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Conferencia de la Dra. Virginia Berlinerblau, en el marco del Ciclo de Actualización de
Conocimientos destinado a los equipos profesionales del Programa Las Víctimas Contra Las
Violencias del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación
Por otra parte, existen otras iniciativas complementarias al art. 250 bis del CPPN, que
se destacan y desempeñan con éxito en la asistencia a las víctimas, favoreciendo el abordaje y
el acceso a la justicia de niñas, niños, y sus familias. Por ej.: en la Ciudad de Buenos Aires
opera el Programa Las Víctimas contra Las Violencias, dependiente del Ministerio de Justicia,
Seguridad y Derechos Humanos de la Nación, que cuenta con tres Brigadas de atención a
víctimas de distintos tipos de violencia: la Brigada Móvil de Atención a Víctimas de
Violencia Familiar, la Brigada Móvil de Atención a Víctimas de Violencia Sexual, y la
Brigada Niñas. Estas Brigadas entran en acción en una etapa inicial, pre-judicial. También se
ha creado la Oficina de Asistencia a la Víctima, dependiente de la Procuración General de la
Nación; y la Oficina de Asistencia a la Víctima de Delitos Sexuales de la Policía Federal.
Estos programas cuentan con profesionales entrenados que intervienen en la mayoría de los
casos denunciados de abuso sexual, y propician que se brinde contención, resguardo y
orientación inmediata a la víctima y su familia. Evalúan medidas preventivas y,
eventualmente, pueden registrar de manera adecuada cualquier información que surgiera
espontáneamente y que pudiera ser de utilidad para la investigación.
La mayor proporción de víctimas son típicamente niñas, pero los varones son también
víctimas de abuso sexual. Los abusadores tienden a seleccionar a los niños/as vulnerables, que
se encuentran en desventaja por una educación pobre, por vivir en situación de pobreza, o
porque sufren carencias en la protección parental. Estos niños y niñas vulnerables son más
fáciles de manipular y explotar, y también están en desventaja cuando revelan el abuso, a
causa de sus niveles educacionales y económicos.
Al afrontar estos desafíos, es esencial que el sistema de justicia penal defina objetivos
claros en relación con casos de ASI, ponga al niño en el centro del proceso de justicia penal, y
adopte las prácticas y procedimientos que mejoren la eficacia de las investigaciones, la
gestión de los casos, y del juicio penal. Estos objetivos se pueden resumir de la siguiente
manera: reducir el trauma experimentado por el niño víctima, obtener evidencia de alta
calidad, obtener un testimonio eficaz de testigos menores de edad en el juicio, poner al niño o
niña y sus necesidades en el centro del proceso de justicia penal, asegurar que los sistemas y
procedimientos permitan a los niños tener los mismos derechos de acceso a la justicia que los
adultos víctimas. Al tomar estas metas como el marco básico para el desarrollo de buenas
prácticas en los sistemas de protección de la infancia, hay una serie de puntos de referencia
que se pueden identificar como elementos comunes en todos estos sistemas.
Ahora bien: ¿qué solicitan los Jueces de Instrucción, Fiscales y Jueces de Tribunales
Orales a los peritos oficiales -psiquiatras y psicólogos- en estos casos? Las preguntas legales -
Nuevamente, se deben subrayar las dificultades probatorias que presentan estos casos
particulares de ASI en la Justicia. El niño es, a la vez, testigo y presunta víctima. Es la fuente
de evidencia y de información más crítica y, en la mayoría de las ocasiones, la única fuente de
información. También hay que tener en cuenta, cuando hablamos de niños, las grandes
variaciones individuales por diferencias en el desarrollo del lenguaje, de la memoria, de la
comprensión, y de la capacidad para analizar conceptos y entender las preguntas. En estos
casos, es especialmente importante resaltar que las emociones ejercen gran influencia en los
recuerdos y en los pensamientos de los niños, y que las situaciones estresantes ejercen gran
influencia sobre las habilidades sociales del niño, de tal manera que pueden ser un
impedimento para la investigación.
Con frecuencia se nos solicita a los peritos que evaluemos la competencia mental del
niño. ¿Y qué es la competencia del niño? Es la habilidad para dar testimonio de manera
confiable y significativa. Es la competencia de un testigo en general. Con respecto a los niños
y su capacidad como testigos, operan, en el imaginario social, potenciados por los argumentos
de la defensa, prejuicios que han circulado durante mucho tiempo y que todavía tienen
vigencia: que los niños no son lo suficientemente competentes como para brindar testimonio,
que son fácilmente sugestionables, que mienten o repiten simplemente lo que el adulto
denunciante les dice.
Para determinar si el niño, desde que puede hablar, es competente o no para brindar
testimonio, se debe definir: si comprende la diferencia entre la verdad y la mentira, si entiende
la necesidad de decir la verdad, y si tuvo la capacidad mental (la suficiente inteligencia),
durante el evento, para poder luego describirlo certeramente. Por ejemplo: si un niño, niña, o
adolescente ha sido alcoholizado o drogado, puede que tenga lagunas en el recuerdo, o que no
recuerde nada del evento, o que no pueda describirlo con claridad suficiente. O sea que es
necesario tener la suficiente capacidad mental durante el evento para poder describirlo
certeramente después. Y también, el niño tiene que tener la capacidad de comunicar los
hechos, basada en el acontecimiento personal, y la posibilidad de entender preguntas simples
acerca de su ocurrencia. Esto tiene que ver, no sólo con la inteligencia, sino con el desarrollo
del lenguaje.
Los niños pueden ser llevados a dar un testimonio de abuso falso, ya sea por falsa
denegación o falsa afirmación. Por ej.: por el uso de preguntas tendenciosas o dirigidas a
obtener respuestas por sí o por no. La entrevista técnicamente mal conducida, es una de las
principales causas de insustanciación de los casos, que pueden ser considerados luego
denuncias falsas. Por ej.: por mala técnica de entrevista, no se le brindan al niño las
condiciones para que hable de los hechos que se investigan, o se lo induce a decir la
información que el entrevistador espera. Como siempre, habrá que captar el lenguaje del niño
y adaptarse a él.
Ahora, la actitud y conducta del primer entrevistador, que puede ser la madre o una
persona de confianza, puede traumatizar aún más al niño o niña. Además, los niños pueden
temerles a los adultos. Si el entrevistador es dominante o sugestivo, el niño/a puede tratar de
complacer al entrevistador diciéndole lo que él quiere oír, o callando el abuso. Si muestra
demasiada empatía, puede estimular al niño o niña a exagerar la victimización para así
conseguir mayor atención y simpatía. Algunos niños son sugestionables y pueden fácilmente
ser persuadidos de complacer y ayudar al entrevistador. Otros no lo son, y se mantienen
dentro de los hechos. Y aunque los niños pequeños hacen frecuentemente relatos certeros,
algunos cometen errores, particularmente cuando se les realizan entrevistas sugestivas.
Las entrevistas están diseñadas para maximizar el monto de información precisa, por
medio de la rememoración libre y sin inducción. La entrevista forense es una entrevista entre
un entrevistador forense, con técnica forense, y un niño, con el único objetivo de obtener
datos no contaminados que den base o no, a un presunto evento, a un abusador, en un sitio o
tiempo determinado. El Juez necesita determinar, principalmente, las circunstancias de
tiempo, de modo y de lugar. Entonces, la entrevista forense está dirigida especialmente a
obtener datos no contaminados, datos objetivos acerca de qué fue concretamente lo que
sucedió, con quién, en dónde, cuándo, cuántas veces, en qué época, etc. Este es un objetivo
propio de la investigación judicial. La entrevista de declaración testimonial y las pericias
forenses surgen en respuesta a las preguntas judiciales, y buscan elementos de prueba en
relación con la denuncia.
Obviamente, al niño siempre se trata de entrevistarlo solo. A veces, los niños necesitan
un tiempo, sobre todo los niños pequeños, para familiarizarse con el entrevistador o
entrevistadora. Y ahí, de ninguna manera hay que ser rígido, sino que se debe acompañar el
ritmo del niño, adaptarse a él. Muchas veces se necesita un período para establecer raport con
el niño; pero ello dependerá también de las características del niño. Esta primera etapa es
conveniente para permitirle al niño relajarse, y para permitirle al entrevistador evaluar su
nivel cognitivo, del lenguaje, estado emocional, etc. En caso de que el niño no quiera
separarse de la madre, se le permite a la madre estar dentro del recinto de la entrevista, previo
explicarle que no debe mencionar el tema del abuso ni hablar de ello. Se debe evitar que el
niño escuche la descripción que hace el adulto acerca de lo que pudo haber ocurrido. El niño,
habitualmente, llega con cierto monto de ansiedad. Además juegan los presupuestos propios
de la infancia cuando son interrogados por un adulto: la idea de que toda pregunta debe ser
contestada, aunque no la haya comprendido. A veces, parece que los niños están pensando y,
en realidad, no comprendieron la pregunta y no se atreven a decirlo.
Como los niños no están acostumbrados a ser la única fuente de información del
evento, piensan que la información que brindan es colateral. Pueden pensar que el
entrevistador lo sabe todo y que, en realidad, los van a confrontar. Pueden sentir temor a decir
algo distinto de lo que se espera de ellos, y pensar que son ellos los equivocados. También
suelen pensar que cuando un adulto les formula una pregunta no pueden decir “no sé”, o no
tienen permiso para pedirle al entrevistador que les clarifique la pregunta. Por eso, antes de
comenzar la entrevista, es muy importante aclararles a los niños lo que se espera de ellos. Es
decir, cuando el niño manifiesta que no sabe para qué va a una entrevista, no sabe por qué lo
llevaron, y cree que es para dibujar, o para jugar, etc., es conveniente explicarles cuál es la
función del entrevistador: entrevistar niños y tratar de que hablen de todo lo que recuerdan.
Siempre en un tono amigable, hay que explicarles que si hay algo que no recuerdan tienen
permitido decir “no sé”, que es importante que digan la verdad, que si hay algo que no
entienden, pueden decirlo y preguntar, que no hay ningún inconveniente para ello. Se ve, en
las caritas, el alivio que producen estas aclaraciones, porque sienten que van a dar examen.
El niño usa su propio vocabulario, más que los términos adultos, y cuenta su historia
desde su propio punto de vista.
El niño revive el trauma en su juego espontáneo.
Los temas sexuales están presentes en juegos y dibujos.
El afecto relatado es consonante con lo que dice.
El comportamiento del niño es seductor, precoz o regresivo.
Hay un buen recuerdo de detalles, incluyendo detalles específicos sobre la sexualidad
adulta y detalles sensitivomotores.
Ejemplifico con un caso judicializado que tuve a cargo: una niña de 9 años que al
preguntarle qué fue lo que le había pasado, respondió: “no sé cómo explicarte, a mí no me
gustaba, pero el abuelo me obligaba. Me subía a un banco, me bajaba la bombacha… (se
interrumpe) No me acuerdo”. Luego, ante preguntas abiertas y focalizadas para explorar
detalles, expresó: ¨yo confiada me ponía a pintar… Y me bajó la bombacha… me acuerdo,
pero no sé cómo decirte… Me tenía que subir a un banco para pintar. Yo tenía 7 años más o
menos, estaba en segundo grado, la maestra se llamaba Sandra”. “Cada vez se iba animando
más, no sé cómo explicarlo…” Acá se ven las limitaciones que tiene un niño para definir y
hablar de la sexualidad adulta.
En el expediente figuraba una carta que la niña había escrito un año antes. Dijo al
respecto: “Sí, hace un año, mucho no me acuerdo. La hice porque mi papá no me creía. Me
decía que eso cualquier abuelo lo podía hacer. Que eso es una fantasía. Que no puede ser. Que
le crea a él… Y yo estaba harta de eso y le escribí esa carta para que se la dé al Juez”. Al
preguntarle qué le diría al abuelo, expresó con gran espontaneidad e ingenuidad propia de la
edad: “Al abuelo le diría que diga la verdad, porque tengo razón. Es un mentiroso y niega lo
que hizo. Él dice que no fue, porque está enfermo. Él abuelo me mostraba el…” (Se
avergüenza). “Yo estaba escondida y mi abuelo decía: tocalo, tocalo… No tengas miedo”. Y
finalmente afirmó: “no quiero que me tomen por mentirosa”.
Al preguntarle al hermano varón de la niña, de 12 años de edad, si sabía por qué estaba
allí, en una entrevista, respondió: ¨para saber si decimos la verdad¨, “tenía que venir y hablar
sobre todo lo que pasó”, “pasó todo con mi abuelo. Conmigo pasó que tenía una irritación
debajo de la pierna y me llamó para ponerme una crema, y después me preguntó cómo andaba
del pene por una operación. Y después me preguntaba si se me paraba. Me decía que lo toque
para que lo conozca… Después me apoyó el pene donde empieza mi culo, me decía que se lo
toque, que si me gustaba alguna chica se lo diga a él y que no le diga a nadie”. “Cuando
Eliana (la hermanita) se lo contó a mi mamá, papá dijo que era una fantasía, y yo a mi vez se
lo dije”. “Él tenía un negocio de cuadros, pasó en su baño, atrás del puestito de cuadros. Me lo
comí (era un niño con sobrepeso), porque no le quise decir a nadie. Fue de día, una semana
antes de que empiecen las clases. Mi abuela estaba cocinando. Yo trataba de olvidármelo. Mi
papá me puso un psicólogo del hospital. Traté de no acordarme más.”
Retomo el relato de esta niña de 6 años: “Yo no me animé a decir todo… pasaba en la
casa del abuelo. Yo le dije a mamá que no quería ir más a la casa del abuelo. Yo le quería
decir a mamá, pero me tenía que animar un poco más. Porque el abuelo me decía que no lo
diga. Yo no quería decirlo porque me daba un poco de vergüenza. Vergüenza de que el abuelo
me chupó la vagina. Yo me quedaba a dormir siempre, la abuela se iba a la panadería, me
tenía así”, espontáneamente escenificó una figura corporal de forzamiento físico. “…y no
podía escaparme. Mi mamá dice que el abuelo y yo vamos a ir presos. Yo quiero saludar a la
abu que conmigo fue buena”. Siguió hablando del tema del abuso y me dijo acercándose a mí,
casi al oído: “En la cama me lo hacía, me tenía agarrada y cuando llegaba la abuela me
soltaba. La abuela no me veía y él se hacía el tonto, y encima que me lo hizo… ¿por qué te
hacen hacer dibujitos? Porque yo pensé que era porque, si dibujaba bien, era verdad, y si
dibujaba mal, una mentira. ¿Querés que haga un dibujo o no?” Le dije que hiciera lo que
quiera, y me respondió: ¨como vos sos la dueña…”. Creo que la confianza generada en la niña
dio lugar a su espontaneidad y facilitó su comunicación. Además, evidenciaba la asimetría
niño-adulto, aun cuando durante la entrevista el raport fue excelente. Siguió relatando: “el
abuelo me tocaba con la mano y me chupaba con la lengua, yo estaba así (me muestra,
nuevamente, recostándose para atrás), durmiendo y el abuelo venía y me metía la mano.
Empezó en las vacaciones y el año pasado me tocó en el culo. Me daba vergüenza decir todo.
Ya te dije, el abuelo está enfermo. Fui a muchas secretarías acá porque tenía que declarar de
todo”. Esta situación se dio con anterioridad a la sanción del art. 250 bis CPPN.
Todos estos indicadores son utilizados para discriminar relatos verdaderos de falsos.
No sólo se tiene en cuenta el relato, sino también las otras manifestaciones, los indicadores
físicos, el conocimiento sexual inapropiado para la edad, el relato de abuso sexual constante
en el tiempo, el informe idiosincrásico, el informe del niño que va dando cuenta de la
progresión de la actividad sexual, la conducta erotizada, la descripción del abuso que indica
presión o coerción, la conducta precoz o seductora, la historia lógica por parte del niño/a, la
preocupación por los genitales (por sensación subjetiva u objetiva de daño).
Entonces, no hay un síndrome unívoco de tipo emocional que sea exclusivo del niño
abusado sexualmente. En realidad, lo más específico son los indicadores físicos: embarazo,
presencia de semen, presencia de enfermedades de transmisión sexual, por ej. Todos los
indicadores deben ser contextuados y valorados en su conjunto, incluyendo la información
Las hipótesis alternativas son que el testimonio es básicamente verdadero, pero el niño
ha sustituido al abusador por otra persona, que el testimonio fundamental es verdad, pero el
niño ha hecho agregados falsos, que el niño ha sido influenciado o presionado para negar,
retractarse o hacer una declaración completamente falsa para servir a las necesidades de
alguien, que el niño haya hecho una declaración falsa por motivos personales, o que el niño ha
fantaseado los hechos alegados, posiblemente, por problemas psicológicos. Por supuesto, un
niño debe tener un determinado desarrollo mental para poder brindar una declaración
completamente falsa, y para hacerlo de alguna manera creíble, verosímil y convincente. Otro
tema complejo son los agregados falsos con los sucesivos y reiterados interrogatorios. Por ej.,
un niño pequeño que es reiteradamente interrogado, y al principio brinda una descripción
concreta, clara y precisa de los hechos, pero después, a través de los sucesivos interrogatorios,
hace agregados. “Además estaba mi tía, además estaba mi abuela, además estaba la prima…”
Son elaboraciones de la misma situación que, en realidad, tienen que ser ponderadas
cuidadosamente. Puede ocurrir que el niño haya hecho agregados por haber sido reinterrogado
muchas veces, y porque intenta elaborar el trauma del abuso. Esos son los límites de la
actuación profesional.
En los casos en los que el relato es pobre o está ausente, deben tenerse en cuenta varias
posibilidades: como un examen insuficiente o técnicamente mal conducido. Esto es algo de
observación corriente: una entrevistadora obtiene determinada información y otra, en el
mismo caso, obtiene muy poquita. ¿Había características del niño o de la situación que
pudiera haber interferido con la obtención de una adecuada declaración? Por ejemplo: Un
niño con habilidades cognitivas limitadas o inhibido y/o poco predispuesto a discutir los
eventos. También se debe considerar la posibilidad de falsas denuncias: se debe revisar la
fuente de la denuncia, particularmente si proviene de uno de los padres, si es realizada en el
contexto de la disputa por la custodia o régimen de visitas. Es importante considerar también
interpretaciones erróneas de dichos o actitudes del niño por parte de los adultos. Por eso, es
importante siempre evaluar las producciones del niño por sí mismas; saber si hay alguna
historia previa de abuso sexual para discriminar los diferentes casos; estar al tanto del
desarrollo conductivo y del estado emocional del niño para entender cómo puede afectar la
interpretación y el recuerdo de todo el evento; y por supuesto no ignorar la información
colaboradora: informes médicos, escolares, evaluaciones psicológicas y/o psiquiátricas
previas, u otros elementos que surjan de las personas involucradas en el cuidado del niño.
En relación con las denuncias falsas, la revisión cuidadosa de la literatura revela gran
confusión en las definiciones. Algunos autores no distinguen entre denuncias insustanciadas y
denuncias falsas. Las denuncias pueden ser divididas en tres tipos, a las que se denomina con
una variedad de nombres análogos: “sustanciadas”, “fundadas”, “verdaderas”, “confirmadas”
y “probadas”; o bien: “insustanciadas”, “infundadas”, “no probadas¨ o con ¨insuficiente
Es importante rescatar que los niños no pueden fabular con la genitalidad adulta, y que
cuando un niño muestra un conocimiento sexual inapropiado se justifica investigar cuál pudo
haber sido la fuente de esa información y, eventualmente, dilucidar probabilidad de abuso. Lo
más común es que los niños mientan para evitar problemas, más que para tenerlos. Los niños
Por último, me voy a referir al backlash en ASI que, según la definición de la IPSCAN
(Sociedad Internacional para la Prevención del Abuso y la Negligencia de niños), ocurre
cuando una persona que trabaja en el campo del Abuso Sexual Infantil es perseguida
judicialmente, criticada en los medios, acosada por grupos o parientes, o atacada de mala fe y
de cualquier manera por su actuación, a través de declaraciones o publicaciones relativas a la
temática. En términos generales, se da con mayor frecuencia en relación con un caso en
particular.
Para minimizar estas posibilidades se debe ser profesional en todo lo que se haga. En
el trabajo con casos de ASI deben estar presentes los mismos altos niveles de precisión y de
cuidadosa comunicación, que presiden cualquier disciplina profesional. Se debe documentar
toda la información y mantener registros escritos de los casos, en lo que consten los dichos y
las decisiones tomadas. También, no expresar nada que no se pueda explicar. La
especialización y actualización deben ser permanentes, mediante lecturas especializadas,
asistencia a conferencias, etc. Además, es importante formar parte de una organización
profesional.
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Bibliografía:
Finkelhor, David. ¨Sexually Victimizad Children¨. The Free Press, A Division of Macmillan
Publishing Co., Inc.1979.
Cohen Raquel, ¨Guía de Entrenamiento para Preparar a Profesionales en Casos de Abuso
Sexual¨, 1996.
Finkelhor David. ¨Early and Long-Term Effects of Child Sexual Abuse: An Update¨.
Professional Psychology; Research and Practice 1990. Vol. 21 Nro. 5.325-330.