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Bella era una bruja que no quería ser bruja. Quería ser una princesa, vivir en un gran castillo,
usar vestidos de seda, delicadas zapatillas de cristal y una corona de joyas.
Pero Bella era una bruja. Vivía en una casita llena de telarañas y vestía una larga capa negra,
unos enormes zapatos puntiagudos y un gran sombrero negro y sin joyas.
Ella quería transformarse a como diera lugar, cada vez que lo intentaba utilizando sus hechizos
algo siempre le salía mal.
Luego consultó con su computadora, porque ya casi ninguna bruja usaba bola de cristal. En su
correo inmediatamente leyó:
- ¡Maldición! ¡Por los ojos de un ratón! - dijo Bella-. Ahora sólo podré convertirme en princesa si
me caso con un príncipe. Un príncipe que sea muy hermoso.
Bella buscó imeditamente y después de poner algunos breves anuncios en los periódicos,
encontró uno que parecía realmente prometedor:
Si quería llegar a tiempo tenía que darse prisa ya que el reino donde vivía el príncipe Stein
estaba muy lejos. Bella se subió en su escoba de propulsión a chorro e iba a más de ciento
ochenta kilómetros por hora
A pesar de que el tráfico aéreo y el fuerte viento la retrasó, llego a las tres en punto.
¡Lo sentimos las entrevistas acabaron! -dijeron los guardias
Enseguida Bella tomo su escoba y solo grito ¡Abran paso!
¡Hola! por cierto soy yo, el príncipe Franklin, Franklin Stein – se presentó
Cuando el príncipe Stein la vio a los ojos, los dos sabían que era amor a primera vista.
¡He encontrado a mi futura esposa, que vengan los preparativos, todos los habitantes del reino
serán invitados y asistirán!
¡Eres tan bella mi amor! - Dijo el príncipe
¡Y tu tan guapo mi vida! - los dos se decían mirándose a los ojos.