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Begoña: Me has dicho que no te vas a enfadar. Vale.

A ver cómo te lo
cuento… (piensa un poco) A ver… (da con una idea) Vale. Supón que estoy en la
calle intentando parar un taxi y no hay manera, y ya es tarde, y ya no quedan
autobuses -no sé cómo narices voy a volver a casa-. Y supón que, cuando estoy a
punto de cortarme las venas, pasa Eduardo con el coche y me ve. Me pita. Y me
dice: “Ey, Begoña, sube, que te llevo a casa”. Supón que se me ha estropeado la
cafetera. Y cuando estamos llegando a mi casa, se lo explico en plan drama
-porque es un drama-. Y le digo: “Me dijo Susana que el otro día arreglaste una de
estas, ¿verdad?”. Y le convenzo para que suba y le eche un vistazo. Supón que se
pone  a manipular la cafetera y, cuando está abriendo el compartimento del
nosequé, a mí se me vuelca el recipiente del agua que tenía que estar sujetando
pero que se me resbala – suerte que no estaba caliente, el agua-. Y supón que
claro, se le moja la camisa y yo le digo que se la quite, que se la seco -y yo
también me tengo que quitar la mía porque también se me ha mojado-. Y le paso
un poco una toallita por el pecho para secarlo. Y también me la paso yo porque yo
también me lo he mojado. Supón que, no sé cómo, empieza a hacer mucho calor y
mi sujetador vuela, y sus pantalones vuelan y acabamos allí, en el suelo de la
cocina… bueno. (Se da cuenta de que su amiga se está enfadando mucho). No,
no, me has dicho que no te ibas a enfadar. Joder Susana, no. (Susana está
enfada) No quiero que te enfades. A ver… Vuelvo a empezar. Supón que Eduardo
no es tu marido, que estoy en la calle intentando parar un taxi…
GABRIEL:  Tu trabajo merecía más nota. Te he suspendido porque quería que
vinieras hoy a mi despacho. El día de mañana, cuando presentes un proyecto,
probablemente verás cómo lo rechazan, sin más, porque sí. Los clientes no saben
lo que quieren pero sí saben lo que no quieren: cualquier cosa que no hayan
diseñado ellos. Cuando eso pase, si crees que tu trabajo es el mejor posible, vas a
tener que defenderlo, vas a tener que trabajar duro por él, mucho más que cuando
te sentaste a diseñar. Tendrás que explicar la naturaleza de tu diseño -qué
significa, qué transmite, qué lo hace especial, qué lo hace perfecto para esa
empresa, para ese cliente, para ese momento particular-, y para eso tendrás
conocer bien el porqué de la composición que has elegido, el porqué de la textura,
el porqué de cada color, de cada trazo, tendrás que sumergirte en tu proceso
creativo y vomitar una explicación con palabras, para que el cliente comprenda
que ese diseño que le estás mostrando es el que él habría hecho si hubiera tenido
el talento que tú tienes para dibujar. Tu trabajo no merecía un suspenso. Ni un
aprobado. Merecía un sobresaliente, matrícula de honor, es el mejor proyecto que
he visto en veinte años que llevo dando clase. Sólo tenías que decirme por qué
merecía eso. Sólo quería oirte… hablar. Estás suspendida. Esto no es lo que
tenías que hacer. Ponte la ropa, por favor.

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