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Devocionales

1 Timoteo 6:7
“porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos llevar.”

A veces como cristianos nos olvidamos que esta vida es pasajera, nos afanamos por acumular
vienen en esta tierra dejando de lado lo más importante. Jesús ensañaba que no debíamos
preocuparnos por el alimento y el vestido, pues él sabía que necesitamos de estas cosas básicas y
prometió suplir todas las cosas. Sabiendo esto debemos poner en primer lugar las cosas del reino y
recibiremos de él no solo en esta vida sino también en la venidera. Nuestros tesoros no deben ser
terrenales porque serán temporales, en cambio los tesoros celestiales son para siempre. No
podemos servir a Dios y a las riquezas. Salomón cuenta en Eclesiastés que observaba a la gente
trabajar duramente bajo el sol todos los días como si estos buscaran conseguir algo; él propuso en
su corazón entender qué sucedería si alguien lo consiguiera. Salomón no pudo freno a sus deseos
y consiguió todo lo que el hombre quiera tener, pero concluyó en que fue en vano pues son
vanidad, él dice al final del libro “el fin de todo discurso oído es éste: Teme a Dios, y guarda sus
mandamientos; porque este es el todo del hombre”.

Tito 3:10
“Al hombre que cause divisiones, después de una y otra amonestación desechadlo”

Una de las oraciones de Jesús por sus discípulos es que estos fueran unidos, que sean uno. En la
unidad hay fuerza, y cuando un pueblo está unido no hay quién pueda hacerle frente. En Génesis
11 “La torre de Babel”, cuenta que la tierra en ese entonces tenía una sola lengua y unas mismas
palabras. El pueblo era unido, cuando se proponían el uno al otro hacer algo lo hacían, ya sea
hacer ladrillo, una ciudad o una torre. Aunque su propósito era malo Dios permitió que viéramos
en ellos la unidad, él dice “he aquí el pueblo es uno, y todos estos tienen un solo lenguaje; y han
comenzado la obra, y nada les hará desistir ahora de la que han pensado hacer”. Solo Dios podía
detener a ese pueblo unido. Nosotros como iglesia debemos entender la importancia de la unidad
y lo poderoso que puede llegar a ser. Lamentablemente eso escasea hoy en día, existen pleitos
entre los hermanos, desacuerdos entre los pastores cada quién piensa tener razón, no hay
acuerdo. Nuestro Señor fue claro cuando dijo que una casa o un reino dividido contra sí mismo no
puede permanecer, cuánto más no permanecerá una iglesia si no está unida. Aunque parezcan
duras las palabras de Pablo, un hermano que causa divisiones hace un gran daño a la iglesia, por
eso la importancia de corregirlo y si no se arrepiente debe ser desechado. Dice en Provebervios
“hay seis cosas que aborrece Jehová, y aún la séptima la abomina”, después de dar la lista de seis
cosas, la séptima que abomina Dios es “el que siembra discordia entre hermanos”. Guardemos la
unidad. Dios nos dio dones a cada uno sean apóstoles, profetas, evangelistas, pastores, maestros,
etc., para que trabajemos juntos en “la edificación del cuerpo de Cristo”.
2 Timoteo 3:16
“Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para
instruir en justicia.”

Si queremos aprender a vivir, la Biblia es nuestro manual, en ella encontraremos todo lo que
necesitamos. Cuando estemos pasando por diferentes situaciones nos ayudará, si nos
equivocamos nos corregirá, la palabra de Dios es quién nos capacita a hacer lo correcto. Su palabra
nos da vida. Pero no basta solo con leerla u oírla, debemos practicar y poner en obra todo lo que
está escrito. Está en nosotros recibir la palabra como buena tierra de modo que esta de fruto en
nuestras vidas y sin importar lo que suceda podamos estar de pie, quién solamente oye y piensa
que es lo único que deber hacer sin poner por obra el Señor lo compara a un hombre que piensa
que la frágil arena es suficiente para mantener firma una casa y podrá soportar las tempestades.
Que la palabra de Dios abunde en nuestros corazones.

Filemón 15 y 16
“Porque quizá para esto se apartó de por algún tiempo, para que le recibieses para siempre, no ya
como esclavo, sino como más que esclavo, como hermano amado (…)”

Muchas veces no nos damos cuenta de lo que tenemos hasta que lo perdemos, no podemos
darnos cuenta de lo afortunados que somos en el Señor. Y sin importar la situación en que
estemos somos libres en él. Filemón era un hombre aparentemente rico que tenía muchos
esclavos como era común en aquel tiempo. Un día Filemón conoció a Jesús por medio de Pablo.
Pero entre todos sus esclavos había uno llamado Onésimo, y un día viendo la oportunidad decidió
escaparse de su amo como hacían otros esclavos. Para el punto de vista de Onésimo, él había
alcanzado la libertad ya no estaba bajo su amo. Pero ahora tenía que arréglenselas solo para vivir
en una ciudad tan grande como era Roma. Cuando estaba con su amo no le faltaba nada, tenía
techo, abrigo y alimento, pero ahora no tenía nada. Realmente no había sido libre, seguía siendo
esclavo de algo. Pablo aunque seguramente encadenado seguía predicando del Señor
alegremente y la gente venía a él. Uno de ellos fue Onésimo, un hombre libre de cadenas pero
esclavo. Él veía al apóstol Pablo, uno hombre con cadenas pero libre, habían una libertad que
Onésimo no entendía pero era la libertad que tanto buscaba. Pablo le predicó de Jesús y Onésimo
creyó y recién fue verdaderamente libre. Pero todos tenemos una vida pasada que si está a
nuestro alcanza debemos arreglar si algo hicimos mal. Onésimo sabía que lo que había hecho no
estaba bien y debía volver con su amo, pero ya no como esclavo, porque aunque estuviera bajo
Filemón, él sabría que ahora es un hombre libre en Jesús. La única libertad, la verdadera libertad
solo nos la puede dar nuestro Señor Jesús.

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