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Interpretaciones teóricas
dado, como las diacrónicas producidas por una “utilização final dos recursos que
privilegia o futuro com respeito ao presente” (65). Las desigualdades creadas por
excedentes mal encaminados, dice Furtado, son “expressão de um poder” cuyas
decisiones pueden impactar la sociedad a largo plazo, razón por la cual la agencia
estatal resulta fundamental.
Sin embargo, al observar los reveses de este modelo de industrialización,
André Gunder Frank y Ruy Mauro Marini insinuaron que el subdesarrollo se
trataba de un problema sin solución dentro del capitalismo porque su estructura
solo podía profundizarlo e incentivar la superexplotación de la fuerza laboral
debido al escaso excedente generado en economías periféricas. Gunder Frank
(1967) especificó además que no se podía evaluar el capitalismo sin colocarlo en
un contexto colonial, o sea, sin “tomar en cuenta las relaciones económicas y otras
entre las metrópolis y sus colonias económicas a lo largo de la expansión mundial
y del desarrollo del sistema mercantilista y capitalista” (159-60). Para José Nun
(1971) uno de los efectos de este desfase, pertinente a los grupos que en teoría
debían superar su atraso incorporándose a la industria, radicaba en que el sector
productivo no era capaz de absorberlos. Nun acuñó el concepto “masa marginal”
para señalar que no todo excedente de población era un ‘ejército industrial de
reserva’ funcional al capitalismo porque este, “por un lado, genera este excedente
y, por el otro, no precisa de él para seguir funcionando” (“Superpoblación” 21).
Si bien el pensamiento dependentista influyó principalmente en el ámbito
académico latinoamericano, el paradigma de la modernización se propagó a nivel
gubernamental debido a las políticas de desarrollo auspiciadas por la Alianza
para el Progreso estadounidense, cuya ayuda económica llegó de la mano de
políticas contrainsurgentes que modificaron el espacio urbano periférico. Esto
significó que las favelas pasarían de ser consideradas soluciones habitacionales
temporales a heterotopías endémicamente disfuncionales que, por lo mismo,
perdieron la atención de programas sociales estatales. Al mismo tiempo, son
vistas como potenciales focos de insurgencia, debido a lo cual sus habitantes se
convierten en blanco de los asedios policiales derivados del reforzamiento de la
Doctrina de Seguridad Nacional.8
Otro capítulo en las formas de exclusión comenzaría en 1983, cuando
la dictadura brasileña adopta los ajustes estructurales impuestos por el Fondo
Monetario Internacional como condición para un préstamo destinado a paliar
los efectos de la enorme deuda externa del país. Es cuando el neoliberalismo
empieza a exportar globalmente la reducción estatal y la flexibilización laboral,
luego de haberlas impuesto en el Chile de Augusto Pinochet, el Estados Unidos
de Ronald Reagan y la Inglaterra de Margaret Thatcher. Entre sus efectos, Loïc
Wacquant (2001) apunta la desproletarización y la informalización (24) de los
históricamente excluidos y de buena parte de la clase media emergente, mientras
que Mike Davis (2006) señala la multiplicación de las favelas en los países en
desarrollo: “Residents of slums, while only 6 percent of the city population of the
developed countries, constitute a staggering 78.2 percent of urbanites in the least-
developed countries; this equals fully a third of the global urban population” (23).
200 Favelas de la ciudad letrada
Mediación crítica
Palabras espacializadas
O João entrou dizendo que estava com dor de barriga. Percebi que foi por
ele ter comido melancia deturpada. Hoje jogaram um caminhão de melancia
perto do rio.
Não sei porque é que estes comerciantes inconscientes vem jogar seus
produtos deteriorados aqui perto da favela para as crianças ver e comer. (128)
por los niños (121), los robos (164), las muertes de bebés y niños pequeños por
descuido o hambre (57), los suicidios debido al costo de la vida (141). Pero lo más
omnipresente es el agobio por la falta de dinero, espacializado como una suerte
de leitmotiv que tematiza una economía doméstica sisífica que diariamente exige
un esfuerzo descomunal para reunir algunos cruzeiros y mal satisfacer el hambre.
La inminencia de la catástrofe, que casi siempre tiene a Carolina entre la revolta
y la desesperanza, la encamina a la escritura: “Quando fico nervosa não gosto de
discutir. Prefiro escrever” (19). Y frente al dilema de que quien escribe gusta de lo
bello, mientras que ella “só encontr[a] tristezas e lamentos” (161), se declara una
“poeta do lixo” (47) conmovida por el sufrimiento de ese pueblo y cuya poética
se construye a retazos, como el producto de su recolección diaria.12
Pero lo cierto es que la mayor parte del sufrimiento que siente, observa
y registra se origina en el hambre. Dantas cuenta que el hambre era tan excesiva
en los cuadernos de Carolina, que “a Amarela saiu de cena” (“A atualidade” 3)
cuando hizo la selección para el libro. Pese a su recorte, la estructura narrativa
de Quarto de despejo no deja de estar marcada, como dice Vogt, por “a presença
obsidente da fome e da pobreza” (207). Ciertamente, el dolor del hambre padecido
dentro del barracón de Carolina, proviene más del estómago de sus hijos que del
suyo: “a pior coisa para uma mãe é ouvir esta sinfonía: -Mamãe eu quero pão!
Mamãe, eu estou com fome!” (56). Pareciera que el instinto de protección infantil
le impusiera la obligación de no ceder ante esa muerte diariamente anunciada
por el hambre: “Hoje não temos nada para comer. Quería convidar os filhos para
suicidar-nos. Desisti. Olhei meus filhos e fiquei com dó. Eles estão tão cheios de
vida” (153). Se trata de una maternidad al límite que conlleva la consideración de
opciones también extremas, destinadas a librar a los hijos de ese sufrimiento que
Carolina describe como “a escravatura atual—a fome!” (27).13
Esta capacidad de condolerse por el hambre de los otros, especialmente
de sus hijos, la lleva a abstraer su experiencia en una suerte de ética da fome: “O
Brasil precisa ser dirigido por uma pessoa que já passou fome. A fome também
é professora. Quem passa fome aprende a pensar no próximo, e nas crianças”
(26). Pero lo que más interesa en esta reflexión es lo que, con el cineasta Glauber
Rocha,14 podemos llamar estética da fome de Carolina Maria de Jesus, que le
sirve para combatir la violenta hegemonía del hambre y que se expresa material y
oníricamente. La dimensión material de esta estética es mayormente movida por
la maternidad protectora de Carolina, puesto que lo que considera más bello se
observa en los esporádicos relatos del espectáculo de la comida: “Quando vejo meus
filhos comendo arroz e feijão, o alimento que não está ao alcance do favelado, fico
sorrindo atoa. Como se eu estivesse assistindo um espetáculo deslumbrante” (44).
Carolina también crea una lírica existencial de la miseria material en que, como
dice Lajolo, surge un “espaço para a descifração […] da aventura do ser humano
sobre a terra” (48): “Parece que eu vim ao mundo predestinada a catar. Só não
cato a felicidade” (72). La dimensión onírica de la estética da fome de Carolina
se manifiesta cuando Carolina pone a un lado su voz testimonial de favelada y
activa una voz poética para imaginar sueños o fantasías que considera bellas:
Mónica González García 207
“Enquanto escrevo vou pensando que resido num Castelo cor de ouro que reluz
na luz do sol. Que as janelas são de prata e as luzes brilhantes” (52). Según creo,
estas dimensiones de la estética da fome ayudan a Carolina a resolver, mediante
la palabra, su ‘dilema de la comida’ (45): la primera en sentido literal como la
belleza de alimentar el estómago, la segunda en sentido metafórico de alimentar
el espíritu con belleza. En este último sentido entendemos la interrupción de lo
bello en descripciones como: “Domingo. Um dia maravilhoso. O céu azul sem
nuvem. O Sol está tépido. Deixei o leito as 6.30. Fui buscar agua” (10). Es como
si el fugaz goce estético ofrecido por absolutos poéticos como el cielo y el sol
sirvieran para echar a andar un nuevo día destinado a resolver los dilemas finitos
de una madre favelada.15
Otro aspecto interesante del diario de Carolina es la doble manera en
que ella subjetiva el espacio y, siguiendo a Lefebvre, en que el espacio la produce
como sujeto. Al estar en la favela, dice tener “a impressão que sou um objeto fora
de uso, digno de estar num quarto de despejo” (33); fuera de la favela, lidia con
la mirada de repugnancia que recibe: “estou familiarizada com estes olhares.
Não estristeço” (98). El muro social invisible también se levanta ante Carolina en
espacios comunitarios, como cuando el presidente del Centro Espírita que frecuenta
pregunta con ironía si los favelados que van allí son de este mundo; ella escucha
el comentario y, en cierto modo anticipando lo que diría Schwarz respecto de que
su mundo es el nuestro, le responde: “Nós somos feios e mal vestidos, mas somos
deste mundo” (128). Asimismo, un ejercicio de auto-espacialización, u oblicuación
en el sentido de que “o outro do outro sou eu”, comentado por Wisnik (132),16 es
articulado por Carolina cuando subjetiva la mala fama de la favela para defenderse
de un hombre en la calle articulando “palabras espacializadas”: “Eu sou da favela
do Canindé. Sei cortar de filete e navalha e estou aprendendo a manejar a peixeira.
Um nordestino está me dando aulas. Se vai me bater pode vir” (73).17
A diferencia del libro de Carolina, en que el arma más letal no era la
peixeira de los nordestinos sino el hambre, en Cidade de Deus la amenaza de
muerte, siempre antecedida por la miseria, pasa a ser hegemonizada por la bala
de traficantes y policías. La novela de Paulo Lins fue publicada en 1997 y se basa
en su participación en un estudio sobre el crimen en la favela carioca “Cidade de
Deus”, en la cual creció, realizado por Alba Zaluar entre 1986 y 1993. La narración
sigue las experiencias criminales de los adolescentes Inferninho, Pardalzinho y Zé
Miúdo, retratando la manera en que niños y jóvenes vulnerables de dicha favela son
seducidos por el dinero del narcotráfico y atrapados en una espiral de delincuencia
y muerte de la que resulta casi imposible escapar. Las tres historias cubren desde
los primeros asaltos de Inferninho, que coinciden con la fundación de la favela
a inicios de los 1960s, hasta la muerte de Zé Miúdo y el fin de la “guerra” entre
traficantes a principios de los 1980s. La violencia de una actividad que en cierto
momento produjo más muertes que la Guerra de las Malvinas (615) es espacializada
en la sintaxis de Cidade de Deus, por ejemplo, con técnicas tomadas del cine,
según detecta Schwarz. Una de ellas es el montaje paralelo para ilustrar el inicio
de la mala fama de la favela, narrando los crímenes espeluznantes cometidos por
208 Favelas de la ciudad letrada
tinha de morrer, alcaguete tinha de morrer, final de comédia tinha de morrer” (314).
La novela también da cuenta de la fascinación de muchos jóvenes, cercana
al esplendor lacaniano, con el régimen afectivo establecido por la bala para su
relacionamiento con el mundo y los pares. Lo que podemos llamar estética da bala
se advierte en la apropiación del argumento maniqueo de filmes hollywoodenses de
acción, como hacen Inferninho y sus seguidores al arrancar del policía Cabeça de
Nós Todo: “Gostavam da situação, depois contariam aos amigos todos os detalhes
da fuga. Lembravam-se de Bonanza, Buffalo Bill, Zorro. De quando em vez
ziguezagueavam como os heróis de televisão” (90). Este régimen es incorporado
también a la interacción con los amigos, como cuando Marisol y Tiago se persiguen
a balazos por la calle debido a una rivalidad amorosa, siendo aplaudidos por los
observadores del “duelo” (414); o cuando Pardalzinho persigue a sus amigos
disparando al aire porque se burlan de su ropa de playboy; el narrador aclara:
“Tudo não passara de um pique-pega mais elaborado” (416). Pero quizás el mayor
goce proviene del miedo que el bandido es capaz de inspirar. Si a Inferninho le
gustaba observar el comportamiento de los demás cuando caminaba por la favela
(93), para Zé Miúdo ese placer se vincula de manera más sofisticada a su poder
sobre la vida de los otros:
Acreditava que todos ali tinham medo dele, porque sempre fora ruim, e
a ruindade é a melhor coisa que pode se estabelecer num bandido para
ser respeitado. […] Tinha o poder de trazer à tona toda a violência do
fundo dos homens e multiplicá-la a seu bel-prazer. [Era] dono da ruindade
de nunca perdoar, de aniquilar o que não coubesse nos liames de sua
compreensão bandida, de inventar coisas que o outro não tinha feito para
ter motivos para exercer a sua crueldade. (692)
Pero este arco en la formación del joven bandido tiene su punto de inflexión
cuando la rivalidad con los pares o la persecución policial hacen insostenible su
vida. En el momento que la bala se vuelve en su contra, la palabra recoge como
oxímoron el cansancio “daquela vida de mortes” (245) y bandidos como Inferninho
constatan la fragilidad de su poder: “Tomara consciência de que o único espaço
físico que le pertencia era o seu corpo” (237). Casi todas las historias contadas
culminan con la búsqueda desesperada de una salida, lo que se convierte en un
sofocante leitmotiv de la novela. Ante la muerte inminente, a muchos los embarga
el anhelo de la vida del otário o incluso el deseo de la muerte, que llega a ser
considerada un descanso a los sobresaltos del crimen—según le ocurre a Cenoura
(619). Pero como la mayoría no encuentra una salida, esta es articulada por la voz
narrativa que impone la nota lírica casi siempre al final de una vida. Luego de abrir
el relato siendo invocada por el narrador para iluminar “os tons de minhas palavras”
porque sabe que las “balas [estariam] atravessando os fonemas” (26), la nota lírica
contraproduce la violencia espacial volcándose a lo absoluto. De manera similar a
como hacía Carolina al insertar tropos poéticos como el cielo o el sol para echar
a andar su combate diario a la miseria, la onmipresencia de la muerte en Cidade
210 Favelas de la ciudad letrada
A modo de cierre
Notas
1
Este artículo se desarrolló en el marco del proyecto de investigación
Fondecyt Regular No. 1190758.
2
En este trabajo nos centramos no en expresiones como la poesía
marginal y el cine udigrudi, sino en la literatura creada desde la favela por sujetos
socioeconómicamente excluidos y racialmente minorizados.
3
Lefebvre propone la producción del espacio “as a theoretical concept and
practical reality” (67), ligados a los modos de producción económica de una sociedad.
4
También sigo a Saldívar en el uso del concepto “sintaxis” que, para él,
es lo que un narrador colonialmente herido construye y que permite “organizar
la narración de la historia y establecer conexiones básicas entre las palabras y las
cosas [a fin de que] el ‘indecible’ trauma individual y colectivo de su visión pueda
ser significativamente comunicado” (42).
5
Como dice Rama, desde obras como El Periquillo Sarniento, la utopía
del orden urbano enfrenta el problema de adaptarse a productos culturales que,
paradójicamente, implican un “desafío a la ciudad letrada” (59).
6
Pensamos en el comentario de Ivana Bentes sobre los manifiestos de
Glauber Rocha “Estética del hambre” (1965) y “Estética del sueño” (1971), según
el cual en el primero “ya tenía un entendimiento de la pobreza pero que necesitaba
completar […] con algo lúdico, que es el sueño” (Gonzalez-Conty).
7
Como asesor de seguridad, Rostow propició el recrudecimiento de los
ataques militares contra Vietnam para ganar la guerra.
8
La Doctrina de Seguridad Nacional, difundida por Estados Unidos entre
militares latinoamericanos desde el término de la Segunda Guerra Mundial, fue
convertida en ley en 1968 por la dictadura brasileña con el objetivo de reforzar el
combate a posibles “enemigos internos” que, por su vulnerabilidad económica,
212 Favelas de la ciudad letrada
Obras citadas