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“Arandu ka’aty” formoseño y Disciplinas Científicas

Aportes desde una filosofía crítica para la insurgencia de un horizonte de sentido


auténtico y trascendental como condición cierta de posibilidad y punto de partida de toda
antropología cultural -y demás ciencias humanas- que en un futuro pretenda alcanzar la
sustancia real y viva de lo formoseño.

Una de las características principales de la Postmodernidad es el profundo quiebre sufrido


por la razón. Pese a ello, el Conocimiento científico se nos presenta como determinando de
un modo indiscutible la cosmovisión del tan mentado Mundo Global de hoy, imponiéndose
de manera excluyente frente a los otros saberes como una infraestructura cultural exclusiva
desde y sobre la cual se articula la praxis educativa, política, jurídica, económica y hasta
religiosa de todas las sociedades “civilizadas” del planeta.
En este contexto mundial, en el cual existe una verdadera imposición globalizada de un
nuevo orden occidental y frente a la cual se produce la reacción de otras ecumenes
culturales, los formoseños vivimos un tiempo muy especial: el de renovar efectivamente la
tarea colectiva más trascendental, la de “sabernos”, es decir, actualizar una intencionalidad
reflexiva que provoque a nivel cognitivo una manifestación explicitante y desocultante de
nuestra vital sustancia subjetiva comunitaria. Además, aquel contexto externo peculiar hace
que la indagación de este saber reflexivo esté efectivamente estructurada desde el rigor del
conocimiento científico, según diversas disciplinas.
Hay que tener en cuenta que, en este caso, el Objeto de estudio de las Ciencias es también
en sí un Sujeto. Como tal, nuestro Pueblo Formoseño siempre “se supo”, “se sabe” y “se
sabrá” como justamente eso: “Pueblo Formoseño”. Esta afirmación, aparentemente tan
redundante, constituye sin embargo todo un dilema para aquellos que pretendemos abordar
“lo formoseño” desde una perspectiva científica: 1) O la consideramos falsa, sosteniendo
que, por el hecho no poseer estructuras culturales similares a la de otras sociedades más
“avanzadas” nuestra sociedad formoseña carece de conciencia de su propia identidad. 2) O
la asumimos con convicción, como una verdad profunda y raigal, por intuir el hecho
fundamental de que Nuestro Pueblo vive comprendiéndose de modo inmediato en su
sabiduría cotidiana.
De las dos posibilidades, creemos que la primera constituye una vulgar falta de atinencia
cuyos fundamentos serán refutados en el desarrollo del presente artículo. Nos quedaremos
entonces con la segunda. Incluso ésta parecería que fuera más propicia para embarcarnos
sin obstáculos en una especie de romántica expansión discursiva sobre esa “sabiduría” de
nuestro pueblo, exponiendo apasionada y positivamente su naturaleza mediante el riguroso
arsenal científico del que nos provee la Filosofía, la Antropología, la Historiografía, la
Psicología Social, la Sociología, la Ciencia Política, el Derecho, la Economía, la Pedagogía,
etc…
Pero si en algún momento los intelectuales caemos en la ingenuidad de adoptar esta
actitud, la experiencia concreta se encargará de que recibamos una dura lección cuya
previsión nos deja casi inermes: a Nuestro Pueblo no le hace falta profesionales que le
expliquen cuál es la “Identidad de su Ser”… La misma inmediatez de su saber –de ese vital
“Arandú casero” (como se dice en buen jopara), callado y cotidiano- provoca que
cualquier discursividad científica y/o académica que verse directa o indirectamente sobre él
sea valorada por la interior subjetividad popular formoseña como “Ñe’e reí voí”, aun
cuando, por respeto, dicho desdén no nos sea manifestado explícitamente. Cabe aclarar que
por dicha discursividad entendemos no sólo una modalidad comunicativa –lenguaje técnico
de las ciencias-, sino más bien el contenido mismo comunicado en unidad con su forma de
comunicación, constituyendo así el todo del discurso científico.
Entonces de nuevo nos quedará decir que el “Pueblo Formoseño” desdeña las ciencias
porque escapan a su comprensión. ¿Pero acaso no habríamos empleado las ciencias para
explicitar la “sabiduría” de Nuestro Pueblo por la cual el ya “se sabe”? La conclusión de
esta falta de correspondencia será: o el Sujeto Popular Formoseño no es “sabio” como lo
suponemos (volveríamos en círculo vicioso a la posición 1) o todo el pretendido
conocimiento científico sobre nuestra sociedad será un discurso vacío… Todo esto
constituye una verdadera situación límite para los que desde las ciencias indagamos lo
formoseño… La honestidad intelectual nos obliga a confesarlo públicamente. Pero
entonces… ¿Qué haremos?...
Es aquí donde una metodología filosofico-crítica se hace indispensable, no para
establecer alambicadas condiciones de posibilidad que acaban autolimitando aún más el
campo de conocimiento, sino por el contrario, expandir el horizonte de las ciencias
haciendo que su condición sea un todo de posibilidades que se le abran desde lo real
efectivo. Pero ello no podrá hacerse sin la previa deconstrucción de las estructuras
epistémicas que operan con una oclusividad que se cierra sobre sí misma ocultando y
eliminando aquellas posibilidades. Pero, ¿Cuáles son dichas estructuras?... Son las Ciencias
mismas tal como se dan de hecho, es decir, con su forma y contenido determinados desde
una paradigmaticidad establecida desde un contexto muy diferente al nuestro.
En este punto estamos tentados a pensar en contextos sociales concretos y, apelando a la
“Sociología del Saber”, a fundar nuestra crítica señalando la relatividad que posee un
paradigma científico que, valido en Europa o EE UU no se corresponde con nuestra
sociedad. Pero así basaríamos nuestra deconstrucción crítica solamente sobre los endebles
postulados de una teoría de “liberación” por medio de una diferenciación meramente
empírica y particular. Esta sería una crítica que no llega al fondo de la cosa misma y cuya
debilidad se manifiesta en la contradicción de usar una ciencia (la “sociología”) surgida en
las sociedades hegemónicas para liberarnos del mismo influjo cultural hegemónico o
globalizante.
La inconmensurabilidad existente entre el contexto nuestro y el contexto originario de los
paradigmas y contenidos actuales de las ciencias no se fundamenta en los epifenómenos
que pueden manifestarse en una “Sociología del Saber”, sino en las profundidades de una
“Ontología de la cultura” o, mejor dicho, de “los mundos culturales”, no sólo etno-
antropológica sino ontológicamente diversos. Resumiendo, el conjunto de recursos
epistémicos que estamos empleando para el conocimiento de lo formoseño no está
alcanzando a llegar a la médula vital de la sustancia real de nuestro Sujeto colectivo y esto
no es sólo porque su paradigmaticidad se estructura según pautas de sociedades diferentes a
la nuestra, sino por una razón ontológica más radical: las ciencias mismas tal como las
estamos desarrollando constituyen uno de los fenómenos efectivos (Wirkliches) de la
Dialéctica del Puro Ser extático que –siendo un movimiento vertiginoso que afecta toda la
realidad y en el que todas las cosas se manifiestan como finitas y conteniendo su propia
negación y, finalmente, donde lo propio de todas ellas es anularse a sí mismas- de hecho
informa históricamente al Mundo cultural de Occidente.
Esta Dialéctica es una vorágine espiritual y material que no tiene nada que ver con
nosotros y es extraña a nuestro modo de existir, pues lo vigente en nosotros es una
conjugación a-causal, dinámica y sincrónica entre las maneras en que se da un estar-acá
que se nos manifiesta como insurgiendo en una facticidad inmediata donde nuestra
sustancia subjetiva se halla -se autoposee tranquila y para-conscientemente- como en la
totalidad real de la verdad de su existencia. Creemos que esto último expresa la vivencia
latinoamericana en general y formoseña en particular, un vivir comunitario que no necesita
desarrollarse diacrónicamente en o hacia una autoconciencia dialéctica de mediación
histórica entre una substancia que –eternamente contradictoria- debe alcanzar una certeza
subjetiva que no termina nunca de poseer.
Es en medio de este contenido para-conciente real y ya dado donde se debe provocar,
entonces, la insurgencia de un horizonte trascendental de sentido auténticamente nuestro
desde el cual se elemente un nuevo paradigma que permita a nuestros conocimientos
epistémicos expandir sus posibilidades hacia y hasta alcanzar la sustancia real y viva de lo
formoseño, la autenticidad connatural al humilde “Arandú ka’aty”.
Obviamente, la importancia de la Epistemología Filosófica es crucial, pues dicho
horizonte de sentido podrá quedar en libertad sólo si antes se opera un “cambio
paradigmático” en ella, que es desde donde luego se orientará todo el proceso mediante un
diálogo interdisciplinario a fondo que comprometa a cada ciencia en una reflexión catártica
de sus mismos fundamentos, lo que seguramente provocará una expansión innovadora a
nivel metodológico y, sobre todo, lingüístico, ya que redundará en una profunda re-
semantización terminológica1. En esto, creemos, puede estar la invaluable contribución de
las Ciencias humanas al “Proyecto de Provincia en marcha”.
.

1
Al respecto consultar: Eco, Humberto, “La struttura assente” A.4.II.3.

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