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Universidad Autónoma De Santo Domingo

(UASD)

Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas


Escuela de Derecho
DIVISIÓN DE POSTGRADO Y EDUCACION PERMANENTE

Impacto de la Sentencia 168-2013 del Tribunal Constitucional de la R.D. en Materia de


Derechos Humanos.

Tesis del Cuarto Nivel para optar por el título de


Maestría en Derecho Constitucional y Procesal Constitucional

Los conceptos emitidos en la


presente tesis son de la exclusiva
responsabilidad del sustentante.

Sustentante:
Licda. Ana Leticia Martich Mateo

Asesor Metodológico
Félix Gómez, M.A.

Asesora de Contenido
Rafael Herasme Luciano, M.A.

Santo Domingo, Rep. Dom.


Octubre, 2020
Impacto de la Sentencia 168-2013 del Tribunal Constitucional de la Republica Dominicana
en Materia de Derechos Humanos.
INTRODUCCIÓN

Con el pronunciamiento de la Sentencia 168-2013 dictada por el Tribunal Constitucional de la


Republica Dominicana, se  ha marcado un antes y un después en el ámbito de la seguridad
jurídica de sus ciudadanos y ha traído como consecuencia una revolución ante la comisión de los
derechos humanos, tanto a nivel nacional como internacional, toda vez que, mediante esta
decisión jurisprudencial, el Tribunal Constitucional establece el criterio de nacionalidad,
determinando que a los hijos de padres extranjeros ilegales y en tránsito, nacidos en el país, no
les corresponde la nacionalidad dominicana. Asimismo, estableció que los extranjeros en tránsito
pueden modificar su situación migratoria obteniendo un permiso legal de residencia, lo que
propiciaría que sus hijos, si nacen en territorio nacional, puedan adquirir la nacionalidad por “ius
soli” o derecho del suelo.

La sentencia del TC ha provocado gran revuelo tanto en el ámbito internacional como en el


vecino país de Haití, quienes entienden que los haitianos serán tirados a la calle para repatriar a
los miles de nacionales haitianos residentes en territorio dominicano. Para buscarle una solución
al problema, la alta corte exhorta al Poder Ejecutivo a proceder a implementar el plan nacional
de regularización de extranjeros ilegales radicados en el país, y en ese sentido, el Tribunal
Constitucional ordenó a la Junta Central Electoral (JCE) efectuar una auditoría de los libros de
registros de nacimiento de todo el país, desde 1929 hasta la fecha, para identificar a todos los
extranjeros inscritos en el Registro Civil de la República Dominicana y consignar en una lista a
los extranjeros que se encuentran irregularmente asentados por carecer de las condiciones
requeridas por la Constitución para la atribución de la nacionalidad dominicana por jus soli.

A raíz de esta controversial sentencia, muchos juristas en el área constitucional e instituciones


que defienden los derechos humanos de los ciudadanos han considerado esta sentencia como
“aberrante” y violatoria a la Constitución que decidió que no les corresponde la nacionalidad
dominicana a los hijos de los extranjeros “en tránsito” nacidos en el país.

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) está profundamente preocupada por


el fallo del TC y expresa su profunda preocupación ante la sentencia TC/0168, dictada el 23 de

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septiembre de 2013 por el Tribunal Constitucional de República Dominicana. Esta sentencia
modifica retroactivamente la normativa vigente en el país desde 1929 hasta 2010, lo cual
despojaría de la nacionalidad dominicana a decenas de miles de personas nacidas en República
Dominicana.

Tomando en consideración que la Constitución Dominicana del 2010, en su artículo 18 establece


las condiciones necesarias para optar por la nacionalidad dominicana, todo esto respondiendo a
los parámetros y políticas migratorias establecidas por el Estado dominicano, las cuales
encuentran su marco legal en la misma constitución. Sin embargo, la presente investigación se
propone demostrar en el capítulo III, el Impacto de la Sentencia No. 168-del TC de la R.D., en
materia de Derechos Humanos, dado que la misma vulnera derechos tanto fundamentales como
derechos humanos a los extranjeros nacidos en el territorio nacional nacidos bajo otros criterios
para optar por la misma, como lo es el jus solis y el jus sanguinis.

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GLOSARIO DE ABREVIATURA

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Glosario de Abreviaturas:
CADH: Convención Americana de los Derechos Humanos,
CD: Constitución Dominicana
CIDH: Corte Interamericana de Derechos Humanos
DER. Derecho.
FUN: Fundamental
DH: Derechos Humanos
ONU: Organización Naciones Unidas
PIDCP: Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos.
Sent: Sentencia.
TC: Tribunal Constitucional.
R.D.: Republica Dominicana.
ART: Articulo.

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CAPITULO I.
ASPECTOS TEÓRICOS Y METODOLÓGICOS DE LA INVESTIGACIÓN

1.1.- Planteamiento del Problema


Si bien es cierto, que el Estado Dominicano es libre y soberano e independiente para crear las
normas jurídicas que han de regir y aplicarse en su territorio, no menos cierto es que conforme lo
dispone la misma Constitución Dominicana en su artículo 7 consagra lo siguiente:
“La Republica Dominicana es un Estado Social y Democrático de Derecho, organizado
en forma de República unitaria, fundado en el respeto de la dignidad humana, los
derechos fundamentales, el trabajo, la soberanía popular y la separación e independencia
de los poderes públicos¨.

Y en esa misma tesitura, la Constitución 2010 en su artículo 8 contempla que:


“… La Función esencial del Estado, la cual consiste en la protección efectiva de los
derechos de la persona, el respeto de su dignidad y la obtención de los medios que
le permitan perfeccionarse de forma igualitaria, equitativa y progresiva, dentro de
un marco de libertad individual y de justicia social, compatibles con el orden
público, el bienestar general y los derechos de todos y todas.

En otras palabras, podemos establecer y reconocer que cada Estado tiene el derecho soberano a
establecer las reglas para el otorgamiento de la nacionalidad. Sin embargo, una vez establecidas
las reglas, todos los Estados, incluyendo el nuestro, tienen la obligación de aplicarlas sin
discriminación, respetando el principio de no retroactividad y el debido proceso establecidos en
nuestra Constitución en su art. 69, así como en normas consagradas en tratados y convenios
ratificados por el Estado dominicano y adoptados por sus poderes públicos.

Partiendo de todo esto, y tomando en consideración que los derechos humanos son el conjunto de
características y atributos propios del ser humano derivado de su dignidad, por lo que no pueden
ser afectados o vulnerados, sin ellos las personas no pueden existir ni llevar una vida

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propiamente humana, por tanto, es imprescindible que los Estados y sus leyes los reconozcan, los
difundan, protejan y garanticen.

El artículo 1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos dice: "Todos los seres
humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y
conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros". Y continúa en el artículo
2: "Toda persona tiene todos los derechos y libertades (...) sin distinción alguna de raza, color,
sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquiera índole, origen nacional o social, posición
económica, nacimiento o cualquier otra condición".

Los derechos humanos se caracterizan por ser inherentes o innatos al ser humano, es decir, todos
los seres los poseen pues se generan a partir de la misma naturaleza humana. Son universales
porque se extienden a todo el género humano, cualquiera sea su condición histórica, geográfica,
etnia, sexo, edad o situación en la sociedad. Son inalienables, ya que los mismos, no se pueden
quitar ni enajenar pues son parte consustancial de la propia naturaleza humana. Son inviolables,
lo que significa que no se pueden o no se deben transgredir o quebrantar y en caso de ser así , el
ciudadano víctima puede exigir una reparación o compensación por el daño causado a través de
los tribunales de justicia y por último, son imprescriptibles, es decir, no caducan ni se pierden
por el transcurso del tiempo.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos plantea que los Estados han de
comprometerse y garantizar en cooperación con la Organización de las Naciones Unidas al
respeto universal y efectivo de los derechos y libertades fundamentales del hombre.
A los Estados les corresponde reconocer los derechos humanos, declarar y manifestar su
existencia y contenido, respetarlos, sin infringir los derechos de las personas ya sea por acción
directa o por omisión y garantizarlos, crear las normas legales y condiciones materiales que
permitan el ejercicio de los derechos de todas las personas.

Después de analizar y estudiar la importancia que tienen los derechos humanos debemos
determinar cuál ha sido el impacto de la Sentencia 168-2013 dictada por el Tribunal
Constitucional de la Republica Dominicana en materia de derechos humanos, tomando en

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consideración que hasta tanto entrara en vigencia la Constitución Política Dominicana del 26 de
enero del año 2010, la Constitución Política Dominicana desde 1929 reconocía el derecho a la
nacionalidad de todo aquel que naciera en territorio dominicano, con las únicas excepciones de
los hijos de diplomáticos y de extranjeros en tránsito, por ende "no es lo mismo estar en tránsito
que ilegal, a partir del pronunciamiento de dicha sentencia, muchas personas nacidas en el
territorio dominicano descendientes de extranjeros ilegales o en tránsito, se le ha negado la
nacionalidad dominicana, alegando, que resulta jurídicamente inadmisible fundar el nacimiento
de un derecho a partir de una situación ilícita de hecho”. Verificando el contenido esencial de los
artículos 7 y 8 de nuestra Carta Magna, es obvio que la sentencia vulnera tantos derechos
humanos como derechos fundamentales.

Si bien es cierto, que en la republica dominicana tenemos un problema con relación a la


inmigración masiva de los nacionales haitianos a nuestro territorio, lo cual constituye una
debilidad en las leyes fronterizas y las políticas migratorias por parte del Estado Dominicano y
una notable corrupción de los funcionarios o cuerpo del orden públicos llamados a vigilar dicha
frontera, no puede dejarse de un lado que las leyes se crean para regir en el porvenir y no en el
pasado, es decir, que las leyes no son retroactivas a menos que no sean para favorecer al que esta
sub-judice o cumpliendo condena (Art. 110 de la CD).

En tal sentido, al no tener las leyes efecto retroactivo, no pueden influir sobre actos anteriores a
su vigencia, ni sobre derechos precedentemente adquiridos. En esa medida los jueces tienen la
prohibición de, motu proprio, aplicar retroactivamente una norma a un caso que se fundamenta
en hechos previos a la entrada en vigencia de ésta. Partiendo de todo esto, queda claramente
establecido que la Sentencia 168-2013 del TC de la R.D., creó un impacto negativo en materia de
derechos humanos, al establecer en su decisión que no son dominicanos todos aquellos nacidos
en el territorio nacional de padres ilegales o en tránsito en nuestro país desde el 1929 hasta la
entrada en vigencia de la Constitución del 26 de enero del 2010. La negativa de no reconocerle la
nacionalidad a esos miles de nacionales haitianos, implica por parte del Estado Dominicana, una
cadena de múltiples violaciones a otros derechos de índole fundamental como humanos, tales
como:

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1-El Derecho a la Dignidad Humana, 2- A un Nombre, 3- A la Educación, 4-A la Igualdad, 5-Al
Trabajo, 6-Derecho al Libre Desarrollo de la Personalidad, 7-A la Libertad de Tránsito, 8-
Derecho de Propiedad, 9-Libertad de Empresa, 10-A la Salud, 11- Derecho a la Propiedad
Intelectual, 12- A la Familia, 13-Derecho a la Vivienda, 14-Derecho a la Seguridad Social, 15-
La Ciudadanía, entre otros derechos humanos.

La Constitución Política Dominicana desde 1929 hasta el 2010 reconocía el derecho a la


nacionalidad de todo aquel que naciera en territorio dominicano, con las únicas excepciones de
los hijos de diplomáticos y de extranjeros en tránsito, por ende "no es lo mismo estar en tránsito
que ilegal". Sin embargo, a partir de la sentencia No. 168-13 del Tribunal Constitucional todo
esto cambio, al establecer dicho tribunal que las personas nacidas en el territorio dominicano
descendientes de extranjeros ilegales o en tránsito, no les corresponde la nacionalidad
dominicana, porque “resulta jurídicamente inadmisible fundar el nacimiento de un derecho a
partir de una situación ilícita de hecho”.

La problemática de esta investigación surge a partir del recurso de revisión constitucional en


materia de amparo incoado por la señora Juliana Dequis (o Dequis) Pierre, contra la Sentencia
núm. 473/2012 dictada por la Cámara Civil, Comercial y de Trabajo del Juzgado de Primera
Instancia del Distrito Judicial de Monte Plata, en fecha diez (10) de julio de dos mil doce (2012),
mediante la cual le fue negada su acta de nacimiento a pesar de haber estado registrada en la
oficialía del Estado Civil de Yamasá No. 246, Libro 496, Folio 108, del año 1984. Con el recurso
de amparo la joven Juliana Dequis buscaba demostrar que la Junta Central Electoral (JCE)
vulneró derechos fundamentales ante su negativa de entregarle la Cédula de Identidad, sin
embargo, el TC manipuló la interpretación de las normas para imponer, con efecto retroactivo, la
mentira de que la figura de “tránsito” se refiere a si el inmigrante está regularizado o no”. El
razonamiento jurídico con respecto a esta problemática por parte del TC ha generado mucha
controversia e inseguridad en el territorio nacional con relación a la seguridad jurídica del Estado
frente a los ciudadanos o nacionales, al adoptar una sentencia que desde el punto de vista de lo
que significa un Estado de Derecho violenta de manera significativa los derechos fundamentales
y humanos de las personas.

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Con el pronunciamiento de la sentencia No.168/13, dictada por el Tribunal Constitucional de la
R.D., de fecha 23 de septiembre del 2013, el Estado vulneró los derechos al reconocimiento de la
personalidad jurídica, la nacionalidad, la identidad e igualdad ante la ley y, al nombre,
consagrados en los artículos 3, 20 y 18 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos,
así como por el conjunto de dichas violaciones el derecho a la identidad, en relación con la
obligación de respetar los derechos sin discriminación, establecida en el artículo 1.1.

“Esta decisión privará a decenas de miles de personas de una nacionalidad, lo que tendrá un
impacto muy negativo en el resto de sus derechos fundamentales”, .Hasta el año 2010, en el país
había regido el principio de la “nacionalidad automática” para todos los nacidos en suelo
dominicano y además esta sentencia torna la situación más difícil, desafía decisiones de la Corte
Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH) y traspasa el concepto de la transitoriedad de
los padres a los hijos, algo que no es transferible.

Por su lado, diversas organizaciones de la sociedad civil manifestaron su rechazo a la sentencia


número 168/13 del TC,  en la que dejó establecido que no tendrán la nacionalidad dominicana
los extranjeros nacidos en el país y que sus padres tengan una situación migratoria ilegal (de
tránsito) desde el año 1929 a la fecha, situación que a juicio de las instituciones consideraron
que la sentencia del Tribunal Constitucional viola al menos quince postulados de nuestra Carta
Magna y apela a criterios raciales para despojar la nacionalidad dominicana a miles de personas
hijos de extranjeros, a pesar que la misma CD en su art. 39 prohíbe “…todo acto de
discriminación, por razones de género, color, edad, discapacidad, nacionalidad, vínculos
familiares, lengua, religión, opinión política o filosófica, condición social o personal ya sea por
genero...”.

1.1.1. Descripción del Problema de Investigación:


Con el pronunciamiento de la Sentencia No.168/13, dictada por el Tribunal Constitucional de la
R.D., de fecha 23 de septiembre del 2013, el Estado Dominicano transgredió los derechos al
reconocimiento de la personalidad jurídica, la nacionalidad, a la identidad e igualdad ante la ley
y, al nombre, consagrados en los artículos 3, 20 y 18 de la Convención Americana sobre

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Derechos Humanos, de igual forma, también se vulnera el derecho a la identidad, en relación con
la obligación de respetar los derechos sin discriminación, establecida en el artículo 1.1.

“La Sentencia 168-2013 del TC, ha tenido un impacto negativo en materia de derechos humanos,
al privar esta decisión a decenas de miles de personas de una nacionalidad”, específicamente
nacionales haitianos. Hasta el año 2010, en el país había regido el principio de la “nacionalidad
automática” para todos los nacidos en suelo dominicano.

1.1.2. Formulación del Problema a Investigar:


Es por esta situación, que esta investigación se propone responde las siguientes cuestionantes:
1. Cuál ha sido el impacto la sentencia 168-2013 del TC en materia de derechos humanos?
2. ¿Cuáles criterios jurídicos fueron tomados en cuenta por el TC para dictar la sentencia
168-2013?
3. ¿De qué manera afecta la sentencia 168-2013 del TC al Estado Dominicano frente a los
organismos nacionales e internacionales de derechos humanos?
4. ¿La sentencia 168-2013 del TC resuelve el problema de los haitianos en el país?
5. ¿Cuál es la postura de la CIDH y otros organismos internacionales frente a la sentencia
168-2013 del TC de la R.D.?

1.2. Antecedentes
La problemática de la presente investigación parte del recurso de revisión constitucional en
materia de amparo incoado por la señora JULIANA DEQUIS PIERRE contra la Sentencia
número 473/2012 dictada por la Cámara Civil, Comercial y de Trabajo del Juzgado de Primera
Instancia del Distrito Judicial de Monte Plata, en fecha diez (10) de julio de dos mil doce (2012).
Los argumentos alegados por la parte accionante JULIANA DEQUIS PIERRE, es de que ella
nació en el Municipio de Yamasá, Provincia de Monte Plata, en fecha 1 de abril del año 1984
hija de los Señores NELO DIESSEL Y LUCIA JEAN, ambos braceros de nacionalidad haitiana
según acta de nacimiento de la oficialía del Estado Civil de Yamasá No. 246, Libro 496, Folio
108, del año 1984.

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Con el recurso de amparo la joven Juliana Dequis Pierre buscaba demostrar que la Junta Central
Electoral (JCE) vulneró derechos fundamentales ante su negativa de entregarle la Cédula de
Identidad, sin embargo, el TC manipuló la interpretación de las normas para imponer, con efecto
retroactivo, la mentira de que la figura de “tránsito” se refiere a si el inmigrante está regularizado
o no”.

De conformidad con la Licda. Aguilar Cuevas, Magdalena, Directora de Promoción de la Cultura


de los Derechos Humanos de la Procuraduría General de la República Mexicana, existen
diversos enfoques al momento de clasificar los Derechos Humanos. Aguilar (2005, p. 93).

Se contempla en la obra de Aguilar (2005, p. 93) que:


Entre dichos enfoques se encuentran el enfoque historicista, basado en la protección
progresiva de los Derechos Humanos. El enfoque jerárquico basado en la distinción entre
Derechos Esenciales y Derechos Complementarios, y el enfoque periódico basado en la
cobertura progresiva de los Derechos Humanos, siendo esta la clasificación más conocida y
que distingue las llamadas tres generaciones de los mismos.

En la segunda generación de derechos fueron incluidos los Derechos Económicos, Sociales y


Culturales, que surgieron como respuesta a las injusticias sociales y económicas que imperaban
en el mundo, producto quizás de las consecuencias de la revolución industrial. De Roux (2004, p.
213).

De conformidad con Molina (2009, p. 10) en su libro:


En el fragor de la Revolución rusa y de las condiciones de igualdad propuestas por el
marxismo se redacta la Declaración rusa, en la que por desgracia se hace prescindencia del
valor de la libertad. Dicha Declaración tiene ecos posteriores e inmediatamente anteriores
en el Proceso constitucional de los Derechos Humanos, que se inicia desde el año 1917 con
la Constitución mexicana de ese mismo año y en seguida con la Constitución alemana de
Weimar, en 1919.

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Ambos textos constitucionales son considerados una síntesis a nivel constitucional de todos los
derechos humanos, tanto los de carácter civil y político, como de los económicos, sociales y
culturales, los cuales tuvieron desarrollo con el liberalismo progresista y el socialismo
democrático.

Ejemplos representativos de esta fase son: el derecho a la educación, a la tenencia de la tierra y


los derechos laborales consagrados en la Constitución Mexicana de 1917, y el surgimiento de la
Organización Internacional del Trabajo (OIT) y los Convenios sobre las horas de trabajo y el
desempleo en 1919.

De acuerdo a Molina (2009, p. 11) en su libro nos indica que:


Después de la II Guerra Mundial y ante los horrores y la vulneración de todos los derechos
de pueblos enteros, algunos países quisieron garantizar que estas situaciones no se
repitieran, creándose una conciencia cada vez mayor de la necesidad de crear instituciones
y mecanismos que protegieran los Derechos Humanos.

En la Declaración Universal de Derechos Humanos se encuentran 30 artículos en los que se


recoge un catálogo modélico de derechos individuales y colectivos, civiles, políticos,
económicos, sociales y culturales, para su estructuración fueron tomados como referencia
específica los artículos 25, 26 y 27, que reconocen una serie de derechos económicos, sociales y
culturales básicos que no han sido posteriormente desarrollados.

Al respecto, se destaca lo establecido en el artículo 25 de la Declaración Universal de Derechos


Humanos que literalmente reza:

Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la
salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y
los servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo,
enfermedad, invalidez, viudez, vejez u otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por
circunstancias independientes de su voluntad.

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La importancia de la norma anterior, radica en la coincidencia de la humanidad sobre el carácter
universal e inalienable de los Derechos Económicos o Sociales básicos mencionados
anteriormente y que corresponden a todo ser humano. Sandoval (2000 p. 13-19). Sin embargo,
cabe preguntarse ¿cuántos hombres, mujeres y niños se mueren de hambre al día en el mundo?,
¿cuántos no tienen acceso al agua potable o a servicios sanitarios, o a una vivienda digna?,
¿cuántos hombres, mujeres y niños moran errantes en las calles?

Representando las respuestas a cada interrogante, el reflejo de la extrema pobreza y de


marginalización en que viven una gran parte de la población del mundo, mientras que en
términos jurídicos significan una evidente y masiva transgresión de los Derechos Humanos más
elementales, tanto civiles y políticos, como económicos, sociales y culturales.

Desde los años ochenta se desarrollaron dos enfoques distintos, pero complementarios que
ayudan a la mejor comprensión de los Derechos Económicos, Sociales y culturales, el enfoque
del contenido mínimo central o esencial y el enfoque del umbral mínimo. Arambulo (1999, p.
130 –136).

Ambos enfoques apuntan hacia la determinación del significado y nivel mínimo de cada Derecho
Humano consagrado en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales
(PIDESC); el primero lo hace desde una perspectiva teórica, mientras que el segundo parte de
una perspectiva práctica y un método cuantitativo.

Sobre los Derechos Económicos, Sociales y Culturales, Aguilar (2005, p. 96) de manera
resumida los define como derechos de contenido social para procurar mejores condiciones de
vida, teniendo como principales características la ampliación de la esfera de responsabilidad del
Estado, la titularidad al individuo, la mediatez del reclamo y la legitimidad de las aspiraciones.

En palabras de Fortman (1999, p. 50) los mismos contribuyen a la cabal realización del ser
humano conforme a su dignidad inherente, alcanzando dimensión de Derechos Humanos.

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Al respecto, se cita que la Declaración Universal de Derechos Humanos, aprobada por la
Asamblea General de las Naciones Unidas en su resolución 217 A (III), de 10 de diciembre de
1948, El Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales, y Culturales (PIDESC),
aprobado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en su resolución 2200 A (XXI), de 16
de diciembre de 1966, la Convención Americana sobre Derechos Humanos adoptada el 22 de
noviembre de 1969, en la Conferencia Especializada Interamericana sobre Derechos Humanos y
el Protocolo de San Salvador, enuncian y definen en términos generales los Derechos
Económicos, Sociales y Culturales. Sandoval (2001, p. 20).

En el protocolo de San Salvador, quedaron señalados los principios, criterios y estándares de


carácter universal, de forma tal, que puedan asumir significados conforme a las condiciones
sociales y culturales de cada país.

Pero para comprender a cabalidad el contenido de cada uno de estos derechos, así como de las
obligaciones que tiene el Estado como su garante, conviene recurrir a las interpretaciones que
van haciendo los expertos de las Naciones Unidas del último documento, para, tanto en sus
observaciones generales, como en las observaciones finales, recomendar qué hacer a los Estados
Parte, cuando los examinan en su cumplimiento del Pacto.

1.3. Revisión Literaria


Al indagar sobre los antecedentes del tema de investigación se encuentra, La tesis realizada por
Kenedy Bautista, Edwin Álvarez y Manuel Castro, (2006) “La Garantía Jurisdiccional y la
protección de los derechos Económicos, Sociales y Culturales consagrados en la
Constitución Dominicana y los tratados internacionales”, de la Universidad Autónoma de
Santo Domingo. El método utilizado fue analístico, exponen que la República Dominicana, es
considerada como un Estado de derecho, por lo que es necesario que se reafirme esa condición
con el establecimiento por la vía Constitucional del respecto de las garantías jerárquicas que
establece la constitución, en materia de Derechos Humanos. Recomiendan que se precise el
establecimiento de la jurisdicción constitucional, a través de la reforma a la Carta Magna, para
resguardar los preceptos constitucionales.

14
La tesis de Indiana Reyes, Elizabeth De Los Santos y Altagracia Fernández, (2009) “El Debido
Proceso protección de los Derechos Fundamentales en la República Dominicana”, de la
Universidad Autónoma de Santo Domingo. El método utilizado fue el Análisis, descripción y
deducción, exponen algunas precisiones entorno al tratamiento contemporáneo del debido
proceso como garantía de un proceso adecuado y justo. Recomiendan que se vele por el
cumplimiento del principio de celeridad, para que el proceso sea más rápido y eficaz y menos
tedioso para las partes que integran el proceso.

La tesis de Fanny Novas y Elena Severino (2003) “Análisis de los Derechos Fundamentales y
Sociales establecidos en la Constitución de la República Dominicana desde 1844 hasta
1994”, de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. El método utilizado fue el Análisis,
exponen que la defensa de los derechos fundamentales atañe a toda la sociedad, por ello, la
República Dominicana es signataria de varios instrumentos internacionales para la defensa de los
Derechos Humanos. Recomiendan crear una institución que tenga como única finalidad, proteger
y vigilar los derechos fundamentales y sociales de los habitantes de la República Dominicana,
donde las personas puedan acudir a interponer sus quejas sobre la violación de sus derechos.

La tesis de Katty Peguero y Sandra Méndez, (1999) “Los Derechos Humanos y los Derechos
Fundamentales de las Personas”, de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Exponen
que tanto la promoción como el respecto de los Derechos Humanos y Fundamentales de las
personas, son tareas imprescindibles para la democracia y la gobernabilidad. Recomiendan
concientizar y educar a la población para que sepan defender los derechos que les asisten por el
hecho de ser personas.

La tesis de Juana Pujols y Edna De Oleo, (1999) “Protección de los Derechos Humanos por la
Justicia de la República Dominicana”, de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. El
método utilizado fue el Analítico, exponen que la justicia dominicana es totalmente deficiente
siendo esto como tal, una terrible violación a los Derechos Humanos.

La tesis de José Batista y Carlos Díaz, (1999) “Garantía Constitucional de los Derechos
Humanos en la República Dominicana”, de la Universidad Autónoma de Santo Domingo.

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Exponen que en la República Dominicana a pesar de las enunciaciones de las garantías
constitucionales, se presentan muchas disfunciones que menoscaban el ejercicio de los derechos
fundamentales. Recomiendan que se cree un Tribunal Constitucional.

1.4. Objetivos
1.4.1. Objetivo General:
 Determinar el impacto de la Sentencia 168-2013 del TC de la R.D., en materia de
Derechos Humanos.

1.4.2. Objetivos Específicos:


 Determinar cuál ha sido el impacto de la Sentencia 168-2013 del TC de la R.D.

 Investigar los criterios jurídicos que fueron tomados en cuenta por el TC para dictar la
sentencias.

 Analizar de qué manera afecta la sentencia 168-2013 del TC al Estado Dominicano frente
a los Organismos Nacionales e Internacionales de Derechos Humanos.

 Verificar si la sentencia 168-2012 del TC resuelve el problema de los haitianos en el país.

 Estudiar la postura de la CIDH y otros organismos internacionales frente a la sentencia


168-2013 del TC de la R.D.

1.5. Marco Teórico


Principio de no retroactividad de la ley
Este principio, debe entenderse en el sentido de que las situaciones y relaciones jurídicas se rigen
conforme a las reglas vigentes al momento de constituirse esos vínculos, en virtud de la certeza
que debe imperar en el ordenamiento, de modo que los administrados puedan saber a qué
atenerse en las relaciones con el Poder Público. Esto significa que el Estado no puede aplicar
válidamente hacia el pasado normas jurídicas posteriores para resolver situaciones acontecidas
con anterioridad al dictado de dichas normas.

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El ámbito temporal de validez de la ley se inicia en el momento de su emisión y publicación, que
es cuando queda integrada al orden, por lo que no puede regir hacia el pasado sin contrariar la
garantía de seguridad jurídica que consigna el referido precepto constitucional.

1.6. Definición de Términos


Derecho: De acuerdo con el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, Derecho es
el ¨Conjunto de principios y normas, expresivos de una idea de justicia y de orden, que regulan
las relaciones humanas en toda sociedad y cuya observancia puede ser impuesta de manera
coactiva.

Derechos Humanos: Los derechos humanos son derechos inherentes a todos los seres humanos,
sin distinción alguna de nacionalidad, lugar de residencia, sexo, origen nacional o étnico, color,
religión, lengua, o cualquier otra condición. Todos tenemos los mismos derechos humanos, sin
discriminación alguna. Estos derechos son interrelacionados, interdependientes e indivisibles.

Derechos Fundamentales: Los derechos fundamentales son aquellos inherentes al ser humano,
que pertenecen a toda persona en razón a su dignidad y están incluidos en la norma constitutiva y
organizativa de un estado, es decir, la constitución, se consideran como esenciales en el sistema
político y que están especialmente vinculados a la dignidad humana.

La simple condición de pertenecer a la raza humana nos otorga una serie de derechos y libertades
que deben ser cuidados y respetados por todos y todas, en todo el mundo por igual, de ahí se
desprende la importancia de los Derechos Humanos, y es por esta razón, que algunos juristas
partiendo desde su punto de vista, le han dado diferentes denominaciones, sin perder la esencia
misma de que son derechos fundamentales, tal es el caso de:
• Welty los considera como: «aquellos derechos que son el punto de partida del orden
jurídico y en los que este orden encuentra consistencia y apoyo».
• Guerry dice que son «aquellos derechos que están inscritos en la naturaleza humana y
que proceden de Dios, autor de esta naturalezas («La doctrina social de la Iglesia», p. 97)
• Palazzini entiende que es «el derecho de tender a su propio fin y, por lo tanto, a su
propio perfeccionamientos («Diccionario de Teología Moral», voz «Derecho y moral», p. 376),

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del que se derivan otros derechos estrictamente unidos con él en virtud de una ordenación
natural o positiva. Por su parte, Messner afirma que son «los derechos que sirven de
fundamento a la esfera de la libertad social» («Ética social, política y económicas, p. 508).
• Pérez Luño: Conjunto de facultades e instituciones que, en cada momento, concretan
las exigencias de la dignidad, la libertad y la igualdad humanas, las cuales deben ser
reconocidas positivamente por los ordenamientos jurídicos a nivel nacional e internacional.

Vulneración: La palabra vulneración tiene varios sinónimos, dentro de los cuales


podemos destacar los siguientes:
1. Transgresión, quebrantamiento, violación de una ley o precepto, delito.
2. Daño, perjuicio.
Tribunal: Del latín tribunal, el tribunal es el lugar destinado a los jueces para la
administración de justicia, el dictado de sentencia. El término también permite nombrar
al conjunto de jueces y ministros que ejercen la justicia.
Tribunal Constitucional: Es el tribunal que tiene a su cargo la responsabilidad de
garantizar la supremacía de la Constitución, la defensa del orden constitucional y la
protección de los derechos fundamentales. Sus decisiones son definitivas e irrevocables y
constituyen precedentes vinculantes para los poderes públicos y todos los órganos del
Estado. (Art. 184 de la Const. Dom. De 2010).

Sentencia: La sentencia es una resolución judicial dictada por un juez o tribunal que
pone fin a la Litis (civil, de familia, mercantil, contencioso-administrativo, etc.) o causa penal.

Sergio Alfaro la define la palabra sentencia como: “El Acto judicial que resuelve
heterocompositivamente el litigio ya procesado, mediante la aceptación que el juez hace de
alguna de las encontradas posiciones mantenidas por los antagonistas luego de evaluar los
medios confirmatorios de las afirmaciones efectuadas por el actor y de la aplicación
particularizada al caso de una norma jurídica que preexiste en abstracto, con carácter general”.

Corte Interamericana de Derechos Humanos: La Corte Interamericana de Derechos


Humanos (CIDH) es un órgano judicial de la organización de los Estados Americanos (OEA)

18
que goza de autonomía frente a los demás órganos de aquella y que tiene su sede en San José de
Costa Rica, cuyo propósito es aplicar e interpretar la Convención Americana sobre Derechos
Humanos y otros tratados de derechos humanos los cuales se somete el llamado sistema
interamericano de protección de derechos humanos.

Justicia: En el sentido jurídico de la palabra, lo que es conforme al derecho (jus). (Capitán,


1996, p. 338).

1.7. Teorías:
Tomando en consideración que los derechos humanos son ciertas prerrogativas que se le han
conferido a toda persona por el hecho de existir, y el cumplimiento y garantía recae sobre el
Estado, dada la importancia de los mismos, algunos juristas filosóficos, han planteado varias
teorías para desde su punto de vista establecer su opinión, criterio o perspectiva con respecto a
los derechos fundamentales, dentro de las cuales podemos establecer las siguientes:
 En su obra Derechos fundamentales, ponderación y racionalidad* Robert Alexy establece
que “Hay dos diversas teorías básicas de los derechos fundamentales: una estrecha y
rigurosa), y otra amplia y comprehensiva; la primera es denominada “teoría de las
reglas”, la segunda “teoría de los principios”. En ningún lado se realizan puramente estas
dos teorías, pero sin embargo representan diferentes tendencias básicas, y la cuestión de
cuál es mejor resulta central de la inter-prestación de toda Constitución que conoce los
derechos fundamentales y la jurisdicción constitucional.

Según la Teoría Estrecha y Rigurosa, las normas que garantizan los derechos humanos no se
distinguen esencialmente de otras del sistema jurídico. Por supuesto, como normas del derecho
constitucional tienen su lugar en el nivel más alto del mismo sistema, y su objeto son derechos de
elevadísima abstracción y la más grande importancia; pero todo esto no es--- según la teoría de
las reglas— base alguna para cualquier diferencia fundamental de índole estructural: ellas son
normas jurídicas, y como tales son aplicables exactamente de la misma manera que todas las
demás; su peculiaridad solamente consiste en que protegen frente al Estado determinadas
posiciones del ciudadano descritas en abstracto.

19
Conforme a la Teoría Comprensiva u Holística, las normas iusfundamentales no se agotan en
proteger frente al Estado determinadas posiciones del ciudadano descritas en abstracto; esta
perpetua función de los derechos fundamentales se inserta en un marco más vasto. En Alemania,
al resolver en el año 1958 el caso Lüth, el Tribunal Constitucional Federal por primera vez
desarrolló completamente este más amplio marco.

Diversas teorías han tratado de explicar el concepto y el fundamento de la evolución de los


derechos fundamentales. Las posturas clásicas son el iusnaturalismo y el iuspositivismo. La
definición propuesta por Ferrajoli para los derechos fundamentales ha sido la siguiente:
Son todos aquellos derechos subjetivos que corresponden universalmente a todos los
seres humanos en cuanto dotados del status de personas o ciudadanos, con capacidad de
obrar; entendiendo por derecho subjetivo cualquier expectativa positiva (de prestación)
o negativa (de no sufrir lesiones) adscrita a un sujeto por una norma jurídica; y por
status la condición de un sujeto, prevista así mismo por una norma jurídica positiva
como presupuesto de su idoneidad para ser titular de situaciones y/o autor de los actos
que son ejercicio de éstas. (Ferrajoli, Luigi, “Derechos fundamentales” en Derechos y
garantías. La ley del más débil, Trotta, Madrid, 1999, p. 37) ¨.

Para el Jusnaturalismo, el derecho se deduce de la naturaleza humana, sin embargo, para el


positivismo, si todo derecho o deber es fruto de una decisión voluntaria, ¿cómo explicar la
existencia de una obligación precontractual, como la de pacta sunt servanda? Si lo lícito depende
exclusivamente de la voluntad, no hay argumentación posible ni a favor ni en contra de los
derechos. Si el derecho es relacional, su fundamento no puede ser una característica intrínseca
del individuo.

La posición jusnaturalista de los derechos humanos, según Lorenzo Peña por Marcelo Vásconez
Carrasco Creación: 10 de diciembre, 2014 Última revisión: 17 de diciembre, 2014, hasta finales
del s. XVIII, “Son concebidos como garantías contra los abusos del poder”.

20
Los derechos fundamentales, de acuerdo con Sentencias del Tribunal Constitucional Español,
como la 53/1985, poseen una doble dimensión: -Dimensión subjetiva: otorgan facultades a las
personas que estas pueden hacer vales en circunstancias específicas. –Dimensión objetiva.

Las principales teorías de los derechos humanos desde las que se determina hoy, de forma
alternativa o combinadas, la interpretación de los derechos fundamentales, son las siguientes: La
Teoría Liberal o del Estado de Derecho Burgués de los Derechos Fundamentales, 2-La Teoría
Institucional de los Derechos Fundamentales, 3-La Teoría Axiológica de los Derechos
Fundamentales, 4-La Teoría Democrático-Funcional de los Derechos Fundamentales, y 5- La
Teoría del Estado Social.

Para la Teoría Liberal o del Estado de Derecho Burgués de los Derechos Fundamentales,
“Los derechos fundamentales son derechos de libertad del individuo frente al Estado. Se
establecen para asegurar, frente a la amenaza estatal, ámbitos importantes de la libertad
individual y social que están especialmente expuestos, según la experiencia histórica, a la
amenaza del poder del Estado”.

Los derechos fundamentales tienen su puno de partida en el principio de distribución,


fundamental para la idea de Estado del Estado de derecho burgués, presentándose como
emanación y coneretizacián de este principio de distribución”. El Estado tiene que procurar los
presupuestos e instituciones para su garantía jurídica, y adheridas, a través de delimitaciones
jurídicas tiene que mantener compatibles la libertad jurídica de uno con la de los otros bajo
relaciones cambiantes; la »substancia-, el contenido dela libertad, y, con ello, la determinación
del tipo de uso de la libertad, se sitúan, por el contrario, a priori fuera de su competencia
regular”.

Para la Teoría Institucional de las Derechos Fundamentales, los derechos fundamentales no


tienen aquí primariamente el carácter de derechos de defensa del individuo con respecto del
Estado para el aseguramiento de un ámbito de libertad individual y social en el que los
individuos, desde el punto de vista jurídico, pueden actuar a su arbitrio, sino el carácter de
principios objetivos de ordenación para los ámbitos vitales por ellos protegidos. Se despliegan y

21
se realizan en regulaciones normativas de tipo institucional que están guiadas por la idea
ordenadora del derecho fundamental, y que como tales acunan las circunstancias vitales a las que
se aplican, asumiéndolas y confiriéndoles relevancia normativa’’

La Teoría Axiológica de las Derechos Fundamentales tiene su punto de partida, en el hecho de


que así como el Estado mismo en su ser social se presenta como permanente proceso de
integración y, a decir verdad, como proceso de integración de una comunidad de valores, de
culturas y de vivencias, así también de derechos fundamentales se presentan como factores
constitutivos determinantes de este proceso, son elementos y medio de la creación del Estado.

Teoría Democrático Funcional de los Derechos Fundamentales, para esta teoría, el punto de
partida es la concepción de los derechos fundamentales desde su función pública y política. En
lugar preferente se encuentran los derechos fundamentales con referencias democráticas como la
libertad de opinión, la libertad de prensa, y la libertad de reunión y asociación, pero el
planteamiento teorético va más allá de su alcance. Los derechos fundamentales alcanzan su
sentido y su principal significado como factores constitutivos de un libre proceso de producción
democrática (esto es, que transcurre de abajo a arriba) del Estado – en esto radica la coincidencia
con la doctrina de la integración -, y de un proceso democrático de formación de la voluntad
política. La garantía del ámbito de libertad de los derechos fundamentales tiene lugar para
proteger y facilitar estos procesos. »Los derechos fundamentales no se le reconocen a un
ciudadano para que disponga libremente de ellos, sino en su calidad de miembro de la
comunidad y, con ello, también en interés público.”.

La Teoría de los Derechos Fundamentales del Estado Social, en el caso particular de esta
teoría, el punto de partida de los derechos fundamentales son, por un lado, las consecuencias
derivadas de la teoría liberal de las derechos fundamentales y de la organización de libertad del
Estado de derecho burgués; por otro lado, la sustitución, provocada por el desarrollo social
general, del espacio vital dominado de autarquía individual por el espacio vital social de
relaciones y prestaciones sociales efectivas”. Ambos factores han colaborado (y continúan
haciéndolo) para que los presupuestos sociales de la realización de las garantías jurídicas de la
libertad no se der para un creciente número de personas, y que abandonadas así mismas y no

22
acometidas por el Estado, acabar convirtiéndose cada vez más en una fórmula vacía. La
garantía jurídica de la libertad limitativa se muestra insuficiente para asegurar la libertad de
los derechos fundamentales como una libertad también real.

La teoría política concibe los derechos fundamentales con base en la idea de que todos los
habitantes del planeta, con independencia del país en el que hayan nacido o dónde se encuentren,
deberían tener al menos el mismo núcleo básico de derechos fundamentales. Ferrajoli los define
como derechos subjetivos que corresponden universalmente a todos los seres humanos. Para este
autor, la universalidad es el rango distintivo y más importante de los derechos fundamentales,
por lo que su eventual rango constitucional es sólo una técnica de protección. En la universalidad
de los derechos humanos reposa la igualdad, sin embargo se trata de una universalidad relativa
en tanto su referencia es extensional a los estatus personales que constituyen su presupuesto, “no
todos los derechos fundamentales corresponden a todos los seres humanos y no todos los seres
humanos son titulares de los mismos derechos fundamentales”. Para Ferrajoli, los estatus son
tres: la cualidad de persona natural o física, la ciudadanía (persona-ciudadano) y la persona capaz
de obrar (capacidad de obrar), y señala que la universalidad de tales derechos, expresada por la
cuantificación universal de los tipos de sujetos que son titulares, se configura como un rasgo
estructural del carácter inalienable e indisponible de los intereses sustanciales de que consisten
los derechos fundamentales y, por consiguiente, de la única técnica normativa en condiciones de
garantizar la igualdad jurídica. De la cualidad de universal de un derecho fundamental, explica el
autor, procede asimismo una forma específica de garantía, pues al ser universales se encuentran
garantizados por deberes absolutos (erga omnes) ya sea dirigidos a todos, como la prohibición de
matar, o a determinados sujetos públicos, como la obligación de asistencia sanitaria para
garantizar el derecho a la salud.

En este sentido, de la universalidad de los derechos fundamentales podemos deducir las dos
funciones que el Derecho Penal cumple para su protección y respeto; así, la potestad punitiva se
despliega para la protección de los derechos fundamentales de todos, que pueden ser afectados
por cualquiera en aras de una mejor vida social en orden, pero tal despliegue, que es fuerza para
la restricción de derechos fundamentales, debe estar acotada por el propio Derecho (también
Penal). Al final se trata, a partir de las afirmaciones de Ferrajoli, de deberes absolutos y no de

23
potestades; el Derecho Penal es un medio “artificial” hecho por el “artífice” persona natural para
la protección de sus fine fundamentales.

1.8. Ideas a Defender:


Con el pronunciamiento de la sentencia 168-3013, el Tribunal Constitucional de la Republica
Dominicana en el ámbito jurídico marcó un antes y un después, dado que estableció un
precedente al modificar la forma de adquirir la nacionalidad dominicana en el territorio nacional,
amparándose de manera equivocada en el artículo 18 de nuestra Carta Magna, sin embargo,
entendemos que la sentencia 168-13 del TC Vulnera Derechos Fundamentales, dado que el
Tribunal Constitucional aplica de manera retroactiva la ley para perjudicar aquellos nacionales
extranjeros nacidos en nuestro país, cuando la norma sustantiva prescribía otra forma de adquirir
la nacionalidad, y es la misma Constitución en su artículo 110 que prohíbe la irretroactividad de
la ley, a menos que vaya a beneficiar al sub-judice o cumpliendo condena, que no es el caso en la
especie., razón por la cual pretendemos demostrar que la sentencia 168-2013 del TC dominicano
ha tenido un impacto negativo en materia de derechos humanos, ya que la misma vulnera los
Derechos Fundamentales de todos los extranjeros nacidos en el territorio dominicano antes del
pronunciamiento de la sentencia.

1.9. Variables e Indicadores:


Operacionalización de las Variables:
Planteamiento del Problema
Tema de Preguntas de la Variables Variables Escala Instrumentos
Investigación Investigación Dependientes Independientes
¿Cuáles Migración Negación a la Percepción de los Sentencia 168-13
derechos ilegal haitiana Nacionalidad jueces y abogados del TC de la
fundamentales en R.D. Dominicana constitucionalistas R.D.,
se vulneran con con respecto a la
la sentencia sentencia 168-2013
168-2013 del del TC de la R.D.
TC?
Constitución

24
¿Cuáles Errónea El no Dominicana
criterios interpretación cumplimiento De los juristas 2002
jurídicos fueron de la norma del constitucionales.
tomados en procedimiento
cuenta por el consular
TC para dictar migratorio
la sentencia
168-2013? De las
Organizaciones no CIDH
¿De qué manera El no Inseguridad gubernamentales
Derechos afecta la cumplimiento Jurídica de defensa de los
Fundamentales sentencia 168- de lo pactado derechos
Vulnerados con 2013 del TC al humanos.
la Sent. 168-13 Estado Prats Eduardo
del TC de la Dominicano Jorge Derecho
R.D. frente a los Constitucional,
organismos Vol.II
nacionales e Bastida Freijedo
internacionales De los Órganos de Francisco J.
de derechos Derechos Teoría General
humanos? Humanos de los Derechos
Internacionales Fundamentales
¿La sentencia Vulneración de Debilidad en la
168-2013 del Derechos Constitución
TC resuelve el Humanos Española de
problema de los 1978
haitianos en el
país?

¿Cuál es la Ineficiencia Vulnerabilidad Constitución


postura de la del Estado con de la frontera Dominicana

25
CIDH y otros la aplicación 2010 de la R.D.
organismos de la política
internacionales migratoria
frente a la
sentencia 168-
2013 del TC de
la R.D.? Declaración
Universal de los
Derechos
Humanos

Entrevista a
juristas
constitucionales
de la R.D.

1.10. Método de Análisis de los Datos:


El método es el camino a seguir mediante una serie de operaciones, reglas y procedimientos
fijados de antemano de manera voluntaria y reflexiva, para alcanzar un determinado fin que
puede ser material o conceptual. Ayuda a una mejor utilización de los medios para acceder al
conocimiento de la realidad, a fijar con anterioridad una manera actuar racional y eficazmente, a
operar una misma realidad y a evaluar los resultados de la acción. (Bernal 2006, p. 256).

En este estudio se utilizó el método inductivo ya que este parte de los conocimientos particulares
para encontrar las incidencias determinadas y, después, convertirlas en ley de lo particular a lo
general.

26
Tipo de Investigación:
Toda investigación debe estar fundamentada y sustentada en bases bibliográficas, provenientes
de fuentes primarias y secundarias que soporten los criterios y análisis de un trabajo
determinado.

Para la elaboración de este trabajo de grado sobre El Impacto de la Sentencia 168-2013 del TC
de la R.D en materia de Derechos Humanos, se ha optado por un tipo de investigación
explorativa, la cual consiste en un proceso basado en la búsqueda, recuperación, análisis, crítica e
interpretación de datos secundarios realizándose en varias fuentes de información referidas al
tema, partiendo del método inductivo, ya que este parte de los conocimientos particulares para
encontrar las incidencias determinadas de las premisas particulares a las generales,
garantizándole al lector una mejor comprensión y entendimiento del tema, atendiendo a las
exigencias que requiere el mismo para su desglosamiento.

Categorías de Análisis:
Las Categorías son los conceptos dentro de una investigación que pueden definirse de forma
clara y surgen a partir del marco teórico, y con ellas se definen que y cuáles son los conceptos
que usaremos para explicar nuestro tema de investigación, las categorías también delimitan
cuales son los límites y alcances de la investigación. En el caso de la especie, la investigación
que pretendemos realizar versa sobre los Derechos Fundamentales que son vulnerados con la
sentencia 168-2013 del TC de la R.D., y en esas atenciones, las categorías de análisis que serán
desarrolladas en la misma son las siguientes:
 Surgimiento
 Causas
 Efectos
 Consecuencias.

Técnicas:
Los datos que nos proponemos obtener en la presente investigación serán recolectados a
través de las técnicas de investigación de la entrevista.

27
Fundamentos Éticos de la Investigación:
La investigación que vamos a realizar estará basada en analizar el tema a la luz de los principios
éticos y jurídicos en los cuales pretendemos llevar la misma y fundamentar la postura arriba
producto de la investigación desarrollada, partiendo de la situación actual en la Republica
Dominicana y, pretendemos demostrar que la Sentencia 168-2013 del TC de la R.D., ciertamente
Vulnera Derechos Fundamentales a todos los dominicanos que nacieron en la Republica
Dominicana antes de la entrada en vigencia de la Constitución Dominicana del 26 de enero del
2010, toda vez que, conforme a todas las constituciones dominicanas desde el 1929 hasta la
entrada en vigencia de la Constitución 2010, la nacionalidad se adquiría automáticamente por el
jus solis, es decir, por el hecho de haber nacido en el territorio nacional de la R.D.

Las informaciones que pretendemos obtener por parte de los entrevistados o encuestados será
respetando en primer término la dignidad de los intervinientes, sus principios tanto de índole
social, cultural, moral y éticos y sus criterios particulares con relación al tema y al trabajo
desempeñado por estos.

28
CAPITULO II
TEORIA GENERAL DERECHOS FUNDAMENTALES

2.1.- Consideraciones previas.


Según indica el Diccionario de la Real Academia Española, los derechos fundamentales son:
…los que, por ser inherentes a la dignidad humana y por resultar necesarios para el libre
desarrollo de la personalidad, suelen ser recogidos por las constituciones modernas asignándoles
un valor jurídico superior. (Barranco Avilés, 1996)

Es importante destacar lo subrayado, ya que para poder considerar un derecho como


fundamental, es necesario que sea plasmado dentro de la constitución de una determinada
nación.

Los derechos fundamentales es un término técnico, son fundamentales ante el valor de la


dignidad humana, son fundamentales porque son los más importantes en el conjunto jurídico,
porque se vinculan con los valores del ordenamiento y por el rango que tienen como norma
jurídica.

Particularmente, los derechos fundamentales no solo se deben representar en el ámbito


constitucional, sino que también pueden estar plasmados en un texto legal, es decir, lo
importante es que estén  positivizados dentro del ordenamiento jurídico. No existe una
unanimidad en esta opinión, ya que hay especialistas en el área de Derecho Constitucional que
expresan que los derechos fundamentales se encasilla dentro de una categoría propia del
Derechos Constitucional y no de cualquier sistema legal, estableciendo que los derechos
fundamentales sólo existen cuando hay una constitución normativa legitimada por el poder
Constituyente. (Consejo General Del Poder Judicial, Madrid, España, 2008)

Para que los derechos fundamentales se consideren protegidos, deben serlo a nivel
constitucional. Sin embargo, también es cierto que no tiene por qué tratarse de un texto que
formalmente se llama Constitución, pero sí es necesario que esos contenido aseguren mediante

29
normas superiores (por tanto, no modificables por simples normas con fuerza de ley, o, de otra
forma, por mayorías ordinarias).

Al hablar de plasmar los derechos es indispensable establecer la positivización del derecho, tanto
en una norma sustantiva, como también en un texto legal, debido a que hay países con un
reducido catálogo de derechos enunciados dentro su carta magna; no obstante, dichos derechos
no son limitativos. Basta como muestra la Constitución dominicana derogada en enero de 2010,
la cual contenía un reducido catálogo de derechos meramente enunciativos; sin embargo, de
manera expresa decía que estos derechos no eran limitativos. Por tanto, se recogían en las leyes
adjetivas así como también en los tratados internacionales de derechos humanos que el Estado
dominicano tiene suscritos o ratificados, que en este caso integraban el bloque de
constitucionalidad.

La Reforma Constitucional del 2010 le dio una orientación distinta a lo que había sido el Estado
dominicano hasta ese momento. El Estado Social y Democrático de Derecho prioriza los
derechos fundamentales, incorpora nuevos derechos, y al mismo tiempo, identifica los
procedimientos que garantizan que estos derechos sean reales, posibles y alcanzables por los
ciudadanos. (Fernández León, 2003)

Como bien señala Peces-Barba, las tradiciones lingüísticas de los juristas atribuyen al término
“derechos fundamentales” esa dimensión vinculándola a su reconocimiento constitucional o
legal. (Jorge Prats, 2010)

Los derechos fundamentales son “aquéllos imbuidos del carácter de esenciales para la persona
humana, se encuentran constitucionalizados, son inviolables e imprescriptibles y operan siempre
a favor del justiciable. Se apoyan en la irrebatible necesidad de mesurar el ejercicio de la función
jurisdiccional con el fin de hacer efectivas las garantías inalienables”. (Miguez Macho, 2005)

Otra definición sobre derechos fundamentales, que nos ayudará a un mejor entendimiento es la
del profesor Ansuátegui, quien dice:

30
…fundamentales son aquellos derechos que están recogidos o garantizados en normas básicas de
un ordenamiento jurídico o que, aunque no lo estén, tienen una existencia y un contenido
esencial y condicionante respecto de otros derechos o contenidos “inferiores” o “menores” de
este sistema, o que también recogen o expresan valores y principios considerados fundamentales
en ese sistema. (Miguez Macho, 2005)

En este concepto que expresa el citado profesor, se indican que lo importante a destacar es que
dichos derechos se encuentren avalados en una norma básica (normas superiores) dentro del
ordenamiento jurídico del Estado, y aporta, además, que si no están recogidos, por lo menos que
forme parte indispensable de los valores y principios en los que se fundamenta el sistema
jurídico.

La profesora española de la UC3M (Peces-Barba Martínez, 1999), María del Carmen Barranco,
indica que la concepción de los derechos fundamentales aparece como la expresión más idónea
para destacar dos elementos; uno de ellos es la relevancia moral de una idea que compromete la
dignidad humana y sus objetivos de autonomía moral, el otro elemento es la importancia jurídica
que convierte a los derechos en norma básica material dentro de un determinado ordenamiento, y
en instrumento necesario para que el individuo desarrolle en la sociedad todas sus
potencialidades. (Pérez Luño, 1988)

Algo que no se puede dejar de lado, es lo relacionado a la naturaleza y función de los derechos
fundamentales en el conjunto del ordenamiento constitucional. Los derechos fundamentales
están conectados a unos valores que integran el tipo de “estado constitucional”, en especial a la
dignidad. Por tanto, los derechos fundamentales están inmersos en el conjunto del sistema
constitucional de valores: “todo derechos fundamental está en correspondencia a su peculiaridad
y a su concreta regulación jurídico-constitucional, en una relación axiológica, específica, solo
para él, con los otros bienes jurídico-constitucional”. (Ramírez Morillo, 2010)

Para el profesor Haberle, los derechos fundamentales tienen como fin preservar frente a la
injerencia estatal determinados ámbitos vitales de los individuos, toda intervención sobre ellos a
través de la legislación no pueden entenderse más que como una limitación. Lo que nos quiere

31
decir, desde el punto de vista institucional de los derechos fundamentales es por un lado,
autorización al legislador para conformar y limitar la libertad; y, por el otro lado, es un límite
para el mismo legislador. Por tanto, tiene una doble función la de la limitación y la de la
conformación de los derechos fundamentales.

2.2.- Aproximación conceptual.


A pesar de que en el proceso reformador de la Constitución de la República que culminó con la
reforma integral de la Carta Magna, el 26 de enero del 2010, el pueblo dominicano incrementó
significativamente su conocimiento sobre la Ley Fundamental del Estado, todavía es mucho lo
que se debe hacer a los fines de que las personas conozcan a cabalidad sus Derechos
Fundamentales.

Los Derechos Fundamentales constituyen en esencia el conjunto de los derechos inalienables de


la persona humana, o sea aquellos derechos de los cuales el ser humano es titular por el solo
hecho de ser persona, y que por tanto, no le pueden ser negados, ni arrebatados, ni perturbados.

Los Derechos Fundamentales son sinónimo de Derechos Humanos.


Ahora, en los tiempos en que vivimos, la principal responsabilidad del Estado es ser garante de
esos derechos fundamentales, ya que estos tienen primacía sobre los demás derechos.

Es importante acotar, que uno de los principales logros que ha tenido el sistema político
democrático en beneficio de la humanidad, ha sido el hecho de que todos los Estados miembros
de la Organización de las Nacionales Unidas (ONU) asumieran el compromiso y la
responsabilidad de ser garantes y protectores de los derechos inalienables de las personas,
independientemente o no de que los mismos estén consagrados en la Constitución o Ley
Sustantiva del Estado.

El concepto Derechos Fundamentales tiene su origen en Francia, y de forma específica en el


proceso previo a la Revolución que condujo a la Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano en 1789.

32
A partir de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, momento histórico en
que se consagran los derechos y las libertades públicas, los Derechos Fundamentales entraron en
un proceso evolutivo.

En la historia de los Derechos Fundamentales hasta hace poco se hablaba de tres generaciones
que corresponden a momentos históricos de grandes avances y conquistas para la humanidad
Revolución Francesa, Revolución Industrial y Segunda Guerra Mundial.

La clasificación de los Derechos Fundamentales en tres generaciones fue obra del prominente
jurista checo, Karel Vasak. Sin embargo, con la llegada del mundo tecnológico, fue necesario
definir una cuarta generación de los Derechos Humanos.

Los Derechos Fundamentales de la primera generación son los derechos civiles y políticos. Los
de Segunda generación son los Derechos económicos, sociales y culturales. Los de Tercera
generación son aquellos que tratan sobre el derecho que tienen las personas a nacer y vivir en un
medio ambiente sano, libre de contaminaciones.

Los derechos de la Cuarta generación son aquellos que tratan de proteger la condición humana
en la sociedad tecnológica.

El constituyente que llevó a cabo la majestuosa obra de la reforma constitucional del 2010,
organiza los Derechos Fundamentales en cuatro categorías, que son: Derechos civiles y políticos,
derechos económicos y sociales, Derechos culturales y deportivos, y Derechos colectivos del
medio ambiente.

Los Derechos Fundamentales están contemplados en los artículos 37 al 67 de la Carta Magna.


Nos preocupa el hecho de una parte importante de la población de la República Dominicana a
esta altura de juego, todavía desconozca sus Derechos Fundamentales.

33
La labor de educar a las personas en torno a sus Derechos Fundamentales debe comenzar en el
Primer Curso de la Educación Básica, pero también, esa labor educativa debe llevarse a cabo a
través de los medios de comunicación, sobre todo, de la televisión y la radio.

Hasta que una persona no conoce a plenitud sus derechos y sus deberes frente al Estado y frente
a la sociedad, no es una persona libre.

Esa libertad plena la alcanzaremos cuando la generación de niños, niñas y adolescentes que
reciban formación educativa básica asuman los roles de cabezas de familias, gerentes de
empresas y liderazgos políticos y sociales. Entonces ellos se encargarán de que sus descendientes
desde que tengan uso de la razón sean edificados en sus propios hogares en torno al
comportamiento y la conducta que deben asumir.

Mientras tanto, es necesario que el Estado en sus diversas estructuras, los empresarios y
productores de los medios de comunicación, en una acción mancomunada con los liderazgos
políticos, sociales, religiosos, profesionales y agentes de opinión pública, asumamos en conjunto
la noble tarea de incrementar el acervo de las personas en torno a sus Derechos y Deberes
Fundamentales.

En las naciones más civilizadas del mundo en los actuales momentos se están llevando a cabo
discusiones profundas en torno a lo que serían la Quinta y Sexta generación de los Derechos
Humanos.

2.3.- Antecedentes y evolución de los derechos fundamentales.


Se entiende por derechos fundamentales aquellos de los que es titular el hombre no por graciosa
concesión de las normas positivas, sino con anterioridad e independientemente de ellas, y por el
mero hecho de ser hombre, de participar de la naturaleza humana. Consecuencia inmediata de lo
anterior es que tales derechos son poseídos por toda persona, cualquiera que sea su edad, raza,
sexo o religión, estando, por tanto, más allá y por encima de todo tipo de circunstancia
discriminatoria.

34
Algunos autores, al definir estos derechos, añaden el dato de que el ejercicio de los mismos no
puede ser cohibido por el poder, que, al contrario, está obligado a reconocerlos y garantizarlos;
así, por ejemplo, TRUYOL Y SERRA dice que son " (aquellos derechos) que el hombre posee
por el hecho de ser hombre, por su propia naturaleza y dignidad; derechos que le son inherentes y
que, lejos de nacer de una concesión de la sociedad política, han de ser por ésta consagrados y
garantizados...". Sin embargo, aunque ello sea ciertamente así, cree FERNANDEZGALIANO, al
que seguimos en esta idea, que la exigencia de respeto a los derechos fundamentales por parte
del poder es, más que una nota esencial de los mismos, una inevitable consecuencia de su
carácter fundamental.

La denominación utilizada para designar estos derechos es muy variada. Con frecuencia, se les
llama derechos del hombre, derechos humanos, derechos de la persona humana, designaciones
que incurren en redundancia, puesto que sólo el hombre puede ser titular de derechos, sean
cuales fueren, si bien tienen a su favor la práctica de su uso. Se habla también de derechos
naturales, término con el que se alude a su fundamento en la naturaleza humana; y de derechos
fundamentales, queriendo señalar que afectan a las dimensiones más entrañables del ser humano.
Nosotros vamos a utilizar esta última terminología porque goza de una especie de marchamo
oficial, en cuanto que es la fórmula utilizada frecuentemente por la Carta de las Naciones Unidas
de 1945, la Constitución Española de 1978, y otras normas nacionales e internacionales.

Los derechos fundamentales son, en sí mismos, derechos subjetivos y, por tanto, les son de
aplicación las notas que la doctrina científica suele asignar a éstos. Pero es obvio que, por su
condición de fundamentales, gozan de una especial relevancia que les destaca por encima de los
demás y que se manifiesta en una porción de caracteres, ya no compartidos por los otros
derechos, sino exclusivos de ellos. Mencionaremos a continuación dichas condiciones:
1. Los derechos fundamentales son imprescriptibles, es decir, no les afecta el instituto de la
prescripción, sin que, por tanto, se adquieran ni pierdan por el simple transcurso del
tiempo.
2. Son también inalienables, esto es, no transferibles a otro titular, a diferencia de lo que
sucede con los demás derechos, en los que la regla general es la alienabilidad, aunque se
den ciertas excepciones a la misma.

35
3. Son asimismo irrenunciables, o lo que es lo mismo, el sujeto no puede renunciar a la
titularidad de los derechos fundamentales, a diferencia, como en los casos anteriores, de
lo que ocurre con los derechos en general, que son renunciables en las condiciones que
las leyes establecen.
4. Los derechos fundamentales son, por último, universales, entendiendo el término en el
sentido de que todos ellos son poseídos por todos los hombres, lo cual quiere decir, que
entre las personas se da una estricta igualdad jurídica básica, referida a los derechos
fundamentales .No podía ser de otro modo, dado que todos los hombres participan de
igual modo de la misma naturaleza: un ser es lo que es de manera total; no caben
gradaciones a la hora de poseer una naturaleza.

En todos los textos, desde hace doscientos años, es constante la apelación a esta igualdad de
derechos. Por ejemplo, en la Declaración francesa de 1789, artículo primero, se reconoce que
"los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos"; en la encíclica de JUAN XXIII
"Pacem in Terris" de 11 de abril de 1963, se lee: "En toda convivencia humana bien ordenada y
provechosa hay que establecer como fundamento el principio de que todo hombre es persona....y
que, por tanto, el hombre tiene por sí mismo derechos y deberes que dimanan inmediatamente y
al mismo tiempo de su propia naturaleza. Estos derechos y deberes son, por ello, universales e
inviolables y no pueden renunciarse por ningún concepto".

Cuestión en la que merece la pena detenerse es la de la limitación o ilimitación de los derechos


fundamentales. A primera vista, pudiera parecer que, afectando a las dimensiones más básicas de
la persona, resultaría contradictorio concebirlos como limitados. Y así, en efecto, la Declaración
francesa de 1789 los configuró como absolutos, pues las limitaciones a su ejercicio que preveía
se entendían como excepciones al principio general de la ilimitación. El artículo 4 rezaba así:"
La libertad consiste en poder hacer todo lo que no daña a los demás. Así, el ejercicio de los
derechos naturales de cada hombre no tiene más límites que los que aseguran a los demás
miembros de la sociedad el goce de estos mismos derechos. Estos límites sólo pueden ser
determinados por la Ley"

36
Este modo de ver las cosas fue consecuencia del pensamiento liberal individualista que, en buena
parte, inspiraba a los revolucionarios franceses y que más adelante se hizo patente también en el
Código de Napoleón. El talante individualista tiene un precedente remoto en el Derecho romano,
que acuñó el aforismo “qui suo iure utitur neminem laedit”, que encierra la idea de que el
ejercicio de cualquier derecho no reconoce límite alguno, ni siquiera el de la posible lesión a
terceros.

La doctrina actual, sin embargo, se encuentra muy alejada de aquella concepción: niega que los
derechos fundamentales tengan carácter absoluto y admite, en consecuencia, que el ejercicio de
los mismos debe estar sometido a ciertas limitaciones. Dos consideraciones avalan esta postura,
una de índole filosófica y otra de carácter sociológica. En cuanto a la primera, parte del hecho de
que los derechos son proyecciones del sujeto en cuya personalidad se insertan; pero siendo la
persona esencialmente limitada, esta limitación tendrá forzosamente que afectar también a los
derechos de que el hombre sea titular. Por otro lado, como el hombre está sometido al orden
moral, las prescripciones de éste, constituirán también un límite para el ejercicio de los derechos
naturales, por el principio de la subordinación de lo jurídico a lo moral.

El segundo argumento se basa en el dato del indeclinable carácter social que tiene todo lo
jurídico. El Derecho se mueve siempre dentro de un contexto social, por lo que en él han de
ejercitarse los derechos subjetivos; ahora bien, la presencia en el grupo de otros sujetos con
idénticos derechos que el titular impondrá necesariamente unos límites a la actuación de éste: mi
derecho terminará allí donde comience el derecho del otro, de igual condición que el mío. De
otra parte, la convivencia social hace nacer las realidades de orden público y bien común, que
entrañan unos valores evidentemente supraindividuales, de donde resulta que el ejercicio de los
derechos fundamentales vendrá afectado por las limitaciones que le impongan los derechos de
los demás, el orden público y el bien común. El alcance y modalidad de tales limitaciones debe
ser señalado por las normas positivas.

Podría hablarse todavía de otro tipo de límites de los derechos fundamentales por razón de la
finalidad misma que el derecho tenga. Cada derecho fundamental protege un determinado valor
de la persona, de modo que sólo se justifica, en tanto en cuanto su ejercicio sea realizado con esa

37
orientación teleológica; ejercer un derecho más allá de su expresa finalidad no es ya usar el
derecho, sino abusar de él. Precisamente sobre esta base se elaboró en el siglo XX por la doctrina
y la jurisprudencia la teoría del abuso del derecho, que se opone a la concepción individualista
antes mencionada. Es verdad que la doctrina del abuso del derecho se ha formulado en relación
con el ejercicio de los derechos positivos, pero sin duda es perfectamente aplicable también a los
derechos fundamentales.

2.4. La cuestión filosófica de los derechos fundamentales.


De entre las diversas corrientes doctrinales que sobre esta cuestión existen, destacamos las dos
más seguidas, a saber: la positivista legalista y la propia del iusnaturalismo.

La primera, defendida en nuestro país, por el profesor PECES-BARBA MARTINEZ


principalmente, se sustenta en la idea de que el origen de los derechos fundamentales son las
fuentes del ordenamiento jurídico-positivo, de tal forma que "su fundamento último, como
Derecho y no como valores, será la voluntad popular a través de su participación en los órganos
del Estado", hablando también de "la función del juez en la creación de los derechos
fundamentales". En definitiva, para esta escuela, sólo es Derecho aquello que viene recogido en
las leyes, y, en particular, derechos fundamentales los reconocidos y amparados por una norma
positiva.

Esta tesis adolece de los siguientes problemas, según el profesor FERNANDEZ-GALIANO:


Si no reconocemos la existencia de derechos anteriores a los que pueda otorgar un Estado, ¿cómo
justificaríamos el derecho de resistencia que, desde tiempos escolásticos, se otorga a los súbditos
de un Estado tiránico?.

Repugna a la conciencia y a la dignidad humana admitir que el que el hombre ostente o no los
llamados derechos fundamentales, dependa tan sólo de la vigencia de las normas que quieran
otorgarlos, amén del riesgo que se corre de que el legislador pueda actuar en un plano puramente
voluntarista y caer en posiciones autoritarias.

38
Más acertada, nos parece, pues, la tesis iusnaturalista defendida por autores como SANCHEZ
DE LA TORRE, PEREZ LUÑO, MONTORO BALLESTEROS, etc..., según, la cual, y de modo
resumido, los derechos fundamentales constituyen una dotación jurídica básica igual para todas
las personas, puesto que todas participan por igual de la naturaleza humana, frente a lo que
ocurre con los otros derechos, que cada persona los ostentará o no según las circunstancias en
que se encuentre.

Debe, por último, regular su ejercicio, estableciendo sus correspondientes límites, pues, como
hemos visto anteriormente, el respeto a los derechos de los demás, el orden público y el bien
común los condicionan necesariamente.

2.5. Las generaciones de derechos fundamentales. Su evolución.


La historia de la aparición y evolución de los derechos fundamentales comienza en la Edad
Media. En la Antigüedad no sólo no existieron reconocimientos por parte del poder, sino que ni
siquiera se planteó el tema en el terreno teórico; lo cual, por otra parte, no puede sorprender si se
tiene en cuenta que para que surja la conciencia de que la persona es portadora de unos ciertos
fines y valores para la realización de los cuales posee unos derechos innatos e indeclinables es
preciso, ante todo, que exista el concepto mismo de persona, el cual, fue una aportación del
cristianismo. Por otra parte, la toma de conciencia de que existen unos derechos que las leyes
tienen que respetar exige la previa creencia en un Derecho que está por encima del positivo, y
hasta bien avanzada la Edad Media, no hallaremos una sólida construcción del iusnaturalismo.

Pero, aun contando con una doctrina iusnaturalista, todavía no se encuentra el terreno abonado
para elaborar una teoría de los derechos fundamentales, porque ésta había de basarse,
lógicamente, en una teoría de los derechos subjetivos. En efecto, los llamados derechos
fundamentales tienen - como antes señalábamos - unas características típicas pero son, desde
luego, derechos subjetivos, facultades del sujeto; y es el caso que el pensamiento medieval, aun
conociendo el concepto, como ya lo conocieron los romanos, no acierta a construir una teoría del
derecho subjetivo, con lo que falta la base lógica, necesaria, para poder hablar de los derechos
fundamentales.

39
Por eso, ni siquiera en el Medievo podemos hallar expresiones vigorosas y sistemáticas de los
derechos fundamentales, que, en la forma como hoy los entendemos, no aparecen en la vida
política de Europa hasta entrada ya la Edad Moderna.

En efecto, los documentos medievales sobre la materia contienen no auténticas declaraciones,


sino privilegios que el monarca concede a un grupo de súbditos, a un estamento social, a los
habitantes de una ciudad, etc...Tienen, por consiguiente, un claro matiz esporádico y
fragmentario por un doble motivo: por referirse sólo a ciertos derechos o libertades, y por afectar
únicamente a determinado grupo de súbditos. Por otra parte, es de destacar también que estos
precedentes medievales ostentan un carácter paccionado o contractual; ante excesos e
intromisiones de la autoridad del monarca surge la queja de los vasallos y, constreñido por ella,
acuerda aquél con sus súbditos que en los sucesivo el poder real respetará esta o aquella libertad,
lo cual en definitiva, equivale a conceder al grupo beneficiado una situación de privilegio en
relación con el resto de los súbditos.

La historia de los derechos fundamentales va a pasar en la Edad Moderna, por diferentes fases,
pero hay un dato que debemos destacar como muy característico, a saber: que a partir del siglo
XVI ya no encontraremos, como hasta ahora, privilegios o concesiones a favor de grupos o
estamentos determinados, sino que las garantías y seguridades ofrecidas por el poder real se
dirigen a todos los súbditos, con lo que se instaura un principio de generalidad que ya no será
abandonado.

La Edad Moderna se ve convulsionada, en sus mismos comienzos, por las guerras religiosas, que
concluyeron con la denominada Paz de Augsburgo (1555), en la que se consagró el principio
cuius regio, eius religio, en virtud del cual los súbditos habrán de profesar la religión oficial, es
decir, la del príncipe que gobierne el territorio donde aquéllos residan.

Esta solución constituía un flagrante ataque a la libertad de conciencia, por lo que fue la chispa
que hizo nacer el movimiento en pro de la conquista de los primeros derechos fundamentales; y
así, la aspiración más apremiante en este terreno fue la de conseguir de los reyes, el

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reconocimiento del derecho a la libertad de pensamiento y del derecho a profesar libremente una
religión.

Aquietada la cuestión religiosa, los esfuerzos se orientaron hacia la conquista de los derechos
civiles y algunos derechos políticos. Fue en Inglaterra, cuna del liberalismo lockiano, donde más
pronto se cumplieron estas aspiraciones, plasmadas en tres célebres documentos: la Petition of
Rights (1628), la Ley de Habeas Corpus (1679) y la Bill of Rights (1689), verdadera declaración
de derechos y libertades, pero aún con carácter nacional.

Un paso más en el proceso evolutivo de los derechos fundamentales va a producirse cuando en


las Declaraciones se borre esa referencia exclusiva a un pueblo determinado y no hable ya de los
derechos de los ingleses, sino de los derechos de los hombres. Esta universalización de los
derechos fundamentales reconoce como una de sus causas el influjo del espíritu iusnaturalista,
del Derecho Natural que tan sistemáticamente había construido la Escuela racionalista durante el
siglo XVII y que pregonaba como uno de sus dogmas centrales la existencia de un ordenamiento
jurídico superior al positivo y aplicable a todos los hombres, del que se desprendían unos
derechos igualmente atribuibles a todo ser humano.

Este paso, con el que se inician las auténticas Declaraciones de derechos modernas, lo dan
también los ingleses, pero no en las islas, sino en las colonias americanas, en el momento mismo
de acceder a su independencia: por ejemplo, la Declaración de derechos del buen pueblo de
Virginia (1776); Declaración de independencia de los Estados Unidos de 4 de julio de 1776.

Los mismos vientos inspiradores que habían soplado en América llegaron también a Francia,
dando lugar, en los momentos iniciales de la Revolución, a la Declaración de los Derechos del
Hombre y del Ciudadano (1789). De claro signo burgués, heredado, sin duda, del pensamiento de
LOCKE, los derechos que en ella destacan son los individuales y, de modo singular, la libertad y
la propiedad, de naturaleza inviolable y sagrada; además, dada la situación de igualdad se van a
reconocer la igualdad ante la ley de todos los ciudadanos y el acceso a los cargos políticos y
públicos (son los llamados derechos fundamentales de "primera generación").

41
Sin embargo, el modelo de Estado Liberal no consigue los fines que pretendía: la igualdad de los
ciudadanos. Así es, la clase trabajadora, no podía actuar libremente en sus relaciones con el
capital, al encontrarse aislada e inerme dado que la Asamblea Nacional abolió los gremios y
cuerpos intermedios, que a fin de cuentas proporcionaban a la clase trabajadora una cierta
posibilidad de acción concertada que le permitiera hacer frente a las exigencias, con frecuencia
desmedidas, del capitalismo.

Por ello, durante el siglo XIX, la lucha por los derechos fundamentales se orienta hacia la
conquista de los derechos sociales, económicos y culturales, que garanticen el trabajo, la libertad
de sindicación, sufragio universal, derecho a la educación, etc...Las reivindicaciones del
proletariado, con sus concomitantes convulsiones sociales, llenan la inquieta historia del siglo
XIX, si bien en el aspecto que nos interesa, aquéllas no se materializan en realizaciones
concretas hasta entrado ya el siglo XX, con alguna excepción, como la Constitución francesa de
1848, que hace ya referencia a determinados derechos de los trabajadores.

Característica destacada del siglo XIX es la de que se abandona el procedimiento de formular los
derechos fundamentales en solemnes Declaraciones, para dar cabida a los mismos en las
Constituciones de los Estados, con lo que ya no son simples enunciaciones programáticas, sino
que quedan incorporados a la norma jurídica fundamental de cada país. De modo paralelo,
desaparece el tono normalmente enfático de las Declaraciones clásicas, que es sustituido por un
estilo más recortado y técnico, propio del lenguaje jurídico, buscándose de esta manera declarar
un repertorio de libertades concretas y de garantías de las mismas.

La reivindicación de los derechos económicos, sociales y culturales, que hemos visto iniciarse en
el siglo XIX, culmina, a partir de la segunda década del siglo XX, en el reconocimiento efectivo
de aquéllos en no pocos países, completándose así, aunque no de forma definitiva como veremos
enseguida, el cuadro de los derechos fundamentales: individuales, políticos, y los llamados de
"segunda generación", los ya citados de naturaleza económica, social y cultural. Las dos
Constituciones que antes y más desarrolladamente dan el paso son la mejicana de 1917, y la
alemana de 1919. Tras la Segunda Guerra Mundial, y la caída de los fascismos, el Estado se
obliga a hacer efectivos estos derechos en Constituciones tales como la francesa de 1958, la

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italiana de 1947 y la alemana de 1949, apareciendo además, dada la brutalidad de las dos guerras
mundiales, proclamaciones de protección de los derechos fundamentales de carácter
supranacional, como la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, el Convenio
de Roma de 1952, la Carta Social Europea de 1961, etc...

A partir de los años setenta, con la desaparición de algunos regímenes autoritarios en Europa
(Portugal y España), los nuevos textos constitucionales que se crean en estos países incorporan,
como es lógico, los derechos ya mencionados, junto a otros nuevos, conocidos como de "tercera
generación", tales como la protección del medioambiente, la protección de los datos informáticos
para evitar injerencias en la intimidad individual, acceso a los medios de comunicación de
titularidad pública de los grupos sociales, etc...También se protegen ciertos sectores de la
población que se encuentran en una situación de desigualdad, como es la infancia, la juventud, la
mujer y la tercera edad, los minusválidos y el respeto a las minorías.

2.3. Los derechos fundamentales y los derechos humanos.


Tradicionalmente, en el orden estatal, se han entendido, sobre todo por autores de derecho
constitucional y político, los conceptos de derechos fundamentales y derechos humanos como
divergentes, a saber, con un significado diferente. A decir verdad, el concepto derechos
fundamentales es el que se ha impuesto en la doctrina constitucional, sobre todo, por la
influencia de la experiencia alemana.9 Así, Aldunate señala que:

La identificación entre derechos fundamentales con derechos consagrados positivamente en la


Constitución corresponde precisamente a la Ley Fundamental de Bonn: los Grundrechte
(literalmente, derechos fundamentales) son, precisamente, los derechos garantizados por dicha
Ley Fundamental. Esto facilita las cosas a la doctrina alemana ya que, para el tratamiento del
tema sólo recurre, en general, a dos categorías: derechos humanos (Menschenrechte) y derechos
fundamentales (Grundrechte). A partir del texto de la Constitución de 1978 (título I, "De los
derechos y deberes fundamentales"), la doctrina española ha acogido este mismo sentido para la
expresión "derechos fundamentales".

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Esta distinción que se realiza comúnmente en sede constitucional y política no existe en el
ámbito del derecho internacional, y tampoco, naturalmente, en el derecho internacional de los
derechos humanos, como no sea para enfatizar la fuerza vinculante y la jerarquía normativa de
unos determinados derechos humanos. Por lo tanto, examinar esta diferenciación, que es propia
del derecho interno de los Estados, tiene importancia porque, a menudo, la doctrina
constitucional arranca consecuencias jurídicas diversas de unos —derechos fundamentales— o
de otros —derechos humanos—, las cuales tienden a producir sus efectos en el orden interno de
los Estados.

En este sentido, cabe tener presente que los derechos humanos han nacido —con distintas
denominaciones que han respondido a los fundamentos filosóficos, históricos, económicos,
políticos y constitucionales de cada época en particular—, fundamentalmente, en el seno del
Estado y del orden constitucional. Las declaraciones de derechos del siglo de las luces se referían
principalmente, debido al contexto histórico específico en que nacieron, a lo que hoy
denominaríamos los derechos civiles y políticos. En general, los derechos económicos, sociales y
culturales son un logro posterior del derecho internacional, tal como lo demuestra la creación de
la Organización Internacional del Trabajo, al fin de la Primera Guerra Mundial. Así, estas
declaraciones inspiraron fuertemente el reconocimiento posterior de los derechos humanos en el
orden internacional, esencialmente, a partir de la Segunda Guerra Mundial.

Sin embargo, la evolución de los derechos humanos, posterior a la Segunda Guerra Mundial, ha
sido más vertiginosa en el ámbito internacional que en el estatal, y este último ha sido poco
receptivo y reactivo a las condiciones de vida contemporáneas. De este modo, se podría
argumentar que el derecho constitucional ha quedado empantanado y no ha seguido la evolución
que han vivido los derechos humanos en el ámbito internacional, mucho más dinámica —
proactiva frente a las nuevas necesidades sociales— y evolutivas que el ámbito interno y, en
particular, que el derecho constitucional.

Una manifestación de ello, como se verá a continuación, es que todavía hoy el derecho
constitucional continúa usando distinciones entre los derechos que estuvieron vigentes en el
ámbito internacional durante la época de la guerra fría, pero que ya no lo están, en el orden

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internacional actual. Por otro lado, este uso por parte del derecho constitucional de categorías
muestra un grado de penetración y de interacción del derecho internacional en el derecho
constitucional. En este contexto, se puede apreciar que —en el orden de los derechos humanos—
el derecho constitucional ha sido más conservador, y que ha sido menos abierto al dinamismo y a
la evolución, que el derecho internacional, y ello es porque la comunidad internacional, mucho
más heterogénea, tiende —producto de dicha heterogeneidad— al dinamismo y a la evolución, a
diferencia de la sociedad estatal, la cual se orienta —producto de su relativa homogeneidad— a
la estaticidad y al lento desarrollo, y, en todo caso, en el ámbito de los derechos humanos, más
lento que en el derecho internacional.

Dicho de otro modo, tal como se examinará a continuación, la doctrina constitucional,


particularmente en América Latina, distingue entre derechos fundamentales y derechos humanos,
sosteniendo, en términos generales —como se verá—, que no todos los derechos humanos son
derechos fundamentales, sólo son derechos fundamentales los que la Constitución considera
como tal. A partir de esta distinción, arrancan y se extraen una serie de consecuencias que, en
nuestra opinión, podrían producir el efecto de socavar la posición de preeminencia que debe
ocupar el ser humano, individual y colectivamente hablando, en la comunidad estatal.

1. Debates doctrinales en Europa


Si bien es posible constatar una dominación del concepto de derechos fundamentales en la
doctrina constitucional, el entendimiento que de dicho concepto se tiene a veces es variado y
presenta matices diferentes. La doctrina latinoamericana y la europea, en este sentido, van de la
mano, aun cuando es acusada la influencia que la doctrina europea ha ejercido en la doctrina
latinoamericana.

La doctrina alemana, precursora de la terminología de derechos fundamentales, la ha mantenido


y desarrollado, comprendiendo, en el caso de Häberle, los derechos fundamentales como
derechos públicos subjetivos.

Desde la perspectiva de la doctrina española, García Roca ha resaltado esta divergencia al


señalar que "los derechos 'humanos', y con más razón los que además gozan del rango

45
constitucional de 'fundamentales', son uno de los límites más importantes al ejercicio del poder".
Por su parte, el profesor Pérez Luño sostiene la separación entre estos dos términos cuando
señala que:
Estas dos nociones de derecho no significan lo mismo, por más que exista una profunda
interrelación entre ambas. Los derechos humanos poseen una insoslayable dimensión
deontológica. Se trata de aquellas facultades inherentes a la persona que deben ser reconocidas
por el derecho positivo. Cuando se produce ese reconocimiento aparecen los derechos
fundamentales, cuyo nombre evoca su función fundamentadora del orden jurídico de los Estados
de derecho. Por tanto, los derechos fundamentales constituyen un sector, sin duda el más
importante, de los ordenamientos jurídicos positivos democráticos.

Además, este mismo autor ha propuesto como definición de derechos humanos aquella que
consiste en "un conjunto de facultades e instituciones que, en cada momento histórico, concretan
las exigencias de la dignidad, la libertad y la igualdad humanas, las cuales deben ser reconocidas
positivamente por los ordenamientos jurídicos a nivel nacional e internacional". Mientras que,
este mismo autor, ha señalado que "se puede entender que derechos fundamentales son aquellos
derechos humanos garantizados por el orden jurídico positivo, en la mayor parte de los casos en
su normativa constitucional, y que suelen gozar de una tutela reforzada".

La profesora Garrido Gómez también ha insistido en esta dicotomía, al señalar que:


El término derechos humanos es el más tradicional en el uso referido a los derechos positivados
que, en el plano internacional, se traducen en exigencias morales o naturales reclamadas como
derechos básicos e, incluso, es el vocablo que se usa para hacer alusión a las exigencias que, con
determinadas condiciones y relacionadas con la dignidad, la libertad y la igualdad de la persona,
aún no han alcanzado un estatuto jurídico-positivo. En cambio, a los derechos fundamentales hay
que circunscribirlos como derechos humanos positivados en el plano estatal.

En el caso de Jiménez Campo, queda aún más clara la diferencia que en el ámbito constitucional
y político se efectúa, cuando señala que "un derecho fundamental es ante todo un derecho creado
por la Constitución, y esto no significa otra cosa, en lo que ahora importa, sino preexistencia del
derecho mismo al momento de su configuración o delimitación legislativa".

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El profesor español Martín-Retortillo, sin embargo, utiliza indistintamente los conceptos
derechos humanos y derechos fundamentales, como intercambiables. La misma posición
pareciera desprenderse de algunos textos de Carrillo. A veces, pudiera pensarse que por el sólo
hecho de estar inserto en una Constitución o en un texto de carácter constitucional, esos derechos
que protegen la dignidad humana debieran llamarse derechos fundamentales. Esta es la
impresión que se desprende cuando se aborda la Carta de los Derechos Fundamentales de la
Unión Europea. Pero, luego, cuando se examina el tratamiento que hacen del tema profesores
como Alonso García, que habla de "la construcción de los derechos fundamentales comunitarios"
o cuando se aborda "la relación de la Carta con otros instrumentos internacionales y nacionales
de protección de los derechos fundamentales", se genera la impresión, según la cual —para estos
autores— se produce una suerte de simbiosis con los términos.

Sin embargo, Solozábal Echavarría, cuando explica el porqué de la fundamentalidad de los


derechos, pareciera que apunta más a su jerarquía que a su positivación en el texto
constitucional, pues insiste en hablar de derechos constitucionales. Así, este autor explica que:

Los derechos constitucionales no deben su fundamentalidad al nivel de su eficacia o a su


protección institucional o procesal, pues estos aspectos de los derechos fundamentales no son la
causa de su valía, sino sólo el exponente de la misma. Así, los derechos fundamentales se
protegen por su importancia, pero, obviamente, no deben su importancia a su protección. De
modo que para nosotros no hay sino una fuente, o un criterio, necesariamente material, de la
fundamentalidad de los derechos constitucionales, a saber: el de su relación, determinada
ideológica, o teórica, o históricamente, o mediante referencias de este triple orden, con la
dignidad y la libertad de la persona humana.

También dentro de la doctrina española, Robles ha considerado que el concepto derechos


humanos o derechos del hombre llamados clásicamente derechos naturales, y en la actualidad
derechos morales, no son en realidad auténticos derechos —protegidos mediante acción procesal
ante un juez— sino criterios morales de especial relevancia para la convivencia humana, y que
en todo caso, "una vez que los derechos humanos, o mejor dicho, determinados derechos
humanos, se positivizan, adquieren la categoría de verdaderos derechos protegidos

47
procesalmente y pasan a ser derechos fundamentales, en un determinado ordenamiento jurídico";
o lo que es lo mismo: los derechos fundamentales son derechos humanos positivados.23 En
cambio, un gran exponente de la doctrina española, como Diez-Picazo, no considera que haya
'diferencia sustancial' entre derechos humanos y derechos fundamentales. Este autor señala que:

Ciertamente, el concreto régimen jurídico y, en especial, los mecanismos de protección de los


derechos variarán según cual sea la norma en que estén reconocidos; pero ello no autoriza a
olvidar que se trata siempre de derechos tendentes a salvaguardar unos mismos valores que,
desde un punto de vista moral y político, se consideran básicos para la convivencia humana.

Al mismo tiempo, el destacado profesor español Peces-Barba ha afirmado que el concepto


'derechos fundamentales' es más preciso que el de 'derechos humanos' y "carece del lastre de la
ambigüedad que ésta supone". Exactamente, en esta misma línea, no por ello menos paradójica,
se encuentra la profesora Barranco Avilés cuando señala que el reproche fundamental al
concepto derechos humanos viene dado por la imprecisión, la ambigüedad, la vaguedad y
emotividad del mismo, lo que constituye un obstáculo para distinguir entre la dimensión ética y
jurídica de la categoría. Continúa esta autora, cuando nos referimos a derechos fundamentales,
por tanto, estamos haciendo referencia a una categoría jurídico-positiva. Por esta razón, señala
Barranco Avilés, 'derechos humanos' se contrapone a 'derechos fundamentales'. Por ahora, baste
con adelantar que no se comprende cómo el concepto derechos humanos puede ser ambiguo y
estar desprovisto de juridicidad, pues en la historia posterior a la Segunda Guerra Mundial ha
habido jurisdicciones, internas e internacionales, que han juzgado y condenado a individuos por
violaciones de los derechos humanos, respecto de los cuales se afirma que son ambiguos, no
jurídico-positivos, y que configuran programas sobre lo deseable.

La doctrina francesa, por su parte, mantiene esta misma separación, asignándole a los derechos
fundamentales el carácter de 'derechos y libertades constitucionalmente garantizados' y agrega la
categoría de las libertades públicas. Los autores franceses sostienen que:
Los derechos humanos que son exigencias políticas y morales, más o menos inspiradas por el
liberalismo político y sus extensiones, consideradas fuera de todo contexto propiamente jurídico.
Si, en la perspectiva de los derechos humanos, los sistemas jurídicos deberían respetar ciertos

48
imperativos, ellos no se preocupan de los medios jurídicos que permitirían alcanzar dicho
respeto. En cambio, la cuestión de saber si tal o cual derecho fundamental existe en tal o cual
sistema según tal o cual modalidad es enteramente independiente de la cuestión de saber, si tal
como existe, ese derecho fundamental corresponde o no, a tal exigencia de derechos humanos.

En Francia, la difusión de la expresión 'derechos fundamentales' ha sido muy lenta.28 A partir de


la decisión de 16 de julio de 1971 del Consejo Constitucional francés, llamada decisión de "la
libertad de asociación", el juez constitucional deja de ser sólo el guardián de la Constitución
formal, pero además se convierte en el defensor de la Constitución material, aquella de las
libertades y derechos fundamentales. Este vocabulario, inédito en el derecho francés, no es
neutro pues sugiere que, por sobre la ley, en la base del derecho se encuentren los derechos de la
persona humana, que, si bien no son absolutos, se imponen a todos, incluso a la voluntad de
todos.

Entre los exponentes de la doctrina italiana, Ferrajoli parece adherirse a la terminología de


derechos fundamentales, si bien, desde un punto de vista más sustancial que disciplinario, en el
sentido de hablar también de derechos fundamentales en el ámbito del derecho internacional.
Así, este autor ha definido los derechos fundamentales en términos amplios, señalando que son:

Todos aquellos derechos subjetivos que corresponden universalmente a todos los seres humanos
dotados del estatus de personas, de ciudadanos o personas con capacidad de obrar, entendiendo
por derecho subjetivo cualquier expectativa positiva (de prestaciones) o negativa (de no sufrir
lesiones) adscrita a un sujeto por una norma jurídica.

Rolla asume, asimismo, el concepto de derechos fundamentales como aquel que refleja los
derechos de la persona en el proceso de constitucionalización.33 Por su parte, Spadaro, aunque
prefiere netamente el concepto de diritti fondamentali, parece asimilar ambos, derechos
fundamentales y derechos humanos, sobre todo cuando argumenta en el ámbito de los derechos
fundamentales respecto de los DESC, como el derecho a la alimentación. Fioravanti, a su turno,
asume la terminología de derechos fundamentales.

49
La doctrina estadounidense también ha consagrado el concepto de derechos fundamentales
(Fundamental Rights), refiriéndose a los derechos fundamentales personales, y señalando que
éstos incluyen los derechos constitucionales expresamente en la Constitución, y para otros,
comprenden derechos que se pueden desprender de las expresas garantías constitucionales. Esta
posición de asumir el concepto de derechos fundamentales ha sido rubricada por la
jurisprudencia estadounidense.

Referencia específica a la doctrina latinoamericana


Se puede apreciar que no existe una gran diferencia en el uso de los conceptos y sus significados
con respecto a la doctrina europea, probablemente debido a que la doctrina latinoamericana se ha
inspirado de la europea en esta materia.

Así, en el ámbito latinoamericano, el jurista boliviano Durán Ribera, por su parte, ha considerado
que:
Es posible sostener que bajo la expresión 'derechos fundamentales' se designa a los derechos
garantizados por la Constitución y que en cambio, la denominación 'derechos humanos', hace
referencia a derechos garantizados por normas internacionales. Las primeras tienen como fuente
de producción al legislador constituyente, y las segundas, a los Estados y organismos
internacionales.

Por su parte, Rivera Santivañez parece fundir ambos conceptos como equivalentes, cuando
predica el amparo constitucional respecto de los derechos humanos y afirma que:

Como parte del proceso de judicialización de los derechos humanos, el amparo constitucional
debe constituirse en la vía tutelar efectiva e idónea para otorgar una protección inmediata a las
personas o, en su caso, a los grupos sociales, cuyos derechos humanos son vulnerados de manera
ilegal e indebida. Ello implica que el amparo constitucional otorgue tutela a todos los derechos
humanos consagrados en las Constituciones de los Estados así como en los tratados,
convenciones o pactos internacionales sobre la materia.

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Por su lado, el profesor peruano Landa Arroyo da la impresión de unificar el significado de estos
dos conceptos, ya que utiliza, casi de manera intercambiable, derechos fundamentales y derechos
humanos. En México, Fix-Zamudio parece fundir ambos —derechos fundamentales y derechos
humanos— en un mismo concepto, aun cuando prefiriendo aquel de derechos humanos.

En Argentina, el destacado profesor Bidart Campos ha indicado la idea de la positividad de los


derechos, señalado que:
La doctrina, y las mismas constituciones, utilizan la denominación de "fundamentales" en
relación con los derechos (todos, o algunos). A veces, cuando por sobre la positividad se erige
una instancia de derecho natural o de ética y se elabora la categoría de los derechos morales, se
puede decir que cuando estos derechos se positivizan quedan convertidos en derechos
fundamentales, con lo que aquí la fundamentalidad significaría algo así como la recepción en el
derecho positivo de derechos que aquella instancia extrapositiva señala como "debidos":
fundamentales serían los derechos que, por indicativo del deber —ser— ideal del valor justicia,
cuentan con reconocimiento en el derecho positivo.

A diferencia de Bidart Campos, que alude a los derechos humanos como derechos morales,
representativos de valores éticos, superiores y preexistentes a la positividad, Nino parece
sostener que cuando habla de derechos humanos alude:

A situaciones normativas que están estipuladas en disposiciones de derecho positivo nacional e


internacional, como los artículos 14 y 18 de la Constitución de la nación argentina, o en el pacto
internacional de derechos económicos, sociales y culturales de 1966. Con esta interpretación los
derechos humanos serían primordialmente derechos jurídicos.

En Ecuador, el profesor Zavala primero parece:


Aceptar que no existe diferencia alguna entre derecho humano, derecho constitucional y derecho
fundamental, esto es, que todos los derechos humanos se encuentran reconocidos por la
Constitución y, a su vez, que todos los derechos humanos, constitucionalmente reconocidos, son
fundamentales, pues son objeto de protección especial por parte de la jurisdicción
constitucionalmente instituida.

51
Sin embargo, luego, al interior de los derechos fundamentales mismos, Zavala realiza una
distinción a propósito de su fundamentalidad o fuerza directa, cuando señala que:

No todos los derechos humanos reconocidos por la Constitución y, por tanto, fundamentales,
tienen igual fuerza o "fundamentalidad", pues existen ciertos derechos constitucionales que
pueden ser aplicados en forma directa y otros que no, dado que requieren de un desarrollo legal,
esto es, dependen, para su efectiva vigencia, de normas de rango legal, en mayor o menor grado.

En Chile, el profesor Nogueira ha resaltado que se entiende el concepto de derechos


fundamentales "como derechos reconocidos jurídicamente a nivel nacional o internacional y que
vinculan a las personas y a los Estados".45 Aldunate, por su parte, haciendo una separación muy
clara, ha indicado que:
Se ha sugerido reservar el concepto 'derechos humanos', que no corresponde a un lenguaje
jurídico, sino a un lenguaje vulgar, para su uso en el ámbito de la filosofía del derecho. A ésta le
tocaría, en cuanto tiene por objeto de estudio los derechos humanos, examinar cuáles atributos
pueden ser reconocidos a todo individuo de la especie humana por el hecho de ser tal y, a su vez,
dentro del universo de posibilidades de desarrollo pleno del ser humano, qué aspectos deben ser
reconocidos como derechos... y, por lo tanto, reclaman una consagración positiva.

Luego, este autor continúa, "la expresión 'derechos fundamentales' apunta a un concepto jurídico.
En un sentido general, y que es el más difundido, se usa para aludir a aquellos derechos de la
persona que han recibido consagración positiva, en particular, a nivel constitucional". Desde este
punto de vista, el criterio distintivo de los derechos fundamentales es meramente formal. Pero
hay otra visión, dice Aldunate, de carácter material, de los derechos fundamentales "como
derechos que junto con considerarse naturales o innatos, tienen un carácter primario o básico; su
carácter fundamental alude a su importancia o trascendencia para el desarrollo de la persona".
Como una tercera alternativa, según este autor, "el rasgo definitorio de los derechos
fundamentales sería su universalidad, sin atender a la naturaleza o importancia de los intereses
protegidos bajo este concepto". Para Aldunate, una forma de resolver esta pluralidad de
conceptos, es distinguir entre el aspecto formal de derechos fundamentales, es decir, su

52
positivación en la Constitución y el aspecto material, es decir, derechos fundamentales como
elementos fundantes y constitutivos de la legitimidad del orden político, se encuentren o no
consagrados en el texto constitucional, lo que arroja la existencia de derechos fundamentales
consagrados en la Constitución y derechos fundamentales no consagrados en la Constitución.

Cea Egaña parece fundir ambos conceptos —derechos fundamentales y derechos humanos— en
un mismo concepto, cuando en la primera parte de su obra dedicada al tema habla de la
"caracterización de los derechos fundamentales" mientras que en la segunda parte se refiere a los
"derechos humanos en la Constitución", sobre todo, cuando en su introducción, este autor indica
que expondrá una sistematización, "breve y esquemática, del complejo y trascendental tema de la
dignidad y los derechos humanos en nuestro ordenamiento fundamental y en su legislación
complementaria". Además, dentro de la doctrina iuspublicista, Bordalí también ha consagrado y
desarrollado el término derechos fundamentales como el propio del ámbito de los derechos
esenciales contenidos en la Constitución. Y, Diez Urzúa, aun cuando no lo explicita
completamente, parece distinguir entre el concepto derechos humanos, más centrado en lo
valórico, de aquel de derechos fundamentales (o constitucionales), cuando señala que "desde un
punto de vista constitucional, los derechos del hombre son espacios que la Constitución Política
reconoce que pertenecen a la persona para que ejerza plenamente todas sus potencialidades y
obtenga su realización como ser".

Por su parte, Gómez Bernales parece decantarse por la alternativa formal del concepto derechos
fundamentales en el sentido de derechos positivados en la Constitución. En efecto, este autor
señala que:
Los derechos fundamentales designan así, en mayor o menor grado, un conjunto de bienes
indisponibles para el poder político o público, articulando espacios que permiten a cada
individuo desarrollar autónomamente la vida conforme a las valoraciones que escoja en aspectos
decisivos de la existencia. Estos derechos, por situarse positivados en la regla que está en la
cúspide del ordenamiento, cumplen la función de límite objetivo al poder constituido. Es bueno
agregar que al señalar que los derechos son límite al poder no marginamos de la definición a
derechos que exigen una actividad positiva prestacional de parte del Estado (todos los derechos
exigen apoyo institucional). Ya sea que la estructura de ese derecho fundamental sea de

53
inmunidad o de prestación, se presenta como restricción externa impuesta constitucionalmente a
toda autoridad o poder constituido.

De las posiciones doctrinales precedentes, en términos generales y salvo algunos autores, la


tendencia es considerar que los derechos fundamentales tienen como fuente formal de
producción y garantía la Constitución o, al menos, son aquellos que gozan de recepción positiva
y garantía en la Constitución, a diferencia de los derechos humanos, los cuales tendrían como
fuente de producción el derecho internacional, con la consecuente diversa fuerza vinculante al
interior del Estado, o bien, los cuales representan meros valores morales o aspiraciones éticas
consensuadas por la comunidad internacional.

En este contexto, nosotros plantearemos que, desde la perspectiva interna de los Estados, debería
ponerse fin a esta distinción entre derechos fundamentales y derechos humanos, con el objetivo
de adoptar una visión integradora de estos derechos. En primer lugar, porque —como ha
señalado recientemente el profesor Gros Espiell en el seminario internacional "Nuevas
tendencias del constitucionalismo en América Latina"— todos los derechos humanos son
derechos fundamentales. Y, en segundo lugar, porque esta distinción contribuye a generar más
perjuicios que beneficios para el cumplimiento de los objetivos de valor constitucional como es
la salvaguarda de la integralidad de la persona humana, individual y colectivamente considerada.
A continuación, se sugiere y desarrolla una serie de objeciones a las consecuencias derivadas de
la diferenciación entre estas dos conceptualizaciones de los derechos.

2.4. Objeciones a la diferenciación entre derechos fundamentales y derechos humanos


Según las posiciones doctrinales señaladas anteriormente, los derechos fundamentales serían eso,
los fundamentales, a saber, los derechos más importantes, los más prioritarios, los reconocidos
por la Constitución y que gozan de plena tutela judicial. De estos derechos emanarían plenas
obligaciones para el Estado —como normalmente ocurre con el correlato de los derechos—
porque, en el imaginario socio-político, estas obligaciones sólo serían negativas y
proporcionarían un estatus positivo al individuo, en el sentido de que no implicarían ningún
costo para el Estado, ya que se basarían en el dejar hacer del Estado, por lo tanto se tratarían de

54
un deber que se puede cumplir —y exigir su cumplimiento— sin ningún problema. Este tipo de
derechos son los que configuran, en términos de Landa, el estatus positivo del individuo.

En cambio, los derechos humanos provendrían del ámbito internacional, se encontrarían


reconocidos en el derecho internacional público, y reflejarían altos ideales éticos y políticos
expresados por la comunidad internacional. Estos derechos manifestarían aspiraciones que
motivarían la actuación de los Estados, pero que difícilmente lograrían una tutela judicial en el
orden estatal, salvo que hayan sido asumidos por la Constitución. Normalmente, esto último
ocurre con los denominados derechos civiles y políticos, donde generalmente no hay objeción
para considerarlos fundamentales por las Constituciones, pero no así con los derechos
económicos, sociales y culturales.

En este apartado analizamos las objeciones que se pueden sugerir frente a la distinción entre
estos dos conceptos, la cual, como se ha visto, implica consecuencias materiales, además de
formales. A continuación, examinemos brevemente algunas de estas objeciones.

2.4. Clasificación de derechos por generaciones


La doctrina de las generaciones de derechos es usada por los autores de derecho constitucional al
desarrollar la teoría de los derechos fundamentales. Se usa, entre otras, como una forma de
clasificar los derechos fundamentales y sirve para perpetuar, en el ámbito interno, la distinción
sustancial entre derechos civiles y políticos, y aquellos derechos económicos, sociales y
culturales. En términos generales y de acuerdo con la doctrina de las generaciones de derechos,
para la teoría constitucional, los derechos plenos y, por lo tanto, los derechos dignos de
protección constitucional serían los derechos de primera generación, sin embargo, los derechos
de segunda generación, calificados como derechos programáticos, no podrían ser amparados
constitucionalmente. En el ámbito de los derechos humanos, esta distinción de los derechos por
generaciones con consecuencias sustanciales ya no existe. Por esta razón, si se abandonara la
doctrina de las generaciones de derechos permitiría o allanaría el camino para emparejar el uso
de los conceptos en el derecho constitucional, consagrando definitivamente el de derechos
humanos.

55
En consecuencia, la óptica de análisis de los derechos fundamentales-derechos humanos por
generaciones se encuentra extendida entre la doctrina constitucional, especialmente en América
Latina, y constituye uno de los fundamentos —poco certeros en nuestra opinión— que apuntala
la división entre estos dos conceptos.

En este orden de ideas, la doctrina constitucional ha vinculado la distinción por generaciones de


derechos a modelos de Estado (Estado liberal y Estado social). En este sentido, en general, los
derechos de primera generación corresponderían al Estado liberal, y los derechos de segunda
generación corresponderían al Estado social. Quizás contemporáneamente podríamos hablar de
un Estado solidario si incorporamos los denominados derechos de tercera y/o cuarta generación.
De esta manera, a través de estos modelos de Estado, las generaciones de derechos se han
vinculado tradicionalmente a grupos específicos de derechos. Esta visión se compadece con la
evolución propia que ha tenido la teoría constitucional en los últimos cincuenta años.

Con todo, lo que nosotros sostenemos es que este análisis de la teoría constitucional se ha
efectuado desde una óptica tradicional de la soberanía y, correlativamente, sin considerar la
evolución y el progreso de los derechos humanos en el contexto internacional.

¿Es válida la afirmación que señala, desde la óptica de los derechos: el Estado puede darse la
organización jurídica que desee? Podría sostenerse que es una elección soberana del Estado darse
la forma de Estado liberal o Estado social y, consecuentemente, de decidir cuáles son los
derechos que protege. En este caso, se podría afirmar que sí tiene sentido efectuar la distinción
entre derechos fundamentales (aquellos que están amparados en la Constitución) y derechos
humanos (aquellos que están protegidos en el orden internacional).

Pero también podría afirmarse que existen estándares internacionales mínimos de derechos
humanos a los cuales todos los Estados están sometidos, y que incluyen, por supuesto, los
derechos económicos, sociales y culturales. Estos estándares internacionales mínimos debieran
verse claramente reflejados en la Constitución y en la práctica de los Estados. Se puede
argumentar que el Estado hoy no puede ser analizado (teorizado), al menos desde la perspectiva
de los derechos, al margen o en contra del derecho internacional de los derechos humanos.

56
Justamente por esta razón es que se sostiene que la distinción entre derechos fundamentales y
derechos humanos, desde la perspectiva del derecho constitucional, no conserva más su razón de
ser.

Del mismo modo, el análisis que aquí se hace de los conceptos de derechos fundamentales y
derechos humanos, y su vinculación con la doctrina de las generaciones de derechos, es un
estudio conceptual, por lo que resulta imposible realizar un examen detallado de cada uno de los
derechos en particular. Con todo, cuando señalamos que derechos civiles y políticos (primera
generación) y derechos económicos, sociales y culturales (segunda generación) deberían gozar
del mismo grado de protección en el derecho constitucional, nos referimos a que ambas
categorías de derechos deberían obligar a los Estados —en su ámbito interno— conforme a las
normas internacionales y a las obligaciones que los propios Estados han contraído. Los derechos
económicos, sociales y culturales —como los contenidos en el pacto internacional de derechos
económicos, sociales y culturales— son derechos, no aspiraciones morales ni éticas, y obligan a
los Estados partes del Pacto. Además, aquellos derechos que han adquirido el carácter de
consuetudinarios obligan a todos los Estados, salvo a aquellos que han objetado persistentemente
la norma. Con todo, el derecho internacional admite una distinción entre la naturaleza de las
obligaciones que surgen a partir de estos derechos, diferenciando obligaciones de medio y
obligaciones de resultado, pero no autoriza a los Estados a argüir su capacidad económica para
liberarse de las obligaciones emanadas de estos derechos. Tomando en cuenta esta afirmación,
los derechos económicos, sociales y culturales debieran gozar, en el ámbito interno de los
Estados, de las mismas garantías, sobre todo de carácter jurisdiccional. Lo contrario es prolongar
la idea, en el orden interno de los Estados, de la segmentación de los derechos.

Por último, los Estados han adoptado diferentes sistemas de recepción interna de las normas
internacionales. A veces, las normas internas de incorporación del derecho internacional
determinan la posición de estas últimas en el sistema de fuentes interno, pero este punto no será
abordado en este trabajo.

57
CAPÍTULO III:
EL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL DOMINICANO PARA EL DESARROLLO DE UN
ESTADO SOCIAL Y DEMOCRÁTICO DE DERECHO

3.1. Importancia del Tribunal Constitucional para el desarrollo de un Estado Social y


Democrático de Derecho
Durante varios años, en nuestro ordenamiento jurídico la tutela de la justicia constitucional fue
conferida sólo al Poder Judicial, quienes se encargaban simultáneamente con las funciones que le
confería la Constitución, de conocer la excepciones de constitucionalidad en los asuntos
sometidos a su conocimiento, garantizando de esta forma la supremacía de la Constitución. La
forma más concreta de garantizar esta supremacía de la Constitución es a través del mecanismo
del control constitucional, que tal y como señala Pérez Royo, es una "garantía constitucional",
que salvaguarda la normativa constitucional frente a los atentados producidos por los actos
estatales inconstitucionales.

Está garantía ordinaria queda inaugurada en la sentencia Marbury vs. Madison, emitida por la
Corte Suprema de los Estados Unidos, en el año 1803, cuando el juez Marshall establece que
"Hay sólo dos alternativas demasiado claras para ser discutidas: o la Constitución controla
cualquier ley contraria a aquélla, o la Legislatura puede alterar la Constitución mediante una ley
ordinaria. Entre tales alternativas no hay términos medios: o la Constitución es la ley suprema,
inalterable por medios ordinarios; o se encuentra al mismo nivel que las leyes y de tal modo,
como cualquiera de ellas, puede reformarse o dejarse sin efecto siempre que al Congreso le
plazca. Si es cierta la primera alternativa, entonces una ley contraria a la Constitución no es ley;
si en cambio es verdadera la segunda, entonces las constituciones escritas son absurdos intentos
del pueblo para limitar un poder ilimitable por naturaleza".

En nuestro ordenamiento jurídico, la Asamblea Revisora de la Carta Magna del 14 de agosto del
1994, al establecer en el artículo 46 que "son nulas de pleno derecho toda ley, decreto,
resolución, reglamento, o actos contrarios a esta Constitución", apertura el control difuso de
constitucionalidad, mediante el cual todos los tribunales, en el curso de una controversia judicial,
contienen la competencia de juzgar la cuestión de constitucionalidad, instaurada como medio de

58
defensa por una de las partes; sin embargo, esta excepción o medio de defensa de la declaración
de inconstitucionalidad sólo tiene un efecto relativo y limitado al caso de que se trate. Así lo ha
estatuido la Suprema Corte de Justicia al establecer en varias ocasiones que "todo tribunal ante el
cual se alegue la inconstitucionalidad de una ley, decreto, reglamento o acto, como medio de
defensa, tiene competencia y está en el deber de examinar y ponderar dicho alegato como
cuestión previa al resto del caso". No obstante, la Constitución del 1994, a través del artículo 67,
inciso 1, instaura la acción de inconstitucionalidad por vía directa ante la Suprema Corte de
Justicia, que tenía el deber de garantizar, a toda persona, a través de la acción directa, su derecho
a establecerse en vigilante de conformidad de las leyes, decretos, resoluciones y actos en virtud
del principio de la supremacía de la Constitución; y de esta manera lo ha interpretado la Suprema
Corte de Justicia al establecer que al "consagrar la Asamblea Revisora de la Carta Magna en
1994, el sistema del control concentrado de la constitucionalidad, al abrir la posibilidad de que el
Poder Ejecutivo, los Presidentes de las Cámaras del Congreso Nacional o una parte interesada,
pudieran apoderar directamente a la Suprema Corte de Justicia, para conocer de la
constitucionalidad de las leyes, es evidente que no está aludiendo a la ley en sentido estricto, esto
es, a las disposiciones de carácter general y abstracto aprobadas por el Congreso Nacional y
promulgadas por el Poder Ejecutivo, sino a la norma social obligatoria que emane de cualquier
órgano de poder reconocido por la Constitución y las leyes pues, aparte de que el artículo 46 de
la Constitución no hace excepción ni distinción al citar los actos de los poderes públicos que
pueden ser objeto de una acción en nulidad o inconstitucionalidad".

Esta acción de inconstitucionalidad por vía principal, que prevalece en la mayoría de los países
de Europa, da lugar a que la ley, decreto, resolución, o actos en cuestión, sean declarados
inconstitucionales y anulados como tales, por una única jurisdicción y de manera erga omnes, es
decir, para todo el mundo.

En la República Dominicana hemos adoptado el modelo Latinoamericano del control de


constitucionalidad basado en un sistema mixto; ya que al consagrar en las constituciones
latinoamericanas el principio de la supremacía constitucional, permitió un sistema de control de
constitucionalidad, tanto de carácter difuso como concentrado. No obstante, aunque en nuestro
país era posible la aplicación de una acción de inconstitucionalidad de manera principal por ante

59
la Suprema Corte de Justicia, el control de constitucionalidad estaba sólo bajo la supervisión del
Poder Judicial, para ambos sistema, por lo que no se desarrollaba el criterio europeo de la
separación extrema de los poderes que consideraba, "que cualquier sistema de control judicial de
la constitucionalidad de la leyes era atentatorio contra el principio de la soberanía de Parlamento,
que se basaba en la preeminencia del Legislador sobre los demás poderes del Estado". Por esta
situación, países latinoamericanos, como Guatemala, que fue el primer país que introduce, a
través de la Constitución del 1995, en su ordenamiento interno un Tribunal Constitucional, con el
nombre de la Corte de Constitucionalidad, establecen un tribunal especializado para ese fin,
independiente de los poderes del Estado, cuyas decisiones son vinculantes para los poderes
públicos y los órganos del Estado; permitiendo así una reducción de las atribuciones del Poder
Judicial al momento del control de constitucionalidad, ya que tal y como estableció Lord Acton,
en el 1887: "El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente", por lo
que se evita de esta manera el monopolio de una determinada jurisdicción.

La Constitución de la República Dominicana de fecha 26 de enero del 2010, consagra en su


artículo 7, que la "República Dominicana es un Estado Social y Democrático de Derecho,
organizado en forma de República unitaria, fundada en el respeto de la dignidad humana, los
derechos fundamentales, el trabajo, la soberanía popular y la separación e independencia de los
poderes públicos". Para mantener la armonía entre un Estado Social y Democrático de Derecho y
los principios que le sirvieron de fundamentos al momento de constituirse la sociedad
dominicana en nación libre e independiente, es necesario un sistema robusto de justicia
constitucional efectivo e independiente que garantice la supremacía de la constitución, la defensa
del orden constitucional, y la protección de los derechos fundamentales; y, en esto radica la
importancia fundamental del Tribunal Constitucional, ya que sus decisiones son vinculantes para
los poderes públicos y todos los órganos del Estado, estableciendo así un mecanismo
jurisdiccional a través del cual se garantice la coherencia y unidad de la jurisprudencia
constitucional, evitando la utilización de los mismos en perjuicio del debido proceso y la
seguridad jurídica6. Por consiguiente, durante el desarrollo del ensayo presentaremos la
importancia del Tribunal Constitucional desde tres perspectivas esencial, primero conocer
detalladamente la fórmula compleja de la cláusula del Estado Social y Democrático de Derecho,
que en principio se fundamenta en la razón básica de que el Estado y la Constitución son el

60
producto de la voluntad del pueblo en donde reside exclusivamente la soberanía y de quien
emanan todos los poderes del Estado, por lo que el Estado es, ante todo, democrático; y ese
Estado democrático se funda en la igualdad de todos los ciudadanos, los cuales son iguales en
derechos, por lo que este Estado democrático constituido es uno cuya función esencial es la
protección efectiva de dichos derechos, alrededor del cual se organiza, es decir, en un Estado de
Derecho.

Este Estado Democrático de Derecho debe procurar una igualdad material de las personas que
permita el goce efectivo de sus derechos, sin discriminación, sin exclusión, sin pobreza ni
marginalidad, por lo que es necesario que el Estado sea también un Estado Social7; y de esa
fórmula proviene entonces el Estado Social y Democrático de Derecho consagrado por nuestra
constitución en el artículo 7; segundo, la instauración del Tribunal Constitucional como un
órgano supremo de interpretación y control de la constitucionalidad, autónomo de los poderes
públicos y de los demás órganos del Estado -un extra poder-, y sobre todo su influencia en el
desarrollo de un Estado Social y Democrático de Derecho; y por último, un análisis comparativo
de las sentencias dictadas por el Tribunal Constitucional, y como estas decisiones se encuentran
encaminadas a garantizar el desarrollo de un Estado Social y Democrático de Derecho y los
principios esenciales mediante los cuales se fundamenta la consagración de la sociedad
dominicana.

3.2. Cláusula del Estado Social y Democrático de Derecho


La definición de Estado no es una tarea sencilla, ya que su conceptualización puede desarrollarse
de diversos enfoques sobre su naturaleza o finalidad; podemos encontrar diversidad de
definiciones, verbigracia, Aristóteles concebía el Estado como una sociedad perfecta; Rousseau,
como la asociación política libremente fundada por los partícipes del contrato social; Kant, por
otro lado, concebía el Estado como una reunión de hombres que viven bajo leyes jurídicas;
Kelsen lo identifica como una ordenación de la conducta humana; y por último, para Marx es un
instrumento de dominación de clases8. De estas definiciones, podemos establecer que el Estado
es una organización social, económica y política, creada por una agrupación humana o un
conjunto de instituciones involuntarias para el ordenamiento de la conducta, que como un titular
abstracto y permanente del poder, puede regular la vida social para desarrollar una situación de

61
convivencia en la forma más elevada, pero también en ciertas circunstancias, puede ser un
instrumento de dominación de clase o un obstáculo para la libertad individual. El Estado debe
procurar la protección efectiva de los derechos de las personas, el respeto de su dignidad y la
obtención de los medios que le permitan perfeccionarse de forma igualitaria, equitativa y
progresiva, dentro de un marco de libertad individual y de justicia social, compatibles con el
orden público, el bienestar general y los derechos de todos y todas, tal y como establece el
artículo 8 de nuestra Constitución del 26 de enero del 2010.

El artículo 7 de la Constitución del 26 de enero del 2010 consagra que la República Dominicana
es un Estado Social y Democrático de Derecho, organizado en forma de República unitaria. La
formalización del Estado Social y Democrático de Derecho tiene como primera consagración
constitucional la Ley Fundamental de Bonn, en Alemania, y es el resultado de la acumulación de
elementos diferentes, comenzando por un Estado de Derecho liberal, prosiguiendo con la
democratización del sufragio y culminado con la consagración del Estado social. Existen ciertas
características que nos permiten distinguir un Estado Social y Democrático de Derecho, y que
son necesarias para su comprensión:
 Un amplio catálogo de derechos fundamentales, haciendo especial énfasis en aquellos de
carácter social, político, económico y humano.

  Un sistema de protección y tutela de los derechos fundamentales, con una presencia
profusa y activa de las diversas garantías constitucionales.

  La previsión de órganos constitucionales en capacidad de garantizar el ejercicio de los


derechos fundamentales; y en esta característica encontramos la función del Tribunal
Constitucional, y su contribución con el desarrollo del Estado Social y Democrático de
Derecho, que más adelante analizaremos más detalladamente.

  La redimensión de la democracia en el contexto constitucional, procurando una


participación más activa y directa de los ciudadanos en la toma de decisiones.

62
   La incorporación de mecanismos de participación popular. Por ejemplo, referendo,
plebiscito o iniciativa legislativa popular.
  El imperio de la ley como garantía de la seguridad jurídica y del no abuso y arbitrariedad
de los poderes públicos.

  El equilibrio y contrapeso de los poderes del Estado.

  La dignidad humana basada en el respeto de los principios y valores constitucionales,


que hemos mencionado anteriormente, tales como la igualdad, la equidad, la justicia
social, la solidaridad y la libertad.

  La intervención del Estado en los problemas sociales, con el objetivo de priorizar y
garantizar el interés y bienestar colectivo sobre el interés particular.

Por consiguiente la cláusula del Estado Social y Democrático de Derecho es un elemento


esencial del Estado que le permite la independencia y colaboración de las ramas del poder
público, para la ejecución de sus fines esenciales, tales como la garantía de los derechos
fundamentales y la separación e independencia de los poderes públicos. De esta manera lo ha
concebido la Corte Constitucional de la República de Colombia al establecer el alcance y la
connotación del concepto referido, al estatuir que "se trata de una definición ontológica del
Estado, de suerte que el concepto de Estado Social de Derecho no es una cualidad accesoria del
Estado sino parte de su esencia misma. La concepción clásica del Estado de Derecho no
desaparece sino que viene a armonizar con la condición social del mismo, al encontrar en la
dignidad de la persona el punto de fusión. Así, a la seguridad jurídica que proporciona la
legalidad se le suma la efectividad de los derechos humanos que se desprende del concepto de lo
social. El respeto por los derechos humanos, de un lado, y el acatamiento de unos principios
rectores de la actuación estatal, por otro lado, constituyen las consecuencias prácticas de la
filosofía del Estado social de derecho. En este sentido el concepto de Estado social de derecho se
desarrolla en tres principios orgánicos: legalidad; independencia y colaboración de las ramas del
poder público para el cumplimiento de los fines esenciales del Estado; y criterios de excelencia".
Por otro lado, la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia de la República

63
Bolivariana de Venezuela ha corroborado esta conceptualización del Estado Social y
Democrático de Derecho al establecer que "él persigue la armonía entre las clases, evitando que
la clase dominante, por tener el poder económico, político o cultural, abuse y subyugue a otras
clases o grupos sociales, impidiéndoles el desarrollo y sometiéndolas a la pobreza y a la
ignorancia; a la categoría de explotados naturales y sin posibilidad de redimir su situación. A
juicio de esa Sala, el Estado Social debe tutelar a personas o grupos que en relación con otros se
encuentran en estado de debilidad o minusvalía jurídica, a pesar del principio del Estado de
Derecho Liberal de la igualdad ante la ley, el cual en la práctica no resuelve nada, ya que
situaciones desiguales no pueden tratarse con soluciones iguales.

El Estado Social para lograr el equilibrio interviene no solo en el factor trabajo y seguridad
social, protegiendo a los asalariados ajenos del poder económico o político, sino que también
tutela la salud, la vivienda, la educación y las relaciones económicas, por lo que el sector de la
Carta Magna que puede denominarse la constitución Económica tiene que verse desde una
perspectiva esencialmente social. El Estado Social va a reforzar la protección jurídica-económica
o social de debilidad, y va a aminorar la protección de los fuertes. El Estado está obligado a
proteger a los débiles, a tutelar sus intereses amparados en la Constitución, sobre todo a través de
los tribunales; y frente a los fuertes, tiene el deber de vigilar que su libertad no sea una carga para
todos…"

El Estado Social y Democrático de Derecho, estableciendo una conceptualización más detallada,


tiene como objeto revertir las situaciones de inequidad a las que se ven enfrentadas determinados
grupos de personas, garantizando los derechos fundamentales de los individuos en la lógica de
un sistema democrático, donde el poder constituyente recae sobre la soberanía popular. No
obstante, para comprender mejor esta cláusula es necesario estudiar por separado cada uno de los
principios fundamentales que la componen, los cuales se encuentran interrelacionados y
contribuyen con el ordenamiento político-constitucional del Estado.

3.3. El Estado Social:


El Estado Social surge posterior a la crisis del Estado liberal, con el objetivo de evitar las
desigualdades materiales existentes entre las personas. Este permite que el Estado pase de ser un

64
ente pasivo que tenía por objeto evitar que el poder del Estado pudiera interferir a las libertades y
derechos de las personas, a tener un rol activo promoviendo las garantías de los derechos
económicos, sociales y culturales, resguardando los derechos civiles del individuo, así como
también la consagración de mecanismos de distribución de riqueza a través del salario, el
ejercicio de derechos colectivos, y de un conjunto de protecciones sociales orientadas al
bienestar del individuo. Este rol activo del Estado surge con la necesidad de un incremento de la
protección de las necesidades humanas por la transformación de un "espacio vital dominado" a
un "espacio vital efectivo", ya que todos requerimos que el Estado nos garantice un mínimo de
"procura existencial".

El Estado Social tiene como fundamento la responsabilidad de garantizar las prestaciones básicas
a la nación, distribuyéndole los bienes y servicios necesarios para lograr una vida digna y
decente. Para García Pelayo, el Estado social tiene su fundamento "en el intento de adaptación de
las condiciones sociales de la civilización industrial y posindustrial con sus nuevos y complejos
problemas, pero también con sus grandes posibilidades técnicas, económicas y organizativas
para enfrentarlos".

Sin duda alguna, a través de este principio el Estado tiene la responsabilidad de establecer
diversos métodos y mecanismos para garantizar la concertación y armonía de los intereses
sociales; y así lo establece la Constitución en su artículo 8, cuando consagra que es "la función
esencial del Estado la protección efectiva de los derechos de las personas, el respeto de su
dignidad y la obtención de los medios que le permitan perfeccionarse de forma igualitaria,
equitativa y progresista, dentro de un marco de libertad individual y de justicia social,
compatibles con el orden público, el bienestar general y los derechos de todos y todas".

El Estado Social consagrado por la Constitución, tiene tres dimensiones fundamentales: 1) la


referencia social de los derechos fundamentales, a través del cual se proclama el disfrute real y
efectivo de todos los derechos fundamentales por el mayor número de personas; 2) la vinculación
social del Estado, es decir, que el Estado se obliga a atender las necesidades de las personas, a
través de la protección de los derechos del individuo, preocupándose, al momento de la
repartición de lo producido, de la equidad y de la justicia social; y por último, 3) la obligación

65
del Estado de articular la sociedad sobre bases democráticas, es lo que permite que el Estado
Social no sólo participe pasivamente como recipiendaria de bienes y servicios, sino que, a través
de sus organizaciones, toma parte activa tanto en la formación de la voluntad general del Estado,
como en la formulación de las políticas distributivas y de otras prestaciones estatales,
permitiendo que el Estado Social pueda sólo pueda ser un Estado democrático de Derecho.

3.4. El Estado Democrático:


El Estado Social es un Estado Democrático, ya que los individuos participan en los bienes
económicos, sociales y culturales, así como también en la formación de la voluntad política del
Estado, y en el proceso de distribución de dichos bienes. Este principio es esencial en todo el
sistema constitucional, y recae sobre la soberanía popular, que reside exclusivamente en el
pueblo, de quien emana todos los poderes. Este principio se hace eficaz en tres momentos: el
momento de la fundamentación del poder, el de la participación en el poder y el de la
organización y funcionamiento de los poderes públicos. El Principio democrático actúa como
principio de legitimación originaria del sistema en la medida en que sólo la referencia al
consentimiento fundacional de los gobernados legitima todo el orden de autoridades del Estado y
todo el orden de prescripciones del derecho, incluido la propia Constitución.

Por otro lado, actúa como un principio de participación, pues es preciso a través de la
intervención de los ciudadanos en las tareas estatales o de la designación de quienes las realizan,
como se logra esa conexión referencial entre gobernados y decisiones de gobierno, ya que es
precisamente el objetivo del reconocimiento como derechos de los ciudadanos no solo de elegir y
der elegidos, sino también el de decidir sobre los asuntos que se les proponga mediante referendo
y el ejercer el derecho de iniciativa popular. Por último, podemos encontrar este principio como
un principio de organización de poder, ya que tanto las instituciones públicas que realizan la
democracia en el Estado, como aquellas organizaciones, que a pesar de no ser instituciones
públicas, pero tienen una evidente relevancia en ese ámbito, deben ajustar su organización y
funcionamiento al principio democrático.

66
3.5. El Estado de Derecho:
El Estado de Derecho tiene su origen en la doctrina alemana, y su concepción original puede
rastrearse hasta Bockenforde y Kant. Este principio es también conocido como Estado
Constitucional, ya que consiste en la sujeción de la actividad estatal a la constitución y a las
normas aprobadas conforme a los procedimientos que ella establezca, que garantizan el
funcionamiento responsable y controlado de los órganos del poder; el ejercicio de la autoridad
conforme a disposiciones conocidas y no retroactivas en términos perjudiciales, y la observancia
de los derechos individuales, sociales, culturales y políticos. Su objetivo principal es garantizar el
ejercicio de los derechos y libertades, con una separación de los poderes, cuyas facultades
deberán estar siempre sujetas al principio de la legalidad como expresión de la voluntad popular
e identificada con un sistema político de raíz liberal y democrática20; es decir, que este principio
es el que establece la supremacía de la Constitución, como una norma suprema y como
fundamento del ordenamiento jurídico del Estado, mediante la cual todas las personas y los
órganos que ejercen potestades públicas están sujetos a los principios y derechos consagrados
por ésta.

El Estado de Derecho conlleva como base para su configuración, diversas características que nos
permiten comprender mejor su conceptualización, tales como: a) el reconocimiento y
consagración de un catálogo de derechos y libertades, con los correspondientes mecanismos y
órganos para garantizar y proteger su ejercicio; b) el imperio de la ley como fundamento del
ejercicio del poder; c) la interdicción de la arbitrariedad de los poderes públicos y su respetiva
responsabilidad; d) la separación y control de los poderes, con la creación de órganos que
viabilicen su accionar; e) El sometimiento de la administración al Derecho, a las leyes y al
control jurisdiccional de los tribunales, garantizando con ello la noción de seguridad jurídica
como elemento propulsor de la competitividad y el desarrollo industrial; y, f) la configuración de
la ley como expresión de la voluntad general. De estas características podemos inferir, que este
principio hace alusión al Gobierno de las Leyes, en contraposición al gobierno de los hombres.
Es decir, que el gobierno del Estado se sujeta a la propia normativa que este produce, por lo que
las actuaciones de las autoridades, los gobernantes, los funcionarios públicos deben estar
supeditadas a esas mismas normas, pero sobre todo que dichas normar deben de reflejar la
voluntad general, ya que han sido ejercidas por el pueblo por medio de sus representantes; es, por

67
consiguiente, cuando las instituciones públicas o el Estado en su conjunto actúan con apego a las
leyes, y de manera muy particular a la Constitución, éste se ampara en el principio de que
quienes hacen las leyes tienen también la obligación de respetarlas.

Finalmente, el Estado de Derecho consagrado por la Constitución Dominicana contiene un


conjunto de principios, tales como: la juridicidad, ya que la Constitución en el artículo 6 no sólo
establece la supremacía de la Constitución sino también afirma la esencial juridicidad del
ordenamiento estatal; la constitucionalidad, porque, tal y como se estableció anteriormente, todo
Estado de Derecho es un Estado constitucional, porque presupone la existencia de una
Constitución que sirva de orden jurídico-normativo fundamental y que vincule a todos los
poderes públicos; los derechos fundamentales, ya que el objetivo de todo Estado de Derecho y de
sus instituciones básicas se centra en la prestación de lograr una suficiente garantía y seguridad
para los llamados derechos fundamentales de la persona humana; la división de poderes, es
acogido por el Estado de Derecho como un objetivo objetivamente estructural fundamento del
Estado en el artículo 7 de la Constitución; y por último, la garantía de la administración
autónoma local, ya que la autonomía municipal es la base de una democracia descentralizada y la
idea de Estado de Derecho está indiscutiblemente asociada a la idea de descentralización
administrativa como límite al poder unitario y conformador del Estado y como forma de
separación entre Estado y sociedad civil.

3.6. El Tribunal Constitucional y su influencia en el desarrollo de un Estado Social y


Democrático de Derecho:
El Tribunal Constitucional es el órgano supremo instaurado para "garantizar la supremacía de la
Constitución, la defensa del orden constitucional y la protección de los derechos fundamentales".
Este surge como respuesta a una "anomalía democrática, o mejor dicho, una anomalía en el
proceso de transición a la democracia de determinados países; es por esto que el Tribunal
Constitucional es una institución vigorosa, que no sólo se ha difuminado en el paso del tiempo,
sino que se ha ido convirtiendo en una institución cada vez más importante en el Estado
constitucional democrático. En los países europeos y latinoamericanos que han implementado el
Tribunal Constitucional la historia de la democracia y de la justicia constitucional han ido juntas,
alimentándose la una a la otra. Esta es la razón por la que el Tribunal Constitucional es una

68
institución de sólido prestigio, con una aceptación muy amplia tanto en la opinión especializado
como en la opinión pública en general: de hecho suele ser una de las instituciones mejor valorada
en todas las encuestas"; y es que, en un Estado Social y Democrático de Derecho que se
caracteriza por ser un Estado Constitucional fundado en el principio de la supremacía
constitucional, es necesario un órgano independiente al Poder Judicial, que goce de supremacía
interpretativa respecto de éste y los demás poderes y órganos del Estado, que no sólo se refleja
en el carácter vinculante de sus sentencias sino también en el hecho de conferirle un monopolio
del control concentrado de la constitucionalidad de los actos estatales, así como también en la
competencia exclusiva para conocer sobre los conflictos de competencia entre los poderes
públicos; estas características permiten otorgarle un enfoque diferente al respeto que debe existir
a la Carta Magna y sobre todo a los medios de garantías utilizadas para su protección; y de esta
manera lo señala César Landa, ex presidente del Tribunal Constitucional peruano, al establecer:
"Así, la fuerza normativa de la Constitución fundada en el principio de la supremacía
constitucional (… no es sólo un cambio de posición jerárquica de las normas, sino que lleva a
replantar la manera de entender el Derecho, la jurisprudencia, la propia jurisdicción y el rol de la
judicatura".

Por consiguiente, podemos establecer que el Tribunal Constitucional es un órgano supremo


constitucional de única instancia, de carácter permanente, independiente e imparcial, que tiene
por función esencial la interpretación y defensa jurisdiccional de la Constitución, con exclusión
del ejercicio de competencias de jurisdicción ordinaria, actuando a través de procedimientos
contenciosos constitucionales referentes como núcleo esencial a la constitucionalidad de las
normas de rango inferior a la Constitución y la distribución vertical y horizontal del poder
estatal, agregándose generalmente la protección extraordinaria de los derechos fundamentales,
que actúan en base a razonamientos jurídicos y cuyas sentencias tienen valor de cosa juzgada. Es
necesario aclarar, que el Tribunal Constitucional es dueño del procedimiento constitucional, por
lo que puede configurar libremente su procedimiento, y esto se debe a su autonomía procesal, ya
que "en el Estado constitucional y democrático de derecho, ante la existencia de vacíos o
deficiencias en las normas procesales constitucionales, la autonomía procesal se configura como
una necesidad inexorable del Tribunal Constitucional, que a través de la interpretación
constitucional y la argumentación jurídica integra y concretiza las disposiciones constitucionales

69
a fin de alcanzar los fines esenciales de los procesos constitucionales, que al final es garantizar la
primacía de la Constitución y la vigencia efectiva de los derechos constitucionales.

En un Estado Social y Democrático de Derecho convertido en un Estado Constitucional


Ampliado, es necesario un sistema robusto de derechos fundamentales sobre las bases de los
sistemas constitucionales e internacionales, en donde la normativa y la praxis judicial interna
actúen tanto en sede constitucional e internacional; por lo que las atribuciones del Tribunal
Constitucional no sólo se limitan en el control de constitucionalidad sino también en un control
de convencionalidad, ya que un Estado Social y Democrático de Derecho debe constituir un
Estado Cooperativo con la comunidad internacional; y de esta forma se encuentra plasmado en
nuestra Constitución en el artículo 26, cuando establece que "la República Dominicana es un
Estado miembro de la comunidad internacional, abierto a la cooperación y apegado a las normas
de derecho internacional". El control de convencionalidad es ejercido para controlar la
legitimidad de las normas constitucionales, a la luz de los convenios internacionales de derechos
humanos suscritos y ratificados en el país, es decir, que es un mecanismo, que debe ser aplicado
por un órgano especializado, mediante el cual se desarrolla una comparación entre las normas
internas y las normas adquiridas por convenios internacionales, con el fin de evitar
incongruencias entre ambas normas, y sobre todo, que les sean otorgadas a esas normas
internacionales un efecto útil, para que su vez sean posibles y alcanzables por los ciudadanos.

La Constitución de la República Dominicana en el artículo 185, numeral 2, establece que es una


atribución del Tribunal Constitucional el control preventivo de los tratados internacionales antes
de su ratificación por el órgano legislativo, por lo que es una finalidad de éste órgano
constitucional garantizar la supremacía y defensa de las normas de Derecho Internacional vigente
en nuestro país, y sobre todo garantizar que estas normas sean de "aplicación directa e inminente
por los tribunales y demás órganos del Estado". El control de convencionalidad no se contradice
con la supremacía constitucional o por el control constitucional, ya que la misma constitución en
su artículo 74, numeral 3, le otorga rango constitucional a las normas del derecho internacional,
al establecer que "los tratados, pactos y convenciones relativos a derechos humanos, suscritos y
ratificados por el Estado dominicano, tienen jerarquía constitucional (…", y por consiguiente los
poderes públicos deben interpretar y aplicar estas normas y sus garantías, en el sentido más

70
favorable a la persona titular de los mismos32; la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha
corroborado lo establecido anteriormente, al estatuir que al momento de ratificar un tratado
internacional como la Convención Americana sobre Derechos Humanos, sus jueces también
están sometidos a ellas, los que les obliga a velar porque el efecto útil de la Convención no se
vea mermado o anulado por la aplicación de leyes contrarias a sus disposiciones, objetos y fin.
En otras palabras, los órganos del Poder Judicial deben ejercer no sólo un control de
constitucionalidad, sino también de convencionalidad ex officio entre las normar internas y la
Convención Americana".

El control de convencionalidad ejercido por el Tribunal Constitucional es de gran importancia


para el desarrollo de un Estado Social y Democrático de Derecho, ya que éste permite que las
normas internacionales sean más exigibles y justiciables para los ciudadanos, permitiendo
garantizar la efectiva tutela de estos derechos y sobre todo el respeto a los mismos, ya que "toda
sociedad en la cual la garantía de los derechos no esté asegurada no existe Constitución, porque
sin garantía los derechos fundamentales no son derechos"34; es por esto, que el Tribunal
Constitucional juega un rol esencial en un Estado democrático constitucional sustentado en tres
pilares esenciales: "a) los valores supremos, como los ideales máximos de toda sociedad; b) los
principios fundamentales, como los criterios rectores del orden jurídico y político del Estado, y
c) los derechos fundamentales y garantías constitucionales, como la valorización de la dignidad
humana y los límites supremos del poder del Estado".

El Estado está obligado a garantizar de manera efectiva los derechos de los ciudadanos a través
de mecanismos de control y protección, para asegurar la más amplia y efectiva observación de
todas las normas, derechos, garantías o principios en defensa de las personas y sobre todo en
defensa de su dignidad humana, ya que en el Estado Social y Democrático de Derecho se asumen
una serie de libertades y derechos fundamentales que no sólo se busca que estos se encuentren
plasmados en un texto constitucional, sino que es necesario que se aseguren; y así lo ha
estipulado el Constituyente al plasmar en el artículo 68 de la Constitución, que ésta "garantiza la
efectividad de los derechos fundamentales, a través de los mecanismos de tutela y protección,
que ofrecen a la persona la posibilidad de obtener la satisfacción de sus derechos, frente a los
sujetos obligados o deudores de los mismos. Los derechos fundamentales vinculan a todos

71
poderes públicos, los cuales deben garantizar su efectividad en los términos establecidos por la
presente Constitución y por la Ley". Es necesario que estos mecanismos de control y protección
a los cuales se encuentran sometidos todos los poderes públicos, estén guiados por una idea
básica dictada por un órgano supremo que sea jurisdiccionalmente competente para conocer de
una manera especial y exclusiva la materia de lo contencioso constitucional, para asegurar el
sistema de valores y principios en que reposa todo el ordenamiento constitucional. Las
decisiones del Tribunal Constitucional, como hemos establecido anteriormente, son definitivas e
irrevocables y constituyen precedentes vinculantes para los poderes públicos y todos los órganos
del Estado, por lo que el Tribunal Constitucional tiene la facultad de la supremacía interpretativa
respecto a esos poderes, permitiendo así, la instauración de un sistema unitario entre las
jurisdicciones competentes del control de constitucionalidad, tales como el Tribunal
Constitucional y el Poder Judicial, al momento de la interpretación y aplicación del conjunto
normativo que compone la materia de lo contenciosos constitucional; éste sistema unitario de
interpretación es esencial al momento de garantizar la eficacia de los derechos de los ciudadanos,
y de esta manera lo ha estipulado la Corte Constitucional de Colombia, al estatuir que "…se
requiere, entonces, una acción conjunta dentro de la jurisdicción que imprima un sentido de
unidad no sólo en la interpretación sino en la aplicación del conjunto normativo existente, a la
luz de los principios y valores que emanan de la Constitución, cuya finalidad, en sí misma, ha de
ser la prevalencia y eficacia de los derechos y garantías de los asociados".

El Estado Social tiene como eje medular los derechos sociales, que les permiten a sus titulares
exigir no tanto una abstención del Estado, como ocurre con los derechos de libertad, sino más
bien una actuación positiva de ésta a los fines de lograr su consecución, es decir, que se tratan de
derechos que no establecen una obligación de no hacer para el Estado, que se caracteriza en la
abstención por parte del Estado de realizar determinadas acciones, sino más bien, son derechos
que se caracterizan por obligar al Estado a realizar prestaciones positivas, tales como asegurar la
educación, sostener el patrimonio cultural, proveer servicios de salud, entre otros; y, en caso de
que el Estado no actúe en pro de estos derechos, está la posibilidad de declarar inconstitucional
una omisión legislativa, que posteriormente trataremos con detalle; sin la garantía de estos
derechos sociales no existiría un Estado Social basado en el objetivo de evitar las desigualdades
materiales existentes entre las personas, y por consiguiente, no existiría un gobierno

72
caracterizado por ser un Estado Social y Democrático de Derecho. Los derechos sociales se
encuentran consagrados en la Constitución de la República Dominicana, y por consiguiente son
derechos fundamentales, que deben ser garantizados a los fines de lograr su plena efectividad; el
Estado tiene la responsabilidad de reconocer a la sociedad civil, como un sujeto relevante para
plantear nuevos derechos y sobre todo como un ente de supervisión de la autoridad y de los
órganos de control y protección; por lo que es necesario que el Estado otorgue atribuciones a un
órgano especializado, para que tenga la potestad de velar por la protección de estos derechos, y
sobre todo garantizar mecanismos a la sociedad civil para una garantía efectiva de esos derechos
sociales.

El Tribunal Constitucional como una jurisdicción constitucional especializada tiene la potestad


de conocer las acciones directas de inconstitucionalidad, en única instancia, sobre las violaciones
por parte del Estado de estos derechos sociales, por lo que la sociedad civil puede acudir de
manera directa, a través de los mecanismos de garantía de estos derechos, al Tribunal
Constitucional para obtener una sentencia vinculante para todos los poderes del Estado, lo que
permite una mayor protección de estos derechos; ya que al momento de surgir una violación por
parte del Estado a uno de los derechos sociales, estaría en juego la imparcialidad del Poder
Judicial, porque sería apoderar al Estado de conocer una demanda en contra de sí mismo, por tal
razón, es necesario la protección de un órgano independiente del Estado, en este caso el Tribunal
Constitucional, que aseguré una protección efectiva de esos derechos y una decisión que sea
otorgada basado en los principios rectores del sistema de justicia constitucional, los cuales son:
la accesibilidad, celeridad, efectividad, constitucionalidad, favorabilidad, gratuidad,
inconvalidabilidad, inderogabilidad, informalidad, oficiosidad, y por último, supletoriedad.

Por otro lado, el Tribunal Constitucional tiene la potestad de revisar las decisiones
jurisdiccionales que hayan adquirido la autoridad de la cosa irrevocablemente juzgada, con
posterioridad a la fecha de proclamación y entrada en vigencia de la Constitución, en los
siguientes casos: 1) cuando la decisión inaplicable por inconstitucionalidad una ley, decreto,
reglamento, resolución y ordenanza; 2) cuando la decisión viole un precedente del Tribunal
Constitucional; y, por último, 3) cuando se haya producido una violación de un derechos
fundamental, siempre que concurran y se cumplan todo y cada uno de los siguiente requisitos: a)

73
que el derecho fundamental vulnerado se haya invocado formalmente en el proceso, tan pronto
quien invoque la violación haya tornado conocimiento de la misma; b) que se hayan agotado
todos los recursos disponibles dentro de la vía jurisdiccional correspondiente y que la violación
no haya sido subsanada; y, c) que la violación al derecho fundamental sea imputable de modo
inmediato y directo a una acción y omisión del órgano jurisdiccional, con independencia de los
hechos que dieron lugar al proceso en que dicha violación se produjo, los cuales el Tribunal
Constitucional no podrá revisar; estas atribuciones especiales del Tribunal Constitucional
permiten priorizar la participación social y el bienestar colectivo dentro de un ámbito de respeto
a las normas jurídicas establecidas, garantizando la protección efectiva de los derechos
fundamentales y la supremacía de la Constitución, componentes esenciales en un Estado Social y
Democrático de Derecho.

El Tribunal Constitucional emite sus decisiones a través de sentencias constitucionales, que son
emitidas en ocasión del control concentrado y abstracto; estas sentencias están sometidas a las
mismas exigencias que las demás sentencias dictadas por los tribunales ordinarios, con la
excepción de su carácter sui generis del proceso de control concentrado de constitucionalidad.
Este proceso, a diferencias de otros, implica que la litis trabada engloba no la aplicación de una
ley al caso material sino el enjuiciamiento de la ley misma44. A continuación, analizaremos
algunas de las sentencias emitidas por el Tribunal Constitucional, y sobre todo indicaremos como
estas decisiones se encuentran encaminadas a garantizar el desarrollo de un Estado Social y
Democrático de Derecho y los principios esenciales mediante los cuales se fundamenta la
consagración de la sociedad dominicana.

74
CAPITULO V:
LA MIGRACIÓN HAITIANA HACIA LA REPÚBLICA DOMINICANA

4.1. Antecedentes históricos de la migración haitiana hacia la República Dominicana


A manera de consideración preliminar, la Comisión estima necesario recordar que los Estados
que hoy conforman el continente americano surgieron tras independizarse de diferentes
colonizadores europeos.85 Una de las principales características y legados del colonialismo
europeo en América fue el establecimiento de sociedades coloniales basadas en el racismo, en las
cuales estaban claramente diferenciados los colonizadores de las poblaciones de indígenas y
afrodescendientes. Una de las principales consecuencias del colonialismo fueron las múltiples
formas de discriminación y racismo a las que fueron sometidas los indígenas y los
afrodescendientes a lo largo y ancho del continente americano. A su vez, la esclavitud, además
de servir de sustento de las economías coloniales durante siglos en el continente americano y el
Caribe, también fue el origen de diversas formas de discriminación y racismo contra las personas
afrodescendientes. Actitudes de intolerancia y discriminación racial y étnica fueron reforzadas
durante los procesos de independencia a principios del siglo XIX, cuando las nuevas autoridades
continuaron con políticas de exclusión y de forma deliberada estigmatizaron y sometieron a
indı́genas y afroamericanos. (La Comisión ha sostenido que la discriminación, el racismo, la
xenofobia y otras manifestaciones de intolerancia en el hemisferio americano tienen su génesis
en preconcepciones raciales y culturales traídas por los conquistadores europeos y fomentados
durante siglos de colonización. Véase, CIDH, Segundo Informe de Progreso de la Relatoría
sobre Trabajadores Migratorios y sus Familias en el Hemisferio. 2001)

A pesar de las arraigadas raíces históricas que tienen la discriminación y el racismo contra las
personas afrodescendientes y los pueblos indígenas en el continente americano, estas problemá
ticas, así́ como sus causas y consecuencias, han sido ampliamente ignoradas, invisibilidades e
incluso negadas en la mayor parte de los Estados de las Américas. La invisibilidad de la
discriminación y el racismo en las Américas responde a varios factores, siendo uno de ellos la
manera en la que histórica y culturalmente se ha arraigado el racismo desde los tiempos de la
esclavitud y la colonización hasta nuestros días. A criterio de la Comisión.

75
Interamericana, muchas de las formas de discriminación y racismo que todavía enfrentan en la
actualidad las personas afrodescendientes y los pueblos indı́genas en el continente americano
tienen sus orígenes en los hechos históricos mencionados anteriormente, pero también en el
hecho que estas problemá ticas no fueron reconocidas ni abordadas por los Estados que
resultaron tras los procesos de independencia y en gran medida se han mantenido visibilizadas
hasta años recientes. Esto a llevado a la Comisión ha sostener que la población afrodescendiente
en las Américas se encuentra marcada por una historia de invisibilidad, exclusión y desventajas
sociales y económicas, que afectan el goce de sus derechos fundamentales. (CIDH, La situación
de las personas Afrodescendientes en las Américas, OEA/Ser.L/V/II. Doc. 62, 5 diciembre 2011)

Haití́ se independizó de Francia en 1804, haciendo que fuese la segunda nación en


independizarse en el continente americano, después de los Estados Unidos de América en 1776.
La revolución que se desarrolló́ entre 1791 y 1804 estuvo orientada y trajo consigo la abolición
de la esclavitud. Además de traer consigo la independencia de Haitı́, este proceso revolucionario
fue el primero y único de esclavos negros. Como consecuencia de lo anterior, Haitı́ sufrió́ un
periodo de aislamiento internacional promovido por las potencias europeas, en particular
Francia, Gran Bretaña y los Estados Unidos, que identificaban como una amenaza para sus
sistemas esclavistas la existencia de una nación gobernada por antiguos esclavos. Estos hechos
tienen una estrecha relación con la situación de desventaja que desde entonces afectó a los
haitianos.

En adición a lo anterior, históricamente, la relación bilateral entre la Republica Dominicana y


Haití́ se ha caracterizado por múltiples tensiones entre ambos Estados. Después de
independizarse de Francia, Haití́ invadió́ la Republica Dominicana en 1822, con el propósito de
acabar con la esclavitud allí́. Durante los siguientes 22 años, Haití́ gobernó́ la parte oriental de la
isla. En la medida en que la ocupación se prolongó́ y las expectativas de la población no se
vieron satisfechas, se generó́ un movimiento separatista que se materializó en 1844. La
ocupación de Haitı́ a la República Dominicana todavı́a tiene fuerte impacto en el imaginario
colectivo dominicano. Con frecuencia, la llegada de migrantes de Haitı́ a la República
Dominicana suele ser denominada como la “invasión pacífica” y ha servido para que desde
diversas esferas de la sociedad dominicana se promueva el antihaitianismo y la necesidad de

76
tomar medidas para defender la identidad nacional y la soberanía dominicana. (Castillo, V.
2015)

Históricamente, la República Dominicana ha sido el destino de migrantes provenientes de Haitı́,


paı́s con el que limita y que por décadas ha enfrentado una grave situación de inestabilidad
polı́tica, pobreza y desastres naturales. El colapso de la economı́a en Haitı́, ası́ como por su
cercanı́a geográfica con la República Dominicana y la porosidad de la frontera, facilitaron el
ingreso de personas haitianas a provincias fronterizas y en el Cibao central a principios del siglo
XX.92 A su vez, durante estos años la industria azucarera se consolidó como una fuente
permanente de empleo para los trabajadores migrantes haitianos, tendencia se mantuvo hasta la
década de 1980, en la cual empezó a decaer el apogeo de la industria azucarera dominicana.

Durante la ocupación militar de los Estados Unidos de América a República Dominicana (1916-
1924) y Haitı́ (1915-1934), la administración estadounidense organizó y promovió la migración
temporal de trabajadores agrı́colas haitianos hacı́a República Dominicana, a través del
establecimiento en 1919 de un sistema de contratos regulados para el reclutamiento de braceros
desde Haitı́ que trabajasen en el corte y tiro durante la zafra azucarera. De esta forma se
satisfacı́a la demanda de mano de obra barata de dicho sector.

La migración de trabajadores haitianos contribuyó de manera fundamental en la disminución de


costos de producción a través de la contratación de mano de obra barata y de esta forma generar
ganancias para la industria azucarera. Desde sus inicios, la utilización de mano de obra haitiana
para trabajar en las plantaciones azucareras “estuvo asociada con las ventajas económicas de
utilizar trabajadores extranjeros, a quienes debido a las barreras del idioma, discriminación
basada en nacionalidad y dependencia del empleador para acceso a servicios básicos como
vivienda, era más fácil someter a una intensa explotación laboral”.

A su vez, la migración dirigida a trabajar en las plantaciones de azúcar fue determinante para que
los migrantes haitianos se consolidasen como la principal comunidad de origen extranjero en la
República Dominicana. La mayorı́a de estas personas fueron trasladadas a vivir en “bateyes”,
que es como se le denomina a los asentamientos de población ubicados en las plantaciones de

77
azúcar. Esta población incluye a las personas nacidas en Haitı́ que migraron a la República
Dominicana y hasta tres o cuatro generaciones de descendientes nacidos en territorio
dominicano. Para el censo de 1935, se estimaba que habı́a 52,657 personas haitianas en
República Dominicana, 11,586 trabajaban y vivı́an por fuera de la industria azucarera. Durante
estos años, los braceros haitianos eran contratados por los ingenios a través de negociaciones
directas con el gobierno haitiano. Por su parte, la República Dominicana expedı́a permisos de
inmigración y exigı́a el retorno de estos trabajadores al terminar la cosecha. (OBMICA (Natalia
Riveros), Estado de la cuestión de la población de los bateyes dominicanos en relación a la
documentación. República Dominicana, 2014)

Entre el 28 de septiembre y el 8 de octubre de 1937, el dictador Rafael Leónidas Trujillo, ordenó


la masacre que conllevó a la muerte de miles de haitianos. La masacre ocurrió principalmente en
las provincias fronterizas, por lo que se le conoce como la “dominicanización de la frontera”.
Trujillo hizo perseguir y dio órdenes de asesinar a cualquier haitiano en territorio dominicano,
excepto por los que se encontrasen en centros de ingenios azucareros de propiedad
estadounidense. La masacre presentó elementos claramente racistas y antihaitianos. A los
soldados se les ordenó matar a todos aquellos que no tuvieran documentos de identidad, o que
presumiesen que eran haitianos por su apariencia fı́sica o su dominio para hablar el español.

La masacre ocasionó una disminución significativa en el número de migrantes haitianos, tal


como lo reflejó el censo de 1938 en el que se registraron 18.500 haitianos residiendo en el paı́s.
La escasez de trabajadores haitianos en las plantaciones azucareras que se generó como
consecuencia de la masacre conllevó a que a partir de 1952, bajo la dictadura de Trujillo, se
fomentará la suscripción de acuerdos binacionales entre República Dominicana y Haitı́ para el
reclutamiento masivo de braceros haitianos para la industria azucarera dominicana. Estos
acuerdos fueron suscritos en 1952, 1959 y 1966 y nuevamente conllevaron al incremento de la
población haitiana en los bateyes. A su vez, estos acuerdos promovı́an la migración de los
trabajadores con su esposa e hijos menores de 10 años.

Al quedarse permanentemente en el paı́s, muchas de las familias que migraron bajo estos
acuerdos, tuvieron hijas e hijos en territorio dominicano. En el caso de los braceros jóvenes, su

78
juventud, solterı́a, y sus pocas posibilidades de integración laboral en Haitı́ fueron determinantes
para que decidiesen permanecer y formar familias en la República Dominicana. La permanencia
definitiva de los trabajadores haitianos beneficiaba a los empresarios azucareros, ya que de esa
forma garantizaban contar con mano de obra para ciertas tareas de cultivo que debı́an realizarse
al finalizar la zafra, ası́ como para las zafras subsiguientes.

4.2. Orígenes de la discriminación racial en República Dominicana


La Comisión observa que aunado a los factores derivados del colonialismo y la lucha por la
independencia dominicana, se resalta el hecho que entre 1930 y 1961 el paı́s fue gobernado por
el dictador Rafael Leónidas Trujillo, quien a través de la promoción de una identidad europea e
hispánica, adoptó una polı́tica oficial de racismo, la cual fue respaldada en el fomento de
sentimientos antihaitianos y en el uso de la violencia contra los haitianos. (ONU, Consejo de
Derechos Humanos, Informe del Relator Especial sobre las formas contemporáneas de racismo,
discriminación racial, xenofobia y formas conexas de intolerancia, Doudou Diene y de la experta
independiente sobre cuestiones de las minorías, Gay McDougal, Adición, Misión a la República
Dominicana, A/HRC/7/19/Add.5, A/HRC/7/23/Add.3, 18 de marzo de 2008)

Al respecto, el Relator Especial sobre las Formas Contemporáneas de Racismo, Discriminación


Racial, Xenofobia y Formas Conexas de Intolerancia y la Experta Independiente sobre
cuestiones de las minorı́as han entendido que:
los orígenes de los sentimientos antihaitianos se remontan a la revuelta de Santo
Domingo de agosto de 1791, que tuvo una gran repercusión en el sistema esclavista,
y a la independencia obtenida por Haití de Francia en 1804, que creó un temor
extremo y duradero hacia los haitianos y su satanización cultural y política en todo el
hemisferio. Tras la independencia de Haití, las elites gobernantes españolas de Santo
Domingo siguieron fomentando la identidad hispánica que se había promovido
contra la parte occidental de la isla presentando la colonia como blanca, católica y de
raíces hispánicas, en comparación con Haití, de cuyos habitantes se decía que eran
negros, practicantes de vudú y de cultura africana con influencia francesa. (Identity:
Antihaitianismo in Dominican Culture". Webster University. 1993.)

79
El antihaitianismo y las tensiones existentes en relación con el flujo migratorio de haitianos hacia
la República Dominicana responden a una pluralidad de factores y componentes históricos,
polı́ticos, sociales y culturales. Ası́ explica el historiador dominicano Frank Moya Pons que a
partir de 1930, durante la dictadura de Trujillo, el propó sito fundamental del Estado no fue tanto
mostrar las diferencias polı́ticas con Haitı́, sino enfatizar las diferencias raciales con Haitı́. Por
tanto, entiende que en la Era de Trujillo el antihaitianismo de Estado asume el racismo como
elemento especial de su propia definición. De igual forma, otros historiadores y soció logos
afirman que otras figuras intelectuales y polı́ticas del gobierno de Trujillo, como Joaquı́n
Balaguer114 y Manuel Arturo Peñ a Batlle, usaron el antihaitianismo y una noción hispánica de
la dominicanidad como narrativa oficial a mediados del siglo XX, como forma de diferenciación
entre los dominicanos y los haitianos basada en atributos raciales, bioló gicos y culturales.

Desde 1929, de manera ininterrumpida, las constituciones dominicanas han conferido la


nacionalidad por aplicación del principio de jus soli con excepciones muy limitadas. A pesar de
lo anterior, el discurso oficial en torno a la adquisición de nacionalidad por jus soli, sobre todo
para hijos de migrantes haitianos en situación irregular se ha ido delimitando a través de la
construcción histórica de la identidad nacional y el discurso antihaitiano, lo cual ha dado lugar al
surgimiento de normas y sentencias que han asimilado prácticas ya establecidas por funcionarios
de Oficialı́as del Estado Civil que se negaban a registrar o expedir documentos de identidad a los
hijos de migrantes haitianos por considerar que no les correspondı́a la nacionalidad dominicana
por ser hijos de migrantes en situación irregular.

Este proceso de desnacionalización se ha venido gestando desde hace varias décadas.


Documentos oficiales que datan de la década de los sesenta del siglo pasado, evidencian como ya
desde aquel entonces las autoridades dominicanas identificaban los múltiples problemas que
enfrentaban y representaban los migrantes haitianos y sus hijos nacidos en la República
Dominicana para el paı́s. ( En un memorándum de 1969, el Encargado de la Dirección General
de Migración, Manuel de Jesús Estrada, expresaba al Presidente de la República, Joaquı́n
Balaguer, que:
el grave problema que confronta el país ante la gran cantidad de nacionales haitianos, que de
manera pasiva han invadido puede decirse masivamente, nuestro territorio, y lo que es peor aún,

80
procreando hijos con mujeres dominicanas, que por el hecho de haber nacido aquí, son
dominicanos, los cuales se van sumando en forma alarmante a esa invasión, y constituyendo por
ende, una real y positiva amenaza para nuestra nacionalidad, ya que con el devenir de los años, el
ya enorme núcleo de haitianos (se calculan unos 250,000 en la actualidad), acrecentará por el
motivo apuntado anteriormente su número, y no está muy lejos el día en que su cantidad rondará
el millón, situación ésta que de no ser frenada a tiempo de algún modo, constituye repito, una
verdadera amenaza a nuestra nacionalidad, e inclusive a la seguridad propia del país y del
Estado. (Estrada Medina, 2015)

En 1976, una comunicación del Secretario de las Fuerzas Armadas, Mayor General Juan Rene
Beauchamp Javier, al Presidente de la República, Joaquı́n Balaguer, informaba sobre la
necesidad de preparar una ley a partir de cual se pudiese considerar a los trabajadores migrantes
como “extranjeros en tránsito”. Dado que la constitución vigente para aquel momento establecı́a
que no podrı́an adquirir la nacionalidad dominicana por jus soli los hijos de extranjeros en
tránsito, esta reforma habrı́a tenido como efecto de limitar la adquisición de la nacionalidad
dominicana para los hijos de trabajadores migrantes, la mayorı́a de los cuales históricamente han
sido haitianos. Al respecto, la comunicación señalaba que:
se llevó a cabo una reunión de autoridades de la Jefatura del Estado Mayor del Ejército Nacional,
en la cual se acordó que la Junta Central Electoral, de acuerdo con la Dirección General de
Migración, prepare un proyecto de ley mediante el cual se declaren como extranjeros en tránsito
a las personas oriundas de otros países que mediante contratos colectivos de trabajo sean traídas
al país, mientras dure la vigencia de dichos contratos, lo cual modificaría sustancialmente las
leyes de Cédula y Migración en este aspecto, evitando así la expedición de documentos de
permanencia en el país a personas que solamente vienen a cumplir con un contrato de trabajo
temporero, el cual una vez finalizado, deben retornar a su país de origen. (Estrada Medina, 2015)

A manera de consideración preliminar, la Comisión Interamericana estima necesario precisar que


la situación relativa al derecho a la nacionalidad dominicana de personas nacidas en territorio
dominicano de padres migrantes de origen haitiano en situación irregular evidencia la existencia
de una relación entre el hecho de que los padres fuesen migrantes haitianos y el reconocimiento
de la nacionalidad dominicana de sus hijos.

81
La no diferenciación de estos temas ha conllevado a que basándose en categorı́as bajo las cuales
no se puede discriminar en el acceso a la nacionalidad, tal como el hecho de que los padres
fuesen migrantes en situación migratoria irregular, se considerase que no se les reconociese la
nacionalidad dominicana a los hijos de estas personas y se les trasmitiese la situación migratoria
de sus padres. Ya desde la visita de la CIDH en 1991, las autoridades sostenı́an que las personas
nacidas en territorio dominicano de padres en situación migratoria irregular no eran nacionales
dominicanos, aún a pesar de que hubieran nacido en suelo dominicano y que el principio de jus
soli reconocido en la Constitución no era aplicable cuando se trataba de hijos de migrantes en
situación irregular. Al respecto las autoridades señalaban: “si es de padres ilegales, aunque haya
nacido aquı́ es ilegal”. (CIDH, Informe Anual de la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos 1991. OEA/Ser.L/V/II.81 Doc. 6 rev. 1, 14 de febrero de 1992)

4.3. Seguimiento de la CIDH a la situación de los migrantes haitianos y sus descendientes


en República Dominicana
A lo largo de los años, los órganos del Sistema Interamericano de Derechos Humanos (en
adelante “SIDH”) han monitoreado la situación de los migrantes haitianos y sus descendientes en
la República Dominicana. Aún antes de monitorear la situación relativa a la nacionalidad de los
hijos de migrantes haitianos, ya desde 1965, la Comisión Interamericana venı́a monitoreando
diversas situaciones relativas a los derechos humanos de los migrantes haitianos en la República
Dominicana. A partir de la visita in loco a la República Dominicana de 1991, la CIDH la empezó
a prestar mayor atención a las diversas situaciones que vulneraban los derechos humanos de los
migrantes haitianos y sus descendientes, en particular en lo que respecta a la situación de
indocumentación e irregularidad migratoria en la que eran mantenidos por décadas y en los
efectos que lo anterior tenı́a en la falta de reconocimiento de la nacionalidad dominicana para los
hijos de estas personas, ası́ como los riesgos que enfrentaban de ser deportadas de manera
sumaria.

Por su parte, la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha dictado 3 sentencias y varias


medidas provisionales al respecto, mientras que el Consejo Permanente de la OEA ha presentado
el tema durante sus sesiones. De forma que el presente informe es el resultado del seguimiento
que los órganos del Sistema Interamericano, en particular la Comisión Interamericana, han dado

82
a la situación del derecho a la nacionalidad de los dominicanos de ascendencia haitiana en la
República Dominicana, de la información recopilada en el marco de la visita de 2013, ası́ como
de otras actividades conexas, tales como solicitudes de información al Estado, audiencias
públicas y reuniones de trabajo.

Desde su informe de la visita de 1991, la Comisión expresaba que los hijos no tenı́an
documentos de identidad dominicana por el hecho de que sus padres tampoco contaban con
documentos migratorios. Los funcionarios de los hospitales se negaban a dar una constancia de
nacido vivo o las autoridades Registro Civil se negaban a inscribirlos y darles su acta de
nacimiento, lo cual hacı́a que fuese prá cticamente imposible que obtuvieran documentos sus
documentos de identidad dominicanos. El argumento que ya desde 1991 daban los funcionarios
gubernamentales era que los padres só lo poseı́an el documento que los identifica como
trabajadores temporales, ubicándolos ası́ en la categorı́a de extranjeros en tránsito, a pesar de que
hubieran vivido por años en la República Dominicana.123 Desde aquel entonces, la CIDH ya
sostenı́a que:
En muchos casos denunciados ante la Comisión, los expulsados eran nacidos en la República
Dominicana a quienes les correspondı́a constitucionalmente el derecho de nacionalidad. El
Gobierno señaló a este respecto que no eran nacionales, aunque hubieran nacido en suelo
dominicano, por ser hijos de extranjeros ilegales. Sin embargo, la ley imperante en la República
Dominicana, es la del jus soli, y las excepciones que establece la Constitución dominicana en su
artı́culo 11 se refiere "a los hijos legı́timos de extranjeros residentes en el paı́s en representación
diplomá tica o los que estén en tránsito en él". Con respecto a la segunda excepción no podemos
hablar que las personas que han sido expulsadas tengan el carácter de "tránsito", ya que muchos
de ellos han vivido 20, 30 y hasta 40 años en la República Dominicana. (CIDH, Informe Anual
de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos 1991. OEA/Ser.L/V/II.81 Doc. 6 rev. 1,
14 de febrero de 1992)

En su informe anual de 2001 la Comisión dio seguimiento a las situaciones relativas al acceso a
la nacionalidad de los descendientes de migrantes haitianos, las condiciones de vida de los
trabajadores haitianos y sus familias en los bateyes y las expulsiones colectivas. En general, la
Comisión observó que aun persistı́an los obstá culos en el registro de nacimiento para los hijos

83
de migrantes ante las oficialı́as ya que las autoridades exigı́an cédula de identidad de los padres,
que só lo los nacionales o quienes tienen residencia permanente podrı́an poseer; se identificó que
las condiciones de vida en los bateyes resultaban más precarias que en 1999, a causa de la
transferencia de los ingenios azucareros de parte del Estado a la empresa privada; y que si bien
las cifras de personas deportadas habı́an disminuido, el Estado dominicano aún continuaba con
su práctica de deportaciones masivas.

Entre 1998 y 2015, la Comisión ha realizado 16 audiencias temá ticas sobre esta problemá tica.
Asimismo, a lo largo de estos años la Comisión ha solicitado información al Estado dominicano
con relación a hechos relativos a esta grave situación. La más reciente fue el 9 de febrero de
2015, cuando se solicitó información al Estado dominicano sobre la alegada expulsión colectiva
hacı́a Haitı́ de 51 personas, entre ellas 28 niños y niñas presuntamente nacidos en la Republica
Dominicana, 14 mujeres, entre ellas algunas madres de los niños, otros 14 migrantes haitianos y
la señora Isabella Pomares, monja de origen españ ol de 74 años, el 27 de enero de 2015 cuando
se dirigı́an a San Juan de la Maguana a registrarse de conformidad a los procedimientos
establecidos por la Ley 169-14 y el Plan Nacional de Regularización de Extranjeros en Situación
Irregular, según el caso. Ante la falta de respuesta del Estado, el 1 de abril de 2015 y el 11 de
junio de 2015, la Comisión reiteró la solicitud de información. La Comisión lamenta que a la
fecha de la aprobación del presente informe aún no se habı́a recibido respuesta de parte del
Estado.

A través del mecanismo de medidas cautelares, la CIDH ha solicitado la adopción de 6 medidas


urgentes de protección, como instrumento efectivo de protección y prevención ante posibles
daños graves e irreparables, a favor de personas dominicanas de ascendencia haitiana que
enfrentan situaciones de riesgo inminente por las medidas adoptadas por autoridades tendientes a
privarles de su derecho a la nacionalidad dominicana, ası́ como situaciones derivadas de dicha
negativa del Estado.

En primer lugar, a raı́z de las denuncias recibidas por la Comisión sobre las expulsiones masivas
de haitianos o de personas consideradas como tales, aunque hubieran nacido en territorio
dominicano, la CIDH solicitó , el 26 de junio de 1991, al Gobierno de la República Dominicana

84
que tomara las medidas cautelares necesarias para evitar que se consumaran daños irreparables a
las personas que estuviesen en vı́speras de ser deportadas. Esta solicitud fue otorgada luego de
que en ocasión de la emisión el Decreto 233 del 13 de junio de 1991 por parte del Presidente
Balaguer, mediante el cual se repatriarı́a a los haitianos indocumentados mayores de 16 años y
menores de 60 años que se encontrasen en la República Dominicana, dictado en respuesta a las
denuncias de las violaciones de derechos humanos que sufrı́an los cortadores de cañ a haitianos
empleados en la República Dominicana en las plantaciones del Consejo Estatal del Azú car.

En 1999, la CIDH requirió la adopción al Estado dominicano de 3 medidas cautelares en favor


de dominicanos de ascendencia haitiana. En primer lugar, el 27 de agosto de 1999 la Comisión
otorgó medidas cautelares en favor de las niñ as Dilcia Yean y Violeta Bosico, a quienes se les
habı́a negado la nacionalidad dominicana, a pesar de haber nacido en territorio dominicano, y al
denegá rseles este derecho quedarı́an expuestas al peligro inminente de ser arbitrariamente
expulsadas de su paı́s natal. La Comisión requirió al Estado la adopción de las medidas
necesarias, a fin de evitar que las niñ as Dilcia Yean y Violeta Bosico, fueran expulsadas del
territorio de la República Dominicana y que Violeta Bosico no fuera privada del derecho de
asistir a clases y de recibir la educación que se brinda a los demás niñ os de nacionalidad
dominicana.

El 22 de noviembre de 1999, la Comisión otorgó medidas cautelares y solicitó al Gobierno de la


República Dominicana tomar las acciones necesarias a efectos de cesar las expulsiones masivas
de extranjeros y en caso de procederse a la deportación de personas que se encontrasen en
territorio dominicano, garantizar plenamente los requisitos del debido proceso. Esta solicitud se
basó en información recibida en la cual el peticionario señaló que miles de personas de origen
haitiano y dominicanos de descendencia haitiana fueron sujetos de expulsión por parte de las
autoridades de la República Dominicana realizadas mediante redadas colectivas, sin
procedimiento legal que permitiese identificar adecuadamente la nacionalidad de los expulsados
y sus vı́nculos familiares.

El 3 de diciembre de 1999, se solicitó al Estado la adopción de medidas cautelares a efectos de


que a la familia dominicano-haitiana compuesta por Eddy Martı́nez, su esposa Germania Pierre

85
(Marı́a) y sus dos hijas menores de edad, Olga y Teresa que se les permitiese regresar al
territorio dominicano y se procediese a la devolución de los documentos personales
indebidamente requisados. Según la información recibida, inspectores de Migración de la
República Dominicana habı́an expulsado a Haitı́ en forma violenta, ilegal y arbitraria a la familia
de Eddy Martı́nez, de origen dominicano, por haberlos confundido con haitianos.

Posteriormente, el 31 de julio de 2008 la CIDH otorgó medidas cautelares a favor de Emildo


Bueno Orguı́s, Dielal Bueno, Minoscal De Olis Oguiza, Gyselle Baret Reyes y Demerson De
Olis Baret. Todas personas nacidas en la República Dominicana de padres haitianos, quienes
habrı́an sido objeto de actos de amenaza y de violencia como presunta represalia por el impulso
de acciones judiciales destinadas a obtener documentos de identidad nacionales como
dominicanos.

El 10 de junio de 2013, la CIDH otorgó medidas cautelares a favor de Luisa Fransua, Rafael
Toussaint, otras 48 personas y sus 32 hijos, en la República Dominicana.En dicha ocasión, a las
personas beneficiarias de esta medida se les estarı́an negando los registros de nacimiento, cédula
de identidad y electoral, o reteniendo e inhabilitando los documentos, lo cual estarı́a
obstaculizando su acceso a servicios básicos, presuntamente afectando el goce de sus derechos,
en especial sus derechos a la salud y a la educación. Asimismo debido a esta situación podrı́an
ser deportados a Haitı́ en cualquier momento. La CIDH solicitó al Estado de República
Dominicana que adopte las medidas necesarias para garantizar la protección de Luisa Fransua,
Rafael Toussaint y otras 48 personas y sus 32 hijos, a fin de evitar su expulsión o deportación del
territorio de República Dominicana; que adopte las medidas necesarias para que las personas
beneficiarias y sus hijos e hijas tengan acceso a documentos de identificación que les garantice el
acceso a servicios básicos tales como educación y salud, hasta tanto la Comisión resuelva las
peticiones bajo su conocimiento.

Finalmente, el 30 de enero de 2014, la CIDH solicitó la adopción de medidas cautelares a favor


de los integrantes del Movimiento “Reconoci.do” de la República Dominicana, debido que los
integrantes habrı́an sido objeto de amenazas contra su vida e integridad personal, como resultado
de sus crı́ticas a la sentencia TC/0168/13 del Tribunal Constitucional. En este sentido, la

86
Comisión requirió a la República Dominicana que adoptase las medidas necesarias para
preservar la vida e integridad personal de los integrantes del Movimiento “Reconoci.do”, ası́
como para garantizar que pudiesen desarrollar sus actividades como defensores de derechos
humanos sin ser objeto de actos de violencia y hostigamiento por el ejercicio de sus funciones.

En mayo de 2000, la CIDH solicitó a la Corte Interamericana la adopción de medidas


provisionales a favor de personas haitianas y dominicanas de origen haitiano que se encuentran
sujetas a la jurisdicción de la República Dominicana que correrı́an el riesgo de ser “expulsadas”
o “deportadas” colectivamente, en relación con el caso Benito Tide Méndez y otros, el cual se
encontraba entonces en trá mite ante la Comisión. La Corte Interamericana ordenó las medidas
provisionales de protección a favor de las vı́ctimas mediante su resolución de fecha 18 de agosto
de 2000, la cual fue ratificada mediante las resoluciones de fecha: 14 de septiembre de 2000, 12
de noviembre de 2000, 26 de mayo de 2001, 2 de febrero de 2006, 8 de julio de 2009, 1º de
diciembre de 2011, y 29 de febrero de 2012. (Véase, Corte IDH. Asunto Haitianos y
Dominicanos de origen Haitiano en la República Dominicana respecto República Dominicana.
Resoluciones de la Corte Interamericana de Derechos Humanos de fecha: 07 de agosto de 2000,
18 de agosto de 2000, 14 de septiembre de 2000, 12 de noviembre de 2000, 26 de mayo de 2001,
2 de febrero de 2006, 8 de julio de 2009 , 1 de diciembre de 2011, y 29 de febrero de 2012.)

87
CAPÍTULO V:
EL DERECHO A LA NACIONALIDAD Y LA SENTENCIA DEL TRIBUNAL
CONSTITUCIONAL TC/0168/13

5.1. Consideraciones generales


Desde la década de los ochenta del siglo pasado se han venido documentando casos que dan
cuenta de las dificultades y obstá culos que enfrentan los hijos de migrantes haitianos nacidos en
territorio dominicano para ser registrados y contar con la documentación que pruebe su
nacionalidad dominicana. En un primer momento, funcionarios de Oficialı́as del Estado Civil se
negaban a registrar el nacimiento de hijos de migrantes haitianos nacidos en República
Dominicana por el hecho de que sus padres se encontraban en situación migratoria irregular. El
argumento comúnmente utilizado por las autoridades era que de acuerdo a la Constitución, los
hijos de extranjeros en tránsito no podı́an adquirir la nacionalidad dominicana en aplicación del
principio de jus soli.

La práctica de la denegación del registro civil a los hijos de migrantes haitianos en situación
irregular estaba basada en criterios de discriminación racial en los cuales se equiparaba a los
extranjeros en tránsito con los migrantes en situación irregular y a éstos con los haitianos. A su
vez, las personas haitianas han sido identificadas en la República Dominicana con base en rasgos
étnicos y fenotı́picos. En la práctica, la decisión de a que niños se registraba y se les reconocı́a o
se les denegaba la nacionalidad por aplicación del principio de jus soli, a menudo se basaba en el
origen nacional o la situación migratoria de los padres, el color de la piel (especialmente aquellos
de piel oscura), la capacidad lingüı́stica o los apellidos.63 Posteriormente, esta práctica se ha ido
expandiendo paulatinamente hasta el punto de ser adoptada a través de diferentes medidas, leyes
y decisiones judiciales adoptadas por los demás poderes del Estado dominicano. Dentro de este
contexto, la sentencia del Tribunal Constitucional TC/0168/13, de 23 de septiembre de 2013,
representó una etapa más de un proceso de desnacionalización llevado a cabo en la República
Dominicana tendiente a “proteger su identidad nacional”, al limitar, de forma arbitraria y
retroactiva, el derecho a la nacionalidad a los dominicanos de origen extranjero, en particular de
aquellos de ascendencia haitiana. (CIDH, Observaciones preliminares de la visita de la CIDH a
República Dominicana: 2 a 6 de diciembre de 2013)

88
A través de la sentencia TC/0168/13, el Tribunal Constitucional introdujo una nueva
interpretación en lo que respecta a la adquisición de la nacionalidad de conformidad con el
principio de jus soli establecido en las Constituciones en vigor entre 1929 y 2010. La sentencia
TC/0168/13 estableció que en aplicación del principio de jus soli sólo se consideran como
nacionales las personas nacidas en territorio dominicano de padres dominicanos o residentes
legales. El Tribunal aplicó esta interpretación con cará cter retroactivo, privando arbitrariamente
a decenas de miles de personas, en su mayor parte descendientes de migrantes haitianos, de su
nacionalidad dominicana. Al ser una interpretación de alcance general expandió sus efectos tanto
sobre aquellas personas cuyos nacimientos fueron registrados en el Registro Civil dominicano,
como aquellas cuyos nacimientos no fueron registrados. Estas personas generalmente tienen
fuertes vı́nculos familiares, sociales, y culturales en la República Dominicana al ser éste su paı́s
de nacimiento y crianza. Muchos son hijos o nietos de personas que también nacieron en la
República Dominicana; para estas familias la República Dominicana ha sido el hogar de
generaciones.

La Comisión reconoce que esta situación, la cual tuvo oportunidad de examinar con mayor
detenimiento durante la visita in loco, se enmarca en el contexto de una problemá tica histórica
que va más allá de la coyuntura actual. Se trata de un hecho con profundas raı́ces y de una gran
complejidad. Conviene establecer, entonces, los antecedentes históricos que dieron paso a la
sentencia TC/0168/13 y que, a juicio de la Comisión viene dado por un contexto de
discriminación estructural racial en perjuicio de las personas de origen haitiano en la República
Dominicana.

Desde principios de la década de los noventa del siglo pasado, la Comisión Interamericana ha
monitoreado las problemá ticas que enfrentan las personas dominicanas de ascendencia haitiana,
quienes de acuerdo a lo establecido en la Constitución y a las leyes vigentes al momento de su
nacimiento les correspondı́a la nacionalidad dominicana en aplicación del principio de jus soli,
como consecuencia de la privación de su nacionalidad. Desde aquel entonces, la Comisión ha
observado como diversas autoridades dominicanas han promovido un proceso de
desnacionalización en contra de personas dominicanas de ascendencia haitiana. (CIDH, Informe

89
Anual de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos 1991. OEA/Ser.L/V/II.81 Doc. 6
rev. 1, 14 de febrero de 1992)

A lo largo de los años, diversas prácticas llevadas a cabo tanto por particulares, ası́ como
prácticas, leyes, polı́ticas y decisiones judiciales promovidas desde diversas autoridades estatales
han generado y consolidado una situación de discriminación estructural contra los migrantes
haitianos y posteriormente contra sus descendientes nacidos en la República Dominicana. Al
respecto, la Comisión estima pertinente señalar que las diversas formas de discriminación contra
las personas de ascendencia haitiana en la República Dominicana se pueden diferenciar en las
que han afectado a dos grandes grupos: a) los migrantes haitianos, y b) los descendientes de
migrantes haitianos nacidos en la República Dominicana.

Las problemá ticas de estos dos grupos si bien pueden tener un mismo origen, tal como es la
discriminación contra las personas de origen haitiano, son diferentes y por ello es necesario no
mezclarlas, abordarlas de manera independiente y darles las respuestas que cada problemá tica
merece. La Comisión Interamericana reconoce que los temas relativos a nacionalidad y
migración son dos de los temas más complejos y controversiales para cualquier sociedad.

Las diversas formas de discriminación contra estos dos grupos se han materializado, tanto en la
esfera estatal como en la esfera de las relaciones entre particulares, a través de diferentes
medidas, o falta de ellas, a lo largo de los años. A pesar de estar integradas en diversos aspectos
de su vida dentro de la sociedad dominicana y de haber generado sus principales vı́nculos
familiares, sociales y culturales en la República Dominicana, las personas dominicanas de
ascendencia haitiana sufren de un prejuicio general que en República Dominicana se manifiesta
de manera más amplia en contra de los haitianos. En aras de la claridad, la Comisión estima
necesario señ alar que lo anterior no significa que toda la sociedad dominicana discrimina a las
personas de ascendencia haitiana y a los haitianos, por el contrario, reconociendo esta problemá
tica histórica, diversos actores de la sociedad dominicana han trabajado por décadas a favor de la
igualdad y la no discriminación de estas personas.

90
Desde su informe de la visita de 1991, la Comisión expresaba que los hijos no tenı́an
documentos de identidad dominicana por el hecho de que sus padres tampoco contaban con
documentos migratorios. Ya fuese que los funcionarios de los hospitales se negasen a dar una
constancia de nacido vivo, o que las autoridades del Registro Civil se negasen a inscribirlos y
darles su acta de nacimiento, en definitiva la actitud de las autoridades estatales hacı́a que fuese
prácticamente imposible que los dominicanos de ascendencia haitiana obtuvieran sus
documentos de identidad dominicanos. El argumento que ya desde 1991 daban los funcionarios
gubernamentales era que los padres só lo poseı́an el documento que los identifica como
trabajadores temporales, ubicándolos ası́ en la categorı́a de extranjeros en tránsito, a pesar de
haber vivido por años en la República Dominicana.66 Desde aquel entonces, la CIDH sostenı́a
que:
la ley imperante en la República Dominicana, es la del jus soli, y las excepciones
que establece la Constitución dominicana en su artículo 11 se refiere “a los hijos
legítimos de extranjeros residentes en el país en representación diplomática o los
que estén en tránsito en él”. Con respecto a la segunda excepción no podemos
hablar que las personas que han sido expulsadas tengan el carácter de “tránsito”,
ya que muchos de ellos han vivido 20, 30 y hasta 40 años en la República
Dominicana. (CIDH, Informe Anual de la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos 1991. OEA/Ser.L/V/II.81 Doc. 6 rev. 1, 14 de febrero de 1992)

En 1999, al referirse a esta situación en su Informe sobre la Situación de los Derechos Humanos
en la República Dominicana, la Comisión señalaba que uno de los principales problemas de los
migrantes haitianos en la República Dominicana radicaba en la situación de irregularidad
permanente en la que vivı́an. A lo cual añadı́a que “un gran número de haitianos vive en la
República Dominicana por 20, 30 o más años sin llegar a tener un status legal. Muchos paı́ses,
después de largos perı́odos de residencia, otorgan la ciudadanı́a; otros paı́ses reconocen, por lo
menos, el status de residente permanente; sin embargo, este no es el caso con los haitianos que se
encuentran en la República Dominicana”. (CIDH, Situación de los derechos humanos en la
República Dominicana. OEA/Ser.L/V/II.104 Doc. 49 rev. 1, 7 octubre 1999) En mayor detalle,
la CIDH sostenı́a que:

91
en la República Dominicana residen alrededor de 500.000 trabajadores haitianos
indocumentados. En numerosos casos se trata de personas que han residido por 20
ó 40 años y muchas de ellas han nacido en territorio dominicano. La mayoría
enfrenta una situación de ilegalidad permanente que transmiten a sus hijos,
quienes no pueden obtener la nacionalidad dominicana, porque de acuerdo a la
interpretación restrictiva que hacen las autoridades dominicanas del artículo 11 de
la Constitución, son hijos de “extranjeros en tránsito”. No es posible considerar en
tránsito a personas que han residido por numerosos años en un país donde han
desarrollado innumerables vínculos de toda índole. En consecuencia, numerosos
niños de origen haitiano ven negados derechos fundamentales, como la
nacionalidad del país donde han nacido, acceso a la salud y a la educación.
(CIDH, Situación de los derechos humanos en la República Dominicana.
OEA/Ser.L/V/II.104 Doc. 49 rev. 1, 7 octubre 1999)

Dado que muchos migrantes haitianos se encontraban en situación migratoria irregular, situación
que en muchos casos fue promovida por acciones y omisiones de autoridades dominicanas y
haitianas, ası́ como de empresas privadas, las autoridades del Registro Civil empezaron a
denegar de manera discrecional la expedición de documentos de identidad a hijos de migrantes
haitianos en situación irregular nacidos en la República Dominicana. De esta forma, la situación
migratoria irregular de los padres 92empezó a extender sus efectos a los hijos de estas personas,
en particular en lo que respecta al reconocimiento de su nacionalidad dominicana, aun cuando
éstos hubiesen nacido en la República Dominicana.

Al analizar la manera en que esta situación ha evolucionado a lo largo de los años, la Comisión
ha podido observar como en el marco de este proceso de desnacionalización la práctica que, en
un primer momento, empezaron a implementar los funcionarios del registro civil al negarse a
registrar el nacimiento de hijos de migrantes haitianos nacidos en la República Dominicana por
el hecho de que sus padres se encontraban en situación migratoria irregular se ha expandido de
manera gradual hasta el punto de ser adoptada a través de diferentes medidas, normas y
decisiones de los demás poderes del Estado dominicano. La Comisión Interamericana distingue

92
las siguientes etapas en el proceso de desnacionalización de personas dominicanas de
ascendencia haitiana:
La denegación de facto por parte de funcionarios de Oficialías del Estado Civil a registrar el
nacimiento a hijos de migrantes haitianos en situación migratoria irregular por lo menos desde la
década de los ochenta del siglo pasado.

La adopción a partir de la Ley de Migración de 2004 de criterios de nacionalidad más restrictivos


a partir de la equiparación de toda persona no residente, dentro de quienes se incluyen a los
trabajadores temporeros, a persona en tránsito, para fines de pasar la nacionalidad a sus hijos.

La sentencia de Suprema Corte de Justicia de 2005 mediante la cual se impedía que los hijos de
migrantes en situación irregular adquiriesen la nacionalidad dominicana conforme a lo
establecido en la Constitución dominicana por el principio de jus soli.

La implementación de procedimientos administrativos introducidos en 2007 por la Junta Central


Electoral (JCE) para suspender o retener las actas de nacimiento de personas cuyos padres no
contaban con un permiso de residencia en el país.

La restricción formal de la nacionalidad a los hijos de migrantes en situación irregular con la


Constitución de 2010.

La sentencia TC/0168/13 del Tribunal Constitucional, la cual se introdujo una nueva


interpretación en lo que respecta al la adquisición de la nacionalidad de conformidad con el
principio de jus soli establecido en las Constituciones en vigor entre 1929 y 2010, al establecer
que no les correspondía la nacionalidad dominicana a las personas nacidas en territorio
dominicano de padres migrantes en situación irregular.

En parte, la Ley 169-14, al suscribir la interpretación del Tribunal Constitucional en el sentido de


que a las personas afectadas no les correspondía la nacionalidad dominicana, pero que por las
imprevisiones legales de la política migratoria dominicana y las deficiencias institucionales y
burocráticas del Registro Civil, al haber sido registradas decenas de miles de estas personas en el

93
Registro Civil y otorgarles documentos de identidad dominicanos se les había hecho presumir
que eran nacionales dominicanos. A su vez, el mecanismo previsto por la ley para las personas
nacidas en territorio dominicano de padres en situación migratoria irregular y que nunca
pudieron ser inscritos en el Registro Civil, es decir, las personas comprendidas en el Grupo B,
fuesen inscritas en el libros de extranjeros, reafirmó de esa forma las medidas que conllevaron a
su desnacionalización. (República Dominicana. Nota MP-RD-OEA 0742-14: Documento en
relación a las Observaciones Preliminares de la visita de la CIDH a la República Dominicana,
presentadas al Consejo Permanente el 19 de febrero de 2014. 22 de julio de 2014)

94
CAPÍTULO VI:
MARCO CONSTITUCIONAL Y LEGAL EN MATERIA DE DERECHO A LA
NACIONALIDAD

6.1. La adquisición de la nacionalidad dominicana antes de la sentencia del Tribunal


Constitucional TC/0168/13
En la presente sección, la Comisión Interamericana expondrá las principales normas
constitucionales y legales, ası́ como decisiones judiciales y disposiciones administrativas que han
tenido un impacto en la adquisición de la nacionalidad dominicana por vı́a de jus soli desde
1929. Esto en razón a que la sentencia TC/0168/13 del Tribunal Constitucional extiende sus
efectos en lo que respecta a la adquisición de la nacionalidad dominicana hasta la Constitución
que entró en vigor a partir del 21 de junio de 1929, al ordenar a la Junta Central Electoral la
creación de una lista de los extranjeros que alegadamente se encontrasen irregularmente inscritos
por carecer de las condiciones requeridas por la Constitución de la República para la atribución
de la nacionalidad dominicana por jus soli desde la mencionada fecha.

La disposición en materia de adquisición de la nacionalidad dominicana por aplicación del


principio de jus soli fue introducida, por primera vez, en la Constitución dominicana de 1865 en
su artı́culo 5, disponiendo lo siguiente: “Son dominicanos: 1° Todos los que hayan nacido o
nacieren en el territorio de la República, sea cual fuere la nacionalidad de sus padres”. Esta
fórmula fue variada a través de varias reformas constitucionales, sin embargo es de resaltar que
desde 1929 hasta la Constitución de 2010 –sin incluir-, se establecı́a que serı́an dominicanas:
Todas las personas que nacieren en el territorio de la República, con excepción de los hijos
legítimos de los extranjeros residentes en la República en representación diplomática o que estén
de tránsito en ella.

El Estado dominicano sostiene, a pesar de que es criterio constante en el SIDH la prohibición de


discriminación en el acceso a la nacionalidad con base en la situación migratoria de los padres,
que desde su concepción el principio de jus soli reconocido en la Constitución no era aplicable
cuando se tratase de hijos de migrantes en situación irregular, ya que estos entraban dentro de la

95
categorı́a de “en tránsito” señalado en todas las constituciones. Ası́, para entender cómo la
sentencia TC/0168/13 reinterpreta el criterio de persona “en tránsito” para privar
retroactivamente de su derecho a la nacionalidad a las personas dominicas de ascendencia
haitiana, es necesario acudir a la normativa migratoria a efectos de conocer las categorı́as bajo
las cuales son admitidos los migrantes en territorio dominicano.

Al referirse a los extranjeros, la Ley de Inmigración No. 95, de 14 de abril de 1939, en su


artı́culo 3 establecı́a que los extranjeros que quisieran ser admitidos en territorio dominicano
serı́an considerados como inmigrantes o como no inmigrantes. A su vez, los extranjeros que
quisiesen ser admitidos serı́an considerados como inmigrantes, a menos que se encontrasen
dentro de una de las siguientes clases de no inmigrantes:
 Visitantes en viaje de negocio, estudio, recreo o curiosidad.
 Personas que transiten al través del territorio de la República en viaje al extranjero;
 Personas que estén sirviendo algún empleo en naves marítimas o aéreas;
 Jornaleros temporeros y sus familias. Los extranjeros admitidos como Inmigrantes
pueden residir indefinidamente en la República. A los no Inmigrantes les será concedida
solamente una Admisión Temporal y ésta se regulará por las condiciones prescritas en el
Reglamento de Migración No. 279, del 12 de mayo de 1939, a menos que un extranjero
admitido como no Inmigrante pueda ser considerado después como Inmigrante mediante
el cumplimiento cabal de los requisitos relativos a los Inmigrantes. Los jornaleros
temporeros serán admitidos en el territorio dominicano únicamente cuando soliciten su
introducción las empresas agrícolas y esto en la cantidad y bajo las condiciones que
prescriba la Secretaría de Estado de Interior y Policía, para llenar las necesidades de tales
empresas y para vigilar su Admisión, Estada Temporal y regreso al país de donde
procedieron.

Al desarrollar las normas establecidas en la Ley de Inmigración de 1939, el Reglamento de


Migración No. 279, aprobado el 12 de mayo de 1939, estipulaba que a los extranjeros que traten
de entrar a la República con el propósito principal de proseguir a través del paı́s con destino al
exterior, se les concederı́an privilegios de transeúntes. De lo anterior se deriva que el Estado
concederı́a privilegios de “transeúnte” a los extranjeros que estuviesen “en tránsito” a través del

96
territorio de la República Dominicana en viaje al extranjero. Para que los extranjeros pudiesen
transitar por el territorio de la República se consideró que un periodo de 10 dı́as era,
ordinariamente, suficiente. El Reglamento de Migración No. 279 en su Sección V, relativa a los
“Transeúntes”, establecı́a que:
 A los extranjeros que traten de entrar a la República con el propósito principal de
proseguir al través del país con destino al exterior, se les concederán privilegios de
transeúntes. Estos privilegios serán concedidos aunque el extranjero sea inadmisible
como inmigrante, si su entrada no fuere contraria a la salud y al orden público. Al
extranjero se le requerirá declarar su destino, los medios que haya escogido para su
transporte y la fecha y el lugar de salida de la República. Un período de 10 días se
considerará ordinariamente suficiente para poder pasar al través de la República.

 A un extranjero admitido con el propósito de proseguir al través del país, se le concederá


un Permiso de Desembarco, válido por 10 días. No se cobrarán derechos por este
Permiso. El Permiso deberá ser conservado, por la persona para quien fue expedido, todo
el tiempo que dure su tránsito al través de la República y devuelto al Inspector de
Migración en el momento de la salida.

La Ley de Inmigración No. 95 y el Reglamento de Migración No. 279, ambas de 1939, fueron la
normativa vigente en materia migratoria hasta la entrada en vigor de la Ley General de
Migración No. 285-04, el 15 de agosto del 2004, a partir de la cual se derogó cualquier ley o
parte de ley que le fuese contraria (en adelante LGM). A partir de la entrada en vigor de la Ley
General de Migración de 2004, se estableció que para los efectos de permanecer en el paı́s, los
extranjeros pueden ser admitidos en las categorı́as de “Residentes” y “No Residentes”.

A partir de Ley General de Migración de 2004 se introdujo otro entendimiento al término “en
tránsito”, quedando sin efecto la norma que entendı́a 10 dı́as por “en tránsito”. Según el artı́culo
36 de la Ley General de Migración, son considerados como extranjeros no residentes:
Los No Residentes son considerados personas en tránsito, para los fines de la aplicación del
Artículo 11 de la Constitución de la Republica.

97
El artı́culo 36 de la LGM de 2004 amplió el alcance de la definición de extranjeros “en tránsito”,
al establecer que todos los extranjeros no residentes, entre los cuales ahora se incluı́an a los
trabajadores temporeros, serı́an considerados personas “en tránsito”, para los fines de la
aplicación del artı́culo relativo a la nacionalidad dominicana de la Constitución de la República
Dominicana. De conformidad con lo anterior, la ley establecı́a que los trabajadores temporeros
eran considerados como personas en tránsito, independientemente de cuánto tiempo hubiesen
permanecido en el territorio dominicano, y por tanto, sus descendientes no podrı́an adquirir la
nacionalidad dominicana al encontrarse sus padres dentro de una de las excepciones para la
adquisición de la nacionalidad en aplicación del principio de jus soli. En adición a lo anterior, los
artı́culos 101 y 152 de la LGM establecen que será considerado ilegal el extranjero, que aun
habiendo ingresado bajo alguna condición legal temporal, haya extralimitado su permanencia
una vez vencido el plazo autorizado.

La LGM también creó un procedimiento para el registro de nacimientos de hijos de extranjeros


no residentes que naciesen en territorio dominicano, y quienes de conformidad con el criterio
introducido por esta ley, no tienen derecho a la nacionalidad dominicana. Los centros de salud
que ofrezcan su asistencia a una mujer extranjera que no cuente con documentación que la
acredite como una residente legal tendrán que expedir una constancia de nacimiento de color
rosado con todas las referencias personales de la madre y diferente a la constancia de nacimiento
oficial utilizada para dominicanos. Esta constancia sirve como prueba de nacimiento, más no
nacionalidad. Posteriormente, la JCE registrará estas constancias en el libro de extranjería. Este
procedimiento empezó a implementarse en 2007, cuando la JCE aprobó el “libro Registro del
Nacimiento de Niño (a) de madre extranjera no residente en República Dominicana”, también
conocido como el “libro de extranjería”.

La Constitución en vigor para el momento en que entró en vigor la LGM era la Constitución de
2002, la cual en su artı́culo 11.1 establecı́a que eran dominicanos:
Todas las personas que nacieren en el territorio de la República, con excepción de los hijos
legítimos de los extranjeros residentes en el país en representación diplomática o los que están de
tránsito en él.

98
Con relación al alcance del término extranjero “en tránsito” para efectos de adquisición de la
nacionalidad dominicana, el 14 de diciembre de 2005, la Suprema Corte de Justicia (en adelante
SCJ), ejerciendo funciones de Sala Constitucional, dictó una sentencia sobre la
constitucionalidad de la Ley General de Migración de 2004. En esta sentencia la SCJ realizó una
interpretación respecto a cómo deberı́a ser entendido el término extranjero “en tránsito” para
efectos de la adquisición de la nacionalidad dominicana, sosteniendo que los extranjeros
“transeúntes” o “en tránsito” son aquellos que no cuentan con un permiso de residencia expedido
por la Dirección General de Migración. Esta interpretación implicó considerar como equivalentes
los términos extranjeros “en tránsito” con “migrantes en situación irregular”. Lo anterior, sin
perjuicio del tiempo en que un migrante en situación irregular pudiese haber permanecido en
territorio dominicano. En consecuencia, las hijas e hijos de padres que se encontrasen en
situación migratoria irregular no les corresponderı́a la nacionalidad dominicana por vı́a de jus
soli dado que sus padres estarı́an “en tránsito” en el paı́s, sin importar que pudiesen estar
residiendo en la República Dominicana por años o incluso décadas. Asimismo, en la sentencia en
cuestión la SCJ resolvió que:
Cuando la Constitución [de 1994] en el párrafo 1 de su artículo 11 excluye a los hijos legítimos
de los extranjeros residentes en el país en representación diplomática o los que están de tránsito
en él para adquirir la nacionalidad dominicana por jus soli, esto supone que estas personas, las de
tránsito, han sido de algún modo autorizadas a entrar y permanecer por un determinado tiempo
en el país; que si en esta circunstancia, evidentemente legitimada, una extranjera alumbra en el
territorio nacional, su hijo (a), por mandato de la misma Constitución, no nace dominicano; que,
con mayor razón, no puede serlo el hijo (a) de la madre extranjera que al momento de dar a luz
se encuentra en una situación irregular y, por tanto, no puede justificar su entrada y permanencia
en la República Dominicana.

En el único caso en que la República Dominicana pudiera verse constreñida a otorgar la


nacionalidad dominicana a un extranjero que se encuentre al margen de la ley con respecto a su
estancia en el país o de una persona que haya nacido en el territorio nacional, que de otro modo
resultarían apátridas, sería en aplicación, a la cual el interesado tendría que dar estricto
cumplimiento, de la Convención para Reducir los casos de Apatridia, adoptada por las Naciones
Unidas el 30 de agosto de 1961, lo que no es dable en el caso a que se contrae la instancia de

99
referencia en razón de que las personas aludidas en la misma les corresponde por jus sanguini la
nacionalidad de su país, lo que descarta la posibilidad que para los apátridas prevé justamente la
Convención ya citada y, por tanto, la obligación para el Estado Dominicano de conceder su
nacionalidad a los indicados ciudadanos en la hipótesis planteada en esa Convención; que a ese
respecto, lo que da sustento a lo antes afirmado, el artículo 11 de la Constitución de la República
de Haití, expresa, de forma categórica lo siguiente: “Todo individuo nacido, en Haití o en país
extranjero, de un haitiano o de una haitiana, es haitiano.

En este orden de ideas, la Suprema Corte de Justicia resolvió que la Constitución haitiana
deberı́a aplicarse antes que la dominicana y que por lo tanto no se fomentaba la apatridia al negar
la nacionalidad dominicana a los hijos de migrantes haitianos en situación irregular, dado que la
Constitución de Haitı́ establecı́a el principio de jus sanguinis, es decir, que la nacionalidad
haitiana se transmite de una generación a otra.

El 26 de enero de 2010 se aprobó una nueva Constitución en la República Dominicana. En lo


que respecta a la norma relativa a la adquisición de la nacionalidad dominicana por jus soli, esta
disposición se mantuvo sin cambios desde la Constitución del 20 de junio de 1929 hasta la
Constitución de 2010. A partir de la Constitución de 2010 se incorporó formalmente la
interpretación hecha por la SCJ en su sentencia de 2005, al añ adir una tercera excepción al
principio de jus soli, mediante la cual los hijos de padres que se encontrasen en situación
migratoria irregular en el paı́s no tendrı́an derecho a la nacionalidad dominicana.

6.2. Registro de nacimiento y cédula de identidad y electoral


Si bien la nacionalidad dominicana se adquiere de manera automá tica una vez que se ha
cumplido con los requisitos establecidos por la Constitución, el acta de nacimiento que se emite
una vez que se hace el registro de un nacimiento sirve como prueba de la adquisición de la
nacionalidad dominicana. La prueba de la nacionalidad la otorga la agencia del registro civil
estatal, que hoy está regulada por la Oficialı́a del Registro del Estado Civil, dependencia de la
Junta Central Electoral. De conformidad con el artı́culo 212 constitucional, son dependientes de
la JCE el Registro Civil y la Cédula de Identidad y Electoral, por lo tanto, es esta institución la
responsable de expedir las actas de nacimiento y cédulas de identidad y electorales.

100
El acta de nacimiento es el documento legal como prueba oficial de nombre e identidad y, por lo
tanto, es necesaria para asegurar una identidad jurı́dica, la cual engloba tanto la nacionalidad
como la personalidad jurı́dica. El registro de nacimiento se encuentra regulado en la Ley No. 659
Sobre Actos del Estado Civil, de 17 de julio de 1944, en los artı́culos 39, 40 y 41, suplidos por
disposiciones del Có digo Civil, ası́ como las de la Ley 136-03 Có digo de Protección para los
Derechos Fundamentales de los Niñ os, Niñas y Adolescentes, de la Ley 8-92 de fecha 13 de
abril de 1992, de la Ley Electoral No.275-97 de fecha 21 de diciembre de 1997 y sus
modificaciones, por el Có digo Penal Dominicano, por la jurisprudencia de la Suprema Corte de
Justicia y el Tribunal Constitucional, ası́ como por la Constitución de la República.

Esta ley determina que si la declaración de nacimiento es tardı́a, el Oficial del Estado Civil podrá
, previa investigación de la veracidad de tal declaración, inscribirla o no en el registro
correspondiente. La prueba de su veracidad, se hace a través de la presentación de una serie de
documentos que son considerados requisitos para la declaración tardı́a de nacimiento y que,
según desprende del artı́culo 9 de la Ley No. 659, deben ser establecidos por la JCE.

Para obtener un acta de nacimiento los padres deben proporcionar constancia de su propia
identidad y constancia del nacimiento del niño ante las oficinas del Registro Civil. Una vez
cumplidos estos requisitos de documentación, el registro civil emite el acta de nacimiento oficial
del niñ o que, por primera vez, identifica al niñ o como nacional dominicano. Las actas de
nacimiento sirven como forma principal de identificación para todos los nacionales dominicanos
menores de 18 años.

Al cumplir los 18 años de edad, todos los dominicanos deben solicitar la cédula de identidad y
electoral. En la República Dominicana la Cédula de Identidad y Electoral cumple con los
propósitos de identificación y empadronamiento electoral requeridos por la modificada Ley núm.
6125, y el artı́culo 4 de la Ley núm. 55, de Registro Electoral, del 17 de noviembre de 1970.
Actualmente, la expedición de la Cédula de Identidad y Electoral es un proceso esencialmente
regulado por la Ley núm. 6125 de 1962, de Cédula de Identificación Personal, y por la Ley nú m.
8-92, sobre Cédula de Identidad y Electoral. Esta ú ltima modificó a la primera, en la medida en
que facultó a la JCE a fusionar los carnés de Cédula de Identidad Personal y de Inscripción

101
Electoral o Registro Electoral en un documento único denominado “Cédula de Identidad y
Electoral”.

Para obtener la cédula, los solicitantes deben primero presentar una copia certificada del acta de
nacimiento emitida por la JCE, especı́ficamente con el objetivo de solicitar la cédula. La
posesión de una cédula vá lida es obligatoria conforme a la ley; ser sorprendido sin ella implica
correr el riesgo de multas, de ir a prisión e incluso de ser deportado. Para los dominicanos
adultos, las cédulas son necesarias como requisito previo para gozar de una gran variedad de
derechos civiles, polı́ticos, sociales y económicos. Las cédulas son requeridas para votar y
postularse para un cargo público, inscribirse en la educación universitaria, para pagar el sistema
de seguridad social, abrir una cuenta bancaria, adquirir o transferir una propiedad, solicitar el
pasaporte, realizar una declaración jurada, casarse o divorciarse, registrar el nacimiento de un
hijo, entre otros.

A partir de 2007, la JCE aprobó una serie de medidas administrativas, en concreto la Circular Nº
17-2007 de 29 de marzo de 2007 y la Resolución Nº 12-2007 de 10 de diciembre de 2007, a
través de las cuales se introdujo un procedimiento administrativo dirigido a suspender
provisionalmente la expedición de actas del estado civil expedidas en el pasado que tuviesen
irregularidades o vicios que imposibilitasen legalmente su expedición. La Circular 17 estableció,
entre otras cosas, que “2. Esta Cámara Administrativa ha recibido denuncias de que en algunas
Oficialı́as del Estado Civil fueron expedidas en tiempo pasado: Actas de Nacimientos de formar
irregular con padres extranjeros que no han probado su residencia o status legal en la República
Dominicana; 3. Cualquier irregularidad que se presente en los Actos del Estado Civil
supraindicados, los Oficiales del Estado Civil deben abstenerse de expedir, firmar copia y de
inmediato deben remitir el expediente a esta Cá mara Administrativa, quien precederá de acuerdo
a la ley”.

Posteriormente, el 10 de diciembre de 2007 el Pleno de la JCE dictó la Resolución No. 12/2007


que establece el procedimiento para suspender provisionalmente la expedición de actas del
estado civil viciadas o instrumentadas de manera irregular. La misma autoriza a todo funcionario
a suspender provisionalmente la expedición de actas de estado civil viciadas o irregulares y que

102
solamente sean emitidas para fines estrictamente judiciales en los procesos de nulidad contra
dichas actas. Con la Resolución Nº 12, se empezaron a considerar irregulares los registros de
nacimiento que hubieran tenido lugar en cualquier momento de la historia en que padres
extranjeros utilizaron un documento que no fuese un documento nacional de identidad para
extranjeros. En este orden de ideas, cualquier persona cuyos padres no contasen con un permiso
para residir al momento de su nacimiento y con la documentación que ası́ lo probase, se le
suspendı́a provisionalmente su acta de nacimiento, cuyo efecto práctico era que ya no era
considerado como un nacional dominicano.

La Comisión considera que la promulgación de dichas medidas vino a reglamentar la prá ctica de
los funcionarios del Registro Civil de negar la expedición actas de nacimiento a personas nacidas
en territorio dominicano de padres extranjeros en situación migratoria irregular, especialmente
aquellos de ascendencia haitiana. La aplicación de estas medidas administrativas agravó la
situación, toda vez que las mismas autorizan por igual a la suspensión y cancelación retroactiva
de documentos de identidad pertenecientes a dominicanos de ascendencia haitiana, cuya
nacionalidad dominicana nunca antes habı́a sido cuestionada por el Estado dominicano.

6.3. La sentencia TC/0168/13 del Tribunal Constitucional


El 23 de septiembre de 2013, el Tribunal Constitucional de la República Dominicana dictó , por
11 votos a favor y 2 en contra, la sentencia TC/0168/13, mediante la cual resolvió el recurso de
revisión en materia de amparo interpuesto por la señora Juliana Deguis Pierre contra la sentencia
No. 473/2012, de 10 de julio de 2012, dictada por la Cá mara Civil, Comercial y de Trabajo del
Juzgado de Primera Instancia del Distrito Judicial de Monte Plata. El caso trata sobre la señora
Juliana Deguis Pierre, hija de trabajadores braceros haitianos, quien nació el 1 de abril de 1984
en Yamasá, Monte Plata, República Dominicana. Su padre la inscribió en la Oficialı́a del Estado
de Civil de Yamasá en 1984, donde le expidieron su acta de nacimiento dominicana.

En el año 2008, Juliana Deguis depositó el original de su acta de nacimiento en el Centro de


Cedulación del Municipio de Yamasá con objeto de solicitar la expedición de sus cédula de
identidad y electoral. A partir de este momento, el Centro de Cedulación de la Junta Central
Electoral (JCE) habrı́a retenido el original del acta de nacimiento de la Sra. Deguis. La JCE

103
rechazó su petición bajo el argumento de que ella habı́a sido inscrita de manera irregular en la
Oficialı́a del Estado Civil de Yamasá, por ser hija de nacionales haitianos “que de manera ilı́cita
e irregular han inscrito a sus hijos en los libros de Registro del estado civil, en franca violación
del texto constitucional vigente al momento de la declaración”. De conformidad con los datos
asentados en el libro de registro de nacimiento de la Sra. Deguis, su padre y madre poseı ́an
documentos que los identificaba como trabajadores de nacionalidad haitiana.

Ante la negativa de expedirle sus documentos, Juliana Deguis interpuso un recurso de amparo
contra la JCE ante la Cámara Civil y Comercial del Juzgado de Primera Instancia del Distrito
Judicial de Monte Plata, alegando que se le estaban violando sus derechos humanos y solicitando
que se le entregase su acta de nacimiento y su cédula. Mediante sentencia de 10 de julio de
2012, este tribunal rechazó el recurso de amparo debido a que Juliana Deguis no podı́a demostrar
lo que alegaba al no haber depositado el original de su acta de nacimiento, sin tener en cuenta
que ésta habrı́a sido retenida por el propio Estado en el Centro de Cedulación en el cual habı́a
solicitado su cédula de identidad y electoral.

A través de la interposición de un recurso de revisión a la sentencia de amparo, el caso llegó


finalmente ante el Tribunal Constitucional. Al analizar el caso de la Sra. Deguis Pierre, el
Tribunal Constitucional sostuvo que con base en el derecho nacional e internacional, la
República Dominicana tiene las atribuciones para determinar quiénes son sus nacionales. En
mayor detalle, señaló que la adquisición de la nacionalidad dominicana, se adquiere: a) mediante
consanguineidad o jus sanguinis; b) por el lugar del nacimiento o jus soli, y c) mediante
naturalización. Una de las excepciones a la regla genérica de aplicación del jus soli es la
categorı́a de extranjeros en tránsito.

Al referirse a la categorı́a de extranjeros en tránsito, el Tribunal Constitucional sostuvo que ésta


se encuentra regulada en todas las Constituciones dominicanas posteriores a 1929, incluida la de
1966, Constitución vigente al momento en que la Sra. Deguis fue registrada. Esta ú ltima, en su
artı́culo 11.1, disponı́a que la nacionalidad dominicana podı́a ser adquirida por todas las personas
que nacieren en el territorio de la República, con excepción de los hijos legı́timos de los
extranjeros residentes en el paı́s en representación diplomá tica o los que estén de tránsito en él.

104
Asimismo, señ aló que a partir de la Constitución de 2010 se incluyó una versión más amplia a la
excepción de extranjeros “en tránsito” al prever que no serán dominicanos las personas nacidas
en territorio nacional que “se hallen en tránsito o residan ilegalmente en territorio dominicano”.

Según el Tribunal Constitucional, “extranjeros en tránsito” corresponden al conjunto de los


cuatro grupos que fueron designados como “trabajadores extranjeros no inmigrantes” por la Ley
de Inmigración de 1939 y su Reglamento. De conformidad con el artı́culo 3 de la referida ley, los
siguientes cuatro grupos de personas son trabajadores extranjeros no inmigrantes: a) visitantes
(negocios, estudio, recreo o curiosidad); b) transeúntes; c) empleados de naves aéreas o
marı́timas, y d) jornaleros temporeros y sus familias. Respecto a los “transeúntes”, según el
Reglamento de Inmigración de 1939, éstos gozan de esta condición por el perı́odo de diez dı́as.
En ese sentido, señaló el Tribunal Constitucional que “los extranjeros en tránsito no deben ser
confundidos con los extranjeros transeúntes [que] no son más que el segundo grupo de personas
que integran la categorı́a de […] trabajadores extranjeros no inmigrantes […] o sea, en tránsito”.
En consecuencia, de acuerdo con el Tribunal “los hijos nacidos en el paı́s de progenitores que
provengan de estos cuatro grupos de personas quedan excluidos […] para la adquisición de la
nacionalidad dominicana por aplicación del criterio de jus soli.”

Asimismo, el Tribunal confirmó el criterio jurisprudencial sostenido por la Suprema Corte de


Justicia en 2005, que expandı́a la interpretación de “en tránsito” al excluir de la nacionalidad
dominicana a todo hijo de padres migrantes en estatus migratorio irregular”. Al respecto, el
Tribunal Constitucional concluyó que “estas personas no podrı́an invocar que sus hijos nacidos
en el paı́s tienen derecho a obtener la nacionalidad dominicana, […] en vista de que resulta
jurı́dicamente inadmisible fundar el nacimiento de un derecho a partir de una situación ilı́cita de
hecho”. En este orden de ideas, el Tribunal señ aló que “los extranjeros carentes de una
autorización de residencia en el paı́s deben ser asimilados a la categorı́a de extranjeros en
tránsito”. Al respecto, sostuvo que la jurisprudencia dominicana reconoce como “extranjeros en
tránsito” a los que carecen de permiso legal de residencia.

105
6.4. Decreto N º 327-13: Plan nacional de regularización de extranjeros en situación
migratoria irregular
Dado que la sentencia TC/0168/13 resolvió que la señ ora Juliana Deguis Pierre, ası́ como un
amplı́simo grupo de personas inmersas en situaciones similares a las de ella, no tenı́an derecho a
que se les hubiese otorgado la nacionalidad dominicana, y sı́ tenı́an derecho a la nacionalidad
haitiana, lo cual les convertirı́a en migrantes haitianos en situación migratoria irregular en la
República Dominicana, el Tribunal Constitucional dispuso que el Gobierno elaborase e
implementase el Plan Nacional de Regularización de Extranjeros en Situación Migratoria
Irregular (en adelante “Plan de Regularización”) dentro de los 90 dı́as de la notificación de la
sentencia mencionada, con el fin de “determin[ar] las condiciones de regularización de [dicho]
género de casos”.

En cumplimiento a lo dispuesto por la Ley General de Migración, ası́ como por la sentencia
TC/0168/13, el 29 de noviembre de 2013, el Presidente Danilo Medina aprobó el Decreto N º
327-13, mediante el cual se estableció el Plan nacional de regularización de extranjeros en
situación migratoria irregular. El Plan de Regularización estableció que el extranjero que desease
regularizar su situación migratoria, deberı́a hacer su solicitud dentro del plazo de 18 meses
contados desde la entrada en vigor del mismo, es decir hasta el 16 de junio de 2015.

Con relación a los sujetos que podrán acogerse al Plan de Regularización, pero en particular las
personas nacidas territorio dominicano hijas de padres extranjeros en situación migratoria
irregular – a quienes de acuerdo a la sentencia TC/0168/13 no les correspondı́a la nacionalidad
dominicana conforme a la normativa vigente – sostuvo que les asistirá la potestad de acogerse a
un proceso especial para la naturalización de hijos de madres extranjeras no residentes, inscritos
en el Registro Civil.

El Plan de Regularización Migratoria también estableció que el extranjero en situación


migratoria irregular, que en el tiempo de duración previsto para este Plan no califique o no se
acoja a las previsiones de regularización establecidas quedarásujeto a deportación de
conformidad con la Constitución y las leyes. En mayor detalle, también se estableció que todo
procedimiento de deportación que se lleve a cabo en virtud de lo dispuesto por la Ley General de

106
Migración, su Reglamento y el Plan de Regularización se ajustará al debido proceso migratorio,
de acuerdo a los estándares internacionales que rigen la materia. Asimismo, se estableció una
prohibición de deportación durante la ejecución del Plan de Regularización Migratoria, mediante
la cual se ordenó a las autoridades abstenerse de adoptar las medidas previstas en los artı́culos
121 y siguientes de la Ley General de Migración, respecto de los extranjeros en situación
migratoria irregular que se encuentren radicados en el territorio de la República Dominicana que
se hayan acogido al mismo.201 La Comisión analizarásus preocupaciones en lo relativo a la
aplicación de este Plan de Regularización para migrantes haitianos, en el Capı́tulo VI del
presente informe.

6.5. Ley 169 de 2014: Régimen especial para personas nacidas en el territorio nacional
inscritas irregularmente en el registro civil dominicano y sobre naturalización
Para dar respuesta a los efectos de la sentencia TC/0168/13, por iniciativa del presidente Danilo
Medina, el Congreso aprobó la Ley N º 169-14, mediante la cual se estableció un “régimen
especial para personas nacidas en el territorio nacional inscritas irregularmente en el Registro
Civil dominicano y sobre naturalización”. La Ley N º 169-14, reconoció que al señ alar y criticar
en la referida sentencia las imprevisiones legales de la polı́tica migratoria dominicana y las
deficiencias institucionales y burocrá ticas del Registro Civil, el Tribunal Constitucional ha
determinado que el propio Estado ha sido responsable de irregularidades y deficiencias en esta
materia, lo que ha sido una causa importante de la situación que enfrentan las personas que
recibieron del Estado la referida documentación.

Asimismo, la Ley No. 169-14 reconoció que el Estado, a través de sus órganos representativos,
está llamado a buscar una solución al problema que enfrentan las personas que, si bien
irregularmente inscritas en el Registro Civil por el propio Estado, han actuado a través de sus
vidas bajo la premisa de que gozan de la nacionalidad dominicana y en función de la misma han
tenido un arraigo indiscutible en nuestra sociedad.

De conformidad con la Ley No. 169-14, se establecen regı́menes legales diferentes para dos
grupos de personas: a) un régimen especial en beneficio de hijos de padres y madres extranjeros
no residentes nacidos en el territorio nacional durante el perı́odo comprendido entre el 16 de

107
junio de 1929 al 18 de abril de 2007 inscritos en los libros del Registro Civil dominicano con
base a documentos no reconocidos por las normas vigentes para esos fines al momento de la
inscripción (conocidos como el Grupo A); y b) el registro de hijos de padres extranjeros en
situación irregular nacidos en la República Dominicana y que no figuran registrados en el
Registro Civil (conocidos como el Grupo B).

Con relación a los integrantes del Grupo A, la ley establece que la JCE procederá a regularizar
y/o transcribir en los Libros del Registro civil, libre de todo trámite administrativo a cargo de los
beneficiarios, las actas de las personas inscritas previamente en el Registro Civil dominicano
cuyos documentos de identificación fueron suspendidos o retirados.

En el caso de las personas del Grupo B, es decir, aquellas que son hijas o hijas de padres
extranjeros en situación migratoria irregular que habiendo nacido en el territorio nacional no
figurasen inscritos en el Registro Civil dominicano, estas podrán registrarse en el libro para
extranjeros contemplado en la Ley General de Migración No. 285-04, siempre que acrediten
fehacientemente el hecho del nacimiento por los medios establecidos en el reglamento de esta
ley. Luego de inscribirse en el registro de extranjerı́a, estas personas nacidas en territorio
dominicano debı́an acogerse al Plan Nacional de Regularización de Extranjeros en situación
migratoria irregular, y luego de un plazo de 2 años, estas personas podrán solicitar la
nacionalidad dominicana por vı́a de naturalización ordinaria.

El Ministerio de Interior y Policı́a fue la entidad responsable de implementar el Decreto No. 250-
14 y de procesar las solicitudes de inscripción en el libro para el registro de los nacimientos de
los extranjeros. Si bien el Ministerio estimaba que el número total de personas nacidas en el paı́s
que podrı́an beneficiarse del procedimiento establecido por el Decreto No. 250-14 estaba entre
las 110.000 y 145.000 personas, según fue informado por el Presidente Medina, 8.755 personas
se habrı́an inscrito en dicho proceso.

108
6.6. La privación arbitraria y retroactiva del derecho a la nacionalidad de las personas
dominicanas de ascendencia haitiana
Sobre la sentencia TC/0168/13, personas afectadas y organizaciones de la sociedad civil
manifestaron que conllevaba a una privación arbitraria de la nacionalidad para hijos y
descendientes de migrantes en situación irregular, quienes históricamente han sido en su mayorı́a
de origen haitiano, al considerar como extranjeros en tránsito a personas que llevaban varias
décadas viviendo en la República Dominicana y aplicar retroactivamente el criterio fijado por la
Suprema Corte de Justicia en su sentencia de 14 de diciembre de 2005, mediante el cual se
declaró constitucional la Ley General de Migración de 2004, y que igualó el alcance de la
expresión “extranjeros en tránsito” al de extranjeros en situación migratoria irregular. El efecto
retroactivo de esta sentencia conllevó a la desnacionalización en masa de más de 200.000
personas de ascendencia haitiana, quienes al no tener otra nacionalidad quedaron apátridas. A su
vez, esta sentencia avaló las violaciones que estas personas enfrentan en el goce efectivo de sus
derechos civiles, polı́ticos, económicos, sociales y culturales.

Respecto a la sentencia TC/0168/13, la Comisión observa que el razonamiento central del


Tribunal Constitucional se basa en que la norma aplicable al caso es el artı́culo 11.1 de la
Constitución de la República Dominicana de 1966, el cual establece que son nacionales
dominicanos: “Todas las personas que nacieren en el territorio de la República, con excepción de
los hijos legı́timos de los extranjeros residentes en el paı́s en representación diplomá tica o los
que estén de tránsito en él”. Al interpretar dicha norma, el Tribunal plantea un problema de
interpretación con relación a cómo debe de interpretarse la expresión “los que estén de tránsito
en él”. Para solucionar dicho problema, el Tribunal recurre a la Ley de Inmigración de 1939, la
cual hace una clasificación de extranjeros entre inmigrantes y no inmigrantes; y dentro de esta ú
ltima categorı́a, la ley incluye cuatro grupos de personas, uno de los cuales era el de los
jornaleros temporeros y sus familias. Esta clasificación es importante, pues los extranjeros
inmigrantes “pueden residir indefinidamente en la República”, mientras que la ley establecı́a que
“a los no inmigrantes les será concedida solamente una admisión temporal”. A mayor detalle, en
relación con la ú ltima subcategorı́a de no inmigrantes, la de los jornaleros temporeros, la ley
establecı́a que “serán admitidos en el territorio dominicano únicamente cuando soliciten su
introducción las empresas agrı́colas y esto en la cantidad y bajo las condiciones que prescriba la

109
Secretarı́a de Estado de Interior y Policı́a, para llenar las necesidades de tales empresas y para
vigilar su admisión, estadı́a temporal y regreso al paı́s de donde procedieron”. En este orden de
ideas, el Tribunal Constitucional entendió que la expresión de la Constitución de 1966, “los
[extranjeros] que estén de tránsito en [el paı́s]” se referı́a a los extranjeros “no inmigrantes”. A
criterio del Tribunal, los padres de Juliana Deguis Pierre al haber ingresado a la República
Dominicana como “jornaleros temporeros” pertenecen a esta ú ltima categorı́a. Por ende, Juliana
Deguis Pierre encajarı́a dentro de la excepción señalada por el artı́culo de la Constitución de
1966 y no le corresponderı́a la nacionalidad dominicana.

A fin de examinar los argumentos planteados por el Tribunal Constitucional en la sentencia, la


Comisión estima conveniente iniciar con señalar los principios, derechos y obligaciones
derivadas del Sistema Interamericano y que conciernen a la cuestión central de la sentencia. Tal
como se señ aló anteriormente, el artı́culo 20.3 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos impone la obligación a los Estados Partes de que nadie sea privado arbitrariamente de
su nacionalidad. Como se demostrará a lo largo del presente informe, la Comisión considera que
la privación arbitraria de la nacionalidad dominicana de personas de ascendencia haitiana en la
República Dominicana está basada en el hecho de que se trata de personas que son descendientes
de personas de origen haitiano, lo cual a su vez se encuentra estrechamente relacionado con la
problemática de la discriminación basada en motivos de raza y color de la piel de las personas
afrodescendientes.

En este orden de ideas, dentro de los lı́mites que confiere la prerrogativa estatal para el
otorgamiento de la nacionalidad, los Estados deben abstenerse de adoptar medidas
discriminatorias y de promulgar o perpetuar leyes que priven arbitrariamente a las personas de su
nacionalidad por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión polı́tica o de otra ı́ndole,
origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición,
especialmente cuando esas medidas y leyes tengan por efecto convertir a una persona en
apátrida. Las medidas tendientes a la pérdida o privación de la nacionalidad basadas en motivos
discriminatorias (por motivos de raza, color, sexo o religión, por ejemplo) representan una
violación al derecho a la nacionalidad y son arbitrarias.

110
La Comisión observa que incluso, a pesar de encontrarse establecidas por la ley, una medida
tendiente a revocar la nacionalidad puede resultar arbitraria. A efectos de que la privación de la
nacionalidad no resulte arbitraria es necesario que la medida en cuestión responda a un fin
legı́timo del Estado, que sea proporcional al fin a alcanzar y que no esté motivada en razones
discriminatorias. La falta de proporcionalidad de este tipo de medidas se evidencia cuando no se
adoptan otras medidas menos intrusivas para alcanzar el fin legı́timo perseguido por el Estado.
La arbitrariedad de la privación de la nacionalidad también se evidencia cuando la medida
mediante la cual se priva de la nacionalidad a una determinada persona se adopta sin que se
respeten garantı́as de debido proceso, tal como serı́a negarle la posibilidad a la persona afectada
de oponerse a dicha medida, o si la acción es bastante ilógica dadas las circunstancias.

Por lo general, también está prohibida la pérdida o la privación cuando el resultado sea convertir
a una persona en apátrida. Dicha prohibición está expresamente estipulada en la Convención para
Reducir los Casos de Apatridia de 1961, la cual contiene una lista limitada de excepciones a
estas normas en que se reconocen algunas circunstancias en las que la pérdida o la privación que
da lugar a la apatridia puede responder a una finalidad legı́tima238. Sin embargo, incluso en tales
casos, la pérdida o la privación deben satisfacer el principio de la proporcionalidad. Las
consecuencias de la privación de la nacionalidad deben ponderarse cuidadosamente teniendo en
cuenta la gravedad de la conducta o el delito por el que se dictamina la retirada. En vista de la
gravedad de las consecuencias de la privación de la nacionalidad que conlleva a la apatridia,
resulta difı́cil justificar la proporcionalidad de la pérdida o la privación que da lugar a dicha
situación.

La Comisión observa que toda interferencia en el disfrute de la nacionalidad tiene un impacto


significativo en ejercicio de otros derechos humanos. Es por esto que cualquier medida que
conlleve a la pérdida o privación de la nacionalidad debe respetar determinadas condiciones
establecidas por el derecho internacional, en especial la relativa a la prohibición de la privación
arbitraria de la nacionalidad. A efectos de que una determinada medida no conlleve a la
privación arbitraria de la nacionalidad es necesario que la misma responda un fin legı́timo,
constituya la medida menos gravosa para lograr el resultado deseado, sea proporcional a los
intereses a protegerse y no sea discriminatoria. Las restricciones o requisitos que se establezcan

111
para obtener la nacionalidad deben estar sujetos a estrictos principios, como son el de necesidad
y proporcionalidad, es decir, las restricciones deben estar orientadas a satisfacer un interés
público imperativo y deben ser proporcionales al interés que la justifica. Asimismo, estas
restricciones deben estar prescritas en la ley, no tener un carácter discriminatorio y perseguir un
fin legı́timo.

En efecto, los derechos contenidos en los tratados internacionales de derechos humanos pueden
ser objeto de reglamentaciones y restricciones siempre y cuando se respeten los lı́mites, tanto
formales como sustantivos, que dichos tratados establecen, es decir, que se demuestre la
legitimidad de los fines que, con tales restricciones, pretenden alcanzarse. A ese propósito la
Convención Americana en su artı́culo 30 establece lo siguiente:
Las restricciones permitidas, de acuerdo con esta Convención, al goce y ejercicio de los derechos
y libertades reconocidas en la misma, no pueden ser aplicadas sino conforme a leyes que se
dictaren por razones de interés general y con el propósito para el cual han sido establecidas.

Al respecto la Comisión observa que de la normativa aplicable en el caso sub examine en la


sentencia TC/0168/13 del Tribunal Constitucional, se desprende que las constituciones
dominicanas en vigor desde la Constitución dominicana del 20 de junio de 1929 hasta la
Constitución de 2010, se garantizaba la nacionalidad dominicana por aplicación del principio de
jus soli a todas las personas que nacieren en el territorio de la República, con excepción de los
hijos legı́timos de los extranjeros residentes en el paı́s en representación diplomá tica o las que
estuvieran de tránsito en él, sin importar situación migratoria de los padres. Sin embargo, a la
señora Juliana Deguis, a pesar de haber nacido en la República Dominicana, se le negó este
derecho.

A criterio de la Comisión, la nueva interpretación establecida por el Tribunal Constitucional en


la sentencia TC/0168/13 implicó la asimilación judicial de las medidas y polı́ticas que otras
autoridades dominicanas habı́an venido promoviendo durante años, con el agravante de que
dicha interpretación serı́a aplicada de manera retroactiva a todas las personas nacidas en
República Dominicana de padres en situación migratoria irregular desde el 21 de junio de 1929.
La sentencia TC/0168/13 trajo aparejada una medida de carácter general que privó

112
arbitrariamente de su nacionalidad dominicana a un nú mero considerable de personas y dejó
apátridas a todas aquellas que no eran consideradas como nacionales suyos por ningún otro
Estado, conforme a su legislación. Esta privación arbitraria de la nacionalidad y la consecuente
situación de apatridia en la que dejó a muchas personas también agravó los impactos que sobre el
disfrute de otros derechos humanos ya venı́an padeciendo estas personas.

A su vez, la sentencia TC/0168/13 privó de seguridad jurı́dica en el disfrute de su derecho a la


nacionalidad a todos aquellos nacionales dominicanos que disponı́an de documentación oficial
para acreditar tal calidad. Lo anterior, debido a que sus actas de nacimiento o su inscripción en
los registros de nacimiento fueron sometidos a la auditoria de la Junta Central Electoral la cual
tenı́a por objeto determinar que algunas de estas personas fueron inscritas de manera irregular. A
su vez, estas acciones vulneran los derechos al reconocimiento de la personalidad jurı́dica, y al
nombre, ası́ como por el conjunto de dichas violaciones el derecho a la identidad.

113
CONCLUSIONES

Los hechos históricos relativos a los conflictos con la población haitiana y las construcciones de
ideologı́as raciales, son los cimientos de la sentencia TC/0168/13 del Tribunal Constitucional, la
cual representa una etapa crucial en el objetivo del Estado de "proteger su identidad nacional".
Para lograr esto, basándose en consideraciones discriminatorias, desproporcionales y con efectos
retroactivos, el Estado dominicano ha recurrido a privar arbitrariamente de su derecho a la
nacionalidad y a la personalidad jurı́dica a los dominicanos de origen extranjero, en particular
aquellos de ascendencia haitiana.

Las diversas formas de discriminación de las que han sido vı́ctimas las personas dominicanas de
ascendencia haitiana en el acceso y tenencia a documentos de identidad que prueben su
nacionalidad dominicana. Las prácticas discrecionales de funcionarios estatales, principalmente
de la Junta Central Electoral, de oficialı́as del Registro Civil, de la Dirección General de
Migración, ası́ como de otras autoridades de seguridad, a las cuales se han sumado la adopción
de reformas a nivel administrativo, legal y constitucional, y decisiones judiciales del Tribunal
Constitucional y de la Suprema Corte de Justicia, han conllevado a la vulneración de los
derechos a la personalidad jurı́dica, a la nacionalidad, a la igualdad ante la ley y el principio de
no discriminación de las personas dominicanas de ascendencia haitiana. Estas medidas han
generado que muchas de estas personas que no tenı́an otra nacionalidad más que la dominicana
se hayan convertido en apátridas.

Las medidas legislativas y constitucionales que rigen el derecho a la nacionalidad en República


Dominicana se han ido moldeando en un proceso dirigido a desnacionalizar a hijos de migrantes
haitianos en situación migratoria irregular, e inclusive en situación regular. El marco normativo y
la aplicación de sus disposiciones se ha ido agravando con el paso del tiempo a través de sus
diferentes etapas que iniciaron desde la década de los ochenta del siglo pasado.

Dentro de este contexto, la interpretación adoptada por el Tribunal Constitucional en la sentencia


TC/0168/13 implicó la asimilación judicial de las medidas y polı́ticas que otras autoridades
dominicanas habı́an venido promoviendo durante años, con el agravante de que dicha

114
interpretación serı́a aplicada de manera retroactiva a todas las personas nacidas en República
Dominicana de padres en situación migratoria irregular desde el 21 de junio de 1929. La
sentencia TC/0168/13 trajo aparejada una medida de carácter general que privó arbitrariamente
de su nacionalidad dominicana a un nú mero considerable de personas y dejó apátridas a todas
aquellas que no eran consideradas como nacionales suyos por ningún otro Estado, conforme a su
legislación.

La interpretación que el Tribunal Constitucional dio a la expresión “extranjeros en tránsito” y el


efecto retroactivo que le dio a dicha interpretación conduce a un resultado irrazonable,
discriminatorio y desproporcional de considerar como “extranjeros en tránsito” a migrantes
haitianos que han vivido en la República Dominicana por treinta, cuarenta o cincuenta años y
que por tal razón han desarrollado vı́nculos personales, familiares y sociales con el Estado
dominicano.

La situación de vulnerabilidad en la que se encuentran las personas dominicanas de ascendencia


haitiana como consecuencia de la privación arbitraria de su nacionalidad dominicana y de su
personalidad jurı́dica, exige que el Estado dominicano despliegue todas las polı́ticas y medidas
necesarias para que dicho estado de vulnerabilidad sea superado y se mejore las condiciones de
este grupo de población, de forma que se les garantice su derecho a no ser discriminadas en el
respecto y garantı́a de sus derechos reconocidos en la Convención Americana.

El proceso de desnacionalización de las personas nacidas en República Dominicana de padres


haitianos en situación migratoria irregular ha evidenciado como las acciones de diversas
autoridades dominicanas han estado dirigidas cambiar y reinterpretar el alcance que, de manera
ininterrumpida, desde la Constitución de 20 de junio de 1929 habı́a tenido la disposición
constitucional relativa a la adquisición de la nacionalidad dominicana por aplicación del
principio de jus soli, equiparando en un primer momento a los extranjeros en tránsito con los
migrantes en situación irregular, y a partir de la Constitución de 2010 incluyendo expresamente
que además de los hijos e hijas de extranjeros que se hallen en tránsito, tampoco podrán adquirir
la nacionalidad dominicana los hijos de personas en situación migratoria irregular que residan en
territorio dominicano. En este orden de ideas, la Comisión observa que el criterio establecido en

115
la sentencia TC/0168/13, ası́ como las medidas que se han adoptado para dar cumplimiento a
dicha sentencia, vienen a ser una etapa crucial en esta suerte de revisionismo histórico que ha
sido promovida por las autoridades dominicanas.

La Comisión considera que en lı́neas generales que respecto a las personas de ascendencia
haitiana es necesario la restitución plena de su nacionalidad dominicana y que se les garantice el
goce efectivo de sus todos derechos humanos sin ninguna forma de discriminación, tal como
tendrı́a derecho cualquier persona dominicana.

116
RECOMENDACIONES

Adoptar, en un plazo razonable, las medidas necesarias para dejar sin efecto toda norma de
cualquier naturaleza, sea ésta constitucional, legal, reglamentaria o administrativa, así como toda
práctica, decisión, o interpretación, que establezca o tenga por efecto que la estancia irregular de
los padres extranjeros motive la negación de la nacionalidad dominicana a las personas nacidas
en el territorio de República Dominicana.

Adoptar, en un plazo razonable, las medidas legislativas, inclusive, si fuera necesario,


constitucionales, administrativas y de cualquier otra índole que sean necesarias para regular un
procedimiento de inscripción de nacimiento que debe ser accesible, no discriminatorio y sencillo,
de modo de asegurar que todas las personas nacidas en su territorio puedan ser inscritas
inmediatamente después de su nacimiento independientemente de su ascendencia u origen y de
la situación migratoria de sus padres.

Adoptar, a la brevedad posible, las medidas necesarias para evitar que la sentencia TC/0168/13 y
lo dispuesto por los artículos 6, 8 y 11 de la Ley No. 169-14 continúen produciendo efectos
jurídicos.

Adoptar, a la brevedad posible, las medidas necesarias para garantizar el derecho a la


nacionalidad de las personas que ya tenían este derecho bajo el régimen interno vigente entre
1929 y 2010. Las medidas para garantizar el derecho a la nacionalidad de las personas
perjudicadas por la Sentencia 168- 13 deben ser generales y automáticas. Dichos mecanismos
deben ser sencillos, claros, rápidos y justos. No pueden ser discrecionales o implementados en
forma discriminatoria. Los mecanismos deben ser accesibles en términos económicos.

Garantizar que no se exija que las personas que tenían derecho a la nacionalidad dominicana,
pero que no figuraban inscritas en el Registro Civil Dominicano, se tengan que registrar como
extranjeros, tal como lo dispone el artículo 6 de la Ley No. 169-14.

117
Adoptar, a la brevedad posible, las medidas necesarias para que para que las personas
dominicanas de ascendencia haitiana que fueron registradas cuenten con la documentación
necesaria para acreditar su identidad y nacionalidad dominicana. Además, el Estado debe adoptar
las medidas necesarias para dejar sin efecto las investigaciones administrativas, así como los
procesos judiciales civiles y penales en curso vinculados a registros y documentación.

Adoptar, a la brevedad posible, las medidas que sean necesarias para que las personas
dominicanas de ascendencia haitiana que no fueron registradas, sean, según corresponda,
debidamente registradas y cuenten con la documentación necesaria para acreditar su identidad y
nacionalidad dominicana.

Realizar, dentro de un plazo razonable, programas de capacitación de carácter continuo y


permanente sobre temas relacionados con dicha población con el fin de asegurar que: a) los
perfiles raciales no constituyan, de ningún modo, el motivo para realizar una detención o
expulsión; b) la observancia estricta de las garantías del debido proceso durante cualquier
procedimiento relacionado con la expulsión o deportación de extranjeros; c) no se realicen, bajo
ningún supuesto, expulsiones de personas de nacionalidad dominicana, y d) no se realicen
expulsiones de carácter colectivo de extranjeros.

Ratificar la Convención sobre el Estatuto de los Apátridas, de 1954, y la Convención para


Reducir los Casos de Apatridia, de 1961.

118
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