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ABUSO SEXUAL INFANTIL

Aspectos Forenses - Roles y Responsabilidades del Sistema Penal


Dra. Virginia Berlinerblau1
15 de abril de 2009

El libro ¨Jeopardy in the Courtroom, A Scientific Analysis of Children´s Testimony¨


(“Peligro en la Corte, Un Análisis Científico del Testimonio Infantil”), presenta en su imagen
de portada un cuadro de William Frederick Yeames del siglo XIX, titulado “¿Y cuándo fue la
última vez que viste a tu padre?”. Allí, se representa a un niño que brinda testimonio frente a
los jueces en una corte. El cuadro tiene más de 200 años de antigüedad, o sea que la temática
del niño testigo y la preocupación que genera la ponderación de su testimonio no es nueva. El
pintor magistralmente nos muestra, además, la angustia de una niña esperando su turno para
declarar y la atención de los jueces por entender lo que está pasando.

En la Argentina se han logrado avances parciales en cuanto al reconocimiento de las


necesidades y particularidades del niño testigo. Uno de esos avances fue la sanción del art.
250 bis del Código Procesal Penal de la Nación (CPPN), en enero de 2004, que estableció,
respecto de las declaraciones testimoniales de menores víctimas: que si a la fecha de
requerirse su comparecencia no han cumplido aún los 16 años de edad, sólo serán
entrevistados por un psicólogo especialista en niños y/o adolescentes designado por el tribunal
que ordene la medida, no pudiendo, en ningún caso, ser interrogados en forma directa por
dicho tribunal o las partes; que el acto se llevará a cabo en un gabinete acondicionado con los
implementos adecuados a la edad y etapa evolutiva del menor; que las alternativas del acto
podrán ser seguidas desde el exterior del recinto a través de vidrio espejado, micrófono,
equipo de video, o cualquier otro medio técnico con el que se cuente; que el profesional
actuante elevará un informe detallado con las conclusiones a las que arribe. El artículo 250
ter, también incorporado en aquella oportunidad, estableció que para los casos en los que las
víctimas hubieran cumplido 16 años de edad y fueran menores de 18, previo a la recepción del
testimonio, el tribunal requerirá informe de especialista acerca de la existencia de riesgo para
la salud psicofísica del menor, en caso de comparecer ante los estrados. En tal caso, se deberá
proceder de acuerdo con lo dispuesto por el Art. 250 bis.

La implementación de esta legislación presenta, aún hoy, diversos obstáculos. La


motivación y disposición de los operadores judiciales no alcanzan, aisladamente, para brindar
una atención adecuada, sino que se debe disponer de herramientas para hacer el trabajo
eficientemente. La valoración de la calidad de la atención, acorde a normas de buenas
prácticas, depende de las características de las instalaciones físicas, del personal y de la
organización que prestan los servicios, sus herramientas y recursos disponibles, y de los
elementos físicos y organizativos que proveen. Es también importante la formación
académica continua de los funcionarios. Las dificultades, más marcadas en algunas provincias

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Conferencia de la Dra. Virginia Berlinerblau, en el marco del Ciclo de Actualización de
Conocimientos destinado a los equipos profesionales del Programa Las Víctimas Contra Las
Violencias del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación

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que en otras, responden, también, a la falta de tecnología adecuada, así como de protocolos
formales y consensuados, acordes a estándares de buenas prácticas, imprescindibles para
afrontar con éxito la tarea delicada y específica de investigar y sustanciar los casos en los que
se denuncia ASI.

Por otra parte, existen otras iniciativas complementarias al art. 250 bis del CPPN, que
se destacan y desempeñan con éxito en la asistencia a las víctimas, favoreciendo el abordaje y
el acceso a la justicia de niñas, niños, y sus familias. Por ej.: en la Ciudad de Buenos Aires
opera el Programa Las Víctimas contra Las Violencias, dependiente del Ministerio de Justicia,
Seguridad y Derechos Humanos de la Nación, que cuenta con tres Brigadas de atención a
víctimas de distintos tipos de violencia: la Brigada Móvil de Atención a Víctimas de
Violencia Familiar, la Brigada Móvil de Atención a Víctimas de Violencia Sexual, y la
Brigada Niñas. Estas Brigadas entran en acción en una etapa inicial, pre-judicial. También se
ha creado la Oficina de Asistencia a la Víctima, dependiente de la Procuración General de la
Nación; y la Oficina de Asistencia a la Víctima de Delitos Sexuales de la Policía Federal.
Estos programas cuentan con profesionales entrenados que intervienen en la mayoría de los
casos denunciados de abuso sexual, y propician que se brinde contención, resguardo y
orientación inmediata a la víctima y su familia. Evalúan medidas preventivas y,
eventualmente, pueden registrar de manera adecuada cualquier información que surgiera
espontáneamente y que pudiera ser de utilidad para la investigación.

Hoy en día el desafío, en el abordaje judicial del niño víctima en la Argentina, es el


cambio de paradigma, centrado tradicionalmente en la protección de los derechos y garantías
del imputado. Es imperioso que los operadores judiciales asuman un compromiso ético y se
capaciten.

La justicia penal tiene un rol importante y grandes responsabilidades en la protección


de los niños víctimas de abuso sexual, en lo que hace a una investigación efectiva y al
procesamiento de los presuntos abusadores. Los delitos de ASI tienen características únicas,
comparadas con otros actos delictivos. En la gran mayoría de los casos de ASI el niño víctima
conoce al abusador y es muy probable que el abusador sea un miembro de la familia,
posiblemente un progenitor. Cuando el abusador es externo a la familia inmediata, suelen ser,
sin embargo, conocidos de la familia: amigos o vecinos. Una tercera categoría de abusadores
es la de los adultos confiables, como por ej.: maestros, curas, o personas involucradas en
actividades deportivas. Muy raramente los niños son abusados sexualmente por extraños. La
relación entre el niño y el abusador ofrece oportunidades al abusador para preparar durante un
tiempo al niño para que acepte el abuso, y para evitar su detección. Este proceso conocido
como "grooming" (preparar a alguien para algo), es una característica del ASI. El grooming
crea un ambiente que ayuda a proteger al abusador, incluso cuando el niño devela las
acusaciones. Los perpetradores, generalmente, se presentan a sí mismos como personas
afectuosas y humanitarias hacia el mundo externo, mientras que la relación con el niño está
basada en las amenazas y la intimidación.

Raramente el ASI constituye un único hecho. Los abusadores tienden a adoptar


tácticas que comienzan con una conducta inapropiada, que no necesariamente alcanzan a
configurar un delito, pero que escala gradualmente a través del tiempo hasta constituir delitos
más serios. Además, el abuso puede tener lugar durante períodos de semanas, meses y hasta

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años, antes de que se produzca el descubrimiento. De hecho, la investigación demuestra que
es probable que sólo una minoría de los casos de abuso sexual se revele a las autoridades.

La mayor proporción de víctimas son típicamente niñas, pero los varones son también
víctimas de abuso sexual. Los abusadores tienden a seleccionar a los niños/as vulnerables, que
se encuentran en desventaja por una educación pobre, por vivir en situación de pobreza, o
porque sufren carencias en la protección parental. Estos niños y niñas vulnerables son más
fáciles de manipular y explotar, y también están en desventaja cuando revelan el abuso, a
causa de sus niveles educacionales y económicos.

Una vez que se hizo la denuncia, la investigación presenta un número de


complicaciones. Tal vez el desafío más importante sea obtener información muy detallada
sobre la naturaleza de los hechos, que pueden haber tenido lugar durante un período de
muchos meses. Entrevistar a los niños en estas circunstancias presenta dificultades únicas,
pero su relato es de vital interés para la conducción de la investigación y para identificar la
oportunidad de obtener pruebas que confirmen aún más los hechos. La naturaleza de estos
delitos y las tácticas de los perpetradores casi siempre eliminan las oportunidades de que otras
personas sean testigos de los abusos. Sin embargo, la investigación calificada puede obtener
pruebas que corroboren la situación y ayuden a sostener las declaraciones hechas por el niño.
En este contexto, el uso de la evidencia médica tiene un número de beneficios, aunque
también tiene sus limitaciones. Es también esencial, durante la investigación, que se reduzca
la posibilidad de contaminación de las pruebas aportadas por el niño, al requerir de él la
descripción de sus experiencias a diferentes profesionales.

Además de la obtención de pruebas, el sistema de justicia penal también tiene la


responsabilidad de proteger al niño contra el abuso en el futuro. El impacto del abuso sexual y
el proceso de develación hacen que el niño requiera de intervención y soporte para proteger su
bienestar emocional. Este apoyo también tiene que ser cuidadosamente manejado para
asegurar que las pruebas no serán contaminadas.

Al afrontar estos desafíos, es esencial que el sistema de justicia penal defina objetivos
claros en relación con casos de ASI, ponga al niño en el centro del proceso de justicia penal, y
adopte las prácticas y procedimientos que mejoren la eficacia de las investigaciones, la
gestión de los casos, y del juicio penal. Estos objetivos se pueden resumir de la siguiente
manera: reducir el trauma experimentado por el niño víctima, obtener evidencia de alta
calidad, obtener un testimonio eficaz de testigos menores de edad en el juicio, poner al niño o
niña y sus necesidades en el centro del proceso de justicia penal, asegurar que los sistemas y
procedimientos permitan a los niños tener los mismos derechos de acceso a la justicia que los
adultos víctimas. Al tomar estas metas como el marco básico para el desarrollo de buenas
prácticas en los sistemas de protección de la infancia, hay una serie de puntos de referencia
que se pueden identificar como elementos comunes en todos estos sistemas.

La introducción del video de entrevistas grabadas entre el investigador y el niño


víctima y testigo ha sido el desarrollo más importante, tanto para reducir el trauma
experimentado por los niños víctimas, como para mejorar la calidad de las pruebas obtenidas
de los niños víctimas y testigos.

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El sistema de entrevista se basa en un enfoque gradual, que permite, en la medida de lo
posible, que el niño describa, en sus propias palabras, los detalles de lo que le ha sucedido. La
introducción de este tipo de entrevista estructurada hace hincapié en el papel importante que
desempeña el niño para garantizar que no haya malos entendidos en lo que se está diciendo.
Sirve, además, para demostrar que el niño entiende la diferencia entre decir la verdad y decir
mentiras, y entiende la importancia de la entrevista. La clave de una entrevista exitosa es la
creación de una relación entre el entrevistador y el niño basada en la 'confianza'. Por
consiguiente, existe un período de tiempo que se destina a establecer una relación, que le
permita al niño relajarse y confiar en el entrevistador/ra para describir experiencias difíciles y
dolorosas. A continuación, se propicia, a través de una serie de comentarios de final abierto,
que el niño o niña describa en sus propias palabras exactamente lo que le ha sucedido. Cuando
la fase de relato libre ha concluido el entrevistador puede realizar preguntas aclaratorias, y
luego pasar a tópicos más livianos que le faciliten al niño la transición a la salida. El
interrogatorio debe ser realizado cuidadosamente para asegurar el cumplimiento de todas las
pautas legales. Antes de que la entrevista se concluya, el o la entrevistadora debe verificar que
todos los puntos de la entrevista han sido cubiertos.

Un sistema formal de gestión de casos penales, en todos los casos de ASI, es un


componente esencial de un modelo integrado, para reducir el trauma experimentado por los
niños y mejorar la eficacia del sistema de justicia penal. El objetivo del sistema de gestión de
casos penales es reducir, en la medida de lo posible, el tiempo transcurrido entre el informe
inicial de la denuncia hasta la conclusión del caso en el juicio oral.

Prestar declaración testimonial es, probablemente, una experiencia estresante para


cualquier persona, máxime si ha sido víctima directa de un delito sexual, por lo tanto, el
impacto en un niño será mucho mayor. A pesar de la preparación previa, el estrés de una
comparecencia ante el tribunal no puede ser eliminado. Es responsabilidad de la justicia penal
reducir el estrés y el trauma, en la medida de lo posible, no sólo en el interés superior del
niño, sino también porque el niño brindará una evidencia de mejor calidad si su nivel de estrés
es más bajo.

Con respecto al testimonio infantil, numerosas investigaciones sostienen que la


información recuperada de la memoria a través del uso de preguntas de final abierto y de
estimulación de la libre evocación, ponen al descubierto información más certera que la
recuperada a través del proceso de reconocimiento, con preguntas directivas, de presentación
de opciones y preguntas sugestivas.

Recientes estudios sostienen las ventajas de usar, para las Entrevistas en la


Investigación de Víctimas de Abuso Sexual, el Protocolo del NICHD (National Center For
The Child and Human Development). El Protocolo NICHD es una entrevista estructurada
(Orbach et al., 2000), que enfatiza la utilización de invitaciones para estimular el recuerdo
libre, y provee a los niños oportunidades crecientes para practicar respuestas a preguntas de
final abierto en los estadios tempranos de la entrevista, antes de entrar en la parte principal de
la entrevista, la del presunto abuso.

Ahora bien: ¿qué solicitan los Jueces de Instrucción, Fiscales y Jueces de Tribunales
Orales a los peritos oficiales -psiquiatras y psicólogos- en estos casos? Las preguntas legales -

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que han motorizado numerosos estudios sobre las capacidades de los niños como testigos-
apuntan a explorar: la memoria infantil, la sugestibilidad, si las experiencias que relatan son
verdaderas o falsas, el estado mental del niño, si presenta indicadores psíquicos compatibles
con abuso sexual, si se detecta estrés post traumático, si hay fabulación o influencia de
terceros, si los hechos investigados tienen entidad para desviar el normal desarrollo de la
psicosexualidad, si presenta patología o sintomatología relacionada de carácter sexual, si
presenta una madurez mental acorde con la edad, y también, por ejemplo, si presenta
personalidad fabuladora, si hay indicadores específicos, como así también indicadores no
específicos, de abuso sexual. Otras preguntas similares tienden a dilucidar si los relatos de la
presunta víctima pudieron haber sido efectuados como consecuencia de maniobras inductivas
por parte de algún adulto, del grupo familiar o afectivo.

Nuevamente, se deben subrayar las dificultades probatorias que presentan estos casos
particulares de ASI en la Justicia. El niño es, a la vez, testigo y presunta víctima. Es la fuente
de evidencia y de información más crítica y, en la mayoría de las ocasiones, la única fuente de
información. También hay que tener en cuenta, cuando hablamos de niños, las grandes
variaciones individuales por diferencias en el desarrollo del lenguaje, de la memoria, de la
comprensión, y de la capacidad para analizar conceptos y entender las preguntas. En estos
casos, es especialmente importante resaltar que las emociones ejercen gran influencia en los
recuerdos y en los pensamientos de los niños, y que las situaciones estresantes ejercen gran
influencia sobre las habilidades sociales del niño, de tal manera que pueden ser un
impedimento para la investigación.

Con frecuencia se nos solicita a los peritos que evaluemos la competencia mental del
niño. ¿Y qué es la competencia del niño? Es la habilidad para dar testimonio de manera
confiable y significativa. Es la competencia de un testigo en general. Con respecto a los niños
y su capacidad como testigos, operan, en el imaginario social, potenciados por los argumentos
de la defensa, prejuicios que han circulado durante mucho tiempo y que todavía tienen
vigencia: que los niños no son lo suficientemente competentes como para brindar testimonio,
que son fácilmente sugestionables, que mienten o repiten simplemente lo que el adulto
denunciante les dice.

Para determinar si el niño, desde que puede hablar, es competente o no para brindar
testimonio, se debe definir: si comprende la diferencia entre la verdad y la mentira, si entiende
la necesidad de decir la verdad, y si tuvo la capacidad mental (la suficiente inteligencia),
durante el evento, para poder luego describirlo certeramente. Por ejemplo: si un niño, niña, o
adolescente ha sido alcoholizado o drogado, puede que tenga lagunas en el recuerdo, o que no
recuerde nada del evento, o que no pueda describirlo con claridad suficiente. O sea que es
necesario tener la suficiente capacidad mental durante el evento para poder describirlo
certeramente después. Y también, el niño tiene que tener la capacidad de comunicar los
hechos, basada en el acontecimiento personal, y la posibilidad de entender preguntas simples
acerca de su ocurrencia. Esto tiene que ver, no sólo con la inteligencia, sino con el desarrollo
del lenguaje.

Si el niño presenta dificultades en su expresión oral, puede ser especialmente difícil de


sustanciar el caso. Dado que se trata de un evento, en general, privado, raramente hay testigos
más allá del acusado y del niño, y raramente hay evidencia física útil. Frecuentemente están

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involucrados niños pequeños y discapacitados, con habilidades verbales limitadas, y las
técnicas de investigación aplicadas por el ordenamiento legal, y los servicios de protección de
la infancia, son habitualmente de pobre calidad.

En cuanto al testimonio, es recomendable que el niño cuente su propia historia, con


sus propias palabras, y en sus propios tiempos. Los niños en edad escolar pueden dar
testimonios altamente certeros, aunque son típicamente breves, incompletos, escasos de
detalles. Además, los niños pueden volverse menos detallistas a través del tiempo. A veces,
los niños tienen dificultad para especificar el tiempo de los sucesos y ciertas características de
las personas. Por supuesto, hay que adaptarse a ellos en cuanto a su nivel madurativo y del
lenguaje.

Los niños pueden ser llevados a dar un testimonio de abuso falso, ya sea por falsa
denegación o falsa afirmación. Por ej.: por el uso de preguntas tendenciosas o dirigidas a
obtener respuestas por sí o por no. La entrevista técnicamente mal conducida, es una de las
principales causas de insustanciación de los casos, que pueden ser considerados luego
denuncias falsas. Por ej.: por mala técnica de entrevista, no se le brindan al niño las
condiciones para que hable de los hechos que se investigan, o se lo induce a decir la
información que el entrevistador espera. Como siempre, habrá que captar el lenguaje del niño
y adaptarse a él.

Con respecto a la susceptibilidad de los niños a la sugestión, concepto que se refiere a


la posibilidad de la memoria de ser distorsionada o llevada al error, y que también está
asociada a una larga tradición de descreimiento de mujeres y niños que alegan ser víctimas de
abuso sexual, debe destacarse que depende de un conjunto de factores: cognitivos, del
desarrollo, emocionales y situacionales, incluyendo el interés del niño en el evento. Es decir,
que la susceptibilidad a la sugestión está multideterminada.

Diferentes estudios expresan que aproximadamente a los 9, 10 u 11 años de edad, los


niveles de sugestibilidad de un niño se aproximan a los niveles de sugestibilidad de un adulto.
Dadas determinadas circunstancias, cualquiera es sugestionable, tanto niños como adultos. No
está demostrado que los niños mientan más que los adultos; y en cuanto a los más pequeños y
los niños deficientes mentales, ellos carecen de las habilidades para fabricar y sostener una
mentira. Hay que tener en cuenta que los niños pequeños, particularmente los preescolares,
son desproporcionalmente vulnerables a las preguntas sugestivas post-evento. El monto de
información que un niño es capaz de dar se incrementa con la edad. Y aunque los preescolares
son más sugestionables que los adultos, no necesariamente tienen memorias pobres, y no
necesariamente son sugestionables. La capacidad de la memoria y la de resistir a la sugestión
varían, típicamente, a cualquier edad –sea un niño o un adulto– dependiendo de factores
situacionales y de la personalidad. Estas variabilidades no son estables, inclusive para la
misma persona, porque pueden depender de una serie de factores. Una de las fuentes
principales de la variabilidad de la memoria y de la sugestionabilidad de una persona,
concierne al contexto en que esa persona es interrogada. Por ejemplo: no es lo mismo
interrogar a una persona en una oficina, que en el lugar del evento. El lugar del evento puede
ser, para algunas personas, un disparador de mayor recuerdo; y para otras, puede generar un
estrés de tal magnitud que las bloquea. El contexto puede ser también psicoemocional, y
ayudar o interferir con un relato preciso y complejo por parte del niño.

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Entonces, la edad per se no indica si el niño está sugestionado, o si es sugestionable, o
incompetente. Hay que considerar toda una serie de factores situacionales y de personalidad,
además de factores evolutivos y del lenguaje.

Ahora, la actitud y conducta del primer entrevistador, que puede ser la madre o una
persona de confianza, puede traumatizar aún más al niño o niña. Además, los niños pueden
temerles a los adultos. Si el entrevistador es dominante o sugestivo, el niño/a puede tratar de
complacer al entrevistador diciéndole lo que él quiere oír, o callando el abuso. Si muestra
demasiada empatía, puede estimular al niño o niña a exagerar la victimización para así
conseguir mayor atención y simpatía. Algunos niños son sugestionables y pueden fácilmente
ser persuadidos de complacer y ayudar al entrevistador. Otros no lo son, y se mantienen
dentro de los hechos. Y aunque los niños pequeños hacen frecuentemente relatos certeros,
algunos cometen errores, particularmente cuando se les realizan entrevistas sugestivas.

Pueden tomarse medidas para disminuir el riesgo de los efectos de la sugestibilidad.


Por ejemplo: hay menor probabilidad de que el relato de un niño resulte distorsionado después
de una entrevista, que después de varias entrevistas. Por eso, se recomienda una sola
entrevista o las menos posibles. A través de las entrevistas, los entrevistadores que no hacen
preguntas semidirigidas, que no tienen prejuicios confirmatorios (por ej. adhesión a una sola
hipótesis), que no inculcan un estereotipo negativo acerca del imputado, y que no repiten
preguntas de final cerrado por sí o por no, tienen mayor probabilidad de obtener relatos
certeros de los niños. Los entrevistadores que son pacientes y no enjuiciadores, y que no
intentan crear características demandantes (por ej. al proveer recompensas sutiles por ciertas
respuestas), tienen mayor probabilidad de obtener los relatos más certeros de los niños más
pequeños.

Finalmente, también es importante apreciar la complejidad de las interrelaciones entre


los factores que afectan a la certeza del relato de los niños. Así como en la mayoría de las
áreas de las ciencias sociales, los efectos raramente son tan rectos como uno podría desear.

En cuanto al entrevistador forense, su formación debería comprender:

a) La revisión de literatura sobre el desarrollo emocional, cognitivo y lingüístico de


los niños.
b) Un entrenamiento para asesorar la competencia legal y lingüística, y para obtener
declaraciones de los niños usando preguntas no dirigidas.
c) Tener antecedentes de formación sobre la dinámica del abuso de niños y su impacto
en los niños.
d) La educación continua bajo la forma de consulta a colegas, actualización de la
literatura y de cuestiones legales.

El proceso de entrenamiento es de por vida, los principiantes de hoy devienen en los


expertos del mañana.

Respecto de la información a relevar, en una peritación en estos casos, debe


comprender los antecedentes de la denuncia de autos, con detalles de la develación, de
posibles alteraciones emocionales, conductuales y/o cognitivas asociadas, datos biográficos,

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antecedentes personales, y heredofamiliares. Durante la entrevista clínica investigativa
forense con el niño, se trata de obtener el relato que ha dado lugar al actual conflicto legal, y
se observan la conducta y las emociones concomitantes del niño.

Las entrevistas están diseñadas para maximizar el monto de información precisa, por
medio de la rememoración libre y sin inducción. La entrevista forense es una entrevista entre
un entrevistador forense, con técnica forense, y un niño, con el único objetivo de obtener
datos no contaminados que den base o no, a un presunto evento, a un abusador, en un sitio o
tiempo determinado. El Juez necesita determinar, principalmente, las circunstancias de
tiempo, de modo y de lugar. Entonces, la entrevista forense está dirigida especialmente a
obtener datos no contaminados, datos objetivos acerca de qué fue concretamente lo que
sucedió, con quién, en dónde, cuándo, cuántas veces, en qué época, etc. Este es un objetivo
propio de la investigación judicial. La entrevista de declaración testimonial y las pericias
forenses surgen en respuesta a las preguntas judiciales, y buscan elementos de prueba en
relación con la denuncia.

Obviamente, al niño siempre se trata de entrevistarlo solo. A veces, los niños necesitan
un tiempo, sobre todo los niños pequeños, para familiarizarse con el entrevistador o
entrevistadora. Y ahí, de ninguna manera hay que ser rígido, sino que se debe acompañar el
ritmo del niño, adaptarse a él. Muchas veces se necesita un período para establecer raport con
el niño; pero ello dependerá también de las características del niño. Esta primera etapa es
conveniente para permitirle al niño relajarse, y para permitirle al entrevistador evaluar su
nivel cognitivo, del lenguaje, estado emocional, etc. En caso de que el niño no quiera
separarse de la madre, se le permite a la madre estar dentro del recinto de la entrevista, previo
explicarle que no debe mencionar el tema del abuso ni hablar de ello. Se debe evitar que el
niño escuche la descripción que hace el adulto acerca de lo que pudo haber ocurrido. El niño,
habitualmente, llega con cierto monto de ansiedad. Además juegan los presupuestos propios
de la infancia cuando son interrogados por un adulto: la idea de que toda pregunta debe ser
contestada, aunque no la haya comprendido. A veces, parece que los niños están pensando y,
en realidad, no comprendieron la pregunta y no se atreven a decirlo.

Como los niños no están acostumbrados a ser la única fuente de información del
evento, piensan que la información que brindan es colateral. Pueden pensar que el
entrevistador lo sabe todo y que, en realidad, los van a confrontar. Pueden sentir temor a decir
algo distinto de lo que se espera de ellos, y pensar que son ellos los equivocados. También
suelen pensar que cuando un adulto les formula una pregunta no pueden decir “no sé”, o no
tienen permiso para pedirle al entrevistador que les clarifique la pregunta. Por eso, antes de
comenzar la entrevista, es muy importante aclararles a los niños lo que se espera de ellos. Es
decir, cuando el niño manifiesta que no sabe para qué va a una entrevista, no sabe por qué lo
llevaron, y cree que es para dibujar, o para jugar, etc., es conveniente explicarles cuál es la
función del entrevistador: entrevistar niños y tratar de que hablen de todo lo que recuerdan.
Siempre en un tono amigable, hay que explicarles que si hay algo que no recuerdan tienen
permitido decir “no sé”, que es importante que digan la verdad, que si hay algo que no
entienden, pueden decirlo y preguntar, que no hay ningún inconveniente para ello. Se ve, en
las caritas, el alivio que producen estas aclaraciones, porque sienten que van a dar examen.

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Siguiendo con las especificidades, es importante discriminar las cuestiones básicas que
hacen a una entrevista clínica (psicológica o psiquiátrica), de las que hacen a una entrevista
investigativa forense. Los principios de una entrevista clínica están basados en conceptos y
pautas teóricas de alguna escuela. Rige la confidencialidad, el secreto profesional. En cambio,
la entrevista forense está basada en las evidencias y pautas legales, que emanan del sistema
judicial. El Juez o el Fiscal requiere la mayor información posible en relación con un evento
concreto, y los operadores judiciales deben atenerse a esas pautas, para las que no opera la
confidencialidad. A diferencia de los objetivos de la entrevistada clínica que son el
diagnóstico y el tratamiento, el objetivo de la entrevista forense es obtener información no
contaminada del evento. El método en la entrevista clínica es no dirigido, no estructurado, se
privilegia la información subjetiva. El Método en la Entrevista Investigativa Forense apunta a
obtener información objetiva a través de una entrevista estructurada o semi-estructurada. La
técnica: en los dos casos es la interacción verbal. En el caso de la entrevista clínica se pueden
usar juegos, juguetes, etc. En el caso de la entrevista forense y con niños pequeños, se puede
usar algún muñeco para facilitarle la comunicación y establecer raport. El niño puede
ejemplificar con los muñecos lo que está contando. No es aconsejable poner a disposición del
niño una caja de juegos, por el efecto de distracción que genera. También debe permitírsele
escribir, dibujar o ejemplificar en un dibujo lo que relata, si así lo desea. Respecto del
contenido, en la Entrevista Clínica es predominantemente subjetivo. Se privilegia la
comunicación, por parte del niño o niña, de sus fantasías y conflictos. En la Entrevista
Forense se privilegia el recuerdo de situaciones concretas en cuanto a conductas y dichos,
lugar, tiempos de ocurrencia, conducta del abusador y conducta de la víctima, interacciones,
efectos psicológicos, vivencias al momento de la ocurrencia, efectos de tipo post traumáticos,
o afecto consonante con el relato.

Con respecto a los muñecos anatómicamente correctos que pueden utilizarse en


entrevistas forenses, es necesario puntualizar que no son un test diagnóstico para ASI, y que
no es apropiado hacer conclusiones definitivas acerca de la probabilidad de abuso basado
solamente en la interpretación de la conducta del niño con dichos muñecos. No existe una
conducta conocida del niño con los muñecos, que pueda ser considerada un marcador
definitivo de abuso sexual, en ausencia de otros factores tales como el relato verbal del niño o
la evidencia física médica. Algo similar podría puntualizarse respecto de los test gráficos, que
por sí mismos tampoco hacen al diagnóstico diferencial entre un niño abusado sexualmente,
de otro que no lo es.

En cuanto a los indicadores psicoemocionales para evaluar la credibilidad del relato


(adaptado de Conte y colaboradores):

 El niño usa su propio vocabulario, más que los términos adultos, y cuenta su historia
desde su propio punto de vista.
 El niño revive el trauma en su juego espontáneo.
 Los temas sexuales están presentes en juegos y dibujos.
 El afecto relatado es consonante con lo que dice.
 El comportamiento del niño es seductor, precoz o regresivo.
 Hay un buen recuerdo de detalles, incluyendo detalles específicos sobre la sexualidad
adulta y detalles sensitivomotores.

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Puede haber niños que, por determinadas condiciones, hayan tenido que defenderse en
la vida diciendo muchas mentiras -porque aprenden de los adultos- y, sin embargo, están
siendo abusados. Por ello, cuando se pregunta acerca de la credibilidad de un niño, es
importante saber que el perito evalúa la credibilidad del relato, y no la del niño en su
totalidad. Hay que valorar toda la información en su conjunto, con las particularidades del
caso.

Ejemplifico con un caso judicializado que tuve a cargo: una niña de 9 años que al
preguntarle qué fue lo que le había pasado, respondió: “no sé cómo explicarte, a mí no me
gustaba, pero el abuelo me obligaba. Me subía a un banco, me bajaba la bombacha… (se
interrumpe) No me acuerdo”. Luego, ante preguntas abiertas y focalizadas para explorar
detalles, expresó: ¨yo confiada me ponía a pintar… Y me bajó la bombacha… me acuerdo,
pero no sé cómo decirte… Me tenía que subir a un banco para pintar. Yo tenía 7 años más o
menos, estaba en segundo grado, la maestra se llamaba Sandra”. “Cada vez se iba animando
más, no sé cómo explicarlo…” Acá se ven las limitaciones que tiene un niño para definir y
hablar de la sexualidad adulta.

Al preguntarle a la niña si en alguna oportunidad alguien los había sorprendido, los


había visto, contestó: “Mamá casi nunca iba al fondo de la casa, y mi abuela estaba adelante.
Un día justo mi hermano estaba llegando y mi abuelo me dio 10 pesos y salió corriendo a
esconderse”, “pasó varias veces. Me obligaba, me pegaba un chirlo. A veces él me llamaba y
yo me tenía que esconder debajo de la cama. Y me llamaba desde abajo y a veces me iba a
buscar”. “Primero mi hermanita le contó a mi papá. Mi abuelo dijo: `No, es mentira´. Mi
abuela no le creyó. Mi papá no nos creía y se reía. Con la única que hablo es con mamá”.

En el expediente figuraba una carta que la niña había escrito un año antes. Dijo al
respecto: “Sí, hace un año, mucho no me acuerdo. La hice porque mi papá no me creía. Me
decía que eso cualquier abuelo lo podía hacer. Que eso es una fantasía. Que no puede ser. Que
le crea a él… Y yo estaba harta de eso y le escribí esa carta para que se la dé al Juez”. Al
preguntarle qué le diría al abuelo, expresó con gran espontaneidad e ingenuidad propia de la
edad: “Al abuelo le diría que diga la verdad, porque tengo razón. Es un mentiroso y niega lo
que hizo. Él dice que no fue, porque está enfermo. Él abuelo me mostraba el…” (Se
avergüenza). “Yo estaba escondida y mi abuelo decía: tocalo, tocalo… No tengas miedo”. Y
finalmente afirmó: “no quiero que me tomen por mentirosa”.

Al preguntarle al hermano varón de la niña, de 12 años de edad, si sabía por qué estaba
allí, en una entrevista, respondió: ¨para saber si decimos la verdad¨, “tenía que venir y hablar
sobre todo lo que pasó”, “pasó todo con mi abuelo. Conmigo pasó que tenía una irritación
debajo de la pierna y me llamó para ponerme una crema, y después me preguntó cómo andaba
del pene por una operación. Y después me preguntaba si se me paraba. Me decía que lo toque
para que lo conozca… Después me apoyó el pene donde empieza mi culo, me decía que se lo
toque, que si me gustaba alguna chica se lo diga a él y que no le diga a nadie”. “Cuando
Eliana (la hermanita) se lo contó a mi mamá, papá dijo que era una fantasía, y yo a mi vez se
lo dije”. “Él tenía un negocio de cuadros, pasó en su baño, atrás del puestito de cuadros. Me lo
comí (era un niño con sobrepeso), porque no le quise decir a nadie. Fue de día, una semana
antes de que empiecen las clases. Mi abuela estaba cocinando. Yo trataba de olvidármelo. Mi
papá me puso un psicólogo del hospital. Traté de no acordarme más.”

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Finalmente, se le preguntó a la hermanita más pequeña, de 6 años de edad, si sabía el
porqué del estudio, y contestó: “porque me pasó algo con mi abuelo. Pero es muy feo, no lo
quiero contar. Pero si vos queres que lo cuente, lo cuento”. Refirió enseguida: “es el papá de
mi papá”. Mirando hacia la puerta y en voz baja: “cuando voy a la casa… Todo resultaba
cuando iba los viernes… y los sábados”. Ahí se la observó más ansiosa, más avergonzada.
Expresó: “El abuelo cuando iba a la casa me chupaba la vagina, me tocaba el cu… y me
tocaba la te… ¿Viste que es muy importante? Eso es verdad, ¿eh? Porque mi abuelo está
enfermo. Para mí lo más importante es lo de la vagina. ¿Para vos? Porque teta no tengo y culo
tampoco. Hace mucho que él, en el día de Navidad, se estaba por morir. Por eso estaba muy
enfermo. Además es muy viejo y muy gordo”. “Pasó muchas veces, yo dije 2 veces, pero
pasaron muchas. Pasaba en la casa del abuelo…”.

A veces, ocurre que el niño no habla en la entrevista de declaración testimonial, o que


hace un relato breve, minimizado o incompleto, pero que luego amplía en la instancia pericial,
psicológica o psiquiátrica, oportunidad en la que se brinda al niño mayor intimidad y la
posibilidad de una nueva entrevista. La develación es un proceso que puede darse por etapas.
Por ello es tan importante no ignorar la información colaboradora, y trabajar de manera
multidisciplinaria.

Retomo el relato de esta niña de 6 años: “Yo no me animé a decir todo… pasaba en la
casa del abuelo. Yo le dije a mamá que no quería ir más a la casa del abuelo. Yo le quería
decir a mamá, pero me tenía que animar un poco más. Porque el abuelo me decía que no lo
diga. Yo no quería decirlo porque me daba un poco de vergüenza. Vergüenza de que el abuelo
me chupó la vagina. Yo me quedaba a dormir siempre, la abuela se iba a la panadería, me
tenía así”, espontáneamente escenificó una figura corporal de forzamiento físico. “…y no
podía escaparme. Mi mamá dice que el abuelo y yo vamos a ir presos. Yo quiero saludar a la
abu que conmigo fue buena”. Siguió hablando del tema del abuso y me dijo acercándose a mí,
casi al oído: “En la cama me lo hacía, me tenía agarrada y cuando llegaba la abuela me
soltaba. La abuela no me veía y él se hacía el tonto, y encima que me lo hizo… ¿por qué te
hacen hacer dibujitos? Porque yo pensé que era porque, si dibujaba bien, era verdad, y si
dibujaba mal, una mentira. ¿Querés que haga un dibujo o no?” Le dije que hiciera lo que
quiera, y me respondió: ¨como vos sos la dueña…”. Creo que la confianza generada en la niña
dio lugar a su espontaneidad y facilitó su comunicación. Además, evidenciaba la asimetría
niño-adulto, aun cuando durante la entrevista el raport fue excelente. Siguió relatando: “el
abuelo me tocaba con la mano y me chupaba con la lengua, yo estaba así (me muestra,
nuevamente, recostándose para atrás), durmiendo y el abuelo venía y me metía la mano.
Empezó en las vacaciones y el año pasado me tocó en el culo. Me daba vergüenza decir todo.
Ya te dije, el abuelo está enfermo. Fui a muchas secretarías acá porque tenía que declarar de
todo”. Esta situación se dio con anterioridad a la sanción del art. 250 bis CPPN.

En la segunda entrevista con la niña, en la que trato de evaluar la repercusión


emocional, subjetiva, y conductual, expresó: “de eso no quiero hablar porque ya te conté.
Duermo en mi cama perfecto. Una vez soñé que un señor me quería llevar, entraba a la casa y
yo me escapé. Tengo miedo de que cuando salgo a la calle me agarren. No sé… un señor…
que me lleven y me maten. Esta noche hace poquito lloré por lo que pasó con mi abuelo. No
pude ir a la casa de mi abuelo y mi abuela cocina rico. Quiero olvidarme de lo que pasó. Ya
sabes. De eso. De que mi perrito se murió, de lo que pasó con mi abuelo, pero no te quería

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contar… Pasó muchas veces, no me acuerdo tantas. Los días que yo iba a lo de la abuela. Iba
a jardín de infantes. Pasaba en la habitación de la abuela y era feo. ¿Y a vos te gusta que lo
que pasó te lo hagan a vos? Me trato de olvidar. Juego con mis amigas, me divierto y me
olvido. Lo que dije es verdad. Yo quiero seguir yendo a la casa de la abuela. Lo dije porque si
no me lo iba a seguir haciendo”. Estos relatos son moneda corriente para los que trabajamos
con niños en la Justicia.

Hay otros indicadores de credibilidad del relato infantil:

 Asociaciones externas relacionadas, con el entorno y el contexto.


 La descripción de la experiencia subjetiva, que es la segunda parte, que también
asesora la credibilidad del niño. Toda la repercusión emocional ocurrente con lo que
el niño dice.
 Atribuciones al estado mental del acusado. A veces, pueden decir que era loco o
estaba enojado, o que estaba triste, o contento.
 Agregados espontáneos o correcciones. En el ejemplo que conté, ven que esta nena
dice: “Yo había dicho dos, pero en realidad fueron muchas más”. Muchas veces los
niños se callan por temor.
 Admisión de falta de memoria o de conocimiento.
 Proferir dudas acerca del propio testimonio. Dudas respecto de si se les creerá.
 Autorreproche. Muchos niños se culpan: “No me defendí, no me escapé, no me fui”.
 A veces, hasta justifican al acusado.

Todos estos indicadores son utilizados para discriminar relatos verdaderos de falsos.
No sólo se tiene en cuenta el relato, sino también las otras manifestaciones, los indicadores
físicos, el conocimiento sexual inapropiado para la edad, el relato de abuso sexual constante
en el tiempo, el informe idiosincrásico, el informe del niño que va dando cuenta de la
progresión de la actividad sexual, la conducta erotizada, la descripción del abuso que indica
presión o coerción, la conducta precoz o seductora, la historia lógica por parte del niño/a, la
preocupación por los genitales (por sensación subjetiva u objetiva de daño).

Son indicadores coadyuvantes: antecedentes de abuso en los hermanitos o en la


familia, test psicológicos congruentes con trauma infantil, afecto congruente con el material
develado (displacer, disociación, ansiedad, bloqueo, vergüenza, etc.). También puede haber
retracción o elementos conflictivos en la revelación del niño, que lo llevan a ser valorado
como poco creíble. Por amenazas, por miedo, por vergüenza. Esto se ha dado muchas veces.
Puede, también, haber comportamientos automutilatorios (autoagresiones), como manera de
lidiar con el dolor psíquico del trauma; miedo inexplicable a un género sexual (antes de la
develación); conducta evitativa; puede ocurrir la fuga del hogar (cuando son abusados dentro
del hogar); puede haber alteraciones en el área social (agresividad, inhibición); problemas
escolares; depresión; alteraciones de la sexualidad.

Entonces, no hay un síndrome unívoco de tipo emocional que sea exclusivo del niño
abusado sexualmente. En realidad, lo más específico son los indicadores físicos: embarazo,
presencia de semen, presencia de enfermedades de transmisión sexual, por ej. Todos los
indicadores deben ser contextuados y valorados en su conjunto, incluyendo la información

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previa del expediente. También debemos comparar los síntomas y conductas del niño con el
contenido de la entrevista. Si hay descripción de las circunstancias típicas y características de
una situación de abuso sexual: descripción de amenaza, presión, seducción, coerción. Una vez
que obtenemos el relato, tenemos que valorarlo teniendo en cuenta las hipótesis alternativas.
No es bueno encarar el proceso de diagnóstico pensando que solamente hay una posibilidad:
que el niño haya sido abusado; porque entonces podemos caer en errores de valoración muy
importantes.

Las hipótesis alternativas son que el testimonio es básicamente verdadero, pero el niño
ha sustituido al abusador por otra persona, que el testimonio fundamental es verdad, pero el
niño ha hecho agregados falsos, que el niño ha sido influenciado o presionado para negar,
retractarse o hacer una declaración completamente falsa para servir a las necesidades de
alguien, que el niño haya hecho una declaración falsa por motivos personales, o que el niño ha
fantaseado los hechos alegados, posiblemente, por problemas psicológicos. Por supuesto, un
niño debe tener un determinado desarrollo mental para poder brindar una declaración
completamente falsa, y para hacerlo de alguna manera creíble, verosímil y convincente. Otro
tema complejo son los agregados falsos con los sucesivos y reiterados interrogatorios. Por ej.,
un niño pequeño que es reiteradamente interrogado, y al principio brinda una descripción
concreta, clara y precisa de los hechos, pero después, a través de los sucesivos interrogatorios,
hace agregados. “Además estaba mi tía, además estaba mi abuela, además estaba la prima…”
Son elaboraciones de la misma situación que, en realidad, tienen que ser ponderadas
cuidadosamente. Puede ocurrir que el niño haya hecho agregados por haber sido reinterrogado
muchas veces, y porque intenta elaborar el trauma del abuso. Esos son los límites de la
actuación profesional.

En los casos en los que el relato es pobre o está ausente, deben tenerse en cuenta varias
posibilidades: como un examen insuficiente o técnicamente mal conducido. Esto es algo de
observación corriente: una entrevistadora obtiene determinada información y otra, en el
mismo caso, obtiene muy poquita. ¿Había características del niño o de la situación que
pudiera haber interferido con la obtención de una adecuada declaración? Por ejemplo: Un
niño con habilidades cognitivas limitadas o inhibido y/o poco predispuesto a discutir los
eventos. También se debe considerar la posibilidad de falsas denuncias: se debe revisar la
fuente de la denuncia, particularmente si proviene de uno de los padres, si es realizada en el
contexto de la disputa por la custodia o régimen de visitas. Es importante considerar también
interpretaciones erróneas de dichos o actitudes del niño por parte de los adultos. Por eso, es
importante siempre evaluar las producciones del niño por sí mismas; saber si hay alguna
historia previa de abuso sexual para discriminar los diferentes casos; estar al tanto del
desarrollo conductivo y del estado emocional del niño para entender cómo puede afectar la
interpretación y el recuerdo de todo el evento; y por supuesto no ignorar la información
colaboradora: informes médicos, escolares, evaluaciones psicológicas y/o psiquiátricas
previas, u otros elementos que surjan de las personas involucradas en el cuidado del niño.

En relación con las denuncias falsas, la revisión cuidadosa de la literatura revela gran
confusión en las definiciones. Algunos autores no distinguen entre denuncias insustanciadas y
denuncias falsas. Las denuncias pueden ser divididas en tres tipos, a las que se denomina con
una variedad de nombres análogos: “sustanciadas”, “fundadas”, “verdaderas”, “confirmadas”
y “probadas”; o bien: “insustanciadas”, “infundadas”, “no probadas¨ o con ¨insuficiente

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información”; o bien: “falsa”, “ficticia” o “errónea”. Los criterios utilizados para considerar
una denuncia fundada, sustanciada, verdadera, confirmada o probada, varían acorde al criterio
de quién lleva el caso, es decir: del evaluador. Entonces, puede ocurrir que con los mismos
elementos un evaluador considere el caso suficientemente sustanciado, y otro lo considere con
elementos insuficientes para elevarlo a juicio. Este último caso puede convertir una denuncia
legítima en una denuncia “falsa”, cuando quizás sea más apropiado denominarla
“insustanciada”. Ahora, tal vez era una denuncia errónea. Pero, ¿sabemos si fue
intencionadamente errónea? Entonces, hay que discriminar los diferentes casos, y detenerse
en todos los detalles posibles para acercarse a la verdad.

La denuncia falsa puede ser definida como la inconsistencia de la evidencia con la


denuncia de abuso. Los casos no sustanciados son aquellos en los que la evidencia es
insuficiente para clasificar el caso en categoría positiva. Por eso, en la Justicia, la verdad del
expediente no siempre es la verdad del caso. Muchas veces las denuncias de abuso sexual
pueden incluir reclamos válidos que simplemente no alcanzan el nivel de evidencia requerida
para seguir una investigación, o para presentar el caso en la justicia. Hay varios tipos de
denuncias falsas. Una denuncia falsa es una queja que es juzgada como que no ocurrió.
Numerosas condiciones puede llevar a una falsa queja de abuso sexual:

 La falta de conocimiento de sexualidad normal.


 En niños pequeños, la inmadurez social y limitación de sus habilidades
comunicacionales. Por ejemplo: Una madre que recibe al niño de la visita del padre,
y el niño o niña presentan molestias genitales. Hay una historia de abuso previa de la
ex pareja. La niña no alcanza a explicar exactamente lo que ocurrió pero la madre, de
buena fe y erróneamente, hace una denuncia porque presume que su hija está
abusada. En la Argentina, no hay instancia prejudicial que ayude a estas madres a
hacer una valoración del caso y de su riesgo eventual. En muchos casos hay
antecedentes de consultas profesionales en instituciones públicas que, sin valorar el
caso, sugieren directamente la denuncia judicial.
 La confusión respecto de la ansiedad de separación en niños pequeños.
 Percepciones erróneas de situaciones “fronterizas”, tales como dormir o bañarse con
el niño, sin que quede claro si hubo intención sexual.
 Presencia de otros tipos de violencia familiar.
 El abuso atribuido a la persona errónea.
 El niño que miente para encontrar un destino alternativo.
 Psicopatología en el niño o en los padres.
 El adiestramiento por uno de los padres.
 Técnicas de entrevistas coercitivas y dirigidas.
 Entrevistas excesivas.
 Documentación pobre.
 La confrontación del niño con el padre acusado.

Es importante rescatar que los niños no pueden fabular con la genitalidad adulta, y que
cuando un niño muestra un conocimiento sexual inapropiado se justifica investigar cuál pudo
haber sido la fuente de esa información y, eventualmente, dilucidar probabilidad de abuso. Lo
más común es que los niños mientan para evitar problemas, más que para tenerlos. Los niños

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discapacitados mentales tienen muy poca capacidad para desarrollar un relato falso de abuso.
Los niños menores de 7 años tampoco tienen capacidad para inventar y sostener una denuncia
de abuso.

Por último, me voy a referir al backlash en ASI que, según la definición de la IPSCAN
(Sociedad Internacional para la Prevención del Abuso y la Negligencia de niños), ocurre
cuando una persona que trabaja en el campo del Abuso Sexual Infantil es perseguida
judicialmente, criticada en los medios, acosada por grupos o parientes, o atacada de mala fe y
de cualquier manera por su actuación, a través de declaraciones o publicaciones relativas a la
temática. En términos generales, se da con mayor frecuencia en relación con un caso en
particular.

Para minimizar estas posibilidades se debe ser profesional en todo lo que se haga. En
el trabajo con casos de ASI deben estar presentes los mismos altos niveles de precisión y de
cuidadosa comunicación, que presiden cualquier disciplina profesional. Se debe documentar
toda la información y mantener registros escritos de los casos, en lo que consten los dichos y
las decisiones tomadas. También, no expresar nada que no se pueda explicar. La
especialización y actualización deben ser permanentes, mediante lecturas especializadas,
asistencia a conferencias, etc. Además, es importante formar parte de una organización
profesional.

¿Qué hacer si se está implicado en un backlash? La IPSCAN expresa: recuerde que


usted no está solo (esto es para países del primer mundo). Muchos colegas han estado en
situaciones similares. Buscar apoyo en sus colegas, en aquellos dedicados a la materia,
especialmente en aquellos que se encuentren en condiciones de darle apoyo emocional y que
sabe que usted trabaja bien. Puede ser útil dirigirse a aquellos que han estado en situaciones
similares. La IPSCAN expresa, además, que si se ha estado trabajando responsable y
profesionalmente, el comportamiento de los generadores de backlash no se refleja en sus
patrones de integridad profesional. Mantenga la ecuanimidad profesional y no reaccione
emocionalmente de modo no profesional, o de modo tal que luego pueda ser utilizado en su
contra. En situaciones agudas no conceda entrevistas ni reaccione frente a la prensa o
personas involucradas en el caso, sin previa consulta con colegas y jefes no involucrados, ni
sin asesoramiento legal. Hay que actuar con el conocimiento de los marcos legales y de los
límites de la práctica, de manera prudente y reflexiva.

*****
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