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Cuento La bella durmiente para

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Cuento La bella durmiente.


 

Vivían en un lejano país, hace muchos años, un rey y una reina que
cada día se decían:

– ¡Ah, qué felices seríamos si tuviéramos un niño!

Un día que la reina estaba junto a un estanque, saltó una rana a


tierra y le dijo:

– Tu deseo se verá realizado y, antes de un año, tendrás una hija.

Lo que la rana dijo se hizo realidad y la reina tuvo una niña. Era tan
preciosa que el rey no podía ocultar su gran dicha, así que decidió
dar una gran fiesta para celebrar el nacimiento de la princesa.

Invitó a sus familiares, amigos y conocidos, también a las hadas del


reino para que fueran amables y generosas con la niña.
La fiesta se celebró con el máximo esplendor y las hadas
obsequiaron a la niña con increíbles y extraordinarios regalos: la
primera le regaló el don de ser la más bella; la segunda, el don de la
bondad; la tercera, toda clase de riquezas… y así cada una de las
hadas buenas iban regalando a la niña lo mejor que se puede desear
en el mundo.

Cuando todas las hadas, menos la más joven, habían ya obsequiado


con sus fabulosos regalos a la princesa, llegó un hada que no había
sido invita y quería vengarse. Sin ningún aviso y sin  mirar a  nadie,
gritó con voz bien fuerte:

– ¡¡¡La hija del rey, el día que cumpla 15 años, se pinchará con un
huso de hilar y caerá muerta inmediatamente!!!- Sin decir nada
más, se dio media vuelta y abandonó el salón.

Todos quedaron desconcertados, reflejándose el disgusto en sus


rostros; pero la última hada que aún no había anunciado su regalo,
aunque no tenía el suficiente poder para evitar la malvada sentencia,
pronunció un encantamiento para disminuir la terrible condena y
dijo:

– ¡Al pincharse, entrará en un profundo sueño durante 100 años y


solo un beso de amor hará que despierte!

Pasaron los años y la princesa se convirtió en la joven más hermosa


del reino. El rey, intentando evitar el hechizo del hada malvada, dio
orden para que toda máquina hilandera o huso en el reino fuera
destruido. No obstante, el día que cumplía los quince años, la
princesa acudió a un lugar del castillo que todos creían deshabitado
y donde una vieja sirvienta, desconocedora de la prohibición del
rey, estaba muy ocupada hilando una lana.
– Buenos días, señora- dijo la princesa-. ¿Qué estáis haciendo?
¿Qué es esa cosa que da vueltas y que suena como bella música?

– Estoy hilando- respondió la anciana moviendo la cabeza.

Por curiosidad, la muchacha le pidió a la mujer que le dejara probar.

– No es fácil hilar la lana- le dijo la sirvienta-. Si tienes paciencia, te


enseñaré.

La maldición del hada estaba a punto de cumplirse. Al querer hilar,


la princesa rozó el huso y se pinchó el dedo. ¡La mágica sentencia
se había cumplido!

En cuanto sintió el pinchazo, cayó sobre una cama que estaba allí y
entró en un profundo sueño. Era como si el tiempo se hubiera
detenido, pues ese sueño se hizo extensivo para todo el territorio del
palacio.

Los reyes quedaron también dormidos y toda la corte con ellos. Los
caballos también se durmieron en el establo, los perros lo hicieron
en el césped, las palomas  se durmieron en los aleros del techo, las
moscas se quedaron como pegadas a las paredes, incluso el fuego
del hogar que ardía calentando los pucheros quedó sin calor, el
cocinero y su pinche quedaron dormidos también. El viento se
detuvo en los árboles cercanos al castillo, no se movía ni una hoja.

¡El tiempo parecía haberse detenido realmente!

Alrededor del castillo sumergido en el sueño empezó a crecer,


como por encanto, un extraño y frondoso bosque con plantas
trepadoras y espinos que lo rodeaban y cubrían totalmente. De este
modo nada de él se veía, ni siquiera la bandera que ondeaba en lo
alto del castillo.
La historia de la “Bella Durmiente”, que así la habían llamado, se divulgó por toda la región de
manera que, de vez en cuando, los hijos de otros reyes llegaban y trataban de atravesar el muro
queriendo alcanzar el castillo; pero era una tarea imposible: las plantas se unían tan fuertemente
entre sí que nadie podía entrar allí.

Pasados cien años, otro príncipe llegó también al lugar. Allí se


encontraba un anciano que relataba los hechos sucedidos hacía
tantas décadas.

– Detrás de este muro se esconde una bellísima princesa. Ha estado


dormida cien años; también el rey, la reina y toda la corte. Muchos
hijos de reyes han venido, pero ninguno ha podido pasar el muro de
espino.

Entonces, el joven príncipe dijo:

– No tengo miedo. Iré y besaré a la bella princesa.

– El buen anciano trató de disuadirlo lo más que pudo, pero el joven


no hizo caso a sus advertencias.

En esa fecha los cien años ya se habían cumplido y el día en el que


la Bella Durmiente debía despertar había llegado. Por ese motivo,
cuando el príncipe se acercó a donde estaba el muro de espinas, no
había otra cosa más que bellísimas flores que se apartaban unas de
otras dejando pasar al príncipe.

En el establo del castillo vio a los caballos dormidos y en el césped


a los perros de caza sumidos en un relajado sueño, en los aleros del
techo estaban las palomas con sus cabezas bajo las alas. Además,
cuando entró en palacio, las moscas estaban dormidas sobre las
paredes, el cocinero en la cocina y una criada todavía permanecía
sentada con la gallina que tenía preparada para desplumar.
Él joven príncipe siguió avanzando, encontró al rey y a la reina
dormidos plácidamente sobre el trono y, en el gran salón, al resto de
la corte.

Todo estaba tan silencioso que podía oírse un respiro. Avanzó por
todo el castillo hasta que llegó a la torre y abrió la puerta del
pequeño cuarto donde la Bella Durmiente se encontraba dormida.
Estaba tumbada sobre la cama y la contempló entusiasmado, no
podía dejar de mirarla. Se detuvo ante ella y muy lentamente la
besó.

Con aquel beso, la joven princesa se desperezó y abrió sus ojos,


despertando del larguísimo sueño. Al ver al príncipe, murmuró:

– ¡Por fin habéis llegado! En mis sueños acariciaba este momento


tan deseado.

El encantamiento se había roto.

La princesa volvió a desperezarse y tendió su mano al príncipe.

Cogidos de la mano, los dos jóvenes bajaron juntos las escaleras


que llegaban al salón del trono. El rey y la reina despertaron,
también toda la corte, todos se miraban con gran asombro. Los
caballos en el establo se levantaron y se sacudieron. Los perros
cazadores saltaron como buscando su presa; las palomas en los
aleros del techo sacaron sus cabezas de debajo de las alas, miraron
alrededor y volaron al cielo abierto. Las moscas de la pared
revolotearon de nuevo. El fuego del hogar alzó sus llamas. El
cocinero y el pinche empezaron de nuevo a cocinar y la criada
desplumó la gallina dejándola lista para el cocido.
Al cabo de unos días, el castillo, hasta entonces inmerso en el
silencio, se llenó de cantos, de música y de alegres risas.

El rey y la reina, aceptando al apuesto príncipe que había


despertado a la princesa de su profundo sueño, decidieron celebrar
una gran boda y así vivieron todos felices por largos años.

Más sobre este cuento


Conoce algunos datos sobre el cuento de La Bella
durmiente
 

El cuento de la Bella Durmiente se trata de un cuento de hadas


que nació de la tradición oral. La versión de los hermanos Grimm,
conocida como Rosita de Espino está basada en la obra del
francés Charles Perrault, llamada La bella del bosque
durmiente, y esta a su vez se basa en la historia del
italiano Giambattista Basile, conocida como Sol, Luna y Talía. El
éxito de la versión de Walt Disney Pictures en 1950 hizo que la
historia se popularizara a nivel mundial.

La historia fue cambiando y surgieron variaciones en la trama de


unas versiones a otras. Por ejemplo, el nombre de la princesa
cambia de una versión a otra. En la versión de Basile se llama Talía
(del griego “florecimiento”), y en la versión de los hermanos
Grimm se llama Dornröschen («rosita de espino» en alemán). El
nombre de Aurora, que se le da en la versión de Disney, proviene
de la versión de Perrault, en la que Aurora era el nombre de la hija
de la protagonista. Aunque la trama varía en estas versiones, todas
incluyen los elementos de una bella princesa que cae dormida por el
efecto de una maldición que recibió en su nacimiento y el de un
hombre de la realeza que acude a salvarla.

Además de esto, el cuento tiene varios elementos que han sido


influenciados por otras historias como, por ejemplo, el romance
medieval Perceforest, publicado en 1528, en el que la princesa se
enamora de un hombre al que su padre envía a realizar unas
misiones para demostrar su amor. En su ausencia, la princesa cae en
un sueño encantado del que despierta cuando se vuelve a encontrar
con su amor.

Este cuento de la Bella Durmiente ha tenido varias


interpretaciones a lo largo de la historia. Una de ellas es la relación
de los elementos básicos de la historia con la naturaleza. En esta
interpretación, la princesa sería la naturaleza, la bruja malvada es el
invierto, que pone a dormir a través de un “pinchazo de heladas” a
la propia naturaleza, hasta que llega el príncipe, que sería la
primavera, para despertar a la naturaleza

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