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MANDATO POPULAR POR LA ASAMBLEA NACIONAL CONSTITUYENTE

Contexto general:
El panorama político nacional se encuentra atravesado por una profunda discusión sobre la
paz. El proceso de conversaciones que actualmente se adelanta en La Habana entre las
FARC-EP y el Gobierno Nacional representa una posibilidad histórica de avanzar hacia la
reconciliación nacional y la construcción de una paz estable y duradera.
Aparece también en el ambiente la necesidad y la posibilidad de iniciar unos diálogos
simultáneos con el ELN, los cuales permitan también avanzar con dicha organización en
escenarios propicios para la finalización de la confrontación armada, lo que debe traducirse
en un solo proceso de paz, aunque con dos mesas de diálogos, que dará para discusiones
posteriores respecto a la manera en la cual habrían de encontrarse.
Los debates que a partir de ello aparecen son múltiples, como la necesidad de un cese al
fuego bilateral mientras persisten las conversaciones, pero principalmente, hay una
discusión sobre la paz que necesita el país y los elementos políticos, sociales y jurídicos que
van más allá de la misma mesa de conversaciones y apuntalan a la construcción de un
ambiente de paz para Colombia.
Ahora bien, todo el debate político en el país encuentra su foco en lo que suceda en La
Habana. La importancia de finalizar el conflicto armado es superlativa y tiene relación con
múltiples aspectos de la vida nacional, encontrando un lugar privilegiado respecto a muchas
otras discusiones, generando con ello que la iniciativa política de quienes más claridad
tienen en su discurso frente a la paz, sea quienes mayores réditos políticos recojan.
Es tal el alcance y la importancia del debate sobre la paz, que actualmente las discusiones
tanto al interior del bloque dominante de poder, como en el seno del campo popular, parten,
en buena parte, de elementos y concepciones diferenciadas respecto al proceso de paz. La
consolidación del modelo económico neoliberal por parte de Juan Manuel Santos,
encuentra como central la resolución del conflicto, pues desde su visión de clase, se
reconoce que de esta manera se podría generar un crecimiento más acelerado de la
economía y se podría ayudar con el saneamiento de las finanzas públicas que encuentran
múltiples gastos derivados de la confrontación.
De igual manera, el campo popular encuentra en el proceso de paz una posibilidad para
avanzar en la democratización del país, de manera que con la apertura de un gran diálogo
nacional sobre los aspectos más neurálgicos del país, sea posible seguir conquistando
victorias para las gentes del común. Ahora bien, existen también visiones que restan
importancia a la necesidad de una solución política del conflicto o quienes siguen
obsesionados en condenar el país a una guerra fratricida. Lo claro es que el auge de la
movilización social en Colombia por una solución política al conflicto y por la conquista de
los derechos arrebatados es significativa y guarda también relación por las esperanzas de
paz depositadas en la Mesa de Diálogos, como lo evidencia la construcción del proceso de
Constituyentes por la Paz con Justicia Social.
Construcción de paz y refrendación de acuerdos:
La necesidad de convocar al constituyente primario tiene en Colombia múltiples raíces. En
primer lugar, es un gran consenso que los acuerdos que surjan del actual proceso de paz
requieren de un mecanismo de refrendación, en el cual se involucre a la sociedad
colombiana en su conjunto para dotar estos de legitimidad. No es posible pensar en
construir paz con mecanismos unilaterales impuestos por una de las partes de la mesa a la
otra, sino con herramientas que emerjan de un consenso político entre los actores armados y
la sociedad en su conjunto.
Esto se deriva de un elemento central que es la ausencia de “pueblo” en la mesa de
diálogos, frente a lo cual el gobierno nacional ha sido profundamente reticente, al impedir
la participación de actores sociales distintos a la insurgencia. De igual manera, esto tiene
estrecha relación con la necesidad de dotar de firmeza y vigencia dichos acuerdos, de tal
forma que al dotarlos de rango constitucional, se impida que los distintos gobiernos de
turno los saboteen a su consideración y conveniencia.
Los mecanismos de participación ciudadana consagrados en la Constitución Nacional
tienen características bien diferenciadas. El más usual de estos es el referendo, mediante el
cual se consulta a la ciudanía la aprobación de un texto legal o constitucional, mediante
una pregunta de respuesta “sí o no”. Este mecanismo, desde la existencia de la Carta del 91
sólo ha sido empleado una vez, aunque múltiples intentos han sido hundidos en el Congreso
de la República, pues es esta corporación la llamada a convocarlo. Existen otras
herramientas como el plebiscito, en el cual se aprueba o desaprueba el sentido de una
política pública, sin que medie texto normativo y que desde la entrada en vigencia de la
Carta no ha sido empleado ni una sola vez. Hay además otros mecanismos de participación,
mediante los cuales podría plantearse la convocatoria a la sociedad civil, pero para la
aprobación o desaprobación de los acuerdos, resulta poco factible la utilización de
cualquiera de ellos por el carácter y los temas que los mismos pueden tratar.
Para la refrendación de los acuerdos surgidos en la mesa de diálogos habría varias
dificultades al momento de hablar de un referendo o plebiscito. En primer lugar, y de
manera nodal, el desacuerdo de la insurgencia respecto a este mecanismo llama la atención,
pues cualquiera sea la forma en la que los mismos se hayan de refrendar, ésta debe ser
consensuada en la mesa y no impuesta de manera unilateral por alguna de las partes. En
segundo lugar, tanto el referendo como el plebiscito, aunque son escenarios participativos,
no son escenarios deliberativos, es decir, sobre ellos no se discute, sino que su aprobación
es de todo o nada mediante el simple ejercicio del voto. En tercera medida, el referendo es
un mecanismo de aprobación de un contenido normativo, sea legal o constitucional, por
ello, no resulta claro determinar de qué manera puedan aprobarse estos acuerdos a través de
este mecanismo, pues podría resultar un referendo de infinidad de normas a aprobar lo que
contradice, incluso, el precedente sentado por la Corte Constitucional en esta materia.

Poder constituyente y Nueva Constitución Política:


El avance en esta discusión, es el gran consenso nacional en que, cualquiera que sea el
mecanismo de refrendación, se requiere convocar al constituyente primario para su
ejercicio. Es decir, que debe ser el ejercicio soberano del poder de las gentes del común el
que apruebe, desapruebe o profundice lo acordado en la mesa de La Habana. La
construcción de paz en el país requiere de múltiples acuerdos nacionales, en los que
solamente el constituyente primario, esto es, las gentes de todo tipo, son los llamados a
consensuar.
Por ello, es necesario que sea el constituyente primario, quien se reúna en un espacio
amplio, deliberativo, participativo y democrático, convocado a través de una gran
confluencia de voluntades políticas para elevar al rango constitucional varios de los
elementos que permiten transitar la ruta de la solución política y la reconciliación nacional.
Sin embargo, no puede tratarse de realizar sólo algunos cambios mínimos en la estructura
constitucional vigente. Se trata, en esta ocasión de derogar la Carta del 91 y construir
un nuevo pacto social. Bien diría Norberto Bobbio que “La vida política se desarrolla a
través de conflictos jamás definitivamente resueltos, cuya resolución se consigue mediante
acuerdos momentáneos, treguas y esos tratados de paz más duraderos que son las
constituciones”. Ahora bien, es necesario en Colombia un pacto social de nuevo tipo que
permita recomponer (o componer, según se le mire) la democracia y la paz.
La promesa incumplida de la Constitución del 91
La Constitución Política de 1991 surgió con la promesa de ser eso: un tratado de paz. No
obstante, se sabe hoy, aisló de su construcción a gran parte del movimiento insurgente y,
por el contrario, fue un pacto político construido por las élites tradicionales del país, aunque
con alguna participación de expresiones alternativas, lo cual derivó en un texto
constitucional de avanzada, comparándolo con su antecedente de 1886 (nada difícil de
superar), aunque a la postre sería la carta de ingreso del neoliberalismo al país.
Sin embargo, el valor y el desvalor de la Constitución vigente, debe medirse no solamente
en términos de lo que significó el escenario en el cual se construyó, sino en lo que es hoy la
Constitución, convertida por los gobiernos de turno en un simple código de procedimiento,
el cual únicamente fija las reglas bajo las cuales ésta puede ser medicada, lo cual lo
corroboran las más de 25 reformas que a la misma se le han hecho a lo largo de sus años de
vigencia, las cuales han diluido en gran parte su espíritu democrático y han afianzado su
aspecto neoliberal.
No se debe tampoco perder de vista que, aunque la Constitución de 1991 fue una promesa
de paz, fue realmente la aplicación más juiciosa posible del Consenso de Washington, lo
que en esencia refleja un modelo contradictorio entre apuestas por la paz y la reconciliación
en su parte dogmática y enquistados gérmenes neoliberales en la económica y orgánica.
Sin embargo, todas las reformas que previamente se señalaban a lo largo de estos 24 años,
no han hecho nada distinto a profundizar el modelo político-económico allí consagrado.

Mecanismos de participación en la Constitución del 91


De igual forma, hay que decir que los aspectos planteados como democratizadores son, a la
fecha, letra muerta. La Constitución Política incluyó figuras importantes de participación
ciudadana, con el fin de propiciar la construcción de una democracia participativa, tales
como los cabildos abiertos, las revocatorias de mandato, los referendos, los plebiscitos,
entre otros, los cuales, a la fecha, están en desuso. El único antecedente de referendo ha
sido el intentado por el ex presidente Uribe Vélez, el cual fue derrotado en las urnas,
señalando además algunas iniciativas como el referendo por el mínimo vital de agua, el
cual fue aplastado por la maquinaria oficialista en el Congreso. En cuanto a plebiscitos, la
memoria no contempla ninguno, ni hablar de los cabildos abiertos, menos aún, de las
revocatorias de mandato, que por sus delgados requisitos (al igual que todos los demás
mecanismos), representan inversiones económicas exageradas por parte de sus promotores
para lograr algún éxito y voluntades políticas, casi siempre, ausentes, cuando de instar la
participación se trata. La iniciativa legislativa de la que está dotada el pueblo también es
ausente y tan solo alguna vez se intentó el mecanismo, en cabeza de Francisco Santos,
apoyado por una gran maquinaria y un gran músculo financiero que le posibilitó dicha
propuesta.
De allí no se desprende nada distinto a un cuestionamiento a la noción de democracia
participativa con la que surgió la Constitución del 91. Es claro que el ejercicio democrático,
durante su vigencia, no ha trascendido de los escenarios tradicionales de la política que, a la
postre, son las mejores cartas de la politiquería para afianzar una institucionalidad
profundamente excluyente.
Movilización social y Asamblea Nacional Constituyente
Sin embargo, hay que destacar que el valor de la Constitución de 1991 parte de reconocer la
importancia que tuvo la movilización social y la manera en la cual se posicionó el debate
público sobre la necesidad de una nueva Carta Política en Colombia. El papel de
estudiantes universitarios es destacado a la hora de ponderar el ejercicio constituyente del
91 y que debe ser retomado como ejemplo para la construcción de ese pacto social de
nuevo tipo.
Por ello, es necesario en estos momentos revivir y agitar el debate sobre la necesidad de un
nuevo orden político en el país, superando las causas que dieron origen a la confrontación
armada, esto es, profundizar la democracia y ampliar el espectro de la participación,
construir nuevas categorías de derechos y un acumulado que permita la concreción de
diversas luchas históricas de sectores sociales y marginales, en el marco de una nueva
Constitución.
El ejercicio solo se nutre en la medida en que se sumen fuerzas en el marco de la
movilización social y popular.
Mandato popular por la Asamblea Nacional Constituyente
Por todo ello, es crucial plantear una serie de iniciativas tendientes a proyectar una
participación de gente de todos los sectores en la construcción de esa necesaria Asamblea
Nacional Constituyente, en donde tendrán que participar con delegados propios los
movimientos sociales y organizaciones de todos los sectores sociales y regiones del país.
Tales iniciativas, se propone, pueden estar condensadas en una iniciativa de “Mandato
Popular por la Asamblea Nacional Constituyente”. Dicho mandato, debe incorporar la
posibilidad de sembrar desde las carreteras, universidades, caminos, barriadas y veredas la
necesidad de involucrar a las gentes del común a la lucha por una Nueva Constitución
Política. Desde allí, se deben proyectar escenarios de agitación y movilización que permitan
construir una correlación de fuerzas favorable, no solo a la idea de una nueva carta, sino a
la esencia democratizadora que ésta debe tener.
Este proceso no inicia de ceros, pues deberá enmarcarse en la iniciativa de Constituyentes
por la Paz con Justicia social, escenario desde el cual se ha venido construyendo esa
correlación de fuerzas favorable a la Asamblea Constituyente. El llamado a la construcción
del mandato parte también por reconocer la importancia de convocar como Marcha
Patriótica a una confluencia amplia y diversa, pero que permita mantener iniciativa política
para nuestras organizaciones en medio del escenario electoral, de acuerdo con las
definiciones del VII Comité Patriótico Nacional.
El Mandato tendrá como punto de partida una movilización nacional, que reedite la
Movilización del 9 de abril de 2013. No obstante, en este nuevo escenario las banderas de
la participación política y las garantías democráticas, debe permitir un posicionamiento
mucho mayor para la Asamblea Constituyente. Así mismo, habrá de aprovecharse el
escenario de la Cumbre Agraria para posicionar esta iniciativa como una apuesta unitaria
con las organizaciones ajenas a la Marcha Patriótica que de allí participan.
Correlativamente, debe plantearse una campaña nacional con agitación y eventos regionales
y locales, en los cuales se pondere y se balancee la carta del 91 como una promesa de paz
incumplida. En dichos escenarios, además, deberá presentarse la estrategia del Mandato
aquí propuesta.
El punto de llegada de la primera parte del mismo, debe ser incluyendo en las elecciones
presidenciales un “Mandato de la gente por la Asamblea Nacional Constituyente”, el cual
debe ser repartido y multicopiado en todos los escenarios posibles, de la misma forma en
que se hizo en 1990. Es claro que esta vez no estará en EL TIEMPO, ni tampoco se contará
con el respaldo de los partidos tradicionales, pero dicho mandato debe tener un carácter
más popular, lo cual incluiría un ejercicio de “proselitismo” y campaña política casi que de
tipo electoral en el marco de las elecciones presidenciales.

Objetivo:
Dar un golpe de opinión política a partir del posicionamiento de la necesidad de una
Asamblea Nacional Constituyente en el panorama nacional
Objetivos específicos:
- Mantener iniciativa política como Marcha Patriótica y organizaciones hermanas en
nuestra cotidianidad política.
- Construir un ambiente político que favorezca la Asamblea Nacional Constituyente
- Cuestionar los mecanismos tradicionales del ejercicio de la política en el país
- Instar el debate político en las regiones, sectores y organizaciones
- Posicionar la idea de solución política del conflicto armado, mediante la Asamblea
Nacional Constituyente.

Estrategias:
1. Lanzamiento público de la campaña en el marco de la movilización nacional por la paz
prevista para el NUEVE DE ABRIL (¿?): En el marco de la rueda de prensa de esta
actividad, se deberá presentar públicamente la propuesta y el inicio de la campaña. Por ello,
las consignas de la movilización deben respaldar de lleno la campaña, lo cual permitirá
sumar en niveles de unidad con las demás expresiones que de este espacio participan1.
2. Gira Nacional Constituyente:
- El equipo nacional de constituyentes delegará algunos responsables para tareas
concretas en el marco del desarrollo del Mandato: Lo principal de estos
responsables debe ser mantener un diálogo fluido con las organizaciones y sectores
que le apuestan al Mandato, de tal manera que éste se incorpore en las agendas y
planes de trabajo de las organizaciones que a él le apunten. Por ello, debe
fortalecerse principalmente la articulación y la comunicación desde lo regional y lo
local, siendo así posible un empoderamiento de la iniciativa por parte de más
procesos y organizaciones a lo largo y ancho del país.
- Gira Nacional del Mandato Popular por la A.N.C.: El comité debe cuadrar una
serie de giras por las distintas regiones del país en los cuales se presente la campaña
mediante iniciativas de debates políticos fuertes. Es crucial, para ello, que en las
universidades en las que se invite a debates de candidatos presidenciales, el
Mandato tenga asiento como si fuese un candidato más. Debe incorporarse dentro
de la agenda de las constituyentes en curso, el tema del mandato para que este sea
discutido y desarrollado en medio también de estas.
- Conformación de equipos regionales y locales: En el marco de las giras, se deben
repartir las papeletas y los formularios de inscripción como mandatarios. En dichos
formularios se realizarán contactos y relaciones en el plano de lo local, que permita
conformar equipos de impulso en escenarios más reducidos. Desde allí se deben
coordinar actividades particulares y relacionamiento político con otras fuerzas en los
distintos escenarios.
3. Mandatos constituyentes locales
- En los escenarios locales y regionales deben conformarse campañas locales, en las
que se realicen reuniones con JAC, JAL, organizaciones sociales, barriales, cívicas,
1
Confirmar fechas y consultar posibles propuestas de calendario para ello
etc., con las que sea posible dar a conocer la propuesta y vincular personas y
procesos a la iniciativa, en la universidad y por fuera de esta, bien sea a partir de la
problemática de la educación, como también de la que se sale de la órbita
universitaria.
- Esto debe estar acompañado de una iniciativa de comunicaciones fuerte, rodeada
de afiches, calcomanías y papeletas de respaldo, las cuales deben ser fijadas en
calles, avenidas, puertas y ventanas. El plan de comunicaciones y medios debe
contar con un cubrimiento nacional, que visibilice la iniciativa y logre
corresponderse con un plan logístico que garantice en términos económicos y
organizativos el desarrollo de la campaña.
4. Mandato
El mandato será en sí mismo un ejercicio de participación, el cual debe estar
rodeado de iniciativas populares, folclóricas, artísticas y culturales, las cuales deben
permitir consolidar iniciativa política y realizar un ejercicio de agitación
permanente, que debe tener perspectivas más allá del ejercicio de depositar el
“mandato” en las elecciones presidenciales de mayo de este año.
Ahora bien, el mandato debe depositarse a modo de voto y, de alguna manera, se
debe llevar un conteo de las papeletas que se depositen de tal forma que se pueda
surtir desde allí la contundencia que de ello se espera.

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