntó: “¿Crees que Dios tiene la culpa de que haya
sufrimiento en el mundo?”. ¡Qué sorpresa! Justo un día después
viene alguien y me pregunta eso. Me picó la curiosidad. Así que
durante los siguientes seis meses tuvimos muchas
conversaciones, y él me contestó con la Biblia algunas de las
preguntas más profundas que yo me había hecho sobre la vida.
La chica con la que estaba viviendo en esa época no quería que
le contara nada de lo que estaba aprendiendo. Un domingo le dije
que había invitado a los Testigos a nuestra casa para que nos
dieran clases de la Biblia. Al día siguiente, cuando volví del trabajo,
me encontré con que había agarrado sus cosas y se había ido. Salí
a la calle y me eché a llorar. Además, le rogué a Dios que me
31

ayudara. Esa fue la primera vez que yo usaba el nombre de Dios,


Jehová, en una oración (Salmo 83:18).
Dos días después empecé a estudiar la Biblia con un
matrimonio de testigos de Jehová. Cuando se fueron, me quedé
leyendo el libro que usaban para las clases, el libro Usted puede
vivir para siempre en el paraíso en la Tierra. Y en una noche lo
devoré. Lo que aprendí de Jehová y de su Hijo, Jesucristo, me llegó
al corazón. Comprendí que Jehová es compasivo y que le duele
vernos sufrir (Isaías 63:9). Algo que me llegó muy hondo fue saber
que Dios me quería y que su Hijo había muerto por mí (1 Juan
4:10). Me di cuenta de que Jehová había tenido mucha paciencia
conmigo “porque no desea que ninguno sea destruido, sino que
todos lleguen a arrepentirse” (2 Pedro 3:9). Sentía que Jehová
quería que me acercara a él (Juan 6:44).
Esa misma semana empecé a asistir a las reuniones cristianas.
Llevaba el pelo largo y aretes, y mi aspecto intimidaba a cualquiera,
pero los Testigos me trataron como si yo fuera un familiar al que
hacía mucho tiempo que no veían. Se portaron como verdaderos
cristianos. Me sentí a gusto allí, como cuando estaba en casa de
mis abuelos, pero en un ambiente todavía más especial.
En poco tiempo lo que estaba aprendiendo de la Biblia empezó
a cambiar mi vida. Me corté el pelo, abandoné todas mis prácticas
sexualmente inmorales y dejé la bebida y las drogas (1 Corintios
6:9, 10; 11:14). Quería que Jehová estuviera contento conmigo. Así
que, cuando aprendía que algo que yo hacía estaba mal, no me
ponía a buscar excusas. Al contrario, me dolía mucho, y pensaba:
“No voy a volver a hacer esto”. Y entonces, sin darle muchas
vueltas, trataba de cambiar mi forma de pensar y mi
comportamiento. Gracias a todo esto, pronto comencé a ver los
beneficios de hacer las cosas como Jehová quiere. Y el 29 de julio
de 1989 —seis meses después de mi primera clase bíblica— me
bauticé y me hice testigo de Jehová.
QUÉ BENEFICIOS HE OBTENIDO
32

La Biblia me ha ayudado a cambiar completamente mi


personalidad. Antes, cuando alguien me provocaba, casi siempre
perdía los estribos. Pero ahora hago todo lo posible por estar “en
paz con todos” (Romanos 12:18). Y yo no tengo ningún mérito.
Esto ha sido gracias a Jehová, porque su Palabra y su espíritu
santo tienen mucho poder y te ayudan a cambiar tu vida (Gálatas
5:22, 23; Hebreos 4:12).
En vez de ser esclavo de las drogas, la violencia y los deseos
sexuales, ahora me esfuerzo por complacer a Jehová y darle lo
mejor de mí. Eso incluye ayudar a otros a conocerlo. Pocos años
después de bautizarme, me fui a vivir a otro país para llevar el
mensaje de la Biblia a zonas donde se necesitaban más
evangelizadores. A través de los años he tenido la satisfacción de
darles clases bíblicas a muchas personas y ver cómo sus vidas
también mejoraban. Y otra cosa que me hace muy feliz es que mi
madre ahora sea testigo de Jehová, en parte por los cambios
positivos que vio en mi actitud y en mi conducta.
En 1999 me gradué en El Salvador de un curso que ahora se
llama Escuela para Evangelizadores del Reino. Ahí me capacitaron
para ser un mejor evangelizador, y para enseñar en la
congregación y cuidar de ella. Después, ese mismo año, me casé
con mi querida Eugenia. Ahora los dos juntos somos
evangelizadores de tiempo completo en Guatemala.
Ya no me siento desilusionado; al contrario, mi vida tiene
sentido y soy inmensamente feliz. Seguir las enseñanzas bíblicas
me ha dado libertad; ya no soy esclavo de la violencia ni de las
relaciones sexuales inmorales. Además, gracias a eso, ahora
tengo una vida llena de paz y amor verdadero.
[NOTA]
En los cursos bíblicos, los testigos de Jehová ahora suelen usar el
libro Disfrute de la vida
33

LA BIBLIA LES CAMBIÓ LA VIDA


“Ya no soy ese hombre cruel”
Relatado por SÉBASTIEN KAYIRA
Año de nacimiento: 1973
País: Uganda
Otros datos: Era un borracho violento e inmoral
MI PASADO
Nací en Uganda, en el distrito de Gomba. Allí casi toda la gente
era muy pobre. Como en nuestro pueblo no teníamos electricidad,
de noche usábamos lámparas de aceite.
Mis padres, que eran granjeros, se habían mudado de Ruanda
a Uganda. Ellos cultivaban café y plátanos, y con los plátanos
preparaban un licor llamado waragi. Mis padres también criaban
pollos, cabras, cerdos y vacas. Por mi cultura y por la forma en que
me educaron, crecí pensando que la esposa siempre debe
obedecer a su esposo y nunca debe dar su opinión.
A los 23 años me mudé a Ruanda, donde solía ir a bailar con
otros jóvenes de mi edad. Había una discoteca a la que iba tanto
que acabaron dándome un pase para que pudiera entrar gratis.
También me gustaban mucho las películas de peleas y violencia
extrema. Todo lo que me rodeaba y el entretenimiento que elegía
hicieron de mí un hombre violento, borracho e inmoral.
En el 2000 me fui a vivir con una joven llamada Skolastique
Kabagwira, y tuvimos tres hijos. Tal como me enseñaron de
pequeño, yo esperaba que ella se arrodillara delante de mí para
saludarme o cada vez que quisiera pedirme algo. Además, estaba
convencido de que todo lo que teníamos era solo mío y que podía
hacer con ello lo que me diera la gana. Muchas veces salía de
noche y regresaba a las tres de la mañana, casi siempre borracho.
34

Golpeaba la puerta y, si Skolastique no me abría enseguida, le


pegaba.
En aquella época, trabajaba de supervisor para una compañía
de seguridad privada, y ganaba muy bien. En casa, Skolastique
intentó convencerme de que fuera a la iglesia pentecostal donde
ella iba, pensando que eso me cambiaría. Pero a mí no me
interesaba. En vez de eso, empecé a salir con otra mujer. Al final,
como yo era un hombre tan inmoral y cruel, Skolastique se fue a
vivir a casa de sus padres con nuestros tres hijos.
Un amigo nuestro ya mayor habló conmigo sobre el tipo de vida
que llevaba. Me animó a que volviera con Skolastique. Me dijo que
teníamos unos hijos preciosos que no merecían estar lejos de su
padre. Así que en el 2005 dejé de beber, dejé también a la otra
mujer y regresé con Skolastique. Luego, en el 2006, nos casamos.
Pero seguía siendo un hombre violento y tratando mal a mi esposa.
CÓMO LA BIBLIA ME CAMBIÓ LA VIDA
En el 2008, Joël —un testigo de Jehová— estaba predicando y
tocó a mi puerta, y yo lo escuché. Él y Bonaventure, otro Testigo,
estuvieron visitándome durante algunos meses, y tuvimos
conversaciones intensas sobre la Biblia. Les hacía muchas
preguntas, sobre todo del libro de Apocalipsis. En realidad, quería
demostrar que los Testigos estaban equivocados. Por ejemplo, les
pregunté que cómo podían decir que “la gran muchedumbre” que
se menciona en Apocalipsis 7:9 vivirá en la Tierra, cuando el
versículo dice que está “de pie delante del trono [de Dios] y delante
del Cordero”. Joël tuvo mucha paciencia y contestó mis preguntas.
Por ejemplo, me enseñó que en Isaías 66:1 Dios dice que la Tierra
es el “banquillo” para sus pies. Por eso, la gran muchedumbre en
realidad sí está de pie delante del trono de Dios. También leí Salmo
37:29, donde dice que los justos vivirán para siempre en la Tierra.
Con el tiempo, acepté estudiar la Biblia. Así que Bonaventure
empezó a darnos clases a Skolastique y a mí. Poco a poco la Biblia
me dio la motivación que necesitaba para cambiar mi vida. Aprendí
a tratar a mi mujer con respeto. Ya no esperaba que ella se
35

arrodillara delante de mí para saludarme o para pedirme algo, y


dejé de pensar que todo lo que teníamos era solo mío. También
dejé de ver películas violentas. Hacer todos esos cambios fue muy
duro; tuve que aprender a ser humilde y a controlarme.
Unos años antes, había llevado a mi hijo mayor, Christian, a
Uganda a vivir con unos parientes. Pero después de leer lo que
dice Deuteronomio 6:4-7, me di cuenta de que mi esposa y yo
somos responsables ante Dios de cuidar a nuestros hijos y de
enseñarles los principios de la Biblia. ¡Qué alegría fue tenerlo de
vuelta en casa! ¡Y qué feliz estaba él!
QUÉ BENEFICIOS HE OBTENIDO
Aprendí que Jehová es misericordioso y estoy seguro de que
me ha perdonado todo lo que fui en el pasado, todas las cosas que
hice. Me alegró mucho que Skolastique también estudiara la Biblia.
Nos dedicamos a Jehová y los dos nos bautizamos el 4 de
diciembre de 2010. Ahora confiamos el uno en el otro y nos gusta
poner en práctica los principios de la Biblia en nuestra familia. A mi
esposa le encanta que llegue a casa derechito del trabajo. Y ella
valora mucho que la trate con dignidad y respeto, y que haya
decidido no beber ni una gota más de alcohol. Ahora es feliz
porque ya no soy ese hombre cruel. En el 2015 me nombraron
anciano para que ayudara a cuidar de nuestra congregación. Y tres
de nuestros cinco hijos ya están bautizados.
Cuando empecé a estudiar la Biblia con los testigos de Jehová,
no acepté ciegamente lo que me enseñaban. Sin embargo, me
impresionó que siempre usaran la Biblia para responder mis
preguntas. Skolastique y yo nos fuimos dando cuenta de que
quienes dicen servir a Dios tienen que vivir de acuerdo con lo que
él pide, sin rebajar sus normas. Le doy muchas gracias a Jehová
porque me llevó hasta él y me ha aceptado dentro de su familia
espiritual. Por experiencia personal, estoy convencido de que con
la ayuda de Dios cualquier persona sincera puede hacer los
cambios que hagan falta para servirle.
La Biblia me ayudó a ser un esposo mucho mejor.
36
37

LA BIBLIA LES CAMBIÓ LA VIDA


“Ahora sí que soy rico”
Relatado por DONALD WILLIAMS
Año de nacimiento: 1968
País: Estados Unidos
Otros datos: Ejecutivo que le había pedido a Dios
que lo hiciera rico
MI PASADO
Crecí en una familia católica de Rochester (Nueva York). Mis
padres se separaron cuando yo tenía ocho años, así que pasaba
la semana con mi madre y mis hermanos en una vivienda para
personas de escasos recursos, y los fines de semana con mi padre,
que vivía mejor. Cuando veía todo lo que mi madre tenía que hacer
para sacar adelante sola a seis hijos, soñaba con hacerme rico
para poder ayudar.
Como mi padre quería que yo triunfara en la vida, hizo los
preparativos para que conociera una prestigiosa universidad. Me
encantó y me inscribí. Yo le había pedido a Dios que me ayudara
a ganar dinero y a ser feliz, y sentía que esta era su respuesta.
Estudié administración hotelera, derecho mercantil y economía
empresarial durante los siguientes cinco años, a la vez que
trabajaba en un hotel y casino de Las Vegas (Nevada).
Para cuando tenía 22 años, ya era el asistente del
vicepresidente de un hotel y casino. Los demás me consideraban
rico y exitoso. Disfrutaba de la mejor comida y de los vinos y los
licores más costosos. Mis colegas solían decirme: “No pierdas de
vista que lo que mueve el mundo es el dinero”. Ellos estaban
convencidos de que el dinero era la clave de la felicidad.
Como parte de mi trabajo, tenía que atender a hombres y
mujeres multimillonarios que iban a Las Vegas a apostar. Tenían
38

muchísimo dinero, pero no se veían felices. La verdad es que yo


tampoco me sentía tan feliz. De hecho, mientras más dinero
ganaba, más estresado me sentía y más me costaba dormir.
Empecé a preguntarme si valía la pena seguir viviendo. Estaba
desencantado de la vida, y recuerdo que le oré a Dios y le pedí que
me ayudara a encontrar la verdadera felicidad.
CÓMO LA BIBLIA ME CAMBIÓ LA VIDA
Por aquel entonces, dos de mis hermanas se habían hecho
testigos de Jehová y se habían mudado a Las Vegas. Yo no quería
leer sus publicaciones, pero acepté leer junto con ellas mi propia
Biblia. Yo también la leía por mi cuenta. En ella aparecían en letras
rojas las palabras que había mencionado el Señor Jesucristo.
Como ellas sabían que yo respetaba mucho a Jesús, se
concentraron en hablar conmigo de lo que él había dicho.
Leí muchas cosas que me sorprendieron. Por ejemplo, en cierta
ocasión, Jesús dijo: “Al orar, no balbuceen como los paganos, que
piensan que por usar tantas palabras se harán oír” (Mateo 6:7, The
New American Bible [NAB]). Tiempo antes, un sacerdote me había
dado una estampita de Jesús y me había dicho que, si le rezaba
10 padrenuestros y 10 avemarías, Dios me daría todo el dinero que
le pidiera. Pero rezar esas mismas cosas una y otra vez, ¿no era
balbucear, justo lo que Jesús dijo que no se debía hacer? También
leí estas palabras de Jesús: “No llamen padre a nadie en la tierra,
porque tienen un solo Padre, y está en los cielos” (Mateo 23:9,
NAB). Así que me pregunté: “¿Por qué los católicos llamamos
padre al sacerdote?”.
Pero no fue sino hasta que leí la carta de Santiago en la Biblia
que me puse a pensar en qué estaba haciendo con mi vida. En el
capítulo 4, versículo 4, Santiago escribió: “¿No saben que el amor
al mundo es enemistad con Dios? Por tanto, quien ama al mundo
se convierte en enemigo de Dios” (Santiago 4:4, NAB). Y me
impactó todavía más lo que decía el versículo 17: “Porque quien
sabe lo que tiene que hacer y no lo hace comete un pecado”. Así
que llamé a mis dos hermanas para decirles que renunciaría a mi
39

trabajo, pues ya no estaba dispuesto a seguir en aquel mundo lleno


de codicia y apuestas.
Deseaba sentirme más cerca de Dios y estrechar lazos con mis
padres y mis hermanos, pero para eso necesitaba tiempo, así que
decidí hacer ciertos cambios. Claro, no fue tan sencillo. Tuve que
hacer sacrificios. Por ejemplo, rechacé tentadoras ofertas de la
industria hotelera y de los casinos. ¡Llegaron a ofrecerme hasta el
triple de lo que ganaba antes! Pero, después de orarle a Dios,
decidí que todo aquello ya no era para mí. Dejé el trabajo,
acondicioné el garaje de mi madre y me fui a vivir allí. También
comencé un modesto negocio, que consistía en plastificar menús
para los restaurantes.
La Biblia me estaba ayudando a tomar sabias decisiones, pero
yo no quería ir a las reuniones de los testigos de Jehová. En cierta
ocasión, mis hermanas me preguntaron si tenía algo contra los
Testigos, a lo que contesté: “Lo que pasa es que su Dios, Jehová,
separa a las familias. Yo solo puedo dedicarle tiempo a mi familia
en Navidad y en los cumpleaños... ¡y ustedes no celebran nada de
eso!”. Una de mis hermanas comenzó a llorar y me dijo: “¿Y el resto
del año dónde estás? Nosotros siempre te esperamos con los
brazos abiertos, pero tú solo quieres vernos los días de fiesta, y por
obligación”. Aquellas palabras llegaron a lo más profundo de mi
corazón, y me eché a llorar junto con ella.
Terminé por darme cuenta de que los Testigos aman a sus
familias y se interesan en sus seres queridos, así que decidí ir a las
reuniones en el Salón del Reino. Allí conocí a Kevin, un maestro de
la Biblia con mucha experiencia, quien comenzó a darme clases.
Kevin y su esposa habían decidido tener una vida sin
complicaciones, pues deseaban contar con todo el tiempo posible
para ayudar a los demás a aprender de la Biblia. También
ahorraban lo suficiente para viajar a África y a Centroamérica,
donde ayudaban a construir edificios que formarían parte de las
sucursales de los Testigos. Saltaba a la vista que se amaban y que
eran muy felices. ¡Yo soñaba con una vida como esa!
40

Un día, Kevin me enseñó un video donde se veía lo felices que


eran los misioneros, y decidí que eso era lo que yo quería hacer
con mi vida. Así que, en 1995, después de estudiar la Biblia de
manera intensiva durante seis meses, me bauticé. Y, entonces, me
convertí en testigo de Jehová. Dejé de pedirle a Dios que me
hiciera rico. Ahora lo que le digo es: “No me des ni pobreza
ni riqueza” (Proverbios 30:8).
QUÉ BENEFICIOS HE OBTENIDO
Ahora sí que soy rico... no económicamente, pero sí en sentido
espiritual. Junto con mi esposa, Nuria, a quien conocí en Honduras,
he servido de misionero en Panamá y México. He visto lo ciertas
que son estas palabras de la Biblia: “La bendición de Jehová es lo
que enriquece, y con ella él no trae ningún dolor” (Proverbios
10:22).
[Comentario]
“No fue sino hasta que leí la carta de Santiago en la Biblia que me
puse a pensar en qué estaba haciendo con mi vida”.
Atendía a millonarios que disfrutaban de apostar.
41

LA BIBLIA LES CAMBIÓ LA VIDA


“El amor al dinero me destrozó la vida”
Relatado por ARTAN BRAHJA
Año de nacimiento: 1974
País: Albania
Otros datos: Fue ladrón y narcotraficante, y estuvo
en la cárcel
MI PASADO
Nací en Tirana, la capital de Albania, y me crie en una familia
pobre. Mi padre era un hombre honrado que trabajaba mucho para
cuidar de nosotros. Pero apenas teníamos lo suficiente para salir
adelante. De niño, me daba cuenta de que éramos pobres, y eso
me ponía muy triste. Recuerdo que casi nunca tenía zapatos y a
veces ni siquiera comida.
Empecé a robar desde muy joven. Creía que así estaba
ayudando a mi familia. Al final la policía terminó atrapándome y en
1988, cuando tenía 14 años, me enviaron a un reformatorio.
Durante los dos años que pasé allí aprendí el oficio de soldador.
Cuando salí, intenté ganarme la vida de forma honrada, pero
no encontré trabajo. Había mucho desempleo porque Albania
estaba pasando por una situación política muy complicada. Eso me
desanimó mucho, así que volví a juntarme con mis viejos amigos y
comencé a robar de nuevo. Al final nos arrestaron a todos y nos
condenaron a tres años de cárcel.
Después de salir de la cárcel, volví a las andadas. La economía
de Albania estaba por los suelos y el país era un caos. Aproveché
la situación para ganar mucho dinero haciendo cosas ilegales.
Después de un robo a mano armada en el que dos de mis
cómplices fueron arrestados, hui del país porque no quería que me
pasara lo mismo; no quería pasar muchos años en la cárcel. En
ese momento ya estaba casado con Julinda y teníamos un bebé.
42

Terminamos viviendo en Inglaterra. Yo tenía toda la intención


de empezar de cero; quería empezar una vida nueva con mi
esposa y mi hijo. Pero volví a caer en los mismos hábitos de
siempre. Esta vez terminé metiéndome en el negocio de la droga,
y por mis manos pasaba mucho dinero.
¿Qué pensaba Julinda de que yo fuera narcotraficante? Mejor
que les cuente ella: “Como me había criado en Albania, mi sueño
era dejar de ser pobre. Estaba dispuesta a cualquier cosa por tener
una vida mejor. Pensaba que el dinero nos daría eso, así que
apoyé a Artan en todo lo que hacía: mentir, robar, traficar con
drogas..., lo que fuera para tener dinero”.
Entonces, en el 2002, nuestras vidas dieron un giro y todos
nuestros planes y sueños se hicieron pedazos. Me atraparon con
un gran cargamento de drogas y me metieron en la cárcel otra vez.
CÓMO LA BIBLIA ME CAMBIÓ LA VIDA
La Biblia entró en mi vida incluso antes de que me diera cuenta.
Ya en el 2000, Julinda había comenzado a estudiar la Biblia con
los testigos de Jehová. A mí eso no me interesaba, me parecía
aburrido. Pero a Julinda le encantaba. Ella cuenta: “Como mi
familia es religiosa, yo amaba y respetaba la Biblia. Siempre quise
saber lo que enseñaba y me entusiasmaba poder estudiarla con
los Testigos. Muchas de sus enseñanzas me parecían
superlógicas. Lo que aprendí me ayudó a hacer algunos cambios
en mi vida. Pero seguía pensando que el dinero nos daría la
felicidad... hasta que arrestaron a Artan. Eso fue como un balde de
agua fría. De pronto entendí que lo que la Biblia dice del dinero es
verdad. Habíamos hecho de todo para conseguirlo, pero no éramos
felices. En ese momento me di cuenta de que tenía que obedecer
todas las normas de Dios, que no había excepciones”.
En el 2004 salí de la cárcel y enseguida intenté volver al negocio
de la droga. Pero Julinda había cambiado, y me dijo algo que me
hizo recapacitar: “Ya no quiero tu dinero. Lo que quiero es volver a
tener a mi esposo y que el padre de mis hijos esté ahí para ellos”.
Eso me dejó helado, pero ella tenía razón. Había perdido muchos
43

años lejos de mi familia. También me puse a pensar en lo mucho


que había sufrido al tratar de conseguir dinero a cualquier precio.
Decidí cambiar mi vida y cortar con mis viejos amigos.
Lo que marcó un antes y un después fue el día en que
acompañé a mi esposa y a mis dos hijos a una reunión de los
testigos de Jehová. Me impactó lo sinceras y amables que eran
esas personas, y acabé aceptando un curso de la Biblia.
En la Biblia aprendí que “el amor al dinero es raíz de todo tipo
de males, y, tratando de satisfacer ese amor, algunos [...] se han
causado muchos dolores” (1 Timoteo 6:9, 10). ¡Cuánta verdad
había en esas palabras! Estaba tan arrepentido de los errores que
había cometido en mi vida... ¡Cuánto daño le había hecho a mi
familia! (Gálatas 6:7). También aprendí que Jehová y su Hijo,
Jesucristo, nos quieren muchísimo, y entonces empecé a hacer
cambios. Empecé a pensar menos en mí y más en los demás. Entre
otras cosas, le dediqué más tiempo a mi familia.
QUÉ BENEFICIOS HE OBTENIDO
Me ha ayudado mucho seguir este consejo de la Biblia: “Que su
modo de vivir esté libre del amor al dinero, y estén contentos con
las cosas que tienen” (Hebreos 13:5). Ahora tengo paz mental y la
conciencia tranquila. Nunca en mi vida había sido tan feliz. Mi
matrimonio es más fuerte y mi familia está más unida.
Antes pensaba que el dinero nos daría la felicidad. Pero ahora
veo que el amor al dinero me destrozó la vida y me convirtió en un
delincuente. No somos ricos, pero hemos encontrado algo mucho
más importante: la amistad de Jehová. Adorar a Jehová unidos
como familia nos hace felices de verdad.
[Comentario]
Antes pensaba que el dinero nos daría la felicidad
“Apoyé a Artan en todo lo que hacía: mentir, robar, traficar con
drogas” (Julinda).
44

Junto con mi familia en una asamblea de los testigos de Jehová.


45

LA BIBLIA LES CAMBIÓ LA VIDA


“Tenía un temperamento explosivo”
Relatado por CRISTÓBAL DÍAZ
Año de nacimiento: 1975
País: México
Otros datos: Estuvo en la cárcel y era violento
MI PASADO
Nací en San Juan Chancalaíto, un pueblo pequeño que está en
el estado de Chiapas (México). Mi familia pertenece a un grupo
étnico descendiente de los mayas llamado chol. Mis padres
tuvieron 12 hijos, y yo fui el quinto. Cuando era niño, mis hermanos
y yo estudiábamos la Biblia con los testigos de Jehová.
Desgraciadamente, yo no seguí los consejos de la Biblia.
A los 13 años, ya me drogaba y robaba. A esa edad me fui de
mi casa e iba sin rumbo de un lugar a otro. Con 16, empecé a
trabajar en una plantación de marihuana. Una noche, cuando
llevaba trabajando allí más o menos un año, unos hombres de un
cartel rival armados hasta los dientes nos atacaron mientras
transportábamos una gran cantidad de marihuana en bote. Para
librarme de los disparos, me tiré al río y buceé un buen rato antes
de salir a la superficie río abajo. Luego, hui a Estados Unidos.
Una vez allí, seguí traficando con drogas y metiéndome en
problemas. A los 19 años, me arrestaron y me sentenciaron a
prisión por robo e intento de homicidio. En la cárcel me uní a una
pandilla y seguí participando en actos violentos. Por esta razón, las
autoridades me transfirieron a una prisión de máxima seguridad
que estaba en Lewisburg (Pensilvania).
En la prisión de Lewisburg, mi conducta iba de mal en peor.
Como ya tenía tatuajes de una pandilla, se me hizo fácil unirme a
quienes eran de la misma pandilla en esa cárcel. Me volví aún más
46

violento y no dejaba de meterme en peleas. En una ocasión, me


metí en una pelea entre pandillas en el patio de la cárcel, en la que
usamos bates de beisbol y pesas de gimnasio. Fue salvaje. Los
guardias tuvieron que usar gas lacrimógeno para detenernos.
Después, las autoridades de la prisión decidieron meterme en un
módulo especial para presos peligrosos. Tenía un temperamento
explosivo y hablaba de forma muy irrespetuosa. Me peleaba por
cualquier cosa. De hecho, lo disfrutaba. Y no sentía ningún tipo de
remordimiento por ser así.
CÓMO LA BIBLIA ME CAMBIÓ LA VIDA
En el módulo especial, estaba encerrado en mi celda casi todo
el día. Así que empecé a leer la Biblia para pasar el rato. Más
adelante, una guardia me dio el libro Usted puede vivir para
siempre en el paraíso en la Tierra. A medida que leía este manual
de estudio de la Biblia, iba recordando todo lo que había aprendido
de niño cuando estudiaba con los Testigos. Reflexioné en lo bajo
que había caído por culpa de mi carácter violento. También pensé
en mi familia. Como dos de mis hermanas se habían hecho testigos
de Jehová, pensé: “Ellas van a vivir para siempre”. Entonces me
pregunté: “¿Y por qué yo no?”. En ese momento tomé la firme
decisión de cambiar.
Sin embargo, yo sabía que necesitaría ayuda para poder
cambiar. Así que lo primero que hice fue orar a Jehová y rogarle
que me ayudara. Después, escribí una carta a la sucursal de los
testigos de Jehová de Estados Unidos para pedir un curso de la
Biblia. La sucursal le pidió a una congregación cercana que se
pusiera en contacto conmigo. En aquel momento, solo se me
permitía recibir visitas de familiares. Por eso, un Testigo de esa
congregación empezó a enviarme cartas animadoras y
publicaciones bíblicas que fortalecieron mi determinación de
cambiar.
Fui un paso más allá cuando decidí dejar la pandilla en la que
había estado tantos años. El jefe de la pandilla estaba en el mismo
módulo que yo, así que me acerqué a él en uno de nuestros ratos
47

libres y le dije que quería hacerme testigo de Jehová. Para mi


sorpresa, me contestó: “Si lo dices en serio, hazlo. No quiero
interferir en las cosas de Dios. Pero si lo que quieres es dejar la
pandilla, ya sabes las consecuencias”.
Durante los dos años siguientes, el personal de la prisión notó
que estaba cambiando. Por eso, eran más considerados conmigo.
Por ejemplo, dejaron de ponerme esposas para llevarme de la
celda a los baños. Uno de los guardias incluso se acercó a mí y me
animó a seguir haciendo cambios. De hecho, las autoridades me
trasladaron a un pabellón anexo de mínima seguridad, y cumplí allí
mi último año de condena. En el 2004, después de pasar diez años
encarcelado, fui liberado y deportado a México en un autobús de la
prisión.
Al poco tiempo de llegar a México, encontré un Salón del Reino
de los Testigos de Jehová. Fui a mi primera reunión con el uniforme
de la prisión porque era la única ropa decente que tenía. A pesar
de mi aspecto, los Testigos me recibieron con cariño. Cuando vi lo
amables que eran, sentí que estaba entre verdaderos cristianos
(Juan 13:35). Aquel mismo día, los ancianos de la congregación
hicieron planes para que alguien estudiara la Biblia conmigo. Un
año después, el 3 de septiembre de 2005, me bauticé como testigo
de Jehová.
En enero de 2007, empecé a servir como ministro de tiempo
completo, es decir, a dedicar setenta horas mensuales a enseñar
las verdades bíblicas a otras personas. En el 2011 me gradué de
la Escuela Bíblica para Varones Solteros (ahora llamada Escuela
para Evangelizadores del Reino). Esta escuela me ayudó
muchísimo a cumplir con mis responsabilidades en la
congregación.
En el 2013 me casé con mi querida esposa, Pilar. Cuando le
hablo de mi pasado, me dice sonriendo que se le hace difícil creer
que yo fuera así. Nunca he vuelto a comportarme como antes. Mi
esposa y yo creemos que la persona que soy ahora es una muestra
48

del poder que tiene la Biblia para transformar vidas (Romanos


12:2).
QUÉ BENEFICIOS HE OBTENIDO
Siento que las palabras de Jesús que aparecen en Lucas 19:10
hablan de mí. Allí él dijo que había venido “a buscar y a salvar lo
que estaba perdido”. Ya no me siento perdido. Ya no ando por ahí
haciendo daño a los demás. Gracias a la Biblia, ahora uso mi vida
de la mejor manera posible. Me llevo bien con todo el mundo y,
más importante aún, tengo una gran amistad con mi Creador,
Jehová.
[NOTA]
Libro editado por los testigos de Jehová. Ya no se imprime. Ahora,
la herramienta principal que usan para dar cursos bíblicos es el
libro Disfrute de la vida
Ahora disfruto de enseñarles a otras personas cómo pueden ser
pacíficas.
49

LA BIBLIA LES CAMBIÓ LA VIDA


“Parecía que lo tenía todo”
Relatado por STÉPHANE WALLACE TURCOTTE
Año de nacimiento: 1962
País: Canadá
Otros datos: Llevaba una vida inmoral
MI PASADO
Nací en Montreal, la ciudad más grande de la provincia
canadiense de Quebec. Mis tres hermanos y yo nos criamos en un
ambiente cariñoso con nuestros padres en el pacífico barrio de
Rosemont. Nuestra vida era tranquila y apacible.
Desde niño, la Biblia me llamaba mucho la atención. Me
acuerdo que, cuando tenía 12 años, leía en el Nuevo Testamento
sobre la vida de Jesús y me gustaba mucho. Me impresionaban su
amor y compasión, y quería ser como él. Por desgracia, este deseo
desapareció a medida que fui creciendo y empecé a juntarme con
las personas equivocadas.
Mi padre era saxofonista, y de él heredé, no solo su saxofón,
sino también su pasión por la música. La música era el centro de
mi vida. Me gustaba tanto que pronto aprendí a tocar la guitarra.
Con el tiempo, formé mi propia banda de rock con unos amigos, y
tocábamos en algunos eventos. Unos productores famosos se
fijaron en mí y me hicieron una oferta, así que firmé un contrato con
una importante discográfica. Mi música llegó a ser bastante
conocida y sonaba a menudo en la radio de Quebec.
Parecía que lo tenía todo. Era joven, famoso y ganaba mucho
dinero haciendo lo que más me gustaba. De día, iba al gimnasio,
concedía entrevistas, firmaba autógrafos y salía en televisión. De
noche, tocaba e iba a fiestas. Para soportar la presión del público,
50

al principio bebía alcohol y luego seguí con las drogas. Llevaba una
vida inmoral y no me importaban las consecuencias.
Muchos envidiaban mi vida porque parecía feliz. Pero, en el
fondo, me sentía completamente vacío, sobre todo cuando estaba
solo. Estaba deprimido y angustiado. Por desgracia, en la cima de
mi carrera, dos de mis productores murieron de sida. No lo podía
creer. Me encantaba la música, pero el ambiente que la rodeaba
me daba asco.
CÓMO LA BIBLIA ME CAMBIÓ LA VIDA
Aunque yo tenía éxito, me daba cuenta de que el mundo estaba
muy mal. ¿Cómo era posible que hubiera tanta injusticia? Me
preguntaba por qué Dios no hacía nada. De hecho, le oraba y le
pedía respuestas. Una vez, durante una pausa entre mis giras,
volví a leer la Biblia. No entendía mucho, pero llegué a la
conclusión de que el fin del mundo estaba cerca.
Al leer la Biblia, descubrí que Jesús ayunó cuando estuvo en el
desierto 40 días (Mateo 4:1, 2). Pensé que, si yo hacía lo mismo,
quizás Dios se me revelaría, así que escogí una fecha para
empezar. Dos semanas antes de mi ayuno, dos testigos de Jehová
tocaron a mi puerta, y yo los invité a pasar como si los hubiera
estado esperando. Miré fijamente a los ojos a uno de ellos, llamado
Jacques, y le dije: “¿Cómo podemos estar seguros de que estamos
viviendo en los últimos días de este mundo?”. Abrió su Biblia y me
leyó 2 Timoteo 3:1-5. Los bombardeé con muchas más preguntas
y me impactaron sus respuestas lógicas, convincentes y siempre
basadas en la Biblia. Al cabo de unas visitas, me di cuenta de que
no hacía falta que ayunara.
Comencé un curso de la Biblia con los Testigos. Con el tiempo,
me corté el pelo y empecé a asistir a todas las reuniones en el
Salón del Reino. La cariñosa bienvenida que me dieron en estas
reuniones me convenció aún más de que, por fin, había encontrado
la verdad.
51

Desde luego, tuve que hacer grandes cambios en mi vida para


poner en práctica lo que estaba aprendiendo en la Biblia. Por
ejemplo, tuve que dejar las drogas y mi estilo de vida inmoral.
También debía cambiar mi actitud egoísta y preocuparme más por
otros. Y, como era padre soltero, tenía que aprender a cuidar de
mis dos hijos tanto emocional como espiritualmente. Así que
abandoné mi carrera musical y acepté un trabajo mal pagado en
una fábrica.
La verdad, no fue nada fácil cambiar de vida. Mientras intentaba
dejar las drogas, tuve algunas recaídas por culpa del síndrome de
abstinencia (Romanos 7:19, 21-24). Pero lo que más me costó fue
dejar mi vida inmoral. Además, el trabajo me dejaba agotado, y el
escaso sueldo no era muy motivador. Ahora tardaba tres meses en
ganar lo que ganaba en dos horas cuando era músico.
La oración me ayudó mucho a hacer estos cambios tan difíciles.
Y también fue vital la lectura constante de la Biblia. Recuerdo
algunos versículos que me animaron especialmente. Uno fue el de
2 Corintios 7:1, que exhorta a los cristianos a limpiarse “de toda
contaminación de la carne y del espíritu”. Otro texto que me
convenció de que podía dejar los malos hábitos fue el de Filipenses
4:13, que dice: “Para todas las cosas tengo la fuerza en virtud de
aquel que me imparte poder”. Jehová respondió mis oraciones y
me ayudó a entender y a poner en práctica los principios bíblicos.
Eso me motivó a dedicarle mi vida a él (1 Pedro 4:1, 2). En 1997,
me bauticé como testigo de Jehová.
QUÉ BENEFICIOS HE OBTENIDO
Estoy seguro de que, si hubiera seguido con mi vida anterior,
hoy estaría muerto. En cambio, ahora soy feliz de verdad. Mi
maravillosa esposa, Elvie, ha sido una auténtica bendición para mí.
Los dos somos ministros de tiempo completo y disfrutamos mucho
de enseñar la verdad de la Biblia a otros. Me siento muy contento
y satisfecho. Agradezco a Jehová de todo corazón que me haya
atraído a él (Juan 6:44).
52

LA BIBLIA LES CAMBIÓ LA VIDA


Por fin recuperé la relación con mi padre
Relatado por RENÉE LERÓN
Año de nacimiento: 1954
País: Filipinas
Otros datos: Se alejó de su padre maltratador
MI PASADO
Muchos turistas visitan las famosas cascadas que están cerca
de la ciudad de Pagsanján (Filipinas). En ese lugar creció mi padre,
Nardo Lerón, rodeado de pobreza. Ver tanta corrupción en el
gobierno, en la policía y en su lugar de trabajo lo convirtió en un
hombre amargado que siempre estaba enojado.
Mis padres trabajaban mucho para criar a sus ocho hijos. Casi
siempre estaban fuera en las montañas, por largos períodos,
haciéndose cargo de los cultivos. Muchas veces, mi hermano
Rodelio y yo teníamos que cuidar de nuestros hermanos, y a
menudo teníamos hambre. Éramos unos niños, pero apenas
podíamos jugar. A los siete años, ya teníamos que ir a trabajar a la
plantación. Llevábamos pesadas cargas de cocos por empinados
caminos de montaña. Si no podíamos llevar la carga, nos obligaban
a arrastrarla.
Teníamos que soportar los golpes de nuestro padre, pero lo
peor era ver cómo golpeaba a mamá. Intentábamos detenerlo, pero
no podíamos con él. Rodelio y yo planeamos en secreto matar a
nuestro padre cuando creciéramos. ¡Cuánto deseaba tener un
padre que nos quisiera!
El carácter violento de mi padre me hacía sentir frustrado y
enojado, así que me fui de la casa cuando tenía 14 años. Viví en
las calles por un tiempo y empecé a consumir marihuana. Luego,
trabajé manejando un bote para llevar turistas a las cascadas.
53

Pocos años después, entré a la universidad en Manila. Pero,


como tenía que viajar a Pagsanján los fines de semana para
trabajar, me quedaba muy poco tiempo para estudiar. Mi vida no
tenía sentido y la marihuana ya no calmaba mi ansiedad. Empecé
a experimentar con las metanfetaminas, la cocaína y la heroína.
Las drogas me llevaron a tener una vida inmoral. Estaba rodeado
de pobreza, injusticia y sufrimiento. Odiaba al gobierno y lo culpaba
de todo. Le preguntaba a Dios: “¿Por qué es así la vida?”. Pero no
encontraba la respuesta en ninguna de las religiones que
investigué. Comencé a consumir más drogas para calmar mi
desesperación.
En 1972, los estudiantes de Filipinas organizaron protestas en
contra del gobierno. Me uní a una de esas protestas, que terminó
en violencia. Arrestaron a muchos, y unos meses después se
declaró la ley marcial para mantener el orden en el país.
Volví a las calles, pero ahora con miedo de que las autoridades
me hicieran algo por haber participado en los disturbios. Para poder
seguir comprando drogas, empecé a robar y terminé ofreciendo
servicios sexuales a personas ricas y a extranjeros. No me
importaba vivir o morir.
Mientras tanto, mi mamá y uno de mis hermanos pequeños
habían empezado a estudiar la Biblia con los testigos de Jehová.
Mi padre estaba furioso y quemó las publicaciones bíblicas que
tenían. Pero ellos aguantaron y se hicieron Testigos.
Un día, un Testigo le habló a mi padre de la promesa bíblica de
un futuro en el que existiría verdadera justicia en todo el mundo
(Salmo 72:12-14). Esta promesa le gustó tanto a mi padre que
decidió investigar lo que enseñaba la Biblia. No solo descubrió la
promesa de un gobierno justo, sino también lo que Dios espera de
un esposo y un padre (Efesios 5:28; 6:4). Poco tiempo después, él
y mis demás hermanos se hicieron Testigos. Como yo estaba lejos
de la familia, no supe nada de todo esto.
CÓMO LA BIBLIA ME CAMBIÓ LA VIDA
54

En 1978 me fui a vivir a Australia. Ni siquiera en este país


pacífico y próspero encontré paz mental. Seguí con el vicio del
alcohol y las drogas. Más tarde, ese mismo año, los testigos de
Jehová me visitaron. Me gustó lo que me mostraron en la Biblia
sobre un mundo pacífico, pero se me hacía difícil confiar en ellos.
Poco después, volví a Filipinas por unas semanas. Mis
hermanos me dijeron que nuestro padre se estaba esforzando por
ser mejor persona, pero yo guardaba tanta amargura en mi corazón
que evité verlo.
Mi hermana más pequeña me explicó con la Biblia por qué hay
tanto sufrimiento e injusticia en el mundo. Me sorprendió que una
jovencita sin experiencia en la vida supiera las respuestas a las
preguntas que yo me hacía. Antes de irme, mi padre me dio el libro
Usted puede vivir para siempre en el paraíso en la Tierra. Me dijo:
“Deja de buscar. Este libro te ayudará a encontrar lo que estás
buscando”. Me animó a ponerme en contacto con los testigos de
Jehová cuando llegara a Australia.
Seguí el consejo de mi padre y hallé un Salón del Reino de los
Testigos de Jehová cerca de mi casa, en Brisbane. Acepté un curso
bíblico. En las profecías de la Biblia, como la del capítulo 7 de
Daniel y la del capítulo 9 de Isaías, aprendí que el gobierno de Dios,
que está libre de corrupción, nos gobernará en el futuro. También
aprendí que la Tierra pronto será un paraíso. Quería que Dios me
aceptara, pero sabía que tenía que controlar mis emociones y dejar
las drogas, el alcohol y el estilo de vida promiscuo que llevaba. Me
separé de la mujer con la que vivía y rompí con mis adicciones. A
medida que mi confianza en Jehová iba creciendo, le pedía que me
ayudara a hacer más cambios.
Poco a poco comprendí que lo que estaba aprendiendo de
verdad podía cambiar a una persona. La Biblia dice que si nos
esforzamos podemos tener una “nueva personalidad” (Colosenses
3:9, 10). Mientras me esforzaba por lograrlo, me di cuenta de que
podía ser cierto lo que mis hermanos me habían dicho sobre los
cambios en la personalidad de mi padre. En lugar de sentirme
55

enojado y ver a mi padre como un enemigo, quería hacer las paces


con él. Por fin lo perdoné y dejé atrás todo el odio que había
guardado desde mi niñez.
QUÉ BENEFICIOS HE OBTENIDO
Cuando era joven, imitaba el comportamiento destructivo de
otros. La advertencia bíblica resultó cierta en mi caso, pues las
malas compañías me llevaron por el mal camino (1 Corintios
15:33). Pero hallé buenos amigos entre los testigos de Jehová que
me ayudaron a ser mejor persona. Entre ellos conocí a mi querida
esposa, Loretta. Juntos enseñamos a la gente que la Biblia puede
ayudarlos.
Gracias a la Biblia, mi padre era lo que nunca pensé que podría
ser: un esposo cariñoso y un cristiano humilde y pacífico. Cuando
nos vimos después de mi bautismo como testigo de Jehová en
1987, me abrazó por primera vez en la vida.
Durante más de treinta y cinco años, mi padre y mi madre
predicaron el mensaje de esperanza que da la Biblia. Él llegó a ser
un hombre trabajador y bueno, conocido por ayudar a los demás.
Con el tiempo llegué a respetarlo y a quererlo. Me sentía orgulloso
de ser su hijo. Mi padre murió en el 2016, pero lo recuerdo con
mucho cariño y sé que los dos hicimos grandes cambios de
personalidad al poner en práctica los principios bíblicos. Ya no me
queda ningún rastro del odio que sentía. Estoy muy agradecido de
haber hallado a mi padre celestial, Jehová, que promete acabar con
todo lo que causa angustia a las familias.
[NOTAS]
Editado por los testigos de Jehová. Descontinuado.
Comiendo con mi esposa y unos amigos.
56

LA BIBLIA LES CAMBIÓ LA VIDA


“Estaba cavando mi propia tumba”
Relatado por ÓSCAR SERPAS
Año de nacimiento: 1978
País: El Salvador
Otros datos: Fue pandillero
MI PASADO
“Si en serio quieres aprender acerca de Dios, quédate con los
testigos de Jehová”. Esas palabras me sorprendieron mucho. Para
entonces, llevaba algún tiempo estudiando con los Testigos. Pero,
para que entiendan mi reacción, primero debo contarles algo de mí.
Nací en la ciudad salvadoreña de Quezaltepeque. Fui el sexto
de 15 hermanos. Mis padres trataron de educarme para que fuera
honrado y respetara las leyes. Además, un testigo de Jehová
llamado Leonardo y otras dos señoras Testigos nos visitaban de
vez en cuando para hablarnos de la Biblia. Pero yo no hice caso de
lo que me enseñaron y tomé una mala decisión tras otra. A los 14
años, empecé a beber alcohol y a drogarme con mis amigos de la
escuela. Uno por uno fueron dejando los estudios para unirse a una
pandilla, y yo seguí su mal ejemplo. Pasábamos los días en la calle,
exigiendo a la gente que nos diera dinero y robando para pagar
nuestros vicios.
La pandilla pasó a ser mi familia. Creía que les debía lealtad.
Por ejemplo, un día, un compañero de la pandilla que estaba bajo
los efectos de las drogas atacó a uno de mis vecinos. Durante la
pelea, mi vecino consiguió sujetar a mi amigo y llamó a la policía.
Enfurecido, empecé a golpear su carro con un garrote para que
soltara a mi amigo. Mi vecino me suplicaba que me detuviera
mientras yo rompía las ventanas y destrozaba el resto del carro,
pero no le hice caso.
57

Una vez, mi pandilla tuvo un enfrentamiento con la policía.


Quise lanzarles una bomba de fabricación casera. No sé muy bien
cómo, pero me explotó en la mano. Solo recuerdo que me vi la
mano derecha destrozada y después me desmayé. Cuando
desperté en el hospital, me dijeron que había perdido la mano,
estaba sordo del oído derecho y casi ciego del ojo derecho. Tenía
18 años.
A pesar de las lesiones, regresé con mi pandilla al salir del
hospital. Pero poco tiempo después la policía me detuvo y acabé
en la cárcel, donde mi relación con los pandilleros se hizo más
fuerte. Pasábamos todo el día juntos, desde el desayuno —en el
que nos fumábamos los primeros cigarrillos de marihuana— hasta
que nos íbamos a dormir.
CÓMO LA BIBLIA ME CAMBIÓ LA VIDA
Estando en prisión, Leonardo fue a verme. Mientras
hablábamos, señaló un tatuaje de mi brazo derecho y me preguntó:
“¿Sabes lo que significan estos tres puntos que tienes tatuados?”.
Yo le contesté: “Claro: sexo, drogas y rock and roll”. Pero Leonardo
dijo: “Yo más bien diría que significan hospital, cárcel y muerte. Ya
has estado en el hospital, y ahora estás en la cárcel. Ya sabes lo
que viene después”.
Esas palabras de Leonardo me hicieron pensar. Él tenía razón:
con mi estilo de vida estaba cavando mi propia tumba. Leonardo
me invitó a estudiar la Biblia con él, y acepté. Lo que aprendí me
hizo cambiar. Por ejemplo, la Biblia dice que “las malas compañías
echan a perder los hábitos útiles” (1 Corintios 15:33). Así que una
de las primeras cosas que tenía que hacer era buscar nuevos
amigos. Para lograrlo, dejé de ir a las reuniones de la pandilla y
empecé a asistir a las reuniones que los testigos de Jehová
celebraban en la prisión. En ellas conocí a un preso llamado
Andrés, que se había bautizado como testigo de Jehová en la
cárcel. Me invitó a desayunar con él. A partir de entonces, dejé de
empezar el día fumando marihuana. En vez de eso, Andrés y yo
hablábamos sobre un texto bíblico cada mañana.
58

En poco tiempo, los demás pandilleros se dieron cuenta de que


yo estaba cambiando. Así que uno de los líderes me dijo que tenía
que hablar conmigo. Me asusté, pues no sabía lo que él me haría
cuando se enterara de mis planes, porque es casi imposible salir
de una pandilla. Me dijo: “Hemos visto que ya no vienes a nuestras
reuniones, sino que vas a las de los testigos de Jehová. ¿Qué
piensas hacer?”. Le dije que quería seguir estudiando la Biblia y
cambiar de vida. Para mi sorpresa, me dijo que la pandilla me
respetaría siempre que yo demostrara que de verdad quería
hacerme testigo de Jehová. Entonces me dijo: “Si en serio quieres
aprender acerca de Dios, quédate con los testigos de Jehová.
Esperamos que dejes de hacer cosas malas. Te felicito. Vas por el
buen camino. Los Testigos pueden ayudarte. Estudié con ellos en
Estados Unidos, y algunos de mis familiares son testigos de
Jehová. No tengas miedo. Sigue adelante”. Todavía estaba
asustado, pero al mismo tiempo me sentía muy feliz. Le di las
gracias a Jehová. Me sentí como un pájaro al que han liberado de
su jaula, y entonces comprendí lo que dijo Jesús: “Conocerán la
verdad, y la verdad los libertará” (Juan 8:32).
Sin embargo, algunos de mis viejos amigos me ponían a prueba
ofreciéndome drogas. Debo reconocer que a veces caí en la
tentación. Pero, con el tiempo, después de orar mucho, logré
vencer mis vicios (Salmo 51:10, 11).
Cuando salí de la cárcel, muchos pensaron que regresaría a mi
estilo de vida anterior, pero no lo hice. En lugar de eso, fui varias
veces a la cárcel para hablar con otros presos sobre lo que había
aprendido en la Biblia. Finalmente, mis viejos amigos se
convencieron de que había cambiado. Por desgracia, mis viejos
enemigos no pensaban igual.
Un día estaba predicando con otro Testigo cuando de repente
nos rodearon varios miembros de una antigua pandilla rival.
Llevaban armas y querían matarme. El Testigo que iba conmigo les
explicó con amabilidad pero con valor que yo ya no pertenecía a
ninguna pandilla. Mientras tanto, yo intentaba mantener la calma.
Después de golpearme y advertirme que no regresara a esa zona,
59

los hombres bajaron las armas y nos dejaron ir. La Biblia había
cambiado mi vida, pues en el pasado habría tratado de vengarme.
Pero ahora sigo el consejo bíblico de 1 Tesalonicenses 5:15: “Vean
que nadie pague daño por daño a ningún otro; antes bien, sigan
siempre tras lo que es bueno los unos para con los otros y para con
todos los demás”.
Desde que soy testigo de Jehová, me esfuerzo por ser un
hombre honrado. No ha sido fácil. Pero, gracias a la ayuda de
Jehová, a los consejos de la Biblia y al apoyo de mis nuevos
amigos, lo he logrado. No quisiera regresar jamás a lo que era
antes (2 Pedro 2:22).
QUÉ BENEFICIOS HE OBTENIDO
Antes era un hombre violento y lleno de ira. Estoy convencido
de que no estaría vivo si hubiera seguido por ese camino. Lo que
aprendí en la Biblia me ha transformado. Abandoné mis vicios y
aprendí a ser pacífico con mis viejos enemigos (Lucas 6:27). Ahora
tengo amigos que me ayudan a tener buenas cualidades
(Proverbios 13:20). Disfruto de una vida feliz y con propósito, pues
sirvo a un Dios que ha estado dispuesto a perdonar todas las cosas
malas que he hecho (Isaías 1:18).
En el 2006, asistí a un curso especial para evangelizadores
solteros. Unos años después, me casé con una mujer encantadora,
y tuvimos una hija. Ahora dedico gran parte de mi tiempo a enseñar
a otros los principios bíblicos que me ayudaron a mí. También soy
anciano en mi congregación, y trato de ayudar a los jóvenes a evitar
los errores que yo cometí. En lugar de cavar mi propia tumba, ahora
estoy construyendo un futuro eterno, el que Dios promete en la
Biblia.
60

LA BIBLIA LES CAMBIÓ LA VIDA


“Ya no me avergüenzo de mí mismo”
Relatado por ISRAEL MARTÍNEZ
Año de nacimiento: 1963
País: México
Otros datos: Fue niño de la calle y tenía
sentimientos de inferioridad
MI PASADO
Nací en Ciudad Obregón, en el norte de México. Fui el quinto
de nueve hijos. Vivíamos en las afueras de la ciudad, donde mi
papá se hacía cargo de un pequeño rancho o granja. Era un lugar
agradable para vivir, y éramos una familia unida y feliz. Por
desgracia, cuando yo tenía solo cinco años de edad, un huracán
destrozó aquel lugar y tuvimos que irnos a vivir a otra ciudad.
A mi padre le empezó a ir bien económicamente, pero, al mismo
tiempo, se hizo alcohólico. Eso afectó mucho a su matrimonio y
también a nosotros. Mis hermanos y yo empezamos a fumar los
cigarros que le robábamos a mi papá. Me emborraché por primera
vez cuando solo tenía seis años. Poco después, mis padres se
separaron y me hundí más en mis vicios.
Mi madre se fue a vivir con otro hombre y nos llevó con ella. Él
no le daba dinero y no nos alcanzaba para vivir con lo que ella
ganaba. Por eso, mis hermanos y yo empezamos a trabajar de lo
que fuera. Aun así, casi nunca conseguíamos lo suficiente para lo
más básico. Yo trabajé boleando, o lustrando, zapatos y vendiendo
pan, periódicos, chicles y otras cosas. También recorría la ciudad
buscando comida en la basura de la gente rica.
Cuando tenía 10 años, un señor me invitó a trabajar en el
basurero o vertedero de la ciudad. Acepté, dejé la escuela y me fui
de la casa. Me pagaba menos de un dólar al día y me daba comida
61

de la que había en la basura. Con las cosas que encontrábamos


allí, me hice un lugar para vivir. Las personas que me rodeaban
decían malas palabras y eran inmorales. Muchos eran drogadictos
y alcohólicos. Aquella fue la peor época de mi vida. Lloraba todas
las noches temblando de miedo. Me daba mucha vergüenza ser
tan pobre y tener tan poca educación. Viví en aquel basurero
durante unos tres años. Luego me fui a otro estado del país, donde
trabajé en campos de flores, algodón, caña de azúcar y papas.
Cuatro años más tarde, regresé a Ciudad Obregón. Una de mis
tías, que era curandera, me ofreció una habitación en su casa.
Empecé a tener pesadillas y me deprimí tanto que hasta pensé en
suicidarme. Cierta noche le oré a Dios y le dije: “Señor, si realmente
existes, quiero conocerte y servirte para siempre. Si hay una
religión verdadera, quiero encontrarla”.
CÓMO LA BIBLIA ME CAMBIÓ LA VIDA
Siempre me llamaron la atención las cosas de Dios. Aun siendo
niño, fui a muchas iglesias de distintas religiones. Pero todas me
desilusionaron. No me enseñaron casi nada de la Biblia ni me
ayudaron a conocer a Dios. En algunas le daban demasiada
importancia al dinero y en otras la gente llevaba vidas inmorales.
Cuando tenía 19 años de edad, uno de mis cuñados me dijo que
los testigos de Jehová le habían mostrado lo que enseña la Biblia
sobre las imágenes religiosas. Me leyó Éxodo 20:4, 5, donde dice
que no debemos hacer imágenes. De hecho, el versículo 5 dice:
“No debes inclinarte ante ellas ni ser inducido a servirlas, porque
yo Jehová tu Dios soy un Dios que exige devoción exclusiva”.
Entonces, mi cuñado me preguntó: “Si Dios usara imágenes para
hacer milagros o si quisiera que las usáramos para adorarlo, ¿por
qué las prohibiría?”. Eso me dejó pensando. A partir de ese
momento, hablamos muchas veces sobre temas de la Biblia. Me
gustaban tanto esas conversaciones que el tiempo se me pasaba
volando.
Poco después, fui con mi cuñado a una reunión de los testigos
de Jehová. Me impresionó mucho lo que vi y oí. ¡Hasta los más
62

jóvenes participaban en la reunión y, cuando hablaban delante de


todos, lo hacían muy bien! Me impresionó mucho la educación que
se les daba allí a las personas. A pesar de que llevaba el cabello
largo e iba muy desarreglado, todos fueron muy amables conmigo.
Una familia incluso me invitó a cenar con ellos después de la
reunión.
En el curso bíblico que tomé con los Testigos, aprendí que
Jehová es un Padre amoroso que se preocupa por nosotros sin
importar nuestra posición económica o social, nuestra raza o
nuestro nivel educativo. Es un Dios verdaderamente imparcial
(Hechos 10:34, 35). Por fin había logrado llenar el vacío espiritual
que sentía.
QUÉ BENEFICIOS HE OBTENIDO
Mi vida empezó a mejorar de forma sorprendente. Dejé de
fumar, de abusar del alcohol y de decir malas palabras. El
resentimiento con el que crecí comenzó a desaparecer y mis
horribles pesadillas también. Además, logré superar los
sentimientos de inferioridad que tanto me habían afectado y que se
debían a los traumas emocionales que había sufrido en la infancia
y a la poca educación que había recibido.
Ahora tengo una esposa maravillosa que ama a Jehová y que
me apoya muchísimo. Soy superintendente viajante de los testigos
de Jehová y visito congregaciones para motivar y enseñar a mis
hermanos espirituales. Gracias a que la Biblia ha curado mis
heridas y a que Dios me ha dado una excelente educación, ya no
me avergüenzo de mí mismo.
Viví en un basurero como este durante tres años.
A mi esposa y a mí nos gusta ayudar a los demás, tal como a mí
me ayudaron.
63

LA BIBLIA LES CAMBIÓ LA VIDA


Mi vida estaba fuera de control
Relatado por SOLOMONE TONGA
Año de nacimiento: 1971
País: Tonga
Otros datos: Era adicto a las drogas y estuvo en la
cárcel
MI PASADO
Mi familia es de Tonga, un grupo de unas 170 islas en el
suroeste del Pacífico. Teníamos una vida sencilla, sin electricidad
ni automóvil. Pero en casa había agua corriente y teníamos unas
cuantas gallinas. Cuando estábamos de vacaciones, mis dos
hermanos y yo ayudábamos a mi padre en el campo. Cultivábamos
bananas y tubérculos, como el ñame, el taro y la yuca, para
complementar los escasos ingresos que mi padre conseguía
haciendo algunos trabajos. Como muchos isleños, nuestra familia
sentía mucho respeto por la Biblia y asistía a la iglesia. Aun así,
creíamos que para tener una vida mejor había que irse a vivir a otro
país.
Cuando tenía 16 años, mi tío arregló todo para que nos
fuéramos a vivir a California (Estados Unidos). El choque cultural
fue muy difícil para nosotros. Aunque económicamente estábamos
mejor, vivíamos en un barrio pobre donde había mucha violencia y
drogas. A menudo oíamos disparos por la noche, y la mayoría de
los vecinos tenía miedo de las pandillas. Muchos llevaban armas
para protegerse o para resolver problemas. Todavía tengo una bala
en el pecho por un tiro que recibí en una ocasión.
En la adolescencia, quería encajar con mis compañeros de
escuela. Cada vez iba a más fiestas, bebía más alcohol, era más
violento y consumía más drogas. Me hice adicto a la cocaína y
empecé a robar para comprar droga. Aunque mis familiares eran
64

muy religiosos y asistían a la iglesia, nadie me aconsejó ni me


ayudó a evitar lo malo. Me detuvieron varias veces por conducta
violenta. Mi vida estaba fuera de control. De hecho, tiempo después
acabé en la cárcel.
CÓMO LA BIBLIA ME CAMBIÓ LA VIDA
Cierto día de 1997, cuando estaba en la cárcel, otro preso vio
que yo tenía una Biblia. Era Navidad, y la mayoría de los tonganos
la consideran una festividad muy importante. Me preguntó si sabía
lo que la Biblia dice sobre el nacimiento de Cristo, pero no supe
qué responderle. Me mostró el relato bíblico del nacimiento de
Jesús, y me di cuenta de que muchas tradiciones navideñas ni
siquiera se mencionan en ella (Mateo 2:1-12; Lucas 2:5-14). Me
quedé muy sorprendido y me pregunté qué más diría la Biblia.
Aquel preso había estado asistiendo a las reuniones semanales
que los testigos de Jehová tenían en la cárcel, y decidí
acompañarlo. En la reunión, estaban analizando el libro bíblico de
Apocalipsis. Aunque no entendí nada, me di cuenta de que todo lo
que enseñaban estaba en la Biblia.
Cuando los Testigos me ofrecieron un curso de la Biblia, no lo
dudé ni un instante y acepté. Por primera vez escuché la promesa
del Paraíso que habrá en la Tierra (Isaías 35:5-8). Entendí
claramente que para agradar a Dios tenía que hacer grandes
cambios en mi vida. Me di cuenta de que Jehová no permitiría que
alguien con vicios como los míos viviera en el Paraíso (1 Corintios
6:9, 10). Así que tomé la decisión de controlar mi mal genio y de
dejar de fumar, emborracharme y drogarme.
En 1999, antes de terminar mi condena, me transfirieron a un
centro de detención para inmigrantes. Estuve más de un año sin
ver a los Testigos. Pero estaba decidido a seguir haciendo cambios
en mi vida. En el año 2000, cancelaron mi permiso de residencia
en Estados Unidos y me deportaron a Tonga.
En cuanto llegué a Tonga, busqué a los testigos de Jehová para
reanudar mi curso bíblico. Me encantaba lo que aprendía y quedé
65

impresionado al ver que los Testigos de la isla también basaban


sus enseñanzas en la Biblia, tal como los de Estados Unidos.
Mi padre era conocido en la comunidad porque tenía un puesto
importante en su iglesia. Así que, al principio, mi familia estaba
confundida y enojada porque me relacionaba con los testigos de
Jehová. Sin embargo, con el tiempo, mis padres se alegraron de
que los principios bíblicos me ayudaran a enderezar mi vida.
Un cambio que me costó muchísimo tuvo que ver con una
bebida muy común en mi cultura. Los hombres de Tonga pasan
muchas horas a la semana bebiendo kava, una bebida sedante que
se prepara con las raíces de la pimienta. Ahora que estaba de
nuevo en Tonga, empecé a ir a los clubes de kava casi todas las
noches y a tomar hasta quedar inconsciente. Gran parte del
problema eran mis amigos, pues a ellos les importaba muy poco lo
que decía la Biblia. Tiempo después, los Testigos me ayudaron a
ver que mis vicios ofendían a Dios. Así que empecé a cambiar para
tener la bendición y la aprobación de Jehová.
Comencé a asistir a todas las reuniones de los Testigos.
Rodearme de personas que se esfuerzan por agradar a Dios me
ayudó a resistir las tentaciones. En el año 2002 me bauticé y me
hice testigo de Jehová.
QUÉ BENEFICIOS HE OBTENIDO
Me he beneficiado de la paciencia de Dios, pues la Biblia dice
que Jehová “es paciente [...] porque no desea que ninguno sea
destruido; más bien, desea que todos alcancen el arrepentimiento”
(2 Pedro 3:9). Él podría haber terminado con este mundo malo
hace mucho tiempo, pero al no hacerlo ha permitido que personas
como yo lleguen a ser sus amigos. Me gusta pensar que él puede
usarme para ayudar a otras personas a acercarse a él.
Gracias a la ayuda de Jehová, pude recuperar el control de mi
vida. Antes robaba para costear mis vicios. Ahora ayudo a la gente
a conocer a Jehová. Dentro de la congregación de los testigos de
Jehová, conocí a mi querida esposa, Tea. Tenemos un hijo, y
66

somos una familia muy feliz. Juntos enseñamos a nuestros vecinos


lo que dice la Biblia sobre la esperanza que tenemos de vivir para
siempre y en paz en el Paraíso.
Como muchos hombres de Tonga, yo pasaba muchas horas a la
semana bebiendo kava.

También podría gustarte