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UNIDAD IV

SUJETOS DEL DERECHO COMERCIAL


Abril de 2020
Resumen en base al Manual de Derecho Comercial del Profesor Ricardo
Sandoval López

I.- EL EMPRESARIO INDIVIDUAL DE COMERCIO

1.- Generalidades.
El derecho comercial tiene por misión el estudio de una parte de la actividad
económica –el comercio en sentido jurídico–, de los sujetos que la ejercen, los
instrumentos o medios de que se valen y actos jurídicos que celebran.
Esta disciplina jurídica está llamada a proporcionar las reglas legales de
organización de la empresa. Cuando la actividad mercantil constitutiva de empresa
se ejerce por una persona natural, por un empresario de comercio, la legislación
comercial le impone una serie de obligaciones al mismo tiempo que le reconoce
ciertos derechos, lo que en su conjunto constituye el estatuto jurídico del
comerciante individual. Resulta pertinente entonces el estudio de este estatuto
jurídico, pues constituye la forma legal bajo la cual puede ejercerse la actividad
comercial en este caso.
La denominación de “empresario individual de comercio” da cuenta de las
nuevas tendencias que inspiran esta rama jurídica, pues el comerciante es el sujeto
del derecho comercial tradicional; el empresario lo es del derecho comercial
después de la evolución en la que se ha construido jurídicamente la noción de
empresa.
2.- El estatuto jurídico del empresario de comercio

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a) Noción de estatuto.
El empresario individual está sometido a un conjunto de reglas jurídicas
que determinan (i) los requisitos o condiciones para que tenga carácter de tal, (ii)
las obligaciones a que está sometido y (iii) los registros en que debe estar inscrito.
Este conjunto de normas constituye el estatuto jurídico del comerciante,
empresario individual, que trataremos a continuación.

b) Requisitos para establecer la calidad de comerciante


b.1) Concepto de comerciante.
El derecho comercial chileno se funda en el concepto objetivo de los actos
de comercio, los que, si bien no están definidos en el Código de Comercio, se
encuentran enumerados en su artículo 3º en una enunciación que no es taxativa.
El comerciante se define entonces a partir de la idea del acto de comercio,
siendo considerado como tal quien realiza habitualmente actos de esta naturaleza.
De acuerdo con la disposición del artículo 7º del Código de Comercio, “son
comerciantes los que, teniendo capacidad para contratar, hacen del comercio su
profesión habitual”. Analicemos la definición dada por el Código de Comercio
chileno, que parte de la noción clásica de los profesionales del comercio y que no
se refiere en general a todos los que lo ejercen.
Para ser comerciante, de acuerdo con nuestra ley positiva, se requiere
reunir tres condiciones: (i) capacidad para contratar, (ii) dedicarse al comercio y
(iii) hacer de él su profesión habitual.

(i) Capacidad para contratar. Se trata de capacidad de ejercicio, esto es, de la


aptitud legal para ejercitar los derechos de que se es titular y para contraer
obligaciones válidamente. Lo que es obvio pues se trata de personas que van a
dedicarse al comercio.

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(ii) Dedicarse al comercio. Teniendo en cuenta el carácter objetivo del derecho
comercial chileno, esto significa ejecutar actos de comercio. Se dedican al
comercio quienes ejecutan los actos mercantiles enumerados en la legislación
positiva. La calidad del comerciante no nace de la voluntad de las partes, sino que
proviene de la ley. Cuando la persona ejecuta los actos que ella califique de
comerciales, tiene el carácter de comerciante.
(iii) Hacer de los actos de comercio su profesión habitual. Este requisito de la
habitualidad es muy importante, aunque no está definido en la ley; se trata de una
cuestión de hecho que debe decidir el juez. Cabe preguntarse, sin embargo, si es
necesaria la repetición de los actos para considerar que ellos determinan una
profesión habitual. De manera general, podemos señalar que sí es necesaria la
repetición de los actos comerciales, porque se estima que su ejecución constituye
una profesión habitual, aunque en el fondo, hay aquí una redundancia: la profesión
implica el hábito de ejecución de ciertos actos.
En cualquier caso, no es indispensable la repetición de los actos
comerciales, pues la ejecución de un solo acto puede dar a la persona el carácter
de comerciante; por ejemplo, un individuo compra un establecimiento de comercio
que más tarde cierra sin haber realizado ninguna venta. El ánimo profesional está
a la vista; luego el individuo es comerciante. Por otra parte, no debe pensarse que
siempre que se ejecutan actos de comercio la persona tiene el carácter de
comerciante, pues a la repetición de dichos actos debe acompañarse el ánimo
profesional; así, el propietario de un edificio de rentas firma habitualmente letras
de cambio, lo que constituye un acto de comercio formal, pero no es comerciante.
Una sentencia de la Corte Suprema de Chile ha definido, interpretando el
artículo 7º del Código de Comercio, la expresión “profesión habitual”. Ella dice:
“Esta expresión (habitualidad, profesión habitual) supone la consagración
constante de negocios propios del comercio y el ánimo de aplicar al giro de ellos

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una atención habitual”.
Tampoco se requiere que el ejercicio del comercio sea notorio u ostensible
ni que constituya la única profesión de la persona.
Aparte de los requisitos que se desprenden de la definición del artículo 7º,
existe otra exigencia o condición para determinar la actividad del comerciante. Se
trata de la actuación en nombre propio que se deduce de los principios generales
del derecho privado y que algunos autores nacionales consideran que no es
necesaria.
Para ser comerciante se requiere entonces ejecutar los actos mercantiles
en nombre propio y no en representación de otra persona. Cuando una persona
ejecuta un acto en representación de otra, los efectos de este acto, es decir, los
derechos y obligaciones que se generan, se radican en el patrimonio del
representado y no en el del representante. Si un mandatario celebra actos de
comercio en nombre de su mandante, no tiene la calidad de comerciante por no
actuar en nombre propio.
Los representantes de las sociedades comerciales no son por este solo
hecho comerciantes, ya que actúan en representación de la sociedad, que como
persona jurídica posee un patrimonio propio en el cual se radican los efectos de
los contratos celebrados por sus mandatarios-representantes.
Por último, según el artículo 8º del Código de Comercio chileno “no es
comerciante el que ejecuta accidentalmente un acto de comercio, pero queda
sujeto a las leyes de comercio en cuanto a los efectos del acto”. Esta disposición,
que confirma el carácter objetivo del derecho comercial chileno, reitera la exigencia
de la ejecución de actos con espíritu profesional para traer la calidad del
comerciante.

b.2) El interés de la definición.

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Es interesante determinar cuándo una persona tiene la calidad de
comerciante, por cuanto ello implica una serie de consecuencias jurídicas. Veamos
algunas de ellas:
(i) En cuanto a la capacidad, el Código de Comercio contiene reglas especiales
relativas a ciertas personas, que analizaremos en detalle más adelante.
(ii) Los comerciantes están sometidos a ciertas obligaciones: inscribir ciertos
documentos en el Registro de Comercio, llevar determinados libros de contabilidad
y pagar ciertos impuestos especiales.

b.3) Cómo termina la profesión de comerciante.


Cuando se trata de una persona natural, la profesión termina por su muerte
o su retiro de la actividad mercantil. Tratándose de una persona jurídica, su
disolución entraña el término de su profesión o actividad comercial. Sin embargo,
debe tenerse en cuenta que, si bien el comerciante termina su actividad, las
obligaciones mercantiles contraídas durante el tiempo que la ejercía, pueden
originar el sometimiento a los procedimientos concursales destinados a
reorganizar y/o liquidar los pasivos y activos de una Empresa Deudora, conforme
a las reglas de la ley 20.720.
Terminada la actividad mercantil, en materia tributaria, debe declararse el
término del giro y pagar el impuesto correspondiente.

3.- La capacidad para ejercer el comercio.


a) Normas de capacidad en el Código de Comercio.
Aparte de la disposición del artículo 7, que exige a los comerciantes
capacidad para contratar, esto es, para obligarse por sí mismos sin el ministerio o
la autorización de otra persona, el Código de Comercio chileno sólo contiene
algunas normas especiales relativas a los menores y a las mujeres casadas que

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se dediquen a la actividad mercantil.
Toda persona natural capaz de obligarse por sí sola puede, en
consecuencia, dedicarse al comercio y adquirir la calidad de empresario comercial,
a menos que la ley le imponga alguna restricción. A continuación, trataremos las
reglas especiales de capacidad contenidas en la codificación comercial. Veremos
separadamente la situación de los incapaces, de los menores que administran su
peculio profesional o industrial y de la mujer casada.

(a.1) Los incapaces. El Código de Comercio no contiene ninguna disposición que


permita dilucidar la situación de los incapaces en general, vale decir, de las
personas que no pueden obligarse válidamente sin el concurso o la autorización
de otra. La única alusión del Código de Comercio a los incapaces se encuentra en
el N°2 del art. 56 del Código de Comercio en relación a las obligaciones de los
corredores.
La derogada ley de quiebras (ley 18.175, artículo 49) llenaba ese vacío
señalando que los incapaces sólo podían ser declarados en quiebra por
obligaciones válidamente contraídas por intermedio de sus representantes legales
o con autorización de la justicia.
El incapaz está impedido de obligarse por sí solo, debiendo actuar con el
ministerio o la autorización de otra persona, en consecuencia, como no puede
ejercer el comercio en nombre propio, no es un comerciante en el contexto de
nuestro derecho.
(a.2) Los menores que administran su peculio. De conformidad con la norma
contenida en el artículo 10 del Código de Comercio, los hijos de familia y los
menores que administran su peculio profesional en virtud de la autorización que
les confieren los artículos 246 y 439 del Código Civil, pueden ejecutar libremente
actos de comercio, quedando obligados hasta la concurrencia de dicho peculio y

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sometidos a las leyes comerciales. Esto significa que el menor adulto puede
dedicarse al comercio y tener el carácter de comerciante. Además de la norma
contenida en el artículo 10 del Código de Comercio, que permite formular esta
aseveración, el artículo 18 del mismo cuerpo legal dispone que “el menor
comerciante puede comparecer en juicio por sí solo en todas las cuestiones
relativas a su comercio”.
(a.3) La mujer casada. Hoy día, en virtud de la Ley Nº 18.802, de 9 de junio de
1989, la mujer casada es plenamente capaz, de manera que respecto de ella sólo
hay que preocuparse del régimen patrimonial bajo el cual contrajo el matrimonio.
El único caso que requiere comentario es el de la mujer casada en régimen
de sociedad conyugal, que ejerce la actividad comercial separadamente de su
marido, porque respecto del ejercicio de ese comercio se considerará separada
totalmente de bienes. Según lo previsto en el artículo 11 del Código de Comercio,
la mujer casada comerciante se rige por lo establecido en el artículo 150 del Código
Civil. Esta última norma, en su texto actual fijado por la Ley Nº 18.802, dispone:
“La mujer casada de cualquier edad podrá dedicarse libremente al ejercicio de un
empleo, oficio, profesión o industria”.
La mujer casada, que desempeñe algún empleo o que ejerza una
profesión, oficio o industria, separados de los de su marido, se considerará
separada de bienes respecto del ejercicio de ese empleo, oficio, profesión o
industria y de lo que en ellos obtenga, no obstante cualquiera estipulación en
contrario; pero si fuere menor de edad, necesitará autorización judicial, con
conocimiento de causa, para gravar y enajenar los bienes raíces.
Incumbe a la mujer acreditar, tanto respecto del marido como de terceros,
el origen y dominio de los bienes adquiridos en conformidad a este artículo. Para
este efecto podrá servirse de todos los medios de prueba establecidos por la ley.
Los terceros que contraten con la mujer quedarán a cubierto de toda

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reclamación que pudieren interponer ella o el marido, sus herederos o cesionarios,
fundada en la circunstancia de haber obrado la mujer fuera de los términos del
presente artículo, siempre que, no tratándose de bienes comprendidos en los
artículos 1754 y 1755 del Código Civil, se haya acreditado por la mujer, mediante
instrumentos públicos o privados, a los que se hará referencia en el instrumento
que se otorgue al efecto, que ejerce o ha ejercido un empleo, oficio, profesión o
industria separados de los de su marido.
Los actos o contratos celebrados por la mujer en esta administración
separada, obligarán los bienes comprendidos en ella y los que administre con
arreglo a las disposiciones de los artículos 166 y 167, y no obligarán los del marido
sino con arreglo al artículo 161.
Los acreedores del marido no tendrán acción sobre los bienes que la mujer
administre en virtud de este artículo, a menos que comprobaren que el contrato
celebrado por él cedió en utilidad de la mujer o de la familia común.
Disuelta la sociedad conyugal, los bienes a que este artículo se refiere
entrarán en la partición de los gananciales; a menos que la mujer o sus herederos
renunciaren a estos últimos, en cuyo caso el marido no responderá por las
obligaciones contraídas por la mujer en su administración separada.
Si la mujer o sus herederos aceptaren los gananciales, el marido
responderá a esas obligaciones hasta concurrencia del valor de la mitad de esos
bienes que existan al disolverse la sociedad. Mas, para gozar de este beneficio,
deberá probar el exceso de la contribución que se le exige con arreglo al artículo
1777.

4) Las prohibiciones y limitaciones para comerciar


(a) Principio. Si bien es cierto que aún existe en nuestro régimen jurídico-
económico el principio de libertad de comercio, en el último tiempo se han venido

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imponiendo tales restricciones fundadas en intereses de orden general, que
reservan ciertas actividades comerciales al Estado o a las empresas públicas
dependientes de él. En consecuencia, el Estado, ejerciendo la dirección de la
economía nacional, controla particularmente determinadas ramas de comercio (se
habla entonces de comercios reservados) o bien toma ciertas medidas limitando
el ejercicio del comercio para ciertos individuos. Veamos estos diversos aspectos
separadamente.

(b) Los comercios reservados. Excepcionalmente el Estado se reserva para sí


determinado comercio: transportes ferroviarios, fabricación de moneda, fabricación
de armas, correos, telégrafos, etc. En Francia, por ejemplo, los comercios de
tabacos y fósforos son también reservados al Estado.
El ordenamiento jurídico nacional mantiene el principio de la libertad de
emprendimiento y de comercio y de mínima intervención estatal en la actividad
económica, según así consta en las normas constitucionales que conforman el
orden público económico. Además, el DL 211/1973 fomenta la libre competencia y
sanciona los atentados a ella.
Sin embargo, su estudio en particular escapa al propósito de esta unidad.

(c) Las medidas relativas a determinado giro comercial. Se trata aquí de una
reserva de la actividad mercantil a favor de ciertos profesionales, de algunas
formas de sociedades, o a la condición de ser persona natural o jurídica de
nacionalidad chilena.
Las siguientes actividades comerciales son reservadas en el derecho
chileno en favor de las personas que se indican:
a) La actividad bancaria. Reservada a sociedades anónimas que cumplan con la
Ley de Bancos (D.F.L. Nº 252, de 4 de abril de 1960).

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b) El seguro. Reservado a sociedades anónimas nacionales de seguros según el
artículo 4º del Decreto con Fuerza de Ley Nº 251 de 20 de mayo de 1931.
c) La actividad de martillero. Sólo pueden ejercerla las personas naturales o
jurídicas que aparecen inscritas en el Registro Nacional de Martilleros (art. 7º de la
Ley Nº 18.118).
d) La intermediación sobre valores. Sólo puede hacerse por corredores de bolsa o
por agentes de valores y por los bancos y sociedades financieras (arts. 24 y 25 de
la Ley Nº 18.045, sobre Mercado de Valores).
e) El comercio de farmacia. De conformidad con lo que establecía el artículo 123
del Código Sanitario (D.F.L. Nº 226, de 15 de mayo de 1931), sólo los
farmacéuticos o químicos farmacéuticos podían dedicarse al comercio de
farmacia. También podrían hacerlo las sociedades legalmente constituidas en que
formara parte como socio uno o más de estos profesionales. La dirección técnica
de la farmacia siempre debía estar a cargo de un químico farmacéutico. En la
actualidad, el Libro Sexto del Código Sanitario, cuyo texto fue modificado por el
Decreto Ley Nº 1.085, publicado en el Diario Oficial de 10 de julio de 1975,
distingue claramente entre la empresa comercial y el establecimiento de salud
farmacia. Siendo así, el control técnico y la administración de la farmacia como
establecimiento de salud están a cargo de un profesional químico farmacéutico,
pero existe plena libertad para que cualquier persona natural o jurídica pueda
instalar farmacias, con tal que cumpla con las disposiciones legales y
reglamentarias. Hay libertad para instalar la empresa comercial cuyo giro es la
explotación de una farmacia, pero esta última, en cuanto establecimiento de salud,
debe quedar bajo la dirección técnica de un farmacéutico.
Finalmente señalamos que el acceso a las actividades de corredor de
propiedades y de productos y a sus respectivos registros es libre para toda persona
mayor de edad, legalmente capaz, no declarada en quiebra o sujeta a convenio

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con sus acreedores y que no haya sido condenada ni se encuentre actualmente
procesada por delito que merezca pena aflictiva (art. 13 del Decreto Ley Nº 1.953,
de 11 de octubre de 1977, publicado en el Diario Oficial de 15 del mismo mes y
año). En virtud de ese texto legal se derogó toda disposición legal o reglamentaria
que estableciera otros requisitos o limitaciones al ejercicio de las actividades de
corredor de propiedades y de productos.

(d) Las prohibiciones de ejercer el comercio en la legislación chilena.


El artículo 19 del Código de Comercio dispone que los contratos celebrados
por personas a quienes esté prohibido por las leyes el ejercicio del comercio, no
producen acción contra el contratante capaz, pero confieren a éste el derecho de
demandar a su elección la nulidad o el cumplimiento de ellos, a menos que se
pruebe que ha procedido de mala fe. Este precepto legal induce a error porque
puede pensarse que existen personas a quienes les está prohibido ejercer la
actividad comercial, lo que no es efectivo, toda vez que nuestro derecho consagra
ampliamente la libertad de comercio. Lo que ocurre es que esta norma contenida
en el artículo 10 del Código de Comercio estaba en armonía con el artículo 30 del
Proyecto, que establecía la prohibición de dedicarse al comercio respecto de
ciertas personas (corporaciones eclesiásticas, clérigos, los magistrados civiles,
militares, abogados, etc.), norma esta última que fue suprimida al aprobarse el
Código de Comercio.
Lo que realmente existe en la actualidad son determinadas prohibiciones
que afectan a ciertos comerciantes que no pueden celebrar algunos contratos. Así,
el artículo 331 del Código de Comercio prohíbe a los factores o dependientes de
comercio (agentes auxiliares del empresario comercial) traficar por su cuenta y
tomar interés en nombre suyo o ajeno en negociaciones del mismo género de las
que haga por cuenta de sus mandantes, a menos que fueren expresamente

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autorizadas.
Por otra parte, el artículo 404 del Código de Comercio prohíbe a los socios
en una sociedad colectiva explotar por cuenta propia el ramo de industria en que
opere la sociedad y hacer sin el consentimiento de todos los consocios
operaciones particulares, de cualquier especie, cuando la sociedad no tuviere un
género determinado de comercio.
En fin, los corredores de comercio no pueden ejecutar operaciones
comerciales por su cuenta o tomar interés en ellas, bajo nombre propio o ajeno,
directa o indirectamente. Así lo dispone el artículo 57 del Código de Comercio. Los
corredores de comercio son agentes auxiliares del empresario mercantil, cuya
misión es la de dispensar su mediación asalariada y facilitarles la conclusión de
sus contratos. Ellos ponen en contacto a las partes interesadas que contratan entre
sí, pero no intervienen en los contratos mismos. Esta actividad de mediación
asalariada entre los empresarios de comercio es una actividad calificada de
comercial. Ahora bien, lo que la ley les prohíbe es ejecutar ellos mismos
operaciones comerciales o tomar interés en ellas, por cuanto esto constituye una
actividad comercial distinta de la que les es propia.
Finalmente, podemos señalar que los empresarios de comercio pueden
convenir prohibiciones para comerciar en un mismo giro. Se trata de prohibiciones
convencionales en el sentido de que ellas están limitadas a un determinado giro, a
un lugar, comuna o departamento y a un cierto lapso, pues de no ser así atentarían
contra la libertad de trabajo.

5.- Las obligaciones de los comerciantes


La ley ha impuesto ciertas obligaciones que pesan sobre las personas que
ella califica de comerciantes, a quienes nosotros denominamos empresarios
individuales de comercio. Tales obligaciones tienen por fundamento los actos y

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contratos que los comerciantes celebran con los terceros, las exigencias propias
del comercio en materia de prueba de las obligaciones y de publicidad de estas
mismas.
Las obligaciones profesionales que deben cumplir los empresarios de
comercio son fundamentalmente cuatro: (i) la obligación de llevar ciertos libros de
contabilidad, (ii) la de inscribir determinados documentos en el Registro de
Comercio, (iii) la de inscribirse en registros especiales determinados, que no afecta
a todos, y (iv) la de pagar patente municipal, que tampoco es de orden general.
Las estudiaremos separadamente.

(i) La obligación de llevar libros de contabilidad


(i.a) Fundamento y alcance. Se trata de una obligación que el artículo 25 del
Código de Comercio impone “a todo comerciante”. Se trata de un deber establecido
en el interés del comerciante, pues la contabilidad es un elemento indispensable
para determinar el resultado de las operaciones que el comerciante realiza día a
día.
El derecho comercial considera importante esta exigencia, por cuanto la
contabilidad revela la situación de la empresa a los terceros, lo que determina a
éstos brindar confianza a los comerciantes y otorgarles créditos. La contabilidad
deja constancia y comprueba los valores que el comerciante posee, al mismo
tiempo que hace constar y comprobar lo que él adeuda.
La contabilidad interesa además en derecho comercial por cuanto ella
constituye un elemento para configurar eventuales delitos concursales
establecidos en el Código Penal, en el marco de procedimientos de insolvencia de
la Ley 20.720. Por lo mismo, los libros de contabilidad sirven como medios de
prueba, no en igual forma que los instrumentos privados regidos por el Código
Civil, que hacen prueba en contra de quienes se presentan, sino en favor de la

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persona que los presenta. En el Mensaje con que se acompañó el Proyecto de
Código al Congreso Nacional para su aprobación se dice que “considera la
contabilidad como el espejo en que se refleja vivamente la conducta del
comerciante, el alma del comercio de buena fe”.
De acuerdo con la legislación chilena, existen libros de contabilidad que el
comerciante debe llevar obligadamente y otros libros que puede facultativamente
llevar. Existen, entonces, libros obligatorios y facultativos. Por otra parte, los libros
de contabilidad deben cumplir con ciertas exigencias formales y además deben
llevarse con cierta regularidad externa. Veamos primeramente la distinción en los
libros de contabilidad y luego las exigencias que éstos deben cumplir y el secreto
de la contabilidad.

(i.b) La clasificación de los libros de contabilidad.


Hemos dicho que hay una distinción entre libros obligatorios y facultativos.
Los primeros son aquellos que el comerciante está obligado a llevar, en tanto que
los segundos son aquellos que el comerciante puede llevar en número y forma que
desee. ¿Cuáles son unos y otros?
- Libros obligatorios. Están indicados por el artículo 25 del Código de Comercio,
que señala que todo comerciante está obligado a llevar para su contabilidad y
correspondencia:
1) El libro diario;
2) El libro mayor o de cuentas corrientes;
3) El libro de balances;
4) El libro copiador de cartas.
En la práctica, el libro mayor o de cuentas corrientes no es uno solo, sino
que son dos: un libro mayor y el otro de cuentas corrientes; el libro de balances se
denomina libro de balances y de inventario, y el libro copiador de cartas no existe,

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sino que se le sustituye por un registro de correspondencia recibida y despachada.
Diremos algunas palabras sobre cada uno de los libros obligatorios en particular.
1) El libro diario. En él “se asentarán por orden cronológico y día por día las
operaciones mercantiles que ejecute el comerciante, expresando detalladamente
el carácter y circunstancias de cada una de ellas” (art. 27 del Código de Comercio).
Es sin duda un libro importante que constituye la base de la contabilidad.
2) El libro mayor. El Código no lo define y presenta características totalmente
diferentes del libro diario. En el libro mayor se abren diferentes cuentas: a las
diversas personas con las cuales el comerciante mantiene negocios (cuentas
personales), a los diferentes objetos particulares que forman parte de sus negocios
(cuentas reales) y las llamadas cuentas de orden, que son el registro de valores
recibidos, transitoria o permanentemente, que no pertenecen al negocio o al sujeto,
que conserva en calidad de depósito o garantía y que no afectan las mayores o
menores utilidades del negocio.
3) El libro de balances e inventario. Tiene un doble objeto: inventario de los bienes
físicos con valor de tasación (activo) y balance anual: resumen del activo y pasivo
de las ganancias y pérdidas (art. 29 del Código de Comercio).
4) El libro copiador de cartas. Este libro no existe; en la actualidad se le reemplaza
por el “archivo de copias de cartas”. Este archivo no tiene valor en juicio en favor
del comerciante.
- Libros facultativos. Se denominan también libros auxiliares; los más
frecuentemente usados por los comerciantes son los siguientes: el libro de caja, el
de bancos, el libro de obligaciones por pagar, el libro de obligaciones por cobrar,
el libro de adquisiciones y gastos, el libro de letras descontadas y el libro de letras
en cobranza.
Estos libros tienen bastante importancia por cuanto forman la base de la
contabilidad y son el antecedente necesario de los libros obligatorios. Sin embargo,

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ellos no sirven como medios de prueba en juicio independiente de los libros
obligatorios (art. 40 del Código de Comercio).

Veamos ahora los requisitos que deben cumplirse al llevar los libros de
contabilidad.
- Requisitos de los libros de contabilidad.
Los requisitos que deben observarse al llevar los libros de contabilidad
dicen relación con el idioma y con el timbraje, rubricación y visación a que están
sometidos.
a) Idioma en que deben llevarse los libros. El artículo 26 del Código de Comercio
establece que los libros deben llevarse en idioma castellano.
b) El timbraje, rubricación y visación. Esto significa que una autoridad se encargue
de timbrar o rubricar las hojas de los libros, para que sólo en ellas puedan hacerse
las anotaciones contables. El Código de Comercio nada dice sobre este particular,
pero la Ley de Timbres y Estampillas ha venido a suplir esta deficiencia
estableciendo que los libros deben ser timbrados por Impuestos Internos.
La visación de los libros es su revisión por la autoridad administrativa. El
Código de Comercio guarda silencio también en esta materia. El estatuto orgánico
del Servicio de Impuestos Internos autoriza a sus inspectores a revisar los libros
de contabilidad para fines de orden tributario.
- Exigencias tributarias respecto de los libros de contabilidad.
El Código Tributario contiene determinadas exigencias relativas a los
sistemas de contabilidad que los contribuyentes pueden emplear, a la obligación
de llevar contabilidad, a la forma como deben llevarse los libros, a su conservación,
a la necesidad de llevar libros adicionales o auxiliares y a las medidas que deben
tomarse en caso de pérdida o inutilización de los libros. Al mismo tiempo contempla
una serie de infracciones que pueden cometer los contribuyentes al llevar su

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contabilidad y las sanciones que les son aplicables.
Algunas de estas materias están reguladas en los arts. 16 al 20 del Código
Tributario. Su estudio profundizado y en detalle corresponde al derecho tributario.
De conformidad con el artículo 16 del Código Tributario, en los casos en
que la ley exija llevar contabilidad, los contribuyentes deberán ajustar los sistemas
de ésta y los de confección de inventarios a prácticas contables adecuadas, que
reflejen claramente el movimiento y resultado de sus negocios. Esta misma norma
agrega que, salvo disposición expresa en contrario, los ingresos y rentas
tributables serán determinados según el sistema contable que haya servido
regularmente al contribuyente para computar su renta de acuerdo con sus libros
de contabilidad.
No obstante, el contribuyente que explote más de un negocio, comercio o
industria, de diversa naturaleza, al calcular su renta líquida podrá usar diferentes
sistemas de contabilidad para cada uno de tales negocios, comercios o industrias.
Dispone finalmente el artículo 16 que no es permitido a los contribuyentes
cambiar el sistema de su contabilidad que haya servido de base para el cálculo de
su renta de acuerdo con sus libros, sin aprobación del Director Regional. La
aplicación de las normas del artículo 16 del Código Tributario depende
exclusivamente del juicio del Director Regional.
Por su parte, la disposición del artículo 17 del mismo cuerpo legal establece
que toda persona que deba acreditar la renta efectiva, lo hará mediante
contabilidad fidedigna, salvo norma en contrario.
Los libros de contabilidad deberán ser llevados en lengua castellana y sus
valores expresarse en la forma señalada en el artículo 18, debiendo ser
conservados por los contribuyentes, junto con la documentación correspondiente,
mientras esté pendiente el plazo que tiene el Servicio para la revisión de las
declaraciones. Esta obligación se entiende sin perjuicio del derecho de los

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contribuyentes de llevar contabilidad en moneda extranjera para otros fines.
El Director del SII determinará las medidas de control a que deberán
sujetarse los libros de contabilidad y las hojas sueltas que los sustituyan en los
casos contemplados en el inciso siguiente.
El Director Regional del SII podrá autorizar la sustitución de los libros de
contabilidad y sus registros auxiliares por hojas sueltas, escritas a mano o en otra
forma, o por aplicaciones informáticas o sistemas tecnológicos, consultando las
garantías necesarias para el resguardo de los intereses fiscales. Cuando el
contribuyente opte por llevar sus libros contables principales y sus auxiliares en
hojas sueltas o en base a aplicaciones informáticas o medios electrónicos, su
examen y fiscalización se podrá realizar conforme a lo dispuesto en el artículo 60
bis.
Sin perjuicio de los libros de contabilidad exigidos por la ley, los
contribuyentes deberán llevar los libros adicionales o auxiliares que exija el
Director Regional del SII, a su juicio exclusivo, de acuerdo con las normas que
dicte para el mejor cumplimiento o fiscalización de las obligaciones tributarias.
Las anotaciones en los libros a que se refieren los incisos anteriores
deberán hacerse normalmente a medida que se desarrollan las operaciones.
El Servicio podrá autorizar o disponer la obligatoriedad de que los libros de
contabilidad y los libros adicionales o auxiliares, que los contribuyentes lleven en
soporte de papel, sean reemplazados por sistemas tecnológicos que reflejen
claramente el movimiento y resultado de los negocios y permitan establecer con
exactitud los impuestos adeudados. Para estos efectos, el Servicio certificará los
sistemas que cumplan con tales requisitos. El incumplimiento de la obligación a
que se refiere este inciso será sancionado con la multa prevista en el inciso tercero
del número 6 del artículo 97 del Código Tributario.
En la disposición del artículo 97, ubicada en el Título II, relativo a las

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infracciones y sanciones, del Libro II del Código Tributario, se consagran las
infracciones que los contribuyentes pueden cometer en lo relativo a la contabilidad
y las sanciones a que quedan afectos.
Según lo prevenido en el artículo 97 Nº 6º del Código Tributario, la no
exhibición de libros de contabilidad o de libros auxiliares y otros documentos
exigidos por la Dirección Regional de acuerdo con las disposiciones legales, la
oposición al examen de los mismos o a la inspección de los establecimientos de
comercio, agrícolas, industriales o mineros, o el acto de entrabar en cualquiera
forma la fiscalización ejercida en conformidad a la ley, serán sancionados con
multa de una unidad tributaria mensual a una unidad tributaria anual.
La misma disposición legal en su Nº 7 sanciona el hecho de no llevar la
contabilidad o los libros auxiliares exigidos por el Director Regional, de acuerdo
con las disposiciones legales, o de mantenerlos atrasados, o de llevarlos en forma
distinta a la ordenada o autorizada por la ley, y siempre que no se dé cumplimiento
a las obligaciones respectivas dentro del plazo que señale el Servicio, que no podrá
ser inferior a diez días, con multa de una unidad tributaria mensual a una unidad
tributaria anual.
Finalmente, la pérdida o inutilización de los libros de contabilidad y
documentación relacionada con las actividades afectas a cualquier impuesto, con
una multa del 1% al 30% del capital efectivo, salvo que la pérdida sea fortuita y
que el contribuyente cumpla los siguientes requisitos:
a) Dar aviso al Servicio dentro de los 5 días siguientes, y
b) Reconstituir la contabilidad dentro del plazo y conforme a las normas que fije el
Servicio, plazo que no podrá ser inferior a 30 días.
En todo caso, agrega la disposición, la pérdida o inutilización de los libros
de contabilidad suspenderá la prescripción establecida en el artículo 200 (del
Código Tributario), hasta la fecha en que los libros legalmente reconstituidos

19
queden a disposición del Servicio. Para los efectos previstos en el inciso 1º del Nº
16 del artículo 97 se entenderá por capital efectivo el definido en el artículo 2º Nº
5 de la Ley de Impuesto a la Renta.
El artículo 18 del Código Tributario establece las reglas para llevar la
contabilidad, presentar las declaraciones de impuestos y efectuar su pago.

- Regularidad externa de los libros. La legislación comercial nada ha dicho sobre


la forma de llevar los libros, limitándose a establecer ciertas prohibiciones en el
artículo 31 del Código de Comercio, que en el fondo tienden a guardar la
regularidad externa. Los comerciantes no deben alterar en los asientos el orden y
fecha de las operaciones descritas; no deben dejar blancos en el cuerpo de los
asientos o a continuación de ellos; no deben hacer interlineaciones, raspaduras o
enmiendas en los mismos asientos, etc.
Es pertinente aquí desde el punto de vista de las formalidades, lo prescrito
en el art. 20 del Código Tributario: “Queda prohibido a los contadores proceder a
la confección de balances que deban presentarse al Servicio, extrayendo los datos
de simples borradores, y firmarlos sin cerrar al mismo tiempo el libro de inventarios
y balances”.

- El secreto de la contabilidad. Nuestro Código de Comercio, celoso defensor de


los principios individualistas del siglo pasado, estableció como un resguardo a la
libre competencia el secreto de la contabilidad. Las razones que movieron al
legislador a establecer esta garantía son fundamentalmente dos:
a) Para dejar a todos los comerciantes en igualdad de condiciones, para impedir
en esa forma que otras personas (comerciantes también) se aprovecharan de lo
que consta en los libros de contabilidad ajenos, y
b) Porque siendo la contabilidad el reflejo del estado de los negocios de un

20
comerciante, podría ser muy perjudicial para él el hecho de que ésta fuese
conocida en un determinado momento; podría dejar de manifiesto una situación
precaria, lo que afectaría indudablemente su crédito.

Pero esta concepción original del Código se ha ido limitando un poco. La


ley orgánica de Impuestos Internos, la Ley General de Bancos, la legislación sobre
sociedades anónimas, han dado facultades a funcionarios de los respectivos
servicios para revisar la contabilidad. Desde el punto de vista tributario, puede
decirse que en la actualidad no existe este secreto. Los inspectores de Impuestos
Internos pueden revisar todos los libros, pero ellos están obligados a mantener el
secreto profesional.
El mismo Código de Comercio establece excepciones al principio del
secreto de los libros de contabilidad. Sólo existen cuatro casos en que los
tribunales de justicia pueden decretar la exhibición total de la contabilidad. Existen
además situaciones que autorizan una exhibición parcial de ellos. Veamos
separadamente estas excepciones al secreto de la contabilidad.
- La exhibición general de los libros de contabilidad.
Consiste en mostrar al tribunal que la ordena todos los libros de
contabilidad para que sean totalmente revisados por éste. Procede en cuatro
casos:
1) Sucesión universal. Cuando fallece un comerciante, sus herederos pueden pedir
la exhibición general de la contabilidad para los efectos de la partición de bienes.
2) Comunidad de bienes. Cuando ella existe el tribunal puede ordenar la exhibición
general sólo en favor de los condueños.
3) Liquidación de sociedades legales y comerciales. La única sociedad legal es la
sociedad conyugal, de manera que si se disuelve el matrimonio, procede la
manifestación general de los libros. Las sociedades comerciales pueden ser de

21
personas o de capitales; en caso de liquidación de ellas, procede esta excepción
al secreto de la contabilidad.
4) En el marco de los procedimientos concursales destinados a reorganizar y/o
liquidar los pasivos y activos de una Empresa Deudora conforme a la ley 20.720,
los libros contables del deudor deben quedar a disposición de determinadas
autoridades. (Veedor, art. 25; Superintendente, art. 337 L. 20.720).
Finalmente, reiteremos que la exhibición general sólo procede en los casos
que hemos señalado y en favor de las personas que se indicaron.
- La exhibición parcial.
Ella procede en los casos en que en un juicio sea necesario el conocimiento
de determinados asientos contables. Debe decretarse por el juez a petición de
parte interesada. Se limita sólo a las operaciones contables que digan relación con
el juicio; se practica por el juez personalmente en presencia del dueño y en el lugar
en que se llevan los libros de contabilidad (art. 43 del Código de Comercio).
He aquí la obligación de los comerciantes de llevar libros de contabilidad.
Algunas leyes especiales y el mismo Código de Comercio exigen a determinados
comerciantes la obligación de llevar otros libros que los estudiados.

- Valor probatorio de los libros de contabilidad.


Los libros de contabilidad son instrumentos privados. Consecuencialmente,
el valor probatorio de ellos se rige por el artículo 1704 del Código Civil. Esta es la
regla general. Sin embargo, los libros de contabilidad, en ciertas condiciones, en
atención a la función mercantil que desarrollan, constituyen una excepción a las
reglas del Código Civil: hacen prueba en favor de la persona que los presenta.
El principio general contenido en el artículo 1704 del Código Civil es que
los instrumentos privados, los libros de contabilidad, hacen prueba en contra de la
persona que los lleva. Esto porque en derecho nadie puede crearse una prueba a

22
su favor. No obstante, los libros de contabilidad hacen prueba en favor de quien
los lleva siempre que se reúnan ciertas condiciones.
- Requisitos que deben cumplir los libros de comercio para tener valor probatorio.
Las exigencias están contenidas en el artículo 35 del Código de Comercio
y son las siguientes:
a) Juicio entre comerciantes;
b) Causa de comercio, y
c) Que los libros se lleven de acuerdo al artículo 31 del Código de Comercio.

a) Que se trate de un juicio entre comerciantes.


Esta exigencia es lógica ya que si se le permite a un comerciante hacer uso
en su favor de los libros de contabilidad, es preciso que su contendor pueda contar
con un medio de prueba igual, y esto sólo puede ocurrir si el contendor es
comerciante. De esta manera quedan en igualdad de condiciones.
Existen dos situaciones bien interesantes: si una de las partes es la
sucesión de un comerciante o si una de las partes fue comerciante y dejó de serlo,
¿pueden hacer uso de este medio de prueba a su favor? La respuesta es
afirmativa, siempre que se reúnan todos los requisitos del artículo 35. Ejemplo: la
ex Feria Rioseco de Concepción tenía un cliente con un crédito de $1.000.000 en
compraventa de animales. El cliente falleció sin pagar la deuda. Con todos sus
clientes la ex Feria celebraba un contrato de cuenta corriente mediante el cual se
le daba un crédito para compra de animales que debía pagar en tal plazo. En
consecuencia, en este contrato las obligaciones no son líquidas y, por lo tanto, no
puede cobrar ejecutivamente la deuda. Al morir el cliente la Feria podría haber
llamado a reconocer deuda a los herederos, pero éstos eran 11 y por lo tanto era
imposible reunirlos. Debió iniciar un juicio ordinario y en ese juicio se hicieron valer
los libros de contabilidad. Se alegó por los herederos que ellos no eran

23
comerciantes, pero se dijo que no importaba, porque eran herederos de un
comerciante y, en consecuencia, podían hacerse valer los libros si se reunían los
requisitos legales.
b) Cuando la cuestión controvertida debe solucionarse aplicando la legislación
comercial, estamos ante un juicio o causa de comercio. En otros términos, la causa
se refiere a un derecho u obligación nacido de un acto de comercio.
Pero puede suceder que el acto sea mixto o de doble carácter. Se ha
entendido que el acto debe ser de comercio para las dos partes, que se trate de
un derecho reglamentado por el Código de Comercio para ambos litigantes. En
suma, en un juicio en que haya distinta ley de fondo para cada parte no cabe la
prueba en favor de quien lleva los libros. Lógicamente hay prueba en contra (art.
1704 del Código Civil).
c) Que los libros se lleven regularmente, o sea, que se cumpla con el artículo 31
del Código de Comercio.

- Relación de los libros de contabilidad con la prueba testimonial.


Los artículos 1708 y 1709 inciso 1º del Código Civil establecen una
limitación a la producción de la prueba testifical diciendo que no se admite prueba
de testigos respecto de una obligación que haya debido constar por escrito; y que
deben constar por escrito los actos y contratos que contengan la entrega o
promesa de una cosa que valga más de dos unidades tributarias. Pero el artículo
1711 del Código Civil establece una excepción a esta limitación diciendo que
cuando haya un principio de prueba por escrito, puede hacerse valer la prueba
testifical, entendiéndose por principio de prueba por escrito “un acto escrito del
demandado o de su representante, que haga verosímil el hecho litigioso”.
Se ha planteado el problema de saber si un comerciante puede hacer uso
de la prueba testifical alegando tener en sus propios libros de contabilidad un

24
principio de prueba por escrito. La jurisprudencia ha declarado reiteradamente que
esto no es posible, ya que en el artículo 1711 se exige que el principio de prueba
por escrito emane de la otra parte. El citado artículo dice en la parte pertinente:
“…un acto escrito del demandado o de su representante…”
- Resultados de la prueba de los libros de contabilidad.
Pueden presentarse las siguientes posibilidades:
a) Si los libros de ambas partes están de acuerdo, hacen plena prueba, ya que
ellos hacen fe en contra y a favor de cada comerciante (art. 35).
b) En caso de desacuerdo. Como se trata de medios probatorios igualmente
fehacientes y contradictorios, se anulan. Ejemplo: mi libro dice que la mercadería
se debe; el de mi contendor, que ha sido pagada. Todo esto en el caso de que los
libros reúnan los requisitos del artículo 31. En esta situación habrá que atenerse a
las demás pruebas rendidas por las partes (art. 36).
c) Si los libros de una de las partes no han sido llevados regularmente (léase: con
infracción al artículo 31), carecen de valor probatorio a favor del comerciante que
los lleva. El infractor queda entregado a lo que digan los del contrario si han sido
llevados en conformidad a la ley. Esto es justo, pues sólo se da valor probatorio a
los libros que se ajustan a la ley.
La ley, no obstante, no entrega al infractor completamente a lo que digan
los libros del contendor, partiendo de la base de que la falta de formalidades del
artículo 31 no siempre es señal de mala fe; puede deberse a descuido o
negligencia, etc. Es por ello que se permite que el infractor produzca prueba a su
favor por cualquier otro medio legal, para desvirtuar lo que arroja en su contra la
contabilidad del contrincante. No debe olvidarse que los libros del contendor, a
pesar de ser llevados en forma regular, pueden contener falsedades (art. 34).
d) Si el comerciante que ha recibido orden de exhibir sus libros los oculta (o los
destruye o simplemente no los tiene), rige el artículo 33. En conformidad a este

25
precepto, el comerciante que así procede queda entregado por completo a lo que
digan los libros de su contradictor, siempre que éstos estén arreglados conforme
a la ley; esto es así porque hay aquí una evidente prueba de mala fe.
El profesor Palma Rogers expresa en su libro de derecho comercial que si
la pérdida o destrucción ha sido fortuita no tendría lugar la sanción vista, siempre
que el comerciante pruebe el caso fortuito.
- Prueba de los libros de contabilidad en contra del comerciante que los lleva.
El artículo 38 dispone: “Los libros hacen fe contra el comerciante que los
lleva, y no se le admitirá prueba que tienda a destruir lo que resultare de sus
asientos”.
Esta regla prácticamente confirma la norma del artículo 1704 del Código
Civil, que es un principio universal en materia de prueba.
El artículo 38, en su parte final, expresa que no se admitirá prueba tendiente
a destruir lo que resultare de los libros. Esto pone en evidencia que este medio
probatorio se asimila a la confesión, ya que el artículo 402 del Código de
Procedimiento Civil establece igual regla respecto de esta probanza. Se puede
sostener que se trata de una verdadera confesión escrita.
Para que opere la norma del artículo 38 no es necesario que haya ni juicio
entre comerciantes, ni causa de comercio, ni libros regularmente llevados.
El artículo 39 del Código de Comercio contiene una norma muy importante:
la indivisibilidad de este medio de prueba. Se trata del mismo efecto estudiado en
la confesión: si se acepta lo favorable, debe aceptarse forzosamente lo
desfavorable. Así, por ejemplo, supongamos que XX demanda a Z, comerciante,
exigiéndole el pago de una obligación emanada de un contrato mercantil. Z niega
el contrato y es obligado por XX a exhibir sus libros de contabilidad; aparece de
ellos que existía el contrato, pero que se había pagado la mitad de la obligación.
Si XX acepta como prueba los libros de Z, debe admitir todo lo que arrojen dichos

26
libros, tanto lo favorable como lo desfavorable. Evidentemente, XX puede rechazar
esta prueba en su totalidad y hacer uso de otros medios probatorios a su favor.

- Los libros de contabilidad como presunción.


Si los libros de contabilidad, por cualquier motivo, no hacen prueba, sirven,
junto con otros medios probatorios, de base a una presunción judicial. De aquí que
es aconsejable presentar los libros, aunque no hagan prueba.

- Valor probatorio de los libros facultativos.


Los libros auxiliares no hacen prueba con independencia de los libros
obligatorios. Esta es la regla general contenida en la primera parte del artículo 40.
Esta regla es lógica, pues los comerciantes no están obligados a llevarlos,
y porque se trata de simples complementos de los libros obligatorios.
Excepción. Cuando los libros obligatorios se hayan perdido sin culpa del
comerciante, los libros auxiliares harán prueba, siempre que hayan sido llevados
en regla. Lógico es que el comerciante tiene el onus probandi de la pérdida fortuita
de los libros.
En todo caso, estos libros pueden servir de base de una presunción judicial.
Todo lo dicho es en relación con el valor probatorio en favor del
comerciante. Nada dice la ley sobre el que tengan en contra de él. Rige, entonces,
ampliamente el artículo 1704 del Código Civil.
- Valor probatorio del libro copiador de cartas. Sabemos en la práctica que este
libro no existe hoy en día.
El artículo 47 establece que sólo podrá pedirse la exhibición de las cartas
relacionadas con el asunto litigioso y que se hayan dirigido las partes.

- Crítica al sistema de nuestro Código.

27
Nuestro cuerpo legal tiene a su favor el hecho de haber reconocido los
libros de contabilidad como una obligación para los comerciantes. Más aún, tiene
el valor o mérito de haberles atribuido valor probatorio.
Pero, indudablemente, es incompleto, porque:
1) No ha uniformado los sistemas de contabilidad.
En la práctica hay sistemas que tienen principios diferentes; así, el sistema
norteamericano es diferente al inglés.
2) Falta la visación de los libros de contabilidad, es decir, la revisión periódica de
los libros por una autoridad competente, para comprobar la autenticidad de los
asientos. No basta que los libros sean llevados regularmente; es menester que lo
que se exprese en ellos sea verdad.
3) No hay una sanción inmediata y efectiva para quien lleve irregularmente sus
libros, o para quien no los lleve. La sanción establecida por la ley tributaria es para
los efectos impositivos y nada más. La única sanción que establece la ley es, como
veremos oportunamente, indirecta: se refiere a la prueba y a la quiebra.
4) El Código debió exigir que los libros de contabilidad fueren siempre llevados por
profesionales. Hoy en día la Ley del Colegio de Contadores exige que, a partir de
determinados montos, la contabilidad lleve la firma de un contador.

Esta exigencia es muy importante en materia de quiebra; v. gr., sabemos


que en juicio de calificación de la quiebra los libros de contabilidad son el centro
del proceso; ellos determinan si la quiebra ha sido culpable, fortuita o fraudulenta.
Ahora bien, en la práctica, estos procesos terminan en su inmensa mayoría
en el sobreseimiento, debido a que el desorden existente en los libros impide
determinar a los peritos si ha habido o no malos manejos.

(ii) La obligación de inscribir ciertos documentos en el Registro de Comercio

28
a) Objeto.
Con el objeto de resguardar los intereses de los terceros que contratan con
los comerciantes, ciertos actos por ellos celebrados están sujetos a una
determinada publicidad.
Esta publicidad consiste en la inscripción de estos actos o mejor dicho de
los documentos en que ellos constan, en un registro especialmente creado para
este efecto.
De conformidad con lo previsto en el artículo 20 del Código de Comercio,
en la cabecera de cada departamento se llevará un registro en que se anotarán
todos los documentos que, según el Código de Comercio, están sujetos a
inscripción. Lleva el registro el conservador de comercio, que en la generalidad de
los casos es el mismo Conservador de Bienes Raíces. Veamos, someramente,
cuáles son los documentos que deben inscribirse en el Registro de Comercio.

b) Los documentos que deben inscribirse. Ellos están enumerados en el artículo


22 del Código de Comercio, aunque en otras disposiciones del mismo texto se
impone a los comerciantes igual obligación respecto de otros documentos. A
continuación, veremos los casos contenidos en el artículo 22 recién mencionado.
De acuerdo con dicho artículo, las inscripciones deben hacerse en extracto
y por orden de número y fecha. Ellas son las siguientes:
1) Las capitulaciones matrimoniales, el pacto de separación de bienes a que se
refiere el artículo 1723 del Código Civil, inventarios solemnes, testamentos, actos
de partición, sentencias de adjudicación, escrituras públicas de donación, venta,
permuta u otra de igual autenticidad que imponga al marido alguna responsabilidad
a favor de la mujer. Se trata de documentos de los que resulta en contra del marido
y en favor de la mujer una responsabilidad de orden económico. El fundamento de

29
esta obligación de inscribir tales documentos radica en el hecho de que si el marido
es comerciante es necesario dar a conocer las responsabilidades que éste tiene
respecto de su mujer, pues ellas en el fondo limitan su capacidad para recibir
créditos.
2) Las sentencias de divorcio o separación de bienes y las liquidaciones
practicadas para determinar las especies o cantidades que el marido deba entregar
a su mujer divorciada o separada de bienes. El fundamento es el mismo que el
señalado en el caso anterior. Además, cuando la mujer es comerciante, puede
conocerse así cuáles son los bienes de su propiedad.
3) Los documentos justificativos de los haberes del hijo o pupilo que está bajo
potestad del padre, madre o guardador. Se trata de una situación similar a la
examinada en el Nº 1.
4) Las escrituras de sociedad, sea colectiva, en comandita o anónima, y aquellas
en que los socios nombren gerente de la sociedad en liquidación. Esta obligación
incumbe también respecto de las escrituras de disolución de sociedades que se
efectúen antes de vencer el término estipulado; las de prórroga de éste; el cambio,
retiro o muerte de un socio; la alteración de la razón social, y, en general, toda
reforma, ampliación o modificación del contrato (art. 7º Nº 4º del Reglamento del
Registro de Comercio). Ella también pesa respecto de las sociedades de
responsabilidad limitada creadas por la Ley Nº 3.918, de 1923. Además de ser una
formalidad de publicidad, esta inscripción constituye una solemnidad inherente a
los contratos y actos indicados.
5) Los poderes que los comerciantes otorguen a sus factores o dependientes para
la administración de sus negocios. La importancia de esta inscripción radica en el
hecho de que ella permite saber quién es el mandatario del comerciante y los
poderes de que está investido. Aunque la ley no lo dice, las escrituras en que se
revoque el nombramiento de estos mandatarios deben también inscribirse, pues

30
esta inscripción cumple la misma finalidad de publicidad.

- Plazos para inscribirlos.


Estas inscripciones deben practicarse en un plazo de 15 días contado
desde el otorgamiento de los documentos, cuando el interesado ya tenga la calidad
de comerciante, o bien desde que él empiece a ejercer el comercio cuando todavía
no es comerciante. En el caso de las escrituras de sociedades el plazo de
inscripción en el Registro de Comercio es de 60 días, contados desde la fecha de
la escritura social (art. 354 del Código de Comercio). Veremos a continuación la
obligación de los comerciantes de inscribirse en determinados registros.

(III) La obligación de inscribirse en determinados registros

a) Durante la vigencia de la Ley Nº 17.066, de 11 de enero de 1969, los


comerciantes que tenían un negocio establecido estaban obligados a inscribirse
en el Registro Nacional de Comerciantes, Pequeños Industriales y Artesanos de
Chile, que ella había creado.
En virtud de la Ley Nº 18.000, de 5 de junio de 1981, se autorizó al Registro
Nacional de Comerciantes, Pequeños Industriales y Artesanos de Chile para que
dentro del plazo de 120 días, contado desde la fecha de dicha ley, optara por
transformarse en organización gremial, con arreglo a las disposiciones del Decreto
Ley Nº 2.757, de 1979, o acordara su disolución.
La Ley Nº 18.000, de 1981, dispuso además que vencido el plazo indicado
en ella, sin que se hubiera efectuado su transformación o acordado su disolución,
el Registro Nacional de Comerciantes, Pequeños Industriales y Artesanos de Chile
se entenderá disuelto. Durante el tiempo que existió el Registro creado por la Ley
Nº 17.066 de 1969, demostró ser una institución útil para velar por la ética

31
profesional de los comerciantes registrados y para luchar contra el comercio
clandestino. Obedeciendo el mandato de la Ley Nº 18.000, de 1981, el Registro
acordó su propia disolución y no su organización como gremio, conforme al
Decreto Ley Nº 2.757, de 1979.
b) Registros especiales.
Algunas leyes imponen a los comerciantes la obligación de inscribirse en
registros especiales. Así, por ejemplo, el artículo 67 del Código Tributario autoriza
a la Dirección Regional de Impuestos Internos para exigir a las personas que
desarrollan determinadas actividades la inscripción en registros especiales, como
ocurre con el Rol Único Tributario, en el cual deben inscribirse todas las personas
naturales y jurídicas y las entidades o agrupaciones sin personalidad jurídica, pero
susceptibles de ser sujetos de impuestos, que en razón de su actividad o condición
causen o puedan causar impuestos (art. 66 del Código Tributario).
La Ley de Alcoholes (art. 4º) impone a los embotelladores de vino y
champañas, comerciantes al por mayor en vinos y licores, importadores de licores
y comerciantes de alcohol para sus usos distintos de la bebida, la obligación de
inscribirse en registros de la Dirección de Impuestos Internos “en el mes de enero
de cada año”.

(IV) La obligación de pagar patente municipal


a) Patentes municipales. El Decreto Ley Nº 3.063, publicado en el Diario Oficial de
29 de diciembre de 1979, contiene el nuevo texto de la Ley de Rentas Municipales,
derogando la ley anterior Nº 11.704, de 1954.
De conformidad con el artículo 23 de la actual Ley de Rentas Municipales,
el ejercicio de toda profesión, oficio, industria, comercio, arte o cualquiera otra
actividad lucrativa secundaria o terciaria, sea cual fuere su naturaleza o
denominación, está sujeto a una contribución de patente municipal. Grava con el

32
mismo tributo de patente municipal las actividades primarias o extractivas cuando
en la explotación media un proceso de elaboración de productos, aunque éstos
provengan exclusivamente del predio rústico (ej.: aserradero) y cuando los
productos que se obtienen de estas actividades primarias se venden directamente
por los productores en locales, quioscos, aunque sea dentro del mismo predio y
aunque no constituyan actos de comercio.
b) Valor de la patente municipal. El monto de esta contribución se determina
por un período de 12 meses sobre la base del capital propio de cada contribuyente.
El valor asciende del 2,5 al 5 por mil del capital propio de cada contribuyente, no
pudiendo ser inferior a una unidad tributaria mensual ni superior a 1.000 unidades
tributarias mensuales. Para determinar el capital propio de cada contribuyente la
ley señala las siguientes normas:
- El valor declarado por el propio interesado en la patente cuando se trata de
actividades nuevas;
- El monto registrado en el balance al 31 de diciembre inmediatamente anterior a
la fecha en que debe prestarse la declaración.
Por otra parte, las sucursales pagan una contribución de patente municipal en
proporción al número de trabajadores y al monto de la contribución del
establecimiento principal.
c) Exenciones al pago de patente municipal. La nueva Ley de Rentas
Municipales sólo exime del pago de esta contribución a las personas o entidades
que realicen acciones de beneficencia, de culto religioso, de promoción de
intereses comunitarios, de difusión cultural, artística o deportiva.
Como puede apreciarse, las exenciones benefician únicamente a las actividades
que por sus objetivos no persiguen fines de carácter lucrativo.
d) Transferencia de la patente. El artículo 30 del Decreto Ley Nº 3.063, de 29 de
diciembre de 1979, que contiene la Ley de Rentas Municipales, autoriza la

33
transferencia de la patente cuando el establecimiento que ella ampara cambia de
dueño. Corresponde al nuevo propietario hacer anotar ante la municipalidad
respectiva la transferencia de la patente.
e) Responsabilidad por el pago de la patente. De conformidad con el artículo 31
de la Ley de Rentas Municipales, son responsables del pago de este tributo,
además de los propietarios del establecimiento, los administradores y regentes,
aun cuando no tengan mandato constituido legalmente para la gestión del negocio
de que se trate.
f) Características de patente. Desde el punto de vista de su naturaleza jurídica, es
necesario destacar que la patente es una contribución o tributo de carácter
municipal que se paga por el ejercicio de las actividades que la ley grava con ella.
Consecuencia de lo anterior es que la patente municipal no constituye en realidad
un bien de propiedad del comerciante o profesional que la paga. Sin embargo, la
ley faculta su transferencia sólo en el evento de que el establecimiento que ella
grava se enajene. Por esta misma razón no puede venderse separadamente el
negocio que se trata.

II.- EL PERSONAL DEL EMPRESARIO DE COMERCIO

A) Clasificación.
En la medida que la actividad mercantil se hace cada vez más compleja y
requiere de una mayor dedicación, el empresario de comercio se ve obligado a
rodearse de colaboradores y a contratar los servicios de diversas personas. El
conjunto de individuos que en forma directa o indirecta colaboran con el
comerciante y que están unidos a él por diversas relaciones jurídicas constituyen
el personal de la empresa comercial. Se les denomina también, en el lenguaje

34
tradicional, los agentes auxiliares del comerciante.
El personal de la empresa comercial puede agruparse en dos grandes
categorías: una de ellas está integrada por todos aquellos sujetos que están unidos
al empresario de comercio por un vínculo jurídico-laboral y que además, en
determinadas circunstancias, están facultados para representarlo y actuar en
nombre de él; la otra categoría está formada por todos los colaboradores de la
actividad mercantil de la empresa que no están ligados al empresario por un
contrato de trabajo sino por otros vínculos contractuales.
El primer grupo se denomina el de los colaboradores o agentes auxiliares
dependientes de comercio y está representado, fundamentalmente, por los
factores o gerentes y los mancebos o dependientes. El segundo grupo recibe el
nombre de colaboradores o agentes auxiliares independientes del empresario de
comercio y está integrado por corredores de comercio, comisionistas, agentes de
negocios y martilleros.
Los agentes auxiliares independientes tienen por misión dispensar su
mediación asalariada a los empresarios de comercio y facilitarles la conclusión de
sus negocios. El agente independiente no es parte de las operaciones comerciales,
sino que se limita a acercar a quienes tienen interés en contratar. Vivante apunta
con justa razón que éstos son colaboradores físicos y no jurídicos. Sin embargo,
los comisionistas son colaboradores jurídicos porque representan al principal.
Los agentes auxiliares dependientes son verdaderos colaboradores
jurídicos de la actividad del empresario de comercio, puesto que actúan en lugar y
a nombre de él, con mayores o menores poderes, según el caso, pero, y es lo que
interesa, tienen su representación.

B) Los agentes dependientes del empresario de comercio


b.1) Aspectos generales. Ya indicamos que lo que caracteriza al empresario de

35
comercio es fundamentalmente la circunstancia de ser él quien asume el carácter
de titular de los derechos y responsable de las obligaciones que se generen a
propósito de la actividad constitutiva de la empresa.
Pero no es necesario, dijimos también, que el empresario asuma por sí
mismo la actividad comercial; puede hacerlo por delegados que actúen en lugar y
a nombre de él. La complejidad creciente de los negocios hace necesaria la
presencia de un personal que colabore con el empresario de comercio. Cuando se
requiere que este personal pueda actuar en lugar del principal, se recurre a la
forma jurídica de la representación y del mandato. Debemos, pues, referirnos
previamente a estos dos aspectos antes de analizar derechamente la misión de
los auxiliares dependientes.
a) La representación. Es una figura jurídica en virtud de la cual lo que una persona
ejecuta a nombre de otra, estando facultada por ella o por la ley para representarla,
produce respecto del representado iguales efectos que si hubiera contratado él
mismo.
De acuerdo con lo expresado, dos son las fuentes de la representación:
una, la convención y la otra, la ley. En Derecho Comercial la fuente más fecunda
de esta ficción es la convención de las partes. La representación legal la
encontramos en el caso del capitán en una nave, ya que representa al naviero
respecto de ella y a los cargadores respecto de la carga. Para que se produzca el
efecto principal de la representación, esto es, para que los derechos y obligaciones
nacidos del contrato celebrado por el representante se radiquen en el patrimonio
del representado se requiere la concurrencia de dos presupuestos: capacidad para
representar y contemplatio domine.

- Capacidad para representar. El mandato no confiere naturalmente al mandatario


más que el poder de efectuar los actos de administración (art. 2132 del Código

36
Civil). Para todos los actos que salgan de estos límites se requiere poder especial
(mismo artículo).
Por su parte, el artículo 340 del Código de Comercio dice: “Los factores se
entienden autorizados para todos los actos que abrace la administración del
establecimiento que se les confiare, y podrán usar de todas las facultades
necesarias al buen desempeño de su encargo, a menos que el comitente se las
restrinja expresamente en el poder que les diere”.
- Contemplatio domine. Consiste en el hecho de hacer saber a la parte con la que
se celebra el contrato que el representante actúa en nombre del representado.
Este principio, propio del derecho civil, se cumple en la práctica poniendo antes de
la firma del representante “por poder de” o “por orden de”.
En derecho comercial la regla general está contenida en el artículo 328 del
Código de Comercio, que expresa: “Los factores o dependientes que obraren en
su propio nombre quedan personalmente obligados a cumplir los contratos que
ajustaren; pero se entenderá que los han ajustado por cuenta de sus comitentes
en los casos siguientes:
1º Cuando tal contrato corresponda al giro ordinario del establecimiento que
administran;
2º Si hubiere sido celebrado por orden del comitente, aun cuando no esté
comprendido en el giro ordinario del establecimiento;
3º Si el comitente hubiere ratificado expresa o tácitamente el contrato, aun cuando
se haya celebrado sin su orden;
4º Si el resultado de la negociación se hubiere convertido en provecho del
comitente”.
“En cualquiera de los casos enumerados en el anterior artículo, los terceros que
contrataren con un factor o dependiente pueden, a su elección, dirigir sus acciones
contra éstos o contra sus comitentes, pero no contra ambos” (art. 329 del Código

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de Comercio).
b) El mandato comercial. El artículo 233 del Código de Comercio lo define en los
siguientes términos: “…es un contrato por el cual una persona encarga la ejecución
de uno o más negocios lícitos de comercio a otra que se obliga a administrarlos
gratuitamente o mediante una retribución y a dar cuenta de su desempeño”.
La definición del Código de Comercio ha llevado a los comentaristas a
sostener que para determinar la mercantilidad del contrato hay que atender a la
naturaleza del encargo con respecto al mandante. “La comerciabilidad del mandato
le da, pues, el carácter mercantil que el acto tenga para el mandante.”
Esta posición no es, sin embargo, compartida por toda la doctrina nacional.
Julio Olavarría expresa: “A nuestro juicio, el mandato comercial y la comisión son
dos actos mixtos o de doble carácter y debe atenderse a la mercantilidad que el
acto encargado tenga para cualquiera de las partes, pues puede este encargo ser
civil o mercantil para cualquiera de ellas”.

- Las especies de mandato comercial. El artículo 234 del Código de Comercio


señala que hay tres especies de mandato comercial: la comisión, el mandato de
los factores y mancebos o dependientes de comercio y la correduría, tratada en el
Título III del Libro I. De la comisión y de la correduría trataremos en la Sección II.
Párrafo I.

- Mandato de los factores o gerentes de comercio


Definición. “Factor es el gerente de un negocio o de un establecimiento comercial
o fabril, o parte de él, que lo dirige o administra según su prudencia por cuenta de
su mandante” (art. 237 inc. 1º del Código de Comercio).
El factor es en realidad un mandatario con facultades generales de
administración. El artículo 340 le otorga las facultades necesarias para ejecutar

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todos los actos que abrace la administración del establecimiento que se le confiare.
Resalta la representación que tiene del comitente o principal, y aun cuando las
relaciones con éste estén en la práctica regidas por un contrato de trabajo, como
mandatario se rige por el Código de Comercio. Desde luego, tiene facultades más
amplias que las que nacen de un simple contrato de trabajo en que el dependiente
debe estar subordinado a su empleador o patrón.
- Forma y prueba de este mandato.
Los factores deben ser investidos de un poder especial otorgado por el
propietario del establecimiento cuya administración se le encomienda.
El poder será registrado y publicado en la forma prescrita en el Párrafo I,
Título II del Libro I, artículo 339. Esto significa que el mandato debe otorgarse por
escritura pública para los efectos de la prueba y que se trata de uno de los actos
que deben inscribirse (art. 22 Nº 5º del Código de Comercio).
- La capacidad. Pueden ser factores no sólo las personas que tengan la libre
administración de sus bienes sino también, de acuerdo con el artículo 13 del
Código del Trabajo, los que sean capaces para celebrar el contrato de trabajo, esto
es, los mayores de 18 años y los menores de 18 años, pero mayores de 15,
siempre que obraren con el consentimiento de su representante legal o de las
personas que los tengan a su cuidado. Respecto a los menores de 15 años,
además, es necesario que hubieren cumplido con la obligación escolar.
- Las facultades y deberes del factor. El mandato de los factores tiene por objeto
confiarle a una persona la administración de un negocio. De lo que se desprende
que son de la naturaleza de este contrato todas las facultades de administración
(art. 340 del Código de Comercio).
Todo mandato implica actos de administración, pero las facultades pueden
restringirse por la voluntad del mandante, de suerte que, para calificar los poderes,
es necesario tener a la vista el instrumento en el cual se ha conferido el mandato.

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En la práctica, pueden presentarse tres situaciones con respecto a las
facultades de los factores, a saber: 1) que el comitente en su mandato se limite
sólo a reproducir el contenido de la disposición del artículo 340 del Código de
Comercio; 2) que le dé al factor menos facultades que las indicadas en dicho
precepto legal, y 3) que amplíe las facultades del artículo 340, otorgándole más
poderes que los allí consignados.
El Código de Comercio ha exigido escritura pública para la celebración de
este contrato; pero vale la pena destacar que la omisión de dicho instrumento no
acarrea la nulidad del acto con respecto a los terceros (art. 24 del Código de
Comercio). La omisión de la inscripción del contrato tampoco anula el acto frente
a terceros. La escritura pública y la inscripción tienen por objeto permitir que los
terceros se enteren de las limitaciones o modificaciones conferidas a los factores
en cuanto a sus facultades, de suerte que, si no cumple con esta formalidad de
publicidad, siendo el mandato nulo entre mandante y mandatario, no podrán
alegarse las limitaciones en contra de los terceros y el acto celebrado en virtud de
este mandato obligará al mandante si se ha ejecutado dentro de las facultades que
la ley confiere a los mandatarios, aunque en el caso concreto de que se trate no
las tenga.
- La forma en que actúa el factor. Fundamentalmente actúa de dos maneras: 1) a
nombre del mandante, y 2) a nombre propio.
1) Actúa a nombre del mandante. En este caso no se presenta ninguna dificultad,
puesto que se produce el efecto propio de la representación, vale decir, el factor
obliga al mandante, llamado principal (art. 237 inc. final).
La regla general es que el factor actúa a nombre del principal, haciendo uso
de un mandato con representación y normalmente lo expresará en la antefirma de
los documentos que suscribiere por poder (art. 325 del Código de Comercio).
2) Actúa a nombre propio. El artículo 328 expresa que los factores pueden actuar

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a nombre propio. Se trata de un caso de mandato sin representación; el principal
dice a su mandatario: “Señor, no me represente en este encargo, actúe en su
nombre”. Sin embargo, no debemos olvidar que el mismo artículo 328 se encarga
de indicar que el principal responde de las obligaciones nacidas del acto celebrado
por su mandatario frente a los terceros en los casos que señala, de donde resulta
que, no obstante obrar el mandatario en nombre propio, obliga al mandante. El
factor deberá acreditar que a él no le corresponde responder de las obligaciones,
porque de otra manera no se libera de su cumplimiento.
El artículo 329 indica la forma de hacer efectiva la acción en el caso que
estudiamos; el tercero puede dirigirla contra el factor o contra el principal, pero no
contra los dos juntos. Esto evidencia que el factor también queda obligado y a la
postre puede ser él quien deba cumplir las obligaciones. En consecuencia, surge
la necesidad de regular las relaciones entre mandatario y principal. El mandatario
alegará que al contraer dichas obligaciones se encontraba en alguno de los casos
de excepción del artículo 328 del Código de Comercio, de donde resulta la
importancia que tiene otorgar el poder en forma y practicar la inscripción
correspondiente, puesto que en caso contrario el mandato es nulo entre factor y
principal.
- Los derechos del factor. Son fundamentalmente dos:
1) Derecho a la remuneración. Es una consecuencia de la relación jurídico-laboral
que existe entre el factor y su mandante. El artículo 336 del Código de Comercio
contiene algunas normas al respecto, pero hay que entenderlas modificadas por el
actual Código del Trabajo.
2) Derecho a pedir indemnización de los gastos en que incurrió. Constituye una
afirmación del principio ya reconocido por el Código Civil (art. 2115 Nos 2º y 5º),
que se encuentra establecido en el artículo 336 Nº 2º del Código de Comercio.
169. Las obligaciones del factor. Son principalmente:

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1) Cumplir con el encargo hasta su término, respondiendo del dolo o de la culpa
en que incurriera durante su ejecución. Se trata de una obligación de hacer, lo que
interesa tener presente para los efectos de su cumplimiento forzado y sanción.
2) Debe rendir cuenta de su mandato. Obligación inherente al mandato en general.
3) Le corresponde cumplir con las normas relativas a la contabilidad (art. 341 del
Código de Comercio).
4) Entregar al principal los efectos de su propiedad, relacionados con el negocio
cuya administración se le encargó; por ejemplo: dinero, bienes, etc.

- Las prohibiciones del factor. Guardan relación con la naturaleza del encargo que
se le confía y son una consecuencia de él. En general, puede decirse que les está
vedado ejecutar por su cuenta los mismos actos cuya ejecución se les ha
encomendado, lo que equivale a decir que se les exige dedicación exclusiva a los
negocios que el mandato comporta. De no existir esta prohibición, resultaría que
el mandante o principal podría verse fácilmente perjudicado por la competencia
desleal que pudiera hacerle su propio factor, sin recibir ninguna sanción. Esta
prohibición dura lo que rige el mandato; no puede extenderse más allá, porque
carecería de valor.
Si el factor contraviene esta prohibición y como consecuencia de ello se
produce un daño para el principal, está obligado a una indemnización de acuerdo
con las reglas generales. Ejemplo: mal uso de una patente o de una marca de
fábrica. La contravención tiene señalada, por lo demás, una sanción en el mismo
artículo 331 del Código de Comercio, que expresa que por el hecho de contravenir
a la prohibición se aplican al comitente los beneficios que produzcan las
negociaciones del factor o dependiente, quedando las pérdidas de cargo exclusivo
de ellos.
Finalmente, diremos que en la práctica resulta más conveniente establecer

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la prohibición contractualmente que dejar esto entregado a la reglamentación legal.
La segunda prohibición consiste en que no puede delegar el mandato,
salvo autorización expresa al respecto en el instrumento constitutivo del poder.
Esta prohibición se justifica porque el contrato es intuito personae.
Existe un caso en el cual debe hacerse una delegación forzosa: cuando el
factor del demandado actúa ante los tribunales de justicia y requiere de un abogado
habilitado para el ejercicio de la profesión. Sin embargo, esta delegación es más
aparente que verdadera, por cuanto delega el poder para los efectos de que el
profesional represente a su principal en el juicio de que se trata.
En general, podría producirse la delegación del poder cuando fuera
necesaria para la buena administración del negocio encargado de acuerdo con el
artículo 340 del Código de Comercio, pero se ha estimado que esta delegación
sólo puede existir para casos expresamente señalados y no puede tener un
carácter general.
- La terminación del mandato de los factores.
La causal más común por la que se pone término al mandato es la
revocación que de él hace el mandante. En materia civil existe amplia libertad para
revocar el mandato, aunque recientemente, y en especial en Francia, ha surgido
la tendencia que sostiene que sólo se puede revocar el mandato siempre que no
resulten perjuicios para el mandatario. En derecho comercial es discutible, sobre
todo si se tiene en cuenta que el mandato de los factores participa de las
características de la prestación de servicios y del mandato propiamente tal. El
Código de Comercio distingue dos situaciones:
1) Contrato a plazo fijo. El artículo 332 expresa que “no es lícito a los factores o
dependientes ni a sus principales rescindir sin causa legal los contratos que
hubieren celebrado entre sí con término fijo…”
Por su lado, el artículo 333 del Código de Comercio señala cuáles son las

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causales que justifican la terminación del contrato por parte del principal. Otro tanto
hace el artículo 334 del mismo cuerpo legal, que indica las causales que autorizan
al factor o dependiente para poner término al contrato.
2) Contrato sin término fijo. No teniendo plazo determinado el desempeño del
mandato de los factores o dependientes con sus principales, cualquiera de ellos
podrá darlo por terminado, avisando al otro con un mes de anticipación. El
principal, en todo caso, podrá hacer efectiva, antes de vencer el mes, la despedida
del factor o dependiente, pagándole la mesada que corresponde (art. 335 del
Código de Comercio). (Véase el artículo 161 del Código del Trabajo, terminación
del contrato de trabajo por necesidades de la empresa).

C) Los dependientes de comercio


1.- Concepto.
Es muy semejante su situación a la de los factores, a tal punto que la
mayoría de las disposiciones legales son comunes para ambos. Sin embargo,
conviene tener en vista que en el dependiente se acentúa más el carácter de
empleado, sujeto a un vínculo de subordinación o dependencia, que en la
característica de mandatario que tienen los gerentes o factores.
En una definición más práctica que jurídica el artículo 237 expresa que son
dependientes “los empleados subalternos que el comerciante tiene a su lado para
que le auxilien en las diversas operaciones de su giro, obrando bajo su dirección
inmediata”.
La regla general es la de que “los dependientes no pueden obligar a sus
comitentes, a menos que éstos les confieran expresamente la facultad de ejecutar
a su nombre ciertas y determinadas operaciones concernientes a su giro” (art. 343
del Código de Comercio).
Para ser dependiente de comercio hay que tener capacidad para celebrar

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el contrato de trabajo de conformidad con lo prevenido por el artículo 13 del Código
del Trabajo.

2.- Facultades y derechos. Deben distinguirse dos situaciones:


1) Dependientes encargados de ventas al por menor.
Estos, a decir verdad, casi no tienen ninguna calidad de mandatarios y no
obligan ordinariamente a sus comitentes más que en los actos de que están
encargados.
Los dependientes de almacenes y tiendas se entienden autorizados para
vender, entregar mercaderías, percibir el precio en el mismo sitio, no sólo de
mercaderías vendidas en ese momento, sino también de las que hayan vendido
con anterioridad. Pueden además acordar rebajas, dar ciertos plazos autorizados
por el uso, dar muestras, etc.
En los casos señalados cumplen los dependientes las funciones de
verdaderos mandatarios que representan a su principal frente a la clientela.
Esta autorización para representar al comitente o principal es tácita; rige,
como quedó dicho, para los dependientes de bancos, tiendas, almacenes, etc., y
se explica por las dificultades prácticas que implicaría la verificación de un poder
para actuar. Además, si no existiera esta autorización tácita, sería difícil la
celebración de contratos, ya que nadie se arriesgaría a concluir una negociación
que a la postre pueda resultar nula.
2) Dependientes encargados de ventas al por mayor.
Gozan de igual facultad: cobrar el producto de las ventas, con tal que
otorguen recibo a nombre del comitente, los dependientes que vendan al por
mayor, siempre que las ventas se verifiquen al contado y que el pago se haga en
el mismo almacén que administren. Si las ventas se hicieren al fiado o debieren
verificarse los pagos fuera del almacén, los recibos serán firmados necesariamente

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por el comitente o por la persona autorizada para cobrar (art. 346 del Código de
Comercio).
- Limitaciones a sus facultades. La representación del dependiente de su principal
es sólo efectiva dentro del establecimiento. Tampoco pueden realizar ellos actos
prohibidos por el mandante. La violación de las instrucciones, la apropiación del
resultado de una negociación o el abuso de confianza por parte de los factores o
dependientes, no exoneran a sus comitentes de la obligación de llevar a efecto los
contratos que aquéllos hagan a nombre de éstos (art. 327 del Código de
Comercio). El fundamento de esta disposición lo encontramos en el hecho de que
las facultades del dependiente están establecidas en beneficio del público en
general.

3.- Dependientes con facultades especiales.


Los contratos que celebre el dependiente con personas a quienes su
comitente le haya dado a conocer por circulares como autorizado para ejecutar
algunas operaciones de su tráfico, obligan al principal, siempre que los contratos
se circunscriban a las negociaciones encomendadas al dependiente. Serían
también de responsabilidad del principal las obligaciones que el dependiente
contraiga por cartas, siempre que haya sido autorizado para firmar la
correspondencia del mismo principal, y se haya anunciado la autorización por
circulares.
Finalmente, el artículo 344 señala que los dependientes pueden realizar
determinados actos y contraer las obligaciones correspondientes en
representación del principal, que deberá expresarlo así en poder constituido por
escritura pública o inscrito en el Registro de Comercio (art. 22 Nº 5).
Las obligaciones y derechos de los dependientes son comunes a los de los
factores; nos remitimos a lo expresado en su oportunidad.

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D) Los agentes auxiliares independientes
Los agentes auxiliares independientes que colaboren con el empresario en
el ejercicio de la actividad mercantil son principalmente: los comisionistas, los
corredores de comercio, los agentes de negocios y los martilleros.
El estudio de la misión de estos colaboradores independientes supone, en
algunos casos, como en el de los comisionistas, el análisis del vínculo jurídico-
contractual que permite realizarla, esto es, el contrato de comisión comercial.
Dedicaremos un párrafo especial al estudio de la comisión y otro separado para
tratar los otros agentes auxiliares independientes.

d.1) La comisión mercantil

- Definición del contrato.


De conformidad con lo prevenido en el artículo 235 del Código de
Comercio, el mandato comercial toma el nombre de comisión cuando versa sobre
una o más operaciones mercantiles individualmente determinadas. La comisión es,
entonces, una especie de mandato comercial. Según la definición legal, para que
exista la comisión mercantil deben reunirse los siguientes requisitos:
– Que se trate de una o más operaciones mercantiles, y
– Que dichas operaciones estén individualmente determinadas.
En nuestro derecho, la mercantilidad de la comisión se determina
atendiendo a la naturaleza del acto que se encomienda y no a la intervención que
puede caberle al comisionista.
Tanto la comisión mercantil como el mandato civil son contratos
consensuales, vale decir, que se perfeccionan con el solo consentimiento de las
partes que concurren a formarlos.

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- Formas de expresar el consentimiento.
Se puede manifestar el consentimiento en forma expresa, cuando se hace
en términos formales y explícitos, y en forma tácita. Sobre esta última manera de
expresarlo existen reglas especiales que debemos analizar. El artículo 2125 del
Código Civil contempla el caso en el cual el silencio de una de las partes se mira
como aceptación para los efectos de la formación del consentimiento y expresa:
“Las personas que por su profesión u oficio se encargan de negocios ajenos, están
obligadas a declarar lo más pronto posible si aceptan o no el encargo que una
persona ausente les hace, y transcurrido un término razonable, su silencio se
mirará como aceptación”.
El Código de Comercio, por su parte, en el artículo 243 dispone: “El
comisionista puede o no aceptar a su arbitrio el encargo que se le hace, pero
rehusándolo quedará obligado bajo responsabilidad de daños y perjuicios:
1º A dar aviso al comitente de su repulsa en primera oportunidad;
2º A tomar, mientras no llegue el aviso al comitente, las medidas conservativas
que la naturaleza del negocio requiera, como son las conducentes a impedir la
pérdida o deterioro de las mercaderías consignadas, la caducidad de un título, una
prescripción o cualquier otro daño inminente”.
Como en nuestro país no existe la profesión de comisionista, la aceptación
tácita que queda reservada a los profesionales no es aplicable, según nuestra
jurisprudencia, a los comisionistas accidentales.
Con respecto a la segunda obligación del artículo 243 del Código de
Comercio se aplican las reglas de la responsabilidad contractual, de suerte que tal
obligación sólo existe por un tiempo razonable y no en forma indefinida.
Si después de avisado el comitente no eligiere dentro del plazo razonable
al sustituto, el comisionista puede pedir al tribunal el depósito de las mercaderías
consignadas y la venta de parte de ellas para reembolsarse de los gastos que

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hubiera anticipado (art. 244 del Código de Comercio).
- La capacidad para ser comisionista.
El Código no señala reglas especiales al respecto, por lo que se deduce,
de acuerdo con las normas generales, que basta tener capacidad para comerciar.

- Las obligaciones del comisionista.


La comisión es un contrato fundado en la confianza que el comitente
deposita en la persona del comisionista, de donde resulta que para garantizar su
cabal cumplimiento, el legislador se ha visto en la necesidad de reglamentar
detenidamente los efectos de este contrato, tanto respecto de las obligaciones que
debe cumplir el comisionista cuanto de los derechos que le asisten.
1º Ejecutar o concluir la comisión. El artículo 245 señala al respecto: “Aceptada
expresa o tácitamente la comisión, el comisionista deberá ejecutarla y concluirla, y
no haciéndolo sin causa legal, responderá al comitente de los daños y perjuicios
que le sobrevinieren”.
¿En qué caso el comisionista puede no ejecutar la comisión encargada? Cuando
existe una causa legal que lo autorice para suspender o renunciar al cargo, como
ocurre por ejemplo cuando para llevar a término el mandato necesita provisión de
fondos y ésta no se hace por el comitente (art. 272 del Código de Comercio).
¿Cómo cumple con el encargo el comisionista? Hay que distinguir:
a) Si el comitente ha dado instrucciones precisas. El comisionista deberá sujetarse
estrictamente a ellas en el desempeño de la comisión. Pero si creyere que
cumpliéndolas a la letra debe resultar un daño grave para su comitente, será de su
deber suspender la ejecución y darle aviso en primera oportunidad. En ningún caso
podrá obrar contra las disposiciones expresas y claras de su comitente (art. 268).
b) Si el comitente no ha dado instrucciones. En todos los casos no previstos por el
comitente, el comisionista deberá consultarlo y suspender la ejecución de su

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encargo mientras no reciba nuevas instrucciones.
Si la urgencia y el estado del negocio no permitieren demora alguna, o si
estuviere autorizado para obrar a su arbitrio, el comisionista podrá hacer lo que le
dicte su prudencia y sea más conforme a los usos y procedimientos de los
comerciantes entendidos y diligentes (art. 269).
2º Conservar y custodiar los efectos sobre que versa la comisión.
El comisionista es responsable de la custodia y conservación de los efectos
sobre que versa la comisión, cualquiera que sea el objeto con que se le hayan
entregado (art. 246).
En ningún caso el comisionista podrá alterar la marca de los efectos sin
expresa autorización del comitente (art. 247).
¿Desde cuándo existe la obligación de conservación y custodia? Desde el
momento en que las cosas quedan a disposición del comisionista. ¿Y hasta qué
momento? Hasta que las expida por cuenta del comitente. Aquí termina la
responsabilidad del comisionista y aparece la del comitente, salvo, naturalmente,
una estipulación expresa en contrario (art. 299). Esta disposición se funda en el
hecho de que el contrato está establecido en beneficio del comitente, por tanto el
comisionista no puede seguir respondiendo de una cosa que ya no le interesa.
¿Qué debe hacer el comisionista para liberarse de responsabilidad cuando las
cosas están deterioradas o se pierden? El artículo 249 del Código de Comercio se
limita a señalar que debe dar aviso al comitente sin demora y hacerle constar este
deterioro o pérdida. ¿De qué forma puede hacerlo constar legalmente? El Código
nada dice a este respecto, por lo que debe recurrirse a las reglas dadas en caso
de avería, de suerte que si ésta está manifiesta, debe iniciar juicio y se nombrará
tasador, y si la avería no está manifiesta, tiene plazo de 48 horas para hacer la
denuncia ante el juzgado donde lleguen las mercaderías.
3º Comunicar el estado de las negociaciones. La ley exige que el comisionista

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tenga al tanto de las negociaciones al comitente. La razón es lógica: el comisionista
está supliendo la actuación personal del comitente.
El artículo 250 del Código de Comercio consagra esta obligación del
comisionista, que tiene por objeto permitir al comitente confirmar, revocar o
modificar las instrucciones que haya impartido para la ejecución del mandato.
Varias disposiciones, entre otras los artículos 267, 273, 279 y 302 del Código de
Comercio, confirman esta obligación.
4º Rendir cuentas. La comisión es una especie de mandato mercantil y, como ya
hemos dicho, todo mandato supone la obligación de rendir cuentas de su
ejecución. El Código de Comercio ha sido muy estricto respecto de esta obligación
en el contrato en estudio.
Evacuada la negociación encomendada, el comisionista está obligado a
poner en manos del comitente, a la mayor brevedad posible, una cuenta detallada
y justificada de su administración, devolviéndole los títulos y demás piezas que el
comitente le hubiere entregado, salvo las cartas misivas (art. 279 del Código de
Comercio).
La cuenta debe ser justificada con documentos; si el comisionista fuere
comerciante, hará constar la comisión en sus libros; en caso contrario será
acusado del delito de estafa (arts. 279 y 280).
Ahora bien, una vez evacuada la comisión, si el comisionista no rinde
cuentas, debe intereses a su comitente desde la fecha que se ha constituido en
mora (art. 281 del Código de Comercio).
El artículo 2155 del Código Civil establece la posibilidad de relevar al
comisionista de la obligación de rendir cuentas: “El mandatario es obligado a dar
cuenta de su administración.
Las partidas importantes de su cuenta serán documentadas si el mandante
no le hubiere relevado de esta obligación”.

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El efecto de esta relevación se encuentra consagrado en el inciso 3º de
esta disposición, que expresa: “La relevación de rendir cuentas no exonera al
mandatario de los cargos que contra él justifique el mandante”.
Como corolario de la obligación en estudio aparece para el comisionista el
deber de devolver a su mandante los títulos y efectos que recibió para llevar a cabo
la negociación (art. 279 Nº 2, parte final, del Código de Comercio).
5º La obligación de reintegrar los saldos en favor del comitente.
El comisionista no sólo está obligado a entregar al comitente el producto
del negocio mismo, sino que también debe reintegrar todo saldo que quede en
favor de él. Ejemplo: para la ejecución de un mandato el mandante entrega al
mandatario la suma de $ 1.000.000, de los cuales sólo invierte $ 800.000. Al rendir
cuenta debe reintegrar los $ 800.000 en el producto invertido y los $ 200.000
restantes. Esta obligación está contenida en el artículo 279 Nº 3º del Código de
Comercio.
¿De qué forma debe practicar la devolución de los saldos?
En primer término, hay que atenerse a lo estipulado por las partes en el
contrato mismo. A falta de disposición expresa de los interesados, debe hacerse
la devolución conforme a los usos generales del comercio. Entre nosotros se
recurre al pago por consignación.

- Las prohibiciones a que está sujeto el comisionista.


En este contrato, como en ningún otro, el legislador ha reglamentado
estrictamente las prohibiciones. La razón de ello radica en el hecho de que la
comisión es un mandato en que una persona asume la representación de otra,
radicándose los efectos del acto o contrato encomendado en el patrimonio del
representado. De ahí que la ley se interese en proteger al mandante para que de
la actuación del mandatario no resulte un perjuicio en su contra. Estas

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prohibiciones son, a saber:
1) La prohibición de alterar las marcas (art. 247 del Código de Comercio).
Establece esta disposición que en ningún caso podrá el comisionista alterar
la marca de los efectos sin expresa autorización de su comitente. La sanción al
incumplimiento de esta obligación es, desde el punto de vista contractual, la
indemnización de perjuicios, de la que se hace acreedor del mandante y, desde el
punto de vista penal, el comisionista se hace reo del delito de estafa.
2) La prohibición de lucrarse con el mandato (art. 278 del Código de Comercio).
Fuera del salario o remuneración el comisionista no puede recibir lucro
alguno de la negociación que se le hubiere encomendado. En consecuencia,
deberá abonar a su comitente cualquier provecho directo o indirecto que obtuviere
en el desempeño de su mandato.
Dentro de esta prohibición existe otra contemplada en el artículo 252 del
Código de Comercio, por la cual se le impide al comisionista dar en prenda, para
seguridad de obligaciones propias, objetos que le hubiere entregado el mandante.
Si el mandatario infringe esta prohibición, la prenda subsiste; el mandante
para liberar sus especies deberá pagar al acreedor prendario hasta la cantidad
concurrente al valor de las mercaderías, a menos que probare que el acreedor, al
recibirlas, tuvo conocimiento de que no pertenecían al comisionista, en cuyo caso
tendrá derecho a reivindicarlas.
Por el mero hecho de la constitución de la prenda el comisionista comete
abuso de confianza, haciéndose acreedor de una sanción penal por delito de
estafa. Desde el punto de vista contractual debe responder de los perjuicios al
comitente.
Los artículos 2152 del Código Civil y 317 del Código de Comercio
establecen la posibilidad de que se convenga un pacto de garantía o solvencia,
por el cual el mandatario toma sobre su responsabilidad “la solvencia de los

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deudores y todas las incertidumbres y embarazos del cobro”. En este caso, de
acuerdo con lo prevenido en el artículo 317 inciso 1º del Código de Comercio, a
contrario sensu, tendrá derecho a una remuneración especial aparte del salario
convenido. Este precepto no contiene una regla positiva, pues expresa: “El
comisionista que asegurando la solvencia de los deudores no corriere riesgo
alguno, no tendrá derecho sino al pago de la comisión simple”. En síntesis, este
artículo supone que el mandante acepta el pacto de solvencia, pero si éste no
comporta riesgo alguno para el comisionista, no está obligado a pagarle mayor
remuneración. La razón de esto radica en que este pacto es una especie de
seguro, y sabemos que no hay seguro sin riesgo.
3) La prohibición de representar intereses contrapuestos.
En el fondo, lo que esta prohibición importa es negar al comisionista la
posibilidad del auto contrato. Le está vedado al comisionista representar intereses
incompatibles, toda vez que de ello puede resultar perjuicio para alguien. Se ha
discutido bastante en la doctrina si el auto contrato tiene o no valor. Lo propio se
hace respecto de si éste tiene acogida en nuestro derecho positivo.
En el derecho civil se prohíbe al mandatario celebrar con su mandante y en
su representación los contratos de compraventa y de mutuo. En los demás
contratos no existe prohibición.
En el derecho comercial el Código prohíbe al comisionista, a menos que se
le autorice formalmente, hacer contratos por cuenta de dos comitentes o por cuenta
propia y ajena, siempre que para celebrarlos tenga que representar intereses
incompatibles. Así, no puede: 1º) Comprar o vender por cuenta de un comitente
mercaderías que tenga para vender o que esté encargado de comprar por cuenta
de otro comitente; 2º) Comprar para sí mercaderías de sus comitentes, o adquirir
para ellos efectos que le pertenezcan (art. 271).
Si el comisionista obtiene autorización de su mandante para la celebración

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de un auto contrato, tiene derecho a percibir la mitad de la remuneración que le
corresponde (art. 276).
Dada la redacción del artículo 271: “Se prohíbe al comisionista…”,
pareciera ser que la sanción al incumplimiento de esta prohibición fuera la nulidad
absoluta del contrato celebrado, pero la jurisprudencia de nuestros tribunales se
ha inclinado por la nulidad relativa, lo que no deja de ser favorable toda vez que
permite la confirmación posterior del acto o contrato. No obstante, la Corte
Suprema en un fallo ha dicho: “Sin formal autorización del comitente, no puede el
comisionista, en la celebración de un contrato, representar intereses
incompatibles, por lo cual le está expresamente prohibido comprar para sí
mercaderías de su comitente, o adquirir para éste efectos que le pertenezcan.
Tales ventas son nulas de nulidad absoluta”.
Don Gabriel Palma se pronuncia en este caso por la nulidad relativa y
sostiene que el acto puede ser ratificado. A juicio de don Raúl Varela Varela, la
sanción es la inoponibilidad del acto.
4) La prohibición de delegar. En el derecho civil la delegación del mandato está
permitida, a menos que se prohíba hacerla. En el derecho comercial, en cambio,
esta situación es justamente inversa: se prohíbe la delegación del mandato, a
menos que se autorice para realizarla. Hace excepción a este principio el artículo
262 del Código de Comercio, que permite la delegación respecto de los “actos
subalternos que según la costumbre del comercio se confían a los dependientes”.
El artículo 261 del Código de Comercio contiene esta prohibición y se desprende
de él que la autorización para delegar puede ser: a) expresa, cuando se hace en
términos formales y explícitos, por ejemplo en el contrato mismo; y b) tácita, se
desprende de la forma en que se ha hecho la comisión.
El artículo 264 contempla un caso de delegación implícita, que tiene lugar
cuando el comisionista estuviere impedido para obrar por sí mismo y hubiere

55
peligro en la demora.
1) Formas para hacer la delegación. El comitente puede o no designar las personas
que van a servir de delegados. El Código de Comercio en esta materia es
extremadamente detallista: “Autorizado explícitamente para delegar, el
comisionista deberá hacerlo en la persona que le hubiere designado el comitente.
Si la persona designada no gozare al tiempo de la sustitución del concepto de
probidad y solvencia que tenía en la época de la designación, y el negocio no fuere
urgente, deberá dar aviso a su comitente para que provea lo que más conviniere a
sus intereses. Si el negocio fuere urgente, hará la sustitución en otra persona que
la designada” (art. 263).
“El que delega sus funciones en virtud de autorización explícita o implícita, no
habiéndose designado la persona por el comitente, es responsable de los daños y
perjuicios que sobrevinieren a éste, si el delegado no fuere persona notoriamente
capaz y solvente, o si al verificar la sustitución hubiere alterado de algún modo la
forma de la comisión” (art. 265).
2) Efectos de la delegación. Es menester distinguir dos situaciones:
a) Delegación a nombre del comitente. Se pone término a la comisión puesto que
el comitente actúa ahora a nombre propio;
b) Delegación a nombre del comisionista. Subsiste la comisión con todos sus
efectos legales, y se constituye una nueva entre el delegante y el delegado.
Finalmente, el artículo 267 del Código de Comercio establece que en todos
los casos en que el comisionista delegue la comisión deberá dar aviso a su
comitente de la delegación y de la persona delegada.

- Derechos del comisionista. Los principales derechos del comisionista son los
siguientes:
1) Derecho de remuneración. La comisión es por naturaleza asalariada (art. 239

56
del Código de Comercio). La remuneración se determina:
a) Por las partes en el contrato suscrito;
b) Si las partes no hubieren fijado las cuotas de retribución, el comisionista podrá
exigir la que fuere de uso general en la plaza en que hubiere desempeñado el
encargo, y en su defecto, la acostumbrada en la plaza más cercana.
No resultando bien establecida la cuota usual, el juzgado fijará la suma que deba
abonarse al comisionista, calculándola sobre el valor de la operación, incluso los
gastos (art. 275 del Código de Comercio).
2) Derecho a provisión de fondos. El comitente debe proveer al comisionista de los
fondos y efectos necesarios, cuando la comisión requiera de ellos (art. 272).
3) Derecho a la devolución de anticipos, gastos e intereses que hubiere significado
la comisión. Este derecho puede hacerlo efectivo el comisionista una vez que haya
cumplido con el encargo y rendido cuenta justificada de él. Aun antes de cumplir
con el encargo también puede el comisionista exigir que se le paguen al contado
sus anticipos, intereses y costos, para lo cual deberá rendir cuenta justificada con
documentos. Los intereses que se le deben son los corrientes.
4) Derecho de retención y solidaridad. El comisionista tiene derecho para retener
las mercaderías consignadas hasta el preferente y efectivo pago de sus anticipos,
intereses, costos y salario, concurriendo estas circunstancias: 1º) que las
mercaderías le hayan sido remitidas de una plaza a otra; 2º) que hayan sido
entregadas real o virtualmente al comisionista (art. 284 del Código de Comercio).
El Nº 1º del artículo 284 recién citado, al hablar de “mercaderías remitidas
de una plaza a otra”, se refiere al hecho de que debe existir distancia entre el lugar
en que se entregaron y el lugar en que las tiene el comisionista; no se exige que
el comitente y el comisionista vivan en ciudades diversas.
Respecto del Nº 2º del mismo artículo 284 del Código de Comercio debe
decirse:

57
a) Hay entrega real cuando las mercaderías están a su disposición, y
b) Hay entrega virtual cuando el comisionista, antes que las mercaderías se hallen
a su disposición, pudiere acreditar que le han sido expedidas con una carta de
porte o con un conocimiento (art. 286).
Debemos agregar que para que se haga efectivo el derecho de retención
del artículo 284 del Código de Comercio, deben concurrir los siguientes requisitos:
1) Que se haya declarado judicialmente el derecho de retención,
2) Que las cosas que se retienen hayan llegado al comisionista en virtud de una
relación contractual que lo autorice para pedir retención.
Por último, diremos que la comisión conferida por muchos comitentes
produce entre ellos obligaciones solidarias a favor del comisionista, del mismo
modo que la aceptación colectiva de varios comisionistas produce obligación
solidaria a favor del comitente (art. 290 del Código de Comercio).

- La extinción de la comisión. En términos generales, puede decirse que se


extingue por las mismas causales que el Código Civil establece para la terminación
del mandato (art. 2163 del Código Civil). Sin embargo, vale la pena destacar que
el Código de Comercio introduce modificaciones respecto de la revocación, de la
renuncia y de la muerte del comitente. Veamos estas tres situaciones:
1) La revocación de la comisión. El Código Civil establece que el mandante puede
revocar libremente el mandato, aun cuando existe la tendencia en doctrina a
restringir esta facultad. En el Código de Comercio la situación es otra, toda vez que
el comitente no puede revocar a su arbitrio la comisión aceptada, cuando su
ejecución interesa al comisionista o a terceros. El contrato interesa al comisionista
por la remuneración a que tiene derecho y a los terceros por la celebración del acto
encargado.
2) La renuncia del comisionista. En principio la renuncia está permitida, pero debe

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darse aviso al comitente dándole tiempo suficiente para que provea personalmente
o nombre al sustituto (arts. 2167 del Código Civil y 242 del Código de Comercio).
Si la renuncia se hace sin observar la obligación de dar aviso y de ello se
siguen perjuicios graves para el comitente, se puede hacer efectiva la
responsabilidad contractual del comisionista para que le indemnice los daños.
No debemos olvidar, por otra parte, que la renuncia está permitida en todos
aquellos casos en que para la ejecución del mandato el mandatario requiera
provisión de fondos y ésta no se hace por el comitente (art. 272 del Código de
Comercio).
3) La muerte del comitente. El artículo 2163 Nº 5º del Código Civil expresa que el
mandato termina por la muerte del mandante o del mandatario. El Código de
Comercio contempla una solución diversa: la comisión no termina por la muerte
del comitente, pues se trata de cumplir una o varias operaciones determinadas y
existe interés para el comisionista en poner término a su mandato. Las
obligaciones del comitente se transmiten a sus herederos (art. 240 del Código de
Comercio). Distinta es la situación que se produce en caso de muerte del
comisionista, pues el encargo es estrictamente personal. Si el comisionista fuere
una persona jurídica, se ha dicho que subsiste la comisión, a menos que la muerte
del encargado de cumplirla ponga término a la sociedad.

- Reglas especiales respecto de ciertas comisiones. Estas son las relativas a:

– Comisión para comprar. En este caso aparece de manifiesto la operación


encomendada y es perfectamente determinada: la compra de algo. Se aplican las
mismas reglas generales de la comisión, pero existe una norma especial contenida
en el artículo 296 del Código de Comercio, que expresa: “No podrá comprar efectos
por cuenta de su comitente a mayor precio del que tuvieren en la plaza los que se

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le han pedido, aun cuando el comitente le hubiere señalado otro precio más alto.
Contraviniendo a esta prohibición, el comisionista abonará al comitente la
diferencia entre el precio de plaza y el precio de la compra”.
– Comisión para vender. Al igual que en el caso anterior, se trata de una operación
de comercio determinada: la venta. Se aplican también las reglas generales de la
comisión. El artículo 312 del Código de Comercio contiene una norma de carácter
especial: “El comisionista deberá verificar la cobranza de los créditos de su
comitente en las épocas en que se hicieren exigibles, y no haciéndolo, responderá
de los perjuicios que causare su omisión”.
– Comisión para el transporte. El artículo 318 del Código de Comercio la define
señalando: “Comisionista de transportes es aquel que, en su propio nombre pero
por cuenta ajena, trata con un porteador la conducción de mercaderías de un lugar
a otro”. Combina elementos del contrato de transporte y de la comisión. Se le
aplican, de la misma manera que en los casos anteriores, las reglas generales de
la comisión o mandato mercantil.
Como regla de tipo especial, el artículo 321 del Código de Comercio le
exige al comisionista de transportes asegurar las mercaderías que remitiere por
cuenta ajena, teniendo orden y provisión para hacerlo, o dar pronto aviso a su
comitente si no pudiere realizar el seguro por el precio y condiciones que le
designaren sus instrucciones.
El inciso 2º de este artículo agrega: “Ocurriendo la quiebra del asegurador,
pendiente el riesgo de las mercaderías, el comisionista deberá renovar el seguro,
aun cuando no tenga encargo especial al efecto”.

d.2) Los corredores de comercio y los martilleros


- Los corredores. Definición. Se encuentran definidos en el artículo 48 del Código
de Comercio, que señala a la letra: “Los corredores son oficiales públicos

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instituidos por la ley para dispensar su mediación asalariada a los comerciantes y
facilitarles la conclusión de sus contratos”.
De acuerdo a lo expresado en la definición legal, la función primordial del
corredor es mediar, esto es, acercar a las partes para que concluyan sus negocios.
La mediación, que es siempre asalariada, no sólo se limita a poner en
contacto a las partes, sino que además contribuye enormemente a la preparación
y celebración misma del contrato.
En nuestro derecho positivo los corredores tienen el carácter de oficiales
públicos, lo que equivale a decir que deben ser nombrados por el Presidente de la
República. No obstante, el artículo 80 del Código de Comercio deja abierta la
posibilidad para que existan corredores particulares y privados que no requieran
de este nombramiento y que consecuencialmente no tienen el carácter de oficiales
públicos. De ahí que en la práctica la correduría sea ejercida en nuestro país por
corredores privados y sean escasos los corredores nombrados por el Ejecutivo.
Los corredores de comercio son comerciantes, ejecutan actos mercantiles
de acuerdo con lo prevenido en el artículo 3º Nº 11 del Código de Comercio.
Según las clases de negocio en que presten su mediación, los corredores
se clasifican en: corredores de bolsa, de seguros, marítimos, etc.
Como ya quedó dicho, existen en nuestro país corredores públicos, los
nombrados por el Presidente de la República, y privados, personas que de acuerdo
a lo prescrito en el artículo 80 del Código de Comercio se dedican a esta actividad.
Estos últimos son los que en la realidad prestan su mediación a los
comerciantes, por lo que nos dedicaremos a ellos.

- El corredor privado.
Desempeñan el mismo papel que los públicos, esto es, prestan su
mediación en los negocios de los comerciantes. Para que estemos en presencia

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de la actuación de un corredor es necesario que se reúnan dos presupuestos.
a) La mediación debe ser relativa a actos de comercio (art. 48), y
b) La mediación debe ser prestada a comerciantes (arts. 7º y 48).

- Principios legales aplicables.


Se les aplican las disposiciones que se refieren a los corredores oficiales o
públicos, pero sólo en aquella parte que dice relación con la esencia de la función
que prestan. La jurisprudencia de nuestros tribunales ha dicho: “Al corredor de
comercio que no es oficial público porque no tiene nombramiento del Presidente
de la República, le son aplicables, sin embargo, las disposiciones del Título III del
Libro I del Código de Comercio en cuanto son compatibles con la circunstancia de
carecer de dicho nombramiento, ya que el mencionado Código autoriza a
cualquiera persona que reúna las condiciones legales para ejercer libre ante esta
clase de mandato comercial, sin exceptuarlas expresamente de las obligaciones
impuestas a los corredores”.

- Algunas disposiciones que dicen relación con la naturaleza de la correduría.


Los corredores no quedan personalmente obligados al contrato cuya
conclusión o celebración facilitan, ni a garantir la solvencia de sus clientes (art. 65
del Código de Comercio).
En consecuencia, el corredor no puede demandar el cumplimiento de las
obligaciones nacidas del contrato, ni hacer efectivos los derechos (art. 75 inc. 1º).
Sin embargo, cuando se reúnen en una misma persona las calidades de
corredor y de comisionista, quedará sujeta a todas las obligaciones y podrá
ejecutar todos los derechos que nazcan del contrato (art. 75 inc. 2º).

- Casos en que el corredor se obliga personalmente. Los corredores encargados

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de comprar y vender efectos públicos quedan personalmente obligados a pagar el
precio de compra o a hacer entrega de los efectos vendidos, y en caso alguno se
admitirá la excepción de falta de provisión (art. 67 del Código de Comercio). Los
efectos públicos son:
1) Títulos de crédito contra el Estado reconocidos como negociables;
2) Los de los establecimientos públicos y empresas autorizadas para crearlos y
hacerlos circular;
3) Los emitidos por los gobiernos extranjeros, siempre que su negociación no se
encuentre prohibida.
Se ha pretendido por algunos que las acciones de las sociedades anónimas
son efectos públicos, lo que se encuentra en contradicción con el carácter taxativo
de la enumeración que de los efectos públicos hace el artículo 68 del Código de
Comercio.

- Corredores de propiedades.
Se ha planteado la interrogante acerca de si los corredores de propiedades
pueden ser considerados corredores de comercio sujetos a las normas que el
Código contiene. A nuestro parecer, habría que dar una respuesta negativa,
fundada en las siguientes razones:
1) Realizan negocios relativos a inmuebles, que, según las reglas del artículo 3º
Nº 1º del Código de Comercio, no son actos de comercio;
2) Ellos dispensan su mediación ordinariamente entre particulares, lo que no
concuerda con la definición de corredor de comercio del artículo 48, que exige que
ella debe dispensarse entre comerciantes.
3) La mediación del corredor de comercio, según la definición del precepto legal
recién citado, se les proporciona a los comerciantes para facilitarles la conclusión
de sus negocios, esto es, los actos de comercio, y el corredor de propiedades

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intermedia para la celebración de actos que no son de comercio.
Atendida la circunstancia que de ordinario los corredores de propiedades
se dedican también a otras actividades, como actuar de comisionistas, recibir o dar
dinero en préstamo para determinadas inversiones, y, además, se organizan como
verdaderas empresas de agencias de negocios, su actividad puede también
calificarse de comercial, en virtud de lo previsto en el artículo 3º Nº 7º del Código
de Comercio.

- Libros que debe llevar el corredor. Los corredores están obligados a llevar un
registro foliado en el cual deben asentar, día por día, por orden de fechas, todas
las compraventas, seguros, préstamos a la gruesa y, en general, todas las
operaciones ejecutadas por su mediación (art. 56 Nº 3º Código de Comercio).
Los registros de los corredores no prueban la verdad del contrato a que
ellos se refieren; pero estando las partes de acuerdo acerca de la existencia del
contrato, se estará, para determinar su carácter y condiciones, a lo que conste de
los mismos registros (art. 60).

- Incapacidades y prohibiciones. Las incapacidades están contenidas en el artículo


55 del Código de Comercio. No pueden ser corredores:
1º Los que tienen prohibición de comerciar;
2º Los menores de 18 años;
3º Los que han sido destituidos de este cargo;
4º Los que hubieren sido condenados a pena aflictiva o infamante.
Las dos primeras causales de incapacidad no se aplican. De las dos restantes,
sólo recibe aplicación la contenida en el Nº 4º.
Las prohibiciones están contenidas en el artículo 57 del Código de
Comercio, complementado por el artículo 58 del mismo cuerpo legal. En general,

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puede decirse que no están autorizados para ejecutar operaciones mercantiles por
su cuenta o tomar interés en ellas bajo nombre propio o ajeno, directa o
indirectamente.

- Los martilleros. Definición.


“Son martilleros las personas naturales o jurídicas inscritas en un registro
en conformidad a esta ley, para vender públicamente al mejor postor toda clase de
bienes corporales muebles” (art. 1º de la Ley Nº 18.118, de 22 de mayo de 1982).
El ejercicio de la actividad de martillero público se encuentra actualmente
reglamentado por la Ley Nº 18.118, de 22 de mayo de 1982.
- Naturaleza jurídica de las actividades del martillero.
Su labor equivale a la de un comisionista en el sentido que se le encarga
la ejecución de una operación determinada, esto es, la enajenación al mejor postor
de bienes corporales muebles, que puede tener su origen en un acto voluntario del
comitente o en una obligación legal, cuando se trata de los remates judiciales.
En los remates voluntarios el martillero actúa como un auxiliar
independiente de los empresarios individuales o colectivos de comercio. Para
llevar a cabo su tarea en forma eficiente y competitiva, el martillero organiza los
diversos factores de producción constituyendo una empresa, razón por la cual los
actos que él ejecuta son, a su respecto, actos de comercio, según el artículo 3º Nº
7º del Código de Comercio, pudiendo ser civiles o mercantiles para el
cocontratante, en virtud del principio de lo accesorio.
El martillero está sujeto a ciertas obligaciones contempladas en la Ley Nº
18.118, que regula el ejercicio de sus actividades, cuyo estudio excede los límites
de esta obra.

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