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El cumplimiento del plan de Dios requiere madurez espiritual

Mateo 2:22,23

Introducción:

“Pero oyendo que Arquelao reinaba en Judea en lugar de Herodes su


padre, tuvo tenor de ir allá; pero avisado por revelación en sueños, se fue a la
región de Galilea, y vino y habitó en la ciudad que se llama Nazaret, para que
se cumpliese lo que fue dicho por os profetas, que había de ser llamado
nazareno”... 

Algunas veces aprender, crecer y madurar cuesta. Ciertos eventos de


nuestra vida son dolorosos pero necesarios para que se forje en nosotros un
carácter firme y fiel a Dios.  

Cuando una mariposa va a salir de su capullo requiere el uso de toda


su fuerza y perseverancia en el proceso, pero esto es necesario no sólo para
fortalecerse, sino para desplegar sus patas, y para que la circulación de su
sangre (hemolinfa) llegue a sus alas y así poder volar, de lo contrario será una
mariposa débil, no podrá volar y en muy poco tiempo morirá.

El hijo de Herodes que le heredó el reinado se llamaba


“Arquelao”, nombre que significa: “Jefe del pueblo”, era un hombre de
carácter cruel, y con razón José tiene temor de ir a Judea, y es Dios quien
nuevamente lo dirige. Vemos aquí una vez más el deseo del Padre
celestial por dirigir a sus hijos.      
Dirigido por Dios José va a la tierra de Galilea, tierra rechazada y
menospreciada por los judíos de Jerusalén y sus alrededores, pero allí
Dios tiene un gran propósito; no se trata de lo que más nos guste, sino
de lo que Dios desea, y allí estará la bendición que él nos ha preparado.
La humildad precede la honra de Dios. El apóstol Pedro dice: “Humillaos
pues bajo la poderosa mano de Dios y él os exaltará cuando fuere
tiempo”.     
José va a vivir específicamente en Nazaret por dirección de Dios, para
que se cumpliese lo que estaba escrito, recordemos nadie está por
encima de la palabra de Dios. El nombre “Nazaret” significa: vástago,
renuevo, retoño, brote; y esto nos recuerda que Jesús tenía que crecer,
madurar y prepararse para el ministerio y obra que habría de realizar.  

Es necesario rendir nuestro corazón a Dios, podemos confiarle al


Señor plenamente nuestra vida y futuro, él sabe muy bien lo que hace y todo lo
hace para nuestro bien. Procuremos buscar la dirección del Señor siempre, y
será la bendición nuestra cosecha.  

Es vital crecer y madurar en Cristo, de lo contrario los obstáculos y las


dificultades de la vida no permitirán al cristiano avanzar. La formación de
nuestro carácter por la mano de Dios se describe en la Biblia a veces como la
obra del alfarero con el barro.

Gracias al Señor por su obra en nosotros, y como dijo Pablo “estando


persuadidos de que Aquel que empezó la buena obra en nosotros no la
terminará hasta perfeccionarla” Filipenses 1:6. 

El hijo de Herodes que le heredó el reinado se llamaba “Arquelao”,


nombre que significa: “Jefe del pueblo”, era un hombre de carácter cruel, y
con razón José tiene temor de ir a Judea, y es Dios quien nuevamente lo dirige.
Vemos aquí una vez más el deseo del Padre celestial por dirigir a sus hijos.      

Dirigido por Dios José va a la tierra de Galilea, tierra


rechazada y menospreciada por los judíos de Jerusalén y sus alrededores, pero
allí Dios tiene un gran propósito; no se trata de lo que más nos guste, sino de
lo que Dios desea, y allí estará la bendición que él nos ha preparado.

La humildad precede la honra de Dios. El apóstol Pedro dice:


“Humillaos pues bajo la poderosa mano de Dios y él os exaltará cuando fuere
tiempo”.     

José va a vivir específicamente en Nazaret por dirección de Dios, para


que se cumpliese lo que estaba escrito, recordemos nadie está por encima de la
palabra de Dios. El nombre “Nazaret” significa: vástago, renuevo, retoño,
brote; y esto nos recuerda que Jesús tenía que crecer, madurar y prepararse
para el ministerio y obra que habría de realizar.  

Es necesario rendir nuestro corazón a Dios, podemos confiarle al


Señor plenamente nuestra vida y futuro, él sabe muy bien lo que hace y todo lo
hace para nuestro bien. Procuremos buscar la dirección del Señor siempre, y
será la bendición nuestra cosecha.  

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